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Editorial

Variaciones sobre la consulta popular

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El domingo 15 de abril se produjo en Guatemala un ejercicio ciudadano, la consulta popular sobre la vía a seguir respecto del reclamo territorial a Belice, que abre abundantes veredas para la reflexión sobre la vida misma de la sociedad guatemalteca, sobre sus múltiples como agudas contradicciones, sobre los caminos para encararlas y eventualmente superarlas, así como –de forma puntual y particular– sobre las responsabilidades que tenemos las y los universitarios sancarlistas en esa compleja, abigarrada, caleidoscópica, realidad nacional.

Trasciende las posibilidades de un espacio editorial tan breve como éste, la sola pretensión de enumerar exhaustivamente esas veredas reflexivas. Baste decir, a título ilustrativo, que la consulta popular del 15 de abril puso al descubierto tanto las luces como las abundantes sombras de lo que, convencionalmente, puede llamarse “democracia a la guatemalteca”.

En efecto, esa sola arista del asunto aportaría material suficiente para escribir un extenso ensayo sobre la relación entre participación-abstencionismo, o sobre la información-desinformación-ignorancia, también acerca de la responsabilidad ciudadana en la decisión sobre el objeto de la consulta, y un largo etcétera de consideraciones de ese orden: el hecho mismo de que, como cabía esperar, se produjera un ausentismo del 74 por ciento ofrece material abundante para la reflexión de cara al futuro de esta “democracia a la guatemalteca”. Digamos, nuevamente en afán ilustrativo, que si bien la participación ciudadana fue

baja y sin llegar a los límites de la edulcoración analítica, no puede dejar de reconocerse que –puesta en la perspectiva de la breve historia de los referendos en Guatemala– la asistencia a las urnas fue mayor que la esperada: ¿cómo explicar ese dato de signo positivo?

Sin duda en ese resultado jugó un papel importante, como aparentemente ocurrió también durante los comicios generales y presidenciales de 2015, la horizontalización de las comunicaciones sociales a través de los medios electrónicos inalámbricos. Más que la convocatoria de los medios tradicionales –realmente exigua– o la deslucida gira presidencial que intentó capitalizar para sí y su alicaída imagen el referendo, parece haber influido el debate –limitado y tardío, pero debate al fin– a través de las redes sociales, el cual habría estimulado la participación, sobre todo de segmentos poblacionales de maduros a mayores que aún alcanzaron a ser tocados por la mitológica como infundada expresión: “Belice es nuestro”. (Queda para el trabajo más detenido de politólogos y estadísticos el análisis de las tendencias de participación de las generaciones más jóvenes, crecidas ya con la imagen del mapa nacional sin el territorio del país vecino. Lo evidente, el día mismo de la consulta, fue la limitada asistencia de la población juvenil).

Como quiera que se haya configurado el mapa de participación, por edades o territorialmente analizado, lo cierto es que una asistencia de más del 25 por ciento otorga

carta de legalidad (aunque sea discutible si de legitimidad) al mandato de Estado para acudir ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) para dirimir el litigio planteado a Belice. Los pasos hacia adelante en ese proceso lucen bastante dilatados y son objeto de conocimiento de un grupo muy acotado de personas versadas en esas lides. Pero hay una decisión muy clara del casi 96 por ciento de los votantes a favor del SI: la mayoría de guatemaltecos asistentes a las urnas desean un arreglo jurídico definitivo y la delimitación clara de las fronteras.

Es verdad que una parte de esos votos habría sido inducida por una engañosa como perversa campaña a través de redes sociales, en el sentido de que votar por el SI permitiría “recuperar Belice”. Y es aquí donde se abre una lección y un desafío para las y los universitarios.

La lección se refiere, una vez más, a cómo se acude al retorcimiento de la historia y la manipulación de su desconocimiento, por parte de sectores oscuros que se resisten a que Guatemala dé nuevos pasos reales hacia su convivencia democrática interna y el establecimiento de relaciones de paz y cooperación con los países vecinos. ¡Aún hay voces de trasnochados reclamando Chiapas y Soconusco!

Frente al oscurantismo, que explota y fomenta la ignorancia, el desafío abierto para las y los universitarios, precisamente en temas con el de Belice, es estudiar y difundir desde la ciencia las verdades palmarias de la historia. En San Carlos tenemos un lema, que es un verdadero mandato moral: “Id y enseñad a todos”.

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