Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos

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Catequesis de Iniciación Cristiana de Adultos

Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos


Ritual de Iniciación Cristiana de Adultos

INTRODUCCIÓN

1. El Ritual de la iniciación cristiana que se describe a continuación está destinado a los adultos que después de haber oído el anuncio del misterio de Cristo, habiendo el Espíritu Santo abierto sus corazones, buscan consciente y libremente al Dios vivo y emprenden el camino de la fe y de la conversión. Este Ritual les proporcionará una ayuda espiritual durante su preparación de manera que, a su debido tiempo, puedan recibir fructuosamente los sacramentos. 2. El Ritual no presenta solamente la celebración de los sacramentos del Bautismo, Confirmación y Eucaristía, sino también todos los ritos del catecumenado que, probado por la antigua práctica de la Iglesia y apto para la actividad misionera actual en las diversas regiones, de tal modo es requerido en todas partes que el Concilio Vaticano II mandó fuera restablecido y revisado y adaptado a las necesidades de cada lugar.1 3. Para responder mejor a la tarea de la Iglesia y a la situación de los individuos, parroquias y misiones, el Ritual de la iniciación presenta en primer lugar una forma completa o común, apta para la preparación de muchos, que los pastores, mediante una sencilla acomodación, podrán adaptar a uno solo. Luego para casos particulares se presenta una forma más simple que puede hacerse en una (cfr. pg. 74-­‐81) o en varias celebraciones (cfr. pg. 82). Para los que están en peligro de muerte se utiliza el Rito Simple (pg. 74).

I. ESTRUCTURA DE LA INICIACIÓN DE ADULTOS

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4. La iniciación de los catecúmenos se hace en forma progresiva en la comunidad de los fieles, quienes, junto con los catecúmenos consideran el valor del misterio pascual, renuevan la propia conversión y los inducen con su ejemplo a obedecer con más generosidad al Espíritu Santo. 5. El Ritual de la iniciación se adapta al itinerario espiritual de los adultos que varía según la multiforme gracia de Dios, la libre cooperación de cada uno, la acción de la Iglesia y las circunstancias de tiempo y lugar. 6. En este camino, además del tiempo de la investigación y de la maduración (cfr. n.7) hay diversos grados o pasos que el catecúmeno debe franquear:

Cf. Conc. Vat. II Const. Sacrosanctum Concilium, sobre la Sagrada Liturgia, nn. 64-­‐66; Decr. Ad Gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, n. 14; Decr. Christus Dominus, sobre la función pastoral de los obispos, n. 14.


a. El primero, cuando acercándose a la conversión inicial, quiere hacerse cristiano y es recibido por la Iglesia como catecúmeno. b. Segundo, cuando ya maduro en la fe y casi concluido el catecumenado, es admitido a una preparación más intensa para recibir los sacramentos. c. Tercero, cuando una vez concluida la preparación espiritual, recibe los sacramentos con los cuales comienza su vida de cristiano. Por tanto, son tres los grados o puertas que deben ser considerados como los más importantes y más densos de la iniciación. Las tres etapas se caracterizan por tres ritos litúrgicos: la primera, por el rito de la admisión al catecumenado; la segunda, por la elección; la tercera, por la celebración de los sacramentos. 7. Las etapas conducen a tiempos de investigación y maduración, y a su vez están precedidas por ellos: a. El primer tiempo, que exige investigación por parte del candidato y evangelización por parte de la Iglesia se da en el precatecumenado y concluye con el ingreso en el orden de los catecúmenos. b. El segundo tiempo, que comienza con este ingreso en el orden de los catecúmenos y puede durar varios años, está dedicado a la catequesis y a los ritos anexos a la misma, y termina el día de la elección. c. El tercer tiempo, en realidad muy breve, que de ordinario coincide con la preparación cuaresmal a las solemnidades pascuales y a los sacramentos, está dedicado a la purificación y a la iluminación. d. El último tiempo, que dura todo el tiempo pascual, está dedicado a la mistagogia, es decir, a evaluar la experiencia que se ha vivido y a comprender sus frutos, como también a estrechar los vínculos con la comunidad de los fieles. Por lo tanto son cuatro los períodos sucesivos: el precatecumenado, destinado a un| primera evangelización; el catecumenado, destinado a una catequesis integral; el período de purificación e iluminación, para adquirir una preparación espiritual más completa, y el período de la mistagogía, caracterizado por la nueva experiencia tanto d4 los sacramentos como de la vida de comunidad. 8. Ya que la iniciación de los cristianos no es otra cosa que la primera participación sacramental en la muerte y resurrección de Cristo, y que además el período de


purificación e iluminación coincide de ordinario con el tiempo de cuaresma2 y la mistagogia con el tiempo pascual, es necesario que toda la iniciación presente un carácter pascual. De esta manera la cuaresma alcanzará su plena eficacia en la preparación más completa de los elegidos, y la Vigilia Pascual será el tiempo propio de los sacramentos de la iniciación3; sin embargo no se prohíbe que estos sacramentos, por razones pastorales, sean celebrados en otros tiempos.

A. Evangelización y Pre-­‐catecumenado

9. Si bien el Ritual de iniciación comienza con la admisión al catecumenado, el tiempo precedente o precatecumenado, tiene gran importancia y de ordinario no debe ser omitido. En él se hace aquella evangelización en la que confiada y constantemente se anuncia al Dios vivo y a Jesucristo enviado por él para salvar a todos, a fin de que los no-­‐ cristianos, bajo la acción del Espíritu Santo que abre sus corazones, creyendo, se conviertan libremente al Señor y se unan a él con sinceridad; a Él que siendo el camino, la verdad y la vida, satisface todas sus exigencias; más aún, las colma infinitamente.4 10. De la evangelización realizada con el auxilio divino, nacen la fe y la conversión inicial, por las cuales cada uno se siente llamado a dejar el pecado y a entrar en el misterio del amor de Dios. A esta evangelización está dedicado todo el período del precatecumenado, a fin de que madure el auténtico deseo de seguir a Cristo y de pedir el Bautismo. 11. Por lo tanto durante este período los catequistas, diáconos y sacerdotes, y también los laicos, explicarán adecuadamente el Evangelio a los candidatos; se les prestará una solícita ayuda para que con intención más pura y lúcida cooperen con la divina gracia, y finalmente para facilitar los encuentros entre los candidatos y las familias y comunidades cristianas. 12. Corresponde a las Conferencias Episcopales prever, si fuera necesario y según las circunstancias de la región, además de aquella evangelización propia de este período, una primera forma de recibir a los simpatizantes, es decir, a aquellos que si bien no creen plenamente, manifiestan cierta inclinación hacia la fe cristiana. 1. Su recepción, que es facultativa y que se hace sin ningún rito, manifiesta su recta intención aunque aún no su fe. 2. Se adaptará a las circunstancias de lugar y tiempo. A algunos candidatos se les debe manifestar especialmente el espíritu cristiano, que ellos quieren conocer y

2

Cf. Const. S.C., n. 109.

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Queda derogado el canon 790 del C.I.C. Decr. A.G. n. 13


experimentar; con otros, cuyo catecumenado se ha de diferir por diversas razones, conviene que preceda un acto externo de ellos mismos o de la comunidad dé los fieles.

3. La recepción se hará en una de las reuniones de la comunidad local, en un clima de amistad y de diálogo. Presentado por un amigo, el simpatizante es saludado espontáneamente y recibido por el sacerdote o por algún miembro de la comunidad. 13. Durante este tiempo de Pre-­‐catecumenado los pastores ayudarán a los simpatizantes con oraciones especiales.

B. El catecumenado

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14. El rito de admisión al catecumenado es de gran importancia porque en él los candidatos, presentándose oficialmente por primera vez, manifiestan su voluntad a la Iglesia, y la Iglesia, ejerciendo su función apostólica, admite a los que desean llegar a ser miembros suyos. Dios les concede la gracia cuando en esta celebración manifiestan su deseo y se significa de parte de la Iglesia su recepción y primera consagración. 15. Para dar este paso se requiere que los candidatos posean los fundamentos iniciales de la vida espiritual y de la doctrina cristiana5, es decir, la primera fe concebida en el precatecumenado, la conversión inicial y la voluntad de cambiar de vida y de entrar en relación con Dios en Cristo, y por lo tanto, el primer sentimiento de penitencia, el hábito incipiente de invocar a Dios y de orar, y también una primera experiencia de la comunidad y del espíritu cristiano. 16. Corresponde a los pastores con la ayuda de los responsables (cfr. n. 42), de los catequistas y diáconos, juzgar los indicios externos de estas disposiciones6. Además, los pastores deben velar para que, en razón del efecto inmutable de los sacramentos válidamente recibidos (cfr. Notas preliminares generales, n. 4), nadie que haya sido bautizado por algún motivo vaya a ser bautizado de nuevo. 17. Después de la celebración del rito, escríbanse oportunamente en un libro destinado a este fin, los nombres de los catecúmenos, mencionando también al ministro y a los responsables, y el lugar y día de su admisión. 18. En adelante los catecúmenos, a quienes la Iglesia rodea de amor y cuidado, vincula-­‐l dos Decr. A.G., n. 14 Ibid., n. 13


a ella ya son de la familia de Cristo7; la Iglesia los alimenta con la Palabra de Dios y les proporciona los auxilios de la liturgia. Ellos tendrán interés en participar de la liturgia de la palabra y en recibir las bendiciones y sacramentales. Cuando contraen matrimonio dos catecúmenos entre sí o un catecúmeno con una parte no bautizada se usará el rito indicado8. Si mueren durante el catecumenado tendrán exequias cristianas. 19. El catecumenado es un período de tiempo prolongado en el cual los candidatos reciben una instrucción pastoral y se ejercitan mediante prácticas convenientes9, gracias a las cuales las disposiciones de sus espíritus manifestadas en su ingreso los conducirán a la maduración de su fe inicial. Esto se obtiene por cuatro medios: 1. La adecuada catequesis impartida por los sacerdotes, diáconos o catequistas y otros laicos, ordenada gradualmente y presentada en su integridad, acomodada al año litúrgico y enriquecida con celebraciones de la palabra, los conduce no sólo a una conveniente instrucción sobre los dogmas y mandamientos sino también a un íntimo conocimiento del misterio de la salvación del que desean participar. 2. En la práctica de la vida cristiana, ayudados por el ejemplo y la cooperación de los responsables, de los padrinos y de toda la comunidad, se van acostumbrando a orar a Dios con más facilidad, a dar testimonio de la fe, a guardar en todo la esperanza de Cristo, a seguir en todas las obras la inspiración divina y a ejercitarse en el amor al prójimo hasta la renuncia de sí mismos. Instruidos de esta manera, los nuevos convertidos emprenden un camino espiritual por el que, participando ya por la fe del misterio de la muerte y de la resurrección, pasan del hombre viejo al nuevo hombre perfecto según Cristo; trayendo consigo en este tránsito un cambio progresivo de sentimientos y de costumbres, debe manifestarse con sus consecuencias sociales y desarrollarse poco a poco durante el catecumenado. Y puesto que el Señor a quien se confía es signo de contradicción, el nuevo convertido sentirá con frecuencia rupturas y separaciones, pero también gozos que Dios concede sin medida".10 3. Son ayudados en su itinerario por la Madre Iglesia con acciones litúrgicas adecuadas que los van purificando paulatinamente y sosteniendo con la bendición divina. Se organizarán para ellos celebraciones de la palabra, más aún, podrán acercarse a la liturgia de la palabra junto con los fieles, a fin de prepararse mejor para la futura participación de la Eucaristía. Sin embargo, según la costumbre, cuando participan en la asamblea de los fieles, conviene que antes de iniciar la celebración eucarística -­‐ si 7

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Cfr. Conc. Vat. II, Const. Lumen Gentium, sobre la Iglesia, n. 14; Decr. A.G., n. 14.

