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Director: CÉSAR LÉVANO
AÑO: 1 Nº 39
LIMA, DOMINGO 26 DE OCTUBRE DE 2014
EDITOR: PACO MORENO
TODO SE PAGA PLAN CÓNDOR
La sociedad de la muerte que formaron las dictaduras de América Latina vuelve a la cresta de la actualidad. El general Francisco Morales Bermúdez será juzgado por la justicia italiana.
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Opinión Paco Moreno
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n febrero de 2015, cuando empiece en Italia el juicio por el Plan Cóndor contra el general Francisco Morales Bermúdez este tendrá 94 años de edad. Se le imputa delitos de homicidio y secuestro, crímenes de lesa humanidad, y la fiscalía romana pide para él cadena perpetúa. Para delitos calificados como lesa humanidad no existe la prescripción y la justicia en este caso parece decir: todo se paga. El abogado del general Morales Bermúdez, Luis Vargas Valdivia, dijo, el pasado
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Morales piensa en la historia domingo en “Cuarto Poder”, que el juicio es ilegal y que, lo que más le preocupa al expresidente, es cómo será recordado por la historia. Dijo que el general no quiere ser recordado como vinculado a los crímenes de lesa humanidad que se le imputan y al Plan Cóndor, esa operación maldita para asesinar a opositores de la dictadura en varios países de América Latina en la década del 70. Es posible que nunca vaya el general a Italia, pero igual la justicia romana lo sentenciará. Es muy proba-
UN JOVEN UNIVERSITARIO me decía que si es culpable debe pagar aunque tenga 100 años edad porque su caso será un ejemplo para que nunca más los dictadores maten o manden a matar o colaboren con asesinatos.
ble que lo condene. Un joven universitario me decía que si es culpable debe pagar aunque tenga 100 años edad porque su caso será un ejemplo, para que nunca más los dictadores maten o manden a matar o colaboren con asesinatos.
Citas
PARA EL “TUIT”
citables
El presidente Humala debe ser vacado por incapacidad moral constante para gobernar. (Minero Víctor Chanduví, siguiendo un libreto).
Elucubra
“Óscar López Meneses es una persona que evidentemente miente y elucubra. Está tratando de distraer la atención de lo que es relevante para el país, como el crecimiento económico (…) Me da más pena que existan líderes que avalen sus declaraciones, que habían dicho que no volverían a tener prácticas del pasado”. (Nadine Heredia).
Lo de la vacancia es un nuevo intento desestabilizador contra el país y el gobierno, en abierto concierto con el apro-fujimontesinismo. (Daniel Abugattás, poniendo en orden las cosas).
Yo no le creo
A López Meneses no le creo, pero me sirve su actuación.
“Yo no le creo al señor
López Meneses, no debemos de creerle al señor López Meneses, pero los hechos nos demuestran que alguien en Palacio de Gobierno ha dado una orden para dar seguridad a la casa del señor López Meneses. Lo que todos queremos saber es quién ha sido o a quién se brindaba protección”. (Keiko tratando de sacudirse del exasesor fujimorista).
Complicidad
“Lamentablemente (López
Meneses) ha logrado, con la complicidad de muchos de los actores (congresistas), posicionar su versión y de alguna forma ningunear el fuero parlamentario, imponiendo su posición y criticando el trabajo de los congresistas.” (Josué Gutiérrez).
El dictador chileno Augusto Pinochet, quien creó Plan Cóndor, murió en el 2006, a los 91 años de edad, cuando estaba siendo procesado por algunos de sus delitos: secuestros (desapariciones), homicidios y torturas. La justicia tarda pero siempre se asoma.
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A mí no me van a decir que soy corrupto; yo he sido taxista durante cinco años cuando era oficial del Ejército. (Urresti al defenderse de los ataques). “No he firmado absolutamente nada. No conozco el documento y el mismo me parece una barbaridad y no estoy de acuerdo con él.” (Rafael Belaunde, poniendo en su sitio a los desestabilizadores).
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Hecho el Depósito legal Nº 2005-2098
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Editor: Paco Moreno, Arte y Diseño: Julio Arroyo S, Edición Gráfica: Carla Patiño.
DIRECCIÓN: AV. JOSÉ PARDO 741 MIRAFLORES TELÉFONOS: 447-1218 / 447-3092 FAX: 444-0883 LOS AUTORES DE NOTAS DE INVESTIGACIÓN Y/U OPINIÓN SON LOS ÚNICOS RESPONSABLES DE SU ELABORACIÓN Y CONTENIDO. LA CASA EDITORA NO SE SOLIDARIZA NECESARIAMENTE CON ELLOS.
