Ginga - Cap I

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- Na,iá. Tem que saber o que é que você quer fazer, Inácio. La voz con la que dice esto es toda, áspera, Louis Armstrong con bronquitis. Muchas noches de cantar de frente al mar, muita cachaça, eso sí. - Assim, para tocar na sua casa, pode continuar nesse estilo aí, ou então pode virar professional. Sabe como é, né? Esses cara aí, eles tiram é muita onda. Tem que ver Inácio. O show deles é dez mil, você não sabe. Acabo tocar Chega de Saudade, Agua de Beber y alguna otra de las más difíciles que consigo tocar. Después de todo es una especie de audición aunque no sea Broadway, sino el bar Habeas Copos. -Essa música que você tocou aí, essa Agua de Beber, essa é muito boa, Agua de beeebeeeeeeeerrr, aguuaaa de bebeerrr, camará. Não é assim como você tocou ela, mas pode melhorar. E tem essas Corcovado, aquela outra Garota de Ipanema, Desafinado, aí você consegue. Habla con un acento alemán, muy marcado. Toca el saxo, aparatosamente. Se equivoca bastante pero pone cara como si tocase igual que Wayne Shorter y cuando canta tiene la voz del mismísimo Satchmo, su caballito de batalla es What a Wonderful World. -Olha Inácio, eu cheguei na New Orleans e aí foi que o álcool salvou minha vida. A, iá, ee eu trabalhava na época no navio, na caldeira do navio, você sabe é um lugar muito quente e o navio ficava na porto, as vezes por vários dias. A cidade, Inacio, não me deixou sair, ela simplesmente não me deixou sair, ela não quis que eu vou embora e me prendeu. En los primeros tiempos, cuando todavía no nos conocíamos bien y para hacernos los importantes nos hablábamos en inglés. A él le encantaba, había vivido muy cerca de la base norteamericana en Heidelberg al sur de Alemania, por lo tanto estaba muy acostumbrado a las ventajas que podían sacarse del comercio con gringos. Pero el blues no era cosa de gringos para él, en absoluto, era cosa de negros. -Eu fiquei todas as noites naquelas rúas de New Orleans bebendo, e tocando. Na hora eu tive um violão de cordas de aço com um gaita, fiz o maior sucesso. E aquela noite bebi, e bebi e bebi até cair. E tinha mulher e tinha fiado, muito fiado, porque você imagina, marinheiro no porto depois de unos quantos dias no navio, com dinheiro para gastar. Jovem, era muito jovem. Pienso que esa es la primera vez que escuché la historia, y creo que quedé bastante encantado. Bebió, bebió, bebió y cuando fue la hora de salir… ¿quien dice que el muchacho alemán de las calderas se presentó al capitán? Cuando vieron que no vendría, contrataron otro marinero en el puerto y zarparon sin Bruno. Bajaron hasta el golfo de México y siguiendo por el Caribe a la altura de Guatemala los sorprendió un huracán. El barco dio una vuelta campana, giró


completamente cabeza para abajo y la tripulación completa se perdió en medio de la tempestad, sin sobrevivientes. El alcohol y el blues habían salvado por primera vez la vida de Bruno Braun.

El viaje hasta el Pelourinho es largo. Cruzar en la lancha es siempre una aventura, por suerte hoy no se movía mucho. Subir el elevador, fila para el elevador. Después esa caminata por la Praça da Sé, pasando por la internet de Michel, el vendedor de discos de bossa, el de la tienda de remeras que en realidad troca dólares. Llegar al terreiro es casi un milagro, los capoeiras en la plaza haciendo la roda, las baianas fritando el acarajé en sus Vestidos Blancos, todo en un calor bien fino, de esos que te dan ganas de vivir. Al final, bajo por la calle de la Cantina da Lua, después la calle finita de adoquines que bordea la vieja Facultad de medicina, siempre en reconstrucción. A la derecha y a mitad de la cuadra me meto, como si fuera a entrar a una casa, en un pasillo ancho que da a un patio interno de la manzana. Quincas Berro D’agua se llama la plaza pero no hay que confundirse ni con la Pedro Arcanjo ni con la Teresa Batista, que son otras plazas aunque todas tengan el nombre, claro, de personajes de Jorge Amado. Mientras camino, balanceando la guitarra pienso que a lo mejor eso es lo que somos todos o en eso es en lo que vamos transformándonos en la medida que nos vamos metiendo Bahía adentro, en personajes amadianos. Gladiadores en un campo olvidado, luchando unas batallas perdidas hace mucho por la civilización. En este mundo no existe el progreso, no es por eso que estamos aquí. Más bien lo contrario, los que estamos aquí de una u otra forma nos cansamos del progreso, del modelo nuevo, del nuevo procesador. Y eso estoy aprendiendo a los cachetazos. En el centro de la plaza hay un palco grande pero en un costado también hay una estructura redonda de cemento con una rampa. Cuando no hay show en el palco principal, rola un som menorzinho ahí en el redondel. Lo pagan entre los barzinhos y en todos se cobra algún cover que en teoría va para el músico. En ese momento no lo sabía, pero después vine a saber que juntar a dos dueños de bar para que entre los dos paguen un mismo músico – o conjunto musical- es más difícil que ver vacas en camisones, siempre es mucho pero mucho más probable que cada uno contrate su sonido e intente que sea más potente que el del vecino para así atraer más clientela. Así la gente se agolpará con la sensación de estar en una gran fiesta, en la que reina el mayor caos sonoro, completamente feliz. Lo que no puede faltar es la cerveja. Bruno está tocando y yo estoy ahí porque él me llamó. Está tocando con Playback, tiene unos acompañamientos grabados en un CD que toca con un Disc-man. Él toca el saxo, la armónica que acá le dicen gaita - y canta. Sobre todo hace show, mucho show. Son las tres de la tarde, las personas están bebiendo tranquilamente y la panza grande de Bruno se esconde atrás del Saxo o de un chalequito medio brillante.