Ordo Celebrandi Matrimonium, nn 55-­‐56 Cfr. A.G., n. 14. 10 Cfr. ¡bid., n.13. 9


puede hacerse sin dificultad -­‐ se los despida cortésmente; porque deben esperar el Bautismo por el cual, agregados al pueblo sacerdotal, estarán capacitados para participar en el nuevo culto de Cristo. Como la vida de la Iglesia es apostólica, los catecúmenos también aprenderán a cooperar activamente en la evangelización y edificación de la Iglesia, mediante el testimonio de la vida y la profesión de su fe11.

20. La duración del catecumenado depende tanto de la gracia de Dios como de las diversas circunstancias, esto es, del ordenamiento del mismo catecumenado, número de catequistas, diáconos y sacerdotes, de la cooperación de cada catecúmeno, de los medios disponibles para llegar a la sede del catecumenado y para vivir allí, y también de la ayuda de la comunidad local. Por lo tanto, nada se puede definir a priori. Al Obispo le corresponde determinar la duración y dirigir la disciplina del catecumenado. También las Conferencias Episcopales, teniendo en cuenta las condiciones de los pueblos y regiones, podrán determinar esto con mayor precisión12.

C. Tiempo de purificación e iluminación

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21. El Tiempo de la purificación e iluminación de los catecúmenos coincide de ordinario con la cuaresma, porque la cuaresma tanto en la liturgia como en la catequesis litúrgica, mediante el recuerdo o preparación del Bautismo y mediante la penitencia13, renueva a la comunidad de los fieles, a una con los catecúmenos, y los dispone a celebrar el misterio pascual, que es aplicado a cada uno por los sacramentos de la iniciación14. 22. El tiempo de purificación e iluminación comienza con la segunda etapa de la iniciación, dedicado a una preparación interior más intensa. En esta etapa se hace de parte de la Iglesia la elección o admisión de los catecúmenos, que por sus disposiciones son considerados aptos para participar de los sacramentos de la iniciación en la próxima celebración. Se llama elección porque la admisión hecha por la Iglesia se funda en la elección de Dios en cuyo nombre actúa la Iglesia; se llama también inscripción de los nombres, porque los candidatos, como garantía de fidelidad, inscriben sus nombres en el libro de los elegidos. 23. Antes de celebrar la elección se exige de los catecúmenos un cambio de mentalidad y de costumbres, suficiente conocimiento de la doctrina cristiana, sentido de la fe y de la Cf. ibid., n. 14.

