Director: Carlos Ramírez noticiastransicion.mx 22 de Septiembre de 2014 contacto@noticiastransicion.mx Número 23 $5.00
El yugo de la mentalidad Por Fernando Dworak / 4
Campaña de desprestigio
Por Armando Reyes Vigueras / 15
Chile, el golpe de Estado que marcó a México Por Juan María Alponte / 9
Judeofobia y cobardía Por Samuel Schmidt / 6
Conmemora VIII Región Militar 167 aniversario de la defensa del Castillo de Chapultepec Por Monserrat Méndez / 4 Recibe el Buque Escuela “Cuauhtémoc” más de 18 mil visitas De la Redacción / 14
El adiós de Giovanni Sartori y la muerte de la ciencia política Por César Cansino / 10 Y Carlos Ramírez / 5
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Efecto Mariposa y semáforo político
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El yugo de la mentalidad Por Fernando Dworak
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Ciencia política en crisis México y el segundo adiós de Sartori Por Carlos Ramírez
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Judeofobia y cobardía Por Samuel Schmidt
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Vergonzoso: El Zócalo cual estacionamiento Por Marcos Marín Amezcua
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La diferencia catalana, Rajoy y Cameron Por Joan del Alcázar
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A 41 años de Salvador Allende Por Juan María Alponte
2015: PIB y elecciones Las elecciones legislativas de julio del 2015 para renovar la Cámara de Diputados estarán marcadas por el clima económico. La desaceleración de 2013 y 2014 y las expectativas de reactivación para el 2015 serán un componente fundamental en la toma de decisiones del electorado. Sin embargo, habrá que tomar en consideración el hecho de que no fue crisis la de los dos años anteriores y que la disputa política se amplió por la incorporación al sistema de partidos del movimiento de López Obrador, con lo que el ambiente electoral entrará en tensiones polarizantes. El electorado mexicano ha comenzado a mostrar el conocimiento político de su voto. Los resultados finales no reflejan la composición del sentimiento político de los ciudadanos. En el 2012, por ejemplo, el PRI ganó las presidenciales por ir coaligado con el Partido Verde, porque por sí solo apenas llegó al 28.9% de los votos. Lo mismo le ocurrió al PRD: por sí mismo, los votos fueron sólo de 19.4% de los votos y creció a 31.6% por las alianzas. El debate presupuestal para el gasto del 2015 será un dato revelador del papel que jugará la economía en las elecciones. La propuesta oficial de PIB de 3.7% para el año próximo tendrá que compararse con el promedio de menos de 2% en los dos primeros años del sexenio. La sociedad mexicana se encuentra en un estado de tensión económica, política y social que tendrá efectos en la votación. Las primeras encuestas están dibujando un panorama más o menos similar al reparto de posiciones que existe actualmente. Es decir, que no se esperan sorpresas. Al gobierno priísta le ayudará un poco la reactivación económica y el aumento en el empleo por la llegada de los primeros inversionistas petroleros, pero la condición necesaria estará en un repunte del PIB desde el cuarto trimestre de 2014. La oposición usará las quejas y las cifras de estancamiento para desvirtuar las ofertas de reactivación, pero sin posibilidades de convertirlas en comportamientos electorales. De todos modos, la economía determinará el ánimo electoral del 2015.
Vista corta Por Luy
Por Francisco Zarco
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Adiós a la ciencia política. Crónica de una muerte anunciada Por César Cansino
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Campaña de desprestigio Por Armando Reyes Vigueras
Directorio Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General carlosramirezh@hotmail.com Lic. José Luis Rojas Coordinador General Editorial joselrojasr@hotmail.com Mtro. Carlos Loaeza Manzanero Coordinador de Análisis Económico Emiliano López Analista emiliano_082002@yahoo.com Raúl Urbina Asistente de la dirección general María Fernanda Ibarra Administración
Roberto Vizcaíno Director editorial rvizcaino44@gmail.com Dr. Rafael Abascal y Macías Coordinador de Análisis Político Wendy Coss y León Coordinadora de Relaciones Públicas Ana Karina Sánchez Coordinadora Operativa anakarinasl08@gmail.com Mathieu Domínguez Pérez Diseño Monserrat Méndez Redacción
Indicador Político es una publicación semanal editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A., y el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva: 04 - 2013 - 090614260200 - 104, Registros en trámite. Circulación: 30,000 ejemplares noticiastransicion.com.mx
Índice
Editorial
“Se quería la verdadera libertad, se quería el desarrollo de la democracia, se quería la creación de la hacienda, el fomento del comercio, la generalización de la instrucción, la economía en los gastos públicos, y se quería, en fin, si no el castigo, el desprecio de todos aquellos que en los días de conflicto para la nación la abandonaron viles y traidores”.
Efecto Mariposa
Descanse... sin paz Por Iracheta
22 de Septiembre de 2014
Semáforo Político Rojo
El gobernador panista-expriísta Guillermo Padrés enredó la crisis en Sonora porque le revelaron una presa “privada” en su rancho.
Amarillo Famosas últimas palabras: “detesto el futbol… la gente inunda las calles… y todo para ver a un simio. Brasileño, pero simio aún”: panista queretano Carlos Manuel Treviño. Es pregunta: ¿y para dejar tirada la presidencia del PAN peleó Gustavo Madero contra Ernesto Cordero, porque piensa irse de diputado o jefe de la bancada?
Conspiracy Theory: Además de cierto resentimiento porque habían pactado protección, el enojo de Marcelo Ebrard contra Miguel Ángel Mancera fue una especie de control de daños para eludir las balas políticas de la investigación de la Línea 12. La crisis que viene: La crisis al interior del Instituto Electoral del DF es parte de los reacomodos de la reforma electoral que nombrará nuevos consejeros electorales y algunos podrían repetir y otros no.
LOS PROTAGONISTAS:
Marcerlo Ebrard, ex jefe de Gobierno del DF, retó a Miguel Ángel Mancera, actual mandatario capitalino, a confrontarse para aclarar las denuncias sobre graves anomalías en la construcción de la Línea 12 del Metro. Argumentó que en su administración no hubo casos de corrupción. La foto, durante su segundo Informe de Gobierno.
—El secretario de Hacienda, Luis Videgaray, será el personaje más importante en estos días de debate del paquete económico 2013. Si sale bien, entonces se reposicionará en la lista sucesoria. —El jefe del GDF Miguel Ángel Mancera se enfiló bien hacia su segundo informe de gobierno, eludiendo la polémica con Marcelo Ebrard, apoyándose en el gobierno federal y con proyectos capitalinos. —La consejera electoral capitalina Noemí Lujan, colocada por el apoyo de MC y PT, es decir, radical, hizo su papelazo al insultar al coordinador administrativo del IEDF por hacerla trabajar el lunes 15 de septiembre.
3 El aparato de prevención civil ha resultado ineficaz ante las secuelas de fenómenos naturales, aumentando la protesta social.
Verde
La alianza formal GDF-gobierno federal ha introducido mejor ambiente en una ciudad capital que había sido polarizada por la política.
Escenarios de Riesgo ANÁLISIS DE RIESGO: De nueva cuenta Oaxaca se enturbia: a la crisis de ingobernabilidad por la Sección 22 de maestros ser añade hoy la huelga de policías.
ESCENARIOS: 1.- Óptimo. El gobernador administra la crisis, atiende a los policías y negocia otra vez con maestros. 15% de probabilidades. 2.- Medio. La crisis dura varios días, en medio de tensiones sociales por el hartazgo de la gente. 25% de probabilidades. 3.- De Riesgo: La situación estalla una crisis dentro de la crisis y las protestas se hacen permanentes: 60% de probabilidades.
22 de Septiembre de 2014
Artículo
El yugo de la mentalidad Por Fernando Dworak
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eptiembre es el mes donde se mezclan las leyendas, brota el patrioterismo y, de manera similar a como las tradiciones dicen que pasa con los muertos en noviembre, salen de nuestro imaginario colectivo los discursos nacionalistas que con la vista en nuestros respectivos ombligos preguntan si de verdad somos “independientes”.
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Dichos devaneos sobre nuestra presunta independencia o no vienen acompañados del discurso nacionalista que se nos inculcó por décadas: que si estamos sujetos a la dominación del “Imperio” y sus trasnacionales. Que al no ser la Nación – para efectos, sea lo que signifique – la dueña de las empresas que brindan bienes públicos, perdemos soberanía. Y que por tanto la “privatización” nos vuelve a épocas donde imperaba el entreguismo, como las “dictaduras” de Santa Anna y Porfirio Díaz. Dejemos a un lado la historiografía maniquea que se hizo para tejer héroes y villanos sin sustento histórico antes que explicar nuestras decisiones y hacernos responsables de nuestro acontecer. Por ejemplo, que Santa Anna si bien fue presidente en once ocasiones, la suma de tiempo que realmente gobernó antes de retirarse a su hacienda de Manga de Clavo para dejar que la situación política se vuelva a pudrir y el posicionarse como salvador apenas llega a seis años; y sólo pretendió ser dictador en los últimos dos (1854-1856). O que en realidad Porfirio Díaz gobernó más con políticas proteccionistas que abiertamente liberales. ¿Qué está detrás de toda esa palabrería nacionalista? ¿El afán de pensar que existe tal cosa como la “independencia” o la “soberanía”? ¿O mantenernos bajo el yugo de unas cúpulas que, bajo una mentalidad nacionalista, se mantienen o ansían acceder al control de un Estado interventor? Vayamos por partes. El término “soberanía” sólo designa a aquel poder que toma ciertas decisiones finales sin estar sujeto al arbitrio de otros. En este sentido nadie es
absolutamente soberano. Por ejemplo, un padre de familia es soberano sobre cierto número de temas en su casa. Un municipio lo es sobre asuntos que definen las constituciones políticas de los estados y la federal. Lo mismo sucede con los gobiernos de los estados y el nacional. Incluso no existe un país que sea “soberano”: todos tienen limitaciones en cuanto a sus capacidades de producción o acceso a bienes, por ejemplo. Otros han emprendido procesos de integración que implican ceder ciertas facultades a una esfera supranacional. Hasta las grandes potencias no son soberanas sobre el globo: algunas requieren insumos que tienen otros, los cuales pueden ganarlos por guerra o comercio. Y hay instituciones que garantizan cierto orden trasnacional. Bajo estas premisas cada país tiene capacidades distintas para hacer valer sus intereses frente a otros. En esto influyen elemen-
¿Qué está detrás de toda esa palabrería nacionalista? ¿El afán de pensar que existe tal cosa como la “independencia” o la “soberanía”? ¿O mantenernos bajo el yugo de unas cúpulas que, bajo una mentalidad nacionalista, se mantienen o ansían acceder al control de un Estado interventor?
