Marco teológico cica

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Marco teológico de la Iniciación Cristiana de Adultos “El Señor nos llama a vivir con Él” y su desarrollo en el itinerario catecumenal

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MARCO TEOLÓGICO DE LA INICIACIÓN CRISTIANA DE ADULTOS “EL SEÑOR NOS LLAMA A VIVIR CON ÉL” Y SU DESARROLLO EN EL ITINERARIO CATECUMENAL Marcelo Alarcón A.

A. “El Reino de Dios llegó” (Mc 1,15) Nadie duda que el Reino de Dios constituyó la pasión de Jesús durante toda su vida. Su importancia es tal que prácticamente todo su ministerio estuvo dedicado a anunciarlo y significar su llegada con obras y palabras. Por ello el proceso catequístico ha sido elaborado asumiendo como marco teológico el Reino de Dios. Esperamos que los catecúmenos sean iniciados en la vida cristiana, reconociendo que la fuente última de la alegría radica en la voluntad realizada de Dios en el mundo, acontecimiento lo que Jesús solía llamar “Reino de Dios”. Esto supone suscitar en ellos el deseo de acoger a Dios como Señor de sus vidas, de modo que, orientados por los criterios del Reino vivan a su servicio en el mundo y en la Iglesia. Los contenidos fundamentales de la fe cristiana católica, los elementos espirituales y doctrinales de los sacramentos de la iniciación y la conformación de un talante genuinamente cristiano son desarrollados en el marco general del Reino. Sin esta perspectiva es imposible comprender la organización del proceso, el itinerario bíblico y celebrativo, ni mucho menos la comprensión de los misterios que celebrarán los catecúmenos y la misión de la Iglesia (al servicio del Reino). Me adelanto al recorrido por el itinerario para señalar que, dada su centralidad, conviene incluso mirar el proceso catequístico desde el momento en el cual se presenta a Jesús anunciando la llegada de Reino y la realización de este en su persona, cosa que ocurre en el encuentro número 12, que pertenece a la etapa del Catecumenado. En este encuentro catequístico, se propone la lectura del pasaje de Lucas 4,14-22, que narra la visita de Jesús a la sinagoga de Nazaret para la celebración litúrgica semanal y cómo el Señor, proclamando el pasaje del profeta Isaías que anuncia la liberación de las opresiones y la llegada del año de la gracia, afirma que ha llegado el tiempo del cumplimiento de las promesas de Dios. “El pasaje que acaban de oír, se cumple hoy”, señala categóricamente Jesús, trayendo consigo la liberación de todo aquello que esclaviza y oprime al ser humano, abriendo así espacio para la realización plena de la vida que Dios quiere para todos. El anhelo de Dios de extender su propia vida a favor nuestro se cumple en Jesús. Él ha vencido la muerte homicida que nos impedía abrirnos paso hacia la vida plena en la comunión con Dios, Padre suyo y Padre nuestro. Así, el Reino, en cuanto voluntad realizada de Dios en el mundo, se realiza en una triple comunión:

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Comunión con Dios (como un hijo/a con su madre o padre). Comunión con las demás personas (como hermanos). Comunión con la creación entera (para su cuidado y compartir solidario de los bienes).

Desde la perspectiva del Reino en cuanto comunión fundada en el amor, se puede comprender quién es Dios y cuál es su proyecto para el ser humano; qué es el hombre, cuál es el origen, sentido y destino de su vida; qué es el mundo y qué tipo de relación estamos llamados a establecer con la creación entera. Así, en el marco del Reino, el Catecumenado irá presentando el proyecto de salvación que Dios Padre tiene para toda la humanidad, por la obra de su Hijo Jesucristo, e irá explicitando todo el misterio cristiano.

