Etapas de la vida adulta

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Las etapas en la vida adulta Para comprender esta etapa de la vida de las personas, debemos enmarcarla en una comprensión de lo que estimamos es el desarrollo humano, para lo cual diremos que el desarrollo humano es teleológico, es decir se encuentra orientado hacia un fin. Esto se expresa en el fenómeno de transformación de la personalidad de acuerdo a etapas definidas por la maduración del organismo. Sin embargo la creciente conciencia que el ser humano va logrando en el transcurso de este proceso, le permite trascender su biología e intervenir activamente en la tarea de perfeccionarse. Se mira a sí mismo y, a la vez, toma distancia para observar la verdad de sus limitaciones y de sus talentos, emprendiendo así el camino de transformaciones que le permite una mejor adaptación a su contexto vital. (Zegers, 2005).1 Diremos que este período evolutivo abarca un rango cronológico que va desde aproximadamente los 20 años en adelante y se pueden identificar distintas etapas al interior del mismo. En el interés de ser más descriptivos al respecto, nos referiremos a cada una de ellas.

1. Adultez emergente La primera de estas, correspondería a la denominada adultez emergente, con esta categoría se está intentando dar cuenta de la moratoria laboral y la permanencia prolongada de los jóvenes en casa de sus padres, demorando su autonomía y el logro de un plan de vida personal. Se observan una demora en el establecimiento de pareja estable, en el matrimonio y en la parentalidad. Las personas en esta etapa se mantienen en ella hasta fines de los 20 e incluso a inicios de los 30. La adultez emergente, según J. Arnett2, se caracteriza por ser: ● ● ● ● ●

Un período de transición. Debido a la ambigüedad entre una etapa y otra, sería un estadio de transición entre la adolescencia y la adultez joven. Una etapa de exploración de identidad. Una época para probar varias posibilidades especialmente en el amor y el trabajo. Un período de inestabilidad. Lleno de cambios, por la exploración de diversas opciones de desarrollo de un plan de vida. Una edad centrada en sí mismo. Tiempo de muchas decisiones que apuntan al logro de la autonomía y la incipiente consolidación del propio futuro. Una etapa de posibilidades. En la que muchas opciones de futuro están abiertas.

Indicado lo anterior, no debe desconocerse que esta característica no es posible generalizarla al conjunto de los jóvenes con estas edades, sino que corresponde a

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Zegers, B., Cruzando el mediodía. Norma, Santiago de Chile, 2005. Arnett J. en Undurraga, C. De la conquista del mundo a la conquista de sí mismo. Universidad Católica de Chile, Santiago, 2011.

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aquellos que por posibilidades socioeconómicas y culturales pueden llevar adelante esta moratoria socio-laboral y esta etapa como una búsqueda prolongada de identidad. Seguidamente es útil indicar lo planteado por Schaie y Williams, quienes complementan este esquema referido a la adultez en su etapa inicial o adultez joven, indicando tres sub etapas: ● La etapa de logros: corresponde al período entre los veinte y treinta años, en el cual se adquieren conocimientos no sólo para beneficio propio, sino también para alcanzar competencia e independencia. ● La etapa responsable, que se inicia a fines de la adultez emergente o joven (alrededor de los 30 años), para culminar a fines de la adultez media (60 años). En este período se desarrollan compromisos con metas a largo plazo y problemas prácticos de la vida, los cuales pueden ir asociados a responsabilidades frente a los demás. ● La etapa ejecutiva, la que comienza en la década de los treinta años y termina en la de los 40 años, caracterizándose por el ejercicio de responsabilidades sociales y la integración de relaciones complejas en diversos niveles.

2. Adultez media Es el período de la verdadera madurez, podríamos indicar que desde un criterio cronológico esta se iniciaría entre los 35 y 40 años. Es esta una etapa de gran productividad, especialmente en la esfera intelectual, pero al mismo tiempo empiezan a aparecer las primeras limitaciones en el plano físico, lo que le implicará redefinirse en función de la nueva realidad. Estamos refiriéndonos a la progresiva pérdida de lo que denominamos “el cuerpo joven”. Es decir surgen las canas, se cae el cabello, disminuye la masa muscular y se acentúa la acumulación del tejido adiposo en ciertas partes del cuerpo y por cierto la menopausia y la andropausia evidenciarán la potencia de los cambios que ocurren a nivel corporal. Para Erik Erikson, esta etapa corresponde el desafío de una tarea psicosocial clave, que denomina al estancamiento y la generatividad, es decir la persona enfrentada a la tensión de desarrollarse o detenerse, deberá manifestar una preocupación por establecer y guiar las nuevas generaciones, un sentido de la responsabilidad frente a los jóvenes, el impulso de cuidar a otros y dotarles de posibilidades de desarrollo, está expresando un correcto logro de esta tarea. Es fácil de reconocer esta situación en el importante esfuerzo que desarrollan los padres para sostener la vida familiar y permitir que sus hijos progresen y alcancen sus metas. También se puede reconocer en la comprometida tarea de los profesores para que sus estudiantes expresen sus potencialidades en el trabajo académico. Por el contrario, el fracaso en esta tarea psicosocial se observa en sujetos que centran su cotidianidad en satisfacer sus intereses inmediatos, en enfatizar el autocuidado en desmedro de una vinculación con el otro, salvo que ella esté al servicio de sus demandas individuales. En esta etapa, es usual que se presente la denominada crisis de la mitad de la vida, en donde la persona se replantea su existencia en función del sentido que la misma posee, intentando re- significar su historia de un modo que le permita iniciar el encuentro de una respuesta profunda y estable del para qué de su existencia y el modo en que

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puede expresar en su vida cotidiana las afirmaciones de sentido que pueda elaborar. De no resolverla adecuadamente, el riesgo del sin sentido puede acompañarle dolorosamente en la etapa final de su existencia. Una buena síntesis de lo que esta etapa debe ser logrado, se puede reconocer en las denominadas Tareas del desarrollo en la adultez media (Colarusso y Nemiroff, 1981, citado en Undurraga, 2011: 90): − − − − − − − − − −

Asimilar los cambios corporales, incluidos los del climaterio. Renovar su actitud ante el tiempo que pasa. Interactuar ante los padres que envejecen. Asumir y elaborar la enfermedad y muerte de los padres. Mantener la actividad en el mundo, asumir el rol del mentor. Reformular la relación con la pareja. Replantear la relación con los hijos adultos. Iniciar y alimentar la relación con los nietos. Mantener y alimentar las redes sociales. Seguir activo en la sociedad, creativamente y con aceptación del cambio.

2.1. Adultez mayor Esta etapa de la vida es abordada desde distintas perspectivas de análisis, Nosotros usaremos una aproximación psicológica que plantea: En las sociedades actuales la vejez se considera como una etapa en donde la disminución de las capacidades funcionales y la perdida de rol social o de la participación en la comunidad, determinan y caracterizan a las personas mayores. Sin embargo es importante destacar la idea de que la experiencia y los logros alcanzados por una persona en esta etapa del ciclo de vida cumplen un papel importante en el proceso de desarrollo humano y calidad de vida, y logran la sensación de satisfacción del trayecto de vida mismo. (Rodríguez K, 2010:18).3 Entonces debemos decir que es posible envejecer de distintas maneras, desde un arco que asocia al envejecimiento como decrepitud a un envejecimiento exitoso y competente. Esto dependerá tanto de variables objetivas, como el deterioro físico, la disminución de las capacidades perceptivas y de la memoria y también de elementos subjetivos, que corresponden a la representación que la persona hace de su propio envejecimiento. Debemos entender entonces que las diferentes personas que envejecen tienen distintas edades: edad cronológica, biológica, social y psicológica.4 Dicho lo anterior debemos indicar que, la percepción de bienestar entre las personas mayores depende fuertemente de la realización de actividades significativas como salir de casa y leer, y de tener ciertas habilidades psicosociales para enfrentar los 3

Rodríguez, K. Vejez y envejecimiento http://www.campusvirtualgitt.com/redco/images/20132/Vejez%20y%20envejecimiento%202012%20RODRIGUEZ%20K.D..pdf. Revisado mayo de 2014. 4 Fontaine en Undurraga, C. De la conquista del mundo a la conquista de sí mismo. Universidad Católica de Chile, Santiago, 2011. Material elaborado para el curso de Introducción a la Catequesis de Iniciación Cristiana de adultos online.

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cambios que ocurren a lo largo del curso de la vida. (Herrera M, 2009: cap. 5, 73)5. Junto a lo anterior, también el rol que juega la familia como un factor de sostenimiento del vínculo y de valoración de quien envejece, resulta altamente necesario para sostener esta calidad de vida. Además debemos agregar un adulto mayor con un creciente nivel de educación logrará desarrollar mejores comprensiones y destrezas sociales y cognitivas que le permiten sortear las exigencias de esta parte de la vida. Para completar esta elemental revisión en torno a la adultez mayor, es conveniente indicar lo que Eric Erikson refiere como tarea psicosocial a lograr. Esta se refiere a la superación del estancamiento y el logro de la sabiduría, queriendo representar con esto que se espera que la persona haya alcanzado una certeza del valor del otro. Que pueda Aceptar el ciclo vital, con el cambio de rol y de eventual decadencia de su vitalidad que esto pueda acarrear. De este modo pueda avanzar en lograr un sentido de la sabiduría, mostrando un compromiso psicosocial con la creación, con la humanidad, con lo cósmico. La vejez es la época de sabiduría viva donde las enseñanzas se han aprendido porque se han vivido. Es la etapa del liderazgo espiritual porque ya se han internalizado las preguntas de quién soy eternamente y para qué vine al mundo. Todo lo que ha pasado ha tenido el propósito de formar el carácter para la trascendencia. Se hace nostalgia mirando la vida pasada con paz y agradecimiento en el corazón. Si no se ha logrado, se llena la persona de desesperación al desear que su vida hubiera sido diferente y al no haber encontrado sentido a su vida. (Erikson E., 1959).6

2.2. Vida espiritual y adultez La condición de contexto en el mundo adulto refiere a la incorporación al sistema laboral. El que en nuestro país demanda del orden de doce horas diarias vinculadas al tema. Entonces las personas centran sus intereses y capacidades en ser exitoso en el mundo laboral, razón que nos hace considerar que la vida adulta gira en torno a la actividad productiva, la que se desarrolla en organizaciones concebidas para obtener gananciales económicas – empresas - y que no consideran – activamente- otras opciones para el desarrollo de los sujetos. De este modo con una alta demanda horaria referida al trabajo y en una condición de ejercicio laboral en donde no se considera el quehacer religioso, invariablemente la práctica religiosa tiende a enfriarse y en muchos casos a extinguirse. El porcentaje de adultos, para quienes la temática de fe resulta importante, es muy bajo y en la mayoría de ellos conserva la forma de los periodos anteriores, ya sea preadolescente o incluso a nivel de imagen escolar de Dios. Esto hace que la relación con el mundo espiritual, esté más cerca de una superstición sofisticada, que de una comprensión que les cambie su historia vital.

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Herrera, M. Tareas y desafíos de la madurez: diplomado a distancia. Capítulo 5. Pontificia Universidad Católica. Santiago de Chile, 2009. 6 Erickson, E. Infancia y sociedad. Hormé. Buenos Aires. Argentina 1959. Material elaborado para el curso de Introducción a la Catequesis de Iniciación Cristiana de adultos online.

