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Diciembre 09 l Nº
REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD
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Reflexiones sobre la juventud del siglo XXI Coordinadores: Antonio Valle Cabrera y Víctor Manuel Muñoz Sánchez
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Director Gabriel Alconchel Morales Ilustraciones Miguel Porlan Catálogo general de publicaciones oficiales http://www.060.es Edición © Instituto de la Juventud Redacción Observatorio de la Juventud en España Servicio de Estudios y Documentación Tel.: 91 363 78 09 Fax: 91 363 78 11 E-mail: estudios-injuve@migualdad.es Biblioteca de Juventud C/ Marqués del Riscal, 16 Tel.: 91 347 77 00 E-mail: biblioteca-injuve@migualdad.es
ISSN: 0211-4364 NIPO: 802-10-004-8 Dep. Legal: M-41.850-1980 Impresión: Julio Soto Impresor Las opiniones publicadas en este número corresponden a sus autores. El Instituto de la Juventud no comparte necesariamente el contenido de las mismas.
PRESENTACIÓN
El Ser y Estar de Antonio Valle Cabrera
La lengua castellana, como igualmente la portuguesa, contiene particularidades de las que carecen otros e importantes idiomas. Nos encontramos con la capacidad de utilizar el verbo ser y el estar, algo que resulta imposible en inglés, francés o alemán. De hecho, es más que una particularidad lingüística. Gracias a ella penetramos en campos del pensamiento que permanecen vedados para mayoría de colectivos lingüísticos cuyas sociedades, por otro lado, han logrado importantes estadios de desarrollo social y tecnológico. Los íberos somos capaces de filosofar desde lo más elemental de nuestra lengua. Cualquier Sancho Panza accede a realizar disquisiciones filosóficas y a profundizar en recovecos psicológicos. Se trata de una reflexión que “viene a cuento” al enfrentarme con la posibilidad de afirmar que Antonio Valle Cabrera está en la introducción de esta revista, aunque no es quien la realiza. Igualmente tengo que precisar que aunque no sea quien la escriba si está presente en ella. Se le debe la idea de confeccionar este número de la Revista de la Juventud. Fue su promotor. Eligió los temas y los autores, operación nada fácil, ni baladí. Hay que pasar por la tesitura de confeccionar un trabajo de este tipo para darse cuenta de la envergadura de la tarea. Se requiere abarcar dosis de sociabilidad y de eficacia. Hablar, convencer, recoger, leer, corregir, devolver, rogar, enviar, preguntar, contestar, devolver, negar, justificar… Si en el Nuevo Testamento se menciona que “el verbo se hizo hombre”, en este caso el hombre se hace verbo, y tratándose de Antonio Valle dotado de una personalidad caracterizada por un frenesí realizador la metáfora alcanza extremos de un difícil parangón. Un frenesí que su arrolladora sociabilidad –frecuentemente le he designado como el más sociable de los sociólogos de nuestro entorno– lograba que la mayoría de sus expectativas de acción concluyeran en realizaciones que, merced a su también desbordante generosidad, a veces aparecían apropiadas por autores ajenos. Me congratulo de ser quien testimonia que aunque Antonio Valle ya no esté físicamente con nosotros sí le corresponde el mérito de ser el autor físico e intelectual de esta revista. En resumen, que es y está aquí con y en nosotros. Y “como lo del parto”, antes en y después de la publicación de este número de la revista. Gracias Antonio. Gracias igualmente porque quienes te conocimos sabemos de tu eterna sonrisa. Gracias por continuar siendo y estando a través del recuerdo de tu sonrisa y de este trabajo con nosotros. Juan Maestre Alfonso Amigo de Antonio Valle y Catedrático Emérito de la Universidad de Sevilla
ÍNDICE
Diciembre 09 l Nº
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Reflexiones sobre la juventud del siglo XXI
Coordinadores: Antonio Valle Cabrera y Víctor Manuel Muñoz Sánchez Universidad Pablo de Olavide
EL TEMA l pág. 7 Introducción l pág. 9 1. Trayectorias y transiciones. ¿Qué rumbos? l pág. 15 Enrique Gil Calvo. Universidad Complutense de Madrid
2. Jóvenes y vida activa: mercado e instituciones l pág. 31 Salvador Giner. Universidad de Barcelona y Oriol Homs. Fundación Centro de Iniciativas e Investigaciones Europeas en el Mediterráneo
3. Apuntes teóricos sobre la crisis del empleo juvenil l pág. 47 Víctor Manuel Muñoz Sánchez. Universidad Pablo de Olavide
4. La juventud en un mundo globalizado l pág. 67 Ramón Cotarelo García. UNED
5. Valores y actitudes de la juventud europea ante las instituciones democráticas l pág. 81 María del Carmen Monreal Gimeno. Universidad Pablo de Olavide
6. A propósito del Informe Juventud en España 2008 en clave política l pág. 97 Antonio Valle Cabrera y Víctor Manuel Muñoz Sánchez. Universidad Pablo de Olavide
7. Variaciones en el comportamiento electoral y actitudes de la juventud ante la política. Valoración de la democracia e ideología l pág. 109 Tomás Sánchez Pacheco. Politólogo
8. La juventud rural en el cambio de siglo: tendencias y perspectivas l pág. 125 Cristóbal Gómez Benito. UNED y Cecilia Díaz Méndez. Universidad de Oviedo
MATERIALES l pág. 145 COLABORACIÓN l pág. 165
EL TEMA
Reexiones sobre la juventud del siglo XXI
EL TEMA
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Este monográfico pretende recoger información cuantitativa y cualitativa de intelectuales de reconocido prestigio en materia de juventud, aportando cada uno de ellas y ellos diferentes perspectivas metodológicas. Al tiempo, se ofrecen datos sobre recientes investigaciones de carácter cuantitativo, así como reflexiones teóricas elaboradas por las autoras y los autores que aparecen en este número. De este modo, tratamos de integrar los distintos enfoques teóricometodológicos que abordan el tema de la juventud para así confeccionar una visión ecléctica y a la vez diversa de esta realidad tan compleja. La intención última es explicar dónde está y hacia dónde puede ir la población juvenil ante los retos económicos, político-participativos y sociales que se avecinan en el siglo XXI que acaba de empezar.
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Este proyecto nació fruto del encargo que el Instituto de la Juventud realizó al profesor Antonio Valle Cabrera. Éste lo acogió con mucha euforia y lo afrontó como un reto al cual debía responder con el despliegue de una energía muy fuerte, puesto que era la primera vez que esta revista iba a estar coordinada por un profesor de la Universidad Pablo de Olavide. Los comienzos de la coordinación del número de la revista fueron de carácter estratégico. Se reflexionó sobre las y los posibles autores, el número de artículos, el título a elegir, es decir, todos los preliminares que darían sentido y materialización a estas páginas que continúan. El profesor Valle, trágicamente fallecido, se propuso elaborar una revista de carácter multidisciplinar donde apareciesen autores y autoras de distintas disciplinas, aglutinando su saber para lograr un número con un espíritu integrador que afrontase el complejo tema de la juventud en el momento contemporáneo. Una vez que decidió que el título debía ser lo suficientemente amplio y genérico para albergar todas las contribuciones de carácter multidisciplinar, se dispuso a repasar su agenda de contactos para establecer la conexión con las y los posibles autores. En una primera batida se propuso contar con un número paritario de autores y autoras, de ahí que se dispusiera a contactar con una extensa lista. No obstante, este desideratum no pudo materializarse puesto que el número de respuestas afirmativas de los autores fue muy mayor que en el caso de las autoras. De este modo, se logró reunir a un excelso grupo de autores y autoras, que aunque no es paritario, sí refleja los distintos abordajes de ciencias como la sociología, la ciencia política y la psicología social, componiendo de este modo un retrato polícromo de una juventud como la actual. El listado de autoras y autores cuenta con las siguientes participaciones: Profesor Enrique Gil Calvo de la Universidad Complutense de Madrid, Profesora María del Carmen Monreal Gimeno de la Universidad Pablo de Olavide, Profesor Cristóbal Gómez Benito de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Profesora Cecilia Méndez Díaz de la Universidad de Oviedo, Ramón Cotarelo García de la Universidad Nacional de Educación a Distancia, Profesor Salvador Giner de San Julián de la Universidad de Barcelona, Oriol Homs Ferret de la Fundación Centro de Iniciativas e Investigaciones Europeas en el Mediterráneo, Tomás Sánchez Pacheco, Politólogo, Víctor Manuel Muñoz Sánchez de la Universidad Pablo de Olavide y el Profesor Antonio Valle Cabrera. La intrahistoria de este número de la Revista de Estudios de Juventud vino marcada por el fatídico acontecimiento de la muerte de su promotor, que produjo en última instancia el casi total abandono de la misma. Una vez que las y los autores fueron contactados y establecido el compromiso con todos y todas el trabajo de coordinación se puso en marcha. No obstante, cuando los plazos iban finalizando se produjo tan trágico acontecer. Esto produjo que se provocara un impasse que se alargó unos meses hasta que el que escribe estas líneas decidió que la conclusión del número y la publicación del mismo sirviese de sentido homenaje a la figura de Antonio Valle. Todos
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los autores recibieron información de los nuevos plazos y de la reactivación de su actividad para lograr el colofón de la elaboración del número como su promotor hubiese querido. Tomando como consideración que esta parada forzosa demoró los tiempos y ralentizó el trabajo de las y los autores el resultado ha sido que la revista pospuso su fecha de publicación. Sin embargo, aquí está el fruto del trabajo de todas y todos. Hemos decidido dividir este número en 3 bloques que fundamentan la ubicación y el orden de las contribuciones. El primer bloque hace referencia fundamental a los contextos actuales que se presentan ante la juventud en los ámbitos del trabajo, la emancipación y el status social de la misma. Aquí incluimos los artículos de Gil Calvo, Giner y Homs y Muñoz, puesto que coinciden en un tronco común referido a las vertientes laboral, social y económica de la juventud. En segundo lugar presentamos el bloque dedicado a la esfera política de la juventud. Los trabajos que incluyen esta parte coinciden en el abordaje del complejo tema de la presencia de la juventud en la esfera pública y sus características definitorias. Aquí se presentan los trabajos de Cotarelo, Monreal, Valle y Muñoz, y Sánchez Pacheco. Por último y en el tercer bloque, se ofrecen la contribución de Gómez Benito y Díaz Méndez, cuya aportación gira en torno al estudio de un tipo peculiar de juventud materializada en la juventud rural y sus particularidades. Como última sección de esta presentación, se ofrece un relato de las distintas contribuciones en las que se subrayan las líneas maestras que las y los autores participantes han propuesto en sus distintas aportaciones. Comenzamos con la contribución titulada Trayectorias y transiciones. ¿Qué rumbos? del profesor Enrique Gil Calvo. Encerrado en este intrigante título el sociólogo esconde una profunda reflexión sobre las diversas y complejas figuras que dibujan las y los jóvenes a la hora de integrarse en el mercado de trabajo y en la sociedad adulta. Con las metáforas de la flecha del tiempo y la rueda de la fortuna ilustra las características determinantes de las estrategias y trayectorias que la juventud despliega en su devenir hacia su estabilidad en su adultez. El artículo del profesor Gil Calvo está dividido en 3 secciones, en cuyo discurrir le llevan a desentrañar la metamorfosis en temporalidad –en sentido amplio– juvenil, pasando por el análisis de las trayectorias juveniles catalogadas por el autor como circulares y contingentes, hasta desembocar en “describir el nuevo paisaje de segregación juvenil que parece abrirse ante la vista como efecto emergente de esta temporalidad circular”. Por su parte, los profesores Giner y Homs en su artículo bajo el título Jóvenes y vida activa: mercado e instituciones ofrecen su profundo análisis sobre las tendencias actuales que se producen en la vida activa de las y los jóvenes españoles. Con un importante esfuerzo de compilación empírica los sociólogos catalanes ilustran sus argumentaciones frente a este fenómeno de enorme complejidad. Su trabajo profundiza en las actuales circunstancias de la juventud respecto al trabajo y la incidencia que sobre ellas tiene la formación educativa. En su opinión la cuestión clave radica en la relación entre educación y trabajo en el caso de la juventud, de ahí que fundamenten que “[…] el trabajo deja de ser una vía fundamental de socialización para las y los jóvenes, y la escolarización alargada presenta limitaciones para sectores significativos de la juventud, hay que plantearse cómo afrontar la necesidad de aumentar mucho más los niveles de educación de los jóvenes para hacer frente a los retos de una sociedad y una economía más exigente en términos de cualificación”.
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Ahondando en esta misma vía de análisis se encuentra el artículo del profesor Muñoz Sánchez, cuyo título Apuntes teóricos sobre la crisis de empleo juvenil continúa reflexionando sobre las posibles salidas a la profunda crisis del empleo juvenil en el momento actual. Recuperando aportaciones teóricas de mediados de los 80 y extrapolándolas al momento presente, plantea nociones que podrían ayudar a recuperar los niveles de empleo juveniles, que como se ha visto son las que con mayor crudeza padecen las cíclicas crisis del empleo en nuestro país. Con la apoyatura teórica de Robert Castel sostiene que “aumento de la zona de vulnerabilidad es un claro ejemplo de esta deriva deslegitimadora de la sociedad salarial respecto al empleo. Por ello, se fundamenta que el colectivo más afectado por estas dañinas mutaciones es la juventud”. Continuando con el segundo bloque temático de este número observamos la aportación de Ramón Cotarelo, titulada La juventud en un mundo globalizado, en la que encontramos como el autor empleando constantes referencias a acontecimientos recientes y de gran relevancia histórica ubica a la juventud en su contexto actual. Con sabia escritura va desgranando las características más políticas de la juventud actual. Con sus constantes referencias a los fenómenos de la crítica política, la participación política no institucionalizada, las redes sociales y un largo etcétera, el profesor Cotarelo dibuja las líneas maestras para entender cómo es la participación política de la juventud. Las características propias de este tipo de participación son las que alude el autor como elementos claves de explicación. A su modo de ver “la juventud de hoy, por supuesto, los del primer mundo, han nacido en un mundo en que había Internet; no han tenido que adaptarse a la nueva situación sino que dan por supuesta la existencia de la red y organizan de modo natural su vida en torno a ella”. En cuanto a la contribución de la profesora Monreal, titulada Valores y actitudes de la juventud europea ante las instituciones democráticas, viene marcada por su carácter empírico. En base a los datos extraídos de una reciente investigación llevada a cabo a nivel europeo la psicóloga social nos indica hacia donde se dirigen las actitudes de la juventud española respecto a otros países europeos en los ámbitos de la valoración de las instituciones democráticas existentes. Los datos que se ofrecen indican que las manifestaciones de elementos democráticos dentro de su vertiente ciudadana no varían excesivamente respecto a otros países de nuestro entorno. El elemento de comparación que sirve de núcleo al estudio es el conjunto de valores que se ponen en juego en la Constitución Europea, y los niveles de coincidencia o diferencia que se aprecian en los distintos países que componen la muestra del estudio. Seguimos con el artículo elaborado por Antonio Valle y Víctor Muñoz. Bajo el título A propósito del Informe Juventud en España 2008 en clave política se enmarca una reinterpretación de los datos ofrecidos por dicho informe editado por el Instituto de la Juventud. Los resultados obtenidos en este documento, y la discusión crítica de los mismos, da sentido al contenido de esta aportación. Los elementos cuyo análisis se han dejado en segundo plano son tomados por los autores como hilo conductor de este artículo. Los fenómenos de participación política de la juventud más novedosos y con mayor trascendencia se consideran aquí como elementos clave para entender el comportamiento político de la juventud española. El nudo gordiano de esta contribución se sitúa en “[…] constituir una reflexión sobre
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la incidencia que puede producir la quiebra de la ciudadanía –y más bien, de los comportamientos de participación política de la juventud en el proceso de reproducción de la legitimidad del sistema político, como muy bien sabemos, centrada en la participación electoral– en un sistema de participación política democráticamente instituido”. En Variaciones en el comportamiento electoral y actitudes de la juventud ante la política. Valoración de la democracia e ideología Tomás Sánchez Pacheco, proporciona una visión holística sobre el comportamiento electoral de la juventud en todos los comicios democráticos de la era constitucional. Con el mismo horizonte empírico del artículo anterior Sánchez Pacheco realiza un concienzudo análisis de los datos de participación electoral de la juventud española para establecer las pautas y tendencias de la misma. Su reflexión conduce a considerar a la juventud como nicho electoral recurrente y finaliza con el establecimiento de una serie de conclusiones sobre las tendencias que descubre. Uno de sus argumentos más destacables es que “[…] la visión de la “óptima ciudadanía” es de corte ético y social, el nivel de formación determina el grado de interés por la política, también disminuyen quienes se autoubican en el centro político y aumentan las posiciones más ideológicas con un escoramiento hacia la izquierda […]”. Y ya cerrando este número se ofrece la contribución de Gómez Benito y Díaz Méndez. Ambos profesores introducen en su artículo la óptica de la diferenciación en la juventud, apelando a la juventud rural. El profundo estudio que realizan de la misma viene a desmitificar la clásica diferenciación sociológica entre lo rural y lo urbano. Según su opinión deberíamos afrontar la realidad de la desaparición del contraste entre lo rural y lo urbano, y por tanto entre la juventud rural y la urbana. Un caso paradigmático de esta desaparición es la similitud entre sus trayectorias educativas, así como los ámbitos de la ocupación y el empleo. La vertiente de desagrarización y aumento de salarización en las actividades agrícolas vienen a justificar esta argumentación. Una idea que focaliza muy a las claras la intencionalidad de este artículo es que “[…] en definitiva, las jóvenes y los jóvenes rurales españoles de comienzos del siglo XXI se encuentran más satisfechos que sus coetáneos de los años ochenta con la vida en el pueblo, con la vida familiar y con la vivienda, pero siguen menos satisfechos cuando se trata de los estudios y el trabajo”. No se podría concluir esta presentación sin reiterar que este número no hubiera podido salir adelante sin el esfuerzo y la dedicación de Antonio Valle Cabrera, y sirva éste como un homenaje a su insustituible figura intelectual y humana. Gracias, Antonio. Víctor Manuel Muñoz Sánchez (Universidad Pablo de Olavide)
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DOCUMENTOS
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Enrique Gil Calvo. Universidad Complutense, Madrid.
Trayectorias y Transiciones. ¿Qué Rumbos?
La rueda de la fortuna Giro en la temporalidad juvenil Este artículo trata de explorar las dimensiones temporales y educativas de la juventud respecto al mundo del trabajo. Se abordan las distintas estrategias que elaboran tanto los hombres jóvenes como las mujeres. Al profundizar en estos ámbitos se intenta aprehender el proceso de dinámico cambio social que se produce en los distintos mundos juveniles. La aclaración de conceptos, así como la incorporación de nuevo material empírico y teórico son los objetivos de este artículo.
Palabras clave: juventud, trabajo, educación, estrategias educativas. El concepto de juventud alude a una categoría temporal tanto si la entendemos como clase de edad, como generación o como etapa biográfica. Y dentro de la temporalidad juvenil conviene distinguir dos conceptos interrelacionados: el de trayectorias y el de transiciones. La trayectoria es el itinerario completo que traza un joven desde que empieza a serlo, cuando abandona su infancia, hasta que lo deja de ser, cuando entra en la edad adulta. Esta trayectoria dibuja un todo unitario cuya historia natural empieza con el nacimiento del joven, tras el parto de su adolescencia, y concluye con su muerte, de la que se renace como adulto. Y por transiciones cabe entender cada uno de los episodios consecutivos en que se descompone esa trayectoria, sucediéndose como fases transitorias a todo lo largo del ciclo de vida juvenil: escolaridad, búsqueda de empleo, inicio de la carrera laboral, noviazgo y emparejamiento, formación de familia, conquista de la posición adulta… La distinción entre ambos conceptos relacionados también puede ilustrarse entendiendo la trayectoria como una estrategia y las transiciones como si fueran tácticas. La trayectoria es el resultado último de la estrategia personal adoptada como hoja de ruta durante la juventud para planificar la construcción del futuro adulto, identificado con ciertos objetivos de estatus y movilidad social (Gil Calvo, 2001). Mientras que las transiciones juveniles son las tácticas esgrimidas a corto y medio plazo para tratar de alcanzar, a la luz de las oportunidades disponibles, los objetivos estratégicos previamente adoptados. Ahora bien, sea en un sentido u otro, ambos conceptos incluyen un cierto cálculo temporal, planteado a largo plazo para las trayectorias y a corto y medio para las transiciones. De ahí que pueda entenderse su relación mutua como en la fábula de la cigarra y la hormiga: esta última está especializada en trayectorias, como vigía que calcula estratégicamente su
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destino futuro aplazado en el tiempo, mientras que aquella otra es experta en transiciones, dada su miope táctica de vivir al día. Pero si se trata de comparar tiempos, antes de entrar a distinguir trayectorias y transiciones conviene centrar brevemente la atención, a modo de preámbulo, en dos modalidades distintas de la magnitud tiempo, tal como las diferenció el célebre biólogo evolucionista Stephen Jay Gould (1992). De una parte está el vector o la flecha del tiempo, que es el sentido finalista, irreversible y teleológico al que conduce el continuo devenir del tiempo lineal, cuando los momentos sucesivos se encadenan en una secuencia ordenada por relaciones de causa a efecto que apuntan a una dirección predeterminada. Así sucede con la filosofía de la historia centrada en la meta del progreso, con la teoría de la evolución selectiva de las especies, con la teoría sociológica de la modernización y con el concepto central de la sociología de la juventud, que es el proceso de emancipación juvenil entendida como integración adulta. Y de otra parte tenemos el ciclo o la rueda del tiempo, que describe la recurrente reversibilidad del tiempo circular, cuando sus periódicas variaciones momentáneas oscilan al alza o la baja para componer al agregarse un equilibrio estacionario que no se desplaza en ninguna dirección definida. Así ocurre con los ciclos diarios, semanales, lunares y estacionales (anuales en tanto que solares), con los ciclos astronómicos y económicos y con aquellas teorías de la historia y la sociedad que se resisten a reconocerles ningún destino final: “un cuento narrado por un idiota que no tiene sentido” (Shakespeare), el “eterno retorno de lo mismo” (Nietzsche), “nunca hay nada nuevo bajo el sol” (Giddens), etc. Pues bien, esta dicotomía temporal también puede aplicarse al tiempo de la juventud, y más específicamente a las trayectorias y transiciones juveniles. Es lo que me propongo hacer aquí, al sugerir que estamos asistiendo a una metamorfosis de las estrategias y las tácticas de las y los jóvenes, que hasta hace poco eran de tipo lineal, finalista y progresivo (flecha del tiempo), al estar programadas para generar su futura inserción adulta, pero que ahora se han convertido en circulares, estacionarias y autorreferentes (rueda del tiempo), pudiendo resultar eventualmente disfuncionales (o neutralmente no funcionales) en la medida en que dejen de servir para programar la futura integración adulta. Para ello dividiré mi exposición en tres partes. En la primera relataré los cambios de la estructura social que explican la presente metamorfosis de la temporalidad juvenil. En la segunda analizaré el cambio de las trayectorias juveniles, que han dejado de ser lineales y teleológicas para hacerse circulares y contingentes. En la tercera me centraré en los mecanismos de transición a la vida adulta, que a causa de su inconsecuencia han dejado de ser necesarios, decisivos y cruciales para convertirse en accesorios, irrelevantes y banales. Y en la última describiré el nuevo paisaje de segregación juvenil que parece abrirse ante la vista como efecto emergente de esta temporalidad circular.
1.
Desestructuración y desclasamiento
Con objeto de sintetizar una sucinta introducción histórica, conviene desglosarla en una secuencia de tres fases diferencias. Comencemos por la vieja sociedad industrial, construida entre 1850 y 1950 como una sólida, rígida y jerárquica estructura de clases. En aquel periodo, los itinerarios juveniles trazaban una trayectoria de clase que estaba predeterminada por la posición
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ocupada por la familia de origen, sin margen apenas para la movilidad ascendente. Así, cada joven estaba predestinado a alcanzar el estatus adscrito por su origen de clase. Y en consecuencia, cada clase social (a un lado campesinos, obreros y empleados; al otro propietarios, profesionales y empresarios) poseía su propio modelo segregado de transición a la vida adulta, sin mas común denominador que la universal discriminación femenina. Entonces sólo las clases burguesas aplazaban la emancipación de sus hijos varones, que prolongaban su juventud socializándose en la subcultura estudiantil. Mientras que en las clases subordinadas la juventud duraba muy poco tiempo, pues la inserción adulta se producía a edades muy tempranas con arreglo a rituales segregados privativos de cada subcultura de clase. Tras la II Guerra Mundial, la solidez de la estructura de clases se permeabilizó bastante, abriéndose un gran espacio para la movilidad social. Ello fue posible por el crecimiento de los salarios reales, que aburguesó a la clase obrera integrándola en la sociedad de consumo de masas, y sobre todo por la universalización del Estado de bienestar, que prolongó y democratizó la escolarización académica garantizando la igualdad de oportunidades entre toda la juventud y haciendo cada vez más creíble el ideal de la meritocracia. En consecuencia, las hijas e hijos de las clases trabajadoras acumularon capital humano y accedieron a la universidad, logrando escalar posiciones mucho más elevadas que las de sus padres y madres en la estratificación social. Así fue como la trayectoria juvenil comenzó a emanciparse del origen de clase, pasando a estar autodeterminada por el esfuerzo personal de cada joven en función de su rendimiento académico. De este modo, las diversas transiciones a la edad adulta, antes segregadas por clase social, empezaron a homogeneizarse, quedando diluidas en el común denominador de una subcultura juvenil producida por la industria del ocio y consumida con los grupos de pares: una subcultura juvenil cada vez más universal que, a partir de su origen estudiantil, pasó a definirse por el culto al ocio hedonista (sexo, drogas y rock´n´rol) y el desprecio al trabajo manual (Coleman, 1989). Sin embargo, tras el impacto de la crisis económica internacional que se saldó con el advenimiento de la globalización (primacía del capitalismo financiero), la naciente sociedad post-industrial comenzó a desestructurarse por efecto de la movilidad geográfica (flujos migratorios) y la precariedad laboral (deslocalización y externalización del trabajo temporal) para fragmentarse y disolverse en la llamada modernidad líquida (Bauman, 2002). Se produce así una nueva división en clases sociales que ya no es estructural, rígida ni estable sino coyuntural, volátil y de geometría variable, pues sus múltiples líneas divisorias (cleavages) se dislocan y recomponen al compás de crisis cíclicas cada vez más recurrentes, liberando a los sujetos de su anterior anclaje vitalicio a las posiciones de clase que ocupaban para pasar a flotar libremente impulsados por unas fuerzas de mercado que el Estado ya no puede controlar. No obstante, tras su aparente borrosidad desestructurada, esta nueva estratificación social presenta cuatro rasgos muy significativos. El primero es la progresiva generalización del trabajo femenino en todos los sectores de la economía, como consecuencia del sostenido incremento del capital humano de las mujeres. Esta tendencia de largo alcance está muy lejos de consumarse, pues allí donde más se ha intensificado, que es en el norte de Europa y de América, continúa persistiendo de modo residual pero muy resistente una grave segregación profesional y una injusta discriminación salarial por razón de género. Pero pese a ello, el acceso de las mujeres al
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espacio público ha hecho posible que por primera vez se emancipen de su anterior sumisión familiar gracias a su nueva independencia económica, lo que les permite autogestionar su emparejamiento y su fecundidad para dar lugar a las nuevas formas de familia matrifocal con padre ausente. Lo cual ha contribuido a erosionar la tradicional dominación masculina, determinando la progresiva desautorización de la figura paterna. El segundo rasgo, de gran visibilidad mediática, es la rápida aparición de nuevos estratos de inmigrantes recién llegados, con empleo en el trabajo manual (agricultura, construcción) y los servicios personales (hostelería, limpieza, cuidado de menores y mayores), que pasan a ocupar los peldaños inferiores de la pirámide social, donde empiezan a engrosar las bolsas urbanas de exclusión social en compañía de los segmentos autóctonos más perjudicados por la globalización post-industrial (paradas y parados de larga duración, madres sin pareja con cargas familiares, etc). Y su impacto sobre la opinión pública es ambivalente, pues si por una parte se incrementa el riesgo de conflictividad social (dada su competencia con los autóctonos por el acceso a los servicios públicos: salud, enseñanza, vivienda, etc), por otro lado su presencia como nueva clase de servicio ha hecho que todos los demás sectores sociales crean experimentar una cierta movilidad ascendente en términos relativos, haciendo que los antiguos obreros y la pequeña burguesía se consideren por comparación clase media acomodada. En esta línea, el tercer rasgo políticamente decisivo es el desclasamiento de los asalariados, lo que explica la paulatina decadencia de la izquierda. Al compás del pronunciado descenso de la población ocupada en actividades industriales, se han ido descomponiendo también las redes de solidaridad de las clases trabajadoras, con abandono de sus señas de identidad ideológica y con pérdida progresiva de su conciencia de clase, que se ve sustituida por el retorno del nihilismo antisistema, el radicalismo pequeño-burgués y el oportunismo arribista del sálvese quien pueda. De ahí que muchos antiguos electores de partidos comunistas y socialistas transfieran hoy su voto a formaciones nacionalistas, populistas o xenófobas, reforzando la derechización del electorado. Finalmente, el rasgo sociológico más novedoso es lo que se ha llamado el fin o la crisis de la clase media (Gaggi y Narduzzi, 2006; Bologna, 2006), entendiendo por ello la pérdida tanto de poder adquisitivo como de prestigio e influencia que están sufriendo funcionarios, administrativos, enseñantes y profesionales urbanos, con la consiguiente devaluación de su capital social (Putnam, 2002). Este fenómeno se debe a la creciente saturación de los canales de movilidad ascendente, dada la masificación de los estudios universitarios, lo que ha propiciado el colapso de la meritocracia (Sennett, 2006). Para situarse y ascender socialmente, hoy de poco sirve la red de influencias y relaciones sociales de los progenitores, cuyo capital social ya no puede heredarse al quedar amortizado por la reconversión económica. Y tampoco bastan los títulos académicos que acreditan como profesional cualificado, cuya devaluación pesa como una losa sobre las oportunidades de integración de las y los jóvenes. Es el fenómeno de los mileuristas, tal como se llama en España a las y los jóvenes con alta calificación académica que sólo acceden a empleos precarios de bajo poder adquisitivo, lo que no les deja emanciparse de sus familias de origen por miedo a perder su estatus social. Y es que cada vez disminuye más la rentabilidad económica medida en suplemento salarial
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que cabe extraer de los estudios post obligatorios (formación profesional y universidad), con el consiguiente abandono temprano de los mismos para ingresar cuanto antes en el mercado de trabajo (OCDE, 2008). La consecuencia agregada de esta creciente desestructuración social es la llamada individualización (Beck, 2003) con el consiguiente desclasamiento de las y los jóvenes, que ya no pueden reproducir el estatus social ni heredar la conciencia ideológica de sus progenitores. Un desclasamiento que afecta tanto a la juventud de las clases trabajadoras como a los de clase media, pues unos y otros experimentan la misma dificultad para alcanzar o mantener el mismo estatus que ocuparon en su infancia mientras dependían de sus familias de origen. De ahí que muchos de ellos opten por prolongar indefinidamente su dependencia familiar, aplazando su emancipación adulta hasta edades cada vez más avanzadas (Gil Calvo, 2002). Y este desclasamiento juvenil ha de ser atribuido a la creciente incapacidad de las familias para ‘enclasar’ a sus hijos, dado que la drástica reconversión económica y mediática ha desautorizado a los progenitores incapacitándoles para transmitir a sus hijos su propio capital social y cultural (Flaquer, 1999). Pues bien, este desclasamiento explica que las trayectorias juveniles ya no puedan autodeterminarse en la misma medida que antes. Por el contrario, dada la creciente desestructuración social, hoy se convierten en trayectorias relativamente indeterminadas, en el sentido de que su curso futuro ya no puede predecirse con suficiente certeza a partir del origen familiar de clase, como sucedía en la sociedad industrial, pero tampoco puede asegurarse a partir del capital humano personalmente incorporado, como ha venido ocurriendo hasta hace poco en la posterior sociedad meritocrática. Y en su lugar, el curso futuro de estas nuevas trayectorias inciertas depende hoy de la variación coyuntural de unas fuerzas globales de mercado que los Estados ya no saben controlar.
2. Trayectorias contingentes En este punto he de retomar mi anterior metáfora de las dos temporalidades antitéticas: la flecha del tiempo y la rueda de la fortuna. Tanto las trayectorias juveniles predeterminadas por el origen de clase, típicas de la sociedad industrial, como las trayectorias juveniles autodeterminadas, sólo posibles en la sociedad meritocrática del bienestar, presentaban ambas una común morfología de tipo flecha del tiempo, en la medida en que su curso temporal apuntaba con certeza suficiente a un destino último seguro y previsible, fuera éste la reproducción del estatus familiar heredado o la carrera profesional correspondiente a los méritos académicos acumulados. Pero esto ya no puede asegurarse hoy. En la actualidad, el destino último de la trayectoria juvenil ya no puede garantizarse ni predecirse con suficiente certeza, pues la probabilidad de que se reproduzca el estatus familiar originario, o de que se cumplan los objetivos profesionales esperables del título académico alcanzado, ha descendido notablemente. En consecuencia, los esfuerzos personales invertidos para lograrlo pueden parecer comparativamente inútiles, dado que sus rendimientos relativos resultan menos rentables y prestigiosos que los que eventualmente se alcanzan por otras vías más aleatorias, como la aventura migratoria, la delincuencia clandestina, el deporte de competición, el modelado en las pasarelas, la estrategia matrimonial o la cirugía estética
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(Sin tetas no hay paraíso, G. Bolívar, 2006). Lo cual hace de la trayectoria juvenil una especie de lotería o rueda de la fortuna, donde las probabilidades más seguras sólo ofrecen premios muy bajos (el magro sueldo del mileurista) mientras que las más inciertas prometen a unos pocos espectaculares recompensas. Para despejar equívocos, conviene dejar claro que las viejas trayectorias industriales, determinadas por el origen de clase, y las recientes trayectorias meritocráticas, determinadas por los créditos académicos, se siguen dando objetivamente en la actualidad. En efecto, todavía son mayoría las y los jóvenes que inician y desarrollan una carrera laboral o profesional que les permite reproducir y aun superar el estatus familiar heredado. Pero junto a ellos crece una legión de jóvenes que no lo logran, que sólo lo consiguen de modo precario y frustrante, o que fracasan tras haberlo intentado. Y también aumenta la lista de los que ni siquiera lo pretenden, prefiriendo recorrer mejor otros atajos más prometedores pero más inciertos o aventurados: inmigrante, pandillero, deportista, actriz, cantante, hacker, freaky, etc. Jugador de fortuna, en suma, como corresponde a unas trayectorias necesariamente contingentes, cuyos resultados no se pueden predecir porque no se corresponden con los méritos previos ni con los esfuerzos realizados: no vencen los mejores o más esforzados sino los más afortunados o mejor relacionados, aunque no lo se merezcan. Un paisaje juvenil heterogéneo y complejo que compone un mosaico de oportunidades vitales cuya probabilidad relativa de éxito resulta imposible de calcular. De ahí que se imponga una estrategia de jugadora o jugador bursátil que coloca sus huevos en distintas cestas para tratar de apostar sus cartas a todas ellas, ante la imposibilidad de predecir cómo evolucionará el mercado en el futuro inmediato. A esto me refiero al definir las actuales trayectorias juveniles como indeterminadas, en la medida en que carecen de brújula inequívoca o estrella polar por la que dejarse guiar, si exceptuamos la aventura migratoria atraída como un imán por ese polo norte que representa el Occidente desarrollado al que se dirige la juventud global (Beck, 2008). Por tanto, puesto que ya no apuntan a un sólo destino posible, estas estrategias indeterminadas ya no pueden exhibir una trayectoria vectorial tipo flecha del tiempo, como hacían antes las trayectorias industriales orientadas por el pasado familiar o las trayectorias meritocráticas dirigidas al futuro profesional. Y en su lugar estas trayectorias apuntan a todas las direcciones a la vez, sin privilegiar ninguna por encima de las demás. En jerga polemológica a la francesa, se trata de una estrategia tous les azimuts, cuya morfología temporal es del tipo rueda del tiempo: la rueda de la fortuna, la rosa de los vientos. Esto ejerce consecuencias decisivas sobre el curso entero de la trayectoria juvenil. Cuando las trayectorias son vectoriales tipo flecha del tiempo, porque apuntan a objetivos estratégicos previamente definidos (la reproducción del origen de clase, la movilidad ascendente por éxito en la carrera profesional), sus etapas constitutivas o fases de transición se sueldan entre sí como eslabones consecutivos para componer una cadena causal que conduce necesariamente hasta su conclusión final: la futura inserción adulta. De ahí que la trayectoria entera deba entenderse como teleológica, en la medida en que apunta hacia su destino final más allá de sí misma, y todos sus pasos transitorios intermedios también apuntan hacia ese más allá que la culmina como su punto final: una meta prefijada de antemano que unifica la trayectoria entera integrándola en un todo continuo al aportarle su sentido último.
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Así ocurría con las trayectorias juveniles industriales y meritocráticas, cuya secuencia de desarrollo seguía un curso prefijado a través de pruebas cruciales y decisivas (elección de estudios, de carrera, de empleo y de pareja) que apuntaban teleológicamente hacia su predestinado más allá. Es decir, apuntaban hacia la futura inserción adulta, identificada con el destino de clase o con el éxito profesional, que a modo de salvación o redención constituía su desenlace final. De ahí que Weber se refiriese a la conducción metódica de la propia vida (metodische lebensführung) como predestinación o cumplimiento de la vocación personal (beruf: oficio o profesión). Pero cuando las trayectorias juveniles están indeterminadas, esto ya no ocurre así. Ahora ya no hay una sola salida del laberinto juvenil sino muchas posibles salidas distintas, lo que es como decir que no hay ninguna salida definida de antemano. Con ello el proceso de emancipación deja de concluir con la investidura adulta como premio que la corona, y así desaparece o se hace cada vez más borrosa la frontera que antes separaba de forma clara y distinta la juventud de la madurez adulta. De este modo la trayectoria juvenil se desnaturaliza, pues al perder su meta final de llegada deja de ser una carrera de lucha por la vida para convertirse en un viaje sin sentido que ya no conduce a puerto seguro. En consecuencia, la trayectoria entera pierde su trascendencia ulterior, se hace inmanente y se encierra en sí misma para caer en la autorreferencia circular, pudiendo prolongarse indefinidamente mediante el aplazamiento permanente de la emancipación familiar (Gil Calvo, 2005). Pero con ello la trayectoria también se desintegra, perdiendo como veremos su unidad interna tras liberar a sus elementos componentes. Lo cual convierte en autónomas e independientes a sus distintas fases de transición, que al desintegrarse se desconectan unas de otras y se enroscan en espiral para realimentarse a sí mismas como círculos a veces viciosos y otras virtuosos. Y con ello, la trayectoria entera deja de ser un medio al servicio de un fin superior (la futura inserción adulta, coincida ésta con la reproducción del estatus familiar o con el logro del éxito profesional) para convertirse en un fin en sí misma, que no sirve ni obedece a ninguna otra finalidad ulterior. En perspectiva funcionalista, la trayectoria juvenil debería ser un proceso que desempeña la función de programar la futura inserción adulta. Así sucedía con las trayectorias predeterminadas de la sociedad industrial, que ejercían la función de reproducir el estatus familiar de clase, o con las trayectorias autodeterminadas de la sociedad meritocrática, que ejercían la función de desarrollar una carrera profesional. Es lo que Merton llamaba socialización anticipada, en la medida en que las prácticas de entrenamiento realizadas durante la trayectoria juvenil predisponían para la futura ocupación de los estatus adultos, ya fueran éstos los mismos que sus progenitores o más elevados que ellos. Pero las actuales trayectorias juveniles ya no resultan funcionales porque ya no sirven a esa utilidad superior: ya no socializan anticipadamente porque ya no ejercen la función de predisponer a las y los jóvenes para la futura ocupación de los estatus adultos. Por el contrario, ahora las trayectorias juveniles sólo se sirven a sí mismas. No programan el futuro adulto sino el presente juvenil. No son funcionales (aunque tampoco necesariamente disfuncionales) para adquirir los futuros estatus adultos sino para ocupar los presentes estatus juveniles Y no socializan anticipada ni retrospectivamente sino actualmente: inmediatamente.
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Antes la juventud servía para hacerse adulto: era el precio a pagar para poder adquirir el derecho a serlo. Pero como ahora la juventud ya no sirve para hacerse adulto se renuncia al intento de conseguirlo, prefiriendo continuar siendo joven a cualquier precio. Ya no se busca salir de la juventud para alcanzar la anhelada madurez adulta sino sólo acomodarse a ella para perpetuarse indefinidamente en su gratificante continuidad. De este modo se pierde la necesaria tensión ética hacia la acción, que para Weber constituía el resorte dinámico motor del voluntarismo, la autorrealización y la construcción del destino futuro. Pero con ello se cae en la circularidad estacionaria y autorreferente, pues la juventud se ha convertido, como el arte, en un sacrificio gratuito (Bataille). Un lujo inútil, dispendioso y estéril, que no desempeña ninguna función relevante (al margen de su creciente contribución a la demanda de consumo) más que la de satisfacerse a sí misma continuamente. Y con ello la trayectoria juvenil deja de proyectarse como una flecha dirigida hacia el futuro para enroscarse como una pescadilla que se muerde la cola, dando lugar al modelo circular de trayectoria juvenil que sólo sabe dar vueltas sobre sí misma girando indefinidamente como un carrusel, una noria, una ruleta, una cinta de Moebius o una correa sin fin. Es la incierta rueda de la fortuna juvenil. Esta circularidad autosostenida puede conducir al desarrollo de círculos virtuosos de autocontemplación narcisista (de ahí la innovadora creatividad de las subculturas juveniles), pero también al encierro en círculos viciosos de contraproducentes efectos perversos. Y entre estos últimos destacan, además de las consabidas epidemias de violencia y autodestrucción (acoso escolar, bandas callejeras, terrorismo nihilista, toxicomanías, etc), otros defectos menos señalados como la caída de la nupcialidad y la fecundidad, la deserción de lo público y el déficit de participación cívica. Prácticas todas éstas que se rechazan para huir de la sacrificada responsabilidad adulta, prefiriendo refugiarse en dudosos paraísos artificiales con mimetismo mediático, consumismo posesivo, sexismo machista o afeminado y conformismo conservador.
3. Transiciones irrelevantes Podría decirse que la circularidad de las trayectorias ha dejado a las y los jóvenes sin estrategia de inserción adulta, ya que no parece aguardarles en el futuro ningún destino definido, lo que les priva de metas fijas u objetivos a conquistar. Y al carecer de estrategia futura, la juventud se refugia en el mero tacticismo, ensayando una tras otra las más diversas tácticas oportunistas que les permitan vivir al día mientras se adaptan al contexto presente más inmediato. Es entonces cuando impone su primacía el concepto de ‘transiciones’, entendidas como los sucesivos cambios transitorios que se suceden a lo largo de la trayectoria juvenil. Cambios de edad: infancia, adolescencia, primera juventud, madurez adulta… Cambios de nivel de estudios: escuela, instituto, universidad… Cambios de estatus laboral: búsqueda de primer empleo, trabajos iniciales, ascenso en la carrera profesional… Cambios amorosos: primeras relaciones, noviazgo, emparejamiento… Cambios domésticos: salida de casa, vivienda compartida, domicilio propio… En las trayectorias juveniles industriales y meritocráticas, estas transiciones estaban integradas en un todo continuo que les servía de hilo conductor
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y guía de referencia. De ahí que las transiciones fueran transitivas o consecuentes, en el sentido de que se sucedían unas a otras al ser cada una consecuencia de la anterior y antecedente de la próxima, constituyendo una secuencia de pasos necesarios que conducían progresivamente hacia la madurez adulta como si fueran los peldaños de una escalera ascendente. Mientras que ahora, al perder su sentido último que las integraba como un todo, las trayectorias se han hecho discontinuas y fragmentarias. Y en consecuencia las transiciones que las integraban como fases transitorias también se han hecho intransitivas o inconsecuentes, en la medida en que ya no dan paso las unas a las otras ni conducen hacia la futura inserción adulta. Por el contrario, ahora son autónomas e independientes entre sí, dejando de constituir los escalones necesarios para ascender la cuesta de la integración social. En efecto, las transiciones juveniles de la sociedad industrial y meritocrática estaban ordenadas en el tiempo de forma gradual, acumulativa y jerárquica, del mismo modo que también lo está la carrera escolar y académica que entonces les servía de columna vertebral: primero la enseñanza primaria, después la secundaria y por último la superior; y dentro de cada una de éstas, cada curso era la llave de ascenso hasta el siguiente y posterior. Pues bien, de igual modo, las transiciones juveniles componían una secuencia de etapas cuyo itinerario había de recorrerse en sentido ascendente sin posible marcha atrás: primero la formación académica (enseñanza y elección de carrera), después el empleo (inicio de la carrera profesional), luego el emparejamiento (noviazgo y matrimonio) y por fin la formación de familia (hogar y progenitura). Pero ahora esa secuencia temporal se ha roto y sus piezas pueden barajarse e intercambiarse casi de cualquier modo. Así ocurre sobre todo con la transición más simbólica de todas, por sus implicaciones fisiológicas, emocionales y reproductivas, que es el acceso a las relaciones sexuales. En las trayectorias juveniles de la sociedad industrial, la sexualidad adolescente estaba fuertemente reprimida, pues su acceso legítimo se posponía para reservarlo como premio final que coronaba el proceso, tras ser investido cada joven como adulto maduro. En efecto, las y los jóvenes sólo podían tener relaciones sexuales habituales cuando ya estaban casados. Es verdad que había grandes diferencias de género, pues las jóvenes no debían tenerlas nunca, porque ello amenazaba sus oportunidades de ascenso matrimonial, mientras que los jóvenes sí podían tener algunas relaciones precarias, esporádicas y clandestinas con sirvientas o prostitutas. De este modo, la represión de la sexualidad encelaba a toda la juventud, creando una tensión ética hacia la acción (Weber) que constituía un cebo, anzuelo o estímulo para la integración adulta: si se quería tener sexo legítimo habitual, había que esforzarse y hacer méritos para alcanzar el derecho a casarse y formar familia. Pues bien, esto ya no ocurre hoy. En la actualidad, la transición a la sexualidad se produce a cualquier edad, y desde luego a edades cada vez más prematuras, pero en todo caso se accede a ella con total independencia del estadio en que se hallen las demás transiciones escolares o laborales. De restringir la sexualidad como premio diferido para estimular los esfuerzos para obtenerla se ha pasado a liberalizarla permitiendo su acceso anticipado y gratuito. Entonces, ¿para qué luchar por merecer y conquistar el derecho a casarse, si ya se puede obtener gratificación sexual sin necesidad alguna de esforzarse? Así, la transición sexual ha dejado de ser la meta final de la
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trayectoria juvenil (tal como terminaba el final feliz de todos los cuentos: se casaron, fueron felices y comieron perdices) para convertirse en una de sus transiciones iniciales: pero una transición intransitiva, desconectada de las demás transiciones, que ya no posee la llave ni el estímulo de ninguna otra. Y una transición intrascendente, que ya no ejerce consecuencias decisivas, convertida como puro pasatiempo sexual en un juego de niños. A este proceso se le puede llamar intransitividad, entendiendo por ello la creciente irrelevancia de las transiciones juveniles, que ya no sirven, o sirven cada vez menos, de incentivo de acceso a las demás transiciones futuras. Este fenómeno es muy visible en la transición a la sexualidad, pero se produce también en las demás transiciones, como sucede por ejemplo con la formación educativa. En la sociedad meritocrática, era muy rentable esforzarse en superarla con éxito académico, pues las y los mejores estudiantes conseguían después los mejores puestos y más tarde las mejores parejas. Pero ya no ocurre así en igual medida. Como revela el ejemplo español de los mileuristas (becarios con excelencia académica que sólo acceden a puestos precarios), ahora los empleos y los salarios están cada vez más desconectados de los méritos académicos y profesionales: es el declive de la meritocracia denunciado por Sennett (2006). De ahí que crezca el abandono temprano de los estudios a todos los niveles, incluso antes de que concluya la escolaridad obligatoria, con grave retroceso de la formación profesional como revelan las abultadas cifras españolas o portuguesas (OCDE, 2008). Y esta nueva intransitividad de las transiciones genera también su regresividad, o cuando menos su reversibilidad. Antes, en la sociedad industrial, cada una de las transiciones conducía a la siguiente de forma necesaria, sin posible vuelta atrás. Por ejemplo, la transición del matrimonio conducía irreversiblemente desde el estado civil de soltera o soltero al de casada o casado, un nuevo estado civil que ya no se podía perder, pues al disolverse el matrimonio no se regresaba a la soltería sino que se ingresaba en la viudedad o el divorcio como ulterior estado civil. Y algo semejante ocurría con las titulaciones académicas. Al sacar una carrera se obtenía una salida profesional de por vida que ya no tenía vuelta atrás, pues la investidura como médico o ingeniero era irreversible y vitalicia. Pero ahora ya no ocurre lo mismo. El emparejamiento se ha hecho mucho menos trascendente, por no decir irrelevante, pues la cohabitación informal, que hoy se prefiere al matrimonio, apenas modifica el estado civil de los miembros de la pareja, como demuestra que cuando ésta se disuelve aquéllos vuelven a comportarse exactamente igual que las personas solteras, equivaliendo la viudedad, la separación o el divorcio a una especie de nueva soltería. Y con la titulación académica ocurre lo mismo, pues los diplomas actuales son ahora casi intrascendentes, dada la rapidez con que se devalúan y amortizan, en esta era de cambio tecnológico y formación continua en la que hay que reciclar la capacitación profesional constantemente. Pues si no se hace así, por muy ingeniero que uno sea, el empleo se pierde casi a la misma velocidad con que se pierden las parejas, y se regresa al estatus de parado o estudiante en vías de reconversión profesional. Todo lo cual ha privado de su antiguo dramatismo como lucha por la vida a las transiciones juveniles, que antes parecían cruciales, trascendentes y decisivas, porque en ellas se jugaba uno literalmente la vida, mientras que
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ahora parecen casi un juego de niños, de puro irrelevantes, fútiles o banales. De estar cargadas con la tensión dramática de la lucha por la vida han pasado a parecer meros pasatiempos, puro entretenimiento, casi una comedia o quizás una farsa, que se puede protagonizar con displicencia, escepticismo y mucha distancia crítica. Pues ¿quién se puede tomar en serio un itinerario juvenil cuyas etapas transitorias pueden trastocarse al azar sin temor a las posibles consecuencias, como si se barajasen las cartas y los palos de una baraja trucada?
