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No temáis, manada pequeña

En el mundo es muy probable que temamos. Cualquier razón lo suficientemente poderosa y que toque nuestra fibra más íntima, provoca irremediablemente temor. Dios en su palabra nos indica más de 300 veces que no debemos tener temor. Por tanto y mediante todas estas recomendaciones Dios nos alienta en seguir a la meta como hijos de Dios amado. Leamos los versículos del 7 al 9 del libro de Josué capítulo 1:

Josué 1:7 Solamente esfuérzate y sé muy valiente, para cuidar de hacer conforme a toda la ley que mi siervo Moisés te mandó; no te apartes de ella ni a diestra ni a siniestra, para que seas prosperado en todas las cosas que emprendas.

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Josué 1:8 Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.

Josué 1:9 Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas.

El pueblo de Dios estaba a punto de tomar posesión de la tierra prometida. Dios los insta a través de 7 recomendaciones para cobrar ánimo y luchar hasta el final para conseguirlo. Estas son: Esfuérzate, sé Valiente, Cumple la ley de Dios, medita la palabra de Dios, confiesa la palabra de Dios, no temer y no desanimarse. Vamos por parte: 1.- Esfuérzate Esfuérzate proviene del hebreo (kjazác), que significa: atrapar, agarrar, ser fuerte, obstinar, conquistar. Es importante considerar que ésta palabra denota una acción para conquistar algo con determinación, fuerza y obstinación. Dios desea que sus hijos logren tal punto de esfuerzo y nada haga que el hijo de Dios cambie su norte que es Jesucristo. 2.- Se Valiente Se Valiente proviene del hebreo (amats), que significa: afirmar, alentar, animar. Todo esto denota una actitud firme y resuelta a vencer, con pujante valor.

3.- Cumple la ley de Dios (Del Versículo: cuidar de hacer conforme a toda la ley)

Cuidar viene del hebreo (shamár) que significa, cercar alrededor, guardar, proteger. Y la palabra hacer del hebreo (asá) que significa, actuar, administrar, adquirir. Esto denota un interés en observar cuidadosamente hasta los más mínimos detalles de nuestras acciones, para asegurarnos del resultado final

4.- Confiesa la palabra de Dios (Del versículo: “Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley”)

La palabra apartará es la hebrea mush, la cual significa, retirarse, apartarse, quitar, separar. Por tanto esto implica que nosotros como hijos de Dios, debemos accionar según lo indique Dios.

5.- Medita la palabra de Dios La palabra meditar proviene del hebreo jagá, que significa: meditar, gemir, hablar, pensar, pronunciar. Debemos pensar los pensamientos de Dios y actuar en consecuencia.

6.- No temas Aquí la palabra hebrea que se traduce temor, es aráts, que significa: hostigar,

desalentar, desmayar, miedo, quebranto, temible. Enfatiza la necesidad de no desalentarnos por temor u hostigamiento de las circunstancias adversas. Debemos confiar en la supereminente grandeza del poder de Dios y que para EL nada es imposible.

7.- No te desanimes (Del versículo: “ni desmayes”)

Proviene del hebreo kjatát que significa: acobardar, asustar, quebrantar, derribar. Esto ya sea por violencia, confusión o temor. Es decir, no debemos perder la motivación y seguir la marcha, porque las promesas divinas son seguras.

Conquistemos nuestro objetivo que es Cristo con una actitud firme, manteniendo e incorporando la palabra de Dios en nuestra vida, accionando de acuerdo a lo que ella dice, de manera de no desalentarnos ni perder motivación frente a las dificultades para seguir al llamamiento de Dios.

Deuteronomio 31:6 Esforzaos y cobrad ánimo; no temáis, ni tengáis miedo de ellos, porque Jehová tu Dios es el que va contigo; no te dejará, ni te desamparará.

Deuteronomio 31:8 Y Jehová va delante de ti; él estará contigo, no te dejará, ni te desamparará; no temas ni te intimides.

Isaías 8:12 No llaméis conspiración a todas las cosas que este pueblo llama conspiración; ni temáis lo que ellos temen, ni tengáis miedo.

Isaías 41:10 No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia.

Fuente: mentefija.wordpress.com

No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. (Lucas 12:32)

¿Cómo debe ver la política un cristiano?

