5 minute read

PRESENTACIÓN

Next Article
QUINTA SESIÓN

QUINTA SESIÓN

La respiración es un verdadero concepto encrucijada, pues está, de igual manera, íntimamente ligada a la palabra, a las sensaciones afectivas, a las emociones o a la relajación en el hombre

André Giordan

Advertisement

¡Respire profundo! ¡Busque un ambiente saludable donde pueda respirar aire puro! ¡Respire... cuente hasta diez! ¡Quisiera ser el aire que respiras! Expresiones tan desprevenidas como estas circulan en nuestros contextos cotidianos y se relacionan con ideas que analogan respiración con vida. Desde esta analogía la respiración “aparece” como una cualidad propia de unos seres (los seres vivos) o como una manifestación que hace de la vida un hecho. La respiración nos patentiza como seres vivos y nos vincula con las demás formas vivientes: “Es un ser vivo porque respira” y “Respira porque es un ser vivo” .

El desplazamiento de esta identidad ontológica en la que respirar es vivir, por el interés de explicar las condiciones, los mecanismos, las sustancias que intervienen, los recorridos que se llevan a cabo o los órganos donde se realiza, hicieron posible que pensadores como Descartes, Hipócrates, Harvey, Priestley, Lavoisier, entre otros, constituyeran un campo de saber desde el cual es posible hablar de la respiración como un problema de conocimiento para la ciencia, es decir, como un “fenómeno” artificializado que se desliga de la experiencia primaria enriqueciéndola pero transformándola.

Así, por ejemplo, Descartes en su preocupación por explicar la relación entre calor y vida, considera la respiración como un “evento” plurifuncional en el que se ponen en juego ideas de transporte sanguíneo, refrigeración y calentamiento del cuerpo.

... si examinamos cómo se comunica ese calor a los otros miembros no es necesario acaso confesar que es por medio de la sangre, que al pasar por el corazón, se recalienta y se esparce desde allí por todo el cuerpo... También por esto se conoce que la verdadera utilidad de la respiración consiste en traer al pulmón el aire fresco para hacer que la sangre que viene de la concavidad derecha del corazón, donde ha sido enrarecida y como cambiada en vapores, se vuelva espesa y se convierta de nuevo en sangre antes de volver a caer en la concavidad izquierda, sin lo cual no podría servir de alimento al fuego que hay en dicha concavidad.

6

Otros como Harvey, en su interés por comprender la circulación, lo que posteriormente la liga con la respiración, enfrenta tradiciones y concepciones tan arraigadas, que formula su argumentación para convencer a sus colegas poniendo “...su esperanza en el amor de la verdad y en la sinceridad de los espíritus doctos”. De esta manera, Harvey, con respeto crítico, se distancia de las aseveraciones de sus contemporáneos que no creían posible en el tránsito cíclico de la sangre por el cuerpo llevando y trayendo sustancias que la agotaban o sutilizaban:

... en el movimiento de la sangre: todas las partes se nutren, se calientan y crecen por la sangre más cálida, perfecta, vaporosa, espirituosa, y por así decirlo, alimentativa; y por el contrario, en las partes sanas, la sangre se enfría, se coagula, se agota; por lo cual vuelve al principio, es decir, al corazón, como a la fuente o al hogar del cuerpo, para recuperar su perfección, allí con su calor natural, potente férvido, como un tesoro de vida, recupera su fluidez llenándose de espíritu y por así decirlo, de bálsamo, desde allí se distribuye de nuevo y todo esto gracias al movimiento y al pulso del corazón.

Este distanciamiento que inicia Harvey en relación con las tradiciones escolásticas, las cuales no pensaban el cuerpo más allá de la idea de soplo vital, inaugura un campo de preguntas, explicaciones y formas de proceder y aporta a que diversos pensadores se involucren en la tarea de comprender la respiración.

En similares circunstancias a Harvey, Lavoisier busca superar las concepciones del flogisto y llega a explicar la respiración como un proceso de transformación de sustancias. Lavoisier con apoyo de Seguin y Laplace demuestra a Priestley que está equivocado al considerar que “la respiración de los animales tiene la propiedad de flogistizar el aire del mismo modo que la calcinación de los metales y muchos otros procesos químicos, y que el aire no deja de ser respirable sino cuando está sobrecargado y en cierto modo saturado de flogisto”1 . Lavoisier establece una analogía entre la calcinación y la respiración que sustenta experimentalmente y desde la cual sugiere que es el mismo “algo material” que se “pierde” cuando se calcina un metal o respira un animal bajo una campana.

Ejemplos como estos nos muestran la respiración como un campo de problemas científicos, históricos, epistemológicos, que no se resuelven con la experiencia personal de respirar; y aportan al docente de ciencias cuando busca hacer de los seres vivos un problema de conocimiento en la escuela.

En algunas prácticas de enseñanza de las ciencias, la respiración se vincula con la experiencia inmediata que la relaciona con fenómenos de inspiración y expiración,

1 El flogisto es considerado como un principio que contienen los cuerpos combustibles y que se desprende cuando estos combusten, este principio no tiene peso y es inasible a la experiencia.

7

reduciendo el problema a la consideración de similares aspectos a los involucrados en el mecanismo de una bomba hidráulica; este problema se cree superado cuando se introducen nuevos términos (pulmones, tráqueas, arterias, venas, bronquios) como estructuras responsables del proceso y como receptáculos del aire que ingresa al cuerpo. La claridad de las imágenes que rodean este tipo de explicaciones llena de simplicidad el fenómeno y lo hacen asimilable a la experiencia de respirar.

En otras formas de comprender la respiración se involucran estructuras implicadas en mecanismos de transporte, calentamiento y expansión, sin problematizar las transformaciones que sufre ese “aire” que es introducido en el organismo. Se habla indistintamente del “aire” que entra y sale del cuerpo y se le asigna un papel purificador de la sangre, lo que lo analoga a una acción detergente de las “impurezas” del cuerpo. El estudio de las funciones en los seres vivos desde sus complejidades estructurales da origen a los denominados aparatos y sistemas; para su compresión se acude a ideas cotidianas: “duele el estómago por algo que le cayó pesado”, “molestan los huesos porque entro un frío” “se resfrió porque le entro un mal aire”. Este conocimiento se sustenta sobre una imagen del mundo que privilegia las estructuras por encima de las interacciones.

Este sucinto panorama de las prácticas de enseñanza de la respiración y de las imágenes que las agencian, nos lleva a formularnos preguntas como: ¿Qué marcas históricas, persisten en el concepto de respiración (por ejemplo, que la analogan con el soplo vital) y de qué manera nos relacionamos con ellas? ¿En qué medida dar cuenta de la respiración aporta a la comprensión de los seres vivos? ¿Qué experiencias y condiciones pedagógicas constituyen la respiración como un campo conceptual que aporta a la comprensión de los organismos? ¿Qué condiciones epistemológicas hacen posible artificializar la experiencia en torno a la respiración y constituirla como un problema de conocimiento? Estas y otras preguntas, abren la posibilidad de constituir la respiración como un espacio problemático del que podemos elaborar diferentes rutas y formas explicativas para su comprensión.

8

This article is from: