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LA PARROQUIA EN LA EXORTACION APOSTOLICA EVANGELII GUADIUM1 La venerable institución parroquial, que con el paso de los siglos ha logrado adaptarse en forma admirable a los nuevos escenarios para cumplir la misión que le fuera entregada en los albores del cristianismo, pareciera cobrar renovada energía a la luz de la reciente Exhortación Apostólica la Alegría del Evangelio (Evangelii Gaudium) del Papa Francisco. En una primera parte del presente artículo, deseo mostrar cómo la visión que expresa el Santo Padre sobre la parroquia no es fruto de la inspiración de un momento sino un largo camino, donde el concepto sobre la institución parroquial tiene raíces en su compresión teórica y al mismo tiempo su reflexión es fruto de su propia experiencia pastoral. En la segunda parte del artículo procurare extraer las líneas más relevantes que el Papa dedica a la institución parroquial. 1. El documento de Aparecida como antesala de Evangelii Guadium en su concepción sobre la Parroquia Llegar a comprender el texto que el Papa Francisco presenta en la Exhortación Evangelii Guadium sobre la institución parroquial sería imposible sin el trasfondo del documento del Episcopado Latinoamericano y del Caribe nacido en el santuario mariano de Aparecida, del cual él fue destacado redactor. La Parroquia es una realidad fundamental en la vida pastoral de la Iglesia, tal como se ha constatado a lo largo de su historia, desde los albores del siglo IV. Sin embargo en las últimas décadas lo que parecía una realidad inamovible experimenta la necesidad de una renovación ya que se constatan elementos socio culturales que la limitan frente a una acción pastoral en el mundo occidental cada vez más marcada por la movilidad y deudora de una nueva sensibilidad centrada en la experiencia personal y comunitaria. 2 Hay que reconocer con honestidad, que la realidad de las parroquias en este cambio de época, plantea la necesidad de promover nuevas iniciativas de renovación. Estamos necesitados de una nueva visión de la acción pastoral y de nuevos modos jurídicos que acompañen este tiempo de cambio en búsqueda de una forma de parroquia más acorde con las necesidades actuales de la vida y misión de la Iglesia.
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Texto de Jorge Barros Bascuñan pbro. Articulo para la revista Servicio de la Conferencia Episcopal de Chile, marzo 2014. 2 Cfr. Borras Alphonse, Routhier Giles, La nueva parroquia, Sal Terrae, Santander 2009.
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El Papa Juan XXIII en su clásica imagen sobre la institución parroquial de la década de los sesenta del siglo XX afirmaba que ésta era “como una fuente de la aldea a la que todos acuden a calmar su sed”. Sin duda que es una imagen hermosa y sugerente pero no hay duda también que los tiempos han cambiado. Siguiendo la metáfora de Juan XXII, por una parte, se podría pensar que la fuente se está secando o al menos disminuyendo en algunos lugares donde la Iglesia realiza su misión en cuanto a su capacidad de entregar el agua viva. Por otra parte, hay que reconocer que entre los habitantes de una determinada zona pastoral no siempre existe el interés por ir a beber de esa fuente. De hecho, hoy muchos buscan saciar su sed de vida espiritual en otras fuentes como son los nuevos movimientos o asociaciones e incluso nuevas expresiones de la experiencia religiosa que están fuera de la Iglesia Católica. De todas maneras la parroquia sigue ahí desafiando el paso de los siglos y buscando renovarse como lo ha hecho siempre para responder a los nuevos retos de la cultura actual. El tema ahora es cómo enriquecer su estructura fundamental y, de alguna manera, clásica con nuevos aportes que la doten de los elementos necesarios para que sea una fuente renovada que ofrezca el Evangelio a quienes se acerquen o entren en contacto con ella. En todo este proceso de renovación eclesial hay que tomar en cuenta los cambios culturales y religiosos que se han producido en la última generación. La disminución de las vocaciones religiosas al ministerio sacerdotal, el pluralismo religioso, la despoblación que pasa del mundo rural al urbano como nunca antes se ha visto, las nuevas formas de vida en torno a grandes núcleos urbanos. Todo esto y mucho más, es lo que nos permite dar cuenta de la necesidad de reagrupar las parroquias en busca de una mayor calidad de vida cristiana que lleve a un renovado impulso misionero en medio de una sociedad que aparentemente demuestra no tener necesidad del anuncio del evangelio. Junto a lo anterior existen también elementos innegables en la sociedad actual que manifiestan una gran necesidad de trascendencia, de sentido por la vida y anhelo de salvación del cual la parroquia siempre será un lugar privilegiado para acoger y encausar. 3
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Ibíd. Pág. 10
