Una relectura acerca de las herramientas y los procesos del proyecto en las actuaciones del turismo en las riberas del Mediterráneo en el siglo XXI. Luz Fernández.Valderrama (Departamento de Proyectos, ETSA, Universidad de Sevilla). Amanda Martín Mariscal (Departamento de Proyectos, ETSA,Universidad de Sevilla). Pablo M. Millán Millán (Departamento de Proyectos, ETSA,Universidad de Sevilla). Alfredo Rubio Díaz (Departamento de Geografía, Universidad de Málaga). El problema inicial de cualquier arte, es el de la necesaria ruptura del espejo, de los espejos de las yoidades ya sean individuales (el autor) o colectivos (el estado, el mercado, los medias...). Romper el espejo para que surja, en libertad, el acontecimiento, para que emerja con energía una porción de realidad. Es nuestra trampa y la trampa, a la vez que el síntoma, de todas aquellas situaciones contemporáneas que se nos ofrecen como obsoletas, problemáticas, o dicho con unos términos, desafiantes y excesivas. El turismo, y en concreto el turismo de costa es una de esas situaciones problemáticas que no deja de reflejar las energías del capital, las humanas, del mercado o de los medios de comunicación, construyendo una relación con el medio que cada vez se hace menos sostenible -y por ello amenazadora de la preservación de los ecosistemas- en vez de inaugurar o dar forma a un nuevo modo de libertad que, dirija estas fuerzas y las encauce hacia un modelo de territorio o ciudad donde sea posible el reconocimiento de unos nuevos órdenes. Los territorios comprendidos en la ribera del Mediterráneo en España, están sufriendo un proceso de colmatación muy concreto caracterizado por no ser ámbitos de ciudad, sino tener vocación de apéndice de ciudad, por ser territorios sobre-desarrollados con lo positivo que esto conlleva (complejidad y adaptabilidad) pero también lo negativo (personalidades diluidas, espacios desubstanciados, etcétera). El intento de dar al turista lo que quiere y en el lugar que quiere está construyendo unos territorios asépticos y tematizados difíciles de entender, dado que son procesos culturales sobrepuestos que no conviven con el soporte físico y que generan un nuevo espacio, un metaespacio (Druckrey) o espacio no real. La situación es ya alarmante, pero debemos actuar creativamente, podemos hablar de un territorio doble, necesitado de una urgente relectura, pues su catástrofe debería ser también el potencial, en el desorden debemos encontrar las nuevas lógicas para un orden nuevo alternativo: la arquitectura de cada época debe dar respuesta a las situaciones problemáticas del momento que le ha tocado vivir, ese es el mandato soberbio de la modernidad. El proyecto contemporáneo descubre en el fenómeno turístico, con una densidad alarmante, todos los problemas, las patologías y urgencias de la ciudad contemporánea, concentrados la mayoría de las veces en el tiempo y en el espacio.1
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La velocidad de desarrollo a la que la costa española se ha visto sometida en sus dos “boom’s” turísticos, tanto en los años sesenta, en su primera implosión turística, como en los ochenta y noventa, ha evidenciado una incapacidad desde los diferente actores involucrados para abordar los procesos contemporáneos. Éstos parecen no haber intervenido en el territorio más que con “lógicas posibilistas o eficacias coyunturales”. El turismo en España, en su estado actual de desarrollo, puede ser considerado como un espejo de la ciudad contemporánea, reflejando el funcionamiento de su propia sociedad. La industria del ocio ha ocupado territorios siguiendo estrategias de oferta y demanda, jugando un papel crucial sobre los nuevos modelos de asentamiento en el consumo del territorio, principalmente de costa. Los códigos sociales se han superpuesto y distorsionado, nuevas tipologías de arquitectura turísticas son inventadas. El territorio se comprime y se genera una interrelación de nodos basados fundamentalmente en la creciente movilidad, la hibridación del paisaje y la especialización del turismo de playa urbana como desarrollo de una tecnología turística que acentúa la eficiencia del uso del territorio. A partir de esta lógica hemos de considerar como determinantes estos parámetros territoriales con la finalidad de ser capaces de leer la realidad de los nuevos fenómenos. En relación a los tres parámetros anteriores el rol del tiempo se convierte en elemento catalizador de este nuevo entendimiento de la lógica territorial-turística: las necesidades cambian a mayor velocidad, así una organización dependiente del tiempo debe ser lo más variada y amplia posible. Los turistas consumen experiencias, es por ello que empezamos a pensar sobre la ciudad como una secuencia espacial de acontecimientos. La migración de población hacia la costa y la conocida lógica turística dibuja una ciudad lineal continua desde Cataluña hasta Andalucía. Manuel Gausa, material entregado el proyecto “HACIA UNA COSTA INTELIGENTE” de la Bienal Internacional de Arquitectura Rotterdam (2005) .