Revista Interesante Vol. 1 Núm. 2

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Vol. 1 | Núm. 2 | Arte | Cultura | Puerto Rico


¿Qué es lo Interesante? [inserta tu respuesta]

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@interesante.pr Interesante PR

Créditos Jannelys Malavé Rodríguez

Fundadora y Editora

Carolina, Puerto Rico. Noviembre. 2021.


Carta de la editora Dedicamos esta edición a nuestra ciudad capital San Juan en su quinto centenario. La ciudad que nos ha visto crecer, soñar, caer, ponernos de pie, sudar, volar, amar y sobre todo persistir como pueblo durante 500 años.

La ciudad es un palimpsesto. ¿Cuántas historias fueron escritas debajo de la mía? ¿Cuántas se escribirán encima? Agradezco a cada unx de los maravillosxs colaboradorxs que nos comparten su arte para hacer posible esta segunda edición de la revista Interesante. Sin ustedes, nada. Con ustedes, todo.

Con amor y admiración, Jannelys Malavé Rodríguez


íNDICE 1 La historia detrás de la portada 3 Ode to 'chichaíto' 5 Viajero 6 En mi anciana capital 7 La playa de Cerro Gordo 8 La fila


NOVIEMBRE 2021

9 Boceto del "Hotel el convento" 11 La rogativa 13 Amanecer en el Escambrón 14 Mi isla del encanto 15 San Juan ciudad de cristales rotos 17 Gases lacrimógenos


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la historia detrás de la portada La inspiración para crear la pieza San Juan-Garita viene del famoso mito de la Garita del Diablo. Como artista gráfico, para mis piezas personales siempre me gusta darles un toque ficticio o surreal, añadiendo siempre un personaje que le dé un poco más de vida a la pieza y una historia. Quería crear una pieza que tuviera el ícono con el que siempre identificamos a San Juan e incluso aveces todo Puerto Rico el cual es una garita, pero quería darle mi toque. Me gusta mucho el diseño de personajes, como fan de la cultura popular, y con la meta de crear un cómic como proyecto personal, siempre he tenido en la mente crear personajes basados en elementos de nuestra cultura puertorriqueña y del legando de los primeros habitantes de esta isla, los taínos. Basándome en el mito de la Garita del Diablo decidí dibujar la Garita y en su punta dibujar el "Diablo" como su vigilante, pero no quería diseñarlo como un típico diablito a los que estamos acostumbrados. Así que decidí diseñarlo parecido a un vejigante, ya que estos son el ícono que tiene una similitud a estas entidades, y siempre he pensado que el concepto de los vejigantes tienen mucha utilidad para proyectos de cultura popular puertorriqueños. Ya que, se les puede presentar con una identidad heroica, misteriosa o para este caso tenebrosa e intimidante. Añadiéndole también a la pieza hojas con coquíes encima de ellas, representando la flora, ya que aún San Juan siendo conocida como el área metro contiene muchas áreas verdes como todo nuestro país; y los coquís son añadidos a la pieza ya que los taínos tenían el mito de que los dioses los crearon como los guardianes de la isla, así que estos acompañan al vejigante o "el Diablo" a guardar y vigilar su Garita.

HEKTOPAS @hektopas


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poesía

ODE TO 'CHICHAíTO' EDNA RODRÍGUEZ SERRANO

Never waits for me, but I still try to chase it down. It’s almost twelve and another night without it. This crystalline elixir from a little starred spice. Even its body is marvelous, Small, slender, fit. Sure, there are plenty of canecas in the sea, But none are worthy of my veneration. And oh, do I worship it! All the way to las cunetas! ¡Arrastrá!, proudly stripped of my senses. It’s almost twelve (again). Damn place can’t open ‘till later?! The epicenter of three-dollar canecas. Chinchorros are a drunk’s best friend, Kind to our pockets and full of all things weird. What more is there to ask? Absolutely nothing. A (to the) N(to the) I(to the) S + a little plastic shot glass ‘bout this size... That my friends, equals my drunken heaven! Now let’s thank El Refugio for this equation. ¡Pa’ arriba, pa’ abajo, pa’l centro y pa’ adentro!