4. Segregaciones emergentes La desintegración de la temporalidad juvenil también ha generado una nueva segregación entre las y los jóvenes, que al estar desclasados ahora ya no es de naturaleza social, como efecto de la división en clases, sino eminentemente cultural, como reflejo de la diversidad de temporalidades. Y al igual que cabía distinguir entre trayectorias de largo plazo y transiciones de corto plazo, también aquí podemos hablar de una segregación fuerte o dura frente a otras segregaciones blandas o débiles. La segregación fuerte es la que separa unas trayectorias de otras, en función de las llamadas ‘identidades culturales’ (sexo, raza, etnia, religión, territorio...), y las segregaciones débiles son las que diferencian unas transiciones de otras en función de las llamadas ‘tendencias’ o ‘estilos de vida’ (prácticas rituales, hábitos de consumo). Con respecto a las trayectorias, aparecen cuatro categorías derivadas de los tipos culturales de Mary Douglas (1998), en tanto que tipos ideales que resultan de cruzar dos variables dicotómicas: global/local (Nilan y Feixa, 2006; Beck, 2008) y móvil/inmóvil. La juventud global móvil es la que abandona su residencia de origen para iniciar trayectorias de larga distancia; ejemplo: pakistaníes que emigran al Reino Unido. La juventud global inmóvil es la que permaneciendo en su residencia de origen está culturalmente orientada por grupos de referencia global; ejemplo: militantes locales del movimiento altermundista (Gil Calvo, 2007). La juventud local móvil es la que logra emanciparse pronto en su medio social originario; ejemplo: nuevos profesionales urbanos. Y la juventud local inmóvil es la que no logra emanciparse permaneciendo anclada en la dependencia de su familia de origen; ejemplos: mileuristas subempleados pero también inmigrantes de segunda generación. Y con respecto a las transiciones, se recordará que, como resumí al comienzo, en la sociedad industrial estaban segregadas en función de la estructura de clases. Posteriormente, el Estado de bienestar permeabilizó la estratificación social mediante mecanismos de igualdad de oportunidades (tipo la enseñanza pública obligatoria) que facilitaron la movilidad ascendente. Como resultado, las transiciones juveniles comenzaron a asimilarse y homogeneizarse, para converger en un modelo común de cultura juvenil interclasista que se universalizó sin distinción de sexo, etnia, religión, nacionalidad o clase social. Pues bien, esa integración universal de la cultura juvenil se está fragmentando ahora, emergiendo por doquier una nueva segregación cuyas líneas divisorias (cleavages) ya no reflejan directamente la división en clases sociales, como sucedía en la vieja sociedad industrial, sino que están mediadas por la contraposición de diversos estilos de vida interclasistas, que ya no son universalistas (como el capital humano adquirido en la enseñanza) sino particularistas y relativistas. De ahí que se genere un inédito conflicto
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intercultural entre las identidades colectivas de las y los jóvenes, que se les adscriben de origen en función del sexo, la etnia, la religión o la nacionalidad. En este sentido, la reciente experiencia francesa resulta ejemplar, con acontecimientos tan relevantes como la polémica del velo (hiyab) en 2003 y el incendio de las banlieues en 2005, en la medida en que ambos pusieron de manifiesto la segregación cultural de la juventud franco musulmana de ambos sexos. Para explicar la influencia determinante de las identidades culturales se alega la sustitución post industrial del capitalismo productivo centrado en el trabajo, que determinaba la estratificación por clases sociales (propietarios contra asalariados), por el capitalismo consumista centrado en el ocio, que favorece la estratificación por estilos de vida (Hamilton, 2006). Así, la adquisición de la identidad personal por parte de las y los jóvenes ya no se realiza en función del empleo, la carrera laboral o la conciencia ideológica de clase sino en función del consumo diferencial de ciertos estilos de vida, provistos por el mercado, con los que se construye una identidad interclasista que está colectivamente segregada en clave sexual, racial, generacional, confesional o territorial. Pero con ser cierta en buena medida, esta interpretación no explica por qué las identidades culturales han de estar tan segregadas como ciertamente lo están (Hall y Gay, 2003). El desclasamiento de las y los jóvenes a causa de la desestructuración social, analizada al comienzo, sólo explica el debilitamiento del conflicto de clases, pero no su sustitución por un emergente conflicto de identidades. Por eso, para explicarlo tenemos que recurrir al fracaso relativo del Estado de bienestar, cuyas agencias creadoras de igualdad de oportunidades para la integración de las y los jóvenes, y entre ellas la enseñanza especialmente, se han revelado cada vez más incapaces de favorecer la movilidad ascendente. Como se dijo en Francia para explicar la explosión de las banlieues parisinas, lo que ha fracasado son los ‘ascensores sociales’ que debería proveer el Estado. Y en su defecto, la única movilidad ascendente que realmente funciona sólo puede realizarse a través del mercado de trabajo, generador de las crecientes desigualdades de capacidad adquisitiva que se manifiesta en la nueva segregación juvenil emergente. En definitiva, la causa de la segregación juvenil ya no reside en la estructura de clases, anulada por la escolarización y el desclasamiento, pero tampoco en un publicitado conflicto de identidades o ‘choque de civilizaciones’ que no es más que un síntoma externo que manifiesta otras patologías más profundas. ¿Cuáles son éstas?: el rendimiento diferencial del proceso de emancipación juvenil, que favorece a unos pocos en perjuicio de muchos otros y en detrimento de la mayoría. Hay que advertir que la emancipación juvenil depende de tres instituciones: la familia, el Estado y el mercado (Esping-Andersen, 2000). En la sociedad industrial, era la familia culturalmente homogénea pero estratificada por clase social la que dirigía el proceso de emancipación juvenil con el objetivo estratégico de lograr la reproducción de su patrimonio (Bourdieu, 2007). En la sociedad meritocrática, el Estado de bienestar igualó las oportunidades de emancipación de todas y todos los jóvenes mediante la universalización de la enseñanza. Pero fracasado el Estado de bienestar (que murió de éxito al masificar la enseñanza universal), ahora la familia regresa por sus fueros, como principal agencia determinante del rendimiento diferencial de la emancipación juvenil.
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Pero una familia estratificada no sólo por clase social (que sigue siendo determinante, aunque se haya desestructurado) sino ahora también por origen comunitario, dada la heterogénea diversidad cultural generada por la globalización. Hoy las clases trabajadoras están étnicamente divididas, y por eso el capital social de las familias ya no es de tipo universalista (confianza generalizada en todas las demás familias trabajadoras de su misma clase social) sino particularista, habiéndose fragmentado en compartimentos estancos o enclaves comunitarios a causa de la creciente desconfianza que se siente frente a las demás redes familiares de su misma clase social pero de origen foráneo. De ahí que sus hijas e hijos hereden y adquieran un capital social étnicamente segregado, integrándose en grupos de pares culturalmente homogéneos. Y algo muy semejante ocurre con las familias de clase media, como revela la creciente segregación social entre la enseñanza pública, étnicamente mixta, y la privada, confesionalmente homogénea. En este sentido, la experiencia española es muy reveladora. Antaño, las familias de clase media de orientación liberal, no practicante o progresista llevaban a sus hijas e hijos a la enseñanza pública (escuelas e institutos) porque era de mejor calidad aunque fuera interclasista. Pero actualmente, las familias de clase media están huyendo de la enseñanza pública para concentrar a sus hijas e hijos en los colegios privados, religiosos en su mayoría, cuya proporción de alumnas y alumnos está creciendo intensamente. Y no lo hacen por razones confesionales (pues la práctica religiosa está descendiendo sin cesar) sino por razones tanto sociales (clasismo) como culturales. Como saben que sus hijas e hijos van a tener dificultades de integración adulta, aunque sean laicos o progresistas prefieren llevarlos a colegios católicos porque están étnicamente limpios. Una práctica que arroja como resultado agregado una mucho mayor concentración de menores inmigrantes en la enseñanza pública, lo que redunda en perjuicio de su calidad educativa, dado el bajo nivel escolar de sus familias originarias. Así es como la pescadilla se muerde la cola, pues la consecuencia es que el sistema escolar segrega a la juventud discriminándola en función de su identidad cultural y de su origen familiar. Ahora bien, dado el desclasamiento estructural que se analizó al comienzo, la estructura familiar por sí sola no explica toda la creciente segregación juvenil. Es verdad que el origen familiar determina el rendimiento escolar diferencial de las y los jóvenes, según revelan los Informes Pisa. Y también es verdad que la estrategia de las familias consiste en proteger a sus hijas e hijos costeando sus diversas transiciones juveniles todo el tiempo que haga falta (Gil Calvo, 2002) y manteniéndolos preservados del contagio intercultural a fin de incrementar sus oportunidades de integración adulta. Pero el resultado final de la trayectoria juvenil ya no puede ser garantizado ni asegurado por las familias, como antes sucedía en el pasado industrial. Y como la familia ya no puede volver a decidir ni ser determinante, es ahora el mercado el que adquiere la primacía a la hora de discriminar el éxito y el fracaso de la emancipación juvenil. Un mercado tan desigual como la vieja familia clasista o la nueva familia multicultural, pero mucho más ciego, cruel, injusto, despiadado, volátil, imprevisible y discriminatorio que cualquier red familiar. Lo cual explica que las trayectorias juveniles hayan dejado de ser lineales, deterministas y teleológicas (aseguradas como estaban antes por las familias o por el Estado) para hacerse circulares, inciertas y contingentes, dado que
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al estar ya sólo determinadas por las coyunturales fuerzas del mercado se han convertido en un giratorio juego de azar que oscila al alza y la baja movido por la rueda de la fortuna. En consecuencia, las y los jóvenes dejan de obsesionarse por la búsqueda inalcanzable de un destino último cuyo control se les escapa y, como en la fábula de la zorra y las uvas, optan por adaptarse inmediatamente a lo que aquí y ahora encuentran a mano, que son las transitorias y ahora intrascendentes transiciones juveniles, para las que el mercado les provee con toda suerte de estilos de vida publicitados como signos de identidad banal. Y como las transiciones juveniles ya no son transitivas y consecuentes, sino que se han independizado unas de otras para hacerse autónomas y autosuficientes como si fueran experiencias intransferibles y autistas, ello explica que los signos de distinción y los estilos de vida con que se las identifica y confunde hayan pasado a ser barreras de segregación diferencial. El problema sin embargo es que muchas veces estos estilos de vida identificatorios dejan de ser instrumentos de adaptación a las transitorias transiciones y, tal como ocurre con los irreversibles tatuajes que se inscriben por juego en la piel, se convierten en marcas indelebles de un destino vicario que se adopta como sucedáneo de una emancipación imposible de alcanzar. Lo cual ocurre no sólo con las identidades patológicas (tribus urbanas, bandas criminales, organizaciones terroristas, sectas destructivas) sino con muchas otras prácticas compulsivas (alimentarias o rituales) y hábitos adictivos (modas, drogas, gadgets electrónicos y digitales), confirmando que hemos pasado de la alienación del trabajo denunciada por Marx a una nueva alienación del consumo tanto o más despersonalizadora que aquélla.
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DOCUMENTOS
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Salvador Giner. Universidad de Barcelona Oriol Homs. Fundación Centro de Iniciativas e Investigaciones Europeas en el Mediterráneo (1)
Jóvenes y vida activa: mercado e instituciones
La configuración de un nuevo modelo de juventud y su caracterización son los objetivos básicos de esta aportación. A base de la presentación de un amplio abanico de datos empíricos se obtienen nuevas evidencias de cuáles son las tendencias de cambio llevadas a cabo por la juventud tanto en relación al trabajo, como a la educación. Apoyando estos argumentos también se alude a los ámbitos del consumo de tecnología, hábitos de ocio y relaciones de pareja de la juventud española.
Palabras clave: juventud, tendencias sociales, desempleo, educación-trabajo.
I La juventud sigue acaparando la atención pública. Lo hace frecuentemente como si constituyera una masa humana homogénea. Los titulares en los medios de comunicación suelen hablar de ‘la juventud’ confundiendo así una edad con una clase o colectivo, cuando no se trata ni de una ni otra cosa. La sociología hace bien en distinguir cuidadosamente entre grupos, estamentos, estratos, clases, y lo que constituye una mera categoría social. La juventud, en toda su heterogénea composición, es una categoría. En cambio, la ‘juventud inmigrante marroquí’, las y los ‘jóvenes de clase media urbana’, las y los ’adolescentes vascos’, las y los ‘jóvenes en el paro en los barrios de Madrid’, y así sucesivamente, responden a colectividades más identificables. Además difieren lo suficientemente entre sí como para merecer una atención específica y distinta en cada caso. No obstante, y como es natural, las y los jóvenes son objeto de un gran número de comentarios y de preocupaciones por parte de la población adulta. El hecho bruto es que ‘las y los jóvenes’ siguen apareciendo como un colectivo problemático, que constantemente sorprende y que cualquier acontecimiento desagradable protagonizado por uno o algunos de ellos desata las alarmas sociales, fundada o infundadamente. Y ello no sólo en Europa y Norteamérica, sino en muchas regiones del mundo. Sin ir más lejos, la América Central y México, o todo el Norte de África. (1) Agradecemos a Joan Gay la colaboración en la recopilación de la información y de los datos utilizados en este artículo.
En las observaciones que siguen, a pesar de estar muy conscientes de las notables variedades de las diversas juventudes, haremos cierta abstracción de ellas, e intentaremos responder a esa preocupación ‘unitaria’ por la situación de esa categoría a la que la imaginación ciudadana atribuye la cohesión de
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un colectivo identificable y homogéneo. E intentaremos relacionarla con su integración en el mundo del trabajo y la ocupación, dejando de lado otras facetas de su imbricación en la sociedad a la que pertenecen. Partamos del supuesto, ampliamente aceptado de que ‘la juventud’ está en situación crítica o problemática. Cabría entonces preguntarse por la naturaleza de la aparentemente perenne crisis social de la juventud o provocada por ella. Habría primero que definirla y saber a qué atenerse cuando de ella se habla. ¿Se trata de una reacción propia de cualquier época, de la sociedad adulta, ante la fuerza vital renovadora de cada nueva generación que intenta hacerse su lugar en la sociedad? Es decir, ¿podemos responder a ella con los argumentos clásicos de los filósofos sociales de los tiempos? O, más bien, ¿se han producido mudanzas en los procesos de socialización de las nuevas generaciones que problematizan la incorporación de las y los jóvenes a la sociedad adulta? ¿Se trata, alternativamente, de que el conjunto de la sociedad está sufriendo cambios que afectan a las relaciones sociales y que las y los jóvenes los sufren más intensamente por vivir de lleno su desarrollo? Pensamos que la correcta formulación de estas preguntas ayudaría a encontrar las respuestas necesarias. La sociología debe enfrentarse siempre, y por definición, a objetos de estudio en constante mutación. En el caso de la juventud, su análisis se hace aún más complejo a causa de los radicales cambios que afectan a las y los jóvenes por el mismo hecho de serlo. Sin pretender abarcar toda la problemática de la juventud ni intentar encontrar la respuesta a todos los interrogantes planteados, en este ensayo señalaremos algunos de los cambios acaecidos entre las y los jóvenes, en los últimos 30 años, concentrándonos en la relación educación–trabajo para explicar algunas de las variables que ayudan a entender algunos de los problemas identificados y la necesidad de tomar conciencia de sus repercusiones sociales. Está universalmente aceptado que ninguna sociedad que aprecie conseguir un nivel de bienestar y de cohesión social mínimo para ofrecer felicidad a su población es compatible con niveles altos de conflicto entre su población joven. La ‘juventud conflictiva’ si lo es en exceso y volumen se considera como un mal social grave, tanto para su propia condición como para el resto de la sociedad, que se siente amenazada o la percibe como un elemento de peligro y desestabilización. (Con las consecuencias desagradables que ello comporta: exigencias de ‘mano dura’ o represiva contra las y los jóvenes díscolos, levantiscos o presuntamente delincuentes, y demás actitudes represivas en ciertos ambientes influyentes.)
II En España, desde la generación hija del boom demográfico de los años 60 a la generación del envejecimiento se produce una mudanza de contexto vital y colectivo que caracteriza a las generaciones actuales. Así, en los años 70 las y los jóvenes de 15 a 29 años representaban un 22,03% del total de la población, casi 40 años después, en 2008 este porcentaje ha bajado al 19,30%. (Nada puede contrastar más con zonas vecinas, como son las de la orilla Sur del Mediterráneo, donde la situación es inversa, y afecta al revés, vía emigración, a nuestra población joven global.) Naturalmente, no sólo se trata de una cuestión de volumen. También entran en ella profundos cambios en los
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procesos de socialización, con la aparición de nuevas mentalidades juveniles y actitudes ante la vida, el trabajo y el ocio. Durante la primera mitad del siglo XX la socialización de la juventud corría a cargo de la familia, el pueblo o barrio, la escuela, las iglesias, el trabajo, el ejército. A principios del siglo XXI corre a cargo, de la familia, los amigos, la escuela, el mercado a través del consumo, así como de los medios de comunicación e Internet. En muchísimos casos –como ha demostrado una y otra vez la indagación sociológica– la socialización a través de los grupos, peñas y ‘tribus’ juveniles es más intensa que la de la propia familia, lo cual introduce un cambio cualitativo en todo el panorama.
Tabla 1. Evolución población joven Edad
1970
1991
1998
2005
2008
15-19 años
2.709.330
3.339.572
2.932.132
2.371.423
2.354.504
20-24 años
2.548.782
3.237.363
3.353.108
3.031.633
2.839.138
25-29 años
2.239.532
3.104.329
3.254.698
3.842.364
3.714.625
Total jóvenes
7.497.644
9.681.264
9.539.938
9.245.420
8.908.267
34.040.989
38.872.268
39.852.650
44.108.530
46.157.822
Total población
Fuente: INE Nota: Los datos referidos a 1970 y 1991 son censales y los de los años 1998, 2005, 2008 corresponden a la renovación del padrón municipal, por lo que no son directamente comparables.
El conjunto de la sociedad ha cambiado no menos profundamente. Desde una sociedad tradicional, estructurada entorno a la disciplina industrial y agrícola-rural de principios del siglo XX, siempre bajo el influjo de valores de clase y religiosos, supeditada a límites de escasez aguda en bienes y recursos, hemos pasado a una sociedad abierta, laica, en la que el mercado ha ampliado su ámbito de influencia, centrada en los valores del individuo como eje básico, y del consumo como fundamento de la identidad, organizada en entornos urbanos y de producción de servicios. Así pues estamos ante nuevas vías de socialización de las nuevas generaciones en una sociedad en rápida transformación de sus bases sociales, con la superación de la modernidad industrial hacia una sociedad del conocimiento cuya modernidad aún queda por definir y consolidar. Es mucha mudanza para ser vivida sin conflicto y sin la desorientación de una sociedad adulta que intenta adaptarse a los nuevos contextos y que no sabe cómo transmitir pautas sociales claras en las que encuadrar e integrar la fuerza vital de las nuevas generaciones, las cuales intuyen y se adaptan mejor a los nuevos tiempos antes que la sociedad adulta haya sintetizado y consensuado los criterios de su socialización. Así pues todos, adultos y jóvenes, están aprendiendo y experimentando como vivir colectivamente la nueva sociedad que se construye a pasos agigantados. No es pues de extrañar que los factores clásicos de socialización hayan reducido su capacidad de socialización, o que las y los jóvenes adopten una actitud de recepción distante deconstruyendo y reconstruyendo, desde sus experiencias, principalmente, lo que los agentes tradicionales de socialización les intentan transmitir. De esta manera generan una construcción personal,
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que desde la perspectiva de los agentes de socialización tradicionales puede ser vista como incoherente, fragmentaria, heterodoxa, pero que para las y los jóvenes tiene la virtualidad de ser propias y a menudo con una coherencia interna difícil de percibir desde fuera, tal y como ha señalado Javier Elzo. Del trabajo a la escuela, ésta ha sido la trayectoria histórica que han recorrido las generaciones pasadas y que ahora toca reconstruir en sentido contrario para las nuevas generaciones, después de uno de los avances sociales más logrados del siglo XX, la escolarización masiva de las y los jóvenes, obteniendo unos niveles de educación nunca conseguidos anteriormente.
III El trabajo ya no es parte necesaria de la vida de las y los jóvenes En un pasado afortunadamente lejano, para los países desarrollados, los niños/as y las y los adolescentes, muchos de ellos entorno a los 8 años, incluso antes, se iniciaban en las actividades laborales. Esa edad ha ido remitiendo progresivamente durante todo el siglo XX, de forma que en la mitad de los años 70 solamente algo más de la mitad de la población de 16 a 19 años era activa en el mercado de trabajo. Pero la crisis económica y del empleo, del 77 hasta el 86, entre otros efectos, ocasionó una retirada del mercado laboral de un gran número de jóvenes adolescentes, completando dicha evolución histórica y consolidando un nuevo modelo social en el que las y los jóvenes hasta edades mucho más tardías (25-29 años) no se incorporan de forma completa al mercado de trabajo. En 2009 sólo el 66% de los jóvenes de 20 a 24 años eran activos y uno de cada cuatro de 16 a 19 años estaba en el mercado de trabajo. Esa exclusión acelerada del mercado de trabajo afectó a varias generaciones de jóvenes y ha marcado profundamente las condiciones sociales y la cultura de transición a la vida activa. Esa tendencia se reinvirtió a finales de los 90 y en la década posterior, debido al gran crecimiento del empleo, pero con la crisis actual ha vuelto a aparecer el fenómeno de la retirada de los adolescentes jóvenes del mercado de trabajo hasta mínimos históricos. Algunos datos sobre la relación de adolescentes y jóvenes con el mercado de trabajo aportan información sobre la situación de las y los jóvenes respecto al empleo. Comparando la situación en 1977 antes de la crisis de reestructuración del orden productivo industrial con la actual se vislumbra un cambio radical. Así, la incorporación de las y los jóvenes al trabajo en 1977, se desarrollaba en un contexto de bajas tasas de paro (4,78%) y baja tasa de actividad (51,42%) y de empleo (48,97%), con mercados laborales de una gran informalidad y aún con muchos españoles trabajando en el extranjero. En ese contexto los jóvenes adolescentes trabajaban casi como sus mayores (sólo 3 puntos de diferencia en la tasa de empleo). Casi la mitad de los jóvenes adolescentes de 16 a 19 años estaban empleados (45,71%) y la tasa de paro era de un 13,62%, nueve puntos por encima de la población total. Pero ya empezaba a dibujarse uno de los profundos cambios que deberían producirse en los años posteriores, la incorporación de la mujer al mercado laboral. A esas edades los chicos tenían una tasa de actividad y de empleo muy inferiores a los de la población total mientras que las chicas tenían unas tasas muy superiores.
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Tabla 2. Tasas de actividad por edades y sexo Años y edades
Total
H
M
T
Tasa actividad
H
M
T
Tasa empleo
H
M
Tasa paro
1977 Total población
51,42
76,94
27,78
48,97
73,33
26,39
4,78
4,70
4,99
16-19 años
52,91
59,32
46,36
45,71
51,51
39,77
13,62
13,16
14,22
20-24 años
57,56
62,50
52,54
52,38
56,70
47,98
9,00
9,27
8,67
1987 Total población
50,06
69,51
31,83
39,95
58,01
23,02
20,20
16,55
27,69
16-19 años
38,32
39,55
37,03
19,31
21,68
16,84
49,60
45,19
54,53
20-24 años
65,13
70,75
59,35
38,92
45,92
31,71
40,25
35,10
46,56
25-29 años
74,87
91,92
57,80
56,05
72,10
39,78
25,24
21,56
31,16
Total población
51,45
64,94
38,70
40,79
54,48
27,86
20,72
16,11
28,03
16-19 años
23,68
26,32
20,91
11,60
14,51
8,54
51,02
44,86
59,16
20-24 años
58,40
61,67
54,99
37,59
43,06
31,89
35,63
30,17
42,01
25-29 años
81,53
88,95
73,87
60,03
69,94
49,80
26,37
21,37
32,60
Total población
58,86
69,33
48,78
54,18
65,09
43,66
7,95
6,10
10,49
16-19 años
30,30
35,83
24,34
21,47
27,21
15,41
29,13
24,28
36,70
20-24 años
66,75
75,52
61,75
56,79
62,80
50,48
14,93
12,18
18,26
25-29 años
85,85
90,76
80,61
78,75
84,62
72,49
8,27
6,76
10,07
Total población
59,76
69,64
50,25
53,52
63,32
44,08
10,44
9,07
12,28
16-19 años
29,37
32,70
25,84
17,29
21,13
13,22
41,13
35,38
48,83
20-24 años
67,49
71,87
62,93
54,75
58,78
50,55
18,88
18,22
19,66
25-29 años
86,45
90,29
82,38
75,98
79,63
72,11
12,11
11,81
12,46
Total población
60,06
68,89
51,55
49,29
56,75
42,11
17,92
17,62
18,31
16-19 años
25,56
30,17
20,68
11,17
13,04
9,19
56,31
56,79
55,57
20-24 años
66,21
68,84
62,42
44,11
45,44
42,73
33,37
34,94
31,55
25-29 años
86,16
89,36
82,78
67,89
69,21
66,50
21,20
22,55
19,66
1997
2007
2008
2009
Fuente: INE-EPA II Trim. Nota: En 1995 y en 2005 hubo rupturas de la serie de la EPA por lo que las cifras no son estrictamente comparables en su detalle.
Entre las y los jóvenes de 20 a 24 años el comportamiento era parecido, tasas de actividad y de empleo superiores a las de la población total y más de la mitad estaban empleados, más que en el conjunto de la población. Es decir, el
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empleo se basaba en el trabajo de los jóvenes y especialmente en la creciente incorporación de las chicas al empleo. La diferencia entre sexos se mantenía en la franja de los 20 a 24 años. Los jóvenes con tasas inferiores a la población total y las jóvenes con tasas muy superiores. Incluso la tasa de paro de las jóvenes era algo inferior a la de los jóvenes. Era el modelo de la progresiva socialización de las chicas a través del trabajo y la decreciente socialización a través del trabajo de los chicos. Pero en todo caso, entorno a la mitad de los jóvenes y adolescentes tenían una actividad laboral, un porcentaje similar al de la población adulta. La reestructuración de la industria española con fuerte impacto en el empleo durará unos 20 años, hasta que no se superen los niveles de empleo de 1976, y afectará de forma definitiva a las pautas de los decenios anteriores La situación en 2009 ha cambiado radicalmente. Con unas tasas superiores a 1977 de actividad total, inferiores entre los hombres y muy superiores entre las mujeres, con unas tasas de empleo casi iguales, muy inferiores entre los hombres y muy superiores entre las mujeres, y con unas tasas de paro casi iguales que antaño entre hombres y mujeres, pero muy superiores en ambos casos de las de la década de los 70. En este contexto las y los jóvenes adolescentes de 16 a 19 años han desaparecido del empleo, ya sólo uno de cada 10 jóvenes están empleados (13,04% en el caso de los chicos y 9,19% en el de las chicas). Entre los jóvenes de 20 a 24 años las tasas de actividad son superiores a las de los años 70, pero las de empleo son inferiores tanto para hombres como mujeres, sin embargo las tasas de paro se han triplicado. Uno de cada tres jóvenes activos está en paro, algo más para los hombres que para las mujeres. Al entrar en 2010 el empleo cubre solamente el 30,77% de las y los jóvenes menores de 25 años, prácticamente uno de cada tres, y entre ellos el paro sube al 38,15% de la población activa de esa misma edad, más del doble del paro de la población total. Mientras tanto ha sucedido un gran cambio en las condiciones de la transición de las y los jóvenes en su incorporación a la vida activa en esos treinta años, en los que se cruzan varias tendencias. Por una parte, una larga crisis de empleo de 20 años, que no se supera definitivamente hasta 1996 al sobrepasar los niveles de empleo de 1976. Por otra, una crisis demográfica, con una fuerte reducción de la tasa de natalidad a partir de la segunda mitad de los años 70 y que impacta en el mercado de trabajo hacia finales del siglo XX con una fuerte reducción de las y los jóvenes que se incorporan al mercado de trabajo. Por otra parte, una tendencia a la reducción de la actividad laboral masculina y un fuerte incremento de la incorporación de las mujeres al mercado de trabajo. Finalmente una tendencia a la retirada de adolescentes del mercado de trabajo y de los hombres jóvenes pero no tanto de las mujeres jóvenes. La incorporación de jóvenes al mercado de trabajo cada vez es más igualitaria entre hombres y mujeres. Los datos muestran que el mercado laboral ya no requiere el trabajo de jóvenes adolescentes y cada vez menos el de jóvenes de más de 20 años. Pero adolescentes y jóvenes se resisten a retirarse del mercado de trabajo. Entre 1997 y 2007 en pleno ciclo expansivo las tasas de empleo de las y los adolescentes de 16 a 19 años se han doblado y las tasas de actividad han aumentado fuertemente. Cuando el mercado laboral los necesita debido a un período expansivo y con restricciones de oferta de población en edad
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≥ Diciembre 09 l nº 87
de trabajar (1996-2007), los moviliza y las y los jóvenes se dejan movilizar, especialmente los jóvenes varones y de más de 20 años. Ello significaría que el nuevo modo de incorporación de jóvenes al mercado de trabajo no está tan consolidado como pudiera parecer. Uno de cada cinco jóvenes de 16 a 19 y aproximadamente la mitad de los de 20 a 24 son potencialmente movilizables para el empleo si el mercado de trabajo los requiere, y uno de cada diez jóvenes de 16 a 19 años están permanentemente empleados sea cual sea el ciclo económico, y entorno a un 40% de los de 20 a 24 años. Ese dato es sumamente importante para relacionarlo con la otra variable que se comentará más adelante, ¿qué hacen las y los jóvenes sino están en el mercado de trabajo? Antes de pasar a examinar la variable educativa, conviene recordar que no es menester entretenerse en este punto porque ya es de sobras conocido, que la incorporación de las y los jóvenes al mercado de trabajo se produce en condiciones de elevada flexibilidad laboral con empleos poco estables y normalmente en niveles más bajos de cualificación de los que corresponden a sus niveles formativos. Todos los indicadores apuntan a que las y los jóvenes entran “por debajo” en el mercado de trabajo, es decir la puerta de entrada al trabajo no es muy atractiva después de largos años de inversión en su preparación formativa y de cualificación. Aunque luego muchos consigan superar esa fase y alcancen niveles que corresponden a su inversión educativa y se muestran relativamente satisfechos de ello, otros no llegan a tal meta y se sienten profundamente frustrados. La inclinación, confirmada en diciembre de 2009, pero apuntada un año antes para algunas áreas, como Cataluña, de que uno de cada cinco jóvenes en el paro aspiran a ser funcionarios no hace sino confirmar los efectos colaterales de esa frustración, que aumenta su sensación de riesgo ante el mercado laboral e inclina a la búsqueda de empleos seguros. Tabla 3. Jornada laboral por edad de la población ocupada, porcentajes (IIº Trim. 09) Completa
Parcial
87,06
12,94
Ambos sexos Total De 16 a 19 años
61,11
38,89
De 20 a 24 años
76,84
23,16
De 25 a 29 años
87,23
12,78
Varones Total
95,21
4,79
De 16 a 19 años
69,99
30,09
De 20 a 24 años
84,85
15,14
De 25 a 29 años
92,93
7,07
Mujeres Total
76,49
23,51
De 16 a 19 años
47,79
52,08
De 20 a 24 años
67,95
32,07
De 25 a 29 años
80,97
19,03
Fuente: INE-EPA
Reflexiones sobre la juventud del siglo XXI
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La incorporación de las y los jóvenes al mercado laboral se realiza de forma parcial. Obtienen progresivamente la dedicación completa al mismo nivel de los adultos, para los hombres más allá de los 29 años y antes para las mujeres. Respecto al tipo de contrato la gran mayoría de jóvenes empiezan con un contrato temporal que va convirtiéndose progresivamente en fijo pero que no adquieren la misma proporción que para el conjunto de la población pasados los 29 años tanto para hombres como mujeres. Es decir, se entra al mercado de trabajo con niveles de elevada precariedad que va reduciéndose con el paso de los años y la veteranía en el empleo, hasta niveles parecidos a los de la población general entorno a los 30 años, con un grado de aceptación general relativa pero con un porcentaje de insatisfacción que es comparable con el colectivo de población que no llega a conseguir superar las condiciones precarias de ingreso.
Tabla 4. Contrato laboral por edad de la población asalariada, porcentajes (IIº Trim. 09) Indefinido
Temporal
Ambos sexos Total
74,76
25,24
De 16 a 19 años
30,64
69,36
De 20 a 24 años
48,28
51,73
De 25 a 29 años
62,32
37,68
76,21
23,79
Varones Total De 16 a 19 años
29,93
70,07
De 20 a 24 años
50,34
49,68
De 25 a 29 años
62,31
37,69
Mujeres Total
73,04
26,96
De 16 a 19 años
31,59
68,41
De 20 a 24 años
46,06
53,94
De 25 a 29 años
62,34
37,66
Fuente: INE-EPA
Tabla 5. Porcentaje de población ocupada según el grado de satisfacción en el trabajo, por nivel de formación. Año 2007 TOTAL
Menos que primarios
Primarios
Secundarios
Universitarios
100,0
100,0
100,0
100,0
100,0
Muy satisfecho
21,0
23,1
20,3
20,0
23,6
Satisfecho
49,6
38,9
44,2
50,5
53,2
Ni insatisfecho/ ni satisfecho
26,5
34,0
31,0
26,9
21,0
2,9
3,9
4,5
2,5
2,1
TOTAL
Muy insatisfecho/ insatisfecho
Fuente: Encuesta de calidad de vida en el trabajo. Ministerio de Trabajo e Inmigración.
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IV Crecimiento del capital humano juvenil La universalización y la prolongación obligatoria de la escolarización hasta los 16 años y la presión para que las y los jóvenes continúen con las enseñanzas post-obligatorias de forma generalizada ha sido la fórmula para encuadrar socialmente a las y los jóvenes durante su largo proceso de aprendizaje para preparase para unos requerimientos de cualificación mucho más elevados que en épocas anteriores. (Hacemos aquí abstracción de la crucial noción de la calidad de la enseñanza, y somos conscientes que el aumento rápido de escolarización suele ir a la zaga del aumento en calidad, pero no tanto que no sean significativas las cifras finales por lo que se refiere al aumento de capital humano.) La Ley General de Educación del año 1970, y posteriormente la LOGSE de 1990, fueron los dos hitos que impulsaron la generalización de la escolarización, primero hasta los 14 años y luego hasta los 16 años y más.
Tabla 6. Evolución de las tasas netas de escolarización Total
Hombres
Mujeres
Total
16 años
Hombres
Mujeres
19 años
1986-87
60,6
61,9
59,2
33,3
31,9
34,7
1991-92
74,9
72,1
77,9
44,4
40,4
48,9
1996-97
82,6
80,4
84,8
54,0
49,6
61,2
2001-02
88,0
85,3
91,0
53,3
47,5
59,5
2006-07
87,6
84,8
90,6
53,7
47,2
60,5
2007-08
88,5
86,2
90,9
Fuente: Cifras de la Educación en España. Estadísticas e Indicadores. Varias ediciones. Ministerio de Educación
Sólo en las dos últimas décadas se ha pasado de una tasa de escolarización a los 16 años del 60% al 88% de la población y al 90% en el caso de las chicas, y de un tercio de jóvenes escolarizados a los 19 años a algo más de la mitad, y en el caso de las chicas casi dos tercios del total. Es cierto que aún queda camino por recorrer para alcanzar los objetivos de escolarización total hasta los 16 años o el objetivo europeo de Lisboa de que el 80% de la población alcance como mínimo la educación secundaria, pero los avances en las últimas décadas han sido notorios. Estos avances han repercutido en el nivel general de educación de la población en la que el 42,92% de la población de 16 años o más ha conseguido un nivel de secundaria completa post-obligatoria, o que entre la población ocupada de 25 a 64 años, el 59,42% haya conseguido el mismo nivel educativo. Los cambios respecto a las generaciones anteriores son de gran alcance. Entre la población de 55 años o más solamente el 19,82% ha conseguido un nivel educativo similar. Ahora bien, el modelo de socialización escolarizada de la juventud presenta algunos rasgos que deben ser objeto de reflexión: su carácter obligatorio, las limitaciones del modelo y su convivencia con el desarrollo de las nuevas
Reflexiones sobre la juventud del siglo XXI
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Tabla 7. Nivel de educación de la población de 16 o más años por grupos de edad (IIT09) Ambos sexos Total
16-34
55 +
100,00
100,00
100,00
2,32
0,63
5,40
Educación primaria
29,53
11,50
62,23
Primera etapa de educación secundaria
25,24
32,12
12,55
Enseñanzas del bachillerato
13,24
19,29
5,81
Formación profesional de grado medio y superior
13,46
18,13
5,17
Enseñanzas superiores
16,22
18,34
8,84
Total Analfabetos
Fuente: INE-EPA
tecnologías y con los comportamientos consumistas bajo la presión de un mercado en expansión. La obligatoriedad de la educación básica obedece al consenso de que este nivel de educación, hoy fijado en la educación secundaria obligatoria (ESO), constituye el nivel mínimo de educación que todo ciudadano necesita para poder desenvolverse en su vida profesional y social y que al mismo tiempo es el nivel de educación que la sociedad requiere de toda su población para alcanzar objetivos de funcionamiento normal de la propia sociedad. Por otra parte, también se pretende asegurar que las y los jóvenes se hallen bajo una tutela institucional cuando ni la organización empresarial del trabajo ni la familia puede asegurarla por sus propios medios. En la medida que dicha obligación se alarga y penetra en tramos de edad en los que las y los jóvenes ya gozan de niveles de autonomía personal y de libertad de acción considerables, la vivencia de la obligatoriedad educativa deviene conflictiva sino va acompañada de una profunda convicción de su interés y necesidad, como una opción personal, y sino encuentra satisfacción a sus expectativas e intereses. En todos los países desarrollados, la escolarización de las y los jóvenes a partir de los 12 años genera tensiones a las que las y los docentes y la institución escolar tratan de afrontar de la mejor manera posible. Junto a todo ello, y a pesar de los avances, una parte muy considerable de la juventud no acaba de encajar en el sistema de escolarización, como se constata por su abandono o por no obtener las acreditaciones mínimas de la educación obligatoria, así como también por no proseguir estudios postobligatorios. La tasa de idoneidad a los 15 años en el curso 2006-07 era de 57,4% de los alumnos. El 22,63% de los alumnos matriculados en el cuarto curso de ESO en el curso 2008-09 no terminó sus estudios. El abandono temprano de jóvenes de 18 a 24 años que no han completado la educación secundaria y que no sigue otro tipo de estudios o formación en el año 2007 era del 31%. El porcentaje de población entre 20-24 años que ha completado como mínimo el nivel de la segunda etapa de secundaria en el año 2007 era solamente del 61,1%. El 9,1% de las y los jóvenes de 16 a 19 años no están empleados ni están cursando ningún tipo de estudios.
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Esas cifras son suficientemente elocuentes como para identificar que a pesar de la repercusión beneficiosa de la escolarización alargada de las y los jóvenes, aparecen limitaciones para porciones significativas de la población para los que el modelo no acaba de ofrecer los resultados esperados. Cabría entonces preguntarse si se trata de un problema de progresiva adaptación de la totalidad del población al modelo de escolarización alargada, por lo tanto de necesidad de dejar pasar un mayor tiempo de adaptación de ciertos colectivos que presentan mayores dificultades ante el modelo debido a variables contextuales (culturales, familiares, económicas, sociales…) o personales. La diferencia de los indicadores presentados con el resto de los países europeos, podría afianzar esta hipótesis. Pero las dificultades que experimentan también estos países con variables contextuales más positivas en reducir las disfunciones del modelo de escolarización y las resistencias observadas en ciertos colectivos de adolescentes y jóvenes apuntarían hacia las limitaciones del propio modelo o como mínimo a la forma de su organización y funcionamiento. Junto a las consideraciones anteriores es menester atender al contexto actual de fuerte penetración de las nuevas tecnologías en los medios juveniles, lo que les permite un acceso a la información y al conocimiento que hasta épocas recientes solamente la escuela podría ofrecer, o como mínimo, la escuela era el lugar más idóneo para acceder a este tipo de información y conocimiento. El 96% de las y los jóvenes entre los 15 y los 29 años posee teléfono móvil. El uso personalizado de la tecnología tiene en el teléfono móvil su paradigma en el que la disponibilidad, privacidad e intimidad se articulan permanentemente.
Tabla 8. Uso de las TIC entre 16 y 24 años. 2008 Han utilizado el ordenador en los últimos tres meses
92%
Han usado Internet en los últimos tres meses
90%
Han usado Internet una vez por semana
82%
Han realizado compras por Internet
18%
Utilización del correo electrónico
62%
Descargas de programas
51% música
Búsqueda de estudios o formación
32%
Tienen móvil
98%
Fuente: Informe Juventud en España 2008 y Adolescentes y jóvenes en la red: Factores de oportunidad.
Las actividades a través de la red están activando nuevas formas de relaciones y afectividades personales. Casi 6 de cada 10 jóvenes varones y 5 de cada 10 mujeres manifiestan haber iniciado relaciones por Internet. El 67,3% de la juventud emplea Internet para aprender de forma regular o en todo momento, y también para la búsqueda de empleo. La juventud ha integrado Internet en sus vidas, mucho más allá de las funciones recreativas con las que tal relación suele asociarse. Las y los jóvenes valoran de Internet el sentirse parte de algo y la oportunidad de relacionarse sin impedimentos. La red les da un sentimiento de poder y
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la capacidad de poder autorregularse y modular su tiempo. Adolescentes y jóvenes a través de Internet consiguen una apropiación simbólica de una realidad con la que identificarse y sentirse parte del grupo generacional, y de paso del mundo. Las y los jóvenes mantienen unas pautas concretas de uso de Internet, que describen nuevos patrones de ocio, ligado a la relación la asociación y la socialización y de acercamiento a la formación y a la búsqueda de empleo. Estas pautas dan lugar a nuevas costumbres generalizadas, caracterizadas por la simplificación, la automatización lúdica y la estandarización de tareas que las TIC imprimen, junto con una valoración del tiempo libre “a la carta”, la educación integral (intercultural, multimedia, interdisciplinar e interactiva) y el trabajo en red, más interactivo, personalizado, independiente y creativo, como forma de realización en un mundo interdependiente que afecta directamente a los comportamientos y a su relación con el entorno escolar. En cuarto lugar, habría que añadir los comportamientos de ocio y consumo bajo la presión de un mercado que ha descubierto en los jóvenes uno de sus franjas más expansivas. La juventud suele idealizar el consumo como forma de realización personal y como forma de relacionarse socialmente en mayor medida que otros grupos de edades. El consumo permite sentirse integrados en el grupo, independientemente de su situación económica y de su percepción sobre la crisis. En esta “sociedad de riesgo”, todo es transitorio y perecedero y el consumo actúa como refugio de la inseguridad. De esta manera se llega a una contradicción entre la necesidad de gastar y las dificultades que encuentran para satisfacer sus necesidades de consumo. Hoy entre las y los jóvenes, el elemento vertebrador de las identidades en su posicionamiento en el consumo de ocio y mucho menos en el trabajo, como ya se ha visto, en comparación con otras épocas en las que para el mismo grupo de edad, desempeña un papel mucho más destacado.
V La nueva relación educación-trabajo Si el trabajo deja de ser una vía fundamental de socialización para las y los jóvenes, y la escolarización alargada presenta limitaciones para sectores significativos de la juventud, hay que plantearse cómo afrontar la necesidad de aumentar mucho más los niveles de educación de los jóvenes para hacer frente a los retos de una sociedad y una economía más exigente en términos de cualificación. En nuestro análisis hemos constatado una transformación de la juventud española tanto en lo que se refiere a su composición interna como en su relación dentro de la estructura general del mercado de trabajo. La primera depende ahora en gran medida de unos procesos universales de escolarización y aprendizaje aunque sean aún desiguales según regiones, clases, y lugares, si bien la reducción de la heterogeneidad geográfica ha sido muy considerable, y los procesos de urbanización, entre otros, han afectado a toda la sociedad. Nos encontramos ante una bifurcación. Como hemos visto, por un lado aumenta, con todas las matizaciones y salvedades necesarias, el nivel de
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cualificación, aprendizaje y educación especializadas de muchos jóvenes. Por otro, el mercado no requiere de esta mano de obra especializada hasta edades superiores a los 20-25 años, salvo en proporciones muy reducidas. Ante esta situación caben dos opciones distintas. Una, la que se está practicando en la actualidad, aceptando la situación del retraso de la incorporación de las y los jóvenes al mercado de trabajo, considerándolo como un déficit del mercado, deseando que algún día el mercado pueda requerir la mano de obra juvenil y mientras tanto motivar y orientar a las y los jóvenes a alargar su escolarización para completar al máximo su cualificación inicial, llegando como algunos recientemente han propuesto a alargar la obligatoriedad escolar hasta los 18 años, a sabiendas que se presentan dificultades reales de conseguir este objetivo para el conjunto de las generaciones jóvenes. Esta opción concuerda, y está estrechamente relacionada, con la generación de un ámbito social juvenil que se retroalimenta asimismo, con fuertes dosis de consumismo y tecnología que se desarrolla prioritariamente en un hábitat escolarizado. Esa “burbuja juvenil” es vivida ambiguamente por las y los jóvenes, por un lado como una situación ampliamente gratificante, por los elevados grados de libertad que permite, y por otra como frustrante por el alejamiento progresivo de las oportunidades para ejercitar sus capacidades acumuladas. La transición a la vida activa se vive con ansiedad y preocupación y depende de la lógica del mercado. La socialización de las y los jóvenes transcurre conviviendo con sus iguales en un espacio juvenil que se halla muy alejado de la realidad social que la engloba. Es elocuente la visita a cualquier centro escolar de secundaria o superior para comprobar cual lejos se halla dicha “burbuja” de la realidad social y del futuro de los mismos jóvenes. Otra opción, va en sentido contrario y tiende a acercar los dos mundos, el de los jóvenes y el del trabajo, partiendo también, de la aceptación de que el mundo laboral ya no requiere el trabajo de las y los jóvenes, pero considerándolo no como una falla del mercado sino como un hecho positivo que permite organizar de otro modo la transición de los jóvenes a la vida adulta, en la que necesariamente el trabajo ha de estar presente como actividad básica para el desarrollo del propio individuo y como marco de aportación a la riqueza y al bienestar colectivo. Se trata de organizar el trabajo como actividad de las y los jóvenes, que no necesariamente el empleo, es decir las condiciones laborales establecidas por el mercado y por las relaciones laborales entre los agentes sociales para regular el concepto cultural de empleo. Los países del centro y norte de Europa, con tasas de paro juvenil muy inferiores a las españolas, llevan años desarrollando modelos de formación duales y de alternancia con regulaciones y mercados laborales específicos para jóvenes, en los que formación y trabajo se alternan entre la escuela y la empresa. Aunque en estos mismos países estos modelos están hoy en discusión, el debate se centra en como profundizarlos, es decir como abrir más la escuela a la vida social y al mundo laboral y como consolidar institucionalmente el compromiso de agente formador de aprendizajes del mundo laboral. El desarrollo de las competencias y de los aprendizajes que requerirán las cualificaciones del futuro exige una mayor colaboración entre formación y trabajo y no lo contrario. Sin la estrecha relación del mundo laboral con
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los centros de formación no es posible entrenar las competencias de los individuos con elevados resultados de competitividad. Esta opción va al encuentro también de la exigencia de un aumento sustancial de la calidad misma de la educación, la formación profesional y de los estudios superiores que requiere más cercanía con la realidad profesional de los retos del desarrollo social y económico de las sociedades actuales. Sin mejorar la calidad de la enseñanza, es decir, sin satisfacer esta parte esencial de la hoy aún problemática relación entre la educación y el trabajo, la sociedad española continuará sin romper el círculo vicioso que ha distorsionado y viciado su espectacular crecimiento y transformación de los últimos decenios. Una vez logrado éste, la batalla que hay que dar ahora, es la de la calidad. Los mercados en los que entramos, nacionales, europeos o mundializados, no van a permitir competir sin que afinemos más –mucho más– en la calidad de nuestro capital humano. (El de los mayores es mejorable –como lo prueba la educación de adultos– pero lo es sólo marginalmente, aunque los resultados en términos de aumento de productividad no sean despreciables). Pero lo esencial es el aumento en la calidad de la preparación y la educación juvenil para lograr su integración adecuada en el mundo del trabajo y de las oportunidades de vida. Lograrlo es lograr también la integración del propio país. La transición de las y los jóvenes a la vida activa no puede dejarse sólo al albur del mercado. Debe organizarse también socialmente, teniendo en cuenta la función clave que para la socialización de los jóvenes adolescentes desempeña el trabajo. Por consiguiente debe ser enfocada no un modo estimulante, que evite la frustración y el desánimo. Debe entenderse como ese rito o prueba de paso necesaria para que cada joven ciudadano sepa labrarse un futuro ilusionante, que responda a sus intereses individuales pero que, a la vez, le haga consciente de sus deberes hacia la comunidad que ha sabido prestarle su apoyo y solidaridad durante sus años mozos, proporcionándole formación y aliento. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS ALONSO, L.E. (2005) La era del consumo. SXXI, Madrid. CEDEFOP (2008) Future skill needs in Europe. Medium term forecast. Oficina de publicaciones oficiales de las Comunidades Europeas. Luxemburgo. ELZO, J. (2006) Los jóvenes y la felicidad. PPC. Madrid. GINER, S. y SARASA, S. (1997) Buen gobierno y política social, Ariel, Barcelona. GINER, S. (2007) Los españoles Plaza & Janés, Barcelona. HOMS, O. (2008) La formación profesional en España. Hacia la sociedad del conocimiento. Obra Social Fundación la Caixa. Barcelona. LORENTE, F. et altrii (2004) Jóvenes, relaciones familiares y tecnologías de la información y la comunicación. Instituto de la Juventud. Madrid. PRIETO C. et altrii (2009) La calidad del empleo en España. Una aproximación teórica y empírica. Ministerio de Trabajo-Fundación Cirem. Madrid (en curso de publicación). RUBIO GIL, A. (2009) Adolescentes y jóvenes en la red: Factores de oportunidad. Instituto de la Juventud. Madrid. VVAA (2008) Informe juventud en España. Instituto de la Juventud. Madrid.
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DOCUMENTOS
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Víctor Manuel Muñoz Sánchez. Universidad Pablo de Olavide.
Apuntes teóricos sobre la crisis del empleo juvenil
Este trabajo gira en torno a la recuperación para el debate teórico de conceptos que se abrieron paso en la teoría social en el pasado siglo. Los contextos actuales de crisis del trabajo y del empleo ofrecen una coyuntura muy propicia para retomar conceptos que aborden el reparto del empleo, o bien el establecimiento de nuevos modelos de pacto social para garantizar el acceso de la juventud a posiciones sociales lo suficientemente sólidas para soportar los constantes avatares de las crisis económicas.
Palabras clave: trabajo, ciudadanía, desigualdad social, Estado de bienestar.
El trabajo, el mercado de trabajo, su crisis y los contextos que remanecen Contexto del debate sobre la temática del trabajo Desde mitad de la década de los 80 del pasado siglo, se relanza un debate sobre estos temas, y también a raíz de la generación político-intelectual de la integración o cohesión social y la función del trabajo, sobre el reparto del trabajo y del empleo, el salario social y las bases de la ciudadanía social. Sobre esta coyuntura Rifkin (Rifkin, 2000) define su hipótesis sobre la problemática del trabajo que viene. Este autor se apoya en una visión tecnologista de los efectos sobre el empleo y el mercado de trabajo. Las causas tecnológicas tienen un mayor efecto en el nivel de paro que en otras épocas debido al extraordinario aumento de la productividad. Pero considera el cambio tecnológico imparable, sin valorar que está interrelacionado con la política, la economía, las redes institucionales y los valores culturales a nivel mundial. Sin embargo, es en Europa donde el debate sobre esta temática toma una mayor repercusión con motivo del mayor recrudecimiento en las cifras de desempleo existentes en los países más fuertes económicamente hablando del viejo continente. La crisis del empleo fue diagnosticada y sufrida por los mercados de trabajo europeos en diversas ocasiones, sin embargo la actual tiene poco parangón por las cifras de desempleo que registra. La producción teórica sobre este tema venía definida por la búsqueda de alternativas en el pasado a esta fortísima crisis sufrida por el empleo en Europa. Actualmente, estos apuntes teóricos son tomados como punto de partida para reflexionar sobre posibles soluciones o reformas que fueron abandonadas, pero que quizá en el
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momento presente puedan tener mayor vigencia. Uno de los elementos que son tenidos en cuenta en el debate europeo ha sido la producción de fuertes polarizaciones entre las posturas partidarias del reparto del trabajo y el salario social o las opciones tendentes a la puesta en funcionamiento de la renta básica (RB), al establecerse la preferencia por un aspecto o por otro, como el elemento central contra la exclusión social. La renta básica es la respuesta dada por las instituciones de algunos países europeos a la problemática de la exclusión. Esta renta básica fue una de las primeras medidas políticas puestas en marcha para paliar medianamente la fractura social provocada por la crisis del empleo. La intervención pública en el mercado de trabajo por medio de políticas pasivas de empleo fue el primer intento de minimizar esta crisis tan profunda. Sin embargo, existen otros autores (Goodhart, 2006 y Noguera, 2002) que hacen unas breves consideraciones sobre el trabajo como factor de integración social y que se muestran muy críticos con la noción de Renta Básica. Vamos a detenernos en Gorz (Gorz, 1994) que consideran que es el acceso al trabajo asalariado, que existe en el sector mercantil y no la Renta Básica, es lo esencial para estar integrado en la sociedad. Por ello, ambos autores son partidarios del reparto del trabajo, oponiéndose a cualquier concesión de una renta básica. Tampoco queremos perder de vista las tesis que no contemplan esta situación actual como una crisis. A tal efecto hay que considerar las tesis neoliberales sobre el empleo, tan en boga en estos momentos, que avalan la desregulación laboral como forma de aumentar la productividad y por consiguiente el bienestar general. Pero el carácter estructural del desempleo parece contradecir el optimismo de los defensores a ultranza del libre mercado sin regulaciones y la competitividad sin límites. Los efectos perniciosos de las políticas neoliberales emergen a la superficie: se dejan de lado los problemas sociales y se ve unilateralmente desde el economicismo del pensamiento único (Sampedro, 2002). Robert Castel sostiene que su clasificación de zonas de integración, de vulnerabilidad y de exclusión ha sufrido una transformación en cuanto a su tamaño. Según su teoría (Castel, 1995), la zona de vulnerabilidad en la que se encuentra gran parte de la población que corre riesgos de caer en la zona de exclusión está generalizándose y provocando que la débil posición social de un conjunto de población muy amplio sea la seña de identidad de nuestra época. Ya no es suficiente el contar con un trabajo para estar incluido en la zona de integración, porque en muchos casos los contratos a los que están vinculados no dejan margen para periodos en los que se carezca de empleo. Cuando estas situaciones se dan es fácilmente perceptible la caída en la zona de exclusión, de la que es difícil regresar a la no excesivamente confortable vulnerabilidad. Se asiste al ascenso de la vulnerabilidad social. En los años 50 y 60 del siglo XX las desigualdades, aunque eran muy pronunciadas, estaban insertas en un marco general de integración: todos los miembros de la sociedad (salvo los grupos más marginales y minoritarios) pertenecían a un mismo conjunto. La clase obrera, se decía, estaba aburguesada (Lockwood, 1968), y ello porque existían grandes dispositivos transversales; que garantizaban una integración social fuerte; seguro contra los riesgos sociales, democratización relativa del acceso a la enseñanza, acceso a la vivienda, al consumo, etc. (Castel, 1995: 27-36). Bien es cierto que este marco de integración no garantizaba los derechos sociales a toda la ciudadanía (Valle y Muñoz Sánchez, 2009). Como afirma Maite Martínez Pardo, las formas de integración y de exclusión no se realizan, sin embargo, de manera transparente. El bienestar debe alcanzar a todos los ciudadanos, de tal forma que cada una de las vías de integración se
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convierte en varias formas de exclusión en función de las variadas posiciones económicas, sociales, espaciales e incluso, ideológicas, que mantengan los mismos ciudadanos o los grupos sociales (Martínez Pardo, 1992: 124). Ya no sólo las y los jóvenes se ven afectados por la fragmentación del trabajo, también se encuentran con la desestabilización de los estables; personas que pierden su empleo sin haber llegado a la edad de jubilación y que son colocados en una especie de estado de flotación. Esta situación provoca: la formación de bolsas de precariedad y la desestructuración de los ciclos de vida. Lo que se ve así amenazada ya no es únicamente la integración por el trabajo sino también la inserción social al margen del trabajo, además [...] la fragilización de los soportes relacionales que aseguran la inserción en un medio en el que resulta humano vivir. La precariedad que desata la vulnerabilidad actualmente permanece adosada a un mundo estable, desgajada de un fondo de protecciones. Los estatutos inestables se perciben y se viven en referencia a la estabilidad. La inseguridad se sufre en relación con la certeza previa de estar protegido (Castel, 1995: 27-36). Haciendo alusión a la teoría de la sociedad del riesgo (Beck, 1986) se argumenta que ese fenómeno afecta a un mayor número de personas situándolos en la zona de vulnerabilidad. El riesgo es inherente a muchas personas vulnerables, que están sometidas a los bandazos del mercado de trabajo. Si nos referimos a la zona de vulnerabilidad a nivel geográfico –caracterizadas por su ubicación en la periferia de la economía-mundo (Wallerstein, 1974)– se puede ver que las estrategias empleadas por estas zonas para atraer las inversiones de capital, que generan puestos de trabajo, se asemejan mucho al estilo de las subastas. Eso sí, pero en su sentido inverso, ya que para atraer las inversiones de las empresas-red transnacionalizadas degradan todo el sistema de políticas sociales y de regulaciones laborales y medioambientales, así como reducen los tipos impositivos a los beneficios empresariales. Unido a todo ello, proporcionan fondos a través de subvenciones tanto de tipo económico –por medio de transferencias– como por infraestructuras de todo tipo, cayendo así en el círculo vicioso de la atracción del capital especulativo, que sin mayores restricciones huye cuando no se garantizan unos niveles de beneficio en aumento en cada ejercicio (Klein, 2000). El trabajo como factor multidimensional Al hilo de esa misma problemática vinieron a construirse modelos teóricos de integración social en los cuales el factor primordial se situaba en el trabajo y que además consideraban al trabajo como un factor multidimensional y no sólo unívoco, centrado en la satisfacción de necesidades por medio de las rentas del trabajo. Esta línea teórica sostenía que se ha reducido la función socializadora del trabajo para una gran parte de la sociedad que no lo tiene, o lo tiene precario y además se relativiza como eje del estatus social y de la vertebración de la sociedad (Elias y Dunning, 1992). Tiene menos peso en la conformación de la identidad personal y ese efecto es más patente en el caso de jóvenes en circunstancias de vulnerabilidad social. También se deben debilitar las barreras entre el empleo en la esfera pública o remunerado y la actividad social supuestamente “privada”, voluntaria o no remunerada, revalorizándola como vínculo social y seña de identidad. Aquí hemos de señalar las discusiones entre los teóricos que hablaban del empleo como una nueva concepción del trabajo que tendería a desaparecer al modo antiguo (Rifkin, 1996).
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El cambio en el concepto del trabajo se produjo en paralelo a una modificación del concepto del tiempo. El trabajo equivale a tiempo productivo; luego el tiempo es oro. Aquí se encuentra la máxima de la modernidad. La vida humana se temporaliza más estrictamente, y el tiempo se aprovecha más intensamente. En este momento, convendría traer a colación las implicaciones teóricas provocadas por las tesis de La ética protestante y el espíritu del capitalismo (Weber, 1970) relacionadas con el valor del trabajo para las distintas variantes del protestantismo. El valor que tenía incorporado la acción de trabajar fue incrementada y elevada hasta convertirla en un valor cercano a la santidad. A través de la santificación del trabajo y de la puesta en valor del éxito en el trabajo como señal de la predestinación fue fraguando el destino del mismo en la Modernidad temprana. Éste es el germen donde Weber situó el espíritu del capitalismo como lo conocemos hoy día. El concepto de trabajo a partir de ahora podría definirse como propone Bauman aunque eso sí, complementado con la concepción weberiana a la que hemos aludido. “La primera vez que se utilizó la palabra trabajo en el sentido de esfuerzo físico encaminado a la satisfacción de las necesidades materiales de la comunidad, se registra en el año 1776” (Bauman, 2001: 27). Las concepciones que se tenían del trabajo a nivel cultural y social han ido cambiando desde la época de la anterior cita, y esto lo decimos en referencia a que el trabajo ha pasado de ser un referente central en la sociedad a considerarse como una especie de demérito. Se ha transformado el mundo del trabajo como símbolo de prosperidad y elemento integrativo por antonomasia, hacia el mundo del trabajo como símbolo de no permitir salir de la espiral de la pobreza y de elemento integrativo ha pasado a ser convertido en un signo de pertenecer a las zonas de vulnerabilidad, como por ejemplo los trabajadores con salarios bajos (Tezanos, 2002). Sin embargo, la ausencia de trabajo produce en los individuos trastornos de tipo psico-fisiológicos ya que según Eisenberg y Lazarfeld (1938) los sujetos acusan una fuerte disminución de sus expectativas y objetivos, adoptando una actitud resignada, o retirada al conformismo como dice Castoriadis (1994). Así, aumenta la inseguridad y erosiona la imagen y la confianza en sí mismos y de los vínculos con otros. En este punto atisbamos como se han venido sucediendo periódicas crisis relativas al trabajo y una serie de mutaciones que le han acaecido. En primer lugar, ha sido un factor identificador, agrupador, unificador, integrador de una fuerza social, productor de lazos sociales, foco de relaciones solidarias, organizador, cohesionador, dotador de sentido. En la Modernidad la apropiación del trabajo ha sido considerada como una bandera de clase. Todo este conjunto creador de identidades colectivas ha perdido fuerza. Hoy actúa como unificador, pero, también y crecientemente, como elemento divisor (Alonso, 2007). En segundo lugar, se reduce la capacidad del trabajo para marcar distancias con el resto de la sociedad (Veblen, 1974). En tercer lugar, se debilita la fuerza del trabajo como factor ideológico (Poulantzas, 1977). Fue un eficaz sustanciador de un tipo moral, el trabajador, y suministró una dignidad (glorificación del trabajo en el pensamiento socialista, mito del trabajo como medio de realización y de expansión de la personalidad, vinculación entre utopía socialista y trabajo: la nueva sociedad como triunfo del trabajo). Hoy queda algo de aquello, pero más bien poco. En todos estos puntos, el trabajo ha representado un factor creador de la clase obrera como clase, como fuerza social, como realidad ideológica. Y en todos ellos se registra una situación de crisis.
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Por otra parte, el miedo social a estar sin trabajo, creado en esta nueva etapa de la sociedad del capitalismo informacional (Castells, 1997), es una nueva forma de control social. Tal miedo se particulariza y subyace en las conductas de los sujetos como un mecanismo no consciente que les impide movilizarse y agruparse para buscar nuevas alternativas de lucha que los lleve a mejorar su situación laboral (Gil Calvo, 2003). La disciplina fabril ha vuelto a situarse en los niveles donde el ejército de reserva era la excusa perfecta para mantener sumisos a los trabajadores, amenazándoles con la situación de ser sustituidos por otros. Por otro lado, el desempleo es una de las principales causas de exclusión (Smith, 1992) en razón de la espiral de rupturas de relaciones que produce. Todas las tendencias expresadas con anterioridad poseen una especial virulencia cuando afectan a la juventud, debido a las negativas condiciones (cualificación inadecuada, precariedad laboral, regulaciones laborales frecuentes, etc.) que arrastran desde el principio.
El mercado de trabajo como sistema de distribución de un bien escaso como el trabajo Primeramente, hemos de decir que más que justificar la concepción de este mercado como peculiar –cuanto menos– y apelar a la especificidad que está contenida en él, vamos a comenzar por aclarar que en el mercado de trabajo se materializa la principal paradoja del sistema capitalista. Según Ulrich Beck en La sociedad del riesgo (Beck, 1998), la paradoja se demuestra de la siguiente manera: “Como consecuencia, la mayoría de nosotros nos vemos obligados a buscar “soluciones biográficas” a unas contradicciones sistémicas. Las estrategias a las que están abocados los jóvenes vienen definidas por lo que es conocido como aproximación sucesiva” (Casal, 1996: 122). Sin embargo, la aproximación sucesiva es una estrategia eficaz siempre y cuando no se convierta en constante, puesto que si se transforma en eso, la aproximación nunca es culminada y las trayectorias de precariedad se convierte en una tónica a repetir. Se va a realizar una diferenciación que ha de ser previa a la posterior discusión de si el mercado es la mejor fórmula para distribuir el bien escaso del trabajo. El mercado de trabajo es diferente al resto de los mercados, en principio porque no son mercancías lo que se distribuye en él, pero no solamente por eso, sino porque la oferta y la demanda se establece con la intercepción de los gobiernos de los diferentes Estados. En esa línea se recurre a Offe que afirma que: “(...) si bien la fuerza de trabajo se la trata en los mercados como mercancía, no llega a esos mercados de la misma manera que la mayoría de las demás mercancías” (Offe, 1997: 59). La relación existente entre los oferentes y los demandantes en el mercado de trabajo difiere de los demás mercados: los empresarios pueden ejercer el poder sobre sus trabajadores en lo relativo a su contratación o no, que viene definida por un exceso en el número de oferentes en el mercado de trabajo. El mercado de trabajo no funciona como los demás mercados, que tienden a vaciarse, es decir, a eliminar los excesos de oferta, sino que por el contrario siempre tiende a mantener un exceso de oferentes dentro de él con el consecuente fenómeno de desempleo y como es obvio la tipología del desempleado suele coincidir con las jóvenes en busca de su primer empleo o con trayectorias de precariedad laboral en sus estrategias de aproximación sucesiva. Llega el momento de introducir el término precariedad, la forma más generalizada de relación laboral en el caso de la juventud y especialmente en
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los que aquí se interpelan. En los sistemas actuales de relaciones laborales la precariedad se ha enquistado de una forma muy profunda en el caso de las y los jóvenes. Esta situación de falta de estabilidad del empleo se instaura con mayor intensidad por el empeoramiento de las condiciones laborales, lo que fomenta cada vez más la competitividad desigual, cuyo efecto es la fragilización de los principios de solidaridad, subsistencia y equidad, fundantes de las relaciones sociales. “Evocando el término precariedad la connotación de inestabilidad e imprevisibilidad nociva así como la falta de reconocimiento y aprecio social que va unida a esta condición. Dicho en pocas palabras, el contrato laboral falla tanto en asignar un sitio en la sociedad a un creciente número de personas como en proporcionarles ingresos y protección adecuada” (Offe, 1997: 13). La precariedad es un fenómeno propiciado fundamentalmente por las medidas flexibilizadoras del mercado de trabajo. Este tipo de medidas fueron las soluciones que fueron propuestas desde los ámbitos económicos para paliar la grave situación de desempleo existente en los países desarrollados. Siguen a rajatabla el paradigma norteamericano de mercado de trabajo flexible. La flexibilización del mercado de trabajo fue considerada el remedio a todos los males derivados del desempleo masivo, puesto que se argumentó que flexibilizando el mercado de trabajo se incentivaría la creación de empleo. No obstante, debemos constatar que detrás de la panacea flexibilizadora se encuentra la cara oculta de la flexibilización, que es el aumento de las relaciones laborales de carácter precario. De modo que no ha de olvidarse que la curación de determinadas enfermedades puede producir efectos secundarios, que –en último término– generan nuevas patologías sociales y laborales. “El carácter estructural que el paro de larga duración ha adquirido en nuestra sociedad no se resolverá con esta “avalancha” de pseudoempleos a la que asistimos. Cualquier política de empleo que se apoye en este tipo de medidas no es sino una cortina de humo destinada a propiciar una mayor flexibilidad del empleo y no a afrontar la delicada situación del desempleo prolongado” (Santos, 1997: 145). Desde siempre uno de los medios que la juventud ha tenido para luchar contra la precariedad ha sido la apelación a la solidaridad familiar, sin embargo sobre ese tema de nuevo Offe viene a decir que: “La experiencia y la expectativa de precariedad son factores poderosos en la erosión de la forma de vida y reproducción en familia. Cuando esto no cumpla con la función de microsistema de seguridad social, la precariedad se intensificará” (Offe, 1992: 48). En el sistema capitalista globalizado no es que se haya globalizado la precariedad sino que lo que ha ocurrido es que ha entrado en zonas donde se había olvidado que existía. Los privilegiados dejaron de ser tantos como habían sido. Desde este preciso instante, se rechazó de forma tácita el presupuesto del pleno empleo que hasta entonces existió en Europa y España. No discutiremos sobre los medios empleados por el gobierno de Franco para lograr tan ansiado fin. Según Garrido Medina, “[…] la ciudadanía española se concienció de la permisividad de unos altos niveles de desempleo juvenil sin que acarrease conflictos sociales de gran calado debido a que creyeron que el desempleo juvenil era la consecuencia no deseada de unos mayores niveles de calidad de vida de los estratos adultos (Garrido Medina, 1996: 236). En consecuencia, este contexto puede llevar a considerar que se estableció, en cierto modo y de forma efectiva, un rechazo tácito al pleno empleo en la población activa española. Corroborando esto dirá: “[…] la aceptación por parte de la ciudadanía del alto nivel de paro esté relacionada con la conciencia de que éste es consecuencia de unos cambios
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cuyo saldo global resulta ventajoso para la mayoría de la población” (Garrido Medina, 1996: 236). Sumergidos en este contexto a nivel nacional y europeo se plantearon algunas alternativas políticas a la crisis del empleo global. Las alternativas que se pusieron sobre la mesa fueron, por lo tanto, la reestructuración del pleno empleo por un lado y, por otro, la conversión del no-empleo en algo tolerable, controlando sus consecuencias en términos de precariedad. “[...] Tendremos que acostumbrarnos al hecho de que una gran parte de nuestra población adulta de ambos sexos, no se ganará ya su pan con trabajos normales, es decir, razonablemente seguros, adecuadamente protegidos y aceptablemente pagados” (Offe, 1992: 28-29). Estos fenómenos llevan a realizar una reflexión general sobre lo que estaba sucediendo. La reestructuración relacional entre el capital y el trabajo se ha resuelto tras el desmontaje sucesivo del Estado del bienestar. La incesante demanda del capital de flexibilización de las relaciones laborales, así como el recorte de los costes laborales directos para reequilibrar el excedente, ayudado en gran medida por las nuevas posibilidades otorgadas por las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento con sus alternativas novedosas en la estructuración de la organización del proceso de trabajo (subcontratas, trabajo en casa, segmentación de tareas, etc., etc.), contribuyen a la segmentación del trabajo y al aumento de la disciplina fabril a través del fenómeno del desempleo. Coyuntura que se ve agravada en el caso de la población joven y en el caso de las mujeres, que son los dos colectivos sociales más afectados por la reestructuración provocada por el paradigma de la sociedad informacional en las relaciones laborales. En esta coyuntura parecer situarse una paradoja en la cual se ofrece una justificación económica de la reducción de los costes del factor trabajo y que al final redunda en una supuesta mayor creación de empleo. Es Offe el que nos la explicita así: “En consecuencia, al reducir los costes de empleo no habría que absorber una oferta fija de mano de obra sino una creciente” (Offe, 1992: 17). A partir de esta justificación se elaborarán desde los ámbitos comunitarios estrategias que no se aparten mucho de ésta y que sirvan de directrices a los países miembros de la Unión Europea.
Futuribles ante los contextos de crisis del empleo. La sociedad informacional y las claves de género y juventud En el enciclopédico estudio de Castells sobre la sociedad informacional se vislumbran una serie de tendencias de futuro que auguran cuales van a ser los comportamientos tanto del mercado de trabajo como de la integración sociolaboral en este tipo de sociedad. Haciendo mención más concretamente a las estructuras sociales de este tipo de sociedades, el sociólogo catalán, propone unas tipologías de estructura social que en su opinión van a generalizarse. Dirá que “[…] cabría caracterizar a las sociedades informacionales avanzadas por su estructura social cada vez más polarizada, en la que el vértice y la base aumentan su cuota a expensas de la parte media” (Castells, 1997: 234). De esta afirmación se puede extraer la siguiente sentencia, la integración social, y por tanto sociolaboral, en este tipo de sociedad será cada vez un objetivo más alejado de la mayoría de la población. “Así pues, aunque existen signos de polarización social y económicas en las sociedades avanzadas, no toman la forma de caminos divergentes en la estructura ocupacional, sino de diferentes posiciones similares a lo largo de los sectores y entre las firmas. Las características sectoriales, específicas de
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las firmas y de género/etnia/edad son fuentes más claras de polarización social que las diferencias ocupacionales en sí. Las sociedades informacionales son sin duda desiguales, pero las desigualdades provienen menos de su estructura ocupacional, relativamente ascendente, que de las exclusiones y discriminaciones de que son objeto los trabajadores” (Castells, 1997: 248). Desde esta perspectiva se tomará en consideración que si la polarización es un proceso que se está profundizando, pero que no hay porque asociarlo a las diferencias ocupacionales, entonces podría producirse un deslizamiento hacia posturas que legitiman en cierto modo la desigualdad esencialista motivada por el origen social. Las intervenciones públicas en las sociedades de la información han de ir dirigidas a erradicar este abismo que sitúa la desigualdad en un lugar previo a las formas que se ponían en marcha en la sociedad salarial con el peligro que eso entraña por encontrar muchas semejanzas con los sistemas de estratificación social estamentales. La clave de género y la nueva condición juvenil vienen a empeorar los niveles de inserción social de buena parte de la juventud española, amplificando los efectos perniciosos causados por la actual crisis económica y del empleo. La tipología que Castells ofrece en su obra relativa a la estructura ocupacional que se deriva de la estructura social de la sociedad red es la siguiente: 1) Trabajadores en red, conectados entre sí además de creadores y precursores, con capacidad de innovación e incluidos en la estructura de la nueva empresa red. (Decisores). 2) Trabajadores de la red, que están en línea, no están incluidos en la estructura de la empresa red y no son decisores en ninguna de todas las actividades de la empresa red. (Participantes). 3) Trabajadores desconectados, ni si quiera están en línea sino más bien “atados” a sus tareas predeterminadas, definidas por instrucciones sin capacidad de respuesta propia y sin capacidad de interactividad y con falta de autonomía y decisión. Sus tareas son de tipo burocráticorutinarias. (Ejecutores). La estructura ocupacional propuesta más arriba otorga un contexto en referencia a la economía futura muy difícil para los segmentos poblacionales joven y mujer, que se traduce en situaciones poco tendentes a la inserción laboral plena, debido a que la situación actual y las transformaciones en el empleo van a ser una constante ante la que parece que poco se puede hacer. Adentrándose ya en un análisis profundo de los sectores económicos, nos encontramos con que el sector primario continuó disminuyendo su peso relativo en el total de empleo y registró, al igual que el sector industrial, un fuerte impacto deslocalizador como consecuencia de las políticas de apertura comercial (globalización de la economía y competencia global). Irrumpe una nueva estructuración del tejido productivo que implica la disminución de la integración vertical, a través de la externalización de los servicios en la producción y la relevancia del sector terciario que pasó a ocupar a la mayoría de los asalariados. La creciente participación femenina en el mercado de trabajo con las consiguientes nuevas necesidades de cobertura de tareas domésticas que antes las mujeres realizaban en el hogar y la progresiva privatización de las políticas públicas, ha puesto en un primer plano de la economía al sector terciario, a los servicios y dentro de ello a lo que se podría identificar como la economía de lo social. A muchos teóricos esta situación les ha llevado a sugerir la “extinción de la mujer cuidadora”, la reestructuración
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de la familia tradicional y la nueva condición juvenil. Unido a todo ello, según señalan las autoras Maruani, Rogerat y Torns (Maruani, Rogerat y Torns, 2000) haciendo referencia a los puestos desempeñados por las mujeres en los nuevos mercados de trabajo informacionales, “los servicios, dedicados a lo relacional, donde como norma cuasi-general se sitúa el trabajo femenino quedan excluidos de una representación en función del contenido técnico y se consideran inscritos en un universo laboral en el que requieren unas cualidades inherentes a la naturaleza femenina” (Daune-Richard, 2000: 78). Después de tomar en consideración esta afirmación, se observa de modo muy gráfico como el fenómeno de la feminización de algunas ocupaciones del mercado de trabajo en las sociedades informacionales avanza de modo vertiginoso y afecta negativamente a las profesiones que padecen un exceso de presencia femenina entre sus asalariados. La feminización suele ser una tendencia que la larga provoca precarización y fragilidad en las relaciones laborales en diferentes sectores. Desde el estudio del mercado de trabajo a partir de una perspectiva de género cabe destacar que las jóvenes son el colectivo de población más afectado por los cambios provocados por la nueva organización del trabajo en la sociedad informacional de la que se habla. La situación actual de precarización y falta de perspectivas de futuro entre las jóvenes de baja o media cualificación se extiende por cualquier ámbito del mercado de trabajo bien sea rural o urbano, eso sí, evidenciando las diferencias existentes entre ambos tipos de contextos laborales. Dos de la mayores expertas en estos temas, Torns y Carrasquer, sostienen que “la pauta típica de presencia femenina en el mercado de trabajo y en el empleo se puede resumir en las siguientes tres palabras-clave: ausencia, subordinación y segregación. Ausencia en relación a los parámetros de participación masculina en la actividad productiva, subordinación derivada del cuidado del hogar y de la familia y segregación por la concentración femenina en determinados tipos de actividades (segregación ocupacional horizontal) y en los niveles inferiores de la jerarquía ocupacional (segregación vertical)” (Torns y Carrasquer, 1999: 255). Tras este concienzudo juicio sobre la situación de la mujer en cualquier mercado de trabajo, se evidencia de forma patente que las medidas a adoptar para paliar esta subordinación en distintas dimensiones son urgentes, con el objetivo de disminuir las situaciones de inferioridad en las que se ven inmersas las mujeres en el mercado de trabajo.
Andalucía ante la sociedad de la información. Inserción, juventud y género Una de las conclusiones que se extraen de los estudios, que se han venido realizando sobre Andalucía ante la sociedad de la información, viene a decirnos que “(…) se observan claras tendencias de incremento en el nivel de cualificación del empleo andaluz. Complementariamente a lo afirmado respecto a las ocupaciones laborales, también se observa en Andalucía cómo la evolución del empleo ha supuesto un notable incremento del nivel de estudios terminado poseído por el empleo andaluz. Este hecho resulta especialmente acusado en el caso de los estudios de contenido profesional (FP)” (VV. AA., 2002: 209). La inserción laboral en este tipo de sociedad ha suscitado multitud de debates sobre el tema, pero en primer lugar antes de adentrarnos en la materia, sería necesario dejar claro el concepto de inserción desde la perspectiva de García Blanco y Gutiérrez. La inserción laboral, para ellos se define como: “(...) algo
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más que un problema social de conocida envergadura; es también una parte singularmente ilustrativa del problema sociológico de cómo se genera y se mantiene la desigualdad socioeconómica” (García Blanco y Gutiérrez, 1996: 270). Siguiendo con el tema, hemos de hacernos eco de las transformaciones ocurridas en el calendario de inserción laboral de las y los jóvenes y su relación directa con el nivel de estudios. De este contexto se deriva que según Casal se producen aproximaciones sucesivas a la inserción laboral. “Esta forma de transcurrir presupone escolarización prolongada, experiencias laborales previas a la inserción, variabilidad y fracasos parciales en el tránsito escuela-vida activa, precariedad y subocupación, mercado secundario, etc. Describe, en definitiva, una trayectoria de inserción dominada por el ajuste continuo de expectativas y la asunción gradual de logros parciales” (Casal, 1996: 311). Sin embargo, en este momento cabría preguntarse por el significado real de la transición a la vida activa que experimentan las personas jóvenes. “La transición no es una mera cuestión de mercado, es realmente una cuestión política y social” (Casal, 1996: 316). Éste es realmente el significado y la cuestión principal de la inserción sociolaboral de la juventud. Ésta es la conclusión a la cual llega uno de los mayores estudiosos de la inserción laboral juvenil de nuestro país. En vista de este escenario, las políticas activas y pasivas de empleo a implementar deben ir en la línea de considerar que la transición a la vida activa debe estar fiscalizada por los poderes públicos, y no dejarla al libre albedrío del mercado de trabajo. Dejando constancia que este mercado gestiona de una manera similar recursos, que como los humanos, no deberían estar en manos de un mercado no intervenido. Como hemos subrayado con intensidad, el mercado de trabajo no distribuye cualquier tipo de recurso sino que estamos refiriéndonos a la capacidad de ser ciudadanos de pleno derecho de una sociedad, sobre todo en el caso de la juventud. En este momento, se ha de traer a colación las nuevas modalidades de transición a la vida activa que se han detectado en la juventud en el Siglo XXI. Joaquím Casal sostiene con respecto a las nuevas formas de inserción a la vida adulta y por tanto a la vida activa y al mercado de trabajo en sus distintos segmentos, que: “[…] este sistema de transición es el resultado de una contradicción a cuatro niveles: la escuela de masas y sus segmentaciones en trayectorias de formación de escasez/abundancia; la crisis estructural del mercado de trabajo, la caída de la competitividad y la mengua de la tasa de beneficios; la tradición social europea frente al resurgir del neoliberalismo; por último, el impacto estructural en el sistema productivo de la nueva sociedad informacional” (Casal, 1996: 306-307). Conforme a este diagnóstico, y yendo paso a paso por cada una de las contradicciones expuestas, se ha de comentar que de todas ellas la que permanece con mayor intensidad actuando es la motivada por las crisis económicas crónicas que ha sufrido la economía andaluza, española y mundial, cuya solución aún parece estar lejos de llegar.
Jóvenes en una coyuntura difícil Las y los jóvenes, y concretamente la juventud rural, se encuentran ante una coyuntura que cabría definir como difícil. La situación se caracteriza por los fenómenos de atracción de población a los núcleos urbanos, en los cuales se concentran las mayores probabilidades de conseguir empleo, aunque eso sí, con ciertas matizaciones al respecto (Camarero, 1993). Cualquiera que se detenga a contemplar con un poco de perspectiva el futuro de la juventud
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verá de manera clara que lo que se les viene encima es un proceso de globalización que es bastante dialéctico, porque en el fondo es globalización por un lado, pero también es focalización extrema por el otro, y ambas experiencias no existen de manera aislada, sino conectadas por todo el mundo. Este proceso que va consolidándose, además se profundiza, y si las políticas públicas o privadas no tienen en cuenta ese elemento, vamos a seguir perdidos. En segundo lugar, hay que considerar el contexto político del sujeto joven, o sea, no es lo mismo hacer política después de los noventa que en el 2000, porque esta sociedad está envejeciendo, y el actor social joven va a tener un lugar distinto: ¿qué va a pasar cuando las y los jóvenes sean la minoría en la sociedad? O mejor dicho, ¿qué está pasando ahora que ya lo son? Ese elemento es importante, porque ya no se va a trabajar con el discurso en el que las y los jóvenes son la mayoría del país, ya que ahora son una minoría. Y en tercer lugar, unos jóvenes mucho más invisibles socialmente, si hoy se ven pocos, de aquí a diez años más se verán mucho menos, y quizás tendremos que enfrentarnos a volver a discutir la pertinencia de que existan políticas dirigidas a jóvenes y que existan personas dedicadas a este tema. Se puede llegar a retroceder veinte años en esta cuestión, y no es una visión catastrofista, sino simplemente parte de la dinámica poblacional de la sociedad. Especialmente en el caso de las mujeres jóvenes el Instituto Andaluz de la Mujer en uno de sus estudios manejaba la siguiente proposición: “[…] nuestra hipótesis predictiva es que la mujer se irá incorporando lentamente (al mercado de trabajo), obteniendo ganancias graduales en todos los aspectos, pero sin procesos de cambio bruscos que modifiquen la estructura básica del modelo de mercado de trabajo existente en la actualidad” (VV. AA., 1994: 353). Teniendo como horizonte esta imagen de futuro en el caso de la mujer rural trabajadora, convendría sopesar profundamente la idea de suprimir livianamente las políticas sectoriales dedicadas a esta población en concreto.
El concepto de juventud (rural) Si partimos de la consideración de que el concepto juventud es un concepto ambiguo y que ha sufrido una serie de transformaciones a lo largo de la historia, tendremos que establecer que el estudio de una juventud que podría ser definida como juventud rural es aún mucho más complejo. La sociedad española y andaluza actual ha venido siendo llamada la sociedad adultocrática (Miles, 2000) por algunos autores. Sin embargo, las nuevas propuestas que van en la línea de la fundamentación de la nueva condición juvenil (NCJ) apuestan por la reconceptualización tras una deconstrucción del propio concepto de juventud (Bernales, 2000). Si los jóvenes son ciudadanos libertos (Olabuénaga, 2000) con un status intermedio, ya que no llegan a situarse como ciudadanos totales, la problemática radicaría en diagnosticar los problemas que les impiden acceder al status de ciudadano completo. Esta problemática se puede nominalizar en varios factores cruciales: alargamiento del periodo de dependencia económica, obstáculos para la emancipación del hogar paterno y barreras infranqueables para el acceso a un puesto de trabajo estable. Toda esta “lista negra” impide a cualquier joven, bien sea urbano o rural su acceso a la ciudadanía total. No obstante, desde nuestra perspectiva el elemento central sobre el que giran los demás factores es el acceso al trabajo. Se podrían discutir aquí las condiciones de ese trabajo, pero sería más provechoso el hecho de estudiar cómo son los itinerarios de inserción que han seguido estos jóvenes amputados parcialmente de ciudadanía. Puesto
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que según el planteamiento de algunos autores como Casal, el fenómeno de la aproximación sucesiva al empleo y sus contextos anexos son las variables más explicativas de este fenómeno. Cabría preguntarse si existen diferencias entre las aproximaciones sucesivas de jóvenes de procedencia urbana con los de procedencia rural y si las diferencias, si es que existen, son capitales en la posterior inserción (González y Gómez Benito, 1999). Según este mismo autor, “en la modalidad sucesiva la precarización como vía de inserción es una vía general, pero una vía de proceso, que tiene como final una inserción profesional propiamente estabilizada (aunque muchas veces tardía)” (Casal, 1999: 177). De esta afirmación se constata que la relación existente entre las variables precarización e inserción laboral tardía es muy estrecha. De este modo se afirma que la extensión de la precariedad en las trayectorias de inserción socioprofesional de la juventud rural es un hecho palpable que incidirá profundamente en las modalidades de inserción seguidas por este segmento de la juventud. Ahondando en esta misma temática, señalamos que la extensión del trabajo a tiempo parcial, producto muchas veces de la precarización, viene a desarrollar un nuevo –y a la vez antiguo– modelo de desigualdad de género, porque es en el caso de las mujeres jóvenes donde con mayor virulencia actúan situaciones de precariedad laboral, unidas a la constatación de situaciones laborales a tiempo parcial. El contexto no sería grave sino fuera porque en muchos casos los ingresos derivados de estas actividades laborales precarias y a tiempo parcial, no consiguen acercarse ni de lejos a unos mínimos ingresos, que garanticen una posterior emancipación. La consecuencia de estos casos es la permanencia bastante prolongada sobre todo de la población joven mujer en el núcleo familiar por falta de oportunidades para conseguir tanto la independencia económica como la social, que en la mayoría de los casos van parejas.
Consideraciones sobre el desempleo juvenil En este epígrafe, vamos a dedicar nuestras reflexiones hacia el lado más duro que los fenómenos de precariedad y flexibilidad provocan en las vidas de la juventud con problemas de inserción sociolaboral. En un principio, no se puede permitir el lujo de reducir la investigación al fenómeno del desempleo juvenil y sus consecuencias tanto vitales como psicológicas, sino que las temáticas de la economía sumergida y las políticas tendentes a la integración sociolaboral de este colectivo van a ser muy tenidas en cuenta a la hora de confeccionar este análisis. Dado que el trabajo es el factor más integrativo de los individuos en nuestra sociedad, tomaremos como punto de partida la intervención pública por medio de implementación de políticas orientadas a la consecución de tan preciado objetivo de integración. Por otra parte, la situación irregular de trabajo en la economía sumergida en la que se encuentran muchos jóvenes, será considerada como una estrategia generalizada por parte de éstos para paliar en parte la situación –tan poco sostenible– como la de estar desempleado. El problema del desempleo juvenil, además de sus retos intrínsecos en términos de políticas públicas de empleo, ha desnudado debilidades fundamentales en los sistemas educativos y de capacitación laboral de la nuestra sociedad, y por añadidura, del mercado de trabajo. La amplia constatación de que el colectivo de jóvenes, principalmente mujeres, que se encuentran en situación de desempleo redunda en última instancia en la calificación de horrible en cuanto a las situaciones de muchos jóvenes.
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Abriendo mucho el análisis, se comprueba que la identidad obrera centrada en el trabajo ha entrado en crisis; eso afecta a la clase obrera más instalada, y dificulta la incorporación de la juventud a ese universo. Lo que está cambiando en ambos planos supone una modificación del papel y del valor del trabajo tanto para la cultura obrera, actualmente en peligro de extinción, como para la sociedad en su conjunto. Si se considera el fenómeno del desempleo como una consecuencia esperable de la falta de equilibrio entre las curvas de oferta y demanda de fuerza de trabajo en el mercado de trabajo, cosa que anteriormente se ha dicho que no es totalmente acertada por desestimar las peculiares de este “especial” mercado, se llega a la conclusión de que, desde un punto de vista economicista, el desempleo tiene una razón de peso para existir. En el caso de las y los jóvenes, observo como el fenómeno del desempleo está generalizado. Los índices de creación de empleo en estas cohortes de edad nunca son capaces de absorber el número de nuevos demandantes de empleo que se generan cada año, con lo cual el equilibrado de las curvas de demanda y oferta en el mercado de trabajo no es posible, ya que como se ha dicho se produce un fenómeno de exceso de oferta, que es el causante del desempleo endémico que sufre la juventud. El desequilibrio entre la oferta de mano de obra y la demanda no es igual a la que se produce en el resto de los mercados que se quieran considerar, porque en los demás el exceso de oferta no redunda en una falta de integración social en una parte importante de la sociedad, que por otra parte, representa el futuro de la misma. He aquí una de las peculiaridades tan poco frecuentes que se encuentran en este mercado. Además, y en esta misma línea de pensamiento exclusivamente economicista observamos que los costes generados por el desempleo no van a ser asumidos por el sector empresarial. Es por ello que Offe subraye que: “(...) los costos sociales del paro pueden externalizarse de manera casi completa, esto es, desplazarse desde los propios empresarios a los mismos parados y a terceros, algo que en todo caso sólo podría cambiarse en reducida medida mediante costosos proyectos de reforma, que en la actualidad apenas si resultan realizables” (Offe, 1992: 399). No se va a descubrir nada nuevo sobre las consecuencias psicológicas que se derivan de una situación de desempleo en la persona. Tampoco podría argumentar que las consecuencias negativas fueran mayores en el caso de las y los jóvenes, lo que sí se intenta es explicitar la situación tan cruenta que se padece en este tipo de coyunturas desfavorables. Si nos remitimos a los datos relativos al desempleo juvenil, se comprueba que en casi todos los países económicamente desarrollados y mucho más en los no desarrollados, el índice de desempleo entre los menores de 25 años es muy superior al de los adultos. Las consecuencias psicológicas de este hecho sobre los individuos que lo sufren, vienen recogidas en el Informe al Club de Roma argumentando que: “[…] esta situación puede provocar un sentimiento de frustración y falta de perspectivas entre los jóvenes y, en última instancia, su retirada del mercado laboral, lo que significaría una pérdida de capital humano y privar a la sociedad y a las personas de una posible riqueza futura” (Giarini y Liedtke, 1998: 25). Siguiendo con esta misma argumentación, no hemos de detenernos exclusivamente en los factores negativos que afectan a la psicología personal de los jóvenes en situación de desempleo, ya que existen otro tipo de dimensiones afectadas en estos ámbitos. Por ejemplo, el hecho del
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etiquetaje social al que se enfrentan las personas que sufren esta situación de forma no intencional. El etiquetado es un fenómeno del que estos casos no pueden escapar, e incluso provoca que esta etiqueta de parado extienda su significado hasta límites que no concuerdan con su significante. Las etiquetas sociales de “[...] parados, en realidad etiquetas destinadas a desvincularlos del mundo de la realidad económica y a trivializar lo que en el fondo no deja de ser una auténtica desposesión estructural de su ser social, es decir, una auténtica alienación” (Huguet, 1999: 128). De estas afirmaciones se concluye que el desempleo es una lacra social que afecta a todas las capas sociales, pero que se agrava en el caso de la juventud que se encuentran en ella, y sobre todo a jóvenes que están en el proceso de búsqueda de su primer empleo. “La presencia de situaciones de desempleo a la entrada del mercado de trabajo parece aumentar las probabilidades de experimentar futuras pérdidas de empleo, pero lo hace en grados variables para diferentes tipos de individuos, y dependiendo también de otros factores propios de la configuración institucional del mercado de trabajo, singularmente de las formas del contrato laboral y de la existencia de seguros de desempleo” (García Blanco, 1996: 275). Si se hace caso a las cuestiones teóricas que aducen los autores anteriores y la situación que describen se produce en la realidad, la precariedad laboral y los muy abundantes contratos de carácter temporal o a tiempo parcial, en el caso de las y los jóvenes, pueden generar situaciones que constantes entradas y salidas del mercado de trabajo. Sin embargo, este incesante juego de salidas y entradas no suele interrumpirse una vez pasados los años de la transición a la vida adulta, sino que en muchos casos, y sobre todo si está unida a bajas cualificaciones, se transforma en la tónica de vida laboral de muchos jóvenes. Esta tendencia social se asocia de forma muy fuerte a los trabajadores con bajos salarios y a la juventud con escasa cualificación, que opta por desarrollar estrategias cotidianas de “vivir al día”, porque el mañana nos puede deparar múltiples incertidumbres y situaciones inesperadas. Ese carpe diem desvirtuado se detecta como una tendencia en constante crecimiento en periodos de crisis económica y del empleo. Estas coyunturas tan penosas no van a incidir de forma directa en el posicionamiento político de jóvenes incluidos en estas circunstancias, ya que su opinión respecto al desempleo juvenil y sus implicaciones eran muy parecidas. Garrido y otros (Garrido y otros, 1992 y Requena, 1992) se dedicaron en su momento a realizar estudios sobre la opinión sobre el desempleo juvenil entre jóvenes y las posiciones políticas que declaraban, y no encontraron resultados muy diferenciados en términos de crítica sustancial al sistema, respecto a jóvenes que no se encontraban en esta misma situación. Este hecho resulta cuanto menos llamativo por la circunstancia de no diferir de forma significativa las posiciones de jóvenes con empleo o sin él. Los resultados son similares en la mayoría de las y los jóvenes: el desempleo juvenil ha sido asociado a la adopción de posturas más críticas, a una mayor insatisfacción con el sistema político y a actitudes de rechazo hacia la política. La evidencia sobre la orientación política de jóvenes desempleados es algo contradictoria. Aunque hay estudios (Elzo, 2006) que demuestran que las tendencias de posicionamiento izquierdista en el espectro político son más frecuentes entre jóvenes desempleados. No obstante, las opiniones tendentes al fenómeno de la apatía política se generalizan en este colectivo de población joven en los ámbitos de participación política (VV. AA., 2008).
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Las políticas de inserción sociolaboral de jóvenes como ejemplos de la intervención pública en ámbitos de mercado laboral La intervención pública en los ámbitos de la inserción de todo tipo y especialmente en la inserción sociolaboral de jóvenes va a ser el paradigma a través del cual nos aproximaremos a la búsqueda de soluciones con cierta viabilidad al problema del desempleo juvenil. La intervención pública en materia de inserción viene guiada por la definición que estas instituciones encargadas de implementación de políticas en esos contextos. Castel hace una aportación en este sentido y define cual es el sentido que tiene la política de integración/inserción en nuestra época. “Llamo políticas de integración a las animadas por la búsqueda de grandes equilibrios, de la homogeneización de la sociedad a partir del centro. Ellas proceden mediante orientaciones e instrucciones generales en un marco nacional. [...] Las políticas de inserción pueden entenderse como un conjunto de empresas de elevación del nivel para cerrar la distancia con una integración lograda” (Castel, 1997: 422-423). La política social de los gobiernos actuales de cualquier ámbito tiende a asemejarse más a la línea de inserción que a la línea integrativa. De este modo, las políticas de inserción se convierten en el parcheado ideal para componer los desaguisados provocados por la precariedad laboral y la desestructuración de los mercados de trabajo. Llegados a este punto, elaboramos diversas interrogantes sobre las políticas sociales tendentes al logro de integración e inserción sociolaboral o de cualquier índole sobre las y los jóvenes, de las cuáles habría que discriminar entre las que tienen mayor trascendencia que otras, para así cuestionarse muchos de los puntos que justifican sus objetivos. En el caso de la inserción profesional que es el que más nos interesa en el discurrir de esta incursión teórico-exploratoria sería preciso cuestionarse lo que Castel sugiere: “[...] ¿Qué puede ser una inserción social que no desemboque en una inserción profesional, es decir en la integración?” (Castel, 1997: 436). Y a renglón seguido, puede venir la pregunta ¿Si no se inserta profesionalmente a los miembros que darán forma a la sociedad del futuro, dónde caminará una sociedad con un déficit muy acentuado de integración o solidaridad orgánica (Durkheim, 1982)? No se encontrarían actualmente muy buenas respuestas a tan profunda cuestión. La realidad a la que nos enfrentamos es que el retraso en la inserción socioprofesional de jóvenes es un proceso que se está alargando hasta incluso diez años más de lo que venía siendo la norma general hacia la década de los años ochenta del pasado siglo. Por ello, detectamos que se producen unas consecuencias no muy positivas en el transcurso del ciclo vital de las y los jóvenes. El tradicional esquema familiar en que se llegaba a la etapa denominada nido vacío, en la cual los padres conseguían colocar a toda su prole en una posición autónoma familiar se retrasa hasta como mínimo superada la treintena de años. “Las dificultades en la consolidación de la integración laboral dejan en evidencia que las edades a las que se prolongan incluyen una parte importante de la fase de formación de la familia y, en esa fase, el paro origina unos retrasos decisivos para el normal desarrollo del ciclo vital” (Garrido, 1996: 248-249). Todo ello provoca que la falta de integración laboral impida el paso a un status de adulto en nuestras sociedades, así pues la barrera que se les pone a la juventud para convertirse en ciudadanos totales con autonomía propia es muy difícil de franquear. La situación no sería sostenible sin el papel de red de apoyo
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tanto económico, psicológico, como social que desempeña la familia, lo que ocurre es que con el paso del tiempo las familias del futuro nunca tendrán la oportunidad de brindar el apoyo que les prestaron sus antecesoras. Si la familia fue –y viene siendo– el sostén en los momentos en los individuos jóvenes no pueden emanciparse socialmente y posibilita una posición estable/ cómoda para ellos, ¿Qué ocurrirá cuando las transformaciones en los núcleos familiares del futuro no garanticen de forma tan segura una “estabilidad” como la de ahora? ¿Será posible ajustar las tendencias de cambio para reconducir la situación actual de las y los jóvenes? Éstas son cuestiones que serán despejadas con el paso del tiempo y cuyas respuestas no pueden ser vislumbradas por la naturaleza de estos papeles.
Conclusión El objetivo final de este artículo ha sido establecer un punto de partida para reflexionar sobre posibles soluciones o reformas que fueron abandonadas, pero que quizá en el momento presente puedan tener mayor vigencia. Estos puntos han sido desarrollados a lo largo de estas palabras, pero convenimos que es un buen criterio rememorarlos: reparto del trabajo, conveniencia o no de una renta básica y sobre todo el factor fundamental del trabajo como elemento central de la integración social de los jóvenes. Un hecho innegable es que los efectos perniciosos de las políticas neoliberales emergen a la superficie. Las metamorfosis sufridas por la cuestión social y su transformación en un elemento secundario han provocado mutaciones en los procesos de integración social. El aumento de la zona de vulnerabilidad es un claro ejemplo de esta deriva deslegitimadota de la sociedad salarial respecto al empleo. Por ello, fundamentamos que el colectivo más afectado por estas dañinas mutaciones es la juventud. Ahondando en esta idea se argumenta que ya no son sólo los jóvenes los que se ven tocados por la fragmentación del trabajo, sino que la desestabilización llega incluso a los que estaban instalados en la confortable zona de integración. Así el riesgo inherente producido por estos contextos afecta al colectivo joven de la población y hace que estén sometidos a una intensidad en su vulnerabilidad superior a cualquier otro grupo. La conformación de la identidad personal en base al trabajo precarizado es el efecto más patente en el caso de los jóvenes en circunstancias de vulnerabilidad social. A la juventud le afectan profundamente las negativas condiciones (cualificación inadecuada, precariedad laboral, regulaciones laborales frecuentes, etc.) que arrastran desde el principio, de ahí que condicionen de manera muy importante su proceso de integración social. Por otro lado es necesario poner atención sobre la perpetuación de la aproximación sucesiva como una estrategia eficaz para la juventud, porque si se transforma en una constante la aproximación nunca es culminada y las trayectorias de precariedad se convierten en una tónica muy presente. En los sistemas actuales de relaciones laborales la precariedad se ha enquistado de una forma muy profunda en el caso de los jóvenes. Asimismo, el elemento de solidaridad familiar como “colchón social” utilizado por la juventud puede tener los días contados cuando la vulnerabilidad afecte a los futuros padres. En esa misma línea, insistimos en que la población joven y las mujeres son los colectivos sociales más afectados por la reestructuración provocada por el paradigma de la sociedad informacional en las relaciones laborales. La clave de género y la nueva condición juvenil vienen a empeorar los niveles
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de inserción social de buena parte de la juventud española, haciendo más profundos los efectos dañinos provocados por la crisis económica y del empleo. Otro hecho a subrayar es el proceso de feminización de algunos contextos laborales, que suele provocar una tendencia a la precarización y fragilidad en las relaciones laborales de esos puestos de trabajo. La juventud como concepto diverso esta afectado por un conjunto de problemáticas que se nominalizan en varios factores cruciales: alargamiento del periodo de dependencia económica, obstáculos para la emancipación del hogar paterno y barreras infranqueables para el acceso a un puesto de trabajo estable. Toda esta “lista negra” impide a cualquier joven, bien sea urbano o rural, su acceso a la ciudadanía total. Por último, apuntamos que la falta de integración laboral impide el paso hacia status de adultez, de tal manera que la barrera que tiene que superar la juventud, para convertirse en ciudadanos totales con autonomía propia, es muy difícil de franquear.
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DOCUMENTOS
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Ramón Cotarelo. UNED.
