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Editorial

Las herederas de Ixkik’

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El 8 de marzo es el Día Internacional de la Mujer, conmemoración cuyo origen se remonta a la decisión de la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas (Copenhague, 1910) de establecer esa fecha como Día Internacional de la Mujer Trabajadora, en recuerdo de la huelga que obreras textiles realizaron en Nueva York, Estados Unidos de Norteamérica, en 1857, para protestar por las condiciones en que laboraban.

Luego de muchos años de lucha de las mujeres trabajadoras por sus derechos, en muchas partes del mundo, la reivindicación del reconocimiento del rol de las mujeres en general, ya no solamente de las obreras fabriles, transformó al 8 de marzo en día símbolo de la acción por la igualdad. Así, en 1975, la Asamblea General de las Naciones Unidas instituyó esta fecha para reflexionar, celebrar e impulsar acciones hacia la igualdad de género, ante las inequidades existentes en diferentes ámbitos en los cuales se desenvuelven las mujeres en prácticamente todo el mundo.

En Guatemala, la lucha de las mujeres por sus derechos tiene raíces propias, no ajenas ni muy distintas a la brega de las mujeres de otras partes del planeta, pero con fuertes e indesligables vínculos con los combates históricos del pueblo guatemalteco por la democracia, social y política.

Pero, además, desde 2017 el 8 de marzo se transformó en Guatemala en un símbolo lacerante de la iniquidad y la desvergüenza de una sociedad degradada, capaz de sacrificar la vida de niñas y adolescentes ante el altar de la

incuria, la incompetencia y la irresponsabilidad del conjunto de la institucionalidad del Estado. En efecto, este 8 de marzo se cumple el bochornoso primer aniversario del holocausto de las 41 niñas y adolescentes, muertas a causa del incendio ocurrido en esa fecha en el Hogar Virgen de la Asunción.

Si bien hay un proceso judicial en curso por este caso, en el cual se enjuicia a funcionarios de diversas instituciones del Estado que habrían tenido –en diverso grado– responsabilidad directa en la tragedia lo cierto es que, en medio de la profunda crisis política e institucional que vive el país, las amargas lecciones que dejó el sacrificio de las niñas y adolescentes siguen sin tener visos de ser asimiladas en toda su profundidad por la sociedad guatemalteca.

En este 8 de marzo, fecha de lucha y no de superficial manipulación mercantilista, las y los guatemaltecos tenemos un llamado inequívoco a sumarnos a la acción unida por la igualdad y contra la discriminación, por la democracia social y política, por la justicia y contra la impunidad.

En este 8 de marzo, las y los universitarios de Guatemala tenemos el deber de recordar nuestra deuda moral con las niñas y adolescentes sacrificadas en el Hogar Virgen de la Asunción.

A ellas, herederas de la mítica doncella maya Ixkik’ cuyos hijos, Junajpu e Xbalanke, derrotaron a los señores de Xibalba, van dedicadas estas líneas.

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