ISMagazine, Especial Luis Aragones

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Inter Sport Magazine Especial Luis Aragonés

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Imanol Echegaray García

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EDITORIAL

Don Luis Aragonés nos dejaba la madrugada del 31 de enero (1 de febrero) a la edad de 75 años tras estar luchando contra una enfermedad que al final le gano la batalla. Probablemente sea la única vez que Luis haya claudicado, pero eso le convierte en aún más eterno. El mundo del fútbol llora su pérdida como la del abuelo que te ha educado y el padre que te ha enseñado. Y no es para menos. Porque ‘‘el sabio de Hortaleza’’, por encima de haber sido un extraordinario futbolista y un espectacular entrenador, fue una persona querida y respetada a partes iguales por un gremio que siempre le demostró más amor que el que le quisieron ofrecer desde ciertos sectores de medios de comunicación que, como todo, sólo saben lo que tienen hasta que lo pierden. Y han perdido a un hombre capaz de motivar a un grupo de jugadores que estaban a punto de hacer historia mediante el humor y el cinismo. Un señor que mientras comenzaba el momento más glorioso de una selección de fútbol se iba quitando, uno a uno y entre más que probables insultos y balbuceos, todos los cuchillos que, con pluma y papel, calleron sobre él por ser fiel y honesto consigo mismo y con la gente que tenía a su cargo. No se dejo embaucar por los titiriteros que le decían lo que tenía que hacer para servir de placebo al poder y que clamaban contra él y su posición de seleccionador cuando vinieron mal dadas. No se achantó cuando le llovieron criticas por instaurar dentro del vestuario de la selección española la meritocracia unida al bien colectivo y así desterró el ego individual que campaba a sus anchas y que dificultó que metas más altas pudiesen haber llegado antes de tiempo. Se mantuvo inflexible ante la palabra que dio tras ganar la Eurocopa de 2008 de abandonar un barco que todos quisieron hundir y que él mantuvo a flote. Se quitó de encima los subordinados que le besaban los pies y le tiraban rosas en cada acto para que no cometiese la locura de irse de la campeona de Europa. Esos mismos que unos meses antes le cruzificaron y le tildaron de ‘‘gallito’’ por no tragar con lo que él consideraba una injusticia mientras que la opinión pública, y no solo los medios, le sometían y pedían su dimisión. Enterró fantasmas del pasado y cambió la furia por el toque y la maldición de cuartos por los títulos. Puso el primer ladrillo de lo que es hoy la única selección de la historia en ganar Eurocopa-Mundial-Eurocopa de forma consecutiva. Y fue capaz de dar las riendas de todo un país a un jugador que ni tan siquiera tenía las de su propio club. Le cambió a él y nos cambió a todos. Nos hizo invencibles y transformó el PODEMOS en un PUDIMOS. Nos deja un hombre malhumorado en el que se escondía el padre de todo el que se acercase a él de frente. Se va el padre de todo lo que hoy, sus hijos -nosotros-, podemos disponer. Se va en cuerpo, pero nunca se irá de nuestro lado. Porque Don Luis Aragonés, queremos decirle que solo muere lo que se olvida, y usted ya es eterno. Descanse en paz.

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ÍNDICE DE C 6

TE CONOZCO, LUIS

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¡EL QUE SABE NO NECESITA SUERTE!

10 CARTA A LUIS ARAGONÉS 16 FUTBOLISTA 22 ADIÓS AL ESCUDO 24 DESPIDIENDO A DON LUIS ARAGONÉS 30 SÓLO QUERÍA COMENTARTE

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CONTENIDOS 34 38

UNA CARTA Y UN RETRATO HASTA SIEMPRE SABIO

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DESCANSA EN PAZ, LUIS

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MOTIVOS DE UN SENTIMIENTO

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UN CUENTO ALEMÁN EL OSO DEL ESCUDO

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FOTO: MARCA

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uis Aragonés es esa clase de persona que conoces sin haber compartido una sóla palabra cara a cara. De él se han dicho, escrito y contado tantas cosas que todos podríamos construir su vida futbolística como los retales de una vida que se apagó a causa de una maldita enfermedad mortal. Yo ni tan siquiera había nacido, bueno, ¡qué digo nacido! Ni estaba en camino ni era una idea en la mente de un padre y una madre que ni se conocían. No había nacido y Luis Aragonés Suárez ya campaba a sus anchas por los terrenos de juego de España y Europa -¡ay.. Europa!No he visto más que pequeños fragmentos de sus hazañas y un sinfin de imágenes mentales que he ido dibujando conforme mis familiares han ido hablándome del genuino ‘8’ del Atlético de Madrid. No lo viví y, probablemente, jamás sabré que se sintió aquella fatídica noche del 15 de mayo de 1974 en el Estadio de Heysel. Pero os aseguro que mi rabia interna cada vez que visiono el gol del ‘central innombrable’ es muy superior a cualquiera que haya sentido con mis recuerdos más recientes. Ese mismo día se produjo la primera celebración de un gol antes de que el esférico sobrepasase la línea de meta. El golpeo formidable de Don Zapatones entró porque Luis ya lo había cantado, brazos en alto y salto de euforia. Luego no pudo ser. Y como el Sabio de Hortaleza es un hombre testarudo y cabezón, ya que no pudo hacer campeón de Europa al Atlético de Madrid, decidió, a pesar de tener en contra a casi todo un país, hacer campeona a España, al completo. A los que creían y a los que no. A los que le apoyaron y a los que trataron de hunidirle. A todos al unísono, con un fútbol irrepetible. ‘‘Llegó la hora, nos han dado hostias por todos los lados’’. Así comenzó la charla un Luis que sabía perfectamente que fibra tocar a sus futbolistas. Lo que vino posteriormente, muy bien continuado

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por Vicente del Bosque, fue la maduración del producto de un hombre irrepetible. Pero volviendo a su corazón, a esa sangre roja y blanca, el sentimiento de todos, no de la mayoría, de todos, por un ser tan emblemático como este, es la del abuelo que te ha enseñado a ser y a creer. El que no te dice las cosas como a ti te gustan, sino como él las siente. Su discurso antes de la final de Copa del Rey del año 92 en el Santiago Bernabéu ante el Real Madrid, es la ejemplificación más primaria de lo que es y significa Don Luis Aragonés para la entidad del Manzanares. Dieciocho meses. Ese era mi corto periplo en esta vida cuando, en aquella noche épica, Bernd Schuster y Futre rubricaron con dos auténticos golazos el espíritu que quiso impregnar el por entonces entrenador. Los dos balones entraron por la misma escuadra por la que entró aquel lanzamiento de falta en Heysel. No era la misma sensación, pero la síntesis era preciosa. La casa del enemigo botaba al ritmo de ‘‘porque siempre la afición se estremece con pasión’’. Era maravilloso. Y veitiún años después de aquella hazaña, tocó repetir con otros protagonistas pero con el mismo sentimiento de superación. Era Simeone, pero cuenta la leyenda que Luis Aragonés cogió de la pechera al término del pupas y le dijo alto y claro: ‘‘dígale a ese escudo blanco que usted es mejor que él’’. Y así fue. Cierro este escrito como lo he abierto. Hablo de Luis como ser y no como fue. Porque sólo muere lo que se olvida. Y ahora él siempre estará presente en cada partido del Atlético de Madrid. Los chicos de Simeone han querido acercar un poco más las rayas rojas y blancas y se han situado primeros para que Don Luis, con sus gafas bien puestas, les pueda ver más de cerca. De una manera o de otra, todos conocemos a Luis. Todos somos un poco de Luis. Y en parte, todos somos sus nietos. Y tal.