La juventud en un mundo globalizado
La juventud actual está viviendo un periodo de crisis, pero no una crisis cualquiera sino una que amenaza a la especie al completo. Su experiencia de riesgo constante es una cuestión inequívoca y repercute en su forma de pensar, actuar y sentir. La juventud postmoderna, postmaterialista, cosmopolita, conectada a Internet y con preocupaciones colectivas es la juventud global del siglo XXI. El voluntariado, la movilización política por causas altruistas y medioambientales y un tremendo frenesí de participación en lo público serán elementos a analizar en este siglo en el que estamos. La juventud como actor principal en este escenario de riesgo e incertidumbres ha de desarrollar su papel con potencia y sin miedo al fracaso.
Palabras clave: participación política, sociedad del riesgo, nuevas modalidades de participación.
Cada hora tiene su afán y cada siglo su cuita. Sobre todo mirada desde los siguientes. Y todos los siglos, me parece, comparten esa conciencia generada desde dentro de ser el momento de la contemporaneidad, allí donde el yo se piensa a sí mismo. Razón por la que cada centuria se ve como la culminación del espíritu humano, cosa que obviamente es cierta, y como el punto más alto que su evolución puede alcanzar, cosa que obviamente no lo es. Muchos de los hoy vivos ya lo estábamos y con relativo uso de razón en el siglo XX. Solía en éste escucharse con frecuencia la pregunta retórica de cómo era posible que en “pleno siglo XX” sucedieran unos u otros acontecimientos como si ello fuera impensable no más que por tratarse del siglo XX. Otros siglos han tenido otras razones o empleado otras vías para certificarse culminación de la civilización humana. El XIX estaba henchido de vanidad; había comprobado el progreso de la especie. No lo había inventado porque ese fue descubrimiento del XVII, elevado a categoría de dogma por el de las luces, el XVIII, como se prueba con el tableau de Condorcet, (Condorcet, 1998) de 1795. Ciertamente, el XVII también se sentía superior respecto a todo lo acaecido con anterioridad a causa del principio de tolerancia, el gran adelanto del espíritu humano. Esta tolerancia, cuyas bases filosóficas sentó Locke (Locke, 1963) trae causa de las guerras de religión en Europa que, a su vez, bien pueden considerarse el resultado de otro gran episodio europeo de enormes consecuencias para el mundo entero, esto es el de la Reforma, consecuencia ineludible del Renacimiento. Renuncio a seguir rastreando motivos de autocomplacencia en los siglos anteriores entre otras cosas porque no tengo nada claro que en ellos se diera esa conciencia de ser coetáneos que tantas tonterías obliga a decir. Quizá si remontamos de nuevo
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el vuelo y llegamos a la época clásica podamos encontrarnos alguno de estos momentos, puede que en el siglo de Pericles, o en el de Augusto, pero no es seguro. Seguro es que el mentado siglo XXI, continuación del XX en punto a hybris, tiene esa certidumbre de culminación pero quizá la fundamente en una conciencia que sí parece expandirse por primera vez y aprestarse a ser el resumen, la quintaesencia de la autoimagen de la época: la idea de que el ser humano está en posición de causar el fin del planeta de destruirlo. Y no sólo hay un barrunto intelectual de que esto sea posible, aunque también, sino que es asimismo la acongojada convicción de que tal cosa pueda suceder con independencia de lo que la humanidad desee, que puede ser consecuencia del avance incontenible de la especie. El mero sentido común dice que el mundo no podrá sobrevivir indefinidamente al frenesí reproductivo del ser humano; que ello suceda cuando la especie cuente con diez mil millones o cuando cuente con veinte mil millones es cosa de breve lapso. El siglo XX ya había saboreado algo las mieles perversas de esta conciencia de omnipotencia para el mal y la destrucción. Con motivo de la carrera de armamentos que fue el nudo mismo del largo periodo de la posguerra conocido como guerra fría, se fue abriendo camino la idea de que en una siempre posible guerra atómica no habría vencedores dada la capacidad de destrucción que garantizaban los crecientes arsenales nucleares y montones de ingenios balísticos. Todavía hoy en que tal amenaza ha perdido gran parte de su mordiente, suele contabilizarse ésta en número de veces en que la Santa Bárbara atómica puede destruir el planeta: las existencias probadas de armas nucleares (supongo que sin contar las que tenga Israel) pueden destruir la tierra equis veces, una imagen puramente fantástica, casi quimérica, pues es muy difícil visualizar una situación en la que un objeto pueda ser destruido más de una vez. Pero la lógica de la carrera de armamentos había incorporado a su discurso esa única situación e incluso le había dado el nombre a una forma de “equilibrio” de la guerra fría, MAD o Mutual Assured Destruction: destrucción mutua asegurada. En el caso de que uno de los dos contendientes desencadenara un ataque, el otro procedería a lo que se llamaba Full Retaliatory Response. Resultado: destrucción mutua. Resulta curioso que Wikipedia entienda que este punto es un punto de equilibrio de Nash (1), pero así es y con toda justicia ya que ninguno de los contendientes estaba interesado en cambiar las condiciones del juego so pena de perderlo todo. Pero en este equilibrio el posible resultado catastrófico depende de la voluntad del hombre. Es verdad que lo hace de modo tal, invocando el carácter ajeno, en cierto modo inhumano de las relaciones humanas que casi se diría que no depende en absoluto de la especie. Pero sí depende y, de un modo u otro la especie no parece suicidarse. Esta idea de que el hombre como especie pueda llegar a no controlarse arranca directamente de las experiencias de enajenación del individuo. Si sucede con el individuo puede suceder con la especie. Pero el hecho es que no sucede, al menos de momento.
(1) (http://en.wikipedia.org/wiki/ Mutual_assured_destruction)
Y en eso parecen distinguirse los siglos XX y XXI. En el XXI la catástrofe capaz de borrar a la especie humana y con ella a todo ser vivo del planeta puede ser producida por factores externos, objetivos, ajenos a la causalidad directa de las acciones del hombre. La destrucción que el MAD del siglo XXI traería por obra de la acción humana será ahora la catástrofe natural, producto de
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fuerzas que los seres humanos no pueden controlar. Resulta, pues, que el futuro del planeta es una catástrofe, sobre lo que siempre se regatea. Un efecto análogo es lo que viene predicando la iglesia cristiana con mayor o menor delectación desde hace dos mil años, según se trate del Apocalipsis y los evangelios. Esta conciencia de catástrofe caracteriza nuestra cultura (Cotarelo, 1985), hasta el punto de que conjugada con la idea distópica del siglo XX., y el espíritu científico que se ha apropiado de todo los discursos por las razones más aburridas ha acabado sustituyendo a las religiones. ¿Para qué hacen éstas falta si sus profecías son aproximativas frente al carácter inexorable de las predicciones científicas? No es solamente que, en condiciones de “normalidad”, el sol pasará a ser una supernova dentro de cincuenta mil millones de años, que es cantidad no significativa; se trata de que, manteniendo el ritmo de explotación de los recursos naturales y de producción industrial para el consumo, también se producen escenarios catastróficos en cálculos de funcionamiento de la especie y con fechas mucho más coherentes con las presumibles experiencias vitales de todos quienes las articulan. Esa es la base del excepcionalismo contemporáneo y la conciencia de superioridad catastrófica del siglo XXI. A este espíritu responde la conocida fórmula de Ulrich Beck de la sociedad del riesgo, que ha venido a sustituir a la sociedad industrial (Beck, 1986). Vivir es cada vez más una tarea de sobrevivir. Esta idea del riesgo social parece retratar bastante bien la conciencia con que como sociedad encaramos este vivir que se nos antoja sobrevivir. Una conciencia de catástrofe inminente. La modernidad se hace reflexiva a base de vivir en la incertidumbre de la “producción del riesgo”. Muy probablemente se ha experimentado en otras ocasiones y contextos culturales. Los “terrores del año Mil” debieron de tener algo que ver con esto y parecen coherentes con algunos puntos de la mitología cristiana, como el Apocalipsis o las creencias milenaristas que no solamente son de factura religiosa sino que también impregnan otro tipo de preocupaciones, por ejemplo las políticas. No es disparatado sostener que el último credo milenarista en Occidente fue el marxismo con el anuncio del advenimiento de una sociedad de los justos o sociedad sin clases que reproduciría, pasado el cataclismo revolucionario, las condiciones de alguna forma de Edad de oro. Lo que sí parece suceder es que nuestro tiempo echa mano de la imaginería milenarista con una desaconsejable frecuencia ya que pueden darse casos de la fábula del pastor y el lobo. Hace unos años, con motivo de la llegada de 2000 se desató una campaña con aspectos de histerismo milenarista aunque disfrazado de pensamiento tecnológico. Se llamó el efecto Y2K, esto es, el “efecto del año 2000”. Según el miedo generalizado el primer día del nuevo milenio (para lo cual hubo previamente un interesante debate sobre si éste era el 1º de enero de 2000 o el de 2001) todo el sistema informático mundial se paralizaría o enloquecería. Las razones que se aducían nunca fueron únicas ni estuvieron claras: que si los relojes internos a los sistemas, al llegar a tan fatídica fecha, no estando preparados para otra cosa, retornarían al 1º de enero de 1900 o que los lenguajes con que se habían ido edificando los complejos sistemas informáticos ya no se entendían entre sí. No es asunto muy relevante pues los sentimientos colectivos de catástrofe no necesitan argumentos racionales; basta con levantar constancia de que el siglo nuevo y el milenio arrancaban con agoreras predicciones catastróficas. Luego, por supuesto, nada sucedió y prácticamente nadie volvió a plantear el asunto.
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Uno de los efectos de la globalización –de la que se hablará algo más adelante– es generalizar al mundo entero la conciencia de ciudadela asediada que antes parecía sólo propia de la cultura popular yankee. Este efecto Y2K podía entenderse como una especie de ciberataque a los centros neurálgicos del planeta. Con posterioridad se dio un episodio similar: la grande peur de la variante de la gripe descubierta a primeros de 2009 y bautizada de distintas formas, como “gripe porcina”, “gripe A”, gripe h1n1, presunta pandemia de gran mortandad por tratarse de un virus maligno y mutante, capaz de saltar la barrera de la especie, del cerdo al ser humano, como antes se había presumido del pollo siempre al ser humano. Un típico terror colectivo en el que intervino el estado mayor de la salud planetaria, la OMS con el resultado que bien se ha ido conociendo de que los negros presagios no se han cumplido e il mondo rimane tale quale, si bien con menor seguridad respecto a su acción en el mundo (2). El más reciente terror apocalíptico es el del cambio climático. En modo alguno simpatizo con los negacionistas ni es mi intención equiparar el riesgo del cambio climático con los fiascos del Y2K y el virus h1n1. Sí cabe temerse que acabe dándose algo de la mentada fábula del pastor y el lobo. En principio en mi opinión la amenaza del cambio climático debe tomarse muy en serio y suscitar acción inmediata, sobre todo teniendo en cuenta que es una catástrofe muy alejada de nuestras capacidades de control. Volveremos sobre ello más abajo. Esto es lo que, a mi juicio, caracteriza a la situación de la juventud hoy: su clara conciencia de que vive en un mundo en el que, o hacemos algo pronto (aunque no sepamos qué) o éste se autodestruye. No imagino muy bien cómo puedan organizarse las vivencias en el sentido de Dilthey de cada cual y del conjunto en ese contexto (Dilthey, 2005). Sólo puedo hacerlo por comparación con lo que el recuerdo me dice que fue nuestro modo de enfrentarnos a la comprensión del tiempo que nos había tocado vivir. Y, por supuesto, cualquier parecido es pura fantasía. Mi generación, que tenía una clara conciencia de la contingencia del ser humano a través del existencialismo, la integraba con una convicción contradictoria que, sin embargo, no ofrecía duda: que la sociedad era transformable para mejor, el mundo era reformable según un criterio de justicia que llevaba a la emancipación de la especie dentro de la cual acaba sumergida, creo, la idea de la emancipación de cada cual. Y digo que creo porque no tengo recuerdo de haberme ocupado directamente de la cuestión. Nada de eso se conserva en los inicios del siglo XXI. El fracaso de los experimentos sociales a partir de los años noventa deja el pensamiento emancipador sin rumbo y sin esperanza. No hay tierra por hollar ni mundo por descubrir. Además, la realidad no se modifica por decreto. Y hay que ver si se modifica. Todos los intentos de hacerlo de modo radical y una vez por todas han resultado reversibles. Únicamente parecen haber dado buen resultado las propuestas reformistas del piecemeal social engineering popperiano (Popper, 1971) o las tácticas gradualistas de la socialdemocracia europea a comienzos del siglo XX o los fabianos ingleses de fines del XIX. Todos ellos programas, en el fondo que resultaría extraño que atrajeran el interés o compromiso de la juventud hoy. (2) (http://www.insurgente.org/ modules.php?name=News&file= article&sid=18842).
Por supuesto, esta consagración de la impotencia y la aceptación resignada de las actitudes reformistas y gradualistas corre paralela con las concepciones filosóficas dominantes de la posmodernidad. El fin de los metarrelatos de
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que habla Lyotard, aquellos relatos multiabarcadores encargados de asegurar la legitimidad de los discursos (Lyotard, 1984), es la trasposición al terreno de las ideas de esta comprobación de la resistencia de la realidad a cambios basados en la aplicación de programas emancipadores. Resistencia que no es como la que oponen las superficies duras sino, al contrario, las líquidas (Bauman, 2000). La complejidad de la unión de los dos mundos, el objetivo y el que los fenomenólogos llaman Lebenswelt (mundo vital con todas las peculiaridades humanas) hace que la acción colectiva sea un imponderable sobre el que no cabe predecir nada. La celebración de la Conferencia de la ONU sobre el cambio climático a finales de diciembre de 2009 en Copenhague fue la manifestación práctica de esta impotencia. Si bien es cierto que desde las trincheras más rabiosamente neoconservadoras se cuestiona la urgencia e incluso la verosimilitud de las teorías del efecto invernadero, el calentamiento global y el cambio climático, no lo es menos que en los círculos científicos internacionales hay una opinión mayoritaria favorable a tomar en consideración la teoría y aprestar los elementos necesarios para evitar sus efectos más nocivos. Esta mayoría de la comunidad científica se apoya en una opinión pública mundial claramente preocupada por las consecuencias del cambio climático cuya realidad ya da por hecha y que es la que exige que haya un programa internacional de acción. Resulta interesante, sin embargo, comprobar que por mucha opinión pública que haya y clara sea la conciencia de la necesidad de hacer algo eso no quiere decir que, efectivamente, la comunidad internacional ponga en marcha un proyecto realista de cambio planetario. Al contrario la conclusión de la citada cumbre es que la acción práctica internacional es inexistente y efectivamente el porvenir del planeta depende en buena medida de los resultados de esa acción pero sin que parezca capaz de corregir su rumbo o poner remedio a sus yerros. Aquello que se hacía patente en los marcos nacionales cerrados, esto es, que no se cambia la sociedad a golpe de conclusión y negociación es asimismo lo que cabe decir del orden internacional: no se cambia éste a golpe de acuerdo, tratado o negociación. El futuro no es previsible y está abierto. La probabilidad de condicionarlo a través de nuestra acción ideológicamente movida es insignificante. Esta idea de que el orden social, tanto doméstico como internacional puede ser injusto y de hecho lo es, pero, por una serie de razones, no es pensable su transformación radical a corto y medio plazo condiciona notablemente la autoconciencia de las generaciones jóvenes como se echa de ver en los bajísimos índices de asociacionismo con vistas a la acción práctica y de la consiguiente movilización. Las cifras cantan. Es muy posible que todavía siga en vigor la notable percepción de Inglehart (Inglehart, 1997) respecto a la orientación postmaterialista de la juventud a fines del siglo XX. Lo que no parece, sin embargo, seguirse de ello es que esa orientación postmaterialista de las sociedades industriales avanzadas produjese entonces o produzca ahora una movilización política o social. Lo que se da, entiendo, por supuesto sin mayor comprobación. Algo que permite hablar hasta de “revolución postmaterialista” Como se dice en un artículo así titulado (Domínguez, 2005). Señala Domínguez: “No olvidemos que en Europa los jóvenes de las ciudades y las áreas metropolitanas han crecido con una cierta seguridad económica, educación, sanidad y prestaciones sociales. Son postmaterialistas. Sus aspiraciones humanas, aparte de un empleo digno, van más allá de valores materiales, como la participación política horizontal sin tanta jerarquía ni burocracia, la democracia cosmopolita, la ecología, la diversidad sexual,
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igualdad de género…Sin embargo, si de pronto ven que ni siquiera pueden aspirar a un empleo digno, como tuvieron sus padres, se frustrarán y surgirán “identidades de resistencia” en el nombre del territorio urbano en forma de bandas, de urbaterroristas o, simplemente, desesperados.” Da la impresión de que en el caso citado el empleo del término “revolución” no implica una propuesta de transformación radical del conjunto del orden social real sino que es metafórico, casi comercial, al modo en que se habla de una “revolución” de la cocina o de la indumentaria de moda. El fenómeno social que motivó inmediatamente al menos el artículo fue la rebelión de la banlieu parisina, un movimiento espontáneo, descoordinado, juvenil, con extrema violencia contra las cosas frente al que hubo una reacción social de repulsa. Es muy posible que esta rebelión de la banlieu, a la que hizo eco tres años después otra en Atenas también extraordinariamente violenta y que duró varios días (3), habiendo empezado con una protesta contra la brutalidad policial; es muy posible, digo, que sean el comienzo de un movimiento revolucionario de onda más o menos larga pero, si se observa bien, se verá que, caso de producirse, no será la acción movida por el postmaterialismo sino, precisamente, por el fallo en el cumplimiento de las promesas de éste. No es el postmaterialismo el que moviliza a los/as jóvenes sino la amarga comprobación de que el postmaterialismo puede ser una ilusión. La escasa participación de la juventud en los eventos públicos, probablemente coincide con ese otro fenómeno de la llamada “desafección democrática” que detectan los politólogos y hablan tanto de ella que ha pasado a ser objeto del debate político cotidiano cuando se dice que los ciudadanos desconfían de sus políticos, incluso de aquellos a los que votan, que con facilidad los reputan de corruptos y tampoco tienen mejor opinión sobre las instituciones si bien es de señalar que casi todos se dicen demócratas. Tiendo a pensar que tales actitudes proceden de la ya lejana época en que en las ciencias sociales empezó a hablarse del “fin de las ideologías”, cuyo referente filosófico viene a ser veinte años después la postmodernidad y entre medias el postmaterialismo, ese último intento de metarrelato que tampoco parece haber cuajado.
(3) (http://m.elespectador.com/ articulo97943-atenas-vive-elsexto-dia-de-disturbios)
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En verdad hoy suele señalarse con cierto alborozo, al menos en el campo de la ciencia social crítica, la aparición del llamado “tercer sector” en nuestras sociedades o el “voluntariado” que sientan plaza de ejemplos de movilización de la juventud y que, en consecuencia, parecen contradecir las tesis pesimistas. La verdad es que estos estudios y las proyecciones que hacen respecto a la importancia que, llegado un impreciso futuro acabará alcanzando el voluntariado (y que de momento no tiene) recuerdan los embelesados saludos que desde los mismos cuarteles se dirigían en los años ochenta al incontenible proliferar de los “nuevos movimientos sociales” en los que se residenciaba una intencionalidad de acabar con los viejos partidos, parte esencial de la corrupta estructura de los sistemas políticos, y también vinculados a la acción juvenil. Gracias a ésta y a su acción en dichos nuevos movimientos sociales se podría resolver el problema de la deslegitimación de los órdenes políticos democráticos. Un cuarto de siglo más tarde está ya claro que de aquellos nuevos movimientos sociales unos no eran nuevos, otros no eran movimientos y algunos no eran sociales y de la promesa entonces formulada sólo se ha materializado la acción política de algunos grupos verdes que, para llevarla a cabo, han tenido que convertirse en partidos políticos a la corrupta usanza. De hecho la importancia real del tercer sector
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o el voluntariado, medida en términos de presencia social activa y autónoma es mínima. No hay con el voluntariado, como no lo hubo con los nuevos movimientos sociales, un ámbito propio para la acción colectiva juvenil. La juventud tiene asignado un espacio propio y en cierto modo exento que le garantizan los poderes públicos. Es un espacio que se ve obligado a convivir con otros anteriores que delimitan su margen de acción. Las generaciones previas no se dejan jubilar. Permítaseme una pequeña digresión sobre este asunto de las generaciones. Es claro que cada una de éstas cuenta su propia historia y tiene su propia idea sobre sí misma y las demás. Se bautiza y bautiza a las otras. La de los que fueron jóvenes allá por los años de los famosos nuevos movimientos sociales, en los ochentas y noventas ha puesto en marcha un término que es un verdadero programa socio-político: el de barrera generacional tema sobre el cual hasta se celebran jornadas con ponencias (4) lo que debe de indicar que se trata de asunto de mucho montante. Sin embargo llevo oyendo eso de la “barrera generacional” el consabido cuarto de siglo sin que nunca me haya parecido concepto especialmente interesante y ni siquiera ingenioso. Da la impresión de que quienes lo formulan lo hacen como quien invoca una jaculatoria: ya que no pueden liquidar la cosa en sí, que diría Kant, la convierten en sortilegio. “Barreras generacionales”, esto es, en román paladino, quítate tú para que me ponga yo debe haberlas habido desde tiempo inmemorial. Nadie se va de los sitios a gusto: hay que echarlo. Y cada generación se las ha ingeniado como ha podido con su propia “barrera generacional”. Por lo demás eso es algo que, como le decía el sindicalista David al “hereje” Eduard Bernstein a propósito de su ataque al pensamiento socialdemócrata más adocenado: “Eres un bruto, Edu; esas cosas se hacen pero no se dicen”. Obviamente, cuando se dicen puede ser porque no se hacen. A la generación que es barrera hay que obligarla a saltar; pero no tratar de convencerla porque es tarea perdida. Por lo demás me temo que la relación entre generaciones y ámbito (espacial y temporal) de la acción social está evolucionando en un sentido restrictivo para jóvenes que cada vez se ven más obligados a compartir el espacio social con más generaciones vivas. Es la del 68, a la que todos parecen tenérsela guardada. Los señores Sarkozy y Esperanza Aguirre pretenden ambos “acabar (en el sentido de erradicar) con el espíritu del 68”. Cómo pueda acabarse con un espíritu que es, por definición inmaterial, es un misterio. Los de los nuevos movimientos sociales quieren derribar la famosa “barrera generacional” que, en el fondo, es también tratar de liquidar a los del 68. Vana esperanza justo en un tiempo en el que la próxima reivindicación social será abolir de hecho y de derecho las discriminaciones por razón de edad que son características de nuestra sociedad. Y lo más pintoresco del caso es que esos de la “barrera generacional” que fueron jóvenes en los ochentas y noventas ya constituyen la “barrera generacional” de los que vienen detrás.
(4) (http://www.circulobellasartes. com/ag_humanidades. php?ele=48&mod=pasado)
Fin de la digresión. Por cierto, el hecho de levantar constancia de que el impacto numérico del postmaterialismo en términos de acción en el tercer sector o el voluntariado no quiere decir que nos rindamos sin más a su hipotética fuerza argumental. Que algo sea cuantitativamente reducido no quiere decir que no contenga en sí la semilla de una gran expansión futura. Cuando el pueblo elegido no constaba más que de Abraham y su gente, el dios de los judíos, cristianos y musulmanes le dijo que bendeciría su simiente y la haría tan numerosa como las arenas del mar. Y así fue, aunque esos descendientes no estén especialmente bien avenidos al día de hoy. Por lo
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demás es posible que aquellos jóvenes que participan en actividades de voluntariado, en ONGs y asuntos similares sean una minoría pero una minoría especialmente relevante. Puede decirse, desde luego, aunque no con carácter absoluto que, cuando menos, son la minoría que muestra algo parecido a un sistema de valores morales de carácter altruista. Al margen de que ni siquiera en la ética está claro que el altruismo sea mejor que el egoísmo entre otras cosas porque tampoco suele estar claro qué se entienda por “mejor”, también habría que explicar por qué se singularizará a la minoría juvenil movida por la solidaridad y el altruismo y no a la que se orienta a los puestos de mando del capital financiero internacional y lleva una vida dedicada al dinero. Quizá haya diferencias notables en cuanto a la talla ética pero seguramente sucederá lo mismo con la intelectual en un tiempo en el que la identidad socrática entre el conocimiento y la moral no pasa de ser un wishful thinking. Minoría o no, hay un sector de la juventud comprometido con actividades de voluntariado, solidarias, del llamado “tercer sector”. No voy a entretenerme aquí en reflexionar sobre un problema nada baladí que se plantea al relacionar la justificación del Estado del bienestar con las actividades solidarias. Baste recordar que lo característico del Estado del bienestar es que la prestación de los servicios se haga en el marco de la ley y por un juego de derechos de los receptores que los ponen al abrigo de los caprichos de la caridad privada. Hasta cierto punto ese tercer sector es actividad privada y sus labores pueden entenderse como debilitadoras del estricto marco del bienestar como derecho. El asunto sobrepasa los límites de este artículo. No lo hace, sin embargo, la comprobación de que, en cuanto a la adscripción “nacional” de las tales actividades de voluntariado, solidarias, etc, ésta se hace en el marco de la sociedad internacional. Una gran cantidad de activistas juveniles que quizá sean abstencionistas en la política de su país participa a pleno rendimiento en campañas internacionales de solidaridad. En muchos casos estas actividades se hacen a través de ONGs que son organizaciones sin ánimo de lucro y con muy frecuente incidencia en países y culturas ajenas y extrañas. Este mayor compromiso con las causas internacionales quizá permita deducir dos conclusiones: 1ª) el desinterés por las cuestiones domésticas, unida a la conciencia de la irrelevancia de la acción individual de que se hablaba más arriba; 2ª) un particular planteamiento ético por cuanto la actividad exterior participa algo del espíritu del misionero. Sin duda los médicos sin fronteras, los veterinarios sin fronteras, periodistas, abogados todos sin fronteras pretenden llevar a los territorios en los que actúan las condiciones de vida de aquellos de los que provienen pero tampoco creen que el resultado de su acción pueda alcanzar al conjunto de la sociedad en la que actúan. Son acciones ejemplo de altruismo que es algo que puede ser muy significativo desde el ámbito internacional. Paradójicamente esta conciencia del carácter inerte de ese ámbito internacional viene en el momento en que se impone y nadie ya discute la condición de mundo globalizado. La acción humana se fragmenta según dictamina la posmodernidad justo en el momento en que el mundo se desfragmenta y camina a una creciente unificación de consecuencias muy desiguales para unos y para otros. Pero esto no quiere decir que esa acción altruista sea reveladora por el mero hecho de darse. Una ojeada somera a los datos sobre la acción internacional de altruismo nos muestra que este tipo de acción moviliza a una parte de la juventud de los países industrializados. En qué proporción se dé esta movilización no es aquí asunto de mayor importancia. Basta con saber que se da y que su medida depende en gran
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medida del tipo de problema que la suscite. Por ejemplo, con la catástrofe del Prestige en España en 2002 se movilizó una gran cantidad de jóvenes voluntarios sobre todo en Galicia aunque también en el resto de España para ayudar en las tareas de limpieza muchos de los cuales, por no decir casi todos, no pueden o no quieren participar en una ONG con tarea internacional. Antes de seguir conviene precisar que esta acción voluntaria es más que nada un asunto de la cultura (política) occidental. Son los/as jóvenes del primer mundo quienes en mayor o menor medida actúan en el contexto de un orden internacional en el que el Tercer Mundo aparece como víctima de un reparto injusto de la riqueza y de las competencias para generar recursos, por no decir ya también de una mayor exposición a los riesgos de catástrofes naturales en las cuales hay siempre un fuerte componente humano y social. Esto es, los/as jóvenes del primer mundo se movilizan en función de las consideraciones más arriba expuestas en mayor o menor grado para aliviar la situación del tercero. No hay en los países en desarrollo algo parecido entre su propia juventud, lo que no quiere decir que no lo haya en absoluto. Son, sin embargo, de importancia para entender esta diferencia los muy distintos procesos de socialización que experimentan las respectivas juventudes. Pueden estos visualizarse, siempre con un grado grande de simplificación y hasta caricaturización viendo cómo los/as adolescentes en el primer mundo se socializan en un ambiente de respeto por las libertades y los derechos y la conservación del planeta mientras que en el tercero, en muchos casos, lo hacen en un contexto de guerra civil y manejando un Kalashnikov desde niño. En todo caso esta movilización internacional de una parte de la juventud mundial no se agota en los asuntos específicos por país o región sino que abarca al conjunto del planeta en una forma de acción política muy acorde con el signo de los tiempos de la globalización. Desde que ésta comenzó a tomar formas orgánicas y políticas más definidas, especialmente a raíz de las reuniones de la Organización Mundial del Comercio (OMC) o del G8, una especie de gobierno de facto del mundo a cargo de los países más ricos (EEUU, Reino Unido, Francia, Alemania, Italia, Canadá, Japón y la UE) que ha revestido diversas configuraciones numéricas según la ocasión hasta llegar al G20, se ha ido articulando un movimiento contestarlo mundial, básicamente juvenil, espontáneo y coordinado de modo laxo. En su acción este movimiento ha ido dando la alternativa a todos los pasos de lo que cabe llamar el status quo de la globalización y constituyéndose en un movimiento que también ha ido variando de nombre hasta que parece que el último de “alterglobalización” es el que encuentra mayor aceptación. En esos actos alternativos han confluido diversas ideologías políticas juveniles con diferentes grados de radicalismo pero rara ha sido la convocatoria globalizadora que no haya contado con su manifestación alternativa y violenta con enfrentamientos con las fuerzas del orden. Así sucedió en Seattle en 1999 con motivo de la reunión de la OMC cuando se vivió lo que se ha llamado “la batalla de Seattle” hasta los disturbios habidos en Copenhague en diciembre de 2009 con motivo de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el cambio climático. Ciertamente no todas las actividades del movimiento alterglobalizador han de ser violentas. De hecho, las sucesivas convocatorias del Foro Social Mundial, desde el primero en Porto Alegre en 2001 hasta el último en Belem en 2009 han servido para mostrar a ojos del mundo que hay un movimiento planetario de amplio respaldo, básicamente juvenil, en lucha por una globalización alternativa. El lema frecuentemente repetido en estas actividades de “otro
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mundo es posible” denota una clara voluntad política activista al tiempo que, filosóficamente, pone el asunto en los términos de la contraposición entre Leibnitz y Voltaire acerca de si este mundo es el mejor de los posibles. Lo que separa a los alterglobalizadores de la crítica voltairiana es que al tiempo que reputan el mundo real como el peor de los posibles, albergan la esperanza optimista en que el mundo pueda mejorar sustancialmente. Es decir, la resignada conclusión a que, como se señalaba más arriba, se llega en el ámbito de los Estados nacionales de que los órdenes sociales dominantes no son radicalmente transformables, adquiere una tonalidad más optimista cuando el ámbito de acción es el conjunto del planeta. No obstante, no resultará excesivamente agorero hacer observar que el enunciado de “otro mundo es posible” no aparece fundamentado a primera vista en propuestas realistas de transformación sino que tiene un claro aspecto desiderativo. Sin duda sirve para orientar la acción política juvenil global y está bien que así sea. Pero conviene fundamentar ese deseo en algo más convincente que en el entusiasmo juvenil. Hay que proceder como hace Susan George (George, 2004), esto es, especificando qué requisitos han de cumplirse para que esa posibilidad se haga realidad. Proceder de otro modo hará, sí, que otro mundo sea posible, pero no probable. Me interesa señalar que este movimiento político global alterglobal, esta movilización internacional sin precedentes tiene como caldo de cultivo y medio de acción a Internet. Los/as jóvenes de hoy, por supuesto, los del primer mundo, han nacido en un mundo en que había Internet; no han tenido que adaptarse a la nueva situación sino que dan por supuesta la existencia de la red y organizan de modo natural su vida en torno a ella. A su vez una valoración de Internet y su impacto en las relaciones sociales de todo tipo también quedaría fuera de los límites de este artículo. A los efectos que nos ocupan será suficiente con señalar la capacidad de cambio radical y profundo de las sociedades humanas que ésta ha mostrado, tanto que quizá podría uno arriesgarse a emplear el término “revolución” sin los reparos que se manifestaban más arriba. La red ha sido el mayor paso de la historia de la humanidad en la diseminación de la información y el alcance de la comunicación. Nunca antes había estado el conjunto del saber de la especie al alcance de cada uno de sus especimenes siempre que cuente con conexión y banda ancha. Y una de las características más acusadas de esta poderosa innovación es el hecho de que las relaciones de poder se hacen transparentes, que la tendencia de los gobiernos al secreto y a la ocultación ya no puede resistir frente a la infinita capacidad fiscalizadora de la red, siempre vigilante, siempre en guardia para denunciar lo abusos de los derechos humanos. La sensibilidad de la red ante la prevalencia de la injusticia, el hambre, la guerra y la miseria en el tercer mundo y la rapidez de reacción y acción práctica de las webs amplían notablemente el campo de acción y atraen a Internet a todos los ciudadanos que se interesen por los problemas de la injusticia allende sus fronteras, tendencia que, como hemos visto, suele darse entre los jóvenes y son estos los que, en parte por su mayor disponibilidad física y en parte por el trasfondo ético de su acción, acabarán comprometiéndose con resolver situaciones que quizá no encararan en su país. El mundo de Internet genera una realidad virtual que duplica y condiciona la real. Es en ese mundo virtual en el que está dando sus primeros pasos la ciberpolítica, esto es, la participación política a través de los mecanismos de Internet y no solamente en la identificación de posiciones a través de
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la blogosfera y las redes y agregadores de páginas en donde las gentes que comparten quizá filiación política pueden coordinar sus acciones sino también en la generación de un ámbito libre, ilimitado de comunicación multidireccional y que posee una capacidad de convocatoria y acción política espontáneas que carece de precedentes en la vida política clásica y contribuirá a cambiar ésta de modo radical. De hecho ya lo está haciendo. Como se decía más arriba hoy es muy difícil que los gobiernos consigan ocultar sus demasías o mantener el secreto de sus actuaciones, lo que no quiere decir que no lo intenten. Cualquier ciudadano provisto de un móvil puede grabar la actuación de la policía en la represión de manifestaciones y colgar después la grabación en la red a través de un portal de vídeos, Youtube, por ejemplo. La red da salida asimismo a fotos que testimonian la situación de detenidos o torturados en centros de internamiento o bien el carácter criminal inhumano y contrario a las Convenciones de Ginebra de determinadas operaciones militares, de los israelíes en los territorios ocupados o en la franja de Gaza, de los occidentales en el Afganistán, de los EEUU en el Irak, etc. La orden de la Presidencia de los Estados Unidos de que los periodistas fueran “incrustados” con las tropas invasoras en el Irak y no se trasmitiera nada sobre la situación de Bagdad primero sitiado y luego ocupado no pudo impedir que un ciudadano con su ordenador conectado en banda ancha, desde el propio Bagdad tuviera al mundo entero informado minuto a minuto de lo que sucedía en la capital en las horas más terribles. La única manera de evitar esto es que los gobiernos interesados censuren la red, como hacen, por ejemplo, la República Popular China o Cuba, aunque a un costo de prestigio internacional muy elevado como censores a ojos de la opinión pública internacional. Una situación que todos los gobiernos tienden a evitar.
(5) (http://www.aimc.es/) (6) (http://www.elpais.com/ articulo/portada/Red/destrona/ television/elpepipor/ 20100102elpepisoc_1/Tes/)
Que Internet determina el futuro es cosa que se observa precisamente en el hecho de que su uso sea masivo entre los/as jóvenes. Una consulta del consumo de Internet en el Estudio General de Medios (5) probará que éste entre los/as jóvenes es porcentualmente muy superior al de usuarios con más de cincuenta años. Este dato tiene una importancia capital si se vincula con el hecho de que entre los/as jóvenes la tasa de uso de Internet es superior a la de la televisión, cosa que no sucede con los otros grupos de edad, mucho más dependientes de este medio “clásico” de comunicación. De hecho, para tratar de mantener su predominio las cadenas de televisión ya ofrecen la mayoría de su programación en la red (6). Es más, dada su forma de vida y su acceso a las nuevas tecnologías son los/as jóvenes los encargados de llevar adelante el nuevo salto adelante de las tecnologías de la información y la comunicación (tics), consistente en la integración de la tecnología celular con la informática y la red. El único temor que suscita esta previsión es el de que profundizará mucho en la distancia entre los/as jóvenes y las generaciones anteriores que si es ahora grande puede llegar a ser insalvable en un futuro próximo por cuanto el dominio juvenil de estas nuevas tecnologías carece de precedentes y no existe nada con lo que los adultos puedan compensarlo. Acceder a la red a través de los móviles y muy especialmente a las redes sociales, pone al alcance de los/as jóvenes una capacidad inmensa de movilización de carácter espontáneo cuyo efecto contundente sobre la política tradicional ya está empezando a sentirse. Todas las campañas políticas (gubernativas o de la oposición) tienen su inmediata respuesta en la red, dando así lugar a un tipo de intercambio de información y de acción política sin parangón con anterioridad.
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Es demasiado pronto para determinar en qué medida concreta contribuirá este predominio de la red a transformar los usos políticos tradicionales en los sistemas democráticos, pero no hay duda de que las pautas de la ciberpolítica (interactividad, espontaneidad y agregación de multimedia) serán las que imponga la juventud. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Bauman, Zygmunt (2000), Liquid Modernity. Cambridge, Polity. Beck, Ulrich (1986): Risikogesellschaft. Auf dem Weg in eine andere Moderne. Suhrkamp, Frankfurt a.M. Condorcet, Nicolas de (1998) Esquisse d'un Tableau historique des progrès de l'esprit humain. París, Flammarion. Cotarelo, Ramón (1985) "Crítica de la conciencia contemporánea de catástrofe", en Revista de Estudios Políticos (Nueva época) nº 43, Madrid, Instituto de Estudios Políticos, enero-febrero. Dilthey, Wilhelm (2005) Das erlebnis und die Dichtung, Lessing, Goethe, Novalis, Hölderlin. (Vol. 26 de Gesammelte Schriften). Götingen, Vandenhoeck + Ruprecht GM. Domínguez, Juan José (2005) La revolución postmaterialista, Rebelión, 17 de noviembre (http://www. rebelion.org/noticias/2005/11/22853.pdf). George, Susan (2004) Otro mundo es posible si… Icaria, Barcelona. Inglehart, Ronald (1997) Modernization and Postmodernization. Cultural, Economic and Political Change in 43 societies, Princeton University Press, Princeton, 1997. Locke, John (1963) A Letter Concerning Toleration. La Haya, Nijhoff. Lyotard, Jean-François (1984) La condición postmoderna, Cátedra, Madrid. Popper, Karl (1971) The Open Society and Its Enemies Princeton, New Jersey: Princeton University Press.
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DOCUMENTOS
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María del Carmen Monreal Gimeno. Universidad Pablo de Olavide. Sevilla.
Valores y actitudes de la juventud europea ante las instituciones democráticas
Este estudio analiza la actitud y la concepción de las/los jóvenes, sobre los valores democráticos, y sobre las instituciones sociales, planteado desde una doble óptica nacional y europea. Se pretende comprobar en qué medida existe coincidencia en la concepción de los valores que sustentan la convivencia. En caso de divergencia, el hecho mismo reflejaría la necesidad de una educación para la ciudadanía. Para alcanzar esa comunidad de valores creemos que es importante partir de la confirmación de si las concepciones de las/los jóvenes con respecto a los valores recogidos en la Constitución Europea, que responden a su vez a los Derechos Humanos, son similares/diversos entre los diferentes países que componen Europa. De ahí que el objetivo general del estudio consista en, identificar los valores constitucionales de las/los jóvenes europeos y sus actitudes ante las Instituciones democráticas. Para ello se elaboró un cuestionario/escala que se aplicó en aquellos países de la Unión Europea que consideramos más representativos Entre las conclusiones que se pueden destacar están las siguientes: Existe un reconocimiento general por parte de los/as jóvenes de los valores de la Constitución Europea. Reconocen la dignidad de la persona y se manifiestan en contra de la pena de muerte. Conceden un gran valor al derecho de expresar con libertad sus ideas, sin embargo; manifiestan que no siempre pueden hacerlo. Son conscientes que la escala de valores no siempre incide en el comportamiento. Actúan según las circunstancias. Con respecto a las Instituciones Democráticas existe un cierto alejamiento con respecto al gobierno pero se sienten más cercanos a otras instituciones como Ayuntamientos. Su concepto de buen ciudadano es un tanto pasivo, y consideran necesario el reconocimiento de la igualad de derechos y libertades para la generalidad de la población, sólo plantean una excepción: quienes estén en contra de la nación no deberían tener los mismos derechos.
Palabras clave: Constitución Europea, Juventud, Derechos Humanos, Ciudadanía.
I.
Introducción
En este artículo pretendemos analizar algunos de los resultados de una investigación iniciada hace tres años a cerca de los valores y actitudes de la juventud europea ante las instituciones democráticas a raíz de la polémica que se suscitó por aquel entonces en los países europeos sobre la Constitución Europea y que provocó que tal Constitución no haya sido aprobada aún, por todos los países de la Unión Europea. Por otro lado, en nuestro país la necesidad o no de impartir una nueva materia “Educación para al ciudadanía” ha planteado un debate social importante sobre quien debe ser el agente social que transmita a las y los jóvenes valores para la convivencia: familia o centro educativo. Pero, ¿De qué valores
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estamos hablando?, ¿cuál es el comportamiento de nuestra juventud, poseen principios, valores universales que orientan su comportamiento en el respeto, solidaridad hacia el otro/a? Durante las últimas décadas estamos constatando como los comportamientos de una parte de la juventud (y existen situaciones extremas como el caso de Marta del Castillo) ponen de manifiesto como un grupo de jóvenes no tiene asumidos valores mínimos, sociales como la dignidad, justicia y solidaridad que fundamentan los derechos humanos. y posibilitan una convivencia pacífica. Ante situaciones tan terribles, deberíamos plantearnos por qué se producen estos hechos. Indudablemente, en algunos casos concretos como el aludido nos encontramos ante un nuevo caso de “violencia de Género” que afecta a personas muy jóvenes. Podríamos pensar que ha habido grandes conquistas para conseguir unas “relaciones de igualdad” pero vemos que nuestros/ as jóvenes que dominan las tecnologías de la información y las utilizan para establecer relaciones y crear redes, lo hacen en unas relaciones que siguen siendo desiguales. Las y los jóvenes siguen estableciendo relaciones en las que aparecen situaciones de control de las chicas, de sometimiento y presión para que renuncien a sus intereses, amistades etc., en aras del amor para demostrar el cariño que se tiene al otro. En efecto, se sigue manteniendo la creencia generalizada, de que el amor es renuncia y no respeto al otro u otra. En consecuencias, nos podríamos plantear cómo son las relaciones de las/ los jóvenes entre sí “relaciones entre iguales” relaciones con sus mayores, con otros grupos sociales, qué valores las presiden y cuál es su posición ante las Instituciones Democráticas como ciudadanos/as democráticos que son. Los niños/as no nacen con valores. El respeto, la ayuda y solidaridad etc., son valores aprendidos e indudablemente requieren de un largo proceso de adquisición e interiorización para hacerlos nuestros y que orienten nuestras conductas. Podríamos ahora preguntarnos quienes son los/ las responsables de la transmisión de valores para la convivencia, respeto, etc., valores morales que sustentan los Derechos Humanos. Indudablemente estamos hablando de educación. Durante un tiempo se ha pensado que la responsable de la transmisión de estos valores era la familia, luego se ha puesto el énfasis en el Centro educativo, que debe velar por el cumplimiento de estos valores en el proceso educativo. Actualmente se vuelve a poner el énfasis en la familia, parece que el centro educativo puede ser sospechoso de trasmitir algún tipo de ideología contraria a la familia si promueve estos valores de respeto a los otros/as. Así, en este baile de responsabilidades familia, centro educativo nos encontramos con graves problemas de acoso, bullying etc., en los Centros educativos. El hecho de que las y los jóvenes aprendan a relacionarse respetando a los/ las demás (diferentes o no) que les valoren en las diferencias, que respeten sus compromisos, que asuman sus responsabilidades, que no se engañen a sí mismos ni a los demás) es tarea de todos/as. Primero de la familia, posteriormente del centro educativo, de todo el profesorado, puesto que la transmisión de estos valores no es privativa de una materia en concreto sino que debe impregnar todo el proyecto de centro pero eso sí en estrecha colaboración con la familia. Cuando cualquiera de estos factores falla, desde
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luego se resiente el clima del centro y repercute en el tipo de relaciones que se establecen entre los/las jóvenes. Pero no acaban aquí las fuentes de influencia que afectan a la juventud. No debemos olvidar a los medios de comunicación: qué actores y conductas se presentan como modelos sociales, no se presenta muchas veces el todo vale para triunfar, “el fin justifica los medios” (Maquiavelo, El Príncipe), o la mentira como instrumento de dominio, cuantas veces se pisotea la dignidad de la persona, poniendo de manifiesto que el éxito de audiencia, el poder es más importante que las propios individuos. Toda una serie de acontecimientos desencadenados en el pasado siglo han dado lugar a cambios significativos en nuestras vidas, la rápida evolución de los conocimientos, cambios tecnológicos nos ha conducido a creer en un cierto relativismo con respecto a todo y también con respecto a los valores. Así, los cambios sufridos en las estructuras sociales han tenido su repercusión en la educación y en la educación en valores que nos ocupa. Antes cuando el niño/a entraba en el centro educativo había adquirido ya ciertos valores como el respeto a los mayores, sabía que sus deseos tenían un limite que eran los de los otros/as y las propias normas etc. Lo habían aprendido en el seno de la familia mediante el afecto, modelos, personas de diferentes edades que bien podrían ser sus familiares; tíos/as, abuelos/ as. Actualmente no ocurre así y es el centro educativo el que con métodos más racionales debe asumir la educación en valores para la convivencia de su alumnado y lo debe hacer si queremos que estos/as chicas sean ciudadanos/ as activos/as de la comunidad a la pertenecemos: Europa. La pertenencia a la Comunidad Europea supone una nueva dimensión para la ciudadanía, pertenecemos una comunidad más amplia que nos vincula a instancias democráticas supranacionales y es necesario que los valores para esta convivencia democrática europea sean reconocidos por sus diversos países miembros. Partiendo del hecho de que los valores subyacentes en la Constitución Europea (CE), son imprescindibles para una convivencia democrática, consideramos que el nuevo concepto de ciudadanía alberga los valores democráticos que transcienden el concepto de nación sin perder las raíces del país de procedencia. Como los valores en que se sustenta la Constitución Europea, responden a una tradición democrática en la que confluyen los países de la Unión, consideramos importante analizar cuál es la actitud y la concepción de los jóvenes, sobre estos valores, y sobre las instituciones sociales: gobierno, participación y sistema democrático, planteado desde una doble óptica nacional y europea. En la investigación que vamos a presentar consideramos que uno de los aspectos más importantes a estudiar consiste en comprobar en qué medida existe o no coincidencia en la juventud europea en la concepción de los valores que sustentan la convivencia, porque en caso de divergencia, o que estos valores no fueran asumidos por la juventud, esta situación pondría de manifiesto la necesidad de una educación para la ciudadanía desde un perspectiva nacional y europea. Para alcanzar esa comunidad de valores creemos que es importante partir de la confirmación o no, de si las concepciones de los/las jóvenes con respecto
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a los valores recogidos en la Constitución Europea, que responden a su vez a los Derechos Humanos, son similares/diversos entre los diferentes países que componen Europa. De ahí que nuestro investigación, pretenda analizar y conocer el mundo de los valores de los/las jóvenes de Europa.
II. Cultura y valores democráticos La cultura que establece las características de una sociedad está basada en una jerarquía de valores. Los valores se concretan en bienes culturales. El valor otorga sentido e individualidad al bien, lo distingue de otros objetos…, valores y bienes. Los primeros en el plano de la idealidad, los segundos en el de la realidad, forman, pues, el mundo cultural del hombre. También los valores son los parámetros que nos permiten juzgar si un acto es moralmente bueno o malo, conforme a los acuerdos implícitos o explícitos de una sociedad. Son creencias perceptivas o principios normativos, duraderos que nos sugieren que una determinada conducta o un estado final de existencia es personal y socialmente preferible a otros que consideramos opuestos o contradictorios (Carrera y otros: 2006:14). Para justificar las diferentes cosmovisiones de la vida y de la sociedad, tradicionalmente se ha tratado de clarificar el complejo mundo de los valores desde diferentes ópticas, siendo éste un tema recurrente. El hecho de valorar será tan perdurable como el ser humano pero hay que tener en cuenta, que el cambio social viene acompañado por el cambio en la escala de valores. Existen valores individuales y colectivos, personales y sociales. El valor individual pertenece a cada persona. Pero, ¿cuándo un valor puede considerarse colectivo? Para que un valor individual se pueda convertir en valor social, no nos podemos ceñir a la opinión de 3 o 10 personas, porque la sociedad no es un mero agregado de ellas. La sociedad tiene entidad propia (fines, instituciones, normas, etc.), y en la medida en que comprometa las actuaciones de las mismas, no sólo como ser individual sino como colectividad, se convierten en valores sociales. Es decir, son las personas las que deciden actuar de acuerdo con ciertos valores, pero dicho acuerdo (normalmente implícito), de las personas que forman una sociedad (de la inmensa mayoría), de vivir según ciertos valores, los convierte en valores colectivos o sociales. Existen diferentes cosmovisiones de la realidad que se expresan en valoraciones plurales, lo que puede dificultar la convivencia. Los valores gozan de gran actualidad, dado que, nuestra sociedad busca referentes éticos y morales. La ciudadanía reclama, cada vez con mayor énfasis, la presencia de valores que proporcionen fundamento y sentido al comportamiento desde una perspectiva ética. Los valores morales actúan como integradores de los demás, pero nunca como sustitutos de los mismos. En Europa existe una gran pluralidad de valores que viene dada, no sólo por las opciones personales sino, también, por la evolución histórica de cada país. Esta realidad hace necesaria la construcción de una ética común mínima, imprescindible para la supervivencia de la especie humana. (King y Schneider, 1991). Se debe tener en cuenta que hablar de pluralismo moral no significa adoptar una postura de total relativismo, en el que todo vale. Como sabemos, no todas las opiniones son igualmente valiosas. Mientras es positivo y necesario un pluralismo moral, sustentado en unos mínimos morales
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compartidos, aunque no compartan la misma concepción completa de la vida, no es aceptable el politeísmo axiológico, derivado del subjetivismo moral (Cortina, 1994). Los valores ponen en juego actitudes, comportamientos, y competencias, cuya adquisición es esencial para desarrollar patrones de convivencia. Es necesario crear la cultura pública de la convivencia por la que se rige, o debería regirse, una determinada sociedad. Estos valores subyacen en los medios de comunicación social y en los canales básicos que ponen en funcionamiento a la sociedad. Parece cada vez más obvio que se debe cultivar el ideal democrático desde la óptica educativa, con el fin de favorecer el diálogo entre los pueblos y la comprensión y cooperación internacional. De este modo, se fomentarán actitudes solidarias entre las naciones. Además, cada vez tenemos más conciencia de la necesidad de una ciudadanía europea, aunque como ya hemos aludido resulta difícil por las distintas trayectorias históricas de los países europeos. Por otro lado, la educación es necesaria para inculcar tal concepto de “ciudadanía”, pues se trata de un concepto político que tiene que ver con el modo como se relaciona el sujeto con la colectividad, tanto con el Estado como con la sociedad civil, y no olvidemos que la ciudadanía ha sido una aspiración y conquista acariciada durante largo tiempo en Europa. Entre los valores que caracterizan el “ethos” democrático podemos mencionar: la justicia, la solidaridad, la tolerancia, la paz y el “coraje cívico”. Estos valores no deben considerarse sólo como simples enunciados teóricos vacíos de contenido, sino valores que cada ser humano debe encarnar. La educación en valores democráticos sólo podrá llevarse a cabo con éxito en sociedades con estructuras democráticas, de lo contrario será una quimera. Es importante reflexionar críticamente sobre los aspectos referentes a la educación cívico-social, dado que constituyen un elemento clave para fomentar la convivencia ciudadana, la participación democrática y, en suma, para el discurrir de la vida diaria. Con la proclamación de los Derechos Humanos se ha puesto de manifiesto la disonancia entre la acogida de los valores democráticos y los comportamientos. El paso de los principios a la conducta es complejo, porque en él podremos descubrir disonancias entre lo que creemos y lo que hacemos, lo que deseamos y realizamos, entre lo que anhelamos y los medios que ponemos para conseguirlo, realidad frecuente en la condición humana y que ahora queremos estudiar en el comportamiento juvenil que nos ocupa.
