Revista ip 31

Page 1

Director: Carlos Ramírez

noticiastransicion.mx

17 de Noviembre de 2014

contacto@noticiastransicion.mx

Número 31 $5.00

Reitera Sedena compromiso de militares con México Por Monserrat Méndez / 15

Espera III Región Militar más decomisos de drogas tras lluvias Por Monserrat Méndez / 14

Entrega III Región Naval reconocimiento de “Ciudadano Ejemplar” a médico De la Redacción / 7

Pide Eviel más atención sobre franja Sur-Sureste de México De la Redacción / 12

Norberto Bobbio, a diez años de su muerte

Por un socialismo liberal y democrático Por Carlos Ramírez / 5, César Cansino / 6 y José Fernández Santillán / 11

México y el Mundo

Juan María Alponte

El país de los 43 no respira esperanza

/4


L

Por Francisco Zarco

3

Efecto Mariposa y semáforo político

4

El país de los 43 no respira esperanza Por Juan María Alponte

5

La circunstancia de Norberto Bobbio Por Carlos Ramírez

6

Bobbio tenía razón: No hay promesa más esquiva que la democracia Por César Cancino

Sistemas caóticos

a crisis derivada de la agresión a normalistas por la policía municipal de la alcaldía perredista de Iguala ha derivado en una crisis del sistema político. Y no era para menos: la nueva movilidad social y política posterior a la crisis de 1994 y al avance de la oposición no ha tenido los canales de participación ni de solución de controversias. En este sentido, el sistema político se ha vuelto inestable y caótico, sin que sus operadores o responsables alcancen a analizar la dimensión de los problemas y a buscar algunas soluciones. Más que un pacto contra la violencia, las élites políticas acumulan evidencias de que el sistema político fundado por Plutarco Elías Calles en 1929 y perfeccionado como maquinaria corporativa por Cárdenas en 1938 ya no funciona porque los espacios de movilidad son mayores fuera del sistema que dentro. De ahí las evidencias de que el sistema político necesita modificar algunos de sus aparatos y sobre todo muchas de sus reglas. El Presidente de la República, que era la pieza clave en el viejo régimen, se ha convertido en un factor de inestabilidad. Frente a ello, la oposición se mueve más fuera de la legalidad que dentro. El enfoque de la crisis del Estado no se ajusta a la dimensión de la crisis del sistema, aunque el sistema es parte de la estructura del Estado. Las instituciones y los poderes siguen siendo funcionales; lo que falla es el referente de la autoridad dominante. En el caso de Iguala, los tres niveles de gobierno no pueden aplicar la ley y en ese escenario los grupos sociales catapultan la violencia como una forma de sacar ventajas en sus demandas. La crisis del sistema estalló desde 1968 y el PRI como partido dominante prefirió el camino de las reformas sucesivas al de la reorganización de golpe. Pero a cada reforma le sigue la organización de grupos sociales para desvirtuar las modificaciones. La crisis de Ayotzinapa enfrentará de nueva cuenta el dilema: la reorganización total del sistema o las muchas reformas que lleven a otras crisis.

11

Norberto Bobbio frente a la política Por José Fernández Santillán

14

¿Fuero para Montiel? Por Fernando Dworak

15

¿Y si cae Peña? Por Samuel Schmidt

El país que viene Por Luy

Directorio Mtro. Carlos Ramírez Presidente y Director General carlosramirezh@hotmail.com Lic. José Luis Rojas Coordinador General Editorial joselrojasr@hotmail.com Mtro. Carlos Loaeza Manzanero Coordinador de Análisis Económico Emiliano López Analista emiliano_082002@yahoo.com Raúl Urbina Asistente de la dirección general María Fernanda Ibarra Administración

Roberto Vizcaíno Director editorial rvizcaino44@gmail.com Dr. Rafael Abascal y Macías Coordinador de Análisis Político Wendy Coss y León Coordinadora de Relaciones Públicas Ana Karina Sánchez Coordinadora Operativa anakarinasl08@gmail.com Mathieu Domínguez Pérez Diseño Monserrat Méndez Redacción

Indicador Político es una publicación semanal editada por el Grupo de Editores del Estado de México, S. A., y el Centro de Estudios Políticos y de Seguridad Nacional, S. C. Editor responsable: Carlos Javier Ramírez Hernández. Todos los artículos son de responsabilidad de sus autores. Oficinas: Durango 223, Col. Roma, Delegación Cuauhtémoc, C. P. 06700, México D.F. Reserva: 04 - 2013 - 090614260200 - 104, Registros en trámite. Circulación: 30,000 ejemplares noticiastransicion.com.mx

Índice

Editorial

“Orden y paz, era el único anhelo de nuestros conciudadanos que cansados de revueltas y asonadas, sólo querían mejoras materiales, positivas”.


Efecto Mariposa

17 de Noviembre de 2014

Río revuelto Por Iracheta

Semáforo Político Rojo

La crisis de Ayotzinapa se montó sobre otras crisis en curso y la violencia callejera no amainará en el corto plazo.

Amarillo Famosas últimas palabras: “Casi seguro que los normalistas secuestrados estàn muertos”: PGR. Es pregunta: ¿Alguien sabe por dónde anda el preesidente naciuonal del PRI, César Camacho, porque lo necesitan para atednder la crisis en Guerrero?

Conspiracy Theory: La carga emocional por la desaparición de normalistas ha impedido analizar la penetración del crimen organizado en organizaciones sociales rtadicales. La crisis que viene: El proceso electoral estará contaminado por la violencia política articulada a la violencia criminal y hasta ahora nadie parece estar preparándose para los conflictos.

3 LOS PROTAGONISTAS:

La violencia callejera en Guerrero crece, además de cerrar el Aeropuerto Internacional de Acapulco, maestros, normalistas e infiltrados causan graves daños a las sedes del PRI, PAN e instalaciones del gobierno del estado. Todo ante la incapacidad del nuevo gobernador Rogelio Ortega Martínez, quien sólo ha desempañado el papel de espectador.

—El ex presidetne nacional del PRD y jefe de la tribu de Los Chuchos, Jesús Ortega Martñinez, ha quedado sólo en la defensa de su corriente ante la avalancha de críticas. —La fragilidad de los funcionarios quedó demostrada con el efecto demoledor de frase “ya me cansé” del procurador Jesús Murillo Karam. Los dioses tienen sed de sangre. —El jefe de gobierno del DF, Miguel Angel Mancera, se vio bastante solo en el periodo de la gravedad de su enfermedad. Ni el PRD ni los perredistas lo arroparon.

Aunque hay más política que realismo, la violencia sí afectará la estabilidad económica en algunos estados.

Verde

Con todo, la represión no aparece en el escernario de corto plazo, a la espera que el conflicto se pudra.

Escenarios de Riesgo ANÁLISIS DE RIESGO: Si la crisis de Guerrero reveló la profunda crisis del sistema político, las posibilidades de reforma se ven lejanas.

ESCENARIOS: 1.- Óptimo. Los aprtidos pactan un acuerdo contra la violencia y una reforma tipo los Pactos de la Moncloa: 1% de posibilidades. 2.- Medio. Ante la crisis, los partidos acuerdan otro paquete de reformas de instituciones en el Congreso: 5% de posibilidades. 3.- De Riesgo: En medio de la presión por las elecciones, los partidos posponen otra vez las reformas: 94% de posibilidades.


17 de Noviembre de 2014

Columna México y el Mundo

El país de los 43 no respira esperanza Por Juan María Alponte alponte@prodigy.net.mx http://juanmariaalponte.blogspot.mx/

M

4

e atrevo a elevar la palabra a la categoría de las instituciones básicas de una sociedad dada. Si la primera institución de un país es la palabra ello significa, sin más, que cuando la palabra violencia se transforma en la definición autobiográfica, de un país algo muy grave ocurre. La furia asesina no es, como en el caso de los 43 normalistas asesinados, algo que se pueda trasladar, impunemente, a los dioses televisivos ricos de una sociedad. La barbarie es la caja mortuoria de un país. La furia asesina, como la hemos vivido y vivimos, se corresponde a otra vertiente de la violencia. En otras palabras, la interpretación se traslada a la inexistencia o la debilidad de instituciones que funcionan, germinan y sobreviven bajo el gran paradigma litúrgico del Estado de Derecho. La existencia colectiva, sin el Estado de Derecho deriva, inevitable e insoslayablemente, hacia la violencia. No una violencia revolucionaria que se acoge a los dioses televisivos de una reforma que, asume la violencia, como el último eslabón de un proceso de cambio. Si esa visión es rechazable el caso mexicano nace, se desarrolla y evoluciona, transformando la violencia en la barbarie. El caso de los 43 normalistas asesinados no es un accidente en el recorrido, trágico a veces, de un pueblo. No, en el caso de México donde el tránsito de la violencia a la barbarie explica, expone y denuncia una sociedad en crisis que se ha cerrado, a sí misma, los caminos para andar juntos y ha aceptado pagar un precio, terrible, por la ausencia de instituciones templadas y serenadas por el Estado de Derecho.

La identidad cultural en México es oblicua, esto es, no representa una base cultural común –salvo en los tópicos patrióticos- que equilibre las diferencias en el diálogo fecundo. En México las diferencias, que generan la oportunidad del diálogo, se transforman en la ruptura sin percibir que el diálogo representa la cultura de la continuidad. En otras palabras, las dos partes se enriquecen. En México el otro es decapitado o excluido formando los 52 millones de pobres y los 7.3 millones en la extrema pobreza. El historiador español Rafael Altamira se encontró, muchas veces, en España, con Alfonso Reyes y, Altamira, iluminado, le dijo un día esto que tal: “Pero Alfonso es

México el que necesita su palabra pacificadora”. Alfonso Reyes lo sabía, pero no pudo encontrar la llave maestra, la voz adecuada para advertir que la cultura es el observatorio más alto y erguido, de la convivencia. Seguramente Alfonso Reyes admitía esa filiación cultural, pero no pudo o no supo transformar su prodigiosa sabiduría en un instrumento de mutación cultural de su propio país. Sus tiempos, políticos, en el exterior –Brasil también en su experiencia diplomática- no le incitaron a asumir que la cultura es una continuidad fraterna que vive, fundamentalmente, de asumir que lo que se sabe es sólo un camino para saber más. México, le amedrentó. La tarea, lo sabía, era inmensa, como la barbarie misma. Su inmensa cultura, su elección del saber se quedó, en él, como en un Hamlet congelado. Entendió bien que la Revolución abrió horizontes nuevos, pero asumió, en sus vísceras secretas, que la tarea de defender la conciliación de la violencia y la arrogancia del poder requería más de un Quijote que da un literato notable. Se equivocó: se necesitaba, de él, un discurso revelador. No lo tuvimos. La empresa cultural y política era enorme con los caudillos asesinándose entre ellos, valorando el instante sobre el tiempo, riguroso y aleccionador. Por ello prefirió ser Hamlet y no el descubridor de las leyes fraternas de la convivencia. Un día me escribió unas líneas en un papel que conservo: “No prestes un libro; no lo devuelven”. Pero ese riesgo es un mensaje, también, de escalofrío porque, teniendo toda la razón, se perdió la posibilidad de enterrar el incumplimiento y llevar a categoría ética la esperanza. Los 43 normalistas asesinados nos recuerdan, iluminando nuestros días terribles, que en algún momento, una revolución cultural destierra las barbaries a sus sepulturas para siempre. ¿Cómo intentarlo? Ni se intenta por la inexistencia o la fragilidad trágica del Estado de Derecho. Enterramos y desenterramos sin asumir que la vida es vivir con los demás. No se ha dejado espacio para esa meditación. Se paga a un precio, el de la barbarie, que todavía no ha inventado su Quijote, es decir, el otro. La corrupción ayuda y forja, además, que la barbarie sea la Ley. No existe tragedia mayor para un pueblo.


