Mollete literario 35

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Director: Carlos Ramírez

Julio 15, 2016, Número 35, Tercera Época

Por Paul Martínez / pág. 9


El verbo leer como el vermo amar y el verbo soñar, no soporta imperativo.

Jorge Luis Borges

Editorial Los libros tienen la palabra

E

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n varias crónicas del México de mediados del siglo XX había una costumbre muy sana en parte de la sociedad citadina. Parte de las vacaciones de verano, a medio año escolar (antes el ciclo escolar era de febrero a noviembre), estudiantes de secundaria, preparatoria y universidad iban de paseo a las librerías. Buscaban las novelas del momento, las historias de personajes e incluso la ciencia ficción que se atrevía a describir cómo sería la vida en la gran urbe en este Siglo XXI. En el Centro de la ciudad había corredores de muchas librerías. Incluso en la Alameda Central había una hermosa librería con más contenidos para niños que para adultos. Los libros eran accesibles a los bolsillos. Las ediciones económicas ponían al alcance todos esos libros. Por ejemplo: La Iliada o cualquier obra de Julio Verne costaba 9 pesos viejos, cuando la paridad peso dólar era de 12.50. Hoy sería de 15 pesos nuevos el costo de esos libros. Editorial Porrúa era famosa por sus ediciones de bajo costo, clásicos como El Quijote de la Mancha costaban 30 pesos de aquella época, 50 pesos de ahora. Había un culto al libro. En cada casa, por humilde que fuera, había una pequeña biblioteca y se leían más libros de papel que ahora. ¿Qué pasó? Pocos libros de ciencia ficción lograron adivinar que en nuestros tiempos actuales habría muchos videojuegos que alejarían a los jóvenes de las librerías y que los libros se encarecerían mucho. Ahora una novela cuesta entre 350 y 500 pesos, pero hay libros más caros. En este periodo de vacaciones de verano, para variar, regresemos a las librerías. El paseo se convertirá en un encuentro con el pensamiento, la reflexión, el humor, la historia y todo lo trascendente que tiene una obra. Recordemos que por siempre los libros tendrán la palabra. ¡Palabra!

Lectura Veloz Por Luy

Índice 3

Letras Torcidas Por César Cañedo

5

Sin cambios Por P.I.G

7

El año sin verano / La ausencia de Dios Por José Camarena

9 12

La invención de Morel: la creación como punto de contacto con el otro Por Paul Martínez Estilo rico, estilo pobre Por Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

14

Érase una vez y colorín colorado Por René Avilés Fabila

17

Memoria de un personaje que no existe Por Ulises Casal

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Llora pro nobis Por Canuto Roldán

20 21

Sueño sobre un guión para una película de Pixar clasificación D Por Luis Villalón La visita Por Ximena Cobos

El Mollete Literario Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General carlosramirezh@hotmail.com Lic. José Luis Rojas Coordinador General Editorial joselrojasr@hotmail.com Monserrat Méndez Pérez Jefa de Edición y Diseño Consejo Editorial René Avilés Fabila Wendy Coss y León Coordinadora de Relaciones Públicas Raúl Urbina Asistente de la Dirección General

El Mollete Literario es una publicación mensual editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A. y el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva 15670. Certificación en trámite por la Asociación Interactiva para el Desarrollo Productivo, A. C.


AndreA Por César Cañedo @chocorrols chocorrol_x@hotmail.com

Si como afirma el griego en el Cratilo,

feminista vital,

tu nombre es nombre de hombre allá en Italia

de flor y obra,

algo del macho que me das me llega

qué de soñar un mundo diferente

pero es mucho mayor tu femenino

las tardes de Copilco navegamos.

y te agradezco.

Juntamos las familias y los reinos,

Madre de mis hijos,

y Mita me recibe en el espejo,

amiga sin reparos,

estirpática estirpe de locura,

escucha de tu marlin escabeche,

rabia abyecta, diabéticos timbales,

nácar de voz melosa y busto erecto

ser del cuadro de honor,

sospecho que Culichi con de El Fuerte

labrar la tierra,

pactado estaba el encontrar chilango,

paliar en el dolor la razón áurea,

y familia forjamos al instante,

sabiendo de los riesgos y deshoras

del hospiciar a errados sinaloenses,

sincrocínicamente abrimos fuego

y bailar y comer con la tambora

al matrimonio rito en la Lomita.

y amar a tantos hombres mientras tanto.

Casona y biblioteca,

Consejera, cosiste de mis ebras

abrir la llave

con tu perfecto sastre abuelolúdico,

a los afectos que nos dan sentido,

y retazamos tantas veces juntos

tanto abrazar la vulva calidueña

el agrietado mundo tan cerrado

es también ser feliz

de nuestra infancia y los primeros besos,

e ir de tu mano.

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Paisanaje Por César Cañedo @chocorrols chocorrol_x@hotmail.com

Para A. E. Quintero

La tarde tiene un gato que se muerde la cola de otro gato para no estrangularse. Bigotal maullativo sodomizas

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a Caín que conjura la tristeza en una vieja y sucia tostadora. No hay simiente ni pan que te consuele saberte errado niño y sinaloense, paciente esperas descorrer el rímel de una vida marchita porque duele. Pájaros engarzados te anticipan cuando cantas melódico y desnudo y un alpiste nocturno son tus versos,

sabio poeta antiguo y deslenguado que enseñas a volar no eclosionado. Invítame al Parnaso, que llegaste sin cita ni etiqueta y siempre luces, ¿será entonces que la melancolía es la carta mayor de la poesía? Me resisto a caer porque mi vuelo paracaidista sube pajarrabo altazorado lemebelúnico pherlongenésico estrellado en los huevos con machaca de piar y ser ave abigaelplúmica.


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M

e encuentro sentado en un lugar público cualquiera. Miro a la gente paseándose como hormigas, el tumulto recorriendo las calles, de arriba abajo, hacia todos lados. Las tiendas abarrotadas, bombas materiales que explotan a diario en este tipo de lugares, con esta clase de gente, a lo largo y ancho de la ciudad. Aquello se contempla como una constante, de día o de noche. Ocurre mientras descansamos, mientras vagamos; en el momento justo en el que alguien mendiga una moneda en cualquier suburbio; cuando tenemos sexo con la mujer, pareja deseada o la pareja obligada, a la misma hora y en el

instante mismo en que otros derrochan su riqueza y unos, los más, extraen una evidente educación enfermiza a través de sus televisores, mientras vomitan carcajadas de lujuria y morbo alejados de toda razón o justificación. Un policía golpea a un indigente por no tener identificación, un sacerdote viola a un infante en plena misa dominical; judíos saqueando sus propias joyerías. Compras de pánico en la tienda de esclavos. La contaminación abunda, confluye en los puntos centrales de las calles. La reticencia progresiva inunda de basura las catedrales, los templos, las sinagogas, y los rezos se esfuman tan pronto como