III. Planteamiento de la investigación A partir de las reflexiones teóricas establecidas en los apartados anteriores nos plantearnos como punto de partida de la investigación las siguientes premisas: • El respeto de los/las jóvenes a los valores democráticos y a sus Instituciones, constituye el eje para la construcción de una nueva ciudadanía europea.
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• La ciudadanía reclama valores que proporcionen fundamento y sentido al comportamiento desde un planteamiento ético. Valores morales que permitirán integrar los demás valores. • La Ética debe sustentar los valores que subyacen a las constituciones de los diferentes países europeos. • Los valores ciudadanos constituyen los canales básicos para el funcionamiento de la sociedad, ponen en juego actitudes y comportamientos, competencias y valores, cuya adquisición es esencial para desarrollar patrones de convivencia. • Es necesario fomentar el diálogo entre los pueblos y acoger la diversidad cultural. • Entre los valores que caracterizan el “ethos” democrático podemos mencionar: la justicia, la solidaridad, la tolerancia, la paz y el “coraje cívico”. Estos valores no deben considerarse sólo como simples enunciados teóricos vacíos de contenido, sino valores que cada ser humano debe encarnar. • La democracia requiere el compromiso activo de los ciudadanos. Partiendo de estas premisas, la investigación se plantea como objetivo: Conocer cómo viven las y los jóvenes europeos los valores democráticos recogidos en la Constitución Europea.
IV. Los valores en la Constitución Europea Como se ha indicado anteriormente, los valores que subyacen a los Derechos Humanos (Dignidad, Libertad, Justicia y Paz) han sido asumidos por las diversas Constituciones Europeas teniendo en cuenta sus diferentes contextos y circunstancias por lo que los valores de la Constitución Europea reflejan a su vez los valores de los Derechos Humanos, de ahí que a partir de la Constitución europea, hayamos considerado los siguientes valores: Dignidad: dignidad humana, derecho a la vida, derecho a la integridad de la persona, prohibición de la tortura y esclavitud y trabajo forzado. Libertades: derecho a la libertad y a la seguridad, respeto a la vida privada y familiar, protección de datos de carácter personal, derecho a contraer matrimonio y fundar una familia, libertad de pensamiento, conciencia y religión etc., en el que se incluyen diversos derechos: a la educación, a la propiedad, al asilo, etc. Igualdad ante la ley: entre mujeres y hombres, cultural, religiosa, incluyendo los derechos del niño, de las personas mayores y con discapacidad. Solidaridad, orientada fundamentalmente al trabajo incluyendo el derecho a la negociación colectiva y los diversos sistemas de protección social, considerando así mismo, la protección del Medio Ambiente y los derechos de los consumidores. Ciudadanía: Derecho al sufragio activo y pasivo, a las elecciones del Parlamento Europeo, a las elecciones municipales, derecho a una buena administración, acceso a los Documentos, al defensor del Pueblo europeo, a la libertad de circulación y de residencia.
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Justicia: derecho a la tutela judicial efectiva y a un juez imparcial, presunción de inocencia y derechos de defensa, principios de legalidad y proporcionalidad de los delitos y las penas, derecho a no ser juzgado dos veces por la misma infracción.
V. Antecedentes del estudio. Otras investigaciones Cuando nos planteamos abordar la investigación sobre los valores constitucionales de los jóvenes europeos y su actitud ante las Instituciones democráticas, revisamos las investigaciones españolas que han abordado los valores en la juventud, para establecer un punto de partida y de referencia para la presente investigación. De ahí que presentemos una síntesis de las investigaciones más relevantes: 1.
Educación cívica. Un estudio empírico. IEA (1974)
En este estudio se puso de manifiesto la importancia de las dimensiones cognoscitivas y actitudinales en la socialización política, la importancia de la educación cívica y el papel de la familia, y del centro educativo, para la adquisición de actitudes democráticas. No se encontró, en los países de Europa analizados, un prototipo único de “Buen ciudadano”, pero si se puso de manifiesto la importancia de la educación cívico-social. 2.
Los estudiantes españoles y los valores democráticos. MEC. (Varios autores). (1981)
Esta investigación reveló el hecho de que Conocimientos y Actitudes Cívicas no correlacionaban, porque no siguen en su formación un proceso paralelo. En relación con otros países los conocimientos cívicos de los jóvenes españoles podríamos calificarlos de medio-bajo, pero sus actitudes democráticas y madurez en la percepción de las Instituciones sociales son equiparables a otros jóvenes (alemanes o irlandeses). Actitudes sociales: Las y los jóvenes españoles se manifiestan poco participativos e interesados en cuestiones cívicas, poseen una postura crítica frente al gobierno y poca confianza en él. En cambio, sí apoyan los valores democráticos. 3.
Nuevos valores de los españoles. DATA. Orizo (1996)
Esta investigación que pretendía identificar los valores sociales de las y los jóvenes españoles y europeos puso de relieve: Frente al resto de Europa, en España, se valora más la familia, la religión y el trabajo. Distingue entre valores materialistas y post-materialistas. Desinterés de las y los jóvenes por la política (26 % interesados por el tema). 4.
Valores democráticos, actitudes sociopolíticas de los universitarios españoles. Pérez Serrano, G. (2000. Antes. 1981)
Pretende: Presentar las actitudes y valores democráticos predominantes en las y los jóvenes: tolerancia, actitud igualitaria ante diferentes grupos sociales.
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Analizar la valoración del funcionamiento de las Instituciones democráticas y su percepción socio-política. Establecer asociaciones entre actitudes y percepciones sociopolíticas. Se puso de manifiesto un concepto de buen ciudadano entre las y los jóvenes: no comprometido, pero cumplidor de las obligaciones cívico-sociales y una valoración superior del gobierno local frente al general. 5.
Valores y actitudes democráticas de los jóvenes. Varios autores. (2003)
Esta investigación pretende recoger información sobre la percepción de las y los jóvenes a cerca de la sociedad actual, su dimensión sociopolítica, sus actitudes y valores democráticos. Se tuvo en cuenta su actitud hacia la inmigración, hacia las instituciones democráticas y su funcionamiento a la vez que se intentaba detectar sus intereses, motivaciones y preocupaciones más generalizadas. En ella, se pudo comprobar la apreciación por la familia, su preocupación por el estudio y trabajo, así como su valoración positiva de la participación y la democracia. 6.
Educación en valores democráticos. Solís, L. (2005)
En ella se analiza cómo valoran las y los jóvenes la tolerancia, la democracia, la participación, la igualdad y la justicia. Se consideró importante valorar la imagen de los jóvenes de las diferentes Instituciones Políticas y analizar la coherencia entre las valoraciones de los jóvenes y su comportamiento cívico, social y político. Entre sus conclusiones se pueden destacar las contradicciones entre el valor que conceden a la participación social y ciudadana, y el desconocimiento de las funciones que desempeñan las organizaciones públicas. Se establece el concepto de buen ciudadano como aquel que cumple con obligaciones como votar, pagar impuestos. etc. 7.
Jóvenes y política. Valls Iparraguirre. Informe jóvenes españoles. Fundación Santamaría (2005)
Analiza la relación de la juventud con la política en cuanto a aspectos importantes de su vida. Las conclusiones manifiestan el alejamiento de las y los jóvenes de la política, poca confianza en las y los políticos (entre ellos los del Parlamento Europeo), lo que explica la poca participación de las/los jóvenes en las votaciones. En cambio, están motivados en lo que se refiere al medio ambiente y a las acciones humanitarias, por lo que está surgiendo un nuevo capital social en torno a redes informales. Como resumen de los diversos estudios analizados pudimos constatar las siguientes apreciaciones con respecto a las y los jóvenes, que constituyeron el punto de partida de la presente investigación: • Los valores democráticos de las y los jóvenes españoles están al mismo nivel que los europeos. • Se constata un interés por lo personal y desinterés por temas colectivos. • Poca participación política. El buen ciudadano valorado por la juventud no se compromete.
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• Valoración de la familia y también de los amigos. • Motivación hacia causas relacionadas con el medio ambiente y las acciones humanitarias. • Escaso conocimiento cívico. • Visión crítica del funcionamiento de las instituciones públicas.
VI. Objetivos de la investigación y elaboración del cuestionario La reflexión teórica a cerca de los valores democráticos junto con los resultados de las investigaciones anteriormente realizadas sobre los valores en las y los jóvenes, nos llevó a plantear los objetivos de la investigación y el consiguiente cuestionario. 1.
Objetivos
a) Identificar los distintos valores constitucionales de las y los jóvenes europeos. b) Conocer los valores constitucionales que mantienen como propios las y los jóvenes de los grupos mayoritarios que conforman la Unión Europea. c) Reconocer la percepción que tienen las y los jóvenes europeos en relación a las instituciones y organismos públicos, gobierno, participación y democracia en el nivel nacional. d) Establecer las semejanzas y diferencias en la percepción de las y los jóvenes sobre las instituciones, organismos públicos, gobierno, participación y democracia, considerando la perspectiva nacional y europea. e) Proponer los resultados como elementos de reflexión a las y los responsables sociales. f) Encontrar las relaciones que establecen las y los jóvenes entre los valores constitucionales y las percepciones sobre las instituciones, organismos públicos, gobierno, participación y democracia. Una vez establecidos los objetivos, se procedió a seleccionar los valores a partir del propio marco teórico constitucional, para contrastarlo con los valores y actitudes que manifiestan los jóvenes mediante un cuestionario piloto elaborado para tal fin. Contrastadas ambas informaciones, se procedió a elaborar un cuestionario. 2.
Estructura del cuestionario.
El cuestionario se estructuró en torno a los siguientes núcleos: A. Valores sociales B. Diversidad cultural C. Instituciones públicas
D. Funcionamiento de la sociedad E. Aspectos personales F. Datos generales
A. Valores sociales: Consta de 58 ítems en torno a los Valores recogidos en la Constitución Europea como…
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• Respeto • Protección
• Derechos Humanos • Libertad
• Participación social • Igualdad
B. Diversidad cultural: Se compone de 68 ítems y plantea los siguientes aspectos: • Percepción del colectivo de inmigrantes (12 ítems) • Relación con diferentes culturas (11 ítems) • Su postura con respecto a expulsar de su país a grupos culturales diferentes (10 ítems) • Aceptación/Rechazo de personas diferentes (6 ítems) • Relación laboral con diferentes colectivos (9 ítems) • Conocimiento del fenómeno migratorio (8 ítems) • Respuestas de las instituciones al fenómeno migratorio (12 ítems) C. Instituciones públicas Los 58 items de este apartado del cuestionario se refieren a: • Descripción del Gobierno (8 ítems) • Descripción del Ayuntamiento (8 ítems) • Descripción de la Diputación Provincial (8 ítems) • Cómo debe gobernarse la nación (11 ítems) • Participación de diferentes grupos sociales (8 ítems) • Igualdad de derechos y oportunidades (10 ítems) • Qué es un buen ciudadano (5 ítems) D. Funcionamiento de la sociedad Sus 36 ítems se orientan a conocer cómo perciben las y los jóvenes la labor que realizan: • El sistema de gobierno democrático (9 ítems) • Los partidos políticos (9 ítems) • Las asociaciones (9 ítems) • Los sindicatos (9 ítems) E. Aspectos personales • Intereses de las y los jóvenes • Preocupaciones de las y los jóvenes • Problemáticas de la juventud • Relación de la juventud con su familia F. Datos generales
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• Localidad
• Estado civil
• Reside con sus padres
• Provincia
• Estudios
• Dependencia económica familiar
• Sexo
• Situación Laboral
• Profesión del padre
• Edad
• Profesión
• Profesión de la madre
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El equipo investigador revisó la formulación de los ítems para que la formulación fuera precisa y clara y, una vez construido el cuestionario, se comprobó su fiabilidad y validez. Se procedió a la traducción en diversos idiomas: alemán, italiano, francés, inglés y portugués, procurando contactar con nativos/as cuidando que se entendieran bien los conceptos formulados.
VII. Muestra y aplicación del cuestionario 1. Descripción de la muestra La muestra se compone de 1037 jóvenes repartidos/as del siguiente modo entre 6 países:
España Francia Italia Portugal Gran Bretaña Alemania Total
273 196 178 135 129 126 1.037
De esta muestra el 72,1 % son mujeres y el 27% son varones. En cuanto a su lugar en el que viven: – El 44,5 % de las/los jóvenes viven en ciudades entre 30.000 y 150.000 habitantes. – El 24,6 % entre 150.000 y 500.000 – El 10,4 % entre 500.000 y un 1.000.000 – El 0,7 no lo ha señalado. Con respecto al estado civil: – 90, 6 % son solteros/as – 4,2 % están casados/as – 0,1 % están separados – 0,1 % son viudos/as – 0,5% indican otras situaciones. La mayoría vive con sus padres 69,1 % y dependen económicamente de su familia, por lo que sólo entorno a un 40% poseen ingresos propios. Estudian el 78,2 % de la muestra frente a 10,1 % que trabaja y han realizado ya los siguientes estudios: – 0,8 % posee estudios primarios. – 39,7 % posee estudios secundarios o equivalentes. – 35,9 % Diplomatura Universitaria o equivalente – 17,2 % Licenciatura Universitaria o equivalente – El resto de los encuestados/as no lo han señalado.
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VIII. Conclusiones Un primer análisis de los datos globales que disponemos, nos ha permitido realizar un primer estudio descriptivo y algunas comparaciones entre países ya que nos encontramos ante los primeros análisis que van a requerir profundizaciones posteriores. A. Podemos constatar de forma general con respecto a los Valores Constitucionales: 1. Existe un reconocimiento por parte de las/los jóvenes de los valores de la Constitución Europea. Reconocen la dignidad de la persona y se manifiestan en contra de la pena de muerte. Conceden un gran valor al derecho de expresar con libertad sus ideas; sin embargo; manifiestan que no siempre pueden hacerlo. Con ello se pone de manifiesto la distancia existente entre el reconocimiento de los valores y su puesta en práctica. 2. Con respecto a las investigaciones anteriores, comparando las y los jóvenes españoles con los europeos, hemos podido constatar cómo la Familia ha ido perdiendo importancia y ha dejado de ser el primer valor. 3. La juventud manifiesta que el Mercado Laboral no les permite elegir la profesión libremente. En este sentido es de destacar que aprueban la idea de que, a las personas que no quieran trabajar, se les podría obligar. 4. Las y los jóvenes desconfían de la aplicación de la Justicia. 5. Piensan que se debe actuar de acuerdo con las creencias, pero no siempre se hace. Son conscientes que la escala de valores no siempre preside el comportamiento. Pueden actuar según las circunstancias lo que pone de manifiesto un cierto relativismo en su comportamiento. 6. Consideran importante que existan medidas para promover la igualdad, para ellos son suficientes las que se aplican en los colectivos de ancianos y personas con discapacidad y echan de menos más medidas de protección sobre el Medioambiente. 7. Consideran que las/los extranjeras/os, deben de respetar las normas del país de acogida. 8. La juventud europea se manifiesta en ciertos aspectos “individualistas y utilitaristas”. Creen que aquellos miembros de ésta que no aporten a la sociedad no tienen derecho a ayudas sociales. En general podemos preciar una cierta uniformidad en la concepción de los valores constitucionales en la juventud de los diversos países europeos analizados. B. En cuanto a sus actitudes ante las Instituciones Democráticas: 1. Con respecto a si creen que el gobierno se preocupa de ellas/os y su familia, un 46% opinan que El Gobierno no se preocupa por ellos. Por otra parte, un 50% opina que el gobierno presta nada o casi nada de atención frente a un 48% que piensa se ocupa algunas veces. Un 52% consideran que sólo la gente influyente puede cambiar las decisiones del gobierno frente aun 15% que opinan que la gente corriente puede cambiar las
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decisiones. Por último, podemos destacar que un 34% considera que el gobierno consigue que mejoren las cosas. No obstante un 51 % consideran que se puede confiar en el gobierno. 2. Si nos referimos a los Ayuntamientos un 66 % piensa que se preocupa de ellas/os y su familia frente 34 % que creen que no lo hacen. El 68% cree que el Ayuntamiento presta atención a las quejas. Un 66% afirman que la “gente corriente” puede cambiar sus decisiones frente a 22 % que consideran que es la “gente influyente” la que puede cambiar las decisiones y un 12% afirma que sólo las personas influyentes pueden cambiar las decisiones. Un 72% cree que el Ayuntamiento consigue que mejoren las cosas y el 68% opinan que se puede confiar en él. 3. Un 64 % de la juventud opina que “hay algunos hombres poderosos en el gobierno que manejan toda la nación y no tiene en cuenta las opiniones de la “gente normal”. El 80% considera que cuando algo está mal es mejor quejarse a las autoridades que quedarse callado. Un 62% opina que es bueno para el gobierno que le critiquen a menudo. Un 32% opina que el gobierno no trata de entender a la gente del país frente a un 52% que creen que no es así. 4. Con respeto a la guerra como medio para dirimir diferencias entre países, un 72 % está en total desacuerdo, y en la misma línea un 75% está en desacuerdo con la idea de “si otras naciones no están de acuerdo con nosotros deberíamos luchar contra ellas”. 5. Con respecto la participación de la juventud en la elaboración de las leyes: un 35% opinan que no participan nada, un 41% muy poco y sólo un 3% piensa que mucho. Con respecto a la participación del ciudadano medio un 47% valora que los ciudadanos participan poco o muy poco, el 23% que algo y el 5% mucho. Si nos referimos a los diputadas/os y senadoras/es, un 53% piensan las y los diputados participan mucho, un 34% que algo y un 6% que muy poco o nada. Si consideramos las grandes empresas un 39% piensan que participan algo y un 30 % que mucho. Creen por tanto que participan en mayor medida que las y los militares de graduación (30%) comentaristas de radio y televisión (31%) 6. En lo relativo a si creen que las diferentes clases de personas del país deberían de tener los mismos derechos y libertades que los demás o deberían ser tratados de diferente forma. Un 90% afirma que las y los abogados, artistas, dirigentes de las grandes compañías de negocios, médicos, funcionarias y funcionarios tienen los mismos derechos y libertades. Con respecto a las y los expresidiarios el 73% de los encuestados considera que deben de ser tratados de igual manera, con respecto a las y los vagabundos lo mismo opina un 82 %, un 80 % con respecto a las/los minusválidos pero sólo un 68% opina que estos derechos y libertades los deberían de tener las personas que están en contra de la nación. 7. Cuando se ha peguntado a las y los jóvenes que consideran como “buen ciudadano”: un 80% piensan que es el que paga sus impuestos, un 57% creen que es quien anima los demás a votar en las elecciones, un 83% piensan que es el que se muestra respetuoso en los actos sociales, pero con respecto a si es el que pertenece a un sindicato o asociación nos encontramos con una diversidad de opiniones 23,7% estarían de acuerdo mientras que el 30% estarían en desacuerdo y un 46% no están seguros.
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En general podemos apreciar una confianza mayor en Instituciones más cercanas como Ayuntamientos frente al gobierno y poca confianza en una participación activa de la juventud en la confección de las leyes, gobierno etc. Hay un rechazo hacia el uso de las armas para dirimir los conflictos entre naciones y piensan que quien está en contra de la nación no puede tener los mismos derechos y libertades. Su concepto de buen ciudadano es en general pasivo: respeto alas leyes, pagar impuestos etc. C. La aplicación de la prueba estadística ANOVA nos ha permitido encontrar diferencias entre países con respecto a la actitud de la juventud hacia las instituciones democráticas: 1. La juventud española valora las asociaciones y los partidos políticos como instrumentos de participación ciudadana en la toma de decisiones que aseguren la distribución equitativa de los bienes en mayor medida que la italiana pero en menor medida que la alemana. En una situación intermedia se encontrarían las/los jóvenes de Portugal, Inglaterra y Francia. Así tenemos en el polo positivo de la valoración de las asociaciones y partidos políticos a la juventud alemana y en el polo negativo a la juventud italiana. 2. Con respecto a la actitud de la juventud ante instituciones como Ayuntamientos, Diputación o instituciones similares, encontramos que la juventud de Alemania, Gran Bretaña y Francia tiene una visión más positiva que la de España, Portugal e Italia. 3. Si analizamos la actitud de la juventud ante el gobierno, de nuevo encontramos que la juventud alemana es la que tiene una percepción más positiva y en el polo opuesto tendríamos a la juventud francesa, italiana y española. De estos datos podemos deducir la importancia de que la juventud tenga un conocimiento superior de las funciones de las Instituciones democráticas para que dicho conocimiento pueda proporcionarle mayor confianza y necesidad de participación política sobre todo la juventud española, italiana y portuguesa.
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DOCUMENTOS
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Antonio Valle Cabrera y Víctor Manuel Muñoz Sánchez. Universidad Pablo de Olavide.
A propósito del Informe Juventud en España 2008 en clave política
Con la reciente publicación del Informe Juventud en España 2008 se abrió la existencia de este artículo. Los datos extraídos del mismo con referencia a la participación política de la juventud, así como los comentarios críticos al mismo dieron forma a las líneas que continúan. El fenómeno de la participación política juvenil y sus características propias ofrecen un rico horizonte de análisis, puesto que apuntan a lugares sociopolíticos muy difíciles de consolidar desde el ámbito teórico. La aproximación a los contextos que se sitúan en torno a la participación de la juventud española permite establecer algunas conclusiones a las que se llega fruto de un proceso reflexivo, materializado en estas páginas.
Palabras clave: participación política, apatía política, comportamiento político.
1.
A modo de introducción
Las ideas que componen este artículo surgieron en torno al debate de argumentos previos a la preparación de la intervención en el acto organizado por el Instituto de la Juventud en Sevilla titulado Diálogo entre jóvenes, en el cual participó el profesor Muñoz. La cuarta parte del Informe Juventud en España 2008 (Funes, 2009) orientada sobre los temas de cultura, política y sociedad fue el objeto de debate entre nosotros, puesto que a partir de estos datos empíricos realizaríamos una relectura interpretativa para conseguir un nuevo enfoque, que proporcionase otro elemento de análisis y discusión. El principal objetivo de este artículo siempre ha sido el intento de sobrepasar el empirismo ingenuo, mediante la aportación de otra interpretación comprensiva (Weber, 2007) de los datos extraídos de la realidad social ofrecidos por este ampuloso informe. Obviamente, y como todo investigador sabe, no pretendimos abarcar todas las líneas temáticas que ofrece el informe, sino que la decantación fue dirigida hacia los asuntos relativos a la participación política de la juventud, que aparecen en la obra que inspira este artículo. De hecho, ahondamos aun más en este tema puesto que partimos de la hipótesis que dentro del amplio concepto de participación política de la juventud, la importancia de la participación electoral era capital. De este modo, sostuvimos que las opiniones, comportamientos y prácticas sociales de la juventud, que se suceden alrededor de los actores sociales colectivos de carácter político y los nuevos escenarios que se ven aparecer, son el objeto central de nuestro análisis. Más adelante, ahondaremos en la aclaración de estas posturas. Pues bien, establecido el marco de partida damos por finalizada esta sección a modo de introducción no sin antes destacar que la perspectiva ética
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dialógica (Apel, 1995) se encuentra muy marcada en las líneas que siguen, dado que el contexto sociocultural en el que se enmarca la juventud actual y los comportamientos políticos que de él se desprenden, han de orientarse a considerar tolerables y legítimas actitudes y líneas de actuación-participación, que respondan a un criterio de diversidad cultural y política en el que se respeta por igual a todos los ciudadanos sin discriminación alguna. Dichos presupuestos han de ser tomados en consideración para poder apuntar las tendencias futuras que se bosquejan en las ulteriores argumentaciones, así como las demandas efectivas, que son expresadas de forma directa por la juventud, en sus nuevos patrones de comportamiento y canales de información y diálogo en base a lo político.
2. El contexto actual en lo político y lo social. Las claves previas a considerar No es cuestión baladí, comenzar apuntando que el contexto sociopolítico en el que actualmente nos movemos viene marcado por la globalización. Dicho proceso puede ser catalogado como un elemento interventor en la nueva configuración social, cultural (Beck, 2002) y de consolidación del colectivo juvenil actual. De hecho, el ámbito que más interés va a suscitarnos en estas palabras es la globalización de carácter cultural, dado que se constituye como la línea maestra para poder establecer las tendencias de cambio social en la propia juventud española y global, por añadidura. El multiculturalismo, el mestizaje, la hibridación, la tolerancia y sus pares opuestos (choque de civilizaciones, xenofobia, movimientos etnocentristas, etcétera) serían claves de análisis para conseguir el objetivo de este artículo, es decir, estudiar el conjunto de actitudes, opiniones y patrones de comportamiento en lo que denominamos en su conjunto participación política de la juventud. Por otra parte, tampoco ha de olvidarse el hecho de la existencia de una serie de particularidades de la cultura política española, debidas en gran medida a su tardía configuración democrática y también por la incidencia de esta situación sobre la juventud. El proceso de democratización española –con su tempo lento– afectó a una determinada juventud de modo muy distinto a lo que lo hizo la democracia ya asentada. La dinámica de consolidación institucional, así como el establecimiento de un orden constitucional estable fueron variables que condicionaban con rotundidad la participación política de esa juventud. Es por ello que podamos argumentar que los distintos tiempos democráticos en España han generado otros tantos modos, grados e indicadores de participación política en las generaciones de jóvenes. Esta argumentación se ve apostillada por la siguiente idea. “Solamente una vez que la nueva democracia empieza a ofrecer signos de consolidación, los temas relacionados con la posición de los ciudadanos en la vida política ascienden en el orden de prioridades colectivas, si bien no siempre ocupan el primer plano que les correspondería” (Morán y Benedicto, 2000:8). Como toda imagen social, la juventud se construye mediante un juego de recreación social alimentado por muchas instituciones, sin embargo en el imaginario colectivo en España la juventud se tiende a asociar a un conjunto de prejuicios bastante peyorativos, verbi gratia, el botellón (Baigorri y otros, 2004). La ruptura con la imagen transmitida por los medios de comunicación de la juventud despreocupada, pasota y desviada viene a materializarse por los datos obtenidos del Informe Juventud en España 2008. El
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desmontaje de los prejuicios resultantes de la creación de estos estereotipos minusvaloradores de la juventud es un objetivo primordial de las instituciones que tienen como fin último el trabajo con este colectivo social. No obstante, y en términos generales el principio esencial de creación de su imagen social se sostiene en base a la concepción que argumenta que el conjunto de jóvenes españoles aprovecha mayoritariamente la situación de protección que brinda la solidaridad familiar. Asimismo, la trayectoria vital de la juventud viene marcada por la transición –como elemento sustancial– hacia posiciones sociales de autonomía. Todo ello pasa por la independencia económica, lo cual implica la inserción en el mercado de trabajo y la emancipación familiar. La conjunción de todas estas tendencias hacia la autonomía hacen que la incertidumbre derivada de la consecución de las mismas o su imposibilidad hace que el planteamiento de futuro tienda a ser optimista (Funes, 2009). Este contexto –como ya se ha apuntado con anterioridad– hace que la imagen que tiene la juventud de la sociedad sea muy positiva, puesto que vincula su futuro a una buena marcha de la misma para su ansiada mejora de sus condiciones de vida asociadas a la situación de independencia social (Valle y Muñoz Sánchez, 2009). Este salto cuantitativo y cualitativo hacia una situación de autonomía hace girar todas las percepciones sociales de la juventud. El sesgo optimista se ve reflejado en cuanto nos decidimos a compararlas con las demás cohortes de edad de la población. Por ello, el desideratum de la juventud siempre hace alusión a que una sociedad que abre caminos de promoción social hacia posiciones sociales de autonomía será bien valorada, de ahí que España, como sociedad, sea vista como un lugar propicio para la mejora social de los/as jóvenes. Otro hecho muy distinto es que estas opiniones se vean contrastadas en la realidad por cifras e indicadores. Situación que se brinda bastante discutible en el actual contexto de crisis del empleo juvenil (Muñoz Sánchez, 2010). La juventud se autopercibe con niveles de felicidad bastante acordes con la población en general, sin embargo destacan las opiniones en base al optimismo exacerbado, bien por causa de la ingenuidad, o bien por el propio desconocimiento de las propias estructuras sociales actuales. Los aspectos esenciales que se valoran como importantes en la vida de la juventud, independientemente de la perspectiva de género, coinciden a grandes rasgos con el resto de los grupos de edad. Quizá cabría destacar sólo la alteración del orden en los mismos. En este momento podría rechazarse esa idea que se mueve en los niveles del popularmente conocido como sentido común, que afirma que la cultura y los valores juveniles, por definición, son contrarios a los de la cultura adulta. El conflicto cultural intergeneracional no tiene ya la vigencia de décadas precedentes. Otra circunstancia a considerar, y que juega un papel muy relevante, es una variable de tipo cuantitativa. Es un hecho palpable que la juventud ha pasado de ser mayoría poblacional hasta disminuir sus integrantes de forma notable. Este colectivo se ha transformado de ser una mayoría social, rasgo característico de una sociedad en desarrollo, hasta convertirse en una minoría en una formación social adultocrática (VV. AA., 1999). La pérdida de centralidad de la juventud tiene mucha relación con la reducción de la presencia de las políticas sectoriales de juventud en la agenda política. La democratización cultural de la sociedad española es el aspecto que origina de forma central esta convergencia valorativa y cultural entre las distintas
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cohortes de edad de la población española. La atención a la diversidad intrínseca de la comunidad política de la juventud actual es uno de los prerrequisitos a considerar a la hora de reflexionar sobre la participación política de la misma.
3. La participación juvenil en lo político. Del deseo participativo a la crítica como discurso En esta parte del artículo haremos especial mención a la tendencia observada relativa a la opinión vertida por la juventud española en base a la participación política. El título que alienta el discurrir del mismo señala muy a las claras cual es su intención. Apuntamos que la juventud en su raíz participativa pasa por dos locus a los cuales dota de una fortaleza muy honda, dado que la ilusión de una futura participación en lo político, entendiendo ésta como la materialización de los derechos políticos mediante el voto en las elecciones, se transforma en su cara opuesta cuando la actitud marcadamente participativa torna en opiniones/discursos críticos en su fisonomía. El tema central de este artículo, es decir, la participación y la cultura política de la juventud española permite sostener que la teoría que fundamenta la radicalización en la ideología política de las personas más jóvenes necesitaría una revisión crítica, dado que a la luz de los datos empíricos que ofrece el Informe Juventud en España 2008, no permiten contrastar esta hipótesis, más bien irían en la línea de su absoluta refutación empírica. Quizá cabría apuntar que son los jóvenes dependientes, los ciudadanos libertos (Ruiz Olabuénaga, 1998), los ciudadanos parciales (Valle y Muñoz Sánchez, 2009) los que expresan una mayor indiferencia e incluso rechazo ante la defensa del sistema político democrático existente en España. Hemos de reflexionar sobre los retos de futuro que plantea la juventud en el ámbito de la participación política en sentido amplio, además de las implicaciones sobre el nuevo concepto de ciudadanía global, que viene radicándose en las discusiones intelectuales de hacia dónde camina el concepto de la participación en el momento actual. Se plantea que “[…] quizá el factor más importante para pensar en una nueva ciudadanía sea el planteamiento de nuevas demandas políticas, cada vez más numerosas y más pujantes, asociadas con dimensiones que parecen absolutamente contrarias a la idea de universalidad de la ciudadanía: la etnia, el género, la religión, los grupos de edad u otros rasgos culturales” (Morán y Benedicto, 2000:41). Dicha argumentación propone una fragmentación de la participación política en base a intereses muy concretos y que se alejan de manera clara de los principios universalistas que guiaban el sentido último de la democracia liberal clásica. La consecuencia de este proceso –descrito con anterioridad– es que la concepción de la participación en lo político se resquebraja en base a intereses muy particularistas, dejando a un lado los puntos de consenso, que garantizaba la universalidad de la ciudadanía anterior. De ahí que la respuesta a este principal escollo hace que estas líneas se constituyan en una reflexión sobre la incidencia que puede producir la quiebra de la ciudadanía –y más bien, de los comportamientos de participación política de la juventud en el proceso de reproducción de la legitimidad del sistema político, como muy bien sabemos, centrada en la participación electoral– en un sistema de participación política democráticamente instituido.
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Cabría aludir que el proceso de quiebra de la ciudadanía universalista –señalado más arriba– no se produce por generación espontánea, sino más bien por una incidencia cada vez mayor de los principales problemas que acucian al sistema político democrático actual. La socialización política de los/as jóvenes ya no responde a los canales homogéneos del pasado y la diversidad –como característica intrínseca– entra a formar parte de la misma. A su vez, los procesos de formación de identidades, que en última instancia, condicionarán la socialización política al proporcionarle los anclajes más profundos soportan una particularización amplísima, puesto que las identidades más próximas son las que se valoran más. Al mismo tiempo, la pluralidad de las identidades colectivas, así como la direccionalidad y las nuevas funciones de la acción colectiva respecto a la lógica de la rentabilidad política son contextos cuya irrupción provoca la total metamorfosis de la participación política actual. Parecer ser que la juventud es el segmento más sensible a estos cambios y donde mayor incidencia tiene. De ahí que apuntemos que los principales rasgos de la cultura política juvenil y su relación con la democracia pasen de la participación como deseo a la crítica como discurso. La juventud se muestra crítica respecto al funcionamiento de la democracia más allá de las diferencias por edad o género, por tanto se afirma que la cultura política de los jóvenes está muy desarrollada, marcando sus derroteros hacia posturas de crítica constructiva desde posicionamientos muy partidarios del aumento de la participación de la ciudadanía en los asuntos públicos. Su posición ideológica situada en la izquierda del espectro político (VV. AA., 2009) contribuye a esta expresión de demandas ideológicopolíticas. Todo el conjunto de pautas de comportamiento y discursos que venimos manejando se basan en las deficiencias del proceso democrático, a cuyas consecuencias son más sensibles los/as jóvenes. La participación política es un ámbito cuyo manejo en los sistemas democráticos es muy complejo. Es un ingrediente imprescindible en los mecanismos de funcionamiento de la democracia, pero al mismo tiempo no se debe abusar de él. La democracia liberal decimonónica estaba fundamentada en una participación escasa en su conjunto y excelsa en su número. Por otro lado, estaríamos refiriéndonos a su sucesora la democracia de masas, que vendría marcada por unos procedimientos participativos tamizados y de segundo orden (massmedia, partidos políticos, instituciones vinculadas a la participación social, voluntariado regulado y altos niveles de normatividad y legislación en todo lo relativo a derechos políticos). La salida de estos canales más clásicos en el modo de participación política será analizada más abajo en el caso del movimiento altermundista y la juventud. Hasta aquí parece todo bastante obvio, sin embargo en este sistema relativamente estable se pueden detectar elementos cuya problemática suscita nuestra reflexión. Existen numerosas corrientes intelectuales que consideran que para mejorar la estabilidad y la eficacia del sistema de participación se han de solucionar distintos aspectos que lo soslayan. Deberían acometerse medidas para eliminar las limitaciones de los canales institucionalizados de participación ciudadana, así como analizar de forma concienzuda el origen de los principales puntos débiles del sistema de participación actual (aumento de la desafección política, abstención electoral, corrupción política, etc.). La crisis del sistema se ve diagnosticada por dos vías: la primera haría referencia a la crisis de legitimación y la segunda nos conduciría a la crisis de los viejos movimientos sociales. La primera línea
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concluye que la disminución de la participación y la focalización de la misma en los procesos electorales beneficia la legitimidad del sistema político y aleja posibles deseos de profundización de la participación de grupos interesados en la subversión del status quo (Habermas, 1999). No obstante, provoca problemas en los mecanismos de autoalimentación del sistema político (bajos niveles de participación, desafección política y esferas públicas muy deficientes). Con respecto a la segunda línea, hemos de considerar la aportación de los llamados nuevos movimientos sociales (Offe, 1989), cuya aparición viene a dar respuesta a la crisis interna de los viejos movimientos sociales. La crisis de los partidos políticos clásicos, unida a la aparición de nuevas vías –de carácter virtual o no– de participación política permite vislumbrar un horizonte con una faz muy diferente a la actual. La conclusión parcial a la que llegamos es que los sentimientos y actitudes de cinismo, escepticismo, apatía y desidia política son producto del fenómeno del alejamiento de las instituciones políticas actuales por su marcado carácter de lejanía social y falta de participación activa en su funcionamiento hacia la juventud. La clave de la falta de participación es una tónica constante y un argumento muy recurrente en los datos que se obtienen en el Informe Juventud en España 2008. La valoración general del acto de votar en las convocatorias de elecciones, así como de los partidos políticos también se recoge en la siguiente idea. “En definitiva, el sector juvenil es más optimista que el de los adultos en cuanto a lo que ellos pueden aportar a la política; muestran niveles más altos de confianza, eficacia política interna y de competencia individual. Sin embargo, son igual de pesimistas en cuanto a lo que se puede esperar de la política y los políticos, por tanto, no se aprecian diferencias en los índices de eficacia política externa” (Funes, 2009:73). La juventud parece seguir una línea maestra muy clara respecto a lo político, que entronca directamente con la materialización de los niveles de confianza que ofrece sobre los partidos políticos. “Se podría decir que se observan altas dosis de realismo entre la juventud española que, a pesar de su desconfianza hacia los colectivos y hacia los individuos que en ellos se implican, considera conveniente (o no prescindible) su existencia” (Funes, 2009:66-67). Al mismo tiempo, funciona en la juventud lo que hemos convenido en llamar crítica como discurso, que se fundamenta en la crítica de carácter institucional como argumento central de la crítica de los partidos políticos. “La desconfianza relativa que se manifestaba hacia el sistema, en general, se expresa con más claridad en relación con las instituciones concretas que permiten su funcionamiento” (Funes, 2009:65). Antes de finalizar este epígrafe, nos gustaría desarrollar una idea que desemboca en la consideración de la participación política electoral como un hecho a tener en cuenta para posteriores estudios. Se fundamenta que podríamos tomar la participación política electoral como un rito de paso en la esfera pública dedicada a la potencial integración de los/las jóvenes en el proceso de participación institucionalizado en el terreno de la res pública. Es obvio que resulta muy reduccionista, sin embargo ofrece un hito histórico a través del cual poder estudiar las distintas trayectorias en materia de participación ciudadana en la política. Además, debemos mencionar que la importancia de contar con una cohorte de jóvenes que ha nacido, se ha educado y ha llegado a poder participar electoralmente en un proceso político marcado por la lógica democrática y no salpicado por sucesos históricos que quiebren esta situación equilibrada, es capital. Tomar en consideración sus actitudes y comportamientos como colectivo para ofrecernos pistas sobre
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las tendencias de futuro que serán desplegadas por otros jóvenes, que los sucederán, es una variable a considerar profundamente. La acentuación y consolidación de nuevos patrones de participación política se cristalizarán (Lensky, 1969) probablemente con una contundencia inimaginable dentro de unas décadas. Para reflexionar sobre ello hemos organizado un curso incluido en la VII edición de los Cursos de Verano de la Universidad Pablo de Olavide bajo el rótulo Juventud y democracia. 30 años de constitución en España, celebrados el pasado mes Julio y que contó con la presencia de numerosos investigadores sobre dicho tema.
4. Nuevos canales de participación política juvenil. Los retos de futuro del actual sistema Con el título de este epígrafe hemos querido recoger el guante lanzado por los y las jóvenes en referencia a lo que consideran déficit de participación y crítica institucional de la participación. Desde todos los ámbitos se puede apuntar que la tónica constante recogida del discurso juvenil sobre la participación es una reiterada apelación al aumento de la misma, además de una crítica a los canales instituidos actualmente. Los niveles participativos de la juventud es necesario evaluarlos con cierta relatividad dado que su presencia no tiene una homogeneidad, debido a sus características intrínsecas. “La juventud está más presente en el trabajo voluntario, en la realización de actividades, y, principalmente, en la presencia en manifestaciones: y, como resulta razonable, su presencia es comparativamente menor en la participación económica, es decir, en la realización de donaciones” (Funes, 2009:89). Los canales de participación social y política de la juventud española se centran en el asociacionismo en sentido amplio, el voluntariado en todos sus niveles y las movilizaciones colectivas. Todos estos canales apuntan a un fenómeno catalogado como privatización de la política. El carácter crítico y de contestación de la participación pública de la juventud está muy marcado en este caso. La creciente demanda de nuevos canales de participación política o en la vida pública de los y las jóvenes responde sobre todo a las particularidades de la juventud. De hecho, la posibilidad legal de participación política sólo se abre a los y las jóvenes a partir de su mayoría de edad, aunque existen numerosas iniciativas orientadas al estudio del adelanto de la edad para el derecho al voto. Tampoco se debe olvidar que existen explicaciones ya contrastadas que ofrecen respuesta a la falta de participación juvenil en la política. Ha de reseñarse que “[…] no se puede negar que los problemas actuales que experimentan muchos jóvenes desincentivan su implicación en el ejercicio de la ciudadanía, hasta el punto de percibirse a sí mismos en una situación de exclusión del ámbito de los asuntos colectivos. Los excluidos no participan porque sobre lo que se juega en la arena política les parece extraño. El alejamiento y la alienación son mecanismos de defensa frente a contextos desconocidos, aburridos y complejos a los que alude la vida política actual”. (Morán y Benedicto, 2000:70). Esta idea permite alumbrar posibles salidas al atolladero participativo en el que se ve inmersa la juventud. Podríamos caminar en la senda de plantear que el potenciamiento de la sociedad civil (Pérez Díaz, 1997) y el aumento de la participación ciudadana en todos los ámbitos políticos e institucionales parece ser el hilo conductor de las opiniones vertidas por la juventud española en este informe.
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De los datos obtenidos del Informe Juventud en España 2008 se puede sostener la afirmación que la política interesa a la juventud, puesto que su mayor demanda es el aumento de participación. Sin embargo, la política actual no establece canales para acercar la política a la juventud, aunque eso sí, el aprovechamiento de los nuevos canales de comunicación establecidos en base a las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento son caminos que aún están por explotar. El binomio participación y nuevas tecnologías estará más inextricablemente unido con el correr de los tiempos. De este modo, se incide en la argumentación central de este artículo, es decir, la juventud necesita otros canales distintos de participación, puesto que la carencia de los mismos desincentiva la potencial participación que pueden desplegar los y las jóvenes españoles. Podríamos apuntar que los rasgos clave de la participación ciudadana de la juventud en España permiten vislumbrar el contexto hacia el que hay que caminar. “La juventud actúa y se compromete pero articulando identidades donde el lugar, en el sentido territorial del término, y la organización como forma de acción colectiva política no son imprescindibles. Se trata de la puesta en marcha de unas identidades colectivas que se sustentan en formas de participación más fragmentadas, discontinuas y cambiantes” (Funes, 2009:78). La construcción de una nueva coyuntura operativa para el fomento de la participación de la juventud en un sentido nuevo es un reto de futuro a enfrentar por parte del sistema político, cuyo éxito conlleva a la supervivencia del mismo, pero que con su fracaso pone en tela de juicio la consolidación y estabilidad de la participación política en España. “Para llegar a ser ciudadanos los jóvenes necesitan diseños institucionales que les permitan poner en práctica la competencia para participar, transformándola en una presencia constante en la esfera pública de la sociedad” (Morán y Benedicto, 2000:76). Este planteamiento parece contradictorio con el prejuicio muy extendido de la posible apatía política de la juventud. Si fijamos nuestra atención en la modalidad de participación política en otros ámbitos alejados de la tradicional política partidista, la presencia de la juventud se hace más notable, de este modo se sugiere que esta apatía viene causada por una desafección hacia el sistema político partidista actual, que no brinda canales de participación adecuados para lo que demanda la juventud española. No obstante, en muchas ocasiones –demostradas históricamente– se ha apelado a la participación juvenil en la política y los resultados resultan muy halagüeños en la mayoría de las ocasiones. El llamamiento al voto juvenil y lo que representa de voto orientado al cambio, anima a la participación en los comicios de éstos, insistiendo en que el colectivo tiene importancia y que su participación posee trascendencia política. Sin embargo, este argumento no es muy reconocido por las opiniones vertidas por los/as jóvenes. Acudir al granero de los nuevos votantes es una estrategia muy frecuente y que ofrece excelentes resultados, verbi gratia en el reciente triunfo electoral del candidato del Partido Demócrata Barak Obama, en Estados Unidos. Hasta este momento se ha venido insistiendo en la fisonomía de la participación política de la juventud sin tener en cuenta sus características propias. Las líneas maestras que trazamos aquí se inclinan a tomar la dimensión de privatización que está sufriendo la participación política juvenil. Al mismo tiempo, queremos insistir en la incisiva presencia del fenómeno de la videopolítica. Siguiendo las pertinentes indicaciones y consejos de la profesora Morán y el profesor Benedicto, se sostiene que “la escasa importancia que lo público tiene entre muchos de nuestros jóvenes deja de
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ser una conclusión para convertirse en un punto de partida de la investigación, en un dato del contexto en el que debe insertarse cualquier análisis sobre el desarrollo de la ciudadanía en la juventud” (Morán y Benedicto, 2000: 134). Como ya se ha aludido, afirmaremos que la tendencia a la privatización de la política en la juventud alienta esta escasa importancia que lo público despierta entre los y las jóvenes. El siguiente párrafo sigue apuntando en la dirección señalada, puesto que vincula el posicionamiento ideológico de la juventud con las diatribas biográficas de los mismos. Ambos autores sostienen que “[…] hemos pasado en las dos últimas décadas al predominio de posiciones defensivas y, en cierta medida, fatalistas en las que las preocupaciones sociopolíticas, por lo menos como tradicionalmente han sido definidas, han dejado de constituir un elemento de referencia importante en sus imaginarios sociales, viéndose sustituidas por cuestiones que afectan más directamente a las condiciones en que se desarrolla la biografía individual” (Morán y Benedicto, 2000: 142). La videopolítica como concepto marco aglutina en torno a sí las nuevas tendencias participativas orientadas por la tecnología, cuya mayor predilección se encuentra en el segmento juvenil de la población, puesto que su dominio sobre las mismas es muy alto. La videopolítica (Sartori, 1998) asociada a la aparición de criterios más cercanos a la democracia tecnológica o digital parecen augurar nuevos tiempos para la participación política del futuro. El aumento de los canales de participación y el reencantamiento de la juventud por la política representan nuevos retos en el porvenir. La juventud quizá busque nuevos derroteros políticos que marquen un camino más cercano al concepto de democracia postmoderna, marcada por identidades políticas más flexibles y con instituciones partidarias más cercanas a la ciudadanía y menos enquistadas en la rigidez organizativa de sus obsoletas maquinarias burocráticas. Por último, y antes de ofrecer nuestras conclusiones, queremos traer a colación uno de los ejemplos más palpables de los nuevos modelos de participación, a los cuales aluden los/as jóvenes como consecuencia de su crítica institucional y su demanda de aumento en los canales participativos. Nos referimos al movimiento altermundista. Sus principios resumidos en el lema “otro mundo es posible” atraen enormemente a la juventud, puesto que sus principios entroncan directamente con las demandas participativas de los y las jóvenes. “La gran sociología política pluralista reveló en sus investigaciones empíricas la alta presencia de jóvenes en los grupos y asociaciones antisistema” (Morán y Benedicto, 2000:47). Este colectivo ofrece una estrategia que se centra en la movilización de sus seguidores para provocar la atención de los medios de comunicación, para así lograr que sus reivindicaciones entren en la agenda pública. Sus acciones colectivas “[…] intentan ejercer una presión, directa o indirecta, sobre los núcleos de toma de decisiones, o sobre los actores políticos” (Funes, 2009:90). Las características definitorias de la juventud que denominamos altermundista sigue las pautas ofrecidas por el realismo como principio rector de la participación política, la crítica institucional al modelo participativo, las demandas expresadas de nuevos canales de participación y el interés larvado por la política de la juventud española. El perfil sociológico que muestra este colectivo se presenta en el siguiente párrafo. “Los rasgos que identifican a este sector de la juventud son el alto nivel de estudios, un importante grado de laicidad, un muy frecuente uso de las Nuevas Tecnologías de la Información, una orientación política de izquierda radical
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y ser más proclives a las tácticas políticas disruptivas y de confrontación, que el resto de la sociedad, incluso que el resto de la juventud” (Funes, 2009:103). Al mismo tiempo, no es cuestión baladí referirse a las características que ofrece su base ideológica y que moldea su imagen social. “Se trata de proyectos que surgen en los márgenes de lo social y de lo político; son acciones públicas con un carácter menos ideológicamente político y más político cultural, pero con un definido interés por lo colectivo. Estas propuestas pueden considerarse políticas aunque algo despolitizadas, en el sentido de que sortean el encaje ideológico entendido habitualmente como político convencional y tratan de evitar la lógica territorial” (Funes, 2009:105). Con lo dicho, hemos pretendido realizar un esbozo sobre un fenómeno al cual es necesario prestar atención si nos dedicamos al estudio y análisis de la participación política juvenil.
5. Conclusiones En estas conclusiones vamos a esbozar de manera sucinta las principales aportaciones que han sido realizadas a lo largo del artículo. Se pretende proporcionar un guión básico de las cuestiones importantes y alentar así a nuevas investigaciones, análisis y debates que puedan sugerir. A la juventud actual es necesario contextualizarla para diferenciar sus aspectos más propios sobre la participación política respecto a la de otras épocas históricas, de ahí que los tiempos democráticos en España han forjado otros tantos modos, grados e indicadores de participación política en las generaciones de jóvenes. También hemos mostrado que la imagen transmitida por los medios de comunicación de la juventud despreocupada, pasota y desviada se torna refutada por los datos derivados del Informe Juventud en España 2008. Asimismo, la diversidad intrínseca de la comunidad política de la juventud actual ha de ser considerada como un prerrequisito a considerar cuando se reflexione sobre la participación política de la misma. Un elemento central al cual hemos de referirnos en estas líneas conclusivas es la fragmentación de la participación política juvenil en base a intereses muy delimitados y que se toman distancia de manera notoria de los principios universalistas, que configuraban el sentido último de la ciudadanía en democracia liberal clásica. Observamos de forma nítida que los procesos de formación de identidades colectivas que condicionarán la socialización política de los y las jóvenes españoles resisten una particularización amplísima. Es por ello que los rasgos más destacables de la cultura política juvenil y su relación con la democracia se caractericen por la participación como deseo a la crítica como discurso. Todo ello unido a que la crisis del sistema político-partidista se diagnostique gravemente por medio de dos vías: la primera estaría centrada en la crisis de legitimación y la segunda desemboca en la crisis de los viejos movimientos sociales. La conclusión parcial a la que se llega es que los sentimientos y actitudes de cinismo, escepticismo, apatía y desidia política vienen marcados por el fenómeno del alejamiento/extrañamiento de las instituciones políticas actuales de la ciudadanía joven producto de su marcado carácter de lejanía social y falta de participación activa en su funcionamiento hacia la juventud. De este modo, la juventud en general elabora y expresa de manera directa una postura crítica de carácter institucional como justificación central de la crítica hacia los partidos políticos.
