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diarioUNO.pe AÑO: 2 Nº 79 EDITOR: PACO MORENO
DOMINGO 9 DE AGOSTO DE 2015
Un libro sobre Chale, Sotil, Valeriano y otros
Lévano, el padre Un texto histórico de César Lévano
sobre las huellas del sindicalismo y el papel de su padre en la lucha por la 8 horas. www.diariouno.pe
La U
cumple 91 años en su peor año
VÍCTOR HURTADO OVIEDO
La chocante anguila de John Walsh
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DOMINGO 9 DE AGOSTO DE 2015
EL ELEGIDO DE LA SEMANA
JULIO CORTAZAR
Las líneas de la mano BECERRIL Y NO BORRICO
Quiero aclarar a don Isaac que yo no soy borrico.
CON LA MECHA ENCENDIDA Seré el presidente dinamitero.
Los “tuits” de la semana KENJI FUJIMORI
ALAN GARCÍA
“Importante aclaración de la señora Zaida Sisson respecto a especulaciones sobre sus actividades.” “Comunicado del PAP sobre el desesperado esfuerzo de algunos por comprometerlo en nada”. (Pero él como expresidente aún no ha dicho nada sobre Rodolfo Beltrán).
PPK
KEIKO FUJIMORI
“Enfóquese y trabaje. Ya deje de dar ‘explicaciones’ sobre su pasado Mensaje a la Nación. Le queda 20% del mandato” (Keiko Fujimori, arrancando sonrisas, porque ella casi nunca ha trabajado).¿Cuándo te enfocarás en trabajar?
DANIEL URRESTI
“Ahora muchos blandos se empezarán a disfrazar de duros ante la inseguridad. Pero ¿Cuál de ellos derrotó al terrorismo? ¿Quién nos dio la paz?” (Kenji sigue creyendo que su padre sigue siendo su héroe. Perspectiva de hijo, no de político ni de demócrata)
“Nuestra propuesta del Tren HuachoLima-Ica está siendo destacada porque beneficiará a 10 millones de peruanos.” (PPK le está ganando en demagogia a Alan García). Los dos hablan del tren pero nada de salarios.
ALEJANDRO TOLEDO
“Señora Keiko ya que usted no trabaja, enfóquese y dé ‘explicaciones’ sobre cómo hace para vivir como millonaria” (Daniel Urresti, dinamitando a Keiko Fujimori)Gastamos en sus estudios y sin fruto.
“Aumentar el salario mínimo tendría un impacto positivo en el consumo. Política contracíclica. Los trabajadores son también consumidores.” (Toledo criticando lo que no hizo en su gobierno).
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“De una carta tirada sobre la mesa sale una línea que corre por la plancha de pino y baja por una pata. Basta mirar bien para descubrir que la línea continúa por el piso de parqué, remonta el muro, entra en una lámina que reproduce un cuadro de Boucher, dibuja la espalda de una mujer reclinada en un diván y por fin escapa de la habitación por el techo y desciende en la cadena del pararrayos hasta la calle. Ahí es difícil seguirla a causa del tránsito, pero con atención se la verá subir por la rueda del autobús estacionado en la esquina y que lleva al puerto. Allí baja por la media de nylón cristal de la pasajera más rubia, entra en el territorio hostil de las aduanas, rampa y repta y zigzaguea hasta el muelle mayor y allí (pero es difícil verla, solo las ratas la siguen para trepar a bordo) sube al barco de turbinas sonoras, corre por las planchas de la cubierta de primera clase, salva con dificultad la escotilla mayor y en una cabina, donde un hombre triste bebe coñac y escucha la sirena de partida, remonta por la costura del pantalón, por el chaleco de punto, se desliza hacia el codo y con un último esfuerzo se guarece en la palma de la mano derecha, que en ese instante empieza a cerrarse sobre la culata de una pistola”.
