ESCRITOS SOBRE LA PIEL, TEMAS DE COMUNICACIÓN

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Escritos Sobre la Piel: Temas de Comunicación Autora: Lcda. Ana Cristina Chávez Santa Ana de Coro, Estado Falcón. Venezuela Junio, 2020

Depósito Legal FA2019000056 ISBN 978-980-7857-37-6

Colección Médanos de Coro Publicación del Fondo Editorial Universitario Servando Garcés de la Universidad Politécnica Territorial de Falcón “Alonso Gamero” Coordinadora Licda. Gabriela Castillo Portada: Rodin: “Femme vue de dos”. Musée Rodin, Paris


Presentamos una nueva mirada a los temas de comunicación de la Prof. Ana Cristina Chávez, que aparecieron en distintos medios de comunicación locales y que hoy trascienden a la plataforma digital de la mano del Fondo Editorial Universitario Servando Garcés. Fresca, amena, totalmente accesible, y con una chispa capaz de llegar al público más amplio, la autora hace posible la aproximación a temas como la semántica, los códigos lingüísticos, lenguaje no verbal y todas las esferas de la comunicación humana valiéndose de la anécdota, su vivencia sobre todo en el área de la docencia universitaria, convirtiendo al lector en parte de su propia experiencia. El valor del aporte de la autora a estos temas, queda plasmado en estas páginas como primer libro de la Colección Médanos de Coro de nuestro Fondo Editorial, es la mejor forma de democratizar el conocimiento, además de ser un testimonio para las próximas generaciones.

Lcda. Gabriela Castillo Coordinadora del Fondo Editorial Universitario Servando Garcés Universidad Politécnica Territorial de Falcón Alonso Gamero Junio, 2020


UNIVERSIDAD POLITÉCNICA TERRITORIAL DE FALCÓN “ALONSO GAMERO” Ing. Rafael Pineda RECTOR Ing. Emma Paola García VICERRECTORA ACADÉMICA Ing. Víctor Piñero VICERRECTOR DE DESARROLLO TERRITORIAL Ing. Eugenio Petit SECRETARIO GENERAL Dra. Oneida Jordán COORDINADORA DE CREACIÓN INTELECTUAL Y DESARROLLO SOCIOPRODUCTIVO


Presentación ……………………………………………………………………………………………………………………..6 SER EN COMUNICACIÓN La chica súper poderosa (I) ......………………………………………………………………….……...8 La chica súper poderosa (y II) ……………………………………………………………………..…..10 ¿Lobo, oveja o pastor?: descubre tu estilo (I) ………………………………………………..12 ¿Lobo, oveja o pastor?: descubre tu estilo (y II) …………………………………………...14 Belleza mancillada ……………………………………………………………………………………………...16 No los abandonen por ella …………………………………………………………………………...…..18 Juventud, ¿divino tesoro de la lengua? ……………………………………………………………20 Sexo y comunicación ………………………………………………………………………………………….23 ¡Si las miradas mataran! ……………………………………………………………………………………..26 Por favor, ¡escúchame! (I) ………………………………………………………………………………….28 Por favor, ¡escúchame! (y II) ………………………………………………………………………...….30 ¿Que tengo qué?... ¡Noooo señor! (I) ……………………………………………………………....32 ¿Que tengo qué?... ¡Noooo señor! (y II) …………………………………………………………..35 Internet: ¿Aliada o enemiga? …………………………………………………………………………....38 La culpa es de la vaca ………………………………………………………………………………………...40 COMUNICACIÓN INTEGRADORA Comunicación popular y democracia …………………………………………………………….43 La comunicación y el lenguaje en la nueva universidad ……………………………..46 La comuna como espacio de integración comunicacional (I) …………………..48 La comuna como espacio de integración comunicacional (II) …………......…50 La comuna como espacio de integración comunicacional (y III) ……….…….52 La comunicación integradora, clave para comunalizar la educación universitaria………………………………………………………………………………….54 COMUNICACIÓN COMO POESÍA Escrito en la piel ………………………………………………………………………………………………….58 El Gabo y yo: recordando a García Márquez ………………………………………………...61 La lectora infiel …………………………………………………………………………………………………...63 Si yo fuera un libro………………………………………………………………………………………………64


Respiramos comunicación, ella está presente en cada poro de nuestra piel, en la luz del día y hasta en el resplandor de la luna. El universo todo, con sus aromas, tonalidades y texturas, comunica, y en su accionar diario se entabla un diálogo entre quienes convivimos en y a través de él. Así como el cantante es consciente de su respiración; el pintor, del color y la composición; el arquitecto, de las dimensiones espaciales, o el bailarín, de su cuerpo como instrumento de expresión, el ser humano como profesional de cualquier disciplina debe tomar conciencia de la comunicación y el lenguaje como medio de interacción con el mundo que lo rodea y del que forma parte. Como una forma de contribuir con este proceso educativo tan necesario, presento a continuación una serie de artículos de opinión y ensayos publicados en la prensa falconiana. Los textos fueron desarrollados en un período de once años, comprendido entre 2006 y 2017, que van desde lo reflexivo-vivencial hasta lo investigativo-académico, rozando algunos, el estilo poético e incluso el humorístico. La autora



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Gracias

a ella se logra resolver problemas, establecer acuerdos, conquistar a la persona que nos atrae, sumar amigos, expresar nuestras ideas y hacer que el mundo gire cada día. También es la culpable –si no es bien manejada o si poco se manifiestade rupturas sentimentales, divorcios, malentendidos y conflictos personales, laborales, e incluso organizacionales. Es tan poderosa que puede deshacer, reanudar, fortalecer o debilitar las relaciones diplomáticas entre países. Cuando es oportuna puede evitar crisis, pero cuando llega retardada o simplemente “no llega”, es capaz de generar caos. Por ella estamos aquí, viviendo y disfrutando de los amplios beneficios que su tecnología nos ofrece. ¿A qué me refiero?, por supuesto que a la comunicación; cuyo poder es tan inmenso que ha logrado mover el mundo con sólo mencionarla. Iraset Páez Urdaneta (Comunicación, lenguaje humano y organización del código lingüístico, 1995) plantea que la palabra “comunicación” proviene del latín communicare, e incluye las acepciones de “compartir” y “hacer común o público”. En este sentido, Adolfo Carreto Hernández (Lengua y Comunicación, 1995) la define como “cualquier tipo de acción por medio de la cual un individuo hace participar a otro u otros individuos, utilizando los elementos

que tienen en común, de las experiencias y estímulos del entorno”. Como ya lo sabemos, la comunicación humana implica una relación de intercambio entre dos personas (o más) en la cual el mensaje fluye en ambas direcciones: “yo emito mi planteamiento, lo escuchas, luego tú emites el tuyo, yo lo capto con atención, analizamos ambas ideas y llegamos a un acuerdo”. Me refiero a la comunicación humana, porque Renny Yagosesky (El poder de la oratoria, 2001) afirma que existe comunicación en varios niveles de la naturaleza: * La comunicación biológica, que se produce entre los seres vivos y el ambiente, por ejemplo, cuando respiramos o durante el proceso de fotosíntesis de las plantas. * La comunicación animal, que se produce cuando miembros de distintas especies de animales no humanos sienten necesidad de aparearse para conservar la especie, desafiar a sus rivales, marcar territorio, llamar a las crías o alertar la presencia de un depredador. Los animales se comunican entre sí por medio de un conjunto de símbolos llamados impulsos biológicos no racionales, pero no desarrollan un lenguaje estructurado como el ser humano. * La comunicación humana es el tipo


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de comunicación que involucra un alto nivel de consciencia y acción voluntaria o intencional. Yagosesky la define como “el proceso de relación, mediante el cual expresamos y compartimos nuestra visión de la realidad, con la intención, consciente o no, de influir en los pensamientos, actitudes y comportamientos de quienes nos rodean”. El autor señala que todo lo que decimos a los demás primero nos lo decimos a nosotros mismos en forma de pensamientos. A esto se le denomina Comunicación Intrapersonal (dentro de la persona), y tiene como finalidad analizar la importancia y pertinencia del mensaje a transmitir, para luego establecer una relación con los otros, mediante la Comunicación Interpersonal (entre personas). El hombre es el único animal que puede utilizar símbolos para comunicarse, tales como palabras, dibujos, grafismos o números. Sólo él puede transmitir pensamientos, sentimientos, deseos y actitudes, comprendiendo e interpretando los diversos mensajes con los cuales es bombardeado a diario. Pero aunque tenemos la facultad de comunicarnos por medio de las palabras, la escritura o los gestos, muchos de nosotros no sabemos emplear estos recursos al máximo. Nos resulta difícil conseguir las palabras adecuadas para expresar un sentimiento o alguna idea en un momento determina-

do; nuestra mente se queda en blanco al tener que redactar algún documento o no logramos coordinar nuestros pensamientos coherentemente; peor aún, decimos que nos sentimos bien, cómodos y felices, cuando nuestra espalda encorvada, hombros caídos y rostro demacrado manifiestan todo lo contrario. Te invito a conocer los súper poderes de esta chica, de ti depende aprovecharlos para lograr unas mejores relaciones. Diario La Mañana, 13 de enero de 2006. Página 4, sección Opinión.


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En la primera parte de este artículo publicada la semana pasada, planteamos que la comunicación ejerce un enorme poder en la vida de la humanidad. Gracias a ella estamos sobre la faz de la tierra, reproduciéndonos; evolucionando intelectual, cultural y tecnológicamente; estableciendo vínculos personales, sociales, políticos, religiosos y comerciales entre individuos y países; viviendo y disfrutando de la magia de la palabra oral y escrita, así como de la maravillosa expresión de la pintura y la escultura, entre otras manifestaciones artísticas. Desde que el ser humano pobló la tierra, se vio en la necesidad de establecer un vínculo con los otros individuos, pues se dio cuenta que no podía sobrevivir sin la ayuda de sus semejantes. Para ello debió buscar una forma de expresar sus deseos, necesidades y emociones, surgiendo así la comunicación. Al principio de la historia, el hombre se relacionó con sus pares por medio de gestos, ruidos y gruñidos. Luego lo hizo a través de los signos pictóricos, plasmando en las paredes de las cuevas que habitaba, imágenes dibujadas sobre la jornada de caza. A esto se le denominó arte mural o rupestre, expresado en pinturas, grabados y relieves. Data de la Era del Paleolítico Superior, y se ha conservado en las cuevas originarias existentes en diversos países de Europa. Las primeras pinturas conocidas del arte rupestre fueron las de la cueva de Altamira, ubi-

cada en la provincia de Santander en España. Posiblemente fue el toque del tambor, instrumento musical con mayor antigüedad, lo que dio lugar al primer código de señales acústicas. Tal vez, siglos más tarde, del sonido se pasó a la luz del fuego como señal visible, para establecer una comunicación entre tribus o pobladores separados por la distancia; constituyéndose así el uso del humo durante el día y de la llama del fuego durante la noche, en la primera señal visual conocida. Existen pruebas fehacientes de la utilización del humo como recurso de comunicación de algunas tribus de Norteamérica. Renny Yagosesky (2001) plantea que de acuerdo con algunos estudios antropológicos, el origen de la comunicación humana se puede explicar mediante dos teorías: la Teoría Onomatopéyica, según la cual el hombre comenzó a hablar imitando los sonidos de la naturaleza, y la Teoría de las Interjecciones, que nos dice que el ser primitivo emitió los primeros sonidos articulados por la necesidad que tuvo de expresar lo que sentía, es decir, sus emociones y sentimientos. Con el desarrollo del cerebro, el hombre aprendió a designar los objetos con ciertos sonidos y les dio nombres con los cuales se relacionaba. Pero debieron pasar 800 mil años para que pudiera desarrollar la capacidad de expresar sonidos completos en forma de palabras y oraciones comprensibles.


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Una vez surgido el lenguaje hablado, el ser humano se dio cuenta que necesitaba que sus emociones, ideas, pensamientos, actividades de supervivencia y comerciales, permanecieran en el tiempo y pudieran ser conocidas por su entorno y por las generaciones futuras, por tal razón inventó la escritura. De este modo, se considera que el hombre comenzó a comunicarse por medio de la escritura hace 5 o 6.000 años a. C. Los primeras escritos conocidos fueron realizados por los egipcios y los mesopotamios hace aproximadamente cuatro mil años a.C. Al principio, los signos fueron sólo dibujos de objetos, y su finalidad era referirse a esos objetos o expresar una idea sugerida. Así, por ejemplo, el dibujo del disco solar podía significar el Sol, pero también la idea de día. Esta manera de escribir, rudimentaria y simple, es conocida con el nombre de escritura pictográfica, es decir, escritura pintada. En Egipto y Mesopotamia, las primitivas escrituras también fueron pictográficas, pero luego esto cambió. Los signos dejaron de ser representación del objeto dibujado o de una idea para expresar, en cambio, el sonido de la palabra correspondiente a ese objeto. El dibujo del disco solar ya no representó al Sol o al día, sino al sonido de la sílaba sol. Hacia el año 1000 a.C. los fenicios, pueblo comerciante de Oriente, inventó el primer alfabeto, del que, a través de griegos y romanos, deriva el nuestro. En el transcurso del tiempo el lengua-

je hablado y el escrito sufrieron una serie de cambios que los convirtieron en lo que son hoy en día. Según algunos investigadores, mientras el hombre evolucionó, experimentó cambios en su cerebro y en varios órganos relacionados con el sonido de la voz, tales como las cuerdas vocales, los huesos maxilares, y los músculos que permitían el movimiento de las partes responsables del habla. A lo largo de los años, el hombre se dio cuenta que el contenido del mensaje transmitido a través de la palabra escrita o hablada, o por medio del lenguaje corporal, podía provocar reacciones positivas o negativas en el individuo receptor de ese mensaje. La manera como nos expresamos, miramos o nos acercamos a otros cuando entablamos una comunicación personal puede resultar agresiva o adecuada para ellos, de acuerdo con las palabras o gestos que empleemos y la forma cómo los damos a conocer. Sabemos que la comunicación es fundamental en la vida, y sin ella no existiría la sociedad tal como la conocemos en la actualidad. Tampoco se lograría la resolución de conflictos ni la satisfacción de nuestras necesidades humanas. Por consiguiente, la próxima semana trataremos el tema de la comunicación asertiva, la agresiva y la pasiva. ¿Cómo es tu estilo de comunicación?, pronto lo sabrás… Diario La Mañana, 16 de enero de 2006. Página 4, sección Opinión