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Comencé a darle algo de arte a mi escritura en la adolescencia, reescribiendo letras de canciones de cantautorxs como Ricardo Arjona. A veces solamente cambiaba algunas palabras, a veces me quedaba con el tema central únicamente, otras pocas veces sólo subsistía como punto de partida hacia algo completamente original. Esas veces me sorprendían y maravillaban. Aparentemente, también era capaz de jugar con la palabra como mis ídolxs.

SOBRE LA OBRA Este poema en 'spanglish' fue escrito para la clase 'Contemporary Writing' en la Facultad de Humanidades de la UPR (Recinto de Río Piedras) circa 2008. Como parte de los requisitos del curso fue publicado en la revista interna del departamento de inglés Tonguas. Está escrito para declamarse estilo 'spoken word', casi 'performance', con una caneca de chichaíto (preferiblemente del chinchorro riopedrense El Refugio) y un 'shot glass' como utilería. Nace en medio de mis años de bachillerato, cuando los jueves de jangueo en Río procuraban empezar tempranito en El Refugio y la jienda era épica.


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pintura

viajero

JOSÉ VÁZQUEZ

Artista abstracto de residencia en Caguas y natural de San Juan, nacido en 1969, comencé mi carrera como artista en 2016 creando obras innatas y participando de varias actividades de arte, actualmente pertenesco a la Asociación de artistas plásticos de PR. Y a la asociación puertorriqueña de artistas plásticos ( APAP).

Obra abstracta contemporánea titulada MANDARINA, creada por el artista José Vázquez de Medidas 19 1/2 × 59 2/8 creada en 2021, una pieza hecha en acrílico sobre lienzo con colores vivos y llamativos resaltando así toda la frescura de una dulce fruta.

@artbyjosevazquez


en mi anciana capital SGP Y desde aquel instante quise ser la ráfaga de viento que en una tarde entre adoquines, sin vos saber, te robó un beso. Ser el rayo del atardecer que alguna vez en El Morro iluminó tus ojos cuando me enamoré. Quise ser la casita amarilla entre la azul y la roja, que a tus pupilas, era hermosa. La chiringa en el cielo que sostuviste con tu mano, el helado de parcha que se derritió en tus labios. “Quise” no: ¡quiero! ¡Quiero ser el sabor de las piraguas favorito para tu boca! Ese que se elige desde la infancia, trasciende el tiempo y la memoria y se queda grabado en el alma.

@thy_afro_curly_girl

poesía

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pintura

la playa de cerro gordo MARINA RIVÓN

Diseñadora gráfica y artista.

Mide 4" x 4" y forma parte de una colección


la fila YULEYSY MICHELLE ORTÍZ JEREZ

Estaban alineados, parados derechitos en una fila por orden directa del sargento. Si mi memoria no me falla, eran cerca de una docena. Se sostenían unos con otros, apenas, gracias a sus brazos entrelazados. Recuerdo haber notado que los dedos entretejidos temblaban. Alguno que otro rezaba en susurros y yo también lo intentaba, para adentro, aunque francamente no sabía cómo hacerlo. Uno nunca se acostumbra a verlos derrumbarse. En aquella selva, en medio de un lugar que bien podría haber sido la mismísima nada, solo retumbaba el discurso de mi superior: —¡No toleraré que en su desesperación bajen la cabeza! ¡Un soldado vive con honor y no podría morir sino con honor! No se debe decir que conocí a mi superior —a pesar de que escuché esas líneas desabridas las veces suficientes como para tratar de evocarlas ahora—.

Me arriesgo a razonar, un poco tarde y solo por estar protegido tras el escudo de esta página, que él tampoco se había acostumbrado. Y es que siempre, después de haberlos despachado, trataba de consolarlos —o consolarse, nunca lo sabré— diciendo: —Su sacrificio nunca será olvidado. No, no; eso no es. Fue hace ya tantos años, pero te digo que esa no es la frase. El sargento Davis (¿Davis, era?) la repetía cada vez y mi memoria no puede fallar en esta cuestión. ¿“Su sacrificio nunca será talado”? Quizás, pero no me convence. Tal vez era “siempre” en vez de “nunca”. ¿”Su sacrificio siempre será talado”? No, tampoco. Tendré que comenzar de nuevo. Estaban alineados, erguidos los árboles como en una fila, sin que el talador lo hubiera ordenado.

cuento

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dibujo

Boceto del “Hotel el convento” DAVID SANTIAGO BONILLA


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Soy David Santiago Bonilla, estudié en el RUM, en la PUPR y en la Liga de Arte de San Juan. He trabajado la ilustración y el dibujo desde muy pequeño. Soy autor del libro infantil “Mira lo que hice en la pared” y he tenido la oportunidad reciente de exhibir obras en varias exposiciones virtuales junto con otros artistas que hemos seguido practicando el dibujo durante la pandemia.