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YÁSSER GÓMEZ CARBAJAL
E
l 7 de agosto de 1924, en el número 106 de la calle Juan de la Coba, Lima, en medio de ideas políticas de cambio y aires de renovación, proyectos sociales y amor al deporte, representado en universitarios y maestros sanmarquinos, declaran fundada la Federación Universitaria de Fútbol (después Universitario de Deportes). La “U”, se puede decir –sin lugar a la equivocación—fue una hechura de la reforma universitaria, de las universidades populares, de los cambios culturales, políticos y humanistas que se vivían en toda América Latina a principios del siglo veinte, de la confluencia entre la teoría y la práctica. Por eso, no es extraño que en los principios de su fundación se encuentren frases como: “Cultivar los valores espirituales, morales, intelectuales, sociales y deportivos de sus asociados” o “Estimular la unión y solidaridad entre los mismos y en su relación con la comunidad toda”. Y, eso era cierto, los universitarios cuando disputaban sus primeros partidos frente a equipos de la primera división del fútbol. Enfrentaban con el mismo espíritu fraternal y aguerrido, un domingo en la mañana al Atlético Chalaco del Callao en la Mar Brava, —rival y lugar temido por muchos equipos de Lima— y, al mediodía tomaban el Ferrocarril Central para viajar a Vitarte y enfrentar en la tarde al Sport Vitarte, (equipo de obreros textiles) con los que al terminar los partidos, departían gratos momentos tanto en almuerzos de camaradería como en las universidades populares, que los universitarios impartían. El equipo de los universitarios jugaba en cualquier cancha y ante cualquier rival e incluso terminaban siendo aplaudidos, por público que antes de disputar el partido, pensaban que como estudiantes que son, le iban a correr a las patadas y al juego fuerte. Pero no era así, Galindo, Astengo y De las Casas, era una barrera infranqueable que ni la Furia Chalaca en el mismo Callao podía doblegar fácilmente. El antropólogo Raúl “Tito” Castro asegura que el objetivo social de los estudiantes, los llevaba a amoldarse a este juego rudo. “Los historiadores hablan de las culturas proletarias, las culturas de la clase trabajadora. Esta cultura por definición es ruda, violenta, los historiadores la han determinado así. Por eso, el Atlético Chalaco –como dice Steve Stein— era un club bastante aguerrido, el mismo Alianza Lima y todos los equipos de barrios y haciendas, de ese momento. Siendo la Federación Universitaria de Fútbol un equipo con proyección popular, tenía que entrar al código y tenía que apropiarse de comportamientos de clase popular con culturas rudas. Lo que los ingleses llaman el surgimiento de las clases trabajadoras. Hay una línea de historia de la sociedad occidental que se refiere a eso como el nacimiento de los sindicatos, por ejemplo. Tanto en Estados Unidos como en Inglaterra y Francia la lucha
La
U
cumple 91 años en su peor año
Universitario está en una severa crisis y aquí algo de su historia. Extracto de un amplio trabajo del autor.
por las ocho horas, todo eso se da en la misma época, en esos años decisivos de la post primera guerra mundial. Los cambios ideológicos en el mundo, nacen las masas, porque las urbes explotan. Es un fenómeno en el que las urbes se convierten en lo que los historiadores denominan: megaciudades. Es decir, son las ciudades que dejan de tener las murallas con las que se defendían de los piratas, y se expanden horizontal y verticalmente, en ese momento hay una alta migración del campo a la ciudad. Y, las industrias hacen que haya gente, —antes considerados campesinos—, quienes se incorporan a la masa laboral como proletarios”. Esta proyección popular de la recién creada Federación Universitaria como principio fundamental de la Reforma, tiene, para Raúl Castro, un importante significado en la historia de los clubes deportivos peruanos. “Los torneos de ese entonces, estaban dominados por clubes de barrios, y el único club que logró pasar los años alborales de los campeonatos de fútbol, más allá de las comunidades de inmigrantes europeos como las del Lima Cricket y el Ciclista
Lima. Más allá de esa primera etapa aristocrática, el único club que consigue trascender eso, por propia voluntad, por tener un proyecto (de pronto no consciente) pero sí, inconscientemente, fue la Federación Universitaria. Entonces, esa es su importancia. En esa primera etapa, Jorge Basadre tiene un capítulo en su libro “Historia de la República” que se llama La irrupción de las masas y, está hablando precisamente de esta misma época, de los años treinta, que es cuando precisamente Universitario de Deportes disemina sus rasgos de identidad entre las masas. Es decir, gente sin abolengo, sin raíces aristocráticas, más bien popular de procedencia mestiza, obrera, intelectuales, comerciantes, profesionales, las clases medias, que gracias a los estudios, es que consiguen una buena ubicación en la sociedad de ese momento. Es el nacimiento de la clase media. La “U” es un club que por definición quiso acercarse a esta naciente clase media”. La popularidad de Universitario de Deportes en la sociedad peruana es sólida, por ello, Tito Castro afirma: “La “U” es popular por su origen. Cuando
tú haces un análisis social de un grupo humano, por lo general empiezas desde un enfoque histórico y luego haces un análisis social del grupo, de cómo está organizado, estilo de vida, calidad de vida y finalmente actitudes culturales. Desde las tres perspectivas, Universitario –hoy— es un equipo popular. Origen: nació en una universidad con estudiantes cuya proyección fue convertirse en un club popular. Y lo hicieron. Cuando hacemos un análisis componencial de sus integrantes, hay gente de todos lados, culturalmente también. Las expresiones culturales de la “U” no están relacionadas a los clubes privados, sino relacionados a las provincias, a distritos como Breña, Ate, La Victoria a zonas populares, a los grafitos y a las culturas alternativas. Entonces, en ese sentido es popular”. Y, el tiempo no merma lo que conocemos como la garra crema ni tampoco la identificación de los nuevos hinchas con la quinta vocal. El espíritu merengue –según Tito Castro—, está incólume. “Como todo fenómeno cultural puede desaparecer, pero tal cual se están dando las cosas, no creo que eso pase.
El equipo de los universitarios jugaba en cualquier cancha y ante cualquier rival e incluso terminaban siendo aplaudidos, por público que antes de disputar el partido, pensaban que como estudiantes que son, le iban a correr a las patadas y al juego fuerte.