-Thankyouverymuch, obrigado, danke, ou sim, gracias. Minha mulher, Elizabete, vai passar pelas mesas agora, ela tem minha CD, são vinte músicas com minha banda, somente vinte reais, um real cada música! gravado ao vivo no French Quartier, obrigado. A iá, quero presentar a vocês um músico argentino que vai cantar para vocês um pouco de bossa nova! Chega mais, chega Inácio. Tiene un amplificador negro, cuadrado, que era del finado Verner, su entrañable amigo suizo. No tiene reverb ni efecto ni nada, pero a pesar de ser tan rudimentario, cuando suena el playback y la voz rasposa, funciona razonablemente bien. Para un voz y violão tipo João Gilberto es un desastre. Ponele nervios, ponele que casi nadie te escucha, parece que la canción nunca termina y al mismo tiempo cuando ya vas por la tercer canción te parece que pasó rapidísimo. -Obrigado. Na, iá, não vai tocar mais uma? Toca mais uma aí. Eu sambo mesmo, qué cantidad de acordes ¿cómo es que nadie conoce esta canción que es tan difícil de tocar? Si hasta ese momento me daban poca bola, a partir de esta ilustremente desconocida canción, dejo de existir completamente, menos mal porque ahora mismo le estoy errando a casi todos los acordes. Bruno conversa con su Lindinha, que le pasa dinero para trocar y él sonríe a la mesa que compró el CD, levanta la mano en la que ya hay un cigarrillo. Sonríe y algo metálico brilla en sus dientes, Pedro Navaja teutón. Se levanta con el vaso de whisky en la mano y la lapicera, pronto para firmar el autógrafo en el CD, y ya se sienta en la mesa y ya los de la mesa le invitan otro whisky, unos jubilados franceses. Eu sambo mesmo com vontade de sambar, porque no samba sento o corpo renascer e é só no samba que sinto prazer. Estoy sudando como testigo falso, me siento en la mesa con los dos. Pido un Campari con limón. - É o seguinte, me falou Salvatore do Cantinho da Bossa, ele diz que quer fazer um som diferente e diz quer ouviu você e quer nós dois lá. Para un salame como yo, que se pasa todo el día estudiando la “batida de bossa”, tocar en ese lugar es un sueño. En las paredes del Cantinho hay fotos tamaño natural de Tom, de Vinicius con gorrita, de Chico Buarque, para mí es el Maracaná, pero cuando pregunté si precisaban músico no me dieron ni bola. -Tem que tirar onda, Inácio, isso sim, viu? A gente vai lá y vai tirar una onda danada. Toca alguma música dos Beatles, ou algum standard de jazz? Olha, ele me ofereceu oitenta e eu vou dividir com você metade e metade, quarenta para cada um, é bom pra você? Para mí es una locura, el argentino del NR me paga cuarenta de mínimo y el covert nunca pasa de eso, dice que hay mucha gente que no paga, que siempre sale de su bolsillo, pero que bueno, tiene que ayudar a un argentino. Si a eso le sumo que llegué hasta acá desde la isla con los veinte que me dio mi amigo catalán por limpiar de yuyos el fondo de su casa, el negocio no puede ser más redondo.


-A verdade Inácio é que eu ganho mais com os CD´s, você pode levar a seu CD e vender também não me importo, até ela pode vender para você, é só dar uma comissão, não é, Lindinha? Não paga muito, mas para começar está bem. O covert lá é dois reais. No French Quartier é oito! Na, iá!. No tengo CD, tengo uno que grabé en Argentina, pero no es de Bossa nova. - Na, iá. Começamos na quinta, das oito até meia noite. Ahí complicó porque el último ferry para la isla sale a las once de la noche. Arreglé en el NR tocar hasta las diez que después viene otro músico, ahí bajo el elevador, tomo el ómnibus y llego al ferry. Una vez en la isla todavía tengo que tomar la kombi hasta Mar Grande, pero eso es lo de menos. Ahora terminando a las doce ya no sé lo que tendría que hacer, quedarme en un hotel, el Solara cuesta veinticinco. - Na, iá você que sabe, veja aí como se vira, somente me avisa se vai poder, a gente tem que cuidar o trampo, ne? Quem sabe você não arranja uma gringa bonitinha e já fica por cá, kákáká. Que carcajadas suelta este Bruno! Jajaja. Cuando salgo de la plaza, la verdad es que estoy todo contento, lleno de ínfulas, voy a tocar en el Cantinho da Bossa, un primer paso para entrar en el ambiente donde quiero estar, ¿no? Después de todo para eso estoy acá para eso me quedé en Salvador. En Europa la cosa estaba bastante dura y en Argentina, terrible antes y ahora, ni pensarlo. Al salir del corredor me encuentro otra vez en la calle, los adoquines siempre suben o bajan, las calles nunca son planas, invitan a moverse, para arriba o para abajo, pero no puedo quedarme quieto. Todavía es temprano para hablar con Marivaldo, me dijo que algo iba a salir, que iba a conversar con el dueño y que de última él me pasaba algunos días suyos, que él ya estaba trabajando mucho. - E aí seu cachorro! Tava onde! De hoje que eu te ligo! Patricia y Meiri. - Ligou nada, sua gostosa, olha o telefone aqui, nenhuma ligação... -Liguei sim, é que você fica lá na ilha e o telefone não pega, só cai na caixa. Ainda está lá? Qualquer dia vou lhe visitar, viu? Patricia me enloquece, desde la primera vez que la vi. Me la presentó la loca de Cristina allá en la posada de Itaparica, le pregunté a qué se dedicaba su amiga y me dijo con total naturalidad que era modelo. Yo, recién llegado me lo creí todo. Y la verdad es que era para creérselo. Una mujer linda, perfecta diría, los labios grandes, los dientes blancos, una sonrisa limpia, abierta generosa, siempre está riéndose. Y se ríe con toda la cara, los ojos enormes y brillantes tienen una malicia inocente, mira un poco de lado como con cierto pudor, pero sin dejar de reírse. Todo le hace gracia en mí. - Eu vou lá ainda esta semana, viu? Me espere.


La piel de Patricia es suave, apenas oleosa y siempre perfumada. Y el cuerpo es increíble, un poco más alta que yo ¡qué par de tetas! La cintura fina, pero no de gimnasio, no es dura, es suelta, natural, de andar por las laderas, simplemente. -¿Qué día? ¿Quer vir amanhã? A gente vai na Barra do Gil, tenho uns amigos lá, ou então Ponta de Areia, estou cantando lá. Y las nalgas son una cosa tan abundante y dulce que uno sueña con perderse en ellas y nunca más salir. Siempre la invito, siempre me dice que viene, que me llamó y no me encontró. Son pocas las veces que tuve la suerte. Aquella vez que vino y se quedó tres días fue lo máximo, estaba peleada con su madre como siempre. -Não ligue para o que minha mãe falou aquele dia não, viu? Ela gosta de se aparecer, sempre que vou com alguém inventa de dar espetáculo. Eu faço o que eu quero, só aguento ela por causa da minha filha, você sabe, ne? Inácio, bonito. Ele é lindo, né, Meri? Linda sos vos Pati, yo sé que vos buscas otra cosa y que yo no te la puedo dar. -Não sei Paty, para mim argentino é todo ruela você sabe, acho ele assim simpático, não perturba a gente, mais é todo ruela. Bora, bora, que a gente marcou com os italianos e estão lá esperando- esa es Meiri Es raro, yo ya sé que Paty no es modelo y que lo que está buscando es un gringo para salvarse, para conseguir salir de este pozo, pero de ilusión también se vive, no? -Sabe que vou tocar no Cantinho da Bossa? Vou tocar com o alemão que toca sax. Aquele gordo ali, viu? - Bora, bora Paty. Depois a gente conversa, tchau- otra vez Meiri - Me dá um beijo...- ese soy yo, encarando - Agora não... Inacio – diz ela rindo - Aqui não posso não. Tchau.- ella, divina, besándome demoradamente la mejilla cerca de los labios - Tchau Inacio, ruela, tchau- ya saben que esa es Meiri, ¿no?