17 de Noviembre de 2014

Columna Indicador Político

La circunstancia de Norberto Bobbio Por Carlos Ramírez

A

unque se tiene registrada sólo una visita a México en 1963, Norberto Bobbio ha desarrollado un magisterio a través de estudiantes mexicanos en la escuela bobbiana de Turín. Y su ingreso al México se dio por la filosofía. En su visita a México tuvo de guía virgiliano a Alejandro Rossi, traductor al español de algunos de sus artículos. Vía estudiantes en su escuela en Turín, Bobbio se metió a fondo en el pensamiento político mexicano. La inserción de Bobbio en el pensamiento político contemporáneo no fue fácil pero tampoco demasiado difícil: su tesis del socialismo democrático y liberal fue pensada en los setenta cuando el Partido Comunista Italiano de Enrico Berlinguer se había separado del control ideológico de Moscú y, junto con los partidos comunistas de España y Francia, había propuesto la categoría de eurocomunismo o, en palabras de George Marchais, el duro estalinista francés, un socialismo con los colores de los países y no de la Unión Soviética. La línea del pensamiento de Bobbio viene del derecho y se insertó en la filosofía política: pasó, así, de los derechos a los comportamientos. Y la línea de la acción registró el viaje nada cómodo del socialismo marxista tradicional al socialismo democrático sin dictadura del proletariado. El eurocomunismo había más o menos sensibilizado las conciencias, aunque el mundo se enfrentaba a la línea dura del capitalismo guerrerista de Nixon y Kissinger y después de Reagan. En 1970, inclusive, Berlinguer había lanzado la iniciativa de diálogo político de los comunistas con la democracia cristiana para sacar a Italia del hoyo de la parcialización electoral: la DC no ganaba la mayoría cómoda y el PCI tenía un tercio de los votos. Ante la debilidad de los gobiernos, el compromiso buscaba

un gobierno conjunto DC-PCI que fue frustrado en 1978 por el secuestro del democristiano Aldo Moro justo el día en que se dirigía a firmar el pacto. Italia perdió la oportunidad de una modernización política vía un acuerdo entre derecha e izquierda. De 1978 a 1994 la calidad de la política italiana se hundió en la falta de expectativas, los partidos desaparecieron y del caos nació ∫el Berlusconi que dominó las vida política casi veinte años. Bobbio tuvo un tránsito político marcado por la circunstancia: nació en el seno de una familia fascista mussoliniana y ahí se mantuvo hasta finales de los cuarenta, con una carta a Mussolini en 1935 recordando su militancia fascista para recuperar su puesto de profesor. Pero luego volvió al centro ideológico y político, se desembarazó de su pasado y entró de lleno al marxismo como pensamiento y no como acción. Así llegó a 1984 en que publicó su primer corte de caja: El futuro de la democracia, adelantando el escenario inevitable de la confrontación entre marxismo y liberalismo. Al comenzar los años setenta, la crisis económica del capitalismo alertaba sobre un colapso general, pero el socialismo parecía no tener la capacidad para llenar el hueco. La situación de pobreza y restricciones en la Unión Soviética alertaba el hecho de que el Estado no parecía capaz de administrar la economía ni generar los excedentes para repartir entre la población. Era un poco la producción capitalista de básicos pero también la incapacidad estatal para administrar los recursos. La inflación y sus efectos en las devaluaciones llevaron a la consolidación de la categoría económica del mercado. Bobbio fue un adelantado en la percepción del corto plazo: el mercado no sólo iba a dominar las relaciones de producción y de consumo, sino también las relaciones sociales, políticas y de clase. Ahí fue donde Bobbio orientó su gran esfuerzo intelec-

tual en sus tres temas principales: el papel de la democracia en el socialismo por el efecto negativo de los regímenes marxistas totalitarios (versión Hannah Arendt), el ideal del socialismo vis a vis la democracia representativa y el efecto de la economía en las relaciones sociales y políticas vía el endiosamiento del mercado ante un Estado ineficaz en cumplir su objetivo marxista del bienestar para la sociedad. El triangulo bobbiano que dejó marcado el turinés casi como una paradoja o conjetura sigue latente a treinta años de la caída del Muro de Berlín y a diez años de la muerte del pensador italiano: democracia, socialismo y liberalismo, tres categorías que la historia del pensamiento político ha dominado de manera aislada y que podrían resolver muchas crisis y conflictos en la medida en que se reflexionen sus posibilidades de cohesión. La ciencia política mexicana se ha nutrido de tres vertientes del pensamiento: los franceses vía Duverger, los italianos con Gramsci, Bobbio y Sartori y los sajones a través de la multitud de exponentes del conductismo. De Bobbio llegó el modelo del socialismo liberal y democrático, el papel de los intelectuales y el poder y la democracia no sólo como procedimiento y régimen (Castoriadis en 1996), sino sobre todo como filosofía política. Algunos de los alumnos y seguidores de Bobbio (José Fernández Santillán sin duda el más reconocido, pero ahora también Lorenzo Córdova en el Instituto Electoral) han podido colocar a Bobbio en el espacio de los debates. Pero el pensamiento político mexicano ha carecido de capacidad de permeabilidad. La ciencia política mexicana, con su escasa independencia teórica del pensamiento histórico oficial, ha dejado pasar las oportunidades del debate. Yo accedí a Bobbio en 1988 por recomendación de Cesáreo Morales a través de la primera edición de El futuro de la democracia (1986). La circunstancia mexicana terminaba el ciclo de la Revolución Mexicana y sus referencias tímidamente marxistas y socialistas y comenzaba apenas el debate sobre el papel del mercado frente al fracaso del Estado. Finales de los ochenta en México pareció ser el momento importante para debatir el futuro con los ojos de Bobbio — claro: también y sobre todo con sus ideas—, pero la izquierda mexicana se quedó atrapada en la reflexión mezclada de Lenin y Cárdenas frente a Nozik y Friedman. El resultado está a la vista: un PRD como única opción de izquierda dominado por el viejo estatismo capitalista y sin atender las posibilidades del mercado. El décimo aniversario de la muerte de Bobbio es oportunidad para un corte de caja no sólo de la vida del turinés sino para recordar que dejó tareas en México que no han sido atendidas y que su reflexión mucho ayudaría a encontrar puertas de salida del colapso de sistema político.

La ciencia política mexicana se ha nutrido de tres vertientes del pensamiento: los franceses vía Duverger, los italianos con Gramsci, Bobbio y Sartori y los sajones a través de la multitud de exponentes del conductismo. De Bobbio llegó el modelo del socialismo liberal y democrático, el papel de los intelectuales y el poder y la democracia no sólo como procedimiento y régimen (Castoriadis en 1996), sino sobre todo como filosofía política.

http://noticiastransicion.mx carlosramirezh@hotmail.com @carlosramirezh

5


17 de Noviembre de 2014

Artículo

Bobbio tenía razón: No hay promesa más esquiva que la democracia Por César Cansino* * Catedrático, periodista y escritor. Su libro más reciente es: México en ruinas. Los saldos del panismo en el poder, 2000-2012 (México, Juan Pablos, 2014).

1

H

6

ace exactamente treinta años, el filósofo político italiano Norberto Bobbio publicó uno de sus libros más conocidos y citados, sobre todo en América Latina: El futuro de la democracia.1 Probablemente ni el propio Bobbio imaginó el enorme impacto que esta obra alcanzaría en nuestra convulsionada región al poco tiempo de publicarse en su edición en español, el cual contrasta visiblemente con el que llegó a alcanzar en Europa, donde si bien Bobbio era un pensador respetado y reconocido, no era tan influyente como otros en los grandes debates intelectuales de los años ochenta del siglo pasado. De hecho, Bobbio prefería concentrar sus esfuerzos escribiendo sobre historia de las ideas y filosofía del derecho, más que participar puntualmente en los debates de su tiempo, pero cuando lo hacía sus opiniones nunca pasaban totalmente desapercibidas, sobre todo cuando escribía sobre los conflictos internacionales y el papel de los organismos multinacionales en la búsqueda casi siempre infructuosa de la paz y la distención,2 o cuando escribía sobre el socialismo y sus contradicciones.3 Ciertamente, El futuro de la democracia es un libro que analiza y disecciona magistralmente el saber acumulado durante la modernidad sobre la democracia, una obra que muestra el profundo conocimiento que sobre el tema tenía el pensador italiano. Sin embargo, no es en estricto sentido un libro que introduzca al debate una posición original sobre la democracia o una manera innovadora de entenderla. De ahí su escasa repercusión en la inteligencia europea de su tiempo. Pero esta ausencia era suplida con una dosis inconmensurable de claridad expositiva y eficacia argumentativa, virtudes que Bobbio supo cultivar como pocos a lo largo de su magisterio. Y es precisamente aquí donde reside el principal mérito de El futuro de la democracia, y que colocó a Bobbio en los cuernos de la luna en América Latina. Más precisamente, nunca nadie antes que Bobbio nos había explicado a los latinoamericanos de manera tan clara como precisa lo que la democracia es y lo que no es, cuestión que fue altamente apreciada en esta parte del mundo, donde dicha noción había sido el centro de interpretaciones y disputas tan farragosas como insustanciales, en las que la democracia terminaba siendo todo y nada al mismo tiempo.4 1 N. Bobbio, Il futuro della democrazia, Turín, Giulio Einaudi Editore, 1984. La traducción al español apareció poco después: N. Bobbio, El futuro de la democracia, México, FCE, 1986. 2 Prueba de ello son sus libros: N. Bobbio, Il problema della guerra e le vie della pace, Boloña, Il Mulino, 1979 (trad. castellana: El problema de la guerra y las vías de la paz, Barcelona, Gedisa, 1982) o N. Bobbio, Il terzo assente. Saggi e discorsi sulla pace e sulla guerra, Turín, Giulio Einaudi Editore, 1989 (trad. castellana: El tercero ausente, Madrid, Cátedra, 2000). 3 N. Bobbio, Quale socialismo? Discussione di un’alternativa, Turín, Giulio Einaudi Editore, 1976 (trad. castellana: Qué socialismo. Discusión de una alternativa, Madrid, Plaza y Janes, 1977). 4 Otro autor que ensayó para México poco antes que Bobbio una definición mínima de la democracia, despojada de la propaganda política que prevalecía en esos años en América Latina, fue Enrique Krauze con su conocido ensayo “Por una democracia sin adjetivos”, Vuelta, México, núm. 86, enero de 1984, pp. 4-13.

