Estudios biográficos sobre José Eleuterio González

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Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Hermegildo Dรกvila


ESTUDIOS BIOGRÁFICOS SOBRE EL CIUDADANO DOCTOR,

JOSÉ ELEUTERIO GONZÁLEZ, ESCRITOS Y DEDICADOS AL MISMO POR

HERMENEGILDO DÁVILA, ALUMNO DEL COLEGIO CIVIL, MONTERREY,

IMPRENTA DEL GOBIERNO a cargo de Viviano Flores, 1869. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Jesús Ancer Rodríguez Rector Rogelio G. Garza Rivera Secretario General Rogelio Villarreal Elizondo Secretario de Extensión y Cultura Celso José Garza Acuña Director de Publicaciones Adalberto Arturo Madero Quiroga Compilador Padre Mier No. 909 poniente, esquina con Vallarta Monterrey, Nuevo León, México, C.P. 64000 Teléfono: (5281) 8329 4111 / Fax: (5281) 8329 4095 e-mail: publicaciones@uanl.mx Página web: www.uanl.mx/publicaciones Primera edición, 2013 © Universidad Autónoma de Nuevo León © Fundación Lazos para la Vida Digna ISBN: 978-607-27-0103-8 Reservados todos los derechos conforme a la ley. Prohibida la reproducción total y parcial de este texto sin previa autorización por escrito del editor Impreso en Monterrey, México Printed in Monterrey, Mexico

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Hermegildo Dávila


ESTUDIOS BIOGRÁFICOS SOBRE EL CIUDADANO DOCTOR,

JOSÉ ELEUTERIO GONZÁLEZ,

Hermenegildo Dávila Hermegildo Dávila

Adalberto Arturo Madero Quiroga Edición y notas

UNIVERSIDAD A UTÓNOMA DE N UEVO L EÓN M ONTERREY , N UEVO L EÓN , 2013 5


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Hermegildo Dรกvila


Índice 9

Introducción Semblanza de Hermenegildo Dávila González

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Estudios biográficos sobre el ciudadano doctor, José Eleuterio González, por Hermenegildo Dávila I.

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Reflexiones. Su nacimiento, sus estudios y su venida a Monterrey

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II.

Su enlace. Varios nombramientos

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III.

Fundación del Colegio Civil

43

IV.

Fundación del Hospital Civil

47

V.

Poesías encomiásticas. Restablecimiento del Colegio Civil

51

VI.

Decreto declarándolo Benemérito del Estado de Nuevo León- Poesía

61

VII.

Sus obras

71

VIII.

Sus obras poéticas

75

IX.

[Sus discursos]

89

X.

Sus caracteres

97

XI.

Epílogo

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Cronología del Dr. José Eleuterio González 1813-1869

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Bibliografía mínima

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Estudios biográficos, José Eleuterio González

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introdUcción

H

ace dos siglos nació en la ciudad de Guadalajara, Jal., un hombre que habría de sentar las bases para el desarrollo científico y humanístico de Nuevo León y el noreste: José María

Reymundo Eleuterio González Mendoza. Siendo aun estudiante de Medicina, el joven Eleuterio se establece definitivamente1 en Monterrey a finales de 1833, con menos de 20 años de edad. Se tituló de médico en 1842. El 29 de diciembre de 1850 es electo segundo diputado suplente al Congreso del estado de Nuevo León; el 27 de febrero de 1851 es nombrado magistrado suplente del Tribunal del Justicia de esta entidad, y meses más tarde se le designa vicepresidente del Consejo de Salubridad.2 Al reabrirse el Colegio Civil en 1866, que estuvo ocupado por

las tropas francesas cuando tomaron la ciudad, es nombrado director de dicho plantel.3 El 20 de febrero de 1867, como reconocimiento a su obra filantrópica y humanística, se le declara Benemérito del Estado, durante 1. En virtud de que la legislación era muy flexible, en esos años casi cualquier persona que tuviera conocimientos elementales de medicina podía obtener permiso del gobierno estatal para ejercerla empíricamente, Gonzalitos rápidamente comienza a ejercer, siendo aceptado por un nutrido grupo de pacientes. 2. Él había sido su principal gestor, lo concebía como el pilar fundamental para llevar a cabo la construcción de un hospital civil que, además de brindar asistencia médica a cientos de pacientes, principalmente humildes, sirviera para las prácticas clínicas de los estudiantes de la escuela de Medicina que también se proponía fundar en dicho espacio. El Consejo sería presidido por el gobernador en turno, aunque en realidad todo el peso de la responsabilidad caería en el vicepresidente, cargo que ostentó el doctor González hasta sus últimos días. 3. Dos veces sería director del Colegio Civil, la primera de 1866 a 1873, y la segunda de 1875 a 1876. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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la gubernatura del licenciado Manuel Z. Gómez. Y En 1869 nuevamente es electo diputado local propietario. Esta publicación constituye la primera biografía del doctor José Eleuterio González, impresa cuando éste tenía 56 años de edad. Si bien es cierto que desde su juventud adquiere simpatía y reconocimiento por su actividad filantrópica, de ahí el sobrenombre cariñoso de “Gonzalitos”, también lo es, que para entonces, 1869, apenas comenzaba a descollar como escritor incesante de textos médicos e históricos, a ocupar cargos importantes en la administración estatal, así como recibir los reconocimientos públicos que lo hicieron trascender a través del tiempo. Lo que sí es pertinente destacar es que para entonces ya había materializado los dos proyectos que le “habían costado tantos desvelos”: la Escuela de Medicina y el Hospital Civil. Cuando promueve la erección del nosocomio, a fines de 1859, expresó que era la preliminar indispensable para fundar la referida escuela, por lo que debemos considerarlo el pionero en procurar la coalición entre enseñanza y asistencia, “para el alivio de la humanidad doliente”. Desde luego, no está de más señalar el papel preponderante que juega en la organización y desarrollo inicial del Colegio Civil, del que además de profesor llegó a ser su director por dos períodos, y del Consejo de Salubridad del estado. Con estos nobles esfuerzos y la dedicación a la enseñanza y la asistencia médica, serían suficientes méritos para considerarlo pieza clave del desarrollo científico y cultural del Nuevo León decimonónico, sin embargo, desde la fecha en que se edita este opúsculo y hasta su muerte, en 1888, este sabio médico transita por la esfera política de la entidad, al ser nombrado diputado local y gobernador del Nuevo León, en un par de ocasio10