Imanol Echegaray Garcia

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8 MARCA FOTO:

¡el que sabe no necesita suerte! Texto de Andrés de la Poza (Cuatro)

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uve la oportunidad de conocer a Luis Aragonés unos meses después de la Eurocopa en Estambul… Mi intención no era otra que entrevistarlo y mostrarle mi respeto, admiración y gratitud… Pero desgraciadamente no pude hacer ni una cosa ni la otra. Si el Sabio de Hortaleza tenía varias caras, a mí me tocó conocer la más áspera de todas. Luis Aragonés dirigía al Fenerbahçe turco y se iba a enfrentar al Arsenal en Champions, así que propuse viajar a Turquía para seguir ese partido más de cerca. Era una buena oportunidad de ver a dos figuras de la roja frente a frente: Aragonés contra Fábregas, pero sobre todo era una buena oportunidad para hablar con un mito de nuestro fútbol, ¡El artífice de nuestra gloria europea! No entendía muy bien por qué había dejado la selección tras haberla puesto en lo más alto… Así que nos plantamos en la ciudad deportiva del equipo turco con toda la ilusión, esperando hacer un gran reportaje que nos coronara. Pero no tuve tiempo ni de avisar a mi cámara… Antes de que Luis saliera por la puerta de vestuarios ya escuchamos sus gritos ordenándonos que ni se nos ocurriera grabar nada. -¡Esto es un recinto privado! Repetía airadamente mientras nosotros intentábamos entender qué demonios podía estar pasando… Luis Aragonés estaba muy quemado con la prensa española en general, y con nuestra empresa (Canal+ por aquel entonces) en particular. En general porque pen-

#EspecialLuisAragonésISM saba que parte de culpa de que él no siguiera en la selección era del gremio periodístico… y en particular por una conversación con un compañero que le dijo que era off the record pero que fue grabada y finalmente emitida… Intenté convencerlo de que no era responsable ni de lo uno ni de lo otro, y que no teníamos ninguna mala intención pero no hubo manera… ¡Y encima no lo habíamos podido ni grabar! Así que no me quedó otra que despedirme de él, resignado. -¡Suerte para el partido!, le dije, pero aún me llevé otra más. -¡Los que sabemos no necesitamos suerte! -Me respondió, se metió en su flamante Mercedes y salió quemando rueda. Rápido y furioso. Aquel partido lo perdió por 2 a 5, le volví a ver en rueda de prensa y tampoco me quiso responder, ni antes ni después del encuentro. La prensa turca me entrevistó intrigada por lo ocurrido, fui la anécdota en los medios otomanos durante un par de días… ¡Boicot de Luis a la prensa española! Decían por allí… Años más tarde coincidí con él en algún estadio, le llamé varias veces por teléfono proponiéndole hacer algún reportaje, pero su respuesta siempre fue la misma… Ya nunca más tendré la oportunidad de volver a intentarlo, y ya nunca más me lo podrá volver a negar, así que aprovecho estas líneas, Don Luis Aragonés, para expresarle toda mi admiración, respeto… Y gratitud.

FOTO: APP

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carta a luis aragonés Texto de Juan Esteban Rodríguez (Leyendas de la Premier)

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uerido Luis: Le voy a hablar de usted, con ese respeto que siempre supo ganarse. ¿Se acuerda del Metropolitano? Seguro que sí. Yo aún no había nacido y ya estaba en mi vida. Un día, un niño ilusionado saltó al campo con los ojos brillantes, como sólo puede tenerlos un crío que va a conocer a sus ídolos. Corrió hacia ellos y encaró a Jayo, el primero que se cruzó en su camino, pero iba a empezar el entrenamiento y el gran Martínez Jayo no encontró tiempo para atenderle. No obstante, al niño le dio igual, porque su verdadera ilusión era verle a usted, intercambiar unas palabras y que usted, don Luis, encontrara unos segundos para él. Por supuesto usted lo hizo. Habló con ese niño, le firmó un autógrafo y grabó a fuego en su alma infantil, un recuerdo imborrable. Ese niño era mi padre y me ha contado esta anécdota repetidas veces. Nunca me ha parecido que demuestre una especial admiración por nadie del mundo del fútbol, salvo por usted, don Luis. Y eso un niño lo percibe. Y le marca. Me marcaba. Usted no era “del” Atleti, usted era el Atleti. Tanto como la glorieta de Pirámides, como el Paseo de los Melancólicos, como la Puerta de Toledo. Tanto como el recuerdo de Bruselas, como el penalti de Chacho, como el estadio Metropolitano. Usted era el Atleti. Tanto como las lágrimas que mojan el teclado mientras escribo ésto, como el salto de Calleja en Sabadell, como el “qué alegres son los colores, de tus rayas rojiblancas…”, como don Vicente Calderón. Usted era el Atleti, con todas sus imperfecciones. El Atleti es profundamente imperfecto, contradictorio, difícil, entrañable, ganador, hosco a veces, humano. Como usted, exactamente como usted, querido don Luis Aragonés Suárez. Cuentan los que le conocían que a veces era Luis, otras veces Aragonés, y otros días Suárez, según se levantase. Exactamente como el Atlético de Madrid, que a veces se levanta acordándose de quién es y otras nos exige a todos infinitas dosis de paciencia y cariño para soportar su bipolaridad. ¿Hace falta aclarar por qué usted era el Atleti? Usted era el Atleti y no son necesarias las explicaciones. Marcó el primer gol del Vicente Calderón, anotó el único gol que ha marcado el Atlético de Madrid en una final de Copa de Europa, ganó para su equipo del alma la Copa Intercontinental, renunció a jugar la Champions para venir a entrenarnos en Segunda y devolvernos a nuestro sitio. Ganó ligas y copas como jugador y como entrenador y marcó cientos de goles. Todo eso es conocido. Pero eso sólo vale para que los que no tienen la suerte de ser del Atleti entiendan con datos su importancia. A nosotros, a los que hoy lloramos de verdad, no hace falta que nos repitan eso. Sería como decirle a un hijo que su padre es importante

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co de la tarde. El fútbol de bocata de tortilla y puros en la grada. Un fútbol de códigos y alineaciones del ‘1’ al ‘11’. Un fútbol que llamaba Copa de Europa a la Copa de Europa, y en el que los campeones de Copa jugaban la Recopa. Usted venía de ese fútbol, pero era tan buen entrenador, tan intuitivo, tan naturalmente inteligente, que también triunfó en este otro fútbol e hizo campeona de Europa a España cuando nadie pensaba que alguna vez pudiéramos ganar algo. Usted, el hombre que reconocía que al cabo del día decía más veces “vete a tomar por culo” que “buenos días”, lo hizo posible. Pero, insisto, Eurocopas y selecciones al margen, usted era el Atleti. Tanto como para agarrar de las solapas a Jesús Gil y zarandearle, cuando éste, nada más entrar al club, le escupió a la cara que usted quería mangonear demasiado por el Manzanares. Y no, eso no, eso nunca. Pero a pesar de aquello, usted y el Atleti estaban tan amalgamados como para volver siempre que le requerían, aunque le llamase este individuo. Usted, don Luis, era el Atleti, tanto como las ocho rayas rojiblancas, como las siete estrellas, como el oso y el madroño. Antipatía en la larga distancia, dificultad para entenderle en la media, cariño rendido en la cercanía. Del “este viejo no tiene ni puta idea por no llevar a Raúl” FOTO: 20 Minutos al “se ha ido el mejor”, a veces sólo hay un vestuario de distancia. Pero porque le da ropa y comida. Una estupidez. Nosotros no es el momento de ajustar las cuentas de tantas porno necesitamos recordar eso, sencillamente sabemos tadas injustas, bellacas, indignas, sino de recordarle a que donde estaba usted, no se pisaba el escudo del Atusted, de reírnos con sus cosas. leti. Como cuando dijo que si el Atleti era “el pupas”, Usted será para siempre una pelliza en Burgos saltando con todo lo que ha ganado, los demás deberían ser “el y braceando con Paulo Futre, una frente retadora a José costras”, siempre por detrás de la pupa. Como cuando Antonio Reyes (del que en algún momento pretendió encaró, lleno de orgullo rojiblanco, a un cuarto árbitro sacar algo bueno, tan corajudo fue siempre usted), un que se había situado sobre el escudo del Atlético pinta- “míreme a los ojitos”, unas manos agitando a un joven do en el césped del Calderón: “Oiga usted, eso que está Eto´o, al que conquistó para toda la vida. Usted será pisando es el escudo del Atlético de Madrid. ¡Haga el para siempre el gol al Bayern y los tres al Cagliari, el favor de quitarse de ahí!”. Como cuando imponía, en “si no ganan me meto una botella de Pepsi familiar por sus contratos con los demás equipos, una cláusula por el culo” y el “estoy hasta los huevos de perder con esta la que quedaría liberado de cumplirlos si le llamaba el gente”. Atleti. Como cuando le dijo al Cholo Simeone, cuando Usted, admirado, querido, amado don Luis, será para era jugador, en 1994, “¿Qué te ha llamado el Atlético? siempre el ídolo de mi padre. Y el mío. Y el de todos Ni te lo pienses”. los atléticos de bien que hoy lloramos por usted, en la Luis, admirado don Luis, usted representaba ese fútbol certeza de que en el cielo tampoco se pisará nunca un de siempre que nos gusta. El fútbol soleado de las cin escudo del Atlético de Madrid. Y tal.