@surferSj

@artedavidsantiago

SOBRE LA OBRA Cuando estuve estudiando y viviendo en San Juan, aprovechaba los escasos ratos disponibles para ´pasear por las calles y dibujar bocetos de mis alrededores. Era especial poder dibujar los edificios históricos de viejo San Juan. Uno de estos bocetos es este, del Hotel El Convento. Tengo más bocetos de lugares en Viejo San Juan como recordatorio de las caminatas que daba por “La Losa”.


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la rogativa ANDYCOLLA

Mi trabajo fotográfico de doble exposición doblan e invierten el sujeto para continuar un diálogo entre el espacio y el objeto. De la serie: Punto Vértigo

andycolla

fotografía

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CUENTO

Amanecer en el Escambrón

Todo empezó con una botella de whisky en la mano. No era la mejor noche de nuestras vidas, pero tampoco era la peor, era simplemente una noche y éramos tú y yo. Solos. Solos y libres de toda perturbación. ¿El whisky? Era solo para rellenar ese corazón medio roto que ambos teníamos y para olvidar todo aquello que no formara parte de aquel instante. Nos terminamos la botella en un santiamén y nos tiramos para atrás en la grama a ver las estrellas. Se veía todo tan claro y por primera vez todo estaba claro dentro de aquel enredo de locura. Recuerdo que de un momento a otro me agarraste la mano y entrelazaste tus dedos con los míos. No sabes lo mucho que me suplicaba para mis adentros que lo hicieras. ¿Por dónde empezar a describir todo lo que sentí al sentir tu mano acariciar la mía? Contemplamos el cielo en silencio mientras la luna atestiguaba nuestro dulce delirio y luego de un rato comenzaste a filosofar sobre la vida. . . sobre nuestras vidas. ¿Cómo fue que me dijiste? Ah sí, es hora de derrumbar la celda que nos hemos creado por miedo a caer en lo prohibido. Desbaratemos las barras de plata y volemos.

A. ISABEL

Una vez dijiste eso, te pusiste de pie y estiraste tu mano para ayudarme a levantar. Tomé tu mano, me halaste hacia donde ti y tus brazos me arroparon en un gran abrazo. Te respiré y me respiraste, te quise y me quisiste, te amé y me amaste, nos fundimos, el mundo colapsó y volvió a renacer. Me miraste a los ojos y me dijiste bienvenida. ̶ Elisa, está amaneciendo. ̶ Lo sé, ya no hay nada que esconder.


Mi isla del encanto YARITZEL M. REYES ROMERO

La pintura fue realizada en acrílico sobre canvas. Inspirada en la Isla luego de vivir 5 años en los Estados Unidos.

gipsy_eyes216

pintura

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ensayo

San Juan ciudad de cristales rotos JUANSO DE ARCO

su.fortuna

Nativo de San Juan, editor de la revista literaria hiPERREal.

Me voy, pero un día volveré a buscar mi querer, a soñar otra vez en mi viejo San Juan. Pero el tiempo pasó y el destino burló mi terrible nostalgia y no pude volver… ¡Cuánta sangre y horror hay en el fondo de todas las «cosas buenas»! Federico Niche ¿Cuántos no sueñan con nacer, vivir y morir en Puerto Rico? Muchísimos, incluso demasiados. Pero, ¿cuántos sueñan con eso en San Juan? No tantos, aseguradamente. Para quienes nacen en San Juan, el ritmo de la ciudad se lleva en la sangre – la prisa, los saludos omitidos, el club, las botellas rotas en el piso, el sudor, la música nueva hasta sangrar las orejas, el vómito, las carcajadas violentas de amigos desconocidos, la peste a pis por las calles, el despertar repentino, el café mitad dormido, horas perdidas laborando y sigue el ciclo. Solo termina el mismo en tres ocasiones: la muerte, la “madurez” o la mudanza. Estas son fundamentalmente iguales, aunque ciertamente la mudanza es preferible a veces a la muerte, la muerte siempre a la “madurez”.

