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SURCOS en América Latina © es una publicación de Fundación Síntesis (www.fundacionsintesis.cl). Esta revista acompaña la edición de PáginaI12 del 17/8/2008. Prohibída su venta por separado.

Después de la tormenta El terremoto de Pisco destruyó la vida de miles de personas y desnudó la ineficiencia del Estado peruano. Cuando se fueron las cámaras, sólo quedaron retazos de vida en medio de la desolación. Por Abel Gilbert Además: Bengoa cuenta la intifada mapuche.


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Fotografías de Carolina Camps y Leandro Teysseire.

Panamericana Sur, otra vez. “Llantero, las 24 horas.” El cartel no parece hablar de las contingencias del automóvil. Hay algo más resistente. El lamento (anotarlo). El traqueteo del taxi se organiza como una canción de la economía informal. Hace rato que salimos de Lima. La herrumbre avanza a 70 kilómetros por hora. “Es que no da más, ¿sabe?”, explica Víctor, el dueño. De lo que se trata es de llegar: son casi 500 kilómetros, ida y vuelta. El precio del viaje se pactó por la ventana, en una esquina, luego de un regateo delirante. “¿Le molesta la radio?” Bitácora y cumbia. Este es un diario de viaje sobrescrito encima de las impresiones de los días que siguieron al terre-

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moto de 7,9 grados que devastó Pisco, Ica, Chincha, Cañete y alrededores, el 15 de agosto del 2007. Un mes y medio después, en la misma carretera, la Panamericana Sur, la letra se abigarra en los espacios vacíos de la libreta. La misma grafía, como nota al pie. Las mismas páginas. Las mismas imágenes escondidas de la desolación. Como si todo se evaporara. Primero cesaron las transmisiones en directo. Luego, los reportes se fueron haciendo cada vez más esporádicos. El repentino aire de gravedad de los rostros del espectáculo (veamos a él, en el teatro de operaciones, auscultando el dolor; y ella, donando sangre y enseres, hasta ropa que alguna vez ajustó a su cuerpo: ¡qué rubia sensibilidad!) se transformó en desinterés, en un jarana a veces atravesada por la culpa fugaz ante las cámaras. Pero se olvida. La Zona (del desastre) ha dejado de ser iluminada. Sus postales ya no se consumen. Pisco, salió del aire. Sin tajos. La ruta fue recubierta de asfalto. El comercio, normalizado. La entrada a La Zona se anuncia sin protocolos visuales. Cañete muestra en pequeña escala de qué manera se organiza una ciudad después de la calamidad. El mercado vuelve a funcionar. Y, en las calles, se acumula lo que no forma parte del intercambio: gente sin casa, carpas donadas, cocinas de campaña, basura, escombros (¿como instalaciones?). A la vera del camino, se ve lo poco que ha quedado del Night Club Las Moras. Las putas huyeron. El camposanto privado de Chincha, que pertenece a una compañía de seguros extranjera, se ha mantenido incólume. El regadío automático está en pleno funcionamiento. El césped se cubre de gotitas perladas que el sol secará enseguida. A un par de metros, sobras urbanas (piedra en la piedra, ¿el hombre dónde estuvo?). Leyendas comerciales y consignas que aún respiran en las paredes. CHINCHA CON EL TLC. ACÁ, OLLA COMÚN, NECESITAMOS APOYO. SERENATA EN EL CLUB SANTA RITA (¿cuándo?). PERCY FLORES, OBRAS Y HONRADEZ. El Hostal El Condado, impecable. A medida que se avanza la escenografía se despliega con mayor brutalidad. Más carteles, como insultos. San Clemente, a las puertas de “La Zona”. URBANIZACIÓN BALLESTAS YA ES UNA REALIDAD. Allá, otro cartel (debe pertenecer a otra época, otro momento de la prestidigitación política): SHOCK DE INVERSIONES. Las acepciones terminan siendo reveladoras. “Shock”: “conmoción”, “choque”, “sacudida”, “seísmo”, “calambre”. El cartel, más que una promesa incumplida del Gobierno, puede leerse como una premonición. La ciudad en la que murieron más de 500 personas te recibe con sus carpas y sus baños químicos, su inanición flagrante,

su debilidad manifiesta, su futuro clausurado en el perímetro de los albergues, en los lugares invadidos por los nuevos nómades. Unas 37.000 personas lo perdieron todo. A más de 12.000 les quedan algunas paredes. Casi 80.000 personas tienen sus casas afectadas. Unas 27.000 levemente afectadas. “Este es nuestro Katrina”, ha dicho un ministro. Más que una analogía, deslizó sin ruborizarse una sentencia a futuro. En la esquina de Pérez Figueredo y San Clemente, que fue una casa y un puesto de golosinas, pero ahora es un baldío, Emilia Ormeño ya intuye las trampas del eterno presente. Allí vivían 13 personas. Se repartieron como pudieron. Dice que le dijeron que en ocho meses empezarán a edificar. Mientras tanto,

