El adiós Aquel día inicié mi clase con un conocido título: “Días contados”. Era el principio de mayo. Y vosotros me mirabais incrédulos, inmunes a la evidencia del fin, absortos en la vorágine turbia de exámenes, sumidos en la urgencia de la prueba de hoy. ¡Cómo me recordabais a mí en momentos semejantes de tiempos irremediablemente idos! Sólo ávidos de futuro, cruzando a la carrera la meta del presente. Paré vuestros relojes, y proyecté ese instante unos años después. Cuando el tiempo se adelante
y vuestra vida sea otra, un momento cerraréis los ojos para contemplar la imagen de estos días en los que se consume una edad de oro y de hierro. Os veréis aquí sentados con los ojos brillantes de ilusión y cansados de estudio. Sí, mirad como os miraréis entonces. Y luego apurad la copa hasta el último sorbo. Sabed que no volverá este día del adiós.