Conmemora VIII Región Militar
167 aniversario de la defensa del Castillo de Chapultepec Por Monserrat Méndez
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on motivo del 167 aniversario de la defensa del Castillo de Chapultepec y el sacrificio de los niños héroes, el General Juan Ernesto Antonio Bernal Reyes, comandante de la Región Militar VIII encabezo la ceremonia, en la ciudad de Oaxaca, acompañado de autoridades civiles. La ceremonia dio inició con cuando una salva de fusilería surcó el cielo. Luego, con el toque militar de silencio se conmemoró a los Niños Héroes que en 1847 defendieron con su vida el Castillo de Chapultepec de invasores extranjeros. Entre los asistentes estuvieron el gobernador Gabino Cué, y representantes del Poder Legislativo y Judicial, quienes depositaron una ofrenda floral y montaron una guardia en el monumento erigido en honor al Teniente Juan de la Barrera y los cadetes del Colegio Militar: Juan Escutia, Francisco Márquez, Vicente Suárez, Fernando Montes de Oca y Agustín Melgar.
tos internos, como la fortaleza de sus instituciones y sistemas de defensa, y otros externos como la diplomacia y la capacidad para tejer alianzas con estados más fuertes. ¿Influye la propiedad del Estado los recursos naturales para determinar la “independencia”? En realidad no: de hecho, parece que las naciones que más crecen son las que fomentan la inversión de privados a través de una titularidad clara de derechos de propiedad y libertades políticas y económicas. ¿Qué han surgido otros países como el bloque BRIC que ha crecido aceleradamente a pesar de ser fuertemente estatistas y hasta autoritarios? La experiencia histórica sugiere que esos momentos de auge pronto se ven detenidos por sistemas de planificación centralizada y los intereses que se crean a su amparo. En todo caso, ayuda a la asertividad de una nación llevar un debate claro y sin atavismos sobre los intereses del Estado, sus posibilidades y las formas de protegerlos. Y el principal obstáculo es un discurso nacionalista. ¿La razón? Se defiende más a los verdaderos titulares de los órganos públicos como sindicatos, burocracias y partidos antes que una visión estratégica. Lamentablemente el nacionalismo tiene éxito porque genera una narrativa que teje amigos y enemigos, lo cual siempre captura la imaginación de la gente. Si no, vean cómo están muchos regímenes en América del Sur: marchando al precipicio económico mientras tejen historias de enemigos y patriotismos. Siempre es más emocionante envolverse en la bandera, aun cuando el paso siguiente sea caer al vacío. ¿Es una panacea la liberalización de la economía? No necesariamente y puede ser contraproducente si no hay procesos de apertura y desincorporación claros. En todo caso siempre ayudará más a largo plazo la existencia de reglas que fomenten competencia y acceso a mercados, aun cuando las “privatizaciones” generen en primera instancia oligopolios. Este es el tipo de discusiones que nos perdemos cuando nos la pasamos contemplándonos el ombligo al escuchar fantasías históricas. He aquí el único yugo al que estamos sujetos en pleno 2014. Twitter: @FernandoDworak
22 de Septiembre de 2014
Columna Indicador Político
Ciencia política en crisis México y el segundo adiós de Sartori Por Carlos Ramírez
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undado hacia 1929 con la creación del Partido Nacional Revolucionario, el sistema político mexicano fue descubierto por la academia y creado el modelo de análisis sistémico en 1951 por David Easton, el sistema político mexicano fue descubierto por la academia mexicana en 1972 con la aparición del ensayo el sistema político mexicano de Daniel Cosío Villegas.
Antes, en Polonia, Francia y los Estados Unidos hubo algunos acercamientos al sistema mexicano pero con metodología extranjera. El texto de Cosío Villegas fue una presentación que hizo en Austin y se basó, más que en un método de ciencia política, en un análisis histórico, aunque en 1976 el politólogo Manuel Camacho Solís, en un ensayo para El Colegio de México, dijo que el texto de Cosío Villegas era apenas un ejercicio de “periodismo ilustrado”. A partir de 1972, la politología mexicana comenzó a hacer un acercamiento teórico al edificio institucional de la política, el poder y el Estado. Sin embargo, la ciencia política mexicana —el enfoque científico de la política práctica— siempre ha marchado detrás de la realidad. La democratización, la transición, la alternancia y la restauración no han tenido explicación en la comunidad politológica académica. La izquierda como comunidad cultural e ideológica tampoco ha analizado a fondo el sistema político mexicano; si acaso, ha enfocado sus baterías en la estructura política, ideológica y corporativa del PRI, aunque sin llegar a conclusiones que permitan explicar el funcionamiento sistémico. El único marxista que hizo un esfuerzo extraordinario parta analizar el sistema mexicano fue José Revueltas, cuyo ensayo México: una democracia bárbara logró identificar el funcionamiento del Estado y sus estruc-
turas de poder. Lamentablemente ni en la política, ni en el Partido Comunista Mexicano y menos hoy en el Partido de la Revolución Democrática hay un interés por rescatar las tesis sistémicas de Revueltas. El retraso en el funcionamiento de la ciencia política mexicana es sorprendente: del 2000 a la fecha, casi tres lustros, ha habido una media de cinco o seis congresos de ciencia política pero ninguno ha tocado el tema de la transición, del modelo mexicano y de la teoría de las transiciones, y ya México entró en una fase de restauración del viejo orden priísta. Así, la ciencia política mexicana sigue sin explicar la crisis del sistema político, la alternancia del 2000 y el regreso del PRI en el 2012. El texto de despedida de Giovanni Sartori, al cumplir los noventa años de edad, es muy sentimental aunque representa su último reclamo sobre el destino del homo sapiens. La crisis de la ciencia política estalló en 1989 con el desmoronamiento del Muro de Berlín, pero pudo más la tesis del fin de la historia de Francis Fukuyama que alguna reflexión teórica de la ciencia política internacional. El pensamiento cuantitativo de la ciencia política estadunidense no ha sabido explicar el fin del modelo soviético autoritario. En México, la ciencia política teórica marcho al lado del funcionamiento de la polis pero sin ninguna influencia real; lo más grave: ni siquiera en la explicación de la presencia del sistema político mexicano y en su colapso en el 2000 con la alternancia a la derecha. El único que abrió un espacio de debate sobre el funcionamiento del sistema socialista autoritario y burocrático fue Octavio Paz —y lo hizo desde 1951 al revelarse la existencia de campos de concentración soviéticos y luego en 1967 en Corriente Alterna— pero la alianza priísta-progresismo en la cultura política desdeñó el llamado al debate. Para explicar qué ocurrió en el sistema político mexicano en el periodo 1968-2000 es indispensable releer a Paz.
Cuando el politólogo César Cansino catapultó el artículo de Sartori de 2004 preguntando hacia dónde iba la ciencia política por su obsesión cuantitativa y publicó su ensayo La muerte de la ciencia política, el desdén académico la tesis de Cansino fue sorprendente: el silencio. La academia politológica se quedó pasmada con el reclamo de Sartori pero se negó a avanzar en la tesis de Cansino: la ciencia política se había olvidado de la teoría, de las ideas y de la filosofía; los clásicos habían sido arrumbados en el cuarto de los cachivaches. Sin embargo, las crisis del autoritarismo mexicano, del PRI como partido hegemónico, de la izquierda como propuesta socialista, del sistema de representación política y de las instituciones intermediadores llevaron a la ciencia política el limbo de la realidad y por lo tanto carecieron de propuestas de interpretación. Los partidos políticos mexicanos han entrado a un juego mayor en el sistema de partidos pero sin explicar lo ocurrido y por tanto sin tener nuevas ofertas; peor aún, los dirigentes partidistas son ignorantes de la teoría de los partidos ni de las críticas de Robert Michels a la oligarquización de las dirigencias partidistas. Varios politólogos sistémicos han llegado a posiciones de decisión en la estructura de organización electoral pero sólo como administradores de instituciones y no como diseñadores de nuevos funcionamientos. En su agregado a su libro Ingeniería constitucional comparada. Con el posfacio: la transición de México, ¿hacia dónde? Una agenda para la reforma, Sartori hizo tres recomendaciones que se han cumplido pero que no han ampliado la democracia: un nuevo sistema electoral, la abolición de la no reelección de legisladores y una definición clara de los poderes del Presidente de la República. Para Sartori, la transición mexicana hacia sido hacia una “democracia presidencial”. Tampoco las propuestas de Sartori encontraron una ciencia política dinámica para analizar propuestas y resultados. Las reformas que se han hecho en México en esos tres rubros carecieron de fundamentación teórica y salieron por concesión presidencial a la oposición, pero a la larga distorsionando el funcionamiento y los equilibrios del sistema político. De ahí la conclusión de que el vacío teórico de la ciencia política mexicana vis a vis el sistema político priísta han impedido la formulación de propuestas coherentes de transición democrática o de fases de democratización. La despedida de Sartori y el texto de Cansino La muerte de la ciencia política deberían desperezar a la comunidad politológica de México para llevarla a la nueva centralidad sistémica cuya crisis necesita tanto de explicaciones y escenarios opcionales.
Tampoco las propuestas de Sartori encontraron una ciencia política dinámica para analizar propuestas y resultados. Las reformas que se han hecho en México en esos tres rubros carecieron de fundamentación teórica y salieron por concesión presidencial a la oposición, pero a la larga distorsionando el funcionamiento y los equilibrios del sistema político.
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22 de Septiembre de 2014
Artículo
Judeofobia y cobardía Por Samuel Schmidt
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on de dar pena los judeófobos actuales, si acaso porque son cobardes y hacen esfuerzos inauditos para esconder su desviación, en lugar de manejar abiertamente sus odios. Javier Bardem es proclive a hacer declaraciones a la ligera equiparando las acciones israelíes con genocidios, si por cada acusación del actor se hubiera realizado un genocidio contra los palestinos, estos ya no existirían; en la pasada guerra entre Israel y Hamas, volvió a las andadas, pero le tomó muy poco desdecirse, hay quien sugiere que alguien en Hollywood le jaló las orejas, de ser así, es incomprensible que no haya decidido pagar cualquier consecuencia posible y sostener su dicho; ¿se acobardó ante una fuerza mayor?, ¿no tiene principios?, o ¿no está dispuesto a luchar por sus ideas? ¿Judeófobo vergonzante? Hace unos meses tuve una discusión con un tipo muy menor, que sin la menor provocación empezó a quejarse de lo que hacían y decían “los judíos”, cuando presioné para que explicara específicamente a qué se refería, acertó a decir que un tío de él en Argentina hacía y decía esas cosas; el silogismo era muy sencillo: su tío es tarado, su tío es judío, por lo tanto todos los judíos son tarados. Cuándo indiqué que era judeófobo su reacción fue: yo soy en parte judío, porque mi madre es judía. Es interesante que un judeófobo se acobarde para reconocer que odia a los judíos y que se escude en la explicación matrilínea de la ortodoxia judía, que establece que los hijos tienen la religión de la madre. El racista no se ha enterado que esa postura/explicación tiene una razón histórica y que dentro del judaísmo hay proponentes del reconocimiento de la línea patrilínea.
Es judío aquel que vive como judío, no el que reclama una herencia que no tiene. Un personaje que se dice progresista, no se recata en subir al internet información falsa sobre la guerra entre Israel y Hamas, reclama que él solamente sube información que no se publica en los medios, lo que es mentira; se envuelve en la bandera del humanismo para criticar a Israel, pero la bandera desaparece cuando se trata de reconocer actos ignominiosos contra muchos grupos étnicos y religiosos; ante el reclamo se acobarda y sostiene que el tiene algo de sangre sefaradí –ningún sefaradí merece esa afrenta-. Dos judeófobos cobardes juegan a la tesis que siendo de casa, sin serlo, tienen la autoridad moral para criticar. Un personaje en televisión se queja que siendo estadounidense y Estados Unidos una democracia, él tiene la libertad de criticar a Estados Unidos, mientras que si critica a Israel se le considera anti-semita. Esta es una trampa muy socorrida entre los judeófobos: debo tener la libertad de criticar a quién quiera, ¿por qué los judíos se me descalifican diciéndome lo que soy cuándo critico a su gobierno? Aquí hay varias falacias: 1) Aunque Israel sea un estado judío, solamente representa a sus ciudadanos, entre los que se encuentran musulmanes, cristianos, católicos, drusos, etc. 2) Una cosa es criticar a tu gobierno y país, otra muy diferente es meterte en los asuntos de otros países, a menos que, 3) Tengas la autoridad moral para criticar a otros países, o pueblos. Carece de ella quien dice luchar a favor de valores universales, pero lo hace parcialmente. Es el caso de Human Rights Watch cuya una postura parcial en contra de Israel lo descalifica.