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Porque según he observado en las cifras de compañías encuestadoras de Perú. En porcentaje de hinchas de equipos de fútbol, la “U” mantiene su tasa de crecimiento alta, quiero decir, que la respuesta espontánea de la gente demuestra que todos los años más o menos, Universitario sigue en las preferencias de la gente. Creo que a largo plazo, los valores de la “U” se van a afirmar más que a perder. Porque Universitario, representa valores y pautas culturales que la gente lleva muy dentro. Para mí la “U” es el equivalente a lo que para otros es la religión, para mí define un estilo de vida, una manera de ver el mundo y eso está pasando con los niños. Eso significa, que eslogans como: “La “U” es más grande que sus problemas”, representan mucho en la vida de los hinchas. Cada vez que vas al estadio o veas un partido de Universitario por televisión, y estás sin plata, enfermo o con problemas, vas a tener una compensación por esos sufrimientos. De la misma forma los colores, crema, guinda y negro, también está la cuestión de la garra, ser muy práctico en la vida, ser pragmático. Es una manera de ver la vida y los hinchas cremas se reflejan en eso.” Noventa y un años se han cumplido desde la fundación de la Federación Universitaria de Fútbol, el mundo ya no es el mismo, las universidades tampoco. Ellas se han vuelto a convertir en un lugar de enseñanza para privilegiados, en el rincón de la educación infértil, senil y decadente, como lo era antes de la Reforma Universitaria de Córdoba en 1918. Y, las ideas que hace menos de un siglo movían los sentimiento nobles y rebeldes del ser humano, hoy, —son mal vistas— han dado paso al individualismo, y a la casi desaparición de los ideales en nuestras sociedades capitalistas.
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4 DOMINGO 9 DE AGOSTO DE 2015 César Lévano Director
El siguiente texto fue publicado originalmente en la revista Caretas Nº 395, marzo de 1969. Con su sentido histórico y social, Doris Gibson me dijo un día: “¿Por qué no escribe usted un artículo sobre su padre que se titule: ¿Quién era Delfín Lévano?” Debo, pues, gratitud a esa gran mujer. El texto recuerda una etapa del sindicalismo peruano, hoy reprimido, excluido y diezmado por el neoliberalismo de los Fujimori, García y Ollanta Humala, y que, sin embargo, lucha.
L
uis Alberto Sánchez pinta a Delfín Lévano como un dirigente textil (en su libro Haya de la Torre y el Apra). Felipe Cossío del Pomar (en Víctor Raúl) lo describe como un discípulo de Haya en la Universidad Popular González Prada, y distingue a este Lévano de “Lévano, el obrero”. La revista Así acaba de referirse a “los hermanos Lévano” como dirigentes del grupo anarcosindicalista “La Protesta” que conquistara la jornada de 8 horas en el Perú. Por su parte, Haya escribió en artículo publicado en la revista Apra el 22 de febrero de 1946: “Un pequeño y dinámico grupo de buenos combatientes orientó educadoramente al movimiento obrero. Recordaré solo, entre los muertos, a algunos de aquellos cuyo conocimiento y amistad fue para mí ilustre estímulo: Delfín Lévano, que era una de las cabezas del anarcosindicalismo aquí, como el viejo Reynaga en Trujillo; Adalberto Fonkén, mi gran compañero y colaborador, el tejedor Elmore, Pablo León y otros, se alineaban en torno del intransigente grupo “La Protesta”. ¿Quién era, pues, Delfín Lévano? Tal pregunta parece habérsela formulado muchas personas. Sobre todo, a raíz de la romería a su tumba que, como todos los años, se realizó el Primero de Mayo.
El patriarca
El cielo de Lima, ha escrito Basadre, solo con el siglo XX se tiñó de humo de fábrica. Mi abuelo, Manuel Caracciolo Lévano, padre de Delfín, había sido guerrillero de Cáceres y pierolista de lucha armada. Había nacido de familia campesina de Lurín, al pie de Pachacamac. Al despertar la centuria, era panadero en Lima y ya no creía en Piérola. “Ha sido un engaño para los trabajadores”, escribió en su diario. Poco después se hacía anarquista, sacudido por la prédica de Manuel González Prada. Rechazaba con ello todo partido político. Creía en que una organización sindical vigorosa, revolucionariamente orientada, podía tumbar, por medio de una huelga general, el capitalismo. En mayo de 1905, el periódico Los
¿Quién era De
Parias informó de algo insólito: “Por primera vez en esta tierra, el 1° de mayo desfilaron ante las autoridades absortas centenares de parias cobijados bajo el estandarte rojo”. El organizador de este desfile en memoria de los inocentes ahorcados en Chicago había sido Manuel Caracciolo Lévano. “La Prensa” publicó una crónica completa de los sucesos de ese día. En la mañana se había efectuado una romería a la tumba de Florencio Aliaga, obrero del Callao muerto el 19 de mayo de 1904, durante una huelga por las 8 horas y otros puntos, llevada a cabo por portuarios, metalúrgicos y ferroviarios del puerto. “Por tren extraordinario, decía la edición vespertina del diario de Baquíjano, se dirigieron los obreros limeños al Callao en número de cuatrocientos o poco menos”. Previamente, se habían congregado, “presididos por el señor Caracciolo Lévano”, en la estación de San Juan de Dios (más tarde plaza San Martín). En la tarde del mismo Primero de Mayo de 1905 hubo un acto solemne. Allí, González Prada pronunció su discurso hoy célebre sobre “El intelectual y el obrero”, en que llama a los intelectuales a ser, no lazarillos, sino compañeros de lucha del trabajador. Luego Manuel Caracciolo Lévano disertó sobre “Lo que son y lo que debieran ser los gremios obreros”. Ambos discursos fueron publicados íntegramente en el diario “La Prensa” al día siguiente. Vibraban aún en el cable internacional las noticias sobre el sangriento “Domingo Rojo” en la Rusia Zarista. Ello explica por qué el discurso del panadero peruano, que llamó a luchar por la jornada de ocho horas, terminó con estas palabras: “¡que lo que hoy hacen los esclavos de la Rusia lo hagan mañana los esclavos del Perú!”.