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Hablamos,

conversamos y exponemos nuestras ideas todos los días, relacionándonos con varias personas por medio del lenguaje oral y el corporal. Nos comunicamos con nuestros familiares, parejas, compañeros de trabajo, amigos, vecinos, clientes, jefes, empleados y hasta con desconocidos, con sólo una mirada, un movimiento de manos o un sencillo hola. Tal vez no nos demos cuenta que con frecuencia ofendemos con nuestras palabras o gestos a las personas de nuestro entorno. Quizás, el lenguaje que usamos es el culpable de que nos vean como unas personas débiles y sin criterio, o posiblemente hemos logrado respeto y consideración por saber defender nuestras ideas sin atropellar a nadie. Muchas veces me he preguntado –y seguro ustedes también- si mi estilo de comunicación es el correcto. Al analizarme, descubro que en ciertas ocasiones me he comportado como un lobo, en otras he sido una oveja, y que finalmente, he aprendido a conducirme como un pastor. ¿No entienden lo que les planteo? Pues me refiero a tres estilos distintos de comunicación: el agresivo, el pasivo y el asertivo. A. J. Lange y P. Jakubowski, citados por Beverly Hare (Dar en el blanco. Una guía para una vida positiva. 1992) afirman que “la asertividad se ha definido como el defender los derechos personales y expresar los

pensamientos, sentimientos y convicciones de una forma directa, sincera y oportuna, sin violar los derechos de otra persona”. En la misma tónica, la revista española Psicología al Día (Nº 61, mayo 2004) define la asertividad como “la capacidad de expresar opiniones, sentimientos y emociones, defendiendo los derechos propios ante los demás sin agredir ni ser agredido”. En este sentido, cuando somos asertivos nos expresamos tomando en cuenta a nosotros mismos y a las otras personas. Conservamos nuestra autoestima en un nivel elevado y tratamos a los otros con respeto, estableciendo una interacción entre iguales, pues no nos dejamos humillar, ni tratamos de dominar a los otros. Una persona asertiva sabe en todo momento dónde finalizan los derechos de los demás y comienzan los propios, y puede calibrar la situación sin situarse ni por encima ni por debajo de los individuos con los que se relaciona, por eso sabe cuándo decir: “Disculpa, no estoy de acuerdo”, y busca establecer una relación en la que ambas personas salgan ganando. La asertividad es una habilidad comunicativa que puede aprenderse. Para ello hay que saber lo que es y poder distinguirla de la agresividad y la pasividad, las cuales constituyen conductas no asertivas.


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Una persona con estilo agresivo ataca, impone, acusa, amenaza, y no toma en cuenta los sentimientos de los demás, ella dice: “Te callas o te callo”, porque el objetivo de la comunicación agresiva es anular la opinión del contrario para no ser cuestionado o rebatido. Hare plantea que la agresividad establece una situación en la que sólo se puede ganar o perder: yo voy a ganar y tú vas a perder. Los siguientes mensajes agresivos reflejan el aspecto de ganar o perder:

En cambio, la persona pasiva permite que los demás “la pisen”, es decir, hace lo que le dicen sin tenerse en cuenta a sí misma. Sacrifica sus opiniones y sus sentimientos porque cree que no son lo suficientemente importantes. Su frase favorita es: En este sentido, la pasividad implica el violar los derechos propios al no expresar con sinceridad los sentimientos y pensamientos. ¡Qué maravilloso sería el mundo si todos fuéramos asertivos! Pero lo cierto es que

muy pocas personas han logrado desarrollar en un 100 % esta habilidad. Seguro que ya determinaron su estilo de comunicación, si quieren conocer un poco más sobre este interesante tema no dejen de leerme la próxima semana. Diario La Mañana, 25 de enero de 2006. Página 4, sección Opinión.


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La semana pasada, en la primera parte de este artículo, hice referencia a tres estilos de comunicación: el agresivo, el pasivo y el asertivo, comparándolos con el comportamiento de un lobo, una oveja y un pastor. Expuse que la asertividad consiste en la capacidad de expresar las opiniones, sentimientos y emociones de manera oportuna, sincera y sin agredir a nadie. En cambio, la agresividad comunicativa se basa en el ataque para minimizar la opinión del otro; mientras que la pasividad consiste en restarle importancia a las ideas y sentimientos propios para hacer lo que los demás nos propongan u ordenen. En esta ocasión diferenciaré con mayor detenimiento cada uno de los estilos de comunicación planteados, basándome en el libro “Dar en el blanco. Una guía para una vida positiva.”, escrito por Beverly Hare (1992), y en la revista española Psicología al Día (Nº 61, mayo 2004). En primer lugar, las personas agresivas suelen decir: “Te callas o te callo”, acostumbran a alzar la voz, pueden emplear un tono sarcástico, y su contacto visual es directo y retador, expresando furia. A menudo invaden el espacio personal del otro acercándosele demasiado, mantienen el cuerpo encogido, agitan los brazos con violencia, señalan con el dedo de manera acusadora o apoyan las manos en las caderas.

Los agresivos pueden asumir una actitud sobreprotectora, hasta el punto de creerse dueños de sus familiares o pareja. Su rabia interna puede llevarlos a asesinar o a la autodestrucción, impulsándolos a consumir drogas. Debido a estas características la gente les huye, porque no es agradable estar cerca de una persona que no deja de discutir, y con frecuencia sus amistades pueden estar basadas en el interés. Por otra parte, los individuos con un estilo de comunicación pasivo acostumbran a decir: “Lo que tú digas está bien”, siempre hacen lo que los amigos les indican; rara vez hablan y cuando lo hacen su voz es apenas audible o tiene un tono quejumbroso; evitan el contacto directo con los ojos, desviando la mirada; juegan ansiosamente con sus accesorios o con su cabello, se retuercen las manos, sonríen con nerviosismo, arrastran los pies y mantienen los hombros encogidos. Este tipo de personas evitan discusiones, porque se angustian cuando se les confronta, por tal razón son bien aceptadas, pues los demás pueden decirles lo que se les antoje sin ser criticados. En cambio, los sujetos asertivos expresan sin dificultad frases como: “Disculpa, no estoy de acuerdo”, actuando a favor de sus propios intereses sin sentirse equivocados o frustrados, pues se responsabilizan de sus sentimientos, conducta y realidad.


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Saben aceptar y respetar otros puntos de vista y expresar los propios, buscan pactar, piden lo que necesitan, dicen lo que no les gusta y lo que sienten. Asimismo, cuando hablan con otra persona mantienen un contacto visual directo, su cuerpo tiende a estar tranquilo y relajado, conservan una postura erguida y los hombros rectos, su voz es firme o cálida según la situación, mantienen una distancia adecuada del otro y realizan gestos con sus manos que subrayan las palabras. Una de las características más relevantes de las personas con un estilo de comunicación asertivo es que emplean mensajes en primera persona como: yo pienso, creo, siento, me gusta o no me gusta, para expresar sus sentimientos, pensamientos, creencias y valores. Los mensajes en primera persona son claros y no dan lugar a malentendidos, porque se expresan los sentimientos y se explican las conductas que nos hacen sentir así, sin atacar ni juzgar al otro. Cuando nos sentimos atacados por otros, experimentamos un deseo natural de defendernos o de devolver el ataque. Dado que un mensaje en primera persona no constituye un ataque contra el otro individuo, su necesidad de defenderse o contraatacar disminuirá, aumentando así la posibilidad de establecer una verdadera comunicación. Definitivamente la asertividad es el

estilo ideal para comunicarse, porque permite que manifestemos nuestras ideas, emociones y sentimientos de manera oportuna, respetándonos y respetando a los otros, manteniendo la armonía y logrando una relación ganar-ganar. Diario La Mañana, 26 de enero de 2006. Página 4, sección Opinión


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Así como al conducir un auto, compartir la mesa con varios comensales, participar en una reunión laboral o practicar alguna disciplina deportiva debemos cumplir con una serie de normas; al comunicarnos por medio del lenguaje escrito hay que acatar ciertos lineamientos, los cuales se traducen en reglas ortográficas.

la n y una r para ser calificada como poseedora de esta virtud. Recientemente fui a coonversar con mi ginecólogo sobre la posibilidad de que un envaraso -escrito así- nos mantenga ajitadas por un tiempo menor a los nueve meses, sin que implique un riesgo para la madre y el bebé.

Aunque las formas de lenguaje más utilizadas en el diario acontecer son la oral y corporal, es el lenguaje escrito el que perdura en el tiempo y quizás el que tiene mayor validez, por aquello de “las palabras se las lleva el viento” o que “papel firmado es hombre amarrado”.

Haora debo ser cin sera y no sentirme nerbiosa, pues es nolmal que cometamos errores al pronunciar algunas palabras, pero cuando lo hacemos al escribir, la responzavilidad recae no sólo en nosotros, sino también en los adultos que participaron en nuestra crianza y educación.

Lo que aprendemos sobre las normas de ortografía en nuestra infancia es fundamental, y marcará nuestra “historia escrita”, pero no por otros, sino por nosotros mismos.

Un error ortográfico equivale a una mancha en un blanco vestido de novia; quizás una pequeña pasaría inadvertida, pero al unirse varias manchas diminutas, forman una grande, y los invitados a la boda no podrán obviar lo susio del traje.

En mi reciente experiencia como docente universitaria me he topado más que con simples errores, con verdaderos “horrores” al escribir, los cuales resultan muy molestos al lector. A continuación transcribiré en negritas algunas de las palabras que los bachilleres con los que he trabajado, han dejado en informes, exámenes, ejercicios y resúmenes, como prueba irrefutable de las fallas que traen desde sus primeros años de escuela: De un tiempo para acá muchas veces me he preguntado si una persona será más homrrada que aquella que sólo cuenta con

La costumbre de no leer, es la causa por la cual algunos jóvenes son capaces de escribir de manera errónea el nombre de una enfermedad tan comentada y conocida mundialmente como lo es el Cidad (sí, acertaron, el bachiller quiso referirse al Sida). Espero que a pesar de su ortografía, aquellos que escribieron albor cuando querían referirse a un árbol, primabera, nédtar y sohológico, sean conscientes y no maltraten a la naturaleza como lo hacen con el idioma.


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Mientras tanto, debemos seguir orientando a los niños y jóvenes sobre cómo corregir sus fallas en el lenguaje escrito y oral, además de inculcarles el interés por la lectura desde que empiezan a balbucear sus primeras palabras Diario Médano, 25 de marzo de 2007. Página 15.


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Con el auge de la tecnología informática se ha popularizado el uso del libro digital o electrónico (e-libro), así como los documentos y periódicos en línea, los cuales pueden ser leídos –e incluso oídos- mediante el empleo de una computadora o una agenda electrónica. La información digital puede estar contenida en un disco compacto o en Internet, y con sólo pulsar un botón, el usuario descubre ante sus ojos cientos de páginas de libros que pueden ser almacenadas o impresas, ofreciendo así numerosas ventajas, pues se guardan en la memoria de la computadora, en discos compactos, disquetes, o en otros dispositivos de almacenamiento extraíble, hasta el punto de permitir poseer una biblioteca en formato digital. Igualmente es más económico y fácil de obtener, evitando recorrer diversas librerías de la localidad para conseguirlo. Según información publicada en el diario El Nacional, cuerpo B, página 14, de fecha 16 de enero de 2007, “los periódicos y libros de hojas de papel pasarán al recuerdo y serán sustituidos por pantallas electrónicas finas y flexibles, en las que se descargarán textos, fotografías y otros contenidos gracias a conexiones inalámbricas a Internet...ya se anunció la creación de una fábrica en Dresde, Alemania, que promete la producción, en el 2008, de cerca de un millón de pantallas de e-papel,

aspirando colocar en los mercados más de 41 millones de estos artefactos en el 2010. Para poder convencer a los lectores de que se cambien a los nuevos formatos, los diseñadores intentan recrear las comodidades del verdadero papel, así que se supone que los periódicos de e-papel no pesarán mucho y podrán doblarse…” Si se logra efectuar, tal vez el e-papel contribuirá a fomentar la lectura entre los amantes de la nuevas tecnologías, sin embargo mientras se fabrica, me declaro inconforme con el empleo del libro electrónico, porque resulta muy difícil sentarse a leer frente al monitor de la computadora una novela de 300 páginas o más, disfrutar de la lectura cómodamente acostada en la cama, recostada en algún sillón confortable, o en el solar de mi casa bajo la sombra de un árbol escuchando los sonidos del viento o el canto de las aves. Si la electricidad falla –algo muy común por estos lares- debo esperar a que se reanude el servicio eléctrico para saber cómo continúa la historia que estaba leyendo, hecho que no ocurre con los libros impresos, pues una buena linterna o la luz de las velas permiten realizar mi lectura sin problema alguno. ¿Y qué decir del inmenso placer que siento al pasearme por los pasillos y estantes de una librería bien dotada? Pocas situaciones se comparan con el momento en que


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mis sentidos se despiertan ante una montaña de libros de los más variados temas. Hermosas ilustraciones atraen mi mirada; mi tacto se complace al sostener entre las manos alguna joya literaria, al pasar mis dedos por las lisas páginas de un texto o por los contornos de las figuras que adornan los cuentos para niños. Mi olfato se recrea ante ese aroma a novedad que despide un libro recién comprado; mi oído se deleita al leer en voz alta algún fragmento lleno de magia, mientras que mi sentido del gusto se activa al saborear una por una las palabras contenidas en mis fieles amigos.

mexicana esposa del muralista Diego Rivera; maravillarme con el arte de Leonardo Da Vinci o Miguel Ángel, adentrándome en los secretos de sus cuadros y esculturas; conocer la romántica historia de Florentino Ariza y Fermina Daza, protagonistas de “El amor en los tiempos del cólera”; viajar hacia las profundidades del mar en “Veinte mil leguas de viaje submarino”, de Julio Verne; visitar asteroides junto con “El Principito”; descubrir las costumbres de mi patria en “Sobre la misma tierra”, o experimentar con “El túnel” la angustia de un hombre que confiesa el asesinato de la mujer que amaba.

Y es que un libro es eso: un sabio amigo que me hace el favor de compartir sus conocimientos, enseñanzas, historias y anécdotas. No importa si es pequeño o grande, grueso o delgado, viejo o nuevo, barato o costoso, siempre me acompaña en los momentos de soledad, de tristeza o de alegría. En las noches solitarias se queda a mi lado invitándome a descubrir el mundo entre sus páginas. Ya lo dijo Gustave Flaubert (escritor francés autor de Madame Bobary):

Por todo lo anterior, considero que aunque la tecnología se involucre en cada acción humana, la magia de los libros, el descubrir en sus páginas las sorpresas que albergan y los regalos que nos ofrecen, son insustituibles, al igual que esos 30 segundos de silencio y reflexión que me embargan al terminar una buena lectura. Los gobernantes, los docentes y los padres de familia, tienen la responsabilidad de promover la pasión lectora en los niños, jóvenes y adultos, para impedir que la dinámica actual sepulte el mayor legado que tiene la humanidad. Lo afirmó Rubén Darío (escritor nicaragüense) y debemos repetirlo todos:

“La lectura es el viaje de los que no pueden tomar el tren”. Efectivamente, no hace falta contar con holgura económica para recorrer el mundo, conocer mucha gente, o vivir nuevas experiencias. No. En un libro puedo conseguir eso y mucho más. Puedo saber los pormenores de la vida de Frida Khalo, pintora

“El libro es fuerza, es valor, es alimento; antorcha del pensamiento y manantial de amor”. Diario La Mañana, 18 de agosto de 2007. Página 6, sección Opinión.