A veces me pregunto, ¿cuándo se jodió todo? Si yo vivía una vida apacible, retirado del mundo, lejos de la globalización y de las computadoras, de los contratos con las compañías grabadoras, de los últimos grabadores digitales que salían al mercado. Había conseguido dejar todo eso atrás, estaba seguro. Cuando empezó la versión 2.0 del mundo, en la madrugada del 1 de enero del 2000, un carro tirado por un caballo pasó despacito por el frente de la Shell en Avenida Rivadavia, seguro que no precisaba cargar nafta. Pero para mí, que estaba de ácido, fue una señal clarísima, el mundo del nuevo milenio seria el resultado de la destrucción de la fantasía del consumo, los carros iban a ser tirados por caballos para juntar cartones y botellas de plástico, aunque ya no se acordaran para qué podían servir.

Lo vi claramente, o contrastadamente


digamos, porque los colores estaban bastante distorsionados, el amarillo Shell con el rojo de los bordes era tan extremo que el carro y el burro eran en blanco y negro. La realidad era como esas fotos que sacan sólo los amarillos, o sólo los azules, o sólo los rojos. Y porque lo entendí, salí del gris y me fui a buscar el mundo. Es verdad que no lo sabía específicamente, era más bien un impulso, una voz imperiosa que me gritaba al oído “rajá, turrito, rajá”. Pero después de todo por acierto o circunstancia había aparecido aquí en Salvador de Bahía y había encontrado mi salvación. Salir de Buenos Aires y encontrarse con el Pelourinho Día y Noche es como salir de una rave y caer dentro de un concierto de Olodúm. Hacía muy poco tiempo que lo habían revitalizado y era una agitación permanente. Día y Noche. El día más alto de la semana, en el que se hacía la joda más grande, era el martes, pienso que con eso está todo dicho. Los viernes y los sábados eran una niñería comparados con los martes, la terça da benção. Às terças o povo descia dos bairros, da Liberdade, do Curuzú, de Nazareth, da Saúde, da Barroquinha, da Avenida Sete –porque tinha bastante gente que morava por ali em hotéis, casa de pensão, quartos para moças- As ruas fervilhavam de pessoas. Os gringos se afinavam na folia, e os locais faziam a sua própria folia que não poucas vezes consistia em tirar algum proveito da folia dos outros. Isso era um divertimento. O gringo era bobo, e era bobo mesmo. O pessoal conhecia umas regras uns códigos, eu ficava doido. Lembro da primeira vez que adquiri 50 gramas de folha de papel de jornal. Os caras me levaram para me vender maconha no meio do Terreiro de Jesus, na árvore imensa que fica entre a Faculdade de Medicina e a Cantinha da Lua na frente da Catedral . E eu acreditando que ia comprar alguma coisa! Quando cheguei no Albergue das Laranjeiras onde estava hospedado e abri o embrulho de papel e comprovei que dentro só tinha mais papel, nem sai procurar o cara. Eu era gringo, mas também era sul-americano. Encontrei um uruguaio no quarto fumando um, ele riu de mim, da minha compra, compartilhou o seu e saímos a escutar os tambores. Por esas callecitas, los días de benção, era una locura. Subir por uma calle y bajar por la otra ya era toda una aventura. Muy finas y llenas de vendedores de cosas, de bares. En cada plaza había un show distinto. Te metías en la Pedro Arcanjo, de Tienda de los Milagros y había forró o alguna cosa más danzante. En la Tereza Batista, cansada de guerra, una onda más afro. Los Martes casi siempre Olodum, cuando no estaban de gira, pero si no siempre mucho tambor mucha fuerza. Ya en la Quincas Berro D’agua el clima estaba relacionado con el fiestero aquél que berrara horrorizado al beber de un copo que imaginaba lleno de cachaça “ Aaaaaguaaaa” despertando las carcajadas de sus compañeros. Al comprobar el motivo de su decepción, los parroquianos decidieron que el tal berro de agua hiciera parte de su nombre para siempre. Sobrevolaba el ambiente de esta plaza, la inspiración de ese sujeto bohemio y de vida licenciosa. La Banda Swing do Peló subía y bajaba las laderas varias veces en la noche, puro


tambor. Tenían como tres turnos y siempre se juntaba un montón de gente atrás, porque iban parando y si te pasaban por donde vos estabas no te quedaba otra que seguirlos y engancharte. La pulsación de los “fundos”, los tambores más grandes que marcan el tempo era una cosa que te hacía temblar la ropa. La calle estrecha, los tambores potentes, los reboleaban en el aire, te pasaban con el palo de pegarle al parche a centímetros y no le erraban. Adelante, siempre bailando. Atrás, las gringas y más atrás los gringos. En las laterales siempre había unos descuidistas, que en general se la llevaban bastante fácil. El contacto corporal era mucho y permanente, era imposible pasar sin que te amasaran cuatro o cinco veces y sin amasar cuatro o cinco personas en el camino. Digamos la verdad, también había bastante esfrega esfrega. Las gringas venían bastante carentes de contacto y los muchachos se aprovechaban bastante de la situación. Las chicas locales también tenían sus juegos planteados. Al principio, yo hablaba inglés y como había vivido diez años en el uno a uno, me creía una especie de ciudadano del mundo. Siempre en el Albergue de Hosteling con todos los gringos, siempre viajando con mi guitarra. Lobby del albergue, girl from ipanema, rubiecita, holandesa, que bien hablás inglés. Y qué pensás hacer, y ella que piensa ir al Morro de São Paulo, si quiero ir, podríamos dividir hotel, saldría más barato. Rubiecita, holandesa, tetas, culo!! Tetas! A qué hora salimos. Tomorrow morning. Tomorrow morning ya tempranito estaba prontísimo, con la viola, parte de las cosas, las otras las dejé en un lugar que tenían ahí, muy primer mundo y partimos hablando inglés. La lancha rápida tarda dos horas y fracción en llegar al morro, el inglés de ella no es muy bueno. La abrazo un poco en el viaje pero me hace señas como que está mareada, tiene calor, está como medio dura. Llegamos cargados al muelle del Morro, es un paraíso increíble, tiene una callecita de arena en el medio, que sería como la “villa” donde hay tres restaurantes y en una esquina está Fon, que es un argentino que toca la guitarra, la armónica y vende pasteles fritos. En todos lados hablan en argentino, no es exactamente lo que más me gustaría en ese momento. Encontramos un hotel en la tercera playa, bonito, frente al mar una cabañita espectacular con una hamaca, medio en penumbras iluminado apenas con unas velas, flaca si no aflojás acá es porque no tenés solución. Nos cambiamos fuimos a la playa, holandesita en bikini, todo durito, ojitos bien azules ¿te dije? un poco pecosa. Una cosa sutil y muy agradable. Las piscinas naturales, te quedás ahí que no la podés creer. Quemados volvimos, descansamos un rato y nos fuimos con hambre a buscar algún lugar para comer, a la villa. Todos los que trabajaban ahí eran argentinos, y los que estaban en las otras mesas, también en un porcentaje altísimo. Pienso que era tan argentino todo que de postre me comí un flan con dulce de leche. Volvimos al hotel. Una caipirinha en el camino, el bar queda en la playa, cuando sube la marea te tenés que correr porque te mojás. Ahí al llegar en la hamaca, canta una canción, canta! Canto una canción, canto, bossa nova, o


algún Beatles casi seguro. Le encanta, se emociona. Bueno, let’s go to sleep? Bueno. Tomar un baño. Holandesita en camisón transparente, yo en shorts, se acuesta en la cama y se gira de lado. Argentino cantor se acuesta de lado y comienza a hacer masajitos en la espalda. Dura la espalda, si, sí, ahí, está duro. Luego la giré para verla de frente y besarla. Opa, opa, opa! ¿Qué pasó? ¿Cómo qué pasó? Que sólo era amistad, que estoy prometida y que me voy a casar. ¿Y el músico? Mirá, si ya había comprado una “dola” de 50 rellena de papel de diario, viajado no sé cuántos kilómetros por mar hasta esta isla paradisíaca, ahora iba a ser “amigo” de la holandesita. Qué vas a hacer. De esta y de otras historias más, sale el dicho que afirma que “las gringas son para los locales”, y viceversa. Pero bueno empecé preguntando cuando se pudrió todo, y no voy a arriesgarme ahora, pero seguro que no fue en esos primeros tiempos que pasé en el Pelô que por lo demás fueron muy breves, al volver del Morro, pienso que no resistí ni una semana, entonces me fui a conocer Itaparica.

Cuando Paty y Meiri se alejan yo me quedo medio pagando, pero bueno, enseguida me recompongo y pienso en el destino que voy a seguir. Ellas se fueron para arriba, en dirección al Terreiro, a buscar los verdaderos gringos. Esta cuestión, que al principio no estaba del todo clara, ahora se ha puesto clarísima. Los argentinos, ni los peruanos ni los colombianos somos gringos. Parece que aquí algunos piensan que todo extranjero es gringo, latinoamericano no cuenta. Gringos son siempre los otros, los del norte, esos llegan y no te piden permiso. Son los dueños de todo, vienen con una arrogancia que desde lejos te das cuenta que son gringos. La forma en que llaman a los camareros y hablan alto. El desprecio que muestran por las chicas. El miedo y la inocencia que tienen, se piensan que todo el tiempo la policía va a protegerlos. La policía los protege, hay una delegacía de protección al turista, un batallón especialmente para cuidarlos. Pero igual cuando vacilan, danzan. El policía por más uniforme que lleve sigue siendo un baiano. Si el gringo dio bandera y el baiano es rápido corriendo, ya era. Olvidate. Lo van a mirar cómo se escapa mientras hablan por el Handy haciendo de cuenta que piden refuerzos. Si la víctima está en el suelo cuidan que no se agolpe mucha gente y si llega a ser una chica bonita, la acompañan al hotel y la llevan a la delegacía a declarar, mientras la miran de arriba abajo. Ahora, el otro día agarraron a unos gringos que se estaban pasando, los metieron en el canguro y los asustaron un ratito. Les dieron un poco de palos, pero eso es realmente una raridade. Lo que sucede aquí todos los días es lo contrario. Cuando bajás por el Largo do Pelourinho, fin de la noche, desde la Casa de Jorge Amado en dirección al Taboã enfrente de la iglesia de Nossa Senhora do Rosario dos Pretos distintos tipos de bébados y bébadas duermen entre las piedras de la calle y los paseos. Cuando pasa el camión con el chorro de espuma para limpiar las calles


mijadas y llenas de botellas y latas, ahí la policía empieza a patear a esas personas para que se levanten. Si son mujeres, viejos o niños, no importa; si están drogados, borrachos o con hambre, tampoco hace la menor diferencia. Un policía empieza a darle patadas a una mujer que está en el suelo. La mujer se descubre un poco la cara corriendo el brazo y le hace una seña con el dedo mayor separado de los otros dedos. Con bronca el policía la empuja por el brazo y la sacude. - Vai tomar no seu cu!- balbucea la mujer completamente bébada. El policía le da un golpe en el rostro con el puño cerrado. Nadie dice nada. - Pera aí, pera aí, desculpe, já me levanto- fica em pé a mulher. O policial deixa ela, em pé, se balançando e desce. Ela, do jeito que pode, vai se mexendo devagar para descer a ladeira onde já vem avançando o camião da Limpurb que joga agua com detergente a pressão contra as pedras. Ela coza a bunda. O policial olha desde abaixo, esperando. Ela tem um peito do lado de fora, murcho, sujo. Olha para baixo, finge não ver o policial. Olha para os lados. Coza a cabeça. Abaixa as vistas para o chão e quando passa junto de mim escuto que fala baixinho olhando para o policial. -Vai tomar no cu, seu corno, viado .

Sigo bajando por la calle de la Quincas Berro d’agua, tranquilo. Saliendo hay una whiskería, un lugar oscuro donde en general no hay nadie o hay unas minas bastante feas. En la esquina, lo de Fua, el Galo do Maciel, en su nombre quedó la única referencia visible a la denominación antigua de Maciel-Pelourinho. La isla Maciel en Buenos Aires era el mítico reducto de prostíbulos o como le decían allá “quilombos” y aquí el Maciel era el quilombo, el lugar de los negros libertos. El lugar de los tambores, de la pulsación. ¿Será esto lo que busco? Sé bastante bien lo que no quiero. No quiero ser parte de la Corporación, así de simple. La Corporación es una de las formas en que se organiza la sociedad humana y está bastante extendida. Es una forma de encarar la vida, que se aprende primero en la escuela y se practica a lo largo de la existencia de aquellos que adhieren a ese sistema. Todos los anuncios de empleos que aparecen en el diario, son para trabajar para la Corporación. Para cubrir los distintos puestos que ella precisa para mantener el monstruo burocrático, te ofrece un montón de productos destinados aparentemente a satisfacer tus necesidades y te convence a que le entregues, a cambio de ellos, tu vida. Antes de irme de Argentina entendí muy bien que eso no era lo que necesitaba, que debía existir otra forma de vida más allá de la vida corporativa. Hay otra cosa y estoy convencido de eso, y la estoy buscando. Enfrente del Galo do Maciel está el atelier de Menelaw Sete, el Picasso del Pelourinho, efectivamente sus cuadros tienen un algo de cubista y cualquiera podría decir que le falta originalidad, pero hablando de buscar caminos no corporativos, estoy seguro que este


pintor los está buscando. Subiendo volvería al Tereiro, o podría pasar por el Cantinho da Bossa, pero me parece que ya es hora de bajar a ver a Marivaldo en Estação Pelô.