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El enfoque sobre la parroquia, presente en el Documento de Aparecida y en la exhortación apostólica del Papa Francisco, hunde sus raíces en la óptica comunitaria de la eclesiología del Concilio Vaticano II. La parroquia es sobre todo una comunidad, no una simple demarcación de un determinado territorio, sino la comunidad, es decir un sujeto activo y privilegiado de la vida eclesial. De esta manera el párroco se inserta no tanto como una persona individual con responsabilidades sobre otros sino como un ministro que vive su servicio como cooperador del obispo. Lo hace con responsabilidad hacia los fieles, sus colaboradores, de los que tendrá el encargo del cuidado pastoral considerándolos como miembros de un cuerpo vivo que es la misma comunidad eclesial, circunscrita a un espacio y tiempo determinado. Esto conlleva saber vivir la acción parroquial no como una superposición de individualidades sino como una acción comunitaria de personas que se sienten llamadas a vivir una experiencia profunda de amistad, nacida de la misión y a su servicio. En pocas palabras movidas a realizar una verdadera fraternidad eclesial. 4
Desde esta mirada invito a recoger para su posterior análisis y aplicación las líneas maestras sobre la vida pastoral parroquial expuestas en varios números y en diferentes capítulos del documento de Aparecida que no puedo abordar en el presente artículo. Estas líneas, destacadas por sus mismos autores, deben plasmarse en acciones pastorales concretas que ayuden a realizar una mejor evangelización desde la institución parroquial movida por los soplos que el Espíritu suscita en esta hora de la historia. La necesidad de la renovación. Los obispos Latinoamericanos y del Caribe, entre los cuales se contaba, el entonces, Cardenal Jorge Bergoglio, constatan en el documento de Aparecida que están creciendo a nivel continental, los esfuerzos por una autentica renovación pastoral en las parroquias, a partir del movimiento de renovación eclesial generado por el Concilio Vaticano II. Este movimiento de renovación se está realizando hace décadas en la vida parroquial, favoreciendo un encuentro con Cristo vivo mediante diversos métodos pastorales que hacen posible una Nueva Evangelización, la cual fue convocada, ya en el año 1989, por el bienaventurado Juan Pablo II, y reafirmada por Aparecida, con el fin que la parroquia se transforme en una verdadera comunidad de comunidades evangelizadas y misioneras.5
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Ibíd. Pág. 14-15 Cf. DA 99 e.
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La necesidad de renovar la parroquia parte desde un presupuesto que actúa como soporte fundamental de la eclesiología de comunión. Los pastores nos recuerdan cómo la Diócesis, presidida por el Obispo, es el primer ámbito de la comunión y la misión. Ella debe impulsar y conducir una acción pastoral orgánica renovada y vigorosa, de manera que la variedad de carismas, ministerios, servicios y organizaciones se orienten en un mismo proyecto misionero que comunique vida espiritual en el propio territorio. Este proyecto, que surge de un camino de variada participación, hace posible que la pastoral orgánica sea capaz de responder a los nuevos desafíos. Porque un proyecto sólo es eficiente si cada comunidad cristiana, parroquia, comunidad educativa, de vida consagrada, asociación o movimiento, se insertan activamente en la pastoral orgánica de la diócesis. Cada uno está llamado a evangelizar de un modo armónico e integrado en el proyecto pastoral de la misma diócesis.6 Con respecto a una posible renovación de las comunidades parroquiales los obispos constatan que el Pueblo de Dios se construye como una comunión de Iglesias particulares y a través de ellas se realiza un intercambio entre las culturas. Dentro de este marco, las Iglesias locales expresan su interés y preocupación por todas las Iglesias, especialmente por las más cercanas, reunidas en conferencias episcopales, provincias eclesiásticas, arquidiócesis, diócesis, zonas pastorales, decanatos y otras formas de asociación interdiocesana en el interior de cada nación o entre países de una misma región o continente. Estas variadas formas de comunión debieran estimular con vigor, afirman nuestros pastores, las “relaciones de hermandad entre las diócesis y las parroquias” fomentando “una mayor cooperación entre las iglesias hermanas”. 7 En esta hora de la globalización, la renovación parroquial debe incluir más que nunca, para su desarrollo integral, el trabajo en redes eclesiales. Los obispos Latinoamericanos y del Caribe señalaron que entre las comunidades eclesiales en las que viven y se forman los discípulos misioneros de Jesucristo, sobresalen las parroquias. Ellas son células vivas de la Iglesia8 y por lo tanto el lugar privilegiado donde la mayoría de los fieles tienen una experiencia concreta de Cristo y de comunión eclesial9. Esta institución esta llamada a ser casa y escuela de comunión.