Si hay algo que encienda la chispa para un debate espontáneo, o una discusión abierta, es una discusión sobre política – aún entre creyentes. Como seguidores de Cristo, ¿cuál debe ser nuestra actitud y nuestra participación en la política? Se ha dicho que "la religión y la política no se mezclan." Pero ¿es realmente cierto? ¿Podemos tener opiniones políticas fuera de las consideraciones de nuestra fe cristiana? La respuesta es no, no podemos. La Biblia nos da dos verdades en cuanto a nuestra actitud hacia la política y el gobierno.

La primera verdad, es que la voluntad de Dios impregna y reemplaza cada aspecto de nuestra vida. La voluntad de Dios es lo que tiene prioridad sobre todo y todos (Mateo 6:33). Los planes y propósitos de Dios están prefijados, y Su voluntad es inviolable. Lo que Él se ha propuesto, lo llevará a cabo, y ningún gobierno puede frustrar Su voluntad (Daniel 4:34-35).

De hecho, es Dios quien "quita reyes y pone reyes" (Daniel 2:21), porque "el Altísimo gobierna el reino de los hombres, y a quien él quiere lo da." (Daniel 4:17). Una clara comprensión de esta verdad, nos ayudará a ver que la política es meramente un método que Dios usa para llevar a cabo Su voluntad. Aunque hombres perversos abusen de su poder político, utilizándolo para el mal, Dios lo usa para bien, "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados." (Romanos 8:28).

En segundo lugar, debemos estar conscientes del hecho de que nuestro gobierno no puede salvarnos. ¡Solo Dios lo puede hacer! Nunca leemos en el Nuevo Testamento, que Jesús, o cualquiera de los apóstoles invirtiera ni tiempo ni energía enseñando a los creyentes cómo reformar al mundo pagano de su idolatría, inmoralidad y prácticas corruptas por medio del gobierno. Los apóstoles jamás instaron a los creyentes a demostrar desobediencia civil para protestar contra las injustas leyes o los regímenes brutales del Imperio Romano. En cambio, los apóstoles les ordenaron a los cristianos del primer siglo, así como a nosotros hoy, proclamar el Evangelio y vivir vidas que den una clara evidencia del poder transformador del Evangelio.

No hay duda de que nuestra responsabilidad para con el gobierno es obedecer las leyes y ser buenos ciudadanos (Romanos 13:1-2). Dios ha establecido toda autoridad, y Él lo hace para nuestro beneficio, "para castigo de los malhechores y alabanza de los

que hacen bien." (1 Pedro 2:13-15). Pablo nos dice en Romanos 13:1-8 que la responsabilidad del gobierno, es gobernar con autoridad sobre nosotros – esperamos que para nuestro bien – para recaudar los impuestos y guardar la paz. Donde tenemos voz y podemos elegir a nuestros líderes, debemos ejercer ese derecho por medio de la votación por aquellos cuyas perspectivas se asemejen más a las nuestras. Sea que nuestra religión permite a cristianos votar para gobernantes infieles es una pregunta que merece más consideración que parece con todo haber recibido generalmente del clero o de la laicidad. Me parece a mí que lo que el profeta dijo a Josafat en cuanto a su unión con Acab nos proporciona una lección saludable. "¿Al impío das ayuda, y amas a los que aborrecen a Jehová? Pues ha salido de la presencia de Jehová ira contra ti por esto." United States Founding Father, John Jay, "The Correspondence and Public Papers of John Jay, 1794-1826", Henry P. Johnson, editor, (New York: G.P. Putnam's Sons, 1893), Vol. IV, p. 365

Uno de los grandes engaños de Satanás, es que pongamos nuestra confianza para la moralidad cultural y vida piadosa, en las manos de políticos y funcionarios gubernamentales. La esperanza nacional de un cambio, no se encuentra en la clase dominante de ningún país. La iglesia ha cometido un error si piensa que es trabajo de los políticos el defender, difundir y guardar las verdades bíblicas y los valores cristianos.