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nes. Su vida política fue breve –se corta en 1875- y llena de sinsabores como lo confesará al autor de esta biografía, no así su fase de escritor y profesor de medicina, actividades que desarrollará hasta sus últimos días y que jamás interrumpió a pesar de la ceguera y los achaques propios de su edad avanzada.4 Su actividad como docente, tanto de bachilleres como de estudiantes de medicina y farmacia, la inicio desde su juventud, antes de cumplir dos años en Monterrey, ya había organizado una cátedra para formar farmacéuticos, en contraste, su otra importante faceta, la de escritor y divulgador de obras clásicas, tanto de historia como de medicina, comienza en su plena madurez, casi a los 50 años, lo que no obstó para que publicara una vasta obra que hoy en día resulta difícil enumerar y reseñar en unas cuantas páginas.5 Para cuando se imprime esta biografía, Gonzalitos apenas había redactado un informe sobre las epidemias que habían azotado a Nuevo León (1854, a solicitud del Ministerio de Gonernación6, aunque es un texto de carácter oficial, posee gran validez histórica en cuanto a los datos y pormenores que presenta; diez años después redacta 4. Es importante mencionar que era tanto el apreció y consideraciones de sus alumnos que cuando el sabio médico comenzó a tener problemas en su vista, varios le ayudaron a leer, escribir, buscar notas y apuntes, entre ellos, Hermenegildo Dávila, quien es considerado su amanuense. 5. Entre 1885 y 1887, el gobierno de Nuevo León publicó la mayor parte de sus escritos con el título de Obras Completas, la cual consta de siete volúmenes; con la siguiente estructura temática: Tomo I Colección de Discursos, 1885; Tomo II Colección de Noticias y Documentos para la Historia de Nuevo León, 1885; Tomo III, Primera parte, Lecciones orales de Historia de Nuevo León, 1887; Tomo III, Segunda parte, Apuntes para la Historia Eclesiástica de las Provincias que formaron del Obispado de Linares, 1887;Tomo IV, Primera parte, Cartas del Doctor Fray Servando Teresa de Mier al Cronista de Indias Dr. D. Juan Bautista, 1887;Tomo IV, Segunda parte, Cartas del Dr. Fray Servando Teresa de Mier (bajo el seudónimo de un americano), 1888; y, Tomo V Biografía del Benemérito Mexicano Fray Servando Teresa de Mier, 1887. 6. “Informe sobre epidemias y endemias en Nuevo León”, Archivo General del Estado de Nuevo León, AGENL, caja 1 “Salud” 1850-1866, 5 de abril de 1854. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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una semblanza histórica sobre el origen y el establecimiento del Hospital Civil7; un año antes publica su primer libro de ciencias médicas, el Tratado Elemental de Anatomía General8 en 1865, expone un estudio sobre la mosca hominívora9 y, un año después, el Método curativo del Cólera Morbo.10 En los dos últimos años que anteceden a este opúsculo, el sabio filántropo escribiría dos de sus más importantes obras históricas: Colección de noticias y documentos para la historia del Estado de Nuevo León (1867)11 y Lecciones orales de Cronología (1869)12. La primera le valdría el reconocimiento de la Sociedad de Geografía y Estadística de México –que en 1855 lo había aceptado como miembro corresponsal– y el mérito de formar parte de las fuentes históricas que sirvieron de referencia a la obra México a través de los siglos, coordinada por Vicente Riva Palacio y publicada por primera vez en 1884(Espasa y Compañía –España- y J. Ballescá y CompañíaMéxico-), quien en el tomo II al referirse a la etapa virreinal menciona 7. “Breve relación del origen, progreso y estado actual del Hospital Civil de Monterrey”, AGENL, caja 1 “Hospital González” 1824-1893, Monterrey, 27 de diciembre de 1864. 8. Tratado Elemental de Anatomía General, Imprenta del Gobierno a cargo de Viviano Flores, Monterrey, 1863. 9. La mosca hominívora. Disertación leída en la Academia Médico Farmacéutica de Monterrey, la noche del 3 de marzo de 1865, por el profesor de Medicina y Cirugía D. José Eleuterio González. Adicionado por él mismo en 1873, Monterrey, Imprenta del Gobierno, 1873. 10. Método curativo del Cólera Morbo, Monterrey, 1866. 11. Colección de noticias y documentos para la historia del Estado de Nuevo León, corregidos y ordenados, de manera que formen una relación seguida, Tipografía de Antonio Mier, Monterrey, 1867. 12. Lecciones orales de Cronología, dadas por el C. Eleuterio González en el Colegio Civil de Monterrey, Imprenta del Gobierno, Monterrey, 1869. 12