B. El umbral del Catecumenado: “La opción creyente” Antes del desarrollo de itinerario, los catequizandos cruzan el umbral de una puerta que trae consigo una pregunta: ¿Qué significa creer? Esta interrogante expresa una de las experiencias más importantes del ser humano: el anhelo de Dios que late en el corazón de todo hombre y mujer. El cristianismo enseña que lo humano, mientras más humano es más divino; y mientras más divino, más humano. En el interior de toda persona late este deseo de Dios a partir del cual puede hacer una opción creyente. Por ello la Iglesia afirma que el misterio del hombre se esclarece a la luz del Misterio de Cristo1. En este sentido, la historia humana es sagrada, porque Dios ha querido hacerse presente y actuar en ella, asumiendo incluso la humanidad en la persona de su Hijo Jesucristo. A Dios hay que buscarlo como Aquel que existe y actúa en lo más profundo del ser humano y de su historia. Por ello, antes iniciar los encuentros catequísticos el programa contempla un breve subsidio que aborda este tema y que hemos llamado “La opción creyente”2. El programa ahondará en esta experiencia humana a lo largo de sus encuentros, profundizando en su sentido a la luz del Misterio de Jesucristo. Hemos incorporado también el subsidio en libro del Catequista para que lo conozca y, eventualmente, pueda trabajarlo también como preparación para su servicio. A continuación veremos cómo se desarrollan estos aspectos a lo largo de las etapas de la iniciación cristiana de los adultos.

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GS, 22. S e e la b o r ó con la intención de que sea trabajado previamente por el Catecúmeno (o durante la realización de los primeros encuentros) y recogido por el Catequista.

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I. Desarrollo del Reino en las etapas del Catecumenado 1. Primera etapa: «Jesús camina con nosotros». Precatecumenado. Recordemos que el propósito central de esta etapa es descubrir que Dios se manifiesta en nuestra historia y nos invita a vivirla en Él y con Él. Dios asume nuestra vida, valorándola y respetándola, para hacerla plena por su acto amoroso de salvación. Se trata de un preámbulo de la fe, marcado por las búsquedas humanas y su apertura trascendente, anunciamos que Jesucristo camina con nosotros, esta buena noticia le da el nombre pastoral a la etapa. Queremos que las personas experimenten la presencia salvadora del Señor y, con la especial ayuda de la Palabra de Dios, descubran que Él es el Camino, la Verdad y la Vida, la clave que les permite encontrarse con Dios Padre, comprender su existencia humana y responder a sus preguntas más profundas. Durante los 9 encuentros y la celebración de “Admisión al Catecumenado y entrega de la Palabra de Dios”, con la que termina esta etapa, se realiza un anuncio explícito de Jesucristo a partir de las preguntas y experiencias fundamentales del ser humano: ¿Qué nos mueve en la vida? ¿Dónde está nuestro tesoro? (Enc. 1.) ¿A quién buscamos? (Enc. 2), ¿Quién puede conducirnos hacia Dios? (Enc. 3) ¿Qué es el ser humano? (Enc. 4-5) ¿Cómo podemos ser felices? (Enc. 6) ¿Cuál es el sentido del dolor? (Enc. 7) ¿Qué nos cabe esperar? (Enc. 8), para culminar la etapa con el llamado de Jesús a vincularnos con Él como sus discípulos (Enc. 9). El anuncio presenta a Dios como el gran tesoro junto al cual podemos construir la vida y a Jesucristo como el camino que nos conduce hacia Dios, nuestro Padre. Sólo Jesús nos puede revelar la verdad de lo que somos y la vida gozosa que buscamos. Él acoge y asume nuestros sufrimientos, ayudándonos a superar el dolor y caminar con esperanza como sus amigos y discípulos. Aunque en esta etapa no aparece explícitamente el concepto de “Reino”, pueden verse ya, en una primera aproximación, algunas de las notas fundamentales que se desarrollarán más adelante: Dios, revelado por ahora como “Padre de Jesús”, es alguien, una persona con quien podemos construir la vida. Él, por medio de su Hijo Jesús, ofrece respuesta al origen, sentido y destino del ser humano y su relación con los demás. Junto a Jesús, la alegría, el dolor y la esperanza encuentran respuesta. Es la vida nueva del Reino que experimenta todo el que se encuentra con Jesús.