El objetivo de la iglesia, de acuerdo al propósito de Dios, no se encuentra en el activismo político. En ninguna parte de la Escritura se nos ordena invertir nuestra energía, nuestro tiempo, o nuestro dinero en los asuntos gubernamentales. Nuestra misión radica, no en cambiar a la nación a través de reformas políticas, sino en cambiar los corazones a través de la Palabra de Dios. Cuando los creyentes piensan que el crecimiento y la influencia de Cristo puede de

alguna manera ser aliada de la política gubernamental, corrompen la misión de la iglesia. Nuestro mandato cristiano, es propagar el Evangelio de Jesucristo y predicar en contra del pecado de nuestra era. Solo cuando los corazones de los individuos en una cultura sean cambiados por Cristo, esa cultura comenzará a reflejar el cambio.

Los creyentes a través de los siglos, han vivido, y aún florecido, bajo gobiernos antagonistas, represivos y paganos. Esto era especialmente cierto con los creyentes de los primeros siglos, quienes bajo despiadados regímenes políticos, mantenían su fe bajo una enorme tensión cultural. Ellos entendían que eran ellos, y no sus gobiernos, quienes eran la luz del mundo y la sal de la tierra. Ellos se adherían a la enseñanza de Pablo de obedecer a sus autoridades gubernamentales, y aún honrarlos, respetarlos y orar por ellos (Romanos 13:1-8). Aún más importante, es que ellos entendían que como creyentes, su esperanza residía en la protección que solo Dios provee. La misma verdad se aplica a nosotros en la actualidad. Cuando seguimos las enseñanzas de las Escrituras, nos volvemos la luz del mundo, como Dios nos diseñó para llegar a ser (Mateo 5:16).

El Señor dijo que los creyentes han de ser la sal de la tierra y la luz del mundo en (Mateo 5:13 y 14). En los tiempos bíblicos nunca hubo elecciones para gobernantes de parte del pueblo. La elección de oficiales es un fenómeno mo-derno. El ciudadano cristiano en particular, si siente la dirección del Señor después de oración y apoyo de amigos cristianos debe postularse para la candidatura de algún puesto público. Y si el Señor le da el puesto, "Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo para la gloria de Dios." (Colosenses 3:17). Uno de los padres fundadores de los estados unidos americanos, John Jay, dijo, "Providencia ha dado a nuestro pueblo el escoger sus gobernantes, y es el deber – así como el privilegio e importancia – de nuestra nación cristiana escoger y preferir a los cristianos como sus gobernantes." United States Founding Father, John Jay, "The Correspondence and Public Papers of John Jay, 1794- 1826", Henry P. Johnson, editor, (Reprinted NY: Burt Franklin, 1970), Vol. IV, p. 393, October 12, 1816

Las entidades políticas no son la salvación del mundo. La salvación de toda la humanidad ha sido manifestada en Jesucristo. Dios sabía que nuestro mundo necesitaba ser salvado, aún mucho antes que cualquier gobierno nacionalista se hubiera formado. Él le demostró al mundo que la redención no podía ser lograda a través del poder del hombre, su poder

económico, su poderío militar o su política. La paz mental, la alegría, la esperanza y el gozo – y la salvación de la humanidad – se logra solo a través de Su obra de fe, amor y gracia.

Fuente: www.gotquestions .org

Otto Sánchez

El cristiano y la política

Pregunta: ¿Puede un creyente participar en política? ¿Cuál debe ser la reacción de la iglesia frente al involucramiento del cristiano en el ruedo político?

A través de los años, y aun hoy en día, la iglesia ha reaccionado de diversas formas, principalmente con estas tres posiciones: el activismo social, el fundamentalismo recalcitrante y la perspectiva bíblica balanceada.

La iglesia activista social es aquella que tiene como propósito los cambios sociales que mejoren la vida de la población. Fue esta visión que llevó a muchas iglesias a abrazar la Teología de la Liberación y seguir a teólogos católicos como el brasileño Leonardo Boff, el sacerdote peruano Gustavo Gutierrez y el sacerdote y guerrillero colombiano Camilo Torres Restrepo. Muchas iglesias al ver las víctimas de la pobreza, la marginación, la falta de oportunidades, la injusticia, etc., abrazaron el activismo social y sus diferentes manifestaciones como método de lucha.

El activismo social y su manifestación a través la Teología de la Liberación no es una alternativa teológica que encuentre apoyo en las Escrituras, aunque se usen algunos textos fuera de contexto.

