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LOS NUEVOS CONTEXTOS DE LA EVANGELIZACION INTERROGAN A LA ACCION CATEQUETICA Alvaro Ginel SDB Mi propósito en este apartado es reagrupar en grandes núcleos la realidad mundana en la que los cristianos vivimos y que influye hoy sobre la persona y la lleva a ser más o menos sensible a la acogida del mensaje evangélico que nos ha sido dado en los gestos y palabras de Jesús, el Hijo de Dios (Hebr 1,2). De este ambiente, que constituye el tejido de la sociedad actual, no están exentos los cristianos como ciudadanos ni la misma Iglesia como institución que vive en el mundo. No es posible repensar la forma de evangelización y de catequesis al margen de la realidad donde la Iglesia intenta instaurar el reino de Dios. “Es deber permanente de la Iglesia escrutar a fondo los signos de la época e interpretarlos a la luz del Evangelio, de forma que, acomodándose a cada generación, pueda la Iglesia responder a los perennes interrogantes de la humanidad sobre el sentido de la vida presente y futura y sobre la mutua relación. Es necesario, por ello, conocer y comprender el mundo en que vivimos, sus esperanzas, sus aspiraciones y el sesgo dramático que con frecuencia la caracteriza”. No es indiferente la situación social en la que la Iglesia está incardinada. 1. Nuestro tiempo es tiempo favorable para el anuncio del Evangelio El punto de partida para la reflexión que sigue, tiene como telón de fondo la doble afirmación que hacen los obispos de Francia: “Rechazamos toda nostalgia de épocas pasadas, en las que el principio de autoridad parecía imponerse de manera indiscutible. No soñamos con una imposible vuelta a lo que se denomina “cristiandad”. En el contexto de la sociedad actual es donde queremos poner por obra la fuerza de la propuesta y de interpelación del Evangelio, sin olvidar que éste es susceptible de cuestionar el ordenamiento del mundo y de la sociedad cuando tal ordenamiento tiende a hacerse inhumano. En pocas palabras pensamos que los tiempos actuales no son más desfavorables para el anuncio del Evangelio que los tiempos de nuestra historia pasada. La situación crítica en que nos encontramos nos impulsa, por el contrario, a ir a las fuentes de nuestra fe y a hacernos discípulos y testigos del Dios de Jesucristo de una forma más decidida y radical. La segunda idea que me parece importante es: “La crisis por la que atravesamos no se debe básicamente al hecho de que ciertas categorías de católicos hayan perdido la fe o vuelto la espalda a los valores de la tradición cristiana. Sin duda, cada uno de nosotros debe interrogarse sobre su adhesión real a Cristo, a su Evangelio y a su Cuerpo eclesial. Por otro lado, no podemos seguir atribuyendo nuestras dificultades presentes a la hostilidad de los adversarios de la Iglesia.