Es evidente que el abuso indiscriminado de la palabra democracia por parte de partidos, actores políticos, activistas, gobernantes, etcétera, no es exclusivo de América Latina, pero aquí llegó a adquirir manifestaciones francamente delirantes, como la empleada por auténticos tiranos antediluvianos que se llenaban la boca de democracia para justificar sus brutalidades, o la de gobiernos supuestamente revolucionarios que al enarbolar la bandera de la justicia social se erigían como democráticos, aunque sus pueblos no gozaran de los derechos individuales más elementales. Además, la obra de Bobbio llegó en un momento crucial para la región, justo cuando empezaban a caer las dictaduras militares y se abría un horizonte democrático promisorio, motivado por las democratizaciones alcanzadas en el sur de Europa, pero sobre todo en España y Portugal, hacía apenas unos cuantos años atrás. Por todo ello, si algo necesitaban nuestros países en esos años decisivos eran conceptos más que propaganda, era claridad más que ambigüedad, eran definiciones más que ficciones, eran razones más que ideología. De ahí que el libro de Bobbio cayó como anillo al dedo. Quién lo leyó entonces seguramente recordará su convincente distinción entre democracia formal y democracia sustantiva, o sea entre la democracia entendida como un conjunto de procedimientos que posibilitan la toma de decisiones colectivas por parte de un elevado número de ciudadanos, y la democracia entendida como un conjunto de principios y valores que marcan los fines vinculantes en una sociedad. Asimismo, es muy probable que muchos recuerden la definición mínima de democracia aportada por Bobbio y que hasta la fecha sigue siendo enormemente clarificadora:

conjunto de reglas que establece quién está autorizado a tomar las decisiones colectivas y con qué procedimientos, como el de facultar a un número elevado de ciudadanos el poder de tomar decisiones colectivas, el principio de mayoría, el respeto a los derechos individuales y la existencia de alternativas reales de entre las cuales los que deciden deberán elegir. Pero sobre todo, ese lector acucioso muy seguramente recordará las muy sugerentes páginas de Bobbio dedicadas al tema de las promesas no cumplidas de la democracia o, parafraseando al pensador italiano, de las “promesas de marinero” de la democracia, que resultan de contrastar el ideal de la democracia (los valores que la definen) con la democracia realmente existente: a) lejos de garantizar que los individuos se afirmen como los verdaderos sujetos de la política, ésta ha sido asaltada por poderosos grupos de interés (sindicatos, partidos, asociaciones…); b) lejos de permitir la afirmación de un Estado representativo del todo social, el Estado se ha vuelto un mero mediador de los verdaderos intereses en disputa defendidos por poderosos grupos y corporaciones; c) lejos de hacer valer el ideal de un gobierno del pueblo, lo que realmente existe son oligarquías, aunque en un contexto más competitivo; d) lejos de ampliarse el sufragio a todos los ámbitos de la sociedad, éste se ha restringido al ámbito político electoral, debido las muchas resistencias e intereses que cruzan a las empresas o a las organizaciones de todo tipo; e) lejos de afirmarse la visibilidad del Estado por el principio del control de los ciudadanos sobre el poder, se ha afirmado un poder invisible (mafias, logias, etcétera) al lado del poder visible del Estado; y f ) lejos de propiciar una ciudadanía


17 de Noviembre de 2014

más informada y participativa en los asuntos públicos, ha terminado por imponerse una creciente apatía y desinterés por parte de los ciudadanos. En principio, conviene recordar, Bobbio atribuía las promesas incumplidas de la democracia a la creciente complejización de la sociedad, lo cual hizo estallar sin remedio los presupuestos previstos en el ideal de la democracia. Así, por ejemplo, se afirmaron gobiernos tecnócratas en todas partes dadas las exigencias de regular el mercado y la economía, lo que excluyó cada vez más a los ciudadanos de las decisiones colectivas por carecer estos del expertise necesario; simultáneamente, el Estado se burocratizó cada vez más por el impulso de las reivindicaciones sociales en la era de las políticas bienestaristas; y, finalmente, creció la ineficacia gubernamental por incapacidad para atender el creciente número de demandas sociales (crisis de gobernabilidad). Como dijimos, han pasado exactamente treinta años desde que Bobbio expuso estas tesis, lo cual constituye un formidable pretexto para volver a ellas y evaluar su derrotero en las democracias realmente existentes del presente, sobre todo latinoamericanas, no tanto para resignificar la estatura intelectual de Bobbio a diez años de su muerte, pues no lo necesita, sino para repensar el tema de las promesas de la democracia en la actualidad. A primera vista, es muy probable que arribemos a la conclusión de que hoy la democracia acumula más pasivos que activos, o sea que cada vez son mayores y más visibles sus promesas no cumplidas que sus logros o conquistas. Sin embargo, bien miradas las cosas, quizá haya hoy más razones que hace treinta años para ser más optimistas que fatalistas. Veamos. 2 Ciertamente, aunque la democracia ha terminado por imponerse en casi todo el planeta como la única forma de gobierno legítima y preferible, incluso en países donde hace unos cuantos años parecía un derrotero inverosímil, hoy no podemos más que aceptar que las democracias realmente existentes están en crisis en todas partes.5 En mi opinión, se trata ante todo de una crisis de representación, pues los ciudadanos nos sentimos cada vez menos representados por nuestras autoridades, menos incluidos en los asuntos que nos atañen por parte de quienes nos representan y toman decisiones en nuestro nombre. Además, las democracias han tenido que lidiar con fenómenos de todo tipo que las debilitan sin remedio: incremento descomunal de los poderes fácticos o invisibles que terminan rebasando y suplantando al Estado en muchas de sus funciones sustantivas; supresión más o menos velada de algunos derechos elementales en nombre de la preservación de la seguridad nacional en tiempos de amenazas terroristas; ingobernabilidad creciente por incapacidad de los gobiernos para enfrentar la actual crisis económica del capitalismo; la afirmación global del sector financiero que somete a sus caprichos a todos los gobiernos del planeta; la incapacidad real de los gobiernos para frenar la creciente inequidad social y los muchos rezagos acumulados, entre otros muchos fenómenos. En este sentido, es indudable que Bobbio acertó en prácticamente todo. Su diagnóstico sobre las promesas incumplidas de la democracia no podía ser más premonitorio. A la distancia de treinta años, hay muy poco que re5 El debate intelectual sobre la crisis de la democracia podría llenar bibliotecas enteras. En tiempos más recientes destacan las siguientes contribuciones: P. Rossanvallon, La contre-démocratie. La politique à l’âge de la défiance, París, Seuil, 2006; P. Rossanvallon, La Légitimité démocratique. Impartialité, réflexivité, proximité, París, Le Seuil, 2008; P. Rossanvallon, La Société des égaux, París, Le Seuil, 2011; D. Runciman, The Confidence Trap. A History of Democracy in Crisis from World War I to the Present, Princeton, Princeton University Press, 2013. Habría que incluir también el muy comentado libro de Thomas Piketty, por cuanto sugiere que la democracia tendrá que sobrevivir en una era de crisis económica prolongada: T. Piketty, Le Capital au XXIème siècle, Paris, Seuil, 2013. Véase también el polémico ensayo de Thomas Meaney y Yascha Mounk, “What was Democracy?”, The Nation, 13 de mayo de 2014 (www.thenation.com/ article/179851/ what-was-democracy).

batirle. Y sin embargo, encuentro en Bobbio al menos un asunto que sí requiere un ajuste de cuentas, el que se refiere al papel que están llamados a representar los ciudadanos en el contexto de democracias crecientemente excluyentes y altamente deficitarias de representación política. Mi tesis aquí es que, contrariamente al fatalismo que subyacía en Bobbio al respecto, la crisis de representación de la democracia en lugar de alimentar la apatía de los ciudadanos o su inexorable desmovilización o exclusión política, ha propiciado múltiples formas de activación social en todas partes como expresión de un nuevo tipo de protagonismo de los ciudadanos en los asuntos públicos, desde la creación de organizaciones de todo tipo de la sociedad civil hasta movilizaciones masivas y acciones de resistencia cada vez más vigorosos e influyentes. Además, en los últimos años este creciente activismo social ha contado a su favor con las nuevas tecnologías de la comunicación, como las redes sociales, gracias a las cuales los ciudadanos en general han conquistado mayor visibilidad y centralidad. Pienso, por ejemplo, en los movimientos sociales tanto de la Primavera árabe como de los indignados alrededor del mundo a partir del 2011.6 De hecho, como he sostenido en otras 6 Véase, por ejemplo, C. Cansino, S. Schmidt y G. Nares (eds.), ¿Democratizando la democracia? De la Primavera árabe a los Indignados, México, Juan Pablos/BUAP, 2014.

sedes, captar la novedad que la moderna cuestión social introduce para la democracia constituye en la actualidad un desafío ineludible para las ciencias sociales y el pensamiento político.7 Para entendernos, pongamos el caso de América Latina. Si en algún lugar se juega hoy la persistencia de la democracia en América Latina, pese a la crisis que padece y los enormes peligros que la amenazan y acechan, ese es precisamente el espacio de lo público-político (llámese la calle, la plaza, la escuela, la fábrica, la ONG, el barrio, el chat, el Twitter…), o sea el lugar donde los ciudadanos ratifican cotidianamente su voluntad de ser libres, el ámbito donde se producen los contenidos simbólicos cuya resonancia coloca cada vez más en vilo al poder instituido. Que las formas de articular y canalizar demandas sociales ya no pase como antes, en la era del Estado benefactor, por el partido de masas o la central sindical o las grandes corporaciones, no significa que la sociedad haya renunciado a agregar intereses y a demandar soluciones, si acaso lo hace de manera distinta, desde la radical diferencia de los individuos, desde la pluralidad de sus intereses que ya no 7 A los interesados en este tema los remito a los siguientes libros: C. Cansino, La revuelta silenciosa. Democracia, espacio público y ciudadanía en América Latina, México, BUAP/CEPCOM/ ALED, 2011 y C. Cansino, La nueva democracia en América, México, Juan Pablos, 2013.

Entrega III Región Naval reconocimiento de “Ciudadano Ejemplar” a médico Por Monserrat Méndez

E

l almirante Anselmo Díaz Cid, comandante de la Tercera Región Naval, así como el socio activo de Rotary en Carmen Hidalgo Franco, entregaron el reconocimiento de “Ciudadano Ejemplar” al médico Daniel Cantarell Alejandro, por sus más de treinta años en el ejercicio de la medicina. La ceremonia tuvo lugar en el teatro del colegio americano Gipsy, donde se destacó el trabajo humanístico del médico y se dio lectura a la hoja curricular del homenajeado. El almirante Anselmo Díaz Cid, comandante de la III Región Naval, acudió como invitado

de honor, y otorgó un diploma y una estatuilla a Cantarell Alejandro tras la proyección de un video donde se hace referencia de su trayectoria profesional. En su discurso de agradecimiento, el médico Daniel Cantarell Alejandro agradeció el homenaje brindado así como el reconocimiento su labor: “es un altísimo honor proviniendo de un organismo que ha dedicado su espacio y su tiempo para ayudar al prójimo”, y añadió que su labor no hubiese sido posible “si no contase con el apoyo de mi familia, de mis amigos y de las instituciones donde laboro”.

