13 minute read

por Rick Warren Palabras que hieren

¿Cómo debe ver la política un cristiano?

Si hay algo que encienda la chispa para un debate espontáneo, o una discusión abierta, es una discusión sobre política – aún entre creyentes. Como seguidores de Cristo, ¿cuál debe ser nuestra actitud y nuestra participación en la política? Se ha dicho que "la religión y la política no se mezclan." Pero ¿es realmente cierto? ¿Podemos tener opiniones políticas fuera de las consideraciones de nuestra fe cristiana? La respuesta es no, no podemos. La Biblia nos da dos verdades en cuanto a nuestra actitud hacia la política y el gobierno.

Advertisement

La primera verdad, es que la voluntad de Dios impregna y reemplaza cada aspecto de nuestra vida. La voluntad de Dios es lo que tiene prioridad sobre todo y todos (Mateo 6:33). Los planes y propósitos de Dios están prefijados, y Su voluntad es inviolable. Lo que Él se ha propuesto, lo llevará a cabo, y ningún gobierno puede frustrar Su voluntad (Daniel 4:34-35).

De hecho, es Dios quien "quita reyes y pone reyes" (Daniel 2:21), porque "el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y a quien él quiere lo da." (Daniel 4:17). Una clara comprensión de esta verdad, nos ayudará a ver que la política es meramente un método que Dios usa para llevar a cabo Su voluntad. Aunque hombres perversos abusen de su poder político, utilizándolo para el mal, Dios lo usa para bien, "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." (Romanos 8:28).

En segundo lugar, debemos estar conscientes del hecho de que nuestro gobierno no puede salvarnos. ¡Solo Dios lo puede hacer! Nunca leemos en el Nuevo Testamento, que Jesús, o cualquiera de los apóstoles invirtiera ni tiempo ni energía enseñando a los creyentes cómo reformar al mundo pagano de su idolatría, inmoralidad y prácticas corruptas por medio del gobierno. Los apóstoles jamás instaron a los creyentes a demostrar desobediencia civil para protestar contra las injustas leyes o los regímenes brutales del Imperio Romano. En cambio, los apóstoles les ordenaron a los cristianos del primer siglo, así como a nosotros hoy, proclamar el Evangelio y vivir vidas que den una clara evidencia del poder transformador del Evangelio.

No hay duda de que nuestra responsabilidad para con el gobierno es obedecer las leyes y ser buenos ciudadanos (Romanos 13:1-2). Dios ha establecido toda autoridad, y Él lo hace para nuestro beneficio, "para castigo de los malhechores y alabanza de los

que hacen bien." (1 Pedro 2:13-15). Pablo nos dice en Romanos 13:1-8 que la responsabilidad del gobierno, es gobernar con autoridad sobre nosotros – esperamos que para nuestro bien – para recaudar los impuestos y guardar la paz. Donde tenemos voz y podemos elegir a nuestros líderes, debemos ejercer ese derecho por medio de la votación por aquellos cuyas perspectivas se asemejen más a las nuestras. Sea que nuestra religión permite a cristianos votar para gobernantes infieles es una pregunta que merece más consideración que parece con todo haber recibido generalmente del clero o de la laicidad. Me parece a mí que lo que el profeta dijo a Josafat en cuanto a su unión con Acab nos proporciona una lección saludable. "¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto." United States Founding Father, John Jay, "The Correspondence and Public Papers of John Jay, 1794-1826", Henry P. Johnson, editor, (New York: G.P. Putnam's Sons, 1893), Vol. IV, p. 365

Uno de los grandes engaños de Satanás, es que pongamos nuestra confianza para la moralidad cultural y vida piadosa, en las manos de políticos y funcionarios gubernamentales. La esperanza nacional de un cambio, no se encuentra en la clase dominante de ningún país. La iglesia ha cometido un error si piensa que es trabajo de los políticos el defender, difundir y guardar las verdades bíblicas y los valores cristianos.

El objetivo de la iglesia, de acuerdo al propósito de Dios, no se encuentra en el activismo político. En ninguna parte de la Escritura se nos ordena invertir nuestra energía, nuestro tiempo, o nuestro dinero en los asuntos gubernamentales. Nuestra misión radica, no en cambiar a la nación a través de reformas políticas, sino en cambiar los corazones a través de la Palabra de Dios. Cuando los creyentes piensan que el crecimiento y la influencia de Cristo puede de

alguna manera ser aliada de la política gubernamental, corrompen la misión de la iglesia. Nuestro mandato cristiano, es propagar el Evangelio de Jesucristo y predicar en contra del pecado de nuestra era. Solo cuando los corazones de los individuos en una cultura sean cambiados por Cristo, esa cultura comenzará a reflejar el cambio.