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La Zona se somete a los rigores inflacionarios. El ladrillo aumentó un 100%, y los hierros también. La casa de Emilia era de adobe y quincha (caña recubierta de barro), y solo se preservó la parte de ladrillo. Uno de los buracos del frente de la pared fue cubierto con un aviso: FALABELLA. LOS MÁS VARIADOS DISEÑOS PARA EL HOGAR SÁBANAS MAGIC El mundo de ensueño de las mercancías solo puede ofrecer un despertar intolerable. “Sí, pero nosotros no tenemos ni una sola frazada para pasar la noche.” Escribir en el desierto de lo real. En los muros que han quedado en pie, sus dueños dejan señales particulares: nombre,

apellido, documento y número de teléfono celular. Son como piedras Rosetas que encierran biografías trágicas. En la calle principal, San Francisco, que nace a las puertas del cementerio, ya se han levantado algunas casitas de madera y chapa de cuatro por cuatro que donó Marruecos. “Pablo Cánepa”, se puede leer. “No sea cosa que alguien se me meta adentro”, explica Cánepa del otro lado, como si por unos segundos saliera de la clandestinidad. Cánepa quiere creer en el rumor que circula. “Dicen que van a construir 10.000 casas antisísmicas.” Pero todavía hay que remover demasiadas piedras. La noche del terremoto se le cayó el techo encima. Estuvo enterrado. Olió la muerte. Escuchó los pade-

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Sentado en un banco en la Plaza de Armas, Roberto Vega teclea pedidos de demoliciones que ejecutará Defensa Civil, cumpliendo con su rutina de funcionario público. Vega tuvo que escribir su propia solicitud. Ahora, duerme en un albergue.

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cimientos camino al cementerio. Su grito se confundió con el de los deudos. Lo rescató un familiar. “Dios es grande.” Ave Fénix. Jaime Abel Pintos carga 60 carretillas de escombros por día. El volquete llega y se lleva los restos al río. A este ritmo, dice el negro mota, no sabe cuándo se terminará todo. Al verlo pasar, Roberto Vega lo saluda alzando sus cejas, y regresa a la rutina de empleado público. Sentado en un banco en la Plaza de Armas, redacta pedidos de demoliciones que ejecutará Defensa Civil. Vega tuvo que escribir su propia solicitud. Ahora, duerme en un albergue. Pintos va y viene. El otro teclea. Por unos segundos, sus miradas se chocan. Cuando la carretilla sale de foco, la lente de Vega se topa con un cartel que el polvo a veces difumina y que promete reconstruir pronto la ciudad. “Por el momento, las familias están construyendo con los mismos materiales, sin la más mínima supervisión”, asegura Maribel Sánchez, de Oxfam. El bricolage de los desesperados. Estado de shock. Beck Oscano es psicólogo y vino a colaborar con la ONG Médicos del Mundo. Atiende a unas 25

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personas por día en el albergue montado en Club Atlético Pisqueño. La gente acude con diversos síntomas: miedo, ansiedad, depresión, problemas psicosomáticos, enormes dificultades para elaborar un duelo afectivo y material. “Hay personas que han visto morir a toda su familia. Llevar esa carga es un trabajo que no se resuelve en una consulta.” Oscano los recibe en una carpa que de día es un baño turco. La sesión dura unos 20 minutos. Los casos graves –trastornos, depresiones graves, intentos de suicidio– son destinados al Ministerio de Salud. En Pisco no hay psiquiatras. Son los médicos clínicos los que recetan los antidepresivos. Las píldoras, como hostias. El albergue es resguardado por el Ejército. Las reglas son claras: no beber ni robar, no entrar ni salir después de las 23 horas. El que las transgrede, se va. La gente igual sabe que su presencia en el Club Atlético Pisqueño, u otros albergues, no será eterna. El gobierno lanzó el programa “Lote limpio” con el que busca que la población damnificada regrese a sus terrenos. (La idea de propiedad, elevada en Perú a la categoría de fetiche desde que


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Todas las Pascuas, miles de personas participan en Cuzco de la procesión con la cual se le ruega al “Señor de los Temblores” un año calmo. El pedido se remonta al 31 de marzo de 1650. Ese día, la ciudad sintió una sacudida brutal.

Mario Vargas Llosa abrazó el liberalismo, a fines de los ‘80, reproducida por el extraditado Fujimori, por Toledo y Alan García, como guardianes de la lógica del capital periférico, tiene en La Zona la sustancia de una entelequia. Lo único que se posee es lo que más se teme: esa sensación de pérdida definitiva, completar el deslizamiento a la nada). Vladimir Hernández dice que, como están las cosas, llegará el momento en que las familias comenzarán a errar por las calles si no encuentran otro cobijo. Tiene 33 años. Tenía una casa, que fue reducida a polvo. Y, una “moto taxi” que aplastó una pared. Lizet, la mayor de sus cuatro hijos, de 10 años, crepita cada vez que se abre el portón del albergue. El ruido no sólo la devuelve a la noche en la que la tierra crujió. Viene cargado de malas noticias. Por eso se cubre los oídos y cierra los ojos. Escuchar es ver el color del espanto. Ave María. El 17 de septiembre, un seísmo de 4,4 grados volvió a sacudir a La Zona. La gente que aún vive en las casas salió despavorida. Los pocos niños que aún van a las escuelas se estremecieron. La sensación de abatimiento se acentúa con la superchería. Tres días más tarde, el sol se rodeó de