7


17 de Noviembre de 2014

8 pueden ser homologados por agencias o agentes externos. En ese sentido, la deliberación pública y la cuestión social cobran un nuevo significado. La gestión de los conflictos pasa a ser inseparable de un esfuerzo colectivo para encontrar consensos sobre lo que es justo e injusto; y la política democrática se vuelve un camino común entre una maraña de preferencias individuales, escalas de valores y conceptos raramente coincidentes. En suma, la política democrática es un esfuerzo por hablar una misma lengua y ponerse de acuerdo sobre lo justo y lo injusto, cuestión que en América Latina no tendría sentido si no mediante el reconocimiento de una enorme deuda social dramática y lacerante. Si la democracia se ha mantenido en la región, pese a sus muchas inconsistencias y graves problemas, es gracias precisamente —lo cual no deja de ser paradójico—, a la sociedad civil, a su creciente politización e involucramiento en los asuntos públicos y a una percepción muy clara de lo que significa vivir (y no vivir) en democracia, o sea a una cultura política cada vez más democrática. Es cierto que no se puede generalizar, que el grueso de nuestras poblaciones está tan ensimismado en resolver el día a día que lo menos que le interesa es la política, pero el dinamismo de aquella parte de la sociedad cada vez más consciente de su condición de ciudadano es tal que termina por “contaminarlo” todo, por apuntalar un andamiaje institucional y normativo que, aunque maltrecho, nos da cobijo y resguardo. Es más, este nuevo protagonismo o activismo social ni siquiera se debe a un acto voluntario, o no sólo, sino sobre todo a una nueva realidad histórica que no dejaba más alternativa: el tránsito de un Estado social y proveedor a uno desobligado de dicha responsabilidad, el tránsito de la política de intereses colectivos al de intereses individuales, el tránsito de sistemas cerrados a sistemas abiertos, de regímenes autoritarios donde se pisoteaban indiscriminadamente los derechos civiles y políticos a regímenes democráticos que garantizan condiciones mínimas de libertad

e igualdad a sus ciudadanos, el tránsito de sociedades articuladas por el Estado-fuerza a sociedades secularizadas donde más que el orden predomina el conflicto, el tránsito de modelos y patrones de conducta patrimonialistas y paternalistas fuertemente arraigados a otros donde los ciudadanos no tenemos más remedio que valernos por nosotros mismos. En ese mismo tenor, así como debe constatarse la existencia de una nueva y prometedora cuestión social, también debe advertirse que la profunda crisis política, económica y social de nuestros países se ha traducido de igual forma en una profunda crisis moral. En efecto, el malestar, la pobreza y la ignorancia van de la mano de una creciente violencia y descomposición social. Por eso, hay poco espacio para el optimismo en América Latina. Y sin embargo, pensar la democracia como forma de vida y a la política, o sea al espacio público, como el lugar decisivo de la existencia humana, no deja de tener un ingrediente optimista. En efecto, aunque no tengo ningún argumento para demostrarlo, estoy convencido que las sociedades que avanzan, que conquistan mayores y mejores márgenes de democracia y libertad, difícilmente pueden preferir algo que las haga retroceder, algo que las perjudique; las sociedades que hicieron valer en algún momento su deseo de ser libres, difícilmente regresarán —no al menos voluntariamente— a la servidumbre del pasado autoritario. Es por eso que sostengo que así como la democracia aspira a cada vez más y mejor democracia, también las sociedades libres aspiran a cada vez más y mejor libertad. Con todo, tengo claro que hablar de la democracia desde lo social supone reconocer la total indeterminación de lo político. Cualquiera que sea el derrotero de nuestros países en el futuro inmediato, una cosa es cierta: nada preexiste al momento del encuentro o la interacción de los ciudadanos; es aquí, en el espacio público, donde se definen y afirman los valores (y los contenidos de esos valores) que como tales han de articular a la sociedad. Es más, reconocer la centralidad del espacio público para la democracia es reconocer que todo, absolutamente todo, es o puede ser politizable, a condición de que sea debatible, que se convierta en un asunto de deliberación pública e interés social. Así como no puede entenderse la persistencia de nuestras democracias sin la concurrencia de la sociedad civil, los escasos avances alcanzados hasta ahora —ya sea la ampliación de derechos a sectores antes discriminados o la extensión de derechos civiles y políticos a grupos sociales minoritarios o cualquier otro logro—, todos sin excepción, son conquistas sociales que ningún político puede abrogarse como éxitos propios sin faltar a la verdad; son conquistas sociales porque primero fue la idea y luego la acción, y la idea no es una ocurrencia de un tecnócrata sino una necesidad sentida de la sociedad. En suma, el Estado de derecho o incluso una Constitución sólo pueden perfeccionarse o reformarse en tensión creativa con la sociedad, con sus necesidades, anhelos y sueños.

En otras palabras, si la democracia institucional se mantiene en la región y además muestra algunos avances aunque lentos es debido primordialmente a la intervención de la sociedad civil más que a las virtudes y el compromiso social de los políticos profesionales, y si la democracia se mantiene como está, o sea atravesada por enormes problemas e inconsistencias, es debido primordialmente a la incompetencia, las ambiciones desmedidas o simplemente el desinterés de la clase política en su conjunto más que a la ignorancia, la desinformación o la apatía de la sociedad. En efecto, no conozco todavía a ningún ciudadano que no aspire a tener mejores gobernantes, mejores partidos, mejores representantes, mejores leyes, mejores garantías y mejores libertades, pero sí conozco a muchos políticos profesionales que sólo aspiran a ascender en sus carreras políticas, con o sin el respaldo social. Si esto es así, habría que poner en tela de juicio aquellas posiciones que miran con desdén el aporte ciudadano a la democracia en América Latina, y que se refieren a los ciudadanos de nuestra región como “ciudadanos de baja intensidad”8 o “ciudadanos precarios”.9 En contra de este tipo de posiciones, considero que no es poca cosa para cualquier sociedad tener que cargar sobre sus espaldas con todo el peso que significa mantener democracias tan endebles y frágiles como las latinoamericanas (sometidas a tantos embates que la amenazan permanentemente, empezando por la ineficacia y el desinterés de las elites políticas). Es más, en contraste con lo que ocurre en democracias consolidadas, donde las instituciones y las prácticas democráticas, por así decirlo, caminan solas, en democracias no consolidadas, el papel de la ciudadanía es por necesidad más activo y decisivo, pues si los individuos en estas realidades insuficientemente democráticas flaquean y no se hacen cargo de dichas inconsistencias lo más probable es que se retrocedería a estadios predemocráticos a los que la mayoría no quisiera regresar bajo ninguna circunstancia. Sin embargo, como hemos visto aquí, vivir en democracia en América Latina es vivir al borde, en el filo frágil y breve de un vaso que corta y que en cualquier momento puede quebrarse. Los peligros que la amenazan son tantos que apostar por su consolidación resulta en ocasiones ingenuo. Ahí están, por ejemplo, los peligros de la (re)militarización, del predominio de los poderes fácticos, de la corrupción desmedida, del populismo y la personificación de la política, de la desigualdad social y de la informalización de la política. Pero vivir en democracia en América Latina, además del desencanto y la frustración que ha supuesto para muchos, es conquista y afirmación permanente de ciudadanía, es decir de hombres y mujeres libres que nos sabemos cada vez más artífices de nuestro destino, que intuimos que cualquier decisión que no haya emanado de la propia sociedad, de sus necesidades y expectativas, de sus valores y posicionamientos, será ilegítima e impopular. Vivir en democracia es en suma, hacer democracia, inventarla todos los días en los espacios públicos, en el encuentro cotidiano con los otros; es corroborar que somos nosotros, los ciudadanos, los verdaderos sujetos de la política, a condición de participar en los asuntos públicos, o sea de debatir y opinar; es un reclamo permanente de ciudadanía contra todos aquellos que nos la expropian arbitrariamente. 3 Visto desde Europa o Estados Unidos, que desde hacía mucho tiempo no resentían los embates de una crisis económica tan compleja como la actual, es hasta cierto punto lógico que la mayoría de los cuestionamientos se dirijan hacia la propia democracia, o sea hacia los gobernantes electos democráticamente, incapaces todos de enfrentar 8 G. O’Donnell, “Delegative Democracy”, Journal of Democracy, vol. 5, núm. 1, pp. 13-23. 9 V.M. Durand Ponte, Desigualdad social y ciudadanía precaria. ¿Estado de excepción permanente?, México, Siglo XXI/UNAM, 2010.


17 de Noviembre de 2014

con un margen aceptable de eficacia las arremetidas de la crisis, independientemente de su origen partidista o ideológico. No sorprende, por ejemplo, que varios intelectuales europeos y estadounidenses propongan hoy, después de décadas de políticas neoliberales, un retorno a las políticas bienestaristas de antaño o que se introduzcan auténticas e innovadoras fórmulas redistributivas para compensar la creciente inequidad y malestar social que está dejando la crisis económica en todas partes y que de paso vulnera la legitimidad de la democracia.10 Tampoco sorprende que otros autores empiecen a considerar a la democracia como una ficción que ha dejado de ser confortable, pues si antes prevalecía entre los ciudadanos en las democracias avanzadas una confianza básica en las instituciones que desalentaba su participación, hoy se ha incrementado la desconfianza, aunque eso no significa necesariamente que ahora los ciudadanos deseen involucrarse políticamente más que antes.11 Y, finalmente, tampoco desconcierta que hoy muchos piensen que la democracia únicamente es una forma de gobierno que permite que la gente tome malas decisiones sin destruir el orden político en su conjunto, o sea que es una ilusión pensar que la democracia garantiza, a diferencia de otros regímenes, mejores resultados políticos o económicos.12 Pero desde América Latina, donde más que un accidente la crisis económica y social es un modus vivendi, las cosas se ven relativamente distintas que en Europa y Estados Unidos. La democracia puede ser aquí un auténtico desastre (tentaciones autoritarias, ingobernabilidad, corrupción, ilegalidad, opacidad, abusos de autoridad, impunidad, inseguridad, ineficacia gubernamental, etcétera), pero siempre será preferible a los excesos y atrocidades autoritarios del pasado no muy remoto. Los ciudadanos en América Latina hemos aprendido mejor que en otros países que cuentan con democracias más estables que lo que no hagamos nosotros para capotear cotidianamente la crisis económica y la inequidad social no lo hará nadie, que si no somos nosotros los que hacemos valer nuestros derechos frente a la insensibilidad y la sordina de las autoridades e instituciones políticas y jurídicas seremos condenados al ostracismo, que si no tendemos puentes entre nosotros para hacernos escuchar nadie nos tomara en cuenta… En una palabra, hemos aprendido a punta de infortunios, que siempre será preferible vivir en condiciones imperfectas de libertad e igualdad como las que hoy existen en la mayoría de nuestros países que en condiciones en las que simplemente estén ausentes las garantías individuales más elementales. Esta certeza nos permite afirmarnos como ciudadanos y aferrarnos a la democracia aunque por momentos parezca que todo está por hacerse. Pero incluso un país tan poderoso como Estados Unidos, al que hoy se le achacan nuevas y terribles tribulaciones políticas, es un ejemplo insuperable para documentar un cierto optimismo hacia la democracia, a condición de entenderla no sólo como una forma de gobierno sino sobre todo como una forma de vida o de sociedad. En efecto, después de décadas en las que parecía que con la democracia representativa no pasaba nada nuevo, pues prevalecía intacta una confianza básica en las instituciones y en la grandeza de la nación, en menos de una década muchas de estas convicciones se tambalearon aparatosamente y en su lugar aparecieron nuevas esperanzas y lecciones. Después del trauma provocado por los actos terroristas del 11 de septiembre del 2001, el pueblo estadounidense decidió reinventarse, dejar en el pasado dos siglos de discriminaciones y resabios raciales y étnicos para darle un nuevo contenido a los valores de la igualdad, la tolerancia y el reconocimiento. Precisamente por ello, la elección de Ba10 Véase, por ejemplo, A. Roberts, The Logic of Discipline. Global Capitalism and the Arquitecture of Government, Oxford, Oxford University Press, 2013; U. Beck, German Europe, Londres, Polity Press, 2013. 11 Véase T. Meaney y Y. Mounk, “What was… cit. 12 Ibíd.