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FOTO: @HugoCondesSer


futbolista Texto de Ennio Sotanaz (Revista Panenka/ http://enniosotanaz.blogspot.com)

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o voy a ponerme triste hablando de Luis. No debo. No quiero. Sería injusto, además. Eso justifica probablemente que lo primero que me haya venido a la cabeza al intentar escribir de su memoria, sea una anécdota absurda que ni siquiera tiene demasiado que ver. Un día en el que servidor estaba leyendo una revista británica de música independiente en cuya portada aparecía un aspirante a gurú de la vanguardia estilística del momento. Evitaré dar nombres para no herir susceptibilidades, pero quédense con que aquel andrógino muchacho, el que aparecía en la foto, vestía un ceñido chándal rojo de marca mítica, de esos que los supuestos entendidos denominan vintage, posando como un tipo popular y encantado de haberse conocido. Mi padre, que pasaba por allí, con esa facilidad natural que tiene para bajar a cualquiera de las nubes, miró la foto y dijo “Va vestido de Luis Aragonés… pero con cara de pánfilo”. Y tenía razón. Hay que ser Luis Aragonés para llevar un chándal de los que él llevaba, llamémosle vintage, sin parecer un pánfilo. O para calentar sobre el césped del Plantío con una pelliza roída y extemporánea, rodeado de tipos a los que triplicas la edad, mientras flexionas la sisa de un pantalón digno de Almacenes Arias. O para lucir barba de anarquista y aspecto desaliñado delante de las cámaras, caminando, ya desde el principio, en sentido opuesto a las normas ornamentales del llamado fútbol moderno. O para usar onerosas gafas de estética carpetovetónica, propias de haber sido obtenidas en un mercadillo de la beneficencia. O para marcar patilla poderosa, digna de leñador, dura y recia, capaz de encender un fósforo en cualquier momento si fuese menester y de aguantar el rascado de uña constante durante una rueda de prensa entera. No sé me ocurre a nadie más que a Luis Aragonés para poder hacer todo eso sin perder el respeto, sin parecer una pose y sin tener cara de pánfilo. Decía Chateubriand que un escritor original no es aquel que no imita a nadie sino aquel a quien nadie puede imitar. Ese era Luis Aragonés. Un tipo original construido a sí mismo en la escuela de la vida, único e irrepetible. Imposible de imitar. Alguien que bebió de todas las fuentes, desde las reglas hostiles que imperan en cualquier calle del mundo, y por ende también en las de ese pueblo de Hortaleza que lo vio nacer, hasta los cócteles de postín a los que después sería invitado y en los que tan incómodo se sentía. De todas partes recolectaba los ingredientes de su legado y nunca dejó de recolectar. Ni siquiera cuando ya acumulaba tal cantidad de sabiduría, fundamentalmente futbolística, que abrumaba a cualquiera que tuviese la oportunidad de acercarse a él. Pregunten a los cientos de jugadores que pasaron por su lado.

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Pero si Luis Aragonés tuviese que definir de su puño y letra, hoy mismo, cuál era su verdadera profesión estoy convencido de que escribiría “futbolista”. Él siempre se consideró simplemente eso, un jugador de fútbol. Mesándose los rizos mientras trotaba por el Metropolitano o luciendo canas mientras enfilaba el pasillo de vestuarios del Ernst Happel de Viena, poco antes de ganar la Eurocopa. Sí, ese jugador desgarbado que dirigió durante tantos años la delantera colchonera. El que en 1974 saltó celebrando el gol en Heysel nada más golpear el balón, mucho antes de que efectivamente traspasase la portería. Genio y figura. También el que marcó el primer gol en el Vicente Calderón, como no podía ser de otra forma. Un futbolista al que por esas cosas de la edad yo no pude ver jugar pero del que escuché, y sigo escuchando, mara

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#EspecialLuisAragonésISM villas en los labios de las personas importantes en mi vida. Los que me han inoculado el veneno rojiblanco. Luis era un jugador de fútbol al que su presidente le pidió un día ponerse al mando del equipo cuando tenía 36 años y ahí se quedó. Aceptando el reto. Como hizo siempre. Y ahí, sobre el césped del lateral, mirando al infinito, entre vendas y olor a linimento, es dónde yo lo recuerdo. En la caseta. Repartiendo fútbol. Orientando al ignorante. Ilusionando al soñador. Bebiendo fútbol. Sudando fútbol. Haciendo historia en silencio. Mirando a los “ojitos”. Zarandeando de la solapa a la estrella de cualquier equipo para que esta se lo agradeciera poco después ya de por vida. Desafiando la ética falsificada y putrefacta de algunos fariseos que esperan al otro lado del micrófono. Cierta prensa oficial, esa que no hace mucho lo escupía con saña cobarde lan-

zándolo al vacío, huérfano de asidero. Esa que jamás le perdonó haber cometido el terrible pecado de no doblegarse al poder para seguir siendo fiel a sí mismo, lo recuerda hoy, con significativas dosis de hipocresía, como un entrenador revolucionario que “inventó” artísticas formas de jugar al fútbol, bautizadas mediante onomatopeyas de dudoso rigor. Chorradas. Luis hizo en la selección española lo que había hecho siempre. En el Atlético de Madrid o en Sebastopol. En la élite mundial y en el pozo de la segunda división. Conocer a su plantilla, ganársela, tratar a los jugadores como personas y no como bailarinas o actores de telenovela, elegir a los once mejores y encontrar la forma idónea para que esos once pudieran jugar a la vez. Así de simple. Así de complicado. Luis jugó con posesión y replegado. Dominando y al contragolpe. En vertical y en horizontal. Para ganar la liga y para no descender. Evolucionando su sistema según evolucionaba el mundo. Entendiendo el fútbol como un todo que estaba por encima de tácticas prefabricadas y egos petulantes. Luis Aragonés no era un entrenador. Era el entrenador. Y futbolista, claro. Pero Luis también era, es y será el Atleti. Y no me refiero evidentemente a esa entidad jurídica, troceada en acciones virtuales, que ha sido maltratada por su propia administración, sino a ese abstracto y precioso concepto que flota por el subconsciente colectivo de miles de personas entre las que me encuentro. Ese sentimiento amorfo y complicado que vive conectado directamente con los corazones y las almas de mucha gente, a través de una fuerza tan poderosa como imposible de ser explicada mediante titulares amarillos o el lenguaje tramposo de los mercados. Luis no era perfecto, pero es que ni la vida, ni el Atleti ni nadie lo es. Los colchoneros sabemos que la galaxia pluscuamperfecta no existe y mucho menos se puede comprar. Y Luis era colchonero. De pies a cabeza. Y, como el Atleti, convivía con sus contradicciones sin traicionar su verdadera esencia. Los conceptos de fidelidad, de rigor, de honestidad, de profesionalidad, de orgullo… En la gloria y en el infierno. Por delante. Huyendo de la mediocridad, de los tonos grises, de la apatía y del poder. Alérgico a la comodidad. Inmerso en la búsqueda constante del siguiente reto imposible. Sin alharacas. A base de trabajo y esfuerzo. A base de verdad. A la cara. De frente. Sin miedo. Renegando de tópicos que detestaba. Independientemente de enemigos y de supuestos amigos tóxicos. Ganar y ganar y ganar y ganar y volver a ganar. Incluso en la derrota. Eso es el Atleti. Eso es Luis Aragonés. Hasta siempre, maestro.

