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DIMENSIÓN COMUNITARIA DE LA CATEQUESIS1 Emilio Alberich
La emergencia comunitaria tiene notables aplicaciones al campo de la catequesis. La “opción comunitaria” en la pastoral catequética
Hay que afirmar con fuerza la relación estrecha que vincula la catequesis a la comunidad: “La experiencia catequética moderna confirma una vez más que antes están los catequistas y después los catecismos; no sólo, aún antes están las comunidades eclesiales.
Así como no se puede concebir una comunidad sin una buena
catequesis, no se puede pensar en una buena catequesis sin la participación de toda la comunidad”.2
Esta insistencia sobre la importancia de la comunidad es ya una adquisición básica que nadie cuestiona: es necesario “hacer de modo que la catequesis se realice en un contexto comunitario, que sea un proceso de inserción en la comunidad eclesial y que ésta sea catequizadora”.3 De hecho, “la experiencia pone de manifiesto que la catequesis sólo puede transmitir lo que se vive concretamente”.4 Se puede hablar en este sentido de una clara opción comunitaria en la conciencia catequética actual, según la cual la comunidad cristiana es condición, lugar, sujeto, objeto y meta de la catequesis (cf. DGC 158. 254).
Veámoslo más
detalladamente.
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Texto tomado de: Catequesis Evangelizadora, Editorial CCS, 2009 Italia (1988) 200. 3 Brasil (2006) 14. 4 Alemania (2006) 6.2. De manera parecida H. Derroitte: “la catequesis desarrolla lo que la comunidad vive, cree y celebra: no hay catequesis sin el apoyo de comunidades vivas”: Por una nueva catequesis. Jalones para un nuevo proyecto catequético. Santander, Sal Terrae 2004, 77. Cf. también Bélgica (2006) 62-65 (“La comunidad”). 2
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La comunidad es condición necesaria para la catequesis
El testimonio efectivo de una comunidad es condición imprescindible de una catequesis significativa, ya que todo proceso catequético “debe suponer para quien lo hace una verdadera experiencia de Iglesia”.5 “La pedagogía catequística es eficaz en la medida en que la comunidad cristiana se convierte en referencia concreta y ejemplar para el itinerario de fe de cada uno. Esto sucede si la comunidad se concibe como fuente, lugar y meta de la catequesis” (DGC 158). La catequesis tiene absoluta necesidad de un “baño de vida eclesial” para su ejercicio.
Los obispos franceses hablan de la comunidad como de un “milieu
nourricier” que ejerce una esencial función materna en la catequesis: “Sin esta solicitud materna de la comunidad cristiana, la catequesis no podrá ayudar a los hombres y las mujeres a “mantenerse en pie en la vida, como creyentes” (“se tenir dans la vie en croyants”)”.6 Se ha podido decir que “la comunidad auténtica (comunidad que avanza) es el mejor texto de catequesis”,7 que “la comunidad cristiana es en sí misma catequesis viviente” (DGC 141), que ésta corre el peligro de esterilizarse si no está arropada por el testimonio de una comunidad (CT 24). De aquí la convicción de que el catequista tiene que cumplir la función de un intérprete (DCG [1971] 35), es decir, de uno que explica cuanto vive y profesa la comunidad. De todo esto se infiere que sólo puede ser objeto de catequesis lo que verdaderamente se realiza en la comunidad.8
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España (1983) 153. Francia (2006) 1.5. 7 DEPARTAMENTO DE CATEQUESIS (DECAT) […], Líneas comunes de orientación para la catequesis en América Latina. 2 ed., Bogotá, Centro de Publicaciones CELAM 1986, 41. 8 Cf. B. DREHER, “Katechese im Organismus der Gesamtseelsorge”, en: B. DREHER – A. EXELER – K. TILMANN, Katechese und Gesamtseelsorge. Würzburg, Echter 1966, 72. 6
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La experiencia atestigua con creces el fracaso de una catequesis que se limita a presentar la experiencia cristiana como debería ser, es decir, en abstracto, sin el aval visible y constatable de la realidad vivida en comunidad.9 Se puede formular una especie de ley estructural: “sin comunidad de fe no hay comunicación de la fe”; “si no se comparte la fe no es posible crecer en la fe”.
La comunidad es el lugar natural de la catequesis “[La comunidad] siendo lo que es, anuncia, celebra, vive y permanece siempre como el espacio vital indispensable y primario de la catequesis” (DGC 141). En realidad será siempre posible distinguir varios lugares de catequesis o señalar los nuevos lugares, en las nuevas formas de comunidad. Pero queda siempre la convicción de que la acción catequética encuentra su natural y fundamental espacio de referencia en la comunidad eclesial. Esta exigencia obliga a repensar y verificar los lugares de la catequesis, tanto los tradicionales (parroquia, escuela, asociación, etc.) como los nuevos (grupos, comunidades, movimientos, etc.) Será la “calidad comunitaria” de cada ambiente el criterio que permitirá considerarlo o no como lugar de catequesis.
La comunidad es el sujeto propio de la catequesis
La comunidad cristiana, viva y convincente, es el sujeto primero de la transmisión de la fe y agente solidariamente responsable de la catequesis.10
Es ella el
verdadero sujeto de la catequesis, aunque de hecho se recurra a personas o estructuras particulares para su ejercicio.
9
Cf. J. COLOMB, De quelques conditions doctrinales et spirituelles pour l’annonce de Jésus-Christ à l’homme d’aujourd’hui, “Vérité et Vie” 20 (1967-68) série 78, n. 577. 10
Cf. DGC 220; J. MARTÍN VELASCO, La transmisión de la fe en la sociedad contemporánea. Santander, Sal Terrae 2002, 101.
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Resulta superada así la concepción vertical de la catequesis (relación entre un enseñante y un grupo de discípulos).
En un contexto comunitario, no hay
propiamente destinatarios sino participantes de la catequesis, sujetos todos de palabra y de experiencia: “En
la
comunidad todos somos al mismo tiempo
catequistas y
catequizandos, maestros y discípulos, agentes y destinatarios de la acción catequética, pues todos somos siervos de la única palabra que nos edifica por la boca y el testimonio de todos”.11
La comunidad es destinataria última de la catequesis
La catequesis no se dirige sólo a los individuos, sino también a la comunidad como destinataria de su acción: “la catequesis, en efecto, es “la forma de acción eclesial, que conduce a la madurez de la fe tanto a las comunidades como a cada fiel” (DGC [1971] 21). Queda superada por lo tanto la concepción individualista de la catequesis como relación entre un catequista y un catequizando. La relación personal debe integrarse en un contexto de comunidad, verdadero sujeto y ambiente de la actividad catequética. La exigencia comunitaria obliga también a un replanteamiento de la tradicional división de la catequesis según la edad o la condición (catequesis de niños, jóvenes, adultos, obreros, intelectuales, etc.)
Sin negar la conveniencia de
posibles actividades en grupos separados, según las exigencias de los participantes, normalmente es preferible la catequesis en el ambiente global de la comunidad cristiana, donde es posible el diálogo intergeneracional:
11
México (1992) 71.
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“la importancia de la comunidad en la educación de la fe nos inclina hacia la formación de grupos en los que los adultos y lo más jóvenes pueden darse mutuamente un testimonio de fe. […] Se debe, pues favorecer, tanto como sea posible, el encuentro y el diálogo de fe entre personas de edades diferentes”.12
12
Québec (2004) p. 151.
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La comunidad es objetivo y meta de la catequesis
La comunidad no es sólo condición para el éxito de la acción catequética: también es verdad que la misma catequesis construye y edifica la comunidad (cf. DGC 254; Puebla 992) y debe acompañar el camino de su crecimiento, de modo que en la catequesis “la Iglesia edifique a la Iglesia” (Puebla 993).
Esta perspectiva,
enraizada en la naturaleza misma de la Iglesia es la convocación por medio de la palabra, resulta hoy corroborada con creces en la experiencia pastoral.
Con
frecuencia es la catequesis la que da origen a nuevos grupos y comunidades eclesiales.
Estos aspectos de la opción comunitaria invitan a una revisión profunda de la identidad de la catequesis y de su ubicación en el marco de la acción pastoral. Se impone la necesidad de coordinar los distintos lugares y modalidades de la acción catequética dentro de la comunidad, sin exclusivismos ni aislamientos. Por otra parte, la experiencia catequética resulta cada vez más vinculada a las demás funciones pastorales de la vida eclesial (liturgia, fraternidad, compromiso, etc.), sin solución de continuidad.
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La Catequesis Comunitaria:
Características y perspectivas Debemos esclarecer ahora algunos aspectos de la catequesis comunitaria: ¿dónde se realiza propiamente?; ¿qué tipo de catequesis debe haber?; ¿qué catequistas requiere? El papel del grupo y de la pequeña comunidad En la actuación de la catequesis comunitaria cobran una importancia especial las experiencias del grupo y de la comunidad pequeña “de talla humana”. □ El grupo como lugar de catequesis La importancia del grupo en la acción pastoral es una convicción bien consolidada: “El grupo tiene una función importante en los procesos de desarrollo de la persona. Esto vale también para la catequesis, en la de los pequeños porque favorece una buena socialización; en la de los jóvenes para quienes el grupo es casi una necesidad vital en la formación de su personalidad; y en la de los adultos porque promueve un estilo de diálogo, de cooperación y de corresponsabilidad cristiana” (DGC 159).
En el grupo se desarrolla una dinámica que favorece el aprendizaje. El grupo, en efecto, es mucho más que la suma de los individuos, pues cada miembro puede llegar a ser un resorte importante para los demás. De la confrontación recíproca surgen nuevas ideas y posibilidades que antes ningún miembro del grupo sospechaba. Dentro del grupo y gracias a él se estimula la integración de los conocimientos y aprendizajes.13
13
Cf. P. SCILLIGO, “Grupo”, en: J. VECCHI – J. M. PRELLEZO (eds.), Proyecto educativo pastoral. Conceptos fundamentales. Madrid, Editorial CCS 1986, 382-394.
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Desde el punto de vista pedagógico son conocidas las valencias del grupo. En él surgen procesos de identificación y de conformidad que inducen a aceptar las comunes convicciones y pautas de conducta. Estos procesos dan pábulo a una dinámica educativa que sostiene y arropa al individuo, ayudándole a interiorizar los valores compartidos. 14
Pero el grupo posee además una valencia eclesióloga y pastoral de gran alcance. Si, como dice Tertuliano, “ubi tres, ecclesia est”15 el grupo representa la mediación normal para hacer experiencia de Iglesia y para interiorizar el sentido de Iglesia. Es en el grupo donde “palabras como comunión, corresponsabilidad y presencia, se convierten en experiencia vivida”.16
Se entiende así la relevancia catequética del grupo como lugar de aprendizaje y de crecimiento en la fe, como eficaz grupo de referencia, esencial para la educación. El grupo favorece la floración de auténticas experiencias religiosas y procesos de identificación, condiciones ideales para la interiorización de actitudes de fe. Desde el punto de vista se puede decir que aprender a creer es ante todo aprender a creer juntos.
