Textos Pablo Vierci
ISBN 978-9974-8458-3-1
Diseño editorial I+D_Diseño Concepción editorial BMR Productora Cultural Coordinación Arq. Nicolás Barriola Concepción fotográfica Lic. Marcos Mendizábal Selección temática Dr. William Rey Ashfield Producción Lic. Virginia Velasco Corrección Lic. Pilar Barreiro Colaborador Carlos López (fotografías p. 88-89, 94) Investigación y entrevistas sobre Omar Braga José Luis Serra, Andrea Betancor, y Guillermo Álvarez Agradecimientos Aeropuerto de Carrasco; Iglesia de San Pedro, Pbro. Hernando Velásquez, Diac. Fernando Romero, Miguel Irrazábal; Manos del Uruguay, María Gracia Pérez, María Dutra, Sonia Goldenberg; Mercado Agrícola de Montevideo; Minas de Cuñapirú, Yamila de Mello, Walter Pereira y flia.; Museo de la Revolución Industrial, Arq. Mauro Delgrosso; Palacio Salvo, Abelardo García Viera; UTE, Ariel Ferragut y Alicia Dutra, Carmen Lauber, José Pilone. Imágenes de archivo Ingener, Darío Invernizzi (fotografías Capítulo Espíritu Innovador); Aeropuerto de Carrasco, Rafael Lejtrejer (p. 128-131, p. 134-145); EBITAL, Manos del Uruguay, Olivia Pérez (fotografías Capítulo Manos del Uruguay). Impresión Ícono Print Depósito legal 367888
© 2015 BMR Productos Culturales SRL Derechos Reservados Queda prohibida cualquier forma de reproducción, transmisión o archivo en sistemas recuperables, para uso público o privado, por medios mecánicos, electrónicos, fotocopiado, grabación o cualquier otro, ya sea total o parcial, del presente ejemplar, con o sin propósito de lucro, sin la expresa, previa y escrita autorización del editor.
Índice
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Carta a un innovador
La gran cocina del mundo
La vida sobre el agua
El Dorado al Sur
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Postal urbana y homenaje empresarial
Arquitectura con aroma de campo
Balcón al mar y ventana al mundo
Patrimonio en el territorio
Prólogo
Palacio Salvo
Mercados urbanos
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Estructura y mística
Urdimbre del campo profundo
Eladio Dieste
PATRIMONIO
Frigorífico Anglo
Manos del Uruguay
Puentes
Rambla Sur
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Aeropuerto Internacional de Carrasco La imaginación levanta vuelo
Minas de Cuñapirú
UTE y su arquitectura
ESPÍRITU INNOVADOR
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Presentación
El legado del fundador
Ingener
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Ingener
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Los principios de Omar Braga
La misión del empresario
Crear Empleos
Educación
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La interacción de las generaciones
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Anticiparse al futuro
Flexibilidad laboral
Optimismo
Justicia y rol del Estado
Coherencia
Transformación de la sociedad
Los valores
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Su legado
Camino recorrido
Uruguay y la creatividad
Estrategia
Rentable y sustentable a la vez
Obras, mantenimiento, operación y servicios «llave en mano»
Responsabilidad social empresarial
El docente
Filosofía empresarial Ingener
La apuesta a los jóvenes
Carta a un innovador
Estimado Omar Braga Desde tu desaparición física, en el año 2011, hemos querido rendirte homenaje. Sin embargo, no ha sido una tarea fácil. Tu vida ha estado asociada a palabras como respeto, inspiración, generosidad, proactividad, esfuerzo, integridad, energía, compromiso e innovación, pero a medida que pensábamos en estos valores surgían diferentes interrogantes. ¿Cómo sintetizar o ponderar de manera justa la vida y el pensamiento de un hacedor, de un constructor permanente de ideas y proyectos? ¿Cómo explicarle a quienes no te conocieron tu capacidad de contagiar iniciativas y esfuerzos empresariales, así como tu permanente valoración de quienes te precedieron en la tarea directriz? ¿Cómo describir esa excepcional condición de mirar adelante respetando siempre lo que quedó atrás? Los intentos por recordarte han resultado hasta ahora insuficientes, porque en los guiones concebidos la persona superaba al personaje. De pronto, algunas de las ideas que dejaste en tu paso por la vida nos acercaron la llave para abrir la puerta de nuestro propósito. Conceptos tan potentes como pensar sin fronteras, soñar lo posible y trabajar, a partir de un verdadero coraje moral, comenzaron a alumbrar el camino. El presente libro se ha orientado, en primer término, a la obra de otros que, como tú, soñaron y materializaron con éxito proyectos que destacaron al país en la región y el mundo. Puentes, industrias, edificios, intervenciones urbanas —siempre con el propósito de integrar a las personas mejorando su calidad de vida— inventos, quimeras tangibles y proyectos intangibles que se materializan en muchas manos. Obras de tus colegas ingenieros y obras de otros realizadores que alcanzan hoy un verdadero sentido patrimonial. Obras cuyo común denominador ha sido superar obstáculos, aun cuando estos parecían insuperables en su tiempo. Se trata, en todos los casos, de eslabones que forman parte de una larga cadena basada en el esfuerzo y el entusiasmo, como la que tú promoviste para calificar y mejorar la vida de la gente. Eslabones que vienen de antes y se continúan como el proyecto que mejor te representa: Ingener.
Pablo Vierci
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PATRIMONIO
FRIGORĂ?FICO ANGLO
La gran cocina del mundo
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Cuando Juan Díaz de Solís descubrió las tierras de lo que hoy es Uruguay las consideró de «ningún provecho», posiblemente porque carecían de oro, plata y esmeraldas. En 1607, Hernandarias advirtió que la riqueza de las comarcas en torno al río Uruguay y al Río de la Plata no estaba en las minas, sino en la tierra. Si se poblaran con ganado europeo, este se reproduciría de tal manera
que conformaría la única tierra en el mundo donde no fuese necesario trabajar para vivir. Poco después, Hernandarias abandonó ganado en las proximidades de los ríos Negro y Uruguay y, efectivamente, ese ganado se reprodujo con más pujanza que en ningún otro lugar del mundo. Este territorio se convirtió en una verdadera vaquería, donde las reses, más que ayudar a su
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producción, debían cazarse, como sucedía en Europa con los jabalíes o venados. Comenzó aprovechándose solo el cuero y luego, con el Uruguay independiente, la economía ganadera consolidó la explotación del tasajo en sus saladeros, y, más tarde, en las plantas industriales, las conservas de carne y luego los productos a base de frío. A mediados del siglo xix, como consecuencia de la abundancia
de carne y de la poca variedad culinaria, nuestros antepasados comían —fundamentalmente a la parrilla— una res y media por persona por año, lo que equivalía a 182 kilos per cápita. Como señala José Pedro Barrán en La Cultura Bárbara, en 1860 Uruguay se contaba entre los países de dieta cárnica más alta y monótona del mundo, casi medio kilo por día y por habitante en Montevideo. La carne barata en la capital, y sin valor en el interior, invitaba a estas desmesuras. Los frecuentes alzamientos y revoluciones del siglo xix en Uruguay trajeron como consecuencia, en el terreno económico, la destrucción de una parte importante del ganado, mientras que en los períodos de paz se desarrollaron las comunicaciones, el alambramiento de los campos, el establecimiento del registro de propiedades, marcas y patentes y el fortalecimiento policial. Esto restableció el stock ganadero provocando un superávit conocido como «plétora de ganado». Los productores rurales se vieron enfrentados a la necesidad de buscar otros consumidores y elaborar nuevos productos con sus materias primas. La nueva alternativa surgió con la elaboración de conservas de carne, denominación que incluía a las carnes cocidas, extracto de carne, caldo concentrado y lenguas cocidas en tarros, todo lo cual brindó una nueva alternativa a la industria ganadera. El 16 de abril de 1859 se fundó Villa Independencia —lo que sería después Fray Bentos— una población junto al profundo puerto natural protegido por barrancas sobre el río Uruguay. Fue allí que se instaló unos pocos años después la Liebigs Company que se convertiría en la llamada «gran cocina del mundo», en la cual llegaron a trabajar personas provenientes de más de sesenta países. Si a comienzos del siglo xx Uruguay se destacó por sus leyes sociales, con Liebig’s se constituyó, lo que se ha dado en llamar, una de las primeras transnacionales de la industria alimenticia que hubo en el mundo. Desde la segunda mitad del siglo xix, Europa vivió la llamada Segunda Revolución Industrial unida al extraordinario avance de la ciencia. Con el aumento incesante de la producción manufacturera, los estados europeos impulsaron un fuerte movimiento expansionista que sobrepasó al movimiento de descubrimiento, conquista y colonización iniciado en el siglo xv. Como relata René Boretto Ovalle en Proceso de construcción del saladero Liebig, antes, en ese mismo lugar, se instaló un pequeño saladero creado en 1859. En 1862, llegó a Fray Bentos el ingeniero alemán Georg Giebert con la idea de desarrollar una empresa sobre la base de la fabricación de extracto de carne, con la fórmula del químico alemán Justus Von Liebig, para lo que arrendó las instalaciones del saladero. Las primeras pruebas fueron tan prometedoras que sorprendieron al propio Liebig, quien inició de inmediato el emprendimiento industrial. En 1865 se creó la Liebig Extract of Meat Company Limited. El director técnico del laboratorio de Liebig en Munich, Max Pettenkoffer, escribió en ese mismo año: «desde setiembre del año pasado no queda ni un poco de extracto sudamericano y diariamente recibimos 15 a 30 cartas con órdenes». El propio Giebert, que había dirigido una experiencia similar en Escocia, se encargó de la construcción de las máquinas que había inventado para abordar la producción a gran escala. Los implementos
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Grúa en muelle y cámara de frío
llegaron cargados en diez veleros, directamente desde Europa. Con el transcurso del tiempo, la Liebig’s llegó a ser la fábrica de extracto de carne más importante del planeta. El extracto inventado por Von Liebig, considerado un «padre de la química orgánica», se lograba retirando los principales nutrientes de 32 kilos de pulpa, envasados en un kilo de producto terminado; un alimento de poco volumen, suficientemente nutritivo, que resultaba ideal para paliar la hambruna generalizada y enfrentar los tiempos de guerra. El producto llegó a ser tan famoso que alcanzó hasta el último rincón del planeta. Como bien lo señala el investigador René Boretto Ovalle, este producto fue llevado en la expedición que fue a la búsqueda del doctor David Livingstone al África; también acompañó a los primeros exploradores del Polo Sur y fue recomendado por Florence Nightingale para los heridos de la guerra de Crimea. El extracto de carne tuvo tanta relevancia que Julio Verne lo eligió como
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Edificio de grasería
Ă rea extracto de carne
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primer desayuno para sus astronautas, en el libro de aventuras del viaje a la luna. La fábrica Liebig’s, en 1869, llegó a elaborar 800 000 libras de extracto de carne. En la memoria de 1870 se deja constancia que la faena había cerrado con una matanza de 120 000 animales vacunos y que, en actividad, habían 800 trabajadores. En 1884, Juan Ramón Gómez, prestigioso ruralista de la época, escribió que en Liebig’s se faenaban 1000 novillos por día, obteniéndose por año los siguientes productos: 160 000 cueros salados, 580 000 libras de grasa refinada en latas, 990 000 libras de extracto de carne, 690 000 libras de carne conservada en latas, 157 000 tarros de lenguas, 10 000 quintales de tasajo y 86 000 bolsas de guano pulverizado. La fábrica empleaba anualmente 3500 toneladas de sal y 7550 toneladas de carbón de piedra. Todas estas circunstancias hicieron que Fray Bentos ostentara, hasta mediados del siglo xx, la mayor renta per cápita de Uruguay, país que a su vez tenía una de las más altas del continente. Esa primera fábrica, según René Boretto, «contenía máquinas cortadoras de carne, grandes bateas para su cocimiento, filtros para el caldo resultante y una serie de recipientes con capacidad para 4000 litros de caldo, donde se evaporaba y se condensaba para hacerlo llegar a la concentración indicada en la fórmula de Liebig, la que había que seguir al pie de la letra». El edificio principal de la fábrica de extracto estaba en la parte más alta del terreno, a 16,40 metros sobre el cero normal del río, distante del puerto unos 150 metros para evitar cualquier trastorno por las crecientes fluviales. Una segunda etapa de obras en la planta fabril comenzó en 1870, con la finalidad de aprovechar los desechos de las faenas, principalmente los sobrantes de la producción no destinada a la fábrica del extracto comestible o al tasajo (que se seguía exportando aunque con calidad mejorada). El propio Liebig le encontró un destino a los sobrantes: secar, moler, triturar o pulverizar los desechos, mezclarlos en dosis adecuadas con fosfatos y otros elementos, obteniendo un polvo de color oscuro, usado como fertilizante orgánico. Para ello, se adaptaron las construcciones de la fábrica a efectos de recibir los desechos de las faenas, para proceder al desecado y molienda y luego trasladarlo al depósito en bolsas, pronto para la exportación. «Salvo el mugido de la vaca», como se decía, se utilizaba toda la res. Desde el hueso pulverizado, enriquecido para agregar a la harina; el hueso desecado y triturado para combus-
Frigorífico Anglo
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tible de las fábricas azucareras; la sangre, huesos, contenido del rumen y grasa, para fertilizantes, así como desechos de carne desecados y prensados para alimentos de aves y cabras. Hacia 1895 se construyó un edificio destinado a hospital, alejado de la fábrica propiamente dicha. Se diagramó un programa de inmigración de familias europeas y Giebert diseñó un plan de viviendas para los obreros, contiguas al predio fabril. En un par de años, entre 1889 y 1892, se construyó un barrio entero con unas 70 casas. Con la eclosión de la Primera Guerra Mundial, la compañía creció exponencialmente. Cuando se ingresa en la «era frigorífica», entre 1921 y 1926, las instalaciones fabriles se reacondicionan nuevamente. Se requerían espacios para las cámaras frigoríficas por lo que se derrumbaron edificios y los depósitos originales del extracto terminado, construidos en 1872. El fin de la guerra y la derrota alemana repercutieron en Fray Bentos. En 1924, un grupo empresarial, con capitales mayoritariamente británicos, adquirió la empresa que pasó a denominarse Frigorífico Anglo del Uruguay. Sus principales productos eran el extracto de carne y el cornedbeef. Así, se conformó como una de las fábricas de productos cárnicos más importantes del continente. De este modo, a su vez, terminaba de consolidarse el imperio inglés en Uruguay, donde poseía todas las empresas industriales importantes: los ferrocarriles, los tranvías, los bancos, los diques, el abastecimiento de gas y de agua corriente. Ya en 1890 el Presidente de la República, Julio Herrera y Obes, comparaba su situación a la de un «administrador de una gran estancia cuyo directorio estaba en Londres». El Frigorífico Anglo llegó a elaborar 100 especialidades de conservas y a emplear a más de 3500 trabajadores. En una jornada, la planta faenaba 1600 vacunos, 6400 corderos y 4800 capones. Paralelamente, la Liebig´s Company primero y luego el Anglo innovaron en la promoción y el marketing de sus productos, a tal punto, que, permanentemente, ganaban los primeros premios de todas las exposiciones internacionales en que se presentaban. En los mensajes publicitarios no solo se describía el producto, sino que se informaba sobre las bondades, casi mágicas, del extracto de carne. Para ello, se editaron libros de cocina con las diferentes recetas que promovían el extracto, promocionándolo en grandes revistas, como la Illustrated London News. A su vez, su uso revolucionó la forma de cocinar porque le otorgaba más libertad a la mujer, en su diaria
tarea de cocinera, y aumentaba su participación en los tiempos libres. El frigorífico Anglo abasteció a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra de Corea. La fábrica y sus productos se multiplicaron. Produjo no solo conservas de carne, sino también varios subproductos originados en la faena de carneros, pavos y vacunos, con especial aprovechamiento de productos como rabos, lenguas de cordero, pucheros enlatados, albóndigas y otros de origen porcino como salchichas, quesos de cerdo, salames, morta-
delas, chorizos, panceta ahumada, lomito de cerdo, jamón y paté. La agricultura aprovechó, asimismo, la infraestructura del frío. Se enlataron frutas y legumbres o productos más elaborados, como dulces y mermeladas. En 1943, en pleno auge del conflicto, se produjeron unas 16 millones de latas de conserva de cornedbeef. Como se ha dicho, el mayor esplendor del frigorífico fue en el peor momento de la humanidad. Pero en los años 60 comenzó la decadencia, su obsoleto parque industrial fue adquirido por
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El conjunto fabril en el atardecer
el Estado y pasó a denominarse Frigorífico Fray Bentos. El Anglo funcionó como frigorífico hasta 1979, año en que se cerró definitivamente. En junio de 1989 la parte central del mismo y las viviendas obreras fueron declaradas como Monumento Histórico Nacional. Parte de él se convirtió en museo; el resto de las instalaciones se transformaron en un Parque Industrial Municipal en el que operan pequeñas empresas. No obstante, en los últimos años todo el complejo fue entendido como un museo de sitio, aun cuan-
do permanecieran ciertas actividades de razonable carga. El 5 de julio de 2015, un territorio de casi 300 hectáreas, al que se denominó Paisaje Cultural Industrial Fray Bentos, fue declarado Patrimonio Mundial por la Unesco. Este ámbito incluye la arquitectura del frigorífico Liebig-Anglo, sus instalaciones industriales, los muelles sobre el río Uruguay, el matadero, las áreas dedicadas al pastoreo, las residencias de jefes y obreros y sus lugares de esparcimiento. Abarca también el antiguo hospital y la escuela para los fun-
Frigorífico Anglo
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cionarios y sus hijos, el club de golf y de tenis; conjunto que configura la llamada zona núcleo de dicho paisaje. Sin embargo, también debe considerarse dentro del mismo un área mayor que involucra al espacio fundacional de la ciudad de Fray Bentos, el río y sus visuales, así como una parte importante de tierra productiva que rodea al área industrial, denominada, según el protocolo de Unesco, zona buffer del Paisaje Cultural Industrial Fray Bentos. Este reciente reconocimiento internacional, de alto valor cultural
El frigorífico Anglo abasteció a los Aliados en la Segunda Guerra Mundial y en la Guerra de Corea. En 1943, en pleno auge del conflicto, se produjeron unas 16 millones de latas de conserva de cornedbeef.
Sala de máquinas
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para nuestro país, es el mejor premio —de todos los que conquistó el Anglo— para una experiencia inédita que cambió la alimentación, las modalidades del marketing y las costumbres alimenticias del mundo entero.
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Estaci贸n el茅ctrica
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PUENTES
La vida sobre el agua
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Desde comienzos del siglo xix, la historia del país se forjó sorteando los quiebres de la penillanura y la falta de infraestructura. Dos ejemplos lo grafican claramente. Uno es el llamado Éxodo del Pueblo Oriental de 1811, donde buena parte de la población, siguiendo a José Artigas, debió cruzar el río Uruguay en carretas o a nado para llegar hasta el Ayuí. El otro es el relato de Dámaso Antonio Larrañaga, Diario de viaje de Montevideo a Paysandú, que narra su visita al campamento de Purificación, en 1815, donde estaba nuestro prócer nacional. Vadear un arroyo crecido, atravesar un río, eran hazañas, pero también vivencias casi cotidianas.