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“Adquirir desde jóvenes tales o cuales hábitos no tiene poca importancia: tiene una importancia absoluta”. Aristóteles “Juventud, divino tesoro, ¡ya te vas para no volver!…”

Tal como lo afirma Rubén Darío en su poema Canción de Otoño en Primavera, la juventud es la riqueza que deseamos conservar a lo largo del tiempo, y si no la aprovechamos como es debido, nos arrepentiremos eternamente de haberla malgastado. A lo largo de la historia, los jóvenes han cumplido un papel preponderante en la vida de la humanidad, marcando pauta en cuanto a tendencias se refiere. No importa si era con la finalidad de derrocar a un gobierno dictatorial, luchar por la gesta libertaria o derrumbar los parámetros moralistas de la sociedad, la juventud siempre ha mostrado su lado más rebelde, acompañada de esa fortaleza, gallardía y creatividad que la caracteriza. Además de los gustos en el vestir, estilos musicales y costumbres, cada generación de jóvenes ha desarrollado su propio tipo de lenguaje. Chamo, pana, burda de fino, bacano, brother, pavo, qué raya, entre otros cientos y miles de vocablos, son términos que forman parte de nuestro día a día y que conocemos gracias a su aporte

“lingüístico”, con una clara influencia extranjera. Como es bien sabido, la lengua o el idioma no son estáticos, sino que van enriqueciéndose con el paso del tiempo, viéndose beneficiados por la producción lexical de sus hablantes. ¿Pero qué pasa cuando llega un momento en que no surgen nuevas palabras sino que estas son sustituidas por símbolos o gestos? En pleno siglo XXI y viviendo el auge de las nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación, nos encontramos frente a una generación de jóvenes que aun sabiendo leer y escribir son analfabetas funcionales, pues no comprenden lo que leen, no interpretan, ni analizan, pero dominan a la perfección las computadoras y cuanto equipo electrónico -que con una alta capacidad de memoria- les permita enviar un mensaje, tomar fotografías, grabar videos o bajar canciones de internet, todo con el sólo movimiento de sus dedos. “T amaré x 100 pre”, leemos en alguna pantalla de celular, en una pared o hasta en un cuaderno. Tal vez no nos sorprendamos mucho, pero cuando escriben esto en un examen podemos empezar a preocuparnos: “…c q estuvo al 100x100to d su kpacidad”. Igual ocurre cuando en lugar de un hola, buenas tardes o cómo estás, escuchamos “Quihubo” –así tal cual- “¿Qué más? o ¡Epa!. Y qué decir del simple saludo entre muchachos golpeando los puños de frente y


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luego de lado, o del desagradable: ¿Qué fue ma….? Pero sobre todo, son contados los jóvenes del sexo masculino que tratan a las chicas con gentileza. Como profesora universitaria he presenciado actos y oído frases poco caballerosas, que rayan en la vulgaridad y el irrespeto hacia la condición femenina. Precisamente, rodeada de tantos jóvenes, es cuando escucho las palabras y definiciones más increíbles, dándome cuenta de la pobreza de vocabulario que padece esta generación. Claro, siempre hay sus excepciones, lo que me demuestra que no todo está perdido. En mi labor docente dictando la cátedra de Lenguaje y Comunicación, a veces no puedo citar algún autor que, aunque conocido por sus aportes literarios a la humanidad, resulta un extraño en la cultura de los alumnos, a pesar que en bachillerato debieron haber leído algunas de sus novelas. Si comento acerca de un programa de televisión, de una película o de un actor de cine, me miran como si les hablara en otro idioma; entonces, ¿cuáles son sus conocimientos?, ¿qué referencias tienen en el mundo actual? Reflexiono, y me doy cuenta que no leen periódicos, ni ven los noticieros de televisión, tampoco tratan de conversar con otras personas de mayor bagaje cultural o experiencia para aprender de ellas. En fin, parecen que respiran por respirar, ajenos a lo que ocurre a su alrededor; viviendo la vida

sin aprovecharla como debería ser. Les repito hasta el cansancio lo maravilloso de la lectura, y cómo en las páginas de un libro se abre un mundo de infinitas oportunidades y sorprendentes experiencias. Les afirmo que el leer brinda conocimiento, contribuye a fomentar la capacidad de análisis y enriquece el vocabulario. Algunos, con cara de aburrimiento me miran, otros asientan con la cabeza, y unos cuantos juegan distraídos con el teléfono celular mientras su mente viaja a otra parte. Es lamentable observar y escuchar a un joven tratando de explicar algún tema en particular, y que de sus labios broten unas pocas palabras aisladas porque no tiene la capacidad de hilvanarlas con el fin de construir un discurso coherente y convincente. O que cuando va a medio camino de una exposición medianamente aceptable, diga “y tal” porque no sabe cómo continuar, o remate sus ideas con un “o sea” (hoy tan en boga por culpa de una serie de televisión venezolana). Pero lo peor ocurre cuando te dicen con total desparpajo: “Profesora, lo tengo en la mente pero no sé cómo explicarlo”; o ignorando las más elementales reglas de urbanidad, utilizan como muletillas grotescas palabrotas o groserías. Juan José García Posada, en el artículo de opinión titulado “De regreso a la Torre de Babel” (Diario Panorama, 31 de marzo de 2007), cita al poeta español Pedro Salinas, quien asegura lo siguiente: “No habrá ser


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humano completo, es decir, que se conozca y se dé a conocer, sin un grado avanzado de posesión de su lengua. El ser humano es inseparable de su lenguaje. Existen, sin embargo, muchos, muchísimos inválidos del habla. Hay muchos cojos, mancos, inválidos de la expresión. Una de las mayores penas que conozco es la de encontrarse con un mozo fuerte, ágil, curtido en los ejercicios gimnásticos, dueño de su cuerpo, pero que cuando llega el instante de contar algo, de explicar algo, se transforma de pronto en un baldado espiritual, incapaz casi de moverse en sus pensamientos.” Al leer lo escrito por el autor, surgen varias dudas: ¿Hay oportunidades reales de salvar lo que parece insalvable?, ¿mejorarán las perspectivas en cuanto al modo de comunicación personal y a la manera de hablar del joven venezolano?, ¿nuestro idioma en lugar de fortalecerse va debilitándose?, ¿las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación en vez de acercar a las personas las alejan, como consecuencia del detrimento de su capacidad expresiva y de pensamiento?... Tal vez ustedes me ayuden a conseguir las respuestas. Diario La Mañana, 12 de febrero de 2008. Página 6, sección Opinión.


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Definitivamente, SEXO es una palabra muy atractiva, ¿cuántos de ustedes la leyeron y les llamó la atención? Pero no, no voy a tratar el tema del Kamasutra ni les presentaré alguna entrevista con un sexólogo experto, ¡nada de eso! Simplemente voy a abordar la manera muy particular que tienen los hombres y las mujeres de comunicarse entre sí, y cómo cada uno de los sexos enfrenta el uso del lenguaje en su día a día. Siempre se ha dicho que las féminas hablamos “hasta por los codos”, que no podemos estar un minuto calladas y que el “chismorreo” es nuestra mayor afición, pero es que los caballeros no comprenden aún nuestra necesidad urgente de comunicarnos para entender lo que ocurre a nuestro alrededor y manifestar lo que nos acontece internamente, mientras ellos se limitan a expresar un “sí mi amor”, “Ajá”, o “¿Qué hiciste de comer?”. José Ospina Valencia, en su artículo titulado “Mujeres y hombres: dos sexos, dos idiomas” (www.dw-world.de), plantea que la socióloga británica Dianne Hales, asegura que una mujer utiliza 23.000 palabras al día y los hombres pronuncian sólo la mitad; esto se debe a que el centro de comunicaciones del hombre está limitado al lado derecho del cerebro, mientras que el de la mujer no sólo es más grande sino que ocupa ambas partes. Pero la diferencia no sólo es neurológica, también es semántica, pues tendemos a emplear palabras más emotivas relacionadas

con sensaciones y sentimientos, que pueden prestarse a diversas interpretaciones, ya que solemos ser indirectas en nuestro discurso; a esto se suma el lenguaje corporal, tan difícil de descifrar para los que no son buenos observadores. En cambio, los hombres –y eso es lo que nos molesta- son de poco hablar, más concretos, directos y a veces hasta inexpresivos. “Estas diferencias de comunicación generan grandes discusiones en las parejas: el hombre se queja de tener que adivinar el pensamiento debido a las frases poco claras o con doble sentido, mientras que la mujer, por su parte, se quejará de la poca emotividad y de la firmeza sin sentimientos de éste”, aseveran en el artículo “Diferencias de comunicación entre hombres y mujeres”, tomado de www.mujerterra.es. Y es que todas, alguna vez, hemos sido víctimas de “un cavernícola de la comunicación”, ese que en vez de entablar una conversación decente, se limita a responder con monosílabos –o en el peor de los casos- con un sonido que casi parece un gruñido, seguido de una mala cara y un silencio sepulcral. ¿No es más fácil acaso que en vez de permanecer molesto todo el día, con cara de pocos amigos, salir a tomar para olvidar, o simplemente abandonar a su pareja sin dar explicación alguna y no dar más señales de vida, digan por qué se sienten mal o qué no les gusta de la relación? ¡Pero no! Ellos son machos, machotes y prefieren actuar a las


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patadas como los seres más cobardes, inhumanos e insensibles sobre la faz de la tierra, que sentarse a desnudar sus sentimientos y emociones con la mujer que los quiere, comportándose como una rata de dos patas, como diría mi amiga Paquita la del Barrio. Pero los expertos aseguran que la parquedad al hablar que caracteriza a los hombres es porque muchas veces mantienen un discurso interno, consigo mismos, a diferencia de las mujeres, que suelen hablar siempre hacia el exterior, en voz alta. Por lo tanto, ese silencio incómodo que los define es porque conversan justo lo necesario, ya sea para resolver problemas, tomar decisiones o cerrar tratos, mientras que el lenguaje empleado por las féminas sirve para establecer y mejorar las relaciones sociales, por eso cuando una dama tiene problemas recurre a alguna amiga para contárselo. Paula Kohan, en el artículo “Diferencias en las formas más habituales de comunicación entre hombres y mujeres”, tomado de www.geocities.com cita a la lingüista norteamericana Deborah Tanner, quien expresa que las mujeres desean que sus parejas sean compañeros conversacionales, pues desde niñas, las féminas fomentan la intimidad y las relaciones a través de la conversación. “Las niñas crean y mantienen amistades a través del intercambio de secretos; en forma análoga, las mujeres encuentran en la conversación el pilar de la amistad. La mujer

espera que su pareja sea una nueva y mejorada versión de su mejor amiga. Lo que prevalece en importancia para ella no es tanto el tema individual acerca del cual se discute, sino el sentido de intimidad, de vida compartida que emerge cuando las personas dicen lo que piensan, lo que sienten y cuentan sus impresiones”, asegura la especialista. Sin embargo, “los vínculos entre niños varones pueden ser tan intensos como los de las niñas, pero están menos basados en la conversación que en el emprendimiento de actividades conjuntas. Como no consideran que la conversación sea el pilar de las relaciones, los hombres no suelen saber qué tipo de conversación desean las mujeres, y no la extrañan cuando ésta no tiene lugar”, añade Tanner. Agrega además, que cuando hablan, los hombres están más interesados en ofrecer información, en cambio las mujeres brindan y requieren empatía y comprensión. “La mujer que de noche le cuenta a su pareja lo que hizo durante el día no desea que se le ofrezcan soluciones a sus problemas -tal como hacen muchos hombres- sino simplemente ser escuchada y comprendida”. En fin, las diferencias comunicacionales entre el hombre y la mujer son realmente evidentes, pero cuando hay verdadero amor en la pareja o afecto entre amigos de diferente sexo, la comprensión y la paciencia son fundamentales en la relación, por lo que debemos aprender a ser más directas en lo


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que decimos, pues los hombres no son “Mandrake el Mago” para suponer lo que queremos manifestar, ni ellos deben temer aflorar sus sentimientos y ser más expresivos con nosotras, porque al fin y al cabo, buscamos un compañero de vida que nos escuche, nos entienda y nos consienta, compartiendo ideas, sentimientos y emociones, sin caer en el acoso ni la persecución de “La gata loca e Ignacio”. Diario La Mañana, 08 de enero de 2009. Página 6, sección Opinión.


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Si las miradas mataran muchos de los que estamos hoy en este mundo hubiésemos desaparecido hace unos cuantos años, sobre todo cuando esta frase estaba de moda, y ante cualquier mirada que pudiese calificarse como agresiva o de desprecio, el receptor del “centellazo” visual la pronunciaba, mientras que el portador de los “ojos asesinos” deseaba que fuera cierta tal expresión. Hoy en día no es muy común escucharla, pero jóvenes y adultos por igual, conocen el poder que ejerce la mirada en las relaciones sociales y, por supuesto, en la vida íntima. Cuando una madre amamanta a su bebé, el contacto visual que establece con él es fundamental, porque además de sentir su calor, el hecho que lo contemple mientras lo alimenta y que tenga la satisfacción de mirarlo sonreír, le nutre el espíritu. No importa si los ojos son saltones, almendrados o achinados; si son verdes, azules, cafés o negros. Si poseen largas y abundantes pestañas o si se encuentran enmarcados por unas espesas y desordenadas cejas. Sean como sean, se dice que los ojos son la “ventana del alma”. Con frecuencia no es necesario hablar, pues los ojos de una persona lo dicen todo por sí mismos. Allan Pease (El lenguaje del cuerpo, 1981) explica que cuando alguien se entusiasma, las pupilas se dilatan hasta tener cuatro veces el tamaño normal.