Es inaceptable que alguien grite contra la muerte de niños palestinos cuando su muerte se debe a Israel, pero que guarde silencio si quien los mató son palestinos como Hamas, ni siquiera se conmueva por los asesinatos de infantes en manos de la Yihad Islámica. Se habrá dado cuenta el lector, que he decidido no usar el apelativo convencional de antisemita a cambio de judeófobo. Aunque los antisemitas se han salido del closet, muchos de ellos se deslindan diciendo que la categoría está mal utilizada porque los judíos no son los únicos semitas, cosa en la que tienen razón. Lo que deja claro es que realmente odian a los judíos, pero quién odia a uno, normalmente odia a muchos, seguramente odiarán a los negros, son homófobos y misóginos. El juego de palabras los ayuda a esconder su desviación, o al menos eso creen. No son anti-semitas son anti-sionistas, y llevan algo de sangre judía encima. Pero destaca su cobardía, tal vez quieren ser vistos como políticamente correctos, o siguiendo su forma de pensar, deben temer que el pueblo judío se vuelque en su contra, porque si algo queda claro del holocausto, es que este nunca jamás volverá a suceder, porque los judíos le plantan cara a los racistas; y el pueblo judío y el estado judío son una muestra de fortaleza.
Impulso al comercio internacional con la eliminación de garitas: Egidio Torre NUEVO LAREDO, Tamaulipas.- En gira de trabajo por este municipio, el Gobernador Egidio Torre Cantú señaló que para los tamaulipecos es un privilegio recibir al Presidente de la República, Enrique Peña Nieto y que los anuncios realizados en Reynosa son de suma importancia para la vida de todos los mexicanos y particularmente los habitantes de este estado. “Uno de ellos es la eliminación de las garitas, como ustedes saben el año pasado se eliminaron 4 de ellas y ahora las otras cuatro que quedaban. Esto es un gran anuncio para todos y en particular para todos los tamaulipecos”, informó el mandatario estatal al reiterar la clausura definitiva de estas demarcaciones fiscales. El cierre de garitas decretado por el Presidente de la República facilitará el comercio internacional, lo que a su vez se traducirá en más empleos, turismo y calidad de vida para los habitantes de la franja fronteriza. Acompañado del alcalde neolaredense Carlos Canturosas Villarreal, el diputado Ramiro Ramos Salinas, Presidente de la Junta de Coordinación Política del Congreso del Estado y los Secretarios de Obras Públicas y Desarrollo Rural, Manuel Rodríguez Morales y Carlos Solís Gómez, respectivamente, manifestó que el mejoramiento del régimen para operaciones con dólares en efectivo será una medida que permitirá acelerar el crecimiento económico de los comerciantes y empresarios. “Es un esquema extraordinario que acelerará el crecimiento de la entidad y sus empresas”, reconoció Torre Cantú. Como parte de su gira de trabajo donde visitó varios puntos de este municipio, el gobernador Egidio Torre Cantú encabezó la ceremonia de conmemoración del CLXVII Aniversario de la gesta heroica de Chapultepec, en donde el Comandante del XVI Regimiento de Caballería Motorizada, Héctor Adrián Mosqueda Velázquez en la lectura del discurso oficial, recordó a los presentes la lucha que realizaron los Niños Héroes para la defensa de nuestra Patria. “Estos jóvenes cadetes destacaron entre todos aquellos que custodiaban la defensa del castillo y defendieron a su Nación con arrojo y valor desmesurado. Por estas acciones les dieron el título de héroes, quienes el día de hoy son recordados y homenajeados”, destacó Mosqueda Velázquez. Aquí, las autoridades depositaron ofrendas florales y montaron guardia de honor ante el monumento a los Niños Héroes de Chapultepec, en esta comunidad fronteriza. El Ejecutivo Estatal realizó un recorrido por las exposiciones de la Expo Mex Nuevo Laredo, donde saludó y convivió con cientos de familias neolaredenses que acudieron a este evento.
22 de Septiembre de 2014
Columna Escondrijos de la Alforja
Vergonzoso: El Zócalo cual estacionamiento Por Marcos Marín Amezcua
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o puede uno sino ofenderse, indignarse cual procede, por la ocupación del Zócalo como se vio, transformado por una orden arbitraria e irresponsable, como estacionamiento, tal y como lo convirtió así la empresa contratada para acomodar en su explanada los vehículos oficiales, lo fueran o no -da exactamente lo mismo-. Ya lo ve usted, lo nunca visto, dicho sea. Se trata de automóviles estacionados allí con absoluta impunidad, y con una ceguera política que ya dice bastante de quienes lo permitieron por activa y por pasiva -y quede claro que fue un acto planeado, nada de que se improvisó de último momento- y quedará impune esta fechoría sólo por tratarse de personas que acudieron al Palacio Nacional como invitados del Ejecutivo a una ceremonia vetusta para ir a aplaudirle como focas, que revivió el día del presidente ya eliminado en la ley y que tanta parafernalia involucrada para reponerlo, a decir verdad, los ciudadanos de a pie no queda claro que necesiten. Y encima que ante tal ultraje, las dependencias culturales del Estado y que dependen del Ejecutivo Federal, el mismo que organizó el paripé, se queden calladas sin condenar el hecho. De vergüenza mayúscula que debe denunciarse. Todo esto es ofensivo e indignante por que reconozcamos que el ciudadano de a pie sería satanizado, esquilmado y ultrajado si se atreve a efectuar el mismo comportamiento. Este acto de la Presidencia de la República sólo demuestra que para ella hay mexicanos de primera y de segunda. Se puede decir más alto, pero no más claro. Nuevamente dígase: la causa de la causa, es causa de lo causado, y adviértase claramente: si la faraónica ceremonia montada que provocó este sainete, se hubiera omitido -ya que no hacía falta- se habría evitado el percance de convertir en una plancha motorizada de manera inmerecida e innecesaria, a la Plaza Mayor de México que, por ironías de la vida, en efecto porta el nombre de Plaza de la Constitución, que ni por lo obvio le sonó al lacayo funcionario que permitió y consintió que la emplearan para estacionarse, aun siendo patrimonio cultural de la Humanidad, pese a ser el vértice del centro histórico de la Ciudad de México y el corazón mismo de México. Ha sido gravísimo, pues no ha sido cualquier cosa y no procede minimizar el hecho en forma alguna No se trata ni de rasgarse las vestiduras ni de ser selectivo ni pro ni antiPeña Nieto. Lo primero, porque es condenable que para una ceremonia organizada por la Presidencia de la República se disponga del Zócalo. La Presidencia de la República, por sí o por interpósita persona, sí carece de facultades para convertir en estacionamiento al Zócalo. De nuevo, podemos decirlo más alto, pero no más claro. Y si no es así, muéstrese el fundamento legal para hacerlo, para someter a capricho un patrimonio histórico de todos los mexicanos a convertirlo en espacio al servicio de unos cuantos ¡y de qué manera! Nada menos que en estacionamiento público aparcando vehículos sobre esa lápida de la capital azteca, a lo que no se atrevieron mancillar ni Cortés ni los invasores estadounidenses o franceses ni las huestes de un bando y otro en el proceso conformador de la historia de México. Tenía que ser el actual gobierno el que diera felices muestras de desprecio al pasado. Y sí, no bastan las disculpas, así vengan del mismísimo Ejecutivo. Procederían sanciones, no disculpas. Y así sea que eso signifique escupir al cielo. No se trata de conceder al presidente Peña y dispensar a López Obrador, por ejemplo. O al revés. Solo que hay una diferencia rotunda que separa a uno del otro: no es lo mismo ocupar el Zócalo con vehículos oficiales que efectuar allí una protesta ciudadana que dicho sea, no daña
directamente a nadie instalándose en la Plaza Mayor y esta permitida en la ley. Algo tan sencillo marca la diferencia en detrimento de la imagen del Ejecutivo Federal. No cabe el argumento falaz de señalar que el Zócalo ha sido ocupado antes para mil y una cosas, porque así ha sido así en los años recientes, se trata de una plaza per se como espacio de concentración, convivencia y protesta. Lejos está para ser un estacionamiento idóneo. Convertirlo en megaestacionamiento lo pervierte y prostituye. Por varias razones que no comparten otros episodios allí sucedidos. ¿Qué es lo que más ha ofendido aquí?, ¿la chulería de ocupar el Zócalo o la de disculparse como si les importara, sin señalar responsables, aunque los haya?, ¿o el insultante despliegue de riqueza sumada, expuesta a los ojos de todos, traducida en una pléyade de vehículos oficiales que lejos están de ser baratos y pocos, ¿qué tantos los requieren? venga a cuento la seguridad personal o no; venga a cuento semejante exceso en número y costo, que anticipan que en su adquisición han imperado criterios de erogación desbordada, para compararlo con el discurso imperante de austeridad, que nada tiene que ver con la mesura y sí con la miseria de 60 millones de pobres, cuyo problema es serlo y de nadie más, tal parece. Insultante en verdad. ¿Dónde quedó la austeridad republicana que clama el gobierno? Sólo en discurso demagógico, ya se ve y de una forma espontánea. Se agolpan las preguntas y carecen de respuestas oficiales. Ofende del hecho. Y es que preguntarnos porqué ha ofendido más, tiene tela. Se agolpan las respuestas, todas valederas, tal parece. ¿Molesta el despliegue y el desplante de los dueños de tales vehículos? Sí. Y si preguntas, te dicen que interfieres. ¡Al Diablo! ¿Qué molesta más? ¿El vergonzante y abusivo despliegue y desplante de sus dueños o titulares? ¿La desvergüenza de quienes autorizaron aparcar sin miramiento ni recato, sin moderación y sobre todo luciendo su gran ignorancia y desinterés por el pasado y por los vienes públicos? Que se nota que no piensan con a cabeza. ¿Molesta la simulación y el injusto tratamiento hacia quienes desde el cargo pueden estacionar sus vehículos y quienes como ciudadanos de a pie, sin cargo ni charola, no pueden? ¿Qué no hay mesura alguna ni cacareado recorte al gasto público que tanto se exige al ciudadano de a pie y lo padece, en tratándose de la adquisición de vehículos particulares que impiden dejarlo un día sin circular,
para que los funcionarios de altos vuelos no vivan lo que a diario miles de ciudadanos de a pie, sí? Entonces mejor qué se busque una salida para que el jefe del Estado evite semejante derroche, creándose mecanismos que sin ser más el lacayuno informe de gobierno del pasado, el mandatario exprese a la Nación ideas claras de un rumbo fijo en su tarea, que hoy no consigue difundir en semejantes ceremonias faraónicas, que sólo generan malestar por el Zócalo ocupado por gente que asistió a aplaudirle, y que se conviertan en noticia a falta de algo mejor que reseñar. ¿Qué otros han ocupado e invadido el Zócalo? Sí, pero no eran la Presidencia de México organizando sarao sobre el baluarte de nuestra Historia y siendo ella garante de su preservación y adecuado uso, organizando un acto que sabe que representará una severa logística sin salida adecuada y sin ordenar el tránsito dejándolo a la decisión de gente incompetente. Si la cabeza fuera bien, los pies no divagarían como está pasando. Ahora bien, entrando al tema de la ocupación del Zócalo por vehículos de particulares, así sean funcionarios públicos, ya no digamos invitados espaciales que no tienen cargo público alguno, saltan inevitables preguntas que mucho nos alteran, porque nos implica identificar una impunidad que va de la mano de mucha desvergüenza. Que salga a decir el funcionario que no se aplicarán multas porque el Zócalo estaba en resguardo de la autoridad federal, es tanto como claudicar de aplicar la ley (la primera ordena la no afectación de áreas de carácter histórico con actividades impropias de su naturaleza). Aquí carecen de razón quienes critican la crítica al organizador Pena Nieto, arguyendo que no se cuestione a manifestantes que toman el Zócalo. Y ello debido a que la naturaleza de una plaza pública en todas partes es la de ser convergencia de una sociedad y siendo la plaza mayor flanqueada por los edificios del poder, puede ser el espacio natural de protesta. Que nadie se va a protestar a la sala de su casa. No es pues lo mismo el caso de convertir a la Plaza Mayar en estacionamiento, tarea que pervierte en definitiva su esencia. Por eso no es lo mismo. El mensaje que la Presidencia de México ha enviado a los ciudadanos es sencillo y claro, fácil de entender: mancilla impunemente la plaza mayor de México, símbolo y corazón de la mexicanidad, con autos que impunes, se colocan en ella, lugar prohibido para hacerlo. Pertenecen a personas que van al Palacio Nacional a aplaudir como focas al Ejecutivo, ávido de oírlos y en consecuencia, sin importar la naturaleza de la Plaza Mayor, desoyendo las críticas, ponen un “usted disculpe” que no basta y por mucho, y el Ejecutivo sigue su marcha sin importarle la voz ciudadana. Lamentable, sin duda. Deplorable acción, lo es. Ya los ciudadanos que tomen nota del desprecio por el pasado de México y la chulería de mancillarlo sin siquiera rectificar poniendo el ejemplo aplicando las sanciones debidas. Es lo que hay y más merecemos.