□ La pequeña comunidad, lugar de catequesis
Lo que se dice de los grupos se aplica también a las pequeñas comunidades cristianas, que son lugares “privilegiados para el desarrollo de procesos catequísticos más comunitarios y permanentes”17 Ellas poseen cualidades de gran eficacia formadora: son grupos de talla humana, que permiten relaciones personales intensas; son lugares donde se comparte la fe; es posible en ellas la práctica del amor fraterno; estimulan la creatividad y la búsqueda común; permiten una experiencia global de vida cristiana, en sus aspectos de celebración, acción y comunión fraterna:
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L. BERROCAL DE LA CAL, “Grupo en catequesis, el”, en Nuevo Dic. Cat., 1059. “Donde hay tres, allí está la Iglesia”: De exhortatione castitatis 7,3. 16 BERROCAL DE LA CAL, “Grupo en la catequesis, el”, en Nuevo Dic. Cat., 1061. 17 CAL 189. Cf. DGC 263; Mensaje Sínodo 77, 13; España (1983) 277-280; Brasil (2006) 301; Aparecida 307310. 15
9
“las pequeñas comunidades, sobre las Comunidades Eclesiales de Base crean mayor interrelación personal, aceptación de la Palabra de Dios, revisión de vida y reflexión sobre la realidad, a la luz del Evangelio; se acentúa el compromiso con la familia, con el trabajo, el barrio y la comunidad local” (Puebla 629). “Ellas con un ámbito propicio para escuchar la Palabra de Dios, para vivir la fraternidad, para animar en la oración, para profundizar procesos de formación en la fe y para fortalecer el exigente compromiso de ser apóstoles en la sociedad de hoy” (Aparecida 308).
A propósito de estos grupos es necesario subrayar una vez más la exigencia de que permanezcan abiertos, dispuestos al diálogo y a la confrontación sincera, en comunión con la comunidad eclesial más amplia. Sólo de este modo el grupo constituye un lugar de maduración personal y de construcción de Iglesia (cf. CAL 193).
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La catequesis comunitaria: una transformación cualitativa
No basta el cambio de lugar para responder a las exigencias de la opción comunitaria: sería decepcionante, en las nuevas estructuras, una catequesis de talante preconciliar. No basta que la catequesis se haga en comunidad: debe ser catequesis de comunidad. 18 ¿Qué supone todo esto?
Ante todo, la catequesis comunitaria asume lógicamente la visión renovada de la palabra de Dios. Por eso, en el grupo o comunidad, la catequesis adquiere la fisonomía de una búsqueda común en la fe,19 de un camino recorrido conjuntamente donde “los miembros de las comunidades son, uno para con otros, proclamadores del misterio de Cristo”,
20
donde es posible descubrir el potencial
evangelizador de los más humildes y sencillos (Puebla 1147). En comunidad la catequesis se convierte, en un cierto sentido, en auto-catequesis, profundización de la fe por medio del grupo.
No es poca la novedad que introduce el talante comunitario en la concepción de la catequesis. En lugar de la relación catequista-catequizando (maestro-discípulo) y de la tradicional prioridad del contenido a transmitir, ocupa ahora el lugar central la relación interpersonal, el proceso de interacción grupal, la “relación catequética” como lugar y condición de anuncio y maduración de la fe. Quiere decir que llega a ser determinante el buen funcionamiento de las relaciones interpersonales en el grupo y el grado de salud y autenticidad de que éste goza. De aquí la conveniencia de dominar las técnicas aptas para la guía de grupos: dinámica de grupo, técnicas de animación, psicología social, teoría y práctica de la comunicación, etc.
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Cf. N. METTE, De la catéchèse dans la communauté à la catéchèse de la communauté, “Lumen Vitae” 43 (1988)4, 387-396. 19 Cf. DGC 159; España (1983) 283-285. 20 Mensaje Sínodo 77, 13.