Pero cuando alguien está enojado o tiene una actitud negativa, las pupilas se contraen y los ojos se tornan vidriosos. El autor asegura que “sólo cuando dos personas se miran directamente a los ojos existe una base real de comunicación”. Considero que dicha afirmación es cierta, porque si recordamos que comunicación es interacción, ¿qué mejor manera de intercambiar ideas, pensamientos y sentimientos con otra persona, que mirándola a los ojos? Pero para establecer una buena comunicación no basta con echar una miradita por aquí y otra por allá. No. Hay que ubicarse en la situación específica y considerar al individuo con el que estamos conversando. Pease clasifica las miradas en cuatro tipos diferentes: la de negocios, la social, la íntima y la de reojo. Si usted está hablando de negocios –no importa si es con personas del mismo o de diferente sexo- debe imaginarse que hay un triángulo en la frente de ese individuo y su mirada debe recorrer los ojos, para luego enfocarse justo en el medio de la frente. De esa manera se crea un ambiente de seriedad y respeto. Si se encuentra en una fiesta conversando con amigos o con gente que acaba de conocer, debe emplear la mirada social, la cual se dirige al triángulo formado por los ojos y la boca. Y si casualmente en esa fies-


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ta, al otro lado del salón, observa a un hombre o mujer –según sea el caso- que le resulte atractivo o hermosa, pruebe con la mirada íntima, la cual recorre los ojos, pasa por el mentón y se dirige hacia otras partes de cuerpo, rumbo al sur. Si tiene suerte, y también le atrae a la otra persona, ésta le devolverá una mirada parecida. Otro tipo de mirada muy conocida es la de reojo, pero puede interpretarse de dos maneras: si se combina con una elevación de cejas o una sonrisa, comunica interés, complicidad o picardía. Pero si va acompañada de un ceño fruncido y con las comisuras de los labios hacia abajo, significa hostilidad y desconfianza. Por otra parte, es importante saber que en la cultura del venezolano y de muchos países del mundo, mirar fijamente a una persona por largo tiempo no es muy bien aceptado, porque se entiende como invasión a la privacidad o como señal de desafío. Allan Pease considera que para entablar una buena relación con otra persona se le debe mirar del 60 al 70 por ciento del tiempo que dure la conversación, logrando así ganar su simpatía. Desde que el mundo existe, el misterio de los ojos y la fuerza hipnotizadora de la mirada, han inspirado un sin número de temas musicales, poesías, historias y novelas. En los últimos años, Shakira, Ricardo Montaner, Ricky Martin, Frank Quintero,

Ilan Chester, Diveana, son algunos de los intérpretes que han caído rendidos ante el encanto de unos “ojos brujos”. ¿Qué otros artistas recuerda usted que le hayan cantado a esta mágica zona del cuerpo? Mientras lo piensa, me despido tarareando esta canción: “Qué bonitos ojos tienes debajo de esas dos cejas, debajo de esas dos cejas, qué bonitos ojos tienes…” Diario La Mañana, 16 de febrero de 2006. Página 4, sección Opinión.


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María: Hola mi amor (beso). ¿Cómo te fue en el trabajo?

mis asuntos. Siempre es lo mismo: no me escucha.

José: Bien.

Espero que esta “conversación” entre María y José no se parezca a la que usted mantiene con su pareja, pues les auguro un final nada feliz, ya que esos dos al cabo de mes y medio terminaron divorciándose. ¿El motivo? Adivínelo: fallas en la comunicación. Ahora María está saliendo con un nuevo compañero de trabajo que sí la escucha y con el que puede entablar un verdadero diálogo.

María: Yo tuve un día muy bueno también. Logré cerrar el negocio con el dueño de Ferretodo. ¿Recuerdas que te dije que no quería contratar con nosotros porque la competencia le estaba ofreciendo un precio menor? José: HUhmmm… María: Ellos tienen un precio muy bajo pero la calidad de sus productos también es inferior, tuve que demostrárselo al señor Rossini. Estaba un poco reacio pero lo convencí, hasta le vendí más de lo que esperaba. El jefe me felicitó. Estoy muy contenta. José: Ajá… Voy a bañarme…Tengo hambre ¿qué hiciste de comer? María: (Suspirando) Nada todavía, pero te preparo algo rápido. No voy a cenar porque me comí un cachito y me tomé un jugo con Laura. ¿Sabes que está embarazada? ¡Y parece que son morochos! José: Yaaaa…¿Dónde está mi toalla? No la consigo. María: La tienes en frente mi amor… José: (Besando a María en los labios) Por eso te quiero, no sé qué haría sin ti. Muñeca, ¿me haces una arepa? Yo compré queso, está en la cocina. María: Sí, claro. María: (Pensando) No sé para qué le cuento

La súplica con la que titulo este artículo es pronunciada por numerosas personas alrededor del mundo, quienes sienten que los individuos con los que hablan no les prestan atención a sus palabras y no logran conectarse con sus intereses o necesidades. Es decir, simplemente no las escuchan. Pero no tienen deficiencias auditivas, esos sujetos pueden oír perfectamente, así que no hay problema dirá usted. Pero ahí está el error: individuos como José oyen sin dificultad, pero no saben escuchar. Y la diferencia entre ambas acciones es abismal. Según la revista Psicología Práctica (Nº 29, año 2002) oír es recibir o captar las ondas sonoras, es sólo la parte física; mientras que escuchar es un proceso aún más complejo: es interpretar lo oído, evaluarlo e integrarlo en la memoria aceptándolo o rechazándolo. En plena era de la tecnología de la información y de la comunicación, el ser humano debe revisar sus habilidades comu-


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nicativas y la influencia que éstas ejercen en sus relaciones interpersonales. Comunicarse no es sólo transmitir ideas y sentimientos (papel del emisor), sino también saber recibir e interpretar esa información (papel del receptor), para lograr el feedback o retroalimentación requerida. Por eso hoy en día es importante examinar cómo escuchamos y practicar lo que especialistas denominan “la Escucha activa”, la cual puede definirse como la disposición mental que permite interpretar, comprender y valorar eficazmente la información dada por una persona. Muchas veces, como ocurría con José, estamos tan metidos en nuestros asuntos personales, preocupaciones e intereses, que no logramos establecer una conexión verdadera con nuestro interlocutor, ignorando lo que nos dice o no procesando adecuadamente su mensaje. De esa manera participamos físicamente en la conversación, pero nuestra mente está en otro sitio. El ser humano necesita expresarse y sentirse escuchado, atendido. A todos nos gusta desahogarnos cuando tenemos un conflicto, buscar las palabras de aliento o el buen consejo de un amigo o de nuestra pareja. Pero ese que nos “escuchará” ¿sabrá hacerlo?, ¿nosotros sabemos escuchar? Acompáñeme a descubrirlo en la próxima entrega de este artículo, en el cual continuaré tratando el tema de la Escucha activa. ¡Hasta pronto! Diario La Mañana, 30 de julio de 2006. Página 4, sección Opinión.


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En la primera parte de este artículo hacía referencia a lo importante que es saber escuchar para entablar una óptima comunicación con nuestros semejantes, exponiendo la necesidad de practicar la Escucha activa, la cual se define como la disposición mental que permite interpretar, comprender y valorar eficazmente la información dada por una persona. Para entender en qué consiste la escucha activa es necesario conocer la diferencia entre oír y escuchar: oír es captar ondas sonoras, pero escuchar es prestar atención e interpretar esa información auditiva que se está recibiendo. Se puede oír el canto de los pájaros al despertar, pero si estamos atentos y nos tomamos nuestro tiempo, podemos escuchar y distinguir cada uno de los cantos, -y si entendemos sobre el tema- hasta determinar la clase de ave que emite cada sonido. De acuerdo a la revista Psicología Práctica (Nº 29, año 2002) en la vida cotidiana podemos toparnos con buenos y con malos escuchas. La persona que no sabe escuchar reclama la atención de quien habla, piensa en lo que dirá entretanto, interrumpe constantemente para controlar la conversación y se aferra a sus opiniones. En cambio, la que sabe escuchar, no sólo procesa las palabras y su significado con atención, sino que logra que el hablante se siento apreciado, comprendido, y se anime a continuar expresando sus ideas y sentimientos, al de-

mostrarle respeto hacia sus opiniones. Tal como afirma Renny Yagosesky en su artículo “La importancia de saber escuchar” (Revista Fascinación, Nº 978, 30 de abril de 2006), al sentirse escuchadas, las personas se relajan, se abren y muestran su mundo interior, sus creencias y valores. La habilidad de saber escuchar con atención sincera, verdadera apertura y disposición, genera confianza entre el emisor y el receptor del mensaje, optimizando las relaciones familiares, sociales y profesionales, al mejorar la capacidad para negociar. En este sentido, el autor asegura que algunas de los errores que más se cometen en una conversación son los siguientes: Brindar poca atención al interlocutor; interrumpir repetidamente la conversación; reaccionar impulsivamente ante cualquier discrepancia; tratar temas delicados y polémicos que pueden crear enemistad; desviar la conversación hacia donde una de las partes desea, ignorando el interés de la otra persona; mostrar con el tono de voz apatía o agresividad, y finalmente, rechazar las opiniones que no se comparten. Por lo tanto, recomienda conversar de manera consciente (pensar antes de hablar); respetar los estilos de personalidad; evitar la tendencia a juzgar y contradecir, a menos que se requiera; practicar el control verbal (hablar lo necesario) y acostumbrarse a escuchar; controlar el impulso de interrumpir,


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desmentir o aconsejar; respetar los valores, objetivos y afirmaciones de los otros; brindar atención auditiva, visual y corporal a la persona con la que se habla; responder a preguntas o afirmaciones con palabras o gestos, y estimular con preguntas al otro, para que se exprese fluidamente. Según la revista Psicología Práctica (Nº 1, año 2001) una persona que no sabe escuchar y no presta atención cuando le hablan, será excluida de la conversación, pues quien habla dejará de dirigirse a ella, mirará al resto de los involucrados, o incluso le dará la espalda, sin expresarle su deseo de conocer su opinión; además, un individuo que no es buen escucha no puede mantener diálogos extensos, porque el hablante, al no sentirse atendido, perderá el interés por seguir expresándose, presentando cualquier excusa para culminar la conversación. Por todo lo anterior, para aprender a escuchar activamente es importante practicar el silencio atento, el cual es sinónimo de respeto; mantener el contacto visual con el hablante y cuidar la postura dirigiéndola siempre hacia él; demostrar mediante la confirmación oral y gestual que se está comprendiendo y aceptando el mensaje. Es decir, mover el rostro, sonreír, asentir o negar con la cabeza, arquear las cejas a medida que se escucha y pronunciar frases breves como: “Sí, te entiendo”, “Eso era lo correcto”, o bien haciendo preguntas sobre el tema expuesto, evidenciando así la atención e in-

terés del que escucha. Finalmente, es fundamental parafrasear la información recibida, repitiendo el mensaje con el propósito de resumir y aclarar el mismo, asegurándose que no existan malos entendidos. De esta manera, se puede concluir que la escucha activa es todo un arte, pero si se logra dominarla se obtendrán numerosos beneficios desde el punto de vista interpersonal, evitando como en el caso de María y José, un divorcio por “incompatibilidad comunicativa”. Diario La Mañana, 03 de agosto de 2006. Página 4, sección Opinión


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Dolor de estómago, manos frías, temblor corporal, garganta bloqueada, boca seca, corazón acelerado, rostro sonrojado y frente sudorosa. ¿Síntomas de enamoramiento? No. ¿Resfriado? Nada de eso. ¿Un cuadro viral? Tampoco. ¿Y entonces? Pues estas son las manifestaciones típicas del individuo que siente miedo escénico, y que afloran con sólo la idea de tener que explicar ante el presidente de la empresa y el cuadro directivo, el informe final del proyecto, o que en clases debe realizar una exposición ante sus 39 compañeros de estudio y el profesor. ¡Susto! El hecho de convertirse en el centro de todas las miradas y someterse al escrutinio público es realmente aterrorizante para muchos, sobre todo cuando saben que no se prepararon para la situación y que de eso depende su permanencia o no en el puesto de trabajo o la aprobación de la materia cursada. Los seres humanos, por naturaleza, le tenemos miedo al ridículo y a que un grupo de desconocidos se rían de nuestras torpezas o equivocaciones. Por eso, de nosotros depende que esos tropiezos físicos o verbales se conviertan en una minúscula mancha en nuestro traje y sean olvidados definitivamente al dirigirnos con seguridad, elegancia y carisma a ese grupo de personas que se convierten en nuestro jurado evaluador. Un profesor de teatro del Tecnológico

Alonso Gamero en la ciudad de Coro, me dijo una vez que los nervios antes de subir a un escenario o incluso, antes de entrar al salón de clases -como docente-, eran señal de respeto a ese grupo de personas y a las funciones que se iban a desempeñar. Por supuesto, los nervios iniciales son normales y hasta los podemos disfrutar, pero lo importante es que a medida que vayamos hablando los logremos vencer. Hay que controlar los nervios y no dejar que ellos nos dominen. Renny Yagosesky (El poder de la oratoria, 2001) define el miedo escénico como “una forma de timidez que surge en presencia de grupos, o como consecuencia de pensamientos limitadores acerca de nuestra actuación frente a grupos. Es una reacción, una respuesta defensiva del organismo, caracterizada por distintas formas de alteración de la normalidad en el funcionamiento mental, emocional y motriz del individuo que lo padece”. Según el autor, el miedo escénico se manifiesta no sólo física, sino mentalmente, sobre todo en lo que él denomina “pensamientos saboteadores”, como los siguientes: No me van a entender; no les voy a agradar; notarán que tengo miedo; me voy a equivocar; van a descubrir mi ignorancia; nunca debí haber venido; no estoy preparado; se me va a olvidar todo; no sabré responder a las preguntas; van a pensar mal de mí; se aburrirán al escucharme; me voy a confundir; me voy a desmayar; no me voy a po-


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der concentrar. Dichas expresiones merman la autoestima del individuo, alterando sus emociones frente a la situación de hablar en público y reflejan una falta de confianza en sí mismo. Las personas somos reflejos de nuestros sentimientos y actitudes frente al mundo, y si conozco cuáles son mis habilidades, fortalezas y carencias, podré trabajarlas en función del logro de objetivos específicos. Por lo tanto, Yagosesky sugiere que aquel individuo que se siente desconcertado frente al reto de hablar en público y tiene “pensamientos saboteadores”, debe trabajar con mucho ahínco su autoestima. Sólo así dejará de percibir a esa situación como una amenaza. “A mayor autoestima, menor miedo”, afirma el periodista y locutor, quien propone siete pasos para vencer el miedo escénico: 1) Aceptar la existencia del miedo: Decir: “Sí, tengo miedo de hablar en público y debo hacer algo al respecto”. 2) Confiar en nuestra capacidad para superarlo: Hay que ser optimistas y entusiastas: deseando, buscando y esperando los mejores resultados de nuestras acciones, transmitiendo también una enérgica alegría. 3) Modificar las creencias limitadoras: Los pensamientos negativos producen emociones y comportamientos del mismo tipo (culpa, rabia, miedo). Para superar el miedo escénico hay que pensar positivamente: Sé expresarme bien, conozco el tema,

estoy bien preparado. Igualmente, antes de enfrentar el reto, podemos visualizarnos hablándole al público, sonriendo, presentando con seguridad el contenido, la audiencia aplaudiéndonos y felicitándonos. De esta manera, cuando realmente debamos hacerlo, estaremos menos ansiosos. 4) Prepararse adecuadamente: Si se es estudiante y se debe realizar una exposición oral o defensa de tesis, hay que estudiar el tema con antelación, no memorizando lo que se dirá sino leyendo, interpretando y asimilando la información. Una buena técnica es explicar el contenido utilizando sus propias palabras, frente a un espejo, a sus familiares o amigos, antes de hacerlo en clases. 5) Practicar reiteradamente: Cuando esté en una reunión familiar, levántese y proponga un brindis; cuando esté en clases levante la mano y haga una pregunta o presente su punto de vista al profesor. Para perder el miedo a hablar en público, hay que hacerlo, no basta con realizar el trabajo mental, hay que actuar. 6) Mantenerse relajado: Estrés y miedo van de la mano, respire profundo, descanse, escuche una melodía que le agrade. Haga todo lo que crea necesario para liberar tensiones y superar con éxito el reto que se le presenta. 7) Realizar ejercicio físico: Caminar, trotar, bailar, son otras maneras de aliviar tensiones, además dotan al organismo de energía positiva. Si se siente muy estresado


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por ese informe que debe presentar oralmente, ejercítese, seguro se sentirá mejor. En la próxima entrega concluiremos con este interesante tema y les ofreceré algunas recomendaciones para expresarse exitosamente frente a un público. Diario La Mañana, 27 de marzo de 2006. Página 4, sección Opinión.