rack Obama el 4 de noviembre de 2008, como primer presidente negro en la historia de América, es mucho más que un hecho circunstancial, es la constatación material de un cambio de mentalidades inusitado. Que la oferta política de Obama haya movido las fibras más sensibles de un pueblo a la deriva, urgido de nuevas esperanzas y certezas, es incuestionable, pero el dato realmente relevante es que por primera vez no importaron para la mayoría de los estadounidenses, empezando por los anglosajones, consideraciones raciales o religiosas o de cualquier otro tipo. He ahí, precisamente, la novedad de la democracia en América en este principio de siglo, una novedad que reconcilia a los estadounidenses con la política y con la democracia, y que marca el único derrotero posible para el resto del planeta. La lección es clara: sin tolerancia y pleno reconocimiento de los derechos de todos sin distinción, la democracia es tan sólo una quimera. Si hace apenas setenta años no se podía hablar de democracia plena en la medida que a la mitad de la población le eran negados sus derechos políticos más elementales, me refiero a las mujeres, ahora sólo se puede hablar de democracia plena cuando se hayan abandonado por completo los resabios raciales, religiosos o de cualquier otro tipo. Una lección seguramente difícil de aprender para las democracias europeas, tan acomplejadas como prejuiciosas, pero ineludible para las nuevas generaciones en todas partes.13 4 Si la democracia ha de ser concebida, como proponía Tocqueville, como algo más que una forma de gobierno, o sea como una forma de sociedad, de vida social, entonces los cambios en su seno, los más profundos y trascendentes, son los que acontecen en las percepciones y los imaginarios colectivos de los ciudadanos, o sea en sus valores. Sólo en la democracia, es decir en condiciones mínimas de libertad e igualdad, toca a los ciudadanos instituir desde el debate público y el diálogo permanente entre pares, los valores (y los contenidos de esos valores) que han de regir el todo social, incluida no sólo la ciudadanía sino sobre todo la autoridad. Esta perspectiva no sólo le hace justicia a la idea de soberanía popular inherente a la democracia sino que permite aprehender de manera más realista que otros enfoques, como los meramente institucionalistas, las verdaderas transformaciones que acontecen en las demo13 Más sobre este tema puede encontrarse en C. Cansino, La nueva democracia… cit.

cracias modernas. Cambios en el sistema de partidos o en la composición de los poderes o incluso reformas constitucionales más o menos amplias son cambios morfológicos inherentes a todo régimen democrático, pero los verdaderos cambios de fondo son siempre los cambios culturales, los que tienen lugar en las mentalidades de los pueblos, en sus percepciones y anhelos. Y es precisamente aquí donde podemos reconocer lo verdaderamente “nuevo” de la democracia en este siglo XXI. En suma, Bobbio tenía razón. La democracia que él anticipo hace treinta años no podía estar más amenazada y vulnerada que como lo está ahora en todas partes. En realidad, hay pocas razones para ser optimistas. A las viejas promesas incumplidas de la democracia que muy bien ensayó Bobbio hay que sumar nuevas y cada vez más terribles. Sin embargo, las democracias de hoy cuentan con un activo que mal haríamos en desdeñar: una ciudadanía cada vez más informada, crítica y participativa que se percibe cada vez más como la protagonista de su tiempo y su destino. Sobra decir que si la democracia ha de ser todavía una promesa realizable para el futuro depende solamente de nosotros. Post scriptum Han pasado 30 años de la publicación de El futuro de la democracia, y 10 del fallecimiento de su autor. Su legado intelectual es apreciado por todos. Se recordará sobre todo por su integridad e independencia intelectuales, por su disposición para dialogar con al adversario, y por la claridad de su pensamiento y pulcra escritura. Un faro, como dicen los italianos, que iluminó el debate intelectual en su país por más de medio siglo. Filósofo del derecho, historiador de las ideas, filósofo político, politólogo, qué más da. El conjunto de su obra es la de un pensador comprometido con su tiempo. De ahí sus temas recurrentes: la cultura, los intelectuales, el carácter conflictivo de la política, la democracia, las ideologías, la guerra y la paz, las doctrinas políticas. Toca a cada quien, entre sus lectores y discípulos, situar sus afinidades y discrepancias con respecto a la obra del filósofo italiano. En lo personal, me quedo con el Bobbio historiador de las ideas, el Bobbio lector apasionado de los clásicos. Pero reconozco que su contribución a la teoría democrática es inconmensurable. En su libro El futuro de la democracia, Bobbio no sólo advirtió con maestría las contradicciones inherentes a las democracias modernas, sus características y desafíos, sino

9


17 de Noviembre de 2014

10

que se adscribió a sus preceptos a pesar de las promesas que en su nombre tantas veces se hicieron y nunca se cumplieron. Al reconocer los valores de la democracia, promovió también su lealtad con ella, su confianza en las instituciones y los ciudadanos. Y a la hora de los homenajes, pensando desde nuestra propia circunstancia, habrá que reconocer ante todo la enorme influencia que el pensamiento de Bobbio ejerció en Iberoamérica, en un momento en que las disputas ideológicas todo lo enturbiaban y enlodaban, en una época en que la democracia resurgía después de trágicos intervalos dictatoriales, pero sin muchos referentes para reivindicarla más allá del repudió a los regímenes militares. Por ahí quisiera comenzar. Al igual que muchos otros jóvenes universitarios en el México de los años ochenta, me enganché con la filosofía política y con la teoría democrática gracias a la obra de Bobbio, que apenas comenzaba a traducirse al castellano por esos años. No creo exagerar al decir que si México es hoy un país democrático o al menos más democrático que entonces se debe en alguna medida a la seducción que este autor tuvo en esa generación y en otras posteriores. Y es que Bobbio seducía por su claridad, por su didáctica, por su contundencia. En un país como el México posrevolucionario, donde la democracia era pura demagogia, una palabra prostituida por los políticos de turno, empleada para adornar discursos vacíos y pedestres, Bobbio le restituía dignidad con sólo definirla, pues la despojaba de toda la bazofia con la que solía asociarse. El hecho de poder reconocer con claridad y sencillez, leyendo a Bobbio, lo que la democracia es y no es, constituía por sí sólo un acto rebelde, en el contexto de un régimen donde la ambigüedad y la labia era consustancial, un régimen autoritario en los hechos aunque democrático en los discursos.

La obra de Bobbio sobre la democracia llegó a México y a Iberoamérica en el momento justo, en el momento en que las dictaduras militares o disfrazadas hacían agua por doquier y la democracia se asomaba titubeante. Pero sobre ésta había más confusión que claridad, más dudas que certezas. Por una parte, las experiencias democráticas previas a la era autoritaria fueron contradictorias y deficientes. En su nombre, salvo muy escasas excepciones, se erigieron sistemas políticos corruptos y discrecionales, verdaderos templos a la impunidad y la arbitrariedad, oligarquías perennes, populismos demagógicos, corporativismos verticales, etcétera. Por otra parte, se manoseó tanto la democracia con fines políticos y de legitimación, que terminó vaciándose de significados fuertes. La democracia era todo y nada a la vez. Por ello, nunca fue un referente simbólico medianamente compartido y asumido. Finalmente, para completar el cuadro, la reyerta ideológica propia de los años sesenta, setenta y ochenta vio en la democracia la manzana de la discordia, y con ello aumentó la confusión. Para unos, la democracia era “burguesa”, un instrumento al servició de una clase para asegurar su permanencia, por lo que reivindicaban en su lugar la “democracia popular”. Para otros, la democracia era liberal o simplemente no era democracia. Y es precisamente aquí donde entra Bobbio. Es indudable que su obra en general y sus reflexiones sobre la democracia en particular prendieron de inmediato en toda la región. ¿Por qué? Porque hasta entonces nadie había sido más claro que él, más preciso y contundente. Su discurso nos ayudó en su momento a reconocer sin artificios verbales los valores de la democracia y a vislumbrar un horizonte por el que era posible y deseable transitar. Después de décadas de retóricas democráticas, disputas ideológicas y promesas quiméricas de emancipación, Bobbio fue para

nosotros una bocanada de aire fresco. Que la obra de Bobbio no haya tenido el mismo impacto en otras latitudes y sobre todo en países con tradiciones democráticas más consolidadas se explica en buena medida porque en los nuestros la democracia estaba toda por construirse, empezando por definirla conceptualmente para poder entenderla y valorarla. Quizá ni el propio Bobbio sospechó que sus reflexiones sobre la democracia tendrían tanto impacto en Iberoamérica. Él pensaba sobre todo en la circunstancia italiana, en la continua crisis política de su país. Pero a diferencia de muchos escépticos, Bobbio siempre creyó que la democracia no sólo era posible en sociedades desarrolladas, sino que terminaría por extenderse a otros países. La ola democratizadora de los años ochenta y noventa, terminó dándole la razón. Ciertamente, desde que Bobbio aventuraba sus tesis sobre el futuro de la democracia, muchas cosas han cambiado. De la sociedad industrial y el Estado de bienestar pasamos a la sociedad sin trabajo, dominada por la revolución de la tecnología y la informática y por el excesivo poder de las fuerzas económicas que disfrutan de la dimensión global de los mercados. La derrota del socialismo real y la presión de la globalización pusieron en crisis a las instituciones representativas. La democracia parlamentaria cede su lugar a la “videocracia”, la lógica de la representación es subrogada por la lógica mercantil de la propaganda política y la “sondeocracia”, el capitalismo hegemonizado por una sola potencia ha generado nuevos enconos y asonadas militaristas, cuestiones todas que Bobbio no anticipó, pero que fue incorporando sucesivamente a la reflexión. Con todo, su contribución al debate político y el avance democrático en un tiempo crucial para Iberoamérica ahí queda, como la herencia intelectual de un pensador comprometido con su tiempo y sus ideales.