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Muchos de los puentes se han incorporado o mimetizado de tal manera con el paisaje que es difícil imaginarlo sin ellos.
Autor/Empresa Donato Gaminara, Quinto Bonomi
Así se fueron desarrollando los acontecimientos a lo largo de ese siglo, donde los patriotas más baqueanos aprovechaban las irregularidades del terreno y la falta de infraestructura para evadirse del enemigo: españoles primero, porteños luego, portugueses desde 1817 y brasileños entre 1822 y 1828. En esos tiempos, los viajes y los movimientos de tropa se servían de las postas y poblaciones diseminadas a lo largo de determinados caminos. Así se viajaba…«a salto de mata». La ausencia casi total de puentes —solo se identifica uno en tiempos de la Banda Oriental— determinaba esa compleja y dificultosa manera de trasladarse a través del territorio. Como lo narran W. Rey Ashfield y G. Laborido, en su obra Puentes del Uruguay, «recién a partir de 1850 se materializarán ciertas estructuras de paso y determinados puentes en piedra, algunos de los cuales han logrado llegar hasta hoy, como el llamado Puente Castells, sobre el arroyo de Las Vacas en Colonia, y el de la Posta del Chuy en Cerro Largo, ambos activos actualmente. Se trata, en algunos casos, de iniciativas privadas o bien de derechos de concesión y explotación licitados por parte del Estado. El ferrocarril será un estructurador fundamental del territorio, a partir de la llegada de la primera locomotora, en el año 1865. Este servicio demandará una sistemática construcción de puentes ferroviarios, comprometiendo una altísima inversión y generando para Uruguay un excepcional desarrollo en materia económica y social». A eso se agregará el automóvil, desde el siglo xx, impulsando la infraestructura de caminos y rutas y acompañada de puentes carreteros. El vocablo patrimonio, en este caso, amplía su sentido, porque los puentes en Uruguay son, mayoritariamente, patrimonio vivo, en funcionamiento, muchos reinventándose a lo largo del tiempo, incrementándose, reforzándose y adaptándose a las nuevas modalidades tecnológicas. Al mismo tiempo, muchos de ellos se han incorporado o mimetizado de tal manera con el paisaje que es difícil imaginarlo sin ellos, por embellecer el sitio natural, amalgamando la naturaleza agreste y la huella del hombre, con su diseño, sus anhelos y sus expectativas de ir más lejos. A fines de la Guerra Grande (1839-1852) las diligencias hacían noche en la Posta del Chuy y realizaban los relevos. Era, por tanto, lugar de albergue de troperos, con pulpería y almacén. El puente allí realizado, en 1855, en el arroyo Chuy del Tacuarí y el viejo camino a Río Branco, cerca de Melo, se debió a dos vascos homónimos, Juan Etcheverry y Juan Etcheverry. De una cantera próxima se extrajeron las piedras de los anchos soportes y pretiles con más de un metro de espesor. Estas, se labraron con mazas, cinceles, piquetas, martillos, marras, punteros, una fragua para calentar el hierro macizo y afilar los punteros, una bigornia para golpear y un recipiente con agua para templar. Esto permitía el paso de hombres, carretas y ganado, a través de 85 metros construidos en mampostería de piedra, con arcos escarzanos sostenidos en robustos pilares. Este puente fue el primer emprendimiento hecho con el sistema de concesión de obra pública, mediante un contrato entre la Junta Administrativa de Cerro Largo y los vascos Etcheverry, sus constructores, con experiencia en el tema gracias a obras similares en el sur de Brasil. Como contraprestación, los Etcheverry y sus descendientes pudieron cobrar peaje hasta el año 1919. Una gruesa cadena, que todavía
Puentes
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Cabecera de puente, área uruguaya. Puente Internacional Barón de Mauá, Río Yaguarón, Cerro Largo. Patrimonio Cultural Binacional y Monumento Histórico Nacional.
Puente Viejo Barra de Santa Lucía, Río Santa Lucía, Montevideo. Monumento Histórico Nacional. Autor/Empresa Empresa Acosta - Guerra Romero
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existe, se bajaba mediante un torno cuando se pagaba el peaje y permitía que el viajero continuara su camino. El contrato incluía la construcción de las habitaciones aledañas. La villa del Durazno se formó por iniciativa del Presidente Fructuoso Rivera, en 1831, en el centro de Uruguay, sobre la margen izquierda del río Yí. El paso sobre dicho río conectó desde siempre el sur con el norte del país. Primero con una balsa y luego con un puente de madera, conocido como
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«puente viejo sumergible», el primer puente uruguayo diseñado y calculado con esa modalidad. Financiado por la población duraznense de la época, fue proyectado y ejecutado por el ingeniero Federico Capurro. Se inauguró en julio de 1903 y unía la capital departamental con la localidad de Santa Bernardina. El puente armonizó con el contexto natural y aceptó incluso sus caprichos, como el de quedar sumergido bajo el río, cuando las crecidas fluviales, utilizando barandas metálicas que se
Puente Castells, Arroyo de las Víboras, Colonia. Monumento Histórico Nacional. Autor/Empresa Jaime Castells
vuelcan sin ofrecer resistencia al pasaje del agua. Hoy, solo se usa para peatones, motos y bicicletas. En 2007, dada la singularidad del mismo, el puente sumergible fue declarado Monumento Departamental. En Carmelo, sus habitantes soñaron durante décadas con un tipo de conector que, además de permitir cruzar el arroyo Las Vacas —por donde Hernandarias introdujo las reses a la Banda Oriental—, permitiera también el pasaje de barcos con cierto calado. El puente incorporado, único puente giratorio de tracción humana del país, concretó finalmente el anhelo. Hizo posible la llegada de embarcaciones desde Montevideo, Colonia, Tigre o Buenos Aires. Diseñado por los ingenieros Juan T. Smith y Eduardo Chiappori, es hoy Monumento Histórico Nacional: fue construido en hierro sobre apoyos de mampostería de piedra. Cuando llega un barco de gran calado, el centro del puente se desplaza hacia un lado del río permitiendo su paso. El 13 de diciembre de 1607, día de Santa Lucía, el gobernador del Río de la Plata y Paraguay, Hernando Arias de Saavedra —más conocido como Hernandarias— se internó en el río que luego incorporaría el nombre de la santa y escribió su rey Felipe II: «me parece uno de los mejores puertos y de mejores calidades que se debe haber descubierto», refiriéndose al sitio de la desembocadura del mismo en el Río de la Plata, también denominado La Barra de Santa Lucía. En el mismo lugar,
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Puente del Colorado, Cañada de Nieto, Colonia. Autor/Empresa s/d
Puentes
la fundación del pueblo Santiago Vázquez y la posterior materialización del puente metálico están asociadas a un matadero, que comenzó a funcionar en febrero de 1878 en la cima del peñón rocoso de la costa montevideana. En 1913, se inició la obra del puente que unía a Montevideo con la zona occidental y sur de Uruguay. Durante la primera década del siglo pasado se conformó la comisión Pro Puente de la Barra, integrada por hacendados y financistas, a los que se sumaron comisiones vecinales de agricultores. Todos estaban contestes en que el tiempo de la balsa había terminado. Se llamó a una licitación doble, una para la base u obra de mampostería y otra para la superestructura. La primera, con proyecto aprobado en 1913, le correspondió a la empresa de los ingenieros Acosta y Lara, Guerra y Compañía. En cuanto a la segunda etapa, que suponía la superestructura, le correspondió a la empresa alemana Deutsche Machinen Fabrick A.G. que no pudo cumplir lo pactado por causa de la Primera Guerra Mundial. En 1915 se terminaron los pilares que constituían la infraestructura que, por primera vez, usaron el método de fundación por aire comprimido en gran escala y a grandes profundidades. La superestructura metálica terminó haciéndola la empresa estadounidense United States Steel Corporation. Si bien originalmente estaba pensado para el ferrocarril, finalmente se incluyó también su uso para el tránsito de vehículos. Los rieles se conservaron
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como vestigio de su destino original. Con una extensión de 540 metros, posee un tramo giratorio de 60 metros para permitir la navegación en el río Santa Lucía. Cuando se inauguró el puente nuevo, en 2014, a su lado el viejo puente de metal se habilitó para el tránsito local. Ya antes, en 1991, había sido declarado Monumento Histórico Nacional. El Puente Internacional Barón de Mauá está emplazado sobre el río Yaguarón y la avenida Centenario. Une las ciudades fronterizas de Río Branco (Uruguay) con Yaguarón (Brasil). Fue construido entre 1927 y 1930 por la empresa de Donato Garminara y Quinto Bonomi, después de un tratado firmado en 1918 entre los países mencionados. Fue el primer puente internacional entre ambas naciones, inaugurado en 1930. Con sus 330
metros de longitud, es un puente mixto: carretero y ferroviario. Está construido en hormigón armado, con arcos alargados y cuatro torres que combinan hormigón y mampostería. Fue declarado Monumento Histórico Nacional y Patrimonio Cultural Binacional. A caballo entre la ingeniería y la arquitectura, Leonel Viera visualizaba las obras viales y de puentes desde un prisma nuevo. Luego, actuaba el riguroso calculista que también era, «haciendo que los materiales trabajen cada uno en lo que es más apto», como él bien decía. El presidente de la época, Eduardo Víctor Haedo, en 1962 definió que se construyera un puente para unir la localidad de La Barra con Punta del Este, en el lugar donde hubo otro puente de madera que fue arrasado por una tempestad. Leonel Viera, como hombre de frontera, entre el arte
Puente giratorio de Carmelo, Arroyo de las Vacas, Colonia. Monumento Histórico Nacional. Autor/Empresa Ing. Juan T. Smith, Ing. Eduardo Chiappori (intervención parcial)
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y la ingeniería, entre la funcionalidad y la armonía, diseñó un proyecto audaz que reflejaba con hormigón pretensado la ondulación de las olas del mar cercano. Pionero de las tenso-estructuras, método que se generalizaría en el mundo años después, construyó, entre 1963 y 1965, un puente de 150 metros, con tres vanos, con luces de 30, 90 y 30 metros. Pablo Neruda, por entonces huésped en la residencia de Punta del Este del Presidente Haedo, describió el puente ondulado con este poema: Entre agua y aire brilla el puente curvo entre verde y azul, las curvaturas de cemento, dos senos y dos simas con la unidad desnuda de una mujer o una fortaleza sostenida por letras de hormigón que escribe en las páginas del río.
Puente sumergible, RĂo YĂ, Durazno. Autor/Empresa Ing. Federico E. Capurro
Puente Leonel Viera, Arroyo Maldonado, Maldonado. Autor/Empresa Leonel Viera
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Puente Posta del Chuy, Arroyo Chuy del Tacuar铆,Cerro Largo. Monumento Hist贸rico Nacional. Autor/Empresa Juan Etcheverry y Juan Etcheverry
De una cantera pr贸xima se extrajeron las piedras de los anchos soportes y pretiles con m谩s de un metro de espesor.
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MINAS DE CUÑAPIRÚ
El Dorado al Sur
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La más antigua leyenda de América, desde tiempos de los españoles, está vinculada con la búsqueda del oro. El Dorado era, precisamente, una tierra mítica que buscaban los conquistadores en el Nuevo Mundo, particularmente en los territorios de la actual Colombia, donde el oro se suponía que brotaba a raudales. Este imaginario pobló los sueños y las fantasías de aquellos hombres durante siglos. Las expediciones, impulsadas por semejante ilusión, superaban cualquier barrera natural o humana. En la búsqueda de El Dorado, Vasco Núñez de Balboa tropezó con el Océano Pacífico y Francisco Pizarro recorrió las costas de Sudamérica durante casi dos años, derrotando a todo el imperio Inca. La leyenda los llevó a buscar quimeras que nunca se desvanecerían del todo y que permanecieron, en algunos casos, hasta el siglo xix.
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Si bien en el Nuevo Mundo no encontraron «el territorio bañado en oro» que prometía el mito, los metales americanos cambiaron la economía del globo. Entre 1530 y 1650 se extrajeron 11 600 toneladas de plata de América y, en el siglo xvi, se llevaron a Europa casi 166 000 kilos de oro. La avalancha produjo la llamada «revolución de los precios» a lo largo de más de cien años en que estos lograron sextuplicarse. Ese proceso, sumado al patrón oro, explica las sucesivas fiebres del oro que hicieron vibrar a muchos territorios americanos en el siglo xix. La gente más variada abandonaba sus trabajos y modos de vida en la búsqueda de esa quimera. Desde Zacatecas, en México, hasta Tierra del Fuego, en Argentina y Chile; desde California hasta Alaska. Y también en Uruguay. Las primeras informaciones sobre presencia de pepitas de oro datan de comienzos del siglo xix, en 1820, en el actual departamento de Rivera, en la región próxima al pueblo de Minas de Corrales, sobre el arroyo Cuñapirú, una zona rodeada de praderas naturales. En los primeros tiempos fue tarea de
Antigua represa
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aventureros que hacían el trabajo con métodos manuales, cateando en las arenas de los cauces de ríos y arroyos. En otras ocasiones, se horadaba la roca con el marrón o se hacía estallar con dinamita. En 1867, un ingeniero español, especialista en minas, Clemente Barrial Posada, creó la empresa de la Mina Santa Ernestina sobre el arroyo San Pablo, desviando el curso natural del Cuñapirú. Después que el propio Barrial Posada presentó su trabajo de divulgación sobre estas minas y la presencia aurífera, en una exposición en París, se formó la primera empresa con un cariz más profesional, con capitales europeos y se construyó una obra imponente en ese paisaje tranquilo, rodeado de cerros chatos. La Compañía Francesa de Minas de Oro del Uruguay se instaló en el país sobre 1880, a la que le sucederían otras. El director de explotación era el ingeniero Víctor L’Olivier. Esto no solo representó un singular movimiento industrial y laboral, sino también social, dado el importante contingente de europeos, principalmente franceses, italianos e ingleses, que llegaron hasta allí.
La represa formó un lago artificial, con unos 3 millones de metros cúbicos, que alimentaba cinco turbinas de 150 caballos de potencia cada una.
De inmediato, comenzó la construcción de una represa sobre el Cuñapirú, con 314 metros de largo, dividida en tres tramos, uno de 89 metros, otro de 25, que incluía la compuerta de hierro de 5 metros de altura, y el tercero de 200 metros que corresponde al murallón. La represa formó un lago artificial, con unos 3 millones de metros cúbicos, que alimentaba cinco turbinas de 150 caballos de potencia cada una. Junto a ellas, los galpones con las máquinas moledoras de piedra. Las turbinas permitían mover los morteros para moler 140 toneladas de cuarzo por día, en una actividad que funcionaba las 24 horas. Además de poner en funcionamiento la usina, la electricidad generada abastecía a la localidad de San Gregorio y al pueblo de Minas de Corrales. Se trató de la primera represa hidroeléctrica de Sudamérica. Para la época, esta obra era compleja y de porte. El mineral se traía de la mina Santa Ernestina, unida a Cuñapirú por un ferrocarril de trocha angosta con seis kilómetros de vías, 15 alcantarillas y un puente de hierro sobre el arroyo San Pablo. En aquel entonces las
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Vestigios de maquinaria
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vías férreas llegaban hasta Paso de los Toros. Recién en 1890 llegaron a la ciudad de Rivera. Adelante del tren iba lo que se convirtió en un emblema de la historia local, la locomotora de bronce y acero, a la cual todos llamaban «La Clotilde». A la vez, como los trabajos prosperaron, se incorporó una tecnología innovadora para la época y, por primera vez, en 1901, se construyó en el país un aerocarril para cargar cuarzo, uniendo la mina San Gregorio con Cuñapirú. Tenía una línea elevada de 11, 700 kilómetros, con 104 torres de hierro separadas por 70 a 180 metros, dependiendo de las irregularidades del terreno. Con 270 vagonetas, podía transportar 7000 toneladas de mineral al mes. Directa e indirectamente llegaron a trabajar en este emprendimiento alrededor de ochocientas personas en forma simultánea. Bajo el liderazgo de obreros italianos, se dio allí una de las primeras huelgas del país en protesta por las malas condiciones laborales. Más allá del trabajo duro, la población de Minas de Corrales conoció también las luces de la noche de las grandes ciudades. En 1885 Santa Ernestina contaba con un pequeño teatro de cien butacas al que llegaban compañías de zarzuela y cocottes francesas —se dice que incluso se presentaron allí bailarinas del Moulin Rouge— algunas, traídas por el jefe político de Tacuarembó, Carlos Escayola.
Torres del aerocarril que unía la mina de San Gregorio con Cuñapirú
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El historiador salteño José María Fernández Saldaña se refirió así al oro de Cuñapirú: «Para aquel país que comenzaba a consolidarse, en medio de crisis y revoluciones, fue un factor de desarrollo industrial y de incorporación de una novedosa mentalidad económica. El ingeniero español demostró que la riqueza del subsuelo podía ser tan importante como la agrícola y ganadera; considerada hasta entonces la única propia del Uruguay». Poco después, a comienzos del siglo xx, Uruguay era de las naciones más prósperas del planeta. En 1907, el stock de oro uruguayo en monedas y lingotes per cápita era el segundo del mundo, debajo de Francia y superando a Inglaterra. El apogeo del oro de fines del siglo xix y los primeros años del siglo xx finalizó en 1916, a poco de iniciarse la Primera Guerra Mundial. Cuando cerraron las minas, la mayoría de los extranjeros dejó el lugar y la vida del pueblo languideció. En 1935 ute retomó el funcionamiento de la central hidroeléctrica, hasta que, por la gran inundación de 1959, se rompió el dique de contención y se destruyó la represa. En 1996, tres empresas, de Canadá, Estados Unidos y Australia, volvieron a explorar el área. Después de varios cambios en la titularidad del emprendimiento, la canadiense Orosur Mining inició, en 2003, la extracción en San
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Gregorio y en 2004 la extendió al depósito Arenal, a tres kilómetros de distancia. Hoy permanecen los vestigios edilicios y tecnológicos que relatan otro capítulo de la vida nacional, pautado por el esfuerzo y la innovación, mirando más allá del horizonte. El lugar está ubicado al sur del departamento de Rivera, casi en el límite con Tacuarembó, a orillas del Cuñapirú, adonde se accede por la ruta 29, a nueve kilómetros de la ruta 5. Walter Pereira es el actual cuidador vigilante de las viejas ruinas de Cuñapirú. Su padre, Tito Pereira, («Tito es el nombre, no el apodo», aclara) es una leyenda de la zona vinculada a la búsqueda de oro. Nacido en 1925, trabajó toda la vida, desde niño, buscando oro en los aledaños en donde antaño funcionó la Compañía Francesa de Minas de Oro del Uruguay. «Mi padre fue un fomentador del tema minero en Minas de Corrales. Se pasó la vida buscando oro con sus manos, en forma completamente artesanal y rudimentaria, lo que le permitía ganar el equivalente a un jornal en cualquier otra actividad.» Entrevistado por nosotros, Walter reserva algunas confidencias de su padre: «él vivió siempre en el pueblito de Minas de Corrales. Murió en el 2013, con 88 años de edad y siempre tuvo el mismo orgullo de que esta zona progresó y prosperó gracias a la explotación del oro. Por ello, ha recibido numerosos homenajes
Muros en piedra, arcos y b贸vedas de ladrillo en subsuelo del edificio hidroel茅ctrico
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Puente del ferrocarril de trocha angosta
y hasta fundó, en su propia casa, el ‘Museo del oro de Tito Pereira’. Simple y modesto, ahí conserva las últimas bolillas de oro que él encontró e hizo con sus manos. Su esposa y mi madre, Marta Rodríguez, atiende el pequeño museo familiar y no quiere vender las ultimas bolillas como homenaje a mi padre, porque si él no las vendió en vida, ¿por qué habrían de venderse después que él se marchó?»
