Revista Interesante Vol. 1 Núm. 1

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CUENTO

El entierro de Peluca Nos mudamos a esta isla hace unos quince años, vivimos en uno de esos complejos de viviendas flotantes. Pues, la costa norte y sur han visto un crecimiento desenfrenado de complejos de viviendas en los últimos diez años. Para el comienzo de la segunda década del milenio los gobiernos municipales dieron luz verde a las grandes empresas norteamericanas para la construcción de edificios flotantes en las costas del país. Se han construido novecientos complejos vecinales con edificios que alcanzan hasta los veinte pisos de altura. Todos estos edificios están interconectados con grandes puentes colgantes para el fácil acceso a los mismos. Las grandes empresas han tomado la iniciativa de pintar de azul los mismos para hacerlos parte de la vista costera. Ya la isla ha dejado de medir 100 X 35 para convertirse en un cuadrado perfecto de 100 X 100.

NORMAN JOEL DE JESÚS DE JESÚS Nacido en Guayama, criado en Santa Isabel, Puerto Rico. Autor de libros desde 2005 hasta el presente.

Cabe mencionar que se dice que de Venezuela a Playa Jauca es un paso y que con grandes zancos no te mojas ni los pies, en referencia a la corta distancia que existe entre la isla y el país vecino. Nuestra odisea comenzó con la muerte de Peluca, un perro sato que habíamos adoptado a nuestra llegada a la isla y que ha vivido con nosotros en el apartamento. Ningún miembro de la familia ha bajado del apartamento en los últimos doce años ya que hacemos todo por internet y los niños reciben educación a distancia. Las compras necesarias se realizan por computadora y entregadas al hogar. Papi trabaja desde la comodidad de su habitación por lo que ha ganado unas cuantas libras en sobrepeso en los últimos años. Todos en la familia han perdido su característico color moreno, por una tez de tono limoso debido al exceso de tiempo en el aire acondicionado.

La Chichi, la menor de los Vadell, con la muerte de la mascota, se negó a que fuera cremado como se ha vuelto costumbre en la isla debido a la escasez de cementerios. Le pidió a papi que el animal fuese enterrado bajo tierra y no hubo manera alguna de hacerla cambiar de idea. Así que, se introdujo al animal en una bolsa negra de plástico y la familia salió en búsqueda de un lugar en donde enterrar al pobre perro. Costumbre pensada un poco arcaica en estos días de tanta tecnología. Así que papi tomó el mapa de la isla (1998) para dirigirse al cementerio municipal, pero para su sorpresa estaba en su lugar un Mall lleno de autos y miles de gentes comprando. Gastándose lo que no tienen, pero que sí pueden gastárselo gracias a un plástico con valor monetario. Poniendo en riesgo así la economía familiar y, en ocasiones, poniéndose en ley de quiebra absoluta


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