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la Colección de noticias…, para recrear las insurrecciones de los indios en el Nuevo Reino de León. La segunda para ser texto base de las materias de historia y civismo que se impartían en bachillerato del Colegio Civil. De hecho, una buena parte de su obra, principalmente la referida a las ciencias médicas, eran compilaciones para el uso de los estudiantes de medicina y farmacia, ya que una de las limitaciones con las que se encontró el doctor González era la falta de textos actualizados y escritos en español, al dominar varias idiomas se le facilitó recuperar en dichos textos los estudios y autores más destacados de su época, sin dejar de lado, a muchos clásicos que no tenían mucha divulgación entre la comunidad científica de Nuevo León. Por lo tanto, su contribución a la enseñanza y asistencia médica no solo residió en la cátedra y la asesoría clínica permanente, sino que, sería uno de los primeros autores de libros de texto y de consulta para las diversas asignaturas que se impartieron en la Escuela de Medicina. El opúsculo está dividido en 11 capítulos, además de la presentación fechada el 15 de marzo de 1869: I. Reflexiones. Su nacimiento, sus estudios y su venida a Monterrey; II. Su enlace. Varios nombramientos; III. Fundación del Colegio Civil; IV. Fundación del Hospital Civil; V. Poesías encomiásticas. Restablecimiento del Colegio Civil; VI. Decreto declarándolo Benemérito del Estado de Nuevo León- Poesía; VII. Sus obras; VIII. Sus obras poéticas; IX. (Sin título, son cuatro discursos); X. Sus caracteres; y, XI. Epílogo. En la presentación, Dávila envía un mensaje al doctor González reconociendo que se siente muy honrado por haber elaborado este opúsculo, que es un estudio “sobre todos los actos de la vida de usted”. La obra es un pequeño obsequio por su profunda gratitud, Estudios biográficos, José Eleuterio González

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aunque con mucha modestia advierte que: “…un sabio en el rigor de la palabra, en vez de recibir esta producción escrita por una persona docta y concienzuda, tenga forzosamente que aceptarla de la pluma de un pasante de jurisprudencia, de un joven que apenas comienza a vislumbrar el escabroso campo de las bellas letras, y que todavía no tiene el tacto, el gusto, el criterio ni la fuerza de raciocinio que caracterizan a un escritor. Pero que siquiera sirvan mis líneas para que otro escriba de una manera brillante sobre la vida de Ud., que

la ciencia, un cariño profundo de sus conciudadanos y un laurel que conserve su nombre”.13 Se reconoce como “su amantísimo discípulo en bellas letras”. 14 En esta semblanza Dávila comienza narrando los primeros 20 años de su maestro y confidente, relación que de alguna manera le facilitó tener acceso a conocer detalles de su vida íntima, sobre todo de la infancia, así como los años previos de su llegada a Monterrey. De hecho, podemos considerar que los primeros capítulos fueron dictados por el propio maestro, por lo que buena parte del texto es una especie de “autobiografía”, ya que no hay otra explicación para que un joven con tan poca experiencia en la indagación histórica pudiera saber detalles personales de una persona que apenas comenzaba a gozar de prestigio social y político, y a quien sólo se había referido escasamente en los medios informativos de aquella época. En contraste, la información brindada sobre los años posteriores, si es un aporte valioso del licenciado Dávila, ya que contiene 13. y dedicados al mismo por Hermenegildo Dávila, alumno del Colegio Civil, Imprenta del Gobierno a cargo de Viviano Flores, Monterrey, 1869, p.5. 14. Ibid, p.6. 14

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testimonios, documentos y publicaciones originales. Sobre todo, rescata el papel del médico, docente y filántropo, que siempre estaba dispuesto a servir al prójimo e interesado en motivar a los jóvenes a dar el mejor de sus esfuerzos para abrazar una profesión, sobre todo, la de médico, la que consideraba era todo un apostolado y sacrificio personal en favor de la gente menesterosa. En cada capítulo, Hermenegildo no se cansa de reiterar que en este último aspecto, Gonzalitos era ejemplo viviente de amor al prójimo y de entrega total a la ciencia y la asistencia médica, lo mismo atendía gratuitamente decenas de pacientes cada día, que asesorar y apoyar a los estudiantes y jóvenes médicos, incluso muchos de ellos se asistían en su casa y utilizaban su biblioteca para consulta. Aunado esto con sus escritos alusivos a la moral, la ética, la belleza y la grandiosidad de los pensadores clásicos (desde los griegos hasta los renacentistas, sin dejar de lado diversos pasajes y personajes de la Biblia), el joven abogado nos retrata a un hombre de extraordinaria calidad humana. Según Dávila, la tarea humanística del joven Eleuterio iniciaría con su incorporación al Hospital de Nuestra Señora del Rosario, donde comenzó a atender a pacientes menesterosos que en aprecio le llamaron “Gonzalitos” y, su papel de mentor en 1835, cuando abrió una cátedra de Farmacia en la botica de dicho hospital. Prosigue la narrativa con otros hechos relevantes del biografiado, como su matrimonio en 1836 con Carmen Arredondo, y su rompimiento en 1841, debido a que ésta fue seducida por el general Mariano Arista, esa fue “la mayor amargura de mi vida” confesaría más tarde el médico humanista; su titulación de médico en 1842 y el establecimiento de la cátedra de medicina; la clausura por falta de fondos del Hospital de Nuestra Señora del Rosario en 1853; las gestiones para fundar el Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Hospital Civil en 1859; su reconocimiento como Benemérito en 1867; la actividad política como magistrado, diputado y vicepresidente del Consejo de Salubridad. Otro aporte importante de este primer ensayo biográfico es la reproducción de importantes discursos que pronunció el médico sabio en su carácter de director del Colegio Civil y de la Escuela de Medicina. A juicio de Dávila, el discurso más brillante y dotado de instrucción fue el que pronunció la noche del 31 de agosto de 1863, en la 3ª. distribución de premios. El primer aspecto que menciona es el referente a la historia: “…testigo fiel de lo pasado, de ese consejero imparcial y sabio de los gobernantes, de ese juez inexorable de los hombre públicos (…) los presenta cuales fueron para que vivan en la memoria de los hombres, coronados de gloria por sus virtudes, o cubiertos de ignominia por sus iniquidades (…) nos enseña a dirigir de la mejor manera nuestras acciones…”15 Otro punto que trata es sobre las cualidades que debía de poseer quien estudiara medicina: “Aquel de entre vosotros que dotado de un corazón sensible, sepa compadecer las miserias de sus semejantes, que tenga un entendimiento claro, inclinación al bien, grande amor al estudio y un espíritu fuerte que lo haga a propósito para desempeñar un gravísimo y difícil ministerio; dedíquese al muy útil aunque penoso y dilatado estudio de la medicina.”16 Sobre la jurisprudencia resalta: “Y el que haya recibido de la naturaleza un conocimiento instintivo de lo justo y de lo injusto, un juicio recto, un deseo insaciable de saber, una inteligencia clara y perspicaz y un invariable amor a la justicia, abrace desde luego el vasto y profundo campo de la jurisprudencia (…) Ciencia preciosa y 15. Ibid, p.53. 16. Ibid, pp. 53-54. 16

