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¿Pro conflicto o pro resolución?8

Álvaro Castellanos Howell elPeriódico

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Quizás es una osadía opinar de algo tan complejo, con tanta historia detrás, y con posiciones tan encontradas entre quienes cuentan esa historia.

Opinar sobre el tema de Belice, sin el bagaje informativo y cultural que requiere, es meterse en un derrotero sin destino conocido.

Más aún, si se pertenece a las generaciones que nos acostumbramos a escuchar de dicha materia, tan solo en cursos de geografía.

Por eso, no opino sobre el fondo del conflicto.

Pero es menester reconocer que tenemos una disputa jurídica. Es seria y con consecuencias. Primero la acarreamos con el Reino Unido y luego, directamente con Belice.

De esto último, es decir, de mantener una disputa, y no resolverla, es de lo que sí quiero opinar.

Me hizo llegar el ilustre abogado Rolando Palomo, el libro escrito por otro reconocido jurista sobre el famoso reclamo territorial, insular y marítimo. Me refiero al texto de Gustavo Adolfo Orellana Portillo. (hay una versión electrónica gratuita de este texto, de más de 200 páginas en www. minex.gob.gt).

Sirve para darse cuenta del escalamiento del secular conflicto (o mejor dicho “secular y medio”, pues esta estéril disputa tiene más de 150 años).

Quince décadas completas han visto desfilar entre los beliceños y nosotros, convenciones incumplidas, correspondencia

8. Publicado el 13 de abril de 2018. Disponible en https://elperiodico.com. gt/opinion/2018/04/13/pro-conflicto-o-pro-resolucion/

diplomática, propuestas sin respuestas, declaratorias unilaterales, mediaciones y conciliaciones fallidas, políticas de descolonización, sentencias de tribunales internos, una “Clarinada”; y hasta por supuesto, lo peor: conatos bélicos (rápidamente apaciguados con la apabullante superioridad militar británica representada, en la ocasión que yo más recuerdo, por los letales Harriers).

Hoy se escuchan a lo interno de Guatemala, ciudadanos que con toda convicción y buena fe, consideran una afronta nacional ir a la Corte, por y con Belice, por toda esa historia construida con desconfianza, incumplimientos y desdenes recíprocos. Pero paradójicamente, justo por eso, y por nada más, los opositores del acuerdo sometido a consulta este próximo domingo deberían votar que sí. Nadie más, y nadie mejor, podrá atender estos argumentos, si méritos tienen, que un tribunal imparcial e independiente.

Y en el estado de situación actual del Derecho Internacional, no hay ninguna otra forma más civilizada y pacífica de resolver esta controversia que mediante la Corte Internacional de Justicia.

Destronemos nuestra inveterada práctica de no resolver los conflictos. Suficiente tenemos con los irresolutos problemas internos.

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