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D IRECTOR: CARLO S R A M Í R E Z indicadorpolitico.mx
SEGUN DA ÉPOCA N o . 2
Los mitos de Ackerman … al servicio de AMLO César Cansino / pág. 4
De la crisis a la crisis 1968-2018: medio siglo perdido Por Carlos Ramírez / pág. 3
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Editorial Crujen las amarras El IV informe de gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ocurrió con el país en uno de los baches de la crisis más pronunciados: protestas callejeras, rupturas institucionales, escándalos presidenciales, desaceleración de la economía y nubarrones políticos que están tensando el proceso adelantado de elección presidencial del 2018. Desde 1968 se ha venido advirtiendo que el sistema político ya no resiste. Y el dato más revelador debe hacer pensar en la reforma del poder: el PRI apenas puede acreditar —hasta ahora— el 25 por ciento de los votos, pero el sistema político, el régimen de gobierno, el Estado, la Constitución y los poderes responden a los intereses del PRI. Mientras más se resista el PRI a entender que el sistema político ya no puede funcionar cuando existe un 75 por ciento de mexicanos no priístas, más se lleva al país a situaciones límite. En agosto se llegó a la ruptura con los maestros disidentes de la CNTE y la iglesia católica promovió el voto contra el PRI y salió a la calle a marchar contra la decisión no negociada de legalizar los matrimonios homosexuales. Lo grave fue la imposibilidad política de usar la fuerza para imponer decisiones de gobierno. Las amarras del sistema político priísta crujen como en los barcos que están a punto de irse a pique. Los avisos se multiplican en las calles. Pero es la hora en que el PRI no quiere reconocer que su tiempo histórico está terminando.
Directorio Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General carlosramirezh@hotmail.com Lic. Armando Reyes Vigueras Director Gerente armando.reyesvigueras@gmail.com Lic. José Luis Rojas Coordinador General Editorial joselrojasr@hotmail.com Mtro. Carlos Loeza Manzanero Coordinador de Análisis Económico Mauricio Montes de Oca Relaciones Institucionales y ventas mauricio.montesdeoca@indicadorpolitico.mx Dr. Rafael Abascal y Macías Coordinador de Análisis Político Wendy Coss y León Coordinadora de Relaciones Públicas Samuel Schmidt Coordinador de Relaciones Internacionales Ana Karina Sánchez Coordinadora Operativa anakarinasl08@gmail.com Monserrat Méndez Redacción Lic. Alejandra Sánchez Aragón Diseño Raúl Urbina Asistente de la dirección general Revista Mexicana La Crisis es una publicación mensual editada por el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Reserva de derechos de Autor: 04-2016-071312561600-102. Demás registros en trámite. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. indicadorpolitico.mx
REVISTA MEXICANA
LECTURA
Por Luy
Índice
De la crisis a la crisis 1968-2018: medio siglo perdido
Por Carlos Ramírez
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uando nació por primera vez el proyecto de la revista La Crisis en 1995 el país se hundía por la crisis heredada del colapso salinista 1993-1995; la edición se basaba en la comprensión de que el México priísta nacido de la Constitución de 1917 había llegado a su fin: un régimen estatista, presidencialista, autoritario y de dominio del PRI no sólo en las elecciones sino en el sistema/régimen/ Estado. La salida de la crisis encontrada por el PRI no fue la transición a un modelo democrático sino, paradójicamente, de transición hacia sí mismo. Lo más significativo de la crisis que ilustra el camino de México hacia el 2018 es la pérdida de tiempo. La gran crisis del sistema/régimen/Estado priísta no fue en realidad en 1994 sino en 1968 con un movimiento estudiantil desordenado y sin agenda transformadora pero entusiasta y popular, un sistema autoritario que agotó el bono político y los indicios de que la estructura de poder priísta había llegado a su fin. El dilema real, dicotómico, fue dictadura o democracia. La salida priísta, sin embargo, fue escurridiza: democracia pero no mucha, apertura sin cesiones de poder, aflojamiento autoritario sin anarquía. La élite política posrevolucionaria que dirigía la república —luego de la etapa de los militares— encaraba la prueba de la eficacia institucional: cómo ceder sin conceder. Echeverría le apostó a la apertura democrática como tanteo de corto plazo y la incorporación de jóvenes a la administración pública, pero las tensiones políticas necesitaban de mayor aflojamiento: prensa crítica, empresarios,
oposición en avance, presiones demográficas. El final del sexenio echeverrista, con rumores y presiones, terminó por romper los acuerdos de los consensos tradicionales reforzando el autoritarismo. López Portillo abrió el ciclo de los administradores tecnócratas. Las complicidades de la élite gobernante construyeron una clase política cohesionada alrededor de sí misma, aunque distante de la sociedad. La afinidad derivó en complicidad. La reforma política de López Portillo se redujo a una sola decisión: la legalización del Partido Comunista Mexicano como una forma de institucionalizar a la izquierda que se movía en la ilegalidad y la ruptura, y como una manera de equilibrar el avance del PAN conservador ante las crisis priístas. El desafío del PCM fue el de construir una verdadera transición de un régimen autoritario a uno institucional democrático, pero la izquierda socialista no entendió sus tareas. La no-reforma política ocurrió en 19871988: la ruptura al interior del PRI con la Corriente Democrática de Cuauhtémoc Cárdenas, un movimiento político con el único objetivo de potenciar las contradicciones en el proceso interno de designación del candidato presidencial del PRI, hasta entonces un privilegio del presidente saliente —“presidente pone presidente”—; sin experiencia en las intrigas del poder, la CD fue echada del PRI, compitió por la libre con una coalición improvisada y le quitó dominio presidencial al PRI. El resultado electoral de 1988 —con todo y las trampas oficiales, la caída del sistema de cómputo electoral y la coincidencia opositora— creó la gran oportunidad para
la construcción de una transición a la democracia; sin embargo, la oposición cardenista confundió los escenarios y optó de nueva cuenta por sí misma: crear el Partido de la Revolución Democrática a partir de las cenizas del autodisuelto Partido Comunista. La disputa por la democracia se transformó en un jaloneó por el PRI: el PRD buscó desfondar al PRI al proponer un proyecto del PRI cardenista-callista. Ahí, en el conflicto poselectoral de 1988, se perdió la oportunidad de la transición mexicana a la democracia. El PRD se puso la meta de sustituir al PRI como el partido del compromiso social, los comunistas del PCM arriaron todas sus banderas y se priizaron y el nuevo partido colocó la carreta del poder por delante de la yunta de la transición. El proyecto nacional de desarrollo que le dio legitimidad al PRI se agotó con el desarrollo estabilizador en la devaluación de 1976 y el nuevo proyecto necesitaba de una nueva correlación de fuerzas sociales y políticas, y un nuevo entorno de equilibrios democráticos en las instituciones del poder. Al PRI no le interesaba más que regresar al dominio hegemónico, el PAN vio la oportunidad de avanzar en los espacios electorales regionales y el PRD quiso ser el viejo PRI. La transición a la democracia quedó varada en una crisis del modelo de desarrollo sin reorganización integral. La izquierda comunista en el PRD se olvidó de sus lecciones de economía marxista. De ahí que el 2018 sea un proceso electoral dentro de la crisis pero sin propuestas para salir de la crisis, aunque en el 2018 se cumplan cincuenta años de la crisis estructural del sistema/régimen/Estado priísta. indicadorpolitico.mx carlosramirezh@hotmail.com @carlosramirezh Septiembre, 2016
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Los mitos de Ackerman Por César Cansino
(o de cómo escribir un libelo y hacerlo pasar por un análisis político)
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onfieso que cuando leí el título del libro más reciente de John Ackerman, El mito de la transición democrática. Nuevas coordenadas para la transformación del régimen mexicano (México, Temas de hoy, 2015), me sedujo de inmediato.
Pensé entonces en las tesis de otros analistas que también han buscado desmitificar la supuesta transición mexicana, como Lorenzo Meyer en su libro Nuestra tragedia persistente. La democracia autoritaria en México, o Jo Tuckman en su México, democracia interrumpida, o incluso mi propia tentativa en El evangelio de la transición (autores y obras que por lo demás brillan por su ausencia en dicho trabajo). Más aún, el título de Ackerman es de esos que a más de un analista nos hubiera gustado emplear en alguno de nuestros libros sobre una
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temática similar. Sin embargo, a poco andar en la lectura del libro de Ackerman, el lector se percata sin remedio de que se trata de un nuevo panfleto —como si no hubiera suficientes— a favor de Andrés Manuel López Obrador, un pasquín sin análisis ni reflexión seria, un libelo propagandístico sin pies ni cabeza igual de frívolo, superficial y tendencioso que los análisis de otros autores que Ackerman deplora sin mencionar —en un signo de prudencia del autor que contrasta con el tono envalentonado de sus afirmaciones— por
ser unos “viles manipuladores y serviles” del “Estado corrupto mexicano”. Es una lástima que el politólogo Ackerman no entienda que no se puede pretender desmitificar un mito desde otro mito, por más persuasivo que éste sea, pues el resultado no puede ser otro que un panegírico. En ese sentido, lo mejor hubiera sido que Ackerman titulara su libro como: “Manifiesto para derrocar al mal gobierno y colocar en su lugar al nuevo salvador de la patria”, así, al menos, el lector sabría a qué atenerse antes de desembolsar su lana para comprarlo (sobre todo los más desprotegidos que tanto azuza Ackerman, que tendrían que gastar tres días de salario mínimo para comer propaganda mesiánica). Por momentos el libro de Ackerman me recuerda, por su tono radical y encendido, algunos trabajos de viejos marxistas mexicanos en los años sesenta y setenta del siglo XX que buscaban afanosamente develar los resortes autoritarios, nacionalistas y oligárquicos del Estado posrevolucionario, pero reconociéndole en todo momento, por paradójico que parezca, el mérito de haber enarbolado la etérea justicia social como uno de sus postulados fundacionales, aunque en la práctica ello no pasara de ser pura propaganda. Pienso, por ejemplo, en Adolfo Gilly, Pablo González Casanova, Arnaldo Córdova, Carlos Pereyra y, un poco antes, José Revueltas, entre muchos otros. Sin embargo, a diferencia de estos autores, en el libro de Ackerman no hay teoría (ni marxista ni de cual-
quier otra) ni análisis, sólo un recuento de hechos deshilvanados y frases incendiarias que le permiten al autor justificar la necesidad de un nuevo alzamiento popular en contra de los malosos, o sea: el “neoliberalismo autoritario del Estado mexicano corrupto, impopular y entreguista a los Estados Unidos” (sic). Al menos, los viejos marxistas habían leído apasionadamente a Marx, Lenin, Trotsky, Gramsci, Mao…, y los citaban con profusión para argumentar a favor de sus interpretaciones de la realidad y sus convicciones políticas. Pienso por ejemplo en el famoso libro de José Revueltas, Ensayo sobre un proletariado sin cabeza, aplaudido por propios y extraños no tanto por su análisis del caso mexicano sino por su dominio incuestionable del marxismo trotskista, un auténtico deleite para los que en esa época gustaban de los debates teóricos de izquierda. Lejos de ello, Ackerman aparece en su libro como un advenedizo del marxismo, alguien que se dice de izquierda pero que no conoce ni cita a sus padres y cultivadores intelectuales, alguien que sólo repite de oídas lo que otros le han contado, un marxista de ocasión, lo que lo convierte en un pseudocrítico del establishment igual de tendencioso y superficial que los que lo defienden a ultranza y que él dice criticar. En suma, quien se aproxime a las páginas del libro de Ackerman sólo encontrará en ellas propaganda subversiva, un ejemplo fehaciente del pensamiento simple más ramplón y obtuso: capitalista malo/proletario bueno; derecha mala/izquierda buena; gobierno malo/pueblo bueno… La verdad, se necesita mucho más que un manifiesto insustancial como éste para mover a las conciencias hacia un cambio de actitud a favor de una transformación del país en todos los órdenes,
como pretende Ackerman, por más necesaria y trascendental que sea ésta en el actual momento nacional de excesos autoritarios, crisis política, desvaríos socioeconómicos y tumbos gubernamentales. La ausencia de teoría y reflexión en el libro de Ackerman lo lleva a defender de principio a fin ideas francamente insustanciales, por superficiales e imprecisas. Por ello, para no extenderme demasiado, sólo concentraré mi crítica en dos o tres ideas centrales del autor. Comencemos con la tesis que da título al libro: el mito de la transición democrática. Según Ackerman, con el regreso del PRI al poder en el 2012 y la llegada de Enrique Peña Nieto a la Presidencia “se ha consolidado el sistema corrupto de autoritarismo neoliberal en el poder”, vigente desde la fundación del PRI. Por ello, más que transición a la democracia lo que tuvimos fue “la infiltración de la lógica priista en toda la oposición”, incluida la que llegó al poder en el 2000, o sea el PAN, y más recientemente el PRD al decidir sus dirigentes firmar con el PRI y el PAN las contrarreformas entreguistas y antipo-