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eminente que desentraña de lo más recóndito la injusticia y la iniquidad y que señala claramente los derechos y deberes del hombre y de las naciones.”17 En cuanto al carácter de su biografiado, Dávila concluye: “Su trato es demasiado franco, chistoso e insinuante, siendo un depósito prodigioso de anécdotas y cuentecillos que aplica ingeniosa y hábilmente en circunstancias oportunas.(…) La prudencia es su carácter, la sensatez su guía, la reflexión su consejero, la amabilidad su escudo, la filantropía su tema, la virtud su consuelo, el afán y el trabajo su misión y la ciencia y la sabiduría su esperanza.”18 También resulta muy trascendente la recuperación que hace el autor de varias poesías del doctor González -quien lamentaba que la mayor parte se había perdido-, faceta poco conocida del sabio médico; con lo cual queda demostrado su perfil multidisciplinario y su vocación por las bellas letras. A la luz de las nuevas investigaciones en torno a su vida y obra, así como a la de otros personajes anteriores y posteriores a él, podemos concluir que el perfil histórico y la trascendencia humana de Gonzalitos sólo es comparable con lo realizado por Fray Servando Teresa de Mier, esperamos que la lectura de este estudio biográfico escrito hace 144 años motive a una indagación más profunda del médico benemérito y enriquezca nuestra visión sobre su legado humanístico y científico. Abonamos este trabajo como una modesta contribución en este merecido homenaje que se realiza con motivo del bicentenario de su nacimiento. Adalberto Arturo Madero Quiroga 17. Ibid, p.54. 18. Ibid, pp. 55-56. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Lic. Hermenegildo Dรกvila, 1846-1908, el biรณgrafo de Gonzalitos. 18

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sembLanza de HermenegiLdo dáviLa gonzáLez

N

ació en el Valle de la Mota (hoy General Terán, Nuevo León) el 13 de abril de 1846. Sus padres fueron Domingo Dávila y María Concepción González.1

Aprendió sus primeras letras al lado del presbítero Victoriano Dá-

vila, su tío, quien sembró en el niño Hermenegildo los conocimientos humanísticos, que a la postre lo convertirían en un escritor fecundo. Ingresó en 1860, como alumno fundador, al Colegio Civil, sin embargo, interrumpe temporalmente sus estudios durante el tiempo que los franceses ocupan la ciudad y convierten en cuartel a esta institución educativa. Sus primeros mentores fueron los licenciados Rafael Francisco de la Garza, Francisco Valdés Gómez y Ramón Treviño, quienes nunca le cobraron por sus servicios, al contrario, lo alentaron a continuar con su profesión. Sin embargo, es el doctor José Eleuterio González -quien fue su profesor de bellas letras-, el personaje que influiría decisivamente en su formación y vocación. Desde que era bachiller, acudía al sabio doctor para que leyera sus composiciones históricas y literarias, corrigiera sus versos y le recomendará alguna lectura. Fue tan entrañable la relación entre ambos, que cuando Gonzalitos comenzó a perder la vista, Dávila se convierte en su amanuense, para que el médico pudiera redactar sus obras históricas, científicas y literarias; incluso, vivió un tiempo en la casa de su gran maestro y amigo. 1. La mayor parte de sus datos biográficos fueron obtenidos de: Cavazos Garza, Israel, Escritores de Nuevo León. Diccionario Biobibliográfico, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 1996, p.111; y Diccionario Biográfico de Nuevo León, 2da. edición, Grafo Print Editores, S.A, Monterrey, 1996, p. 124; y Dávila González, Hermenegildo. Biografía del Doctor D. José Eleuterio González –Gonzalitos–, edición facsimilar, prólogo de Aureliano Tapia Méndez, Ediciones “Al Voleo”, Monterrey, 1975, pp.VII-XV. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Durante la intervención francesa desarrolló su estilo poético, y lo dejó patentado en diversas composiciones donde exaltó su espíritu cívico y nacionalista. Recientemente se ha mencionado que durante 1865 y 1866, escribió 42 poemas, “que alguna de sus hijas conservó y legó a sus descendientes, entre los que destacan 14 sonetos muy completos. En esta obra poética, de un joven de 19 años, y que en algunas de sus dedicatorias aparecen ya algunos de los apellidos de las familias más tradicionales de ese estado (Nuevo León), se ve plasmada la educación basada en los clásicos, muy propia de su tío sacerdote, pues aparecen en ella los personajes de la mitología clásica, así como el romanticismo de la época.” 2 Desde que se reabre el Colegio Civil en 1867, primero como alumno y luego como egresado y profesor del mismo, Dávila se convierte en uno de los declamadores durante las anuales reparticiones de premios, a través de inspiradas y prolongadas odas a la ciencia, el arte y los valores humanos. También se volvieron infaltables sus discursos y poesías en las fiestas organizadas en honor de Gonzalitos, con motivo de su onomástico. En el año referido reanudó su carrera de abogado, recibiendo el título en 1869. Fue durante algunos años catedrático de Historia y Literatura en el Colegio Civil, usando como texto para esta última materia sus Lecciones de Poética. Como columnista publicó diversos artículos políticos e históricos, principalmente en el periódico oficial del Gobierno del estado, así como en varios rotativos de la ciudad. 3 De esta manera, el joven Dávila compaginó a su profesión el ejercicio literario y periodístico, llegando a ser una de las plumas más leídas de Monterrey. Durante algún tiempo vivió en Montemorelos, Nuevo León, don2. Govela, Jesús M. “El biógrafo de Gonzalitos. Un escritor neoleonés oculto en la historia”, en: Relatos e historias en México, México, abril, 2011, pp.64-65. 3 Ibid, p.65. 20