El sin Manuel Gonzáles Prada educó a la clase obrera nacional del Perú. Visitaba a Delfín Lévano en el cuarto del callejón en el que vivía.
Los modernos parias
El obrero era entonces un verdadero paria en el país. En la fábrica de tejidos de Vitarte, por ejemplo, “se trabajaba de las siete de la mañana a las diez de la noche; otros días de siete de la mañana a nueve de la noche”. Así nos lo precisó alguna vez Luis Felipe Grillo, uno de los precursores de la lucha obrera. Un capataz de fábrica tenía poder
de decisión –o de puntapié– para lanzar al despido a quien quisiese. No existían indemnizaciones de ningún tipo. Luis Miró Quesada escribía en su tesis de 1905 para optar el grado de Doctor en Derecho: “Opino que en el Perú no es necesario limitar a 9 horas
la duración del trabajo como lo hace el proyecto del Dr. (José Matías) Manzanilla… puede sostenerse que no trabaja aquí el operario de modo tan excesivo que pudiera peligrar su salud”. Este panorama explica por qué el patriarca sindical Manuel Caracciolo
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Lévano pudo decir en aquella noche tremante: “Si nadie, absolutamente nadie, se preocupa de nuestro bienestar, si las añejas doctrinas de la política conservadora no congenian con nuestros generosos sentimientos y propósitos regeneradores; si solo las ideas libertarias son las que convienen a nuestros intereses, aspiraciones y derechos, agrupémonos, pues, todos los obreros bajo el lábaro rojo Restaurador de la Libertad de las Libertades”. Sobre ese discurso, sobre esa clase social, sobre esa época, se proyectaba la sombra de un gran limeño. Cierto que era el hombre más culto de Lima, y que tenía un corazón muy puro; era el aristócrata, adinerado y rubio Manuel González Prada. En mi infancia paupérrima escuché de labios de gentes humildes historias sobre las visitas del gran viejo a la casa de mi padre, en un humilde “solar” del jirón Mapiri. No era un retórico ese gran maestro.
El otro Lévano
Al comenzar el siglo, el bajo pueblo de Lima no conocía más organización
Manu
propia q servían s nuel Ca sepultar Lévano haber or la organ
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elfín Lévano?
que las sociedades mutualistas. Estas solo, en la definición lapidaria de Maaracciolo, “para auxiliar enfermos y r muertos”. El mérito del primer del movimiento obrero consiste en rientado a sus hermanos de clase hacia nización moderna, de tipo sindical.
Haya y las ocho horas
No fue una charla de café la lucha obrera, en particular por las ocho horas. En su transcurso, hubo matanzas como la de Chicama, en 1912, en que murieron 500 obreros del azúcar. Allá quien orientaba era Julio Reynaga, “el negro Reynaga”, un mulato que tenía la virtud de ser músico, leer mucho y enarbolar la bandera roja cada Primero de Mayo. Y que estaba conectado con los luchadores de La Protesta. En Huacho, centro de proletariado agrícola que mi padre visitó a menudo, hubo una gran huelga en varias haciendas. Pedían aumento de salarios y jornada de ocho horas. Con astucia popular, los trabajadores organizaron en esa ciudad un desfile de sus esposas e hijos. Deseaban reclamar pacíficamente y eludir la represión. Calcularon mal. La Fuerza del Estado –1500 soldados, según una crónica– aplicó sable, metralla y bayoneta. Unas 150 mujeres fueron muertas. Fue el 2 de setiembre de 1916.
Innumerables fueron en Lima las acciones represivas de la fuerza pública.
ndicalismo peruano nació y creció como un movimiento de masas.
uel Caracciolo Lévano
muerto en los Estados Unidos, y Adalberto Fonkén, que se hizo aprista y se suicidó en Trujillo allá por los años treinta.