Los creyentes a través de los siglos, han vivido, y aún florecido, bajo gobiernos antagonistas, represivos y paganos. Esto era especialmente cierto con los creyentes de los primeros siglos, quienes bajo despiadados regímenes políticos, mantenían su fe bajo una enorme tensión cultural. Ellos entendían que eran ellos, y no sus gobiernos, quienes eran la luz del mundo y la sal de la tierra. Ellos se adherían a la enseñanza de Pablo de obedecer a sus autoridades gubernamentales, y aún honrarlos, respetarlos y orar por ellos (Romanos 13:1-8). Aún más importante, es que ellos entendían que como creyentes, su esperanza residía en la protección que solo Dios provee. La misma verdad se aplica a nosotros en la actualidad. Cuando seguimos las enseñanzas de las Escrituras, nos volvemos la luz del mundo, como Dios nos diseñó para llegar a ser (Mateo 5:16).

El Señor dijo que los creyentes han de ser la sal de la tierra y la luz del mundo en (Mateo 5:13 y 14). En los tiempos bíblicos nunca hubo elecciones para gobernantes de parte del pueblo. La elección de oficiales es un fenómeno moderno. El ciudadano cristiano en particular, si siente la dirección del Señor después de oración y apoyo de amigos cristianos debe postularse para la candidatura de algún puesto público. Y si el Señor le da el puesto, "Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo para la gloria de Dios." (Colosenses 3:17). Uno de los padres fundadores de los estados unidos americanos, John Jay, dijo, "Providencia ha dado a nuestro pueblo el escoger sus gobernantes, y es el deber – así como el privilegio e importancia – de nuestra nación cristiana escoger y preferir a los cristianos como sus gobernantes." United States Founding Father, John Jay, "The Correspondence and Public Papers of John Jay, 1794-1826", Henry P. Johnson, editor, (Reprinted NY: Burt Franklin, 1970), Vol. IV, p. 393, October 12, 1816

Las entidades políticas no son la salvación del mundo. La salvación de toda la humanidad ha sido manifestada en Jesucristo. Dios sabía que nuestro mundo necesitaba ser salvado, aún mucho antes que cualquier gobierno nacionalista se hubiera formado. Él le demostró al mundo que la redención no podía ser logra

da a través del poder del hombre, su poder económico, su poderío militar o su política. La paz mental, la alegría, la esperanza y el gozo – y la salvación de la humanidad – se logra solo a través de Su obra de fe, amor y gracia.

Fuente: www.gotquestions .org

Otto Sánchez

El cristiano y la política

Pregunta: ¿Puede un creyente participar en política? ¿Cuál debe ser la reacción de la iglesia frente al involucramiento del cristiano en el ruedo político?

A través de los años, y aun hoy en día, la iglesia ha reaccionado de diversas formas, principalmente con estas tres posiciones: el activismo social, el fundamentalismo recalcitrante y la perspectiva bíblica balanceada.

La iglesia activista social es aquella que tiene como propósito los cambios sociales que mejoren la vida de la población. Fue esta visión que llevó a muchas iglesias a abrazar la Teología de la Liberación y seguir a teólogos católicos como el brasileño Leonardo Boff, el sacerdote peruano Gustavo Gutierrez y el sacerdote y guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo. Muchas iglesias al ver las víctimas de la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades, la injusticia, etc., abrazaron el activismo social y sus diferentes manifestaciones como método de lucha.

El activismo social y su manifestación a través la Teología de la Liberación no es una alternativa teológica que encuentre apoyo en las Escrituras, aunque se usen algunos textos fuera de contexto.

La Teología de la Liberación pierde de vista la naturaleza y propósito de la iglesia. Si bien es cierto que los males de la sociedad nos afectan, la manera que tiene la iglesia de combatirlo es por medio de la predicación del evangelio, y no por medio de la lucha armada. El mensaje del evangelio busca transformar al ser humano por medio de la gracia de Cristo y no por medio de la superación de los males sociales. La Biblia promueve el progreso, el trabajo, la dignidad y la redención integral del ser humano, pero a través de la obra redentora de Cristo en nosotros.

La iglesia fundamentalista recalcitrante en repudio al activismo social se desconectó de sus responsabilidades civiles y de todo lo que tuviera que ver con su participación en la búsqueda de soluciones a los males que aquejan la sociedad. John Stott[1] da su versión sobre el abandono de la iglesia a su misión integral y señala que los principales elementos que han influido son el surgimiento del fundamentalismo, la reacción al evangelio social (1910-1915) de Walter Raushenbuschs, la desesperanza en el período de las dos grandes guerras, entre otros.

La perspectiva bíblica balanceada nos da el estándar de lo que debe ser el creyente y sus responsabilidades civiles incluyendo la política. Las Escrituras nos enseñan que nuestra manera de actuar no se separa de lo que somos delante de Dios y de lo que debemos ser delante de los hombres.

¿Puede un creyente participar de la política partidista organizada?

Ante esta pregunta, mi respuesta podría ser arriesgada para algunos. Es un absoluto ¡sí!, pero bajo ciertas condiciones. Un creyente puede participar en política bajo los estándares que la palabra de Dios establece de lo que debe ser el comportamiento ético de un discípulo de Cristo.