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los mortales cruzan la puerta de salida para de nueva cuenta formar parte del mundo y de su inexorable proceso de putrefacción. El Sol perece en un horizonte plagado de monstruosas escenas de protervia. La rutina está a punto de desfallecer y es momento de huir a las guaridas para descansar (sic) de un día de trabajo en este raquítico mundo. Estás listo para ir a dormir, y mañana, al despertar, te encontrarás con que todo sigue igual. Al día siguiente todo estará bien, no habrá disturbios, nada de maldad, nadie colocará bombas en las estaciones de trenes ni intentarán degollar a los disidentes; a todas las ofertas se le dirá sí y todos los tratados serán firmados en conferencias que todos aprobarán. No habrá litigios, nadie pregunta, nadie demanda, no existirán preocupaciones porque todo está bajo control, porque vamos por buen camino y nada necesita cambiar. Por esa razón es que mañana será completamente igual. El dinero se mantendrá como regidor omnipotente de la vida de los mortales, abundará la nesciencia, y la moralina, moldeada por la televisión y la prensa, seguirá siendo el almuerzo de las tardes. Este es tú mundo hoy, y mañana, al despertar, será exactamente igual: juegos, violencia, miedo, furor; la ira a punto de desbordarse, la

traición y la mentira como franquicias exclusivas del componente mental humano. De igual forma que ayer, mañana llorarás y reirás. Te manifestarás por todo, por nada, por lo que te enferma, por las imperfecciones, gracias a que todo es una mierda. Todo está jodido, muerto, todo cuanto existe es asqueroso. Ya lo viste y lo viviste, ayer fue así, hoy lo es y mañana lo será. Nada de reacciones, relajación en todos lados. Tomarás las cosas que no te pertenecen. Existe el bienestar, estás obligado a sonreír y vender tu voto ciudadano como ofrenda a los beneficios que te brindan tus marioneteros. Cómo pensar de otra manera si no existe otra manera de vivir. ¿Por qué?, ¿es acaso porque ellos tienen problemas, o es acaso porque nosotros tenemos problemas? O tal vez porque todo está jodido y a nadie le importa. A nadie le interesa sacrificar una fracción de su tiempo a cambio de solucionar los problemas que a nadie atañen. A ti no te compete y no te afecta en lo más mínimo, a ella tampoco y menos a mí, por eso es que mañana todas las cosas serán iguales, se mantendrán en el mismo lugar y las verás inmutables hasta el final de los tiempos. Hablo acerca de las armas, de las palabras a las que recurres con frecuencia casi desenfrenada; de las heridas que provocas con tus actos, de la abyección con la

que los mortales suelen contaminar los paraísos artificiales. Nada de pesadillas, ni filias ni fobias. En realidad no puedes cambiar tu forma de pensar. Todo es tan sistemático, que el Sol ahora es gris y el cielo blanco, tu Dios tiene cuentas interminables en los bancos y su ninfa preferida es tu vida, y pese a ello te sientes bien… lo suficiente para no reclamar. Y seguirás repitiendo las fórmulas de ayer, y mañana lo volverás a hacer porque no te hastías, no te abruma en lo absoluto la rutina. La tuya es una vida fornicada y te sientes orgulloso de ello. Es terrible y enfermizo, y mañana será igual. No tienes de que preocuparte porque no habrá cambios: utilizarás la misma ropa, leerás los mismos libros y escucharás la misma música; es más, hablarás y sentirás de la misma forma que ahora lo haces. Por heso es qe al ler estás lineaz no tendhrás provlema alghuno en disertar lo inefable de tan terrible situación y elidir un acto paliativo será tan asequible como discordante es que trates de entenderlo. Por eso es que puedes dormir tranquilamente, pues mañana, al despertar, te encontrarás con que todo es igual. Al día siguiente todo estará bien, no habrá disturbios, nada de maldad, nadie escribirá cosas como estas y tampoco habrá quien las quiera leer.


El año sin verano / La ausencia de Dios Por José Camarena camarenajp@gmail.com

There is not wind enough to twirl The one red leaf, the last of its clan, That dances as often as dance it can, Hanging so light, and hanging so high, On the topmost twig that looks up at the sky. (Samuel T. Colleridge del libro The Complete Poems)

Creo que este año tampoco tendremos verano. La última manifestación de este extraño fenómeno fue hace 200 años, y todos andaban con más miedo espiritual que meteorológico, pese a que las circunstancias atmosféricas indicaban que el viento, la lluvia y el trueno se unirían en un sólo poder que haría recordar que el universo no estaba todavía domesticado. Y lo peor es que ese miedo estaba basado en un temor a un Dios mal aprehendido, cimentado más en Su aparición que en Su olvido. Mientras el mundo en que toda vida muere y toda muerte vive1 se olvidaba de la estación más cálida en 1816, un hombre resignado ante el fin del mundo catalizó a sus invitados con una pregunta: ¿Por qué no escribimos cada uno de nosotros un cuento de fantasmas? 2 Al menos eso es lo que dice la historia hecha lírica, hecha crítica, hecha lírica otra vez, sobre lo que sucedió en la Villa Diodati antes de que Dios se ausentará por un verano del mundo en el que lo único que debería dar miedo es la incapacidad de hacernos cargo de aquel

otro que construimos3.

1 John Milton, El paraíso perdido. 2 Lord Byron les propuso a Percy Bysshe Shelley, a John William Polidori y a Mary Shelley. 3 La frase es de Rosa Beltrán.

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Así fue como llegaron a nuestros días de lecturas canónicas Frankenstein, El vampiro y otros poemas que la academia decidió no recordar porque ya era suficiente con Colleridge y con, acaso, Godwin. Por eso es que me acerqué a una de las mil bibliotecas de la Ciudad de México para encontrar algo extra sobre esas vacaciones que realmente fueron un claustro de excesos en donde se creó el grupo literario con menor duración de la historia. Yo iba, con sinceridad, tras alguna historia erótica, alguna orgía entre los convidados, algo más allá de lo escritural, lo conocido, lo ya redactado por todos y que se puede encontrar

sencillamente con algo de ahínco y mala suerte.4 ¿Qué me encontré? Algo mucho mejor: la historia de un personaje que no se registra en ningún lado más que en el diario de Edward Williams, mejor amigo de Percy Shelley, con quien nadaba, navegaba y narraba hasta sus muertes en el Ariel5, su nave de mar favorita, que se fue a pique con todo menos este diario. Resulta una contribución a la historia anatómica de los secretos mejor 4 Por ejemplo, el texto de José de la Colina: La mamá del monstruo de Frankenstein. 5 Curiosamente, esto significa león de Dios en hebreo.


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guardados el hecho de hecho, Mary Shelley que nunca, nunca, apano era un objetivo reciera este personaje “El diario de Williams dice que real del reto, no más cuando se habló de esa que su esposo o que Shelley le contó la historia de reunión en la Villa Dioel propio Polidori), dati. ¿Por qué? Porque el Lord decidió ineste hombre como si fuera algo cluir a este hombre este personaje no era ni doctor ni escritor ni un poco en sorna, acesorio de los hechos en el amigo de las familias… un poco en arreera el pescador de la no-verano de 1816 en Suiza, sin bato. El diario dice región de los baños que la idea surgió saber que era el eje alrededor de Évian que llevaron cuando Byron fue a del que orbitaron todos los para remar, para cobuscar al pescador a cinar, para hacerla de su covacha y enconescritores en esa estadía paje silencioso. tró prendas de muEl diario de Wijer que acusaban a Fantasmagoriana, incluisdas lliams dice que Shelley Claire, la hermanaslas mujeres en su papel de le contó la historia de tra de Mary Shelley. este hombre como si Fue en ese instante anfitrionas de lecho”. fuera algo accesorio de en el que Byron senlos hechos en el no-vetó a la mesa al homrano de 1816 en Suiza, sin saber que era bre y le dijo que si quería ser parte del el eje alrededor del que orbitaron todos grupo por ese periodo de tiempo tenía los escritores en esa estadía Fantasmago- que contribuir con algún escrito de fanriana, incluidas las mujeres en su papel tasmas, de miedo, de reivindicación del de anfitrionas de lecho. Este diario del ambiente frío. De rechazar el desafió, el que hablo ni siquiera tiene su propia único pago sería la muerte por ahogo edición, es tan sólo un agregado a docu- en el mar de Ginebra, lugar que no lementos “científicos” del siglo XIX britá- vantaría sospechas debido a la tormenta nico. Llegué al escrito por una búsqueda que se escuchaba fuera. digital de todos los nombres vinculados Noches después, según el diario, el a los apellidos Byron (George Gordon), hombre le entregó a Byron un pliego de Shelley (Wollstonecraft) y Polidori. Lo papel doblado y las prendas de mujer que hojeé ya es parte de lo que cuento. que ya no acusaban a Claire, sino que Este pescador suizo fue ama de lla- la entronizaban como algo semejante a ves, cochero y mozo. Este pescador sui- la divinidad. Esa noche, según el propio zo también fue escritor. Como el ejer- Byron, la pasó traduciendo/descifrando cicio catalizador de Byron no diera los el escrito del pescador para encontrarse frutos que en el momento esperaba (de con unos tantos versos de los que sólo