- Quartas e sextas quem vai fazer o primeiro horário é cuecão de couro, viu Marcelo?Coitado do cuecão, eles estão fodidos. Lembro como ele chegou. Veio tudo educado, perguntar se eu dava aulas de violão. Foi na minha casa. Anotava tudo. Ele tem muita vontade. Claro, nossa música nunca vai conseguir, mas ele insiste, lógico, ne? É isso que ele quer. Eu lembro de uma das primeiras vezes que ele apareceu, veio tudo importante falar comigo, se apresentou como músico argentino e tal. Tinha os caras daqui de sempre, parece que tinha um querendo vender maconha para ele e ele ia na conversa, não lembro exato quem era, pero era um rapaz forte. E o cara sentou na mesa com ele e começou a cumprimentar gente “este é meu amigo argentino, músico” e os caras de pronto eram todos percussionistas, todos tocavam em Olodum e iam sentando na mesa do gringo e descendo garrafas de cerveja. E se despedindo, e na hora da conta só ficou o Cuecone e o forte, e o forte ficou em pé como indo embora e o cuecone segurando ele. “yo no pedi essas cervejas, tus amigos, tus amigos” dizia cuocone tudo nervoso, o cara o dobro dele, e ele encarando. Não teve jeito, o único que poderia pagar essas cervejas era o gringo, o pessoal tinha vasado há muito tempo. Ele exigiu que o rapaz ficasse enquanto foi no albergue procurar dinheiro, pois não tinha com ele essa quantidade. - Essa foi boa, eh Marivaldo, o cuecão de couro cantando aqui, o seu Anselmo te mata! – - Eu não aguento fazer dobrado não, Marcelo, seu Anselmo vai ter que engolirCuecone voltou, me lembro, a nota de cinquenta conto na mão, era muita grana. Os olhos desencaixados. Ele esfregou a nota no peito do cara e disse uma coisa toda na língua dele, valentão demais. Parecia aqueles cachorrinhos que ficam latindo no calcanhar da gente. Eu não sei como o cara segurou a onda, a dele era beber de graça, mas este circo não entrava no acordo. E como cuecone fazia tanto escândalo os homem da polícia todos vieram. É verdade que estavam no cantinho deles só olhando e se divertindo, mas foram eles que salvaram a vida de cuecone, aquele grandão queria era comer ele cru. No dia seguinte ele veio para a aula e me pediu proteção, dizia que os caras andavam esperando ele na porta do albergue. Eu saí com ele no terreiro, lembro era terça da benção. Eles viram que estava comigo e deram risada, somente estavam esculhambando o gringo, curtindo. - Ô Marcelo, eu vou pedir pra vocês, velho, que tratem bem o cara, o país deles está fodido, está na pior- Si, como no, los Hermanos- diz Marcelo rindo alto- É serio, Marivaldo? Com esse sotaque dele? Olia que coissa mas linda... – imitando o sotaque.


Se Anselmo quer problema comigo que me demita, eu tenho já seis anos cantando na casa, e ele não quer assinar minha carteira, que assine e eu venho dobrado, mas assim, não. Se não fora porque espero essa carteira eu já teria saído daqui. Também tem William, né? O Saci. Também fico por ele. - E aí Cuecão de Couro! – Ele está magro. Nunca foi gordo mas está magro. Vou lhe deixar esses dois dias, não são turnos bons, porque é cedo, mas alguma ajuda vai ser. - Não tem que se preocupar com o som, faça mesmo o que você faz, não ligue pra ninguém, você, na sua. Me pergunta, quando está saindo, o que quer dizer isso de Cuecão de couro. E eu lhe digo que é uma coisa do Sertão, do macho do sertão que usa cuecão de couro, que é muito macho. Ele fica contente, é gringo. Nunca ouviu falar na personagem do Pitbicha, Cuecão de Couro, bem macho, mesmo embaixo de outro macho.

Cuando llego al Cantinho da Bossa ya está todo bien animado. Hay un sonido ligado, unas cajas grandes, no muy buenas pero grandes, y un cara cantando. Un barbeta, metido a besta como dicen acá, que toca como si fuera una gran cosa. Flaco, sin gracia. ¿Qué está haciendo hoy acá? ¿No era Bruno y yo esta noche? Salvatore se me acerca. Flaco, más flaco que el otro, vestido de blanco, con una barba corta y sin bigotes con un estilo que si fuera argentino le diría psicobolche, pero acá es medio como “de santo”, de las buenas energías. -Ay, meu querido, que bom que você está aqui, seja bem vindo. A noite de hoje vai ser maravilhosa, sinta-se em casa, fique bem à vontadeNo sé qué decirte. Es paulista, en realidad es bahiano que vive en São Paulo. El asunto es complicado. A simple vista parecería viado, pero mirándolo bien, ¿quién sabe? Me toca así como un poquito demás, pero nada que pase de lo afectuoso. Me gustaría que Bruno ya hubiese llegado pero veo que no y que me toca vérmelas con esta parada. El barbeta toca unas músicas medio nordestinas, no tiene ninguna idea sobre técnica de emisión de la voz, ni teórica, ni intuitiva. Insiste. Y tiene un par de señoras que lo adulan en una mesa, justo al lado del parlante. No tengo escapatoria. Me llama para dar una canya. Esto ya lo sabía, es más, es lo que vengo haciendo desde que llegué a Brasil, dar canya, que es cantar, sin cobrar, tres músicas. Esto me lo enseñó Marivaldo en las clases que tomé con él. Me decía siempre que la regla era esa, tres músicas, que si tocara más sería considerado que estaba abusando de la hospitalidad del músico que me había invitado. Si el dueño del sonido insiste, toca mais uma, es porque el músico gostou do seu trabalho y quiere descansar un poco. La idea de la canya es la elegancia. A veces pasa un músico muy bueno a dar una canya con un músico que no es tan bueno, entonces no trata de