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de publicó de mayo a junio de 1875, el periódico El Municipio y en 1878 llevó al teatro dos obras: “Escenas de la Intervención” y “Obras son amores”. En dicha población contrae nupcias con Emelia de la Garza Parás, quienes el 7 de octubre de 1876, son padres de una niña a la que llaman Octavia, sobre dicho acontecimiento Dávila escribió: “Son las tres de la mañana, hora en que acaba Emelia de dar a luz una niña que llevará el nombre de Octavia(…) En vista del cuadro que presenta nuestra desgraciada república, en que la desgarra la guerra civil promovida por una fracción que ataca al presidente legítimo: C: Lic. Sebastián Lerdo de Tejada, en vista de ese lúgubre cuadro, ¡cuántos sinsabores hace concebir el futuro! Sinsabores que irán a amargar hasta el corazón de la mujer. Dios quiera, hija mía, que llegues a ser feliz y que al leer, cuando grande, estos renglones, sepas que tu padre detesta con todo el corazón esa guerra cruel que no trae más que odios entre hermanos y ruina para todos.”4 A partir de 1880 publicó una gran cantidad de poemas, editoriales y disertaciones cívicas en varias revistas de Monterrey como: El Horario, Flores y Frutos, La Revista y la Revista de Monterrey de Desiderio Lagrange, considerado el primer periódico diario de esta ciudad. El 2 de enero de 1887 se traslada de nueva cuenta a Monterrey para residir en la calle de Hidalgo núm. 48, hasta los albores del siglo XX. Publicó también algunos discursos y una serie de artículos bajo el nombre “Nuevo León. Los pueblos del norte”, sin su firma, así como “Nuevoleoneses Ilustres” con el seudónimo de Gil Vilada en La voz de Nuevo León, desde finales de 1888 a mayo de 1889, tiempo en que publica una biografía del Padre Mier. A partir de 1890 ya firmó con su nombre y en varios artículos hace entrega de dos sendas biografías sobre el general Juan Zuazua y el doctor José Eleuterio González. Fue vocal del consejo de la Biblioteca Pública del Estado y por varios años Juez de Letras del Estado. 4 Ibid, p.66. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Finalmente, el 3 de julio de 1903 se regresa al puerto de Tampico, para desempeñar el cargo de notario público, donde fallece el 23 de mayo5 de 1908. En 1869, con motivo del homenaje al doctor González por el aniversario de su natalicio, el pasante en Jurisprudencia Hermenegildo Dávila González, leyó ante el festejado un perfil histórico que ese mismo año editó con el título de Estudios Biográficos sobre el ciudadano doctor José Eleuterio González. Escritos y dedicados al mismo por Hermenegildo Dávila alumno del Colegio Civil de Nuevo León (Monterrey, Imprenta del Gobierno a cargo de Viviano Flores, 1869). Es un escrito de 67 páginas, de 14 por 21 centímetros, cuyo contenido en buena parte se fue entretejiendo “a partir de una serie de conversaciones con el médico y humanista ejemplar.”6 El material de esta nueva edición, aumentado con viarias notas y apuntes que complementan el texto original, se publica 144 años después como un homenaje en el bicentenario del natalicio del doctor José Eleuterio González. Esta es la primera biografía del Benemérito, texto poco conocido y que en su tiempo tuvo una escasa difusión, ya que el propio autor escribiría 19 años más tarde, en 1888, un trabajo más completo y acabado sobre el sabio filántropo, y contó con mayor divulgación.7 Debemos reconsiderar la figura histórica y el legado cultural del licenciado Dávila, no sólo por su biografía acerca del doctor Gonzá-

5. Govela anota que según el diario de una hija de Dávila, éste murió en el mes de marzo, mismo día y año consignado por los historiadores citados. 6. Salazar, Humberto. “Nuevo León en 100 libros,” en: Covarrubias, Miguel (editor). Desde el cerro de la Silla, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 1992, p.360. 7. Véase: Dávila González, Hermenegildo. Biografía del Doctor D. José Eleuterio González –Gonzalitos– escritas por su discípulo en Bellas Letras…Tipografía del Gobierno en Palacio, a cargo de Viviano Flores, Monterrey, 1888. 22