“No soy doctor, soy un humilde abogado, un humilde periodista.” (Mulder, tratando de arreglarla, por haberle dicho a Urresti que solo es “un humilde general en retiro”).
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Plan Cóndor: Vuelo de muerte César Lévano
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a madrugada del viernes 5 de mayo 1978 recibí una visita ingrata: un grupo de agentes de Seguridad del Estado me extrajo de mi casa para llevarme preso. Yo estaba gravemente enfermo. Padecía de un doloroso cálculo renal. Un grupo de jóvenes médicos del PC me habían llevado, un día antes, radiografías del caso y hasta habían alquilado en una clínica de la avenida Alfonso Ugarte una sala de operaciones para intervenirme el lunes 8. Eso aduje a mis captores. No me hicieron caso. Fui conducido a San Quintín, centro de reclusión en la Prefectura. Allí me encontré con una suerte de selección nacional de la izquierda peruana. Entre esos presos recuerdo a Carlos Malpica, Javier Diez Canseco, Ricardo Letts, Hugo Blanco, Ricardo Napurí, Genaro Ledesma. Había, asimismo, varios dirigentes de la Federación de Empleados Bancarios y de otros organismos sindicales. La redada parecía una venganza de la dictadura del general Francisco Morales Bermúdez por el pánico que le habíamos causado con el paro de julio de 1977, el más amplio y enérgico de los paros de nuestra historia. Era yo el más dolorido de los presos. El dolor y la incontinencia urinaria me torturaban. En vista de esto, mis compañeros de prisión exigieron que se me llevara a un hospital. Anunciaron al director de Seguridad el Estado que, si no se accedía al pedido, iniciarían el lunes 8 una huelga de hambre y de sed. Ese lunes, a la caída de la tarde, una ambulancia me condujo al Hospital de la Policía. Uno de los agentes instalados en el vehículo me dijo al partir: “Se ha salvado usted. Un grupo de presos van a ser embarcados a Jujuy, Argentina. Usted estaba en la lista”. Estoy convencido de que el destino del grupo prisionero era la muerte por asesinato. ¿Por qué, si no, lo enviaban a la Argentina, donde la dictadura fascista del general Videla había anulado el Congreso, prohibido sindicatos y partidos y mataba a diestra y siniestra a peronistas e izquierdistas? ¿Por qué a ese país, donde ninguno de los presos había cometido delito o falta algunos? Por lo que a mí respecta, ha-
LA REDADA DE LOS IZQUIERDISTAS parecía una venganza de la dictadura por el pánico que le habíamos causado con el paro de julio de 1977.
berme salvado del viaje equivalió a prolongarme la vida. Es evidente que los gorilas de Videla no se iban a preocupar de mi mal. Me hubieran dejado agonizar y morir. Un escribidor, especializado en insultar, mentir y odiar, escribió hace algún tiempo, cuando fungía de director de Correo, que “viejos bolcheviques” le confidenciaron que yo había fingido estar enfermo para salvarme. O sea que yo era vidente, y los cirujanos del Hospital de Policía que me operaron, unos tontos. Sobre esos días de enfermo incomunicado han escrito Gregorio Martínez y Juan Gargurevich.
Años después, mi hipótesis sobre el propósito homicida fue indirectamente confirmada. Ricardo Napurí, quien reside hace décadas en Argentina, había entablado en Buenos Aires un juicio que colocaba a los dictadores del Plan Cóndor (incluido Morales Bermúdez) en el banquillo. Por esta razón fui citado por la justicia argentina para rendir mi testimonio. La jueza del caso me recibió en la embajada de Argentina en Lima. Allí me di con una gran sorpresa. La magistrada me permitió revisar el grueso expediente del caso. De pronto hallé un recorte periodístico que daba cuenta
LO OCURRIDO CON LOS TRECE PERUANOS que llegaron, esposados, a Jujuy, indica que el régimen del Perú coordinaba y coincidía con las dictaduras instaladas por Washington en Santiago de Chile y Buenos Aires.
de la llegada a Jujuy del vuelo de los presos peruanos. Un acucioso periodista de un diario de Jujuy, relataba cómo, sorprendido por la llegada al aeropuerto local de un avión de la Fuerza Aérea Peruana, hecho insólito, averiguó en la administración y le dijeron que habían llegado presos peruanos. Descubrió, además, los nombres de los prisioneros. Los publicó la mañana siguiente. Creo que esa revelación libró de la muerte a los 13 presos (incluidos dos almirantes velasquistas y un periodista derechista). La junta castrense instalada en Buenos Aires estaba asociada en el Plan Cóndor con Augusto Pinochet. La especialidad de la Casa (Rosada) era torturar, matar y hacer desaparecer. Lo ocurrido con los trece peruanos que llegaron, esposados, a Jujuy, indica que el régimen del Perú coordinaba y coincidía con las dictaduras instaladas por Washington en Santiago de Chile y Buenos Aires.