sobresalirse, sino de ayudar, de dar uma força al músico menos afortunado. También si la canya es mala, el músico va tomando el instrumento mientras termina la tercera música como para que no queden dudas de que es el final. Marivaldo también me explicó el otro día esas reglas de nuevo cuando me dio los dos días en la Estação do Pelô. Canya, sólo si es algún músico conocido de aquí do Pelô, si no, el dueño no autoriza y el dueño tira la bronca mismo. Y si alguien se pone pesado, desligar el son, parar de tocar, pedir para colocar una música y esperar a que pase. Me parece que ya sabía casi todo sobre las canyas pero no sabía que me iba a tocar dar ésta. El Barba toca aquí dos días a la semana y las cajas de sonido son suyas. Por eso está aquí. Es profesor de la facultad. No tiene swing, ni voz, ni dedos, ni onda, ni nada. Y yo quiero trabajar acá, preciso trabajar acá, no puedo esculhambarlo. Comienzo con Samba da Benção. Cuando escucha la batida comienza a hacer ritmo con el vaso de cerveza. Con cara de “qué ritmo tiene este blanquito”. Vamos a decir las cosas como son. Yo no soy Caetano Veloso, ni Chico Buarque, ni Tom Jobim, ni Vinicius de Moraes y ni Toquinho, digámoslo de una vez. Si lo fuera no estaría cantando aquí en este Cantinho da Bossa no Pelourinho. Estaría no Caneção o en algún estudio de Grabación no Rio o en Nueva York. De lo que silogísticamente podemos deducir que no soy uno de los mejores, de aquellos que brillan con luz propia. Lo que, superado el umbral de la indecencia, me coloca en esa amplia franja del medio, que algunos pueden hasta llamar mediocridad, no les niego su derecho, pero yo prefiero llamar trabajadores de la cultura. Una de las cosas que puedo decir también es que así como sé observar aquellos que poseen una musicalidad mucho mayor que la mía, lo contrario también es absolutamente verdadero y, esta es realmente la situación del barbeta y no hay nada que pueda hacer para evitarlo. Cuando empiezo a cantar “es mejor ser alegre que ser triste” las amigas comienzan a prestar atención. El hace señas para que escuchen, que descubran ese “algo especial”. ¡It’s toasted! No. ¡Es gringo! Uy uy uy, qué divino!. Ahí viene la parte recitada “si no, es como amar a una mujer só linda” y los ojos de la amiga del barbeta están clavados en los míos “¿y de ahí?”. Es una señora que está dando la vuelta por los cuarenta, blanca, anteojos de carey, papadita, pelo corto a lo Marilina Ross, gordita, apaixonada. Y el recitado sigue “una mujer tiene que tener cualquier cosa de triste, cualquier cosa que llora, cualquier cosa que sienta saudade” y ella no aguanta y se lleva la mano al corazón y después junta las dos manos frente al pecho en señal de mayor alegría. Se gira y lo mira a Barbeta, es divino le dice, lo leo claramente en sus labios. Barbicha sonríe una sonrisa bastante falsa, mira de costado y hace percusión con el dedo en la mesa. Vuelvo a cantar “ponga un poco de amor numa cadencia” y la amiga ya está balanceándose. Barbicha exprime nerviosamente sus manos blancas y huesudas de dedos bien largos. ¡deverias haber sido pianista barbicha! A lo mejor así no sufrís más, dijo el pelado Luca Prodan. Segunda música Chega de Saudade, ahí viene Salvatore también y una mujer delgada, japonesa, su mujer. Se


saben toda la letra, disfrutan cuando la guitarra hace “para, pan, pan, pan” “mais se ela voltar, se ela voltar”, escucharon la canción cientos de miles de veces en el tocadiscos de la casa de sus padres, casi tantas veces como yo la escuché en los parlantitos en la casa de la isla mientras las estudiaba. Emoción pura, la cantan toda, al final Salvatore y su mujer se besan, Salvatore abraza a la amiga de Barbicha y le besa la frente. Ella está eufórica y pide otra cerveza y sírvale al músico lo que él quiera. La mujer de Salvatore se me acerca, se presenta y me pregunta qué quiero. Es muy dulce y muy bonita, se llama Iumi, es nissei. Yo pregunto si tiene Campari, no, no tiene. Entonces Caipirinha. ¡Uy! ¡Caipirinha! ¡Vamos a hacer una Caipirinha para que el argentino diga si sabemos hacer buena Caipirinha! Canya, última música Samba de uma nota só. Y acá barbicha explota. Me mira los dedos, al principio, después se agarra la cara, repite el gesto de mirar para otro lado y golpear la mesa con el ritmo. Y Iumi bailando mientras hacía la Caipirinha y la amiga baila al lado de la mesa con el vaso de cerveza en la mano. Cuando termino, no me pide otra y yo no hago otra. Voy a tocar más tarde, tranquilo. Me da la mano en forma de pescado muerto, me palmea la espalda con demasiada fuerza y usa esa sonrisa falsa y nerviosa al mismo tiempo. Me pregunta si tengo una púa. Tengo. Tengo una cuestión muy antigua con las púas. Sirven para tocar la guitarra eléctrica y hubo alguna época en la que hasta estudié cómo usarlas, pero parece que hieren al instrumento. No es lo mismo tocar con la púa que con los dedos. Tengo una púa en el bolsillito pequeño del jean. Desde otras épocas que llevo siempre una púa, como si fuera una cosa que puedo precisar a cualquier momento, como esas personas que llevan siempre condones en la billetera. Le doy la púa. La mira. Dice Fender. Si. Se la guarda en el bolsillo. Toma la guitarra, baja el volumen y conecta el som mecánico, suena un buen tema de Chico Buarque. La amiga de barbicha se derrite. Me saluda dándome la mano de lejos como para que se la bese y luego me atrae hacia ella para besarme y coloca sus dos manos en mis hombros. - ¿Não canta nenhuma de Chico Buarque?Toco, claro que toco. Vamos a estar tocando mais tarde. ¿Cuándo? De aquí a poco. Entonces, ella se queda, cómo se lo va a perder. Y siéntese aquí y hace cuanto tiempo que está en Bahía y todo eso. Cuando todo hace temer lo peor, siempre sale un rayo de sol en medio de la noche ¿verdad? Así fue que me salvé de este momento. - Ináaacio! Você chega cedo? – Bruno Braun salvándome otra vez. Está exultante, la sonrisa grande y plena. Debe medir un metro ochenta y pesa más de 120 kilos, es enorme. Tiene puesta una bermuda más o menos formal de color oscuro y una camisa hawaiana de colores muy estridentes. Completa el conjunto cinturón de cuero y mocasines negros con medias. En un brazo lleva su amplificador aunque aquí no hace falta: Eu vem de tocar em outro lugar. En el otro brazo lleva el estuche de su saxo. Un estuche rígido para un saxo tenor, es una cosa grande, pero en relación a Bruno no parece