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Es posible identificar las siguientes características en aquellos que conservan su interés por la vida de fe: −

Practicantes ocasionales: participan en ritos de su fe en ocasiones, por ejemplo en los bautizos, matrimonios, funerales, etc. Es católico a su manera, manejan elementos que no transforman su vida, solo hacen referencia cuando lo necesita, pero cuando no lo necesita lo deja. Los practicantes permanentes: integran activamente comunidades religiosas, movimientos religiosos. Su vida está impactada por los sacramentos y la fe. la Iglesia los recoge por medio de varios movimientos. Eje: los catecúmenos, los carismáticos Los buscadores espirituales: conservan su interés por la temática espiritual, pero que no se adhiere a una iglesia de un modo estable y definitivo, de este modo deambula entre diversas propuestas de espiritualidad, desde lo sugerido por el mundo Oriental, pasando por comprensiones del mundo Gnóstico, no pocas veces relacionándolo con elementos Chamánicos y prácticas Adivinatorias, incluso se observan mezcladas con religiosidad católica. Es posible reconocer en muchos de ellos una genuina preocupación por la realidad trascendente, pero carecen de una sistematicidad que les permitan alcanzar una evolución en sus propósitos. No se hacen cargo del sincretismo que su opción involucra y de las profundas diferencias e incluso contradicciones de las opciones que intentan conjugar, en su propósito de encontrar un sentido a su búsqueda creyente. (Núñez, 2004: 70-71).7

El trabajo de formarse espiritualmente puede ser abordado desde dos perspectivas: 1. La que permite ser formado por otros y toma la forma del discipulado, en donde la persona, se deja guiar por un formador, en el cual confía que le ayudará a alcanzar comprensiones y desarrollar experiencias que le permitirán desarrollarse en su fe. Sus expresiones mejor logradas aparecen en sujetos que se integran a comunidades de creyentes y que se esfuerzan activamente por madurar su fe. 2. Se refiere a personas que asumen una suerte de clientelismo espiritual, en donde ellos dicen saber lo que necesitan y quieren, optando desde su propio juicio, coleccionando las experiencias que su libertad les pueda brindar, presumiendo identificar y conocer las mejores experiencias y criterios comprensivos que precisan para su desarrollo, impidiendo de este modo ser guiados en su formación. Sus expresiones mejor logradas están dadas por sujetos de buena voluntad, que procuran generar vínculos positivos en su relación con terceros, pero que no adhieren a compromisos comunitarios de un modo permanente. 2.2.1. La vida de fe en el adulto mayor En este período vital se produce un fenómeno de particular relevancia, que consiste en el desarrollo de enfermedades y de un progresivo deterioro de las diversas funciones vitales, junto con la conciencia de ser la generación a la cual le corresponde morirse. Esto usualmente provoca un profundo cuestionamiento que le hace volverse hacia la búsqueda de respuestas de sentido y en donde Dios cobra relevancia. 7

Núñez, R. Psicología de la religiosidad. Hogar Catequístico. Santiago de Chiles, 2004.

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En estos casos, se observan fundamentalmente dos grandes formas de relación con la Trascendencia. En el primer caso, se trata de personas que hacen un esfuerzo de re-conciliación con Dios, intentan recuperar una relación ausente, asegurarse “estar bien con el de arriba”, de este modo su psiquismo se prepara para la experiencia de enfermedad y muerte que les resulta amenazante. Para asegurarse que sus esfuerzos sean recompensados, vuelven a las prácticas religiosas, pero con el nivel de desarrollo alcanzado en los primeros períodos de su vida, vale decir, con una característica de su práctica de fe, propia de escolares o preadolescentes, cargada de ritualismo, magismo, antropomorfismo material y afectivo e incluso animismo. Lo anterior es propio de quien no trabajó su espiritualidad en los últimos 50 o 60 años. En un segundo caso, se trata de quienes – los menos – han llevado una vida de fe activa, formada en la oración y la práctica espiritual. Para ellos, este periodo es la preparación para un encuentro muy esperado, es cerrar el círculo que estuvieron dibujando toda su vida, en consecuencia lejos de ser algo amenazante, es un momento de expectación y de alegría. Los sujetos que alcanzan este nivel de conciencia de Dios, son los hombres y mujeres sabios que tanto bien hacen a la humanidad, ellos muestran con renovada certeza la posibilidad del reino entre nosotros. El trabajo pastoral se nutre de su conciencia del amor de Dios, de ellos sólo cabe aprender.8

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Núñez, R. Psicología de la religiosidad. Hogar Catequístico. Santiago de Chiles, 2004, p. 75-76.

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