pulares de Peña Nieto. Por eso, prosigue Ackerman, el regreso del PRI al poder en el 2012 fue un desenlace natural de este proceso. Además, afirma Ackerman sin chistar, aunque no presente ninguna prueba de ello, existió un pacto secreto entre Salinas de Gortari, el PRI, el PAN y Vicente Fox para perpetuar al régimen priista, incluso sin el PRI. Muestra de ello es que los respectivos gabinetes de los panistas Fox y Felipe Calderón estaban llenos de priistas, ergo el PRI y el PAN son iguales, o sea son el PRIAN. La verdad no sé si tenga caso siquiera criticar argumentos tan obtusos como estos. En fin… Habría que destacar primero que si el PAN en el poder no satisfizo a nadie, pues, entre otras cosas, no estuvo a la altura del desafío que representaba la alternancia después de 70 años de dictadura priista y evadió encabezar la realización de un pacto nacional que definiera para el país un nuevo ordenamiento institucional democrático que hiciera tabla rasa del viejo régimen autoritario, o sea una nueva Constitución, no es razón suficiente para descalificar en automático la alternancia. En los hechos, la alternancia existió y no se puede invalidar por el hecho de que el partido que sustituyó al PRI en el poder fuera un partido de derecha y no uno de izquierda, como sugiere en algún lugar Ackerman, con más vísceras que sesos. Si acaso, se puede descalificar al PAN por, una vez en el poder, haberse acomoda-
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do convenientemente a la normatividad vigente de naturaleza autoritaria (no tanto por el espíritu liberal y social de la Constitución del 17 sino por las más de 400 reformas que sufrió ésta durante 70 años para asegurar la reproducción en el poder de la clase gobernante) sin intentar transformarla un ápice, pero no a la alternancia en sí misma, que como tal marca un punto de inflexión incuestionable entre el viejo régimen priista y un nuevo régimen democrático en ciernes. El problema está en que el PAN en el poder y los gobiernos emanados de ese partido no quisieron o no pudieron construir el nuevo régimen, propiciando en su lugar la afirmación de un hibrido institucional y normativo a medio camino entre el autoritarismo y la democracia, un ordenamiento que hereda muchas de las lógicas autoritarias del viejo régimen, pues nunca se intentó derogarlas mediante una nueva Constitución, y prácticas electorales postautoritarias que en alguna medida permiten
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la alternancia entre distintas fuerzas políticas, aunque ni siquiera los comicios en nuestro país han conquistado la credibilidad y la autenticidad mínimas como para considerarlos legítimos y correctos, cuestión esta última que habrá que concederle a Ackerman. Por otra parte, cuestionar al PAN en el poder, como lo hace el autor, por seguir las políticas “entreguistas” propias del neoliberalismo autoritario a favor de los intereses de una pequeña elite económica y política, según los criterios instrumentados desde el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, es un despropósito, pues el PAN es un partido de derecha al que no se le puede pedir lo contrario sin traicionarse a sí mismo, pese a la doctrina social católica que profesó en sus orígenes remotos. En suma, caracterizar el momento político que vive el país después de la alternancia del 2000 y del retorno del PRI al poder en el 2012 exige mucho más que intuiciones y ocurrencias, sobre todo si se emplean las categorías provenientes de la literatura sobre transiciones a la democrática, la cual el autor simplemente ignora o pasa por alto. Como he dicho en otras partes, se puede o no estar de acuerdo con dicha literatura especializada, pero si se van a emplear sus categorías con fines de análisis se debe hacer correctamente, o sea con rigor y objetividad, para evitar violencias interpretativas o caracterizaciones interesadas y a modo, como la que ensaya el propio Ackerman en su libro. No es este el lugar para desarrollar
una caracterización exhaustiva del caso mexicano con las exigencias que impone la teoría de las transiciones. Baste señalar que para esta literatura la alternancia del 2000 marca el fin de la transición mexicana y el inicio de la instauración democrática, o sea la etapa de discusión y aprobación de una nueva normatividad (generalmente una nueva Constitución) acorde con las exigencias y las necesidades de un nuevo ordenamiento de naturaleza democrática. Sin embargo, por muchas razones, la instauración no prosperó, posponiéndose indefinidamente la construcción de una auténtica democracia e instalando al país, como ya dijimos, a medio camino entre el autoritarismo y la democracia. Prueba de ello es que ni las elecciones, que fueron el eje que definió los tiempos y el ritmo de la transición democrática en el país, o sea las reformas electorales desde 1977 a la fecha, han conquistado la legitimidad y la autenticidad que exige cualquier democracia electoral mínimamente equitativa y correcta. Obviamente, en este contexto de incertidumbres y dudas, de resabios autoritarios e impulsos democráticos que no logran despuntar, el regreso del PRI al poder no hace sino alimentar más dudas. Al respecto, todo parece indicar que al regresar el PRI al poder sin haberse instaurado una nueva normatividad claramente democrática, el país se aproxima más a una peligrosa regresión autoritaria que a la posibilidad de retomar el camino sinuoso y hasta ahora inconcluso de una instauración democrática. En suma, por estos desenlaces, la teoría de las transiciones podría concederle a Ackerman que la transición ha sido un mito. Sin embargo, en honor a la precisión, lo que no se ha concretado en México no es la transición en sí misma sino la construcción de la democracia después de la alternancia. Más específicamente, lo que no
prosperó en México a diferencia de todas las transiciones exitosas en el mundo fue el pacto entre todos los actores, los del viejo régimen y los emergentes, que diera lugar a una reforma integral de la Constitución, o sea a una nueva normatividad democrática en sustitución de la normatividad autoritaria precedente. En lugar de ello, es fácil inferir que el regreso del PRI al poder nos acerca más al autoritarismo que a la democracia, aunque en estricto sentido ello no sea un derrotero fatal. Obviamente, en ese escenario, estaremos atestiguando no el mito de la transición, pues ésta sí existió, sino una instauración democrática fallida, o sea una instauración que al no concretarse coloca al país en la antesala de una regresión autoritaria o incluso de una restauración autoritaria, en caso de que volviéramos en unos cuantos años al esquema de partido hegemónico del siglo pasado. Por otra parte, afirmar que con Peña Nieto “se ha consolidado el sistema corrupto de autoritarismo neoliberal en el poder”, es impreciso. En efecto, si algo caracteriza el presente mexicano es que nada está consolidado, mucho menos el actual régimen político, que experimenta una de las peores crisis de su historia, a juzgar por el débil apoyo que conserva el actual titular del ejecutivo y el repudio que concita el régimen en su conjunto por sus muchas inconsistencias y excesos. Si algún día el así llamado por Ackerman “régimen autoritario neoliberal” se consolidó en México, fue precisamente durante el gobierno de Salinas de Gortari, que a pesar de impulsar políticas claramente neoliberales y excluyentes para las mayorías llegó a tener una gran legitimidad y respaldo popular, al menos hasta la irrupción del EZLN en el escenario nacional y el tristemente célebre “error de diciembre”. Ackerman debería saber que hablar de “consolidación” supone para un gobierno o un régimen o un líder apoyo popular (legitimidad) y estabilidad por más impopulares y autoritarias que sean sus políticas económicas y sociales, o por más autoritario que sea en los hechos, pero eso es mucho pedir a un analista de ocurrencias. Finalmente, decir que más que transición a la democracia lo que tuvimos fue “la infiltración de la lógica priista en toda la oposición” también es incorrecto, pues el PRI se sostuvo durante décadas con oposiciones leales y sistémicas, y sólo empezó a modificar sus patrones de competencia cuando una parte de la
oposición pasó a ser desleal y antisistémica. Que en los hechos la mayoría de los partidos haya optado en los tiempos recientes por abandonar sus convicciones ideológicas y reproducir patrones similares a los del PRI se debe más al pragmatismo de los partidos obligados a sobrevivir en condiciones de competencia imperfecta que a un proceso de mimetismo orquestado deliberadamente por el PRI. Lo que sí es cierto es que en ausencia de una reforma integral a la Constitución en clave democrática pareciera que los rasgos autoritarios del pasado se recondujeron por todos los vasos linfáticos del nuevo régimen, en perjuicio de los impulsos democráticos renovadores de la era de la alternancia. Otros argumentos esgrimidos por Ackerman en favor de su tesis sobre el mito de la transición son los siguientes: el retorno del PRI al poder fue un resultado natural dada la ausencia de una verdadera transición; hoy las contrarreformas estructurales, la corrupción, la violencia, la represión, los crímenes de Estado han ratificado el carácter fantasioso de la supuesta transición; en lugar de democratización el poder se ha concentrado en una elite reducida; como mito, la transición desmoviliza a la sociedad y cancela la posibilidad de imaginar una transformación real del país; hoy nadie puede comprobar que los ciudadanos tienen más poder que antes de la transición, ergo no hay transición; los poderes fácticos y las instituciones electorales siguen obstaculizando la llegada al poder de un “verdadero” candidato de oposición; las elecciones no bastan para calificar de democrático al régimen pues se trata de elecciones inauténticas, o sea
irregulares, fraudulentas e inequitativas. Que hoy el gobierno de Peña Nieto sea un fracaso en todos los órdenes y una gran desilusión para muchos no tiene que ver necesariamente con la ausencia de transición, como sostiene Ackerman, sino principalmente con la incompetencia del personaje y de su gobierno. No hay que olvidar que ningún partido gobernante, ni siquiera un partido autoritario como el PRI, aunque en un contexto más competitivo que en el pasado, quiere para sí una espiral de descalificaciones que amenacen su continuidad o lo conduzcan a endurecimientos riesgosos con tal de perpetuarse en el poder. Estos desenlaces no forman parte de un guión preestablecido de ningún gobierno supuestamente legítimo para exhibir deliberadamente su verdadero rostro autoritario oculto por las simulaciones del poder. Lejos de ello, sólo constituye un despropósito de un gobernante incapaz de jugar siquiera el viejo juego de las apariencias democráticas y progresistas que de manera tan conveniente practicaron todos los gobernantes priistas que lo antecedieron en el trono. La concentración del poder en México ha sido antes y después de la alternancia del 2000 igual de excesiva, o sea que no tiene nada que ver con la ausencia o no de transición sino con los privilegios de los que han gozado las elites económicas que monopolizan la riqueza desde hace siglos, favorecidos por el Estado y en detrimento de las mayorías. Para fines prácticos o políticos quizá es mejor hablar de un discurso dominante sobre la transición, articulado por muchos intelectuales y comentaristas mediáticos por convenir a sus interés y
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gozar así de ciertos privilegios que de un mito de la transición, pues no basta con desmitificar una idea dominante para conquistar adeptos a una causa sino que es necesario dar la batalla en el terreno teórico, desnudando las inconsistencias de los discursos dominantes y construyendo una interpretación alternativa bien argumentada y fundamentada como para persuadir a los interesados. Es indudable que existen todavía en México muchos déficits en materia de derechos humanos y civiles, y muchos abusos de autoridad como para afirmar que estamos muy lejos de alcanzar los requisitos mínimos de un Estado de derecho. Sin embargo, tampoco considero que se puedan descalificar a ultranza los pocos pero no por ello irrelevantes avances alcanzados en la materia, pese a los muchos obstáculos e inercias autoritarias que aún persisten en todos los órdenes. Pongo un ejemplo concreto. Hace cincuenta años José Revueltas fue encarcelado con lujo de violencia por escribir libros contra el régimen publicados en pequeñas editoriales clandestinas, hoy Ackerman puede escribir libros contra el régimen, publicados por emporios editoriales trasnacionales y nadie lo va a encarcelar por ello. Es más, hasta será reconocido por su trabajo, como ocurrió con el Premio Nacional de Periodismo,