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Si le dicen que debe hablar ante numerosas personas y usted pronuncia la frase con la que titulo el presente artículo, siga leyendo, porque lo escribí para usted. En la primera entrega traté el tema del miedo escénico, el cual es definido por Renny Yagosesky (El poder de la oratoria, 2001) como “una forma de timidez que surge en presencia de grupos, o como consecuencia de pensamientos limitadores acerca de nuestra actuación frente a grupos...”. Lo importante no es sentir miedo, sino vencerlo, pues todos experimentamos temor a lo desconocido. De acuerdo a lo expuesto por el autor, el miedo a hablar en público es producto de una baja autoestima, inseguridad y falta de preparación, aunadas a la existencia de “pensamientos saboteadores” o ideas negativas con respecto a la propia conducta. Para vencer el miedo escénico, el especialista en comunicación oral propone seguir siete pasos: 1) Aceptar la existencia del miedo; 2) Confiar en nuestra capacidad para superarlo; 3) Modificar las creencias limitadoras; 4) Prepararse adecuadamente; 5) Practicar reiteradamente; 6) Mantenerse relajado, y 7) Realizar ejercicio físico. Una vez vencido el miedo inicial, es preciso tomar en cuenta ciertos aspectos relacionados con la manera óptima de dirigirse a un público, sugeridos por Gastón Fernández de La Torriente (Cómo hablar correctamen-

te en público, 1999) y Yagosesky (2001). Entre ellos tenemos: a) Claridad: Se relaciona con la claridad de pensamiento y vocabulario, permitiendo que los conceptos emitidos sean bien comprendidos. La expresión oral es clara cuando el pensamiento del que emite el mensaje penetra sin esfuerzo en la mente del receptor. Para decir algo, es necesario saber antes lo que se dirá, definiendo las ideas. b) Concisión: Es la capacidad de seleccionar y expresar lo realmente importante del tema a exponer, eliminando todo lo que sea banal y vulgar. Concisión no es lo mismo que brevedad, ya que uno puede hablar de mil aspectos brevemente sin lograr rescatar lo esencial, que es la tarea de la concisión. c) Coherencia: La coherencia es la capacidad de iniciar, continuar y culminar la exposición de un tema, sin perder el sentido de la idea principal ni romper el hilo temático -afirma Yagosesky- permitiendo que el oyente capte fácilmente las ideas, una tras otra, sin tener que realizar esfuerzos intelectuales. d) Sencillez: Al hablar hay que huir de lo complicado y de las palabras rebuscadas, para que todo el público comprenda el mensaje.


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e) Naturalidad: Hablar naturalmente es emplear las palabras y frases pertenecientes al vocabulario habitual. Frente a un público hay que mostrarse seguro, relajado, y comportarse como se es realmente, sin falsas apariencias. Asimismo, John Bartels (El arte de hablar bien en público, 1990) plantea algunas recomendaciones para el momento de pararnos frente a un auditorio: - Hay que preparar muy bien el tema, escribiéndolo y organizando los materiales que acompañarán la exposición. - Un discurso o la presentación oral de un informe debe pronunciarse de pie. - No se debe hablar más de lo necesario, teniendo sentido de la oportunidad. Hay que saber callar. - Se debe vigilar la correcta pronunciación de las palabras, la dicción y la claridad de las ideas. Si el público entiende lo que dice el orador, con toda seguridad le prestará atención. - Hay que saber imprimir un ritmo o velocidad adecuado al mensaje: ni muy rápido ni excesivamente lento. - Evitar que el mensaje que se está emitiendo sea monótono, variando el énfasis y cambiando el ritmo. El énfasis significa dar sentido a lo que se di-

ce, acentuar las palabras o frases que tienen mayor interés y en las que el emisor quiere llamar la atención de los que le escuchan. - Hay que lograr la atención del público desde el comienzo, empleando alguna técnica adecuada para romper el hielo y lograr el feedback con el auditorio. La más recomendada es realizar un comentario gracioso, con sentido del humor, y luego que terminen de reírse, empezar a hablar. - Mantener siempre la visualización de los participantes. No mirar por encima de la gente ni hacia el techo. Ver al público a los ojos repasándolos uno por uno, por espacio de cinco segundos. Así le prestarán más atención y mantendrá el control del grupo. - El norte del discurso debe ser siempre el objetivo previamente trazado. No lo cambie, ni lo descuide. - Tratar de no generalizar tanto. Las palabras deben ser objetivas y referirse a una realidad objetiva. Además, deben ser muy precisas y concretas, apoyándose en la utilización de ejemplos. - Las partes más importantes de un discurso son el inicio y el final. Un buen comienzo permite meterse al público en el bolsillo, y las últimas palabras que se pronuncian son las que harán que nos recuerden como buenos oradores.


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A montar bicicleta, se aprende montando bicicleta; a caminar se aprende caminando, igual que a nadar, escribir, leer o bailar. A hablar correctamente en público, se aprende ¡hablando en público! Cuando esté en una reunión pida el derecho de palabra. Asimismo cuando estés en el salón de clases (sí, tú que siempre te sientas en la última fila) participa, interviene, todos estamos para aprender, vence tus miedos. Diario La Mañana, 28 de marzo de 2006. Página 4, sección Opinión.


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imaginan cómo sería su vida hoy en día sin un celular, una agenda electrónica o sin poder enviar ni recibir mensajes vía Internet? Se sentirían prácticamente desconectados del mundo, de hecho, cuando queremos olvidarnos de todo aquello que nos estresa, lo primero que hacemos es apagar esos aparatos tecnológicos y alejarlos de nuestra vista. Pero qué va, tal vez aguantemos 24 horas sin televisión, radio, prensa, Internet y celular, pero hasta allí: ese es el límite de tiempo (y en época de Mundial de Fútbol más).

surgió como respuesta al problema de vulnerabilidad que presentaba el sistema de comunicaciones de dicha institución frente a un posible ataque militar. Con la ayuda de numerosas universidades y algunas empresas privadas, se creó esta red informática que permitía que los datos requeridos llegaran a su destino aunque parte de la interconexión estuviera destruida. Luego, en 1972, se introdujo un sistema de correo electrónico, con la finalidad de intercambiar información de manera constante y con gran rapidez.

El ser humano es social por naturaleza, necesita saber qué pasa a su alrededor y mantenerse en contacto con sus semejantes para sobrevivir, característica que las empresas de telecomunicaciones conocen muy bien. Desde hace unos cuantos años la persona que no posea un “e-mail”, un “Messenger”, un sitio en la red, y más recientemente un “blog” (bitácora digital) no está en nada. La Internet, la mensajería de texto vía telefónica y el “chateo”, han acercado significativamente a los habitantes del mundo, quienes, por un bajo costo, pueden conversar, negociar, estudiar a distancia, observar a sus congéneres a través de una cámara conectada al computador, y hasta enamorarse, aun viviendo en continentes diferentes.

Según la enciclopedia “Lenguaje para todos” encartada en el Diario Últimas Noticias, Tim Berners-Lee, físico de origen inglés radicado en Suiza, ideó en 1989 un programa en el que la información podía vincularse con cualquier otra en distintos lugares del mundo, que denominó World Wide Web (red o telaraña universal), mejor conocido como WWW. Al crearse este medio de conexión, el uso de Internet se difunde a nivel mundial, porque el usuario puede tener acceso a una enorme cantidad de datos. Pero como todo, la “superautopista de la información” tiene puntos a favor y en contra. El lado positivo ustedes lo conocen: además de unir a las personas, éstas pueden acceder en cuestión de segundos a datos de su interés, sin tener que trasladarse del hogar, oficina o escuela, abriéndose a un mundo de conocimientos con sólo hacer un “clic” en el teclado del computador o mover el “ratón”. ¿Y el

¿Se

La Internet nació en los años sesenta, con la creación en Estados Unidos de Arpanet, una red informática propiedad de la Secretaría de Defensa Norteamericana, que


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lado negativo? Pues, ese mismo. Lamentablemente, cuando tenemos todo al alcance de la mano, y no debemos esforzarnos mucho para conseguir lo que deseamos, empezamos a padecer lo que denomino “pereza mental”, y tristemente, eso es lo que ha estado ocurriendo con gran parte de los estudiantes actuales. Los jóvenes de hoy consideran que una gran ventaja de Internet es que los ayuda a investigar sobre cualquier tema sin tener que estar leyendo mucho, visitar bibliotecas, o comprar libros, pues todo lo que requieren lo consiguen en un abrir y cerrar de ojos; con sólo emplear un buscador aparecen en la pantalla del ordenador cientos y miles de sitios web o contenidos específicos referidos al tema solicitado, y eso es suficiente: copian, pegan e imprimen. ¡Listo, ya hicieron el trabajo o el informe! Aunado a esto –como no les gusta leer- no se cercioran de que la información bajada sea la adecuada, y con frecuencia me he topado con textos en los que aseguran “que aquí en Chile, España o Argentina, hacemos esto o aquello…”, cuando la investigación se está realizando en tierras falconianas y el autor de la misma es fanático de la arepa pelada. También es decepcionante conseguir varios informes completamente iguales porque fueron copiados íntegramente de Internet, y ni siquiera citan la fuente. Peor aún cuando se les pregunta el contenido del tra-

bajo: empiezan a sudar, se ponen nerviosos, y su mente queda en blanco sin poder articular palabra alguna. Pero cómo van a saber, si ellos no interpretaron la información, y cuando no hay análisis, ni se aporta nada al tema, no se produce una verdadera investigación. Por eso es que pongo en duda las bondades de la “red de redes”, pues un elemento que se ha convertido en un gran aliado para la humanidad, permitiendo la creación de la sociedad digital, también puede resultar nocivo, hasta el punto de mermar notablemente la capacidad crítica y analítica de un gran porcentaje de jóvenes y niños. Siempre se ha dicho: “nada en exceso es bueno”, así que a usar adecuadamente este recurso tecnológico, teniendo presente que somos individuos pensantes y que podemos razonar sin necesidad de contar con un enchufe. Diario La Mañana, 11 de junio de 2006. Página 4, sección Opinión


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Aunque

este artículo se titule de la misma manera que el conocido libro de autoayuda, no voy a referirme a él propiamente, sino a un hecho que me ocurrió hace pocos días pero que tiene como protagonista al texto de historias y anécdotas en cuestión. Debo confesar que pese a las múltiples recomendaciones de colegas, familiares y amigos, y a las acostumbradas lecturas de índole reflexivo que realizan mis compañeros de clase en la UPEL, no he logrado sentirme atraída por los textos del gurú brasileño Paulo Coelho, ni por los muy vendidos ¿Quién se ha llevado mi queso? o “La culpa es de la vaca”, entre los tantos libros denominados de “autoayuda”. Sin embargo, me inclino por los escritos por Renny Yagosesky y deliro por las revistas españolas “Psicología práctica”, “Vivir feliz” y “Vivir mejor”, las cuales tratan temas de interés general como relaciones de pareja, superación personal, alimentación balanceada, ejercicios, belleza, bienestar físico y mental, pero basándose en estudios científicos y entrevistas a especialistas en la materia. A Paulo Coelho lo conocí por los textos que publica la revista “Todo en domingo” que circula con el diario El Nacional, pero para mi gusto, tanta espiritualidad llega a rayar en lo cursi. A pesar de esto, no crean que estoy hecha de una coraza impe-

netrable, al contrario, suelo ser muy abierta a todo tipo de información, pero por ello no dejé de asombrarme cuando recibí un obsequio inesperado. En el local de comida ubicado en el Mercado de Punto Fijo donde compro los periódicos antes de ocupar el autobús con destino a Coro, el señor que amablemente siempre me atiende –grandote él, robusto y de apariencia un poco tosca- además del cambio correspondiente, me regaló unas fotocopias de algunas de las historias publicadas en el libro “La culpa es de la vaca”, afirmándome que le agradan este tipo de lecturas y que suele obsequiarle varios de estos relatos a sus clientes. “El regalo furtivo”; “La felicidad escondida”; “Dar y perder la vida” y “El árbol de problemas”, conforman los textos que me entregó Arturo. Y sí, es cierto, disfruté la lectura, pero no por lo edulcorado de sus historias, sino por quien me los regaló. Alguien con quien apenas he cruzado unos “buenos días” pero que me demostró que no podemos juzgar a las personas por su apariencia física o por el trabajo que desempeñan. Luego descubrí que es el dueño del local y que personalmente lo atiende desde antes del amanecer hasta las primeras horas de la noche. Esta anécdota se las conté a mis alumnos de Lenguaje y Comunicación durante una clase en la que analizábamos las barreras que pueden existir en el proceso


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comunicacional, entre las cuales se encuentran el estatus y los prejuicios. Allí concluimos que el ser humano tiende a ser prejuicioso y a medir el valor de las personas por la ropa que usan, su color de piel, su posición económica, el cargo que tienen, su religión, edad, 36 raza o inclinación política, olvidando que los individuos somos más que unos zapatos de marca reconocida, joyas, tarjetas de crédito, celular de última tecnología o traje de diseñador, cuando en realidad somos una fusión de alma y mente, siendo esto lo que debe prevalecer en las relaciones humanas que se establecen gracias al acto comunicativo. Por eso, la próxima vez que se tope con la señora que limpia los baños en su oficina, con el vigilante del edificio o con el que vende café en la esquina, sonríale y trátelo con amabilidad, seguro tiene algo valioso que decirle, ¿y por qué no? puede hacerle un regalo tan agradable como el que me dio Arturo. Diario La Mañana, 19 de abril de 2006. Página 4, sección Opinión.