Da prioridad Egidio Torre a ciudadanos vulnerables CD. VICTORIA, Tamaulipas.- Egidio Torre Cantú, Gobernador de Tamaulipas, sensible ante los grupos vulnerables, inaugura un nuevo centro de atención integral para brindar apoyo a las personas que como consecuencia de un delito requieren de ayuda especializada. El mandatario estuvo acompañado por Jesús Peña Palacios, representante Adjunto del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos en México; y Ricardo Sepúlveda Iguíniz, Director General de Política Pública de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación (SEGOB). “Es muy significativo que estas instalaciones estén justamente frente al Palacio de Gobierno pues simboliza el nivel de prioridad que le otorga el Gobernador a este tema”, comentó el Director General de Derechos Humanos de SEGOB. La inauguración de este espacio fortalece la red de oficinas ya existentes a lo largo de todo el Estado, en el que se brinda la atención especializada en cada una de las regiones tamaulipecas, pretendiendo multiplicar las acciones de este programa. Este nuevo recinto cuenta con espacios dignos para brindar atención médica para atender a los ciudadanos vulnerables desde el seguimiento a hospitalización, cirugías, tratamientos y otros servicios del rubro. De la misma forma se da atención psicológica para cubrir procesos psicoterapéuticos especializados para crear las condiciones necesarias del paciente para lograr un crecimiento y equilibrio en las esferas sociales. Cabe mencionar que el inmueble destaca por el rescate histórico con las adecuaciones del contexto social actual, con rampas de acceso para personas con capacidades diferentes, áreas que preservan la privacidad para la atención especializada que se brinda en cada módulo y un patio central.


17 de Noviembre de 2014

Artículo

Norberto Bobbio frente a la política Por José Fernández Santillán

E

n la amplia bibliografía de Norberto Bobbio (1909-2004) hay un libro que es una referencia obligados para abordar sus ideas políticas es De Hobbes a Marx, publicado en 1965.

En él señala que la política no tiene una definición unívoca, es decir, exclusiva y universalmente aceptada. Más bien, la política es un concepto ambivalente. Tratando de allanar esta ambigüedad echa mano de dos recursos: de una parte, la referencia constante a los clásicos del pensamiento político; de otra, su amor por la sistematización para ordenar las ideas. Para él hay dos grandes troncos que componen la historia de las ideas políticas: uno que entiende la política como sinónimo de conciliación en cuanto ella se aboca, fundamentalmente, a buscar las bases del entendimiento entre los individuos; otro que plantea la política como sinónimo de conflicto porque ella se mueve, esencialmente, en el marco de la disputa entre intereses que nunca llegan a encontrar un punto de reposo. A veces la política es sinónimo de conciliación; otras veces, la política es sinónimo de conflicto. Con base en esta dualidad, Bobbio observa que la manera de proceder de los políticos depende en gran medida de la opción seleccionada. Si se inclinan a que la solución de los problemas sea por la vía pacífica o por la vía del enfrentamiento. De igual modo, la visión acerca de la política, influirá en la postura que adopten los hombres acerca del Estado. Si se parte de una idea positiva de la política, como reino de la concordia, el Estado será visto como el garante de la armonía; por contra, si se inicia desde una visión negativa de la política, como reino de la discordia, el Estado será contemplado como un instrumento de opresión. Thomas Hobbes es uno de los heraldos de la visión positiva, constructiva y conciliadora de la política y del Estado, en tanto que Karl Marx es uno de los representantes más conspicuos de la perspectiva negativa, destructiva y violenta de la política y del Estado. En el primer caso, el momento positivo del progreso histórico es la integración política. La historia humana procede hacia adelante pasando de la barbarie a la civilización. En este paso, uno de los puntos decisivos es la construcción o reconstrucción de las instituciones públicas. El hombre sólo puede encontrar su salvación en la formación o rehabilitación del Estado porque éste lo libera del terror primitivo. Para los pensadores políticos modernos que tienen una idea constructiva de la política, el Estado es una solución a los problemas que aquejan al ser humano: Hobbes sostiene,

por ejemplo, que la autoridad pública resuelve la cruel e incesante lucha por la existencia en el estado de naturaleza, es decir, en la condición en la que prevalece la guerra de todos contra todos. De igual forma, Jean Jacques Rousseau dice que el paso al estado civil transforma radicalmente al ser humano ‘sustituyendo en su conducta la justicia al instinto, y dándole a sus acciones la moralidad que primero les faltaba’. En este mismo tenor, Hegel observa que el Estado le proporciona al hombre ‘objetividad, verdad y eticidad’. En contraste, Marx sostiene que la política y el Estado no son la solución sino el problema de las vicisitudes humanas. Casi todo el pensamiento político del siglo XIX— el socialismo utópico, el socialismo científico, el anarquismo, el liberalismo, el darwinismo social, el vitalismo nitzscheano—considera al Estado como la continuación de la guerra por otros medios. El Estado no suprime la violencia sino sólo la transforma en subyugación del fuerte sobre el débil, del vencedor sobre los vencidos. En consecuencia, la solución está en reformarlo, limitarlo, o, de plano, destruirlo. De momento positivo en el progreso histórico el Estado, y con ello la política, pasó a ser el momento negativo; la solución ideal sería “la sociedad sin Estado” y, por tanto, sin política al cumplirse el paso, según el famoso dicho, de la prehistoria a la verdadera historia1. Tal es el curso contradictorio en el que se mueve la política moderna que va, justamente, de Hobbes a Marx. De una parte, el Estado como gran Leviatán, como monstruo bíblico de la concordia y la armonía; de otra parte, el Estado como Behemoth, como el monstruo bíblico de la discordia y el caos. De hecho, la acción política es una cadena ininterrumpida de conflictos y acuerdos, de rupturas y de amarres; pero la pregunta básica, es a final de cuentas, consiste en saber cuál de las dos posturas prevalece, a cuál le damos más importancia, a la disputa o al entendimiento con el otro. La política autoritaria se caracteriza por la imposi-

ción, en tanto que la política democrática se distingue por el acuerdo con los demás. Vale la pena señalar que este dualismo descrito por Bobbio experimentó nuevos desarrollos en algunos escritos de su discípulo y sucesor en la cátedra de filosofía política en la Universidad de Turín, Michelangelo Bovero. Me refiero, para ser más preciso, al ensayo “Lugares clásicos y perspectivas contemporáneas sobre política y poder”, incluido en el libro Origen y fundamentos del poder político. Allí se lee lo siguiente: “Tomando en consideración la historia de las doctrinas, y también los discursos del habla común, parecen encontrarse mezcladas, y frecuentemente confundidas, dos ideas o nociones generales de política, cada una de las cuales corresponde precisamente a una diferente manera de conjugar política y poder.”2 Para ilustrar la primera conjugación, en clave conflictiva, Bovero recurre al famoso dicho de Carl Schimitt: “La específica distinción política a la cual es posible referir las acciones y los motivos políticos es la distinción amigo (Freund) enemigo (Freind)…El significado de la distinción amigoenemigo es indicar el extremo grado de intensidad de una unión o de una separación, de una asociación o de una disociación; ella puede subsistir teórica y prácticamente sin que, al mismo tiempo, deban ser empleadas todas las demás distinciones morales, estéticas, económicas o de otro tipo.”3 Pero quizá ha sido Michel Foucault quien, modificando la célebre frase de Clausewitz, ha encontrado la fórmula exacta para expresar la idea de la política desde la vertiente conflictiva: “la política es la continuación de la guerra por otros medios.”4 Ahora bien, en contraste con esta manera de pensar, se presenta otra concepción. La que Hobbes enarbola en la primera ley de naturaleza: “se debe buscar la paz.”5 Son dos posiciones opuestas: “Mientras en la primera perspectiva el campo de la política es inmediatamente el conflicto, en la segunda perspectiva el terreno de la política se abre más allá del conflicto, en la conjugación de las múltiples fuerzas contrapuestas en la unidad del poder común.”6 Esta es la misión, precisamente, del Estadista: ponerse por encima de los conflictos entre las partes para armonizarlas y conducirlas hacia un propósito común. Que el terreno de la política “se abra más allá del conflicto” quiere decir que la política rebasa la simple fuerza, como limitadamente lo piensan ciertas posiciones realistas. Dicho de otro modo: la fuerza es un elemento necesario pero no suficiente para definir al poder político. Este es uno de los temas en los que Bobbio más insistió a lo largo de su larga vida intelectual. El poder político debe descansar en algún principio válido de legitimidad (como justifi-

11


17 de Noviembre de 2014

12

cación del poder). La fuerza, por sí sólo no proporciona ningún título válido para ejercer el poder. El grado de suficiencia lo proporciona algún principio de justificación. A esto hay que decir que en la actualidad el único principio válido de legitimidad es el consenso (con el respectivo respeto por el disenso). Por supuesto, cuando hablamos del poder político nos referimos al poder cuyo medio específico es la fuerza exclusiva capaz de mantener el orden. Al ser exclusivo y supremo impide que otros recurran a la violencia. Pero, una vez más, la violencia no basta para distinguir al poder político. Éste, el poder político, debe de contar con una base de legitimidad, con un criterio tomado como verdadero entre los hombres. Eso lo dota de continuidad y estabilidad. Es cierto que las teorías realistas ven en la legitimidad una fórmula ideológica para extraer con engaños la adhesión al orden establecido. Fueron numerosos los escritos en los que Bobbio abordó el tema de la legitimidad del poder político. No obstante, a mi parecer en donde dejó asentado los trazos fundamentales de sus estudios fue en el capítulo III del libro Estado, gobierno, sociedad. Allí indica que existen tres principios básicos que a lo largo de la historia han justificado el derecho de mandar y la obligación de obedecer: la voluntad, la naturaleza y la historia. Cada uno de estos tres principios está compuesto por una pareja opuesta. O sea, algunos se reclaman a la voluntad de Dios mientras que otros son partidarios de la voluntad del pueblo. De la misma manera, para ciertas corrientes políticas la naturaleza ha dispuesto que unos nazcan para mandar y otros para obedecer. Esta es la posición que tiene como guía a Aristóteles. Por el contrario, otras tendencias políticas han sostenido que por naturaleza los hombres nacen libres e iguales, Tal es la tesis sostenida por los iusnaturalistas. Por último, la historia también ha sido un factor que ha justificado el poder político. Algunos

señalan que en la tradición, en la autoridad del eterno ayer, como decía Weber, se encuentra una razón poderosa para obedecer a quien ocupa el gobierno. Pero otras tendencias afirman que no es la historia pasada la que fundamenta el poder, sino la historia futura. La promesa de una sociedad mejor.