San Juan, como toda ciudad, es generalmente una situación temporera para quien viene de afuera. Sea trabajo, estudio, aventura o amor, todos tienen sus razones para irse de la cuna ancestral a la ciudad. ¿Conseguirán lo que buscan, se cansarán? ¿Se irán? ¿Se quedarán? ¿Quién sabe? ¿A quién le importa? Al final del día, sea la razón, la ciudad funciona igual sin importar la que sea – uno usa la ciudad como la misma usa a uno hasta que ya uno o el otro no dé para más. Quienes se retiran después de esto muchas veces hablan de volver a donde se criaron (si tuvieron el lujo de una crianza), pero el tiempo se lleva todo – la casa del vecino ahora es una autopista, los padres con sus hermanos están enterrados, los niños ni saben qué es un carretero, las peleas

de gallo son ilegales… a ver televisión y esperar a la muerte se ha dicho. Ya después de tanta edad no quedan lágrimas para soltar ni siquiera hasta de aburrimiento o accidente, el cansancio es demasiado para llorar. Mientras tanto San Juan, botado como juguete viejo, sigue vivo en su estado avanzado de necrosis. Desafortunadamente la muerte interna de la mayoría del organismo citadino siempre es algo disfrazado a la perfección. Condado brilla, con el antiguo Latin Star más radiante que el Sol. Cada otra semana hay un food truck nuevo en Miramar. Dicen que, al tercer día de cada apertura, puedes encontrar a personal del Conservatorio de Música comiendo en el mismo preguntándose si tendrán suficientes fondos para seguir operantes otro año más.


De vez en cuando, si se cansan del tema, hablan de la Comay. Santurce, cuando no está lleno de anuncios para distraer a la gente guiando, está lleno de murales para distraer a la gente guiando. Cupey poco a poco se convierte en el municipio autónomo de la UAGM. ¿Y Río Piedras? San Juan está en un estado de muerte lenta hace mucho tiempo ya, de esto no hay duda, pero quien piense que Río Piedras todavía no ha muerto está muy equivocado como muy en lo cierto. Río Piedras sirve como un espejo al resto del municipio, pareciéndose mucho a las cucarachas que le habitan – perniciosamente persistente. Ni muere, ni vive. Las barras, así como la Guerra de Afganistán, han recibido generaciones ya de visitantes. Los mercados de alguna manera siguen a flote. Siempre hay quien se atreve abrir algún restaurante nuevo, algún negocio distinto. La universidad hace milagros para la economía local, por más empobrecidos que estén los estudiantes como sus profesores, quienes lloran por igual sus cuentas de bancos vacías como ríen sus jueves de baile y bebida. Las fotografías del área en plenitud económica hacen tantas décadas parecen una fantasía, hasta un chiste de mal gusto. Ciertamente ya Río Piedras no es Río Piedras sin su gusto macabro – sus deambulantes gritando en la noche, sus barras de mala muerte, su peste, su violencia cotidiana y las enredadas policiales en las ocasiones especiales de protestas grandes. Al pasar María, una abuela me contó que San Juan, despejado,

sin su cubierta de árboles escondiendo tantas y tantas casa, se parecía a cuando llegó por primera vez tantas décadas atrás, comenzando la industrialización. Concreto hasta más allá de donde llegaba la vista, los árboles y la naturaleza un recuerdo de infancia en el campo. Mientras tanto nos tocó nacer y vivir en la ciudad y su calor, uno cual es como lo opuesto del calor familiar. Esa destrucción “civilizadora” de tanto tiempo atrás sirvió para crear este mundo. Lo que una vez tomó la fuerza de tanta mano de obra y maquinaria tumbar, lo repitió en un día un huracán. Dónde una vez la destrucción atraía e inspiraba, ahora asusta y repudia. Eso fue para ella el momento que definió su experiencia de vida en la ciudad. Para mi vida, le conté a la abuela, no ha habido momento citadino más definitorio que el primero de mayo del 2017. La huelga universitaria en su apogeo, previo al fracaso, previo al huracán, previo a todas las decepciones posteriores, en ese momento en que rompieron los cristales del Banco Popular en la Milla de Oro… ese fue el momento de la ciudad. Rodeados por policías, fuerza de choque, personas asustadas, personas alegradas, ese fue el momento en que la vida en la ciudad se sentía completa, se sentía real. Inspiraba a bailar, cantar y hasta besar con desconocidos. En ese instante la victoria no parecía posible, parecía inminente, necesaria. Ni las protestas de Ricky Renuncia podían capturar un momento tan real, tan completo. Luego, como toda gran memoria de protesta,

16 se esfumó entre gases lacrimógenos. Seguimos riéndonos dentro de nuestras derrotas y victorias; victorias tanto temporeras como simbólicas como inútiles, pero victorias igual. San Juan cada vez se hunde más ante el peso de los ciudadanos, la mala administración, el desinterés, la crisis y la huida. Igual seguimos viviendo en la ciudad, seguimos queriendo la ciudad, seguimos soportando hasta lo insoportable de la ciudad. ¿Vivir en la ciudad vale la pena? Probablemente no, pero no es como que nos queda mucho remedio a la mayoría de nosotros. Como quiera seguimos respirando, bailando, protestando, aprendiendo y haciendo el amor, tanto en la ciudad como con la ciudad. San Juan no es el casco histórico de la isleta, no es toda esta área ataponada entre Carolina y Guaynabo, no es los cristales rotos de carros atacados, casas robadas, botellas tiradas y el Banco Popular, ni siquiera es un hogar (¿pues qué lugar tan hostil podría posiblemente servir de uno?). San Juan es las telarañas de hilos conectando a las miles y millones de personas quienes lo han vivido y visitado durante cinco siglos ya, desde Juan Ponce de León a cualquier gobernador bobolón que esté ahora. Así como tantos por necesidad se van de San Juan, tantos otros se quedan por esas relaciones, hasta aprendiendo a despertarse y apreciar el olor mañanero a carretera orinada, pues significa que al menos aún hay vivo para mearse en la ciudad, como bien merece.


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CUENTO

Gases lacrimógenos EÏRÏC RÏCHTER DURÄNDAL STORMCROW

Descargo de responsabilidad: El siguiente texto presenta escenas de contenido sexual explícito. El contenido no es recomendado para nuestros lectores menores de edad. Se considera como literatura risqué. Lea bajo su propio riesgo y criterio.

—¿Quieres ser mi novio por 15 minutos? —es la pregunta que te hice en la marcha del 17 de julio. Jamás pensé que la pregunta se fuese a convertir en un “¿Quieres ser mi novio por esta marcha?”. Pero me adelanto. En realidad, no fui a la marcha buscándote, ni buscando un novio, sino para unirme a nuestra gente y pedirle la renuncia al gobernador Ricardo Rosselló. Llego al Viejo San Juan desde mi trabajo. Habían anunciado en Facebook un mitin de maricones en la Plaza de Armas, así que camino hacia allá, pero me veo obligado a detenerme en el Capitolio. Ya los policías detienen y redirigen el tráfico hacia la izquierda. —Nadie puede entrar por automóvil al Viejo San Juan —le dice un policía estatal a una mujer molesta en una SUV verde chartreuse. La mujer baja a todos los santos del cielo y maldice a la multitud que ya se congrega frente al edificio de las leyes.

Me adentro a la multitud como gota de agua entre las piedras húmedas de una cueva. Es inevitable que los hombres me rocen con sus bultos y culos y las mujeres con sus tetas. Hay demasiada gente y eso me lo dice el sudor frío que me da en plenas 3:00 p.m. en el trópico de cielo raso de un verano de calentamiento global que lleva décadas cocinándose. El mareo me confirma el ataque de pánico y sé que no puedo darme el lujo de hiperventilarme. Por sorpresa, veo una bandera de arcoíris, de mi comunidad, y me dirijo allá, donde me encuentro a par de conocidos. No me quedo mucho, me despido y trato de salir de la muchedumbre que se arremolina frente al Capitolio. El calor, el mareo, todo me obliga a irme de allí. Este es mi mayor desafío a la hora de protestar. No es la vagancia, no es la falta de pertenencia, no es la desconexión política de la generación anterior.