No fue una charla de café la lucha obrera, en particular por las ocho horas. En su transcurso, hubo matanzas como la de Chicama, en 1912, en que murieron 500 obreros del azúcar. Allá quien orientaba era Julio Reynaga, “el negro Reynaga”, un mulato que tenía la virtud de ser músico, leer mucho y enarbolar la bandera roja cada Primero de Mayo. Y que estaba conectado con los luchadores de La Protesta. Predicó con el ejemplo, antes de 1905, al dar a la Federación de Obreros Panaderos “Estrella del Perú”, cuyo presidente era, una finalidad y una estructura sindicales. En la primera directiva de la remozada entidad, ese año de 1905, figuraba un mozo de anchos hombros como de nadador. Era Delfín Lévano, de 19 años de edad, hijo amado
de Manuel Caracciolo. En adelante, los nombres de los dos Lévano iban a marchar unidos en la lucha, hasta el punto de generar confusiones. Ambos desplegaron, a lo largo de varios lustros, energía física, coraje, inteligencia y abnegación. Mi padre, a pesar de los horarios nocturnos de diez o doce horas en las panaderías, se daba traza para organizar, orientar, escribir artículos, pararlos luego a tipo, dirigir durante años La Protesta, a veces semanario, agitar, organizar, escribir poesías y obras de teatro (poseo una: Mama Pacha) y dirigir el Centro Musical Obrero. Claro está que no bebía alcohol y no fumaba. Por eso, sin duda, tenía tiempo para hacer a sus hijos panecillos con formas de manos o caras; o para pasearlos a hombros en el zoológico. Cien veces apresados y torturados, mil veces perseguidos, parecían no conocer la fatiga –aparte de ignorar el miedo. Más tarde, en los años de la primera guerra mundial, se iban a incorporar a la lucha otros elementos notables. Entre ellos, Nicolás Gutarra,
Debe quedar claro que en esta lucha los obreros estuvieron prácticamente solos. Se hace figurar a Haya de la Torre como el arquitecto de las ocho horas. No es cierto. En el paro de enero de 1919, paro acordado desde diciembre de 1918 por los trabajadores, su intervención fue casual y tangencial. Fueron los obreros los que invitaron, ya en paro, a los estudiantes a acudir a sus asambleas. Algo más: Haya y sus compañeros, como consta en los diarios de la época, propusieron aceptar un horario de nueve horas: ocho con el salario anterior, una más con pago extra. Hombres como Delfín Lévano, que dirigían desde su escondite la lucha, paralizaron la propuesta. Lo que sí es exacto es que Haya se acercó desde aquel paro al movimiento obrero.
La honradez y la pureza
Desde 1930 hasta 1941, año de su muerte, Delfín Lévano estuvo postrado en un lecho de inválido. Consecuencia de la última tortura que sufrió, en los días finales del oncenio de Leguía. Se le había tenido secuestrado varias semanas. “Lo hemos desterrado al Japón”, decían a mi madre. Una huelga obrera obligó a que lo libertaran. Pero lo que retornó al hogar fue una masa morada y tinta en sangre, un ser hinchado que ya no podía caminar. Una vez, en 1939, fueron a visitarle a su cuartucho de madera, en Lince, dos personajes. Uno era el comandante de la Marina Alfonso Vásquez Lapeyre, que se había apartado del aprismo para apoyar la candidatura presidencial de Manuel Prado. El otro, José Cristóbal Castro, aspirante a diputado en la misma ocasión. Este último había sido
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batallador líder portuario. Solo una cosa pedían a mi padre: que entregara su colección de periódicos obreros (La Protesta, Los Parias, Los Oprimidos, Armonía Social, etc.) a una Exposición de la Prensa Peruana. A cambio, le darían becas para sus tres hijos que bastante las necesitábamos. La respuesta fue serena: “Esos periódicos no me pertenecen. Son de los trabajadores. Yo no puedo negociar con ellos en beneficio de mis hijos”. Yo era un niño, y no conocía la respuesta que Prometeo, encadenado a las rocas, dirigió a Hermes, mensajero de Zeus: “No trocaría yo mi desdicha por tu servil oficio”. Una vez, mi padre leyó a varios amigos un escrito mío. Eran versos de un muchachito que ya a los siete años había sabido lo que es ganarse el pan con el sudor de su frente. “¡Este chico va a ser un gran anarquista!”, exclamó un compañero. Mi padre replicó: “¿Por qué? ¿Quién puede decirlo? Yo no le voy a imponer mis ideas”. Aquel día comprendí su grandeza moral. Era básico en él ese respeto por lo demás. En 1921, se realizó el Primer Congreso Local Obrero organizado por la Federación Obrera Regional Peruana, de tendencia anarcosindicalista. Delfín Lévano fue elegido secretario general del Congreso. Se discutió sobre la necesidad de que el certamen se pronunciase en pro del comunismo anárquico. Al final, él se levantó para proclamar su convicción a favor; pero precisar que “a nombre de los obreros panaderos, no puedo pronunciarme ni a favor ni en contra, por cuanto no he sido facultado para ello”. El texto fue recogido en El Proletariado, órgano de la F.O.R.P. de mayo de 1921. Pienso que el caudal de experiencia, no solo de los Lévano, sino de todos los dirigentes y la masa obrera de ese tiempo; que el temple moral de ellos, es lo que explican a un José Carlos Mariátegui, cristalización y desarrollo genial de una época.