Sal de la tierra y luz del mundo (Mateo 5: 13-16)

En el Sermón del Monte, Cristo le dice a sus

discípulos que ellos son sal y luz de la tierra. Ellos saben muy bien qué significan estas metáforas, al conocer las grandes salinas del Mar Muerto. Entendieron que al igual que la sal debían influenciar al mundo, dándole sabor y preservando el evangelio. Había corrupción en las cortes herodianas (Mateo 14:1-12); transigencias de poder por los saduceos; esfuerzo moral serio pero equivocado de algunos fariseos; visiones revolucionarias de los rebeldes zelotes y los experimentos de la llamada pureza moral de los separatistas de Qumrán y los esenios[2]. Es en ese contexto que el Señor les dice a sus discípulos que son la sal de la tierra.

La luz en este pasaje tiene dos imágenes particulares:

Una ciudad asentada sobre un monte (Mateo 5:14).

El candelabro en un hogar. (Mateo 5: 15) En ambos casos Jesús enseña que la luz penetra la oscuridad y no puede ni debe esconderse. De otra manera la luz pierde su propósito. El creyente, en el cumplimiento de sus responsabilidades civiles incluyendo la política, no debe olvidar que primero él es un representante de Cristo y después es todo lo demás. Somos compromisarios del reino de Dios: por lo tanto, todos los roles que asumamos están subordinados a nuestros roles como servidores de la causa de Cristo.

El creyente en su rol de político

John Stott[3] traza una diferencia entre política y político. Esta diferencia es a partir de la etimología del término:

Sentido amplio En el sentido amplio, política es un sustantivo, que viene del griego polis (ciudad). Y quiere significar la vida de la ciudad. En ese sentido amplio tenemos el adjetivo político que viene del griego polités (ciudadano) que denota las responsabilidades de este con la (polis) ciudad.

Sentido restringido En el sentido restringido política es el arte de gobernar. Este término está relacionado con la elaboración y la adopción de medidas específicas con vistas a que se perpetúen en el marco de la ley.

Trazadas esas diferencias que Stott establece debemos preguntarnos si Jesús participó en política. La respuesta, es que en el sentido amplio sí; pero en el sentido restringido es evidente que no:

No participó en ningunas de las opciones de poder político de su época.

No fundó ningún partido político. No adoptó ningún programa político vigente en su tiempo.

No dirigió una protesta política.

No dio ningún paso para influir en las políticas del César, de Pilato, ni de Herodes.

Sin embargo, su mensaje afectó la vida política y social de su época, llegando hasta el día de hoy. Trajo un nuevo paradigma de justicia y libertad a partir del servicio, la justicia y el amor. Los cristianos que participan o quieren participar en la política en su sentido restringido deben tomar en cuenta los siguientes elementos:

Prioridad. Aunque la iglesia somos los creyentes, y algunos creyentes están en el campo político, el mensaje central de la iglesia debe ser el evangelio y sigue siendo la cruz de Cristo como esperanza integral del ser humano. Llamado confirmado. El cristiano que participa en política debe tener un llamado especial de Dios que debe ser confirmado por hombres de Dios sabios, preparados y experimentados. José, Daniel, David fueron servidores de Dios en las diferentes plataformas del poder político de su tiempo. Su éxito fue congruente con el llamado que Dios lo hiciera.

Preparación adecuada. Los creyentes que participan en la política no deben ser improvisados ni aficionados. Deben ser profesionales de la política. Personas que hayan recibido instrucción formal o informal sostenida del quehacer político.

Perspectiva correcta. Debemos evitar lo que Chuck Colson llamó la “ilusión política”[4]. El cristiano que hace política debe estar consciente de la depravación del ser humano y que un mundo de total justicia no puede ser posible.

Pureza de la iglesia. El creyente llamado por Dios al quehacer político debe combatir la politización de la iglesia.

Honestidad. Que las gestiones del creyente en cargos públicos sean como consecuencias de su honestidad y capacidad técnica, y no de su sagacidad partidista.

La verdad de Dios. Dios y Su Palabra es su norma de fe y conducta, y no las circunstancias del momento.

5 principios a tomar en cuenta a la hora de votar, hacer política o afiliarnos a un partido o candidato.

• Evaluar el compromiso del partido político con la libertad de expresión del pensamiento, sea religioso, político o filosófico.

• La protección de la vida como sagrada. • La provisión de justicia para todos. •La preservación de la familia tradicional según los valores bíblicos.

• Gobernar con excelencia inspirado en un Dios que así lo espera(Deut. 17:14–20).

Los evangélicos en el mundo de la política, principalmente en el siglo XX van desde la ultra derecha recalcitrante de algunos sectores del “Bible Belt” del Sur norteamericano, los escándalos de corrupción, misticismo y crueldad en África y Asia, el liberalismo europeo, hasta la suma de todo lo anterior en Latinoamérica, lo cual deja un balance no muy positivo. Sin embargo, por todo esto no debemos dejar de dar respuestas a los males de la cultura desde una cosmovisión cristiana. Wilberforce y the Claphman Sect en Inglaterra, o Abraham Kuyper en Holanda son buenos precedentes de lo que podemos hacer como evangélicos y tener buenos resultados. Debemos apoyar a creyentes piadosos, preparados y llamados por Dios al ruedo político para glorificar Su nombre en estas delicadas funciones y salir bien en esa arena movediza de la política, tal como lo hicieron José, Daniel o Ester.

This article is from: