LA ORACIÓN COMUNITARIA
La oración comunitaria Un día estaba Jesús orando en cierto lugar. Cuando terminó, uno de sus discípulos le dijo: -‐ Señor, enséñanos a orar, como Juan enseñó a sus discípulos. Jesús les dijo: -‐ Cuando oren, digan: Padre, San)ficado sea tu nombre, venga tu reino; danos cada día el pan que necesitamos; perdónanos nuestros pecados, como también nosotros perdonamos a todo el que nos debe; y no nos dejes caer en la tentación”.
(Lucas 11, 1-‐4)
La oración comunitaria “Donde dos o más están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos". (Mt 18,20).
La oración no es únicamente una experiencia individual. El Padre Nuestro, la oración que nos dejó Jesús, es, desde su enunciado, una experiencia comunitaria. Dios es Padre de t o d o s , a b r i r n o s a É l n o s a b r e simultáneamente a los hermanos.
La Iglesia ha recogido esta certeza especialmente en la Liturgia de las Horas. • Es la oración comunitaria por excelencia, en la
que conectamos con la experiencia de muchos otros creyentes a lo largo de los siglos y con toda la Iglesia, que parCcipa de la misma oración. Aunque durante muchos años han sido sobre todo los sacerdotes y religiosos(as) los que la han rezado, cada vez más grupos de laicos están descubriendo la riqueza de esta liturgia y adhiriéndose a ella.
La oración comunitaria Sin embargo, hay también muchas formas válidas de realizar una oración en común. Señalaremos aquí algunos criterios que nos pueden ayudar a crecer en esta experiencia de oración: 1. La oración comunitaria nos hace comunidad, al hacer explícito lo que nos une: el encuentro con el Señor Jesús. 2. Es conveniente que la oración tenga como punto de referencia central la escucha de la Palabra de Dios, más que otros textos.
3. Los salmos y otras oraciones, igual que el canto, ayudan a prepararnos para este momento de encuentro entre nosotros y con el Señor.)
4. Toda oración ^ene un referente comunitario. Como señalábamos antes, la oración personal Cene también una dimensión comunitaria: cuando una persona ora, se abre al Padre y a los hermanos. Somos conscientes de esta dimensión comunitaria cuando, por ejemplo, realizamos oración de intercesión, pidiendo a Dios por otras personas. 5. En
la oración comunitaria es importante que todos los par^cipantes sean conscientes de estar "juntos" ante el Señor, comparCendo lo que el Señor suscita en ellos. Por eso es conveniente, cuando el grupo es apropiado, poder expresar en voz alta nuestra oración y estar en acCtud de escucha ante la oración del hermano, sin juzgarlo.
La Liturgia La Liturgia es también par^cipación en la oración de Cristo, dirigida al Padre en el Espíritu Santo. En ella toda oración crisCana encuentra su fuente y su término. Por la liturgia el hombre interior es enraizado y fundado en el gran amor con que el Padre nos amó (Ef 2, 4) en su Hijo amado.
La palabra Liturgia significa originalmente “obra o quehacer público”, “servicio de parte de y en favor del pueblo” En la tradición crisCana quiere significar que el Pueblo de Dios toma parte en la obra de Dios. Por la liturgia, Cristo, conCnúa en su Iglesia, con ella y por ella, la obra de nuestra redención". En la liturgia, todos los cris^anos expresamos y realizamos la comunión que vivimos, par^cipando de la vida de Cristo.
• L a l i t u r g i a ^ e n e t a m b i é n u n a b a s e antropológica.
Cuando celebramos acontecimientos personales: cumpleaños, aniversarios, etc., celebramos la relación que vivimos y, con la fiesta, crecemos y consolidamos esta relación.
Los seres humanos necesitamos celebrar los acontecimientos centrales de nuestra vida, y especialmente las relaciones que nos resultan significaCvas. En cualquier c e l e b r a c i ó n h u m a n a , s e d a simultáneamente una expresión de la alegría que supone el acontecimiento concreto y, al mismo Cempo, se alimenta esta vivencia.
La celebración litúrgica, así, celebra la vida y expresa la realidad de la Iglesia y la acrecienta.
• Por eso se dice que es la cumbre hacia la que )ende la acción de la Iglesia y, al mismo )empo, la fuente de donde mana toda su fuerza. Para ello, cuenta con signos, que pretenden expresar lo que celebramos, que no es otra cosa, en definiCva, que a Cristo mismo y su presencia entre nosotros.
Pero todo signo ha de procurar ser entendido y entendible: de ahí la importancia de la inculturación de la liturgia. Es muy importante que los signos litúrgicos
sean comprensibles en cada una de las culturas y los pueblos, además de una adecuada educación litúrgica que nos ayude a descubrir lo fundamental de lo que celebramos, esto es, en el significado de los signos más que en los signos en sí mismos.
Vámonos orando: Te invitamos a cerrar este momento de reflexión y estudio orando. • Enciende tu vela… • Haz un momento de silencio, • Oremos con la oración de la Iglesia (escoge un himno dependiendo del momento del día):
En la mañana “Buenos días, Señor, a ^ el primero”. Buenos días, Señor, a ^ el primero encuentra la mirada del corazón, apenas nace el día: Tú eres la luz y el sol de mi jornada. Buenos días, Señor, con^go quiero andar por la vereda: Tú, mi camino, mi verdad, mi vida; Tú, la esperanza firme que me queda. Buenos días, Señor, a ^ te busco, levanto a ^ las manos y el corazón, al despertar la aurora: quiero encontrarte siempre en mis hermanos. Buenos días, Señor resucitado, que traes la alegría al corazón que va por tus caminos ¡vencedor de tu muerte y de la mía!
Durante el día
Al atardecer
“Te está cantando el mar^llo”.
“Cuando la luz del sol es ya poniente”.
Te está cantando el mar^llo, y rueda en tu honor la rueda.
Puede que la luz no pueda librar del humo su brillo. ¡Qué sudoroso y sencillo te pones a mediodía, Dios de esta dura porka de estar sin pausa creando, y verte necesitando del hombre más cada día! Quien diga que Dios ha muerto que salga a la luz y vea si el mundo es o no tarea de un Dios que sigue despierto. Ya no es su si^o el desierto ni la montaña se esconde; decid, si preguntan dónde, que Dios está -‐sin mortaja-‐ en donde un hombre trabaja y un corazón le responde. Amén.
Cuando la luz del sol es ya poniente,
gracias, Señor, es nuestra melodía;
recibe, como ofrenda, amablemente, nuestro dolor, trabajo y alegría. Si poco fue el amor en nuestro empeño de darle vida al día que fenece, convierta en realidad lo que fue un sueño tu gran amor que todo lo engrandece. Tu cruz, Señor, redime nuestra suerte de pecadora en justa, e ilumina la senda de la vida y de la muerte del hombre que en la fe lucha y camina. Jesús, Hijo del Padre, cuando avanza la noche oscura sobre nuestro día, concédenos la paz y la esperanza de esperar cada noche tu gran día. Amén.
“Gloria al Padre, al Hijo y al espíritu Santo, Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos” Amén
Para profundizar en este tema, debe efectuarse la lectura del Tema “Acoger y celebrar la gracia de Dios-‐ los Sacramentos”, señalado dentro de las Ac^vidades definidas para esta semana.