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Notas al programa

Obertura del Oratorio El Mesías, HWV 56. Georg Friedrich Händel. De entre todas las obras que le dieron fama y gloria, Händel siempre coincidió con el público prefiriendo El Mesías a ninguna otra. Compuesta como un oratorio más de los muchos que ya llevaba a sus espaldas, ya desde el día de su estreno se convirtió en una verdadera apoteosis. Consciente del extraordinario valor de aquella obra, el propio compositor decidió destinar todas sus recaudaciones a obras de caridad y se negó a publicarla en vida para que nadie rompiese aquella costumbre. Desde ese momento y hasta hoy, cosa extraña en una obra barroca, El Mesías se ha representado ininterrumpidamente y es, aparte de patrimonio de la humanidad entera, la obra navideña y de Pascua de resurrección por excelencia. Esta publicación tiene una finalidad de divulgación cultural y educativa y no pretende atentar contra los derechos de autor y productor.

Concierto para dos Violines en Re menor, BWV 1043. Johann Sebastian Bach. El primer movimiento se abre con los segundos violines que inician con una amplia y brillante fuga, a la cual, siguiendo la tradicional estructura que Bach conocía perfectamente, responden, enlazando un complejo y majestuoso diálogo, los primeros violines. Todo calla cuando entran los dos solistas, acompañados por un sencillo y linear bajo continuo, y rara vez por toda la orquesta. Los solistas hacen todo: construyen estructuras armónicas, rítmicas y melódicas de extraordinaria belleza y encanto, constantemente caracterizadas por un magistral uso del contrapunto.

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Sin embargo, el centro de este concierto es el segundo movimiento. Un movimiento donde la música habla por sí misma. Bach pasa del cuadrado 4/4 del primer movimiento en Re Menor, a una amable y suave indicación rítmica de 12/8, cambiando totalmente la impostación armónica en Fa mayor. Y con un Fa del segundo violín se abre este movimiento: un Fa delicado, tierno, melancólico que va creciendo en un tema de conmovedora belleza. Y cuando el primer violín retoma el mismo tema una quinta arriba, en este momento inicia la magia: con sencillez y elegancia Bach construye uno de los mejores duetos instrumentales de la historia de la música. El equilibrio entre las dos voces es perfecto, impecable: aún realizando las mismas estructuras melódicas (y aún siendo, parece descontado pero no lo es, instrumentos idénticos), ambos parecen dialogar con su propio lenguaje, con su propia gramática, con su propia estética. Escúchenlo bien, con atención: se darán cuenta de cómo este dueto tiene un lado maravillosamente humano, hecho de modulaciones y tensiones rítmicas y melódicas, (las mismas que tenemos al hablar: como si los violines fueran dos personas que están hablando), y un lado totalmente místico, casi abstracto, espiritual: es la belleza de sus frases amplias y cálidas, de sus modulaciones armónicas, delicadas y espontáneas. Una belleza definitivamente no humana. Con el tercer movimiento, Bach nos sacude, nos mueve el tapete debajo de los pies. Nos desorienta completamente. En la severa y viva tonalidad de Re Menor, la misma del primer movimiento, Bach nos abre este movimiento de repente, sin un momento de descanso, con un nuevo diálogo entre primer y segundo violín: un diálogo tenso y nervioso en donde solo el bajo continuo nos logra dar una base sólida y tranquila. La primera parte del diálogo (y del movimiento en general) termina con una inmediata modulación que abre las puertas a un “tutti” orquestal casi titánico y protoromántico, mismo que Bach repite al final del movimiento. Esta vez alterándolo con extraordinaria sensibilidad en una seria de modulaciones armónicas que le permiten cerrar el concierto en un severo y místico Re. En fin, un gran concierto, uno de los mejores de toda la literatura barroca europea. En esta obra Bach aparece aún más claramente por lo que es y, creo, siempre será, como dice Max Reger: “el principio y el fin de toda la música”.

Por Francesco Milella, tomado de: https:// musicaenmexico.com.mx/el-concierto-para-dosviolines-en-re-menor-bwv-1043-de-johann-sebastianbach/

Esta publicación tiene una finalidad de divulgación cultural y educativa y no pretende atentar contra los derechos de autor y productor.

Danzas Sinfónicas, op. 45. Sergei Rachmaninov. De acuerdo con el proyecto del compositor el título de la obra iba a ser “Danzas fantásticas” y cada uno de los tres movimientos llevaría por título: Mañana, Mediodía y Noche. Pretendía, en cierto sentido, que representaran las tres etapas de la existencia, lo que ha hecho pensar que la obra reflejaba sensaciones premonitorias de una muerte próxima, la suya, que llegó en Beverly Hills, en California, dos años y dos meses después del estreno. Es una suite orquestal en tres movimientos. Completada en 1940, es la última composición de Rachmaninov. La obra resume el estilo de composición en más de una forma y es plenamente representativa del estilo tardío del compositor con sus curiosas, cambiantes melodías. Las Danzas evocan la nostalgia de la Rusia que él conoció, así como la fascinación por los temas eclesiásticos que tuvo durante toda su vida. Toma el primer tema de su Primera Sinfonía en el tema inicial de la primera danza, a su vez derivado de los motivos característicos de la música secular de Rusia. En el final emplea tanto el tema Dies irae y el canto «Bendecido por el Señor» (Blagosloven yesi, Gospodi) de Las vísperas. Esta publicación tiene una finalidad de divulgación cultural y educativa y no pretende atentar contra los derechos de autor y productor.

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