nada imposible. Cerrando el cuadro, atrás, Lindinha, impecable, una socialité. Una dama, negra, delgada, de muy buen gusto, el cabello recogido, un vestido pegado al cuerpo de sus cincuenta y algunos. Una cartera grande y una bolsa de plástico en la mano donde seguramente estarán los CD’s do Brau. Bruno me da un abrazo firme, Lindinha dos besos. Sale Salvatore, también le da un abrazo super efusivo. Meu amigo! Como está?. Na, iá. Chegamos. Se sienta, ocupando la misma mesa donde dejó el amplificador y el saxo. - Minha querida, você tem visky?- lumi mira la estantería y hace señas de que no tiene- Na, iá. Pode trazer um caipirinha, por mim está bem. - E aí Inacio, hoje a gente vai arrasar. Me diz uma coisa você toca Automm Leaves? Em que tom? Mi menor? O mesmo que eu. E que outra? – El repertorio se va armando así en el aire. Espero que salga, algo estuve estudiando antes de salir a ver si me lo acuerdo todo. Bruno comienza solo, con el Playback, me dijo que era así como para ir esquentando mientras llega el público. El bar está casi vacío. Está el barbicha, con su amiga gorducha, en un rincón riéndose. El barbicha es un envidioso irrespetuoso y habla alto, mientras Bruno toca una frase en el saxo, lo mira y dá risada para mim, cerrando un ojo, como diciendo, na, iá, pobrecito. Pasan Paty y Meiri por la rúa. Me saludan. Les hago alguna seña, pero Meiri toma del brazo a Paty y bajan la calle en dirección a Fua. Después de tocar cinco músicas y que el bar siga vacío, Bruno canta Summertime y dice, muito obrigado estruendosamente como si se dirigiera a una gran multitud. Para. - Um pequeño intervalo já voltamos com meu amigo Inácio da Bahia! Minha querrida, coloca um café, aí para mimBruno pone su CD y se sienta. Acabó de cantar y sigue cantando ahora en el CD. Bruno está un poco contrariado, no hay ningún cliente que pague couvert, porque esos dos de ahí no cuentan. Aunque vienen a felicitarlo. Discute alguna cosa con Lindinha. Salvador viene y me pide si no quiero cantar alguna música. Claro, es mi turno. No sé si voy a conseguir algún público, pero bueno, vamos en esa. Toco Sampa. Caetano levanta miradas en las personas que pasan por la calle. Hay algo raro, que llama la atención. Paran. Qué es? O sotaque, qué porra é essa? Esse gringo cantando com esse sotaque. Passam umas negonas, se olham, olham pra mim e dão risada. Una me dá tchau. Y siguen de largo, claro. Não me amarra dinheiro, não, beleza puuura, dinheiro não. Extrañados me miran unos gringos que pasan y acompañan con la cabeza, pensando qué ¡ritmo tienen estos blanquitos! ¿no?. Doblando la esquina de nuevo Patricia y Meiri. Você é linda mais que demais, você é linda sim, escribió Caetano para mí. Patricia para y se sonríe. Vienen com dos gringos. -Vamos beber uma cerveja aqui! O amigo , argentino, ele muito bom-


Patricia se sienta con los gringos con cara de italianos y Meiri. Si hacen muchos gestos con las manos pueden ser tanto italianos como argentinos, hasta que no los escuchás no podés estar seguro, pero los tanos usan siempre esas camisas ajustaditas y esos cortes de pelo todos caprichados. Y mujeres caras, así… los argentinos… en este momento, ni de casualidad. Se empieza ajuntar un poco de gente en la calle. Bruno se acerca y me pide que toque Corcovado. Una pareja madura de gringos modelo Connecticut se acercan y ocupan distinguidamente una mesa. Después que Bruno hace la melodía yo canto en portugués, después el hace un solo y a continuación la canta en inglés. Los amigos de Patricia gritan ¡Bravo! (definitivamente italianos) y la pareja aplaude con mucho entusiasmo. Chega de Saudade. La gente se va juntando en la calle, una pareja de brasileños se sienta. Dos pibes de unos veinte años, pinta alternativa, miran, se toman la barba incipiente con la mano y uno le hace señas al otro de sentarse. Las personas empiezan a ocupar las mesas de dentro del bar y Salvador está como loco. Él mismo y la mujer son los que atienden las mesas. Corren para aquí para allá. Aparece otra mujer que es la hermana de Salvatore. Seguimos, con Desafinado, Bruno Braun está en las alturas y el público también. Hay unos acordes que salieron un poco dudosos, pero el resto anda bastante bien. Ahí Bruno me pide Automn Leaves y bueno, sale bastante bien. Los italianos la tararean, claro. Lo que sigue es voraz, es veloz, Samba de una nota só, barbicha ahora sufre el doble porque somos dos contra uno, Só danço samba, ich kann tanze samba, como lo canta Brau. Garota de Ipanema que yo canto en portugués también y en el mismo esquema Bruno canta en inglés. Un intervalo y a vender CD’s. Patricia y Meiri me llaman a la mesa. Me preguntan si hablo inglés. - Diga para ele que é muito bonito e que eu gosto muito dele- She says you are very beautiful and she likes you a lot- É vero? Dillo a lei. Sei uma ragazza muito bela- Ele diz que você é muito bonitaUno de los motivos por lo que Pati gosta de mi es ese, siempre que me pide le hago de traductor. Y también me parece que es porque se divierte, le parezco realmente gracioso, me chama de Chaves, porque dice que me parezco al Chavo del Ocho. Se hace la estrella al pedirme que la traduzca, inglés entiende aunque no habla pero italiano entiende y habla bastante, cuando se reta los putea en italiano que es una belleza. Al ratito se van, todos juntos como llegaron. El bar continúa lleno, toda la noche. La hermana de Salvatore es simpática, aunque tiene un novio y la amiga de barbicha está enamoradísima de mí esta noche. Tocamos bastante más. Bruno me pide ahora un rif de guitarra, me lo canta con la boca y quiere que yo lo adivine. No rola. Ahí toma mi guitarra y muestra blues mayor en Mi “ y ele é” todo el tiempo así “mi, sol#, sol, mi”, “e ele é”. Quando el menino chegou, a mulherada gritou, quando o menino chegou até titinha


gozou! E Ele é, e Ele é um pintão. Nunca teve nada igual. Es uma composición de Bruno, su música. Em realidade la suya mismo es la que me pide despues, siempre em Mi, você fica em Mí e faz blues em Mi . Você vai ver é muito fácil, Inacio. Está no hora minha gente que alguém me entende está na horra horra horra. Cuando quiere decir que está na hora, que ya es hora de que lo entiendan lar r alemana de Bruno es increíble! Está no buzú na parralela, chupa um picolé de sirrigüela , está na horra horra horra. La letra de Bruno tiene elementos bien autênticos de la vida de salvador el buzú, que es como el pueblo llama a los ómnibus y la siriguela una fruta bien ácida y popular, ideal para acompanhar una cachaça, pero las erres son tan marcadas que queda muy exótico. Y ahora se suelta completamente mientras canta esta estrofa los gestos corporales no dejan lugar a segundas interpretaciones. O está para dentro, o está para fora, eso depende totalmente da hora, da horra horra horra. Toca el sax, alucinadamente. Muito obrigado, até a próxima. Las calles se van vaciando mientras Salvatore nos sirve uma carne do sol com papas fritas. Está contento. El movimento fue bueno. Chega a la mesa y disse que el arreglo era ochenta mas que por el movimento que hubo hoy sería ciento veinte, sesenta para cada uno. Bruno esta exultante había vendido cinco CD’s a veinte y uno a diez para un bahiano. Yo también. Ahora a buscar algún hotel, me dijeron que ese Solara está bien y cuesta veinticinco, y gané sesenta… casi la mitad. En Fua todavía hay gente, pero las calles se sienten vacías en comparación a la multitud que las desbordaba algunas horas atrás. Me toco el bolsillo pequeño del pantalón cuando camino solitario por los adoquines, me falta la púa, barbicha no me devolvió la púa. Capaz que algo quiere decir. Cuando llego a la Estação Pelô están Meiri y Patricia. Qué pasó con los gringos? Y Meiri comienza a chingar, ya la conozco es así, que no valían nada y que le hicieron perder el tiempo, que le dijo a Patricia pero se ve que le había gustado el que estaba con ella porque los aguantaron bastante. Dijeron que no podían llevarlas al hotel. Y aquí estaban, en el medio de la noche. - E você? Onde vai dormir?Pati me mira y me pregunta com malicia. Le digo que pensava en el Solara a veinticinco. Dice que el Hotel Paraíso está veinte. Los ojos ya borrachos de alcohol y sueño me brillan igual. Iría si fuera con ustedes, claro. - Qué é que você acha Meiri, podemos levar Chaves no Paraíso com a gente? Se estiver o velho, ele deixa ficar nós três. Aí divide. Você ganhou bem aqui não foi Chaves? A casa estava lotada! E esses ruela gastaram, viu? - Ô Pati, não inventa viu? E se a gente for lá e estiver o outro cara? É vinte, eu tenho dez aqui.Me pregunta si yo tengo diez. Claro que tengo. Y si no está el viejo? Que no me preocupe que algo hacemos. El Hotel Paraíso está ya saliendo del Pelourinho en la Ladeira da Praça, que viene