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lez, y ser “el discípulo que tanto amaba al maestro”, 8 sino, por ser un incesante escritor “quien pudo, en sus obras esparcidas en la prensa, haber legado varios volúmenes a las letras nuevoleonesas.”9 Es justo recobrar su memoria y considerarlo como “uno de los nuevoleoneses más distinguidos en la segunda mitad del siglo XIX.”10 Sus obras más importantes son: Lecciones de poética, escritas para los alumnos del Colegio Civil, Imprenta del Gobierno a cargo de Viviano Flores, Monterrey, 1868. Estudios biográficos sobre el ciudadano Doctor José Eleuterio González, escritos y dedicados al mismo por Hermenegildo Dávila, alumno del Colegio Civil de Nuevo León, Imprenta del Gobierno a cargo de Viviano Flores, Monterrey, 1869. Escenas de la intervención, teatro inédito, 1878. Obras son amores, teatro inédito, 1878. Catecismo geográfico, político e histórico de Nuevo León, arreglado para uso de las escuelas de primeras letras, Tipografía del Comercio, A. Lagrange y Hno., Monterrey, 1881. Biografía del Doctor José Eleuterio González- Gonzalitos. Escrita por su discípulo en bellas letras, Tipografía del Gobierno en Palacio, Monterrey, 1888. Biografía del Sr. General Don Juan Zuazua. Tipografía calle del Dr. Mier, núm. 70, Monterrey, 1892. Cartilla histórica de Nuevo León, Escrita para el uso de las escuelas primarias, Tiopografía de Ramón Díaz, Monterrey, 1897. 8. Garza Cantú, Rafael. Algunos apuntes acerca de las letras y la cultura de Nuevo León en la centuria de 1810 a 1910, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1995, p. 413 9. Ibid, p. 418. 10. Salinas Quiroga, Genaro. Historia de la cultura nuevoleonesa, Ed. Ricardo Covarrubias, Monterrey, 1981, p.127. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Casa de Ud., Marzo 15 de 1869. Sr. Dr. D. José Eleuterio González.

Presente. Inolvidable maestro: He querido, señor, para honra mía, presentar a Ud. este opúsculo. Es un estudio sobre todos los actos de la vida de Ud., que me ha proporcionado el más grande placer, coronado por el inefable gozo de atreverme a ofrecérselo como un pequeño obsequio de mi profunda gratitud. Una cosa siento sobre manera, y es, que Ud., un sabio en el rigor de la palabra, en vez de recibir esta producción escrita por una persona docta y concienzuda, tenga forzosamente que aceptarla de la pluma de un pasante de jurisprudencia, de un joven que apenas comienza a vislumbrar el escabroso campo de las bellas letras, y que todavía no tiene el tacto, el gusto, el criterio ni la fuerza de raciocinio que caracterizan a un escritor. Pero que siquiera sirvan mis líneas para que otro escriba de una manera brillante sobre la vida de Ud., que ciertamente puede servir de modelo al que se proponga ser benéfico, virtuoso, sabio y filósofo; al que se proponga alcanzar, por medio de la ciencia, un cariño profundo de sus conciudadanos y un laurel que conserve su nombre. Deseo publicarla, no porque se conozcan mis producciones, sino porque el pueblo diga que no es infundado el afecto que a Ud. tiene, a Ud. visto por él, como un protector, como un generoso consuelo, como un padre amante de la felicidad de sus hijos. Si fuera Ud. una persona que estuviese en el poder, en verdad que me abstendría de hacerlo, porque se juzgaría mi propósito como un encomio sujeto a interpretaciones desfavorables; pero Ud. no es más que un particular que se ha distinguido con su saber y con su virtud, y no he oído decir jamás que, cuando se ensalzan a la virtud y el saber, se comete una acción indigna y vituperable. Si, al leer mis líneas, encuentran los que conocen a Ud. su retrato; yo daré por satisfechas mis pretensiones, y gozaré en el alma, porque esta ofrenda de eterna gratitud, sea aceptada tanto por Ud., como por mis conciudadanos, con la benevolencia y entrañable cariño con que honra a su amantísimo discípulo en bellas letras. Hermenegildo Dávila. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Fray José María de Jesús Belaunzarán y Ureña, sexto Obispo de Monterrey, quien el 1º. de mayo de 1834 nombró Médico Cirujano del Hospital de Nuestra Señora del Rosario al “médico niño”. Óleo de Pablo Valero Herrera de 1979, inspirado en una litografía de Decaén, de 1857. 26

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refLexiones. sU nacimiento, sUs estUdios y sU venida a monterrey El hombre benéfico que por cuantos caminos puede, y principalmente con su saber, va haciendo bien por donde pasa, es el mejor de los ciudadanos, es el hombre eminentemente social, cumple bien con su deber, se concilia el amor y el respeto de sus hermanos; y sobre todo siente la satisfacción interior, el inefable gozo y la deliciosa expansión del ánimo que siguen siempre a una buena obra. José Eleuterio González. Los talentos y las grandes virtudes atraerán sobre el hombre el respeto y la veneración. Lord Chesterfield.1

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i hemos pasado la vista por la brillante obra de Condorcet2 sobre progresos del entendimiento, con cuanto asombro no

quedamos sorprendidos al contemplar la enorme distancia que media entre aquellos tiempos, en que el hombre atendía a sus necesidades con solo vagar por los campos, y ahora, en que esas necesidades centuplicadas, por decirlo así, exigen más trabajos y atenciones; en suma, entre el hombre salvaje, y el hombre sabio, entre la ignorancia y la ciencia. Dos palabras que implican nada menos que guerras,