En el pensamiento político de Bobbio aparecen dos figuras emblemáticas del político: como estratega o como tejedor. El estratega, a semejanza de lo que sucede en la guerra, trata de doblegar al adversario con tácticas de ataque y de defensa. En contraste, el tejedor, a semejanza de quien restaña un lienzo, cuida que cada hilo esté en su sitio y pueda compatibilizar con los demás.

Pide Eviel Pérez Magaña más atención sobre franja Sur-Sureste de México De la Redacción

E

Con base en esta sistematización de los principios de legitimidad se puede entender mejor el conflicto político porque las posiciones que se sitúan ex parte principis (de la parte del príncipe) han tendido a recurrir a la voluntad de Dios, a las diferencias que separan a los hombres y a la historia pasada. En contraste, las tendencias que se ubican ex parte populi (de la parte del pueblo) han echado mano de la voluntad de los ciudadanos, de las igualdades que acercan a los hombres y de la historia futura como fundamento para modificar el estado de cosas vigente. En última instancia, es la lucha entre las tendencias conservadoras y las inclinaciones progresistas las que han moldeado la historia. Al identificarse con la tendencia progresista Bobbio sostiene: “Quien mire a los movimientos de resistencia, en el más amplio sentido de la palabra, del mundo contemporáneo, no tardará en darse cuenta de la persistencia de estos criterios (es decir, ex parte populi): contra un gobierno despótico, contra una potencia colonial o imperialista, contra un sistema económico o político considerado injusto y opresivo, el derecho de resistencia o de revolución es justificado algunas veces mediante el reclamo a la voluntad popular conculcada, y por tanto a la necesidad de un nuevo contrato social, en otras ocasiones al derecho natural a la autodeterminación que vale no sólo para los individuos, sino también para los pueblos, y, en fin, a la necesidad de alterar lo que ha sido condenado por la historia y de incidir en el núcleo del devenir histórico que procede inexorablemente hacia nuevas y más justas formas de sociedad.”7 No siempre el curso de la historia ha tenido un sentido progresivo. Ha habido momentos en los cuales las fuerzas regresivas han recuperado el mando y han echado por tierra lo que se había conquistado. Es el caso, que a Bobbio le tocó vivir en carne propia durante el fascismo, el nazismo y la reversión autoritaria en España. Sea como fuere lo cierto es que, aparte de los principios de legitimidad que lo sustentan, el poder político encuentra una justificación adicional si se define el fin que lo caracteriza. Y ese fin es el de organizar la convivencia, impedir la disgregación, evitar que el conflicto se generalice hasta caer en la degeneración destructiva. La política sería superflua si hubiese un orden espontáneo donde pudiese prevalecer la armonía. Pero ya vimos en qué terminó el experimento de alcanzar una sociedad sin Estado: en la construcción de la Unión Soviética y el consecuente régimen autoritario, es decir, en la concentración totalitaria del poder. Por cierto, Bobbio le dedicó un tramo largo de sus reflexiones de fines de los años ochenta a la caída del socialismo real. Hay un escrito emblemático de este tema “la utopía invertida” (L’Utopia Capovolta”). Allí señaló que Marx fue presa de lo que Hegel llamó las duras réplicas de la historia: lo que fue concebido como noble y alto terminó en la más brutal de las antiutopías. Aquí aparecen de nuevo las dos alternativas políticas que Bobbio tuvo siempre en consideración, el acuerdo o el conflicto. Por eso, para Bobbio, la política democrática tiene una dimensión que va “más allá del conflicto”: la política de la concordia. Ella no niega, como es natural, que en el seno de la sociedad haya disputas; lo que descarta es que la esencia de la política sea el conflicto. En toda sociedad hay, alternativamente como hemos dicho, manifestaciones de disputa y de concordia, pero en esa dinámica debe predominar la solución de las controversias por la vía del diálogo

l senador Eviel Pérez Magaña opinó que la franja Sur-Sureste del país merece la mayor atención de todos los actores políticos, sobre todo porque construye una nueva ruta en materia de desarrollo de infraestructura en materia de carreteras, salud y educación. Al finalizar un recorrido por los municipios de San Pedro Ixcatlán y San José Independencia, Pérez Magaña declaró que se contemplan una serie de iniciativas, como la ley de Afrodescendientes, y reiteró que la zona debe tener atención donde predomina la presencia de pueblos indígenas. Por otra parte, el senador enfatizó que la llegada de inversionistas en dicha ruta había sido rechazada, junto con la industria, que se negaba a llegar por el largo tiempo de traslado, sin embargo, destacó que la creación de carreteras como la OaxacaTehuantepec y Oaxaca-Puerto Escondido, don una realidad y abren rutas que darán puerta ancha al desarrollo del estado. Por último, Pérez Magaña se refirió al presupuesto de egresos de la federación, de cual dijo es un problema que tiene en jaque a muchas regiones: “La caída del petróleo, la situación de Iguala, Guerrero, donde todos rechazamos este tupo de eventos que lastiman a los mexicanos, y que como país tenemos que emprender la lucha más conveniente, la de participación sí, la de manifestación sí, la del combate a la inseguridad y la impunidad, pero también la de comprender que hay temas en los que los menos, porque son los menos, quieren que le vaya mal a México u que quisieran desde la misma violencia, desde una movilización dejar mal parado a México.


17 de Noviembre de 2014

y del entendimiento. Únicamente así es posible encarar los ingentes problemas sociales que afectan a los estados nacionales y al ámbito internacional. En el pensamiento político de Bobbio aparecen dos figuras emblemáticas del político: como estratega o como tejedor. El estratega, a semejanza de lo que sucede en la guerra, trata de doblegar al adversario con tácticas de ataque y de defensa. En contraste, el tejedor, a semejanza de quien restaña un lienzo, cuida que cada hilo esté en su sitio y pueda compatibilizar con los demás. Esta es una figura grata para la política de la concordia. La mala política se presenta cuando sólo queda la búsqueda descarnada del poder; cuando las disputas entre las partes se convierten en un simple juego de astucias. Al contrario, la buena política (LA POLÍTICA CON LETRAS MAYÚSCULAS) se presenta cuando se ponen a consideración de los ciudadanos programas viables de acción en vista de una perspectiva de integración general y desarrollo económico.8 La interpretación de Bobbio sobre Maquiavelo: Bobbio estima que Maquiavelo distinguió claramente la moral de la política para distinguir la esfera religiosa de la esfera civil así como para separar el terreno privado del terreno público. Por ello se ha hablado de la amoralidad de la política. La solución maquiaveliana de que las acciones políticas deben ser juzgadas con base en el propósito a alcanzar ha dado lugar a la frase “el fin justifica los medios” 9 . Pero Maquiavelo jamás escribió esta frase. El asunto es que los malos intérpretes de Maquiavelo o sus enemigos han querido resumir con esa frase el mensaje del capítulo XVIII de El Príncipe donde Maquiavelo se plantea la pregunta “De qué modo los príncipes deben guardar o sostener sus promesas”, a lo que responde (citamos este fragmento una vez más): “Todos comprenden cuán laudable es en un príncipe mantener su palabra y vivir con integridad y no con astucia: sin embargo, la experiencia muestra

en nuestro tiempo, que aquellos príncipes que han hecho grandes cosas, en poco han tenido en cuenta su palabra.”10 De aquí se deduce erróneamente—sostiene Bobbio—que lo que cuenta en la conducta del hombre político es el fin, y ese fin convalida las acciones que se emprendan para alcanzarlo, como el no tomar en consideración los pactos acordados que, en cambio, la moral prescribe cumplir (Pacta Sunt Servanda). La sustancia del problema reside, para entender correctamente a Maquiavelo, en dilucidar en qué consistan esas “grandes cosas” dado que hemos puesto más atención en los medios que en el fin mismo que define a la política. La respuesta, de acuerdo con Bobbio, se encuentra en ese mismo capítulo XVIII donde se dice que lo importante para el Príncipe es el Estado: “Procure, pues, el Príncipe conquistar y conservar el Estado; los medios serán siempre juzgados honorables y por todos alabados”11 Para abundar en esta apreciación Bobbio recurre, precisamente, a los Discursos sobre la primera década de Tito Livio, donde se hace explícito el propósito de la acción política: “Cuando está de por medio la salvación de la patria, no cabe detenerse en consideraciones acerca de lo justo o de lo injusto, de la caridad o maldad, de la gloria o la ignominia. Antes bien, bajo cualquier punto de vista, se ha de tomar partido por la salvación de su existencia y mantener su libertad.”12 Y aquí está la gran lección que debemos extraer de este argumento: muchos se están ocupando de la política para beneficio personal; pero ¿quién se está ocupando de la política para fortalecer al Estado? En la frase “el fin justifica los medios”, insisto, se ha puesto más atención en los medios para aprobar pragmáticamente cualquier acción conveniente al agente que las realiza. Empero, en política no cualquier fin es justificable. En lo que podemos llamar la “mala política” ese fin se ha entendido como la propia conveniencia del actor que persigue el poder; pero desde la perspectiva de la “política” en sentido constructivo, el fin último es el bien de la Nación. La leyenda negra tejida en contra de Maquiavelo (the old Nic) como hombre que justificó cualquier despropósito en nombre de la propia conveniencia queda en un lugar muy pequeño al compararla con la grandeza de su visión en el empeño de enaltecer la política y de edificar el Estado. (Endnotes) 1 Norberto Bobbio, Da Hobbes a Marx, Saggi di storia della filosofia, Morano, Nápoles, 1964, pp. 8-9 2 Norberto Bobbio, Michelangelo Bovero, Origen y fundamentos del poder político, Grijalbo, México, 1985, p. 37 3 Carl Schmitt, El concepto de lo político, Folios, México, 1985, p. 23 4 Michel Foucault, La volonté de savoir, Gallimard, París, 1976, p. 83 5 Thomas Hobbes, Leviathan, The Penguin English Library, 1981, p. 190. Conviene reportar aquí el fragmento de la Introducción que C.B. Macpherson hace a esta edición: “Podemos decir que el siglo XX nos ha traido cerca de una apreciación de Hobbes por lo menos bajo tres elemen-

13

tos: el poder, la paz y la ciencia. Nuestro siglo nos ha movido hacia un nuevo interés en su materia, las relaciones de poder necesarias, posibles y deseables entre los hombres; en su propósito de encontrar el camino hacia la paz y una ‘vida confortable’, y en su método, el método de la ciencia”, p. II. 6 Norberto Bobbio, Michelangelo Bovero, Op. Cit., p. 39 7 Norberto Bobbio, Stato, governo, societá, Turín, Einaudi, 1985, p. 82 8 Michelangelo Bovero, “La natura della politica (potere, forza, legittimitá)”, en Teoria politica, n°3, 1997, p. 14 9 Norberto Bobbio, “Etica y política”, en José Fernández Santillán, Norberto Bobbio: el filósofo y la política (Antología), Fondo de Cultura Económica, México, 1996, p. 168 10 Machiavelli, “Il Principe”, en Id., Tutte le Opere, Sansoni, Florencia, 1971, cap. XVIII, p. 283. La mejor traducción de esta obra de Maquiavelo, a mi parecer, es la que corrió a cargo de Elisur Arteaga Nava y Laura Trigueros Gaisman, De Principatibus, Trillas, México, 1993, p. 247. El subrayado es mío. 11 Ibidem, p. 284; ed. español, p. 251 12 Machiavelli, “Discorsi sopra la prima decada di Tito livio”, en Id. Tutte le Opere, cit., lib.III, 41, p. 249


17 de Noviembre de 2014

Artículo

¿Fuero para Montiel? Por Fernando Dworak

C

ualquier persona que busque sacar provecho de una situación buscará cualquier elemento o vacío en las leyes para conseguir ese propósito. En este sentido lo que corresponde, si se desea limitar la impunidad, es conocer aquellos aspectos del marco legal que permiten una conducta y presionar para cambiarlo. ¿La clase política podría atenderlo de oficio o cambiarlo? No si reduce sus propios márgenes de acción.

