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9. ¿Cómo se comportan en política?
Gema García-Albacete1
Desde los primeros estudios sobre comportamiento político y durante décadas se ha acumulado evidencia de que la juventud participa políticamente de forma distinta a las personas adul tas. Los y las jóvenes tienen menor probabilidad de participar en las elecciones (Blais et al., 2004; Franklin, 2004) y son más críticos. Además, también participan en menor medida que los adultos en política partidista tradicional (Mair y van Biezen, 2001; Scarrow, 2000). Por otra parte, desde los años 70 se ha observado que el colectivo joven muestra mayor predisposición que los adultos a salir a la calle a protestar (Barnes y Kaase, 1979), tienen mayor probabilidad de usar formas de participa ción “creativas” como puede ser el consumo político o el uso del arte para expresarse políticamente, y también de implicar se en cuestiones de su comunidad (Norris, 2002; Stolle et al., 2005; Zukin et al., 2006).
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Los últimos estudios también apuntan a que, en comparación con los adultos, participan cada vez más, tanto en participa ción institucional como no institucional (García-Albacete, 2014; García-Albacete y Lorente, 2019). Es decir, mientras que entre la población adulta el grupo de ciudadanos y ciudadanas más nu meroso es el que participa en política mediante canales institu cionales, entre la población joven en Europa llaman la atención dos categorías: los que no participan en ningún tipo de acción y los que participan tanto en participación institucional (elec ciones y partidos políticos), como en actividades de protesta.
La combinación de ser joven y preferir formas de acción políti ca no institucional, resulta a menudo en interpretaciones de su comportamiento político como diferencias generacionales. Es decir, los medios de comunicación o el debate público se hacen eco de sus protestas o acciones y las interpretan como jóvenes que se alejan de los comportamientos o actitudes más comu nes, o del status quo, porque pertenecen a una generación dis-
1 La autora agradece la colaboración de Clara Pacheco como asistente de in vestigación en la preparación de buena parte de los gráficos de este capítulo. Cualquier error es únicamente responsabilidad de la autora.
tinta. Esta preocupación también está a veces presente entre los investigadores, llegando a conclusiones que van desde ca racterizar a las nuevas generaciones como apáticos y respon sables del descenso electoral en las sociedades occidentales (Blais et al., 2004; Franklin, 2004) a alabar su comportamiento cívico y su capacidad para tratar de mejorar la sociedad (Dal ton, 2008; Norris, 2003; Zukin et al., 2006).
Pero como ya se ha comentado en este informe, los y las jó venes no solo participan de forma distinta por las caracterís ticas del contexto que les ha tocado vivir y por dónde se han socializado políticamente, sino que también lo hacen por ser jóvenes. Cada etapa del ciclo vital trae aparejados una serie de roles sociales, que ofrecen distinto nivel de recursos, intere ses y necesidades para hacer frente a los costes de participar políticamente. El argumento tradicional parte de la falta de experiencia política de este colectivo e interpreta que los y las ciudadanas se darán cuenta de la importancia de la política con la edad y los roles adultos (Rosenstone y Hansen, 1993; Strate et al., 1989).
En este capítulo nos centramos en los comportamientos de la juventud en política. Examinar si participan en política para hacer oír su descontento o preferencias, y por qué medios lo hacen, es fundamental por varias razones. Por un lado, la polí tica requiere, además de actitudes acordes como el interés por la política, de recursos como el tiempo, las habilidades cívicas, los recursos económicos, etc. En cuanto a qué esperar de los y las jóvenes de 2019, caben varias expectativas. Por un lado, hemos identificado predisposiciones políticas positivas, como son su alto nivel de interés en política, que podrían resultar en mayor participación y una ciudadanía madura y crítica. Pero, por otra parte, las dificultades económicas, la inestabilidad en el empleo y demás desafíos con los que se encuentran los más jóvenes podrían también resultar en una generación política mente más desigual que las anteriores (García-Albacete et al., 2016).
En segundo lugar, la participación política es en gran medida una cuestión de hábito. Se ha demostrado que el comporta miento en los dos o tres primeros comicios en los que una per sona tiene derecho a voto son esenciales para predecir si se convertirán o no en abstencionistas en el futuro (Plutzer, 2002). Por lo tanto, si identificamos que solo la población joven con