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2. Segunda etapa: «Jesús nos revela el Reino de Dios». Catecumenad o. Como su nombre lo indica, esta es una etapa centrada en el Reino de Dios como núcleo del evangelio de Jesús. Este es el tiempo más prolongado del proceso catequístico. A lo largo de sus 23 encuentros y cinco celebraciones Jesús nos revela al Dios verdadero, que es Padre de misericordia y de solidaridad con los que se reconocen como necesitados de su amor. El Catecúmeno es introducido en la fe comprendiendo que ser cristiano implica reconocer y confesar, individual y comunitariamente que Jesucristo es la manifestación histórica plena del Reinado de Dios. En Él, en sus palabras y en el testimonio de su vida, se revela Dios de modo definitivo, como fundamento y sentido último del ser humano y de la historia. Acoger esto en la fe no se reduce a una mera declaración teórica, sino que se verifica en una vida transformada radicalmente por el encuentro con Jesús y su evangelio de la salvación. Durante esta etapa se presentan los contenidos fundamentales de la fe cristiana, comenzando por la encarnación. La catequesis nos enseña cómo Dios se ha hecho hombre por la encarnación de su Hijo Jesús (Enc. 10), manifestando la solidaridad de Dios con el género humano por el nacimiento pobre de Jesús en Belén (Enc. 11). El Hijo de Dios que se ha hecho hombre ha sido enviado por el Padre para anunciar la llegada del Reino e inaugurar este tiempo definitivo de gracia y liberación (Enc. 12). El encuentro 12, donde Jesús proclama la llegada del Reino en la Sinagoga de Nazaret, constituye el foco desde donde se comprende el sentido del misterio de la Encarnación dentro de la obra salvadora de Dios, cuya luz definitiva la arrojará la Resurrección de Jesús abordada por el encuentro 23. Lo primero que nos enseña Jesús acerca de la buena nueva del Reino es que Dios no es un ser lejano y castigador, sino un Padre (Enc. 13), que habiéndonos engendrado al crearnos, nos sostiene en la existencia (Enc. 14) y nos llama a vivir en Alianza con Él, sostenida por su fidelidad a pesar de nuestras caídas y pecados (Enc 15). Para hacer pleno este vínculo que nos salva, Él mismo viene y nos habita por el Espíritu Santo, ungiéndonos para nacer a la vida del Reino como sus hijos (Enc. 16). Por este acto Dios termina hermanando a toda la humanidad (Enc. 17). Jesús nos invita a entrar decididamente en esta gozosa experiencia salvadora. Él nos dice con insistencia busquen el Reino de Dios y su justicia, mostrándonos en las bienaventuranzas el camino del Reino (Enc 18), y advirtiéndonos que el hombre puede extraviar el rumbo cuando se vuelve egoístamente sobre sí mismo (Enc. 19). Sin embargo, nos enseña también que Dios nos llama siempre a reincorporarnos al Reino de la gracia por la conversión, y nos perdona y abraza cuando volvemos a la amistad con Él, como el hijo perdido que regresa a casa y se funde en un abrazo con el padre que lo esperaba (Enc. 20). Así, llegamos a uno de los momentos más importantes de esta Catequesis, donde Jesús expresa su disponibilidad total al Reino de su Padre, entregando su vida por amor y para nuestra salvación. Estamos ante el misterio de su Pasión, 5


Muerte y Resurrección. En la Última Cena, Jesús anticipa en los signos lo que será la entrega de su vida (En. 21), llegando hasta la muerte en la cruz (22). Por haber amado hasta el extremo, en fidelidad al proyecto de Dios Padre, éste lo rescata de la muerte resucitándolo (23). La Resurrección del Señor significa el triunfo del mensaje del Reino anunciado por Jesús, el triunfo de la vida plena manifestada en Él y en su propuesta de humanidad. Pero ese triunfo no es el del éxito fácil, sino la victoria que pasa por el abajamiento y la entrega de la propia vida hasta las últimas consecuencias. Con esto el Misterio Pascual se comprende como el punto de partida y el centro de la fe cristiana y queda delineada la espiritualidad propia del cristiano al servicio del Reino de Dios en el mundo, insertándose en el Misterio Pascual de Jesús. Particular mención merece el encuentro-jornada 24, donde se hace una síntesis del camino recorrido, profundizando en el misterio del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo y su proyecto de salvación para nosotros. El Catecúmeno tiene la ocasión de sintetizar su comprensión del misterio trinitario y del origen, sentido y destino del ser humano a la luz del proyecto salvador de Dios. Continuando con el proceso catequístico, el Catecumenado nos enseña que la obra de Jesús al servicio del Reino se prolonga por el Don del Espíritu Santo, quien nos unge para llevarnos a la verdad plena y recordarnos todo lo que Jesús nos enseñó (Enc 25), nos regala dones para vivir como Jesús (En. 26) y conduce la historia entera de la humanidad (Enc. 27). Él funda la Iglesia para que continúe la misión de Jesús al servicio del Reino (Enc. 28), celebrando las maravillas que Dios hace en nosotros (Enc. 29) y sirviendo a todas las personas (Enc. 30). Así, la Iglesia camina junto a la humanidad y la creación entera hacia la plenitud de la vida al final de los tiempos (Enc. 31-32). Como anuncio del acontecimiento del Reino, el Catecumenado ha expuesto hasta ahora los elementos fundamentales de la fe cristiana:        

Encarnación del Hijo de Dios (Enc. 10-12) Dios Padre nuestro, la historia de salvación, filiación, fraternidad universal (Enc. 11-17) El pecado y la amistad con Dios (Enc. 18-20) Pasión, Muerte y resurrección de Jesús –Misterio Pascual– (Enc. 21-23) Síntesis del Misterio Trinitario y del origen, vocación y destino ser humano (Enc. 24) El Espíritu Santo –Pneumatología– (Enc. 25-27) La Iglesia –Eclesiología– (Enc. 28-30) La plenitud de la historia –Escatología– (Enc. 31-32)

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3. Tercera etapa: «Jesús nos invita vivir su Misterio Pascual». Purificación e iluminación. Vista la perseverancia y la disposición de los catecúmenos, la comunidad eclesial lo invita ahora a una fase de preparación inmediata a dicho acontecimiento, durante la cual acrecientan su deseo de renovarse interiormente, para vivir como sus hijos y discípulos de Jesucristo, que los bendice especialmente con la gracia de los sacramentos. Junto con la conversión personal, la gracia de los sacramentos nos impulsará a vivir como Jesús. De ahí el nombre pastoral de la etapa: “Jesús nos invita vivir su Misterio Pascual”. La Purificación e iluminación contempla 5 encuentros y 6 celebraciones. Lo más importante es la disposición personal a la acción salvadora mediante la recepción de los sacramentos. Por ello esta fase se vive en la atmósfera penitencial del Adviento y la Cuaresma. Esta circunstancia tiene un sentido pedagógico: la purificación y la penitencia, en cuanto vinculadas a estos tiempos litúrgicos, nos recuerdan a todos los cristianos que ellas deben ser actitudes permanentes y vitales. Dios nos ha amado gratuitamente, arrancándonos del reino de la desgracia e introduciéndonos en su Reino de vida. Él se nos ha revelado de modo definitivo en la persona de Jesucristo. La salvación así manifestada es un don que no podemos merecer de ningún modo; pero la conversión es el mejor modo de manifestar religiosamente la búsqueda y la disposición de nuestra libertad a ser sanada y elevada, para así experimentar la plenitud de la vida que Él nos ofrece. En este tiempo nos convertimos a Dios con todo el corazón, con toda la mente, con todas las fuerzas, para lo cual recibiremos la gracia de los sacramentos que, como signos de la salvación, no se merecen, pero de por sí exigen del sujeto un gesto, un signo también concreto y claro, de una sincera disposición a ellos, con sus consecuencias vitales. Los contenidos de esta etapa están marcados por el propósito de favorecer la purificación del corazón y la disposición interior para la celebración de próxima de los sacramentos. El énfasis en la instrucción doctrinal, propia del Catecumenado, cede en parte en favor de la meditación personal y comunitaria, a modo de un itinerario espiritual. En este clima, durante la etapa invocamos la acción del Espíritu Santo que nos configura con Cristo e invitamos al Catecúmeno a dejarse transformar por Él (Enc. 33), intensificando el encuentro con el Señor a través de la oración (Enc. 34), acogiendo la presencia de la Virgen María como madre y modelo de los discípulos (Enc. 35) y abrazando con mayor decisión a Jesús Resucitado como el Agua viva que realiza en nosotros la vida plena (Enc. 36) y como la Luz que conduce nuestra existencia para vivir como hijos de la luz en medio del mundo (Enc. 37). Los últimos encuentros (36 y 37) recogen el espíritu de las celebraciones del Primer y Segundo Examen, propuestas por el Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos. Por ello incluyen algunos de sus elementos como los Salmos, textos bíblicos y oraciones.3

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Ver la nota catequística al inicio del encuentro 36 en el Libro del Catequista. El desarrollo completo de la celebración de los Exámenes puede encontrarse en www.inpas.cl/catecumenado.