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El patrón fundamental de la participación de la juventud española viene señalado por la presencia de los y las jóvenes en los canales participativos sociales y políticos centrados en el asociacionismo en sentido amplio, el voluntariado en todos sus niveles y las movilizaciones colectivas. Según la opinión mayoritaria de la juventud la política actual no crea conductos para acercar la política a la juventud, aunque eso sí, el aprovechamiento/uso de los nuevos canales de comunicación establecidos en base a las nuevas tecnologías de la información y el conocimiento son caminos que aún están por explotar. El vislumbrar una nueva coyuntura operativa para el incentivo de la participación de la juventud en un sentido nuevo es un reto de futuro a considerar por parte del sistema político y sus responsables. Del logro de éste resulta la supervivencia del mismo, pero la consecución de su fracaso pone en una difícil tesitura el proceso de consolidación y estabilidad de la participación política de la juventud en España. La videopolítica como concepto marco reúne en su entorno a las nuevas tendencias participativas basadas en la tecnología, cuya mayor predilección se encuentra en el segmento juvenil de la población, puesto que su dominio sobre las mismas es muy alto. La juventud de nuestro país quizá busque nuevos trayectorias políticas que marquen una senda más próxima al concepto de democracia de carácter postmoderno, fundamentada por identidades políticas más flexibles y con instituciones partidarias más cercana a la ciudadanía que pide participar y menos enquistadas en la rigidez organizativa de sus obsoletas maquinarias burocráticas.
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DOCUMENTOS
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Tomás Sánchez Pacheco. Politólogo.
Variaciones en el comportamiento electoral y actitudes de la juventud ante la política. Valoración de la democracia e ideología
El comportamiento electoral de la juventud española ha mostrado sintomas de continuidad y evidentes modificaciones en lo referente a las variables participación y preferencias políticas. Una continuidad sustentada en unos niveles generales de participación menores que los de la población más adulta que se han incrementando en momentos puntuales caso de elecciones de alta movilización y expectativas de cambio. Modificaciones en el comportamiento electoral en tanto en cuanto las preferencias han ido variando según el contexto asentándose el esquema implantado en la sociedad en su conjunto de preferencia por las dos grandes opciones de izquierda y derecha moderada. Las actitudes de la juventud hacia la política muestran a tenor de diversos estudios y encuestas como así atestigua el Informe Juventud en España 2008 cierto desinterés y desafección política aunque con matizaciones. Situación que parece intensificarse en los últimos tiempos por lo que se hace necesaria la puesta en marcha de mecanismos de atracción que evite una situación estructural de lejanía. La juventud valora muy positivamente y apoya el sistema democrático entendiendo además el papel crucial de los partidos políticos para que se sustancie pragmáticamente la representación pero se muestra muy disconforme con el funcionamiento del sistema y las políticas públicas implementadas desde los actores principales del sistema especialmente con relación a los partidos políticos. Una juventud que ideológicamente se autoubica en un espectro moderado con cierta preeminencia sociológica de la izquierda sobre la derecha, que no tiene porque haber tenido siempre su reflejo en el resultado electoral.
Palabras clave: Juventud; participación electoral; desafección política; movilización y abstención; democracia; ideología; ciudadanía juvenil.
1.
Introducción
El comportamiento electoral de la juventud española se ha convertido, muy especialmente en los últimos años, en un tema de gran interés por parte de especialistas, y también por los propios partidos políticos, debido a las “modificaciones” producidas en las últimas etapas, la polarización existente y la “valía” que cada día ha ido ganando cualquier estrato concreto de electores. Situaciones de alta competencia electoral provocan que las distintas fuerzas políticas redoblen los esfuerzos por maximizar la conexión necesaria con segmentos muy específicos del electorado. Las técnicas y estrategías electorales y partidistas se han especializado y los análisis para la captación de voto se han transformado en rigurosos estudios de oferta y demanda, donde es necesario “conocer con amplitud” cada colectivo, estrato o segmento por pequeño que este pueda ser o parecer. Cuanto mayor sea la
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competencia electoral mayor la especialización para analizar y captar el apoyo ciudadano. La juventud siempre ha acaparado la atención al menos, formal, de medios de comunicación y sociedad. El interés por su comportamiento político deviene tal vez de la propia configuración de la juventud, como un colectivo de población con actitudes diferenciadoras, que muestra por lo general cierto descontento con el funcionamiento de las formaciones políticas, un nivel de satisfacción medio-bajo con el sistema democrático y unos niveles inferiores de interés por los asuntos políticos. Si desde númerosos ambitos de la Ciencia Política se habla de una desafección y descontento generalizado el que afecta a la juventud puede considerarse aún mayor. Eso que parece ser una constante, francamente no ha sido así, aunque tras la finalización del proceso de transición democrática el interés de la juventud por la política ha ido descendiendo por diversas causas que explicaremos a continuación sin menos cabo de que en momentos “circunstanciales” el interés no político, pero sí electoral de las y los jóvenes se haya visto incrementado por contextos determinados, que han provocado importantes variaciones en lo referente al grado de participación juvenil en unas elecciones o el sentido de sus preferencias. Pero la expresión del voto y la participación electoral no definen por sí el comportamiento político de la juventud española. Analizar fríamente los datos estadisticos de movilización electoral nos ayuda a comprender el grado de implicación “concreta” de las y los jóvenes en unos comicios determinados, pero estudiar el comportamiento político genérico de la juventud entraña otras variables mucho más complejas, que facilitan la comprensión primero de los actos formales y no formales de la juventud con relación a la política, su escala de valores, distribución ideológica, posición ante el sistema político vigente o niveles de satisfacción con el funcionamiento de las instituciones. El comportamiento político de la juventud es lo que nos define con mayor grado de exactitud dos variables fundamentales: la forma que éstos y éstas tienen que encarar el fenómeno de la política y los asuntos públicos mediante actos concretos incluido el desinterés que podría ser visualizado como otra “forma de acto” y por otro lado, el grado de satisfacción con el sistema y las políticas públicas llevadas a cabo y de las que son objeto. Aunque la participación electoral de la juventud y sus tendencias de voto sean el tema de mayor interés para los partidos políticos, no cabe la menor duda que no podemos simplificar resumiendo el comportamiento político juvenil casi en exclusiva a la participación electoral. En democracia, la acción pública abarca otras muchas esferas y las nuevas formas de expresión que la juventud ha conllevado que el comportamiento politico de las y los jóvenes se haya expandido en unos ámbitos que sobrepasan la mera participación en unas elecciones. A pesar de ello, analizar qué vota la juventud española es un apartado de sumo interés pues podemos conocer los cambios de comportamiento electoral experimentados a lo largo de las últimas décadas y el por qué de que voten a un partido en cuestión. Tras el voto existe una motivación; una justificación que explica por qué se otorga la confianza a un grupo político o a otro; o por qué no se muestra confianza por ninguno, que aparece como un fenómeno apreciable que también analizaremos.
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2. La participación electoral de la juventud española 2.1. La participación electoral El comienzo del período de transición pacífica a la democracia en España, iniciado tras la muerte del general Franco, produjo el final de un modelo de participación política basado en el autoritarismo. El régimen dictatorial impuso un sistema cerrado, se abolió el multipartidismo y la sindicación libre. Los cauces de participación formales existentes hasta el final de la II República fueron sustituidos por la implantación de un sistema de partido único y unas Cortes compuestas de manera “organicista”, cuya elección respondía en exclusiva a los interesés propios del régimen. No hubo durante casi 40 años una sola elección libre y homologable a un mínimo parámetro demócratico. Sólo el inicio de la reforma política y la apertura de un proceso constituyente abrieron las puertas de la participación ciudadana a través de elecciones. La participación política a través de elecciones es y ha sido, hasta el momento, el cauce esencial a través del cual hemos valorado el grado de legitimidad de un sistema democrático y son los partidos políticos los instrumentos; los vehiculos a través de los cuales las y los ciudadanos expresan sus preferencias. La participación política y electoral de las y los ciudadanos en general y de la juventud en particular, entraña cierto debate sobre el modelo de participación que prima en el sistema. Debate entre quienes entienden que un modelo “completamente” democrático es aquel en el que la participación de las y los ciudadanos es imprenscibible en todo el edificio institucional del sistema político y quienes otorgan el peso crucial al mismo sistema de partidos políticos y las élites que los dirigen. Nos encontramos ante la viaje discusión entre el modelo participativo de democracia y el representativo. El comportamiento político puede entenderse como el conjunto de actividades dirigidas a intervenir o actuar en la esfera pública; en la política. Y este comportamiento se comprende a través de la participación, sea convencional o no, según estemos hablando de cauces tradicionales e institucionalizos de actuación u otros modelos diferentes. En democracia, la participación ha sido definida principalmente en torno a dos campos, ya sea electoral o no electoral. Ambos con capacidad de influencia y movilización. La participación electoral ha sido explicada como el modelo de participación básica para la estabilidad de las democracias representativas. Votar constituye un hecho “práctico” e incluso “simple” a través del cual el ciudadano se vincula políticamente al sistema e incide en él. No conlleva ningún sobreesfuerzo, la ciudadanía expresa su voluntad en un momento concreto –el período electoral– tendiendo a desvincularse de una forma más o menos intensa transcurrido el dia de las elecciones. Sin ser la única forma de expresión política si es la más importante en los sistemas representativos y aunque presente determinadas “insuficiencias” no deja de aparecer como un camino gracias al cual se otorga carta de legitimidad a las instituciones parlamentarias, a los partidos políticos y a los gobiernos consiguientes, que se forman merced al resultado electoral. A efectos prácticos inyecta validez al sistema; viabilidad al proceso de representación y de selección de dirigentes.
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Tradicionalmente se ha entendido que altos niveles de participación electoral conllevan situaciones de aceptable y positivo interes ciudadano por los asuntos públicos aunque no debemos obviar la situación, tal vez paradójica, en la que un alto grado de abstencionismo no tiene porque significar falta de interés en la política y los asuntos generales. Pues, el hecho de no votar, puede esconder también una evidente desafección política como consecuencia de la falta de confianza que las instituciones y las élites políticas provocan en buena parte del electorado. Una alta abstención no es sinónimo en modo alguno de desinformación o desinterés, que también podría ser, sino que el factor “descontento” tiene que ser estudiado con rigor, pues en muchas ocasiones es el motivo motriz a través del cual entendemos situaciones de baja participación ciudadana. Descontento no tiene porque significar desidia. En este extremo no son los ciudadanos los culpables “únicos” de la deficiente participación por el mero hecho de no haber acudido a una urna, sino también el propio sistema político que tal vez por la existencia de “desajustes comunicativos” con la ciudadanía y de plasmación ineficaz de las políticas públicas rompe con las expectativas creadas. Cuando esto ocurre, hablamos de la existencia de evidentes “brechas separadoras” entre electores y elegidos; quiebra en cierto sentido la vinculación que debe existir entre ciudadanía y élite política; entre sociedad e instituciones. Cuanto mayor sea la intensidad de la participación electoral mayor es la legitimidad y la estabilidad democrática, pero el descenso de ésta debe ser interpretado rigurosamente. Achacar las bajadas de participación a una hipotética falta de interés de la ciudadanía, no deja de ser –como he señalado– una simplificación exagerada. La pregunta que debemos hacernos es: ¿Por qué motivo no participan más la ciudadanía y la juventud en particular? La expresión del voto supone, como históricamente se ha definido, una manera eficaz de seleccionar las élites políticas y de mostrar apoyo o lejanía con respecto a una concreta forma de gestionar desde lo público pero el no hacerlo, que no es deseable, también podría significar un modelo “diferente” de incidir en la selección de representantes, en tanto en cuanto “ninguno convence” o de desconfianza hacia las políticas públicas implementadas. En España, y no es una excepción en el contexto europeo, no todas las elecciones han concitado el mismo interés por parte de la ciudadanía y de la juventud. No ha existisdo una “estabilidad participativa” y ello motivado por dos variables principales. Primero, según hablemos de elecciones de “cambio” o de “continuidad” y en segundo lugar, según el tipo de elección que estemos analizando; su naturaleza territorial. Las elecciones de “cambio” han producido en España unas altas tasas de movilización, no sólo mediante la expresión formal del voto, sino durante los preelectorales meses anteriores. Esas elecciones, las de 1977, 1982, 1996 y 2004 produjeron elevados porcentajes de participación superiores al 75% y en algunos casos cercanos al 80%, como también los comicios generales de 1993 o 2008 de “alta competencia electoral”, donde el partido vencedor lo fue por poco margen mientras que las elecciones legislativas de 1979, 1986, 1989 o 2000 consideradas de “continuidad” coinciden con los porcentajes menores de participación de todo el histórico de elecciones aunque siempre entorno al 70%. Con respecto a la naturaleza territorial de las elecciones, existe la evidencia de que el nivel de participación varía y de forma sustancial según estemos
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hablando de elecciones generales, autonómicas, municipales o europeas. Las elecciones generales siempre han sido consideradas por el electorado español como “decisivas” frente al resto de comicios, por los que muestran un desinterés mucho mayor y muy especialmente hacia las elecciones al Parlamento Europeo. Toda convocatoria electoral tiene su importancia y carácter por cuanto significa el momento en el que el ciudadano expresa su voluntad manifiesta a través de la cual se produce la selección de grupos y líneas programáticas, pero la realidad ha dejado patente la existencia de “elecciones decisivas” y otras de “orden secundario”. De esta manera, la afluencia de ciudadanas y ciudadanos que acuden a las urnas y la intensidad de la misma se comprende según la “expectativa de cambio” que las elecciones puedan tener, mientras que cuando existe una situación donde el resultado es más o menos previsible la desmovilización es mayor. 2.2. Movilización electoral de la juventud. Qué han votado las y los jóvenes La participación electoral juvenil se ha modificado notablemente aunque de los datos oficiales extraemos la conclusión que en aquellas elecciones donde la población general se moviliza más, también lo hacen las y los jóvenes aunque cuando la participacion general desciende la participación electoral de la juventud baja, pero de forma más acusada aún. Aunque los niveles de abstención juvenil suelen ser mayores, las estadísticas demuestran que los niveles de “abstencionismo activo”; es decir por convencimiento son mucho mayores que el que afecta a los segmentos de población más adulta. Por tanto, la abstención electoral juvenil es más “política” que “técnica”. Como hemos venido señalado, la movilización electoral de la juventud ha oscilado según hayamos estado frente a procesos electorales altamente competitivos o de “cambio”, o ante elecciones de “continuidad” y de bajo perfil competitivo. La movilización electoral de la juventud ha sido decisiva en determinadas elecciones de tipo general, especialmente legislativas, y el aumento de la participación de la juventud en dichos procesos electorales ha incidido en las posibilidades de cambio y alternancia. También debemos reseñar que no ha existido a lo largo de las últimas décadas, como no ha ocurrido con la población en general, una situación de “continua fidelidad en el voto” lo que ha facilitado la caída de ciertos “estereotipos”, en tanto en cuanto se tendió a definir durante años al electorado joven español como un electorado “progresista”, cuando la realidad ha demostrado que lo ha sido en determinadas ocasiones, mientras que en otras las preferencias mayoritarias de la juventud que acudía a las urnas era precisamente la contraria. Así pues, las elecciones generales de 1982, y en menor medida las posteriores celebradas hasta 1996, evidencian que el electorado juvenil optó de forma muy mayoritaria, incluso abrumadora, por opciones políticas a la izquierda, más concretamente a favor del PSOE, situación que fue variando paulatinamente hasta los comicios generales de 1993, donde el contexto se equilibra aunque aún ligeramente a favor de la izquierda y la opción conservadora de centro derecha representada en el PP refundado, empieza a ganar apoyos de forma clara. Las elecciones de “cambio” de 1996 supusieron por primera vez desde el hundimiento de la UCD el triunfo de un partido de corte conservador en unas elecciones de tipo general –algo que empezó a
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vislumbrarse en las elecciones europeas de 1994 donde la diferencia entre PP y PSOE casi alcanzó los diez puntos a favor del primero. Dichas elecciones supusieron una “variación” con respecto a elecciones anteriores los y las jóvenes que votaron lo hicieron más a favor de la opción PP, que por el entonces partido gobernante. Situación similar se repitió en 2000, donde aunque la participación electoral juvenil descendió considerablemente, éstos lo hicieron más a favor de los populares que en pro de la oposición socialista, en aquel momento liderada por Joaquin Almunia, como consecuencia de tres factores que entendemos clave: una importante desmovilización del electorado progresista, un inexistente escenario de posible “cambio” y por tanto de baja competencia electoral y una situación económica de mejoría general que ayudó al PP a no sólo ganar las elecciones generales de 2000, sino a alcanzar la única mayoría absoluta que hasta el momento ha conseguido una fuerza de centro derecha en unos comicios legislativos. La legislatura 2000-2004 se caracterizó por una serie de factores que indujeron de nuevo a una “variación” en el comportamiento electoral juvenil, pero en esta ocasión si durante la primera legislatura popular el crecimiento económico ayudó a que el partido gobernante pudiera alcanzar una amplia mayoría, el mantenimiento de este fuerte crecimiento económico durante la segunda legislatura popular no fue suficiente para amortiguar otros acontecimientos que provocaron que el electorado joven modificara su hasta ahora tendencia de voto. Los motivos fueron variados, pero de forma sucinta podemos resumirlo en un “paulatino alejamiento del partido gobernante con respecto a las demandas de la juventud española”, a lo que debemos unir el establecimiento de una concreta forma de gobernar, implementada también por el PSOE durante algunos años menos dialogante y cerrada, merced a la mayoría absoluta conseguida en 2000. En este sentido, acontecimientos como la Guerra de Irak y el hundimiento del Prestige en las costas gallegas y la fuerte movilización ciudadana especialmente juvenil que ambos hechos causaron, o la gestión del cruento atentado terrorista del 11 de Marzo junto a una política educativa contestada desde muchos ámbitos, ayudó a que las y los jóvenes que acudieron a votar en 2004 lo hicieran y de forma muy considerable por el Partido Socialista, que en aquel momento encabezaba por primera vez en unas elecciones generales el actual Presidente José Luis Rodriguez Zapatero. Muchos jóvenes que votaban por primera vez, que habían dejado de votar por cierta desafección política o que lo hacían a favor de otras opciones a la izquierda del PSOE concentraron su voto para facilitar la alternancia. Todos los sondeos post electorales indican que la movilización electoral juvenil de aquella fecha fue “determinante” para la victoria socialista de 2004. El apoyo juvenil se volvió a repetir en 2008 a favor de los socialistas y en proporciones similares al de 2004, sin que se experimentara un desgaste apreciable en el apoyo juvenil como consecuencia de ciertas variables como la continuación del crecimiento económico y el descenso del desempleo juvenil, la implementación de ciertas políticas públicas a favor de las y los jóvenes como aumento de becas o el establecimiento de ayudas a la emancipación, el cumplimiento de promesas de calado –como la retirada de las tropas de Irak– o la aprobación de medidas sensibles que conectaron con los valores tolerantes de la mayoría de la juventud, como la promoción de leyes de igualdad de género o equiparación de derechos para homosexuales conjugado con el factor “liderazgo”. El candidato socialista mostró un nivel de atractivo mucho mayor que el candidato popular y esa diferenciación se hizo más patente entre el segmento
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jovén del electorado. Si las insuficiencias en lo referente al “atractivo electoral” del candidato socialista en 2000 fueron importantes para determinar un menor apoyo juvenil ahora el cambio de cartel suponía un empuje. Sondeos recientes indican que a pesar de la fuerte crisis económica internacional, que han padecido la mayoría de los países y el gran incremento del paro juvenil, el PSOE sigue siendo el partido “preferido” por el electorado juvenil aunque la brecha existente con el PP se ha recortado considerablemente. El cambio de escenario en unas posibles próximas elecciones generales no resulta ya una idea descabellada. En esta ocasión el factor “situación económica” puede influir decisivamente en un hipotética variación en el comportamiento electoral de la juventud española. Como ocurre con la población en general, las preferencias mayoritarias de la juventud española con respecto al sentido de su voto se centra en las dos principales formaciones de izquierda y centro izquierda y derecha o centro derecha, representas por PSOE y PP. El modelo bipartidista imperfecto se reproduce aunque en la mayoría de los casos desde comienzos de la década de los 80 con un escoramiento hacia la izquierda, que ha ayudado a que la opción representada por el PSOE haya concitado más apoyos entre la juventud en mayor número de ocasiones que la opción reflejada en el PP, aunque ésta en las dos ocasiones que ha ganado elecciones generales (1996 con mayoría relativa y 2000 con mayoría absoluta) ha acaparado la mayoría del voto juvenil y de forma ostensible en los comicios de continuidad de 2000. El grado de participación electoral de las y los jóvenes muestra relaciones con variables sociodemográficas como la edad, el género, niveles educativos o situación de ocupación o desempleo. En buena parte, la juventud es más o menos participativa según estas variables. Se abstienen las y los más jovenes, entre 18 y 21 años, escenario que va modificándose a medida que va aumentando la edad. Con respecto al género existe una situación de cierto equilibrio, aunque se aprecia una constante que se da en todas las elecciones como es la pervivencia de niveles de participación mayor entre las mujeres, aunque la diferencia con los hombres es escasa. El nivel educativo, aunque no parece una constante la tendencia general, indica que a mayor nivel instructivo mayor participación. Por último, respecto a la situación de ocupado/ocupada o desempleado/desempleada no existe tampoco una permanencia de comportamiento, en tanto en cuanto ha habido elecciones donde la mayor tasa de abstención ha correspondido a estudiantes –caso de las elecciones generales de 1986 a parados/paradas, como en 1989 y 1996, o a ocupados/ocupadas como en las elecciones generales de 2000. 2.3. Tres elecciones concretas: 1982, 1996 y 2004. Comicios de “cambio” y variaciones en el voto juvenil Las elecciones generales de 1982 pueden ser consideradas desde el punto de vista histórico elecciones de trascendencia, como lo fueron las primeras elecciones libres de 1977, en tanto en cuanto fueron las primeras en las que se produce la alternancia de partidos en el poder y la primera victoria de la izquierda desde la II República. El contexto político existente antes de la celebración de las elecciones se caracterizaba por cierta inestabilidad política y social desde que, tras la muerte de Franco, se iniciara el período
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de transición democrática. La fragmentación y fuerte división interna en la UCD de Suárez, la grave crisis económica y la escalada alarmante del paro, la actividad terrorista de ETA y el intento golpista en febrero de 1981, ayudaron decididamente a que el PSOE aumentara sus niveles de apoyo de forma sobresaliente y muy especialmente entre el electorado jóven que vió en los “jovenes líderes socialistas” una nueva forma de actuar en democracia. Las elecciones de 1982 mostraron una concentración del voto joven en el PSOE verdaderamente inusual. El aplastante triunfo socialista con la consecución de la mayoría absoluta más amplia conseguida en democracia (202 escaños en el Congreso de los Diputados) se debió en gran medida a la alta movilización del electorado joven y que éste lo hiciera además en una proporción elevadísima a favor de las candidaturas socialistas, hasta tal punto que casi un 60% de las y los jóvenes menores de 30 años, que acudieron a las urnas, votaron socialista; un porcentaje mucho mayor de quienes tenían más de 30 años (el porcentaje global del PSOE fue del 48%). Unas ansias de cambio que produjeron una victoria en todos los tramos de edad del electorado juvenil, fuera cual fuera el género, aunque en aquella fecha en mayor medida entre los hombres de estudios medios y bajos. Una victoria que coincidia con la autoubicación de las y los jóvenes españoles que ideológicamente se situaban mayoritariamente en la escala que abarca la izquierda moderada. La coalición conservadora liderada por Manuel Fraga formada por Alianza Popular y el democristiano Partido Democráta Popular (AP-PDP) se convirtió en la segunda fuerza parlamentaria, pero el peso electoral del voto juvenil a favor de dicha formación fue muy escaso, lo que coincidia con el número tan bajo de jóvenes que en aquellos momentos se situaban en la esfera ideológica correspondiente a la derecha. El fuerte incremento de la coalición encabezada por Fraga se sustentó en antiguos votantes conservadores de la UCD pertenecientes a los estratos más adultos del electorado. La situación hegemónica del PSOE en el electorado juvenil se mantendría a lo largo de las siguientes convocatorias electorales, aunque a medida que pasaba el tiempo se vislumbraban cambios y descensos en los niveles de apoyo. Es decir, el electorado socialista, prácticamente hasta después de las elecciones generales de 2000 sufrió un “envejecimiento progresivo” paralelo al incremento de apoyos que otras fuerzas empezaron a cosechar entre las y los votantes jóvenes. Los síntomas de desgaste se dejaron ver con mayor ahinco a partir de las elecciones legislativas de 1989, donde el PSOE a pesar de conservar su mayoría absoluta pierde importantes apoyos entre el electorado joven consiguiendo el 35%. Mantiene su posición mayoritaria en la preferencia de las y los jóvenes, aunque descienden los niveles anteriores ante el empuje de IU, que se convierte en la segunda opción preferida por la juventud española seguida del PP, que aunque mejora posiciones entre la juventud no vivirá un impulso notable en el grado de apoyo juvenil hasta bien entrada la década de los noventa. Son años en los que el electorado juvenil, que se decanta por el PSOE, tiende a ser un votante que anteriormente ha votado por el PSOE demostrando cierta incapacidad para captar nuevas y nuevos votantes y con niveles de formación medios y bajos, mientras quienes realizan o tienen estudios universitarios optaron a diferencia de lo que ocurrió en 1982 y 1986 por otras opciones, preferentemente IU y PP. El incremento en los apoyos a IU y PP entre la juventud se comprende por motivos bien distintos. Para la juventud que vota IU la justificación parece ser que “el PSOE ha empezado a dejar de representar a la izquierda”,
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mientras que para las y los que lo hacen a favor del PP la motivación se sustenta “en las ansias por cambiar el partido en el gobierno”. Una motivación “ideológica” frente a otro más “práctica”. Las elecciones generales de 1996, las primeras que gana el centro derecha desde el hundimiento de la UCD son consideradas también como unas elecciones de “cambio”, aunque éste debe ser observado con cierta cautela en tanto en cuanto se produce la alternancia, pero mediante el resultado más ajustado de la democracia, que no coincidió con ningún estudio electoral o sondeo previo a las elecciones, los cuales señalaban una amplia victoria del Partido Popular. Si el voto juvenil fue clave para las victorias socialistas de la década de los 80, especialmente en 1982, en 1996 lo fue para que el Partido Popular de José María Aznar ganara las elecciones. El PP vence entre el electorado menor de 30 años, y muy especialmente, entre el votante joven con mayor nivel educativo, estudiantes y ocupadas y ocupados, mientras que los apoyos socialistas entre la población juvenil se centran en las y los jóvenes con estudios primarios y paradas y parados, situación que varía sorprendentemente en las elecciones de 2000, donde el PP consigue ganar con claridad en “caladeros” juveniles hasta el momento proclives al PSOE, como las y los jóvenes de estudios básicos o desempleadas y desempleados juveniles. Son años en los que el PSOE pasa de una dominación en los sectores de electorado joven, que van desde el centro a la extrema izquierda, a hacerlo sólo entre quienes se sitúan como izquierda moderada, frente a un dominio absoluto del PP entre quienes se declaran de centro y derecha. Cada vez más lo que demuestra en la profundidad del cambio sociológico experimentado en los años anteriores, y una IU que durante unos años se movió en un contexto de cierta competencia con el propio PSOE, por la captación del voto juvenil llegando a superarlo en determinados estratos –caso de las y los estudiantes universitarios– aunque ese hecho se circunscribirá a momentos muy específicos y no permanentes, que condujeron a una preeminencia clara de la opción socialista dentro del electorado joven, que se declaraba de izquierda debido al proceso de declive que empezó a sufrir IU. Las elecciones de 2004 supusieron –como hemos comentado anteriormente– una “variación sustancial”, en tanto en cuanto el PSOE sustituye al PP como partido preferido de la juventud, además en una proporción importante como consecuencia de un fuerte aumento de la participación y movilización electoral. Los acontecimientos vividos a lo largo de la legislatura como el caso de la Guerra de Irak, enfrentamientos de importantes sectores juveniles con la política del gobierno con relación a temas educativos o medioambientales, la gestión de los atentados del 11 M, el relevo generacional al frente del PSOE o la continuación del declive de IU son de vital importancia. Si algo caracterizó a la legislatura 2000-2004 fueron las movilizaciones de todo tipo protagonizadas por la juventud, que tras años de cierta desidia mostró en aquel período una “vitalidad al menos circunstancial pero al fin y al cabo vitalidad”, que contrastaba con la pasividad ante la política de los años anteriores. Todos esos ingredientes colaboraron activamente en la derrota popular y la recuperación del voto juvenil por parte de la izquierda socialista. Situación de apoyo, que según los estudios post electorales llevados a cabo, se repitió en las elecciones generales de 2008 –según mi opinión– motivado por una situación económica favorable, la puesta en marcha de algunas medidas a favor de la emancipación juvenil especialmente en lo referente a la vivienda,
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el cumplimiento de determinadas promesas electorales, como la mejora en el sistema de becas o el mayor atractivo electoral del candidato Rodríguez Zapatero frente al del PP, Mariano Rajoy.
3. Actitudes actuales de la juventud española ante la política. Democracia e ideología. Un análisis sobre el Informe Juventud en España 2008 3.1. Desafección y desinterés Durante bastantes años, se ha extendido la idea del joven desinteresado y desinformado ante la política. Un análisis que ha adquirido tal fuerza en el discurso social que se ha convertido en una de las señas de identidad de la juventud contemporanea –como bien ha señalado Jorge Benedicto–. Pero esa desafección no puede, ni debe circunscribirse en exclusiva a la juventud. La desconfianza hacia el sistema político y especialmente en sus actores principales –partidos politicos y élite– son una nota general en la mayoría de la ciudadanía (Pharr y Puntnam, 2000). Atendiendo al estudio promovido por el INJUVE en 2005 sobre Participación y Cultura Política y el Informe Juventud en España 2008, extraemos un conjunto de consideraciones de gran interés a través de las cuales observamos principalmente el grado de satisfacción con el sistema político y otras variables, que he creído fundamentales, para poder comprender la actitud de la juventud española ante dos cuestiones primordiales, que nos ayudarán a entender, al menos en parte, las actitudes políticas juveniles. Además de comprender que posición toman ante la democracia y los valores y posiciones ideológicas de nuestra juventud. 3.2. La posición ante la democracia e idelogía de la juventud En este sentido, la aceptación de la democracia como sistema más positivo y valorado se acerca al 80%, frente al apoyo que pudieran tener otras formas de régimen más autoritarias, que apenas superan el 5%. La democracia es, sin lugar a dudas, el régimen preferido y con mayor legitimidad ciudadana y especialmente entre la juventud. Otra cosa bien distinta es la valoración en el funcionamiento de la misma. El estudio INJUVE-CIS IJE104 de 2005, en su pregunta número 8, atestigua como para el 79,2% “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”, el 5,2% sostiene que “a veces, puede ser preferible un régimen autoritario”, un 10,6% afirma que “da lo mismo un régimen que otro” y finalmente un 5% no sabe o no contesta. Un apoyo que, según hemos observado gracias a los estudios reseñados el mayor apoyo al modelo democrático de convivencia, se encuentra entre las y los jóvenes que se situan políticamente en la izquierda, mientras que entre las y los jóvenes situados en la derecha ideológica el apoyo a los régimenes autoritarios, aunque se considera pequeño, supera el 12% casi 7 puntos más que la media. Con respecto a la satisfacción hacia el sistema político vigente, los datos de menor satisfacción se encuentran entre quienes tienen niveles de estudio más
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elevados y la mayor satisfacción entre quienes sólo estudian. No debemos llevarnos a engaño, las y los jóvenes con mayor cualificación apoyan y aceptan de forma abrumadora el sistema democrático, pero son más exigentes y críticos con su funcionamiento y los efectos de las políticas públicas llevadas a efecto. En cuanto a la variable ideológica, la satisfacción con el funcionamiento de la democracia es mayor entre quienes se ubican en el espectro moderado de la izquierda y la derecha, mientras que los mayores niveles de crítica se sitúan entre la juventud identificada con las posiciones de la izquierda y derecha extremas, posiblemente por motivaciones totalmente diferentes. 3.3. Escasa valoración de instituciones y actores políticos. La aceptación de la democracia como el sistema de gobierno más positivo, factible y con mayor apoyo entre la juventud, viene aparejado de un alto nivel de desconfianza hacia el funcionamiento general del sistema y muy especialmente de las instituciones que definen al mismo y sus actores políticos. Las pocas instituciones que aprueban a penas superan el cinco y el resto –la gran mayoria– no lo alcanza. No existe por tanto ni siquiera una valoración al menos “suficiente”, lo que indica un malestar cuasi estructural, pues la desconfianza general hacia instituciones y actores del sistema es algo que se prolonga desde hace décadas. Los datos concretos del Informe Juventud en España 2008 establecen una valoración de instituciones en donde las organizaciones no gubernamentales se encuentran en primer lugar (5,7 puntos) seguidas de la ONU (5,5), la Unión Europea con 5,5, las fuerzas de seguridad (5,4), los Ayuntamientos (5,2), sindicatos (5,1), Comunidades Autonómas (5), la Monarquía (4,9), el Gobierno Central (4,9), las Administraciones públicas (4,9), los Tribunales de justicia (4,8), el Congreso de los Diputados (4,4), y en el último escalafón los políticos con una valoración de 3,6 puntos. A tenor de la mayoría de los estudios llevados a cabo, el centro esencial de la desafección política juvenil gira en torno a los partidos políticos; los actores sustanciales en el funcionamiento del régimen parlamentario democrático. Los partidos políticos se han configurado como el nexo fundamental gracias al cual se sustancia la representación y actúan como la cara más visible del funcionamiento del sistema representativo y del engranaje institucional, que reviste al sistema democrático y aunque la juventud española –y los adultos– confieren a los partidos políticos un papel central, el descrédito, la desconfianza y el alejamiento hacia las organizaciones políticas ha ido aumentando. Así pues, el estudio INJUVE-CIS EJ104 de 2005 señala que un 72% de las y los jóvenes piensa que sin partidos no puede haber democracia, un 65% que gracias a ellos la gente puede participar, pero a continuación un 70% piensa que todos son iguales y más de un 45% que sólo sirven para dividir a la gente. Queda patente el sentido “práctico y realista” que la juventud tiene hacia los partidos políticos; les reconoce su papel esencial en el funcionamiento del sistema, pero penalizan su actuación. Para el 50% de la juventud los partidos políticos les generan “desconfianza”, un 34,5% muestra “desconfianza” hacia las organizaciones políticas y más de un 30% se posiciona ante los partidos políticos con “aburrimiento”. Sólo un 23% muestra interés hacia los partidos políticos. Con respecto al interés que muestra la juventud actual por la política, podemos llegar a la conclusión que es bastante baja, situación esta que se
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ha ido acrecentando con mayor fuerza en los últimos años. Las encuestas realizadas para el Informe Juventud en España 2008 reflejan que entre 2004 y 2008 la falta de interés hacia la politica se ha incrementado. Si en 2004 los que mostraban “mucho o bastante interés” constituían el 23%, cuatro años después significaban el 18%. En 2004 los que manifestaron tener “poco o nada de interés” eran el 74%, mientras que en 2008 alcanzaban la cifra preocupante del 80%. El desinterés por la política puede considerarse como algo “común” a la población en general, pero es francamente más bajo en los segmentos de población más joven, y como se desprende del Eurobarómetro de 2007 la juventud española posee unos niveles de interés por la política inferiores a la mayoría de los países europeos, algo coincidente a lo largo de las últimas décadas, pero por desgracia invariable. Además, dentro de la juventud española son las y los más jóvenes quienes se encuentran más alejados de la política en proporciones superiores al 60% entre los menores de 18 años, aunque también debemos afirmar como, a medida que vamos subiendo en los tramos de edad, el interés va incrementándose sin que dejemos de mostrar preocupación porque en esos tramos superiores de edad los que muestran “nada” de interés llega –nada más y nada menos– que al 40%. A más formación también más interés y mayor atención hacia los asuntos políticos en los núcleos urbanos que en los rurales. Una generalización que esconde particularidades y especificidades según zonas y realidades políticas territoriales diferentes. Un estudio del CIS elaborado en 2006 reflejó con claridad como la juventud cree en porcentajes superiores al 70% que la clase política “no se preocupa de ellos” o que “sólo buscan su interés personal”. Las encuestas elaboradas para el Informe Juventud en España 2008 mostraron como la juventud de nuestro país tiene una alta percepción ética y moral de lo que debe ser el ejercicio de la ciudadanía. Valorándose con puntuaciones elevadas actitudes como “ayudar a quien en tu país vive peor que tú”, “ayudar a quienes en otras partes del mundo viven peor que tú”, “tratar de entender a gente con opiniones distintas a las tuyas” u “obedecer siempre las leyes”. Esos datos vienen a confirmar los planteados en otros estudios. La juventud española muestra una actitud favorable a la solidaridad y la justicia social, tolerante y comprensiva con el diferente, plural y respetuosa con el ordenamiento legal para garantizar una convivencia estable. El desapego por los partidos políticos no se sustancia en un “desinterés cuasi unánime” hacia cualquier tipo de organización pública o privada con fines públicos. El estudio 2606 del CIS, de 2005, resalta que un 48% de la juventud se mostraba, por ejemplo, muy o bastante de acuerdo con las peticiones de los movimientos antiglobalización. De las encuestas que sirvieron de base para los Informes Juventud en España 2004 y 2008 extraemos la conclusión que aunque existe una desafección más o menos general y se aprecian datos aceptables que indican propensión a la participación de la juventud, al menos de buena parte de ella, en movilizaciones y manifestaciones en porcentajes superiores al 23%, o incluso a colaborar activamente en organizaciones sociales (más de un 12%).
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Sirva de ejemplo el empuje que en los últimos tiempos están teniendo nuevas formas de comunicación y participación política a través de la red y las nuevas tecnologías; espacios en los que la juventud está ocupando un papel primordial. 3.4. Posiciones ideológicas El posicionamiento ideológico actual de las y los jóvenes ha permanecido “semejante” en los últimos años, aunque mostrando algunas variaciones de interés. Tenemos que resaltar a tenor de los datos de 2008 en comparación con el Informe Juventud en España 2004 como disminuyen las posiciones denominadas de “centro” en 7 puntos, aumentando en casi 3 puntos los que se autoubican en la denominada izquierda moderada, que en 2008 suponían el 23%, gracias principalmente al incremento de esta calificación entre el segmento joven de alto nivel educativo y urbano. Las y los que se autoubican en la extrema derecha pasan de un 2% a un 3%. Las y los que señalan que no saben/no contestan superan el 49% entre quienes tienen nivel educativo más bajo alcanzando el 48% en el estrato de población más joven inferior a los 17 años. Los datos desprendidos del mencionado informe señalan que entre 2004 y 2008 se produce cierta estabilización de quienes se autocalifican como izquierda extrema pasando del 9,4% al 9%, mientras que la opción de izquierda moderada aumenta de poco más del 20% hasta prácticamente un 23%. Descienden considerablemente las y los que se ubican en el llamado centro político desde cerca del 30% al 22,9%, la opción de derecha aumenta levemente del 6,2% al 7%, mientras que las y los que se autoubican en la extrema derecha acaparan el 3% ya mencionado. El no sabe/no contesta aumenta del 32,4% al 34,8%. 3.5. Características principales de la ciudadanía juvenil y conclusiones generales En el Informe Juventud en España 2008 se evidenciaron las notas principales que definen políticamente a la ciudadanía joven y que resumimos en una confianza hacia la democracia, que viene acompañada por un nivel medio-bajo de satistacción con ella, desconfianza hacia las instituciones convencionales y hacia los actores principales del sistema, mostrando interés por nuevas formas de organización o instituciones más innovadoras que las convencionales, desconfianza hacia los partidos políticos, aunque desde una visión pragmática y realista otorgándoles el papel de importancia que juegan. Lo que vislumbra una crítica más por su funcionamiento y gestión en la esfera pública, un alto porcentaje de la juventud sostiene la eficacia del voto y la mayoría valora su competencia y capacidad electoral para decidir con criterio, la política en general les produce desconfianza, indiferencia y aburrimiento, la visión de la “óptima ciudadanía” es de corte ético y social, el nivel de formación determina el grado de interés por la política, también disminuyen quienes se autoubican en el centro político y aumentan las posiciones más ideológicas con un escoramiento hacia la izquierda y las identidades fuertes, concentradas, contundentes, de pertenencia estables a un colectivo, idea, territorio dan paso a identidades más difusas, flexibles y fragmentadas, en lo que podría parecer una nueva subjetividad política.
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El comportamiento electoral de la juventud española y la descripción de las principales actitudes políticas de éstas y éstos vienen a confirmar la preeminencia de dos cuestiones que parecen repetirse a lo largo de estos años y es que las y los jóvenes se movilizan en mayor grado, participan electoralmente más activamente, en tanto en cuanto estemos o no ante unas elecciones donde se pueda vislumbrar algún tipo de cambio. Las elecciones de “continuidad” provocan desmovilización y de forma más acusada entre la juventud, de ahí que el incremento notable de participación electoral juvenil en elecciones de “cambio” provoque que el sentido del voto joven sea crucial para el resultado, como ocurrió en los casos ya mencionados de 1996 y 2004. Con respecto a la valoración del sistema democrático concita un elevadísimo apoyo, pero el objeto de discusión no está en la forma de sistema en sí, sino en las consecuencias que la gestión pública provoca. Se detecta un descontento hacia las instituciones establecidas y los actores que las dirigen. Una desafección no referida al “continente” de la democracia, sino al “contenido” de ésta; un desinterés motivado por la percepción de la juventud de que los políticos no se ocupan de los problemas juveniles, o que las medidas que se toman desde los poderes públicos son insuficientes. La especial valoración negativa de los partidos políticos parece ser también una constante en los últimos años y aunque –como bien hemos señalado– se hace desde una perspectiva pragmática, ya que se les otorga un papel crucial en el funcionamiento del sistema político, la lejanía con respecto a ellos ha crecido de forma paulatina; es donde se focaliza el descontento juvenil cuando se trata de valorar la dinámica del modelo político. Un desinterés por los asuntos públicos provocado por cierto “cinismo político”, extendido en buena parte de la ciudadanía, y que podría ser limitado mediante políticas específicas. Los problemas de emancipación juvenil, una alta tasa de paro y dificultades para el acceso a la vivienda, el funcionamiento interno de los partidos políticos o la aparición –en determinados momentos– de casos de corrupción con el fuerte impacto medíatico posterior, bloquean en cierto modo la posibilidad de incremento de la participación de la juventud en la esfera política, entendida ésta desde un punto de vista amplio. Una lejanía hacia los asuntos públicos que se va reduciendo a medida que se va pasando hacia la edad adulta aunque la actitud de descontento permanece sin que se aprecien síntomas a resaltar de mejoría en la percepción que tienen del sistema en general. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS Benedicto, J y E. Luque (2006). “Los jóvenes despolitizados”. Visiones y condiciones de la ciudadanía en tiempos difíciles. Panorama Social 3, pp 108-119. Ferrer Pons, Mariona (2006). “Jóvenes, participación y actitudes políticas en España, ¿Son realmente tan diferentes?”. Revista de estudios de Juventud nº76, Madrid. Pharr, S y R. Putnam (eds) (2000): “Disaffected Democracies. What´s Wrong With The Trilateral Democracies”. Princeton University Press, Princenton NJ. Varios autores (2009). Informe de Juventud en España 2008. “Cultura, Política y Sociedad”, Madrid. Estudio INJUVE-CIS IJ104. “Participación y Cultura política”. 2005.
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DOCUMENTOS
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Cristóbal Gómez Benito. UNED; Cecilia Díaz Méndez. Universidad de Oviedo.
La juventud rural en el cambio de siglo: tendencias y perspectivas
Este artículo repasa la situación de la juventud rural española en la entrada del siglo XXI. Los cambios más significativos se han producido paralelamente a la evolución de la sociedad española. La juventud y el medio rural han cambiado tanto en la estructura como en los rasgos culturales. Los datos avalan un proceso de convergencia de la juventud rural con la juventud española en general. Exploramos aquí aspectos relacionados con sus trayectorias educativas y laborales, el proceso de emancipación, la percepción de arraigo y las relaciones interpersonales. Las diferencias de género y la movilidad son hoy los rasgos más significativos de la juventud rural.
Palabras clave: emancipación, hábitat, educación, mercado de trabajo.
1.
Introducción
En este trabajo presentamos un análisis de la situación de la juventud rural española en estos primeros años del nuevo siglo a partir de una revisión de las principales aportaciones que, sobre el tema, se han hecho en España en la última década. Con ello, pretendemos identificar los rasgos de la juventud rural española actual y las principales tendencias que configuran su situación. Con este objetivo, el análisis requiere una doble perspectiva comparativa: una temporal, para identificar los cambios más significativos en la situación de la juventud rural española, para lo cual tomaremos como referencia el estudio sobre “Sociedad rural y juventud campesina. Un análisis sociológico de la juventud rural” (González, de Lucas y Ortí, 1985); y otra de contraste entre la juventud rural y la juventud española en general, y decimos en general, porque no se puede hacer una comparación con la juventud urbana, por falta de datos diferenciados de este colectivo, pues la información disponible se refiere a la juventud española en general (1).
(1) Muchos estudios sobre juventud no utilizan el hábitat como variable de análisis o no utilizan la clasificación convencional para discriminar lo urbano y lo rural, por lo que no se pueden aprovechar para establecen comparaciones entre jóvenes rurales y urbanos.
La situación de la juventud rural española ha evolucionado a la par que la sociedad en su conjunto, registrando en ella los profundos cambios que ha experimentado la sociedad española. Como dicen González y Gómez Benito (2002:85), entre la mitad de los años ochenta y el comienzo de siglo, “no sólo ha cambiado de forma extraordinaria su composición social interna y sus rasgos culturales, sino los perfiles de sus contraste con la población urbana. Las fronteras de lo rural y lo urbano se difuminan en el seno de una sociedad cada vez más integrada y más móvil, al tiempo que desaparecen los límites ecológicos y, sobre todo, socioculturales de dicha distinción rural/urbana.”
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Por lo tanto, mostraremos, en primer lugar, los datos que avalan ese proceso de convergencia de la juventud rural con la juventud española en general. Y en segundo lugar, trataremos de ver los cambios en la situación social de la juventud rural española, con especial atención a varias cuestiones clave: trayectorias educativas y laborales, emancipación, percepción del mundo rural y arraigo, relaciones con la familia, relaciones de pareja e iniciativas profesionales. El contexto social general de estos cambios se define por una progresiva desagrarización de la sociedad rural (en términos económicos pero también en términos socioculturales); una práctica desaparición del “modo de producción doméstico” (2) (González y Gómez Benito, 2002:17); el progresivo predominio de las estrategias individuales frente a las familiares; la apertura y movilidad del medio rural, favorecida por la mejora de las comunicaciones de todo tipo, como manifestación de una sociedad “itinerante” (Camarero, Sampedro y Vicente-Mazariegos, 1993), así como la generalización del sistema educativo y la mejora de los servicios y equipamientos sociales; y los cambios en la estructura demográfica y social de las zonas rurales, como espacio social de referencia de la juventud rural. Como dice Camarero (2002), el despoblamiento, el envejecimiento y la desagrarización son, sin duda alguna, los pilares sobre los que se asientan los cambios que han afectado a las diferentes generaciones de jóvenes rurales. Pero si estos factores constituyeron en los años ochenta las bases explicativas de los cambios, la juventud española actual debe analizarse, además, a partir de las nuevas funcionalidades del medio rural, en un contexto de reivindicación de las igualdades entre géneros y en una creciente revalorización de la ruralidad y de la naturaleza (Molinero Hernando, 2004), y en este sentido, queremos resaltar un hecho significativo: la significación de la variable “género” en los nuevos procesos de diferenciación interna de la juventud rural, de tal modo, que los contrastes de género son, hoy y en muchos aspectos, más significativos que los contrastes rural/urbanos. En el último estudio sobre la juventud rural, González y Gómez Benito afirman que “la principal peculiaridad de la juventud rural no es otra que su extraordinaria diferencia interna por razón de género” (2002:15).
2. ¿La desaparición del contraste rural urbano?
(2) González y Gómez Benito entienden por modo de producción doméstico “un modelo de organización económica regido por los mismos principios de la familia campesina tradicional: a) un principio de identificación entre los intereses de la familia y los de la explotación; y b) un principio de jerarquía en virtud de la cual el cabeza de familia se erige en representante de dichos intereses, en tanto que el resto de la familia colabora en régimen de ayuda familiar.”
Cuando se habla del contraste rural/urbano, por lo general y de forma más o menos implícita, se hace referencia a las diferencias urbano rurales en cuanto a actividades económicas y en cuanto a rasgos sociales y culturales, y menos en cuanto a condiciones de vida (renta, bienestar, acceso a servicios sociales, etc.). Pues bien, en cuanto a las diferencias relativas a las actividades económicas, numerosas investigaciones revelan el hecho de la progresiva desagrarización del medio rural, en el sentido de una reducción de la aportación del sector agrario a la economía rural, una aportación que se sitúa por término medio en torno al 30% de la población activa, mientras que los servicios se convierten en el sector económico predominante. No obstante, ese tercio de la población activa agraria sigue poniendo de manifiesto la importancia de la agricultura en la economía rural (que es claramente predominante en las áreas más rurales y alejadas de los zonas urbanas y de sus áreas de influencia) y su incidencia sobre la estructura del empleo rural, pues la desigualdad de las oportunidades de empleo sigue siendo un factor de diferenciación urbano-rural y un factor de expulsión de
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las y los jóvenes (especialmente de las chicas) del medio rural, como veremos más adelante. En lo relativo los procesos de diversificación económica de las zonas rurales lo relevante no es el proceso de desagrarización general sino de diferenciación interna del medio rural, que dan lugar a crecientes diferencias entre la estructura económica de unas zonas rurales y otras, entre las más favorecidas por factores de localización y las más perjudicadas. Los nuevos procesos industrialización rural, de relocalización y deslocalización industrial, (Rama y Calatrava, 2002:481-507) sólo afectan a las determinas zonas rurales privilegiadas, a pesar del espejismo de los datos agregados. Los contrastes entre lo rural y lo urbano (como ámbitos ecológicos) siguen siendo fuertes en aspectos clave de la estructura demográfica. Camarero (2002:63-78) ilustra el envejecimiento y la masculinización como los dos aspectos diferenciales de la demografía rural respecto a la urbana, lo que tiene importantes consecuencias para la reproducción del tejido social rural y la permanencia de las y los jóvenes en los pueblos. También en el aspecto demográfico las zonas rurales se diferencian entre sí, entre zonas demográficamente progresivas y zonas regresivas, con importantes diferencias respectos a los flujos migratorios y a los intercambios demográficos rural/urbanos, con saldos positivos para determinados municipios rurales beneficiados por factores de localización, pero que no se pueden extender a todas las zonas rurales. El mal llamado “renacimiento rural” (porque no se trata de un renacimiento del crecimiento vegetativo sino del crecimiento de la población por saldos migratorios favorables) es, en todo caso, más una excepción que una norma. También los contrastes urbano-rurales se mantienen en cuanto a estándares de equipamiento y de servicios sociales, es decir, en cuanto a condiciones de vida. A pesar de las innegables mejoras que se han producido en el medio rural en las tres últimas décadas, los municipios rurales presentan un importante déficit en equipamientos y servicios, siendo también un factor de expulsión de la juventud rural. Vivir en una gran parte de los pueblos españoles sigue siendo aún hoy más difícil que vivir en las ciudades, a pesar de otras ventajas comparativas. La falta de equipamientos de los pueblos se resuelve con la movilidad y el coche es un instrumento determinante de la configuración de nuevos espacios (relacionales) rurales, de ámbito comarcal o subprovincial (incluso interprovincial). La movilidad configura, pues, nuevos espacios físicos de relaciones, pero es a su vez (si bien de forma decreciente) un generador de desigualdad en tanto en cuanto la movilidad en vehículo privado es más temprana y habitual entre varones que entre mujeres; ya lo era en la década de los noventa, pues las cifras de equipamientos apuntaba a una clara diferencia de género en motos y coches hacia los varones (CIS, 1998) y lo es también ahora (Díaz Méndez y Dávila Díaz, 2007).
(3) Como ya se ha dicho, los datos sólo permiten comparar a jóvenes rurales con jóvenes en general, no con los urbanos, por lo que la convergencia es realmente menor, al incidir en la media general el componente rural.
Donde las fronteras entre lo rural y lo urbano se han difuminado más ha sido en los aspectos sociales y culturales. Las y los jóvenes rurales españoles de comienzo del siglo XXI se parecen mucho a las y los jóvenes españoles en general (3). González y Gómez Benito (2002) han mostrado la convergencia rural/urbana en muchos aspectos: en las trayectorias educativas, donde la tradicional brecha educativa se he reducido considerablemente, aunque más bien habría que decir que se ha desplazado hacia el nivel de los estudios superiores, como más adelante veremos; en el proceso de emancipación; en las tasas de emparejamiento (pero algo menos en cuanto a la tasas de noviazgo), en la autoubicación ideológica, y en el comportamiento electoral.
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Así pues, aunque las diferencias rurales/urbanas siguen existiendo en muchos aspectos, es en el ámbito de los comportamientos sociales y los rasgos culturales donde ambos mundos convergen en el seno de una cultura común, con pequeñas variaciones.
3. Trayectorias educativas La situación educativa del medio rural ha sido descrita por el significativo aumento del nivel educativo de su población, y aunque persisten grupos de edad con niveles educativos bajos, destaca el aumento de la formación entre las generaciones más jóvenes. En pocas décadas se ha pasado de una situación de atraso a una situación en la que los niveles educativos de la juventud rural se han acercado mucho a los de la juventud urbana (Prados Velasco, 2000; González y Gómez Benito, 2002).
(4) Sería interesante conocer las tasas de abandono escolar en los niveles obligatorios en las zonas rurales por comparación con las urbanas, dato que en este momento no disponemos.
La brecha educativa que caracterizó tradicionalmente al mundo rural del urbano se situaba en el final de los estudios obligatorios. Pocos jóvenes rurales continuaban los estudios después de los 14 años, si no los interrumpían antes. Como ejemplo, baste decir que si en 1984, casi el 11% de las y los jóvenes rurales (15 a 29 años) estudiaba, en el año 2000 esa proporción era del 36% (el 32% de los varones y el 39.4% de las mujeres) tres y casi cuatro ves más, respectivamente, que en 1984. Ese incremento de las altas tasas de jóvenes rurales ha hecho que la brecha con las zonas urbanas se reduzca, pero aún no ha desparecido, pues en estas últimas la tasa de estudiantes es del 46%. Si bien, esa diferencia viene marcada por la tasa de acceso a los estudios postobligatorios, que es del 47% entre la juventud rural y del 56.5% entre la juventud en general, pues en los obligatorios las tasas son similares, lógicamente (4). Una diferencia rural/urbana llamativa sobre todo en el caso de los varones rurales, que se sitúan a 12.4 puntos porcentuales de la media nacional masculina, mientras que las mujeres están a 6.4 de la media nacional femenina (González y Gómez Benito, 2002:17 y 39-40). He ahí una constatación del progresivo acercamiento hacia los niveles de las zonas urbanas y la progresiva diferenciación entre géneros en la propia sociedad rural y del fuerte incremento de la escolarización femenina en el medio rural. Si en la década de los ochenta, la proporción de hombres y mujeres jóvenes estudiantes era similar, en la actualidad, las chicas que estudian sacan más de 7 puntos a los chicos, como hemos visto (5). Así pues, a medida que la brecha rural/ urbana se va cerrando respecto a los niveles educativos aumenta la brecha entre géneros.
(6) Para ello, véase González y Gómez Benito, 2002:37-45.
Estas diferencias de género en el nivel de estudios se deben sobre todo a las estrategias diferenciales de chicos y chicas. Como ya se ha puesto de manifiesto en muchos estudios y afirman González y Gómez Benito (2002:37), “la estrategia típica que han encontrado las jóvenes rurales para superar su específica dificultad a la hora de entrar en el mercado de trabajo ha sido mejorar su nivel educativo.” Unas estrategias avaladas muchas veces por las propias familias (De la Fuente, 1987; González, 1993; Díaz Méndez, 1997). Unas estrategias diferenciales que hacen que los chicos primen la incorporación al trabajo (cuando pueden hacerlo) mientras que las chicas priman la continuación de los estudios, cuya fenomenología no podemos exponer con detalle ahora (6).
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(5) Esa diferencia es aún mayor en las municipios más rurales (de menos de 2000 habitantes), donde el porcentaje de chicas que estudian es del 35.7% frente al 22.9% de los chicos (González y Gómez Benito, 2002:35).
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4. Ocupación y empleo La situación laboral de la juventud rural actual presenta las siguientes características: desagrarización, reducción de los “ayudas familiares”, la ocupación sin ingresos y el trabajo en el hogar; menor tasa de actividad y más asalarización. Avanzando en el proceso de desagrarización de la actividad laboral Como ya hemos adelantado, la desagrarización del medio rural, es decir, la progresiva pérdida de peso de las actividades agrarias en la economía rural ha sido un fenómeno bien constatado en los estudios rurales (7). Lo que, consecuentemente, ha tendido su reflejo en la estructura ocupacional de estas zonas y, en especial, en el empleo de las y los jóvenes. Según la encuesta de Juventud Rural 2000, la juventud rural ocupada en la agricultura representaba sólo el 11.3% de los varones ocupados y el 2.1% de las mujeres, cuando en 1984 representaban el 35.8% y el 11.3% respectivamente. Datos muy explícitos de este proceso, sobretodo en el caso de las mujeres (González y Gómez Benito, 2002:17). Así pues, el fenómeno de la desagrarización tiene, además del componente generacional (la juventud en su conjunto abandona o se desentiende de la agricultura), un componente de género (son las mujeres jóvenes las que han abandonado o rechazo la actividad agraria, como ilustra el dato apuntado más arriba). Es un hecho constatado en prácticamente todos los estudios de que la agricultura no es atractiva para las mujeres, pues ni las estrategias seguidas por las familias ni la valoración de la actividad agraria han favorecido la permanencia de las jóvenes en las explotaciones familiares agrarias. Se puede resumir la nueva situación de las jóvenes rurales de modo que la incorporación a la actividad se hace más tarde que en el pasado debido a la prolongación de los estudios. Pero además, si una buena parte de la inserción femenina en los años ochenta y noventa se producía en el ámbito doméstico, esto prácticamente no existe. La incorporación a la actividad hoy se hace fuera del negocio familiar y casi desaparece tanto la ayuda familiar como la ocupación sin ingresos como la ayuda doméstica. Menos “ayudas familiares”, menos trabajo sin ingresos y menos trabajo en el hogar
(7) Se puede ver el monográfico realizado en la revista Política y Sociedad, nº 9 (1991) donde se analizan estos fenómenos desde diferentes perspectivas (VV. AA., 1991). (8) La EPA y la Encuesta de Estructuras de las Explotaciones Agrarias confirman también este proceso de drástica reducción de la figura de ayuda familiar.
En este contexto de desagrarización se explican también dos fenómenos nuevos: la práctica desaparición de la figura del “ayuda familia” y el de la ocupación sin ingresos. Como señalan González y Gómez Benito (2002:17), el 46% de los varones y el 54.7% de las mujeres ocupados en 1984 trabajaban en régimen de ayuda familiar, proporción que se ha reducido en torno al 8% en ambos casos en el año 2000. Así mismo, la ocupación sin ingresos (que era la otra cara de la condición de “ayuda familiar”) se ha reducido al 1.5 de los ocupados en el 2000, frente al 20.5% en 1984 (8). Los datos estadísticos han sido corroborados por otros estudios cualitativos. En la década de los ochenta la estructura ocupacional femenina se encontraba dividida en dos grupos: las mujeres adultas insertas en actividades agrarias, principalmente como ayudas familiares, y las más jóvenes en el sector servicios, unas y en ocupaciones domésticas otras, con tendencia a la terciarización entre las jóvenes en los asentamientos más poblados
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(Sampedro Gallego, 1991). En esta época había más esposas de agricultores que agricultoras y la participación femenina (esposas e hijas) en el trabajo de la explotación agraria secundaria (como ayudas familiares) y sin remuneración directa por el trabajo realizado. De esta situación de ocupados sin ingresos, salieron primero los varones (muchos accediendo a la titularidad de la propia explotación), pero la situación de dependencia de las mujeres vinculadas a las familias agrarias se prolongaría más entre las mujeres jóvenes (González, De Lucas y Ortí 1984), para reducirse también después, incluso por debajo de los niveles de los varones. Y en este mismo sentido, el trabajo en el hogar, que en 1984 representaba el 31.5% de la situación laboral de las jóvenes rurales, en el año 2000 ya sólo representaba el 8.7% (9). (9) Hacia los años noventa, todavía para muchas jóvenes ser solamente ama de casa (en un entorno de infravaloración de la participación laboral femenina en la agricultura) era una opción más interesante que permanecer como ayudantes sin sueldo de los varones agrarios (García Bartolomé, 2000). (10) García Bartolomé calcula que asciende al 17,06% entre los años 1994 y 1998 (2000). (11) La primera en la utilización de este término en España fue Etxezarreta (1985). (12) No resulta fácil determinar la posición laboral de las mujeres en la actividad económica con las estadísticas al uso, por ello algunos autores han optado por utilizar la Encuesta de Calidad de Vida en el Trabajo que permite la comparación urbano/rural y determina la posición laboral en la economía formal por sexos. Se puede ver el cuadro elaborado por Camarero y col. (2005: 84) a partir de esta encuesta y con datos de 2001. En ella las mujeres rurales empresarias o autónomas constituyen el 20,7%, frente a un 11,8% de mujeres urbanas en la misma situación. También es superior el porcentaje de varones empresarios en el medio rural (27,8% frente al 17,5% en el medio urbano). Por su parte González y Gómez Benito (2002) constatan que los porcentajes de jóvenes autónomas han aumentado aproximándose al de los varones. En 1884 había un 12% de varones jóvenes y un 7,8% de mujeres jóvenes autónomas agrarias.
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La desagrarización de la mujer (joven) rural se manifiesta también en que la baja tasa de incorporación como titular, a la explotación agraria ha sido muy reducida en el caso de las mujeres (García Bartolomé, 2000) (10). Entre las jóvenes de mayor edad se ha visto, sin embargo, un aumento de las titularidades agrarias, en particular en algunos territorios del norte español, pero los estudios sobre esta cuestión indican que no se trata de una nueva estrategia femenina de inserción pues estas titularidades están asociadas, en la mayoría de los casos, a una agricultura insuficiente (11) propia de explotaciones agrarias marginales, sin continuidad y/o de escasa rentabilidad (García Bartolomé y col, 2005). Así pues, las mujeres han seguido unos pasos claros hacia la desvinculación de la actividad agraria, en un proceso de desagrarización que se hace más visible entre las nuevas generaciones de mujeres que han abandonado la tradicional posición de ayudas familiares y persistido en su estrategia de distanciamiento de la agricultura familiar, como se muestra en el escaso porcentaje de aquella en las que se detecta un aumento general de las iniciativas de carácter empresarial (no exclusivamente agrarias), un número que crece más que el de autónomas urbanas (12). Menos actividad y más asalarización Otros dos rasgos significativos de la estructura ocupacional de la juventud rural actual son que la tasa de actividad de las y los jóvenes rurales del 2000 es menor que la de las y los jóvenes de los años ochenta (por la prolongación de las trayectorias educativas), y que la incorporación al trabajo se hace sobre todo como asalariadas y asalariados. La tasa de actividad de las y los jóvenes rurales era del 59.8% en el año 2000 (67.7% para lo chicos y 42.3% para las chicas), y la tasa de paro era del 17.8%, mayor entre las mujeres (casi el doble) que entre los varones. Y la tasa de asalarización era del 78.1% para el conjunto de la juventud rural, ligeramente mayor entre las mujeres que entre los varones, los cuales muestran mayores porcentajes de trabajadores autónomos, si bien las mujeres han doblado su porcentaje en este tipo de régimen laboral entre 1984 y el 2000. Otra característica de la situación laboral de las y los jóvenes rurales es que son más estables en sus trabajos que el conjunto de las y los jóvenes españoles, especialmente en el caso de los chicos (González y Gómez Benito, 2002: 18 y 48-50). Este cuadro que ofrece la Encuesta Juventud 2000 para el conjunto nacional ha sido matizado en algunos aspectos por otros estudios de ámbito menor o de carácter cualitativo. Para el caso de las mujeres la pauta ocupacional más característica ha sido, sin duda, su insistencia en mantenerse en el mercado de trabajo asalariado. Esta entrada ha sido paralela tanto al proceso de desagrarización del medio rural como al alejamiento del rol
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tradicional de ama de casa que antes apuntábamos. No se trata sólo de una respuesta a la disminución de la actividad productiva agraria, es más bien una respuesta a la expulsión de las mujeres de una actividad que se profesionaliza fundamentalmente a través del trabajo masculino. También se trata de una estrategia en busca de las condiciones de vida que se otorgan a las trabajadoras y trabajadores asalariados fuera del grupo familiar y que sin embargo se les niegan a ellas en su seno. Ellas han optado al empleo externo, en parte, por las necesidades económicas del grupo familiar, y estimuladas también por la necesidad del reconocimiento social y económico del que carecen en sus familias. Las mujeres han buscado trabajos remunerados fuera de la familia de origen aunque dentro del entorno rural. Algunas de estas actividades son nuevas. El empleo en el sector servicios ha aparecido paralelamente al impulso del turismo en muchas áreas rurales españolas. Otras ocupaciones son, sin embargo, tan antiguas como la propia agricultura (el trabajo relacionado con el sector textil, el trabajo asalariado en la agroindustria) que aunque cuentan con características nuevas ha sido una formula tradicional de pluriactividad del medio rural. Las mujeres han sabido aprovechar esta fórmula para mejorar sus propias condiciones de vida y las de sus familias, aunque en muchos casos, como dice Sampedro Gallego (1999:19), haya sido “participando del mundo productivo sin salir del reproductivo.” Actualmente en torno a las tres cuartas partes de las mujeres rurales son asalariadas y se confirma un aumento sostenido de esta tendencia laboral. Según García Sanz (2004) en los municipios menores de 10.000 habitantes la actividad de las mujeres en el sector servicios supera el cincuenta por ciento de participación, cifra superior a la participación de los varones en este sector y notablemente más alta que la actividad de las propias mujeres en la agricultura. Las cifras sobre desempleo muestran también otros perfiles de interés. Aunque siguen siendo más las mujeres desempleadas que los hombres en esta situación, en los últimos diez años ha aumentado tanto la población activa femenina como la ocupada (García Sanz, 2004). Los sectores en los que más ha crecido la presencia femenina han sido la industria y los servicios. La presencia de mujeres en la industria está asociada a actividades con una gran tradición en áreas rurales. Las particularidades de este tipo de actividades han permitido la entrada de mujeres que, en su mayoría, esperan compatibilizar sus responsabilidades domésticas con el trabajo remunerado externo. La estacionalidad del empleo en este tipo de industrias se ajusta a la situación de la mujer que acepta condiciones laborales precarias, inestabilidad e irregularidad y se trata frecuentemente de empleos que requieren escasa cualificación y con pocas posibilidades de promoción (Viruela Martínez y Domingo Pérez, 2000). Las posibilidades de lograr una identidad profesional a través del trabajo mercantil son escasas, ya no sólo por estas condiciones de precariedad laboral, sino también por tratarse de tareas poco especializadas, sin mecanizar, discontinuas e irregulares. En estas condiciones el trabajo remunerado de la mujer se percibe como un sueldo que complementa otras aportaciones económicas principales, bien sea de una actividad agraria o del trabajo remunerado del hombre. En el ámbito agroalimentario siempre ha tenido la mujer rural, la agraria en particular, una importante vinculación. La inestabilidad y la temporalidad del empleo son pautas que definen estas actividades y también su feminización, pues en ellas se emplean fundamentalmente mujeres y entre ellas se da un alto porcentaje de casadas. La presencia tradicional de estas industrias en
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las áreas rurales o la reciente expansión de algunas de ellas, ha aumentado significativamente las opciones laborales para las mujeres asentadas en el medio rural y que cuentan con dificultades de movilidad. El sector servicios es, sin embargo, el que absorbe a una mayor cantidad de mujeres, dando empleo a 80 de cada 100 (Viruela Martínez y Domingo Pérez, 2000). Los servicios personales y los de la Administración son los más feminizados, con una parte importante de trabajo precario, tanto por su temporalidad como por tratarse de contrataciones a tiempo parcial. Es particularmente relevante la presencia femenina en actividades turísticas. Al igual que ha ocurrido con la ayuda domiciliaria, el sector turístico refleja la generalización del rol tradicional de cuidadora, lo que ha propiciado que sean las mujeres las que asuman con mayor frecuencia estas nuevas actividades rurales de cuidado de personas mayores o la atención a los turistas en la casa rural (Villarino Pérez y Canovas Valiente, 2000). La aceptación de estas condiciones laborales está generalizada en el entorno en el que se desarrolla la actividad y, a pesar de sus numerosos condicionantes, la mujer rural mantiene su estrategia de inserción laboral, aún por encima de las dificultades que supone. Los aumentos persistentes en las tasas de actividad (a excepción de los municipios de menos de 2.000 habitantes), igualándose incluso a las de las jóvenes urbanas, así como el aumento de esta tasa de actividad después del matrimonio, hacen pensar que las mujeres consideran más ventajoso mantenerse en el mercado de trabajo remunerado aún con dificultades, que ampararse en el anonimato y la invisibilidad del grupo familiar (Sampedro Gallego, 1996). Es cierto que en las generaciones de los años ochenta y noventa no han emergido con particular protagonismo pero hay datos para pensar que ellas continúan en su lenta lucha hacia el reconocimiento social y laboral (García Sanz, 2004). Efectivamente los datos más recientes sobre la situación laboral de la juventud rural apuntan a una orientación muy centrada en la inserción laboral aunque no carente de dificultades. Las cifras de paro femenino entre las mujeres jóvenes rurales duplican la del masculino, de ahí que una buena parte de ellas hayan preferido estudiar que engrosar las listas del paro. No obstante, las cifras sobre la ocupación son muy similares entre géneros y también lo son las tasas de temporalidad (González y Gómez Benito, 2002). Bien es cierto que las diferencias por edad resaltan las distancias y el aumento de los que trabajan es más visible y persistente entre los varones que entre las mujeres.
5. Emancipación e independencia económica
(13) El proceso de emancipación comprende la económica (disponer de ingresos propios); la residencial (disponer de hogar propio); la autoadministración de los recursos propios, y estado civil (o cohabitación).
La desaparición de la figura de la “ayuda familiar”, la reducción de los trabajos sin ingresos y el aumento de la asalarización han favorecido el proceso de emancipación (13) de la juventud rural española actual y que, consecuentemente, se encuentren en mejores condiciones de autoadministrar sus propios recursos. La Encuesta Juventud Rural 2000 revela, en primer lugar, la convergencia de la juventud rural con la española en general, apenas separados por dos puntos, tantos entre los chicos y entre las chicas. En ambos casos, los adultos jóvenes representan el 18.6% de los rurales y el 20.5% de los jóvenes españoles, destacando, a su vez, la fuerte diferencia entre chicos y chicas, tanto entre los rurales como entre la juventud española en su conjunto: las chicas emancipadas (adultas jóvenes) se sitúan en torno al 24% (mujeres jóvenes españolas) y el 22.7% (mujeres jóvenes rurales), frente al 16.5% y el
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14.5% de los chicos, españoles y rurales respectivamente (González y Gómez Benito, 2002:25-26). Vista de conjunto y con una perspectiva diacrónica, la generación de jóvenes rurales y urbanos de los noventa retrasa su autonomía. La prolongación de la “juventud”, a consecuencia del persistente retraso en el acceso a la condición adulta es común a toda la juventud española, sin que los rurales sean una excepción, más bien se emancipan algo después que el conjunto de la juventud española. En el grupo de edad de 28-29 años, la mitad de los varones, tanto rurales como no rurales, son todavía jóvenes adolescentes, es decir, poco o nada emancipados, mientras que las mujeres (rurales y no rurales) emancipadas en ese mismo grupo de edad alcanzan el 70% (González y Gómez Benito, 2002:26-27). La peculiaridad de los rurales es que se incorporan antes al mercado de trabajo pero no logran ser económicamente independientes por lo que siguen residiendo con la familia, igual que los urbanos, y esto les liga al territorio (Camarero, 2000). Este retraso del proceso de emancipación no es, desde luego, nada nuevo en el mundo rural, pero se ha reducido en los últimos años y, con ello, se ha ganado independencia económica. Comparando la situación con las y los jóvenes de los ochenta, la juventud del 2000 ha aumentado su independencia económica absoluta (23.4% en 1984 y 42.2% en 2000); ha aumentado su autonomía económica (46.2% en 1984 y 61.7% en 2000), al disponer de todo o de la mayor parte de sus propios ingresos.
(14) Entre la juventud rural clasificada por González y Gómez Benito (2002) como absolutamente dependiente se encuentran un 45,5% de hombres y un 69,7% de mujeres. Son independientes el 54,3% de los varones y el 30,1% de las mujeres (González y Gómez Benito, 2002: 28). (15) Se pueden ver los mapas de actividad por sexos y tipo de municipio realizados por Alario Trigueros a partir del Censo de Población de 2001 y citados en el Atlas de la España rural (2004: 116).
Aunque los datos de las jóvenes actuales siguen mostrando un grado de dependencia económica de las mujeres muy superior al de los varones, la proporción de las que hoy son independientes ha aumentado significativamente (14). La edad, en todas aquellas cuestiones relacionadas con el empleo y la autonomía económica, parece ser más determinante que el género, aunque incide sobre ellas, precisamente, por el hecho de ser mujeres (15); el efecto negativo de la edad se deja sentir sobre las mujeres en etapas más próximas al matrimonio y la maternidad mientras que afecta a los varones en sentido inverso. Pero, en cambio, volviendo a la Encuesta de Juventud 2000, las jóvenes rurales superan a los varones en el grado de autonomía económica y esa diferencia ha aumentado significativamente desde los años ochenta (González y Gómez Benito, 2002:29). Esta situación ha sido corroborada también por Camarero (2005: 69) con datos de la Encuesta del CIS sobre Juventud y Calidad de Vida, mostrando la mayor independencia de las jóvenes rurales (de los que viven fuera del domicilio familiar y que viven fundamental o totalmente de sus ingresos).
6. Las jóvenes emprendedoras rurales El estudio de los emprendedores rurales se ha centrado mayoritariamente en el caso de las mujeres y, entre ellas, en de las jóvenes. Analizado este fenómeno se detecta que el autoempleo femenino en el medio rural parte de mujeres con escasa formación, con dificultades sociales para tener iniciativa, sin dinero propio y con escaso apoyo familiar e institucional. Según el estudio realizado por SABORÁ, S.L. (Langreo Navarro, 2000), las mujeres emprendedoras rurales responden al perfil de mujer parada o inactiva, con una edad media entre 30 y 45 años y con formación básica. Los trabajos más recientes sobre este colectivo de emprendedoras (Camarero y col., 2005) no apuntan hacia un empresariado novedoso en el entorno. Los autores de este
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trabajo indican que la mayoría de las actividades de las emprendedoras se relacionan con la legalización de actividades tradicionalmente desempeñadas por las mujeres como trabajo invisible no declarado (comercios, peluquerías, hostelería, agricultura, tiendas familiares, etc.), y en muchos casos ni siquiera se visibilizan, manteniéndose en la economía sumergida. Estas situaciones ponen en evidencia que detrás de estas decisiones hay un cúmulo de factores alejados de lo psicológico y más propios del entorno social y familiar en el que surgen las iniciativas empresariales (16). Para Camarero (2005: 69) la emprendedora rural se mueve en un espacio intermedio entre el mercado y la familia y desarrolla su actividad en un entorno en el que, al igual que sucedía en su tradicional vinculación agroganadera, se confunde la actividad familiar y la empresarial. Los autores lo confirman: “el empresariado rural femenino es doméstico” pues los sectores en los que trabajan como autoempleadas las mujeres son aquellos claramente vinculados a negocios familiares. Esto es así también para las empresarias de turismo rural, pues aunque la mitad de los titulares de estos negocios son mujeres se concibe la actividad como una prolongación del trabajo doméstico (Alario Trigueros, 2004). Las empresarias rurales están vinculadas a sus familias tanto si son agrarias como si no lo son, pero destaca en particular que asuman tareas que les permiten lograr una relativa autonomía al margen de los avatares seguidos por las explotaciones familiares de su entorno más próximo. Estas emprendedoras domésticas no constituyen un perfil novedoso dentro del medio rural, pero sí lo son las mujeres que, con formación, inician una actividad empresarial. Los escasos estudios existentes en España sobre esta cuestión no nos ofrece información detallada, pero indican que estas mujeres jóvenes recurren al autoempleo ante las persistentes dificultades de inserción y aparecen como un sector emergente en espacios donde la cualificación es más un problema que una ventaja (Paniagua, 2002).
(17) Si en 1984 había un 54,7% de mujeres jóvenes en la categoría de ayudas familiares, en el 2000 este porcentaje no supera el 8% (González y Gómez Benito, 2002).
Junto a estos cambios ocupacionales que apuntamos, ligados a la desagrarización del medio rural y a lo que algunos autores en el pasado definieron como pluriactividad de las familias rurales (Extezarreta, 1985), han convivido los cambios en la domesticidad femenina. En los años ochenta el descenso de la participación femenina en las actividades familiares agrarias las llevó hacia diferentes caminos mostrándose lo que Sampedro Gallego (1991) denominó en su momento ruptura generacional haciendo referencia a dos trayectorias diferenciadas en función del género y del territorio: todas intentan saltar al sector servicios si el mercado de trabajo lo favorece, pero las de mayor edad y que residen en asentamientos más pequeños lo tienen más difícil. Si no hay oportunidades laborales fuera de la familia las mujeres se orientan hacia el ámbito doméstico, pero la participación laboral familiar se reduce significativamente entre las más jóvenes (17). Así, en los ochenta, la disponibilidad de las mujeres es total y está supeditada a los avatares del mercado de trabajo local o a las variaciones del empleo externo no agrario de los varones. Como habíamos apuntado anteriormente, para las mujeres jóvenes de mayor edad y con menores oportunidades de inserción laboral, ser solamente ama de casa se convierte en una posición social interesante pues reduce su flexibilidad estabilizándolas en una única actividad, la de ocuparse del hogar y de la familia. Pero sí en los años ochenta, e incluso en los noventa (Díaz Méndez, 1997b) la opción de ser ama de casa fue una oportunidad interesante para lograr la integración social de las mujeres que permanecían en el medio rural, las nuevas generaciones de mujeres más jóvenes no lo perciben así. Los datos recientes apuntan, como un rasgo
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(16) Se menciona aquí el aspecto psicológico puesto que es una de las explicaciones apuntadas desde la economía de la empresa para hablar del carácter emprendedor de algunos individuos y de su capacidad de innovación.
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definitorio de las nuevas situaciones ocupacionales, el importante retroceso de la domesticidad femenina entre la población más joven (18) (González y Gómez Benito, 2002). Las jóvenes comenzaron negándose a los papeles secundarios en la agricultura, se acogieron a las tareas domésticas para huir del trabajo del campo y deciden ahora optar a empleos remunerados fuera del ámbito doméstico y familiar. Han seguido unas estrategias continuadas de alejamiento de las condiciones de vida que más les dificultan el logro de la autonomía económica y personal, lo que las ha llevado a adoptar medidas que las alejan del entorno agrario, en un primer momento, y del doméstico, más recientemente.
7. La movilidad como rasgo de la sociedad rural. El caso de las y los jóvenes Los jóvenes afincados en áreas rurales, y en particular las mujeres, han visto aumentar su formación, pero esto no ha repercutido significativamente en la mejora de las condiciones de vida de la población rural pues estas mujeres han utilizado su bagaje formativo para la búsqueda de un empleo fuera del medio rural de origen. Como se ha podido comprobar en los análisis sobre la marcha de las mujeres jóvenes del medio rural, éstas han utilizado diversas estrategias de “huida”, siendo la más relevante la permanencia en el sistema educativo. Las explicaciones han sido diversas según el momento histórico de cambio, pero coincidentes. La masculinización del medio rural español, ya apuntada en los años noventa por Camarero, Sampedro y Mazariegos (1991) como un rasgo del proceso de desagrarización, es uno de los rasgos más visibles del éxodo rural femenino. Las familias rurales de los años noventa, en particular las madres de estos grupos familiares, han apoyado unas estrategias de alejamiento de sus hijas del entorno rural y han utilizado para ello la prolongación de los estudios (Díaz Méndez, 1997). Además, las ofertas educativas, limitadas y masculinizadas, y la continuidad de los estudios en vías formativas con escasa inserción laboral en el medio rural, han contribuido a alejar a muchas jóvenes de los pueblos y a consolidar sus trayectorias vitales en las ciudades. Todo ello ha propiciado una emigración selectiva, siendo mayor el número de mujeres jóvenes que de hombres jóvenes que deciden abandonar el medio rural, e ilustrada, pues es más numeroso el grupo de las jóvenes rurales con formación que abandonan el pueblo (Sampedro, 1996). Pero este fenómeno no se ha detenido, y la masculinización del medio rural ha seguido aumentando, en particular en el norte español. Como han apuntado Camarero y Sampedro (2008), es un rasgo característico de los territorios de menos de 5000 habitantes, en los cuáles la relación de sexos de los grupos de edad entre 20 y 34 años es de 111 hombres por 100 mujeres.
(18) En 1984 se clasificaban como amas de casa un 31,5% de las jóvenes rurales y en el año 2000 esta cifra se ha reducido al 8,7% (González y Gómez Benito, 2002).
Las relaciones con el territorio se ha estudiado también desde la perspectiva de la movilidad espacial laboral (Oliva, 2006). Según este autor, más de la mitad de los residentes en municipios españoles de 10.000 habitantes se trasladan diariamente al trabajo en otro municipio. Y más de la mitad de los menores de 35 años se emplean fuera del municipio, mientras que estas cifras se invierten entre los mayores de 40. La movilidad tiene un carácter estratégico, pues se usa tanto para la inserción laboral como para el arraigo. Hay diferencias de movilidad clara en función de la clase, el género y la generación dándose grupos más favorecidos y claramente desfavorecidos en movilidad.
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La estrategia de movilidad juvenil, según Oliva (2006) podría describirse indicando que no hay una decisión definitiva respecto a donde vivir. Se mueven más las y los trabajadores cualificados (maestras y maestros, enfermeras y enfermeros, etc.), las y los de cuello blanco (administración) y las y los no cualificados (peones). Las trabajadoras y los trabajadores jóvenes más localizados son activos con poca cualificación y vinculados al sector primario y a los servicios personales. También hay mercados de trabajo “juvenilizados” y locales, los trabajadores de las manufacturas (alimentación, madera, textil, etc.). La cuestión de género en la movilidad es relevante y lo ha estudiado Camarero, (2008) que establece que hay una relación clara entre movilidad y ciclo vital en el caso de las mujeres de tal manera que “la precariedad femenina correlaciona de forma inversa a la movilidad” (2008: 27-29). En el caso de las mujeres el trabajo local es precario, pero la movilidad hace que opten a mejores empleos y descienda la precariedad. La crianza de los hijos no supone un abandono definitivo de la actividad sino una interrupción temporal y un cambio en las condiciones y el tipo de actividades (Camarero, 2008: 28). Pero la continuidad de la actividad se produce, según este autor, en el entorno doméstico, o con una fuerte dependencia de éste, de tal manera que las mujeres siguen trabajando pero aumenta la precariedad y se hacen invisibles. La actividad se repliega hacia negocios familiares, agrarios o comerciales, o en los trabajos por cuenta propia a domicilio. Esta situación justifica para Camarero, el abandono femenino del medio rural, pues se da un escenario de actividad laboral femenina de fuerte dependencia con el grupo familiar y de invisibilidad. La movilidad como rasgo de la nueva ruralidad también ha sido observada por la Encuesta Juventud Rural 2000. La apertura y la accesibilidad del medio rural por la mejora de la red viaria y los transportes, así como por la generalización del automóvil propio, ha modificado las pautas de movilidad de las zonas rurales, cuyo marco espacial de referencia ya no es, ni mucho menos, la propia localidad sino un entorno mucho más amplio, que puede ser la comarca e, incluso y en ocasiones, la provincia. Por eso, ya no se puede hablar de “aldeanismo” (González y Gómez Benito, 2002:61). Según estos mismos autores, uno de cuatro jóvenes rurales no ha nacido en el municipio de residencia; en torno a la mitad de los entrevistados tienen familiares directos que han emigrado; el ámbito de las relaciones afectivas ha dejado de ser endogámico local, de modo que cuanto más pequeño es el pueblo, más probabilidad de que la pareja efectiva resida en otro núcleo, al contrario de lo que ocurría en la sociedad rural tradicional. Así mismo, los autores registraban que, tomando como referencia la última semana anterior a la entrevista, un 29% de jóvenes se había desplazado por razones de trabajo; más en el caso de los varones; un 38% lo había hecho por razones de estudios (más en el caso de las mujeres); la mitad lo había hecho para hacer compras (más en el caso de las mujeres); un 62% por esparcimiento (más los varones) y un 18.5% para hacer gestiones (más las mujeres) (González y Gómez Benito, 2002:61).
8. Arraigo y valoración del mundo rural La sociedad rural española ha cambiado, pero aún siguen vigentes ciertas representaciones sobre la ruralidad que buscan la distinción a través de la contraposición en los discursos de lo rural y lo urbano. Este interés por
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buscar la diferencia en un mundo cada vez más homogéneo es, como dice Castels, propio de las sociedades postmodernas y se encuentra asociado a la búsqueda de identidad. Esto se da de forma especial entre las y los jóvenes. Como ya hemos apuntando anteriormente, los cambios que en épocas precedentes diferenciaban a la juventud rural de la urbana, como la situación laboral o el nivel educativo, muestran que las distancias se han aminorado y hoy nos encontramos con estilos de vida similares entre la juventud de las ciudades y la que reside en los pueblos. Se confirma una tendencia a la homogeneización en parámetros que definen la situación social y laboral de la juventud española, y se constata una menor diferenciación basada en el espacio. No obstante, hay que buscar una explicación al crecimiento del sentimiento de arraigo que parece identificar a la juventud rural con su territorio más que en el pasado. Una identificación que se manifiesta de diversas formas: las preferencias residenciales y la valoración del mundo rural, el grado de satisfacción con la vida de los pueblos y otros aspectos de su vida personal (González y Gómez Benito, 2002). En el último estudio sobre la juventud rural del 2002, González y Gómez Benito han considerado arraigo como un sentimiento que queda reflejado en la pregunta sobre “si pudieras elegir ¿te irías del pueblo o te quedarías?”. Visto de este modo, la juventud actual está más arraigada que la de los años ochenta, si tenemos en cuenta que la mayoría, un 60%, dicen que se quedarían si pudieran, y un 34% que se irían en caso de poder elegir (el 30.4% de los varones y el 38.8% de las mujeres). Estos autores explican cómo la generación de jóvenes de los ochenta estaba condenada a la inestabilidad, laboral y personal, y se encontraba en una posición más proclive al desarraigo. Hoy, mejorada esta situación tras quince años de cambios que se perfilan en positivo, el sentimiento de arraigo crece. La ecología del arraigo, según los autores citados, muestra que entre los varones los factores que favorecen el desarraigo son la situación laboral, mientras que entre las mujeres influyen sobre todo la situación de estudiantes. Así pues, en términos generales, el desarraigo entre la juventud es un comportamiento característico de los varones en paro y de las mujeres estudiantes. Siguiendo su argumentación, en el grado de arraigo parecen influir también las actitudes y las opiniones favorables hacia la vida en los pueblos en comparación con la vida en las ciudades, y el desarraigo es mayor en los pueblos más pequeños y más lejanos de los centros urbanos, especialmente entre las mujeres. En definitiva los análisis cuantitativos de este Estudio sobre la Juventud Rural de 2000 revelan, junto con una mayor tendencia de la juventud actual hacia el arraigo, una mayor desvinculación de las mujeres jóvenes del entorno rural. Algunos autores, como Díaz Méndez (2005), plantean algunas limitaciones a esta forma de medir el arraigo, sugiriendo que la asimilación del concepto a las preguntas de un cuestionario presupone que el sentimiento se exterioriza a través de esa conducta cuantificable, concreta y única. Se asimila desarraigo a intención de emigrar. Según esta autora, es muy probable que la intención de emigrar esté directamente relacionada con la situación ocupacional de las y los jóvenes, pero de ahí a considerar que el paro o los estudios son los motivadores principales del desarraigo, limita las posibilidades de intervención y deja sin explicación las conductas que contradicen esta correlación de variables: mujeres que permanecen aún sin empleo, mujeres que rechazan empleos objetivamente existentes en un territorio, mujeres sin estudios que
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abandonan el pueblo, mujeres que retornan con estudios finalizados o que los truncan para afincarse en el medio rural de procedencia. No obstante, las tendencias agregadas que nos proporciona la Encuesta de Juventud Rural 2000 pueden ser compatibles con una fenomenología más compleja, tal como la proporcionan algunos estudios cualitativos más localizados. Lo importante, en definitiva, es que las jóvenes y los jóvenes rurales españoles de comienzos del siglo XXI se encuentran más satisfechos que sus coetáneos de los años ochenta con la vida en el pueblo, con la vida familiar y con la vivienda, pero siguen menos satisfechos cuando se trata de los estudios y el trabajo. Valoran más las ventajas de la vida de los pueblos, dentro de una orientación que resalta la tranquilidad y el contacto con la naturaleza, frente a la vida en las ciudades. Si bien esta valoración tan positiva de la ruralidad no se refiere a cualquier ruralidad, sino más bien a la ruralidad “más urbana”, es decir, que cuanto más se han “urbanizado” los pueblos, mayor es su conformidad con la vida rural. Una revaloración de lo rural que, sin embargo, no se extiende a la agricultura; en su valoración se defiende la diversificación productiva, lo que se resume en ruralismo sí, agrarismo no (González y Gómez Benito, 2002:57-58).
9. Noviazgo y matrimonio Para terminar este recorrido por la sociología de la juventud rural, queremos retomar un aspecto importante de la convergencia entre la juventud rural y la no rural. Las condiciones sociales que hemos visto a lo largo de esta exposición confluyen en una modificación sustancial de las prácticas de emparejamiento y noviazgo. La Encuesta sobre Juventud Rural 2002 nos muestra que se han igualado las probabilidades de tener una pareja estable con la se convive entre la juventud rural y la juventud española en su conjunto, tanto para varones como para mujeres, si bien los valores son el doble en el caso de las mujeres. Pero se observan diferencias significativas en la probabilidad de noviazgo formal, en contra de la juventud rural (sin apenas diferencias entre chico y chicas). Parece que la juventud rural retrasa la edad de matrimonio, con el consiguiente aumento de la soltería. En conjunto, la juventud rural inicia la convivencia con su pareja a la misma edad que el resto (22.2 años), si bien la relación con el tiempo de convivencia y el número de hijos es más reducido en el caso de las y los jóvenes rurales (3.7% años por hijo) que el resto (4.0), lo que hace sugerir una predisposición reproductiva algo mayor entre los primeros (González y Gómez Benito, 2002:31).
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Selección de referencias documentales. Reflexiones sobre la juventud del siglo XXI Esta relación está formada tanto por libros, como por artículos de revista o documentos de distinta procedencia, seleccionados en la base de datos de la Biblioteca del Instituto de la Juventud (Observatorio de la Juventud). Caso de estar interesados en alguna de estas referencias pueden solicitar copia del material susceptible de reproducción, según la legislación vigente, así como la realización de otras búsquedas retrospectivas, dirigiéndose a: BIBLIOTECA DE JUVENTUD. Marqués de Riscal, 16.- 28010 MADRID. Tel.: 913637820-1; Fax: 913637811. E-mail: biblioteca-injuve@migualdad.es Asimismo puede consultar ésta o anteriores Revistas de Estudios de Juventud, así como las Novedades de la Biblioteca en la página web del Instituto: http://www.injuve.migualdad.es Pérez Rubio, José Antonio Aproximación a las percepciones y orientaciones de los jóvenes ante el futuro del medio rural en Extremadura / José Antonio Pérez Rubio, Marcelo Sánchez-Oro Sánchez. – En: Política y sociedad. – vol. 44, n. 3 (2007); p. 195-217. ISSN 1130-8001 Las transformaciones que afectan al medio rural introducen nuevos órdenes de valores y creencias de cara al futuro. Para saber cómo consideran los/as jóvenes esta nueva situación, se desarrollan las siguientes cuestiones: el grado de preocupación por los problemas que afectan al medio rural, la percepción simbólica del espacio rural, la socialización en nuevos valores y las perspectivas profesionales de los estudiantes de origen rural. http://revistas.ucm.es/portal/modulos.php?name=Revistas2_Historico&id= POSO&num=POSO070733 Gálvez Biesca, Sergio Cambios y dinámicas en las relaciones intergeneracionales: los efectos de la precariedad en los jóvenes / Sergio Gálvez Biesca, Teresa Jurado Guerrero – En: Sociedad y utopía. – n. 29 (2007); p. 331-403. ISSN 1133-6706 Contiene: La generación de la "cultura de la precariedad": una aproximación desde la historia del movimiento obrero/ Sergio Gálvez Biesca; La precariedad temporal-salarial y sus efectos sobre la formación familiar/ Teresa Jurado Guerrero. Los cambios económicos están generando cambios sociales que se pueden constatar en los nuevos modelos familiares, las relaciones de dependencia parentales, o en los nuevos compromisos contractuales del mundo del trabajo. Sampedro Gallego, Rosario Cómo ser moderna y de pueblo a la vez: los discursos del arraigo y del desarraigo en las jóvenes rurales / Rosario Sampedro Gallego – En: Revista
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de estudios de juventud. – n. 83 (dic. 2008); p. 179-193. ISSN 0211-4364 Análisis de la situación en la que se encuentran las mujeres rurales jóvenes, en relación con su integración laboral, la profesionalización de las empresarias rurales, la garantía del derecho a la movilidad y el avance hacia la conciliación de la vida familiar concebida, no como una una tarea de las mujeres, sino como un derecho y un deber de las parejas humanas. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 548582526 Congreso Familias y Globalización: ¿qué globalización, para qué futuro?: 14, 15 y 16 de octubre de 2008 Madrid, Auditorium ONCE, Paseo de la Habana 208 4 p.; 30 cm Análisis multidisciplinar sobre cómo los cambios sociales, económicos, políticos y culturales que han resultado del fenómeno de la globalización han condicionado la evolución del modelo convencional de familia, dando lugar a nuevas tipologías familiares, nuevos roles dentro de la familia, así como nuevas demandas y necesidades. http://www.fad.es/formacion/Congreso2008.htm Diagnóstico del emprendimiento social juvenil en España: síntesis de un encuentro. – Barcelona: Fundación Bertelsmann, D.L. 2008 16 p.: il. col.; 15 cm. – (Reflexiones y recomendaciones; 1) El Emprendimiento Social Juvenil hace alusión a las iniciativas que surgen entre los jóvenes para promover el cambio social. En el seminario se debatió sobre la situación actual del emprendimiento social juvenil y los retos a los que se enfrenta, así como las propuestas para fomentarlo. http://www.fundacionbertelsmann.org/fundacion/data/ESP/media/folleto2.pdf Moreno Minguez, Almudena Economía, empleo y consumo: Las transiciones juveniles en el contexto de la globalización / Almudena Moreno Mínguez. – Madrid: Observatorio de la Juventud, 2009 215: tabl., gráf.; 24 cm. – (Informe Juventud en España 2008; 2) Anexos Entre las tendencias contempladas destaca que la mayoría del grupo de 25 a 29 años que ya tienen ocupación, pueden vivir de sus ingresos principal o exclusivamente. Asimismo, destaca que en los últimos cuatro años se ha incrementado el número de contratos estables y el porcentaje de jóvenes ocupados con titulación universitaria. A pesar de que las mujeres siguen teniendo más problemas para incorporarse al mercado laboral, la feminización del empleo poco a poco va ganando terreno. Sin embargo, y a pesar de los avances, se constata la desigualdad de género existente en lo referido a temporalidad, desempleo y salarios. La vivienda sigue siendo el objeto de consumo más deseado entre los y las jóvenes, seguido del automóvil. ISBN 978-84-96028-60-9 – ISBN 978-84-96028-58-6 (obra completa) http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 1204488242 Marí-Klose, Pau Edad del cambio: Jóvenes en los circuitos de solidaridad intergeneracional / Pau Marí-Klose y Marga Marí-Klose. – Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas; Siglo XXI de España, 2006 208 p.: gráf., tabl.; 21 cm. – (Monografías; 226) Bibliogr.: p. 184-195 Estudio sociológico sobre jóvenes en transición a la vida adulta en España. En él se analizan las trayectorias de inserción a la madurez y las frustraciones de deseos y expectativas personales que se producen en ese camino. El
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libro expone las desigualdades intergeneracionales, los contextos políticos y sociales que las propician, y la posibilidad de que esas desigualdades se conviertan en el detonante de conflictos intergeneracionales. ISBN 84-7476-412-2 Jornadas sobre el Cambio Social en España (2005 (Sevilla) El cambio social en España / Luis Enrique Alonso Benito... [et al.]; coordinado por Eduardo Bericat Alastuey. – Sevilla: Centro de Estudios Andaluces, Consejería de la Presidencia, Junta de Andalucía, 2006 374 p.; 23 cm. Recoge las ponencias y conclusiones del seminario sobre el mismo título celebrado en Sevilla del año 2005. Ofrece una visión plural del conjunto de transformaciones y dilemas que están afectando a la sociedad española en cuatro ámbitos: los cambios en la familia y en las relaciones sociales; los cambios en el mundo del trabajo; los cambios en el Estado de bienestar; y los cambios en la cultura. ISBN 84-611-0172-3 Mateos, Araceli El comportamiento electoral de los jóvenes españoles / Araceli Mateos, Félix Moral. – Madrid: Instituto de la Juventud, 2006 188 p.: cuad., gráf. – (Estudios) El cambio de ciclo político de las elecciones generales de 2004, y la posibilidad de que el voto joven hubiera tenido una importancia relevante en este cambio, impulsaron la elaboración de una nueva investigación que completara los hallazgos del estudio anterior de 2001. En esta ocasión se incluye el comportamiento electoral de los jóvenes en las elecciones de 2004 y en las dos convocatorias de elecciones de ámbito nacional que le han seguido: las del Parlamento Europeo de 2004, y las del referendum de la Constitución Europea de 2005. Junto al tipo de participación y orientación del voto, se profundiza en las actitudes y opiniones de los y las jóvenes. ISBN 84-96028-34-8 http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.item.action?id= 1175153700&menuId=2104203924 Megías Quirós, Ignacio El concepto de "normalidad" en el contexto de los riesgos asociados a los y las jóvenes y la gestión de oportunidades / Ignacio Megías Quirós – En: Revista de estudios de juventud. – n. 82 (sept. 2008); p. 47-65. ISSN 0211-4364 El concepto "juventud" es una construcción social que determina las características del universo simbólico que le rodea y su interacción e inserción en el conjunto de la sociedad. Las consideraciones sobre los riesgos están mediatizadas por el tipo de cosas que el conjunto de la sociedad interpreta como propias de épocas juveniles, del "deber ser" de las relaciones y de lo que es o no es "normal" entre los y las jóvenes. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 956631651 Alonso Benito, Luis Enrique El debate sobre las competencias: una investigación cualitativa en torno a la educación superior y el mercado de trabajo / Luis Enrique Alonso, Carlos J. Fernández Rodríguez, Jose Mª Nyssen; prólogo de José Joaquín Brunner. – Madrid: Agencia Nacional de la Calidad y Acreditación, 2009 178 p.; 24 cm. Bibliografía: p 161-173 Debido al cambio que se ha producido en los últimos cuarenta años en el acceso a la universidad, que ha pasado de ser una institución minoritaria a transformarse en un servicio de masas, los autores se plantean si en
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la actualidad no hay una desproporcionada cantidad de titulados en comparación con la demanda real de titulados en el mercado laboral español. Se observa si el nivel de preparación y de competencias adquiridas por los universitarios en nuestro país se ajusta a los requerimientos de los empleadores. Por último, se hace un pronóstico de la evolución de la formación universitaria en nuestro país en función de la nueva situación del mercado laboral. ISBN 978-84-691-7394-7 http://www.aneca.es/publicaciones/docs/publi_competencias_090303.pdf Cardús, Salvador El desconcierto de la educación: las claves para entender el papel de la familia, la escuela, los valores, los adolescentes, la televisión... y la inseguridad del futuro / Salvador Cardús. – Barcelona: Paidós, 2007 225 p.; 24 cm. – (Contextos; 114) Análisis de las causas que han llevado a la opinión pública a tener un concepto enrevesado del sistema escolar y caer en tópicos anticuados que ya no sirven para resolver la transmisión del conocimiento debido a las nuevas características que conforman el entramado social. ISBN 978-84-493-2003-3 El futuro de la universidad / Jaime Nubiola... [et al.] – En: Nueva revista de política, cultura y arte. – n. 120 (diciembre 2008); p. 80-109. ISSN 1130-0426 Contiene: La transformación de la universidad española / Jaime Nubiola. – Siete argumentos a favor de Bolonia / Rafael Puyol. – Gastar mejor en la universidad / Víctor Torre de Silva... La Declaración de Bolonia se basa en la construcción de un "Espacio Europeo de Educación Superior" que sigue los principios de calidad, movilidad, diversidad y competitividad, y está orientado a conseguir el incremento del empleo en la Unión Europea. Se analiza, en este trabajo, el actual proceso de transformación de la universidad española, que con sus ventajas e inconvenientes afecta al futuro de la formación de los estudiantes. Cardenal de la Nuez, María Eugenia El paso a la vida adulta: dilemas y estrategias ante el empleo flexible / María Eugenia Cardenal de la Nuez. – Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas; Siglo XXI de España, 2006 319 p.: tab., gráf.; 21 cm. – (Monografías; 230) El paso a la vida adulta pretende reflejar las conexiones entre el cambio social y la experiencia individual analizando las consecuencias sociales de la crisis de la sociedad salarial. Las y los jóvenes son actores en pleno proceso de colocación social situados en el centro del debate sobre una sociedad que ya no se reconoce a sí misma en sus elementos constitutivos. ISBN 84-7476-417-3 Lee, Sangheon El tiempo de trabajo en el mundo: tendencias en horas de trabajo, leyes y políticas en una perspectiva global comparativa / Sangheon Lee, Deirdre McCann, Jon C. Messenger. – Madrid: Ministerio de Trabajo e Inmigración, Subdirección General de Información Administrativa y Publicaciones, D.L. 2008 299 p.: tabl.; 22 cm. – (Informes OIT; 79) – Bibliografía: p.223-232 Análisis comparativo global de las legislaciones de varios países en materia de tiempo de trabajo, políticas y horas de trabajo reales. Los resultados demuestran que las diferencias en horas de trabajo reales entre países industrializados y aquellos en vías de desarrollo son notables, siendo más largas las jornadas laborales de los países con menos recursos Aún sin que se puedan vislumbrar signos de cambio,
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en el documento se proponen algunas medidas para reducir estas diferencias. ISBN 978-84-8417-304-5 El tiempo que llega: once miradas desde España / Michel Camdessus... [et al.]; Editado por José Luis García Delgado. – Barcelona: Cátedra La Caixa, Economía y Sociedad, 2007 168 p.; 24 cm. Recoge los textos reelaborados y editados de la práctica totalidad de las conferencias "Un horizonte para España" llevadas a cabo por la Cátedra "la Caixa" durante el primer semestre del 2006, cuya temática se centra en diversos aspectos del futuro de la economía y la sociedad española. Empleo y crecimiento en la Unión Europea: plan de trabajo para un futuro sostenible / Comisión Europea, Dirección General de Comunicación. – Luxemburgo: Comisión Europea, Dirección General de, 2008 23 p.; 30 cm Informe sobre los primeros resultados tras la aplicación de la Estrategia de Lisboa firmada por los países miembros de la unión Europea en 2000 y en la que se recogen medidas para minimizar los daños producidos por el aumento de la población, la globalización y para fomentar la creación de industrias que no perjudiquen el medio ambiente. http://ec.europa.eu/publications/booklets/move/73/es.pdf Especial: realidad del mercado de trabajo / Esmeralda García Gil...[et al.] – En: Nexoempleo. – n. 22 (abril 2008); p. 13-25 – Monográfico Contiene: Repaso a la situación del mercado de trabajo / Esmeralda García Gil. - Hacia dónde va el mercado de trabajo, tendencias / Juan E. Monsalve Serrano. – Mujer y empleo, un binomio desigual / Esmeralda García Gil… Revisión de la situación actual del mercado de trabajo en el que se tratan temas como el crecimiento económico, la temporalidad que afecta especialmente a jóvenes y mujeres, la producción española por hora trabajada comparada con la eurozona, los salarios y la productividad, las tendencias del mercado, la globalización y sus efectos sobre el desempleo y los nuevos sectores profesionales que surgen debido a los constantes cambios sociales. Europa necesita más Europa: un punto de vista joven sobre el resultado de las elecciones europeas / Foro Europeo de la Juventud. – Madrid: Consejo de la Juventud de España, 2009 – En: Cje: Revista del Consejo de la Juventud de España.– n. 27 julio 2009. p. 4-5 Análisis de los resultados de las últimas elecciones europeas marcadas por la más baja tasa de participación de las historia. Una de las hipótesis que se baraja como su causa es la poca atención que los programas de los partidos políticos dedican a los intereses de los/as jóvenes. http://www.cje.org/C2/C4/Revista%20número%2027/Document%20Library/ europanecesitamaseuropa.pdf Paredes, Miguel Facebook y el cambio social / Miguel Paredes. – [s.l.]: [s.n.], 2008 5 p.: il.; 30 cm Las redes sociales como Facebook han transformado las relaciones interpersonales, permitiendo un contacto permanente a tiempo real y favoreciendo el contacto entre personas con intereses comunes. Por otro lado sus detractores acusan a estas redes de favorecer relaciones alienantes, ya que la comunicación directa se sustituye por la comunicación a través del ordenador. El artículo describe las características, ventajas e inconvenientes de la red social Facebook como herramienta de socialización. http://www.enter.ie.edu/mybox/cms//6604
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Valcárcel, Amelia Feminismo en el mundo global / Amelia Valcárcel. – Madrid: Cátedra, 2008 334 p.; 21 cm. – (Feminismos) Aparentemente la globalización ha mejorado la situación de las mujeres pero siguen existiendo grandes obstáculos en las sociedades actuales: los fundamentalismos, las deslocalizaciones, la precariedad sanitaria, la trata de blancas; por lo tanto el feminismo aún tiene que seguir trabajando para eliminar estos obstáculos. Este libro proporciona algunas claves para comprender el impulso de cambio que abrió la modernidad al feminismo, cómo se ha ido desarrollando de diversas formas en los lugares más dispares y los retos a los que aún debe enfrentarse. ISBN 978-84-376-2518-8 Boschma, Jeroen Generación Einstein: más listos, más rápidos, más sociables / Jeroen Boschma. – Barcelona: Gestión 2000, 2008 320 p.; 22 cm. Tras los reivindicativos baby-boomers de los años cincuenta y la romántica y desencantada Generación X de los sesentas, setentas y ochentas, la era digital ya cuenta con los que serán sus representantes en el futuro: la Generación Einstein, que abarca desde 1988 hasta la actualidad, y que ha nacido en pleno desarrollo de la sociedad de la información, convirtiéndose en personalidades críticas, conocedoras de las reglas del marketing y del mercado y poco clementes ante las celebridades, productos, empresas o servicios que no aciertan en su comunicación hacia ellos. ISBN 978-84-96612-97-6 Barbería, José Luis Generación "ni-ni": ni estudia ni trabaja / José Luis Barbería. – Madrid: El País, 2009 3 h.; 30 cm – En: El País. – 22/06/2009 Las desalentadoras expectativas laborales de los jóvenes, sumadas a la crisis económica y a la sobreprotección paternal de su generación son las causas de un fenómeno social por el que un 54% de los españoles entre 18 y 34 años reconoce no tener ningún plan de futuro y ha perdido la esperanza de construir un proyecto vital. Esto hace que cada vez más jóvenes retrasen la edad de abandonar la residencia familiar y que tiendan a alargar su "etapa juvenil". http://www.elpais.com/articulo/sociedad/Generacion/ni- ni/estudia/trabaja/ elpepisoc/20090622elpepisoc_1/Tes Identitat i valors juvenils – En: Papers de joventut. – n. 99 (enero-febrero 2008); p. 18-30. ISSN CES-1000970 – Monográfico Contiene: Joves i valors / Lluís Sáez. Els valors dels i de les joves / Marina Molina. Noies adolescents i conductes transgressores: entre el risc y la invisibilitat / Anna Berga i Timoneda... Aproximación a la identidad y valores que rigen el universo juvenil excluyendo estereotipos y tópicos que afectan a este sector y que los medios de comunicación ayudan a difundir. Atendiendo al colectivo más representativo de jóvenes, se observa la preeminencia de valores como el individualismo, el hedonismo y el consumismo, que son un claro reflejo de la sociedad adulta. Herrera Ponce, María Soledad Individualización social y cambios demográficos: ¿hacia una segunda transición democrática?: estudio comparado acerca de las relaciones entre valores y cambios demográfico-familiares a fines del siglo XX / María Soledad Herrera Ponce. – Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2007 278 p.; 21 cm. – (Monografías; 232) Se contrasta la teoría de la segunda transición demográfica, a escala mundial,
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relacionando los procesos de individualización social con los cambios demográficos y familiares, en la fecundidad, el matrimonio y el divorcio. El concepto de "individualización" es analizado a partir de un procesamiento de la Encuesta Mundial de Valores durante la década de los noventa. Se ha utilizado una muestra de más de sesenta países de todo el mundo, que representan principalmente al mundo desarrollado y occidental, además de Europa del Este, América Latina y algunos países asiáticos. ISBN 84-7476-420-8 Informe España 2008: una interpretación de su realidad social. – Madrid: Fundación Encuentro, 2008 398 p.: tab., graf.; 24 cm. Se abordan grandes temas de actualidad en España como son: El diálogo social entre sindicatos y patronal; la política del agua y la necesidad de conseguir un acuerdo social; el problema del cambio climático; la sensibilidad social hacia el actual modelo de producción y consumo; la educación en la diversidad bajo los criterios de igualdad; y por último, el aumento de la movilidad de la sociedad y sus consecuencias. ISBN 978-84-89019-35-5 http://www.fund-encuentro.org/informe/informe2008.htm Informe del mercado de trabajo de los jóvenes: zona de convergencia... / Observatorio Ocupacional del Servicio Público de Empleo Estatal. – Madrid: Ministerio de Trabajo e Inmigración. Servicio Público de Empleo Estatal, 2009 67 p.: gráf., tabl.; 30 cm Datos sobre la situación laboral de los/as jóvenes menores de 30 años en España, su evolución y tendencias. La información se haya distribuida por comunidades autónomas y supone una fuente de análisis para planificar acciones en orientación profesional, formación y empleo. Informe Juventud en España 2008 / Andréu López Blasco, German Gil Rodriguez, Almudena Moreno Mínguez, Domingo Comas, Mª Jesús Funes y Sonia Parella. – Madrid: Observatorio de la Juventud, 2009 5 v.: tabl., gráf.; 24 cm. Séptima edición de este análisis sociológico de carácter cuatrianual basado en la encuesta aplicada en noviembre de 2007 a una muestra de 5.000 jóvenes, de entre 15 y 29 años, en todo el territorio nacional. El análisis estadístico se complementa con el uso de más de 50 fuentes secundarias (INE, CIS, Eurostat) y aunque se incorporan novedades, se mantienen criterios continuos de homogeneidad que hacen posible el análisis transversal y diacrónico (de las series históricas) de la evolución de este colectivo. Se compone de cinco textos que abordan diferentes aspectos temáticos como la evolución demográfica, las desigualdades de género, determinadas especificidades de la población inmigrante, aspectos laborales, económicos y de consumo, el estado de salud de la juventud, sus valores y creencias, su participación social y política o sus prácticas de ocio. ISBN 978-84-96028-58-6 (obra completa) http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.item.action?id= 1531688780&menuId=1627100828 Jeunesse en action: appel à la jeunesse européenne pour l'avenir de l'Europe – En: Le Magazine. – hors série (2008); p. 8-10. ISSN 1023-3717 El programa "Juventud en acción" está destinado a inspirar a los jóvenes para que se impliquen en la elaboración del futuro de la Unión Europea. Se basa en que las políticas de juventud hagan posible que los jóvenes se afirmen como ciudadanos responsables, activos, tolerantes y susceptibles de dar apoyo a unas sociedades plurales. http://ec.europa.eu/dgs/education_culture/publ/pdf/mag/27/es.pdf
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Lopez Blasco, Andreu Jóvenes en una sociedad cambiante: Demografía y transiciones a la vida adulta / Andreu López Blasco. – Madrid: Observatorio de la Juventud, 2009 249: tabl., gráf.; 24 cm.. – (Informe Juventud en España 2008; 1) Anexos Se constata la pérdida de peso de la población de entre 15 y 29 años, que ha pasado de representar aproximadamente una cuarta parte del total en 1996, a apenas superar el 19% en el informe actual. En cuanto a la emancipación se manifiesta una mayor independencia que en 2004. En todos los tramos de edad el porcentaje de mujeres jóvenes que no reside con sus padres es superior al de los varones. La adquisición de independencia y la creación del hogar propio son los principales motivos para dejar el hogar paterno, predominando entre los varones el primero y entre las mujeres el segundo. La edad media del total de jóvenes que no vive en casa de sus padres ha bajado y la convivencia en pareja también se inicia a edades más tempranas. ISBN 978-84-96028-59-3 – ISBN 978-84-96028-58-6 (obra completa) http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 916511531 Joves i crisis econòmica / Miquel Àngel Lozano… [et al.] – En: Debat Juvenil. – n. 83 (tardor 2008); p. 6-12. ISSN 1139-9317 Monográfico Contiene: Apunts d'una crisi anunciada / Miquel Àngel Lozano. - Què en pensen les entitats polítiques. - [Entrevistas a] Arcadi Oliveres, Muriel Casals, Josep Manel Busqueta / Debat Juvenil... Un espacio de reflexión como es el debate juvenil no podía quedar al margen de un hecho global de esta magnitud, que ya ha hecho crecer en más de un 50% el paro juvenil en nuestro país desde comienzos de año. La voz del movimiento asociativo juvenil quiere analizar esta etapa y dar herramientas para la reflexión sobre cuál está siendo o será, en un futuro no muy lejano, el papel de la juventud ante la crisis económica. http://www.cnjc.cat/docroot/cnjc/pdf/dj89.pdf García Verdugo, Jesús Juventud y riesgos: una mirada hacia el futuro / Jesús García Verdugo – En: Revista de estudios de juventud. – n. 82 (sept. 2008); p. 173-188. ISSN 0211-4364 La opinión pública ha ido conformando un discurso en torno a la juventud contradictorio, ya que se genera una imagen por un lado basada en elementos ideales de esta etapa, pero por otro se genera un discurso recriminatorio hacia esta parte de la población por parte de las personas adultas, responsabilizándola de comportamientos o actitudes peligrosos para la persona joven en particular o para la sociedad en su conjunto. En este sentido se plantean algunas pautas desmitificadoras en torno a la condición de ser joven y al trabajo que con jóvenes se puede hacer desde las administraciones públicas o desde las organizaciones sociales. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 1431102066 Galimberti, Umberto L'ospite inquietante: il nichilismo e i giovanni / Umberto Galimberti. – 11ª ed. – Milano: Giangiacomo Feltrinelli, 2008 180 p.; 22 cm. – (Serie Bianca Feltrinelli) El nihilismo de los/as jóvenes les afecta profundamente, les confunde y anula sus perspectivas y objetivos. La familia y la escuela no saben como ayudarles. Solo el mercado se interesa por ellos ofreciendo como vía de escape la
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diversión y el consumo, lo que hace que nunca lleguen a hacer proyectos para el futuro. ISBN 978-88-07-17143-7 Cea D'Ancona, Mª Angeles La deriva del cambio familiar: hacia formas de convivencia más abiertas y democráticas / Mª Ángeles Cea D'Ancona. – Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2007 433: tab., gráf.; 21 cm. – (Monografías; 241) Análisis de los cambios producidos en la sociedad española de las últimas décadas y las repercusiones que han tenido en los hábitos y comportamientos de la estructura familiar. ISBN 978-84-7476-431-4 La emancipación precaria: transiciones juveniles a la vida adulta en España a comienzos del siglo XXI / Beatriz Jiménez Roger... [et al.]. – Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2008 147 p.: gráf., tabl.; 29 cm. – (Opiniones y actitudes; 61) Bibliografía: p. 121-128 Estudio de las condiciones de emancipación juvenil en España integrando en su elaboración todas las dimensiones que intervienen en un mismo marco y reconstruyendo su evolución reciente. Cada uno de los capítulos que componen el estudio está dedicado a una de las dimensiones que intervienen en el proceso de independencia: formación, mercado laboral, consumo, vivienda y política. ISBN 978-84-7476-459-2 Homs, Oriol La formación profesional en España: hacia la sociedad del conocimiento / Oriol Homs. – Barcelona: Fundación La Caixa, D.L. 2008 227 p.: gráf.; 23 cm. – (Colección Estudios Sociales; 25) Bibliografía: p. 215-223 Análisis del sistema de formación profesional en España, actualmente inmerso en un proceso de transformación caracterizado por la especialización profesional, tanto de los jóvenes que aspiran a incorporarse al mercado laboral por primera vez, como la de aquellos trabajadores o desempleados que necesiten poner al día sus conocimientos y competencias. ISBN 978-84-691-8081-5 http://obrasocial.lacaixa.es/estudiossociales/vol25_es.html Freire, Espido La generación de las mil emociones: mileuristas II / Espido Freire. – Barcelona: Ariel, 2008 227 p.; 22 cm. La autora continúa con su reflexión sobre las realidades y los sueños de la juventud actual. Se centra en temas como el amor, el deseo, el cuerpo o la familia, para profundizar en el completo retrato de esta generación. ISBN 978-84-344-5325-8 García Aller, Marta La generación precaria / Marta García Aller. – Madrid: Espejo de Tinta, 2006 277 p.; 24 cm. Los y las jóvenes se enfrentan a la vida en unas circunstancias diferentes a las de sus padres, pero con unas dificultades similares que les obligan a utilizar el esfuerzo y el ingenio para encontrar su sitio en el engranaje social. ISBN 84-96280-78-0 Barbería, José Luis La infancia más corta, la adolescencia más larga / José Luis Barbería. – Madrid: El País, cop. 2009 [4] p.; 30 cm En: El País. – 29/01/2009 Artículo sobre la situación social y laboral de jóvenes europeos, centrándose más concretamente en el caso de los españoles. En la actualidad se acusa la tardía emancipación de los jóvenes. Las causas de esta prolongación de la
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adolescencia son varias: sobreprotección parental, precariedad laboral, falta de ayudas gubernamentales a la vivienda que favorezcan la independencia, entre otras. Pero también las relaciones sociales, afectivas, las prioridades en la vida y el tiempo dedicado al ocio influyen en este fenómeno. El artículo profundiza en los cambios de actitud de esta generación. http://www.elpais.com/articulo/sociedad/infancia/corta/adolescencia/ larga/ elpepisoc/20090129elpepisoc_1/Tes Moran, María Luz La integración de los jóvenes en España: algunas reflexiones desde el análisis sociopolítico / María Luz Morán – En: Revista de estudios de juventud. – n. 80 (marzo 2008); p. 25-45. ISSN 0211-4364 Se analizan los obstáculos y las nuevas oportunidades de la integración de los/as jóvenes en España en base a dos cuestiones principales: las transformaciones de las transiciones juveniles para abordar los cambios en los modos en que van adquiriendo autonomía y las transformaciones de su implicación cívica en la sociedad. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 816585888 Benítez Romero, Isabel La juventud española y su percepción de la globalización neoliberal y del movimiento altermundista / Isabel Benítez Romero, Esther Vivas Esteve – En: Revista de estudios de juventud. – n. 76 (marzo 2007); p. 163-180. ISSN 0211-4364 Análisis de la visión que las y los jóvenes en España tienen acerca de las instituciones políticas y de los valores que se asocian al modelo de sociedad actual, así como de su percepción sobre el proceso de globalización neoliberal, la participación ciudadana y el movimiento altermundialista y el efecto que estos movimientos producen en ámbitos como la economía y la inmigración. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 57285711 Benedicto, Jorge La juventud frente a la política: ¿desenganchada, escéptica, alternativa o las tres cosas a la vez? / Jorge Benedicto – En: Revista de estudios de juventud. – n. 81 (junio 2008); p. 13-29. ISSN 0211-4364 Se discute la necesidad de superar las visiones simplistas y reduccionistas sobre la vida política de los jóvenes que tanta difusión tienen en nuestras sociedades actuales, introduciendo una perspectiva mas compleja de la situación, en la que tengan cabida las nuevas condiciones en que los/as jóvenes viven hoy su juventud y la pluralidad de significados que confluyen en sus universos políticos. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 1583601195 Mateos Díaz, Araceli La participación electoral de la juventud europea: El caso de las elecciones al Parlamento Europeo de 2004 / Araceli Mateos Díaz – En: Revista de estudios de juventud. – n. 81 (junio 2008); p. 179-194. ISSN 0211-4364 Los objetivos concretos de este trabajo pretenden ser inicialmente descriptivos de la participación vs abstención de los/as jóvenes españoles en comparación con las y los jóvenes europeos en las elecciones al Parlamento Europeo, para pasar a un análisis más explicativo de las diferencias en esas
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pautas de comportamiento. Las variables independientes a través de las cuales se intenta explicar el comportamiento son individuales y tienen que ver con las actitudes políticas de la juventud hacia la Unión Europea http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 1984987619 La transición a la sociedad red / Manuel Castells... [et al.]; Colaboración de: María Isabel Díaz de Isla, Barry Wellman. – Barcelona: Ariel, 2007 240 p.; 22 cm.. – (La era de la información en Catalunya) Este proyecto es el resultado de una investigación sobre la sociedad de la información, a partir del caso catalán. La transición a la sociedad red estudia los efectos de las tecnologías de la información y la comunicación en nuestra sociedad actual, tanto en el ámbito personal como en el colectivo. ISBN 978-84-344-4271-9 Elzo Imaz, Javier La voz de los adolescentes / Javier Elzo. – Boadilla del Monte (Madrid): PPC, D.L. 2008 250 p.; 22 cm Desde que hay adolescentes, como categoría sociológica, hay que señalar con fuerza que su tránsito por esa etapa viene marcado fuertemente por un dato impuesto: la sociedad concreta en la que crecen. Este trabajo está basado en un estudio realizado a 272 escolares entre 16 y 18 años y responde a la necesidad de actualizar los datos, perfiles y posicionamientos correspondientes a las y los adolescentes actuales, en relación con investigaciones anteriores. y que presentan algunos rasgos diferenciales que permiten pensar y afirmar que estamos ante nuevos adolescentes. ISBN 978-84-288-2082-0 http://prensa.grupo-sm.com/files/dossier_de_la_prensa_voz_adolescentes.pdf Les nouvelles jeunesses / dossier réalisé par Vincenzo Cicchelli, Olivier Galland. – Paris: La documentation Française, 2008 112 p.; 24 cm. – (Problèmes politiques et sociaux; n. 955) Compendio de trabajos que versan sobre las dificultades con las que se enfrentan los/as jóvenes en la actualidad, especialmente en materia de empleo, y las maneras que distintos países europeos o norteamericanos tienen de abordarlas a través de medidas y políticas públicas. Fuentes Rey, Pedro Los colectivos poblacionales: juventud / Pedro Fuentes Rey – En: Documentación social. – n. 149-150 (abr.-sept. 2008); p. 159-175. ISSN 0417-8106 Analiza las características básicas de la sociedad juvenil, haciendo una comparativa de la actitud de los jóvenes de hace una década a la de la actualidad. Nugent, Rachel Los jóvenes en un mundo globalizado / Rachel Nugent. – Washington: Population Reference Bureau, 2006 8 p.: gráf.; 30 cm. La juventud en la actualidad se enfrenta a una gran variedad de experiencias que difieren considerablemente de las de una o dos generaciones anteriores. Ello se debe a los efectos de la globalización, a los avances tecnológicos y a la extensión del desarrollo económico. http://www.prb.org/pdf06/YouthInAGlobalWorld_SP.pdf Los jóvenes, elemento clave en la sociedad del conocimiento: sus valores y competencias como factores en el desarrollo económico / [autor NoviaSalcedo Fundación]. – Bilbao: Fundación Novia Salcedo, 2008 82 p.: il.;
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30 cm – Precede al tít.: "III Informe Bienal" – Bibliografía Informe sobre la situación de los/as jóvenes en relación al entorno económico y el mercado laboral, marcado por la crisis, que hace imprescindible una búsqueda de nuevos modelos económicos que eviten los problemas que ha acarreado el modelo anterior. A continuación se ofrece una mirada sobre los valores y perfil motivacional de los chicos y chicas jóvenes de entre 16 y 24 años. Por último, se aborda la polémica creada por la implantación del Proceso de Bolonia. http://www.noviasalcedo.es/cie/081118InformeNSF.pdf Los nuevos jóvenes I: ¿imposible entenderlos? – En: Crítica. – n.962 (julioagosto 2009 ). – p. 3-91. ISSN 1131-6497 – Monográfico ¿Estamos preparados para esta generación?/ Manuela Aguilera. – Otra vez los jóvenes/ Javier Martínez Cortés. – Adolescentes punto com: otra mirada/ Javier Martín Holgado... Se recogen tablas estadísticas, datos y gráficos que reflejan la situación de los/as jóvenes en España, en cuanto a la emancipación, al porcentaje de población joven por comunidades autónomas, etc. Por otro lado, se descubren cuáles son sus opiniones acerca de temas como la familia y la religión, y las circunstancias económicas y sociales que han influido en la actitud de jóvenes y adolescentes de hoy en día. http://www.revista-critica.com/articulos.php?id=2305 Plataforma 2015 y Más Los objetivos del milenio: movilización social y cambio de políticas: Cuarto Informe Anual de la Plataforma 2015 y más. – Madrid: Los libros de la catarata, 2006 206 p.; 24 cm. – (Investigación y debate; 3) La especial atención que se presta en este monográfico a los llamados "nuevos instrumentos de la cooperación española" (ayuda a presupuestos, canje de deuda por educación, participación de la sociedad civil en las estrategias del país), implica asimismo asumir la indudable importancia de las nuevas vías o nuevas formas de hacer cooperación para alcanzar estos compromisos. ISBN 84-8319-279-9 Diego, Enrique de Mileuristas: los nuevos pobres / Enrique de Diego. – [Madrid]: Rambla Media, D.L. 2008 78 p.; 19 cm Crítica a la situación laboral en la que se encuentran los jóvenes sen la actualidad. El mileurismo hace referencia al salario medio que reciben los jóvenes españoles, a pesar de su alta cualificación académica. Este fenómeno conduce a la destrucción de la clase media, preparándoles para ser los nuevos pobres del siglo XXI. El autor además indaga acerca de las causas que han conducido a esta generación a este punto. ISBN 978-84-936130-2-0 Freire, Espido Mileuristas: retrato de la generación de los mil euros / Espido Freire. – Barcelona: Ariel, 2007 213 p.; 22 cm. Retrato de una generación que, partiendo de una formación Especializada y cosmopolita, tiene que hacer grandes esfuerzos para sobrevivir y debe aceptar unas condiciones de trabajo que no se corresponden con las expectativas que se le habían ofrecido. ISBN 84-344-4498-0 Inglehart, Ronald Modernización, cambio cultural y democracia: la secuencia del desarrollo humano / Ronald Inglehart y Christian Welzel; traducción de Mª Teresa
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Casado Rodríguez. – Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas; Siglo XXI de España, 2006 448 p.: tab., gráf.; 21 cm. – (Monografías; 231) Que las sociedades son reflejo de su situación de desarrollo se comprueba analizando la evolución social que experimentan los diferentes pueblos con la llegada del desarrollo económico que propicia valores como la autonomía individual, la igualdad de género y la democracia. ISBN 84-7476-418-1 Nuevos tiempos del trabajo: entre la flexibilidad competitiva de las empresas y las relaciones de género / Carlos Prieto, Ramón Ramos, Javier Callejo, coords. – Madrid: Centro de Investigaciones Sociológicas, 2008 385 p.; 22 cm. – (Monografías; 255) – Bibliografía: p. 376-385 Se recogen los resultados obtenidos en una investigación sobre los cambios producidos en las relaciones de empleo y género durante los últimos treinta años. Ambas relaciones se ven afectadas por los requerimientos de uso flexible de la fuerza de trabajo y las nuevas modalidades de convivencia doméstica. El estudio se divide en dos bloques: el primero de ellos ofrece el análisis de las principales tendencias de cambio del tiempo de trabajo desde los puntos de vista fáctico y normativo. El segundo bloque muestra la articulación de las nuevas relaciones de empleo en función del papel que juega en ellas la forma de organización de los tiempos sociales. ISBN 978-84-7476-461-1 Meil Landwerlin, Gerardo Padres e hijos en la España actual / Gerardo Meil Landwerlin. – Barcelona: Fundación "La Caixa", 2006 185 p.: gráf., tabl.; 23 cm.. – (Colección Estudios Sociales; 19) Analiza los cambios culturales que han causado el abandono del modelo de familia tradicional, y que han dado paso a la familia negociadora como reflejo de unas normas flexibles que regulan la convivencia. Describe los aspectos más importantes de esta convivencia y del proyecto educativo de los padres, y propone una racionalización del tiempo de trabajo que permita una conciliación entre la vida laboral, personal y familiar. http://obrasocial.lacaixa.es/estudiossociales/vol19_es.html Preguntas para un nuevo siglo: ciclo de conferencias / Francisco Jarauta... [et al.]. – Valencia: Le Monde Diplomatique, D.L. 2009 95 p.: il. col.; 30 cm Se recogen las conferencias pronunciadas dentro del ciclo "Preguntas para un nuevo siglo", celebrado en la Casa Encendida desde el 14 de marzo de 2006 hasta el 28 de noviembre de 2006. Cada una supone una aproximación a la historia reciente, y plantea cuestiones sobre la situación actual y el futuro del planeta: nuevas enfermedades, economía, tecnologías, los desafíos ecológicos, la política internacional, etc. Redes culturales: claves para sobrevivir en la globalización / Javier Brun, dir; Joaquín Benito, Pedro Canut. – Madrid: Agencia española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, D.L. 2008 299 p.; 23 cm. – (Cultura y desarrollo; 8) Se pretende dar a conocer las ventajas del vínculo entre la Red y la Cooperación Cultural dentro de la sociedad globalizada. De esta manera se destaca cómo las redes pueden permitir difundir obras o proyectos. Se cierra con una relación de direcciones para establecer contactos con otras redes culturales con lasque comunicarse. ISBN 978-84347-076-3 http://www.aecid.es/export/sites/default/web/galerias/cooperacion/Cultural/ descargas/Redes_Culturales.pdf
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Selección de referencias documentales: mujeres jóvenes en el siglo XXI / Injuve – En: Revista de estudios de juventud. – n. 83 (dic. 2008); p. 233-251. ISSN 0211-4364 http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id =324495671 Selección de referencias documentales sobre jóvenes, globalización y movimientos altermundistas / Injuve – En: Revista de estudios de juventud. – n. 76 (marzo 2007); p. 289-306. ISSN 0211-4364 http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 530963614 Situación y desafíos de la juventud en Iberoamérica / Una contribución del Sistema de Naciones Unidas en El Salvador bajo la supervisión técnica de la CEPAL. – [San Salvador]: Naciones Unidas, 2008 IV, 27 p.: gráf.; 30 cm. En comparación con generaciones mayores, los jóvenes cuentan hoy con mayor educación, están más familiarizados con las nuevas tecnologías y con los valores de la autonomía y los derechos humanos, son protagonistas del cambio cultural en tiempos de globalización, y se adaptan más fácilmente a cambios en la organización del trabajo y del ocio. Todo esto resulta prometedor especialmente en un contexto económico de descenso reciente del desempleo y la pobreza. Pero también hay desafíos problemáticos. En proporción con su nivel educativo la juventud enfrenta mayores problemas de inserción laboral o de autonomía . En esta tensión entre posibilidades y amenazas, la juventud ha pasado a constituirse en foco de atención a escala global e iberoamericana. http://www.oei.es/pdfs/ica.pdf Tendencias de cambio de las identidades y valores de los Jóvenes en España: 1995-2007 / Grupo de Estudio sobre Tendencias Sociales (GETS), Fundación Sistema; redacción, Observatorio de la Juventud. – Madrid: Instituto de la Juventud, 2008 102 p.: gráf.; 24 cm. – (Estudios) Las últimas décadas la sociedad española ha sufrido profundos cambios: sus estructuras sociales han dejado de ser las propias de una sociedad industrial para adoptar las características de una sociedad tecnológicamente avanzada. Las y los jóvenes son quiénes más rápidamente han acusado este cambio social y este estudio determina cómo les ha afectado en los ámbitos cultural y social. ISBN 978-84-96028-56-2 http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.item.action?id= 1116725579&menuId=2104203924 Tendencias mundiales del empleo juvenil: Octubre de 2008 / Oficina Internacional del Trabajo. – Ginebra: OIT, 2008 70 p.: cuad., fig.; 30 cm. Este tercer número de Tendencias mundiales del empleo juvenil contiene una actualización de los indicadores mundiales y regionales presentados en informes anteriores (2004 y 2006). En lugar del enfoque temático utilizado en el anterior, este informe procura destacar las regiones en las que se observan progresos en la integración económica de los jóvenes de ambos sexos. En consecuencia, se ha estructurado en nueve capítulos que contienen análisis regionales. ISBN 978-92-2-321545-3 (web pdf) ISBN 978-92-2-321544-6 (print) http://www.ilo.org/public/spanish/employment/strat/download/gety08.pdf Tiempos de cambio universitario en Europa / Juan A. Vázquez García... [et al.] – En: Revista de educación. – n. extraordinario (2008); p. 15-329.
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ISSN 0034-8082 – Monográfico – Incluye CD – Contiene: La organización de las enseñanzas de grado y postgrado / Juan A. Vázquez García. El "éxito laboral" de los jóvenes graduados europeos / José Ginés Mora, CEGES-LMPF. Aprendizaje activo y metodologías educativas / Günter L. Huber... Análisis del proyecto de construcción de un sistema universitario común para los europeos en el que se aborda el tema desde 4 bloques: la renovación de la oferta educativa, la participación estudiantil en la sociedad y la nueva universidad europea, la autonomía universitaria y su garantía de calidad, y por último, el marco idóneo para los cambios en cuanto a financiación y legislaciones (europea y nacionales). http://www.revistaeducacion.mec.es/re2008.htm Trabajar por tiempos mejores: repensar el trabajo en el siglo XXI / JeanMichel Servais... [et al.]. – Madrid: Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales, Subdirección General de Información Administrativa y Publicaciones, 2007 875 p.: tab., gráf.; 22 cm. – (Informes OIT; 75) A medida que los modelos de trabajo continúan cambiando como respuesta a las demandas de la producción y del comercio en una economía global, han surgido nuevos retos, no sólo para las vidas de los trabajadores, sino también para los empresarios expuestos a la competencia global y para los mercados sometidos a políticas y leyes nacionales e internacionales. El punto central del debate radica en la dificultad de enmarcar los conceptos y normas por las cuales la seguridad económica de las personas y las dimensiones humanas del trabajo pueden conciliarse con la creciente necesidad del mercado global de conseguir una flexibilidad de mano de obra. ISBN 978-84-8417-246-8 Jaime Castillo, Antonio M. Trayectorias de participación política de la juventud europea: ¿Efectos de cohorte o efectos de ciclo vital? / Antonio M. Jaime Castillo – En: Revista de estudios de juventud. – n. 81 (junio 2008); p. 67-93. ISSN 0211-4364 Se realiza un ejercicio de comparación de los factores causales de las diferencias en la participación política de los jóvenes, utilizando las tres oleadas de la EVS (Encuesta Europea de Valores) en 1980, 1990 y 2000. La comparación de estos resultados permite distinguir hasta qué punto las explicaciones tienen que ver con los contextos de socialización política de las generaciones o con los procesos de transición de la juventud a la vida adulta. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 1296395006 Bauman, Zygmunt Una nova escena del drama entre vell i jove = New performance of the old vs. young drama / Zygmunt Bauman. – Barcelona: Generalitat de Catalunya, Departament d'Acció Social i Ciutadania, Secretaria de Joventut, 2008 68 p.; 21 cm.. – (Aportacions; 36) – Texto en catalán e inglés Reflexiona sobre los cambios en la sociedad actual en relación con los jóvenes, abordando temas como: la creación de la identidad de los/as jóvenes, la convivencia entre el mundo real y virtual, la relación entre jóvenes y personas adultas y también los efectos de vivir en un mundo sumamente mercantilizado. ISBN 978-84-39378068 http://www20.gencat.cat/docs/Joventut/Documents/Arxiu/Publicacions/ Col_Aportacions/aportacions36.pdf Votamos y después sufrimos: Opiniones de la gente jóven sobre participación: resultados de una encuesta / Reingard Spannring – En: Revista de estudios de juventud. – n. 81 (junio 2008); p. 45-64. ISSN 0211-4364
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Presenta y analiza los resultados cualitativos y cuantitativos del estudio comparativo EUYOUPART, financiado por la Unión Europea y realizado entre 2002 y 2005. El estudio tiene como objetivo interpretar los datos obtenidos a través de debates en grupo y entrevistas en profundidad con jóvenes de 15 a 25 años de Alemania, Austria, Eslovaquia, Estonia, Finlandia, Francia, Italia y el Reino Unido. Los resultados muestran que los motivos de la reducida participación son muy complejos y que no pueden atribuirse únicamente a la alienación política. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/ contenidos.downloadatt.action?id=559045246 Verdu, Vicente Yo y tú, objetos de lujo: el personismo: la primera revolución cultural del siglo XXI / Vicente Verdú. – Barcelona: Debolsillo, 2007 201 p.; 19 cm. Desde el fin de la segunda guerra mundial hasta la caída del muro de Berlín imperó la aventura colectiva y revolucionaria que, tras su fracaso, derivó en un individualismo extremo. La nueva cultura social parece enfrentada a todos los valores heredados, y supone una revisión de lo que creíamos intangible. La comunicación con los demás toma un papel relevante, una nueva época marcada por la emotividad y el humanitarismo, hastiada de perseguir la satisfacción en la acumulación de objetos y apariencias. ISBN 978-84-8346-357-4 Youth and political participation in Europe: results of the comparative study EUYOUPART / Reingard Spannring, Günther Ogris, Wolfgang Gaiser, eds. – Leverkusen: Barbara Budrich, 2008 178 p.; 21 cm A partir de una encuesta realizada a jóvenes de entre 15 y 25 años de varios países europeos, se elaboró este informe sobre su percepción sobre la política, su grado de participación e implicación, y sobre las posibles estrategias se podrían seguir para fomentar el acercamiento de los/as jóvenes a la política. Youth in context: frameworks, settings and encounters / Martin Robb (editor). – Londres: SAGE, 2007 335 p.: il.; 25 cm. La vida de los/as jóvenes en el Reino Unido, como en otras partes del mundo, ha cambiado mucho en los últimos años: han ocurrido cambios importantes en las estructuras sociales y procesos que forman la vida de los jóvenes, incluyendo cambios en la educación y la enseñanza superior, la pérdida del mercado de trabajo tradicional juvenil, y movimientos en la naturaleza de la familia y en las relaciones personales. Este trabajo introduce las perspectivas clave en el entendimiento de la juventud y ofrece un acercamiento interdisciplinario a las vidas de los/as jóvenes, y al trabajo con ellos/as. ISBN 978-1-4129-3067-3 García-Albacete, Gema M. ¿Apatía política?: Evolución de la implicación de la juventud española desde los años 80 / Gema M. García-Albacete – En: Revista de estudios de juventud. – n. 81 (junio 2008); p. 133-158. ISSN 0211-4364 Analiza la implicación política de los/as jóvenes en comparación con la de los adultos y a lo largo del tiempo. Los resultados muestran que los jóvenes votan menos y se alejan de los partidos políticos pero, por otro lado, diversos indicadores como el interés por la política y la frecuencia con que discuten sobre asuntos políticos desmienten la tesis de apatía política. También expone el error que supone considerar a la juventud como un grupo homogéneo, dado que tanto sus actitudes como formas
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de participación son distintas cuando consideramos grupos de edad más limitados. http://www.injuve.migualdad.es/injuve/contenidos.downloadatt.action?id= 1278225035 Waisgrais, Sebastián ¿Qué determina los procesos de transición al mercado de trabajo?: un análisis aplicado al caso español / Sebastián Waisgrais, Jorge Calero – En: Revista del Ministerio de Trabajo y Asuntos Sociales. – n. 71 (2008); p. 35-51. ISSN 1137-5868 – Tablas Investigación sobre las trayectorias diferenciadas de los jóvenes que dejan el sistema educativo y transitan hacia el mercado laboral. Se analiza concretamente el desempeño laboral y educativo de dos poblaciones específicas: jóvenes que alcanzan el final de la Educación Secundaria Obligatoria y jóvenes que acaban el Bachillerato o los Ciclos Formativos de Grado Medio. http://www.mtin.es/es/publica/revista/numeros/71/est02.pdf Elzo Imaz, Javier ¿Son los jóvenes españoles diferentes?: comparación de algunos valores de los jóvenes españoles con los de los jóvenes europeos / Javier Elzo. – Barcelona: Quaderns de la Mediterrània, 2009 6 h.: tabl.; 30 cm A partir de una serie de estudios sobre el comportamiento, las aspiraciones y sentimientos de jóvenes europeos, se cotejan los resultados obtenidos de las respuestas de jóvenes españoles. Como resultado se observan las diferencias y similitudes existentes entre la escala de valores de unos y otros. http://www.iemed.org/publicacions/quaderns/11/47%20son%20los%20 jovenes% 20espanoles%20diferentes.pdf
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Reflexiones sobre la juventud del siglo XXI
COLABORACIÓN
Colaboran en este número Ramón COTARELO GARCÍA Catedrático de Ciencia Política, UNED. Tiene 32 libros publicados. Los últimos: Política y Literatura (La obra de Ayn Rand), Valencia, UNED, 2004, La fábula del otro yo. La figura del doble en la literatura, Valencia, UNED, 2005 y La izquierda del siglo XXI, Bogotá, Universidad Externado, 2006. Igualmente, 143 artículos en revistas especializadas. Los últimos: “Iconografía política del franquismo”, Federico Fernández-Crehuet López et al. (ed.), Das Europa der Dikatatur: Frankismus und Salazarismus: Legitimation durch Diktatur?, Klosterman, Frankfurt, 2008 y “La validez de la Transición”, en Temas para el debate, nº 173, Madrid, abril de 2009. Cecilia DÍAZ MÉNDEZ Profesora titular de Sociología de la Universidad de Oviedo. Sus trabajos se enmarcan en la Sociología Rural y la Sociología de la Alimentación. Entre sus publicaciones destaca Estrategias familiares y juventud rural, (MAPA, 1997) y Familia, trabajo y territorio (MAPA, 2007) y artículos como Nuevos y viejos comportamientos en las jóvenes rurales (2009) y Aproximaciones al arraigo y el desarraigo femenino en el medio rural: mujeres jóvenes en busca de una nueva identidad rural (2006). En el área de la alimentación ha coeditado recientemente con Gómez Benito el trabajo Alimentación, consumo y salud (Fundación La Caixa, 2008) y es coordinadora del libro ¿Cómo comemos? Cambios en el consumo alimentario de los españoles (Fudamentos, 2005) y autora de diversos artículos como The sociology of food in Spain: European Influences in Social Analices on Eating Habits, (2006). Todos estos trabajos forman parte de las investigaciones nacionales e internacionales que ha desarrollado desde el año 2000 en colaboración con universidades diversas como UNED Madrid, Barcelona, Rovira i Virgili, Politécnica de Valencia, Manchester, Nápoles, Oporto. Todas ellas insertas en el grupo de investigación Sociología del Consumo del que es directora. Enrique GIL CALVO Profesor Titular de Sociología en la Facultad de Ciencias Políticas de la Universidad Complutense de Madrid. Sus especialidades profesionales son la Sociología Política y la Sociología del Género y la Familia. Premio Anagrama en Ensayo 1977 por su libro Lógica de la libertad. Premio Espasa de Ensaño 1991 por su libro Estado de fiesta. Premio Internacional de Ensayo Jovellanos 2006 por su libro La ideología Española. Colabora en la revista Claves y en el diario El País de Madrid. Ha publicado una veintena de libros. Entre los más recientes destacan: Medias miradas (Anagrama, 2000), Nacidos para cambiar (Taurus, 2001), El poder gris (Mondadori, 2003), El miedo es el mensaje (Alianza, 2003) y Máscaras masculinas (Anagrama, 2006). Salvador GINER DE SAN JULIÁN (Barcelona, 1934), Catedrático emérito de sociología, Universidad de
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Barcelona. Presidente del Institut d'Estudis Catalans, academia de las ciencias y humanidades de Cataluña. MA y PhD en sociología, Universidad de Chicago. Fue cofundador y presidente de la Federación Española de Sociología. Catedrático de sociología en diversas universidades inglesas. Es miembro del Comité Ejecutivo, Asociación Europea de Sociología. Autor de diversos estudios sobre política social, altruismo y estado de bienestar así como de teoría política republicana. Entre sus diversos libros figuran Historia del pensamiento social, Sociedad masa y Carisma y razón. Cristóbal GÓMEZ BENITO Doctor en Sociología. Profesor Titular de Sociología Rural de la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la UNED. Sus líneas de investigación se han desarrollado en el ámbito de la sociología rural, la ecología humana, la historia agraria y la sociología de la alimentación, habiendo publicado numerosas monografías y artículos sobre estas materias, entre ellas, "Políticos, Burócratas y Expertos, un estudio de la política agraria y la sociología rural en España: 1939-1959" (1995); "Estudio sobre la Juventud Rural 2000" (coautor); "Condiciones de vida y de trabajo de la Agricultura Familiar en España, 1997" (coautor); "Opiniones y actitudes hacia el medio ambiente en España (1998), (coautor). Técnico Facultativo Superior del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación (en excedencia desde 1992), ha sido Jefe del Área de Estudios en la Secretaría General Técnica del MAPA, Director de la Revista Agricultura y Sociedad y Sociólogo del Instituto de Reforma y Desarrollo Agrario (IRYDA). Oriol HOMS Y FERRET (Barcelona, 1949) es Sociólogo investigador. Director General de la Fundación Centro de Iniciativas e Investigaciones Europeas en el Mediterráneo (CIREM) y Presidente de la Fundación FIAS y de la Consultora Impuls al Benestar S.L. Dedicado inicialmente a la enseñanza de la Sociología, como profesor titular, en l’Escuela Universitaria de Trabajo Social adscrita a la Universitat de Barcelona se dedica después a la sociología aplicada y a la investigación. Da cursos como profesor en diferentes Universidades e imparte numerosas conferencias. Participa en seminarios y mesas redondas sobre temas de formación profesional y cualificación, igualdad de oportunidades, ocupación y mercado de trabajo, políticas de desarrollo local y social, tanto a nivel nacional como internacional. Colabora habitualmente con el CEDEFOP (European Centre for the Development of Vocational Training) y con la ETF (Fundación Europea para la Formación), y con diferentes programas de la Comisión Europea, cosa que lo convierte en uno de los principales especialistas en temas de formación y ocupación. Es miembro del Centre d’Estudios d’Opinión (CEO) de Catalunya. Ha realizado numerosas investigaciones en el ámbito del mundo del trabajo, la formación y política sociales, sobre los cuales ha publicado numerosos artículos y estudios. Autor de l’estudio de la Fundación La Caixa “La formación profesional en España. Hacia la sociedad del conocimiento'. Ha sido Presidente de l’Asociación Catalana de Sociología del Institut d’Estudis Catalans, y director de la Revista de temas de formación y ocupación “Herramientas”. Mª Carmen MONREAL GIMENO Profesora titular de Ps. Social de la Universidad Pablo de Olavide. Catedrática de Filosofía de Secundaria, en excedencia. Licenciada en Filosofía y Letras.
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Especialidad: Pedagogía, y Filosofía, por la Universidad de Valencia. Licenciada en Psicología por la Universidad Complutense de Madrid. Doctora por la Universidad Nacional de Educación a Distancia. Investigadora principal del Proyecto I+D+I (2004-2007) “Los Jóvenes europeos: valores constitucionales e instituciones democráticas en los jóvenes”. Entre sus publicaciones más destacadas están: Esquemas de Género y violencia hacia la mujer en “Ni el aire que respiras. Pensamiento científico ante la violencia de Género”. Colección Señales. Editoras Ana Mª Ruiz Tagle y Rosario Valpuesta. Fundación Obra Social Cajasol. Sevilla 2008. “La mujer inmigrante; un análisis desde los estereotipos y la discriminación” en “Diversidad cultural y atención socioeducativa. Experiencias innovadoras”. SM y Universidad Pablo de Olavide. ISBN, 978-84-691-7851-5. 2009. Víctor Manuel MUÑOZ SÁNCHEZ Doctor en sociología por la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla y Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Granada. Miembro del Grupo de Investigación Análisis Sociopolítico del Plan Andaluz de Investigación. Profesor-tutor del Centro asociado de la UNED en Sevilla. Ha participado en diversos congresos nacionales e internacionales sobre los temas de sociología del desarrollo, sociología de la juventud y sociología rural. Actualmente es profesor ayudante doctor del Departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Pablo de Olavide. Entre sus publicaciones más recientes están: La juventud ante la encrucijada de la ciudadanía en Aposta: revista de ciencias sociales. Nº 40 (2009) y Las 3 caras del asociacionismo arrocero en la marisma del Guadalquivir: arroceros, pescadores e industriales. Revista de Fomento Social. Nº 255 (2009). Tomás SÁNCHEZ PACHECO Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad de Granada. Especialista universitario en Unión Europea por la UNED. Ha sido profesor de Derecho Constitucional de la Escuela de Seguridad Pública de la Junta de Andalucía. En la actualidad realiza trabajos de consultoría y asistencia técnica para administraciones públicas especialmente en el ámbito de las políticas públicas de juventud. Antonio VALLE CABRERA (1957-2009) fue Profesor Titular de Sociología de la Universidad Pablo de Olavide en el Departamento de Ciencias Sociales. Obtuvo su plaza de titular en la Universidad de Sevilla en el Departamento de Antropología Social y Sociología (1992). Licenciado en Ciencias Políticas y Sociología por la Universidad Complutense de Madrid en 1982. Fue Subdirector de la Escuela Universitaria de Relaciones Laborales de la Universidad de Sevilla (1991-1993), además impartió clases en la Escuela Universitaria de Empresariales, Facultad de Ciencias de la información y en la Escuela Universitaria de Trabajo Social. En 1997 se trasladó con un grupo de profesores pioneros a la Universidad Pablo de Olavide. Desarrolló tareas docentes en la Escuela de Criminología de Jerez de la Frontera, adscrita a la Universidad de Cádiz y en el Centro Asociado de la UNED de Sevilla, así como en la Universidad privada CEADE. Desempeñó la labor de Interventor del Colegio de Doctores y Licenciados de Ciencias Políticas y Sociología de Andalucía hasta 1997. También fue miembro del grupo de fundadores de la Asociación Andaluza de Sociología. Entre su amplio elenco de publicaciones podemos destacar: La juventud, eterno problema en Revista Jóvenes Andaluces Nº 2 (1992), La dicotomía izquierdaderecha. Partidos políticos e ideologías en Andalucía en Cuadernos para el
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debate Nº 1. Fundación Universitaria de Jerez, La intervención pública en el mercado de trabajo local a través del discurso y la práctica del desarrollo local. El caso andaluz en I Jornadas de Sociología sobre el Cambio Social en España. Visiones y Retos (2005), Conflictos de intereses en torno a la utilización del agua en las zonas arroceras en VV. AA.; Agricultura familiar en España 2008 y La juventud ante la encrucijada de la ciudadanía en Aposta: revista de ciencias sociales. Nº 40. Enero, Febrero, Marzo 2009.
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