La Teología de la Liberación pierde de vista la naturaleza y propósito de la iglesia. Si bien es cierto que los males de la sociedad nos afectan, la manera que tiene la iglesia de combatirlo es por medio de la predicación del evangelio, y no por medio de la lucha armada. El mensaje del evangelio busca transformar al ser humano por medio de la gracia de Cristo y no por medio de la superación de los males sociales. La Biblia promueve el progreso, el trabajo, la dignidad y la redención integral del ser humano, pero a través de la obra redentora de Cristo en nosotros.

La iglesia fundamentalista recalcitrante en repudio al activismo social se desconectó de sus responsabilidades civiles y de todo lo que tuviera que ver con su participación en la búsqueda de soluciones a los males que aquejan la sociedad. John Stott[1] da su versión sobre el abandono de la iglesia a su misión integral y señala que los principales elementos que han influido son el surgimiento del fundamentalismo, la reacción al evangelio social (1910-1915) de Walter Raushenbuschs, la desesperanza en el período de las dos grandes guerras, entre otros.

La perspectiva bíblica balanceada nos da el estándar de lo que debe ser el creyente y sus responsabilidades civiles incluyendo la política. Las Escrituras nos enseñan que nuestra manera de actuar no se separa de lo que somos delante de Dios y de lo que debemos ser delante de los hombres.

¿Puede un creyente participar de la política partidista organizada?

Ante esta pregunta, mi respuesta podría ser arriesgada para algunos. Es un absoluto ¡sí!, pero bajo ciertas condiciones. Un creyente puede participar en política bajo los estándares que la palabra de Dios establece de lo que debe ser el comportamiento ético de un discípulo de Cristo.

Sal de la tierra y luz del mundo (Mateo 5: 13-16)

En el Sermón del Monte, Cristo le dice a sus

discípulos que ellos son sal y luz de la tierra. Ellos saben muy bien qué significan estas metáforas, al conocer las grandes salinas del Mar Muerto. Entendieron que al igual que la sal debían influenciar al mundo, dándole sabor y preservando el evangelio. Había corrupción en las cortes herodianas (Mateo 14:1-12); transigencias de poder por los saduceos; esfuerzo moral serio pero equivocado de algunos fariseos; visiones revolucionarias de los rebeldes zelotes y los experimentos de la llamada pureza moral de los separatistas de Qumrán y los esenios[2]. Es en ese contexto que el Señor les dice a sus discípulos que son la sal de la tierra.

La luz en este pasaje tiene dos imágenes particulares:

Una ciudad asentada sobre un monte (Mateo 5:14).

El candelabro en un hogar. (Mateo 5: 15) En ambos casos Jesús enseña que la luz penetra la oscuridad y no puede ni debe esconderse. De otra manera la luz pierde su propósito. El creyente, en el cumplimiento de sus responsabilidades civiles incluyendo la política, no debe olvidar que primero él es un representante de Cristo y después es todo lo demás. Somos compromisarios del reino de Dios: por lo tanto, todos los roles que asumamos están subordinados a nuestros roles como servidores de la causa de Cristo.

El creyente en su rol de político

John Stott[3] traza una diferencia entre política y político. Esta diferencia es a partir de la etimología del término: Sentido amplio En el sentido amplio, política es un sustantivo, que viene del griego polis (ciudad). Y quiere significar la vida de la ciudad. En ese sentido amplio tenemos el adjetivo político que viene del griego polités (ciudadano) que denota las responsabilidades de este con la (polis) ciudad.

Sentido restringido En el sentido restringido política es el arte de gobernar. Este término está relacionado con la elaboración y la adopción de medidas específicas con vistas a que se perpetúen en el marco de la ley.

Trazadas esas diferencias que Stott establece debemos preguntarnos si Jesús participó en política. La respuesta, es que en el sentido amplio sí; pero en el sentido restringido es evidente que no:

No participó en ningunas de las opciones de poder político de su época.

No fundó ningún partido político. No adoptó ningún programa político vigente en su tiempo.

No dirigió una protesta política.

No dio ningún paso para influir en las políticas del César, de Pilato, ni de Herodes.

Sin embargo, su mensaje afectó la vida política y social de su época, llegando hasta el día de hoy. Trajo un nuevo paradigma de justicia y libertad a partir del servicio, la justicia y el amor. Los cristianos que participan o quieren participar en la política en su sentido restringido deben tomar en cuenta los siguientes elementos: Prioridad. Aunque la iglesia somos los creyentes, y algunos creyentes están en el campo político, el mensaje central de la iglesia debe ser el evangelio y sigue siendo la cruz de Cristo como esperanza integral del ser humano. Llamado confirmado. El cristiano que participa en política debe tener un llamado especial de Dios que debe ser confirmado por hombres de Dios sabios, preparados y experimentados. José, Daniel, David fueron servidores de Dios en las diferentes plataformas del poder político de su tiempo. Su éxito fue congruente con el llamado que Dios lo hiciera. Preparación adecuada. Los creyentes que participan en la política no deben ser improvisados ni aficionados. Deben ser profesionales de la política. Personas que hayan recibido instrucción formal o informal sostenida del quehacer político.

Perspectiva correcta. Debemos evitar lo que Chuck Colson llamó la “ilusión política”[4]. El cristiano que hace política debe estar consciente de la depravación del ser humano y que un mundo de total justicia no puede ser posible.

Pureza de la iglesia. El creyente llamado por Dios al quehacer político debe combatir la politización de la iglesia.

Honestidad. Que las gestiones del creyente en cargos públicos sean como consecuencias de su honestidad y capacidad técnica, y no de su sagacidad partidista. La verdad de Dios. Dios y Su Palabra es su norma de fe y conducta, y no

las circunstancias del momento.

5 principios a tomar en cuenta a la hora de votar, hacer política o afiliarnos a un partido o candidato.

• Evaluar el compromiso del partido político con la libertad de expresión del pensamiento, sea religioso, político o filosófico.

• La protección de la vida como sagrada. • La provisión de justicia para todos. •La preservación de la familia tradicional según los valores bíblicos.

• Gobernar con excelencia inspirado en un Dios que así lo espera(Deut. 17:14–20).

Los evangélicos en el mundo de la política, principalmente en el siglo XX van desde la ultra derecha recalcitrante de algunos sectores del “Bible Belt” del Sur norteamericano, los escándalos de corrupción, misticismo y crueldad en África y Asia, el liberalismo europeo, hasta la suma de todo lo anterior en Latinoamérica, lo cual deja un balance no muy positivo. Sin embargo, por todo esto no debemos dejar de dar respuestas a los males de la cultura desde una cosmovisión cristiana. Wilberforce y the Claphman Sect en Inglaterra, o Abraham Kuyper en Holanda son buenos precedentes de lo que podemos hacer como evangélicos y tener buenos resultados. Debemos apoyar a creyentes piadosos, preparados y llamados por Dios al rue - do político para glorificar Su nombre en estas delicadas funciones y salir bien en esa arena movediza de la política, tal como lo hicieron José, Daniel o Ester.

Billy Graham

¿Qué es el evangelio?

Justo antes de que yo saliera a cumplir con uno de mis compromisos de predicación en África, un vecino me preguntó con cierto desdén: “¿Por qué va a África a llevar su religión? Ellos tienen sus propias religiones. ¿Por qué molestarlos con la suya?”. Se sorprendió mucho cuando le aseguré que no vamos a ninguna parte a predicar “religión”.

Nuestro mensaje es el evangelio de nuestro Señor Jesucristo. Yo no cruzaría ni la calle –mucho menos, el océano– para lograr que alguien se interesara en la religión; pero estoy dispuesto a ir a cualquier lugar del mundo a predicar el evangelio del Hijo de Dios.

A lo largo de los siglos, ha habido cientos de miles de personas que han tenido la misma dedicación de Pablo, el principal apóstol: “Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a cabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios” (Hechos 20:24). Hay miles de religiones, pero solo un evangelio.

Pablo dijo: “No me avergüenzo del evangelio, pues es poder de Dios para la salvación de todos los que creen” (Romanos 1:16).