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22 de Septiembre de 2014
Artículo
La diferencia catalana, Rajoy y Cameron Por Joan del Alcázar
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ALENCIA, España.- Cataluña comparte con el resto de las regiones peninsulares la crisis económica que ha provocado una durísima crisis social y una reducción de los servicios públicos y del papel asistencial del Estado. La respuesta a la crisis económica ha ido por la vía de la devaluación interna, lo que ha generado una rebaja salarial que ha reducido el consumo y ha provocado más paro, menos ingresos fiscales y más déficit público que obliga a recortar más y más los presupuestos.
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La política del Partido Popular, que gobierna España desde el derrumbe del socialista Rodríguez Zapatero en 2011, no ha sido otra que seguir las directrices de la Alemania de Merkel y del FMI de reducir el déficit a cualquier precio, así que hace años que estamos dentro de un círculo infernal del que no se ve la salida. En el Principado, está por dictaminar cuál ha sido la responsabilidad del gobierno de Artur Mas y de Convergència i Unió, con el apoyo desde fuera de Esquerra Republicana, pero esta es otra historia. Como en España, también en Cataluña surgió y crece sin descanso el Partido de los Indignados [o el Partido de la Ira, cómo ha escrito Enric Juliana]. Por toda España, el escenario en el que ahora estamos se inició con el 15M [de 2011] y las acampadas en las plazas de las principales ciudades y ha empezado a cristalizar, electoralmente hablando, en ese fenómeno imprevisible hoy que se llama Podemos. Los partidos mayoritarios están desarbolados ante la nueva situación: el PP no obstante cree, estúpidamente, que es un monstruo que le beneficia en la medida que está devorando al PSOE y a Esquerra Unida, por lo cual no hace otra cosa que publicitarlo con intensidad. La izquierda clásica, a la que desde Podemos descalifican de forma irresponsable con argumentos en blanco y negro, no sabe qué hacer, ni cómo responder al desafío permanente de un grupo que practica un discurso populista que conecta de fábula con millones de personas que se sienten miembros del Partido de la Ira. Cataluña, no obstante, presenta una diferencia sustancial con otras regiones peninsulares: es un territorio con muchos ciudadanos que se sienten nacionalmente catalanes [y no tanto españoles]. La coyuntura de crisis y la dura devaluación interna han provocado en el Principado una respuesta coincidente y diferenciada a la vez a la del resto de España: además de indignación ha potenciado el sentimiento nacional de millones de personas y la irritación ha tomado una consistencia y una capacidad movilizadora insospechada e insospechable. Y es que el Gobierno de CiU ha conseguido convencer a muchos de que, en cuanto a los efectos de la crisis, todo es culpa de Madrid. No les ha resultado demasiado difícil. El Partido Popular, desde el segundo gobierno de Aznar entre 2000 y 2004, durante los años que pasó en la oposición entre 2004 y 2011, y en el último periodo de Rajoy, desde 2011, ha querido llevar adelante la re españolización de España [cómo dijo, bocazas cómo es, el minis-
tro Wert], es decir rehacer España como ellos les gustaría: uniforme y castellanizada, aunque respetando “las sanas particularidades regionales que a todos nos enriquecen”. El Partido Popular, con sus analistas de FAES al frente, hace tiempo que están emperrados en poner orden [especialmente, pero no sólo] en las regiones vasca y catalana. Particularmente en esta última, la política del PP ha generado exactamente lo contrario de lo que se proponía, y el partido de la derecha española se ha convertido en un motor de generación de independentismo. Cuesta creer tanta estupidez, tanta arrogancia y tanta incapacidad política. Ni los más radicales catalanistas dan crédito a lo que ven. La operación españolizadora ha sido dirigida más con las tripas que con la cabeza. España es un país de muy bajo fervor nacional convencional. El nacionalismo español envidia el entusiasmo nacional de –singularmente- vascos y catalanes, con su devoción por la bandera, por su himno y por la solemnidad ante las efemérides nacionales. España tiene un himno sin letra que impide cantarlo, por ejemplo, como hacen los brasileños, los chilenos, los franceses o los italianos. Además, en España, la bandera es aquella que para muchos resulta imposible desconectar de la guerra civil y de la dictadura franquista, y así no es fácil sentir aprecio real por estos símbolos. En resumidas cuentas, el resultado es que los
nacionalistas españoles –incluyendo los más moderados y también los del nacionalismo banal- soportan con dificultad y a veces con rabia las demostraciones de consistencia nacional de los separatistas. Mariano Rajoy y el PP han querido aprovecharse de esa envidia. El líder del PP, un hombre que combina la indolencia y la carencia de preparación con una singular capacidad para permanecer inmóvil, ha usado desde siempre esta característica para llegar hasta dónde ha llegado. Dejar pudrirse los problemas, dejar que el tiempo acabe con los adversarios y los agote en la pugna contra su muro de silencio, no decir ni sí ni no, esperar y esperar. Y esto es lo que está haciendo con la situación en Cataluña. Rajoy espera que los empresarios y los banqueros de Barcelona le expliquen a Artur Mas donde está la línea roja; y que la amenaza de aplicar rigurosamente la legislación vigente tenga efectos disuasorios. Quizás confiaba que la confesión de Pujol afectaría el fervor nacional, pero a pesar de que ha sido una bomba y de las grandes, buena parte de la sociedad catalana no se ha desmovilizado. Y es que en su desidia suicida la situación está fuera de control. ¿Todavía no es la hora de abandonar la parálisis y hacer frente a la situación? ¿No verá el calvario que está pasando su colega Cameron con Escocia?
Mariano Rajoy y el PP han querido aprovecharse de esa envidia. El líder del PP, un hombre que combina la indolencia y la carencia de preparación con una singular capacidad para permanecer inmóvil, ha usado desde siempre esta característica para llegar hasta dónde ha llegado.
22 de Septiembre de 2014
Columna México y el Mundo
A 41 años de Salvador Allende Por Juan María Alponte alponte@prodigy.net.mx http://juanmariaalponte.blogspot.mx/
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unca olvidaré aquella noche: 9 de septiembre de 1973. La esposa del presidente de Chile, Tencha Allende, admirable persona, estaba en México en visita oficial. Tuvo la gentileza de invitarme a cenar con ella y unos chilenos residentes en México. Éramos cinco; yo era el único mexicano. La conversación tuvo tonos dramáticos. Tencha Allende y los chilenos no dudaban que el “golpe” contra Salvador Allende era ya un hecho inevitable. El debate, que lo hubo, puede achacárseme. Los chilenos no dudaban del levantamiento contra Allende, pero insistían, inquebrantables, en un punto: que el golpe sería pacífico porque en Chile no se conocían hechos sangrientos. Me opuse terminantemente. Expliqué que se vivían días, en el mundo en crisis y en convulsión y, en suma, que la guerra fría y la confrontación entre Cuba y Estados Unidos inflamaban las tensiones políticas y las dotaba de un especial dramatismo. Mis interlocutores chilenos se opusieron sin equívocos. Solamente Tencha Allende intervino: “El compañero Allende tendría que oírte”. Sé que estuve poco discreto porque respondí así. “Tendría que ser ahora mismo”. Aún siento, como una imprudencia mía, aquella tensión en el cuadro de una convivencia que todos, acaso, queríamos que fuese generosamente inteligente. El tiempo, sin embargo, apretaba las tuercas, duras, de la historia. El día 10 de septiembre de 1973 regresó Tencha Allende a Santiago. La recibió en el aeropuerto su esposo, Salvador Allende, presidente de la República. Estaba visiblemente preocupado. Había visitado a una persona de su familia enferma, de un lado, y la tensión que vivía el país, del otro, no era eludible. En la noche del 10 en la casa de los Allende, en la calle Tomás Moro, los rumores sobre el levantamiento de la Armada se hicieron patentes. Los teléfonos repicaban la crisis. Los nombres de los generales circulaban en una noche larga. El general Pinochet fue, prácticamente, el último que se unió al golpe. Cínico, esperó hasta el final cuando el golpe ya estaba formulado y sin repliegue. Se vivía, dijo alguien, “sobre un barril de pólvora”. El cardenal Raúl Silva Enríquez, ya el 21 de julio, cuando la atmósfera política comenzaba a enrarecerse, había señalado “que la paz de Chile tiene un precio” y, añadió, “que era preciso crear las condiciones para un diálogo”. La atmósfera era crítica. Salvador Allende inauguraba su noveno gabinete de gobierno el 10 de agosto. Casi a la vera del golpe. Sus muchos gabinetes revelaban la crisis. Allende hizo saber al país “que era la última oportunidad para evitar el enfrentamiento y la guerra civil”. Las palabras, inequívocas, invocaban a un diálogo, pero “cómo sostener el paro de los transportistas y gremios profesionales, controlar el terrorismo, superar la crisis de las Fuerzas Armadas y remontar el impasse en el diálogo con la Democracia Cristiana”. (Del libro “Chile la Memoria Prohibida”, página 42). Las tensiones, en agosto de 1973, eran patentes. Los generales se reunían en el círculo de una crisis creciente. El general Pinochet fue el último –así es la existencia memo-
rable- que se unió a la conspiración militar contra Allende. El último sería el primero. La vida nos enseña y sigue su camino. ¿Y Salvador Allende? El 28 de agosto de 1973 Salvador Allende anunció la presencia pública de su décimo gabinete gubernamental. El Partido Socialista en el poder, después de las reformas y la nacionalización de las minas (USA) de cobre, el 11 de julio de 1971, se encontraba en una crisis permanente. Salvador Allende Gossens, miembro del Partido Socialista chileno desde 1933, en las elecciones de 1970, le condujo a la presidencia. Por vez primera en al historia de Chile, elegía a un político que, en la guerra fría y en la crisis de Estados Unidos y Cuba, se declaraba marxista. El 11 de septiembre de 1973 la conspiración militar contra Allende se cerraba para iniciar el golpe. Dos días después, según el Bando No. 2 del Ejército, bando difundido por la radio, se decía sin más: “El Palacio de la Moneda deberá ser evacuado antes de las 11 horas. De lo contrario será atacado por la Fuerza Aérea de Chile”. El bombardeo se inició en punto. Veinte minutos antes Allende se reunió con sus colaboradores en el salón Toesca. Sus últimas palabras “Voy a defender, con mi vida, la autoridad presidencial. Les agradezco su colaboración, pero es inútil que nos quedemos todos aquí”. Nobles y generosas palabras. El bombardeo se inició a la hora prevista. Pinochet ratificaba la dictadura, poco antes, con dureza: “Conforme al Estado de Sitio se aplicará
la Ley marcial a toda persona que se sorprenda con armas explosivas”. Se añadía: “Será ejecutada en el acto”. Las bombas caían ya sobre el Palacio de la Moneda. Salvador Allende se suicidaba. Una parte, esencial, de la historia de Chile se culminaba en la tragedia. El presidente, que apostaba por la muerte y por el honor, tenía 65 años. El Ejército de Pinochet asumía todos los poderes. El caos y la muerte coronaban el inicio de la dictadura. Allí, en el palacio de la presidencia, se suicidó. El presidente Echeverría enviaba –de inmediatoun avión a Santiago para salvar a la familia de Allende. El embajador de México, –admirable fue su tarea de salvamento a los perseguidos- sin una duda, se reunía con los Allende. La decisión era difícil. Beatriz, la hija predilecta de Allende, embarazada, decidió marcharse a Cuba porque su marido, Luis Fernando, era diplomático cubano. La familia, en el dolor, se escindía. Tencha Allende vino a México donde fue recibida con cariño y fervor. Me pidió que la ayudara a hacer el primer texto de agradecimiento. La dictadura pinochetista se tragó una generación. Entre los Allende el dolor y el exilio produjo tragedias dolorosas. Beatriz Allende –Tati- en octubre de 1977 se suicidó en su exilio en La Habana. Nadie supo por qué. Dolor seco y duro. Laura Allende, hermana de Salvador Allende, se arrojó, desde su habitación, en el cuarto piso del Habana Rivera, junto al mar. El golpe, en el dramatismo de la historia contemporánea, nos dejaba esas huellas dolorosas y trágicas del exilio. Una familia y un país lo sufrieron. Cuando se restableció la democracia se honró al embajador de México que hizo una memorable defensa y apoyo a los perseguidos. En esos primeros días, días de un nuevo comienzo, comí, en el Palacio de la Monda, aún con las huellas de los bombazos, con Tencha Allende. Era una comida de la “reconciliación”. Frente a ella, así no más, estaba una representación de los carabineros. Los primeros que se sublevaron contra Allende. Ella, serena, admirable, asumió ese momento con generosas palabras. Su mirada a las fachadas bombardeadas fue única. Chile de Allende sobrevivió y vivió. Los desaparecidos no volvieron. Su recuerdo es la memoria viva. En estos días han sonado bombas en Santiago. La vida, implacable, nos deja sin rencor, pero con la memoria vida, alertadora, despierta para el nunca jamás.
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22 de Septiembre de 2014
Artículo
Adiós a la ciencia política; Crónica de una muerte anunciada Por César Cansino Para César Cansino, siguiendo a Sartori, la ciencia política terminó por sucumbir a las tentaciones prescriptivas de la filosofía política de las cuales trató obsesivamente de mantenerse al margen. Prueba de ello está en los estudios politológicos más recientes sobre la democracia. César Cansino es Director de Metapolítica.
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n un ensayo reciente titulado “Where is Political Science Going?”1 el politólogo más famoso del mundo, Giovanni Sartori, estableció de manera tajante que la disciplina que él contribuyó a crear y desarrollar, la ciencia política, perdió el rumbo, hoy camina con pies de barro, y al abrazar con rigor los métodos cuantitativos y lógico-deductivos para demostrar hipótesis cada vez más irrelevantes para entender lo político, terminó alejándose del pensamiento y la reflexión, hasta hacer de esta ciencia un elefante blanco gigantesco, repleto de datos, pero sin ideas, ni sustancia, atrapada en saberes inútiles para aproximarse a la complejidad del mundo. El planteamiento es doblemente impactante si recordamos que Sartori es el politólogo que más ha contribuido con sus obras a perfilar las características dominantes de la ciencia política en el mundo –es decir, una ciencia empírica, comparativa, altamente especializada y formalizada–. Por ello, nadie con más autoridad moral e intelectual que Sartori podía hacer este balance autocrítico y de apreciable honestidad sobre la disciplina que él mismo contribuyó a fundar. No obstante, las afirmaciones del “viejo sabio”, como él mismo se calificó en el artículo referido, quizá para legitimar sus planteamientos, generaron un auténtico revuelo entre los cultivadores de la disciplina en todas partes. Así, por ejemplo, en una réplica a cargo del politólogo Joseph M. Colomer publicada en la misma revista donde Sartori expone su argumento, aquél se atreve a decir que la ciencia política, al ser cada vez más rigurosa y científica, nunca había estado mejor que ahora, y de un plumazo, en el colmo de la insensatez, descalifica a los “clásicos” como Maquiavelo o Montesquieu por ser altamente especulativos, oscuros y ambiguos, es decir, precientíficos. Otros politólogos, por su parte, se limitaron a señalar que Sartori estaba envejeciendo y que ya no era el Sartori que en su momento revolucionó la manera de aproximarse al estudio de la política. Tal parece, a juzgar por este debate, que los politólogos defensores del dato duro y los métodos cuantitativos, de los modelos y esquemas supuestamente más científicos de la disciplina, denostadores a ultranza de todo aquello que no soporte la prueba de la empiria y no pueda ser formalizado o matematizado, prefieren seguir alimentando una ilusión sobre los méritos de la ciencia política antes que iniciar una reflexión seria y autocrítica de la misma, pre-
fieren mantener su estatus en el mundo académico antes de reconocer las debilidades de los saberes producidos con estos criterios, prefieren descalificar visceralmente a Sartori antes que confrontarse con él en un debate de altura. El hecho es que, a pesar de lo que estos científicos quisieran, la ciencia política actual sí está en crisis. El diagnóstico de Sartori es en ese sentido impecable. La ciencia política hoy, la que estos politólogos practican y defienden como la única disciplina capaz de producir saberes rigurosos y acumulativos sobre lo político, no tiene rumbo y camina con pies de barro. Esa ciencia política le ha dado la espalda a la vida, es decir a la experiencia política. De ella sólo pueden salir datos inútiles e irrelevantes. La tesis de Sartori merece pues una mejor suerte. En el presente ensayo trataré de ofrecer más elementos para completarla, previa descripción de lo que la ciencia política es y no es en la actualidad. Mi convicción personal es que el pensamiento político, la sabiduría política, hay que buscarla en otra parte. ¡Adiós a la ciencia política! ¿Qué es la ciencia política? En palabras de Sartori, la ciencia política es la disciplina que estudia o investiga, con la metodología de las ciencias empíricas, los diversos aspectos de la realidad política, con el fin de explicarla lo más completamente posible. Sin embargo, debe advertirse que la ciencia política presenta una gran diversidad de concepciones sobre su objeto específico de estudio. En los hechos, al igual que otras ciencias sociales, muestra un marcado pluralismo teórico, lo cual no necesariamente va en detrimento de su afirmación institucional, sino simplemente refleja la dificultad de caracterizar de una vez por todas su ámbito de aplicación. Más aún, para algunos autores, este pluralismo teórico, al producir un debate permanente entre escuelas y paradigmas, ha coadyuvado al propio desarrollo de la disciplina. Con esta salvedad, en la configuración de la ciencia política han convergido históricamente dos ejes fundamentales. Uno, delimitado por la propia realidad compleja y cambiante de su objeto de estudio, la realidad política en sus diversos dominios y dimensiones: instituciones y prácticas, procesos y procedimientos, sujetos, y acciones y sentidos,
símbolos y significados. El otro, definible como el de la producción teórica y la indagación científica que constituye el propio campo científico de la política, cuyos límites han sido establecidos a través de siglos de formulaciones. En un permanente diálogo con las teorías precedentes o contemporáneas, en líneas de continuidad o ruptura, se ha ido configurando el arsenal conceptual y el andamiaje metodológico que constituyen el contenido de la disciplina. En esta línea de pensamiento, la ciencia política define su objeto de estudio a partir de la interacción de estos dos grandes ejes o momentos. En uno de ellos se condensan múltiples perspectivas teórico-metodológicas, en las cuales se especifican construcciones conceptuales y categoriales de cuya lógica de movimiento interno depende el lugar que ocupan las construcciones sociales referentes a los fenómenos de convivencia humana, conflicto y orden. El otro está compuesto por una agregación de causalidades generadas por las prácticas de las sociedades existentes: procesos (institucionalizados), procedimientos, acciones y decisiones colectivas e individuales que configuran históricamente y de un modo cambiante el espacio político y el ámbito de intervención de lo político. De esta agregación, a la luz del grado de diferenciación estructural de los componentes humanos, la ciencia política distingue determinados hechos y comportamientos acotados simultáneamente por correspondientes manejos conceptuales. En consecuencia, el objeto de estudio de la ciencia política se explica básicamente a partir de las concepciones y no de una definición unívoca. Los discursos científicos abocados a comprender y explicar los hechos configuran un ordenamiento singular respecto de la relevancia y el comportamiento de distintos factores indicados como políticos. Estado, poder, institucionalidad, formas de gobierno y eticidad, acción, representaciones y valores, en diferentes coordenadas espacio-temporales, son momentos y factores indisolubles para la reflexión ampliada de lo político, a la luz de una dimensión social múltiple, heterogénea y fragmentada.
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El método científico terminó convirtiéndose en una especie de camisa de fuerza que llevó a sus cultivadores a ocuparse de asuntos sumamente especializados, factibles de ser demostrados empíricamente pero cada vez más irrelevantes para dar cuenta de lo político en toda su complejidad. De ahí que la ciencia política haya perdido el rumbo.
En una perspectiva que como la anterior reconoce la diversidad paradigmática de la ciencia política, su objeto de estudio se circunscribe entonces al tipo y el nivel de la investigación científica. En otras palabras, el objeto se refiere a su método y éste a su vez, construye, ordena, clasifica sus elementos, dilucida su sentido y aspira a trazar coordenadas de su desarrollo. De este modo, la ciencia política parte de referentes empíricos que en mayor o menor rango pueden tratarse y desagregarse en planos ideológicos, políticos, filosóficos y científicos. En otros términos, de la clasificación de los discursos y de sus fines cognitivos se desprende el tratamiento efectuado sobre determinados acontecimientos. Pero la ciencia política tiene también como objeto de estudio a las distintas corrientes teóricas concernientes a lo político, de modo tal que su estudio supone la construcción crítica de un orden teórico. En esta línea, si aceptamos que un campo de investigación es en buena medida el producto de diversas aproximaciones definitorias, el campo de la política puede ser considerado como un ámbito cuyos límites han sido establecidos a lo largo de siglos de reflexión por una tradición especial, compleja y variada del discurso: la filosofía política. Trazando en la diversidad de respuestas una continuidad de preocupaciones y temas problemáticos –entre los que pueden enumerarse desde una óptica complementaria las relaciones de poder entre gobernantes y gobernados, la índole de la autoridad, los problemas planteados por el conflicto social y la jerarquía de ciertos fines como objetivos de la acción política–, el estudio sistemático de la ciencia política no puede ignorar el peso de esta tradición en su desarrollo. En síntesis, pensar hoy lo político nos remite a un universo más complejo y difícil de delimitar que el que pudiera haberse encontrado en otras épocas. Se exhibe un amplio abanico de dimensiones, componentes y niveles que redefinen sus nexos e interacciones y plantean a la ciencia política el desafío de generar nuevas categorizaciones. Aun así, en la concepción moderna de la disciplina, el objeto de estudio que le permitió a ésta ganar autonomía respecto a disciplinas afines es el de “sistema político”. Con ello, los cultivadores de la disciplina, quienes también se ocupan de los fenómenos del poder y el Estado, no se refieren a un sistema político concreto (o a un simple sinónimo actualizado del “Estado”), sino al conjunto de procesos a cualquier nivel que producen “asignaciones autoritativas de valores”. Esta definición, hoy ampliamente