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LA FRASE ‘‘Me gusta más el mote de ‘zapatones’ que el de ‘sabio’ porque sólo sé que no sé nada’’

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adi贸s al es Texto de Menottinto

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uis Aragonés es, era el Atleti. Era bajarse en Pirámides para llegar andando al Calderón, las rayas rojas y blancas de la camiseta, el presidente-entrenador-jugador del Club Atlético de Madrid, poli malo en las buenas y abuelo socarrón cuando peor le iban las cosas porque a Zapatones era difícil cogerle el tranquillo. Luis era mi abuelo, ese ganar y ganar y volver a ganar aunque fuera de mentira. Era el optimismo atlético, creer o reventar, ganar siempre hasta que hoy, de repente, hemos perdido. Una derrota inesperada. Dolorosa. Aragonés ha muerto y algo nos dice a cada uno de los atléticos que hemos perdido algo más que una Copa de Europa en 1974. Se va una parte del club, una parte de todos. Luis era un grito de gol interrumpido, una celebración inacabada, el salto perfecto hacia la nada. Era un ascenso y un portazo, varias Copas del Rey, Futre abandonando el club, el contragolpe perfecto, la dentadura en la mano y un chándal roñoso y siempre por cerrar. Era el escudo perfecto hasta que apareció Diego Pablo Simeone. Era el escudo. Luis se va haciéndole una peineta a la enfermedad que se lo lleva y que no le va a dejar ver cómo su Atleti gana la ‘Primera’. La que él casi consigue, la ‘Casi’ y la madre que la parió. Luis se va sin ver su gran obra acabada. Pero esto también es Luis o eso también es el Atlético, que para el caso, viene a ser lo mismo.

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despidiendo a don luis aragonés Texto de Carlos Manuel Blanco

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icen que “no se muere quien se va, sólo se muere el que se olvida”. A continuación, las reacciones a la muerte de Luis Aragonés, que demuestran que ‘El Sabio de Hortaleza’ está más vivo que nunca, y lo estará para siempre en nosotros. Vicente Del Bosque: “Sin duda, él marcó el camino en este última etapa tan exitosa. Tenía una larga experiencia como técnico y, personalmente, le tenía un aprecio especial”. Pep Guardiola: “Luis no ha sido un grande sino el más grande. Qué pena haberlo perdido. Fue un genio al que todos queríamos”. Iker Casillas: “Luis Aragonés ha sido el que cambió la historia del fútbol español, se lo tenemos que agradecer todos. Luis Aragonés tuvo unas apuestas que las hizo por el bien del fútbol español”. Xavi Hernández: “Luis es fundamental en mi carrera y en la historia de La Roja. Sin él, nada hubiera sido lo mismo, imposible. Con él empezó todo”. Y agregó “La palabra fútbol en el diccionario tendría que llevar al lado una foto de Luis. Luis es el fútbol hecho hombre”. Álvaro Arbeloa: “Que grande has sido, Luis. ¡Y qué grande es el vacío que dejas! Descansa en paz, abuelo”. Míchel Salgado: “Mis condolencias para la familia y amigos de Luis Aragonés. Ha sido un privilegio trabajar con él en la selección”. Fernando Torres: “DEP Luis Aragonés. Gracias Míster, nunca podré agradecerte lo suficiente todo lo que hiciste por mí”. José María Gutiérrez ‘Guti’: “Día triste por el fallecimiento de Luis Aragonés. Todos los que amamos el fútbol te echaremos de menos”. Pepe Reina: “Qué triste noticia... Descansa en paz Míster... Un orgullo haber sido “de los tuyos” como te gustaba a ti decir... ¡¡Nunca te olvidaremos!! ¡¡Gracias por todo!!” Enrique Cerezo: “Luis Aragonés fue un gran jugador y entrenador, pero antes de todo eso una gran persona y un amigo”. Sergio Ramos: “Un día muy triste. Ha fallecido el sabio Luis Aragonés. Nunca podré olvidar tus consejos y enseñanzas. ¡¡DEP Míster!! Andrés Iniesta: “Muchas gracias por todo lo que nos enseñaste, por todo lo que nos diste...Te recordaremos. Hasta siempre míster. DEP.” Rubén De la Red: “Gracias por estos momentos vividos”. David Villa: “Es un día muy triste. Se va uno de los más grandes. Gracias por enseñarme gran parte de lo que soy. DEP Luis Aragonés”. Carles Puyol: “Día triste para el mundo del fútbol. Gracias por tanto mister. Un fuerte abrazo a toda su familia”.

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#EspecialLuisAragonésISM Miguel Ángel Gil Marín: “Un personaje relevante de nuestro club. Todos los atléticos le recordaremos como tal, con cariño y respeto” Xabi Alonso: “Se nos ha ido uno de los grandes, es un día muy triste. Su personalidad nos marcó de por vida a muchos. DEP Don Luis Aragonés”. Sergio García: “Es una noticia muy triste para el fútbol español. Me marcó muchísimo ir a la selección. Gracias a él me han ido muy bien las cosas. Es un pérdida muy importante”. Javi Martínez: “Muy triste despertarse con noticias como esta”. Álvaro Negredo: “Hoy todo el fútbol llorará tu ausencia, aunque permanecerás por siempre a nuestro lado. Descanse en paz Luis Aragonés”. Fabio Capello: “Siento muchísimo su fallecimiento. Para mí ha sido uno de los entrenadores más grandes del mundo. Un referente y un maestro. Sus ideas me ayudaron mucho. Le admiré como futbolista. Quiero mandar mi pésame al futbol español en mi nombre y en el de la Federación rusa”. Cesc Fàbregas: “Descanse en paz míster. ¡Gracias por todo!” Juan Gutiérrez ‘Juanito’: “Parece ser que hubo un fichaje de última hora en el cielo, DEP. Gracias por todo Míster”. Andrés Palop: “Se nos ha ido un gran entrenador, se nos ha ido el que nos indicó el camino. Un Amigo. Gracias Por todo. DEP Luis Aragonés”. Joseph Blatter: “Descanse en paz Luis Aragonés, histórico del Atlético de Madrid y entrenador de la Selección Española de Fútbol, campeona de la Euro 2008” Joan Capdevila: “DEP Luis Aragonés. Gracias por todo lo que nos diste. Cambiaste la historia de la selección. Siempre te recordaremos. Un abrazo a la familia”. Marcos Senna: “Se ha ido una de las personas que, después de mi padre, más influyó en mi carrera. Es un día muy triste para mí y todos los que lo conocimos. Luis Aragonés fue un padre, un hermano, un amigo, un ídolo, un mito del fútbol. Los que te conocimos y admiramos estamos hoy muy tristes. DEP Luis!”. Álvaro Morata: “Admiración, respeto e historia. Siempre estarás con nosotros. Día muy triste para el fútbol. DEP Luis Aragonés”. Santiago Cañizares: “DEP el maestro Luis Aragonés...” Diego Simeone: “Tengo un gran respeto a Luis. Un gran hombre, tengo un gran recuerdo de él. Rompió las dificultades que tenía siempre España para ganar. Mostró el camino, demostró que se podía. España dejó de ser una posibilidad a una

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realidad” Miguel Pérez Cuesta ‘Michu: “No te preocupes abuelo... ¡¡¡¡SERÁS ETERNO!!!!”, mientras adjuntaba una foto de un cromo en el que Luis Aragonés aparece como entrenador del Real Oviedo. Samuel Eto’o: “Hoy mi corazón está sumido en una gran tristeza. Nos ha dejado un gran hombre. Luis Aragonés ha sido para mí mucho más que un gran entrenador, ha sido como un padre” Ángel María Villar: “Dolido por la pérdida de uno de los grandes futbolistas españoles y una persona muy querida por todos los que forman parte de la Real Federación Española de Fútbol. Luis Aragonés ha sido un ejemplo en el fútbol español, desde que empezó hasta hoy”.

Raúl González Blanco: ‘‘Pasará a la historia por ser un gran referente del fútbol mundial. A su mujer e hijos, y a su familia, mi abrazo, mi apoyo y mi más sentido pésima. Fue un entrenador extraordinario’’. Lionel Messi: ‘‘No tuve el placer de conocer a Luis Aragonés, pero el mundo del fútbol ha perdido a alguien muy importante’’.