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4. Cuarta etapa: «Jesús nos envía en misión». Mistagogia. La Mistagogia es un tiempo de profundización en la relación con el Señor y en la inserción en la comunidad eclesial, por la participación en los sacramentos, en la oración y en la vida litúrgica en general de la Iglesia, así como en la práctica cristiana y en la misión de la Iglesia en el mundo. De ahí el nombre pastoral de la etapa que acentúa el carácter misionero: “Jesús nos envía en misión” y las notas de su objetivo: Profundizar en la adhesión personal y comunitaria a la persona de Jesús, ayudando a los catecúmenos a incorporarse plenamente en la vida y misión de la Iglesia, como discípulos misioneros del Señor al servicio del Reino de Dios. La Mistagogia contempla, en sentido estricto, 3 encuentros, pero incluye otros 2, tomados del Libro “El Señor sale a nuestro encuentro y lo seguimos en comunidad”4. El proceso culmina así con la participación de la comunidad en la Fiesta de Pentecostés, pudiendo el grupo podrá continuar viviendo el seguimiento de Jesús en comunidad con ayuda del mencionado material. En cuanto a los contenidos, los tres encuentros del tiempo mistagógico profundizan cada uno en dos temas: por un lado alguno de los sacramentos celebrados y por otro un aspecto de la vida cristiana. Así, el encuentro 38 ayuda a los Catecúmenos a reconocer que Dios los ha hecho parte de un pueblo de sacerdotes, profetas y reyes por el Bautismo, con una disposición total al Reino. Este encuentro profundiza el Bautismo. Luego podrán ver con mayor claridad los diversos lugares donde Jesús se nos presenta como el amigo, Maestro y Señor, que alimenta nuestro peregrinar como sus discípulos misioneros (Enc. 39 –que profundiza en la Eucaristía-). El último encuentro del programa, profundiza en el Sacramento de la Confirmación y es una gran acción de gracias y de alabanza al Señor por todo lo vivido junto a Él y a los hermanos, acogiendo su llamado a vivir como discípulos misioneros, integrándose plenamente en la vida y misión de la Iglesia, al servicio del Reino de Dios. Para entrar en el Reino de la vida los nuevos cristianos han sido incorporados al pueblo de Dios por el Bautismo, alimentados con la Eucaristía y ungidos por el Espíritu de Jesús para que, como Él, puedan colaborar con la liberación de los cautivos y anunciar el año de gracia del Señor, siguiendo las huellas de Jesús. Así, se cumple el deseo expresado en el primer encuentro donde se los invitó a poner el corazón en Dios y su proyecto salvador. Oyendo a San Agustín 4

El material se elaboró para la continuidad comunitaria de los adultos después de la Catequesis Familiar de Iniciación a la Vida Eucarística. Sin embargo, se quiso vincular a este material vista la eficacia pastoral y el deseo de favorecer también un post catecumenado viviendo en comunidad. El Libro contempla más de 30 encuentros distribuidos en cuatro secciones. La primera para consolidar la andadura comunitaria del grupo, otra para profundizar en algunos temas que el Catecumenado presentó al nivel de iniciación, la tercera para reflexionar sobre el Año litúrgico y la última para abordar diversos temas de la vida adulta (enfermedad de un ser querido, aniversario de matrimonio, nacimiento de un hijo, etc.).

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supieron que “A aquel que está en todas partes, no se va navegando, sino amando”5. Ahora pueden dar testimonio de que la Vida se hizo visible, ellos la vieron y ahora son testigos (Cfr. 1 Jn 1,2). En la última hora del Catecumenado, los nuevos cristianos oyen la voz de San Juan Crisóstomo confirmándoles que «El mensaje que se les comunica no va destinado a ustedes solos, sino que han de transmitirlo a todo el mundo. Porque no los envío a dos ciudades, ni a diez, ni a veinte; ni tan siquiera los envío a toda una nación, como en otro tiempo a los profetas, sino a la tierra, al mar y a todo el mundo”.6 El Reino encontrará ahora en los Catecúmenos el frescor de un nuevo impulso. Con justicia éstos podrán decir: “El Espíritu del Señor está sobre mí, Él me ha ungido…”.

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San Agustín, Sermón 131. San Juan Crisóstomo, Homilías del Evangelio de Mateo (Mt 5,13-16).

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