aceptada por quienes conciben a la disciplina como el estudio de la realidad política con los métodos empíricos, sugiere que la ciencia política se ocupa de las modalidades con las cuales los valores (y los recursos) son asignados y distribuidos en el interior de cualquier sistema político, por pequeño o grande que sea. El carácter autoritativo o imperativo de las decisiones políticas depende del hecho de que los pertenecientes al sistema en el cual las decisiones son tomadas consideran que es necesario o que deben obedecerlas. Las motivaciones por las cuales los miembros de un sistema llegan a esa convicción y los instrumentos a disposición de las autoridades para aplicar sus decisiones constituyen ulteriores elementos implícitos en la definición del objeto de la ciencia política. El campo de estudio del politólogo resulta así ampliado más allá de los solos fenómenos del poder, obviamente comprendiéndolos (y, por lo demás, no todos los fenómenos de poder pueden ser definidos como políticos: se habla en efecto de poder económico, social, psicológico, etcétera.; ni todos los fenómenos políticos implican necesariamente el ejercicio del poder: la formación de alianzas y coaliciones, por ejemplo). Lo cual rebasa los confines físicos del Estado, naturalmente incluyéndolo en el propio análisis siempre que se verifiquen aquí procesos de asignación autoritativa de valores, para estudiar todos aquellos sistemas en los cuales se manifiestan estos procesos: a nivel más elevado de los sistemas estatales, el sistema internacional; a nivel inferior, los partidos políticos, los sindicatos, las asambleas electivas, etcétera. Si la ciencia política es –y en qué medida– una ciencia es una cuestión importante. Naturalmente, quienes asumen como parámetros de referencia las ciencias naturales y sus procedimientos niegan la posibilidad para todas las ciencias sociales de constituirse en ciencias en sentido estricto. Más aún, algunos cuestionan que sea posible (u oportuno) analizar la política con el método científico. No obstante, la ciencia política se caracteriza por el esfuerzo de analizar los procesos y las actividades políticas con el método científico. Es decir, procede en su análisis mediante pasos y estadios que consienten la elaboración de hipótesis y explicaciones empíricamente fundadas, que encuentran una confrontación con la realidad. En síntesis, sobre la base de una o más hipótesis y de la observación de determinados fenómenos, el estudioso propone una descripción lo más cuidadosa y exhaustiva posible. Si es factible, procede a la medición del o de los fenómenos examinados, para después clasificarlos en ca-
tegorías definidas con base en elementos comunes. Las causas y las condiciones de la verificación de determinados acontecimientos son investigadas o descritas, así como sus eventuales consecuencias. Sobre esta base, el estudioso desarrollará generalizaciones de tipo “si… (se verifican los eventos A, B y C) entonces… (se obtendrán los efectos X, Y y Z)”. Finalmente, las hipótesis y las teorías así formuladas serán sometidas a verificación. Si de la verificación emergen confirmaciones se podrán también plantear previsiones de eventos futuros cada vez que se presenten las mismas condiciones (la previsión no es, sin embargo, esencial para la cientificidad de una disciplina); si la teoría es falsificada por los fenómenos que se le escapan o que contrastan con las explicaciones ofrecidas, será reformulada o enriquecida y/o se procederá a nuevas observaciones, nuevas hipótesis, nuevas verificaciones. Para el estudio científico de la política es fundamental que el método, así esquemáticamente presentado, sea utilizado conscientemente y de manera rigurosa con plena transparencia de los procedimientos en todos los estadios del análisis. La limpieza conceptual, el rigor definicional y la formulación de las hipótesis y las clasificaciones son esenciales para la cientificidad de la disciplina y para la transmisión entre los especialistas de las generalizaciones y de las teorías así elaboradas. En algunos sectores, en particular en el del comportamiento electoral, en el de las relaciones entre fórmulas electorales y sistemas de partidos, y en el de la formación de coaliciones de gobierno, existen ya generalizaciones consolidadas y teorías de rango medio confiables. En otros sectores, la investigación politológica afina viejas hipótesis y constantemente produce nuevas, las combina en generalizaciones que propician nuevas investigaciones. Todo ello es realizado con el convencimiento de que la política puede ser estudiada como cualquier otra actividad humana de manera científica. El uso consciente del método científico distingue a los politólogos de todos aquellos que escriben de política, desde los comentaristas políticos (aunque también es cierto que muchos politólogos no son otra cosa que comentaristas políticos). El problema con esta disciplina, para volver al argumento de Sartori, es que el método científico terminó convirtiéndose en una especie de camisa de fuerza que llevó a sus cultivadores a ocuparse de asuntos sumamente especializados, factibles de ser demostrados empíricamente pero cada vez más irrelevantes para dar cuenta de lo político en toda su complejidad. De ahí que la ciencia política haya perdido el rumbo. De hecho, como veremos en el siguiente inciso, Sartori ya vislumbraba este posible derrotero desde hace muchos años, por lo que sugería emprender ciertos ajustes de enfoque y orientación para no sucumbir ante la trivialización de los saberes especializados. Un poco de historia A raíz de la publicación en 1987 de The Theory of Democracy Revisited, uno de los libros más controvertidos de Sartori, se reavivó la discusión sobre el estatuto de cientificidad de la ciencia política, sobre su método y sus posibilidades heurísticas. Para el autor italiano, que los politólogos vuelvan intermitentemente a dicho debate estaría revelando una deficiencia de fondo de la disciplina que cultivan. El propio Sartori, mucho tiempo antes de decretar el acta de defunción de la ciencia política en el 2004, ya se había ocupado del tema de manera casi obsesiva. En su polémica obra Tower of Babel, del lejano 1975, encontraba el principal problema de la disciplina en una deficiente y muy poco ortodoxa definición y empleo del instrumental conceptual de la comunidad politológica. Después de Sartori, quedó claro que no puede confundirse una teoría política de impronta empírica con una teoría política de origen filosófico. Cada una responde a lógicas de construcción y persigue objetivos completa-
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mente distintos. Distinguirlas netamente fue para Sartori un empeño recurrente, pues de ello dependía la legitimidad y la especificidad de una disciplina tan nueva como pretenciosa como lo era entonces la ciencia política. Lo que debe advertirse en todo caso es que desde entonces la filosofía política y la ciencia política no sólo se escindieron sino que cada una se cerró a sí misma, impidiéndose el diálogo constructivo entre ellas. Quizá Italia es el ejemplo más notable de dicho desencuentro. En la senda de la riquísima tradición filosóficopolítica italiana y que en el siglo XX tuvo en Norberto Bobbio a su figura más destacada y universal, la ciencia política empirista se introducía en Italia con carta de naturalización ajena. Ciertamente, la obra de Mosca y de Pareto constituye un antecedente fundamental y no muy lejano en el tiempo, pero la politología que después de la Segunda Guerra Mundial se institucionaliza en Italia es precisamente la anglosajona, funcionalista y conductista, introducida con gran éxito por Sartori, quien desde entonces se convirtió en la figura central de la ciencia política italiana. Para ello, Sartori destacó en reiteradas ocasiones el potencial explicativo y científico de la nueva disciplina, en contraste con la excesiva especulación y subjetividad de la filosofía. Al respecto, el politólogo italiano delimitó con celosa precisión las características y diferencias de ambas formas de aproximarse al estudio de lo político. Es precisamente en este punto que la “revisitación” que Sartori realizó hace veinte años a su teoría de la democracia vino a constituirse en la punta de lanza de esta recurrente polémica. En efecto, Sartori reconoció en su libro de 1987 las deficiencias del empiricismo en su versión más factualista, pero rechazó igualmente las perspectivas filosóficas cargadas de ideología. En este sentido, explica, su objetivo era dar lugar a una teoría política de la democracia libre de la tentación de los extremos, de sus mutuamente excluyentes obsesiones. Independientemente de haberlo logrado o no, cuestión que se examinará después, la intención de Sartori fue saludada favorablemente, pues dejaba entrever una senda posible para transitar hacia una teoría política, en este caso de la democracia, menos esquemática y purista que la que existía entonces. En suma, ya en este libro Sartori deja ver alguna insatisfacción con la ciencia que él mismo contribuyó a crear, y busca subsanar sus deficiencias tendiendo puentes con la filosofía política. Veinte años después, cuando Sartori decreta la muerte de la ciencia política, es claro que sus insatisfacciones no sólo no se subsanaron sino que se acumularon, afectando su propia animosidad. Ni duda cabe que discutir a Sartori puede decirnos mucho sobre la pertinencia y las posibilidades del análisis politológico; nos obliga a fijar posiciones de manera muy crítica sobre el sentido de nuestro quehacer como estudiosos de la política. Para quien conocía el libro Democratic Theory del mismo Sartori, publicado originalmente en Italia en 1957, no se topó con grandes novedades al leer The Theory of Democracy Revisited. Incluso, la “revisitación” sartoriana fue fuertemente criticada entonces por limitada. No obstante ello, por las razones expuestas arriba, constituye un aporte invaluable. En su momento, la “revisitación” de Sartori le mereció duras críticas por parte del socialdemócrata Bobbio, quien calificó al primero de ser un pensador conservador, más liberal que demócrata. Ciertamente, el juicio de Bobbio es correcto. Sartori nunca ha maquillado sus preferencias políticas. Pero ello no empaña la contribución que Sartori ha hecho a la ciencia política. Si bien su teoría de la democracia posee una orien-
tación política implícita, no puede negarse su potencial heurístico derivado en este libro, como ya se dijo, de su intención de generar una teoría tanto empíricoracional como filosóficovalorativa de la democracia, en un intento bastante interesante de complementar a la ciencia y la filosofía políticas, aunque sin dejar de reconocer en todo momento la legitimidad y la especificidad de ambas lógicas de construcción de saberes. De hecho, este objetivo ha estado presente en mayor o menor medida en el conjunto de la obra de Sartori. Para quien revisa, por ejemplo, su Parties and Party Systems11 podrá toparse con la tipología de los sistemas partidistas más socorrida y reconocida para el análisis de dichos sistemas en la realidad concreta. Su formulación –señala Sartori– deriva del método comparativo de casos pero en permanente discusión con las principales orientaciones teóricas empíricas y filosóficas, sobre pluralismo y democracia. En el caso de The Theory of Democracy Revisited, el hilo conductor lo constituye el conflicto permanente entre los hechos y los valores, lo ideal y lo real, la teoría normativa y la teoría empírica, la democracia prescriptiva y la democracia descriptiva. Su análisis confluye de esta manera en la observación de que la teoría política se ha ido desarrollando y perfeccionando mediante la exclusión de su seno de definiciones inadecuadas o de significados erróneos de conceptos fundamentales.
Esta tarea, sin embargo, para Sartori, debe ser permanente. Reconocer su necesidad es el primer paso para avanzar y lograr el entendimiento entre filósofos y científicos. La teoría política saldría ganado. Se ha criticado que Sartori en realidad se quedó corto en la persecución de este propósito. Probablemente es verdad, pero como suele suceder, las grandes construcciones requieren de varias manos. Sartori indicó un camino posible y deseable. Con todo, a juzgar por su desencanto reciente por el derrotero seguido por la ciencia política dominante en el mundo, nadie lo secundó. Por el contrario, la disciplina perdió de vista el bosque para concentrarse en los árboles, le dio la espalda al pensamiento político y el método se convirtió en una camisa de fuerza. Una manera de documentar ese hecho es precisamente examinando los diversos análisis que sobre la democracia ha realizado la ciencia política, después de que Sartori escribiera su revisitación sobre el tema. Aquí, como veremos a continuación, el análisis politológico no sólo se empobreció sino que terminó siendo colonizado para bien o para mal, y sin darse cuenta, por la filosofía.