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PALACIO SALVO
Postal urbana y homenaje empresarial
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En los años veinte Uruguay era un país que ganaba en todas las canchas. El peso estaba a la par del dólar; en Ámsterdam la selección uruguaya de fútbol era campeona olímpica y en esos mismos años se construía el Palacio Legislativo, la Rambla Sur y el Estadio Centenario. Con vocación de rascacielo, la construcción del Palacio Salvo formó parte de esos éxitos uruguayos. Logró alcanzar una altura y un perfil característicos que lo han transformado, a pesar de muchas críticas, en el más importante ícono montevideano. Es, en este sentido, un gran símbolo urbano que expresa además la coronación de una exitosa familia de empresarios que erigió ese monumento como símbolo de sus logros económicos.
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El Salvo alcanzó una altura y un perfil característicos que lo han transformado, a pesar de muchas críticas, en el más importante ícono montevideano.
A mediados del siglo xix comenzaron a llegar a Uruguay millares de inmigrantes italianos que venían a hacerse la América, en la mayoría de los casos con una mano atrás y otra adelante. Un ejemplo paradigmático de ese aluvión es el de Lorenzo Salvo, nacido en 1825, en Liguria, Italia, que llegó a Montevideo en el año 1866. Se instaló en el barrio de Paso Molino —en aquel entonces era una zona alejada de la ciudad— y descubrió que podía complementar bien el trabajo de las mujeres de la familia —la costura— con el de los varones, la venta ambulante. Así fue que doña Ángela y sus tres hijas se dedicaron a coser ropa que Lorenzo y sus hijos vendían por la zona. En 1867, con algo de ahorros, abrieron su propia tienda que, nueve años después, se trasladó a un local más amplio a pocas cuadras de allí, en la avenida Agraciada esquina Tembetá. El comercio se diversificó, convertido en la Tienda y Almacén Salvo, un almacén de ramos generales que abastecía, fundamentalmente, a la campaña uruguaya y a las ciudades del interior. Si bien vivieron la abundancia que les faltaba en Italia, nunca se conformaron, por lo que no solo abrieron otra tienda para ventas al por mayor en el Centro, sino que el hijo Ángel ideó lo que luego sería uno de los mayores negocios industriales del país, un rubro hasta ese entonces casi desconocido en nuestro medio: la industria textil. Para ello, aprovecharon la oportunidad, otorgada durante el gobierno del general Máximo Santos (1882-1886), de exonerar impuestos a la importación de equipamiento industrial. Esto permitió que en 1898 los Salvo instalaran la primera textil uruguaya, llamada La Victoria, que en 1910 se fusionaría con La Nacional de la familia Campomar, formando así la tradicional firma Salvo, Campomar y Compañía. Las estrecheces del país de origen les avivaba la necesidad de crecer y expandirse, por lo que además se tornaron vitivinicultores, ganaderos y cabañeros, completando también el ciclo de la producción de lana, con fabricación de tejido, confección de prendas de vestir y su definitiva comercialización. A comienzos de los años veinte del siglo pasado los Salvo habían saboreado el éxito en todos los rubros, por lo que querían homenajear a la tierra pródiga que los había ambientado, construyendo un edificio monumental, que «compitiera con el Cerro», como ellos mismos decían. La tarea la llevó adelante Ángel, hijo del pionero, que heredó el liderazgo de las empresas. Acudió al prestigioso arquitecto milanés Mario Palanti, que residía en Buenos Aires, donde había diseñado el Palacio Barolo, una versión apenas más pequeña de lo que luego sería nuestro Salvo. Palanti se sumaba a esa pléyade italiana como los Salvo, donde también se destacaron Giovanni Veltroni, autor de la sede central del Banco República, o Luigi Andreoni ingeniero proyectista del Club Uruguay y el Hospital Italiano. Un capítulo aparte en el rubro de la construcción fue el de la empresa de Bello y Reboratti que, entre 1920 y 1940, definió una parte importante de nuestra geografía urbana montevideana. Los Salvo propusieron un proyecto singular y complejo que combinaba hotel, galería comercial y oficinas. El lugar, a su vez, ya contaba con una conocida historia: allí estaba la confitería La Giralda, donde se escuchó por primera vez, en 1917, los compases de La Cumparsita. Dos años después, el 29 de diciembre de 1919, los Salvo adquirieron el predio. En el mismo año en que se inició la obra de este palacio se
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colocó la estatua de Artigas en la Plaza Independencia. La obra comenzó en 1923 y desde el origen estuvo pautada por la innovación. Era la primera vez que una obra de tal altura se materializaba, apelando para ello a un sistema relativamente nuevo: el hormigón armado. Este fenómeno exige una importante organización en obra, además del correspondiente cálculo. Este, pertenece al ingeniero alemán Adolf Hartschuh, también calculista de otras importantes obras como el Hospital de Clínicas y el
Estadio Centenario. Es interesante destacar que los operarios de la obra provenían de distintos sitios del continente europeo, pero en su mayoría eran inmigrantes italianos los que participaron en las tareas de terminación de la obra: yeseros, pintores, escultores, herreros. La obra del Palacio Salvo implica también una fuerte innovación en la incorporación de componentes electromecánicos, cuyo uso y desarrollo no tenía par en el contexto local. A esto debemos sumar los resultados en ma-
Detalles en bronce de fauna y flora en capiteles de columnas frente a la Plaza Independencia
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teria de calidad: la obra se hizo con los patrones más exigentes de la época y, en algunos casos, apelando a criterios nuevos, no explorados antes. En cuanto al material, se utilizaron mármoles de Carrara, granito de Alemania para los arcos de La Pasiva y roble del Cáucaso para sus puertas, lo que exigió la participación activa de diferentes oficios, artistas y profesionales que debieron ser coordinados eficientemente para lograr un producto arquitectónico absolutamente inusual en nuestro medio.
El edificio se inauguró con gran pompa el 12 de octubre de 1928, acompañado de una importante exposición de la industria. Ya entonces se había convertido en orgullo de los montevideanos, sobre todo porque con sus 120 metros era entonces el edificio más alto de América del Sur. Declarado Monumento Histórico Nacional en 1996, el edificio adquirió, como se dijo antes, una imagen trascendente en el perfil urbano. La audacia tecnológica y la novedad funcional formaron parte de una apuesta moderna y osada.
La torre, desplazada hacia 18 de Julio funcionaba —y funciona hasta hoy— como la culminación visual, tanto de la plaza como de la principal avenida de nuestra capital. El amplio basamento unifica dos niveles y conforma una pasiva perimetral que continúa hacia la plaza y se vincula con la calle Andes. La relación de la torre con la base se logra mediante una discreta graduación, formalizada por los cuatro brazos culminados en cúpula que ensanchan el área de intersección. Esta graduación se mantiene en el desarrollo de la
Vista de la Plaza Independencia desde niveles superiores del edificio
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torre y en el propio remate superior, donde se pretendió colocar una gran farola lumínica que, finalmente, nunca se materializó. El Salvo cuenta con una de las mejores vistas de la ciudad y durante años combinó teatro, comedor, hotel, sala de billar, cientos de apartamentos, centro cultural, residencia de intelectuales y también salones de grandes bailes populares, donde actuó, entre otros, la gran bailarina internacional Josephine Baker. El Palacio Salvo fue una tradición de su tiempo que materializó
Vista desde la Puerta de la Ciudadela
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Escalera principal y vitral original
las perspectivas de un país con vocación de cambio y fuertes proyecciones de futuro. Recibió críticas y halagos; fue faro, rascacielo, hotel, «jirafa manchada de ventanas», como la llamó alguno de nuestros escritores. Pero, por sobre todo, fue el símbolo de un país de esperanzas. Si bien cada habitante de la ciudad lo lleva muy dentro y cualquiera lo observa dentro del skyline de la urbe, de cuando en cuando es bueno hacer una pausa para visualizarlo lentamente, y recordar que Uruguay también construye monumentos a sus audaces empresarios.
Vista desde la Plaza Gerardo Mattos Rodríguez
Palacio Salvo
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Esquina Av. 18 de Julio y Plaza Independencia
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Vista aĂŠrea de la Av. 18 de Julio
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Bestiario en bronce de capiteles sobre Plaza Independencia
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Vista desde Plaza Independencia esquina Florida
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MERCADOS URBANOS
Arquitectura con aroma de campo
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Las epidemias o pestes infecciosas pautaron, en alguna medida, la historia de la humanidad. El sarampión y la viruela tuvieron, directa o indirectamente, tanta importancia para derruir imperios como los ejércitos de los adversarios. Se estima que la peste negra de 1346 mató entre un cuarto y un tercio de la población europea; la bubónica de 1720 diezmó a Francia, mientras el cólera, provocado por el consumo de aguas contaminadas, afectó, en 1854, a gran parte de la población de Londres. Los médicos dieron el alerta: la primera causa de las enfermedades eran las condiciones de vida de la mayoría de la gente, acuciada por la pobreza y el hacinamiento. El médico Johann Peter Frank publicó La miseria del pueblo, madre de enfermedades, lo que propició el desarrollo del higienismo como una parte fundamental de la medicina, destinada a combatir infecciones como el cólera y la fiebre amarilla. Robert Koch y Louis Pasteur cerraron el círculo al descubrir que las enfermedades se vinculan con microorganismos y no con miasmas o emanaciones misteriosas. Así, la higiene se ubicaba como una cuestión de orden fundamentalmente social.
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Fachada exterior e ingreso secundario al mercado Mercado Agrícola de Montevideo
Se transformó completamente el concepto del mercado, de la mano del higienismo y la bromatología. De esta forma, se abandonaron los puestos temporales y ocasionales para pasar a instalaciones fijas.
El tema cobró inusitada fuerza en Uruguay hacia fines del siglo xix y comienzos del xx. Como bien señala el historiador José Pedro Barrán, en una sociedad tempranamente secularizada como la uruguaya, el sacerdote debió compartir con el médico el gobierno de las conciencias individuales. El objetivo, hacia finales del siglo xix, fue ampliar la expectativa de vida de la población. Por eso, la salud pública se transformaba en una parte central de la política de Estado a comienzos de la siguiente centuria. Entre 1860 y 1907 se fundaron dos nuevos hospitales; entre 1908 y 1930 se crearon otros diez en Montevideo; entre 1889 y 1930 treinta y ocho en el interior del país. A ello se suman las medidas preventivas y protectoras: alejar industrias y mataderos de las áreas residenciales, crear baños públicos en primer lugar y baños en las viviendas posteriormente, establecer cuarentena en la Isla de Flores para los inmigrantes presuntamente contaminados, reglamentar la altura mínima de las cubiertas y cielorrasos en viviendas y su adecuada ventilación natural, restringir la prostitución a lugares determinados y crear mercados cerrados, protegidos, donde se pudiera controlar la calidad de los alimentos, además de sus precios. En este último rubro, en particular, se transformó completamente el concepto del mercado, de la mano del higienismo y la bromatología. De esta forma, se abandonaron los puestos temporales y ocasionales para pasar a instalaciones fijas, capaces de ofrecer un control sanitario sistemático de parte de las autoridades. De los mercados agrícolas uruguayos que surgen en diferentes departamentos en esos años, cuatro merecen especial destaque por su conformación arquitectónica,
Espacio interior y cubierta metálica Mercado Agrícola de Montevideo
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Entrada principal al Mercado AgrĂcola de Montevideo
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Mercado de la ciudad de Artigas
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además de su interés urbano por lo significativos que resultaron para el sitio en que se insertaron. Uno de ellos fue el Mercado Agrícola. Considerando su espacio de localización, coincidió con un punto neurálgico de entrada a Montevideo: el Camino de Goes, que desde 1908 pasó a denominarse General Flores. Se trata de un espacio de encuentro de carretas que llegaban desde variados puntos del territorio con sus frutas, carnes y verduras, por lo que, desde las primeras décadas del siglo xix, se habían radicado allí diferentes servicios destinados al abastecimiento de Montevideo. Era necesario tener un ámbito general de suministro de alimentos, capaz de proveer al centro de la ciudad, pero también, con el correr del tiempo, a un número importante de barrios aledaños que se estaban afianzando por entonces,
como Goes y Villa Muñoz, además del novel tejido residencial construido por Emilio Reus. Montevideo tenía entonces 350 000 habitantes y el país, 1 300 000. El mercado fue una iniciativa pública con participación privada. Los vecinos Carlos Crocker, junto con otros cuatro propietarios, donaron un terreno para ese fin, limitado por las actuales calles José L. Terra, Dr. Juan José de Amézaga, Ramón Del Valle Inclán y Martín García. El municipio, por su parte, tomó la iniciativa de construir el mercado mayorista. A fines de 1905, publicó las bases de un llamado a concurso al que se presentaron ocho propuestas, de las cuales resultó ganadora el proyecto del arquitecto Antonio Vázquez. Las obras comenzaron en diciembre de 1906 y terminaron a fines de 1912. A partir de 1913 se pone en funcionamiento el edificio.
El paradigma arquitectónico venía desde Europa y se reprodujo en Uruguay: el mercado de Les Halles en París, construido a mediados del siglo xix, con una serie de naves metálicas de gran superficie, cubiertas con pocos pilares o soportes, que permitía la circulación de personas y mercancías con buena luz natural y excelente ventilación, adornado por lucernarios, asociando el vidrio y el acero. El Mercado Agrícola resulta un ejemplo acabado de la arquitectura e ingeniería de la construcción en hierro, demostración cabal del desarrollo técnico y científico de la época. Con el correr del tiempo ese metal será sustituido por el hormigón armado. Se trata de una estructura metálica —que venía en barco desde Inglaterra y se armaba en el lugar— con pilares de hierro fundido y cerchas que permiten generar grandes espa-
Ingreso al edificio Mercado de la ciudad de Florida
cios con pocos puntos de apoyo. Semejante a la construcción del Mercado del Puerto, de 1868, y al Mercado de la Abundancia, de 1909, el Mercado Agrícola está considerado un gran exponente de esta arquitectura. En 1906 comenzaron las obras de mampostería, las que se completaron luego con la enorme estructura de hierro del techo, con 5867 metros cuadrados. Esa estructura había pertenecido a la Gran Exposición Ganadera Internacional de Bruselas, en 1906. Su origen explica que un mercado que no vende carne, decora sus puertas con bucéfalos o cabezas de vacunos realizadas en bronce. La fachada, sobre la calle José L. Terra, exhibe el dedicado trabajo hecho en cerámica europea. En la década de 1930 el espacio resultaría insuficiente —las transacciones se hacían en las
Interior del edificio Mercado de la ciudad de Florida
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Vista de estructura metรกlica y cubierta, Mercado de la ciudad de Florida
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calles aledañas— por lo que el presidente Gabriel Terra ofreció a los granjeros, nucleados en la Sociedad de Agricultores Unidos de Uruguay, una concesión por 30 años para operar un mercado, adquiriendo los terrenos donde luego se asentaría el Mercado Modelo. Con el tiempo el edificio del Mercado Agrícola sufrió dos ampliaciones, la primera en 1929 y la segunda en 1945. En los últimos años, mediante una significativa rehabilitación, se convirtió, nuevamente, en uno de los íconos de la capital, aunque con un cambio importante de funciones y servicios. Otros mercados, en cambio, fueron concebidos para ciudades del interior, como el Mercado de Ar-
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tigas, en la ciudad del mismo nombre, uno de los más importantes. En 1907, entre su primera y segunda presidencia, José Batlle y Ordóñez viajó a Italia y conoció al arquitecto Giovanni Veltroni, quien acababa de ganar el Gran Premio de Roma, luego de su formación en la Real Academia de Bellas Artes de Florencia. Invitado por el presidente uruguayo a trabajar en el país, Veltroni llegó a Montevideo en 1908 donde se afincó para siempre con su familia italiana. En la capital emprendió obras relevantes como el diseño del Parque Capurro, en 1910, en coautoría con Julio Knab; la sede central del Banco de la República y el Palacio de Oficinas Públicas en Salto, en 1912, entre otros.
Mercado de la ciudad de Salto
Participó también en el concurso del Palacio de Gobierno por iniciativa presidencial. En este marco surgió el proyecto para el Mercado Municipal de Artigas, inaugurado en 1919: «un sólido pabellón de estructura simétrica y líneas muy claras, animado por algunos motivos ornamentales de inspiración clásica y algunas notas propias del llamado estilo Liberty o modernismo italiano», como señala Laura Alemán en el libro Tu patrimonio. Lo describe así: «el volumen se eleva exento en el predio. Se define a partir de un espacio central de doble altura flanqueado por crujías más bajas, lo que genera el balconeo longitudinal. Todo está compuesto en base a un riguroso criterio axial: dos ejes cartesianos definen planta y fachadas, de modo que cada cuadrante da cuenta de la composición general. Los accesos marcan el centro en los planos laterales, con diseño curvilíneo y tímpano sobre el umbral. Un esquema que se repite de otro modo y con otras proporciones en los testeros, donde la techumbre a dos aguas coronó el gran vano semicircular. El buñado del plano es la base de todo, lo que asegura al conjunto unidad y continuidad. Sobre esta base juegan los vanos, la balaustrada y el manejo ornamental que anima un volumen potente y sobrio en general». Si bien fue concebido como mercado de frutos, el edificio ha sido reciclado; se divide actualmente en un área destinada a escuela y otra a actividades académicas y culturales, ambas acordes al valor del edificio patrimonial. El giro reciente muestra, en cierta forma, la nobleza de la obra y su enorme versatilidad para albergar funciones diferentes. Otra gran obra en el interior del país es el Mercado de Florida. Ubicado en un terreno esquina y separado de los linderos por sendas vehiculares de funcionamiento interno, el Mercado se presenta como un prisma exento, de base cuadrada, que resulta singular en el contexto urbano de la ciudad. Fue diseñado y construido por el ingeniero Leopoldo Peluffo, en el año 1909, en el marco de la política higienista vigente que buscaba ordenar, regular y garantizar la salubridad en materia de venta de alimentos. El propio ingeniero Peluffo sería también proyectista –un año antes de realizar el proyecto para Florida— del Mercado de la Abundancia de Montevideo. Como indica William Rey Ashfield en el libro mencionado, «el mercado de Florida no elude esta vocación tecnológica, frecuente en edificios industriales y comerciales de la época, con el uso de grandes estructuras metálicas con pilares de fundición asociados, aun cuando sus cuatro fachadas se definen mediante los componentes de una tradición constructiva ya consagrada: muros de mampostería revocados y ornamentados en base al discurso ya clásico de frontones triangulares, arcos de medio punto y balaustradas». Este mercado constituye un ejemplo de alto valor patrimonial, tanto para Florida como para el país en su conjunto. En la ciudad de Salto se verifica la presencia de otro importante mercado, realizado con anterioridad a la política higienista desarrollada por el Estado: el Mercado 18 de Julio o Mercado Nuevo. Fue construido en 1868 por iniciativa de una comisión de vecinos, sustituyendo a un mercado más antiguo, llamado Central o Viejo. El Mercado Nuevo presenta un alto valor histórico y testimonial, asociado a los años de construcción y a su profunda relación con la vida salteña.