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otorgado por sus artículos en Proceso, una publicación que ha subsistido pese a sus ácidas críticas a todos y a todo, pese a incurrir en los mismos excesos que crítica, como el haber censurado y despedido arbitraria e injustificadamente de sus páginas a la reconocida periodista Sanjuana Martínez. Qué lejos está Proceso de lo que fue con Julio Scherer, hoy sólo queda un panfleto amarillista igual de corrupto y tendencioso que todo lo que toca. Ciertamente, en México se sigue censurando en los medios sometidos al Estado a las voces críticas e incomodas, pero que también lo hagan los medios supuestamente progresistas e independientes como Proceso ya es una locura. Obviamente, Ackerman no entra en la lista negra, pues sus artículos suelen moverse dentro de lo políticamente correcto. Ejemplo de ello son algunas afirmaciones de Ackerman en el libro que comentamos aquí sobre lo que él llama “comentaristas mediáticos manipuladores”. Al respecto, Ackerman es implacable: la mayor parte de los analistas toman el camino fácil de esconderse detrás del silencio cómplice, las buenas maneras y la neutralidad conformista son hipócritas y se agachan frente a los intereses de la oligarquía y participan plenamente del autoritarismo mediático. Esto suena muy bien y yo mismo
lo firmaría sin chistar. El problema es que Ackerman avienta la granada a ver a quién le cae, pero se cuida de no decir nombres, pues sabe que a la postre una osadía de ese tamaño lo condenaría al ostracismo y el olvido, dado el enorme poder e influencia que tienen las mafias mediáticas e intelectuales en el país. ¿Cobardía? No, simple oportunismo, algo que, al igual que el servilismo o el silencio que critica, también empaña la credibilidad de los intelectuales y opinadores mediáticos. Por lo demás, la prudencia que exhibe Ackerman al criticar a los intelectuales vendidos sin mencionarlos se entiende mejor cuando vemos en su libro los muchos elogios que prohíja a sus santos redentores, como Carlos Fuentes y Carlos Monsiváis. ¿Acaso Ackerman no conoce el papel crucial que cumplieron estos dos “intelectuales de izquierda” para apuntalar al régimen autoritario en tiempos de Echeverría, cuando éste era fuertemente cuestionado por sus propensiones represoras? ¿Acaso la batalla de Ackerman contra el autoritarismo mexicano tiene algunas excepciones? Pues todo indica que sí. De hecho, además de elogiar a intelectuales oportunistas como Fuentes y Monsiváis, Ackerman rinde culto a Lázaro Cárdenas por su gesta nacionalizadora y sus políticas socialistas, algo que sería imperdonable no hacer entre intelectuales y activistas de izquierda, aunque ello lleve a minimizar o de plano eclipsar otras “contribuciones” del general que nos han metido en muchos entuertos, como el haber adoptado para México un régimen autoritario que es la síntesis perfecta del régimen estalinista y el régimen fascista italiano, y que tanto admiraba Cárdenas. ¿Acaso el general no tuvo otros referentes menos totalitarios, como algunas democracias europeas o incluso la de su vecino del norte, a la hora de edificar el sistema político mexicano? Quizá nos hubiéramos ahorrado muchos problemas, pero sobre todo mucha tinta de quienes se dicen críticos del autoritarismo, pero con excepciones. Para no extenderme más, quisiera referirme por último a una serie de afirmaciones de Ackerman, demasiado optimistas, pero poco realistas, sobre el destino de la patria y a otras ideas sueltas igualmente inverosímiles. Según Ackerman, México juega un papel similar al de España durante la Guerra Civil, pues al igual que la derrota de la república española condujo a una nueva ola fascista en el mundo, la derrota de la democra-
cia en México puede apuntalar el neoliberalismo autoritario global y el fascismo internacional. En caso contrario, si los mexicanos se movilizan para impulsar las transformaciones que el país requiere, obviamente de la mano de un líder popular genuino y legítimo (¿quién será?), México se habrá convertido en la vanguardia mundial del cambio popular y genuinamente democrático, igual que lo fue con la Revolución Mexicana, la Constitución del 17, la Expropiación Petrolera de Cárdenas o la irrupción de los zapatistas en el escenario nacional. Está bien pensar en grande, pero no podríamos primero limpiar un poco la casa antes de aspirar a limpiar todo el barrio. No es con promesas de humo como avanzan las revoluciones. Además, seguir pensando el enfrentamiento contra el “autoritarismo neoliberal e imperialista” en términos de una lucha de hegemonías, una dominante y otra popular contestaría de izquierda, es una violencia interpretativa que no refleja la creciente complejidad de las sociedades actuales. Hoy lo que tenemos en todas partes son sociedades heterogéneas, diversas, plurales… cuyos integrantes no pueden ser homologados en sus intereses y fines, como aspiran los redentores altermundistas. Hoy las verdaderas revueltas son ciudadanas y se dan todos los días en los espacios públicos, y pasan por reconocer la radical diferencia de los individuos y la propia indeterminación de la democracia. Lo contrario sería permanecer en las fronteras del pensamiento único, de las verdades impuestas, o sea del totalitarismo, aunque esté disfrazado de progresismo o mesianismo. Pero esto es algo simplemente inaceptable para los activistas de izquierda, propensos siempre a convertirse en la vanguardia del proletariado, o de los más desposeídos y desprotegidos, para usar una expresión del propio Ackerman. Pero la perspectiva redentora y mesiánica de Ackerman no podía ser otra desde el momento que coloca como ejemplos mundiales de lucha contra los embates del autoritarismo neoliberal y el imperialismo yanqui a los gobiernos “populares y progresistas” de Venezuela, Bolivia, Argentina, Ecuador, Brasil… La pregunta aquí es inevitable: ¿acaso Ackerman no se ha dado cuenta que dichos gobiernos no son ejemplo de nada para el mundo, que se están cayendo a pedazos, víctimas de la corrupción y la voracidad de sus gobernantes, gobier-
nos que tienen sumidas a sus naciones en condiciones económicas oprobiosas, sin mencionar que se han convertido muchos de ellos en auténticas tiranías represoras y personalistas? ¿Acaso Ackerman no se ha dado cuenta que es precisamente por tiranos populistas como Hugo Chávez, Rafael Correa o Evo Morales que muchos mexicanos le tienen pavor a López Obrador, por un simple ejercicio de contrastación? Es indudable que el análisis de Ackerman requiere más seriedad y mejores argumentos si aspira a ser persuasivo, incluso a la hora de apuntalar las virtudes de su gran tlatoani. Muchas cosas se me quedan en el tintero, como las propensiones de Ackerman de demonizar al neoliberalismo y culparlo de todos nuestros males recurriendo sólo a descalificaciones viscerales; o su defensa airada de la Constitución del 17 por sus contenidos sociales, sin advertir aunque sea someramente sus muchas inconsistencias, contradicciones y ambigüedades; sus elogios desmedidos a supuestos movimientos sociales que en los hechos han sido francamente retrógradas en sus demandas; su confianza no fundamentada en la “tendencia libertaria y rebelde” del pueblo mexicano; sus elogios desproporcionados a la izquierda y sus causas en contraste con una derecha
que “ha perdido la brújula”, entre muchos otros temas que ni siquiera vale la pena comentar. Al final de su libro Ackerman invita a los mexicanos a luchar por una democracia verdadera, y apoyar a una oposición verdadera y a un líder verdadero. Obviamente, se refiere a una democracia con justicia social, a un movimiento popular y participativo como el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y a un líder nacionalista como López Obrador. Obviamente, si esta es la brillante conclusión de Ackerman, la podía escribir en la primera página y saber a qué atenernos sus lectores desde el principio. Lamentablemente, por libelos como éste, independientemente de sus posiciones ideológicas, los analistas políticos en México están tan desacreditados que nadie los lee. Mejor así, pues casi todos estilan lugares comunes, descripciones superficiales y afirmaciones tendenciosas. Hasta ahora he mantenido una buena relación con Ackerman. Espero que después de que lea la presenta reseña, en caso de que lo haga, las cosas no cambien entre nosotros. La persona, o sea John, merece todo mi respeto, pero las ideas están para ser criticadas. Pecata minuta.
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El “fusible”
presidencial Por Armando Reyes Vigueras
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n sexenios anteriores, el Presidente de la República era la figura máxima del sistema político mexicano. Su Poder —con mayúscula— llegaba a tal extremo que era uno de los temas prohibidos para los medios de comunicación, los cuales no podían ejercer la crítica —aunque la prensa marginal o los muy arriesgados si la llevaban a la práctica—, y cuando se cometía un error no faltaba el funcionario que ofrecía su cabeza con tal de salvar la reputación del mandatario en turno, pues una de las máximas del sistema era que el Presidente nunca se equivocaba y cuando preguntaba qué hora era el coro respondía al unísono: “las que usted diga, señor”. Fusibles para el cambio Muchas cosas han cambiado desde que el PRI empezó a competir por el voto de los mexicanos, durante la década de los 90, época en la cual los ciudadanos empezaron a ejercer sus sufragios ayudando a establecer las bases de una democracia que aunque no se consolida aún, modificó el tablero para los participantes. Con el triunfo en el año 2000 de Vicente Fox, apoyado en la Alianza por el Cambio —formada por el PAN y el PVEM—, las reglas que regían en el sistema político-electoral fueron modificadas, pero muchos de los actores no repararon en la forma en que este tipo de cambios alteraría lo que sucedía en distintas instituciones del país. La figura presidencial, empezando por Fox Quesada hasta llegar a Peña Nieto, se transformó de una entidad todopoderosa a ser un pararrayos en los últimos años. El exgobernador de Guanajuato quitó toda solemnidad a la Presidencia de la República tanto con sus dislates como con la incorporación de la “pareja presidencial” —forma de justificar las intromisiones y aspiraciones de Marta Sahagún—, en tanto que Felipe Calderón se encargó de convertirla en objetivo de variadas críticas — desde el supuesto fraude electoral hasta los asesinatos provocados por la “guerra” contra el narcotráfico— lo que debilitó, en cuestión de imagen, a la institución presidencial. Ahora, Enrique Peña Nieto tiene sumido su mandato en niveles bajísimos de aceptación ciudadana, sospechas de actos de corrupción, así como la percepción de una incapacidad para conducir a buen puerto al país.
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Lo que en sexenios anteriores funcionaba a manera de fusible —en un sistema en el que un funcionario menor se “sacrificaba” para evitar afectar al Presidente—, ahora es asumido directamente por el propio mandatario federal. ¿Cómo explicar que eventos tan disímbolos como las falta de operación para concretar las llamadas reformas estructurales o la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa en Iguala, pasando por temas económicos, de inseguridad o, en otro extremo, la falta de resultados en el ámbito deportivo caigan a la cuenta del Presidente? En primera instancia, a reserva de ampliar esta explicación, tenemos a un personaje como Enrique Peña Nieto que ejerce un puesto tratando de revivir las reglas de un sistema que ya fue rebasado. Creer que el regreso del PRI a la Presidencia era la oportunidad de reinstalar el Presidencialismo Imperial, fue uno de los primeros errores, lo cual se agravo cuando se dejó de considerar que el México de 2012 era distinto al de los años 80, última década en la que el tricolor pudo operar a sus anchas sin oposición que lo detuviera. En segundo lugar, pensar que con un gabinete de amigos —aún y cuando había funcionado en el Estado de México, al menos en la mente de este grupo— podría funcionar en el ámbito federal, con una oposición en crecimiento y una ciudadanía más exigente, fue el otro error que se cometió. A esto súmese la costumbre del propio Peña Nieto a no cambiar de colaboradores, pese a sus evidentes errores, y se comenzara a entender el porqué de la
situación que hoy vive de manera particular la actual administración. Enrique Peña Nieto se ha convertido en el pararrayos del Gobierno Federal, en quien se centra la mayor parte de las críticas, con bajos niveles de aprobación ciudadana y a quién se culpa de todo lo malo que pasa en el país, incluso hasta convertirse en un lastre para su propio partido. Que la oposición ha aprovechado esta coyuntura, ni duda cabe. Que los propios priístas estén pasmados sin saber qué hacer, pues siguen amarrados a su tradicional disciplina esperando línea de “arriba”, sólo es parte de un escenario que muestra una transformación silenciosa que se ha vivido en el escenario político. Lo preocupante es que sea el propio Presidente quien tiene que cargar con todas las críticas y con todos los señalamientos, pues los colaboradores sólo ofrecen la cabeza cuando la plaza pública clama sus nombres y los señala para ocupar su sitio en el patíbulo mediático, en tanto que todo el aparato informativo del Gobierno Federal no atina a ayudar a preservar la imagen presidencial, ni a ofrecer respuestas claras y rápidas en los temas que comienzan a endosarse al propio Peña Nieto. Lo de menos es que se caricaturice la imagen presidencial o que la prensa —sea a través del llamado círculo rojo o en redes sociales— critiquen un día sí y otro también al Presidente, sino que la función de “fusible” haya desparecido del tablero político, porque si esa función ahora la va a ejercer el propio Peña Nieto las consecuencias para todos los actores serán imprevisibles. @AReyesVigueras
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l primer momento vergonzoso para Peña Nieto fue cuando no pudo responder sobre los tres libros que lo impactaron. Vamos, no pudo ni con uno.