Los límites de la ciencia política Desde su constitución como una disciplina con pretensiones científicas, es decir, empírica, demostrativa y rigurosa en el plano metodológico y conceptual, la ciencia política ha estado obsesionada en ofrecer una definición empírica de la democracia, es decir, una definición no contaminada por ningún tipo de prejuicio valorativo o prescriptivo; una definición objetiva y lo suficientemente precisa como para estudiar científicamente cualquier régimen que se presuma como democrático y establecer comparaciones bien conducidas de diferentes democracias. La pauta fue establecida desde antes de la constitución formal de la ciencia política en la segunda posguerra en Estados Unidos, por un economista austríaco, Joseph Schumpeter, quien en su libro de 1942, Capitalism, Socialism and Democracy, propuso una definición “realista” de democracia distinta a las definiciones idealistas que habían prevalecido hasta entonces. Posteriormente, ya en el seno de la ciencia política, en un libro cuya primera edición data de 1957, Democrazia e definizioni, Sartori insistió puntualmente en la necesidad de avanzar hacia una definición empírica de la democracia que permitiera conducir investigaciones comparadas y sistemáticas sobre las democracias modernas. Sin embargo, no fue sino hasta la aparición en 1971 del famoso libro Poliarchy. Participation and Opposition, de Robert Dahl, que la ciencia política dispuso de una definición aparentemente confiable y rigurosa de democracia, misma que adquirió gran difusión y aceptación en la creciente comunidad politológica al grado de que aún hoy, tres décadas después de formulada, sigue considerándose como la definición empírica más autorizada. Como se sabe, Dahl parte de señalar que toda definición de democracia ha contenido siempre un elemento ideal de deber ser, y otro real, objetivamente perceptible en términos de procedimientos, instituciones y reglas del juego. De ahí que, con el objetivo de distinguir entre ambos niveles, Dahl acuña el concepto de “poliarquía” para referirse exclusivamente a las democracias reales. Según esta definición una poliarquía es una forma de gobierno caracterizada por la existencia de condiciones reales para la competencia (pluralismo) y la participación de los ciudadanos en los asuntos públicos (inclusión). Mucha agua ha corrido desde entonces en el seno de la ciencia política. Sobre la senda abierta por Sartori y Dahl se han elaborado un sinnúmero de investigaciones empíricas sobre las democracias modernas. El interés en el tema se ha movido entre distintos tópicos: estudios comparados para establecer cuáles democracias son en los hechos más democráticas según indicadores preestablecidos; las transiciones a las democracias; las crisis de las democracias, el cálculo del consenso, la agregación de intereses, la representación política, etcétera. Sin embargo, la definición empírica de democracia avanzada inicialmente por Dahl y que posibilitó todos estos desarrollos científicos, parece haberse topado finalmente con una piedra que le impide ir más lejos. En efecto, a juzgar por el debate que desde hace cuatro o cinco años se ha venido ventilando en el seno de la ciencia política en torno a la así llamada “calidad de la democracia”, se ha puesto en cuestión la pertinencia de la definición empírica de democracia largamente dominante si de lo que se trata es de evaluar qué tan “buenas” son las democracias realmente existentes o si tienen o no calidad. El tema de la calidad de la democracia surge de la necesidad de introducir criterios más pertinentes y realistas para examinar a las democracias contemporáneas, la mayoría de ellas (sobre todo las de América Latina, Europa del Este, África y Asia) muy por debajo de los estándares mínimos de calidad deseables. Por la vía de los hechos, el concepto precedente de “consolidación democrática”, con el que se pretendían establecer parámetros precisos para
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Alegoría del Buen Gobierno en el campo, Ambrogio Lorenzetti, fresco del Palacio Comunal de Siena, 1339.
que una democracia recién instaurada pudiera consolidarse, terminó siendo insustancial, pues fueron muy pocas las transiciones que durante la “tercera ola” de democratizaciones, para decirlo en palabras de Samuel P. Huntington, pudieron efectivamente consolidarse. Por el contrario, la mayoría de las democracias recién instauradas si bien han podido perdurar lo han hecho en condiciones francamente delicadas y han sido institucionalmente muy frágiles. De ahí que si la constante empírica ha sido más la persistencia que la consolidación de las democracias instauradas durante los últimos treinta años, se volvía necesario introducir una serie de criterios más pertinentes para dar cuenta de manera rigurosa de las insuficiencias y los innumerables problemas que en la realidad experimentan la mayoría de las democracias en el mundo. En principio, la noción de “calidad de la democracia” vino a colmar este vacío y hasta ahora sus promotores intelectuales han aportado criterios muy útiles y sugerentes para la investigación empírica. Sin embargo, conforme este enfoque ganaba adeptos entre los politólogos, la ciencia política fue entrando casi imperceptiblemente en un terreno movedizo que hacía tambalear muchos de los presupuestos que trabajosamente había construido y que le daban identidad y sentido. Baste señalar por ahora que el concepto de calidad de la democracia adopta criterios abiertamente normativos e ideales para evaluar a las democracias existentes, con lo que se trastoca el imperativo de prescindir de conceptos cuya carga valorativa pudiera entorpecer el estudio objetivo de la realidad. Así, por ejemplo, los introductores de este concepto a la jerga de la politología, académicos tan reconocidos como Leonardo Morlino, Guillermo O’Donnell y Philippe Schmitter, entre muchos otros, plantean como criterio para evaluar qué tan buena es una democracia establecer si dicha democracia se aproxima o se aleja de los ideales de libertad e igualdad inherentes a la propia democracia. Como se puede observar, al proceder así la ciencia política ha dejado entrar por la ventana aquello que celosamente intentó expulsar desde su constitución, es decir, elementos abiertamente normativos y prescriptivos. Pero más allá de ponderar lo que esta contradicción supone para la ciencia política, en términos de congruencia, pertinencia e incluso vigencia, muy en la línea de lo que Sartori plantea sobre la crisis actual de la ciencia política, el asunto muestra con toda claridad la imposibilidad de evaluar a las democracias realmente existentes si no es adoptando criterios de deber ser que la politología siempre miró con desdén. Dicho de otra manera, lo que el debate sobre la cali-
dad de la democracia revela es que hoy no se puede decir nada interesante ni sugerente sobre la realidad de la democracia si no es recurriendo a una definición ideal de la democracia que oriente nuestras búsquedas e interrogantes sobre el fenómeno democrático. Se puede o no estar de acuerdo con los criterios que hoy la ciencia política propone para evaluar la calidad de las democracias, pero habrá que reconocer en todo caso que dichos criterios son claramente normativos y que por lo tanto sólo flexibilizando sus premisas constitutivas esta disciplina puede decir hoy algo original sobre las democracias. En este sentido, habrá que concebir esta propuesta sobre la calidad de la democracia como un modelo ideal o normativo de democracia, igual que muchos otros, por más que sus partidarios se enfrasquen en profundas disquisiciones metodológicas y conceptuales a fin de encontrar definiciones empíricas pertinentes que consientan la medición precisa de las democracias existentes en términos de su mayor o menor calidad. Tiene mucho sentido para los politólogos que han incursionado en el tema de la calidad de la democracia partir de una nueva definición de democracia, distinta a la que ha prevalecido durante décadas en el seno de la disciplina, más preocupada en los procedimientos electorales que aseguran la circulación de las élites políticas que en aspectos relativos a la afirmación de los ciudadanos en todos sus derechos y obligaciones, y no sólo en lo tocante al sufragio. Así lo entendió hace tiempo Schmitter, quien explícitamente se propuso en un ensayo muy citado ofrecer una definición alternativa: “la democracia es un régimen o sistema de gobierno en el que las acciones de los gobernantes son vigiladas por los ciudadanos que actúan indirectamente a través de la competencia y la cooperación de sus representantes”. Con esta definición se abría la puerta a la idea de democracia que hoy comparten muchos politólogos que se han propuesto evaluar qué tan buenas (o malas) son las democracias realmente existentes. La premisa fuerte de todos esos autores es considerar a la democracia desde el punto de vista del ciudadano; es decir, todos ellos se preguntan qué tanto una democracia respeta, promueve y asegura los derechos del ciudadano en relación con sus gobernantes. Así, entre más una democracia posibilita que los ciudadanos, además de elegir sus representantes, puedan sancionarlos, vigilarlos, controlarlos y exigirles que tomen decisiones acordes a sus necesidades y demandas, dicha democracia será de mayor calidad, y viceversa.
Para quien hace tiempo asumió que el estudio pretendidamente científico de la política sólo podía conducir a la trivialización de los saberes, que la ciencia política hoy se “contamine” de filosofía, lejos de ser una tragedia, es una consecuencia lógica de sus inconsistencias.
A primera vista, la noción de democracia de calidad resulta muy sugerente para el análisis de las democracias modernas, a condición de considerarlo como un modelo típicoideal que anteponer a la realidad siempre imperfecta y llena de contradicciones. Por esta vía, se establecen parámetros de idoneidad cuya consecución puede alentar soluciones y correcciones prácticas, pues no debe olvidarse que el deber ser que alienta las acciones adquiere de algún modo materialidad en el momento mismo que es incorporado en forma de proyectos o metas deseables o alternativos. Además, por las características de los criterios adoptados en la definición de democracia de calidad se trata de un modelo abiertamente normativo y prescriptivo que incluso podría emparentarse sin dificultad con la idea de Estado de derecho democrático; es decir, con una noción jurídica que se alimenta de las filosofías liberal y democrática y que se traduce en preceptos para asegurar los derechos individuales y la equidad propia de una sociedad soberana y políticamente responsable. El punto es que abrazar esta noción de democracia por sus obvias implicaciones normativas y valorativas, no puede hacerse sin moverse hacia la filosofía política y el derecho. En ella están en juego no sólo principios normativos sino también valores políticos defendidos por diversas corrientes de pensamiento no siempre coincidentes.
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Dicho de otro modo, tal parece que la ciencia política se encontró con sus propios límites y casi sin darse cuenta ya estaba moviéndose en la filosofía. Para quien hace tiempo asumió que el estudio pretendidamente científico de la política sólo podía conducir a la trivialización de los saberes, que la ciencia política hoy se “contamine” de filosofía, lejos de ser una tragedia, es una consecuencia lógica de sus inconsistencias. El problema está en que los politólogos que con el concepto de calidad de la democracia han transitado sin proponérselo a las aguas grises de la subjetividad y la especulación se resisten a asumirlo plenamente. Y para afirmarse en las seguridades de su “pequeña ciencia”, para decirlo con José Luis Orozco han reivindicado el valor heurístico de la noción de calidad democrática, introduciendo toda suerte de fórmulas para operacionalizar el concepto y poder finalmente demostrar que la democracia “x” tiene más calidad que la democracia “y”, lo cual termina siendo un saber inútil. De por sí, con la definición de “calidad” que estos politólogos aportan, la democracia termina por ser evaluada igual que si se evaluara una mercancía o un servicio; es decir, por la satisfacción que reporta el cliente hacia el mismo. Lo paradójico de todo este embrollo es que la ciencia política nunca fue capaz de ofrecer una definición de democracia lo suficientemente confiable en el terreno empírico, es decir, libre de prescripciones y valoraciones, por más esfuerzos que se hicieron para ello o por más que los politólogos creyeron lo contrario. Considérese, por ejemplo, la conocida noción de poliarquía de Dahl. Con ella se pretendía definir a la democracia exclusivamente desde sus componentes reales y prescindiendo de cualquier consideración ideal. Sin embargo, Dahl traslada a las poliarquías los mismos inconvenientes que menciona respecto de las democracias, pues su definición de poliarquía como régimen de amplia participación y tolerancia de la oposición, puede constituir un concepto ideal, de la misma forma que justicia o libertad. Así, por ejemplo, el respeto a la oposición es una realidad de las democracias, pero también un ideal no satisfecho completamente. Lo mismo puede decirse de la participación. Además, la noción de poliarquía posee un ingrediente posibilista imposible de negar. Posibilismo en un doble sentido: en cuanto se admite en mayor o menor medida la posibilidad de acercarse al ideal, y como posibilidad garantizada normativamente, esto es, posibilidad garantizada de una participación ampliada y de tolerancia de la oposición.
El mismo tipo de inconvenientes puede observarse en muchas otras definiciones pretendidamente científicas de democracia, desde los modelos elaborados por los teóricos de la elección racional hasta los teóricos del decisionismo político, pasando por los neoinstitucionalistas y los teóricos de la democracia sustentable. Algunos pecan de reduccionistas, pues creen que todo en política se explica por un inmutable e invariable principio de racionalidad costo-beneficio; o de deterministas por introducir esquemas de eficiencia en la teoría de decisiones y en el diseño de políticas públicas como solución a todos los males que aquejan a las democracias modernas. Como quiera que sea, no le vendría mal a los cultores de la ciencia política un poco de humildad para comenzar un ejercicio serio y responsable de autocrítica con vistas a superar algunas de sus muchas inconsistencias y falsas pretensiones. Por todo ello, creo que el concepto de calidad de la democracia está destinado al fracaso si no se asumen con claridad sus implicaciones prescriptivas. La ciencia política podrá encontrar criterios más o menos pertinentes para su observancia y medición empírica, pero lo realmente importante es asumir sin complejos su carácter centralmente normativo. Por esta vía, quizá sus introductores, politólogos empíricos, podrán aligerar la carga que supone traducir en variables cuantificables una noción altamente abstracta y normativa. Ahora bien, como concepto centralmente normativo, la calidad de la democracia constituye un gran aporte para el entendimiento de las democracias modernas. Pero verlo como tal nos lleva a compararlo con otros modelos normativos. En este nivel, la pregunta ya no es qué tan pertinente es tal o cual modelo para “medir” y “comparar” empíricamente a las democracias realmente existentes, sino qué tan consistentes son para pensar qué tan democráticas pueden ser en el futuro nuestras democracias reales. De nuevo, la contrastación entre un modelo ideal y la realidad, pero sin más pretensión que el perfeccionamiento y mejoramiento permanente de nuestras sociedades, que por supuesto, no es poca cosa.
