La catequesis de los adultos

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La catequesis de los adultos


La catequesis de los adultos. Los adultos a los que se dirige la catequesis 172. La transmisión del mensaje de la fe a los adultos ha de tener muy en cuenta las experiencias vividas, los condicionamientos y los desafíos que tales adultos encuentran, así como sus múltiples interrogantes y necesidades respecto a la fe. En consecuencia cabe distinguir entre: – adultos creyentes, que viven con coherencia su opción de fe y desean sinceramente profundizar en ella; – adultos bautizados que no recibieron una catequesis adecuada; o que no han culminado realmente la iniciación cristiana; o que se han alejado de la fe, hasta el punto de que han de ser considerados « cuasicatemúmenos »; – adultos no bautizados, que necesitan, en sentido propio, un verdadero catecumenado. También debe hacerse mención de aquellos adultos que provienen de confesiones cristianas no en plena comunión con la Iglesia católica. Elementos y criterios propios de la catequesis de adultos 173. La catequesis de adultos se dirige a personas que tienen el derecho y el deber de hacer madurar el germen de la fe que Dios les ha dado, tanto más cuando estas personas están llamadas a desempeñar responsabilidades sociales de diverso género y están sometidas a cambios y crisis a veces muy profundas. Por esta razón, la fe del adulto tiene que ser constantemente iluminada, desarrollada y protegida, para que adquiera esa sabiduría cristiana que da sentido, unidad y esperanza a las múltiples experiencias de su vida personal, social y espiritual. La catequesis de adultos debe identificar claramente los rasgos propios del cristiano adulto en la fe, traducir estos rasgos en objetivos y contenidos, determinar algunas constantes en la exposición, establecer las indicaciones metodológicas más eficaces, y escoger formas y modelos. Merece atención especial la figura y la identidad del catequista de adultos y su formación; como también la atención a quienes ejercen las responsabilidades de la catequesis de adultos en la comunidad. 174. Entre los criterios que aseguran de modo eficaz una catequesis de adultos, auténtica y eficaz, hay que recordar: – la atención a los destinatarios en cuanto adultos, como hombres y como mujeres, teniendo en cuenta por tanto sus problemas y experiencias, sus capacidades espirituales y culturales, con pleno respeto a las diferencias;


– la atención a la condición laical de los adultos, que por el Bautismo tienen la misión de « buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según Dios », (571) y asimismo que están llamados a la santidad; – la atención por despertar el interés de la comunidad, para que sea lugar de acogida y ayuda de los adultos; – la atención a un proyecto orgánico de pastoral de los adultos en el que la catequesis se integra con la formación litúrgica y con el servicio de la caridad. Cometidos generales y particulares de la catequesis de adultos 175. Para que la catequesis de adultos pueda responder a las necesidades más profundas de nuestro tiempo, debe proponer la fe cristiana en su integridad, autenticidad y sistematicidad, de acuerdo con la comprensión que de ella tiene la Iglesia, poniendo en un primer plano el anuncio de la salvación; iluminando con su luz las dificultades, obscuridades, falsas interpretaciones, prejuicios y objeciones hoy presentes; mostrando las implicaciones y exigencias morales y espirituales del mensaje; introduciendo a la lectura creyente de la Sagrada Escritura y a la práctica de la oración. El Catecismo de la Iglesia Católica presta un servicio fundamental a la catequesis de adultos y —en relación a él— los Catecismos de adultos de cada Iglesia particular. Más en particular tareas de la catequesis de adultos son: – Promover la formación y la maduración de la vida en el Espíritu de Cristo Resucitado, con medios adecuados como son la pedagogía sacramental, los retiros, la dirección espiritual... – Educar para juzgar con objetividad los cambios socio-culturales de nuestra sociedad a la luz de la fe. De este modo el pueblo cristiano es ayudado a discernir los valores auténticos, los riesgos de nuestra civilización, y a asumir los comportamientos adecuados. – Dar respuesta a los interrogantes religiosos y morales de hoy, es decir, aquellas cuestiones que se plantean los hombres de nuestro tiempo, como por ejemplo a propósito de la moral pública e individual, o las relacionadas con las cuestiones sociales, o las que se refieren a la educación de las nuevas generaciones. – Esclarecer las relaciones existentes entre acción temporal y acción eclesial, manifestando las mutuas distinciones, recíprocas implicaciones y, por consiguiente, la debida interacción. A este fin, la doctrina social de la Iglesia es parte integrante de la formación de los adultos. – Desarrollar los fundamentos racionales de la fe. La catequesis debe demostrar que la recta inteligencia de la fe y de las verdades que hay que creer están conforme con las exigencias de la razón humana y que el Evangelio es siempre actual y oportuno. Es, pues, necesario promover eficazmente una pastoral del pensamiento y de la cultura cristiana. Esto permitirá superar ciertas formas de integrismo y de fundamentalismo, como también de interpretaciones


arbitrarias y subjetivas. – Formar para asumir responsabilidades en la misión de la Iglesia y para saber dar testimonio cristiano en la sociedad. Se ha de ayudar al adulto a descubrir, valorar y vivir todo lo que ha recibido de la naturaleza y de la gracia, tanto en la comunidad eclesial como en la comunidad humana. De este modo podrá también superar los riesgos de la masificación y del anonimato, particularmente frecuentes en algunas sociedades de hoy, que llevan a la pérdida de identidad y a la desconfianza en las propias posibilidades. Formas particulares de la catequesis de adultos 176. Hay situaciones y circunstancias que exigen particulares formas de catequesis: – la catequesis de la iniciación cristiana o el catecumenado de adultos que es regulado expresamente por el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos; – la catequesis al pueblo de Dios en las formas tradicionales debidamente adaptadas, a lo largo del año litúrgico, o en la forma extraordinaria de las misiones populares; – la catequesis perfectiva dirigida a quienes tienen una tarea de formación en la comunidad: los catequistas y todos los que están comprometidos en el apostolado de los laicos; – la catequesis que hay que realizar con ocasión de los principales acontecimientos de la vida, como son el matrimonio, el bautismo de los hijos y los otros sacramentos de la iniciación cristiana, en los momentos críticos del crecimiento de los jóvenes, en la enfermedad, etc. Son circunstancias en las que las personas se sienten más movidos que nunca a preguntarse por el verdadero sentido de la vida; – la catequesis en ocasión de situaciones particulares, como la entrada en el mundo del trabajo, el servicio militar, la emigración... Son cambios que pueden generar enriquecimientos interiores, pero también confusión y pérdida de orientación, por lo que se necesita la luz y la ayuda de la Palabra de Dios; – la catequesis referida al uso cristiano del tiempo libre, sobre todo con ocasión de vacaciones y viajes de turismo; – la catequesis que hay que hacer con ocasión de acontecimientos particulares que afectan a la vida de la Iglesia y de la sociedad. Estas y otras formas particulares de catequesis no disminuyen en manera alguna la necesidad de instituir para todos los adultos procesos sistemáticos, orgánicos y permanentes de catequesis que toda comunidad eclesial debe garantizar.


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