La frase de Román Gubert “El ser humano es fundamentalmente un animal visual, que recibe gran parte de la información del mundo circundante por vía óptica”1 nos conduce a reconocer que la imagen es importante como lenguaje visual y como documento. Las imágenes congeladas y representadas a través de la fotografía, nos ayudan a situarnos frente a la historia, y mucho más cuando han desaparecido
escenarios, personajes y monumentos, y lo que queda en algunos casos, únicamente son esos documentos.
La fotografía histórica, más conocida como fotografía patrimonial, representa para el patrimonio cultural una de las más gratificantes y enriquecedoras fuentes de conocimiento, posibilita el ahondar en la comprensión del pasado, proporcionando elementos iconográficos que los documentos escritos no siempre pueden ofrecer, amplía el espectro de los diálogos con las diferentes disciplinas que aportan al descubrimiento de aspectos y elementos de la memoria, más allá del contenido emocional y evocativo