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Enclavado en el centro de una manzana y vinculado a la plaza Artigas, «se accede a él a través de cuatro pequeños pasajes que coinciden con las medianas. Los ejes así determinados se alinean con la ubicación de los accesos del Mercado, generándose una interesante permeabilidad que permite visualizar, a través del edificio, el otro lado de la calle», según lo describe Andrés Mazzini, en el libro Tu patrimonio. Como agrega Mazzini, los ejes en cruz determinan la estructura interna de la construcción: «una planta similar a una basílica, con varias ‘naves’, donde una zona de mayor altura coincide con los
pasajes que la atraviesan. Esta disposición se lee claramente desde el exterior, en tanto los tejados inclinados se disponen en dos sectores: el más alto corresponde a las circulaciones, y a través de ventanas en arco se logra la iluminación interior. Los cuatro faldones de teja hacia los cuatro lados del edificio techan también una galería continua exterior, delimitada por arcos de medio punto apoyados en fuertes pilares y, más afuera aún, una delicada sucesión de columnillas metálicas define un segundo anillo que circunda casi todo el conjunto, a modo de pequeña vereda cubierta. Los pilares de mampostería del porticado fueron
Mercado de la ciudad de Salto
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revestidos en piedra, a partir de la intervención realizada en 1950. La escala y volumetría del mercado, así como las características de la construcción que bordean los pasajes peatonales, configuran un todo homogéneo generando una situación atípica en el tejido urbano de la zona que le aporta a la vez riqueza espacial y variedad de recorridos». El Mercado estuvo en funcionamiento hasta los años noventa, momento en el cual se iniciaron trabajos de recuperación y restauración. Declarado Monumento Histórico Nacional, es hoy el mayor centro de exposiciones del departamento.
Los cuatro mercados citados constituyen importantes bienes patrimoniales, algunos de los cuales se encuentran actualmente protegidos por la figura de Monumento Histórico Nacional. Los cuatro se vinculan por las nuevas ideas del higienismo, pero también poseen múltiples sentidos culturales, propios de un patrimonio inmaterial. ¿Cuantas veces se bailó en los ranchos próximos a estos mercados la clásica habanera, con parejas abrazadas, que la gente acostumbró a llamar tango? ¿Cuántos escritores, cantores y artistas plásticos refieren todavía a esos mismos mercados en sus distintas obras y canciones? Se trata de un
patrimonio que no es mero vestigio de un pasado desconectado con el presente. Muy por el contrario, se trata de un patrimonio en uso, ya sea porque mantiene su función original, o bien por un nuevo programa adoptado que pone de manifiesto la idea de un país con gran fe en el progreso; con una capacidad única para impulsar nuevas ideas y desarrollos. Nuevamente aquí, la innovación expone la capacidad de relacionarse con la tradición, al tiempo que el patrimonio liga a ambos y nos permite sentir vivo el aporte de las generaciones pasadas.
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RAMBLA SUR
Balc贸n al mar y ventana al mundo
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Entre el arroyo Carrasco y el río Santa Lucía, límites extremos del departamento de Montevideo, se extienden 70 kilómetros de costa con diferentes playas de arena que jalonan su recorrido. El tramo comprendido entre la escollera y el arroyo Carrasco cuenta, a su vez, con 22 kilómetros de rambla continua, a los que se suma el sector de la bahía y el Cerro, ambos con sus bordes propios. Se establecen así 35 kilómetros de vinculación directa entre la urbe y el Río de la Plata. Estos números expresan la importancia del borde costero para la ciudad actual; sin embargo, durante casi dos siglos —desde la fundación de Montevideo en 1726, hasta comienzos del siglo— nuestra capital dio su espalda al mar. Los cambios producidos deben entenderse en el marco de distintas transformaciones ocurridas en la ciudad y también en el seno de su sociedad. La pequeña villa colonial que se iluminaba mediante vela de sebo pasó al gas en tiempos republicanos; también el caballo comenzó a convivir con el automóvil en los primeros años del siglo pasado; en 1886 brilló en Montevideo la primera lámpara de filamento vegetal en toda Sudamérica y hasta en el cielo irrumpieron dirigibles y aviones, poco después. Las formas de vida estaban cambiando rápidamente en compañía de grandes cambios tecnológicos. Los conceptos de confort y las aspiraciones de un vivir a la moderna ayudaron a que los montevideanos pasaran de temer el mar a ordenar su vida en torno al mismo.
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La inicial defensa de las aguas marinas y sus posibles baños correspondió a los médicos de la época, tal como se establece en el libro Higiene de Montevideo, publicado en 1862. Allí el doctor Adolfo Brunel aconsejaba «los baños de mar a los habitantes de Montevideo y sobre todo al sexo femenino». La apertura de la rambla, en las primeras décadas de la pasada centuria, fue una creación —o mejor aún, un buen invento— para toda la ciudad, ya que además de convertirse en vista obligada fue también el principal paseo. Su materialización implicó cierto desafío e innovación al generar un particular espacio de intercambio, democrático e integrador, para la sociedad uruguaya, con significativos valores patrimoniales como lo son las cuencas visuales ganadas y la respuesta arquitectónica asociada. En un continente donde el tamaño de los grandes espacios urbanos puede ser algo abrumador —ciudades como México, Brasilia o incluso Buenos Aires así lo demuestran— Montevideo parece diferenciarse por un manejo escalar más humano. Este es uno de los principales valores que los viajeros americanos y europeos destacan al llegar a nuestra ciudad. En ese sentido, la rambla aporta un sesgo fundamental a la capital más austral del orbe y es el de ser un verdadero balcón, «un gran escaparate de la oferta uruguaya al mundo», tal como lo afirmó el escritor Carlos Real de Azúa. Pero la rambla expresa también el rumbo propio de un país abierto e integrador, con una ciudad ecléctica y aluvional, cuya población desciende de los barcos y genera una fuerte polifonía, muy propia de los centros de gran inmigración.
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Una parte de esa larga extensión actual de la rambla montevideana es la llamada rambla Sur, primer gran tramo materializado. La intervención del hombre, en este caso, no pareció respetar la naturaleza sino que disciplinó su paisaje natural y demostró una audaz iniciativa, muy propia del Uruguay de la época. Así, dos playas fueron eliminadas, la playa Santa Ana, entre las calles Gaboto y Magallanes y la playa Patricios, entre las actuales Javier Barrios Amorín y Martínez Trueba. El borde entre el tejido urbano y el mar fue acondicionado con interesantes espacios abiertos, enjardinados y equipados. Particular valor presenta el diseño del límite material con el mar, concebido en granito, de acuerdo al diseño del arquitecto Juan Scasso. La rambla Sur implicó un enorme esfuerzo para el país, tal como lo expresara César Batlle Pacheco, vicepresidente del Concejo de Administración Departamental y miembro de la Comisión Financiera de las Obras de la Rambla Sur, en un discurso pronunciado en marzo de 1926: «La obra que va a realizar esta comisión, puede afirmarse sin temor, es la de mayor trascendencia que ha realizado y que quizás pueda realizar en mucho tiempo el Municipio de Montevideo». Aun así, nada impidió la normalidad del proceso de obra y su correspondiente finalización. El ingeniero Juan Pedro Fabini fue el responsable de conducir los trabajos de construcción de 4000 metros de rambla, desde la calle Jackson hasta la escollera Sarandí, con un costo que en la época equivalía a construir una gran flota mercante, propia de los países más ricos del mundo. Para su materialización se debieron expropiar 929 fincas, realizar
cuantiosos movimientos de tierra, con una tecnología mucho más limitada que la actual, y efectuar obras de contención del mar con su coronamiento en granito del país. Se utilizaron 500 000 metros cúbicos de arena y piedra, equivalentes a 50 000 camiones cargados de esos materiales: una fila continua que podría unir Montevideo y Tacuarembó, si se alinearan simultáneamente los mismos. Para construir el muro de contención se utilizó el equivalente de hormigón al necesario para levantar la estructura de 160 edificios, de 10 pisos de altura. En veredas, se construyó una superficie cubierta equivalente a seis estadios como el Centenario, y hubo que responder a una solución estructural compleja, de alto costo, que evitara los embates del agua en aquellos lugares donde se habían eliminado las citadas playas. La obra implicó un fuerte cambio del paisaje de la ciudad, apoyado por un urbanismo de base esteticista e higienista. Desde este punto de vista, la obra afectó también a los predios de la zona prostibular de la ciudad, más conocida como El Bajo. Estos fueron expropiados y transformados de acuerdo a criterios de higiene social. El Bajo migró entonces al norte de la Ciudad Vieja y se ubicó más próximo al área portuaria. La rambla Sur, finalizada en 1935, está asociada a la pujanza de la época, reflejada en la realización de otras obras de gran escala y tamaño, como el Hospital de Clínicas, el Estadio Centenario —obra del mismo Scasso— el Palacio Salvo y el Palacio Legislativo. Todas efectuadas en un período muy corto, al mismo tiempo y en muchos casos, bajo iniciativas del propio Estado.
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El ingeniero Juan Pedro Fabini fue el responsable de conducir los trabajos de construcción de 4000 metros de rambla, desde la calle Jackson hasta la escollera Sarandí, con un costo que en la época equivalía a construir una gran flota mercante, propia de los países más ricos del mundo.
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Tramo de rambla en Ciudad Vieja
Escalera de acceso a explanada inferior
Perfil de muro de contenci贸n y viejo gas贸metro al fondo
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Visi贸n de la rambla en espacio parquizado, calle Luis Piera
Ensanche parquizado sobre la rambla
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Las intervenciones costeras continuaron hacia el este, y la idea de un continuo paseo de verano se fue materializando paulatinamente. En Pocitos, la rambla comenzó a ejecutarse en la primera década del siglo xx. Avanzaba desde allí hacia el este y el oeste, al tiempo que se realizaban importantes construcciones provenientes de iniciativas privadas. En 1935 se erigió sobre la misma el Rambla Hotel Casino, que llegó a ser el edificio más alto de la costa con sus doce pisos, según planos del arquitecto Mauricio Cravotto. Uruguay afianzaba, de esta ma-
nera, una vocación turística cada vez mayor. En febrero de 1934 se inauguró la pileta municipal de Trouville, con grandes dimensiones, 100 metros de longitud y 25 metros de ancho, espacio que albergó tres campeonatos sudamericanos de natación, water polo y saltos ornamentales. Una prueba más de que a esta gran obra la acompañaba un cambio importante en las formas de vida de los uruguayos. A la rambla se le añadían escolleras, espigones, servicios higiénicos, de seguridad, recreativos y deportivos, con rampas,
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Rambla Sur vista desde el ex Parque Hotel, actual SecretarĂa del mercosur
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diques y muelles. Su perfil continuó extendiéndose en dirección este y el imaginario social la fue imponiendo, porque se la asociaba a una mayor calidad de vida. Se conquistaban nuevas playas, ubicadas incluso más allá del departamento, consolidándose la idea del Uruguay como país balneario. Falta preguntarse cuál es el verdadero balance de esta iniciativa urbana —siempre analizando los riesgos asumidos, la inversión realizada, los esfuerzos humanos alcanzados— a efectos de evaluar objetivamente el resultado logrado. Pero si tenemos en cuenta su importancia social en cuanto a integración, su valor como ámbito recreativo abierto, su condición de atractivo turístico y, por sobre todo, su significado como factor de identidad ciudadana —e incluso nacional— parece unánime e indiscutida la respuesta: la rambla de Montevideo fue una de las más adecuadas iniciativas de la ciudad. Actualmente, toda la extensión del borde costero con sus playas y afloraciones rocosas, así como el coronamiento en granito diseñado por el arquitecto Scasso, han sido protegidos como conjunto y declarados como Monumento Histórico Nacional. Pocos bienes culturales y materiales alcanzan tan alto sentido y significación patrimonial, quizá porque la rambla de Montevideo sintetiza, de manera natural, las aspiraciones de vida de toda una sociedad. Una vida íntegra, democrática y abierta a lo diverso, como lo fueron las distintas naciones representadas por los inmigrantes que llegaron a nuestro país. La obra de la rambla Sur fue, sin duda, el eslabón inicial de este rico patrimonio histórico que, aún hoy, nos asombra tanto.
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Rambla Sur, Playa Ramírez y torre del ex Parque Hotel
Atardecer en Rambla Sur
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UTE Y SU ARQUITECTURA
Patrimonio en el territorio
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Estación de ute calle Mercedes, Centro, Montevideo
La fortaleza del Estado uruguayo y el desarrollo de las empresas públicas de principios del siglo xx están asociadas con su forma de entender el Estado de Bienestar. En la primera constitución de 1830, tras el Armisticio de 1828, surgió un estado débil, en un territorio disputado por los países vecinos y asolado por guerras civiles. Por eso, los servicios públicos se concedían a privados, como el correo en 1834; el telégrafo en 1868; los ferrocarriles en 1865; el saneamiento de Montevideo en 1857; el suministro de agua corriente en 1871 y la electricidad en 1886. Esta situación cambió radicalmente con la constitución de 1917, donde además de asumir un fuerte papel
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Palacio de la Luz, sede central de ute, Montevideo
regulador, se conforma el Estado empresario. Como antecedentes se identifica el nacimiento del Banco de la República Oriental del Uruguay en 1911, el mismo año del surgimiento del Banco de Seguros del Estado; el Banco Hipotecario del Uruguay es estatizado en 1912, fecha en que también se crea ute. Universalizar servicios de calidad y buen precio era entonces la premisa. El inicio de la actividad eléctrica fue por eso privada. Es así que en 1886 Marcelino Díaz fundó la empresa llamada La Uruguaya. El 21 de octubre de 1912 se promulgó la ley que creó la empresa pública denominada Administración General de las Usinas Eléctricas del Estado, ute, con el monopolio del suministro de energía para todo el territorio. La representación arquitectónica de las empresas públicas tenía, por eso, un valor simbólico, propio de una nación con elevada autoestima, que se traducía en el eslogan popular «Como el Uruguay no hay». La participación de los técnicos más jóvenes de las divisiones de arquitectura
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de las empresas estatales dejaba su impronta, a través de una perspectiva que asociaba la modernidad y la vanguardia con la tradición. Como señala William Rey Ashfield, se trata de un rol diferenciado, donde la empresa del Estado establece fuertes compromisos, más allá de los precisos términos de la misión que le corresponde cumplir. Un servicio, una tarea fiscal o cualquier otro propósito, es normalmente el gran objetivo a alcanzar, además de ciertas acciones puntuales de responsabilidad empresarial. Sin embargo, en Uruguay las empresas del Estado han proyectado y materializado siempre importantes acciones y compromisos con la comunidad social directamente vinculada. Pero también lo han hecho con el conjunto de la ciudad y con el territorio donde han operado. En este sentido, la trayectoria de ute ha sido notoria. Manifestó un interés tan fuerte por la apuesta tecnológica como por el compromiso empresarial hacia la comunidad. Una parte importante de ese compromiso —social y cultural— se percibe en un patrimonio edilicio de altísima calidad, presente en todo el territorio nacional y, muy particularmente, en el ámbito urbano. La historia de la energía eléctrica en nuestro país parece acompañada de una suerte de vanguardia. Prueba de ello es que, en 1886, Uruguay es el primer país de América del Sur en contar con iluminación producida por una fuente o lámpara de filamento vegetal. Las décadas siguientes permitirán reconocer una empresa, ya en manos del Estado, preocupada por su imagen corporativa, a partir de una arquitectura de excelencia que se inicia con la construcción de su sede central. En el año 1943, el arquitecto Román Fresnedo Siri presentó su proyecto al directorio de la empresa y en 1946 se iniciaba su construcción. Ubicado dentro de un conjunto mayor de construcciones industriales, en la manzana comprendida por las calles Paraguay, Gral. Caraballo, Gral. Aguilar y Mendoza, el edificio establecía un nexo inteligente entre el mundo administrativo y de dirección empresarial con la actividad de producción energética, tal como lo definiría un periodista en la época de su inauguración: «… se trata de un rascacielo de carácter industrial». Fueron colaboradores del proyectista: el ingeniero Miguel J. Curbelo, el arquitecto Justino Apolo, el ingeniero Pedro Ponseti y el arquitecto Mario Muccinelli. Como expresa Rey Ashfield, la obra mantendría en el tiempo la calidad propia de una muy buena factura constructiva y material, aún más calificada por la incorporación de valiosas piezas plásticas. Por ejemplo, el gran mural del escultor español Eduardo Díaz Yepes, en el hall de acceso al mismo, y las columnas ubicadas en su parte exterior, realizadas en bronce, diseñadas por los escultores Sebastián Moncalvi y José Lanzaro. Pero si analizamos la arquitectura de apoyo directo al servicio energético, la empresa propone manifestaciones más audaces aún. Es de particular interés el edificio y depósito próximo a la sede central, concebido en ladrillo visto, donde se descubren vinculaciones con la gran obra del expresionista alemán Erich Mendelsohn. Tratándose de una obra cuyo propósito era acoger actividades de apoyo y servicio, podría haberse limitado a un edificio meramente funcional y de escaso interés arquitectónico; sin embargo, la actitud empresarial demuestra una permanente aspiración de excelencia. Se promueven las respuestas de
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Columna artĂstica de los escultores S. Moncalvi y J. Lanzaro, ingreso a sede central de ute, Montevideo
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Mural del escultor E. DĂaz Yepes, hall de ingreso, sede central de ute, Montevideo
Pabell贸n y subestaci贸n de ute, Parque costero de la ciudad de Paysand煤.
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vanguardia en sus arquitectos para consolidar la idea de una institución pujante. En esta línea, es que se materializa otra obra: el fantástico edificio esquina, cuyo propósito es dar cabida a los laboratorios de la empresa, además de una subestación, ubicada en las calles Paraguay y Mendoza, obra del arquitecto Muccinelli. Muy especial valor adquieren, no solo para la empresa sino para el patrimonio edilicio de la nación, el conjunto de las arquitecturas destinadas a estaciones y subestaciones energéticas barriales, en Montevideo y en distintas ciudades del interior. Su calidad de proyecto y de diseño, así como su muy buena materialización constructiva, nos hablan del lugar que la empresa deseaba alcanzar dentro del espacio urbano y de la comunidad social. Es posible descubrir así un gran número de edificios insertos en medio del tejido residencial, o bien en el centro de la ciudad, junto a altas construcciones. Si bien su finalidad es estrictamente de servicio, su calidad arquitectónica nos exige mirarlos con detenimiento. Variadas obras, con sus acentos pertenecientes a diferentes décadas o momentos de nuestra modernidad, permiten corroborar la tónica y las específicas características temporales: art déco, racionalismo, expresionismo de origen alemán, entre otros. Quizá
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todavía el país no sea consciente de la calidad de estas arquitecturas, simplemente porque aún falta una adecuada difusión de las mismas. Se trata, simplemente, de establecer una estrategia cultural, como la que han aplicado tantos países europeos, para la valoración de su patrimonio moderno, no mejor, pero sí inteligentemente ilustrado y destacado. De no menor valor debe considerarse la calidad arquitectónica y paisajística desarrollada por la empresa en el denominado Parque de Vacaciones de ute, localizado en el departamento de Lavalleja, como puntualiza Rey Ashfield. El proyecto y la dirección de esta obra pertenecen a los arquitectos Carlos M. González Vanrell y Carlos J. Mier Nadal. La idea residía en establecer un corte psicológico con la labor rutinaria de los trabajadores, en relación estrecha con la naturaleza y el paisaje, al tiempo que considerar el concepto moderno de higiene mental y social. Se plantea en este tipo de programa un enlace único entre el disfrute del tiempo de ocio, la garantía de descanso y una innovadora modalidad de integrar a los diferentes actores de la empresa pública, sin importar las jerarquías de organigrama. En este sentido, el Parque de Vacaciones es concebido como un lugar de interacción de autoridades
Laboratorios y estación de ute, esquina calles Paraguay y Mendoza, Aguada, Montevideo
manifestó un interés tan fuerte por la apuesta tecnológica como en el compromiso empresarial hacia la comunidad. Una parte importante de ese compromiso —social y cultural— se percibe en un patrimonio edilicio de altísima calidad, presente en todo el territorio nacional y, muy particularmente, en el ámbito urbano.
ute
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Estaci贸n de ute, calle Brandzen, Cord贸n, Montevideo
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con mandos medios, empleados administrativos y obreros de la usina. La correcta o adecuada resolución de este programa acompañaba la aspiración de una sociedad hiperintegrada, como la que el país tuvo, efectivamente, en gran parte del siglo xx. Las arquitecturas de ute alcanzan también puntos muy altos en las represas hidroeléctricas, como es el caso de Rincón del Bonete, a través del aporte de un maestro de la arquitectura uruguaya como lo fue Julio Vilamajó. Pero también, en el caso de la represa de Salto Grande, donde la adecuada integración de arquitecturas de
servicio, infraestructura turística y tratamiento paisajístico —este último a cargo de otra personalidad de alcance mundial, el paisajista salteño Leandro Silva Delgado— dio como resultado un producto de excelencia que manifiesta la preocupación permanente de la empresa por su lugar en el territorio. A pesar de las importantes obras materializadas, como la mencionada sede central, el Parque de Vacaciones de Lavalleja o las arquitecturas de las represas hidroeléctricas, es en las subestaciones donde ute ha expuesto la mayor preocupación por su imagen corporativa en el espacio
Subestación de ute, esquina Av. Gral. J. Garibaldi y Acevedo Díaz, La Comercial, Montevideo.
urbano, en la continuidad de excelencia sostenida a través del tiempo. La variedad, acompañada de la calidad de cada una de las opciones edilicias adoptadas —de acuerdo a las particularidades del sitio o de la específica experiencia formal y material— exponen un cuerpo de valiosas ideas como ser integración, eficiencia disciplinar, valor contextual y una apertura única a los cambios que impone la arquitectura. El caso de ute es un ejemplo más de la estrecha relación que debemos ver en nuestro país entre innovación y patrimonio.
Subestación de ute, calle Piedras, Ciudad Vieja, Montevideo
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Estaci贸n de ute, Calle 25 de mayo, Ciudad Vieja, Montevideo
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โ บ Estaciรณn de UTE - calle 25 de mayo, Ciudad Vieja - Montevideo
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ELADIO DIESTE
Estructura y mística
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Eladio Dieste y Muriel llegó a Uruguay en 1870, pero no logró hacer la América y regresó a su Galicia natal. Sin embargo, su hijo, Eladio, volvió a Uruguay en 1895. Se estableció en Artigas en 1910 donde se desempeñó como profesor de historia en un liceo. En 1917 nació el tercer Eladio de la familia que, muy joven, se trasladó a Montevideo para estudiar lo que entonces era Preparatorios de Ingeniería, hoy Bachillerato en esa opción. De su hogar, en Artigas, Eladio Dieste recuerda que se respiraba un ambiente muy europeo e ilustrado, «mi entorno familiar era de artistas, sobre todo de gente interesada en la literatura, con una gran biblioteca. El Uruguay en el que me crié era un Uruguay disparatado. Mi abuelo traía de Francia tanto el vino, cuyos barriles conservaba en el sótano, como quesos de variedades inimaginables. Recuerdo que mi abuela una vez envió a mi padre una lata enorme de sardinas; otra vez chocolate casero, que guardaban en un armario y nos daban unos pedacitos como si fuera algo celestial. El clima en casa era muy europeo por las lecturas y la atmósfera, y eso se me impregnó», contó en una entrevista que le realizaran los arquitectos Mariano Arana, Lorenzo Garabelli y Luis Livni en 1978.
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Dieste se graduó de ingeniero en 1943, aunque siguió en la Facultad hasta 1973. Primero fue profesor de Mecánica Racional, de 1943 a 1964, y desde 1953 hasta 1973 profesor de Puentes y Grandes Estructuras. En 1945 comenzó a trabajar como jefe de una sección técnica de la Dirección de Arquitectura del Ministerio de Transporte y Obras Públicas, lo que le resultó una experiencia relevante por el diálogo que pudo tener con diferentes arquitectos. Luego, trabajó en una constructora danesa y durante ocho años en la empresa de
pilotaje Viermond, de Leonel Viera y del ingeniero Luis Mondino, donde se dedicó, fundamentalmente, a inventar máquinas para la instalación de fundaciones. El episodio que él considera una bisagra en su vida es el encuentro con el arquitecto catalán Antoni Bonet, en 1946, en el que debían resolver la estructura de bóvedas de la casa Berlingieri en Punta Ballena. Bonet quería hacer bóvedas de hormigón sobre vigas, mientras que Dieste proponía la bóveda de ladrillos a espejo. Más que una invención estructural, que no era tan relevante porque los
Terminal de ómnibus de la ciudad de Salto
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cálculos eran sencillos, como lo sostiene el propio Dieste, él interpreta que en esta obra vislumbró un problema mayor. «En el caso de la casa Berlingieri, que era del estilo de lo que ahora se llama mediterráneo, me acuerdo que, no sé por qué, le dije a Bonet que sería lindo hacer una bóveda de ladrillo. Bonet me contestó que sí, pero que sería una cosa muy pesada, pensando en una bóveda clásica. Le dije que era una cáscara de ladrillo y me dijo: ‘¿Y eso se puede hacer?’ No sé, déjemelo estudiar, le contesté». Las palabras de Dieste ex-
presan una enorme confianza en la investigación, una gran apertura a lo nuevo y, también, un gusto por el permanente desafío. Por eso, y como lo relata en la entrevista antes citada, es capaz de afirmar: «No tenía la menor idea de que la cerámica se hubiera usado como material estructural; no tenía la menor idea de que existieran bóvedas a la catalana ni de que se hubieran hecho experiencias, más o menos contemporáneas, en Italia con viguetas prefabricadas de ladrillo. Para mí era algo completamente nuevo y, a veces, la ignorancia sirve, porque si yo me hubiera metido por cualquiera de esos caminos, el de la bóveda catalana o el de las viguetas prefabricadas, me habría equivocado. Pero como ignoraba todo eso se me ocurrió una cosa distinta. Lo resolví utilizando unas experiencias que había hecho, con bóvedas y molde deslizante, para algunos proyectos de fábricas que ya estaban más o menos avanzados». El sistema de cerámica armada se convierte así en su gran innovación, a la que vuelve ocho años después, llevando el modelo a estructuras industriales. Obtiene una solución no desarrollada hasta entonces, fundada en el uso mayoritario de un producto como el cerámico —ladrillo, tejuela
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y bovedillas cerámicas— de bajo costo y un uso reducido de armaduras metálicas o varillas de acero, de alto costo. Para lograr esto, el sistema apuesta a la búsqueda de formas aptas para maximizar los esfuerzos que mejor absorbe el cerámico y minimizar, en cambio, los que absorbe el componente metálico. En consecuencia, se trata de un sistema de muy bajo costo y de suficiente sencillez, lo que permite su aplicabilidad en cualquier parte del planeta, incluidos los países más pobres del orbe. En 1953, funda una empresa con un compañero de estudios, el ingeniero Eugenio Montañéz, y en 1954 realizan un conjunto de galpones a la entrada de la ciudad de Las Piedras, posteriormente, el depósito de papel del diario El País en 1956, el garaje del Banco de Seguros en 1957, la célebre Iglesia de Atlántida en 1958 y la fábrica tem en 1960. En esta última, las bóvedas gausas cubren un área de 8200 metros cuadrados, con una luz libre de 43 metros. El propio Dieste destaca la obra de Calnu, en la que trabajó en la misma mesa con técnicos europeos. Etapa que coincide con la obra de la iglesia de Durazno a la que consideró siempre «importante como proyecto».También la central de ómnibus de Salto, de 1974, sostenida por una sola fila de pilares centrales y que deja un voladizo a los dos lados de 13,5 metros, «importante como concepción estructural por la extrema simplicidad de la estructura», según sus propias palabras.
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«Lo curioso es que generalmente se cree que las obras son muy complicadas desde el punto de vista técnico y no es así. Cosas aparentemente complicadas como la iglesia de Atlántida, por ejemplo, son extremadamente sencillas. Las podría hacer un estudiante con pocos elementos agregados».
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Iglesia Cristo Obrero, Atlรกntida, Canelones
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En esa entrevista menciona, asimismo, la materialización de algunos silos horizontales como el de Young, realizado en 1978, y el de Treinta y Tres. Aunque ambas piezas son absolutamente utilitarias, «el efecto, desde el punto de vista plástico, es importante», afirmaba entonces Dieste. El sistema estructural, material de las bóvedas gausas y autoportantes, se lleva a Brasil, a los mercados de Río Grande y Porto Alegre, así como a los hangares de mantenimiento del metro de Río de Janeiro. Estamos ya frente a un sistema exportable, que puede ser aplicado a distintos programas de uso y en diferentes realidades económicas y tecnológicas. Sus innovadoras y revolucionarias concepciones de la construcción se aplican a los ejemplos más variados, conjugando belleza y equilibrio, desafiando la ley de gravedad y haciendo uso del material más sencillo y más antiguo: el ladrillo. Del mismo modo, su sencillez y humildad personal también se cruzan con un reconocimiento de la arquitectura e ingeniería a nivel mundial. «Es difícil rastrear cómo nació la adhesión a ese material tan antiguo, en plena revolución del hormigón», dijo a Pablo Vierci y Mario Delgado Aparaín en entrevista para la revista Montevideo Ciudad Abierta, N.° 4 de 1996. «Empezamos a construir bóvedas de hormigón armado. Y la primera que hice de ladrillo
estaba pensada como construcción de hormigón armado, pero como era un tipo de obra con pocos recursos, eso me hizo pensar en el ladrillo. Claro que el contratista no quería, porque temía que se cayera. Yo me di cuenta entonces de que aquello tenía importancia, que era como la punta de un hilo, de una madeja que se podía continuar. Y esa madeja me llevó a una estructura casi imposible, pero que se puede. […]. Recuerdo que hace más de treinta años, cuando le llevé los planos de la iglesia de Durazno al capataz que estaba haciendo la obra, un italiano que trabajó mucho tiempo en nuestra empresa, no quería hacer la bóveda de ladrillos porque decía que se iba a derrumbar. Pero cuando yo le expliqué detenidamente, como él era muy inteligente, lo entendió y se dio cuenta de que aquello no se podía caer. Cuando fui al día siguiente, ya estaba pronta y desencofrada. Y luego se puso debajo a mirar. Cuando lo observé ahí, descubrí que en verdad ya no temía que aquello se cayera.» En su escrito «La cerámica armada», Dieste abunda sobre su elección del ladrillo. Hace referencia a su elevada resistencia mecánica y a su complementaria liviandad, inalcanzables con hormigón armado. También nos dice que a igualdad de resistencia, el ladrillo tiene un módulo de elasticidad menor que el hormigón y mejor envejecimiento;
Interior de Iglesia de San Pedro de Durazno, Durazno.
Fachada principal de Iglesia Cristo Obrero, Atlántida, Canelones.
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las reparaciones, cambios o agregados se notan menos que en una estructura de hormigón no revocada. Asimismo, alcanza buena aislación térmica —frente al hormigón irradia menos calor en verano y nos toma menos del nuestro en invierno— y mejor comportamiento acústico. Si a esto agregamos una mejor regulación natural de la humedad y una economía razonable —se obtiene un precio por metro cúbico no comparable al de ningún otro material de calidad semejante— parece indiscutible la ventaja del mampuesto cerámico frente a otros materiales. Dieste es un constructor en sentido figurado y literal. Vittorio Bergalito, un italiano que fue su capataz de obra durante casi 40 años, lo describe así: «¡Cuántas veces Dieste estaba a mi lado con el cucharín chico para hacer la junta, porque a él también le gustaba manejar el cucharín!».
Es también un inventor de formas y espacios. Le preocupan intangibles, como el «alma de las cosas». «Lo nuevo tiene que guardar el alma misma que tenían los viejos espacios. La síntesis se logra sencillamente cuando uno es consciente de que el alma de las cosas de otro tiempo, también la tiene uno adentro», dice en la revista antes mencionada. «En cuanto al pasado y al presente, creo que hay que tener una actitud de humildad y de respeto frente a lo que hay, frente a los casos de sobrevivencia del pasado. Hay que tener humildad cuando se construye algo nuevo. O sea, conservar el hilo conductor de los siglos, que es continuar las generaciones. Al principio, en mi caso, el hilo conductor era típicamente ingenieril. Pero después me di cuenta que tiene que ver con las tradiciones, con los caminos propios del lugar. Probablemente, lo que llamamos revolucionario es el reencuentro
Fábrica de Refrescos FAGAR, San Juan, Colonia
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de los hilos de la tradición, el reencuentro de las tradiciones más profundas. Es decir que lo revolucionario es el reencuentro de cosas que estaban como perdidas y que deben rescatarse para que aparezcan de nuevo.» Para Dieste, una de las cosas más misteriosas tiene que ver con las proporciones. «¿Por qué algo está bien o mal proporcionado? Es una cosa que siempre me ha preocupado. El hecho de que algo tenga buenas proporciones tiene que ver con la proporción humana. Es lo que sucede con algunos edificios muy ilustres que para mí no tienen nada que recuerde la proporción humana y, por consiguiente, son inhumanos, vacíos. Los sistemas antiguos de medida estaban todos referidos al cuerpo humano. Es la virtud de intentos como los de Le Corbusier que buscan restablecer la relación de medidas que estén de acuerdo con lo humano.» Y más adelante
agrega en relación a los edificios religiosos: «cuando se olvidan de la proporción y de la posibilidad del hombre de leer el espacio se cae en cosas completamente inhumanas, donde uno no sabe si el espacio es grande o chico y, por eso, se encuentra perdido. Hay que reencontrar la proporción, aquello que se presenta como un camino para una lectura del universo. Porque las proporciones son eso: medios de lectura del universo mismo». «Sin duda que es posible emocionarse con una obra de ingeniería», enfatiza el ingeniero uruguayo, al hablar para la revista Montevideo Ciudad Abierta. Y pone el ejemplo del depósito del puerto, construido en 1978 y actualmente en uso por la firma Depósitos Montevideo: «atrae y deleita a la gente y no es nada más que un galpón, una estructura puramente funcional». Es un ejemplo de rescate del pasado y de su alma, utilizando lo existente, manteniendo los viejos
muros con una cubierta nueva y haciendo un depósito alternativo. Esa obra surgió de una licitación pública que su empresa ganó, porque su proyecto costaba la mitad de lo que se había convenido como solución primera. Si bien era una estructura deteriorada por el tiempo, «se podía ver, detrás de la degradación, una cosa muy noble de fondo. La mampostería primitiva fue conservada, empatillada, pero conservada tal cual. Sin embargo, tal como estaba era un desastre. Había que leer, a través de lo que estaba hecho, la obra de los albañiles del siglo pasado. Cuando vi el depósito del puerto percibí su belleza. Luego, con nuestro proyecto, todos se dejaron dominar por el encanto de lo que estaba hecho». Hablándoles a Arana, Garabelli y Livni, Dieste contó que cuando empezó la etapa de proyectos advirtió algo que le resultó curioso: «a mí, la forma me hablaba», al tiempo que com-
Detalle de bóveda calada, Casa Eladio Dieste, Montevideo
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probaba que a sus compañeros ingenieros la forma no les decía nada. «Pero a mí sí me decía y, además de decirme, me ayudaba en lo que tiene que ver con lo estrictamente profesional. En lo que se refiere a la parte del diseño de estructuras, si yo tenía que hacer un puente, por ejemplo, a mí la forma del puente me ayudaba a resolver el aspecto estático. Quiere decir que tenía como una especie de inquietud o turbación mientras la cosa no plasmaba en una forma que me tranquilizara; cuando lo lograba, podía engranar la parte de cálculo del proyecto estructural o la parte estrictamente matemática. Y eso era una cosa muy oscura, muy inconsciente, de la que prácticamente no he hablado nunca. Realmente ahora, reflexionando, me doy cuenta de que es así.» Las iglesias, a su vez, le permitieron experimentar más y mejor con los espacios. En el caso de la
iglesia de Atlántida, por una cuestión de economía, le pidieron a Dieste que proyectara una suerte de gran contenedor, o quizá de galpón, pero su proyecto fue más allá: «La idea general se me ocurrió de entrada, con sus errores, que los tiene y muy grandes. Me parecía una aberración que la iglesia fuera una cosa de curas; la iglesia era de todos», dijo a la revista citada. «Esa fue mi gran Facultad de Arquitectura, la iglesia de Atlántida», comentaba a Arana, Garabelli y Livni. Veinte años después de construida hace un balance, conversando para la revista Montevideo Ciudad Abierta: «Lo curioso es que generalmente se cree que las obras son muy complicadas desde el punto de vista técnico y no es así. Cosas aparentemente complicadas como la iglesia de Atlántida, por ejemplo, son extremadamente sencillas. Las podría hacer un estudiante con pocos elementos agregados. El tema no radica en la dificultad técnica, sino en una visión de la realidad constructiva que, en el fondo, es muy sencilla. Uno se va desprendiendo de complicaciones que ha tenido o que ha usado en determinada época y va quedándose con las sustancias». La obra del ingeniero Eladio Dieste debe ser entendida hoy como un ejemplo de patrimonio e innovación. Esa fue, precisamente, la consigna que acompañó su nombre en el Día del Patrimonio del año 2005. La integración de su obra a la Lista Indicativa del Patrimonio Mundial abre las esperanzas que su gran aporte a la arquitectura del mundo logre integrarse —como Colonia del Sacramento o el Paisaje Cultural Industrial Fray Bentos— a la lista definitiva de Unesco.
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Eladio Dieste
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Interior, zona del coro de Iglesia Cristo Obrero, Atlรกntida, Canelones
MANOS DEL URUGUAY
Urdimbre del campo profundo
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Desde la década de los noventa, el concepto de patrimonio cultural se ha modificado significativamente, con repercusión en el mundo entero. Desde entonces, el conjunto de los bienes patrimoniales se ha visto ampliado al incorporar bienes inmateriales como tradiciones, saberes, recuerdos, técnicas vernáculas, rituales, conocimientos artesanales, oralidades, música sin registro escrito y formas de vidav que constituyen expresiones vivas, heredadas de nuestros antepasados y que se continuarán en la transmisión a nuestros descendientes. Este nuevo concepto de patrimonio cultural inmaterial es un factor importante para el mantenimiento de la diversidad cultural frente a una creciente globalización. Como establece Unesco, la comprensión del patrimonio cultural inmaterial de diferentes comunidades contribuye al diálogo entre culturas y promueve el respeto hacia otros modos de vida. De la mano de esta nueva interpretación es que el tango y el candombe fueron declarados Patrimonios Culturales Inmateriales de la Humanidad por la Unesco, distinción —la primera— que comparte nuestro país con Argentina.
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La importancia del patrimonio cultural inmaterial no estriba en la manifestación cultural en sí, sino en el acervo de conocimientos y técnicas que se transmiten de generación en generación. El valor social y económico de esta transmisión de conocimientos es pertinente para los grupos sociales, ya sean minoritarios o mayoritarios de un Estado, y reviste la misma importancia para los países en desarrollo que para los países desarrollados. Como indica la Unesco, el patrimonio cultural es dinámico e integrador porque puede compartir expresiones y enriquecerse con el tiempo; es también representativo, porque es reconocido como tal por las comunidades, grupos o individuos que lo crean, mantienen y transmiten. Una tradición del Uruguay rural es, sin duda, el tejido. Diversos son los productos que la mujer de
nuestros campos ha incorporado a su saber y quehacer cotidiano, calificando su trabajo y enriqueciendo la tradición. Una organización, en particular, ha visto en forma temprana el valor de este saber y organizado un espacio de gestión y administración, además de agregar valor a lo producido. Esta iniciativa que se materializó en 1968 tomó el nombre de Manos del Uruguay. Se planteó entonces una idea innovadora que apuntaba a diversos objetivos. En primer lugar, dar más y mejor trabajo a las mujeres rurales que poseían saberes ancestrales, heredados de generaciones anteriores. Para esto, era necesario generar un emprendimiento redituable y perdurable, en otras palabras, aprovechar un saber potencial junto con la presencia de un sinnúmero de hilanderas, tejedoras,
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teladoras y bordadoras a lo largo y ancho del país. Se seleccionó, entonces, un rubro afincado en la historia uruguaya como es el textil, porque con él se lograrían productos de excelencia que pudieran ofrecerse tanto en el mercado local como en el internacional. A la vez, sería un rubro con permanente abastecimiento de materia prima y de muy buena calidad en cualquier rincón del país. La lana y la producción ovina están directamente asociadas a las tradiciones rurales uruguayas desde mediados del siglo xix. A comienzos de esa centuria, prácticamente, no había ovejas en lo que fue primero la Banda Oriental y, posteriormente, el Uruguay independiente, a partir de 1830. Las pocas que existían eran de origen español y de muy poco rendimiento, entre 400 y 500 gramos por
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cabeza, lo cual solo podía utilizarse para el relleno de colchones y almohadas. Diversas circunstancias hicieron que luego de la Guerra Grande la situación cambiara radicalmente. De acuerdo al censo de 1852, en Uruguay había 800 000 ovinos, pero en 1868 esa cifra aumentó a 17 millones, con lo que la realidad del campo y su gente cambió radicalmente. Lo que ocurrió fue que la industria textil europea, atizada por la revolución industrial, especialmente inglesa, requería lana de buena calidad para sustituir el algodón. Su producción se desplomó cuando el principal productor, Estados Unidos y, en particular, el sur de ese país, se desangró con la Guerra de Secesión que arrasó con las plantaciones. La lana era entonces el sustituto natural del algodón.
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En Uruguay, los estancieros más avanzados comenzaron a importar carneros de la raza Merino, la más adecuada para nuestros campos, mejorando la genética e iniciando una producción que llevaría la marca de la lana uruguaya a todo el mundo. Cuidar al ovino, más delicado que el vacuno, sujeto a más enfermedades que aquel, requería también más personal. Esto promovió la sedentarización y afincamiento permanente de una importante población rural. En los albores de la nueva estancia-empresa, los ovinos aumentaron su rendimiento con un promedio de 1,15 kg por cabeza, lo que hizo posible la exportación de lana. La producción lanar tuvo otro punto de inflexión al surgir la industria textil, a comienzos del siglo xx, cuando se instalaron fábricas de tejidos de lana y una hilandería de lana peinada. Creció con pujanza durante el período pautado por la industrialización y el modelo de sustitución de importaciones y durante su apogeo, entre los años 1940 y 1950, sumó hilanderías de algodón y fibra sintética, donde la lana era uno de los principales rubros de exportación del país. A partir de los años setenta, la industria entró en crisis que, con los años, prácticamente desmanteló el parque industrial textil uruguayo. Pero lo que permaneció inalterado a lo largo de estos 150 años, es decir desde mediados del siglo xix, con la multiplicación de los lanares y hasta el día de hoy, fueron los saberes de las tejedoras del interior del país, las mujeres que trabajan hilando, tejiendo, telando, tiñendo y bordando fibras naturales; las que mantuvieron el valor del oficio.
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Lo que permaneció inalterado a lo largo de estos 150 años, es decir desde mediados del siglo xix, con la multiplicación de los lanares y hasta el día de hoy, fueron los saberes de las tejedoras del interior del país, las mujeres que trabajan hilando, tejiendo, telando, tiñendo y bordando fibras naturales; fueron ellas las que mantuvieron el valor del oficio.
Este fue entonces el objetivo de Manos del Uruguay: captar y potenciar ese saber aún vivo. Organizada como institución sin fines de lucro, centró la preocupación inicial en la calidad de lo diseñado y confeccionado. Como sostiene la propia organización, de esa forma «defiende y promueve la identidad uruguaya, formando parte de la trama que constituye la esencia de nuestro país, donde cultura y tradición se mezclan en un intercambio que se refleja en cada uno de nuestros productos tejidos». En el año 2009, Manos del Uruguay fue aceptada como miembro de la World Fair Trade Organization (wfto)1 que opera en 70 países, y nuclea a más de 350 organizaciones. Esto, está en línea con la misión de la organización que intenta «erradicar la pobreza, a través del desarrollo económico sostenible, permitiendo a los artesanos mejorar la calidad de sus productos y de esta forma continuar desarrollándose». Las propias tejedoras son las dueñas de Manos del Uruguay, cuyo objetivo es generar trabajo y alcanzar un sustento económico que les permita desarrollar una forma digna de vida. Se trata de una organización formada por cooperativas de producción artesanal y una central de prestación de servicios, dirigida por una comisión directiva. Esta, se integra con representantes de las distintas cooperativas que tienen su sede en ciudades y pueblos del interior del país, además de grupos de artesanas que funcionan en distintas localidades, más o menos cercanas. Manos del Uruguay es una estructura que cumple distintas funciones de apoyo a la artesana, compra insumos, financia la materia prima, investiga técnicas y herramientas, diseña y programa la producción y se encarga de la comercialización, a través, entre otras modalidades, de sus numerosos locales. O sea, a la tarea artesanal se le agregó un innovador soporte empresarial que apuesta al trabajo conjunto de artesanos, diseñadores, administrativos y personas que ocupan todos los roles requeridos por una empresa moderna que califica en un mundo global, donde todos los productos compiten simultáneamente en todos los mercados. El desarrollo fue gradual, pero poco a poco se vio que era imprescindible un proceso productivo integrado, basado en la complementación de los actores,
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Organización Mundial del Comercio Justo
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en el cual el artesano no está solo, sino apoyado por todos los servicios que le permiten dedicarse a su quehacer específico sin tener que ocuparse de las otras tareas, como el diseño, el suministro de materia prima, la financiación, la logística, la exploración de mercados y la construcción de una imagen de marca que respalde y valide al producto artesanal. Como ha señalado una de las fundadoras, Olga Artagaveytia: «Se trata de una cultura de trabajo organizado, en la que se van definiendo roles y actores, no sin tropiezos. Las culturas no se instalan como quien cambia una línea de teléfono. Manos tiene hoy una estructura que ha generado una cultura que le permite responder en tiempo y forma a las exigencias, tanto del mercado interno como externo. Ese sistema que hoy es, sin duda, el gran capital de Manos». La apuesta a la innovación y a la calidad permitió la permanencia de la organización y habilitó a que las artesanas pioneras hayan podido jubilarse gracias a su trabajo. De acuerdo a los propios testimonios de las primeras tejedoras, «aquellos tiempos heroicos en que pequeños grupos independientes de mujeres se juntaban para hilar lana vellón con rueca a pedal, en lugares aislados y distantes, quedaron atrás». Hoy trabajan utilizando moderna tecnología, pero sin perder la magia de lo artesanal, donde la organización del trabajo se convierte en empresa, al punto que las propias tejedoras son las que dirigen la entidad. Lo que queda de la suma de tantas voluntades es una construcción colectiva, en la que las fundadoras, las artesanas, los trabajadores de la central y todos los colaboradores aportan su creatividad, su trabajo y el espíritu innovador para construir un patrimonio inmaterial que se materializa en el trabajo de muchas manos cada día.
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AEROPUERTO INTERNACIONAL DE CARRASCO
La imaginaci贸n levanta vuelo
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Por sobre todas las cosas, Montevideo y la Banda Oriental fueron puerto, antes incluso de ser capital o país. En 1776 España creó en Montevideo su gran base naval del Atlántico Sur Occidental. Su misión era conservar la integridad de la soberanía española en regiones tan amplias que iban desde el Río de la Plata y las costas atlánticas de Uruguay hasta la Patagonia, las islas Malvinas o el golfo de Guinea en África. El puerto fue, durante casi 200 años, la puerta de entrada y salida que simbolizaba el territorio al que accedía el visitante. Este lento devenir cambió en forma precipitada en el siglo xx. Si bien en 1490 Leonardo da Vinci llegó a afirmar que «Un pájaro es una máquina que funciona conforme a unas leyes matemáticas, y entra dentro de la capacidad del hombre reproducir esa máquina con todos sus movimientos», fue recién en 1903 que los hermanos Orville y Wilbur Wright lograron mover un aparato aéreo más pesado que el aire, impulsado por un motor de gasolina de cuatro cilindros.
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Vista aérea general, Aeropuerto de Carrasco
Las distancias de los viajes y traslados dejaban de medirse en meses o semanas y pasaban a medirse en horas. Cambió radicalmente la puerta de entrada y salida de los países. Los primeros aeródromos eran una superficie plana con simples galpones para proteger las aeronaves, donde además se pudieran almacenar combustible y repuestos. Luego, llegaron los aeródromos con fines comerciales que requerían urbanizaciones para pasajeros y carga. Con el peso de los aviones cambiaron las pistas, cada vez más largas y anchas y con pavimentos de hormigón. La aviación de transporte masivo, con el modelo dc-2 en 1934 y dc-3 en 1935, requería la construcción de verdaderos aeropuertos. La puerta simbólica de Uruguay se trasladó desde el casco antiguo de Montevideo hacia Canelones, al inaugurarse el Aeropuerto Internacional de Carrasco en 1947, luego bajo el nombre de Cesáreo L. Berisso, en homenaje a un pionero de la aviación nacional. En el año 2003 el gobierno transfirió la administración, operación y mantenimiento del aeropuerto a una empresa privada, Puerta del Sur. Esta, debía abocarse a la construcción de una nueva terminal, próxima a las viejas instalaciones, que se inauguró el 15 de noviembre de 2009. El proyecto estuvo a cargo del prestigioso arquitecto uruguayo Rafael Viñoly. Desde la carretera o desde el aire, el edificio quita el aliento y hechiza a quien lo observa. Parece sencillo y complejo al mismo tiempo, vanguardista y básico, con su techo de triple curvatura que se extiende por casi 400 metros sobre toda la longitud del edificio, sobrepasando los extremos que descansan sobre el suelo. Este diseño curvo, inspirado en dunas, como lo ha manifestado el propio Viñoly,
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Detalle de cubierta, Aeropuerto de Carrasco
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Acceso vehicular al aeropuerto, Aeropuerto de Carrasco
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Desde la carretera o desde el aire, el edificio quita el aliento y hechiza a quien lo observa. Parece sencillo y complejo al mismo tiempo, vanguardista y bรกsico, con su techo curvo que se extiende por casi 400 metros sobre toda la longitud del edificio, sobrepasando los extremos que descansan sobre el suelo.
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posee un ancho máximo de más de 130 metros, albergando en su interior los espacios de partidas, check-in y la terraza mirador. Básicamente, el edificio se divide en tres niveles: la planta baja, destinada al desembarque de pasajeros; el primer piso con los puestos de check-in y embarque, y el segundo piso con la terraza. El ingreso al aeropuerto se realiza desde la Ruta Nacional 101. Viñoly sostiene que una estructura nueva afecta la cultura de una ciudad «y hace que tu vida sea mejor o peor». O sea, la gente
debe visitar una estructura para apropiarse de ella: un edificio no puede evaluarse por fotos, no puede ser «juzgado en base a una experiencia que no es tridimensional». Por eso, al diseñar el aeropuerto, analizó su función, creó un plan que armonizara con las necesidades de los usuarios y agregó elementos innovadores. «El producto realmente es la experiencia misma. No es un envoltorio sofisticado», señaló. Por eso, la inmensa «cáscara», curva e irregular, armoniza con el entorno. A la vez, la arquitectura «no se puede
Vista interior desde nivel superior, Aeropuerto de Carrasco
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apagar», lo cual otorga a los arquitectos una responsabilidad aún mayor. «Una buena indicación de la suerte que tuviste con lo que has hecho es cuando la gente se empodera y se siente muy feliz con el producto final. La buena arquitectura te eleva.» A lo que agregó: «A diferencia del arte, en que la obra es mérito de su autor, aquí no son los arquitectos los que la hacen posible, sino los usuarios». En una superficie de alrededor de 40 000 metros cuadrados, la obra es, por eso, eminentemente funcional, a efectos de que «ele-
ve» y, a la vez, sea cómoda para pasajeros y visitantes. Por eso, sus dos niveles, uno para partidas y otro para arribos, son independientes para que no se crucen. Los espacios públicos poseen gran transparencia y amplitud. Para ello, la parte superior tiene una envolvente vidriada inclinada de 8000 metros cuadrados. Como Viñoly sabía que en Uruguay «los amigos y la familia aún te acompañan al Aeropuerto para despedirte o darte la bienvenida», diseñó especialmente la Terraza Mirador del tercer nivel para que
sea un espacio gratificante, amplio y luminoso, más parecido a un lugar de encuentro, desde donde se puedan apreciar los aterrizajes y los despegues, que a un shopping center, como suele ocurrir en los nuevos aeropuertos. El ingeniero Elbio Olaizola es el director y gerente general de Ebital, el principal contratista de la construcción del aeropuerto. «Comenzamos desde el principio. Ganamos la licitación para hacer la actualización de la vieja terminal y la construcción de la nueva», nos cuenta. «Antes que se
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empezara la obra, el concesionario habló con nosotros para que pudiéramos trabajar junto con los arquitectos, con Rafael Viñoly a quien visitamos en Nueva York. O sea, fue un proyecto que vivimos con mucha intensidad desde el primer momento. Participamos desde el día cero pensando en las soluciones constructivas para atender el diseño. Y trabajar con Viñoly fue un placer. Él pasó por Uruguay e hizo una asociación del país con las dunas y, sobre esa base, desarrolló una cantidad de ideas que terminan en
Detalles de estructura, Aeropuerto de Carrasco
esa maravillosa obra. Tanto que, cuando yo la presento, la primera lámina que muestro es un dibujo con la forma de una duna y pregunto a los presentes qué es. Luego pongo la palabra ‘duna’. En la tercera lámina coloco, debajo, la imagen del aeropuerto.» Hubo que superar desafíos de todo tipo, sostiene Olaizola. «Es una obra que requirió hacer pruebas de viento en Londres con la maqueta completa. Porque el Aeropuerto de Carrasco, desde el punto de vista estructural, es como una gran tienda en un lugar abierto que está sometida a los vientos. Y por eso es una tienda que se mueve. O sea, los bordes tienen deslizamiento, toda la cortina de vidrio de la parte cóncava y de la convexa, todas las espirales de junta tienen desplazamiento, pero están hechos para que no se rompan los vidrios. Esto quiere decir que son deslizamientos imperceptibles donde lo que se mueve es la estructura, sin tocar el vidrio.» Otro desafío clave fue la planificación. «Es una obra donde llegamos a tener un pico de 1500 personas trabajando, de las cuales unas 1000 eran de Ebital. Fueron unas cuatro millones de horas hombre, tuvimos récord de cantidad de hierro, de hormigón y en metros de cortina de vidrio. Hubo que organizar a centenas de subcontratos y hacerlo en el plazo establecido. Se comenzó en enero de 2007 y terminamos la obra a mediados del 2009. Esto requirió una planificación, una coordinación muy fina.» Se utilizaron elementos nuevos. «Las fachadas ventiladas interiores, todo el revestimiento interior, o lo que fue la membrana gigante que se colocó por encima de la estructura metálica. La estructura es como un sándwich que tiene un compensado, materiales para los puen-
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Detalle de curtain wall hacia la pista de aterrizaje
tes terminados y finaliza con una membrana de 60 milímetros, que es lo que se ve de arriba, lo que da la terminación y que fue traída de Brasil», explica el titular de Ebital. A la vez, es una obra innovadora por donde se la mire. Como señala Olaizola, «el concepto de generar el espacio con esa luz, el espacio entre punta y punta, incluso interior, la distancia que hay entre los ventanales del frente y el contrafrente son innovaciones muy interesantes.También los materiales que se usaron para la cobertura. Para el mundo no es innovación, pero Uruguay en ese momento no tenía superficies para utilizar esos materiales. El curtain wall es toda una pared que requirió de una ingeniería especial para poderla montar. Eran piezas, a veces, de 200 kilos, ‘sándwiches’ de vidrio que son el espacio vidriado, cóncavo de un lado y convexo del otro. Para mí, la vista más linda es la que da hacia la pista y es la que menos se ve. La innovación del montaje de todo eso no fue un tema menor. Había que levantar esas piezas hasta los doce metros de altura para lo cual hicimos unos carritos especiales. La estructura metálica de la cobertura también es innovadora, así como el concepto general del edificio, la practicidad y la rapidez de entrada y salida. Uno entra y ves luz por todos lados, hasta en las mangas que son totalmente abiertas. Vas caminando por el corredor que recibe todas las mangas y están balconeando las salas de las cintas, el free shop, ni qué hablar cuando estás en el hall principal, te pares donde te pares tienes una transparencia y percibes claramente la grandiosidad del edificio. Es un gran concepto de arquitectura que aprovecha las mejores tecnologías para lograr esos espacios».
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Vista interior, accesos a embarque, Aeropuerto de Carrasco
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La Terminal tiene ocho puertas de embarque, cuatro de ellas con mangas telescópicas, con una pista principal de 3200 metros que permite la operación de vuelos intercontinentales. Posee una capacidad para recibir hasta cuatro millones de pasajeros al año y albergar desde aeronaves pequeñas hasta los impactantes Airbus 380. El sistema de manejo de equipaje para partidas posee cintas automatizadas que transportan el equipaje de bodega, desde el área de check-in hasta el patio de equipajes de salidas. Previamente, conduce el equipaje al entrepiso técnico, donde en forma automatizada pasa por una serie de controles de seguridad en máquinas de rayos-x. La Terminal posee tres cintas de reclamo de equipaje en los sistemas de arribos. A poco de su inauguración, el Aeropuerto Internacional de Carrasco fue considerado entre los diez más hermosos del mundo por el sitio BBC Mundo, destacándose por el diseño de su techo curvado. A su vez, en marzo de 2013, la plataforma www.architizer.com, una prestigiosa publicación y sitio web estadounidense, especializado en arquitectura, otorgó al Aeropuerto Internacional de Carrasco el premio internacional A+ por su diseño arquitectónico. La terminal obtuvo los premios del jurado y del público en la categoría Aeropuertos.
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Vista general desde estacionamientos vehiculares, Aeropuerto de Carrasco
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«Para mí lo interesante es buscar la inteligencia de la solución: cómo frente a ciertas circunstancias, que son preexistentes a nuestra intervención, uno combina condiciones de una forma creativa para que solucionen un cierto problema. También me interesa mucho lo que ocurre con la obra una vez finalizada. La arquitectura tiene esa enorme virtud de contribuir, de una forma silenciosa, a modificar la forma en que la gente ve la realidad y eso es algo que requiere tiempo.» Palabras de Rafael Viñoly.
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Vista nocturna general de sector pista y estacionamiento vehicular, Aeropuerto de Carrasco
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ESPÍRITU INNOVADOR
INGENER
Presentaci贸n
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Ingener es una empresa de ingeniería y construcción, consolidada y de referencia en Uruguay dentro de los sectores de infraestructura eléctrica de alta tensión, en proyectos de generación a partir de fuentes renovables y no renovables, y en la construcción de los principales desarrollos industriales e infraestructuras comerciales o de servicios de gran superficie. En los últimos años, ha tenido una participación muy importante en los principales proyectos, tanto públicos como privados, enfocándose en contratos de obra «llave en mano» tipo Engineering, Procurement and Construction (epc) y de Operation and Maintenance (o&m). Reconocida por contar con un marcado perfil innovador, por la calidad de sus trabajos y por su vocación en el cumplimiento de los compromisos que asume, cuenta con la capacidad para gestionar los proyectos de un modo integral bajo el concepto de epc-o&m. La ingeniería básica y de detalle se desarrolla con un equipo propio de profesionales y técnicos de mucha experiencia, que resuelve el suministro de todos los materiales y equipos del proyecto, hasta los más específicos, a través de una gestión de compra, tanto local como internacional, con los principales proveedores a nivel mundial. La capacidad de ejecución con personal especializado y equipamiento propio para completar las obras de construcción y montaje, sumada a alianzas estratégicas con tecnólogos y especialistas en diversas modalidades contractuales, permiten lograr soluciones en ingeniería, construcción y puesta en servicio de nivel internacional para entregar las instalaciones en condición «llave en mano» a sus clientes. En todas las etapas del proyecto se trabaja sin perder de vista que las instalaciones deben perdurar en el tiempo en las mejores condiciones de funcionamiento. Esta filosofía, además de ser un diferencial de calidad, permite, en muchos casos, sumar contratos de operación y mantenimiento a los contratos de obra y desarrollar una relación de confianza a largo plazo con los clientes. Ingener se ha posicionado como contratista de especialidad para resolver contratos «llave en mano». Se destacan, entre otras, las subestaciones de transmisión en alta tensión y la infraestructura para conectar a la red eléctrica en media y alta tensión, importantes plantas industriales y centrales de generación, construcción y montaje de parques eólicos y plantas fotovoltaicas que superan los 50mw, montaje de centrales de generación térmica de más de 300mw, construcción y montaje electromecánico en plantas industriales, instalaciones electromecánicas de los principales emprendimientos de arquitectura de gran superficie. Por último, en muchos de los casos mencionados, se extiende la participación con contratos o&m que operan en diversas modalidades para dar soluciones integrales a los clientes y asegurar la disponibilidad de sus instalaciones.
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Nuevocentro Shopping, Montevideo
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Ingener: el legado del fundador
Si se acompañan los testimonios, entrevistas, conferencias o artículos del ingeniero Omar Braga se comprende más cabalmente la filosofía que impulsa Ingener. Los que lo conocieron bien califican a Omar Braga como una persona sobria, con «la corbata anudada sin cuidado, proveniente de esas familias gallegas, sencillas y trabajadoras empedernidas, con el afecto a flor de piel, pero delicadamente disimulado», como señala su amigo el sacerdote Luis Carlos Bernal. Una persona sin pliegues, franca, sin agendas encubiertas, siempre disponible a la escucha, al pensamiento y a la acción. Omar Braga nació en Montevideo el 4 de diciembre de 1941 y falleció en Buenos Aires el 17 de octubre de 2011. Obtuvo el título de Ingeniero Industrial en la Facultad de Ingeniería de la Universidad de la República del Uruguay. Entre 1970 y 2005 fue profesor titular del Instituto de Ingeniería Mecánica de la Facultad de Ingeniería; dictó cursos curriculares sobre Termodinámica Aplicada —Máquinas Térmicas— Obtención, transformación y usos de la Energía. Entre 1987 y 2009 fue Director de Servicios Técnicos de Saceem, donde participó en obras emblemáticas del país. Braga se refirió a algunas de estas obras cuando recibió la premiación Palmas Académicas de la República Francesa en el año 2011. Dijo en su discurso: «No puedo dejar de mencionar a mis mentores en investigación aplicada de la Universidad, como fueron los ingenieros Oscar Maggiolo, Elbio Sacco, Hugo Giavi, César Farell y Rafael Guarga, ávido, igual que yo, de la formación que estos trabajos aportaban. Con esta base pudimos encarar grandes desafíos». En 1987 Omar Braga comenzó a redondear una idea que ya venía elaborando desde antes: el seguimiento de las obras después de terminadas. Desde su fundación, en 1998, hasta su muerte fue Director Ejecutivo de Ingener. A su vez, entre 1998 y 2000, fue Presidente de la Asociación Cristiana de Dirigentes de Empresa (acde). Entre 2003 y 2006 fue creador y Presidente de Deres —Responsabilidad Social Empresarial, cuando era parte de la Fundación Veritas, y del 2006 al 2008 siguió siendo su Presidente, ya como institución con personería jurídica propia.
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LOS PRINCIPIOS DE OMAR BRAGA
El fundador de Ingener fue desarrollando y perfeccionando una serie de principios a lo largo de su vida y los aplicaba en sus diversos quehaceres.
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La misión del empresario
«La actividad empresaria es una actividad de creación, parte de su esfuerzo es el disfrute por crear», dijo en 2002 a la revista N.° 60 de acde. En una entrevista que brindó a la misma revista, en su N.° 45 de junio de 1998, se refiere a la misión del empresario. «Una de las formas más influyentes para enriquecer y desarrollar una sociedad es la actividad empresaria; el dirigente de empresa tiene la misión peculiar de crear oportunidades y actividades por y para un conjunto de hombres y esas mismas actividades, que son enriquecedoras del hombre, son adecuadas para inducir y promover las transformaciones que se requieren en la sociedad.»
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Crear empleos
La importancia que tiene el empleo está ligada a la responsabilidad social de una comunidad, brindando al hombre una oportunidad para alcanzar su realización.
«Un empresario debe comprometerse en su actividad actual a maximizar la creación de empleo y minimizar el desempleo, a través de políticas de capacitación que faciliten la polifuncionalidad de su personal, asegurando su empleabilidad. Asumir su responsabilidad social, buscando en el resultado de su actividad no solo la necesaria rentabilidad, sino también esquemas de distribución obtenibles a través del empleo», escribió en su artículo de opinión como Presidente de acde, «El empleo productivo», en la revista de acde N.° 48 de marzo de 1999. «La importancia que tiene el empleo está ligada a la responsabilidad social de una comunidad de dar al hombre una oportunidad para alcanzar con el trabajo su realización, como dimensión de su perfeccionamiento, a la vez que testimonio de su dignidad. La fuerte motivación que el hombre naturalmente encuentra en su trabajo, y que los empresarios comprobamos diariamente, es una expresión objetiva de que el hombre se siente partícipe en la creación del mundo en que vive, alcanzando, a través de su trabajo, la dignificación de su existencia, la de su familia y la de la sociedad que integra. Siendo el trabajo, entonces, la forma de realización y dignificación del hombre, y es, por lo tanto, la generación de empleo la mayor responsabilidad de la sociedad y, en particular, una responsabilidad del empresario que, por sus dotes de creatividad, tiene la capacidad de generar oportunidades a través de la correcta combinación de los factores productivos.» Señala a continuación, cuáles son los temas a profundizar para alcanzar el más alto nivel de empleo, objetivos que constituirán un claro compromiso del empresario, tanto en su empresa, como en su actividad dentro de las organizaciones sociales que integra y en los ámbitos políticos.
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Terminal de contenedores, Montevideo
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Educación «La educación es el objetivo que, con mayor eficacia, potencia la empleabilidad de los integrantes de una sociedad. Está comprobado que se obtienen los mejores índices de empleo en los sectores con mayores estudios. Existe una correspondencia directa entre los años de estudio de una persona y su probabilidad de empleo», escribe Braga. «Es este el compromiso de una sociedad que pretenda alcanzar su mejor desarrollo a través de la realización, dignificación y satisfacción de todos sus integrantes. Pero constituye un compromiso adicional del empresario complementar la educación básica que ofrece el mercado con la capacitación de su personal en las áreas de actividad de su empresa, como búsqueda de su mejora de desempeño y, fundamentalmente, en la época actual, de su empleabilidad. En la actualidad, es ineludible capacitar al personal de la empresa desarrollando su polifuncionalidad como forma de desempeño eficiente y de mantenimiento del empleo. La capacitación continua debe constituir una realidad impulsada por el empresario.»
Flexibilidad laboral En el mismo artículo define un aspecto que califica de «indudablemente polémico»: la flexibilidad laboral. «El mantenimiento del status quo del trabajo, en áreas que no generan riqueza a la sociedad, se transforma en una carga para esta, desviando recursos que, correctamente aplicados, generarán mayor cantidad de empleos. Adicionalmente, este mantenimiento de estructuras discrimina y excluye a mujeres y jóvenes: las primeras, pues esas estructuras se generaron en épocas de menor participación de la mujer en el mercado de trabajo y, en el caso de los jóvenes, toma dimensiones angustiantes pues, además de constituir una profunda inequidad, hipoteca el futuro de la sociedad. La sociedad y sus sectores políticos, empresariales y sindicales deben profundizar los cambios necesarios para alcanzar las aperturas que aseguren el más amplio acceso a las oportunidades de trabajo, con la incesante búsqueda de las estructuras de trabajo más eficientes.»
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Planta de celulosa, RĂo Negro
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Planta de celulosa, Colonia
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Justicia y rol del Estado «No hay duda de que el factor más idóneo y directo del aumento del empleo es el aumento de la actividad productiva. Este aumento de actividad se puede lograr con el manejo inteligente de incentivos por parte del gobierno y el establecimiento de condiciones aptas para que los emprendedores, que todo grupo social tiene, tengan oportunidad de actuar», escribe Braga. «El emprendedor es una persona con cualidades que le permiten combinar los factores productivos, de modo de producir un bien que el mercado acepta, pero la cualidad que lo define es
su capacidad de asumir riesgos y controlarlos a través de su gestión y esfuerzo. Pero no tendrá sentido el asumir riesgos y, por lo tanto, no tendrá sentido la genuina acción del emprendedor, si la justicia no establece las reglas de juego que orienten la actividad por caminos éticos y perdurables en el tiempo. Sin justicia no hay reglas de juego; sin reglas de juego no se pueden asumir riesgos, y sin asumir riesgos no se desarrollará actividad productiva y, por lo tanto, empleo. Evitar las quiebras, apoyar el empleo informal no dejan de ser un engaño que
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las sociedades se infligen a ellas mismas, fomentando una involución en la cultura social que vuelve mediocre a la sociedad e hipoteca irremediablemente su futuro. Se deben profundizar las reformas que permitan apoyar a los grandes generadores de empleo —que son las pequeñas y medianas empresas—; hacer que las reglamentaciones de la actividad económica no se transformen en barreras a la creación de puestos de trabajo y apoyar a los emprendedores, como los gérmenes de la actividad productiva y la generación de empleo en la sociedad.»
Parque e贸lico, Cerro Largo
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World Trade Center, Montevideo
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La interacción de las generaciones
«Cuando analizo, en cualquier terreno, la validez de una solución primero la someto a una prueba: si es válida para los jóvenes. Para mí es la prueba de fuego. Y si, por ejemplo, se trata de una solución válida para personas mayores, y no lo es para los jóvenes, no funciona», dijo en una entrevista de 1998. La interacción de las generaciones es clave para Braga. Por eso, cuando presidió Deres, trasladó allí la tradición de acde de aprovechar el aporte de los past-presidents. «Fui presidente, dejé de serlo y sigo aportando a la construcción colectiva de la institución», sostenía. Los past-presidents actúan como consejeros, asesores, aportadores de experiencia. La interacción de los jóvenes, —con los que Braga interactuaba diariamente en su vida de docente—, los de la edad intermedia y los mayores, son la ecuación más perfecta para mantener siempre latente la llama de la innovación, la proactividad y la experiencia.
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Planta de celulosa, RĂo Negro
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Parque e贸lico, Cerro Largo
Anticiparse al futuro
Braga siempre tuvo una capacidad estrat茅gica de mirar hacia el futuro, tratando de ver c贸mo, a partir de lo que se tiene, se puede construir o aportar significativamente en la construcci贸n del porvenir.
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Optimismo
Un principio que en Braga se convierte en actitud es el optimismo. Parafraseando al filósofo Fernando Savater, Braga diría: «Usted puede ser pesimista, pero en privado» No obstante, él tampoco era pesimista en la esfera privada.
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Zonamerica, Montevideo
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UTE Generaci贸n de emergencia, Punta del Tigre, La Tablada, Montevideo
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Coherencia
Aplicaba la máxima de la «generación de valor compartido», vinculando el éxito empresarial con el progreso social. Sus valores, ética e integridad personal resultaban adecuados para su desempeño personal y empresarial. No había lugar a la llamada vida dividida, porque su concepción del éxito no estaba limitada a lo económico. Omar Braga era una persona
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esencialmente coherente con lo que pensaba. En su vida se reflejaba lo que él decía. La coherencia se daba en todos los ámbitos: laboral, familiar y social. Esa coherencia se resumía en un concepto: integridad.
Terminal de contenedores, Montevideo
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World Trade Center, Montevideo
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Transformación de la sociedad
«Voluntariamente o no, uno trabaja para el cambio cultural y social.»
En el libro acde—Historia y desafíos de 2002, uno de los fundadores de la Asociación, Héctor María Sapriza, explicaba cómo evolucionaron las responsabilidades del empresario: «A comienzos de los cincuenta el enfoque cristiano era la preocupación por lo social. No teníamos una visión integral de la función social de la empresa. Teníamos una visión compartimentada, es decir, yo, como empresario, tenía responsabilidades con relación a mi personal. Pero no había una conciencia clara de las responsabilidades de la empresa frente a la sociedad. Por eso, digo que fuimos evolucionando de un enfoque moralista hacia un concepto integral de la función social». Braga compartía ese punto de vista. En otra entrevista de 1998 mencionó sus prioridades: los valores, el empleo, los jóvenes y la promoción como empresario del cambio cultural y social. «Tengo una convicción muy honda: simplemente mirando lo que uno hace día a día consciente o inconscientemente, voluntariamente o no, uno trabaja para el cambio cultural y social. Una de las formas más influyentes para enriquecer y desarrollar una sociedad es la actividad empresaria. El dirigente de empresa tiene la misión peculiar de crear oportunidades y actividades por y para un conjunto de hombres y esas mismas actividades, que son enriquecedoras del hombre, son adecuadas para inducir y promover esas transformaciones que se requieren en la sociedad.»
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Parque fotovoltaico, Salto
Los valores
«Los dos valores más importantes de la vida son nuestras convicciones y nuestra acción», dijo Braga. «Los valores y la actividad empresaria son dos cosas armonizables y que se potencian uno con el otro. Intentando adivinar el futuro, una de las grandes señales que vislumbro es la preponderancia de los valores por sobre todo lo demás. En segundo lugar, la necesidad de cambiar, de reaccionar ante los cambios. Pasamos de una visión estática a una dinámica. Junto con la preponderancia de los valores llegará el protagonismo que tienen las personas con iniciativa y con capacidad de generar riqueza». El tema lo traía desde siempre y lo maduraba desde distintos enfoques. «Hoy es más difícil fijar valores dentro de las empresas. Objetivamente lo veo más difícil hoy que ayer, porque los tiempos y los períodos de reflexión disminuyen, se hacen menos frecuentes y no va quedando ni espacio ni tiempo ni clima para reflexionar en los valores que pesan». «Cuando uno es parte de una organización que habiendo afianzado sus valores los continúa trasmitiendo, el desconcierto o pérdida de esos valores no se da y uno absorbe naturalmente los propios del individuo y de la organización.» «Si no se da esta circunstancia, el individuo pierde capacidad de reflexión y, poco a poco, se ve invadido por el ruido avasallador de los medios de comunicación y la información sobreabundante, siendo llevado a una situación de alienación en que la persona experimenta, muy frecuentemente, la pérdida de su escala de valores en el momento de la toma de decisiones.» Este tema lo manejaba en la teoría y lo bajaba a la práctica. De ahí su permanente preocupación por el clima de trabajo en Ingener, donde propiciaba charlas y debates sobre el tema de los valores. Quería darle un sentido más hondo a los cuatro valores comúnmente aceptados, los llamados hipervalores: la integridad, la honestidad, la compasión y la justicia. «Su preocupación genuina era gestar una empresa humanizadora, una empresa en la cual los trabajadores se relacionaran entre sí como personas e, incluso, más que como personas, como personas amigas», sostiene Luis Carlos Bernal. «Omar no era el empresario patrón: Omar era Omar que dirigía Ingener, que la inventó, que la imaginó, que disfrutó al ver como crecía, pero siempre tocando pie en los valores.»