No debería sorprendernos. A final de cuentas, los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, y los gobernantes que se parecen más a ellos. Un elevado porcentaje de mexicanos no sabe leer lo suficiente para entender sus leyes y necesitan que alguien les explique lo que no pueden leer. Para eso, entre otras cosas, surgen los caciques y otras sanguijuelas que median entre la sociedad y el poder. Los gobernantes actuales requieren ser ávidos lectores, porque una buena parte de lo que deben saber está escrito. El presidente debe recibir diario, Obama lo recibe, un reporte de inteligencia y un reporte de prensa. Y a partir de éstos reportes se toman decisiones cruciales. Pero si el presidente es un lector deficiente, sus decisiones serán limitadas y propicias a un elevado error. Dicen que Trump no estudia, y por lo que vemos, Peña tampoco. Un presidente que no sabe geografía y que no entiende la importancia de consideraciones geográficas para tomar decisiones económicas, sociales, militares, estará funcionando con elevados márgenes de error. Trump no se había enterado de que Putin ya había invadido Ucrania y Peña no se entera que Lagos de Moreno no es un Estado. Un presidente ignorante y sin capacidad de lectura, requiere que alguien le explique cuestiones complejas, que posiblemente estén lejos de su nivel de entendimiento. La pregunta clave es si el que explica posee una inteligencia superior para entender esas cuestiones y poderlas traducir eficazmente para lograr decisiones positivas. El grueso de los musulmanes no sabe leer lo suficiente para entender el Corán y por eso requieren que un Imam se lo explique. Muchos Imams aprovechan para hacer correcciones y acomodar las escrituras a sus intereses. Osama Bin Laden, reinterpretó las escrituras para justificar el asesinato masivo y hasta de mujeres y niños. Con esto elevó el terrorismo a una nueva altura que tiene aterrorizada a Europa y otras partes del mundo. Quién en el círculo cerrado de Peña cumple el papel de traductor y cómo saber si su traducción se apega a los intereses del Estado, de la nación y del presidente mismo. Dicen que con el alfabetismo y las lecturas amplias, se enriquece la imaginación y la forma como resolver problemas. Luego entonces, alguien sin formación intelectual tenderá a ver los fenómenos de una manera simplista y les encontrará
Es la lectura Por Samuel Schmidt
salida de la misma manera. Así mismo tenderá a depender de aquellos en quién confía, tal vez por esto permite que siga la errónea política económica de Videgaray y los tremendos efectos negativos que le imprime a la economía nacional. Ser ignorante no equivale a ser estúpido. Un analfabeta puede ser sagaz e inteligente, pero el espacio de atención de los problemas siempre será limitado. Un presidente tiene dos funciones básicas: Construir el futuro y atender problemas cuya profundidad afecta al todo social, económico y político. Construir el futuro es una tarea complicada y requiere de un profundo entendimiento de la realidad, de otra manera, el liderazgo se conforma con dejar que sea una proyección del presente, o que las fuerzas existentes lo determinen. Imaginemos en qué futuro piensa la oligarquía mexicana, para quien las condiciones del país son perfectamente funcionales. Atender los problemas sin contar con un abanico de opciones que vayan de lo simple a lo muy sofisticado, implica dejarse conducir por las circunstancias, que muchas veces, reproducen condiciones perniciosas y procesos perversos. Volvemos entonces de nuevo a la lectura. Vicente Fox no entendió que su equipo debía entrenarse en cuestiones de planeación estratégica para construir un país distinto que rompiera con el autoritarismo atávico, y en cambio, sometió a sus colaboradores a cursos y talleres de superación personal. Tampoco leía mucho, al grado que llegó a hacer la apología de la no lectura. Hemos pasado de los políticos hábiles que leían a los iletrados; han ascendido los políticos resultado de un sistema educativo mediocre, que malgasta recursos sin lograr entrar a las grandes ligas educativas o científicas del mundo. Decía un amigo que en México tendemos a convertir a los garbanzos de a libra en reglas, sin darnos cuenta que no abundan. El científico mexicano más citado es porque publicó con su maestro que recibió el Premio Nobel. Y a ese garbanzo se le hacen caravanas, a la mejor merecidas. Mientras que en la ciencia, cultura, deporte, hay garbanzos de a libra, en la política, por desgracia, escasean. Más bien, parece que sufrimos una sequía de inteligencia, imaginación y sabiduría para gobernar. Y en esas circunstancias, el futuro podrá verse un poco más obscuro de lo que está el presente.
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Madero-Anaya
El engaño
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Por Roberto Vizcaíno
usto hace un año, por estas fechas, Ricardo Anaya traicionó a Gustavo Madero.
Anaya no actuó solo. Al dejar fuera de la coordinación de los diputados del PAN al chihuahuense, en esa traición también se le unieron a Anaya el michoacano Marko Cortés y la mayoría de los 108 diputados federales restantes a quienes Madero había no sólo creado y palomeado para llegar a San Lázaro. Y como en las cortes romanas, en esa ingratitud también participaron los miembros prominentes del CEN de Acción Nacional, a quienes Madero había promovido y colocado prácticamente en esos cargos. Hace un año, Ricardo Anaya, quien había llegado a la presidencia de Acción Nacional de la mano de Gustavo Madero, lo dejaba de lado, y designaba como coordinador de la fracción blanquiazul en San Lázaro a Marko Cortes y no a Madero, como lo habían convenido. Las cosas no quedaron ahí. Anaya y sus cómplices asestaron un segundo golpe que en los hechos significaba prácticamente la muerte política para el chihuahuense. Anaya, quien como presidente del PAN tiene la facultad exclusiva de asignar cargos dentro de las fracciones de este partido en el Legislativo, también dejaba fuera a Madero del reparto de presidencias de comisiones legislativas asignadas al blanquiazul. Aturdido, un tanto sorprendido, Madero intentó reaccionar, pero no encontró respuesta ni apoyo en prácticamente nadie dentro de las estructuras de Acción Nacional. Lo que ocurrió entonces fue una acción coordinada dentro del PAN para aislarlo, anularlo, impedir que pudiera operar nada. Madero quedó desde entonces simplemente como un diputado federal más, sin cargo alguno y sin la posibilidad de negociar nada. Dejó la pelea de lado y aguantó sin decir prácticamente nada su nueva condición. Sus antecedentes como excoordinador de la fracción de senadores panistas, como expresidente del Senado y como presidente del PAN, pasaron a ser papel mojado, inservibles. De nada le valía ser el gran renovador de Acción Nacional, ese que logró reformar contra viento y marea —de los muy poderosos intereses internos— los estatutos para permitir que fuesen los militantes acreditados quienes en votación abierta decidieran quienes debían ser los dirigentes nacionales, estatales y locales del partido y quienes los can-
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didatos a todos los cargos de elección. Ese que logró desechar la ancestral práctica de que fuesen las viejas familias panistas las que decidieran con designaciones directas, a mano alzada, dentro de Consejos elitistas, cerrados, todas las decisiones internas. Bueno, quien logró derrotar y someter al expresidente Felipe Calderón y a sus aliados internos en una batalla que pareció que iba a terminar en una fractura insalvable del PAN. El dirigente que logró reposicionar al PAN como factor de poder al inscribirlo dentro del Pacto por México, y que así sacó adelante la mayoría de las reformas conservadoras por las que su partido había luchado desde décadas atrás. Con el golpe dado por Anaya y aliados, Madero no pudo hacer valer el hecho de que fue él quien rescató electoralmente a su partido y del tercer lugar en que quedó en los comicios de 2012, lo colocó de nuevo como la segunda fuerza política nacional dentro de la Cámara de Diputados y que además logró mantener gubernaturas ganadas con anterioridad. Anaya no se quedó ahí. Una vez en la presidencia del PAN, abrió las puertas a Felipe Calderón y su esposa Margarita Zavala y colocó en posiciones de partido a algunos de los más poderosos enemigos de Madero, como Roberto Gil Zuarth, a quien designó como presidente del Senado. Gil Zuarth había competido contra Madero por la presidencia del PAN en 2010 y era y es miembro prominente del grupo calderonista, encabezado por Ernesto Cordero, exsecretario de Hacienda. Otros miembros de ese clan pasaron a ser aliados de Anaya mientras Madero vagaba solitario por los pasillos de San Lázaro. Los periodistas lo dejaron de buscar. Sus pronunciamientos, sin cargo detrás que lo sustentara, ya no ocupaban ni páginas interiores en los diarios nacionales. Con Madero en el olvido, la conflictividad interna en Acción Nacional disminuyó y la presidencia de Anaya transitó durante la mayoría del año, entre agosto pasado y hoy, en lo que muchos ven como un proyecto personal para posicionarse a fin de quedarse con la candidatura presidencial blanquiazul en 2018. Anaya, como Andrés Manuel López Obrador, aprovechó de manera absolutamente personal la emisión de cientos de miles de spots al amparo de las elecciones pasadas, para colocarse en el ánimo de la mayoría de los mexicanos. Los resultados electorales indican que Anaya tuvo éxito. Su partido se quedó al final con 7 gubernaturas, mientras el PRI logró a duras penas ganar 5 y Andrés Manuel López Obrador ninguna. El discurso de Anaya en esos spots logró que la irritación de los mexicanos apoyara a los candidatos del PAN y no a los de Morena.
Con las cosas así, con Madero colocado convenientemente en el olvido, disminuida la conflictividad interna en el PAN, y relanzado su partido de nuevo como la primera fuerza política nacional, Anaya ha llegado al mes de agosto. Y hoy, como hace un año, tiene que tomar decisiones importantes. Sin duda la mayor y más trascedente es la de designar al presidente de la Cámara de Diputados, cargo que le corresponde a Acción Nacional dentro de los acuerdos alcanzados por las fuerzas políticas nacionales. ¿Y qué creen? ¡Qué va a rescatar a Madero! Así, como Presidente de la Cámara de Diputados, el chihuahuense que se ha mantenido tranquilo durante un año, recupera su interlocución con todas las otras fuerzas que ya conoce y que ya lo conocen, y con quienes ha firmado los más grandes pactos y reformas en los tres años anteriores. Tendrá un millonario presupuesto propio... y volverá a aparecer al lado del presidente Enrique Peña Nieto y de los secretarios de Hacienda, Luis Videgaray, y de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong. Sin duda con el resto del Gabinete Presidencial. Y con los gobernadores y los líderes empresariales más sobresalientes. Seguro viajará para acompañar a Peña Nieto a sus visitas a otros Jefes de Estado y recuperará su posición como el importante líder panista que nunca dejó de ser. Hoy, metido de nuevo en el juego del gran poder en México, no pocos comienzan a confirmar que la traición de Anaya y sus aliados hacia Madero fue un engaño. Un engaño para someter a los enemigos principales de Madero y Anaya, a Felipe Calderón y a Margarita Zavala, y al clan de estos, encabezado por Ernesto Cordero y al menos otros 23 senadores. Hoy el grupo de Anaya y Madero es más fuerte y poderoso. Está integrado no sólo por 109 diputados federales y 24 senadores, sino por 11 gobernadores. Y por las circunstancias nacionales, podrían recuperar la Presidencia de la República para el PAN. Hoy Anaya, y un Madero reciclado —dicen quienes los conocen y saben—, van a jugar otra etapa de su proyecto: — Van a apoyar a Javier Corral, el gobernador triunfador de Chihuahua que logró sumar varias fuerzas y personajes alrededor de su proyecto, para que se construya como un fuerte aspirante por la candidatura presidencial del PAN y así anular definitivamente a Margarita Zavala y a Rafael Moreno Valle. — Y, al final, si las circunstancias se los permiten, ser alguno de ellos dos (Madero o Anaya) el abanderado del blanquiazul... — Y si no, pues colocar convenientemente a Corral en Los Pinos. El Gran Engaño que han escenificado podría darles grandes resultados. Ellos lo saben.