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Cf. DA 169. DA 182. 8 Apostolicam Actuopsitatem 10; SD 55 9 EAm, 41 7
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Los pastores expresaron claramente que uno de los anhelos más grandes que se mencionaron en las Iglesias de América Latina y de El Caribe con motivo de la preparación de la V Conferencia General, fue el de una valiente acción renovadora de las parroquias a fin de que sean de verdad “espacios de la iniciación cristiana, de la educación y celebración de la fe, abiertas a la diversidad de carismas, servicios y ministerios, organizadas de modo comunitario y responsable, integradoras de movimientos de apostolado ya existentes, atentas a la diversidad cultural de sus habitantes, abiertas a los proyectos pastorales y supra parroquiales y a las realidades circundantes”10 Nuestros obispos nos recuerdan cómo todos los miembros de la comunidad parroquial son responsables de la evangelización de los hombres y mujeres en cada ambiente que conforma la misma familia parroquial. Al mismo tiempo es importante tener presente cómo el Espíritu Santo, que actúa en Jesucristo, es también enviado a todos en cuanto miembros de la comunidad, porque su acción no se limita al ámbito individual sino que abre siempre a las comunidades a la tarea misionera, así como ocurrió en Pentecostés.11
2. La mirada del Papa Francisco sobre la Institución parroquial
La segunda parte del artículo procura señalar los elementos más relevantes que el Santo Padre dedica a la institución parroquial. Lo primero a señalar es que el Papa Francisco, en continuidad con el documento de Aparecida, mira a la parroquia como un elemento fundamental de un proceso de renovación para toda la vida de la Iglesia solicitando para ello una verdadera conversión pastoral y misionera que impida que las cosas sigan como están. Aludiendo a la invitación del Papa Pablo VI que impulsó a ampliar el llamado a la renovación, no solo dirigida a los individuos aislados sino a la Iglesia entera, considera el papel que el Concilio Vaticano II tuvo al presentar la conversión eclesial como apertura a una permanente reforma por fidelidad a Jesucristo.12 El mismo sumo Pontífice constató hace ya medio siglo que hay estructuras eclesiales que pueden llegar a condicionar el dinamismo evangelizador en un lugar y tiempo determinado. De la misma forma señala que las buenas estructuras sirven cuando hay una vida que las anima, las sostiene y evalúa.