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Los seres humanos nos realizamos en la convivencia con otros, que son nuestros iguales, por lo tanto, la manera de ver las relaciones sociales, políticas, económicas, culturales y espirituales, debe corresponderse con esta filosofía de vida, en la cual la comunicación juega un papel fundamental en el proceso de interacción y en la consecución de acuerdos que permitan definir las acciones a emprender. En Venezuela, a la luz del nuevo milenio, iniciamos un proceso de transformación sustentado en el cambio de conciencia hacia una sociedad socialista, por lo que el Plan Nacional Simón Bolívar 2007-2013 y el Plan para la Gestión Bolivariana Socialista 20132019 propician la comunicación dialógica, participativa, horizontal y democrática como la manera más idónea para alcanzar la sociedad igualitaria e incluyente que queremos. Y es precisamente en este tipo de comunicación, donde el ser humano organizado como Poder Popular, es el protagonista de su propia transformación y la de la sociedad en general, fomentándose la conciencia del pueblo comunicador y la necesidad de contar con unos medios de comunicación al servicio y en manos de los colectivos comunitarios; esto con la finalidad de que se mantengan informados e informen sobre la realidad que viven, pues la información brinda conocimiento y un pueblo que conoce, es un

pueblo capaz de tomar la mejor decisión. Pero para que esto ocurra, es imprescindible que el Estado garantice un amplio grado de autonomía a las organizaciones sociales, delegando en ellas responsabilidades en lo concerniente a la gestión de gobierno, promoviendo su participación activa y la generación de propuestas viables que brinden soluciones a los problemas que las afectan, lo que implica la verdadera democratización de la labor gubernamental. Democratización que pasa también por la democratización de los medios y herramientas comunicacionales, es decir, la construcción de unos medios de comunicación que huelan a pueblo, que se vistan y hablen como el pueblo, cuyo mensaje responda a los intereses, motivaciones y necesidades del poder popular, hecho por, desde y para el pueblo. Sólo así podremos enfrentarnos al monopolio mediático de los empresarios de la comunicación, quienes trabajan en función de los intereses políticos y económicos de los grupos de poder del país, títeres de los centros de poder transnacionales e imperialistas de los Estados Unidos, que se han encargado de inocularnos a través de las pantallas de televisión, de sus campañas publicitarias, películas de Hollywood y la manipulación de los grandes medios impresos, el gen del individualismo, el consumismo y el mercantilismo, con orejitas de Mickey incluidas.


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Como es bien sabido, los medios de comunicación pueden convertirse en verdadero escenario para la educación, la reflexión, la discusión y la libertad de expresión de los pueblos, siempre y cuando se pongan al servicio de los colectivos comunitarios y abran 39 los espacios para que ellos se constituyan en el foco central del hecho comunicacional. Sin embargo, la historia contemporánea nos muestra que en realidad nuestros medios privados son la antítesis de un medio democrático al servicio del bienestar de la nación. Basta recordar los acontecimientos del 2002 en Venezuela, cuando con la mayor desfachatez se sumaron a un paro “cívico” y se convirtieron en los mayores cómplices de un golpe de estado que derrocó al Presidente Hugo Chávez por varias horas. Medios de larga tradición familiar como El Nacional, El Universal y Radio Caracas Televisión se transformaron en organizaciones políticas opositoras al gobierno revolucionario, que lejos de cumplir con su tarea de informar a la población, se dedicaron a manipular la realidad y a desinformar a sus lectores y usuarios, generando matrices de opinión negativas sobre el gobierno chavista. A estos medios se sumó un canal de gran impacto entre los televidentes como lo es Globovisión, junto con los diarios Tal Cual y El Nuevo País, propiedad de lo más rancio de la derecha venezolana (Alberto Federico Ravell, Teodoro Petkoff y Rafael Poleo, res-

pectivamente). Las imágenes proyectadas desde el Puente Llaguno el 11 de abril de 2002, la autoproclamación de Carmona Estanga como presidente de la República, acompañada de su nefasto decreto al mejor estilo fascista, son harto conocidas, al igual que el programa de Napoleón Bravo transmitido la mañana del 12 de abril en el que en compañía de sus invitados se vanagloriaba del triunfo obtenido; escenas que nunca debieron verse, mientras se invisibilizaba el clamor del pueblo de Venezuela a favor del regreso de su presidente legítimo. Para que esta historia no vuelva a repetirse, necesitamos que los colectivos y organizaciones comunitarias representadas por los consejos comunales y las comunas – entre otros- se empoderen de los medios de comunicación y ejerzan la función del pueblo comunicador en democracia. Por ello, el Estado ha sentado las bases jurídicas y legales que garantizan el derecho a la libre expresión y a la información veraz y oportuna del pueblo soberano. Nos urge una comunicación entre iguales, donde nos reconozcamos en nuestras diferencias pero también en nuestras coincidencias, con la que podamos alcanzar consensos y conciliar los desacuerdos, que nos permita liberar lo mejor de nuestro espíritu y no seguir convirtiéndonos como lo hemos sido hasta ahora, en esclavos de nosotros mismos y de lo que nos vende la publicidad.


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Queremos una comunicación solidaria que piense en colectivo y construya patria, una comunicación que comunique y no sólo que informe, que dialogue y no que imponga, que edifique y no que destruya: una verdadera comunicación popular que trabaje por un país más democrático. Diario Nuevo Día, 29 de mayo de 2014. Página 11, sección Opinión


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Así como de las mágicas manos de los artesanos brotan hermosas creaciones, de los corazones de profesores, estudiantes, trabajadores y obreros debe nacer la nueva universidad del estado Falcón: la Universidad Politécnica Territorial de Falcón “Alonso Gamero”. Una gran casa que albergue los saberes populares mezclados con los saberes científicos y académicos, pero esta vez con una nueva visión, donde academia y pueblo se fundan en un solo cuerpo generando una novedosa manera de construir el conocimiento. Esta gran casa tiene que convertirse en una congregación, tal como lo afirma Cheo González: “…Tiene que ser una congregación. Con alas. De corazón abierto para que la gente crezca de puertas adentro. Una congregación de respiros mutuos. De suspiros que se avivan con el trabajo fecundo y cotidiano de hombres y mujeres que se renuevan en la labor cumplida de todos los días”. En tal sentido, la universidad revolucionaria debe ser un gran sitio de reunión, donde confluyan todo tipo de pensamientos, de ideas, creencias, deseos, aspiraciones y modos de vida. Donde no existan fronteras ni se le abra camino a la indolencia, a la mediocridad, al escepticismo, la intolerancia, al egoísmo ni a la envidia. La nueva universidad debe ser transparente, armoniosa, solidaria, más sensible y humana, donde las ideas se debatan con argumentos. Debe pro-

mover la investigación, el arte, la cultura, la innovación, la creación de tecnología propia, la inventiva, el pensamiento crítico y el desarrollo humano en colectivo. Pero la nueva universidad no se decreta ni cae del cielo (parafraseando a Michael Lebowitz), porque aunque ya existe un marco legal que la sustenta, la ejecución de los Programas Nacionales de Formación aún presenta grandes deficiencias, producto de la desorganización, inoperancia ¿y saboteo? de los órganos de dirección. Pero pienso que debemos ir más allá, ahondando en las mentes y espíritus de quienes integramos la naciente universidad, para preguntarnos: ¿Realmente aspiramos constituir una nueva institucionalidad, con valores novedosos y una nueva ética? ¿o acaso preferimos mantener los mismos vicios y conservar el estatus quo porque así nos sentimos más cómodos y seguros? ¿Estamos comprometidos con la construcción de una patria nueva con principios socialistas en donde prevalezca la verdadera democracia participativa y protagónica? Hay que sincerarse, poner las cartas sobre la mesa y entender de una vez por todas que la sociedad ha cambiado, que urge el surgimiento de una nueva forma de vida, porque el individuo egoísta e intransigente le ha hecho bastante daño a la humanidad.


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Necesitamos una sociedad distinta, y las universidades con su papel formador no escapan de esta realidad. Es imprescindible que en las instituciones universitarias del tercer milenio se desarrollen relaciones innovadoras en las que predomine la comunicación dialógica, participativa, horizontal y democrática, no sólo al interior de ellas sino también en lo externo, mediante el contacto directo con las comunidades. Y una 41 manera de contribuir con esto es efectuando cambios conceptuales en la enseñanza, el aprendizaje y la práctica del lenguaje y la comunicación. De esta manera, comparto la visión de Barrera Morales (2005), de que el ser humano es un ente comunicativo y complejo, pues entiendo que el ser humano es, en sí mismo, comunicación, y que se realiza a través de la comunicación, definiendo sus relaciones, cultura, acciones y modo de vida, siendo por tanto, capaz de desarrollarse y satisfacer sus necesidades en y desde la comunicación. De allí la importancia de asumir la comunicación y el lenguaje desde la perspectiva de la complejidad y la transdisciplinariedad, puesto que como el hecho comunicativo permea cada uno de los momentos de nuestra existencia, su conocimiento y práctica no debe verse fragmentado como una pequeña parte del todo, sino como una parte y el todo a la vez, según el principio

hologramático que define Edgar Morin. Por otra parte, Nicolescu, citado por Becerra, sostiene que “…una cultura transdisciplinaria… es imposible sin un nuevo tipo de educación, que tome en cuenta todas las dimensiones del ser humano… una nueva educación no puede ser sino una educación integral del hombre, que se dirija a la totalidad del ser humano y no a uno solo de sus componentes, que implique no solo la inteligencia, sino también la sensibilidad y el cuerpo”. En consecuencia, al comprender la comunicación y el lenguaje desde un enfoque diferente y más amplio, contribuiremos significativamente en la construcción de una sociedad mejor, más abierta, plural y horizontal donde sus integrantes se vean como colectivos en permanente relación. Esto también se traducirá en una universidad nueva, donde los procesos comunicativos entre iguales permitirán la integración, cohesión y desarrollo social. Diario La Mañana, 22 de mayo de 2012. Página 06, sección Opinión


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En el presente artículo distribuido en tres entregas, busco aproximarme a las bases filosóficas, teóricas y jurídicas que sustentan el hecho comunicacional dentro de las comunas, partiendo de una investigación documental sobre el tema de la comunicación en los colectivos comunitarios, la revisión del marco legal que regula al Poder Popular en Venezuela, y la reflexión sobre mi experiencia como miembro de la Comisión de Medios de la Comuna Socialista La Guinea del estado Falcón. Inicios y fundamentos Desde 1999, con el triunfo de Hugo Chávez, Venezuela inició un proceso de transformación que implica cambios en las estructuras sociales, en los modelos de producción y en el sistema educativo, para garantizar la participación activa y protagónica de las organizaciones populares en las actividades y funciones políticas del país, con miras a lograr el óptimo desarrollo nacional. Enmarcada en estos cambios, la primera decisión fue convocar a una Asamblea Constituyente, con el objetivo de transformar la Carta Magna venezolana en la plataforma indiscutible que le devolvería a la palabra democracia su verdadero sentido de “gobierno y poder del pueblo”. Con el tiempo, la concepción y filosofía revolucionarias evolucionaron hacia lo que se conoce como Socialismo del siglo XXI, pero sustentado en el pensamiento de Simón Bolívar. Es así, co-

mo esta visión socialista -aún en construcción- se vio reflejada en las siete grandes directrices con vocación social, definidas en el Proyecto Nacional Simón Bolívar 2007-2013, a saber: Nueva Ética Socialista; La Suprema Felicidad Social; Democracia Protagónica Revolucionaria; Modelo Productivo Socialista; Nueva Geopolítica Nacional; Venezuela: Potencia Energética Mundial y Nueva Geopolítica Internacional. De estas líneas estratégicas destacaron dos, por su vinculación con la participación popular y el desarrollo integral del ser humano: 1) la Suprema Felicidad Social, referida a la necesidad de construir una estructura social incluyente y un nuevo modelo social productivo humanista y endógeno 2) la Democracia Protagónica Revolucionaria, cuyo propósito era consolidar la organización social para transformar las debilidades individuales en fuerza colectiva, reforzando la independencia y la libertad. Partiendo de estas premisas, y fundamentadas en los artículos 5, 62 y 70 de nuestra Constitución, en los cuales se establece que la soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, que los ciudadanos y ciudadanas tienen el derecho de participar libremente en los asuntos públicos, así como ejercer su soberanía en lo político mediante


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la asamblea ciudadana, las comunidades se han organizado en Consejos Comunales y Comunas, para unir esfuerzos y alcanzar beneficios colectivos, convirtiéndose en núcleos transformadores del poder individual en poder popular. Del mismo modo, están 43 respaldadas por las leyes orgánicas de los Consejos Comunales, del Poder Popular y de las Comunas. A esto se suma la Ley del Plan de la Patria, en donde resalta el objetivo histórico número dos, por referirse a continuar construyendo el Socialismo del siglo XXI en Venezuela, asegurando así la mayor suma de seguridad social, mayor suma de estabilidad política y la mayor suma de felicidad para nuestro pueblo. Sin embargo, esto requiere de la organización popular e implica un cambio cultural, educativo e ideológico de los grupos sociales y comunitarios, donde las relaciones comunicativas que se establecen entre ellos representan un elemento importante para el logro de los objetivos colectivos, y la edificación de una nueva sociedad. Por tanto, se requiere que las comunidades consideren la comunicación entre iguales como una vía para el desarrollo integral de las personas, que al ser inherente a la condición humana, lo es también a la sociedad, pues vivimos en relación permanente con nuestros semejantes, construyendo vínculos afectivos, psicológicos, espirituales, laborales, económicos y productivos por

medio de la comunicación. Diario Nuevo Día, 16 de octubre de 2014. Página 12, sección de Opinión.