FUI CONDUCIDO A SAN QUINTÍN, centro de reclusión en la Prefectura. Allí me encontré con una suerte de selección nacional de la izquierda peruana. Entre esos presos recuerdo a Carlos Malpica, Javier Diez Canseco, Ricardo Letts, Hugo Blanco, Ricardo Napurí, Genaro Ledesma. Había, asimismo, varios dirigentes de la Federación de Empleados Bancarios y de otros organismos sindicales.
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Los nazis metidos en el EL FAMOSO PERIODISTA JON LEE ANDERSON ilustra en este texto las entrañas de un plan para desaparecer a los opositores de los regímenes de la botas en América Latina.
El escritor Jon Lee Anderson (California, 1957) es también un periodista especializado en zonas de conflicto y labora en la prestigiosa publicación estadounidense “The New Yorker”. Jon Lee Anderson ha escrito un gran prólogo, que aquí reproducimos, para Cóndor, libro de fotografías del portugués João Pina, quien reúne la memoria de las víctimas del Plan Cóndor. En este texto, el periodista narra la complicidad de los verdugos con exnazis, el gobierno estadounidense y los regímenes latinoamericanos.
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l Plan Cóndor llevaba activo casi cuatro años en secreto cuando en 1979 se filtró a la prensa la noticia de su existencia. El famoso columnista norteamericano Jack Anderson, quien obtuvo una copia del informe secreto de manos del Comité de Relaciones Exteriores del Senado de los Estados Unidos, escribió que el Cóndor funcionaba principalmente como “una organización que recaba información para seguir la pista a los exiliados ‘de izquierda’ y otros oponentes de las juntas en el poder” en el Cono Sur. Pero el Cóndor tenía también escuadrones de la muerte, “equipos especiales de los países miembros cuya misión consistía en viajar a cualquier parte del mundo, inclusive a países no miembros, para ejecutar sanciones, entre ellas el asesinato, a los enemigos del Cóndor”. Lo terrorífico es que el informe explica asimismo que los verdugos latinoamericanos del Plan Cóndor recibían apoyo de criminales de guerra nazis. “Antiguos oficiales de la Gestapo y las SS (Servicio de Seguridad Nazi)”, escribía, “les han enseñado técnicas de tortura e incluso participan en su aplicación”. En aquel entonces, la idea de una alianza forjada entre los regímenes militares de de-
Jon Lee Anderson, hombre de prensa especializado en zonas de conflicto. recha de América Latina, con el objetivo expreso de asesinar comunistas en sus respectivos países, sonaba a teoría de la conspiración, mientras que lo de los criminales de guerra nazis parecía algo casi fantás-
tico, surgido de la imaginación febril de los guionistas de Hollywood. Pero todo era cierto, y a principios de los ochenta, cuando empezaron a disminuir los asesinatos del Plan Cóndor, la operación se había cobrado
ya unas 60.000 vidas. Los años setenta fueron una época perturbadora en América Latina. Gran parte de la región estaba gobernada por una sucesión de regímenes militares de derecha, y cons-
tituía un puerto seguro para fugitivos internacionales de todo tipo, así como un reducto de filosofías repudiadas hacía mucho en otros lugares. Solo habían transcurrido tres décadas desde el final de
“ESTE LIBRO NO SOLO REÚNE MIS FOTOGRAFÍAS. Me apoyo en textos que fui escribiendo a partir de largas entrevistas y también dediqué parte de mi tiempo a buscar, analizar y reproducir varios documentos gráficos y de texto que me inspiraron enormemente. Espero que las imágenes que resultaron de todo esto, que se publican ahora en forma de libro y que serán expuestas en lugares públicos en el futuro, así como en una página web dedicada al tema, puedan contribuir de alguna forma a crear una memoria visual de esta historia”, dice el portugués João Pina.