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DA 170. Cf. Hch 2, 1-13-DA.171. 12 Pablo VI, Carta enc. Ecclesiam suam (6 agosto 1964), 3: AAS 56 (1964), 611-612. 11
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De esta manera, la impostergable renovación eclesial, para el Papa Francisco, pasa por una opción misionera capaz de transformarlo todo, buscando en primer lugar que las costumbres, los estilos, los horarios, el lenguaje y toda estructura eclesial se convierta en un cauce adecuado para la evangelización del mundo actual más que para una mantención inmóvil que a su vez inmoviliza.13 Para él es fundamental entender que la reforma de estructuras que exige la conversión pastoral sólo puede entenderse en este sentido: procurar que todas las realidades que conforman la vida de la Iglesia se vuelvan más misioneras, que la pastoral ordinaria en todas sus instancias sea más expansiva y abierta, que coloque a los agentes pastorales en constante actitud de salida y favorezca así la respuesta positiva de todos aquellos a quienes Jesús convoca a su amistad.14 Dentro de este movimiento de conversión, la parroquia, claramente para Francisco, no es una estructura caduca porque tiene una gran capacidad para adaptarse a los nuevos tiempos y desafíos. Ella toma formas muy diversas que requieren siempre de la docilidad y creatividad misionera del Pastor junto con la comunidad, como ha quedado de manifiesto a través de los largos siglos de su historia 15 Francisco reconoce otro aspecto siguiendo la más genuina reflexión teológica pastoral posterior al Concilio Vaticano II. El afirma que si bien la Parroquia no es la única institución evangelizadora en la vida de la Iglesia, ella está dotada de una capacidad singular para reformarse y adaptarse continuamente a los nuevos desafíos de las culturas, de manera de seguir siendo «la misma Iglesia que vive entre las casas de sus hijos y sus hijas»16 más allá del interés que esos hijos manifiesten por conocer y participar de la vida de la madre porque tarde o temprano necesitan y vuelven a ella.17 Para ello el Santo Padre afirma que es condición fundamental que la institución parroquial esté realmente en contacto con los hogares reales con sus luces y sus sombras, con la vida del pueblo concreto y no se convierta nunca en una estructura separada de la gente o en un grupo de miembros selectos que se miran a sí mismos.18
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Evangelii Guadium, 27 (en adelante EG). EG 27. 15 EG, 28. 16 JUAN PALBO II, Exhort. Ap. Postsinodal Chistifideles laici (30 diciembre 1988), 26: AAS 81 (1989), 438. 17 EG, 28. 18 EG, 28. 14
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De esta manera, la parroquia, en el pensamiento del Papa Francisco, es la presencia misma de la Iglesia en un determinado territorio urbano, rural o de otro orden, lugar de la escucha de la Palabra, del crecimiento de la vida cristiana a través de la catequesis, del diálogo, del anuncio, de la caridad generosa, de la adoración y la celebración litúrgica. Es a través de todas sus actividades, reflexiona el Papa, que la parroquia alienta y forma a sus miembros para que sean agentes de evangelización. Es comunidad de comunidades porque en ella tienen lugar y están llamadas a coordinarse para un mismo propósito evangelizador diferentes tipos de comunidades eclesiales como escuelas, universidades, movimientos, comunidades de base y toda clase de asociaciones de manera que la comunidad parroquial se convierta paulatinamente en un verdadero santuario donde los sedientos vayan a beber para seguir caminando por el camino de la vida y en un auténtico centro del invaluable impulso misionero que vitaliza la vida de la Iglesia en un sector determinado.19 Conclusión Con honestidad el Santo Padre concluye que los miembros de la Iglesia tenemos que reconocer que el llamado realizado por diferentes estamentos de la Iglesia universal pidiendo la revisión y renovación de las parroquias todavía no ha dado los frutos esperados y necesarios para un cambio de época como el que la humanidad ya está experimentando desde hace algunas décadas. Esta realidad se constata en que todavía está lejana la realidad donde podamos ver que mayoritariamente las parroquias estén más cerca de la gente, sean en verdad lugares de viva comunión y participación, se orienten realmente a la acción misionera en toda su amplitud único camino para devolver a las personas la oportunidad de encontrase realmente con Cristo y su Iglesia.20 Al mismo tiempo señala algo sumamente relevante, que desde el surgimiento de los movimientos y nuevas expresiones de vida eclesial, reconociendo esto como un gran don y riqueza, no siempre han sabido trabajar en comunión con la célula fundamental de la diócesis como es la Parroquia. Por eso, el Santo Padre alienta para que estas nuevas realidades eclesiales no pierdan el contacto con la parroquia del lugar y se puedan integrar activamente en la pastoral orgánica de la Iglesia particular. Esta integración evitará que se queden sólo con una parte del Evangelio y de la Iglesia, convirtiéndose, como el mismo afirma, en verdaderos nómades sin raíces pero sobre todo se pierda la posibilidad que toda la Iglesia unida en sus diferentes dones y carismas en un territorio o ambiente determinado pueda desarrollar, lo que él llama la dulce y confortadora alegría de evangelizar. 19 20
EG., 29. EG., 28.
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Jorge Barros Bascuùån Pbro. Director del Departamento de Catequesis del Arzobispado de Santiago Marzo 2014