PARQ U E M A
G I C O
TITO Y SAUL SALVAN EL
PARQUE MAGICO
JOHNNY VARGAS DURAN
para sAUL
Tito era un abuelo amable y sereno.
Su rostro, marcado por algunas arrugas y una chispa de vitalidad en la mirada, reflejaba el paso del tiempo.
Mantenía una postura recta que mostraba tanto su fortaleza física como su conocimiento.
Junto a él corría su nieto Saúl, un niño de tres años con una energía contagiosa. De cabello castaño lacio, y ojos grandes y curiosos, Saúl veía el mundo con asombro en cada paso que daba. Tito amaba pasar el tiempo con Saúl, y juntos formaban un dúo inseparable.
Una tarde soleada decidieron volver a visitar el parque cercano, uno de sus lugares favoritos. Cada vez que llegaban, Saúl se detenía unos segundos a observar la torre en construcción que se alzaba cerca del parque.
Le fascinaba ver las grúas y los trabajadores construyendo ese enorme edificio que crecía día a día.
Sin embargo, algo estaba mal...
Al llegar, el parque que siempre había sido tan alegre y lleno de vida, estaba ahora inusualmente silencioso.
Los árboles no se movían, las flores estaban caídas y los animales no salían a recibirlos como de costumbre.
-Abuelo, ¿por qué el parque está triste?preguntó Saúl preocupado mientras miraba alrededor con sus grandes ojos llenos de confusión.
Tito frunció el ceño mientras caminaba con paso firme. Sabía que algo no andaba bien.
-No lo sé, pequeño- respondió observando los alrededores con cuidado. Pero averiguaremos qué pasa.
Justo cuando se acercaban más al centro del parque, su vecina llamada Pily corrió hacia ellos desde la esquina. Pily, con su pelo trenzado y sonrisa juguetona, se unió al dúo justo cuando vieron a Kiwi, un simpático conejo café que siempre jugaba con Saúl.
-¡Kiwi! -gritó Saúl corriendo hacia él
-¿Qué te pasa?-
-El parque está en problemas - dijo Kiwi con una voz apagada.
-Alguien dejó mucha basura por todo el lugar y ahora las flores están sufriendo, y los animales no pueden jugar. Todo aquí ha perdido su brillo-
Saúl miró a su alrededor y vio papeles, bolsas y botellas de plástico esparcidas por el suelo. Su corazón compasivo se llenó de tristeza al ver que su parque especial estaba tan sucio. Sabía que tenía que hacer algo para ayudar. -¡No podemos dejar que el parque siga así, abuelo!dijo Saúl decidido -¡Vamos a limpiarlo!-
Tito sonrió con orgullo. Sabía que su nieto tenía un gran corazón, y le alegraba ver cómo estaba dispuesto a ayudar.
-Tienes razón, pequeño- respondió Tito mientras se agachaba a recoger una bolsa de plástico.
Si cuidamos el parque, él volverá a ser tan hermoso como siempre.
Saúl comenzó a recoger la basura con sus pequeñas manos, y Pily y Tito lo siguieron. A medida que trabajaban, el ambiente alrededor comenzó a cambiar.
Las flores que antes estaban caídas comenzaron a enderezarse, mostrando sus colores vibrantes nuevamente.
Los árboles empezaron a susurrar al viento, y recibían los abrazos del pequeño, mientras los animales que antes estaban escondidos comenzaron a salir de sus madrigueras, incluyendo las innumerables ardillas.
-¡Mira, abuelo!- dijo Saúl, señalando las flores que ahora se movían al ritmo del viento.
-¡El parque está volviendo a la vida!-
-Así es, pequeño- dijo. El parque nos muestra lo importante que es cuidar la naturaleza. Todo lo que vive aquí necesita nuestro respeto y nuestro amor.
Cuando terminaron de recoger toda la basura, el parque había recuperado su brillo. Las flores estaban radiantes, los animales jugaban felices y el viento susurraba suavemente entre los árboles.
Penny Lane, un perro juguetón, corrió hacia ellos saltando de alegría. Choco, la gata, junto con Mochi y Cocoa, se acercaron también, ronroneando mientras caminaban con elegancia.
-Lo hicimos, abuelodijo Saúl abrazando con fuerza a Tito.
-¡Salvamos el parque!-Lo hicimos juntosrespondió Tito acariciando la cabeza de su nieto con ternura. -Siempre recuerda que, aunque seas pequeño, puedes hacer una gran diferencia si tienes un buen corazón-
Mientras el sol comenzaba a esconderse detrás de las colinas, Tito, Saúl y Pily caminaron de la mano hacia la salida del parque, dejando atrás un lugar que ahora brillaba más que nunca y viendo de reojo la construcción de la torre que tanto le gustaba a Saúl.
Sabían que siempre habría más aventuras por vivir, pero lo más importante era que aprendieron una lección invaluable ese día: cuidar de la naturaleza era cuidar de ellos mismos