14

Uno de esos mecanismos que tanto ruido generan a la sociedad es el llamado “Fuero Constitucional”, que se le entiende como la libertad de palabra para legisladores o inviolabilidad (artículo 62 constitucional) y la libertad de arresto o inmunidad procesal (Título 4 de la Constitución Política). Aunque el objetivo de estas garantías es proteger al órgano legislativo de embates del poder ejecutivo, diversas decisiones sobre su diseño las han convertido en carta de impunidad para la clase política. Desde hace varias semanas se ha especulado sobre la posibilidad de que el PRI le otorgue una curul de la Cámara de Diputados al exgobernador del Estado de México, Arturo Montiel, frente a las acusaciones hechas por su ex esposa, Maude Versini, sobre la retención de sus hijos en nuestro país, lo cual derivó en una orden de aprehensión por parte de la justica francesa en junio pasado. Se tiene conocido que la Interpol emitió una difusión para su localización, la cual según los enterados sólo podría llevar a la detención del político en países europeos. Supongamos que hay una intención para darle a Montiel una curul en 2015, y cuestionemos qué elementos de nuestras leyes fomentan que la inmunidad procesal se convierta en una carta de impunidad. La inmunidad procesal es el derecho que en todo el mundo tienen los legisladores para no ser arrestados o enjuiciados salvo tras la autorización del pleno del órgano legislativo al que pertenecen. A ese último procedimiento lo conocemos en México como declaración de procedencia o “desafuero”. Es decir, su objetivo es proteger el quórum de la asamblea frente a acusaciones contra representantes que se emitiesen por razones políticas. De lo contrario, el gobierno puede recurrir a detenciones para boicotear el funcionamiento de la institución. El procedimiento más seguido en las democracias es: ante la acusación y solicitud del ministerio público, el presidente de la mesa directiva tiene un plazo perentorio para dictaminar si hay una fundamentación jurídica sólida o si su motivación es más bien política. Una vez que se tiene ese documento, el funcionario lo presenta al pleno para decidir si se decide proteger o no al acusado. Si la respuesta es negativa, se levanta su inmunidad y es puesto a disposición de la autoridad. En todos los países este procedimiento ha sufrido abusos de parte de quienes buscan ganar impunidad. De esa forma muchas naciones han acotado sus alcances para evitar que sean un recurso para evadir la ley. Por ejemplo, se ha entendido que la inmunidad sólo protege al legislador durante los periodos de sesiones, no aplica cuando se le descubre en delito flagrante y se entiende que al acusado se le entrega a la ley si tras un plazo que va de uno a dos meses el presidente de la mesa directiva no emite un dictamen.

Para casos como el de Arturo Montiel, algunas democracias han determinado que sólo se protege al legislador frente a acusaciones hechas durante el ejercicio de su mandato y no frente a los procesos iniciados previamente. Si deseamos combatir la impunidad, es necesario tener clara la agenda de cambios para saber presionar a los tomadores de decisiones. No hay buenos deseos en este juego. Twitter: @FernandoDworak

Espera III Región Militar más decomisos de drogas tras lluvias Por Monserrat Méndez

E

l general de la Tercer Región Militar, Eduardo Emilio Zárate Landeros, declaró que se esperan más decomisos de drogas como la mariguana y la amapola debido a las lluvias que favorecerán su cultivo. El titular de la III Región Militar añadió que debido a que en el 2014 ha llovido más en comparación con el año anterior, se prevé que la destrucción de sembradíos de dichas drogas sea mayor. Asimismo añadió que en el caso de la amapola, la cosecha se da a finales de año, debido a que la temperatura es más baja y, al ser la amapola una planta delicada con el sol, porque necesita humedad y sombra. “Noviembre, diciembre y enero son los meses de más producción”, detalló el general. Lo anterior fue reiterado por el comandante de la X Zona Militar, Adolfo Domínguez Martínez, quien destacó que ya se había prevenido que la temporada de ambas drogas venía fuerte en la zona de Las Quebradas.


17 de Noviembre de 2014

Artículo

¿Y si cae Peña? Por Samuel Schmidt

E

l análisis presidencial en México tiene una gran falla, la que puede tener una influencia intencional en la que han caído muchos, porque la política es tan complicada que sabe esconder las verdaderas intenciones.

Se piensa que el Presidente es todopoderoso, que hace lo que se le da la gana y que carece de equilibrios, su voluntad es la única que cuenta. Esta es una imagen muy útil para los usos del poder, para la construcción de la imagen presidencial y para consolidar el sometimiento social y político, pero es muy imprecisa. Mientras que ésta imagen puede ser acertada para apoyar y justificar la acción presidencial hacia la sociedad, en el proceso de toma de decisiones hay factores con diferentes pesos que entran en juego; ahí se encuentran los que tienen la capacidad de orientar la acción presidencial, éstos son personas, instituciones y hasta factores extranjeros, algunos son factores de equilibrio, otros funcionan como grupos de interés que inclinan a la política en una dirección favorable a sus intereses. La influencia sobre el Presidente es diferenciada, no todos los actores tienen el mismo peso en todos los temas, ni todos actúan al mismo tiempo sobre todos los temas,

parecen saber muy bien hasta donde llegan sus municiones y no queman fuego en infiernitos. Por eso, cuesta trabajo responder a la pregunta: ¿Quién está detrás de Peña? Algunos lo están para unas cosas, otros para otras. En parte, creo que el problema con la pregunta deriva de esa tendencia a pensar que hay un titiritero que tiene la capacidad de mover todos los hilos del poder y conseguir lo que se les da la gana en el país, incluido presionar al Presidente para que haga lo que quiere y le conviene. Como ejemplo pensemos en Carlos Slim. Nadie puede negar

Peña Nieto esta débil, en muchas partes del país se clama por su renuncia, la gente recupera la frase de Martí: Si no pueden que se vayan, y en la referencia a Peña, la alusión es muy clara en temas de seguridad, comercio internacional, actividad económica: evidentemente no puede.

Reitera Sedena compromiso de militares con México Por Monserrat Méndez

E

l secretario de la Defensa Nacional, Salvador Cienfuegos Zepeda, indicó que los militares seguirán aportando a México su mejor esfuerzo “sin amedrentarnos por juicios injustos, algunos sin duda erróneos, carentes de fundamento, mal intencionados y que la institución armada nacional no merece”. Al participar en la ceremonia de colocación de la primera piedra para edificar el cuartel de la Policía Militar en el municipio Escobedo, Nuevo León, Cienfuegos Zepeda declaró “los militares ajustamos nuestra conducta a la Constitución de la República y a las leyes que de ella emanen, mostrando solidez en lo correcto y en estricta observancia de los derechos fundamentales”.

que tiene el país a sus pies, pero hay quién piensa que la reforma de telecomunicaciones le costará una fortuna, y que en ese tema pesó más Televisa. Habrá que ver en unos cinco años quién ganó esa batalla y si una “derrota” se convierte en diversas victorias en otras áreas. Peña Nieto esta débil, en muchas partes del país se clama por su renuncia, la gente recupera la frase de Martí: Si no pueden que se vayan, y en la referencia a Peña, la alusión es muy clara en temas de seguridad, comercio internacional, actividad económica: evidentemente no puede. Hay una perspectiva si se va por las consecuencias políticas; otra distinta si se queda por la condición en que lo haga; si el gobierno quiere salvar la piel, tendrá que hacer grandes concesiones en la forma de cortar cabezas en el gobierno (ya cayó Aguirre y Abarca está detenido, pero la mirada ve mucho más arriba), lo que para muchos se traducirá como si fuera una señal de debilidad. A partir del escenario pesimista pero posible se desprenden varias preguntas: 1) ¿Qué pasa cuando el Presidente se debilita y no renuncia? Podemos pensar en que la plutocracia entra en acción, pero como es profundamente corrupta y ambiciosa, va a causar un desajuste mayor, porque no lo hará para estabilizar las cosas sino para sacar un provecho faccioso. La segunda opción es que los grupos de poder se recompongan para sostenerlo y evitar inestabilidades indeseadas, mientras tanto también se aprovechan sacando ventajas particulares, ya sea de grupo o individuales de los jefes de la facción. 2) Tal y como estamos acostumbrados puede surgir un personaje capaz de articular a los políticos para dar una estabilidad que dure cuatro años: ¿Salinas, Slim, un grupo de empresarios? La caballada social está muy flaca. Pero para salvar la cabeza Peña puede buscar compartir el poder con alguien. 3) De caer Peña, el congreso nombra un sustituto que termine el período presidencial. Aquí el PRI lleva mano porque es la mayoría y ninguno de los otros partidos tiene la fuerza para imponer candidato; pero para quedarse con la presidencia tendrá que hacer grandes concesiones para lograr una mayoría calificada en el congreso, y las oposiciones ya aprendieron a vender muy caro su amor, la pregunta es si el voto “se compra” con dinero o con grandes concesiones. 4) Adquieren importancia los gobernadores y jefes de grupos políticos, para apoyar a Peña o para tirarlo, algunos de ellos con una reputación ruinosa. 5) La opción de la fuerza es la más problemática, porque la instancia más articulada y con mayor poder son las fuerzas armadas y este escenario les abre la puerta para la toma del poder, opción que no les disgusta y que Estados Unidos aplaudiría, porque pondría orden y les pondría el país a los pies.

Asimismo, el secretario reiteró que continuarán cumpliendo las misiones que la nación les asigne con vocación de servicio, transparencia y colocando siempre al ciudadano en el centro de su accionar. Asimismo, llamó a la sociedad, gobiernos y fuerzas armadas a cerrar filas en aras del interés nacional, ya que el “desarrollo y progreso de la nación están en juego”. En la ceremonia participaron los gobernadores de Nuevo León, Rodrigo Medina de la Cruz; de Tamaulipas, Egidio Torre Cantú y de San Luis Potosí, Fernando Toranzo Fernández, además de un representante del estado de Coahuila, autoridades municipales y empresariales de la región.

15



Turn static files into dynamic content formats.

Create a flipbook
Issuu converts static files into: digital portfolios, online yearbooks, online catalogs, digital photo albums and more. Sign up and create your flipbook.