la Segunda Guerra Mundial y muchos exnazis habían encontrado refugio en la región. Había colonias de emigrantes alemanes exclusivistas en los países del Cono Sur y una red de personas, entre las que se contaban funcionarios del gobierno, que todavía comulgaba con los ideales del Tercer Reich. En 1960, un equipo del Mosad (Agencia de Inteligencia Israelí) localizó y secuestró a Adolf Eichmann en Argentina. Lo llevaron ilegalmente a Israel, donde fue juzgado y condenado a la horca, pero otros criminales de guerra siguían en libertad. Uno de los peores monstruos de la historia, Josef Mengele, “El ángel de la muerte”, vivió feliz y en el anonimato en Brasil hasta su muerte en 1979 a causa de un accidente de natación. En 1983, el infame oficial de la Gestapo, Klaus Barbie, también conocido como “El carnicero de Lyon”, que había vivido en Bolivia durante años sin ocultarse, fue arrestado y extraditado a Francia por órdenes de un presidente reformista. Anteriormente, Barbie había trabajado como asesor de la policía secreta boliviana y, por tanto, gozado de la protección de toda una serie de dictadores militares de ultraderecha. (En 1977, durante un viaje que hice a La Paz, un veterano conocedor de Bolivia me llevó al Café La Paz, al que Barbie acudía a diario, y me lo señaló.) En 1984, Walter Rauff murió en libertad, en el vecino Chile, a causa de una enfermedad. Como oficial de las SS, Rauff supervisó la producción y utilización de camiones de gas móviles en los que habían sido asesinados al menos a 100.000 judíos, entre otros, en las zonas ocupadas por los nazis en la Unión Soviética y Polonia. Rauff nunca tuvo remordimientos por sus actos y tampoco hizo ningún esfuerzo por ocultar su identidad. Había otros como él, por supuesto, muchos otros. El hecho de que, después de la Segunda Guerra Mundial, la mayor parte de ellos pudiese continuar su vida en América Latina sin miedo o castigo da fe del tipo de entornos políticos que allí encontraron. Esos entornos, en concomitancia con las desigualdades sociales y económicas, hicieron de gran parte del hemisferio un caldo de cultivo a partir de los años sesenta. El éxito de la revolución de Fidel Castro en 1959 en Cuba inspiró a toda una genera-
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Plan Cóndor ción de jóvenes latinoamericanos a seguir su ejemplo y a tomar el poder en sus propios países. Con la ayuda de Cuba, los radicales políticos de izquierda de la región, desde Nicaragua hasta Bolivia, empezaron a llevar a cabo sus propias revueltas armadas. Estados Unidos, la superpotencia regional, respondió a aquellas amenazas con una ló-
gica de guerra fría, incluso más amoral a partir de la entrada en escena de Fidel Castro y de Ernesto “wChe” Guevara. Temeroso de “otra Cuba”, especialmente después de la Crisis de los Misiles de 1962, el gobierno de Estados Unidos luchó para aislar a Cuba y dio apoyo a prácticamente cualquier régimen que abrazase principios anticomunistas. En términos
prácticos, esto supuso a menudo la ayuda y la complicidad con los déspotas más asesinos. De manera perversa, algunos de ellos abrazaron ideologías políticas que se acercaban más a las de los fascistas que Estados Unidos había luchado por derrotar durante la Segunda Guerra Mundial que a los principios democráticos que esta nación decía defender.
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LA IDEA DE UNA ALIANZA forjada entre los regímenes militares de derecha de América Latina, con el objetivo expreso de asesinar comunistas en sus respectivos países, sonaba a teoría de la conspiración, mientras que lo de los criminales de guerra nazis parecía algo casi fantástico, surgido de la imaginación febril de los guionistas de Hollywood. Pero todo era cierto, y a principios de los ochenta, cuando empezaron a disminuir los asesinatos del Plan Cóndor, la operación se había cobrado ya unas 60,000 vidas.
ASÍ ERA EL PLAN
“Los sospechosos eran detenidos, torturados y a menudo asesinados” Al aumentar la represión política en América Latina, el Estado de derecho se perdió en favor de los intereses del momento. En un país tras otro, la inteligencia militar y las unidades de policía especiales crearon discretamente escuadrones de la muerte para barrer a la izquierda y a sus simpatizantes. Los sospechosos eran detenidos, torturados y a menudo asesinados; sus cuerpos abandonados en lugares públicos para que sirviesen de advertencia a otros, o bien, a fin de crear otro tipo de terror existencial, se les “hacía desaparecer”. Las políticas antiterroristas escalaron de forma sostenida, especialmente en lugares en los que las guerrillas habían tratado de iniciar rebeliones armadas al estilo de la cubana. No obstante, fue con el espectacularmente violento golpe de Estado en Chile, contra el gobierno electo del presidente Salvador Allende, cuando se acabaron los miramientos en todo el hemisferio y el Cóndor empezó a mostrar sus garras. Resultaba evidente que el nuevo hombre fuerte de Chile, el general Augusto Pinochet, no solo había recibido la bendición política del gobierno de Estados Unidos, sino también su apoyo encubierto. Con esta señal, los regímenes emparentados del Cono Sur se apresuraron a seguir el ejemplo chileno. En un plazo de dos años, los jefes de la inteligencia militar de Argentina, Paraguay, Bolivia, Uruguay y Brasil se reunían para coordinar sus acciones bajo el mando del verdugo número uno de Pino-