El evangelio es el poder de Dios que toma a un ladrón y lo convierte en una persona honesta. El evangelio es el poder de Dios que transforma a un asesino en alguien con un corazón lleno de amor. El evangelio es el poder de Dios que toma a un hombre o a una mujer caídos, levanta a esa persona y la hace pura como un ángel. ¡El evangelio de Jesucristo es el poder de Dios que puede cambiarlo a usted!

Después de 2000 años, el evangelio no ha perdido nada de su antiguo poder. Es tanto el poder de Dios para salvación hoy como lo fue cuando se lo predicó por primera vez. Puede vencer todos los obstáculos y romper todas las barreras. El pecado no es obstáculo, ya que aun en los extremos de desesperanza y degradación, el evangelio florece, porque lleva consigo la abundante gracia de Dios.

Dios es tan rico que no vende nada de esto. Aun los más ricos son tan lastimosamente pobres que no podrían comprarlo. Es un regalo gratuito: por fe, por medio de la fe, y nada más.

Siempre el mismo fruto El evangelio funciona en cualquier lugar, en todo lugar. Ha sido declarado en todos los continentes de la tierra, en todas las condiciones sociales, raciales, culturales y económicas que sea posible imaginar. Siempre funciona y siempre produce el mismo fruto. Despeja las tinieblas, libera de ataduras, libera a los cautivos del pecado e imparte libertad y paz.

Aun entre los cristianos, hay una ignorancia generalizada en cuanto a los ingredien

tes que componen el evangelio. La Biblia nos advierte sobre quienes “quieren tergiversar el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:7). ¿Acaso hay advertencia más severa que las palabras de Gálatas 1:9? “Si alguien les anda predicando un evangelio distinto del que recibieron, ¡que caiga bajo maldición!”. Dado que este evangelio es el evangelio de la gloria de Dios, la persona que predica “otro evangelio” (es decir, un poco de ley, un poco de gracia, un poco de Cristo, un poco del yo, un poco de fe, un poco de obras) le roba la gloria a Dios y la esperanza al pecador.

No hay nada más importante para conocer y tener en claro en nuestra mente, que el evangelio de Jesucristo. El Nuevo Testamento insiste en que somos salvos por creer el evangelio. Si usted cree el evangelio, será liberado del castigo y el poder del pecado aquí y ahora, y cuando esta breve vida terrenal termine, irá al cielo. Si no cree el evangelio, estará perdido en las tinieblas de afuera. Cualquier cosa que determine nuestro destino eterno, sin duda, merece que la estudiemos con máxima atención. ¿Qué es, entonces, el evangelio de la gracia de Dios? Si la Biblia enseña que somos salvos por creer el evangelio, ¿qué es lo que debemos creer?

Pidámosle la respuesta a Pablo. Él nos señala en 1 Corintios 15:1-4: “Ahora, hermanos, quiero recordarles el evangelio que les prediqué, el mismo que recibieron

y en el cual se mantienen firmes. Mediante este evangelio son salvos, si se aferran a la palabra que les prediqué. De otro modo, habrán creído en vano. Porque ante todoles transmití a ustedes lo que yo mismo recibí: que Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras, que fue sepultado, que resucitó al tercer día según las Escrituras”. Una obra en tres días Usted se dará cuenta enseguida de que el evangelio de la gracia de Dios está compuesto por dos partes: primero, Cristo murió por nuestros pecados; segundo, Cristo resucitó de los muertos. Si usted lee las epístolas de Pablo, verá que su mensaje está centrado en tres cosas: la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo.

Esto está en total armonía con el resto del Nuevo Testamento, ya que debemos recordar que Cristo no vino principalmente a predicar el evangelio (aunque proclamó libertad a los prisioneros), sino más bien, vino para que hubiera un evangelio que predicar. Este evangelio fue ganado y hecho realidad por la obra de Cristo en ese cruel madero.

Él vino del cielo a la tierra con un extraño propósito. Era tan diferente del de todo otro ser humano, que se aferra a la vida y que pasa la vida empeñado en vivir. El Señor Jesús vino con el propósito de morir. Aunque la muerte no tenía derecho alguno sobre Él, nació para morir.