colores en Ica durante cinco horas. Fue un aro semejante al arco iris. “Esto sucede por la presencia de masas de aire frío en los niveles altos de la atmósfera, y al circular debajo de los rayos solares, hicieron que la luz se refractara en los cristales de hielo de las nubes”, explicaron los científicos. El halo solar no pudo sino ser observado en clave apocalíptica. La sincrética religiosidad popular de los peruanos está asociada a las venganzas (de la tierra). Todas las Pascuas, miles de personas participan en Cuzco de la procesión con la cual se le ruega al “Señor de los Temblores” un año calmo. El pedido se remonta al 31 de marzo de 1650. Ese día, a eso de las dos de la tarde, la ciudad sintió una sacudida brutal y los volcanes volvieron a arder. Las llamas parecieron anunciar el fin del mundo. La gente huyó azorada. Las matronas, en señal de duelo, destrenzaron sus cabellos. Entre aves y pesares algunos hombres confesaron al cielo su arrepentimiento. Hubo autoflagelaciones: azotes, bofetadas, latigazos. El Cristo, ya negro de tanto absorber el humo de las velas y el incienso, fue sacado del altar y colocado en la puerta de la

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Catedral, de cara a la ciudad. La leyenda dice que los cimbronazos se detuvieron. Es por ese prodigio que se venera tanto la Imagen del taytacha Señor de los Temblores. Todos los lunes de Pascua, el Cristo sale de la Catedral construida sobre los cimientos de un antiguo templo dedicado al Tikse Wiracocha. Los fieles lo cargan sobre sus hombros, igual que los Incas solían llevar a las momias de sus ancestros. A su paso, le arrojan desde los balcones pétalos del ñucchu, la misma flor carmesí que los habitantes del Ombligo del Mundo le ofrendaban a sus dioses, y que desde el siglo XVII simboliza la sangre del crucificado. El “Señor de los Temblores” es, en Lima, el Señor de los Milagros, y en La Zona, sus nombres se confunden con la certeza de que no se puede hacer nada ante el desmadre. Persignarse. Sí, rezar. ¿Pero dónde? Misa de difuntos. El 15 de agosto del 2007 más de 200 personas se congregaron en la iglesia San Clemente para recordar a un ser querido. La vida del hombre, les decían desde el púlpito, se puede comparar a un peregrinar hacia la eternidad. “Podemos gozar de las maravillas de esta tierra con toda su belleza, y después entrar en la verdadera patria, que es el cielo”. El padre Alfonso Berrade recuerda que, al terminar la eucaristía, la tierra brincó, se detuvo un segundo y empezó a moverse de izquierda a derecha. Luego cambió de movimiento y todo se vino abajo. En enero pasado, el jefe del Instituto de Defensa Civil (Indeci), el general Luis Palomino, le había pedido a la Conferencia Episcopal que “hagan simulacros durante las misas”. Pero en la Casa del Señor sólo se siguen sus enseñanzas. Las oficinas estatales también apelan al pensamiento mágico. El Indeci le entregó a Pisco su “mapa de la peligrosidad” en el 2001. El mapa se aprobó y publicó en una ordenanza municipal. Y nada más. Cuánta confianza en el texto impreso. Como si sólo la tinta fresca pudiera calmar a la naturaleza. Detrás de las ruinas de la iglesia de San Clemente. Una carpa. Y, adentro, un grupo de mujeres prepara comida para unas 200 personas: niños, ancianos y encintas. La abuela Magda Simeón revuelve con su cucharón una gran olla. Sobre la superficie acuosa, la sopa dibuja suaves remolinos. Magda agacha la cabeza como si quisiera descifrarlos, como si al escrutar ese movimiento ondular le encontrara un significado diferente a todo esto. Soy inquilina, pero me están echando. La casa de los propietarios se fue a pique y quieren ocuparla. Dígame: ¿a dónde iré sin carpa? Albergue II. Eva es la encargada de la pequeña biblioteca popular y cuida los libros con esmero. Lord Jim, de Joseph Conrad, Crimen y castigo, de Dostoievsky, Muerte en Venecia, de Thomas Mann. Un resumen de la política estatal contra el narcotráfico. Y, llamativamente, los Comentarios Reales de los Incas. Inca Garcilaso de la Vega. Garcilaso, el primer escritor americano, el hijo de un capitán español y la nieta del

inca Túpac Yupanqui. Sus Comentarios Reales son una síntesis de la conquista española y la transcripción de las conversaciones escuchadas de sus parientes sobre el Tahuantisuyo, al que presentan como una sociedad justiciera. “Lloraban sus reyes muertos, enajenado su imperio y acabada su República. Estas y otras semejantes pláticas tenían los Incas y Pallas en sus visitas, y con la memoria del bien perdido siempre acababan la conversación en lágrimas y llanto, diciendo: ‘Trocósenos el reinar en vasallaje’.” Los Comentarios avivaron la llama rebelde de los peruanos, de Túpac Amaru en adelante. El recorrido de un libro no deja de ser sorprendente. Cómo leer a Garcilaso, la exaltación de

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la “increíble grandeza de las piedras” de una civilización derrotada, en medio de la brasa y el polvo de Pisco, donde el ojo sólo puede ver ruina sobre ruina sobre ruina. Laberinto. Una calle se ha clausurado por la montaña de escombros. A la derecha, en el medio de la cuadra, una grúa cierra el camino. Víctor trata de girar a la izquierda. Hay un volquete (¿lo habrían abandonado?). Para volver sobre los pasos deben primero hacerlo los otros. La ciudad y los perros, de Vargas Llosa, es otro de los libros del albergue en esta ciudad “de” los perros: un ejército paralelo que vaga, husmea en los restos, intimida, pregona su hambre, caga donde puede, como un pisqueño más que no hizo a

tiempo para llegar al baño químico (la mierda escrita no huele, ¿quién lo había dicho?). Un dálmata ladra en vano su pedigrí entre las carpas. Estaría acostumbrado a pasear su distinción por la Plaza de Armas. Su ascendencia ya no le sirve de nada. Una cadena le fija sus límites. En pocos momentos como estos las mascotas se igualan tanto a sus amos. El último beso. Al lado de la biblioteca, debajo de un toldo, hay un televisor. De tarde lo encienden para los chicos. De noche no hay discusiones. Algunos habitantes del Club Atlético están ansiosos. El culebrón Un amor indomable está por concluir. El público quiere saber lo que ya conoce. Cómo será el encuentro apoteósico entre Federico (Renato Rossini) y

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Julieta (Rossana Fernández Maldonado). El joven empresario criado por su madre, soltera y repudiada por la familia paterna. La bella criadora de caballos de paso peruano. La historia se desarrolla en el ficticio Amancaes, un pueblo que controla Abraham Collao (Ismael Contreras), un alcalde ultranacionalista que reivindica el pasado incaico y quiere reconstruir el viejo Imperio. El alcalde es el ridículo contrapeso de una telenovela que fue acusada de tener cierto tinte racista. “Soy peruano al cien por ciento, el hecho de ser rubio no me hace ni más ni menos que cualquiera, por eso el público me ha apoyado en mi carrera”, se defendió el galán, que se salvó a duras penas del terremoto. “El pueblo donde filmábamos fue completamente destruido por él, por suerte no nos tocó rodar ninguna escena ese día”, dijo el director Michel Gómez. Vista panorámica de despedida. Desde la terraza más alta de esta ciudad –el casi indemne hotel de un resignado catalán– Pisco parece una radiografía observada a la luz de una lámpara: un esqueleto que sigue crujiendo, una pequeña Dresde. Un 51% de las casas eran de adobe. El barro secado al sol ha sido considerado la metáfora de la precariedad. El material con el que se cocina el subdesarrollo. Pero el ingeniero Alejandro Muñoz, coordinador de la maestría en Ingeniería Civil de la Universidad Católica, asegura que esa presunción es falaz. El adobe resiste. Por estos días, ha vuelto a ser glosado en su defensa La nobleza del adobe, un ensayo de Héctor Gallegos, el decano nacional del Colegio de Ingenieros del Perú. El ingeniero Julio Vargas Newman rescató una ordenanza promulgada en 1746, después del seísmo que acabó con casi todo Lima y Callao, en la que se recomendaba construir el primer piso con adobe y el segundo con quincha (pared hecha de cañas o varillas que se recubre de barro). “Eso le salvó la vida a cuanto peruano vivió los terremotos posteriores”, aventuró. El ex ministro de Industria, Alberto Vera, estimó que es “apresurado” descalificar el adobe y la quincha. “Sus características isotérmicas son apropiadas para nuestro clima y la elasticidad es adecuada para soportar los movimientos sísmicos.” Otra vez las acepciones son delatoras. “Quincha” quiere decir “desgracia” en aymará. Al “peruanizarse”, la palabra significa “sobrevivirle al infortunio”. Invasión I. Los que se quedaron sin adobe levantaron en los bordes de “La Zona” chozas de estera, de paja y totora, una planta que crece en sitios pantanosos, o hicieron sus casitas de cartón y plástico publicitario. FANTA, LO QUE SIEMPRE IMAGINASTE El pastor Luis Armando Cajo Ramírez, de la Misión Carismática Internacional, se ha convertido en la autoridad de la invasión. En este margen viven unas seis mil personas, sin luz, sin agua, con una sola letrina (La tripa descarga a toda hora. Capas residuales se acumulan a cielo abierto. La mierda siempre ha sido una cuestión de Estado. Sale de lo más privado y entra en los anales de lo público, cuando esa esfera existe. La pasa a página 16

entrevista El gobierno de Michelle Bachelet detuvo una huelga de hambre de la activista mapuche Patricia Troncoso, cuando ella estaba a punto de morir. Sin embargo, el historiador José Bengoa afirma que el problema sigue tan vivo como hace 200 años.

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Fotografía Indymedia.