Muerte sin transfiguración
Delfín Lévano murió en setiembre de 1941, a los 56 años de edad. Antes que él y trabajando por mantener a su hijo y sus nietos, a los 76 años de edad, había muerto Manuel. Murió Delfín en un asilo para pobres de Barrios Altos. Solo mi hermana menor y yo estábamos a esa hora a su lado. Era un mediodía de primavera. Él tenía el rostro rosado y los ojos limpios de los hombres puros, y una serenidad sobrehumana. Una monja le pidió que se confesase. Con voz tranquila, él le dijo: “No voy a confesarme. Nunca he hecho mal a nadie. Todo lo contrario. Si Dios existe, no tengo nada que temer”. Se puso loca la monja. Gritó. Ejecutó, en medio de la sala, una danza histérica. Un corazón viril y tierno había cesado de latir. Después, una inmensa multitud despidió a ese hombre que había demostrado la capacidad de energía creadora, conciencia, coraje y cultura que palpita en el gran corazón de los trabajadores.
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Rodolfo Milla ha reeditado, corregido y aumentado, sus “Crónicas imperdonables”, esta vez bajo el título de “Chale, Sotil y el gran Perico León. Historias dentro y fuera de la cancha”. Es un libro exquisito que ha sido posible gracias a esa combinación de olfato de sabueso y el gusto de la palabra escrita que solo Milla posee. Ahora que nos encontramos ad portas de una nueva faceta de eliminatorias para un Mundial, conocer lo que fue el fútbol peruano es imprescindible. Este texto es un libro de cabecera para todos los amantes del balompié. —Hay muchos futbolistas en este libro. ¿Por qué lo titulaste “Chale, Sotil y el gran Perico León”? —En realidad, había uno anterior que se llamó “Crónicas imperdonables”. En la editorial San Marcos, que publica esta edición, me dijeron “¿Qué te parece si le ponemos un nombre que aluda más directamente al futbol?”. En realidad, más comercial. —¿Por qué se eligió a estos tres? —Aparte de su gran calidad, porque son los más representativos de la sociedad: el blanco, el negro y el cholo. Debí titular el libro “Los 3 reyes magos del fútbol peruano”; pero, bromas aparte, la gente los conoce cada vez menos. La otra vez quedé en encontrarme con Sotil en un terrapuerto y al encargado, que era un tipo todavía joven, le pregunté: “¿Ya entró Hugo Sotil?”, y me dijo “¿Sotil? ¿Quién es Sotil?”. —Hay una anécdota que no está en este libro, la de Roberto Chale como protagonista de la mejor jugada de México 70. —Le preguntaron a Stanley Rous, que fue el presidente de la FIFA, cuál fue la mejor jugada de México 70 y dijo la que vio en el partido PerúBulgaria: saca Rubiños la pelota hasta media cancha y Chale, como
con la mano, la baja con el pie en un ángulo de 90 grados. Rous, que, además, había arbitrado cientos de partidos en Europa, nunca había visto una jugada así. En ese mundial jugó Pelé su mejor mundial, Rivelino, Tostao, grandes cracks y mira a quién menciona. —Hay muchos datos en el libro que son verdaderamente aleccionadores como aquella en la cual unos dirigentes se rehúsan a llevar a un jugador negro, bien negro, a las Olimpiadas de Alemania porque se preguntan “qué pensará Hitler, qué pensará Himmler, qué dirán de nosotros los nazis”. —De eso se quejaba siempre José María Lavalle, que fue el excluido, y me lo corroboró el “Mago” Juan Valdivieso: que los dirigentes no llevaron no solamente a él sino tampoco al boxeador “Bom Bom” Coronado, que estaba en su mejor momento, que fue campeón sudamericano. Decían que la presencia de ellos iba a ser una afrenta a la sensibilidad de los nazis; o sea, eran más papistas que el papa. Es increíble. —Sin embargo, Valdivieso contó que Hitler fue a saludarlos a todos a los camerinos y a cada uno les dio la mano. —Es que nos formamos estereotipos. Hitler bajó al camerino perua-
MARCO ANTONIO FERNÁNDEZ
Un libro genial de historia del fútbol peruano no, saludó a los peruanos, les dio la bienvenida y les extendió a todos la mano: negros, blancos, cholos, zambos, chinos… todos. —Hay otra historia de un jugador, Soriano, que se fue a Argentina y conoció a Evita Perón mucho antes de que fuera la gran Evita. —Sí, antes de que ella conozca al presidente Perón. Era cantante de tangos en un piano-bar de propiedad de Domingo Bezola, argentinosuizo que después vino al Perú y fue dueño del hotel Crillón muchos
años. En ese piano-bar, Soriano la conoció y esa amistad le valió años después, porque cuando él funda en su casa, en la calle Brasil de Buenos Aires, la Asociación de Futbolistas Argentinos, le pide a Evita el reconocimiento de la agremiación y ella manda a traer al ministro de Trabajo y le ordena que la reconozca. Ese es el gran mérito que pocos saben acá en el Perú de Soriano, quien recomendaba no usar guantes para ser un gran arquero. —Habla en su libro del inventor
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de los guantes de fútbol. —Amadeo Carrizo. Antes, Argentina no era tierra de arqueros. Carrizo fue su primer gran arquero de fama mundial. Era suplente de Soriano en “La Máquina River”, aunque recién empezaba; era menor. A partir de Carrizo ya sale Gatti, Fillol, una pléyade de tremendos arqueros. Carrizo los fabricaba y se llenó de plata. Fue una moda. Todos por monería usaban guantes. —Hasta que se convirtió en algo esencial.