Simón Pedro declaró: “Porque Cristo murió por los pecados una vez por todas, el justo por los injustos, a fin de llevarlos a ustedes a Dios” (1 Pedro 3:18). Todos hemos quebrantado las leyes de Dios y hemos desobedecido abiertamente sus mandamientos, y por ello, todos estamos bajo sentencia de muerte. Pecar contra un Dios infinitamente santo es incurrir en una culpa infinita y exige un sacrificio infinito. Pero el infinito Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo, murió; y al morir, satisfizo plenamente cualquier reclamo que hubiera en nuestra contra. La diferencia vital Si alguien, en nuestro país, fuera sentenciado a muerte por asesinato, y uno de sus amigos fuera ante el juez, diciendo que morirá gustosamente en lugar del condenado, el tribunal se vería obligado a sentenciar que, según nuestras leyes, un hombre no puede morir en lugar de otro.

Pero Dios no está atado por las leyes de los hombres. “Pero el Señor quiso quebrantarlo y hacerlo sufrir, y […] él ofreció su vida en expiación” (Isaías 53:10).

Nosotros, los seres humanos, con nuestras limitaciones de tiempo y espacio, fechamos la muerte del Señor Jesús en el primer siglo de la presente era y la ubicamos en “la colina verde, allá lejos, fuera de los muros de la ciudad”. Pero, en lo que a Dios concierne,

es un acontecimiento atemporal.

En realidad, el Señor Jesús fue muerto, en la mente y en el plan de Dios, desde antes de la fundación del mundo (Apocalipsis 13:8). Para el ojo de la fe, la muerte de Jesucristo está tan cerca de nosotros como lo estuvo para el ladrón que murió junto a Él. Pero Pablo no se limitó a declarar la obra de la cruz. El hecho de que el Señor Jesús murió para salvar es una mitad del evangelio; el hecho de que resucitó de los muertos para guardar es la otra mitad. Ambas partes son esenciales en el evangelio completo de la gracia de Dios. Jesús habría sido un Salvador insuficiente si hubiera permanecido muerto. El hecho de que murió y ahora vive en el cielo por nosotros demuestra que Él es un Salvador completamente suficiente.

La diferencia vital entre nuestra fe sobrenatural y todas las religiones naturalistas del mundo es la resurrección de Jesucristo de entre los muertos.

El mensaje que nunca falla Este, pues, es el evangelio. Este es el mensaje que, cuando se lo cree, nunca deja de ser poder de Dios para salvación. No hay casos difíciles o irremediables. Para muchos que están pereciendo en sus pecados, es locura; pero para nosotros que somos salvos, es poder de Dios (1 Corintios 1:18).

“Cristo murió por nuestros pecados según las Escrituras” (1 Corintios 15:3). Esta es la única base sobre la cual un Dios santo y recto puede perdonarle a usted sus pecados y recibirlo para sí. El que fue crucificado, ahora vive en la gloria, en el poder de la resurrección. El Dios todopoderoso lo ha declarado Príncipe y Salvador.

No puedo instarlo lo suficiente a que acepte al Señor Jesús ahora mismo, en la quietud de su corazón; que se aparte de sus pecados y acuda a Él, y lo reciba como su Señor y Salvador.

Recíbalo con sus ojos: “Mirad a mí, y sed salvos” (Isaías 45:22, RV60). Recíbalo con sus pies: “Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso” (Mateo 11:28). Recíbalo con sus manos: “El que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida” (Apocalipsis 22:17). Recíbalo con sus labios: “Prueben y vean que el Señor es bueno” (Salmos 34:8). Recíbalo con sus oídos: “Escúchenme y vivirán” (Isaías 55:3). Recíbalo con su voluntad: “Elijan ustedes mismos a quiénes van a servir” (Josué 24:15). Recíbalo con su corazón: “Confía en el Señor de todo corazón” (Proverbios 3:5). Si usted lo recibe, Él lo recibirá a usted, y descubrirá que este evangelio, que habla de la muerte, la sepultura y la resurrección de Cristo por usted, es poder de Dios para salvación eterna.

De no indicarse algo diferente, las citas bíblicas incluidas en este artículo son tomadas de la Santa Biblia, Nueva Versión Internacional (NVI) Copyright © 1999 Biblica. Las citas bíblicas marcadas como RV60 fueron tomadas de la Santa Biblia, Versión ReinaValera 1960, Copyright © 1960 American Bible Society.

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