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La catequesis comunitaria: Una nueva comprensión del mensaje cristiano
La catequesis comunitaria debe repensar también el contenido de su comunicación: ● Polo primario de referencia no será un programa o contenido fijado de antemano, sino las personas en situación, que llegan a ser en cierto modo el criterio selectivo e interpretativo del contenido de la catequesis. La comunidad asume la función de clave hermenéutica y en cuanto tal se confronta con un mensaje que no debe ser simplemente asimilado, sino también re-interpretado, recreado. ● El criterio antropológico de la integración entre fe y vida, entre mensaje cristiano y experiencia comunitaria, encuentra aquí grandes posibilidades de actuación. La catequesis comunitaria consiste sustancialmente en una reflexión compartida sobre las experiencias del grupo: “Con estos grupos, la Iglesia se muestra en pleno proceso de renovación de la vida parroquial y diocesana, mediante una catequesis nueva, no sólo en su metodología y en el uso de medios modernos, sino también en la presentación del contenido, orientado vigorosamente a introducir en la vida motivaciones evangélicas en busca del crecimiento en Cristo” (Puebla 100). ● También el diálogo fe-cultura, y por tanto el proceso de inculturación de la experiencia cristiana, encuentran en la comunidad un campo de efectiva y providencial aplicación.
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Una metodología de cuño comunitario
Es algo evidente, si se toman en serio las exigencias de la dinámica grupal. El método quedará necesariamente marcado por algunos aspectos típicos del camino de fe en comunidad: ● Es un camino de participación y corresponsabilidad. En comunidad ninguno debe considerarse simple destinatario del anuncio, sino sujeto activo y responsable. Será importante crear la convicción, sobre todo con los adultos, de que sin compromiso personal y voluntad de compartir la de con los demás, no es posible definir la propia identidad religiosa ni madurar en la fe. ● Es un camino insertado en una experiencia global de vida cristiana. De hecho, en la comunidad no se hace sólo catequesis, sino que se viven las distintas facetas de la experiencia eclesial: servicio, comunión, celebración, misión. ● Es un ejercicio de creatividad que permite una relación nueva entre lenguaje constituido y nuevas expresiones de la experiencia cristiana (cf. Puebla 99).
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La nueva figura del catequista-animador
La catequesis comunitaria obliga también a un replanteamiento serio de la figura del catequista o animador. Dada la primacía de la “relación catequética” sobre el contenido, resulta determinante, para quien asume en la comunidad el papel de animación, poseer una “personalidad relacional”, es decir, ser capaz de estimular la participación y el significado del grupo.
El deseo de personalidades relacionales es muy apremiante hoy, tanto en la sociedad civil como en la Iglesia En lugar de personalidades fuertes y avasalladoras, dotadas de ideas “geniales”, voluntad férrea y ascendiente sobre los demás, hoy se añora sobre todo un nuevo tipo de personalidad acogedora y abierta, promotora de relaciones profundas, dispuesta a ser influenciada por la comunidad y capaz al mismo tiempo de guiarla, de potenciarla, de utilizar al máximo
la
aportación
de
todos.
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No
convencen
las
personalidades
centralizadoras que se imponen por sus convicciones y decisiones inamovibles, figuras carismáticas que suscitan en sus admiradores el culto de la personalidad. “La época moderna, afortunadamente, está forjando un nuevo tipo de personalidad […]. Si quisiéramos intentar una descripción, diríamos que esta nueva personalidad ya no está constituida por el deseo de que cada individuo haga brillar en torno a sí las cualidades adquiridas en clave de perfección individual, sino más bien por una actitud básica de acogida y de apertura hacia la experiencia personal y la de los demás. Diríamos que esta nueva personalidad ya no atrae hacia sí las miradas admiradas y extáticas de las masas en busca de la veneración del héroe, sino que más bien suscita las capacidades de los otros, permitiéndoles abrirse a su vez. El hombre de mañana se sentirá más dependiente de los demás. Pero esta dependencia, lejos de empobrecerlo, lo enriquecerá”. 22 21
Cf. SCILLIGO, “Grupos”; P.BABIN, Opciones actuales para la educación de los adolescentes en la fe. Madrid, Marova 1970, 105. 22 TANGE, Analyse psychologique de l’Église, 124.
14
También en el ámbito catequético necesitamos hoy personalidades relacionales, animadores y guías que, lejos de imponer la propia línea, sepan sentirse miembros de la comunidad para caminar con todos y valorar la aportación de todos.