FOTO: Club At.Madrid

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Carta de despedida de Xavi Hernández a Luis Aragonés (El País)

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sted no es japonés, usted me entiende lo que le digo. Me dijo una noche. Le estoy viendo, en la habitación de un hotel y sé que le echaré de menos. Mucho. Porque yo a Luis Aragonés le quería mucho. Y con Luis hablé mucho. Sabía que no estaba fino, pero nunca pensé que tenía algo tan grave, que se iba a ir tan pronto, tan rápido, de esta manera. “Estoy bien, estoy bien”, me decía cuando le preguntaba. Hablaba de vez en cuando con él, porque para mí siempre, desde el día que le conocí, fue un referente absoluto. Supongo que es el entrenador con el que más horas he pasado hablando de fútbol. Subía a la habitación y hablábamos horas, a veces del estilo “esa es la clave, Xavi, saber a qué queremos jugar”, siempre de la importancia de juntar a los buenos en el campo y también de lo importante que era no tener miedo a nadie, a ningún equipo, por mucho que corran más. “Usted y yo sabemos que la pelota corre más que ellos. Y que la tocamos mejor que ellos”, me dijo. De Luis tengo los mejores recuerdos de una charla, de un encuentro por los pasillos, de una aparición en el comedor, porque siempre te dejaba algo. Y siempre tenía razón, siempre. Luis iba de cara; te miraba en el entrenamiento, se acercaba y te decía: “Usted está haciendo el jeta, ha venido a entrenarse y no le veo. ¡A mí no me gustan los jetas!”. Y se iba. Luis nunca engañaba, iba de cara. “Tú no juegas porque has dado pena esta semana”, “¿Estás cansado o qué?”, “Hoy has estado fantástico, esta semana lo vas a bordar”. “¿Se cree que yo me chupo el dedo, que soy gilipollas?” Así era Luis, cercano, de verdad. El otro día recordé una anécdota de la primera vez que me convocó para la selección. No me había llamado a la primera convocatoria y en septiembre, nada más llegar, me estaba esperando. “¿Qué pensaba usted? ¿Que el hijo de puta del viejo no lo iba a traer, eh?”. Y yo, acojonado, le dije: “No, no, en ningún momento he pensado algo así, míster”. Y él, puro Luis, me dijo: “Sí, sí, sí, a mí me va a engañar. Venga, para arriba y ya hablaremos”. Y hablamos ese día y mil horas. Luis es fundamental en mi carrera y en la historia de La Roja. Sin él, nada hubiera sido lo mismo, imposible.

Con él empezó todo, porque nos juntó a los pequeños, Iniesta, Cazorla, Cesc, Silva, Villa... Con Luis hicimos la revolución, cambiamos la furia por el balón y le demostramos al mundo que se puede ganar jugando bien. Si no ganamos la Eurocopa no hubiéramos ganado el Mundial, claro que en ese sentido, fue fundamental la llegada de Del Bosque, otro fenómeno. A Luis le dieron mucha caña pero fue él quien marcó el camino, quien le dio a España el estilo que tiene hoy. En eso, siempre coincidimos. Fue Luis quien vio lo que había y apostó por bajitos. “Voy a poner a los buenos, porque son tan buenos que vamos a ganar la Eurocopa”. Y la ganamos. Fue inteligente y muy valiente. En lo personal, Luis me hizo sentir importante cuando mi autoestima era un desastre. Me dio el mando de la selección cuando no lo tenía ni en el Barça. “Aquí manda usted”, me dijo, “y que me critiquen a mí”. Decidí devolverle la confianza en el campo. Si fui elegido el mejor jugador de la Eurocopa fue por él, aunque él siempre me lo negaba. Conmigo tuvo detalles inolvidables. A Alemania no llegué bien, pero me esperó. Venía a verme a Barcelona, preocupado por mi rodilla. Vino Paredes [preparador físico] a subir a La Mola mientras me recuperaba... Luis me llamaba cada dos por tres. “Apriete Xavi, no se duerma que le espero”. La palabra fútbol en el diccionario tendría que llevar al lado la foto de Luis. Luis es el fútbol hecho hombre, el fútbol hecho persona. Hasta siempre, mister. Y gracias por todo. Y que lo sepa: usted y yo nunca fuimos japoneses.

FOTO: MD

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sólo quería comentarte... Texto de Toño Suárez (Onda Cero)

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ería una imprudencia casi temeraria por mi parte pretender ensalzar la figura de Luis Aragonés después de haber leído todo lo que se ha escrito sobre él estos últimos días. Muchos recuerdos escritos con el corazón,cientos de testimonios de los que lo conocieron y compartieron, elogios que se perciben reales y sentidos que nos alejan del tópico de lo buenos y rectos que son siempre los que nos dejan: de todo habrá en la viña del Señor, digo yo. Luis Aragonés ha sido una de esas personas que siempre ha estado ahí desde que tengo uso de razón. Unas veces adquiriendo más protagonismo otras pasando al segundo plano, pero siempre ahí. Media vida compartida con él aunque no fuera consciente de ello, precisamente, hasta que me di cuenta de que no estaba, hasta que me di cuenta de que me faltaba, hasta que me di cuenta de lo que le echaba de menos. Memoria del fútbol de antes, del de domingo por la tarde, fútbol de Soberano, que era cosa de hombres: futbol de transistor y quiniela con papel carbón. Correcaminos, trotamundos: incluso es posible que, en algún momento, fuera entrenador de mi equipo; corporativista en el Hesperia, luz en el pozo de la segunda división, ¡volveremos!, personalidad desbordante, insultante. Sabio: juegan todos los pequeños juntos, dejamos la furia en la oficina, disfruten jugando al futbol, señores: ¡Ganar, ganar y ganar! Son muchos años de fútbol ya para mí, vividos desde muchas perspectivas: mal jugador, peor entrenador, regular escritor, aprendiz de brujo, mi voz está en las ondas. Tantos partidos, tantas alegrías, tantas decepciones…; y solo una vez en la vida el futbol me sacó las lágrimas, el llanto: era el minuto 116 de la final de un Mundial, la máxima fiesta del fútbol, la máxima expresión, el delirio. No te hicieron Marqués aunque probablemente no lo hubieras aceptado: pero quiero que sepas que una cuota importante de las lágrimas de aquel muchacho de treinta y tantos(treinta y muchos) te pertenece. Y necesito que lo sepas porque pienso que no hay nada más hermoso en este mundo que hacer feliz a la gente. Y fui muy feliz aquella tarde, te lo aseguro. La Eurocopa de 2008 abrió el camino. Callaste a los agoreros, a los caza recompensas, a los jueces y a los verdugos: callaste a los que te criticamos (el que esté libre de culpa que tire la primera piedra) a los que te quisimos mandar para Hortaleza sin pasar antes por Austria y Suiza . Perdóname. No se me ocurre nada más que decir sin caer en la pedantería. Y no hay cosa en este mundo que me horrorizaría más que ser un ñoño hablando de ti. No me lo consentirías Por cierto, antes de acabar solo quería comentarte: ¿Cómo supiste que iba a ser gol nada más disparar?

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#EspecialLuisAragonésISM FOTO: MARCA

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una carta y un retrato Texto de Natalia Freire (Radio Marca)

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uis Aragonés era como mi padre. Con esta afirmación no me refiero a que mi relación con él fuera como la que se tiene con un padre porque, por desgracia, no le conocí personalmente; a Luis, quiero decir, no a mi padre… Lo que pretendía explicar es que Luis tenía un carácter muy parecido al de mi padre. Ambos tenían mucho genio, decían las cosas claras y para ello empleaban pocas palabras. También compartían un tremendo sentido del humor, la lealtad por los amigos y el profundo amor por su familia aunque rara vez escucháramos palabras tiernas salir de sus labios. Ambos reiteraban sus aseveraciones si eran discutidas y hablaban con vehemencia de aquello que les tocaba el corazón. Y no sé si es por esta razón o por culpa de la letra de la Canción de Glutamato Ye Ye, “Soy un socio del Atleti”, por la que llevo en mi cartera, desde hace mil años, una foto de Luis Aragonés junto a la de mi padre. Como Luis, mi padre era muy del Atleti, tanto que, a veces, hasta le dolía. Estuvo en Heysel junto a muchos otros atletistas que volvieron con la decepción de haber sido casi campeones de Europa. Muchas veces recordó aquel viaje, el gol de Luis y el de aquel alemán, Schwarzenbeck o cómo demonios se llamara, que tiró desde su casa para acabar con su alegría y la de todos los colchoneros. Desde muy pequeña acompañé a mi padre, (y también a mi madre) al Vicente Calderón. Y cuando yo le hablaba de Pedraza, Rubio, Arteche o Abel él me contestaba que como Gárate, Adelardo, Pereira y Luis, nada de nada. A mí me hacía gracia porque me crié viendo a Luis en la banda, como entrenador, y no me lo imaginaba jugando con la camiseta rojiblanca por muchas fotos y revistas antiguas que mi padre me enseñara. Luis también estaba en la banda del Bernabéu en la Final de Copa del 92. Aquéllas palabras que pronunció en el vestuario calaron en el corazón de los aficionados. Ésa es la razón por la que se hicieron tan célebres entre la afición colchonera en los días que precedieron la Final de Copa de 2013. El discurso de Luis circuló por todas las redes sociales como si fueran las palabras de Al Pacino encarnando al entrenador Tony D`Amato en Un Domingo Cualquiera. Ganar o Perder. Vivir o morir. A Luis también le recuerdo en los banquillos de los equipos rivales. Los más nítidos son aquéllos partidos en los que el Atleti estaba en situación comprometida. Jamás olvidaré la última jornada de la temporada 9495, con el Atleti jugándose la promoción en el Pizjuán ante el Sevilla F.C que entrenaba Luis Aragonés. ¡Nos las hizo pasar canutas! El empate a dos goles que señalaba el marcador y los resultados en los otros campos aseguraban la plaza en