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90% repudia excesos de la CNTE y avala el uso de la fuerza pública para acabar bloqueos Por Rafael Abascal y Macias
• La mitad de los entrevistados afirman que el principal problema de la educación en México es la mala preparación de los maestros; seguido de la falta de escuelas y que no existen mecanismos adecuados para la participación de los padres de familia. • Prácticamente 9 de cada 10 encuestados están en contra de las actividades de la CNTE, manifestaciones, bloqueos, plantones y violencia, al punto de desesperación y alta tensión social. • Alrededor del 90% de los participantes en el estudio exigen el uso de la fuerza pública, dentro de los ámbitos de la ley, para hacer imperar el Estado de derecho y que termine la creciente impunidad; están tan desesperados, que plantean que de no hacerlo las autoridades, lo harán ellos, con sus fuerzas y medios.
La encuesta I.- En lo general 1.- ¿Según usted cuáles son los principales problemas que enfrenta la educación en México? La mala preparación maestros Falta de escuelas No involucran padres de familia
48.9%* 29.7%** 15.1%***
II.- Sobre la Reforma Educativa 2.- ¿Está usted de acuerdo con la Reforma Educativa aprobada por el Congreso de la Unión? Sí 87.8%* No 10.1% No contestó / No sabe 2.1%
* Nueve de cada 10 entrevistados afirman que están plenamente de acuerdo con la Reforma Educativa aprobada por el Congreso de la Unión. III.- Sobre las demandas de la CNTE 3.- Está usted de acuerdo o en desacuerdo con que se dé marcha atrás a la Reforma Educativa aprobada por el Congreso, como lo plantea la CNTE De acuerdo 10.4%* En desacuerdo 87.6%** No contestó / No sabe 2.0%
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* Poco más del 10% de los participantes en el estudio están de acuerdo con que se derogue la Reforma Educativa, como lo exige la CNTE. ** Nueve de cada 10 de los encuestados afirman que por ningún motivo están de acuerdo con que se dé marcha atrás a la Reforma Educativa. IV.- Estrategias de presión política de la CNTE 4.- En su opinión ¿se justifica o no que para lograr dar marcha atrás a la Reforma Educativa, los maestros de la CNTE? 4.1.- Realicen marchas en calles y avenidas. Se justifica 11.3%* No se justifica 86.5%** No contestó / No sabe 2.2%
* Poco más del 11% de los encuestados justifican que los maestros de la CNTE se manifiesten para lograr que se derogue la Reforma Educativa. ** Nueve de cada 10 de los participantes en el estudio afirman que no se justifica de ninguna manera que se manifiesten para dar marcha atrás a la Reforma Educativa, que aprobó el Congreso por la mayoría de los mexicanos y que es parte de nuestra Constitución. 4.2.- Que tomen casetas en las carreteras, detengan camiones y dejen el paso a los automovilistas sin pagar peaje. Se justifica
8.5%*
Percepciones sobre la Reforma Educativa y la CNTE: encuesta para medir las opiniones entre los sectores medios de la población
No se justifica No contestó / No sabe
88.9%** 2.6%
* El 8.5% de los entrevistados justifica que los maestros de la CNTE tomen las casetas, ya que es una manera de presionar al gobierno federal, para lograr sus demandas. ** Nueve de cada 10 de los encuestados aseguran que no se justifica la toma de casetas ya que dañan los derechos de terceros, sus familias y la economía, que no tienen que ver nada en el conflicto magisterial; es un delito y muchas veces queman coches o camiones, dañando el patrimonio de particulares. 4.3.- Que realicen bloqueos en calles, avenidas y carreteras, así como aeropuertos. Se justifica No se justifica No contestó / No sabe
9.3%* 87.6%** 3.1%
* Cerca del 10% de los participantes en el estudio aseguran que justifican que los maestros de la CNTE realicen bloqueos, ya que es la forma de atraer la atención de los medios masivos de comunicación y presionar a las autoridades municipales, estatales y federales, para lograr sus propósitos. ** Prácticamente el 90% de los encuestados aseguran que no se justifica de ninguna manera los bloqueos de los maestros de la CNTE, ya que afectan a la sociedad, van contra los derechos ciudadanos, la paz y la economía, así como al turismo; exigen la intervención de la fuerza pública. 4.4.- Que realicen actos violentos, destruyan o quemen cosas. Se justifica 5.7%* No se justifica 89.4%** No contestó / No sabe 4.9%
* Cerca del 6% de los encuestados afirman que se justifica que los maestros de la CNTE realicen actos violentos, ya que es la forma en que les tengan miedo y las autoridades no les hagan nada o respeten. ** Nueve de cada 10 de los participantes en el estudio afirman que no se justifica de ninguna manera los actos de violencia, amparados en la impunidad, que afectan a la sociedad, su tranquilidad y seguridad. 4.5.- Que hagan plantones en el centro o plazas públicas de ciudades. Se justifica No se justifica No contestó / No sabe
9.8%* 86.6%** 3.6%
** Prácticamente el 90% de los encuestados aseguran que no se justifica de ninguna manera los plantones de los maestros de la CNTE, ya que afectan a la vida de la sociedad, van contra los derechos ciudadanos, la paz y la economía, así como al turismo. V.- Posición ante las acciones de la CNTE 5.- Los maestros de la CNTE continúan haciendo marchas y bloqueos, a pesar de que están en pláticas con la Segob; ¿qué deben hacer las autoridades Federales? Usar la fuerza Tolerar a los maestros No contestó / No sabe
88.4% * 7.7% ** 3.9%
* Nueve de cada 10 participantes en el estudio plantean enérgicamente el uso de la fuerza pública, dentro de la ley en la materia y siguiendo los protocolos para estos casos; es necesario terminar con la impunidad y que impere el Estado
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de derecho. La mayor parte de la sociedad mexicana ha sido agredida por la CNTE de múltiples maneras y han quedado indefensas, sin que los tres niveles de gobierno cumplan con su deber. 6.- ¿Qué piensa usted de la mesa de diálogo entre la Segob y la CNTE? Pérdida de tiempo Derrota del gobierno Se fortalece la CNTE Otros No contestó / No sabe
36.7% * 25.2% ** 20.4% *** 13.1% 4.6%
* Cuatro de cada 10 encuestados afirman que la llamada “Mesa de Dialogo en Segob” es una verdadera pérdida de tiempo y que no conduce a nada. VIII.- Reflexiones finales I.- En lo general • Sobre los problemas de la educación en México, los entrevistados perciben tres problemas fundamentales: la mitad de ellos afirman que es la mala preparación pedagógica de los maestros; cerca de un tercio considera que es la falta de escuelas; y más del 15% aseguran que no hay mecanismos o espacios institucionales de participación de los padres de familia; que repercute en detrimento de la educación e impide tener una visión integral. II.- Sobre la Reforma Educativa • Nueve de cada 10 de los participantes en el estudio apoyan decididamente la Reforma Educativa aprobada por el Congreso de la Unión; afirmando que es la vía para modernizar a México y superar los problemas estructurales. Que partes de la Reforma Educativa apoya • Que para obtener una plaza es obligatorio que los maestros aprueben un examen: Alrededor del 89% • Que no se puedan vender o heredar las plazas de los maestros: Más del 90% • Que para recibir aumentos de sueldo los maestros deben aprobar favorablemente un examen de evaluación: El 87% • En caso de que un maestro no apruebe tres veces el examen de evaluación, que ya no pueda impartir clases: Más del 78% • Cuando un maestro no asista tres veces a clases de manera injustificada, cause baja del servicio magisterial: El 77% Los resultados de la encuesta muestran con claridad que nueve de cada 10 ciudadanos pertenecientes a las clases medias están a favor de la evaluación magisterial, como el mecanismo por excelencia para garantizar la calidad en la educación. Asimismo, terminar con vicios que habían dañado estructuralmente a la práctica educativa, como por ejemplo: la venta o herencia de plazas, que había negociado la CNTE desde hace décadas con gobiernos —de diferentes signos políticos— y que al paso del tiempo se fueron pervirtiendo en detrimento de la educación; ya que llegaban a dar clases maestros que no estaban debidamente preparados para la docencia y sin ningún estímulo para mejorar pedagógicamente.
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III.- Sobre las demandas de la CNTE El 87% de los encuestados está en desacuerdo con la demanda la CNTE, que se dé marcha atrás a la Reforma Educativa aprobada por el Congreso de la Unión para mejorar la calidad de la educación, mediante la creación de un Instituto de Evaluación Magisterial, que garantiza el mejoramiento profesional de los maestros y con ello recompensas salariales. El movimiento de la Coordinadora magisterial no tiene sustento entre la mayoría de los mexicanos, es crecientemente antipopular por las acciones violentas que realiza y en contra de la sociedad. IV.- Estrategias de presión política de la CNTE Más de 88% de los ciudadanos —de los sectores medios— participantes en el estudio afirman que no se justifican de ninguna manera las acciones emprendidas por la Coordinadora magisterial para dar marcha atrás o derogar la Reforma Educativa, como son: • La realización de marchas en calles y avenidas: Más del 86% • Que tomen casetas en las carreteras, detengan camiones y dejen el paso a los automovilistas sin pagar peaje: El 89% • Que realicen bloqueos en calles, avenidas y carreteras, así como aeropuertos: Alrededor del 88% • Que realicen actos violentos, destruyan o quemen edificios o vehículos: Poco más del 89% • Que hagan plantones en el centro o plazas públicas de ciudades: Cerca del 87% • Que suspendan clases en las escuelas: Más del 89% • Que le falten al respeto a otros maestros, ciudadanos, autoridades y policías: Poco más del 90%
Prácticamente el 90% de los encuestados aseguran que no se justifican ninguna de las estrategias de los maestros de la CNTE para presionar a las autoridades, ya que afectan a la vida de la sociedad, van contra los derechos ciudadanos, la paz y la economía, así como al turismo. Los resultados del estudio muestran de manera creciente, reclamos a las autoridades de los tres niveles de gobierno por parte de las organizaciones empresariales, de tiendas, bancos, restaurantes, entre muchos otros, para que hagan imperar el Estado de derecho y que se respete la ley. La gran mayoría están a punto de quebrar y lastiman a la sociedad, hay tal grado de desesperación y tensión social, que han manifestado, que de no actuar las autoridades por medio de la fuerza pública, ellos lo harían con sus propios recursos y fuerzas. V.- Posición ante las acciones de la CNTE A pesar de que los maestros de la CNTE están en pláticas con la Segob, continúan haciendo marchas y bloqueos, por lo que nueve de cada 10 encuestados, plantean a las autoridades Federales el uso de la fuerza pública —mediante los protocolos que señala la ley en la materia— para terminar con las acciones de la CNTE, que han llegado más allá de los límites tolerables, poniendo en riesgo la gobernabilidad y la convivencia ciudadana, dentro del Estado de derecho. El equipo de encuestadores señala que la gran mayoría de los participantes en el estudio muestran un estado de ánimo alterado, están enojados, desesperados; se sienten desprotegidos e indefensos ante las acciones de la Coordinadora magisterial y no se explican por qué las autoridades no aplican la ley
y están fomentando la impunidad; donde todos los costos los están pagando los ciudadanos, en perjuicio del libre tránsito, su seguridad y la de sus familias, así como de su patrimonio. Los sectores medios afirman que el movimiento de la CNTE representa a una minoría —entre el 9% y el 7% según los resultados de la encuesta— es decir, sin respaldo social y afectan a la gran mayoría —alrededor del 90%— por lo que no entienden, por qué las autoridades no intervienen, como es su deber Constitucional; de ahí su desesperación e impotencia ante esta situación, que ya dura demasiado tiempo y con violencia creciente. VI.- Posición ciudadanos —clases medias— Al preguntar sobre qué deberían hacer las autoridades de los tres niveles de gobierno para solucionar el problema magisterial con la CNTE, dieron tres respuestas interrelacionadas y contundentes:
Esta cifra reprobatoria es el nivel más bajo de apoyo ciudadano en lo que va del sexenio a la figura presidencial y a su gestión pública, como es en este caso, la Reforma Educativa, al no tomar a tiempo las estrategias para frenar este movimiento y permitir el desarrollo de acciones por parte de la CNTE, por fuera de la ley, lastimando a los ciudadanos, la sociedad y su patrimonio, así como sus derechos humanos. La CNTE tiene en los hechos —la percepción ciudadana— cotidianos doblegado al gobierno Federal, sin tener bases sociales y actuando con impunidad creciente, lo que ha generado que grupos empresariales empiecen a tomar acciones, tanto para frenar a los maestros, como exigir al presidente Enrique Peña Nieto la aplicación del Estado de derecho. Vemos signos preocupantes de ingobernabilidad y de preocupante perdida de legitimidad de la figura presidencial.
