La metamorfosis (Die Verwandlung) 1915 “Cuando un libro se inicia, como La metamorfosis de Kafka, proponiendo: «Al despertar Gregorio Samsa una mañana, tras un sueño intranquilo, encontróse en su cama convertido en un monstruoso insecto», al lector, a cualquier lector, no le queda otro remedio que decidirse, lo más rápidamente posible, por una de estas dos inteligentes actitudes: tirar el libro, o leerlo hasta el fin sin detenerse.” Augusto MONTERROSO, Movimiento perpetuo.
Kafka escribió La metamorfosis en 1912. Fue publicada en 1915, primero en una revista, Weisse Blatter, luego en libro en la editorial Kurt Wolff, de Leipzig. El editor llamaba al relato “la historia de la chinche”. Kafka quería publicarla con otros relatos suyos, La condena y El
fogonero. En español, se puede traducir por “La metamorfosis” o “La transformación”, título con el que ha aparecido en alguna ocasión. No obstante, y como advirtió J.L. Borges, la traducción correcta es La transformación. En alemán también existe la palabra Metamorphose, y, puesto que Kafka no emplea ésta, sino la de Verwandlung, no se debe traducir por metamorfosis lo que es una transformación. La filología ha visto en La Metamorfosis la obra más significativa de Kafka. Se encuentran contenidos en ella los
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motivos literarios más frecuentes y la problemática más característica de toda su obra:
• Tema: identidad
la
pérdida
de
extraviado
un
en
incomprensible,
de
hombre,
un
mundo
la
soledad,
y
angustia, desaliento. • Protagonista: acorralado,
sin
un
ser
posibilidad
de
reaccionar, incapaz de encontrar una salida si no es la muerte como única liberación. • Acción prácticamente nula. Kafka
nos
instala
frente
al
absurdo y nos deja girando sobre él, como en las pesadillas… • Carácter simbólico de lo absurdo, cuando florece en la vida cotidiana sin una explicación razonable. • Estilo:
sobrio,
equilibrado,
impasible,
capaz
de
transmitirnos sin ningún aspaviento, los hechos más insólitos. Als Gregor Samsa eines Morgens aus unruhigen Träumen erwachte, fand er sich in seinem Bett zu einem ungeheueren Ungeziefer verwandelt. Er lag auf seinem panzerartig harten Rücken und sah, wenn er
den
Kopf
ein
wenig
hob,
seinen
gewölbten, braunen, von bogenförmigen Versteifungen geteilten Bauch, auf dessen Höhe sich die Bettdecke, zum gänzlichen Niedergleiten bereit, kaum noch erhalten konnte. Seine vielen, im Vergleich zu
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seinem sonstigen Umfang kläglich dünnen Beine flimmerten ihm hilflos vor den Augen.