Es el miedo terrible a que me roben el oxígeno y me dejen sin un pedazo de pastel que respirar. Saco mi banderín de arcoíris y lo bato en el aire con furia. Hoy quien marcha es mi rabia por sacar a un gobernador corrupto que odia a las mujeres y a los maricones y que se burló de los muertos de Puerto Rico tras el Huracán María en un chat de Telegram. “Cogemos de pendejos hasta a los nuestros” reza una de las citas. Me llevo esa rabia hasta la Plaza de Armas, en donde se supone que se dé “La Renuncia Ball”, una actividad convocada por la Haus of Resistance de mi comunidad maricona. Cuando llego, me doy con que no hay casi gente. Me siento en uno de los bancos a esperar. Quiero pensar que todavía es temprano, que no nos ha ahogado el calor de este verano tan puñetero, que no nos ha ahogado el cansancio de la dictadura cristiana en la colonia… En fin, me siento a esperar.


18 Así, aguardo una hora completa: contando los segundos que hacen los minutos, y luego, los minutos que componen una hora. Observo las palomas y, de repente, no tiene nada de sentido el que los turistas las alimenten para que alcen vuelto y embarren las casas de los residentes con su mierda. En esas, recibo tu mensaje de texto. Papito: ¿estás en el Capitolio? No. Estoy en la Plaza de Armas. Ok. Voy para allá también. ¿Nos encontramos? Dale. Te espero. Entonces, llegas con tu camisilla verde holgada a los lados, que revela tu envidiable delgadez, los pezones como pequeños salamis, los sobacos sobrepoblados y olorosos a sudor de macho, ajo, hollín y calle. A lucha. Observo tu bigote raquítico mientras me preguntas cómo estoy, qué pienso hacer, para dónde quiero que vayamos, y yo solo quiero lamértelo frente a todos. Aprovechar, no el revuelo de la marcha ni el hecho de que haya tanta gente que se les haga imposible estar pendientes de lo que hacen dos maricones… sino el envalentonamiento, la sublevación del Pueblo, y hacerla mía con un beso aquí mismo, frente a todos. Pero no te lo digo. Y creo que por eso es que los tiempos se me mezclan en el cerebro, porque de repente, estamos en la playa frente

al Capitolio comiéndonos los labios entre las uvas playeras, abrazándonos como si hubiéramos nacido para abrazarnos, mezclando nuestros sudores con saliva, líquido preseminal y algo de mierda. Pero me adelanto. Siempre me adelanto. De la Plaza de Armas, regresamos caminando al Capitolio, porque, aunque queríamos ver el Ball de nuestra gente, también queríamos participar de la marcha. Contigo el pánico cede. Contigo puedo enfrentarme a las muchedumbres. Allí, nos encontramos a Joey, un activista baby boomer de VIH que nos abraza con efusión. Nos contamos las vidas porque hace tiempo que no nos vemos. También expresamos el mismo júbilo contencioso de siempre: en Puerto Rico la gente no despierta, somos colonizados y raras veces nos levantamos como pueblo a defender nuestros derechos. Cuando estas cosas por fin suceden, las aprovechamos, sí, claro, cómo no, pero con la tristeza de quien sabe que el ratito divino se acabará pronto y no tendrá alcance alguno. O consecuencias. Se puede ver en todo rostro a nuestro alrededor, en el ceño fruncido, en las bolsas bajo los ojos, en los capilares brotados. Es toda una ecuación de cansancio centenario, fórmulas y fórmulas de yugos ancestrales que cargamos sin saber por qué. Y se nos nota a leguas.

—Papi, tengo que salir del gentío a respirar —te digo, finalmente, cuando no aguanto más. —¿Quieres moverte para frente a la playa? No hay tanta gente allá. —Vamos. Me está dando un ataque de pánico. Me abrazas primero. Es el tipo de abrazo al que le había tenido miedo, el abrazo que hurga la piel buscando el cariño que buscaría un minino abandonado en plena carretera. El tipo de abrazo que desarma y te hace pensar en un futuro con el abrazante, una casa, par de perros, una boda, anillos, un crucero todos los años, una orgía en todos los aniversarios, amigos con privilegios que van y vienen, envejecer en Amsterdam y morir en una casita en algún fiordo de Noruega. En fin, uno de tantos abrazos rotos. Luego, me agarras la mano y me entra la homofobia internalizada de sentirme observado, estudiado, criticado y asediado por una mayoría de breeders. Pero eres un millenial voluntarioso y no te importa. Me agrada que no te importe. Pienso en todas las veces que quise agarrarme de manos con un macho y caminar por la playa así, en el cine, en los restaurantes, en Plaza las Américas, y cómo nunca pude hacerlo con nadie porque los genxers somos unos culicagados y nunca nos sublevamos.