queda la versión en inglés romántico: These lips are mute, these eyes are dry; But in my breast, and in my brain, Awake the pangs that pass not by, The thought that ne'er shall sleep again. My soul nor deigns nor dares complain, Though grief and passion there rebel; I only know we loved in vain… I only feel… Farewell! … Farewell!6 Más adelante Byron le agregó la primera estrofa a ese poema adjudicado a su obra; luego, en ese mismo viaje a la siguiente noche, cuando fue a buscar al pescador para “felicitarlo”7 no lo vio nunca más. Por eso creo que ese pescador tiene que reconocerse como Prometeo, no sólo por haber robado la inspiración a los dioses y ofrendarla a los mortales, sino porque su castigo fue el anonimato en el verano que, como él, nunca existió. Ahora que lo pienso, el descubrimiento de este detalle inocuo y desvalido de nada sirve si no fuera porque este año tampoco habrá verano. Lo único es que sí, no habrá verano y eso no es nuevo… pero Dios ya lleva ausente desde 1816 y no creo que vaya a regresar. 6 Secos están mis ojos, extinguida mi voz pero, al dejarte, de mi vida se adueña para siempre un gran dolor. Aunque el pesar y la pasión torturan mi corazón, quejarse no le es dado... Yo sólo sé que en vano hemos amado... Sólo puedo sentir... ¡Adiós! ¡Adiós! 7 En el diario, Williams afirma que Byron confesó las intenciones de matar al pescador, tal y como le había advertido, ahogándolo en el mar más cercano.


La invención de Morel: La creación como punto de contacto con el otro

Por Paul Martínez sparring_loto@hotmail.com @sparringloto

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L

a invención de Morel es sin duda alguna, una de las obras cumbres de la literatura latinoamericana, escrita por Adolfo Bioy Casares y publicada por vez primera en 1940; en ella Casares narra la historia de un fugitivo, el cual llega a una isla solitaria, sobre la que se hallan algunas construcciones abandonadas. Todo parece ir de lo más normal hasta que el personaje comienza a sentir que no está del todo solo. La “aparición” de nuevos personajes dentro la isla viene a darle un giro completamente original a la historia. Personajes que son en parte hologramas y en parte recuerdos de alguien más, producidos por una extraña maquina capaz de generarlos una y otra vez hasta la eternidad. Una memoria perene que vive a través de las mareas que llegan a la isla. El juego entre los hologramas y el fugitivo, produce una relación bastante peculiar, donde se mezclan de manera superpuesta la vida en tiempo real y la vida sin tiempo de las memorias holográficas. Es en este punto donde Bioy Casares comienza a plantearnos la pregunta trascendental de su trama, nos lleva de la mano del fugitivo a discernir entre la ficción y la realidad, o mejor dicho, entre el tiempo real y el tiempo de los recuerdos.


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Si bien la novela está considerada como una obra maestra de la ficción, es precisamente su cualidad de gran obra la que nos obliga a intentar trasladarla a la realidad que habitamos; leerla nos obliga a preguntarnos a nosotros mismos ¿qué de lo que percibimos es parte de una alucinación y qué es lo que da solidez a la realidad? ¿Vivimos una realidad que transcurre al mismo paso que el tiempo o, por el contrario, habitamos una realidad sin tiempo que sólo utiliza el tiempo real como un medio donde poder ser reproducida? Casares propone tres posibles soluciones para su personaje, tres direcciones a seguir para cada posible lector. Tres hipótesis sobre lo que ocurre y cómo la invención hace posible está aparente anomalía, en la que dos acontecimientos distantes en su creación conviven en el mismo espacio temporal. La primera solución que pone Casares al alcance de su personaje es la esquizofrenia, la posibilidad de que la mente trabaje mucho más rápido que el resto de los sentidos y que por este medio se produzca un engaño autoinflingido. Una dislocación entre el tiempo pensado y el tiempo vivido. Cuando se

habla de esquizofrenia usualmente figuramos a aquellos que pasan el día completo hablando solos, al menos esa es la idea dominante, personajes que hablan con realidades que nos es imposible corroborar, es decir, individuos que conviven con una realidad dislocada de la nuestra, enfermos mentales los llamamos. Sin embargo es fácil encontrarnos de pronto, caminando por la calle, algunos individuos que sin más, parecen estar dentro de una intensa conversación sin que sea posible verificar si en efecto existe una contraparte que responda a sus palabras, convenimos,

para hacer más fácil la convivencia, en que efectivamente del otro lado de su hands free existe alguien escuchando y manteniendo la conversación. De cualquier modo, para los espectadores que “aparecemos”, al modo de los hologramas de la novela, resulta imposible comunicarnos con ellos. ¿No es acaso esto suficiente para considerarnos a nosotros mismos, al menos en parte, esquizofrénicos? En la novela de Casares, el fugitivo teme ser descubierto por aquellos nuevos personajes que aparecen en la isla, es este temor lo que le impide en una primera instancia entablar comunicación con ellos, al contrario, prefiere evitarlos. Es el temor a ser lo que lo detiene. Sin embargo la historia continúa y con ella el personaje se descubre a sí mismo con deseos de comunicarse con una mujer que aparece en la isla, algo parecido al amor es lo que mueve al fugitivo a buscar al otro. De tal modo que la esquizofrenia no es del todo una opción válida para el personaje de Casares, pues si bien, ¿si todo se trata de una figuración mental,

“Si bien la novela está considerada como una

obra maestra de la ficción, es precisamente su cualidad de gran obra la que nos obliga a intentar trasladarla a la realidad que habitamos; leerla nos obliga a preguntarnos a nosotros mismos ¿qué de lo que percibimos es parte de una alucinación y qué es lo que da solidez a la realidad? ¿Vivimos una realidad que transcurre al mismo paso que el tiempo o, por el contrario, habitamos una realidad sin tiempo que sólo utiliza el tiempo real como un medio donde poder ser reproducida?


es sólo el temor lo que nos impide comunicarnos con esa creación que nosotros mismos hemos proyectado? Una vez vencido el temor, el fugitivo de Casares intenta comunicarse con una de las apariciones sin encontrar respuesta, pues esta se encuentra, más tarde lo descubrirá, dentro de un plano distinto a su realidad. En nuestro caso, si tuviéramos la valentía de intervenir en la conversación “imaginaria” de estas alucinaciones que hablan por teléfono a nuestro lado sin posibilidad de comunicación con nosotros ¿Cuál sería la respuesta de nuestros hologramas? Seguramente algunos insultos o si corremos con suerte la simple indiferencia. La indiferencia de los personajes “holográficos” hacia el personaje central de la novela de Casares, le obligan a buscar una nueva opción. Al verse reducido a simple circunstancia, deja de lado su gran papel de fugitivo buscado para convertirse en solitario en busca del contacto del otro. Es la voluntad de ser lo que lleva al fugitivo a ponerse bajo riesgo, incluso de muerte pues su crimen alcanza las dimensiones necesarias para tal castigo. Para su situación, no ser, y morir, resulta casi equivalente. En nuestro caso, me atrevería a apostar que todos, sin excepción, preferiríamos ser el personaje más importante en nuestras vidas. Ser reducido a simple background de cualquier historia nos resultaría insoportable. La vida del individuo de nuestra época, sin una historia personal, resulta tan incomprensible como la muerte del mismo. La segunda opción que Bioy Casares otorga a su personaje, es la de la convivencia en realidades paralelas. En la novela de Casares, el personaje descubre la existencia de una máquina que produce tales hologramas, una tecnología todavía incipiente que conserva los recuerdos intactos y que cuenta con la capacidad de representarlos en tiempo real, una grabación de lo real que puede superponerse a la realidad. La tecnología de nuestros días todavía no alcanza las alturas que Casares propuso como solución. Sin embargo es quizás comparable a esas cámaras fotográficas que reproducen cuadro a

cuadro las experiencias, pletóricas de imágenes vacías que pretenden llenar un espacio que ya no pueden ocupar. La superposición del pasado en el presente se ha convertido no sólo en algo casi posible, sino ampliamente deseado, buscamos con ansiedad un pasado que por demás está decirlo, es irrecuperable, pero que precisamos para componer nuestra historia personal. Así pues, al modo del fugitivo intentamos aprehender la memoria propia, e incluso la ajena, para componer nuestra propia historia, para poder ser. La triada de posibilidades que propone Casares cierra de manera aterradora la historia. Al descubrir el mecanismo de la máquina, el fugitivo se da cuenta de que él mismo forma parte de una nueva grabación que se reproducirá hasta la eternidad, que se ha convertido en una nueva figura holográfica que alguien más podrá recuperar luego para, posiblemente, repetirse las mismas preguntas. La repetición hasta el infinito conlleva casi siempre la vacuidad. Equiparable a la idea del eterno retorno, blandida por Nietzsche, el fugitivo llega a la conclusión de que su presencia en esta isla resultará inútil si no consigue comunicarse con esa otra realidad que se superpone a la propia. Se ve desatado de su propia historia, condenado a la levedad. Casares no da una solución a este problema, el fugitivo muere y todo lo que puede hacer es consignar su deseo para quienes vengan en la posteridad.

Bastará con imaginar un poco, para darnos cuenta de que no estamos más seguros que el fugitivo de Casares, de un destino tal, es decir, de una muerte que sólo apele a la súplica para encontrar sentido a nuestra vida. Los tiempos que corren nos ponen delante de situaciones en las que más que una comunicación real con quienes nos rodean, vivimos dentro de una realidad virtual. Cada vez más la tecnología a nuestro alcance produce realidades holográficas, y al mismo tiempo, nos va convirtiendo en personajes virtuales para los otros. Casares propone la invención como una suerte de artilugio que pueda salvar al individuo ante la angustia de no saber distinguir entre aquello que es real y lo que se presenta sólo como una ficción. Recupera la idea cartesiana de dudar de todo excepto del poder dudar, la realidad para el fugitivo es tan comprobable como aquello que resulta tangible a sus sentidos, la realidad del fugitivo es no sólo aquello que tiene una consistencia sólida y con lo que se puede interactuar, sino también y quizás en igual medida, todo aquello que podemos percibir, así sea por mero engaño de la tecnología, todo esto sólo en tanto podamos a través de la información recibida, producir un nuevo mensaje que pueda comunicarnos con aquellos que están por venir, es decir, Casares propone la creación, como un método mediante el cual el individuo puede volver a conectarse con el otro.

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Estilo rico, estilo pobre Manu de Ordoñana, Ana Merino y Ane Mayoz

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ste es el título de un libro que ha sido todo un hallazgo. Nos ha abierto los ojos y nos ha hecho estar alerta ante lo que leemos y escuchamos. Cada vez que nos ponemos a redactar un artículo, ¡miedo nos da! escribir cualquier frase. Ojalá todas nuestras palabras sean las adecuadas para hacer un pequeño resumen de lo que contiene. Está dirigido a esas personas que realmente se preocupan por la forma de expresión, por escribir sin muletillas, con las palabras exactas y necesarias.

El Mollete Literario

El español no es la lengua materna de Luis Magrinyá (Palma de Mallorca, 1960) y esa distancia que mantiene de observador y aprendiz le ha valido para darse cuenta de todos los errores que se cometen. Filólogo, traductor, trabajó en la RAE y es escritor de varios libros de cuentos y de una novela. El contenido de este libro rompe varios estigmas: por un lado, desconfiar, en la justa medida, de los diccionarios, ya que no siempre dan fe de las condiciones de vida de las palabras, de su construcción, de sus relaciones…, ya que no siempre son del todo iluminadores y tampoco recogen todas las variantes de la lengua que, como todo ser vivo, cambia constantemente. Y por el otro, ratificar que la lengua es el instrumento de la literatura, lo que a veces no es tan obvio. En todas las artes y oficios se exigen conocimiento y dominio del medio con que se trabaja, de ahí que pensar la lengua es la primera condición del escritor. En el estilo rico, la riqueza, la varie-

dad, la belleza, la funcionalidad, la intensidad… serán los nobles objetivos a alcanzar, pero no siempre se acierta con ellos. En el estilo pobre, el tema principal es la falta de atención, de reflexión. La polisemia, las palabras comodín… habrá que evitarlas. Todo esto se da por el desconocimiento de las posibilidades de la lengua. El trabajo de documentación realizado por el autor es inmenso, amplio y muy diverso, aparecen múltiples ejemplos extraídos de novelistas, políticos, periodistas, incluso de la telebasura. Resultan inesperados los ejemplos de muchas plumas autóctonas y de muchos laureados literatos. Cuando indica la mala utilización de un verbo o de una expresión, alude a su procedencia. Y cuando ésta es el inglés reafirma su gran influencia y lo perjudicial que ha sido, aunque no se le puede culpar de todo. Si para decir que uno es “honesto” en vez de “honrado” o “sincero” no hace falta saber inglés (honest), para sufrir un “trauma” no hace

falta tampoco tener ni la más remota idea de quién era Freud. Vamos a ver varios aspectos que se comentan en el libro y que a nuestro juicio ilustran muy bien el trabajo del autor: En ocasiones para evitar la repetición se utilizan palabras nada acertadas para lo que se quiere decir y, otras veces, las palabras repetidas no tienen el mismo significado. A los que aspiran a tener un “buen estilo” les han inculcado que la repetición deriva en una prosa pobre y cansina. Pero no todos los sinónimos valen como sustitutos; aunque tengan el mismo significado, no siempre se corresponden en el plano material de las palabras. Por ejemplo, tener miedo, no es intercambiable por poseer miedo. Aquí vemos claramente que hay ciertas expresiones fijas que no se pueden alterar, pero que por no repetir se alteran y el resultado resulta ambiguo y poco adecuado. No olvidemos que uno de los requisitos de un buen estilo es el uso de combinaciones estereotipadas.