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Lo

he aseverado en otros textos: comparto la visión del ser humano como un ente comunicativo y complejo, porque entiendo que el ser humano es, en sí mismo, comunicación, y que se realiza a través de la comunicación, definiendo sus relaciones, cultura, acciones y modo de vida, siendo por tanto, capaz de desarrollarse y satisfacer sus necesidades en y desde la comunicación. De allí la importancia de que los miembros de las comunidades al reconocerse en su esencia comunicativa e identificarse como agentes de cambio, comprendan a la comunicación desde el ámbito comunitario e identifiquen la función que cumple en el ejercicio del Poder Popular, lo que les permitirá desarrollar mecanismos alternativos de comunicación y difusión, en donde el mensaje integrador y liberador se enfrente al mensaje individualista y opresor de los medios convencionales y privados, apropiándose de esta herramienta social como recurso para alcanzar la libertad espiritual y la capacidad de edificar una nueva cultura. De tal manera, la Ley Orgánica de las Comunas (2010), establece que una de las finalidades de las comunas es promover mecanismos para la formación e información en las comunidades, en coincidencia con las funciones del colectivo de coordinación comunitaria y los comités de medios alternativos de los consejos comunales, los cuales deben crear y organizar el sistema comunitario

de información. En este orden de ideas, la Ley del Plan de la Patria 2013-2019 garantiza el derecho al acceso y libre ejercicio de la información y la comunicación veraz, mediante el fortalecimiento de la soberanía comunicacional y de medios de comunicación alternativos como instrumento de formación para la transición al socialismo que potencien los valores ciudadanos, impulsando para ello el Sistema Nacional de Comunicación Popular y desarrollando las plataformas tecnológicas de los medios de comunicación. De este modo, el gobierno nacional ha entendido la importancia de consolidar un sistema de comunicación alternativa en manos del pueblo organizado, que responda a los intereses, motivaciones, cultura, valores, principios y modo de vida de las comunidades; que divulgue el patrimonio geográfico, turístico y ambiental, así como el desarrollo productivo y político de las regiones. Todo esto tiene su razón de ser, puesto que para construir una sociedad democrática, además de crear nuevas formas de relación comunicativa, se deben brindar las herramientas necesarias para que el pueblo organizado acceda -sin restricciones- a los medios de comunicación y a la información, como una manera de vincularse a su entorno, liberarse y transformar su realidad. Por lo tanto, es importante crear nuevos métodos de análisis comunicativo en el


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ámbito comunitario, que contribuyan con la participación de todas y todos en la generación, transformación, difusión y socialización del conocimiento, producido en y por las comunidades, quienes deben estar en capacidad de asumir una postura crítica ante los medios de comunicación reproductores de la ideología 45 hegemónica. En tal sentido, Mario Kaplún ve a la comunicación “como una herramienta, como un instrumento poderoso de la organización popular” que permitirá “movilizar, organizar a la comunidad, apoyar la acción popular, estimular la participación del barrio”, porque “para que la comunidad se organice, necesita comunicarse, tener los medios que la comuniquen… Cuando esta aprende a usarla, el movimiento popular se potencia, se dinamiza, gana en cohesión, crece en eficacia.” Diario Nuevo Día, 17 de octubre de 2014. Página 12, sección de Opinión


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Como lo afirmé en entregas anteriores de este artículo, es necesario que el Poder Popular venezolano se apropie de las herramientas comunicativas e informativas que propendan a realzar el trabajo en equipo y la revolución de las masas, pues como plantea Fernando Buen Abad: “comunicación no solamente es informar, es construir moral, claridad política y capacidad organizativa. Comunicar significa activarnos para la organización y para la acción”. Pero para lograrlo es primordial reivindicar la comunicación cara a cara entre habitantes, lo cual implica diseñar estrategias de acercamiento comunicativo con todos los que integran los territorios comunales, organizando actividades que propicien el encuentro dialógico, donde se intercambien saberes y experiencias sobre la dinámica comunitaria, permitiéndonos escuchar de la propia voz de los comuneros y comuneras cómo están viviendo la comuna, qué esperan de ella, pero más importante aún, cuál será su aporte como constructor o constructora de esa comuna. Es prioritario que estas estrategias se elaboren partiendo de las necesidades, requerimientos y propuestas de los mismos habitantes, en el marco de una comunicación horizontal, participativa y democrática, donde todas las voces sean escuchadas, porque como asevera Marta Harnecker,

“a medida que las personas van participando en los asuntos que le son propios y logran con su organización y lucha, resolver sus propios problemas, se produce un cambio cualitativo con respecto a lo que antes existía, las personas comienzan a recuperar la confianza y se ven a sí mismas como sujetos que aprenden, transforman y propician el cambio positivo.” Por eso considero que si propiciamos la decisión colectiva sobre nuevas maneras de comunicarnos, de mostrarle al mundo cómo somos y qué representa para nosotros la comuna, fomentando el debate interno, el diálogo y la búsqueda de consensos, estaremos ejerciendo nuevas prácticas comunicativas basadas en la reflexión crítica. Pero todo debe pasar primero por reconocernos como seres esencialmente comunicativos, que interactuamos con el mundo en, desde y a través de la comunicación, desarrollando así lo que denomino la conciencia del pueblo comunicador, capaz de empoderarse de unos medios que reflejen su esencia, representen la liberación de los colectivos comunitarios y contribuyan a la transformación de la realidad. Debemos activar las vocerías de comunicación de los consejos comunales e implementar programas de formación en el ámbito comunicacional, que promuevan principios-otros parecidos a la gente de nuestras comunas y se contrapongan a los


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medios hegemónicos y a la cultura impuesta por éstos. Los comuneros y comuneras debemos activarnos y tomar las calles con actividades que difundan nuestra manera de ver la vida y los valores de esta nueva sociedad en construcción. La comuna, como centro de integración humana, debe verse plasmada en los murales de nuestros barrios, en la música que invada nuestras casas, en el habla de nuestra gente, en la conciencia de ser 47 muchos y a la vez uno solo que se comunica, que siente, que dice lo que piensa, y que en ese proceso construye nuevos idearios. El marco jurídico venezolano sienta las bases de esta nueva manera de comunicación, una comunicación-otra que sepa a pueblo, y que en el caso de nuestro Estado Falcón, que sepa a dulce de leche, a arepa pelada, a chivo asado, que suene a tambor, refleje la cadencia de nuestras caderas y muestre estas pieles tostadas por el sol. Diario Nuevo Día, 18 de octubre de 2014. Página 12, sección de Opinión


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Comunalizar

la educación universitaria en el estado Falcón significa adaptar los contenidos curriculares, las estrategias pedagógicas y recursos didácticos a las realidades del territorio y las comunas, saliendo del claustro universitario y abriéndose a nuevos paradigmas educativos e investigativos, que promuevan la innovación, demostrando –como lo afirmaba Aquiles Nazoa- que sí creemos en los poderes creadores del pueblo. En este orden de ideas, me atrevo a asegurar que son realidades, porque la realidad comunal falconiana no es única, sino diversa, puesto que cada comuna posee características propias que la diferencia de las otras, bien sea su historia de lucha, los aspectos organizativos, las capacidades y potencialidades productivas, la cultura, las costumbres o las tradiciones, así como las condiciones físicas, geográficas y políticas del territorio, lo que obliga a que la educación universitaria responda a ese entorno y contribuya con su desarrollo y crecimiento. ¿Pero cómo hacer esto posible? Pues allí está el punto álgido del asunto. Nosotros, los docentes que estamos ligados a este proceso comunal que se está dando a la par de la transformación universitaria junto con la construcción de las bases de las universidades politécnicas territoriales, somos los convocados a brindar las soluciones a esa inquietud.

Por tanto, desde mi área de conocimiento, como lo es el lenguaje y la comunicación, aunada a mi experiencia en el trabajo con las comunidades, propongo que esta transformación curricular bajo un enfoque comunal se fundamente en los procesos de interacción social y diálogo de saberes, en donde la comunicación horizontal y dialógica transversalice la relación comunauniversidad. En este sentido, es preciso resaltar que para que una educación humanista sea verdadera, auténtica, debe propiciar el diálogo, entendido por Freire (2010) como “el encuentro amoroso de los hombres, que, mediatizados por el mundo, lo pronuncian, esto es, lo transforman y, transformándolo, lo humanizan, para la humanización de todos.” Como se sabe, Freire es el padre de la educación para la transformación, del concepto de dialogicidad como instrumento para la emancipación. El diálogo freiriano se fundamenta en el encuentro de seres en movimiento, que coinciden, desde sus posibles diferencias, en conocimientos y saberes, en emociones y espíritu, protagonizando un acto de amor transformador reflejado en la palabra verdadera producto de la reflexiónacción. La palabra, para Freire, se convierte en creadora de realidades, pues es consecuencia de actos reflexivos que invitan a la


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acción, al cambio y a la superación. De allí la necesidad que el aprendizaje de los procesos comunicativos, del uso adecuado del lenguaje como forma de expresión y de convivencia humana, aunado al aprender a ser sujetos en comunión con otros, con principios y valores éticos y humanistas, se fortalezca en los Programas Nacionales de Formación (PNF), donde no prevalezca el conocimiento 49 tecnicista y tecnológico sobre el conocimiento humano y social, así como sobre la capacidad de reflexión y crítica, sino que todos estos conocimientos se unan, y juntos, construyan un conocimiento integral que forme hombres y mujeres integrales para la vida y la transformación de la sociedad. Pues tal como afirma Freire (1967), la formación técnico-científica no es antagónica con la formación humanista, ya que la ciencia y la tecnología, en la sociedad revolucionaria, deben estar al servicio de su liberación permanente, de su humanización; mientras que el pensar crítico permite concebir la realidad como proceso en constante movimiento y no como algo estático. Pero para lograr eso no sólo debe realizarse un cambio curricular en los PNF, lo fundamental es realizar un cambio en las prácticas pedagógicas de los docentes que dictamos la unidad curricular Proyecto y sus saberes asociados, al igual que de los respectivos tutores y asesores, que permita darle un nuevo rumbo a lo que veníamos haciendo en las co-

munidades. Si practicamos la escucha activa, atendiendo y reflexionando sobre las exigencias de nuestro entorno, nos veremos obligados a mirarnos hacia adentro, a evaluarnos, y descubriremos en qué hemos estado fallando y por qué los proyectos no han dado el 100 % del resultado esperado. Como profesores, necesitamos aprender a ser autocríticos, a practicar la reflexividad, repensando nuestro quehacer educativo e interpelándonos sobre los conocimientos que traemos y los que debemos aprehender. Estamos obligados a superar los obstáculos que nos impiden comprometernos con la labor comunitaria y mostrarnos más sensibles ante las realidades que nos circundan. Así mismo, los docentes debemos convertirnos en líderes que propicien la integración y la liberación espiritual, emocional y del saber, practicando la humildad y la educación dialógica, asumiendo el rol de acompañante, asesor y guía de nuestros participantes, pero también de los voceros y habitantes de las comunidades con las que trabajamos. Debemos luchar para formar estudiantes responsables y comprometidos con las actividades comunitarias y que a su vez sean personas críticas y reflexivas, con actitudes de liderazgo y habilidades comunicativas bien desarrolladas, que sepan cómo socializar con otros y desarrollen sus poten-


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cialidades y conocimientos en la búsqueda de beneficios colectivos en los territorios en los que se inserten durante la ejecución de sus proyectos. De igual manera, nos corresponde fomentar el aprender a convivir con otros, promoviendo el respeto, la empatía, la solidaridad y la confianza, para lograr que el trabajo propuesto a través de los proyectos sociointegradores llegue a feliz término, pues la convivencia, el compartir sincero, permanente y continuo por parte de los estudiantes junto con sus profesores, es una exigencia de las propias comunidades a las que se está incorporando la universidad, y para que además, está relación pase de ser una simple vinculación a convertirse en verdadera integración. Finalmente, en el marco de la transformación universitaria que se adelanta en Venezuela, en consonancia con el cambio político y social como línea de gobierno, las 50 comunidades y las universidades deben integrarse en un solo bloque que propicie el intercambio de experiencias científicas, tecnológicas, académicas, populares y ancestrales orientadas a la generación de prácticas y conocimientos que impulsen el desarrollo territorial; donde la socialización, la interacción y el diálogo que se establezca entre esos saberes son de vital importancia para el logro de los propósitos planteados. Por eso, interacción social, diálogo de sabe-

res y transformación son conceptos que de manera conjunta están presentes no sólo en la pedagogía de Paulo Freire, sino también en los Lineamientos Curriculares de los Programas Nacionales de Formación que se imparten en las instituciones universitarias del país. Queda mucho por hacer, pero en este andar debemos ir sumando voluntades ganadas al cambio, a transformar nuestra práctica y convertirla en praxis, donde acción y reflexión sean un binomio indisoluble y representen el primer paso para la transformación, para la verdadera transformación universitaria orientada a la transformación de la sociedad. Referencias bibliográficas Chávez, A. (2012). Plan de Formación Básica para una comunicación integradora del poder popular en la parroquia Santa Ana del Municipio Miranda del estado Falcón. Instituto Universitario de Tecnología “Alonso Gamero”. Falcón, Venezuela. Chávez, A. (2014). Interacción social y diálogo de saberes en la ejecución de proyectos sociointegradores del IUTAG. Una aproximación crítica reflexiva. Trabajo de ascenso. Instituto Universitario de Tecnología Alonso Gamero. Falcón, Venezuela. Freire, P. (1967). Pedagogía del oprimido. Colombia. Editorial América Latina. Freire, P. (2010). ¿Extensión o comunicación? La concientización en el medio rural. Siglo XXI Editores. Montevideo, Uruguay. Diario Nuevo Día, 04 de febrero de 2017. Página 12, sección de Opinión.