1. Philip Dormer Stanhope, 4º Conde de Chesterfield (22 de septiembre de 1694 – 24 de marzo de 1773) fue un estadista británico y hombre de letras, famoso por las Cartas a su hijo, recopilación de la correspondencia que mantuvo con su hijo natural. Las ingeniosas frases de sabios consejos que Lord Chesterfield da a su hijo para triunfar en la vida, siguen siendo la base para las normas de protocolo y de convivencia, que nos permiten vivir un poco mejor en sociedad. 2. Marie-Jean-Antoine Nicolas de Caritat, marqués de Condorcet; Ribemont, Francia, 1743-Bourg-la-Reine, id., 1794) Filósofo, matemático y político francés. Autor de un ensayo sobre el cálculo integral (1765), fue admitido como miembro en la Academia de Ciencias en 1769. Redactó artículos de economía política para la Enciclopedia de Diderot, en los que se mostró partidario de la fisiocracia. Debido a razones políticas fue encarcelado, donde escribió su obra más importante, Bosquejo de un cuadro histórico de los progresos del espíritu humano, en la que, convencido del progreso indefinido de las ciencias, afirmaba que el perfeccionamiento moral e intelectual de la humanidad puede asegurarse mediante una enseñanza bien orientada. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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conquistas, asolamientos, incendios, despotismo, opresión, esclavitud, miseria, teorías, invenciones, leyes, elocuencia, filosofía, religión, libertad y progreso. ¡Que la humanidad para conseguir, o mejor dicho, para vislumbrar el perfeccionismo moral del hombre, haya tenido que sufrir tantas amarguras y penalidades! Tal ha sucedido, porque era necesario que la revolución de las ideas, móviles del ser inteligente, engendrase el movimiento en las naciones. Y para examinar esa revolución bienhechora del pensamiento, para saber su origen, sus razones, sus trascendencias, es necesario conocer al hombre de cuyo cerebro ha brotado. El hombre no es lobo del hombre, homo lupus hominis, máxima bárbara y sarcasmo de la moral; el hombre es maestro del hombre, es la ley del hombre, según Grocio, porque sólo él puede enseñarlo; y así vemos que los antiguos filósofos iban a otros países a buscar la ciencia, procurando siquiera el trato con personas tenidas al menos por doctas. ¿Y cómo se podría palpar el paulatino y creciente desarrollo de tal o cual ciencia, de tal o cual arte, si no nos ocupamos de la vida del que ha contribuido para su adelanto? Todas las ciencias tienen un punto de contacto, han dicho Bacon y el más insigne de los oradores, y aquel que desee sorprender ese enlace misterioso; que anhele profundizarse medianamente en el encadenamiento de los conocimientos, debe sin duda atender a los desvelos del que contribuyó a formar un eslabón, y que en virtud de ese prodigioso enlace, redunda en el progreso de las demás. Las ciencias son hermanas, hijas de la utilidad del hombre, se dirigen a proporcionársela, haciéndolo con su poderoso auxilio el dueño del mundo; el rey de sus criaturas.

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Y por eso la vida de los sabios no interesa a un solo hombre, ni a una familia y ni a un solo pueblo; sino a la humanidad, cuyos pasos en el progreso son debidos a sus desvelos, investigaciones y descubrimientos. Por nadie se nos podrá negar que en nuestra joven patria, que marcha triunfante al porvenir, hay de esos hombres eminentes cuyas ocupaciones todas, cuyos afanes y conocimientos tienen por único guía el bien de sus compatriotas; y el de los mortales todos al dar a luz las producciones de sus raros y fecundos talentos. Uno de esos hombres es el Dr. en medicina C. José Eleuterio González. Nació en Guadalajara, capital del estado de Jalisco y una de las primeras poblaciones de la República, siendo hijo legítimo, y menor que la Sra. Doña Josefa su hermana, del Capitán Don Matías González y de Doña Mariana Mendoza, personas de excelentes cualidades y de muy buena aceptación entre las familias más acomodadas de aquella ciudad. Al año y medio de nacido le arrebató la muerte a su padre, siendo tal acontecimiento demasiado desconsolador para la Sra. Mendoza. Pero esta señora, gracias al cielo, halló en el eminente Lic. Don Rafael del mismo apellido, su tío paterno, una protección y amparo que verdaderamente vino a endulzar un tanto la amargura de que la había llenado la pérdida que acababa de sufrir. En efecto, el Lic. Mendoza tuvo para con la familia de su sobrina todos los cuidados, todos los desvelos y todas las atenciones propias del padre mas solícito y vigilante; y debido a esto, fue como el niño González, su sobrino y ahijado de pila, a los doce años de edad, pisó las aulas del Colegio Seminario de aquella capital. Sus maestros de latinidad, el Presbítero Don Rafael Tovar y el Ilustrísimo Sr. Barajas, entonces simple presbítero, miraban en GonzáEstudios biográficos, José Eleuterio González

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lez brillantes dotes para llegar a ser, no ya un muchacho de provecho, como vulgarmente se dice, sino un sabio. En los exámenes que sustentó dio pruebas de su genio en lo acertado de sus respuestas y en la sensatez y vivacidad que lo caracterizaban. Cursó filosofía y retórica en el Instituto literario, que sustituyó a la antigua Universidad, adquiriendo con ambos estudios ese modo de reflexionar templado, profundo e infalible que ha tenido en los actos todos de la vida. El Lic. Mendoza, que era de vasta instrucción, talento y experiencia, se propuso, desde que lo dedicó a las letras, adivinar sus inclinaciones. Y al efecto, y por vía de paseo y de diversión lo llevaba a las oficinas, a los talleres y hospitales. No tardó en conocer lo que vivamente deseaba. Vio en su sobrino cierta y manifiesta disposición a las ciencias naturales, un amor entrañable a la humanidad, una memoria muy feliz, y aunque falleció, cuando apenas su ahijado cursaba gramática, le aconsejó en sus últimos instantes que se dedicara a la medicina. ¡Digno ejemplo de ser imitado, porque nada se presenta más interesante y trascendental para un joven, que se dedica a las letras, que le elección precisamente de la carrera a que le inclinan sus disposiciones naturales! El Lic. Mendoza sabía perfectamente la máxima de Hipócrates, que todo es inútil cuando se quiere forzar a la naturaleza, y González, obedeciendo a la vez tan sagrado mandato y sus propios deseos, abrazó sin titubear y con asiduidad y empeño el estudio de la medicina. “¡Arte sublime, -como él dice en su Discurso de 1863-, que deriva sus deberes de las leyes más santas de la religión y de la filantropía, que tiene en su mano nada menos que el inmenso poder de la naturaleza benéfica, y cuyo objeto único y exclusivo es derramar a manos llenas el bien por todas partes.” Comenzó en Guadalajara aquel estudio que vino a concluir a los veinte años de su nacimiento en San Luis Potosí. En esta ciudad se 30

