Mi historia Mi nombre es Gloria Isabel López Martínez, nací un 17 de mayo de 1995 soy originaria de Guadalupe y soy la primogénita de la unión matrimonial entre Isabel y Ernesto. Crecí a lado de mis padres y mis abuelos paternos, mi entorno familiar siempre ha sido agradable, las muestras de afecto no son muy comunes en mi hogar, sin embargo se sienten el cariño de los otros. Ahora considero que este es uno de los motivos por los cuales me cuesta tanto trabajo expresar mi cariño hacia las otras personas, aun cuando sienta efecto hacia ellos, prefiero guárdalo para mí. Antes de ingresar a preescolar mi convivencia se limitó únicamente a las relaciones que surgían en mi contexto familiar y específicamente con mi mamá, ya que la mayoría del tiempo nos encontrábamos solas en casa, debido a que mis abuelos y mi papá trabajaban hasta tarde, así pues, crecí sin la convivencia de los niños de mi edad, algunas veces jugaba sola, algunas otras con mi mamá. Cuando ingrese a preescolar las relaciones con mis compañeros no fueron de todo favorables, solía ser una niña apartada del resto, podía jugar un rato con ellos, pero la mayoría del tiempo prefería estar sola, no me gustaba realizar actividades que implicaban esfuerzo físico, tenía preferencias por las actividades que no requerían mucho movimiento, como lo son dibujar, escribir, ver televisión. Y bueno hasta la fecha, me sigue gustando mucho estar en mi casa, disfruto bastante platicar con mi mamá, pensar a solas en mi habitación hasta quedarme dormida, es mi pasatiempo favorito. Ahora entiendo porque la parte social, no está muy desarrollada en mí, ya que entablar conversaciones con personas desconocidas me resulta complicado, algunas veces hasta incómodo. Tal vez soy una mujer de muchas palabras pero sólo con las personas que han ganado mi confianza, con aquellas con las que siento que realmente vale la pena hablar. Mi mamá siempre cuenta que todas las noches lloraba, desde el primer día de nacida hasta los 8 años más o menos, la causa es desconocida por todos, pero he llego a suponer que llorar se volvió una costumbre, una
necesidad, puesto que al llorar mis padres y demás personas cercanas a mí, se preocupaban, me mimaban, me consentían, y es lógico si todo el día lo hacía, porque no hacerlo de noche también. Ahora llorar sigue siendo mi vicio, el peor de todos tal vez, ya no lloro con la misma frecuencia, pero cada vez que tengo un problema, una preocupación, estrés, coraje, miedo, angustia, lo libero a través del llanto, inclusive hay veces que sólo siento ganas de llorar sin ningún motivo aparente, intento contenerme, pero la mayoría de las veces, resulta en vano.