• La mitad de los encuestados aseguraron que había que aplicar la ley • Cerca de un tercio, usar la fuerza pública • Y más del 13% proteger a la sociedad
De estas respuestas, más del 83% de los encuestados plantean la aplicación de la ley y el uso de la fuerza pública, que tiene como prerrogativa el Estado Mexicano; el resto exige a las autoridades de los tres niveles de gobierno, el cumplir con su deber, que es la protección de los ciudadanos y la convivencia sociales. Es decir, cerca del 97% de los participantes en el estudio piden a las autoridades —de manera inmediata o lo antes posible— la aplicación del Estado de derecho para resolver las acciones de la Coordinadora magisterial; que a juicio de ellos, ya han rebasado los límites de manifestaciones sindicales, llegando a la violencia, vandalismo y sin respeto a las personas, su patrimonio e integridad, sin ningún respeto a las leyes, retroalimentados por la impunidad que se les ha permitido. VII.- Calificación ciudadana Al preguntar a los ciudadanos participantes en el estudio cómo calificarían —del uno al diez— la actuación de las autoridades de los tres niveles de gobierno frente al problema magisterial de la CNTE, su respuesta fue: Una calificación
La encuesta se realizó con apoyos de la revista y Diario Indicador Político, del periodista y Maestro Carlos Ramírez y Prospecta Consulting a escala nacional. Marco muestral: Secciones Electorales reportadas por el INE en los estados de la República Mexicana; aplicando un sistema aleatorio simple. Con 1 mil 443 encuestas útiles, cara a cara, en sus domicilios, realizadas a mujeres y hombres mayores de 18 años, entre clases medias —aplicando los criterios del inegi—; utilizando como herramienta de recolección de datos, un cuestionario diseñado para este caso, que cumpliera con los objetivos del estudio. Nivel de rechazo a la entrevista: 32.9%. Grado de validez de 98.5% y un error estándar de +/- 2.6%, del 25 al 29 de Julio del 2016.
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Los encuestados a escala nacional reprueban la gestión gubernamental —de municipios, estados y federación— en torno a las acciones de la Coordinadora magisterial, ya que su inacción ante actos de violencia y fuera de la ley, han fomentado la impunidad y aumentado la violencia en sus formas de presionar al gobierno; esta extorción magisterial la está pagando la sociedad, llevándola a niveles de desesperación sumamente riesgosos. Y al preguntar a los encuestados de cómo calificaría — del uno al diez— la actuación del presidente Enrique Peña Nieto frente al problema de la Coordinadora magisterial, su respuesta fue: Una calificación
Vitrina metodológica.
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3.0
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Juegos Olímpicos:
Me río con Río
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a historia de los Juegos Olímpicos es fascinante. Ya sea revisando su etapa antigua o la etapa moderna, las crónicas revelan heroísmo, destreza, competencia, dejando el alma en la proeza alcanzada y la determinación ante las condiciones más adversas, justipreciándose así la calidad de los atletas que intervienen cada cuatro años en la justa olímpica.
Van los mejores o al menos los que consiguieron su pase y ello determina claramente el talante de los protagonistas de cada edición. Los Juegos asignados a la ciudad de Río de Janeiro han sido polémicos desde el primer instante. No puede negarse que la oposición a la sede brasileña ha provenido de los mismos de siempre, que desean acaparar las oportunidades. La demeritación del esfuerzo brasileño aunado a condiciones adversas del país sudamericano —inexistentes cuando se le adjudicaron los Juegos— ha contribuido a acrecentar la polémica. La crisis política brasileña sólo ha sido la gota que derramó el vaso, colando desaciertos como la escacez de recursos, encarecimiento de la vida, la agudización de la crisis de 2008, el zika y errores en la organizaión del torneo, venidos en cascada de infortunios, comprometiendo su verificación exitosa, que de cualquier manera lo ha sido. Sin embargo, la mala prensa ha perseguido a esta justa deportiva, a veces con razón y muchas veces sin ella. El Olimpismo per se siempre ha enfrentado dificultades, pero en contraste Río es una cadena de paradojas. Grandes momentos deportivos y algunos desastres logísticos, sorteados con razonable éxito. Sus críticos olvidan que también a ellos les han pasado desastres y peores, y no sólo deportivos. Río de Janerio nos ha dejado magníficas escenas irrepetibles. Desde pedidas de matrimonio, heterosexuales y homosexuales, hasta competidores bajo otras banderas, y los refugiados y los independientes. Escenas de verdadero heroísmo y esfuerzos ingentes por estar allí. Hemos acompañado a sufrir, a disfrutar el desempeño de los competidores, entusiasmándonos con sus escenarios, su entrega, su manifiesta alegría. En eso, los JJ.OO. no han decepcionado, cumpliendo las emociones que deparaban. Sí, hubieramos deseado estadios más llenos. Sólo puedo agradecer de nuevo haber tenido la enorme oportunidad de asistir a la ceremonia inaugural, que fue emocionante. Puedo contar que ingresar en orden al estadio fue sencillo, aun tratándose de un espectáculo de tal magnitud. La gente ordenada, dedicó mucho tiempo a comprar comida en los anda-
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Por Marcos Marín Amezcua
dores del sitio, donde se notaba cierto frenesí y la alegría de haber llegado la fecha. La noche anterior vi la algarabía que causó el paso de la antorcha por el barrio de Copacabana. La gente fue entusiasta. El día de la inauguración Río se sentía vibrante. Aun quien no acudió al estadio no quiso perderse la ocasión. Eso sí, cuando empezó la ceremonia, los asistentes tardaron mucho tiempo en incorporarse. Cierto es que habría sido muy conveniente hacer llamados como en el teatro. Como el presidente Temer tiene muy mal cartel y tiene mucho que temer, no lo anunciaron, pero no fue óbice para que lo abuchearan en cuanto se oyó su voz declarando inaugurados los Juegos. Claro, ese momento lo iba a encabezar Rousseff y ya sabemos en que anda ese jaleo. Ni los Juegos han detenido el proceso judicial y legislativo que la sujeta. Las emociones de la noche inaugural anticiparon lo que ya vimos después. En el desfile olímpico se puede vitorear el paso de los contingentes que a uno le entusiasmen. Yo me avoqué en los que me interesaban. Me di el lujo de aplaudir a los iberoamericanos, con lo bien recibidos que fueron por el público, destacadamente la Argentina, pero México se llevó un sentido aplauso de gran mérito no solóo por no ser o vecino o por contar con afinidades políticas recientes, que no hay tales, sino por una relación de ida y vuelta muy cercana de siempre, porque ambos pueblos se miran con respeto y afecto (mientras no jueguen fútbol, ya se sabe). Durante el desfile olímpico uno puede ver las miserias y las riquezas de este mundo; así ha sido siempre. Fue espectacular dentro de su austeridad, siguiendo a días frenéticos en la capital carioca, donde era posible ver gente entrenando ciclismo o para la maratón o practicando deporte en la afamada playa de Copacabana, porque justo allí se sentía el ambiente olímpico, no exento de alguna protesta política aprovechando como es natural, la presencia de extranjeros. El abanderado de Tonga fue ovacionado porque parecía un stripper. Fue un momento de humor sublime. Mi aplauso sentido fue a los independientes y a los refugiados, a Italia y a Portugal —ovacionado de pie por el público— a los chinos y a Francia, la Gran Bretaña y a Brasil por llegar a ese momento, que ha pasado dificultosos procesos. Merecía una noche espetacular, formidable y la obtuvo, como la describía la prensa carioca a la mañana siguiente. Un diario titulaba su encabezado diciendo: Mas Que beleza! recordando esa sabrosa “País Tropical”, muy cantada por los asistentes al acto. Mi silencio fue para Corea del Norte, la amenazante a México, a Siria, porque su gobierno me irrita y no sé hacia dónde va, a los Estados Unidos de América, porque… que les aplauda quien les deba algo. En este caso venía yo de aplaudir a España y a otros contingentes. La gente cercana aplaudió a Estados Undios y yo me quedé sentado observado a un lado y otro, lo cual hizo a mi silencio más notorio aún, por fortuna. Tenía a unos rusos detrás de mí que al paso de México se quedaron callados. No tenían porqué aplaudir. Cuando
pasó su país, aplaudí porque me nace hacerlo. Y cuando pasó Ucrania, aplaudí más fuerte, porque a mí no se me va de las manos que Rusia le robó Crimea a Ucrania y mi solidaridad es con ese país. Pero es cierto que la gente se va al sanitario y a comprar comida cuando el desfile se alarga. Y cerca de mí la seguridad sacó a un ambulante. La entrega del público a cada número presentado y al secundar las canciones más emblemáticas del repetorio brasileño de fama mundial, era encomiable y contagioso, a la altura del orgullo nacional que inundó el estadio al ver la bandera de Brasil ondeando tras entonar el himno nacional. Propios y extraños aplaudimos muy sentidamente. La justa olímpica en Río nos ha dejado grandes momentos en una ciudad con maravillosos escenarios, si bien con su seguridad cuestionada. Mas es exhuberante, recordándonos que Brasil se ha construido a contrapelo de una naturaleza prodigiosa e indómita. Sus afamandas playas conviven con su vida nocturna y su acervo más preciado. El complejo olímpico ha de redituarle a Brasil impulsar su deporte. En relación a la afición brasileña, no está muy conforme con los resultados de su delegación. El país sede no tiene que ganar los Juegos obteniendo más preseas, como le sucedió a la Gran Bretaña en 2012, pero si que puede contar con un desempeño razonablemente decoroso, como se lo planteó España en el 92. Y tomar lo hecho como parámetro e impulsar su deporte de aquí en adelante, como lo hicieron Canadá o Corea del Sur. México desaprovechó su oportunidad y seguimos pagando las consecuencias. Los JJ.OO. nos dejan la oportunidad de ver competidores del planeta entero, midiéndose en cada competencia. En una carrera coinciden personas de los cinco continentes y de todas las razas. Es un tema de razas y posibilidades. A un mismo tiempo. Las mujeres negras han rebasado a las espigadas chinas. Las caribeñas han lidiado con las africanas y los europeos han ganado el mayor número de preseas en su conjunto. Y los chinos por todas partes ganando medallas. Esta vez los Estados Unidos se alzan con un triunfo rotundo… metiéndole una zancadilla a los rusos, a los que han sacado en parte. Por la redes sociales hemos visto los Juegos al completo, con su diversidad de países y deportes, celebrando el triunfo de los independientes, o de la kosovar, las mujeres árabes y las victorias y derrotas de los nuestros; porque ellas permiten ver la variedad de deportes, algunos donde no participa México y ver medallistas épicos, que estos Juegos fueron de muchas primeras veces. El antideportivismo también asomó. En las estadounidenses malas perdedoras frente a las suecas, en la kirguisa que le niega la mano al réferi frente a la india, que igual en el egipcio que niega caravana, mano y honores al israelí. Sume usted la que perdió la zapatilla, el que cayó, se levantó y ganó, el chapuzón de la rusa o ciclistas que derriban a sus competidores frustando 4 años de entrenamiento y espera, y la bahameña que se arroja a la meta sacando ventaja. Hay errores bochornosos y