19 Me dejo conducir por ti hasta el malecón frente al Capitolio, donde todavía quedan bolsillos vacíos donde se puede respirar. —¿Quieres agua, papito? —me preguntas. —No, bebo… Ese “bebo” destruye lo que queda de nuestros muros. Ya no somos solo amigos. Nos une una palabra de dos consonantes fuertes y una letra explosiva, como esta marcha. En algún momento te pregunto sobre tus novios y me cuentas tu vida. —Estoy saliendo con un matrimonio. Un abogado y un oftalmólogo. Pero, fuera de eso, nada. Soy del pueblo. Eso me parece tan hermoso que quiero besarte, pero aún no me atrevo. Me cuentas de tu familia de sangre y la familia del coro al que perteneces, que deben estar por llegar a la marcha. Me hablas de tus dos trabajos que no hacen uno, de tu necesidad de escribir lo que estás viviendo, de tener una voz y que por eso estás en un taller de escritura los sábados. Me hablas de tus ex, del novio altísimo, gordo y hermoso que tenías y cómo se te jodió todo. “No me valoran”, me dices, y siento que se me cae el mundo porque a mí los hombres también me han tratado como mierda y sé cómo se siente. Finalmente, me dices algo que me quiebra. —He pensado en mucha gente, y cómo sería mi vida de novio con alguno de ellos. Y entre esos, estás tú. Te he pensado.

Por poco vomito el corazón. Me lo notas y ríes. Entonces, nos miramos y ya todo está dicho. Todo. Se tiene que ir Ricardo Rosselló. Se tienen que ir Wanda Vázquez Garced, Tata Charbonier, Thomas Rivera Schatz, Jhonny Méndez, Nayda Venegas, Zulma Rosario… se tienen que ir todos los corruptos y tú y yo nos tenemos que besar para sellar este pacto. Para ser más que hermanos, más que camaradas de lucha, más que estudiantes de la IUPI, más que cualquiera de nuestras facetas. Estos amores, aunque sean de camino, se sellan con acción. Me observas como quien entiende de carencias. Como quien sabe lo que este gobierno nos ha robado, como quien entiende la historia del saqueo en esta colonia tan perdida en el Caribe que ni Latinoamérica nos ve como país. Si me abrazas de nuevo, no creo que tenga fuerzas para aguantarme y no pedirte que te quedes conmigo. Así que, por favor, no me abraces otra vez. Solo mírame con esos ojos enfocados, con el bravío en la sangre, con el calor de los gases de invernadero alojado en los güebos. Infúndeme ese valor. —¿Quieres ser mi novio por 15 minutos? —te pregunto y no puedo creer que eso haya salido de mi boca, pero una vez sale, lo asumo. —Uff, sí —contestas. —¿Vamos a la playa? Necesito darme un merecido grajeo contigo.

—Te sigo. Entonces, nos agarramos de las manos y bajamos por las escaleras. La poca gente congregada allí se detiene a mirarnos y luego regresa a atender las instrucciones de los organizadores de la marcha. Con el rabo del ojo habrán visto a dos portadores de penes dándose un cariño inusual, y habrán dicho, pues, eso es amor y no me importa en estos momentos y habrán continuado con sus vidas. Mientras, tú y yo nos hacemos paso en la arena. A la derecha, uno de los manifestantes se saca el miembro para orinar y no pasa nada. Al otro lado, dos manifestantes se lanzan al mar con todo y ropa y pañoletas violetas proaborto. Se salpican con el agua y, por un segundo, ellas son felices. Seguimos caminando, cada vez los arbustos de Coccoloba uvifera nos ocultan más y la arena se hace más fina y nos hundimos más al caminar. Me agarras cuando estoy a punto de caerme por dar un paso en falso. Me dejo agarrar. Entonces, te llevo a un área donde tantas otras veces había tenido sexo con tantos otros hombres. Le llamo el Corazón Vegetal, pero no te lo digo porque da igual. Los nombres no cambian al objeto sino cómo lo vemos. Nos escondemos allí de la mirada de cualquier bañista que pudiera andar perdido por esta playa tan solitaria que poca gente visita.


20 Entonces, te miro a los ojos. Esos ojos negros de cachorro en busca de cariño y te beso. Así, de plano, te beso o me besas. Da igual porque ya tienes tus manos en mi rostro, en mi pecho, en los brazos, la cintura, mis nalgas, mi culo debajo del pantalón. Te aprieto fuerte contra mí y de alguna forma te digo hazme tuyo, aquí mismo, cabrón, métemela y hazme tuyo. Me bajas los pantalones hasta los tobillos, escupes y me penetras ahí mismo, tus casi diez pulgadas hurgando, rompiendo, destrozando, reacomodando mis intestinos, y solo siento una grandiosa fiebre detrás de los ojos, los oídos y la próstata, porque me has invadido con tu fuego o me he dejado invadir, da igual. En algún momento, el dolor pasa. —¡Clávame, papi! —te pido—. ¡Dame duro! ¡Como a puta! ¡Hazme tu puta, cabrón! —¿Sí, papi? ¿Eso es lo que quieres? —Sí, papi, préñame. En la calle, arriba del acantilado, las huestes de marchantes pasan y es tanto el ruido de las sirenas, la música, las consignas y los altoparlantes, que nadie puede escuchar cuando me traspasas el sigmoide, esa última frontera del placer que me obliga a abrirme las nalgas con las manos y darlo todo por el país. Me agarras por el pelo, que lleva más de un año y no acaba de terminar de crecer, y me embistes a lo bruto. —¿De quién es ese culo, puta? —Tuyo, papi, tuyo. Dámela bien duro.

—Coge bicho, papi. Eres mi putita. Y se siente bien ser tu putita, ser tuyo, entregarte mi templo para que te pajees con él en plena marcha, saber que este espacio, este momento, este punto en el sistema de posicionamiento global, es nuestro, solo nuestro, y que nadie se enterará de que dos tipos con suerte hicieron el amor en la playa mientras el pueblo se lanzaba a las calles para deponer al gobernador. Entonces, me pones en cuatro y me clavas más fuerte aún, si tal descripción es posible, y en un momento de puro furor, los tiempos se mezclan: estamos en la Plaza de Armas para la Renuncia Ball de la Haus of Resistance y los chicos hacen su pasarela de vogueo… Edrimael lleva un vestidito de lentejuelas plateado y el cabello ensortijado dividido en dos y amarrado con dos cintas de colores, como las que se usan para envolver regalos, mientras Pikachú lleva su mega afro suelto, anda descamisado y con un gistro negro dejando sus nalgas peludas al aire, todo bajo una estola blanca transparente que deja muy poco a la imaginación; la Nena con las tetas al aire y los abanicos de fuego; el GymBunny con su gorrita blanca y sus acrobacias de gimnasta… Me embistes de nuevo y me sacas de allí para transportarme a la calle Fortaleza, que da a La Fortaleza, mientras el Invader, nuestro más representativo personaje de lucha libre, camina entre la multitud y grita: “¡Ricky, puño al corazón!”

y la muchedumbre canta la consigna con él… Los tiempos se mezclan y mis poros estallan de frío, estamos cerca. Una embestida más y estoy una semana en el futuro, el gobernador ha renunciado y quien le sigue en línea es la corrupta Secretaria de Justicia. El estribillo ha cambiado: “Wanda, Wanda no está aquí, Wanda está encubriendo a los corruptos del país”. Con un beso, me traes de vuelta y me salvas de una embolia por viaje en el tiempo. —Papi, estoy a punto, bebo. ¿Dónde la quieres? —Préñame —es lo único que contesto. —Dale, papi. Aquí viene. ¡Argh! Te estoy preñando bien rico… Lo sé. Puedo sentir tus pulsaciones, pero también siento a San Juan. En el momento en que mi próstata pierde el control y mi ano pulsa con mente y plan propios, en ese ínfimo segundo de felicidad, veo las respiraciones de mi ciudad, los hilos transparentes que conectan la arena con el asfalto, con el barro, la hierba, el agua salada, los policías, los manifestantes, los políticos, todos conectados por cables invisibles que respiran al unísono. Quiero llorar, pero lo único que logro es reír. Ríes conmigo. Nos abrazamos. Compartimos un beso. Y nos decimos que el país jamás será el mismo justo cuando los policías lanzan el primer volley de gases lacrimógenos para dispersar a la multitud. El país ha cambiado, precisamente, porque no nos dispersamos. Ya nunca más nos dispersaremos.


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fotoensayo

si no hubiera nacido en san juan ¿qué sería de mí? JANNELYS M.R.


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