Cf. Constitución S.C., n. 64. Ibid., n. 109. 14 Cf. Decr. A.G., n. 14. 12 13


caridad; se requiere además, una deliberación acerca de su idoneidad. Luego, en la celebración misma del rito, tendrá lugar ante la asamblea la manifestación de su decisión y el parecer del Obispo. Ciertamente esta elección tan solemne es como el eje de todo el catecumenado. 24. Desde el día de la elección y admisión, los catecúmenos son llamados elegidos. También son llamados competentes, porque juntos contienden o compiten para recibir los sacramentos de Cristo y el don del Espíritu Santo. También son llamados iluminados porque el Bautismo es llamado iluminación, y mediante él se derrama sobre los neófitos la luz de la fe. En nuestra época, sin embargo, conviene usar otros términos que, según las diversas regiones y culturas, se adapten mejor a la comprensión de todos y a la índole de las lenguas. 25. Durante este tiempo, la preparación espiritual más intensa consiste más en el recogimiento interior que en la catequesis; se ordena a la purificación del corazón y de la mente mediante una sana reflexión y la penitencia, y a profundizar el conocimiento de Cristo Salvador. Esto se realiza con varios ritos, especialmente con los escrutinios y las entregas. 1. Los escrutinios, que se celebran solemnemente los domingos, tienen una doble finalidad: descubrir en el corazón de los elegidos lo que es débil, enfermo y malo a fin de curarlo, y lo que es bueno, sano y santo para fortalecerlo. Los escrutinios se ordenan a la liberación del pecado y del demonio, y afianzan en Cristo, que es el camino, la verdad y la vida de los elegidos. 2. Las entregas, mediante las cuales la Iglesia entrega a los elegidos los más antiguos compendios de su fe y de su oración, es decir, el Símbolo y la Oración del Señor, tienden a su iluminación. El Símbolo, en el que se recuerdan las maravillas obradas por Dios para la salvación de los hombres, infundirá en ellos la fe y el gozo. En la Oración del Señor conocen más profundamente el nuevo espíritu de hijos, por el cual llaman a Dios: Padre, especialmente en la asamblea eucarística. 26. Preparación inmediata a los sacramentos: 1. Se exhortará a los elegidos a qué el Sábado Santo, desligados de sus ocupaciones en cuanto sea posible, lo consagran a la oración y al recogimiento, y que ayunen según sus posibilidades15. 2. Si ese mismo día hay un encuentro de los elegidos, podrá tener lugar una celebración de preparación inmediata, por ejemplo: recitación del Símbolo, Effeta, elección del nombre cristiano y, si se diera el caso, la unción con el óleo de los catecúmenos. 15

Cf. Constitución S.C., n. 110.


D. Los sacramentos de la iniciación 27. Estos sacramentos: el Bautismo, la Confirmación y la Eucaristía, constituyen la última etapa a la cual se acercan los elegidos. Después de perdonados sus pecados son agregados al Pueblo de Dios, reciben la adopción de los hijos de Dios, son introducidos por el Espíritu Santo en la plenitud de los tiempos, más aún, por el sacrificio y el banquete eucarístico pregustan por anticipado el Reino de Dios. a. Celebración del Bautismo de adultos 28. La celebración del Bautismo que culmina con el baño del agua y la invocación de la Santísima Trinidad, se prepara mediante la bendición del agua y la profesión de fe, que se relacionan íntimamente con el rito del agua. 29. Por la bendición del agua se recuerda el designio creador y el misterio pascual y la elección del agua para actuar ese misterio sacramentalmente, y se invoca por primera vez a la Santísima Trinidad, y así la creatura agua recibe un significado religioso, comunicando, por el Espíritu Santo, la gracia del bautismo. 30. Por los ritos de la renuncia y de la profesión de fe, los que van a ser bautizados proclaman con fe viva el mismo misterio pascual conmemorado sobre el agua, y que luego será proclamado brevemente por el ministro en las palabras del Bautismo. En efecto, los adultos no se salvan a menos que, acercándose libremente quieran recibir con fe el don de Dios. Esta fe, cuyo sacramento reciben, no es sólo la de la Iglesia sino también su propia fe personal y viva. Al ser bautizados no reciben el sacramento en forma meramente pasiva sino que también realizan voluntariamente una alianza con Cristo, renunciando al error y adhiriéndose al Dios verdadero. 31. Enseguida, después que han confesado con fe viva el misterio pascual de Cristo, se acercan a recibir aquel misterio, significado por el baño del agua, y después de haber profesado su fe en la Santísima Trinidad, la misma Trinidad invocada por el ministro, actúa contando a sus elegidos en el número de los hijos adoptivos y agregándoles a su Pueblo. 32. El baño de agua significa la participación mística en la muerte y resurrección de Cristo, por la cual los que creen en su nombre mueren al pecado y resucitan para la Vida eterna; por lo tanto, debe dársele toda su importancia en la celebración del Bautismo. Elíjase el rito de inmersión o el de infusión, según convenga para cada caso, de manera que conforme a las diversas tradiciones, costumbres y circunstancias, se entienda, mejor que esa ablución no es meramente un rito de purificación sino el sacramento de la unión con Cristo.