Todos los sinónimos no siempre son equivalentes, su significado varía en función del contexto. Además, es conveniente ser selectivos, moderados y precisos, para no caer en desaciertos como: Haz que le siga uno de tus hombres de confianza, aseveró contundente; Bastante tiempo ha vivido usted gratis, rebuznó el administrador. Se tiende a confundir la disponibilidad con la sinonimia. Se ha sustituido el verbo decir creyendo que el estilo será más “rico” y “expresivo”; en cambio, el resultado es que se antepone la profusión a la exactitud. Algunos verbos se convierten en comodínes porque se ponen de moda, usurpan el lugar a los otros y se termina por abusar de ellos. El uso repetido de verbos como “provocar” y “usar” revela una actitud muy desagradecida ante las posibilidades de la lengua, que se ven así tan pobremente aplanadas como desperdiciadas. En cuanto al léxico penal, se tiende a vincular las metáforas a los delitos y casi nadie se da cuenta de ello. Así, por ejemplo, cuando no aparece “cometer” suplantado vulgarmente por el omnipresente “realizar”, nos sentimos autorizados a reclamar su presencia:… incluida la capacidad para realizar asesinatos. Asimismo, para el DRAE, “perpetrar” sigue siendo solo “cometer, consumar un delito o culpa grave”, pero para muchos escritores se perpetran obras artísticas: Sin embargo, ¿qué necesidad tenía de perpetrar una novela?, El destino (…) no me dejó en paz hasta que perpetré un cuento póstumo. Hay cierta teoría que define el lenguaje literario como el que más se aparta de la norma y relaciona el estilo con presencia y sonoridad. Mucha gente aplicada en “escribir bien” se lo ha creído: si algo suena raro, complicado, si no es lo que uno diría todos los días entonces es que tiene que ser “literario”. Que una palabra sea de uso frecuente no significa que sea un coloquialismo ni una vulgaridad. Parece que se rigen por esta máxima: para qué va uno a tener estilo si no se va a notar. Fijémonos en que a veces, “todo”

sobra y alguna vez falta. Todo lo que sabía era que quería matar a alguien, ¿y si se omite la palabra “todo”? El hombre explota al hombre y eso es todo. También podríamos omitir esta muletilla porque no aporta nada al sentido de la frase. Las preposiciones son elementos de unión a tener en cuenta en el estilo. No siempre se utilizan de forma adecuada conforme a su significado. Podrá presentar cierto interés hacia las artes en general, lo normal es que “interés” se asocie, en este caso, con “por”. Los fenómenos de sintaxis léxica,

es decir, la relación que establecen unas palabras concretas al combinarse o no con otras, son algo enrevesados. A veces, sí que se puede elegir entre dos o tres preposiciones, actitud con, ante o frente a, pero otras veces esas combinaciones no son las propias: su lealtad era para con su familia, no hacia Sadam. En este ejemplo vemos lo que no hay que hacer, pues la palabra “lealtad” está asociada únicamente a la preposición “a”. El periodista recogió los documentos (…) y fue a meterlos bajo el sofá. ¿Seguro que no los meterá “debajo del sofá”? Rochelle estaba ante el ordenador. No, realmente estaría “delante del ordenador”.

Los hiperónimos (palabras de significado muy amplio, genéricos) no se pueden usar en todos los contextos. Cuando es necesario concretar, hagámoslo; normalmente se lee en la biblioteca, no leemos en el lugar. “Lugar”, “mueble”… serían hiperónimos. El camino del estilista está plagado de obstáculos. Las escenas de las novelas suelen ocurrir en alguna parte y esa parte hay que nombrarla. Evitemos: Llevaba una ropa con un escote pronunciado. Una descripción detallada no puede contener un genérico. A la hora de traducir, se hace muy visible la diferencia fundamental que existe entre lo que es propio de una lengua y de sus mecanismos convencionales, y lo que es propio de un tipo de estilo literario o de un autor en concreto. Cuando, en español, decimos de alguien que tiene el pelo «color caoba» no hacemos más que repetir, a pesar de la exquisitez cromática de tal combinación, un uso lingüístico; si dijéramos, en cambio, qué sé yo, que el pelo es de «color marta cibelina», se trataría de una aportación estilística personal. Este ejemplo es evidente y, al mismo tiempo, didáctico. Los apuros empiezan cuando los límites no están tan claros, o cuando creemos que podemos hacer usos estilísticos de meros usos lingüísticos. En definitiva, este libro alude al gusto por la escritura. Merece la pena acudir a él, recapacitar antes de escribir, dedicar tiempo a pensar la lengua. Es importante saber elegir y atreverse a romper con lo esperable. Una máxima a tener en cuenta es que el estilo consiste precisamente en la identificación de lo prescindible. Hay que tener presente que la lengua ofrece un repertorio estupendo de posibilidades y el estilo posiblemente consiste en conocerlas, distinguir las reales de las imaginadas o supuestas y hacer, después, una elección. No hablamos de que haya que hacer filigranas, sino, simplemente, de explorar la variedad sin perder la naturalidad. Publicado con autorización del autor

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Érase una vez y colorín colorado Por René Avilés Fabila

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A

ctualmente el llamado cuento breve vive un éxito descomunal. En internet van y vienen, hay páginas y blogs dedicados a ellos.

El cuento muy corto, el que los españoles suelen llamar microrrelato y nosotros minificción, tal vez por el acelerado ritmo de la vida moderna y de la sobrepoblación literaria, tiene un éxito formidable. De la novela-río hemos pasado a un esmerado cultivo del texto breve que se admira en impresos y en internet. De muchas maneras podríamos decir que éste, en México, proviene principalmente de Julio Torri y Juan José Arreola. Pero tendríamos que meditar en otras fuentes para apreciar su grandeza, en las fábulas de Esopo, Samaniego y Lafontaine, en Gracián (ponderaba lo sintético) o en presencias como Poe, Maupassant, Villiers, Schwob, Kafka, Quiroga y Borges, y en la importancia del haikú en manos de Tablada, 18711945: “Los gansos. Por nada los gansos/ Tocan alarma/ En sus trompetas

de barro”. Edmundo Valadés popularizó las brevedades y las hizo célebres a través de su revista El Cuento. No siempre eran

pequeños relatos, sino frases memorables extraídas de una novela o un ensayo. Como Borges, Valadés en México destacó ideas hermosas de autores afamados que muchos aceptamos como cuentos. Sin embargo, para la mayoría de quienes los leen y escriben, todo pareciera provenir de Monterroso. No sólo ello, han hecho de “El dinosaurio” una leyenda. Hasta politólogos, periodistas y académicos recurren a esta línea magistral y hacen toda clase de paráfrasis. Me atrevo a decir que Efraín Huerta fue quien dio principio a las tediosas variantes al escribir uno de sus poemínimos. “Cuando desperté, la putosauria todavía estaba allí”. Cuando aparecieron estos versos juguetones, Octavio Paz le advirtió a su compañero de generación: Parecen chistes. La reacción no deja de acercarnos a un hecho confuso: no saber precisar qué es un


microrrelato o minificción. En alguna medida es terreno pantanoso, del que ni siquiera los especialistas nos han salvado. Cada autor de brevedades tiene su propia definición o su peculiar manera de redactarlas. Julio Torri y Juan José Arreola prepararon el sinuoso camino, donde prevalece lo fantástico. En lo personal hago novelas extensas, como El reino vencido, El gran solitario de Palacio o Réquiem por un suicida, pero me siento mejor navegando en las delicadas aguas del texto de extensiones comprimidas. A diferencia de Rivera, Siqueiros y Orozco, prefiero los cuadros de caballete; sobre las inmensas obras de Wagner, con frecuencia opto por las piezas de Chopin o de Satie. Ante la novela-río me sumerjo en Borges. Me gustan las cajitas musicales o las miniaturas laqueadas chinas. Con cuentos cortos empecé mi carrera literaria en 1959. Pero es evidente que son otros escritores, y muy anteriores, los que motivaron esa larga fila de autores que en nuestro continente se han inclinado por redactar textos brevísimos. La fábula o apólogo son influencias fundamentales, estén en verso o en prosa. Jamás he dejado de lado a Ramón Gómez de la Serna (1888-1963), quien tuvo el acier-

to de inventar lo que conocemos como greguería, una frase aguda, breve, paradójica y metafórica. Una especie de aforismo resuelto con sentido del humor. Su hermano, Julio Gómez de la Serna, en un prólogo al respecto precisa: “Ramón es para mí, en sus greguerías, como un ilusionista que va extrayendo de su mágico sombrero de copa una serie de cosas heterogéneas: palomas, banderas, conejos, pañuelos”. Es cierto. Ramón escribió cientos de textos cortos que llamó greguerías y que tuvieron en el mundo una enorme influencia. No pasemos por alto frases, aforismos y epigramas eficaces de Jules Renard, Bernard Shaw, Oscar Wilde y Alfonso Reyes, quienes las llevaron a la práctica en distintas variantes juguetonas. En mis años de formación, en la librería de viejo de Polo Duarte, nos reuníamos un grupo de jóvenes a escuchar el ingenio del narrador hispano Otaola. A este hombre, de implacable sentido del humor, le escuché las primeras greguerías. Las decía de memoria, una tras otra; así me acerqué al mundo de Ramón Gómez de la Serna, quien, según sus propias palabras, las cosas eran tan simples como las fórmulas matemáticas. Decía que la greguería era “Humor

+ metáfora=greguería”. Cito cuatro: “Monólogo significa: el mono que habla”, “Los tornillos son clavos peinados de raya en medio”, “Soda: agua con hipo” y “La morcilla es un chorizo lúgubre”. Hoy, el cuento breve vive un éxito descomunal. En internet van y vienen, hay páginas y blogs dedicados a ellos. La gente del mundo moderno no tiene efectivamente tanto tiempo para leer una novela-río. Prefiere lo que denominan minificciones, ficción mínima, microrrelatos, nanorrelatos o brevicuentos. Hace todavía unas cuatro décadas, no había un nombre específico para este tipo de textos literarios. Experto en relatos cortos, Lauro Zavala, recordó que me correspondió, en 1967, hacer una de las primeras antologías de minificciones nacionales a la que titulé Antología del breve cuento mexicano. El criterio utilizado fue que ninguno excediera la página y media. Hoy lo medimos en caracteres y las precisiones sobre sus características siguen siendo discutidas. Con desparpajo, no teorizo sobre su estructura, publico entre dos y tres minificciones semanales en Facebook. Analizarlos le corresponde a los especialistas.

(II) Desde que comencé a escribir, sin duda bajo la influencia de los fantásticos mitos religioso-culturales como La Iliada y La Odisea, insuperables obras de Homero, y las historias bíblicas, he sido un obstinado narrador de brevedades. Como señalé antes, tuve asimismo la presencia de los fabulistas clásicos. La inmensa mayoría de mis relatos son de muy reducidas proporciones. Si he de llamarlos de alguna forma, me atrae minificciones, que en rigor no siempre lo son. A veces son reflexiones muy ceñidas o aforismos o frases que

me gustaron. Los he escrito con pasión y entusiasmo. Ignoro cuántas lleve publicadas, pero son cientos. Pocas veces rebaso las 20 líneas y procuro que tengan un sólido arranque, un desarrollo y un final sorpresivo. Menciono uno: Los fantasmas y yo, publicado en 1973 en La desaparición de Hollywood, obra que obtuvo uno de los premios de la antes festejada Casa de las Américas en Cuba: “Siempre estuve acosado por el temor a los fantasmas, hasta que distraídamente pasé de una habitación a otra sin utilizar los medios comunes”. Unos

muchachos lo adaptaron a minivideo de diez segundos. Fernando Valls, especialista de altos vuelos en este tema, precisa en el ensayo El microrrelato como género literario: “Hasta no hace muchos años buena parte de los estudiosos del microrrelato ha venido considerando que se trataba de un género distinto del cuento, cuyas características (narratividad, concisión, intensidad y brevedad) no diferían en esencia de las del relato…”. Concluye señalando que se trata de un género independiente, con características propias

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y distintas al relato que conocemos desde que Poe escribe sobre el tema y produce algunos de los más valiosos textos breves. El microrrelato o minificción no es, pues, el hermano menor del cuento habitual, es algo más y con virtudes peculiares. Lo que no deja de asombrarme es la lentitud del avance del cuento. Siglos después de Las mil y una noches, el relato adquiere las características que hoy le conocemos y obtiene su independencia principalmente con Poe y una lista de asombrosos narradores europeos tales como Merimé, Villiers, Maupassant, Schwob, Apollinaire, Wilde, Renard… En el siglo XX, Kafka es el nombre clave seguido por el de Borges, quien lleva a cabo una inmensa revolución literaria que no acabamos de descifrar. El chileno Volodia Teitelbom se acerca en su libro Los dos Borges. De diferente manera, y con mayor celeridad, ahora el cuento breve se desarrolla y goza de un enorme prestigio en España, Argentina y México, por citar sólo tres países. Sólo guiado por la idea de sugerir más que de darle al lector textos largos, mis cuentos breves comenzaron a aparecer alrededor de mis 20 años de edad y fue-

ron incluidos en multitud de antologías y revistas especializadas. Las primeras fueron dos del argentino Rodolfo Alonso: El humor más negro que hay y Primera antología de la Ciencia-Ficción Latinoamericana, cuyo subtítulo es La narrativa más joven de todo un continente. Allí estaba yo en 1970 y 1974, respectivamente, con historias mínimas. La lista de otras antologías de cuentos breves donde me incluyen es amplia y hoy la descubro en internet. Leo los brillantes textos que teorizan sobre el asunto y con todos tengo afinidades. Pero me correspondió escribir relatos pensando sólo en hacer literatura de la literatura, en ordenar a mi gusto el universo y hacer posible lo imposible. ¿Por qué no dejarles a los críticos literarios la difícil tarea de averiguar qué son? Los teóricos (de Dolores Koch a Fernando Valls, Lauro Zavala, Ana Calvo Revilla, Rosa Fernández Urtasun, Clara Obligado…) distinguen no sólo por el número de palabras, sino por la forma en que están escritas las minificciones o microrrelatos. Hay quienes escriben frases ingeniosas, una broma, alguna gracejada, aforismos y listo. Pero en tal sentido, los cuentos brevísimos deben

“Hay quienes escriben frases ingeniosas, una broma, alguna gracejada, aforismos y listo. Pero en tal sentido, los cuentos brevísimos deben tener una historia y personajes, una trama. No es fácil pero hay que intentarlo para que no sean solamente el resultado de una expresión eficaz”.

tener una historia y personajes, una trama. No es fácil, pero hay que intentarlo para que no sean solamente el resultado de una expresión eficaz. Añado que el periodismo en mi vida y su transición hacia valores modernos, reducidos por excelencia, me hizo, de manera natural, sumar literatura y diarismo. Lo que los estadunidenses, luego del éxito de Tom Wolfe y su obra Nuevo periodismo, han sabido mezclar exitosamente creando una nueva estética comunicacional, gobernada por la capacidad de síntesis y la buena prosa, si ingeniosa y aguda, mucho mejor. Ahora no sólo vemos al periodismo como ética, también como estética y, si cambio de escenario y me instalo en la academia, los textos de ciencias sociales ya saben que su perdurabilidad aumenta cuando la prosa es literaria y sobre todo precisa, justa, rotunda. Al menos es mi caso, cuando paso de un campo a otro siempre quedo atrapado en el relato ficcional o proveniente de la realidad, preciso, casi ausente de imágenes, porque el texto es la misma metáfora. No importa cuántas novelas haya escrito, son los libros de microrrelatos los que me indican el camino. Los pienso ante una escultura, oyendo a Tchaikovski, leyendo a Swift y los escribo para un destino azaroso. Son libros anticipados en la mente, no una suma de anécdotas escritas en ratos de distracción o de ocio. Veo en los buenos autores de minificciones a personas inteligentes y sensibles, que hacen del lector otro creador. Publicado con autorización el autor


Las brújulas de nuestros sueños se dirigen a nuestra luna, a nosotros: juntos somos la luna. Juntos hemos hecho del amor, el amor. Cuando se trenzan nuestras bocas nacemos un imperio, y somos incontenibles, y mágicos, y sublimes: somos la algarabía del infinito y hacemos del amor un majestuoso sentimiento de carne y hueso y alma. Te he contenido en mí como la respiración: tan libre como indispensable para vivir.