José Bengoa, historiador

Intifada Mapuche EL HISTORIADOR JOSÉ BENGOA comenzó a indagar y a escribir sobre la relación de los mapuches con el Estado chileno en la década de los ‘80. Hasta entonces, la historia oficial, redactada por Francisco Encina, le dedicaba apenas un cuarto de página al conflicto. Esto, a pesar de que la llamada “Pacificación de la Araucanía”, emprendida por el ejército chileno a mediados del siglo XIX, constituyó una verdadera y larga guerra civil: “La más importante que haya habido en el país. Por cierto, la más sangrienta”, dice Bengoa en su libro: Historia de un conflicto. La actual explosión del conflicto en el sur de Chile, aunque parezca nuevo a los ojos del gobierno de Michelle Bachelet, no es otra cosa que el síntoma de la incapacidad que han tenido las autoridades políticas de ver y resolver el más viejo de nuestros problemas, explica Bengoa en entrevista con Surcos. “De modo incomprensible, el gobierno se demoró más de 90 días en dar respuesta a la huelga de hambre de Patricia

Por Alejandra Matus

Troncoso, que la prensa también acalló”, afirma Bengoa. “No fue porque exista una conspiración del silencio. Lo que hay es una autorrepresión psicológica en la sociedad chilena frente al conflicto con el pueblo mapuche. Creemos que si no lo vemos, desaparece”, sostiene. Bengoa, profesor invitado en la Universidad de Indiana (Estados Unidos) y Cambridge (Inglaterra), y titular de la cátedra Pablo Neruda en la Universidad de París, en 2003, anota que el pecado de omisión afectó incluso al más insigne de los poetas e icono de las luchas sociales en Chile. “Neruda solía viajar desde Temuco a Puerto Saavedra, pues allí un colono de apellido Winter le prestaba libros. En ese tiempo, el poeta escribió sus primeras obras, los borradores de los Veinte Poemas de Amor. Pero en todos ellos no hay un solo indio. Neruda no los vio ¡Y eso que en Puerto Saavedra no hay más que arena, olas y mapuches!”

EN 2007 terminó en medio de una serie de conflictos polí-

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El conflicto con el pueblo mapuche ha pasado por sucesivas oleadas de usurpación de su territorio, hasta llegar a la situación actual, en que el modelo de explotación forestal consume agua y tierras y deja a los indígenas fuera del mercado. ticos que motivaron el tercer cambio de gabinete de Bachelet, en apenas dos años de gobierno. Un estudiante había sido baleado por la policía cuando intentaba prender fuego a un predio forestal que los mapuches reclamaban como propio, y Patricia Troncoso, encarcelada y acusada de terrorismo por acciones similares desde 1998, llevaba más de tres meses sin probar alimentos, pero el problema mapuche no estaba entre los que motivaron ese cambio de gabinete. La Iglesia Católica, aún muy influyente en estas arenas, debió intervenir para que La Moneda se allanara a buscar una solución. El nuevo ministro del Interior, Edmundo Pérez Yoma, atisbó la posibilidad de una explosión social si Patricia Troncoso moría y, apenas asumió su cargo, cedió a algunas de las demandas por beneficios carcelarios de la huelguista. Cuando la oposición reclamó por la “debilidad” del gobierno, Pérez Yoma respondió: “Este no es el gobierno de Margaret Thatcher”. Bengoa escuchó con atención pues, para él, las palabras del nuevo ministro del Interior remitían al caso de Irlanda del Norte, donde se demostró que la inflexibilidad del gobierno no logró apaciguar la protesta de los jóvenes irlandeses frente a la asfixiante ocupación militar de sus territorios. Y luego el ministro secretario general de la Presidencia, José Antonio Viera Gallo, opinó que había que aplicar en Chile el modelo neozelandés, el más avanzado del mundo en materia de reconocimiento de la autonomía de un pueblo indígena. El gesto suicida de Patricia Troncoso, interpretó Bengoa, logró algo que no se había visto en los gobiernos democráticos que sucedieron a la dictadura de Augusto Pinochet: “Sacar el conflicto mapuche del ámbito policial y reconocerle su condición de problema político”. El gobierno de Bachelet dio un paso más y nombró a un comisionado especial, Rodrigo Egaña, para que busque soluciones permanentes al conflicto. Sin embargo, Bengoa advierte que el meollo del asunto es determinar hasta dónde están dispuestos los chilenos a llegar en el reconocimiento de los derechos mapuches. “La clave del problema es que nos hemos negado a reconocerles su condición de pueblo. ¿Aceptaremos ahora que en el Estado de Chile puede coexistir más de un pueblo?” El riesgo de que el problema quede insoluto una vez más, es alto: “Esta es una vieja historia cargada de decepción y frustraciones”, dice Bengoa.

EL

CONFLICTO DEL

ESTADO chileno con el pueblo

mapuche, afirma el historiador, está plagado de “mitos, fantasmas y estereotipos”. Detrás del escritorio del comandante en jefe del ejército chileno hay un enorme retrato del cacique Lautaro y el imaginario patriotero alude a la bravura y a la hidalguía de la sangre mapuche. “No hay museo más chic en Chile que el Museo de Arte Precolombino”, agrega Bengoa. Sin embargo, afirma, nadie ha sido más violento y avasallador con los derechos de los indígenas que los chilenos. El experto revela que los mapuches vivían en mucho mejores condiciones bajo la dominación española que bajo las sucesivas oleadas criollas destinadas a “civilizarlos”. “Este es un fenómeno común a América latina”, acota Bengoa. “Nunca los ejércitos chileno y argentino han demostrado mayor grado de cooperación y fraternidad que durante la Pacificación de la Araucanía, que los argentinos conocen como “La campaña del desierto”, y la “Operación Cóndor”. Según el historiador, la Campaña del Desierto llenó de gloria a los generales argentinos. En Chile, en cambio, se oculta con vergüenza. “Nosotros reconocemos en los mapuches a nuestros ancestros, pero andar pregonando que uno ha matado al padre, es feo.” La historia del conflicto con el pueblo mapuche ha pasado por sucesivas oleadas de usurpación de su territorio por parte de los chilenos, hasta llegar a la situación actual, en que el modelo de explotación forestal consume agua y tierras, y ha dejado a los indígenas fuera del mercado.

BENGOA –autor de los libros: Historia del Pueblo Mapuche y La emergencia indígena en América Latina, entre otros– revela que la recuperación de la democracia en 1990 ha traído pocos avances en las demandas mapuches, que siguen siendo las mismas de siempre: reconocimiento a su propia identidad y lengua, aceptación de la existencia de un territorio propio, y el derecho a gobernar sus propios asuntos. Bajo el gobierno de Patricio Aylwin –el primero que sucedió a Pinochet–, se creó una institucionalidad que, con imperfecciones, intentó abordar el asunto de las tierras y el del reconocimiento institucional, a través de la Corporación Nacional de Desarrollo Indígena (Conadi) y del Fondo de Tierras, que se creó para ir comprando terrenos que se entregaron a las comunidades indígenas. “Si ese fondo no hubiera existido –acota Bengoa– hoy el problema sería inmanejable.” No obstante, agrega, bajo ese mismo gobierno, el Congreso

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Era Juan Agustín Figueroa quien, curiosamente, es a la vez el presidente de la Fundación Neruda. La Suprema aceptó el predicamento del gobierno y nombró a nuevos jueces, que sí aceptaron juzgar a los mapuches como terroristas. De este modo se estrenaron, en democracia, juicios con testigos secretos y jueces de rostro encubierto. El conflicto salió de la esfera política. Se “judicializó”.

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Fotografías Alejandro Muñoz.

fue “impermeable” a la demanda de reconocimiento a sus derechos políticos. Y lo poco que se avanzó con Aylwin, afirma Bengoa, se retrocedió bajo la administración del presidente-empresario Eduardo Frei Ruiz-Tagle. “El primer gran desafío que enfrentó la Conadi fue pronunciarse respecto del proyecto de construcción de la central hidroeléctrica Ralco, que requería aprobar la permuta de terrenos indígenas. Como los delegados del presidente en dicha organización votaron en contra, Frei los cambió. Así la Conadi perdió su legitimidad cuando se estrenaba en sociedad”, relata. Bajo el siguiente gobierno, conducido por el socialista Ricardo Lagos, una de las figuras más representativas de la lucha contra la dictadura de Pinochet, se creó la Comisión de Verdad y Nuevo Trato, presidida por el ex presidente Aylwin. Pero, según Bengoa, antes siquiera de que ésta entregara sus conclusiones, la prensa chilena las había ridiculizado al punto de quitarles todo valor. “El informe quedó archivado en algún escritorio en La Moneda, de donde no volvió a salir”, afirma. Simultáneamente, bajo la misma administración, se tomó una decisión cuyos efectos aún persisten: en 1997, el Ministerio del Interior determinó aplicar la Ley Antiterrorista a jóvenes mapuches insurgentes, en juicios que buscaban castigar los incendios provocados en predios forestales. “Los primeros jueces que vieron el caso se opusieron”, recuerda Bengoa. “No les parecía que los delitos calificaran de terrorismo, pero el gobierno insistió ante la Corte Suprema, contratando los servicios de un prominente abogado, amigo y profesor de los jueces que debían resolver.”

destacado dirigente mapuche a cargo tanto de la Conadi como de los fondos del Banco Interamericano de Desarrollo, BID, que entregó 120 millones de dólares para superar la pobreza indígena. No obstante, ese dirigente duró muy poco en su cargo. “Y el tema desapareció de la agenda de gobierno. Esta administración nunca tuvo, realmente, una política para enfrentar el conflicto mapuche”, dice Bengoa. Hasta ahora, lo que han hecho los gobiernos de la Concertación, afirma el experto, es aplicar “la política del garrote” contra el mapuche que plantea sus demandas desafiando la legalidad; y la “política de la zanahoria” con el mapuche “bueno”, el que acepta integrarse. “Estamos dispuestos a aceptar al mapuche folclórico, aquel que baila con sus trajes típicos y es amable, pero no al joven que se viste con chaqueta de cuero y que se nos para de igual a igual exigiendo respeto a sus derechos”, agrega Bengoa. Es cierto, dice, que los fondos del BID han permitido importantes avances, como alumbrar extensos territorios que antes eran “mundos oscuros”, construir viviendas en lugar de rucas, y darles a las nuevas generaciones acceso a educación, televisión satelital e Internet. Muchos jóvenes mapuches se han profesionalizado y se perfeccionan en el extranjero con dineros del Estado. “Pero se equivocaron quienes creyeron que este asistencialismo iba a desindigenizar a los jóvenes mapuches. Al contrario. El acceso al conocimiento y a los derechos que hoy se les reconocen internacionalmente a los pueblos indígenas han alentado sus demandas”, afirma Bengoa. La huelga de Patricia Troncoso, sostiene el experto, ha generado una nueva “unidad medioambiental” en el movimiento mapuche, más allá de las discusiones internas sobre el “método de lucha”, y la emergencia de la cuestión indígena prende desde Angol a Chiloé y desde el Alto Bío Bío, al borde costero. “El gobierno se enfrenta a una intifada mapuche y ya se dio cuenta de que el problema no se soluciona a palos, ni regalando vaquitas, pero es difícil saber hasta dónde se va a llegar. El problema de fondo sigue siendo el reconocimiento político: la existencia de un pueblo y el derecho a la tierra, porque, como ha demostrado el conflicto palestino-israelí, no hay cultura sin territorio”, concluye Bengoa.

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Ha pagado con su propia casa. Ahora encabeza la búsqueda de apoyo del gobierno para construir el nuevo Pisco. Dice: “Alan García dijo que podíamos ocupar terrenos que no sean agrícolas ni cercados. Y lo hicimos, con la ayuda de Dios”.

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ciudad se opone al campo porque oculta lo que se pudre. El Estado-Cloaca es el que ordena, jerarquiza el desperdicio. Pero La Zona es una no ciudad. Y cuando lo era, antes de derrumbarse, tenía serios problemas cloacales. A trip as a shit). Dice el pastor: fue la ira de Dios y no se ha detenido. Alguna vez fue empresario de la construcción. Vino a Pisco en el 2006, de mala gana, en carácter de misionero. “Me rehusaba, desobedecía a mi Padre, era reticente, Señor por qué me envías, le pregunté, porque yo nací aquí, sabía de la dureza de este pueblo, de lo que se hacía”, y por eso no quiso venir, hasta que un día dejó Lima, y cuando tomó la decisión, Él, dice, le dijo, sucederán cosas grandes, pero nada más, no le dijo nada más, y cuando Cajo Ramírez levantó el templo en La Zona, donde vivió, oró y llamó a sus vecinos a redimirse, el pueblo, dice, el pueblo se escondía, hasta que el 13 de agosto, Él, otra vez, le dijo, no ores más, no los escucharé. “Esto era Sodoma

y Gomorra, mucha idolatría, mucha pelea por el poder, divorcio, asaltos, drogas. Cosas que Dios aborrece” dice este mediodía el Pastor, mientras se acomoda su gorra, mientras el sol se filtra por la pared de estera y dibuja cuadraditos de sombra sobre su cuerpo (parece un tablero de damas). Ha pagado con su propia casa. Ahora encabeza la búsqueda de apoyo del gobierno para construir el nuevo Pisco. Dice: “Alan García dijo que podíamos ocupar terrenos que no sean agrícolas ni cercados. Y lo hicimos. En un año tendremos que estar mejor. Pero sin ayuda de Dios no se va a poder lograr nada”. Inflación II. No sólo el precio de la estera se ha ido por las nubes. La reconstrucción del sur peruano ya hizo estallar denuncias de corrupción. La prensa ventiló dos casos. Uno, por irregularidad de compra de alimentos. El otro es más escandaloso. La remoción de escombros en Ica fue entregada a una empresa que cobraba unos 1300 dólares por hora de alquiler de un volquete, cuando otras firmas lo hacían por 30 soles. No serán los únicos casos.


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¿Cuál es entonces el límite entre la ruina y la ruina? Jahuay fue una playa de moda. Lo que se ve ahora son muros carcomidos. Restoranes y bares abandonados. La ruina no es sólo un comodity turístico, es un retazo del presente.

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Vuelta por Chincha. Esta es la principal exportadora de espárragos. También vende al mundo maíz, algodón, harina de pescado. Produce uva para el pisco, el aguardiente nacional, manzanas y mandarinas. “La estructura productiva es fuerte. Las empresas están todas aseguradas. El problema es la gente que se quedó sin nada”, dice Percy Flores (uy, el del cartel), alcalde de la pequeña Tambo de Mora. Tambo de Mora está a pocos minutos de la Panamericana Sur y tiene una larga historia anterior a la llegada de los españoles. Esta tierra pertenecía al señor de Chincha. Siempre fue díscola a los incas. La huaca (sepulcro) La Centinela, una de las atracciones arqueológicas regionales, es testigo de aquellos tiempos. Aquellos restos ofrecen una pavorosa semejanza con la ciudad transfigurada. La carretera, de vuelta, kilómetro 198. ¿Cuál es entonces el límite entre la ruina y la ruina? Jahuay fue una playa de moda. Lo que se ve ahora son muros carcomidos. Restoranes

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y bares abandonados. La ruina no es sólo un comodity turístico, es un retazo del presente. Invasiones II. Frente al mar, algunas urbanizaciones fortificadas de la clase media alta coexisten rodeadas de casas de totora, de caña o madera, de lata, cartón y plástico, de adobe, tal vez, de ladrillos sin revocar, de lo que sea. El material indica el orden de llegada de los ocupantes. La Panamericana Sur es, en ese sentido, una sucesión de disputas territoriales. El Estado busca limitar las demarcaciones, recuerda en vano sus pertenencias. Casuchas en las colinas, chabolas en los médanos, agrupamientos casi beduinos. El ocupante iza sobre su lote la bandera nacional. Perú somos todos. Los territorios invadidos pueden cambiar de estatuto, convertirse en “pueblos jóvenes” y recibir algunos beneficios estatales. Algunos de esos pueblos son bautizados con los nombres de sus protectores. En Chinca había uno llamado Keiko Sofía, la hija y heredera de Fujimori.