otros dramáticos, que se volvieron verdaderos accidentes como el del gimnasta francés. Mención aparte merecen dos temas: a) el jolgorio brasileño en el graderío, que se cuestiona, pues el público no guarda silencio y su barullo desconcentra en ciertos deportes. Mi respuesta es muy sencilla: es Brasil, un pueblo bullanguero como los latinoamericanos. Sí, en efecto no guarda silencio pero en sus calles, en el metro, así son. Punto. No hay mala fe (salvo en los abucheos a los contrarios a Brasil). Cuando sean los juegos en el mundo anglosajón o en el Polo Norte, que se rijan por la idiosincracia del anfitrión. Aquí el anfitrión es afable y es lo que hay. Voy más: en las carreras por ejemplo, las latinoamericanas (no sólo brasileñas) arengaban al público a que aplaudieran. Así que es cosa de pueblos y culturas. ¿Qué no es lo mismo el tenis que las carreras que entusiasman? Puede ser, pero el pueblo es el mismo. Y b) la bochornosa actiuación de los dirigentes deportivos mexicanos, no de los atletas, que lo han dado todo en la gran mayoría de los casos, obteniendo diplomas olímpicos entre los primeros 8 lugares. Aquellos son una vergüenza. Deplorable el papel del lunamielero Alfredo Castillo al frente de Conade. Las dudas se han confirmado: es un incapaz en materia deportiva. Y señalarlo a él es hacerlo a Peña Nieto, quien lo colocó allí. El amiguismo sin méritos ha permeado, desafortunadamente. ¿De dónde y con qué criterio lo nombraron al frente de Conade? No negaremos que enfrenta intereses de federaciones y el COM amafiados, que no venden piñas, hábidos de recursos públicos sin desear transparentarlos, pero lo visto supera todo. Además, no podemos soslayar los recortes presupuestarios que calcinaron el apoyo panista al deporte. Merecemos ceses y rendición de cuentas de todo ese dinero público despilfarrado en magros resultados de los atletas a su cargo. Mietras el mundo deporteaba consiguiendo medallas, lo nuestro ha sido evidenciar la corrupción de nuestros dirigentes. No se vale. Hay mucho dinero público allí y eso implica dinero de todos, como para que se obtengan estos resultados y se justifiquen con declaraciones absurdas de parte de Castillo. México merece mejorar su papel en unos JJ.OO. y merece mejores autoridades deportivas. Es una vergüenza las condiciones de preparación y comparecencia de nuestros atletas. No corresponden a un país rico, yendo con carencias graves en la logística que debió de protegerlos y tutelarlos en el proceso y en los resultados que muchos obtuvieron, alcanzados con más dignidad que la de Alfredo Castillo, cuando que debimos llevar una delegación triunfadora de haberse seguido los parámetros que ya con el PAN se habían alcanzado. Es reclamante desde luego, porque van nuestros impuestos de por medio. No debió dejarse el deporte en manos de gente avariciosa e incompetente, como la que lo regentea. Sólo resta felicitar a los atletas que dieron la vida en cada oportunidad. Muchos nos lo demostraron y eso es su verdadera y más valiosa medalla. Por fortuna, los Juegos Olímpicos son más que el inútil de Castillo. Eso debemos de entenderlo, que su concepto es mayor que el deporte mexicano y sus taras. Por fortuna, y este mal trago seguramente será diferente con otra clase de autoridades federales, sí, posiblemente de otros partidos políticos, porque no vamos a callarlo: con el PRI en materia olímpica retrocedimos de una forma pasmosa y escandalosa. Inmerecida.
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Los Pinos 2018: en busca de la Silla Embrujada Por Armando Reyes Vigueras
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a carrera por la candidatura presidencial de 2018 está en pleno apogeo. La aparición constante de información acerca de partidos y aspirantes que buscan llegar a la meta, genera que este tema se haya incorporado a la agenda de medios y que en las redes sociales sea uno de los más manejados.
Las apuesta empiezan a correr y las herramientas estadísticas —con todo y su desprestigio en parte por la falta de concordancia con los resultados electorales y, en parte, por la propensión de muchos a tomarlas como pronósticos— también contribuyen a que este tema sea uno de los favoritos para los aficionados al futurismo. Entrando en materia, podemos apreciar cómo se han movido los números de los partidos y aspirantes. Comencemos por los partidos, de agosto del año pasado —fecha de una encuesta levantada por Parametria— a agosto de 2016 —con los datos de la encuesta de Reforma—, nos podemos dar cuenta que la pelea es, principalmente y por partido, entre el PRI y el PAN, con una tendencia decreciente del primero y una ascendente del segundo.
En lo que respecta a los aspirantes, tenemos un escenario en el que la dispersión de las preferencias hace que las apuestas se crucen por varias combinaciones y que no se tenga claro el panorama en lo que toca al priismo y al campo independiente. En el PAN, Margarita Zavala parece encaminarse a convertirse en la candidata, aunque en la aduana interna deberá enfrentar a Ricardo Anaya y a Rafael Moreno Valle; en el PRD, Miguel Ángel Mancera también se presenta como el más seguro candidato, a pesar de los esfuerzos de Graco Ramírez y Silvano Aureoles; en Morena no hay más que Andrés Manuel López Obrador, en tanto en el PRI los mencionados Miguel Ángel Osorio Chong, Eruviel Ávila, Luis Videgaray, Aurelio Nuño, José Antonio Meade y Manlio Fabio Beltrones —más los que pudieran sumarse en el tiempo que quede entre hoy y la fecha en que se dé a conocer al abanderado tricolor— no terminan de despuntar o de convencer del todo. Con todo, nos esperan meses interesantes en esta carrera por la Silla Embrujada. Carrusel 2018 Como figuras públicas, los aspirantes a la Silla Embrujada continúan viendo bajar y subir sus bonos en función de sus
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estrategias y de sus acciones. En el primer grupo tenemos a Margarita Zavala de Calderón y Andrés Manuel López Obrador, personajes que sin duda se han caracterizado por manejar muy bien sus agendas e imagen para así encabezar las preferencias electorales. De hecho, se espera una fuerte batalla entre la panista y el líder de Morena en la campaña 2018. En el segundo grupo se ubican el resto de los aspirantes, quienes dependen de sus puestos y acciones para repuntar o padecer las consecuencias de malas decisiones. Es el caso de Miguel Ángel Osorio Chong, Luis Videgaray, Aurelio Nuño y Miguel Ángel Mancera, los cuales son evaluados constantemente por sus actos lo que se refleja en el carrusel que se ha convertido la competencia por el 2018. Temas como las negociaciones con la CNTE, el manejo de las contingencias ambientales en la Ciudad de México, las finanzas públicas, son muestra de que las aspiraciones pueden verse favorecidas o afectadas por malos manejos de este tipo de problemáticas o por la falta de atingencia al momento de enfrentar una crisis. Mención aparte merece Manlio Fabio Beltrones Rivera, quien luego de su salida del PRI ha sabido construir un espacio propio para apuntalar su proyecto, del cual se especula mucho y se sabe menos. Habrá que esperar a, en el marco del próximo Informe de Gobierno, si los cambios en el gabinete lo incluyen o sí esa será la fecha de arranque de su proyecto, para integrarse —quizá— al primer grupo de aspirantes. Finalmente, en el bando independiente, la aparición de varios aspirantes ha generado que las preferencias se fragmenten entre Jaime Rodríguez Calderón, Jorge G. Castañeda, Juan Ramón de la Fuente, Pedro Ferríz de Con, Gerardo Fernández Noroña y otros que pudieran llegar a sumarse a la carrera, ha generado que si bien en algunas encuestas este grupo supere los 10 puntos porcentuales, no se muestre como una opción sólida entre la ciudadanía, aunque su potencial de crecimiento es alto si lograrán establecer una estrategia en común para apoyar al más adelantado.
Los libros de la sucesión Rubén Narvaez: teoría y práctica del tapadismo Entre los libros que abordan el fenómeno del “tapado”, el texto de Rubén Narvaez se caracteriza por la proliferación de anécdotas que enmarcan el proceso de sucesión presidencial, desde el creador de dicho concepto, Plutarco Elías Calles, hasta José López Portillo. Las páginas de esta obra nos llevan por la historia no contada de las relaciones de los hombres del Poder, sus acciones para colocarse cerca del dedo del gran elector, las maquinaciones para desbarrancar a los adversarios, así como la forma en que distintos presidentes jugaron con los aspirantes en su muy particular ajedrez político. Otro atractivo del texto tiene que ver con la parte humana que nos ofrece de diversos mandatarios, lo cual contrasta con las imágenes que nos enseñaba la historia oficial. Así, por ejemplo, Ruiz Cortines es presentado como un hábil manipulador que lo misma alienta a varios secretarios, que esconde sus verdaderas intenciones con frases ingeniosas. El anecdotario es, quizá, el principal atractivo de la obra. Ruben Narvaez. La sucesión presidencial, teoría y práctica del tapadismo. Ed. Instituto Mexicano de Sociología Política, México, 1981. Madero: libertad de sufragio Obra pionera en este campo, La Sucesión Presidencial de Francisco I. Madero no sólo abrió el debate sobre la necesidad de acabar con una dictadura, sino que sentó las bases de lo que debería ser el sistema político mexicano. La obra tiene la virtud de plantear alternativas para el país, para establecer las instituciones que rijan una democracia en forma. “Para salvar a nuestra patria del inminente peligro que la amenaza, debemos hacer un vigoroso esfuerzo, organizándonos en partidos políticos, a fin de lograr que el pueblo esté debidamente representado y pueda luchar en las contiendas electorales, para que salga de su sopor, se fortalezca por medio de la lucha y conciba un amor más grande a la patria”. Madero expone en su libro la necesidad de romper con una dictadura tan añeja, pero no ve la lucha armada como el camino para lograr la democracia en México. “Podemos hasta admitir que haya sido necesario para el país que lo gobernara treinta y dos años con mano de hierro el general Díaz; pero lo que sí rechazamos en lo absoluto, es que sea conveniente que este régimen se prolongue”. Las conclusiones, hacen énfasis en que el paso de un régimen dictatorial a uno democrático debe ser sin las armas, en una verdadera transición como la que han experimentado otras naciones a lo largo del siglo XX. La propuesta central, “libertad de sufragio, no reelección”, resume lo que Madero cree es el punto central de la transformación del sistema político mexicano de ese momento. “Por último, la Patria está en peligro y para salvarla es necesario el esfuerzo de todos los buenos mexicanos”.
