Las tentaciones de Jesús

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LAS TENTACIONES DE JESÚS1

1. Los relatos de las tentaciones En continuidad con el relato del Bautismo de Jesús, en el que se nos anuncia su unción por el Espíritu y el inicio de su misión, los evangelios sinópticos nos muestran a Jesús, llevado por el mismo Espíritu, para ser tentado por el demonio (cf. Mc 1,12-13). Con frecuencia esto de la tentación nos suena extraño a los cristianos, pues en general pensamos que es algo malo. Pero no es así, la tentación en sí carece de moralidad. Más bien, nos habla de las distintas posibilidades que tenemos de realizar una acción y la necesidad de descubrir la que corresponde al plan de Dios. Y esto es lo que nos quiere mostrar los evangelios. Jesús en su bautismo toma conciencia de que es el Mesías enviado por Dios para la salvación del mundo, pero ¿cómo realizar esta misión? A lo largo de la vida de Jesús se le presentan varias posibilidades de realizarla ¿cuál es la que corresponde al deseo de Dios? Los sinópticos sintetizan en un relato el interrogante y la búsqueda que acompañó toda la vida de Jesús y su opción; lo que Juan sintetiza en una frase (cf. Jn 12,27).

2. Significado de las tentaciones ¿Cuáles son estas tentaciones, o posibilidades de realizar la misión, que se le presentaron a Jesús durante su vida? El relato de Marcos es muy escueto, pero si nos fijamos en Mateo y en Lucas se nos habla de tres tentaciones, con pequeñas diferencias y en distinto orden. Vamos a seguir el plan de Lucas. Lucas 4,1-4: La acción transcurre en el desierto, evocando los cuarenta años de Israel por el desierto. En la prueba donde fracasó Israel triunfará Jesús. ¿Hay algo más necesario que saciar el hambre? Y si es necesario ¿por qué no hacer un milagro? Jesús opta por lo humano, por realizar su misión confiando y aceptando los planes de Dios sin recurrir a lo extraordinario, al milagro fácil y a la solución brillante (cf. Dt 8,2). Jesús no hará uso de ningún poder excepcional para cumplir su misión. Lucas 4,5-8: En lo alto del monte, recordando Dt 34,1-4, a Jesús se le presenta la posibilidad de conquistar la nueva tierra sin necesidad de luchar y sufrir. Es la tentación de ejercer un dominio absoluto, de realizar un mesianismo político (que por cierto era lo que esperaba el pueblo). Jesús recuerda al demonio que no se puede adorar más que a un sólo Señor (cf. Dt

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Tomado del Módulo de Cristología I, del Plan de Formación para Laicos, Arquidiócesis de Santiago.

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6,13), señalando la distancia que existe entre el poder terreno y el mundo de Dios. Es la tan habitual tentación del poder, que pone en peligro la integridad del compromiso con Dios. Lucas 4,9-12: Ahora se nos presenta una tentación de tipo religioso: ganarse la admiración y veneración del pueblo con la ayuda de lo portentoso, de la intervención divina espectacular; o sea, imponer desde arriba el reconocimiento de su mesianismo y de su divinidad. Jesús opta por el camino marcado por su Padre, que supone el ocultamiento en su condición humana y el respeto a la libertad del hombre. Lucas 4,13: Es el epílogo, que nos manda a la última tentación del demonio en los relatos de la pasión (cf. 22,3.42; 23,35-37), en la que Jesús reafirma su opción por realizar la voluntad del Padre, aunque pase por la entrega de la vida y no por lo portentoso, ni por el poder, ni por la imposición. Los sinópticos nos quieren enseñar, en síntesis, como la instauración del Reino implica lucha y esfuerzo para mantenerse fiel al plan de Dios. A Jesús se le presentó la posibilidad (el deseo, la tentación) de llevar a cabo su obra por medios portentosos. Pero optó por lo sencillo, por lo humano, por el lento germinar de la semilla, por la paciencia de la espera, por la libertad del hombre. Jesús sintió la tentación de realizar su misión acomodando el poder con el querer de Dios. Su opción demostró que son irreconciliables. La Iglesia, a lo largo de la historia, ha vivido la misma tentación, y su opción no siempre ha sido la misma de Jesús. Y la Iglesia que somos nosotros también vivimos las mismas tentaciones, y nos tendremos que preguntar si nuestras opciones son las mismas que tomó Jesús.

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