Dick y Jasón “La creación de las nuevas bellezas es el arte de vivir” E. A. Poe
Algunos lo toman como un juego, otros como algo tonto y sin sentido; un pasatiempo divertido y sin objetivo, manía adolescente de unirse al vaivén de ideologías y pensamientos ridículos, a la inmadurez del mundo. Un mundo que nos hace creer que un dibujo en una pared es un delito que motiva al artista, o así se hace llamar. Aunque
muchos creen que es arte, vida, libertad; la felicidad completa y en estado de éxtasis, ambicioso de mostrar talento y pura verdad ante los ojos maravillados del público. A eso es a lo que se dedican Dick y Jasón: a la creación de nuevas bellezas. Era viernes por la tarde de un lejano invierno en las calles de un Buenos Aires oculto y perdido en la nada. Una tarde fría y silenciosa, donde el mundo parecía desaparecer y y el canto bello de los pájaros habían callado. Eran tiempos de silencio y sonar oculto. Un susurro de tormento podía marcar el momento. Las calles empedradas del pasado olvidado eran custodiadas por patrullas del pensamiento. Un buenos Aires sin voz. En medio de un callejón sin salida ni vida, bailaba sin cesar el pincel de gas dibujando un nuevo día “Estaba viva la pintura llorosa de una mujer hermosa cuya perfección no fue pensada. Miraba la celeste marea del cielo que traía fin sin gloria. En sus ojos reflejaba una guerra próxima”. Dick y Jasón dejaron los pinceles, se quitaron las bandanas y dejaron el escenario en anonimato. Cuando salieron del callejón avistaron del otro lado de la calle la patrulla metálica con sus cuatro hombres sin rostro. La calle vacía. Ni aire ni luz habitaba en el tiempo del suburbio turbio que controlaba el mundo desde la patrulla. Decidieron correr antes de que la nube de centellas surcara el viento. Bordearon el mundo perdiéndose de vista, ocultándose en la noche. Dick y Jasón eran chicos de la calle, eran la voz de un pueblo que no se animaba a decir, eran el arte de vivir. Se habían criado solos desde niños. Aprendieron a defenderse solos y a tomar el control del odio hacia el amor que apagaban las patrullas. En una de sus tantas aventuras vieron cómo el universo giraba a su lado y el triste cosmos se esparcía en el tiempo. Sus trabajos, sus glorias y el arte cuando fueron atrapados. Ambos habían sido brutalmente castigados, marcados por ellos, por las mismas patrullas del pensamiento lejano. En ese tiempo ambos eran muy pequeños y daban su amor a la palabra poética de no decir nada, sino verlo todo. Eran jóvenes insensatos y valientes. Sin ideal. Hoy son más que eso y realizan el arte de ser la voz del pueblo. Nunca olvidarán el momento del juicio ante un tribunal: “invasión a la propiedad privada, intento de rebelión, regresión, intento de engaño al gobierno…” En ese tiempo el arte urbano era un crimen, y hoy en día todo era peor. Al ser detenidos se extinguió el calor. Se acalló cada latido vibrante de cada pintura. Cada ida y vuelta en la marea de pensares de Dick y Jasón volvía con los recuerdos de gritos al mundo: “El hombre de cristal blanco puro y oscuro, atento y despierto que saltó la barrera para vivir y fugaz atravesó su pecho la bella mujer de piel morena, de brillante esplendor regalando su dulce voz. Desapareció su amor y se extinguió…”
Dick despertó con lágrimas en sus ojos, recordó a sus padres y el dolor lo invadió, portadores de voz y creyentes de la libertad. Dick llamó a su hermano y juntos partieron de su morada a lo remoto de un futuro nada próspero. Era una mañana cálida, un lindo día brillando en lo alto, el sol tomaba la ciudad de la soledad. Todo estaba listo y perfecto. Un día sólo para ellos. Fue en ese momento que los vieron y el fuego voló en destello. El mundo se tiñó de infierno y el suelo brilló de color rojo. Dick había muerto. Una despedida rápida. Una lágrima de cristal tocó el alma de su hermano. Lo intentaron y no lo alcanzaron. Los pinceles, la pintura, la voz de un libertario había muerto, y un nudo de dolor colmó el corazón de su hermano mayor. Las patrullas metálicas recorren las calles y aún así eso no lo detiene a Jasón. Su pincel está listo y su destino fijo. El cielo claro y puro. El tiempo cubierto de un cántico caluroso. Las mariposas toman aire, la gente canta y vibrante la música toca las estrellas que bailan sin fin; y cada portador ruge con su voz, todo enmarcado hasta el fin. Jasón había creado la voz más hermosa jamás creada, una belleza real para contender lo real. El también murió, pero el pueblo calló y terminaron su pintura, uniéndolo al cuadro que significó el fin de aquel silencio llano. Facundo Agüero García 3°4°