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Divino tesoro. Víctor, el taxista, vive en un pueblo joven. Con el taxi haciendo chirriar la lata, pregunta si puede subir un ratito el volumen de la radio. Están pasando una canción de mi juventud. Sí, claro, adelante, total, ya llegamos, qué más da. Gracias. La canción es de 1965 y la cantan Los Saicos. Se llama “Demolición” y convoca a hacer trizas una estación de tren. Ha sido considerada una suerte de proto punk londinense que hoy, como otro tesoro, musicológico, fascina a los melómanos y especialistas en estudios culturales. El surf rock peruano. Después de dar testimonio de sus insatisfacciones, los Saicos se disolvieron al finalizar la década. Poco tiempo después, la demolición llagaría a Huaraz, Chimbote y Yungay. Un terremoto se cobró en esas ciudades 66.000 vidas. Y se juró que sería la última vez que la tierra los tomaría desprevenidos. Meditaciones sobre la debris. Décadas atrás entró a las galerías y exposiciones del mundo abastecido el junk-art. Lo que se buscó es introducir obras materiales sin valor, basura y otros desperdicios urbanos, bajo la forma de ensamblaje. Algunos teóricos vieron en ese gesto una rebelión contra la doctrina tradicional de materiales nobles. “El mercado de pulgas reorganizando la producción del pasado.” Llegando a Lima el desecho comunica lo de siempre: la textura de la desigualdad. El cartel en la Vía Expresa da en cambio cuenta de la ciudad visible y sibarita. LIMA ESTÁ LINDA, CUIDALA La otra Lima esconde una decrepitud común a La Zona. El terremoto también ha dejado sus marcas. PELIGRO DE DERRUMBE Se advierte que muchas paredes están por ceder. Otras han sido apuntaladas con maderas. En la calle Pizarro del paupérrimo barrio de Taqueta, cruzando el río Rimac, a cinco minutos del Palacio de Gobierno y del centro colonial, también se cayeron varias casas. Las montañas de escombros definen el perfil del barrio. Su materialidad mantiene un extraño contrapunto con los carteles de las nuevas urbanizaciones limeñas de la costa. Las imágenes computarizadas estimulan el deseo de adquirir la única ciudadanía que se cree válida: departamentos con piscina, solárium, balcones con vista al mar. Hay un lugar que une los sueños pixelados y la realidad okupa. Los emprendimientos inmobiliarios y las invasiones utilizan nombres similares: “El Trébol del Pacífico”, “Brisas de Concón”, “Playas del futuro”, “Riviera”, “Terrazas del mar”. Aperitivo. ¿Un pisquito? El camarero de Osaka, en el despreocupado barrio de San Isidro, tiene una sonrisa de falso e inescrutable nipón. No espera la respuesta y deja sobre la barra la carta de unos de los restaurantes de moda. Rol relleno de langostinos y palta con conchitas a la parmesana. Causitas al estilo oriental de pejerrey. ¿Y? Tiradito doble ají (Se lo recomiendo: rocoto y amarillo en excelente combinación oriental). Mariscos al fuego y parmesana. Pero antes un aperitivo, ¿no? Ravioles rellenos de pato con salsa de funghi y leche de coco. ¿O mejor una entradita antes de que se desocupe la mesa? Wan tan relleno de cangrejo con miel de rocoto y maracuya. Uy, alguien olvidó el diario en la barra, ¿lo quiere? El seleccionado se prepara con conciencia patria para las eliminatorias. Helado de coca. Un nuevo culebrón en cierne. Mousse de chirimoya. El ministro de la Producción, Rafael Rey, acaba de presentar una botella especial de pisco llamada “7,9”, en alusión al grado de intensidad del terremoto. El Gobierno la regalará a los países y entidades que ayudaron a los damnificados. La mierda escrita no huele.

abel.gilbert.20@surcos.net

PáginaI12 Presidente

Fernando Sokolowicz Vicepresidente

Dr. Jorge Ernesto Prim Gerente General

Hugo Soriani Director Periodístico

Ernesto Tiffenberg Fundación Síntesis

Fundador: Wenceslao Casares Presidente: Crhistian Austin Secretario: Diego Valenzuela Tesorero: Eduardo Ergas Directora de Investigaciones: Paula Ferro Ariella RUT: 65.278.880-7 Domicilio Legal: Cruz del Sur 133 of. 703, Santiago de Chile Telefono/fax: +56 2 737 0977 E-mail: info@fundacionsintesis.cl www.fundacionsintesis.org

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Santiago O’Donnell Director de Arte

Gabriel Minvielle Editor Fotográfico

Gonzalo Martínez Diseño de Arte Original

Alejandro Muñoz Diagramación

Martín Aguirre Correctores de Estilo

Adolfo González y Ana Pepe Coordinación General

Víctor Vigo Fotografía de Portada

Leandro Teisseyre y Carolina Camps Sitio web: www.surcos.net e-mail: info@surcos.net Surcos en PáginaI12 N° 1, Año 1, Agosto 2008 Copyright Fundación Síntesis Impreso en Kollor Press S.A., Uruguay 124, Avellaneda, Pcia. de Bs. As., Argentina, en el mes de agosto de 2008 Se prohíbe la reproducción total o parcial del contenido de esta revista sin citar fuente. Autores, entrevistados y avisadores son responsables de sus opiniones y mensajes.

ISSN: 0718-0799 ISBN: 978-987-503-479-2


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