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Te regalo un libro en blanco. Es mi pecho desnudo, escríbelo, a tu ritmo. Ana C. Chávez Con el transcurrir de los años nuestra piel se va llenando de huellas, son recuerdos de lo vivido, de las risas, de los llantos, los enojos, los amores, los dolores y los placeres. Cada arruga, cada pliegue, ese nuevo lunar, las cicatrices, forman parte de una impronta, son vestigios, señales de que respiramos, tal como ocurre con las palabras que pronunciamos, que escuchamos, las que leemos y escribimos, las cuales van acumulándose en nuestra mente, nuestro cuerpo y sentidos, recordándonos que existimos a través del lenguaje, del verbo mismo. A lo largo de la vida las palabras nos van abrazando, arropándonos en un beso infinito, escribiéndose en nuestra piel, nuestra alma y consciencia. Una palabra se encadena a otra y como espiral nos envuelve en un torbellino de vivencias, de evocaciones, de saberes, de conocimientos, de sensaciones. Somos lo que leemos pero también somos lo que escribimos. La lectura, como hábito, como alimento, nos lleva a la escritura

como necesidad, como urgencia, como grito desesperado, como desahogo, clamor por expresarnos. La escritura es sanadora si se hace desde el corazón, desde la profundidad de nuestro ser. Escribir nos salva, nos enriquece, nos humaniza, y tal como afirma Danilo Kis, nos ayuda a sobrevivir, (Benedetti, 2005). Escribir es un acto creador, un parto, un alumbramiento de ideas, un instante en donde la sangre no es sinónimo de muerte sino de vida. Ya lo decía Antonio Pérez Esclarín: “escribir es una especie de desangramiento y, como todo acto de creación, una mezcla de placer y de dolor”. La escritura constituye un acto en solitario, un espacio para la reflexión, la introspección, que nos permite mirarnos, escucharnos y entendernos. “Es un estar en privado para luego convertirnos en un ser público, es una acción que sólo brota desde un aislamiento efectivo, pero desde un aislamiento comunicable…”, asegura María Zambrano, citada por Benedetti (2005). Y es en ese aislamiento comunicable donde se encuentra la función del escritor: que el producto de esos instantes de soledad se dé a conocer al mundo, despojándose para ello de ropajes, de ataduras y prejuicios, mostrándose ante el colectivo con su mente y


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piel al desnudo. ¿Y qué comunicamos quienes escribimos? Pues nuestras voces internas, lo que somos, lo que sentimos, lo que soñamos y evocamos, pero también lo que sabemos, lo que descubrimos, lo que escudriñamos en otras mentes y la realidad que percibimos. Quienes escriben deben tener un compromiso con la vida, una responsabilidad moral e intelectual, 53 pero también social y política. Julio Cortázar, en “Testimonios de una escritura política” (2014) convoca a los escritores a participar en el proceso geopolítico de sus pueblos, tanto en forma directa “como cumpliendo actividades paralelas de información periodística”. Asevera Cortázar, “que nuestro quehacer debe inventar nuevas formas de contacto, abrir otro aspecto de comunicaciones en todos los niveles…”, y finaliza citando al venezolano Luis Britto García, quien afirma lo siguiente: “…mientras la política no asegure la liberación cultural de nuestra América, la cultura deberá abrir el camino para la liberación política”. De allí la responsabilidad de los escritores de exponer en sus textos las realidades que los circundan, pero también de promover cambios significativos en las formas de pensar, entender el mundo y transformar esas realidades.

Como se evidencia, la escritura no implica sólo goce estético o satisfacción personal, por aquello de alimentar el ego (“comencé a escribir porque quería ser grande, rico y hermoso”, asegura en tono humorístico Vásquez Montalbán, referido por Benedetti), sino que representa también una manifestación cultural colectiva y la expresión de conocimientos. De allí la importancia que los docentes universitarios nos enamoremos de la escritura y la convirtamos en un hábito, en un principio de vida. Estamos en la obligación de plasmar, sistematizar y comunicar nuestras experiencias en las aulas de clase, los hallazgos y aportes de nuestra labor investigativa, los logros y avances de nuestro trabajo con las comunidades, al igual que nuestras ideas, sentimientos, emociones y aspiraciones como seres humanos. Los profesores universitarios somos comunicadores en esencia, y no sólo debemos apoyarnos en la comunicación oral, sino que la palabra escrita debe convertirse en nuestra principal aliada como vía para la divulgación del conocimiento, de la ciencia, de los saberes y de los haceres académicos, colectivos y populares. El acto de escribir propicia el pensamiento crítico, reflexivo, transformador y liberador, permite reencontrarnos con nosotros mismos y entrar en contacto con el otro, con los otros, de una manera más pró-


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xima, conectándonos a través de las ideas, del poder persuasivo y seductor de las palabras, de la metáfora, de las imágenes literarias y de los recursos expresivos. Escribir es un acto espiritual que nos permite ser, haciendo. Es dejar huella perenne, tatuar la piel con palabras, es amar y ser amado, es sentir para que otros sientan a través de ti. Es vivir y alumbrar vidas, para que sigamos viviendo por los siglos de los siglos en un abrazo constante. Diario Nuevo Día, 05 de noviembre de 2016. Página 12, sección Opinión


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A pocas horas de recibir la noticia de la partida física del escritor Gabriel García Márquez y en medio de una tristeza de esas que te paralizan hasta las lágrimas, me atrevo a escribir estas líneas dedicadas a un hombre que marcó mi vida lectora. Recuerdo que como era costumbre en aquella época, mi primer acercamiento al realismo mágico de “El Gabo” fue mientras cursaba el inicio del bachillerato, cuando la tarea obligatoria era leer “Cien años de Soledad”, y gracias a ese primer beso literario que recibí del autor colombiano, decidí aferrarme –con absoluto placer y entrega- al resto de su producción artística. Así, en plena adolescencia, conocí el estilo creativo de García Márquez, el cual definió una etapa de la literatura latinoamericana, pues de forma magistral supo reflejar el imaginario cotidiano de millones de familias que habitan en los pueblos recónditos de nuestros países. García Márquez imprimió en las páginas de sus libros -con la franqueza y naturalidad de quien ha nacido al calor de las tierras caribeñas- los cientos de historias, anécdotas y mitos que se esconden en los rincones de las casonas de los abuelos, esos mismos que acompañan las fundaciones de los caseríos, que guardan los amores escondidos de las tías solteronas, callan los hijos no reconocidos del patriarca de la familia, o que se albergan en la pasión secreta del vecino ya anciano.

García Márquez se atrevió a hacer públicas esas historias silentes del álbum de fotos familiares conservado bajo llave en el último cajón del armario, con el propósito de recordarnos -por medio de su mágica narrativa preñada de descripciones pintorescas- que nuestros países tienen una raíz común que se alimenta de realidades tan creativas hasta el punto de parecer fantásticas. Tal vez por eso, desde que tengo conciencia, algunos de los libros del escritor colombiano permanecían sobre la mesita de noche de mi madre o en un lugar visible de la biblioteca de mi papá, casi como esperando que los secuestráramos por varios días para descubrir ante nuestros ojos un universo de sueños convertidos en verdades. Yo siempre me robé el de turno, lo disfruté y lo regresé a su sitio original para que otro también se embriagara en su lectura. De este modo, luego de mi primera experiencia garcíamarquiana, han pasado por mis manos “El coronel no tiene quien le escriba”, “El general en su laberinto”, “Relato de un náufrago”, “Ojos de perro azul”, “La increíble y triste historia de la cándida Eréndira y su abuela desalmada”, “Crónica de una muerte anunciada”, “Los funerales de la Mamá Grande”, “El otoño del patriarca”, “Doce cuentos peregrinos”, “Del amor y otros demonios”, “Vivir para contarla”, “Memoria de mis putas tristes” y algunas crónicas publicadas en prensa; pero hay una novela en es-


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pecial, con sus personajes Florentino Ariza y Fermina Daza, que se quedó grabada en mí para leerla y releerla en distintos momentos de mi vida, descubriéndola en cada oportunidad como un texto nuevo: “El amor en los tiempos del cólera”. Pero la mayor influencia de este autor está encarnizada en el seno familiar, cuando mis padres bautizaron a mi hermano en honor al oriundo de Aracataca: Gabriel Vidal. Y es que “El Gabo” nos relató quiénes somos y de dónde venimos, para que lo mantuviéramos perenne en nuestra memoria, tal como “muchos años después, frente al pelotón de fusilamiento, el coronel Aureliano Buendía había de recordar aquella tarde remota en que su padre lo llevó a conocer el hielo”.

El Nuevo Semanario. Del 28/04 al 04/05 de 2014. Página 08, sección Opinión


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Tengo la costumbre de leer varios libros a la vez, algunos me los devoro de principio a fin, de un tirón. Los disfruto, los gozo, los saboreo, hasta que cumplido el viaje juntos, nos liberamos, satisfechos con lo vivido. Unos cuantos los dejo a medias, medio leídos, medio rayados, medio arañados, con mis huellas en sus lomos. Otros los pruebo llena de expectativas, emocionada, y los abandono en las primeras páginas, decepcionada o molesta, mientras ahogan sus penas en alcohol en el fondo de algún mueble o una caja, borrándolos de mi memoria y mi mirada. Pero hay unos que siempre estuvieron ahí, observándome en la lejanía, sonriéndome, con ganas de tentarme, pero me encontraban ocupada o distraída, hasta que un día, por probar, dejo que me hablen, me susurren al oído, me propongan una aventura y yo accedo curiosa. Esos libros, auténticos, creativos, ingeniosos, apasionados, profundos, son los que me atrapan, me seducen, me beben completa. Yo me dejo tocar, morder, lamer, sorber eterna. Los que menos esperaba, de entre múltiples opciones, son los que me hacen sentir que respiro, que palpita mi interior en un goce pleno. Hay libros -y lecturas- que llegan cuando tienen que hacerlo, en el momento justo, preciso, idóneo, que te consiguen

cuando tienes la edad perfecta para experimentar una travesía sin culpas ni remordimientos, y ellos lo saben. Por eso siempre abro varios libros a la vez, como una lectora infiel, despierta a nuevas posibilidades, segura de que llegará uno que sepa envolverme en sus páginas y me abrace desnuda, absorta en su cuerpo infinito. En verdad no me preocupo por buscarlos, ellos tienen sentido de la oportunidad, y yo también. Diario Nuevo Día, 03 de noviembre de 2016. Página 12, sección Opinión


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Si se hubiera cumplido lo que afirmaba cuando pequeña, no estarían leyendo este artículo, pues durante mi infancia decía que sería médico. Todo el que me preguntaba qué quería ser cuando adulta, recibía la misma respuesta: “Doctora, ¡Y de niños!” Aún en bachillerato estaba segura que estudiaría medicina, pero definitivamente la sangre no es mi amiga, y los resultados de las pruebas vocacionales indicaron que mi camino debía ser otro; esto, aunado a la impronta familiar y a mis verdaderos intereses y aptitudes, de los cuales no estaba consciente en ese momento. Hoy, varios años después, me alegro de haber seleccionado la carrera de Comunicación Social, y por cosas del destino, ejerzo orgullosamente también, la docencia universitaria, ¿y adivinen qué? ¡Estoy disfrutando un montón! ¿Pero cómo no ser periodista y docente, si desde niña estuve rodeada de periódicos, revistas, libros, cultura y arte? Mis padres predicaron con el ejemplo y me enseñaron a amar la lectura como a la existencia misma, a deleitarme con el hecho de tener un texto en mis manos, a dejarme seducir por el perfume que despiden sus palabras, y a degustar lentamente, pero henchida de placer, su contenido. Con ellos aprendí que la escritura es una manera de brindarse a manos llenas al

mundo, y que la lectura es beber de la fuente del saber, acoplándose a esa alma que se desviste sin pudor alguno. Aunque le debo muchos libros a la vida, los que he leído me han dejado siempre una lección o algún aspecto para reflexionar; me los he gozado hasta el éxtasis, y me han ayudado a crecer como mujer. Por eso, si tuviera que transformarme en algún objeto, escogería sin duda alguna, ser un libro. Pero uno hermoso, uno especial; un libro inolvidable y lleno de magia, como todo buen libro que se respete. Si yo fuera un libro, me pintaría con los colores del arcoiris, y al abrir mis páginas derramaría en tu regazo los matices que necesitas para crear un nuevo hogar. Si yo fuera un libro, estaría hecho de barro, flores, hojas, raíces y cantos de aves; te permitiría moldearme a tu antojo y según tu necesidad de conocimiento. Si yo fuera un libro, estaría dedicado a las muñecas de trapo, a caballitos bien bonitos que se alimentaban de jardines, a manzanitas, a Tío Tigre y a Tío Conejo, a gatos con botas, a ruiseñores, a animales parlanchines y a La Edad de oro. Si yo fuera un libro, tendría el aroma del campo, de orquídeas, claveles, violetas, margaritas, amapolas, rosas, azucenas, naranja y canela, para grabarme en tu memoria como el olor del cuerpo de la persona que


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amas. 58 Si yo fuera un libro, contendría las palabras más bellas del mundo: paz, amor, amistad, madre, hijo, pasión, libertad, bondad, verdad, patria, Dios y nosotros. Si yo fuera un libro, te subiría en mi lomo para enfrentar juntos a los molinos de la ignorancia. Si yo fuera un libro, te ayudaría a soñar, y como dos soñadores recorreríamos los caminos no andados todavía. Si yo fuera un libro, me llamaría VIDA, y sembrarías en mí la semilla del futuro. Si yo fuera un libro, te invitaría a descubrirme, despacito, sin prisas, sin pausas, pero lleno de ansias por conocer el secreto que guardo para ti. Si yo fuera un libro, te mostraría el universo, y tú serías aquel piloto que conoció a un niño que vivía en un asteroide. Si yo fuera un libro, poseería las imágenes más deslumbrantes sobre la faz de la tierra: las de tu corazón. Si yo fuera un libro, me bañaría en ron, vino y cerveza, para que te embriagues en mí. Si yo fuera un libro, te regalaría en un susurro Los versos del Capitán y los Poemas de otros, mientras duermes. Si yo fuera un libro, me entregaría desnuda, completa, sin más límites que los

de tu imaginación y el deseo de poseer lo que te ofrezco. Si yo fuera un libro, sería así como soy: libre y llena de sorpresas, porque si yo fuera un libro, sería como tú. El Nuevo Semanario. Del 27/04 al 03/05 de 2015. Página 08, sección Opinión.


Ana Cristina Chávez Arrieta, de madre marabina y padre paraguanero (ambos periodistas), nació en Maracaibo, estado Zulia, el 28 de enero de 1977. Obtuvo el título de licenciada en Comunicación Social, mención Publicidad y Relaciones Públicas en la Universidad del Zulia, en el año 1999. Se graduó como magíster en Gerencia de Recursos Humanos en la Universidad Dr. Rafael Belloso Chacín, en el 2003. A partir de ese año se radicó en tierras caquetías, donde laboró en las oficinas de prensa de las alcaldías de Carirubana y del municipio Falcón. Desde el 2005 trabaja como docente en la Universidad Politécnica Territorial “Alonso Gamero”. Es locutora profesional y lectora asidua, aunque confiesa que le debe muchos libros a la vida. Sus artículos de opinión han sido publicados en la prensa regional, en diarios de circulación nacional y en el portal web Aporrea. En los años 2009, 2012, 2013 y 2015 ganó el Premio Regional de Periodismo que otorga la Gobernación del estado Falcón. En el 2015 obtuvo el Premio Estadal y el Premio Municipal de Periodismo, conferidos por el Consejo Legislativo del estado Falcón y la Alcaldía de Miranda, respectivamente. Así mismo, fue reconocida con el Premio Estímulo a la Investigación Iutagista en los años 2012 y 2015. Actualmente suma su escritura en dos blogs de su autoría: Mujer, miel y salmuera, y Ser en Comunicación.


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