del elevador Lacerda en dirección al Cuartel de los bomberos en la Baixa dos Sapateiros. Llegamos. Está el viejo, paso con la guitarra y las dos chicas. Una cama grande en el medio. En realidad un colchón sobre una base de cemento. Las paredes altas y gruesas, las ventanas cerradas. ¿Cómo vamos a dormir? En el medio, canté. - Ô Inácio, não venha não, viu? A gente só dividiu o Hotel pra ficar mais em conta, não se passe de gaiato – Me saco la camisa, los pantalones, los zapatos y me quedo en calzoncillos, hace calor. Patricia estaba de pollera y camisa, se las saca y queda de ropa interior. Un soutien blanco, con una renda fina, contiene sus abundantes pechos y unas bragas blancas elegantes ni muy pequeñas ni muy, grandes sostienen su respetable trasero. Meiri está de vestidito y cuando se lo quita compruebo mis sospechas, nunca llevó soutien. Meiri es muy delgadita, los huesitos de la cadera sobresalen delicadamente, la barriga es para adentro, pero los pechos son de una redondez y una tulgencia increíbles. Las piernas delgadas en su piel brillante son de una belleza exquisita. - No me olha assim, não, ruela. Venha a deitar logo, viu?No puedo negar que me gusta, es un poco boba, inocente, pero es realmente muy bonita. De todas formas el negocio de Meiri es otro y ella lo tiene muy claro. Haciéndome el tonto me acuesto en el medio. Patricia me da la mano. Le hago una caricia con mi dedo en la palma de la mano a Pati en un gesto que ya aprendí que aquí quiere decir “ estás afim de namorar?”. Me saca la mano y hace un gesto de fastidio. Le doy la mano a Meiri. Se queda quietita. Está deitada boca abajo, la mano está encostada en la pierna, me hago el tonto y mientras le acaricio la mano voy subiendo hacia la bunda. Es suave, es dura, es redondita, es una locura. Mi mano desce hasta su entrepierna, suavemente. La toco por encima de la lencería y se mueve un poco, parece que está viajando. Deslizo su ropa con mis dedos y siento una humedad. Cuando la toco, se da vuelta y me pega en la mano con la punta de los dedos. - Ô Pati, olha ese aquí não vai deixar a gente dormirPati resopla, mas dando risada al mismo tiempo. Se gira. Lleva la mano directamente a mi calzoncillo y comprueba mi erección. Suelta una risadita. Ay, Chaves, Chaves. Venha. Se baja la bombachita y me ayuda a desnudarme. Venha. Abre sus piernas, generosamente. Está mojada y resulta fácil entrar en ella. No quiere que le saque el soutien, saca sus pechos por encima sin quitárselo, los pechos de Pati son grandes y macíos. Suelta unas risitas suaves y muy dulces cuando los beso. Me siento en un barco, velejando, sintiendo el viento mecer mi cuerpo sobre las ondas que son el cuerpo de Patricia. No hay gemidos, estamos en una situación de intimidad reducida, con Meiri ahí acostada en la misma cama. Me pregunto para dónde me lleva el viento, cómo llegué hasta aquí. La suavidad del movimiento es deliciosa y siento como Paty busca conseguir el mayor contacto posible con su clítoris. Estoy disfrutando el viaje, quiero que dure


mucho más tiempo. Pienso que en el bolsillo de mi pantalón hay sesenta reales, que, descontados los diez con los voy a colaborar con las chicas, se transforman en los únicos cincuenta reales que tengo en la vida. Sin cuenta en el banco, sin tarjetas de crédito, sin Hostelling International. Solamente flotando en los brazos de Patricia, sujetándola por las nalgas, sintiendo su cadera mexendo. Sin documento de identidad, porque el visto de turista se me venció hace mucho tiempo y la única posibilidad de renovarlo es ir en ómnibus hasta Foz do Iguazú. Ese viaje dura dos días enteros, dicen que cuando llegás te dan un marcador para que te dibujes la raya del culo, porque se te borra de tanto estar sentado, cosas de ricos. Cuando le beso el cuello, Patricia se estremece, no está acostumbrada a que la traten con dulzura, puedo sentirlo y sentir que le gusta, que lo necesita, que es una niña al fin, como somos niños jugando los dos ahora. Yo estoy acá, en el Paraíso, en el Hotel Paraíso, que queda en la Ladeira da Praça y dejan entrar a tres personas por veinte reales. Las paredes son anchas como de cincuenta centímetros de espesor, deben ser de piedra con aceite de ballena, pero la decadencia de la cama de ladrillos y las ventanas de maderas que no se abren es total. Y sin embargo aquí estoy en el paraíso de las piernas de Paty. Mi verga está realmente dura. Con un movimiento muy cuidado me coloco en posición de tijera, siempre yo encima. Paty se mueve, por abajo. Se mueve y empuja su pelvis hacia adelante con movimientos circulares. La siento. Me mira y en la oscuridad consigo ver sus ojos. Y sus dientes. Ella empuja aún más su sexo contra el mío. Aprieta las piernas y gime sin producir ningún sonido. Paty cierra los ojos y después de unos movimientos lentos, orgásmicos, relaja todo su cuerpo. Mi velero entra suavemente en las aguas de la bahía y deja el casco encallar en la playa, la arena suave y caliente me recibe y puedo soltar anclas. Nos miramos en silencio, una breve sonrisa cómplice. Paty me hace un lugarcito y vuelvo al medio de la cama. - Pronto? Acabaram? A ver se agora me deixam dormir, oxente– Meiri, habla boca abajo sin girarse. La visión agudizada de la noche me permite observar la poesía del cuerpo de Meiri deitado junto a mí y sentir el conforto del cariño de Paty a mi lado. Mañana toco en Estacão Pelô, en lugar de Marivaldo. No sé a qué horas voy a terminar, lo quiere decir que mañana tampoco sé adónde voy a dormir.


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