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Odría era un presidente coprolálico, mujeriego, muy mundano, y Valeriano se metió con una de sus queridas, que fue la Reina del Festejo. Ahí chocaron. Valeriano venía de ser suspendido por haberse portado mal en una concentración. Encima, Odría le quita sus derechos de hombre libre y ciudadano.
—Claro, es una medida de seguridad. Además, ahora es inconcebible ver a un arquero sin guantes. Pero lo que es increíble es que siendo antes la pelota tan dura, inflada con una alta presión, que era como piedra, y cuando le caía agua se ponía más dura todavía, los arqueros tapaban sin guantes y ni uno se quejaba. —¿Qué cuenta de Sotil en este libro? —Sotil aparece en un momento de cambio en la sociedad peruana, cuando los militares comienzan a reivindicar
al serrano, al migrante, a los estratos pobres. Los militares le dan mucha importancia a la Asociación de Fútbol porque era masiva, aglutinaba a la población, creaba unidad. Y Sotil era el prototipo donde el 90 por ciento de los peruanos nos sentíamos reflejados. Había Sotiles en todos los barrios, en todos los equipos. Y era un dechado de virtudes como futbolista. Él se fue al Barcelona. Y gracias a Sotil y a Cruyff, cuando se juntan, Barcelona, después de 14 años, fue campeón. Por eso Sotil es histórico
en España, en Barcelona. —¿Qué recogemos de Perico León en este libro? —Lo trato como el “centroforward” más inteligente del fútbol peruano, porque él era nacido para el fútbol. Tenía intuición, como muy bien lo describe Didí, siendo Perico iletrado. Por eso utilizaba una venda en la mano. No se la quitaba para nada, porque no sabía ni firmar. Entonces, cuando le pedían un autógrafo, decía: “Estoy con luxación”. Eso evitaba que lo pongan en
compromiso. Estuvo años así, pero en su segundo compromiso, cuando estuvo con la chola Dorita, ella le enseñó a leer y a escribir y recién allí abandona la venda. Perico es prácticamente quien nos clasifica con ese gol con el que le ganamos a Argentina el 69, cuando queda eliminada por primera vez en la historia de un Mundial. —Hay una historia acerca del roce entre Valeriano y Odría. —Odría era un presidente coprolálico, mujeriego, muy mundano, y Valeriano se metió con una de sus queridas, que fue la Reina del Festejo. Ahí chocaron. Valeriano venía de ser suspendido por haberse portado mal en una concentración. Encima, Odría le quita sus derechos de hombre libre y ciudadano. No podía buscar trabajo, no podía abrir una cuenta bancaria, no podía hacer nada. Era un NN. Pero se va a Colombia, el único sitio donde no le pedían nada. No pagaban derechos de transferencia por los jugadores que contrataban. Entonces la FIFA los desafilia. Pero como en Colombia en esa época había cualquier cantidad de plata, no les importaba, hicieron su propio campeonato y trajeron a los mejores jugadores del mundo. Esa fue la famosa Liga Pirata, que duró unos 4 años. Allí ganaban los jugadores por lo menos 10 veces más que en sus ligas originales. —Y Valeriano después vuelve al Perú… —Odría seguía molesto con él. Y Valeriano escribe una carta bien lacrimógena, pidiendo su amnistía. Y después de haberlo hecho sufrir bastante, al final Odría lo amnistía, le devuelve su condición de ciudadano y hombre libre, y puede jugar fútbol. —En esos tiempos, por ejemplo, Lavalle ganaba más como adobero que como jugador de fútbol. —Porque era un fútbol no profesional, básicamente solventado por mecenas eventuales. Entonces, sus mayores ingresos provenían de fuentes particulares. —¿Y cuándo comienza el fútbol profesional? —Empieza entre el 51 y 53. José María Lavalle es de los años 20 hasta 30. —¿Cuántas de estas personas has conocido? —He conocido a varios. A los tres de la carátula los he conocido. A Perico solo lo he visto jugar, pues apenas se retiró, viajó a los Estados Unidos y allá se quedó, pero he hablado con él por teléfono. A Chale y a Sotil los veo siempre. —A don Coché ya no creo. —No, no lo conocí, pero a Soriano sí, a Valdivieso, a Seminario… a todos ellos. —¿Qué es de todos estos jugadores hoy en día? ¿Cuál es su destino? —Es indistinto, variopinto. Por ejemplo, ha habido jugadores como
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Sotil o Valeriano que han quedado como Garrincha, pues han tenido fama, dinero, todo, pero al final han terminado en la lona. Hay otros jugadores como el caso de Chale, que es un tipo muy inteligente, pero que no ha podido con su bohemia, no ha podido con su carácter, un poco libertino, pero no está en la lona. Trabaja como periodista, tiene una bonita casa en San Borja, se recursea con ciertos cachuelos, pero no es disciplinado. Quien es disciplinado, por ejemplo, es Seminario, que ha terminado adinerado. Es dueño de negocios. Él se propone un objetivo y lo cumple. El “loco” Seminario es admirable. —¿Perico León cómo se encuentra? —Tiene problemas en la rodilla. Un problema que tienen los jugadores antiguos. Antes no había muy buenas prácticas de entrenamiento. Y está sordo. Usa audífonos, pero está bien, lúcido. Vive en los Estados Unidos, entre Orlando y