chet, el coronel Manuel Contreras, jefe de la Dina (Dirección de Inteligencia Nacional). Durante esa reunión, celebrada en noviembre de 1975, nació el Plan Cóndor. El Cóndor era una cofradía de almas afines, e incluía a Brasil, donde el ejército estaba en el poder desde 1964, y a Uruguay, país en el que, al igual que en Chile, los generales habían llegado al poder en 1973. El ejército argentino ya dirigía el país detrás de bambalinas y tomaría abiertamente el gobierno en 1976. En Bolivia, el general Hugo Banzer, de línea dura, estaba en el poder desde 1971, tras arrebatárselo en un golpe sangriento a un colega más próximo a la izquierda. Mientras, el vecino Paraguay se encontraba desde 1954 en manos del casi fascista general Alfredo Stroessner. Era el momento perfecto, un nido perfecto, por así decirlo, para el Plan Cóndor. Pese a que la existencia del Cóndor se negó durante largos años, gracias a los documentos secretos hechos públicos sabemos hoy que en las altas esferas del gobierno estadounidense se tenía conocimiento del plan
prácticamente desde su concepción. En un memorándum del 2 de agosto de 1976 titulado “The ‘Third World War’ and South America”, Harry Shlaudeman, por aquel entonces subsecretario de Asuntos Interamericanos, informaba a su jefe, el secretario de Estado, Henry Kissinger, sobre la existencia del Cóndor. Shlaudeman afirmó: “Los regímenes militares del Cono Sur de Latinoamérica están en pie de guerra: por una parte, contra el marxismo internacional y sus exponentes terroristas; por otra, contra la incomprensión de las democracias industriales engañadas por la propaganda marxista. En respuesta a ello, se unen en lo que podría convertirse en un bloque coherente. Todavía más importante es que se alían para erradicar la ‘subversión’, una palabra que cada vez más se traduce como disensión no violenta de la izquierda y centroizquierda. Las fuerzas de seguridad del Cono Sur coordinan estrechamente sus actividades de inteligencia, los unos operan en los territorios de los otros para perseguir a los
RESULTABA EVIDENTE que el nuevo hombre fuerte de Chile, el general Augusto Pinochet, no solo había recibido la bendición política del gobierno de Estados Unidos, sino también su apoyo encubierto.
Fotógrafo portugués João Pina publica libro imprescindible. ‘subversivos’, han establecido el Plan Cóndor para encontrar a los terroristas del ‘Comité Coordinador Revolucionario’ en sus propios países y en Europa… Esta mentalidad próxima a la paranoia puede ser el resultado natural de las convulsiones de los últimos años, durante los cuales las sociedades de Chile, Uruguay y Argentina se han visto agitadas por el asalto de la extrema izquierda. Pero los líderes militares, pese a que la izquierda marxista en Chile y Uruguay se haya visto diezmada, y que en Argentina se acelere el progreso hacia ese mismo objetivo, insisten en que la amenaza prevalece y que la guerra debe continuar. Algunos hablan de una Tercera Guerra Mundial, en la que los países del Cono Sur serían el último bastión de la civilización cristiana”. La reacción inicial de Kissinger fue recomendar que se celebrara una reunión entre diplomáticos estadounidenses y líderes militares del Cóndor para disuadirlos de sus planes violentos, argumentando que estos podrían volverse en su contra. Esta iniciativa diplo-
EN BOLIVIA, el general Hugo Banzer, de línea dura, estaba en el poder desde 1971, tras arrebatárselo en un golpe sangriento a un colega más próximo a la izquierda. mática estaba a todas luces en preparación cuando, el 16 de septiembre de 1976, la oficina de Kissinger envió un cable inexplicable a Shlaudeman ordenándole “no tomar más medidas”. Cinco días más tarde, el 21 de septiembre, estallaba en Washington D.C. un coche bomba, matando al exi-
liado diplomático chileno Orlando Letelier y a su secretaria estadounidense Ronnie Moffitt. El ataque había sido organizado por el jefe de inteligencia del ejército chileno y padrino del Cóndor, Manuel Contreras; sus operativos incluían a agentes chilenos y cubano-estadounidenses vinculados con anteriores misiones anticastristas de la CIA. Dos semanas más tarde, el 6 de octubre, un avión de la compañía Cubana de Aviación que volaba de Barbados a Jamaica explotó en pleno vuelo, matando a los 78 pasajeros y tripulantes que llevaba a bordo, entre los que se contaban los 24 miembros del equipo nacional cubano de esgrima. La operación, la primera bomba terrorista que estallaba en una aeronave en el hemisferio occidental, fue organizada y llevada a cabo por varios exiliados cubano-estadounidenses y agentes de inteligencia venezolanos vinculados con la CIA, y muchos creen que fue una operación asociada al Plan Cóndor.