Francisco I. Madero. La Sucesión Presidencial Ed. Epessa, México, 1983. Historias del Tapado La historia de la sucesión presidencial, ha estado marcada por los lazos de amistad del presidente en turno y su sucesor, aunque en algunas ocasiones eso no ha definido la inclinación del mandatario en turno para elegir a quien dejará en su posición. En ocasiones, la amistad es el menor de los lazos, en tanto que en otras oportunidades ayuda a entender la decisión. De amistades y más En la historia de la sucesión presidencial, los lazos de amistad ayudan a entender la forma en que se definió a favor de los elegidos la decisión del Presidente en turno. Como una facultad exclusiva del mandatario y jefe del partido, la designación del sucesor seguía un proceso que tenía su punto culminante en el “destape”, acto que ungía al nuevo depositario del Poder presidencial. Las razones que llevaban al Presidente de la República —hasta 1994, conviene recordarlo— a inclinar la balanza a favor de uno de los miembros de su gabinete, eran variadas, entre las que se encontraba el factor de la amistad. Calles y Obregón eran amigos y socios en el proyecto de institucionalizar la Revolución Mexicana. El asesinato de Obregón evitó que Calles pudiera nombrar a otro de sus amigos, pues estos escasean en el medio político. Pero no ocurrió lo mismo con Ávila Camacho y Miguel Alemán, quienes eran amigos, a grado tal que el segundo acompañó al primero desde la campaña electoral. Díaz Ordaz y Echeverría no eran propiamente amigos, pero lo aparentaban. De hecho Díaz Ordaz reconoció que su error más grande fue designar a Echeverría candidato. Echeverría y López Portillo se hicieron amigos en el sexenio 70-76, y eso ayudó a definir al elegido. Salinas de Gortari trató de llevar a su amigo Colosio Murrieta a la silla presidencial, pero el atentado en Lomas Taurinas frustró la intención. Por supuesto que en el caso de los 12 años de presidencia panista, no se puede hablar de amistad entre el presidente en funciones y el candidato presidencial blanquiazul. Lázaro Cárdenas era amigo de Francisco J. Múgica pero no puedo hacerlo candidato. Miguel Alemán cultivó muchas amistades que lo siguieron hasta el gabinete presidencial, en especial Fernando Casas Alemán, pero la candidatura recayó en Adolfo Ruiz Cortines quien no era del círculo cercano. Ruiz Cortines no era amigo de López Mateos, su sucesor, pero lo consideró llegado el momento por encima de otros personajes de su gabinete que elogiaba con frecuencia. Así, la amistad es un factor más que el Presidente de la República en la época hegemónica del PRI, tomaba en cuenta para determinar a quién convertiría en candidato del partido con todo lo que eso implicaba, incluyendo el triunfo en las urnas a pesar de la voluntad popular.
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Amalia García vs.
Ricardo Monreal
CDMX
Por Jaime Enríquez Félix
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mbos intentan aparecer en la boleta electoral del 2018 buscando la que será la primera Gubernatura de la naciente Ciudad de México. Ambos fueron gobernadores de Zacatecas. Amalia dejó pasar a Ricardo y Ricardo dejó pasar a Amalia cobrándole una cuota de 60 por ciento de los alcaldes y de otro tanto de los diputados. Para ello, Ricardo Monreal tuvo que traicionar a su mejor amigo, Tomás Torres Mercado con el clásico “Perdimos, compadre. Perdimos”. Amalia y Ricardo se confrontaron en el gobierno de Amalia. En el de Ricardo, Amalia fue respetuosa. Ella puso un candidato del PRD en el 2010, que perdió la contienda contra uno de Monreal, Miguel Alonso, que tocó todas las puertas de todos los partidos donde nadie lo aceptó. Con una maniobra estilo Monrealista, fue registrado por uno de los partidos paraestatales contemporáneos y finalmente el PRI con 12 años de sabático, le dio albergue al candidato de Monreal. Amalia García buscará ser candidata por su partido de siempre. Su lealtad al PRD —del que fue Presidenta Nacional— ha sido absoluta. Si el candidato a Presidente de la República es el “independiente” Miguel Ángel Mancera, las cosas se facilitarán para ella, pues podrá acordar con el ahora jefe de Gobierno el paso de ambos: una para candidata al gobierno de la Ciudad de México y el otro como candidato al gobierno federal. Ricardo Monreal buscará ser candidato por Morena. Pero la tiene difícil dado que Martí Batres lleva mano y tiene una larga historia como funcionario y legislador en la Ciudad de México: es el candidato natural. Su verdadera oponente es Claudia Sheinbaum delegada de Tlalpan. El otro opositor de Morena es Andrés Manuel López Obrador, quien nunca permitirá un liderazgo real y fuerte en el partido que él ha creado. El pejelagarto reparte las senadurías, las gobernaturas y hasta las regidurías: lo hace “democráticamente” en una tómbola donde sale siempre el elegido por él: sólo basta que meta más papeles con el nombre del que ha “sembrado” como su favorito. No hay pierde. La competencia presidencial es difícil. López Obrador sabe que la tercera puede ser más “la vendida” que “la vencida” e impedirá a toda costa el nombramiento del zacatecano en la Ciudad de México. Amalia García es hija de un gobernador de Zacatecas. Ricardo Monreal es hijo de un cacique de comunidades de Fresnillo y con influencia solamente en una pequeña región. El padre de Amalia fue embajador de México en Filipinas entre otros encargos como el de Presidente del Tribunal de Justicia del Estado de Zacatecas. El papá de
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Ricardo no pudo ser diputado. Amalia fue asambleísta, diputada federal, senadora, gobernadora y hoy tiene un puesto de secretaria en el gobierno de la Ciudad de México. Ricardo Monreal es delegado de la más complicada demarcación de la Ciudad y en su administración no ha reparado nada ni reparará, dada la situación de múltiples cabos sueltos que sufre la Cuauhtémoc. Pero además, Ricardo no llegó para gobernar, sino para ver si desde allí es posible para él alcanzar la Jefatura o Gobernatura de la entidad. Ricardo Monreal tiene 34 propiedades a nombre de él o de algún familiar, más las que tiene con prestanombres, sobre todo edificios en el bulevar que une los municipios de Zacatecas y Guadalupe. Amalia García vive desde hace muchos años en un modesto departamento en la colonia Narvarte. La forma de hacer política de Amalia García es cuidadosa y respetuosa. Trabaja para integrar grupos, muy contrario de la forma de ser de Monreal que se basa en el golpeteo y en obtener recursos de donde le sea posible, así provengan de gobiernos locales o federales: para él la Moral es “un árbol que da moras”. Amalia García busca la transparencia financiera en sus gestiones y nunca ha favorecido la corrupción. Los zacatecanos no vemos con gusto esta disputa, dado que no se percibe en ella beneficio alguno para las comunidades de nuestra entidad que han sido abandonadas por quienes emigran a los Estados Unidos buscando alguna oportunidad laboral, así sea de lavaplatos. Sin embargo, no deja de ser un orgullo que un paisano tenga un gran hueso en la Federación o en otros niveles de gobierno. Zacatecas requiere de inversiones de largo plazo, promoción turística, planear la extracción minera y la educación de calidad que genere potenciales plazas de trabajo. El pueblo termina por ser indiferente ante disputas que no resuelven su cotidianeidad tan complicada. Nuestros paisanos en la arena política nacional habrán de resolver sus asuntos sin nuestra bendición, ya que no pudieron ellos resolver los nuestros.
Parejas presidenciales; el poder compartido
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Por Jesús Sánchez
o terrible del poder es no poder”, reza un dicho popular en ese pequeño segmento que lo padece.
Y hay quien hará todo lo que esté a su alcance para no perderlo nunca. Hace décadas que aquel mito de que el poder presidencial es unipersonal se ha derrumbado. Y aunque el tema no es nada nuevo, lo que vemos hoy en la escena política opaca los hoy deslucidos oropeles en los que transcurrieron vidas célebres como la de Los Perón en Argentina y la verdadera fuente de inspiración, Los Ceauçescu en Rumania. Historias aparte son las protagonizadas por aquellos que lograron ampliar su permanencia en el poder por la vía de la reelección, como el caso muy reciente del presidente de República Dominicana, el economista de 64 años, Danilo Medina, quien juró “ante Dios y ante el pueblo” por segunda ocasión para un periodo de 2016 a 2020. Con la pena, ya no podrá ir a un tercero. Otro ejemplo más dramático es el de Evo Morales que después de 10 años en el poder perdió el referendo que permitiría cambiar la ley para darle entrada a un nuevo periodo de gobierno. El 66 por ciento de los bolivianos dijeron “NO”. Y en Perú, un político que en ocasiones dirige la orquesta, Pedro Pablo Kuczynski, le ganó en las urnas a Keiko Fujimori, la hija del malquerido expresidente Alberto Fujimori. El poder parece una enfermedad congénita que también se transmite de padres a hijos. Los poderópatas Pero el de las parejas presidenciales es otra dimensión. Nada que ver con aquel pragmático poema de Mario Benedeti “fifty fifty”. La combinación de servicio público llega a confundirse con el amor o al revés, en nombre del amor y la lealtad se quiere justificar la permanencia en el poder. Y vea usted si no. “Quien mejor que la compañera”. Se le escuchó decir a Daniel Ortega, líder vitalicio del Sandinismo en Nicaragua, quien para conseguir un tercer periodo en la Presidencia nominó a su pareja la poeta Rosario Murillo al cargo de vicepresidenta. Una versión Cuarta Región de House of Cards. Un amplio reportaje de Octavio Enriquez en La Prensa —impecable e imperdible— da santo y seña de esta singular pareja que el próximo año cumplirá diez años en el gobierno. Entrevistada por el propio Enriquez, la socióloga Sofía Montenegro define a Los Ortega como “una de las parejas más delirantes con una desmedida ambición por el poder y la riqueza”. En suma, son la máxima expresión en la sociopatología del poder. Ortega ha recurrido a todo para anular a la oposición, eliminó vía tribunales la competencia del Partido Liberal Independiente, y desaforó a 28 diputados. Una manera nada democrática de eternizarse en el poder. Esto mereció que el ex presidente Óscar Arias lanzara un llamado a los nicaragüenses para abstenerse de lo que ya huele a farsa electoral.
Los Ortega gobiernan fifty fifty. Y Daniel Ortega que hizo suya —literalmente— la bandera del Sandinismo que llevó a la caída de Somoza, se casó con la poeta en 2005. Algo truculento ocultan Los Ortega pues la hija de la poeta es su principal crítica de la pareja. Lo que ocurre en Nicaragua es surrealista, refiere en su investigación periodística Octavio Enriquez. Amor y mucho poder El amor y el poder son combinaciones explosivas pero no imposibles. Nadie olvida el episodio que protagonizaron Álvaro Cólom y Sandra Torres en 2011 cuando Los Cólom se divorciaron para que ella pudiera postularse a la presidencia de Guatemala. “Fue un verdadero sacrificio por la gobernabilidad del país”, justificó Álvaro. Pero con tan mala suerte que después del las lágrimas por la separación, Sandra se postuló con el partido Unidad Nacional de la Esperanza (UNE) pero el tribunal electoral no le aceptó el registro y quedó fuera. En 2015 compitió otra vez pero quedó lejos. Todo por amor al poder. Hoy gobierna Jimmy Morales, hasta 2020. Los Zelaya en Honduras. Xiomara Castro, esposa de Manuel Zelaya derrocado por un golpe en 2009, mostró sus aspiraciones presidenciales pero luego corrigió y optó por apoyar la reelección de su esposo “Mel”. La pareja implacable tiene un objetivo preciso en la vida, volver a la presidencia. Pero eso lo intentarán en 2018. Nicolás Maduro y Cilia Flores en Venezuela son los herederos del poder de Chávez. Doña Cilia es “la primera combatiente”. Otra historia que hoy es tragedia nacional es la de Los Kirchner en Argentina, clones modernos del peronismo pero derrotados en las urnas por Mauricio Macri. Néstor Kirchner estuvo en el poder de 2003 a 2007 y Cristina hasta 2015. Poder y dinero y un pueblo empobrecido es parte de la trama. Historias más cercanas y conocidas. Los Clinton es otra historia donde todo se perdona. Hillary es hoy candidata con amplias posibilidades de derrotar a Donad Trump y llegar a la Casa Blanca. Sería la primera mujer candidata en la historia de EU y Los Clinton la primera pareja en ocupar la presidencia. Lo que ocurrió con las parejas presidenciales en México el siglo pasado, es para el anecdotario. Lo que ocurre en pleno siglo XXI es lo tangible. Los Fox en México, sexenio en el que Martita buscó el empoderamiento pero no pasó a mayores. Los Calderón. Margarita pasó de ser la primera dama en buscar la candidatura de los comicios del 2018, ya sea con los colores del PAN o de manera independiente. El fardo se llama Felipe. En el caso del presidente Enrique Peña, un error de su pareja en la compra de una casa, lo obligó a apurar el Sistema Nacional Anticorrupción, y a pedir perdón. Coincido con la socióloga Sofia Montenegro, la dictadura familiar en el poder parece epidemia. Septiembre, 2016
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