La ciencia política, que se reclamaba a sí misma como el saber más riguroso y sistemático de la política, el saber empírico por antonomasia, ha debido ceder finalmente a las tentaciones prescriptivas a la hora de analizar la democracia
Recibe el Buque Escuela “Cuauhtémoc” más de 18 mil visitas Por la Redacción
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l Almirante Víctor Uribe Arévalo, comandante de la Segunda Región Naval, y el Capitán del Navío C.G. DEM., Juan Carlos Vera Minjares, recibieron con honores al gobernador de Baja California, Francisco Vega de Lamadrid, quien visitó el Buque Escuela “Cuauhtémoc”. La nave, que ha recibido más de 18 mil visitas, tras atrancar en el Puerto de Ensenada el pasado lunes, fue visitado por el mandatario estatal quien aprovechó para saludas a las decenas de familias que ahí se congregaron para visitar el Buque Escuela de la Marina Armada de México. El buque llegó a Ensenada el pasado lunes 11de agosto, luego de 68 días de haber iniciado el recorrido en el puerto de Acapulco en un viaje internacional, y desde 1991 no visitaba el puerto. Desde el pasado lunes alrededor de 18 mil ensenadenses ingresaron a la Segunda Región Naval para abordar este majestuoso barco, símbolo del espíritu marinero.
A manera de conclusión La ciencia política está herida de muerte. Sin darse cuenta fue víctima de sus propios excesos empiristas y cientificistas, que la alejaron de la macropolítica. Incluso los politólogos que se han ocupado de un tema tan complejo como la democracia se han perdido en el dato duro y han sido incapaces de asumir que para decir hoy algo original y sensato sobre la misma deben flexibilizar sus enfoques y tender puentes con la filosofía prescriptiva, como lo hiciera Sartori en su The Theory of Democracy Revisited. Lejos de ello, la ciencia política introdujo un nuevo concepto, “calidad democrática”, para proseguir sus afanes cientificistas, sin darse cuenta que al hacerlo estaba en alguna medida traicionando sus premisas fuertes. Pongámoslo en otros términos: un nuevo concepto ha aparecido en la ciencia política para analizar las democracias modernas y, como suele pasar en estos casos, dado el pobre desarrollo de las ciencias sociales, cada vez más huérfanas de significantes fuertes para explicar un mundo cada vez más complejo, los especialistas se arremolinan en torno al neonato concepto y explotan sin pudor sus muchas virtudes para entender mejor. Los primeros en hacerlo, además, serán los más listos y alcanzarán más temprano que los demás las mieles del éxito y el reconocimiento de su minúscula comunidad de pares. Pero he de ahí que no hay nada nuevo bajo el sol. El concepto de calidad de la democracia constituye más un placebo para hacer como que se hace, para engañarnos a nosotros mismos pensando que hemos dado con la piedra filosofal, pero que en realidad aporta muy poco para entender los problemas de fondo de las democracias modernas. Además, en estricto sentido, el tema de la calidad de la democracia no es nuevo. Es tan viejo como la propia democracia. Quizá cambien los términos y los métodos empleados para estudiarla, pero desde siempre ha existido la inquietud de evaluar la pertinencia de las formas de gobierno: ¿por qué una forma de gobierno es preferible a otras? Es una pregunta central de la filosofía política, y para responderla se han ofrecido los más diversos argumentos para justificar la superioridad de los valores inherentes a una forma política respecto de los valores de formas políticas alternativas. Y aquí justificar no significa otra cosa más que argumentar qué tan justa es una forma de gobierno en relación a las necesidades y la naturaleza de los seres humanos (la condición humana). En este sentido, la ciencia política que ahora abraza la noción de “calidad de la democracia” para evaluar a democracias realmente existentes, no hace sino colocarse en la tradición de pensamiento que va desde Platón –quien trató de reconocer las virtudes de la verdadera República, entre el ideal y la realidad– hasta John Rawls, quien también buscó afanosamente las claves universales de una sociedad justa, y al hacerlo, esta disciplina pretendidamente científica muestra implícitamente sus propias inconsistencias e insuficiencias, y quizá su propia decadencia. La ciencia política, que se reclamaba a sí misma como el saber más riguroso y sistemático de la política, el saber empírico por antonomasia, ha debido ceder finalmente a las tentaciones prescriptivas a la hora de analizar la democracia, pues evaluar su calidad sólo puede hacerse en referencia a un ideal de la misma nunca alcanzado pero siempre deseado. Me atrevería a argumentar incluso que con esta noción y la búsqueda analítica que de ahí se desprende, la ciencia política se coloca en el principio de su propio ocaso.
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Columna Queso, PAN y vino
Campaña de desprestigio Por Armando Reyes Vigueras
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ste año será recordado por el panismo por la gran cantidad de menciones negativas que tuvo en los medios de información y redes sociales. De forma coincidente con su 75 aniversario, la imagen de la institución ha sido dañada por actos que contradicen el ideario que dio vida al PAN, de acuerdo con periodistas; para la dirigencia del mismo, todo se resume en una campaña de desprestigio de los medios. Curiosamente, no es la primera vez que se usa este argumento. En el ADN panista Como agua y aceite, la relación entre Acción Nacional y la prensa ha estado marcada por constantes desencuentros. Desde su nacimiento mismo, en una época de dominio del aparato gubernamental sobre los informativos, los fundadores apuntaban de forma pesimista que “la actitud de la prensa, cada día peor, está demostrando la necesidad vital de órganos propios de información y propaganda”. Como apuntamos en una columna anterior, http://tinyurl.com/nw24ox5, Gómez Morin lamentó que la prensa “se limita a publicar sólo los ataques contra el partido e ignora los problemas reales”. Para Acción Nacional, esos años representaron la lucha por lograr que sus triunfos electorales fueran reconocidos y sus voces escuchadas. Además de fraudes, los panistas tenían que enfrentar historias que atacaban su prestigio. Escenarios que colocaban a los fundadores del Partido en la esfera de simpatizantes de la Alemania de Hitler, títeres de líderes religiosos o representantes de oscuros intereses empresariales, fueron algunas de las versiones que se difundieron ante el avance blanquiazul. José González Torres, presidente nacional del PAN de 1959 a 1962, recibió amenazas de que podía sufrir un secuestro y aparecer, a la mañana siguiente, fotografiado como si hubiera estado en algo parecido a una orgía. El prestigio era un activo importante para los panistas pues, como en distintas ocasiones ha contado el consejero nacional vitalicio Esteban Zamora Camacho, ser panista era sinónimo de honradez. Pero eran otros tiempos; si bien no había una presencia abundante de panistas en la prensa, tampoco había denuncias por el comportamiento de “ciertos” miembros. Y llegó el poder Con el avance electoral del Partido, y el incremento del número de militantes, también llegó la atención que tanto se había buscado en los medios, sólo que éstos ya no se comportaban alineados con el gobierno como en los años 40 ó 50 del siglo pasado. En la elección a gobernador en Chihuahua, en 1986, se denunció un fraude y también la manipulación de medios de comunicación oficiales. En 1988, Manuel Clouthier denunció a Jacobo Zabludowsky y su noticiario “24 horas” por ocultar la verdad. En 1989, en Baja California, Ernesto Ruffo sufrió la falta de acceso en varios espacios informativos, pero otros le abrieron la puerta. El panorama de la libertad de expresión cambió en los años 90. Con el triunfo de Vicente Fox, los medios tradicionales tuvieron que reinventarse y abrirse a la pluralidad de un país en transición.
Para el PAN, las denuncias por el comportamiento de militantes que iban en sentido contrario a su doctrina, comenzaron a multiplicarse. El sueldo excesivo del alcalde de Ecatepec, las excentricidades del presidente municipal de Tultitlán, el “Toallagate”, la “pareja presidencial”, fueron algunas de las críticas que recibió como gobierno federal, y que motivaron a Manuel Espino, en ese momento secretario general del CEN, a decir que los medios eran "abusivos, ya que sólo destacan aquellas cosas que ponen en mal al gobierno de la República”. Para la segunda administración panista, denuncias por malos manejos en Pemex, la Estela de la Luz y el tema del narcotráfico ocuparon amplios espacios contra el Partido. Después del 2012, con una derrota electoral a cuestas, los análisis internos concluían que no se tenía una estrategia en comunicación. No obstante esto, en 2013 Gustavo Madero acusó: “son ustedes (la prensa) los que hablan de división, en el partido estamos unidos”; y en 2014 señaló que ésta difunde “cobardes difamaciones sin voz y sin rostro para alimentar esta política del espectáculo y de la trivialización”.
Está claro que los medios no actúan como en el siglo pasado y que el Partido no es el mismo que el que se fundó en 1939. Seguir pensando que todo es culpa de quien difunde información de militantes que no se conducen de acuerdo a los principios del PAN, sin reconocer las desviaciones, es sembrar para que esta historia se repita en el futuro. Migajas En Jalisco, en el homenaje por el natalicio de Efraín González Luna, Francisco Morales, oficial mayor del gobierno del Estado, señaló: “No hay cosa que más daño cause a los que yo represento (a los priistas) que la debilidad, el aniquilamiento del Partido Acción Nacional; no lo permitan (…) los necesitamos fuertes, organizados y decididos”. http://tinyurl.com/ lhnjv74 No sólo periodistas, sino también académicos opinan que el PAN celebró su 75 aniversario en crisis http:// tinyurl.com/m997dq4 Madero defendió al gobernador de Sonora, Guillermo Padrés, abriendo otro frente de conflicto http://tinyurl. com/q8o9vg8 @AReyesVigueras
Reconoce Eviel Pérez Magaña compromiso de EPN con el Istmo Por Monserrat Méndez
E
l Senador de la República por el Partido Revolucionario Institucional, Eviel Pérez Magaña reconoció la voluntad y compromiso del presidente Enrique Peña Nieto por la asignación de recursos para la primer etapa del aeropuerto del Istmo de Tehuantepec, en Oaxaca. El legislador señaló que sin duda se trata de una muestra del compromiso del Presi-
dente con los oaxaqueños, en especial con la gente del Istmo. “agradezco y reconozco la voluntad y compromiso del Presidente Enrique Peña Nieto por asignar recursos en el Presupuesto de Egresos de la Federación 2015 para la realización del aeropuerto del Istmo de Tehuantepec, una muestra de cómo Mover a México”.
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Entrará en operaciones la Fuerza Civil de Veracruz Como una policía moderna, la más capacitada y que significa la respuesta del Estado veracruzano a la sociedad para tener elementos a la altura de nuestras circunstancias, así definió el gobernador Javier Duarte de Ochoa a la Fuerza Civil de Veracruz, que pronto entrará en operaciones para reforzar las acciones en materia de seguridad en toda la entidad. Al término del acto conmemorativo del 167 aniversario de la Gesta Heroica de los Niños Héroes de Chapultepec, el mandatario comentó a los medios de comunicación que la sociedad conocerá en los próximos días a los integrantes del nuevo grupo de élite de la Policía Estatal. Aseguró que esta agrupación es producto del esfuerzo que su administración viene realizando desde hace tres años; “desde hace tiempo se están formando nuevos cuadros bajo un modelo policial más moderno, con mejor entrenamiento, capacitación y equipamiento”. El Gobernador destacó que los elementos de la Fuerza Civil son policías que ya aprobaron los exámenes de control y confianza del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SNSP), que, además, tienen una mejor retribución económica para desarrollar y cumplir su función. La Fuerza Civil, dijo, es la respuesta del Estado veracruzano a la sociedad para tener una policía a la altura de nuestras circunstancias y responder a las necesidades del nuevo tiempo que vivimos.