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n marzo de 1983 conocí a un hombre en Honduras, al que me dio por llamar “El Lobo”. Había pertenecido a un escuadrón de la muerte anticomunista en ese país. Me explicó que su grupo se reunía e intercambiaba información con grupos de la misma ideología de toda América Latina y que operaban bajo el amparo de una organización llamada “CAL”, sigla de Confederación Anticomunista Latinoamericana. Al investigar el tema confirmé que la CAL, a su vez, era la rama latinoamericana de otra organización, la WACL, sigla de World Anti-Communist League (Liga Anticomunista Mundial), un lugar de encuentro internacional para ultraderechistas, fascistas y exnazis de todo el mundo. Floreció durante la Guerra Fría y su red proporcionaba al Plan Cóndor una coartada conveniente de cara al público. En 1977, la CAL celebró su reunión anual en Asunción, a la que asistieron los diferentes líderes del Plan Cóndor, y en ella se adoptó una resolución para una cooperación transfronteriza en América Latina con el objetivo de controlar la actividad de “monjas y sacerdotes subversivos” e intercambiar información sobre ellos. Algunos de los verdugos de Pinochet, incluido Contreras, fueron juzgados y sentenciados a penas de prisión por sus crímenes, pero el propio dictador negó su culpa hasta la tumba. No obstante, poco después de haber abandonado su último puesto oficial como jefe del ejército chileno, en 1998, tuve la oportunidad de entrevistarle en varias ocasiones y descubrí que temía el castigo por sus actos. En nuestro último encuentro, en referencia a las acciones de un juez que empezaba a abrir causas en su contra, en nombre de algunas de sus víctimas, Pinochet gritó abruptamente: “Quiero que acaben esos juicios”, mientras daba un puñetazo en la mesa a la que nos sentábamos. “Quiero que acaben”. Por supuesto, la mayor parte de las víctimas del Cóndor fueron asesinadas discretamente, solas o de
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LA IDEA ERA DESAPARECER
Cacería de sacerdotes y monjas “subversivos” última vez (en los rostros llenos de emoción de sus madres, padres, hijos y amantes), Pina compone un sentido epitafio para esas personas, cuyas vidas fueron borradas en secreto, cuyos cuerpos se hicieron desaparecer y, en ocasiones, cuya misma existencia fue puesta en duda. También encontramos a algunos de los asesinos del Cóndor, hombres antaño poderosos que miran fijamente a sus manos, o al suelo, en vez de mirar al fotógrafo. Otros ocultan sus rostros para no ser vistos, pero es el suyo un propósito vano, puesto que los crímenes que alguna vez trataron de ocultar los conoce hoy todo el mundo, del mismo modo que se conoce su identidad de torturadores y asesinos. En estas imágenes uno siente la victoria definitiva del concepto de memoria histórica, que es no obstante una victoria pírrica, ya que nada devolverá la vida a aquellos que la perdieron.
ALGUNOS DE LOS VERDUGOS DE PINOCHET, in-
dos en dos, sin bombo, y sus cuerpos fueron enterrados sin dejar rastro, o se les desapareció para siempre. Con el apaciguamiento de la Guerra Fría, el legado de la mayoría de las víctimas quedó en el limbo mientras muchos regímenes y sus oponentes optaban por amnistías del tipo “mirar a otro lado” para poner fin a sus conflictos. En su gran mayoría, los asesinos quedaron libres, y sus crímenes
LA MAYOR PARTE DE LAS VÍCTIMAS del Cóndor
fueron asesinadas discretamente, solas o de dos en dos, sin bombo, y sus cuerpos fueron enterrados sin dejar rastro, o se les desapareció para siempre.
impunes, igual que algunos de los exnazis que, en ocasiones, los habían apadrinado o se habían convertido en sus modelos. Es la cualidad de “olvidado” de este episodio la que el magnífico e inquietante libro de João Pina trata de evocar. En las fotografías de familiares, lugares de ejecución y cámaras de tortura, o en los emplazamientos en los que fueron vistos los desaparecidos por
cluido Contreras, fueron juzgados y sentenciados a penas de prisión por sus crímenes, pero el propio dictador negó su culpa hasta la tumba.
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El general al banquillo EL EXDICTADOR Francisco Morales Bermúdez deberá responder a la justicia italiana en febrero del 2015.