Por Ulises Casal ulises.castaneda.alvarez@gmail.com @UlisesCasal

Noi Mujer, te he encontrado alguna vez en mi cama, en noches de dimensiones paralelas a tus labios, capullo de besos taciturnos, desmesurados, libidinosos. Te he encontrado una ciudad en la espalda donde el beso de mis labios abrió tu piel y con tu piel se abrió el mar, y abiertos tus cielos se abrió tu sangre y a mí me absorbió también, todo se coló por tu espalda: los universos, las palabras, las luces; se consumieron las alas que mueven los labios, todo se ha dejado integrar por ti. En tu costado se sembró un poeta que te versa desde las venas; detrás de ti explotó la eternidad, tus prístinos lunares tatuaron el mapa que me dirige a tu desnudez como secretos que se desvanecen en tus vertebras. Yo te estoy atravesando el alma, te desnudo los ojos con la voz, me cuelo por tus uñas, soy la punzada que te llueve. Cuando te apareces en mí somos océanos parpadeando ocasos en el espacio de nuestras miradas; nuestro color es la gravedad que hace llover estrellas, o letras, o recuerdos de vidas futuras.

Píntame, pinta nuestro autorretrato, píntate, yo te he visto pintar sueños, te he soñado pintar visiones, te he pintado sueños nunca antes vistos. Píntame un poema con la lengua en el cuello, coloréame de tu saliva, te doy mi piel como el tapiz de tu obra maestra: hagamos arte, del amor hacemos nuestro arte. La noche es nuestra casa, somos las entrañas de la noche susurrando nuestras verdades, escandalizando en silencio hacemos temblar los sueños con tanta ternura que los mismo sueños tienen una sonrisa en la mente; la ternura que es sólo tuya y mía por la que tenemos dulzura en toda la memoria. Escucha, somos nosotros. Ese sonido de tu pecho eres tú conmigo, me lees cuando te siento, te escribo aquí contigo allí dentro, ¿lo sientes? somos nosotros, pervertidos, lunáticos, sólo nombres que son nosotros, nosotros que somos todo lo que sientes y siento, somos más que la inmensidad... somos más de lo que puedas llegar a imaginar... me sientes a ti misma, te tiemblo ahora, me tiemblas, nos reconstruimos, reafirmados, como la Luna que somos.

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Ojos cerrados 18 El Mollete Literario

Cerrarás los ojos y ese aire que rose tus labios notarás que es mi imaginación transpirada, un beso pronunciado al mismo momento, el beso que te obedece, el aire tibio que te quite el frío el choque de un cometa en tus entrañas, la energía contenida como hormiga que te acaricia, el vapor de mi cariño. Cerrarás los ojos y escucharas voces. Voces de mis manos recordándote, sonidos de mis ojos alumbrándote, el chasquido de nuestros labios en la sombra tan fuerte como el estallido de un latido, tan lleno de mí que sentirás cuánto te extraño, quizás, alucinarás mis pasos y yo caminaré por tus cejas y me asomaré a tus pupilas a ver la imagen de mi beso, y te robaré una sonrisa con el recuerdo una solicitud de trabajo y te abrazaré, como se abraza lo que más se ama, hasta clavarte mis huesos y tocar tu alma.

Abrirás los ojos y no estaré, y sin embargo sabrás que es cierto, que en ese momento ya te había acariciado, que sólo tú ves las marcas de mis huesos sabrás que yo tengo tu alma en un altar dentro del corazón, que yo camino siempre hacia ti, que tu sonrisa era el tibio aire que necesito para descubrir el universo y ver que no vale más que tú, y sabrás que te besé y que un beso es muy poco para tanto amor, y que muy pronto, más pronto de lo que podemos soportar, estaremos juntos, seguiremos juntos, por siempre.


Llora pro nobis Por Canuto Roldán poetwithoutlanguage@gmail.com

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Escucha estas palabras, Señor, Escucha estos silencios. Nuestros oídos se han vuelto sordos, Nuestros discursos, vanos. Nada tenemos sino el silencio Y un viva México que muere más y más. Señor, no hay pan en nuestros labios Sino un español a rajatabla Que chinga, apuñala y chinga. Señor, grito que estoy enfermo de injusticia Y nadie escucha. De noche, cuando te busco Y no te encuentro, escribo En los muros de esta ciudad Que estoy enfermo de rencor Pues la sangre de mis hermanos Ha sido derramada, Pues la sangre de mis hermanas Ha teñido nuestra piel.

El Mollete Literario

Nuestra carne se ha vuelto el alimento que no sacia, Nuestra carne, el pulso de la sed, Nuestra lengua, una noche que no sueña. Señor, Nuestra voz no es nuestra. Señor Nuestra muerte, Señor Nuestra vida, Señor La palabra, Señor La pasión, Señor, El señor es contigo, La muerte es contigo Puro poder, Lago desierto, Madre sin patria, Virgen de las vírgenes Que han sido torturadas. Muerte sin fin Que nunca ha sido nuestra Porque la muerte es humana, La desaparición, no.

Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta


Sueño sobre un guión para una película de Pixar clasificación D

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Él la ama tanto que la ve en cualquier parte, está arraigada a su mente como un tumor inextirpable, canceroso y purulento. Él, un exmaestro de filosofía estudioso de Schopenhauer y Heidegger, violinista fracasado y alcohólico empedernido; actual vagabundo esquizofrénico. Ella, una alucinación recurrente en delirium tremens, rasgos opacos, similares a los de su difunta esposa, violentamente ultimada. Cuando uno es alcohólico, ¿la narcolepsia puede considerarse una enfermedad derivada o un simple síntoma? ¿Acaso un mecanismo psicológico para alcanzar el placer de la paz?, sueños vívidos y palpables, una realidad alterna, todo lo que la sociedad esperó de uno a la mano. La calma de los amantes aislados de todo, los rostros de frente buceando en las pupilas ajenas. Horas y horas en estado comatoso, el amor es un ensueño carente de ritmo, los músculos crispados un manjar, la piel se siente tan real y acuosa a la vez, traspasable. Él está a su lado una vez más, en el país donde toda necesidad fisiológica se vuelve superflua , salvo el amor. Un romance empalagoso y linfático, cada desfallecimiento es una ventana entreabierta al Olimpo. Él besa sus carnosos labios con una desesperación inaudita para alguien que no se encuentra familiarizado con el colorido concepto de muerte. Se entretiene enrollando con los dedos el vello de su pubis recortado como un bigotillo de Hitler vertical. Y la besa una vez más, con los ojos cerrados, su mente se despabila, enormes espacios vacíos, palabras cursis en francés y una canción en acordes mayores. Son ellos dos abarcando el perímetro de la truculenta mente de un alcohólico terminal, danzando en ropas formales del siglo XV. Abro los ojos, el destello de la luna sobre el asfalto mojado, un blancor irritante, fragmentos de paraíso desparramados por la acera , junto a los cadáveres. Tres mujeres a las que amé hasta la cordura. ¡Qué desolada se encuentra esta vereda! Resulta bastante tétrica tanta soledad, el eco de sus gritos retumbando sin respuesta, ningún curioso en la escena del crimen, ningún buen samaritano capaz de frenar mi devastación, un tiro anónimo en mi sucia frente hubiera resultado favorable para las chicas, un pistolero bajado del cielo asesinando a sangre fría al cruel villano, el epílogo perfecto para una historia cargada de vilezas. Pero sigo aquí, como lo he estado desde el puto principio, ensangrentado, fumando y contemplando los caprichos de la anatomía femenina, intestinos rosados sobre un charco de sangre espesa y oscura. Ese cráneo bajo el ladrillo con aspecto de balón ponchado, sesos y cabello revuelto en la agonía de mi ¿pla-