Miami, con su esposa, sus hijas, sus nietos. —¿Cuál es la idea de publicar este libro justamente en estas épocas? Es por el material acumulado, alguna fecha en especial. —La primera edición de “Crónicas imperdonables” se agotó casi de inmediato y me piratean mucho tanto acá como en el extranjero, y me lo piden bastante. Hay una editorial mexicana que vende mi libro virtualmente. O sea, ha escaneado página por página y lo vende a todo el mundo y puede hacerlo porque yo no tengo recursos ni tiempo para hacerle un juicio internacional. Como me pedían bastante este libro, lo publiqué. Mi objetivo es que el lector se distraiga, que tenga un momento de esparcimiento a través de su lectura, pero también quiero decir algo en estas crónicas: mandar un mensaje aleccionador, no explícito. —Y que los actuales lectores se enteren también y sepan qué ha sido el fútbol peruano. —Y, sobre todo, los periodistas. Los periodistas no estudian, no se preparan. Por ejemplo, cuento el caso de Lavalle, a quien suelen confundir con Montellanos; creen que ha estado en Berlín, pero don José María nunca fue a las Olimpiadas del 36. —¿Eran parecidos? —No. Como los vieron negros, a los dos los metieron al mismo saco. Esta discriminación lo resintió bastante a Lavalle. Otra cosa que recordaba con pena y cólera, fue la vez que los dirigentes peruanos, de puros adulones, les regalaron las medallas de oro a los uruguayos, que legítimamente les correspondía a los peruanos por haber campeonado en el Sudamericano de 1939. Ahí está pues, hasta ahora vigente, la bautismal sumisión de la élite peruana ante todo extranjero que detente cierto poder.
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8 DOMINGO 9 DE AGOSTO DE 2015
OTRAS
DISQUISICIONES Víctor Hurtado Oviedo
E
l pez gato se cayó del techo cuando pretendió caminar sobre el agua. Desde entonces, el pez gato se quedó a vivir en el agua repartiendo sus siete vidas entre los siete mares. El pez gato tiene de gato que también come pescado, pero, a diferencia del gato casero, su habitat natural es la pecera del mar. En vez de quedarse mirando los peces de colores de una pecera, el pez gato se metió en ella. En las azules noches del mar, el pez gato maúlla al pez luna –o sea que no hay nada nuevo bajo el Sol–. Al pez gato también lo llaman “bagre”, pero, según dicen en los pasillos del mar, al pez gato le displace aquel nombre y lo considera “malsonante”. El pez gato suele emplear este cultismo para impresionar a las sirenas; empero, fracasa: ellas nunca lo escuchan pues siempre pasan corriendo. El pez gato halló “malsonante” en el Diccionario académico, pero comprobó con pena que nadie más lo lee porque, para los peces, los libros son papel mojado. El primer retrato que se conoce del bagre es un bajo relieve del año 2750 a. C., hecho en Egipto. El pez gato aparece de perfil porque es egipcio. En ese entonces, toda la gente era de perfil, lo que facilitaba la contratación del personal ya que solo bastaba publicar el perfil del candidato. El problema eran las fotos de los pasaportes. Al bagre se lo llama “pez gato” porque usa bigotes como los gatos de pelos. Los bigotes de gato son antenas de conejo que apuntan a los ratones. Esto está muy mal pues nunca debe señalarse a la gente, mas el pez gato no incurre en tan incivil conducta: él se dedica a
La chocante anguila de
John Walsh electrocutar a los otros. El pez gato es uno de los pocos animales marinos que irradian electricidad para repeler amenazas y para cazar a sus presas. Otros animales que compar-
ten tan chocante actitud son el pez torpedo y la anguila. La explicación de por qué esos animales irradian electricidad es asaz compleja, pero se reduce al hecho de que su sistema nervioso puede acumular
electricidad estática como las botellas de metal de Leyden, aparatos muy simples usados en el siglo XVIII. Esas botellas funcionan con el mismo principio de los antiguos flashes de la fotografía, que
El primer retrato que se conoce del bagre es un bajo relieve del año 2750 a. C., hecho en Egipto. El pez gato aparece de perfil porque es egipcio. En ese entonces, toda la gente era de perfil, lo que facilitaba la contratación del personal ya que solo bastaba publicar el perfil del candidato. El problema eran las fotos de los pasaportes.
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acumulaban electricidad para lanzarla luego como un relámpago. Aunque en el mar ya era bien sabido, entre las personas se ignoraba si era realmente electricidad la energía que lanzaban dichos animales, sobre todo porque no producían chispas. En el siglo XVIII era impreciso el concepto de la electricidad, ya conocida gracias a las máquinas electrostáticas, que sí creaban chispas. La demostración de la propiedad eléctrica de la anguila fue un triunfo del físico John Walsh. Él puso una anguila en un recipiente con agua, y dos alambres semisumergidos y separados; al vincularlos Walsh con otro alambre, la anguila sintió el “campo eléctrico”, se acercó a él, lo electrificó, y en el aire apareció una chispa; mas fue la segunda: la primera había nacido del genio de Walsh.