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l exdictador Francisco Morales Bermúdez, a sus 94 años de edad, deberá responder ante la justicia italiana en febrero del 2015 por su presunta participación en el Plan Condor, que tenía objetivo de asesinar a opositores de las dictaduras militares sudamericanas. La justicia romana lo requiere por el secuestro y la tortura en Lima de tres ciudadanos a de ancestros italianos, a la postre asesinados (María Guianetti de Molfino, María Inés Raverta y Julio César Ramírez), integrantes del Movimiento Peronista Montonero. Según la inteligencia argentina, los montoneros en Lima querían asesinar al dictador argentino Jorge Rafael Videla, cuando asistiera a la toma de mando del
DYk lj]k d]ljYk Marco Antonio Fernández
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ra una de esas noches de hambre extrema, encerrados en la casa de concreto que mi familia tiene en el Callao, sin ninguna tienda amiga para fiarnos, ni un sol en los bolsillos para comer una galleta ni un familiar en casa para salvarnos de la hambruna. No había comida en casa, porque nadie cocinaba, ya que todos almorzábamos en el quiosco que mamá tiene en la zona industrial de Lima. Solo había arroz crudo: no ajos, no sal, no aceite. Solo arroz crudo y, a lo mucho, dos cucharaditas de azúcar blanca humedecidas, en un recipiente abandonado en esa casa a la que solo íbamos a dormir y bañarnos. La vida se vivía en la zona industrial de Lima, con su aroma a “smog” de todos los días y el ruido musical de las fábricas. Así que a Denis, cocinero minimalista en tiempos de guerra, se le
presidente electo Fernando Belaunde en 1980. El proceso comenzará el 15 de febrero del 2015, en la Sección Tercera del Tribunal Penal de Roma. La fiscalía italiana pide cadena perpetua para los responsables. Morales Bermúdez rechazó las imputaciones, mediante su abogado Luis Vargas Valdivia, quien dijo que su defendido no participó del Plan Cóndor y que el juicio
que en Italia es ilegal, totalmente irregular. COLABORACIÓN Existe un caso puntual en el que se evidencia el nivel de coordinación que había entre el gobierno de Morales Bermúdez con el régimen de Videla. En mayo de 1978, un gruo de dirigentes de izquierda fueron secuestrados en Lima y llevados a Argentina.
ORDEN DE DETENCIÓN INTERNACIONAL El jurista Carlos Rivera explicó que si Morales
Bermúdez se niega a comparecer en el proceso judicial, el tribunal de Roma puede dictar una orden internacional de detención y juzgarlo en ausencia.
Arroz con leche en tiempos de guerra ocurrió una idea genial: haríamos arroz con leche. Lo del arroz y el azúcar estaba solucionado. ¿Y la leche?, le pregunté, preocupado por el tema. No te preocupes, me dijo, yo me encargo de eso. Ahora solo necesitamos prender la cocina. En la basura encontramos una cajita de fósforos vacía y húmeda. Solo un pedazo de menos de un centímetro de largo estaba seco y Denis lo partió diciendo: Con esto es suficiente, ahora solo necesitamos un palito de fósforo. Entonces recordamos que una noche en que queríamos fumar un cigarrillo, quisimos prenderlo con un fósforo y uno de ellos se rompió y lo tiramos en el terral frente a la casa, de noche, y sacamos otro para encenderlo. Así que fuimos afuera a buscar entonces aquel pedazo que días anteriores despreciamos. Amparados por la luz de la Luna, bajo la copa del viejo árbol del vecino, buscamos, y después de escarbar alrededor de media hora encontramos el medio palito de fósforo de aquella ocasión. Luego, Denis cogió una olla y la
cargó de agua en el lavadero. Después, sumergió una tacita en el pote de arroz a granel y sacó una porción calculando la ración para dos. Sin embargo, pensé que mi amigo no era tan ducho en estos menesteres, porque no había lavado el arroz, sino que lo introdujo de frente a la olla.
Hay que lavar el arroz antes de cocinarlo, le espeté, para quitarle el polvillo blanco. Y me contestó, sabiondo y con una expresión cachacienta que había visto en él cada vez que hacía una de las suyas: ¿Y de dónde crees que vamos a sacar la leche? Reímos de esa travesura culinaria propia de los inesquivables años 80. Para entonces, mamá había comprado un juego de mesa “Millonario”, parecido al “Monopolio”, y Denis y yo nos enviciamos con él tirando los dados hasta más allá del amanecer, cuando el frío arreciaba el hambre. Ojerosos y somnolientos, comimos el menjunje, algo maltrechos por la noche. Hasta ahora recordamos esa etapa de nuestras vidas. A veces pensamos que no fueron los restos del pote de azúcar con que endulzamos el arroz con leche, sino un caramelo Monterrico o una bola de chicle con la que jugábamos a las bolitas al salir de la escuela. No recuerdo bien si en verdad usamos dulce o el hambre y la falta de sueño hicieron delicioso a ese plato no apto para sibaritas. Solo concordamos que cuando
estuvo listo el menjunje de emergencia, bocado a bocado, durante esos días donde la vida era un cúmulo de experiencias sin igual, supimos, tácitamente, que, en tiempos de escasez, habíamos forjado una amistad incondicional, jugando Millonario, dejando de lado nuestros sueños adolescentes de ser bomberos, abogados, médicos, para simplemente hacernos millonarios hasta el amanecer.