cer?, me parece curioso el hecho de que yo conozca mejor la anatomía de estas chicas que sus propios amantes, esos hombres sin rostro que dedicaron noches de desvelo a hurgar sus cuerpos, compartiendo el sudor y saliva. Embriagados por la lujuria de un beso ilimitado. Follar como animales, los instintos empiernándose, cada suspiro cargado de feniletinamina. Siento nostalgia por esa vida, una desesperación de sudor frío y dolor en el estómago. Estuve, literalmente, dentro de ella, extirpando órganos a mi antojo, probando el amargo hígado, curioso como un párvulo olfateando el intestino delgado, usándolo de bufanda mientras me redimía del complejo de sentir algún tipo de culpa, soy libre de explorar lo que se me antoja, mi insignificancia me precede. Estoy consciente de que no somos nada, no hay conceptos, no existe tal tomadura de pelo como el crimen, quizá la empatía podría considerarse el último imperativo categórico, basándome en eso, ofrezco lo único que realmente puede considerarse mío, esta masa amorfa de materia llamada cuerpo, lo pongo a disposición del peor suplicio que pueda considerarse: ¡Violadores, asesinos y sádicos pirómanos, me doy en sacrificio, todo sea en nombre de la empatía! Cargué el tabique y lo dejé caer con violencia sobre su fino rostro, lo abolló, lo volví a levantar y lo dejé caer una vez más, explotó. El reflejo de la luna en su retina desprendida, mil lágrimas de sangre en mi corazón. Si creyera en un concepto, además de la empatía, este sería la belleza, esto es bello, recuerdo pensar cuando vi su interior y mis uñas desgarrando el tejido, quizá aceptaría cabizbajo y sonrojado que se me tachase de misógino, prefiero compartir los momentos más íntimos y reflexivos de mi existencia con una dama. ¡Joder que todo en ellas es hermoso! Este es el despertar, canónico depredador, toda la miel del otro lado se torna en espesa y hedionda sangre, ella se fue, las víctimas yacen en el pavimento, la expresión de sus últimos segundos se desvaneció por completo, esas miradas angustiosas y gritos infernales que protegían mi encantadora pararealidad abandonaron los mutilados cuerpos, no ha servido para nada, no tengo recuerdo ni remordimiento por lo sucedido, quizá un poco de rencor, ¿por qué no pueden amarme? Visto desde un punto de vista pragmático soy más poderoso que Dios. Ellos no lo saben, torpes fantasmas raquíticos. Estoy sólo otra vez, frente a un montón de carne y fluidos aún frescos, la cosificación por excelencia. Me siento amodorrado otra vez. ¡Allá voy mi bella niña!


La

visita Por Ximena Cobos

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Sofía había pisado un hospital pocas veces en su vida, no obstante, le era bastante fácil recordar aquellas visitas con la claridad de la teletransportación o el viaje en el tiempo. El aroma de estos lugares siempre le pareció indescriptible, una suerte de pureza artificial que en nada se parecía al aire del campo. Entró despacio por la sala de espera, mirando borrosamente los asientos pues aquel resonar violento de espacio esterilizado atravesando sus fosas nasales la cogió por sorpresa hasta estrujarle las entrañas por completo, no sólo el corazón.

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Aquella mañana, la lluvia resonando en la ventana y el correr de los gatos en el techo para refugiarse la habían despertado justo a tiempo. Tenía que partir a las siete y media para llegar a la hora en que los pacientes pueden recibir a sus familiares. Odiaba usar el auto, pero esta vez la lluvia lo hizo necesario; por fortuna, el hospital quedaba a poco tiempo de su casa y no tardó más de treinta minutos en arribar a aquella entrada donde sintió un golpe en el cerebro. No siempre prefirió la bicicleta como medio de transporte, por el contrario, se mantuvo alejada de éstas y de los patines por mucho tiempo ya que, cuando tenía apenas diez años, un equívoco al usar los frenos de sus patines que resultó en una caída la llevaron a urgencias con un brazo roto. Doce años más tarde, luego de permanecer tirada en el suelo del baño rogando porque llevaran al doctor a casa, su hermano la había subido al Tsuru 99 que aún conservaba

la familia; llevándola al mismo hospital, a la misma entrada de aquella vez en que su bracito enclenque quedó a medio colgar. Gastroenteritis dijo el médico. Tuvo que permanecer internada dos noches con un suero intravenoso que la dejó hinchada durante cinco días después del alta médica. La tercera ocasión que entró aquel aroma por sus fosas decidió olvidarla, no había sido el hospital de siempre, ni había acudido acompañada. Sofía en verdad odiaba los hospitales, llenos de gente triste, preocupada; lugares fríos pese al atiborramiento de personas en todas partes, y encima de todo, aquel aroma que no se explicaba. No faltaron las veces en que llegó a abrir la caja de medicinas de su madre para comprobar que no oliera igual y entonces descartar los medicamentos como parte de la mezcla que producía esa esencia hospitalaria que hoy le hacía sentir unas pequeñas ganas de llorar irrefrenables. Quería respirar profundo y al hacerlo su espalda sintió


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Ilustración: María Bazana Técnica: Mixta

el frío de la cubierta plastificada, el escalofrío del techo con la luz encima de su cuerpo recostado en aquella mesa con sus piernas bien abiertas. Cerró los ojos unos segundos y volvió esa mano extraña que sujetaba la suya acariciándola mientras le susurraba --lo estás haciendo bien, respira un poco, ya casi terminamos--. No podía aguantar la respiración a voluntad, bloquear la entrada de aire al menos hasta controlar aquel sentimiento. Como una suerte de traición de su cuerpo, sus pulmones la obligaban a jalar aire profundamente mientras caminaba aún despacio hacia una silla vacía, vacía como la habían dejado, deshabitada. Cuando pudo sentarse, el aire abandonó su cuerpo acompañado de una pequeña lágrima igual que en aquel momento del aspirado, con todo el dolor invasivo, violento, el movimiento de salir y entrar en medio de sus piernas, abierta su vagina a la fuerza con aquel pico de pato metálico y frío, como si fuera

un trasto que tuviera que lavarse con violencia para quitar todo rastro de cochambre. Aquel aroma que siempre le pareció repugnante, ahora entraba entrecortado por sus fosas como una especie de reacción acongojada; algo más que su imaginación o su memoria estaba de nuevo en aquel sitio pequeño y semivacío, con una bata que apenas le cerraba hasta la cintura, con el trasero expuesto y sin poder moverse, obligando a su cuerpo a no reaccionar bruscamente ante el dolor que sentía, aguantando llanto y apretando una mano que no era responsable de las caricias que la habían llevado hasta esto. Sofía, definitivamente, odiaba los hospitales y aquel maldito aroma que fue su único acompañante verdadero en esa sesión de apenas quince minutos en que se sintió tan indefensa, tan pequeña y vulnerada, tan sola, tan lastimada, hacía ya más de cinco años.



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