33. La unción con el crisma después del Bautismo significa el sacerdocio real de los bautizados y su inserción en el Pueblo de Dios. La vestidura blanca es símbolo de su nueva dignidad. El cirio encendido expresa su vocación a vivir como conviene a hijos de la luz. b. Celebración de la Confirmación de adultos 34. Según la antiquísima costumbre de la Liturgia Romana, el adulto recibirá la Confirmación inmediatamente después del Bautismo, a no ser que se opongan a ello razones graves (cfr. n. 44). Se significa así la unidad del misterio pascual, la relación entre la misión del Hijo y la efusión del Espíritu Santo y la unión de los sacramentos, por los cuales ambas Personas divinas junto con el Padre inhabitan en los bautizados. 35. Por eso después de los ritos complementarios del Bautismo, omitida la unción después del Bautismo (pg. 70), se confiere la Confirmación. c. Primera comunión de los neófitos 36. Finalmente se celebra la Eucaristía, de la que los neófitos participarán en este día por primera vez y con pleno derecho, y en la que encontrarán la culminación de su Iniciación. En ella los mismos neófitos, elevados a la dignidad del sacerdocio real, participan activamente en la oración de los fieles, y en cuanto fuese posible, en la procesión de las ofrendas al altar. Junto con toda la comunidad participan de la acción sacrificial y profieren la Oración del Señor por la que expresan el espíritu de la adopción de hijos recibido en el Bautismo. Por último, al participar del Cuerpo de Cristo entregado por nosotros y de su Sangre derramada, confirman los dones recibidos y pregustan los eternos.


E. El tiempo de la MISTAGOGIA 37. Concluida esta última etapa, la comunidad junto con los neófitos, por la meditación del Evangelio, la participación de la Eucaristía, el ejercicio de la caridad, va adelantando en la profundización del misterio pascual y en el testimonio existencial del mismo. Este último tiempo de iniciación es el tiempo de la mistagogia de los neófitos. 38. La inteligencia más plena y fructuosa de los misterios se adquiere por las nuevas ins-­‐ trucciones y especialmente por la experiencia de los sacramentos recibidos. Los neófitos renovados espiritualmente, han gustado con mayor intimidad la palabra de Dios, han recibido la comunicación del Espíritu Santo y han experimentado qué bueno es el Señor. Por esta experiencia, propia del cristiano acrecentada a lo largo de la vida, adquieren un nuevo sentido de la fe, de la Iglesia y del mundo. 39. La nueva participación de los sacramentos al mismo tiempo que ilumina la inteligencia de las Sagradas Escrituras, aumenta el conocimiento de los hombres y redunda en la experiencia de la comunidad, de manera que a los neófitos se les hace más fácil y más útil la convivencia con los otros fieles. Por eso el tiempo de la mistagogia tiene máxima importancia para que los neófitos, ayudados por los padrinos, establezcan relaciones más íntimas con los fieles y adquieran una visión renovada de las cosas y un nuevo impulso espiritual. 40. Como las características y la fuerza propia de este tiempo proceden de la experiencia nueva y personal de los sacramentos y de la vida comunitaria, el lugar principal de la mistagogia son las llamadas Misas de los neófitos o Misas de los domingos de Pascua, porque en ellas además de la reunión de la comunidad y de la participación en los misterios, los neófitos encontrarán, sobre todo en el leccionario del año A, lecturas especialmente adecuadas para ellos. Por eso hay que invitar a estas Misas a toda la comunidad local junto con los neófitos y sus padrinos; los textos de estas Misas podrán usarse también cuando la iniciación se celebra fuera del tiempo pascual.


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