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Europa del Sevilla y la permanencia en Primera del At. Madrid. El entrenador del Atleti era Carlos Sánchez Aguiar, que era el cuarto técnico que dirigía al equipo aquella temporada tras Maturana, D`Alessandro y Basile. En una jugada en la que el Sevilla casi marca el tercero, Aguiar, con sus gestos, le reclamó a Luis que les dijera a sus jugadores que se lo tomaran con calma porque el objetivo estaba cumplido y un gol en contra metía el Atleti en puestos de promoción. Luis ni se inmutó. Tampoco olvidaré su imagen aquel 7 de Mayo de 2000, en el banquillo del Tartiere. Luis fue muy profesional y el Real Oviedo jugó para ganar el partido que nos mandaba directos al infierno. Pero nadie le culpó. Nadie se lo reprochó. Ese Atleti se había ganado el descenso a pulso. Pero el rostro serio de “El Sabio” y la mirada perdida reflejaban su pesar. Había cumplido con su obligación como técnico pero estaba destrozado viendo a su equipo del alma en Segunda División y a todos nosotros llorando desconsolados. Por eso creo que, tras el año del no-ascenso, volvió a casa. Aceptó entrenar a un equipo de Segunda tras dejar a un equipo humilde como el Mallorca en Liga

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#EspecialLuisAragonésISM de Campeones. Fue entonces cuando se convirtió en un ídolo para toda la afición. Incluso para aquéllos que nunca le vimos como jugador. Luis ya lo era todo en el mundo del fútbol. Su prestigio y su profesionalidad estaban sobradamente probados. Entonces, ¿por qué rebajarse a entrenar en Segunda? La respuesta es la misma por la que miles de atletistas renovamos el abono aquéllos años: Por amor. Por amor a un sentimiento, a unos colores. Acudió al rescate sin pensar en el pasado, en las disputas, en las diferencias, a pesar de los dirigentes o las circunstancias. Acudió por nosotros, los aficionados, por los que estuvieron en Heysel, en Sevilla, en Oviedo o en Getafe. Por lealtad a unos colores. Como la sangre a la herida. La primera vez que le vi dirigiendo un partido al Atleti de Segunda, tuve la sensación de volver a ser una niña porque su estampa, sus gestos dando indicaciones y su forma de entrar y salir del banquillo me recordaron esos días. Habían pasado los años pero Luis seguía siendo Luis. El Atlético de Madrid logró el ascenso antes de que acabara la temporada. Y cumplió cien años con Luis como entrenador y con Torres emergiendo.

La culminación de toda esta historia llegó en el Ernst Happel de Viena. España era Campeona de Europa haciendo un fútbol que maravillaba al mundo y el gol de la victoria lo había marcado Torres con Luis en el banquillo. Sublime. Luis siempre me recordó a mi padre y desde que murió en 2011, cada vez que veía o escuchaba al Sabio de Hortaleza, no podía evitar sonreír. Sabía que mi padre, allá donde estuviera, estaría sonriendo también al escuchar a Zapatones. Ahora que Luis se ha marchado, el vacío es un poco más grande. Una pena haberle perdido. Una suerte haberle tenido… Aunque pienso que Luis siempre estuvo y nunca se irá del corazón de los atletistas. Y estoy segura de que cada vez que vaya al Calderón podré echar un vistazo al banquillo y ver a Luis dando indicaciones a los chicos del mismo modo que cada día de fútbol echo un vistazo al Fondo Norte y allí, en el Tercer Anfiteatro, veo a mi padre.

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hasta siempre luis Texto de Pablo Blanco

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e ha ido Luis Aragonés, un tipo que siempre iba de frente “Míreme a los ojitos” un tipo valiente y con personalidad, y con carácter, con mucho, mucho carácter. Un tipo que cambió para siempre la historia del Fútbol español. Se ha ido, pero siempre quedará su recuerdo entre nosotros porque solo muere lo que se olvida. Luis nació en el madrileño barrio de Hortaleza, los ojeadores del Real Madrid vieron que aquel muchachito no era como los demás y le ficharon para el Plus Ultra, su equipo filial, pero temporada tras temporada el tren del primer equipo no paraba en la estación de Hortaleza, y el joven Luis se desesperaba. Asi que en la temporada 61/62 ficha por el Real Betis Balompié. Allí pronto destacó. Cuenta Petón que Bernabéu hizo temblar los muros de Concha Espina cuando vio que los técnicos habían dejado escapar a ese interior espigado, larguirucho y desgarbado que andaba como si tuviera plomo en los zapatos. Dos años más tarde pondría rumbo al Manzanares, para recalar en el estadio Vicente Calderón y hacerse casi eterno. Pudo ser eterno del todo si el central alemán de nombre impronunciable, Schwarzenbeck dicen que se llamaba, hubiese quedado quietecito, pero ese año la suerte tampoco sonrío al Atlético “Si el Atlético es el pupas, el resto, ¿qué son, el costras?” Pero zapatones “Me gusta más de mote ‘Zapatones’ que ‘Sabio’, porque sólo sé que no se nada” se hizo eterno como entrenador en el equipo que ya era el suyo, en el Atlético de Madrid. Comenzó con una copa intercontinental para terminar aupando al equipo al trono de la Liga y vencer al Real Madrid la copa del Rey en su estadio “Lo que vale es que ustedes son mejores y que estoy hasta los huevos de perder con estos, en este campo. Son el Atlético de Madrid y hay 50.000 dentro que van a morir por ustedes” También pasó por Barça, Espanyol, Sevilla, Betis, Valencia y Mallorca. Se ha ido un profesional como la copa de un pino, un profesional que salvó al Oviedo del infierno de segunda aun cuando ello significaba el descenso de dos de los equipos de su vida, Betis y Sevilla, y sobretodo el descenso del equipo de su alma, el Atlético. Pero más allá del hombre de carácter “Vete a cagar imbécil, imbécil, que eres una imbécil y tal” del hombre un poquito maleducado “Digo más veces vete a tomar por culo que buenos días” se ha ido el constructor del estilo, el arquitecto de la mejor selección del mundo. Luis lo tenía claro, “Forman ustedes un grupo excepcional. Si no llego a la final con este grupo es que soy un mierda, he organizado una mierda de equipo”. Pero Luis no era un mierda, juntó a los bajitos, los hizo jugar como nadie nunca jugó y ganamos, vaya si ganamos.

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Primero a Italia venciendo la maldición de los cuartos con un Casillas mayestático, más tarde a Rusia dando una exhibición de fútbol, y por último en la final a la Alemania de Ballack (Wallas) y cía llevando a una nación al éxtasis. Se ha ido un ganador, porque las “Las finales no se juegan, se ganan”, el fútbol puede ser muchas cosas, pero reduciéndolo a la mínima expresión el fútbol es “Ganar, y ganar, y ganar, y volver a ganar, y ganar, y ganar, y ganar, y si quieren sigo, señores” Luis ganó una Eurocopa, pero su verdadera victoria fue conquistar el corazón de todos los españoles. Hasta siempre sabio.