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Rentable y sustentable a la vez
Una característica del innovador es adelantarse a los tiempos y colaborar para que las ideas nuevas se materialicen y generalicen. Mucho antes de que el concepto de Responsabilidad Social Empresarial se pusiera en boga, Braga ya lo manejaba. Es así que estando en la presidencia de acde impulsó el Programa de Reconocimientos Empresariales: «Hacia una Empresa Competitiva, Eficiente y con Responsabilidad Social», en el año 1989. Esta convicción, que la traía desde antes, la volvió a concretar en Deres, nacida como un proyecto de extensión universitaria en el seno de la Universidad Católica del Uruguay. La idea era nuclear un grupo de empresarios para promover la aplicación de la Responsabilidad Social Empresarial (rse) en las empresas y generar casos de estudio y difusión; analizar el tema como herramienta de gestión empresarial, sin una vinculación particular con la Doctrina Social de la Iglesia. Luego asumió personería jurídica. Braga destacaba la importancia de la transparencia para las empresas hacia la interna y la externa, las relaciones con clientes y proveedores a largo plazo basadas en la ética, la confianza y el cumplimiento de los compromisos contraídos, así como la búsqueda permanente de la excelencia. Eso se concreta en la ineludible búsqueda de la sostenibilidad económica de la empresa a través del tiempo. Para ello, es importante ser rentables y manejar los recursos de todo tipo con eficiencia, promoviendo una cultura contraria al consumismo, donde los recursos adquiridos generan una responsabilidad al dirigente de empresa hacia la sociedad y hacia su personal, para producir empleos sustentables en los que el trabajador vea a la empresa como un medio de desarrollo personal, profesional y de sustento familiar a largo plazo. Braga hacía énfasis en que una empresa que no era sostenible, no era rentable. Tenía que ser rentable y sustentable a la vez. Para ello, manejaba una definición propia de sostenibilidad —que en sus orígenes estuvo estrechamente vinculada a la parte ambiental—: él le agregaba la relación permanente y a largo plazo con los clientes, con los proveedores, con el personal y con la comunidad.
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EL DOCENTE
El ingeniero Rafael Guarga, decano de la Facultad de Ingeniería y rector de la Universidad de la República, compañero de Braga, recuerda sus tiempos de estudiante: «En la Facultad en aquel tiempo había dos grupos. Uno, no le asignaba un papel importante a la investigación dentro de la Universidad ni dentro de la Facultad. Ese grupo pensaba que la investigación se hacía, necesariamente, en los países más avanzados y que acá, nuestro papel, era de consumidores de tecnología y que no podía ser de otra manera. Entonces, en esta confrontación, otro grupo de estudiantes nos ubicábamos junto a aquellos que pensaban que en la Universidad había que hacer investigación y que, en rigor, había que pensar en un país distinto. Pensábamos que Uruguay tenía que engendrar industrias propias y exportar materias primas, pero debía agregarle valor a lo exportado; Omar estaba ubicado en este sector, acompañado por la mayoría de los estudiantes. En mi caso, entré a trabajar con el ingeniero Oscar Maggiolo y Omar siguió un camino similar, junto con el ingeniero Alfredo Viola que también era un colaborador muy cercano a Maggiolo». La gente joven que se incorporaba a la docencia ya venía con la idea de que había que transformar la Facultad, añade Guarga. «Pensábamos que esta no podía ser eternamente un receptor de tecnología en materia de ingeniería, sino que había que ser capaces de crear tecnología en función de las necesidades del país. Maggiolo, como es sabido, fue Rector de la Universidad y cuando su intervención, ya bajo dictadura, tuvo que salir del país y en el año ochenta falleció en el exterior. No regresó, pero dejó en todos nosotros una impronta muy fuerte. El equipo de colaboradores más cercanos de Maggiolo estuvo integrado por Alfredo Viola, Bernardo Ravezzani, Fernando Wald, Roberto Mechoso, que terminó en Estados Unidos haciendo su doctorado y sigue trabajando en la Universidad de California, por Julio Borghi, un docente muy destacado que continúa en la Facultad, en el área de Mecánica de los Fluídos, por Omar y por mí. Y en este deslinde de posiciones, Omar Braga estuvo claramente alineado por impulsar la investigación en el país y dentro de la Universidad. Así que su trayectoria posterior refleja justamente este espíritu de construir y de crear en el país.» Guarga recuerda también su tiempo de docente: «Omar siguió, a pesar de sus múltiples ocupaciones, dedicando tiempo a las tareas de enseñanza dentro de la Facultad, en el Instituto de Ingeniería Mecánica. En su enseñanza, él transmitía la convicción de impulsar la creación de una capacidad nacional en materia de ingeniería, que le permitiera al país superar su condición de exportador de commodities y, de esta manera, poder relacionarse comercialmente con el mundo exportando productos con un valor agregado creciente. Ese impulso que lo caracterizaba, el de robustecer las empresas de ingeniería para que el país fuera todo lo autosuficiente posible y que no se tuvieran que estar importando servicios de ingeniería del exterior, va justamente en esta dirección. Dirección que fue su norte durante la intensa y fructífera vida profesional que supo desarrollar».
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SU LEGADO
Imaginar, so単ar y fundar a Ingener es el corolario de toda su vida.
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Dos conceptos que resumen al fundador son la integridad y la vocación. Por eso, puede verse claramente que son las mismas preocupaciones las que pautaron su agenda como Director de Servicios Técnicos de Saceem primero, posteriormente como socio de la misma, como miembro de acde y de Deres y coronándolo como líder de Ingener, a tal punto que no se entiende cabalmente su filosofía si no se conocen los principios de Omar Braga, porque unos y otros están estrechamente interligados.
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Uruguay y la creatividad
Asimismo, para comprender a Ingener hay que entender al país que la ambientó, Uruguay. El desarrollo histórico de Uruguay, en el marco de América Latina, dio lugar a la innovación y a un enfoque vanguardista. Ya durante la gesta emancipadora se configura como un país republicano y con la educación pública, laica, gratuita y obligatoria de 1876, la creación del país modelo conforma la primera socialdemocracia del mundo, a principios del siglo xx. El país apuesta así a la calidad y a la igualdad de oportunidades como bases de la sostenibilidad. Esa mirada ambiciosa, abierta al mundo, cosmopolita, con un ademán humanista y calificado, mantuvo la vara alta con diferentes sesgos en las distintas décadas. Es en este marco que el país presenta ventajas para empresas innovadoras que conjuguen la memoria y el desafío,
la permanencia y el proyecto, el testimonio y la profecía. Empresas diferenciadas, muy técnicas y con mucha especialidad, apuestan a la innovación de productos, técnicas y procesos, potenciando talentos que conceptualizan soluciones creativas para sumar valor, porque es el factor humano el patrimonio más rico. Es con estos presupuestos que en 1998 se fundó Ingener, una empresa de ingeniería, donde el factor humano es tan estratégico como las ecuaciones matemáticas de los cálculos más sofisticados. La creación y el desarrollo de Ingener sería impensable sin esas características tan uruguayas: una sociedad con gente muy bien calificada, a quienes les entusiasma su tarea y sienten orgullo del resultado bien hecho. Las áreas de su especialidad son la energía renovable y convencional, la industria, los servicios
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portuarios, las áreas comerciales y el acondicionamiento térmico. La anécdota completa la historia. En los años noventa la reconocida empresa Saceem construyó la subestación de Aguas Corrientes de alta tensión para ose. Una vez culminada la obra, ose requería una empresa que le hiciera el mantenimiento de la subestación, servicio que era fundamental para la planta potabilizadora. Fue entonces que el ingeniero Omar Braga, de Saceem, advirtió claramente que había un nicho que no estaba cubierto para un tipo de empresa como esa. De ese modo, fundó Ingener para brindarles el servicio de operación y mantenimiento una vez culminadas determinadas obras de infraestructura.
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Obras, mantenimiento, operación y servicios «llave en mano»
Ingener nació de un concepto novedoso: acompañar al cliente luego de entregada la obra en la operación eficiente y en la preservación del valor de su infraestructura. El objetivo de la empresa es, a través de la calidad y confiabilidad, convertirse en un proveedor integral de ingeniería en sus áreas de especialización. Como es una empresa que hace de la innovación su razón de ser, está en constante construcción. Las variaciones en los contratos que Ingener tiene con sus clientes la llevan a adaptarse, sin perder sus fundamentos principales. A medida que va trabajando en obras, servicios de mantenimiento, operación y monitoreo de los diferentes segmentos, la empresa se abre a nuevos desafíos por lo que requiere aprender técnicas nuevas. Lo que en 1998 era una novedad —combinar obras y mantenimiento—, ya es una tendencia mundial, que también está vinculada a la forma en que se financian los proyectos. Esta tendencia se fortaleció con los financiamientos de Participación Pública Privada (ppp), que son contratos a veinte años, donde el repago suele ser contra una calidad de servicios obtenida. Hoy Ingener es una empresa de ingeniería con la modalidad «llave en mano», donde el espíritu innovador es el común denominador de su historia y de sus acciones presentes y futuras.
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Filosofía empresarial Ingener
De la mano de la impronta de su fundador, Omar Braga, Ingener desarrolla, en los hechos, una filosofía empresarial propia, una base teórica que se lleva a la práctica. No se trata de un formato cerrado, sino abierto, en constante recreación, pero con bases que se mantienen inmutables. De este modo, la empresa apuesta al crecimiento, la sostenibilidad y la perpetuidad. Una de las principales fortalezas de Ingener es desarrollar su capital humano, en un manejo donde, en algunos casos, se trabaja las 24 horas y todos los días del año. Ingener tiene entre sus colaboradores un alto componente de técnicos. En su plantilla, además de ingenieros, arquitectos y contadores, hay técnicos formados en utu, en ort y en las carreras intermedias de las universidades, como peritos o ayudantes de ingeniero. El hecho de tener un alto componente técnico resulta un desafío que a Ingener le entusiasma: afrontar salarios más altos con más innovación y productividad. La forma de mantener los costos operativos es generar más valor agregado por medio de productos, procesos, modelos de negocios, soluciones tecnológicas y servicios de primer nivel.
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En Ingener se trabaja en un modelo de equipo, generando relaciones en base a la confianza. En su evolución, la empresa ha cambiado la forma de trabajar. El despacho individual va perdiendo peso y jerarquía para pasar a priorizar el trabajo de equipo en las salas conjuntas, bien equipadas y completas, donde se generan las reuniones técnicas y de coordinación. Es ahí donde se promueve la marcha de la empresa, donde se comparte el lineamiento del estudio que se está preparando, donde se hace un nuevo presupuesto, donde
se sigue el desarrollo de una obra en curso o se diseñan las tareas de mantenimiento de otro trabajo. Este encare es posible, a su vez, porque la empresa está en todo el país, a través de servicios que están fuera de la sede central. En la sede se centraliza la documentación, pero cualquier colaborador puede acceder en forma remota tanto al último plano o a cualquier memoria de una obra o servicio. Y esto también colabora para cambiar la dinámica. Como se trata de un modelo de equipo, se buscan evitar instancias aisladas.
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A su vez, la horizontalidad se manifiesta en que cualquier colaborador puede acceder a todos los niveles cuando lo requiera. Ingener posee un esquema para solucionar los problemas que van surgiendo, porque, como se dice en la empresa, «no le pasa nada al que no hace nada, pero al que hace, siempre le sucede». Y cuando lo que sucede tiene una intensidad más significativa y se encuentra la solución específica, se hace un grupo de análisis que esto lo transforma en «experiencia aprendida» y «mejo-
ra incorporada», que se suma al banco de casos resueltos y que hace sinergia con el conjunto. Ingener maneja una gama variada de tareas que van desde algunas muy simples, como puede ser un trabajo manual en una obra, a otras tareas sofisticadas, como es toda la ingeniería que se desarrolla en la empresa. Para eso, es importante algo muy vinculado al adn de la empresa: la delegación en base a la confianza. Participar en proyectos cada vez más complejos impulsa a perfeccionar habilidades y a ampliar
el abanico de las especializaciones. El camino ya andado y la cantidad y calidad de las obras realizadas permiten que la empresa mire siempre hacia delante, diversificándose e incrementando la calidad. Ganar diferenciación con el uso intensivo de tecnología, en lugar de producir commodities; esta es la forma en que Ingener evita la zona de confort. La empresa cuenta con un Sistema Integrado de Gestión que cubre Calidad, Medio Ambiente, Seguridad, Salud Ocupacional y Responsabilidad Social Empresa-
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rial. Actualmente, el Sistema se encuentra certificado respecto de la Norma unit—iso 9001. La pasión por lo que se hace es el presupuesto y el común denominador de toda la filosofía empresarial Ingener. Agregar talento a la tarea, conceptualizar desafíos y oportunidades, operar en un modelo de equipo, delegar en base a la confianza y planificar y preparar para avanzar paso a paso, evitando la zona de confort, requieren, por encima de todo, tener pasión por lo que se hace.
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Camino recorrido
Ingener ha sido protagonista de las obras claves del país desde 1998, tanto para el sector público como privado. En los últimos años, por su parte, ha tenido la oportunidad de resolver la conexión eléctrica a la red nacional para los parques eólicos y fotovoltaicos de gran porte, lo que incluye las subestaciones que se necesitan construir y las modificaciones en las estaciones existentes, para que puedan ingresar en producción los nuevos parques. Últimamente, también se ha enfocado en la construcción de todo este tipo de obras con la ingeniería asociada, el suministro de equipamientos, la construcción y el mantenimiento una vez que comienza la explotación industrial. Asimismo, se está dando una nueva oportunidad con parques eólicos que Ingener no construyó, pero que ha sido invitada a realizar su mantenimiento junto con algunas tareas de operación y de manejo de la red, es decir que se ha confiado en Ingener como la empresa que asegura que toda esa energía se pueda evacuar, convirtiéndose en el interlocutor con ute, desde el punto de vista técnico. La empresa también ha hecho otro tipo de obras, tales como plantas industriales.
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Terminal de contenedores, Montevideo
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Planta de celulosa, RĂo Negro
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Estrategia
El diferencial de Ingener es el foco en sus clientes y en la creación de nuevas tareas y servicios que atienden sus cambiantes necesidades, pero siempre levantando la mira. Esa dinámica está en la base de la motivación empresarial que, por medio de la creatividad, contribuye a la transformación de la realidad creando un círculo virtuoso entre necesidad del cliente, soluciones innovadoras y nuevos negocios. Nada de esto hubiera sido posible si la empresa no tuviera un equipo competente, alineado, motivado e integrado, ejecutando trabajos en verdadera sinergia. Cuando la empresa incorpora nuevas áreas de negocio, en algunos casos incluso no se tratan de negocios en sí mismos, no mueven la aguja, pero se asumen igual como tema estratégico, porque permiten participar en obras de cierta especialidad y ampliar el rango de actividad profesional. En otras palabras, se conserva o incursiona en algunas actividades porque mantienen vigentes a Ingener en cuanto a capacitación, por ejemplo en el área de protecciones de instalaciones eléctricas por ser estratégicas para el conjunto de la empresa, más que un negocio en sí mismo. En este planteo estratégico, la propia historia de Ingener la ha llevado a considerar que Uruguay está apto para exportar servicios de ingeniería. La empresa está dando pasos en este sentido, pero primero se tuvo que consolidar en Uruguay. O sea, para salir al exterior, una empresa requiere una organización sólida, con clientes estables y la fortaleza financiera necesaria.
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Un aspecto clave para competir en el exterior es que la compañía adquirió la capacidad de comprar en cualquier país del mundo para complementar las obras y servicios de su especialidad. La empresa ya compró grandes y sofisticados suministros de China, Europa y Estados Unidos. En una obra de construcción en el área de energía, por ejemplo, o de electromecánica, hay primero una obra civil que es, de alguna manera, el soporte, donde hay que hacer las cosas bien, desde el punto de vista técnico, que es lo que hace la empresa. Pero otro aspecto muy importante es saber comprar aquellos elementos electromecánicos que forman parte del proceso y que Ingener no fabrica. La empresa ha logrado participar en importantes obras de Uruguay, que le dieron la posibilidad de buscar soluciones comprando en cualquier parte del mundo la mejor opción. De esta forma, logró la experticia necesaria que le ha permitido replicarlo en el exterior.
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Responsabilidad Social Empresarial
Omar Braga comprendió lo esencia del concepto Responsabilidad Social Empresarial (rse) antes que muchos teóricos de la ética. Cuando operan, las empresas generan impactos negativos sobre sus públicos de interés (stakeholders), muchas veces no deseados. Las leyes y regulaciones limitan estos impactos, pero durante mucho tiempo no se creyó que esto fuera tema de las empresas, destinadas exclusivamente a producir. Pero poco a poco comenzó a vislumbrase que las empresas podían tener un rol activo en esta materia, como lo sostenía Braga. La rse pasa a ser entonces una filosofía de negocios, una manera de hacer empresa y ser empresario. Y no se trata solo de minimizar los impactos negativos, sino de generar impactos positivos en sus stakeholders. Esta forma de encarar la rse es un ganar-ganar, porque promueve el compromiso, la confianza, la credibilidad, el respeto, la comprensión y la fidelización, activos intangibles tan importantes como los activos tangibles. De ese modo, el comportamiento socialmente responsable genera reciprocidades entre las partes, crea círculos virtuosos que incrementan el beneficio de todos los actores. Ingener decidió focalizar sus acciones de Responsabilidad Social en uno de los temas más relevantes para cualquier comunidad y, a su vez, uno de los principios de Omar Braga: la educación. Por el perfil profesional de la empresa y su creencia en el desarrollo, a partir del conocimiento y la innovación, Ingener apoya e impulsa propuestas de educación integral de calidad que valoren la individualidad y el sentido de pertenencia, fomenten la construcción personal y colectiva y ayuden a construir una sociedad más humana y justa.
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Tres Cruces Shopping Terminal, Montevideo
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La apuesta a los jóvenes
Un aspecto clave de la filosofía empresarial de Ingener, como también lo señala Omar Braga, es potenciar la vocación del líder empresarial que busca abrir espacios para las nuevas generaciones, con el objetivo de perpetuar un proyecto que dignifica y gratifica. Ingener considera que todo el esfuerzo de avanzar permanentemente, de abrir nuevas áreas y mercados, es clave para que la gente joven vea una perspectiva donde potenciarse y una manera fecunda de canalizar la vocación. Acá, se suma lo material y lo inmaterial, lo tangible y lo intangible. A la vez, los jóvenes interactúan y hacen sinergia con las otras generaciones, como lo demuestra la actitud del propio Omar Braga que siguió trabajando hasta el último día de su vida.
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La mejor manera de honrar al fundador es que la empresa siga escalando peldaños siempre más ambiciosos. Podría ser más cómodo quedarse con lo que ya tiene, con lo logrado, pero de esa forma estaría desaprovechando la potencialidad de gente valiosa, talentos que conforman la compañía. Ingener apuesta a mirar más allá del horizonte, apuesta a la memoria y al desafío, apuesta a lo conocido, pero, fundamentalmente, a todo lo que le queda por conocer
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