Así que a Denis, cocinero minimalista en tiempos de guerra, se le ocurrió una idea genial: haríamos arroz con leche. Lo del arroz y el azúcar estaba solucionado. ¿Y la leche?, le pregunté, preocupado por el tema. No te preocupes, me dijo, yo me encargo de eso. Ahora solo necesitamos prender la cocina.
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OTRAS DISQUISICIONES Víctor Hurtado Oviedo
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burrir es la forma más acompañada de estar solo. Cuando está solo, el aburridor ya está mal acompañado. El aburridor confirma la teoría de la relatividad pues hace que el tiempo de los otros dure más. Hay muchas formas de aburrir, pero sería tedioso mencionarlas todas. Una forma de aburrir es hablar de uno mismo, y no se diga que uno habla de uno mismo porque domina el tema: más bien ocurre lo inverso. La conferencia tediosa es el mal que dura cien años; entonces, las manecillas de un reloj parecen ser las tijeras con las que deseamos cortar el hilo de aquellas palabras. Cuando un orador se extralimita, acaba dándole vueltas a la O de los bostezos. El orador facundo no se traga sus palabras porque no tiene dónde meter tanto vacío. Si no han cerrado las puertas por fuera y conforme pasan y repasan las horas, el público huye pegándose a las paredes y en busca de recuperar su vida porque solo hay una, y el amplio auditorio se vuelve entonces un cuarto menguante. Orador alcalino es ese al que nunca se le acaban las pilas. Orador giróscopo es quien da vueltas a sus temas en las mesas redondas. Una conferencia es una navegación a la que le han cerrado todos los puertos, y los incautos del auditorio son indefensos grumetes caídos bajo las desquiciadas órdenes de un pirata Barba Negra sin reloj. En cierto momento de la eternidad, el público desea que el orador le hable en latín para que así termine con la lengua muerta. A un orador de pocas ideas le caben todas en la punta de la lengua. Los rétores aconsejaban que los oradores empezasen con la “captatio benevolentiae”: captación de la benevolencia (o sea, de la “buena voluntad”: lo mis-
UNA TENTACIÓN: quienes van a oír una conferencia solo para matar el tiempo, podrían comprobar que el orador está más cerca.
La eternidad deshecha en las palabras mo, pero sin viajar hasta el latín porque allí no hay nadie, excepto las orquestas tropicales que tocan música latina). Después de un par de horas de intentar hacer una introducción a modo de introducción, el orador se amodesta y confiesa: “No
he venido preparado” –el único acto de sinceridad que nunca se agradece–. Luego de ciertas horas de charla, ni el discurso ni el público levantan cabeza. El conferencista ha olvidado dónde guardó el silencio.
NI SIQUIERA LAS NEUROCIENCIAS –que están explicándolo todo– pueden aclarar el misterio de por qué, a las ocho o nueve horas de un discurso, el auditorio no termina convertido en un aeropuerto de sillas volatrices como en una vistosa pelea de un “saloon” del lejano Oeste.
Ni siquiera las neurociencias –que están explicándolo todo– pueden aclarar el misterio de por qué, a las ocho o nueve horas de un discurso, el auditorio no termina convertido en un aeropuerto de sillas volatrices como en una vistosa pelea de un “saloon” del lejano Oeste. Una tentación: quienes van a oír una conferencia solo para matar el tiempo, podrían comprobar que el orador está más cerca. El momento crítico se inicia en el hipotético fin de la charla, cuando empiezan las preguntasdiscurso pues el orador nunca es el único que no tiene nada que decir.
El rencoroso charlista siente entonces que un espontáneo le roba el protagonismo, y se inquieta y empalidece y termina ansiando que ruede la cabeza hueca de su competidor. Ese es el momento de confiar en la buena puntería de los aerolitos, y quizá el instante de rezar pues solamente Dios y el portero de un auditorio saben qué es la Eternidad.
LA CONFERENCIA tediosa es el mal que dura cien años; entonces, las manecillas de un reloj parecen ser las tijeras con las que deseamos cortar el hilo de aquellas palabras.
7.5 ALTO X7X5 ANCHO