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descansa en paz, sabio Texto de Javier González

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i primer recuerdo futbolístico data del año 2000, en ese fatídico año el Atlético de Madrid, club al que tengo más afinidad, descendía a Segunda División. Recuerdo ese partido contra el Oviedo en el que el Atleti, mi Atleti, empató y descendió. Con la caída del equipo cayeron mis primeras lágrimas provocadas por el fútbol. Hay gente que no podrá entenderlo, pero ser del Atleti es eso, reír, llorar, saltar, vibrar. Muchos pensarán que eso pasa en todos los equipos pero permítanme decirles que ser del Atleti es distinto. En esos tiempos ser del Atleti era difícil para un niño de 7 años que veía los partidos con su primo, su fiel compañero en tantas tardes de futbol y que en esos momentos no era capaz de consolarle. Yo no lo entendía, no podía llegar a comprender porque el Atleti no jugaría la siguiente temporada en la máxima categoría y ni él ni mi madre podían frenar esa sensación de odiar el futbol, de odiar a esos jugadores, de no querer ser más de mi equipo del alma.

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Dicen que en los peores momentos es cuando surgen los personajes con mayor carisma y liderazgo, y en este caso sólo puedo corroborarlo porque en ese preciso momento llegó él. Yo no sabía lo que significaba para el Atleti, no sabía quién era ese señor que me causo una impresión contrapuesta. Por una parte me llenó de ilusión, en parte gracias a que mi primo, una persona con muchos más partidos en sus espaldas, me contagio esta ilusión. Pero por otra parte, no me parecía alguien adecuado para relanzar a mi equipo, su imagen no era de mi agrado. Malditos prejuicios… Poco a poco esa llama que aun sobrevivía en mi interior fue creciendo y con ella también crecían nuevas estrellas, la más importante llevaba el nueve a la espalda y esa sí que me gustó desde el primer día, pero si me gustó, parte del merito fue del entrenador que confió en él. También es merito de ese entrenador que niños como yo pudiésemos ir al colegio y poder hacer frente a esos amigos crueles que tanto se metían con mi equipo, porque él nos enseñó que el Atlético de Madrid no ©


#EspecialLuisAragonésISM es un cualquiera y que no había que dejar que lo humillaran y lo pisotearan. Con él, conseguimos el ascenso y volvimos al lugar que nunca debimos abandonar y por eso le doy las gracias. Después de todo esto se fue y dejó un vacío en el club y en el corazón de todo atlético que será difícil llenar, imposible diría yo. Por aquel entonces sólo tenía la simpatía de un pequeño grupo de gente que había tenido el lujo de poder disfrutar de sus conocimientos, pero él quería más y su siguiente objetivo era la selección española, un combinado que había sido torturado por sus seguidores y por todo el mundo del fútbol, pero tampoco nuestro combinado merecía tanto castigo. Tras muchos intentos e innumerables polémicas, parecía que aquí no iba a triunfar, y muchos eran los que le criticaban, y con estos dardos también me disparaban a mí. “Del Atleti tenía que ser”, “le llaman sabio y no tiene ni idea”, y así una larga lista. Puedo recordar muchas de estas citas, pero pese a la adversidad yo le defendía y en el fondo me sentía mal porque no le salieran las cosas, pero no se puede negar el éxito a alguien que lo busca con tanta perseverancia, y así sucedió. Eurocopa de 2008, Austria y Suiza, y España llegaba a la cita con la afición pensando cuanto tardaríamos en volver o si este año pasaríamos de cuartos de una vez por todas. Con este panorama el presentó sus creden ciales, toque, toque y más toque, partidos memorables como el de Rusia o finales de infarto que nadie había vivido nunca, y casualmente otra vez aparecía ese nueve que tanto me gustaba a mí. El azar quiso que fueran de la mano el entrenador, el jugador que había crecido gracias a él, y otra vez la justicia de poner en su lugar al equipo que representaban. Otra vez gracias. No me queda nada más que añadir, tú cogiste a los dos equipos que me han hecho vibrar y los llevaste donde debían sin importar la opinión de los demás, porque los prejuicios no deberían existir y tú eres el que debería ser eterno. Gracias Luis. Descansa en paz.

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motivos de un sentimiento Texto de José David Palacio (Cadena Ser)

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n su casa no había nadie que pudiera mandar más que él. O al menos que decidiera lo que había que hacer o ver. A la hora de la comida el mando era suyo y el telediario se convertía en un clásico. Daba igual que estuviéramos en la mesa sentados a comer que si aparecía por allí una mosca, él raudo y veloz para sus 80 años iba a acabar estampándola al lado del pan o de la ensalada. Cuando le dabas un beso o ibas a hacerle un cariño, te contestaba con un gruñido. Sí, pero tú bien sabías que ese era un gruñido de aprobación, incluso de cariño también. No os habéis equivocado, esto es un artículo sobre Luis Aragonés, pero su pérdida me ha recordado tanto a la figura de mi abuelo Paciano. Un hombre tan testarudo como cascarrabias, pero que en el fondo cuidaba y se preocupaba como pocos por los suyos. No suena políticamente correcto, pero yo a Luis lo recuerdo siempre mayor. Pelo blanco, gesto torcido, chándal como modo de vida y una cara avinagrada que ensombrecía una sonrisa conciliadora, casi angelical las pocas veces que la sacaba a relucir. Lo mismo cogía de la pechera al delantero estrella o le obligaba a mirarle a los ojitos, como se remangaba y se ponía a calentar antes de un partido con su once titular. Capaz también de enfrentarse a los poderosos cuando dejaban de pagar a los suyos, ya fuera en Madrid o Barcelona. Más fácil hubiera sido mirar hacia otro lado y tener contento al que manda, pero Luis no era así. Si eso no es una relación paterno-filial… Aunque si hablamos de relaciones, mención aparte merece la de Luis Aragonés con el Atlético de Madrid. Por mucho que haya sido el hombre que ha cambiado la triste historia de la Selección española, el mejor seleccionador nacional de todos los tiempos, Luis es el Atlético. Si no entero, en gran parte: una de las siete estrellas del escudo o el oso que se aferra al madroño. Una relación amor-odio, culpa en gran parte por unos avaros dirigentes que aún no quieren reconocer el papel protagonista que ha tenido el Sabio de Hortaleza en la historia rojiblanca. Un jugador que estuvo a punto de conseguir gracias a su impoluta pierna derecha la tan ansiada Copa de Europa y que tuvo que redimirse apenas unas semanas más tarde, ya desde el banquillo, para conquistar la única Intercontinental para el club madrileño. Artífice de uno de los títulos que jamás podrá ser olvidado por la hinchada colchonera, la Copa del Rey del 92 ante el eterno rival y en su propio feudo. Había más y mucho mejor, aunque llegara en el peor momento de la centenaria historia rojiblanca. La plena caída libre de gilismo, sumada a una paupérrima organización deportiva e institucional, había propiciado el mayor de los desastres para un club de tan

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#EspecialLuisAragonésISM inmensa entidad. El descenso a los infiernos deportivos y el consiguiente tropezón habían acabado por minar la moral de una afición que no podría haber demostrado más fidelidad a sus colores. Y en eso de fidelidad y nobleza, Luis sabía algo y seguro que su amor al Atlético pudo a la hostilidad que profesaba a la familia Gil. Fue el hombre que sacó del pozo al niño hundido y deprimido, lo devolvió por la vía rápida allí donde no debió salir. Para cerrar su etapa colchonera regaló otra imagen, más recordada por lo cómico de la situación que por su importancia deportiva: la celebración del gol de Albertini en el Bernabéu. Cara de cabreo, gafas a media nariz y un brazo rígido con un ligero movimiento hacia delante acompasado al grito de gol. Genio y figura. Se tienen conexiones especiales con ciertas personas y la de los aficionados rojiblancos con Luis es muy parecida a la que cada uno de nosotros hemos podido tener con nuestros abuelos. El himno del centenario atlético dice que para entender lo que pasa hay que haber llorado dentro del Calderón (que es mi casa) y eso es lo que hicieron las más de 55.000 gargantas que se presentaron el pasado domingo en el Vicente Calderón en el encuentro ante la Real Sociedad. Durante 8 minutos uno de los estadios más pasionales del mundo estuvo en silencio, 8 minutos para guardarlos en videoteca como uno de los mayores homenajes a un icono de un club. A los colchoneros se les fue su abuelo y se despidieron de él a lo grande, como un mito merece. Descanse en paz Sabio, aunque a usted no le gustara que le llamasen así.

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un cuento alemán

Texto de Julián Carpintero (Falso9)

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os brazos extendidos, los puños cerrados, el pantalón de su perenne chándal dando cobijo al ombligo y un grito sordo con el que sus gafas se agarraban a la punta de la nariz a fin de no perder la batalla con la gravedad. Esa es la imagen que toda una generación de jóvenes guardará siempre de Luis Aragonés, que recorría, como si de Pizarro entrando en Perú se tratara, la banda del Estadio Tivoli de Innsbruck ante la incrédula mirada de Lars Lagerback, su colega sueco. De aquella forma tan mundana se liberaba ‘El Sabio’ de la tensión de un partido que ‘La Roja’ de los pianistas que había diseñado ganaba en el último suspiro, un acto que le humanizaba a los ojos de una España que todavía no terminaba de fiarse de la idea que llevaba años cociéndose en su cabeza. Era el 14 de junio de 2008, pero él ya sabía que el cuento iba a acabar bien. Resulta complejo escribir un artículo sobre alguien de quien se ha dicho todo en los últimos días y que, además, sea capaz de conmover a quien lo lea. Resulta aún más injusto tener que hacerlo por el hecho de que, como Cervantes o Van Gogh, haya tenido que esperar a morirse para que se reconozca el valor de su obra. Fue la de Luis una vida dedicada al fútbol, el cual le reportó, más allá Eurocopas, Ligas o Intercontinentales, el mayor título intangible que existe en el mundo del deporte: el cariño y el respeto de aficionados, compañeros y rivales. Sin embargo, ‘Zapatones’ siempre fue un ganador y, de haber leído estas líneas, a buen seguro que habría gruñido como sólo él sabía que sí, que eso de que te aplaudan está muy bien –y tal–, pero que a él le faltó ganar una Copa de Europa que llegó a palpar con la yema de los dedos. En este sentido, sería un detalle casi grosero volver a recordarle que como Gárate estaba en el suelo no pudo salir a tapar un derechazo que Schwarzenbeck no sería capaz de repetir en tres vidas; que el agotamiento, más mental que físico, apenas si les dejó dar tres pases seguidos en el desempate; y que don Vicente Calderón, frustrado, acabaría acuñando una expresión que el terco y metódico Simeone parece decidido a borrar del diccionario atlético. No era Luis de ponerse en el centro de la foto cuando ganaba ni de escurrir el bulto cuando dejaba de hacerlo, pero en su mochila se lleva el honor de haber participado en la eliminatoria más épica y emocionante

que jamás jugó el Atlético de Madrid en su centenaria historia. El verdor del Metropolitano antes de la umbría de Heysel. El prólogo que acabó siendo más bello que el epílogo. Los caprichos de Goya previos a los fusilamientos de la Moncloa. O, lo que es lo mismo, las semifinales de la Copa de Europa que los del ‘Toto’ Lorenzo le ganaron al Celtic de Glasgow en aquel mágica primavera de 1974. Sólo el Celtic de Glasgow separaba al Atlético de su primera final de Copa de Europa, después de haber eliminado, sucesivamente, a Galatasaray, Dinamo de Bucarest y Estrella Roja. Por aquel entonces, la escuadra católica que entrenaba Jock Stein era uno de los equipos más temidos del continente, pues en 1967 se había convertido en el primer equipo británico en hacerse con la preciada ‘Orejona’ tras ganar en la final de al Inter de Helenio Herrera. Sin embargo, los ‘Lisbon Lions’ –como se les bautizó– fueron incapaces de hacerse con la Copa Intercontinental que les enfrentó a Racing de Avellaneda en una doble final en la que los escoceses se quejaron amargamente del juego duro de los argentinos. Cabe resaltar que fue esa una época en la que al otro lado del Atlántico imperaba un fútbol agresivo impuesto por el Estudiantes de La Plata de Zubeldía con Bilardo a la cabeza. De este modo, y con el recuerdo de aquella derrota aún reciente, la prensa de Escocia se dedicó a calentar el partido poniendo sus escrutadoras miradas en Heredia, Ayala, Ovejero, Panadero Díaz y hasta en el propio Juan Carlos Lorenzo, todos ellos con pasaporte argentino. La ida se jugó en el imponente Celtic Park un Miércoles Santo, un choque en el que un Luis ya veterano tuvo que esperar su oportunidad en el banquillo para dejar paso a Adelardo, Gárate e Irureta. El caso es que las diabluras del habilidoso Jimmy Johnstone acabaron por desquiciar a la zaga atlética, que arañó un empate a cero con ocho jugadores tras las expulsiones de Panadero Díaz, Quique y el ‘Ratón’ Ayala, que no podrían jugar la vuelta, al igual que Melo, Ovejero y Alberto, a los que les tocaba cumplir ciclo de tarjetas. 14 días después de haber tenido que salir del feudo del Celtic entre empujones y puñetazos y protegidos por la policía, la afición colchonera, como siempre ha hecho semana tras semana, llevaba a los suyos en volandas a un 2-0 histórico en el que ‘Zapatones’ jugó 87 minutos

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y al que contribuyó asistiendo magistralmente a Gárate y a Adelardo. Aquello era acariciar el cielo. A Sepp Maier, el gran portero del Bayern de Múnich y de la RFA durante la década de los 70, sólo Panenka y Luis consiguieron hacerle segregar unos niveles de bilis superiores a lo que solía acostumbrar. La virtud del checoslovaco fue engañarle; el mérito de Luis, que su

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falta combada acabara en el fondo de las redes a pesar de que Maier sabía que su escuadra derecha peligraba. Eran unos años en los que el fútbol era un deporte en el que jugaban 11 contra 11 y siempre ganaban los alemanes. No en vano, el 30 de junio de 2008 Luis pudo reescribir el final del cuento, de su cuento, y los alemanes dejaron de ganar para que él pudiera ser inmortal.

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FOTO: Chema Conesa

el oso del escudo Texto de Juanan Mota (Atleti Sphera)

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ifícil poder empezar a escribir con tantos recuerdos en la cabeza; como un oso, derrochando fuerza, coraje y valentía, así era Luis, poco amante del sentimentalismo, así se nos ha ido. Sé ha ido sin despedirse, sin mostrar nunca debilidad, sin tener que aguantar homenajes interesados, ha preferido guardarse su enfermedad para su círculo más íntimo, sabía que ese partido era difícil de ganar, nunca le han gustado los primeros planos, siempre daba un paso al lado en el triunfo y sacaba su pecho en la derrota, así era usted don Luis. Raro en estos tiempos que corren de meritocracia barata. Así era usted, prefiriendo siempre la soledad del éxito que un homenaje o un marquesado. En el caminar de la vida, uno forja su personalidad en lo que ve, toma sus ejemplos de gente afín a ellos, siempre uno que les escribe, se ha alegrado de estar en su bando, soy de los de los que huye de las amistades banales e interesadas y da todo lo que tiene por sus amigos y su familia, como usted don Luis. Nos has dejado un vacío interior difícil de asimilarlo para los amantes del fútbol y del Atleti, nuestro Atleti, en el que ha pasado casi 30 años de su vida. Negaste la mayor cuándo se especuló en prensa con tu retirada de los banquillos, así eras, no reconociste que ya no ibas a entrenar más, sólo que no salía el proyecto adecuado, si te soy sincero don Luis, yo

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pensaba que te iba a ver algún día más en el banquillo. Ahora has subido al tercer anfiteatro dónde tienes tu sitio guardado, sé que no le va a gustar, que eso es muy alto para quién ha estado en el verde toda una vida. Cuándo vino a mi pueblo a un homenaje, recuerdo que pidió que le enseñaran todos los bares ‘Atléticos’ que quería saludar a todos aquellos como él que pasaban tiempos difíciles pero que amaban a las rojiblancas rayas canallas. El sábado, el escudo del Atlético de Madrid se quedó sin su oso, el que ha representado más de medio siglo la fuerza, el valor, el coraje, y las ganas de ganar en cada partido, el que preside el centro del escudo, el oso erguido sobre sus dos patas traseras que quiere levantarse y ser más grande que todos, recordarle que usted nos ha hecho lo que somos, grandes y gigantes. Nunca podremos hacerle un homenaje a su altura, sólo nos queda honrarle en cada partido de su equipo, demostrándole todo aquello que nos ha enseñado en el deambular de su vida, una vida que sólo un maldito cáncer pudo quitarle de en medio. Cada vez que se oiga un trueno por aquí abajo recordaré que está usted lanzando sus libres directos a las nubes con su inseparable chándal y su silbato. Descanse en paz, y tal.

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GRACIAS, MISTER

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