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captó, no solo el aprecio, sino la admiración por su vasta e infalible memoria y su erudición bien notable. Sin graduarse se dirigió a Monterrey, capital de Nuevo León, a donde llegó el 13 de Diciembre de 1833, cuyo punto había de formar el teatro de sus acciones, y cuyos habitantes habían de honrarse con vivir con él en un mismo pueblo. Sin título alguno estuvo ejerciendo su profesión3 siempre con bastante provecho y con aprobación de los que componían el cuerpo médico. Nimiedades quizá no le dejaron solicitar su examen, nimiedades que bien pudo calificar de infundadas con la aceptación que se le dispensó muy benévolamente en todas las clases, su numerosa clientela, los brillantes resultados de sus curas y operaciones, aceptación que fue bien manifestada por el cariño que de todos se granjeó cuando, desde el anciano hasta el niño que comenzaba a balbucear, le llamaban Gonzalitos, por cuyo nombre es generalmente conocido. El pueblo no se equivoca, y cuando trata de recompensar los méritos del hombre laborioso cuyos desvelos redundan en beneficio público; cuando aunque sea en parte se propone explicar su gratitud; de todos los que le forman brota espontáneamente una palabra, una voz, emblema de su agradecimiento y de la veneración que rinde a la sabiduría, al mérito, y a la virtud. ¿Y qué importa que en lugar de esa palabra insignificante no tenga una violeta de oro, como en los juegos florales de la Edad Media, o cualquier otro premio como en los certámenes literarios de la sabia Grecia? En nuestros tiempos basta al hombre que se ha empeñado en el bien de la sociedad una palabra de cariño, de gratitud, porque ella puede ser el mejor timbre de gloria, la más brillante hoja de servicios, como suele decirse, y el himno más entusiasta de alabanza. 3. En esos años la legislación de Nuevo León era muy flexible y permitía el ejercicio de médicos empíricos y principiantes. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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¿Pero por qué, se dirá, dejó el suelo de su cuna? Las súplicas del Ilustrísimo Sr. Don Fray José María de Jesús Belaunzarán y Ureña relativas todas para que se encargase del hospital4 que entonces había en Monterrey, lo persuadieron a seguir viviendo en esta bella población, en la que había sido recibido con el más cordial aprecio. Por otra parte, para satisfacer con un vivo deseo de instrucción, que se adquiere más bien con el continuo trato de los libros que con el de los hombres; para dedicarse con provecho al estudio sin que venga a turbar nuestras horas de meditación las revueltas más consecutivas en el centro de una nación que en las ciudades exteriores; no cabe duda que es más a propósito un lugar de estos últimos. El Doctor González, de carácter pacífico y perseverante, buscaba una población en que al mismo tiempo que pudiera consagrarse a servir a la humanidad con sus profundos conocimientos médicos, pudiera adquirir con su aplicación infatigable y su ardiente sed de saber, conocimientos nada superficiales sobre todas las ciencias. Y él lo ha conseguido. Jamás, ni al hacer sus visitas, se le ve desocupado. Recorriendo las calles, las plazas y los lugares más incómodos, no deja de leer; todos los que le miran no le perturban, y diligentes y respetuosos le franquean el mejor paso. Nunca he oído que se le critique por tal acción, que en otro podría juzgarse como un rasgo de necia petulancia. Tal es el ascendiente del mérito y de la virtud. Y solo con esa asiduidad perpetua, con ese empeño incansable, es como ha podido contrariar el principio – ars longa vita brevis— “el arte es largo y la vida breve”; y solamente así es como ha asombrado a cuantos le han oído hablar sobre cronología, historia sagrada y profana, bellas letras, jurisprudencia, astronomía, matemáticas, geología, física, geografía y sobre todos los diversos ramos que comprende el complicado estudio de su profesión. Y si preguntáis en cuál de 4. Se refiere al Hospital de Nuestra Señora del Rosario, también llamado Hospital de los Pobres; todavía existe el inmueble y actualmente funciona en dicho espacio el Museo de Culturas Populares. 32

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todos esos conocimientos está más versado, os responderé que lo ignoro. El os mostrará cuántos autores han escrito sobre una materia determinada, sus opiniones y sus puntos de discrepancia, y aún hasta páginas enteras os referirá su asombrosa e infalible memoria. ¡Es un conjunto de conocimientos que pasma! tanto más cuanto que no se observa en él la petulancia y el orgullo del que no sabe, o como diría Hipócrates, del que cree saber, sino el acertado juicio, el aplomo y la amable franqueza e ingenuidad del que posee una ciencia nada superficialmente, sino con profundidad y certeza. En él tampoco se ve la confusión de ideas del que violentamente y sin reflexión ha pasado por una materia; y si se atiende a lo vasto de todos sus estudios, bien se podrá concebir la potencia de su genio prodigioso, pensador y reflexivo.

Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Nombramiento de catedrรกtico de Obstetricia que le otorga el Consejo de Salubridad del Estado, el 10 de diciembre de 1853. 34

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II

sU enLace. varios nombramientos

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stimado por los que le conocen, querido por aquellos a quienes honra con su fina amistad, respetado por los que una vez hablaron con él, no desmentida su reputación por la debilidad que acompaña al nombre; solo tuviera recuerdos deliciosos.

Pero ay ¡que siempre la fatalidad no perdona ni al saber, ni a la virtud! Siempre en todos los tiempos y en las naciones todas han encontrado las personas más eminentes, en medio de la fama adquirida y de las justas alabanzas que se les tributa, una amargura, un desabrimiento, un acto que hiere en lo más profundo del corazón. Y así vemos a la miseria persiguiendo al genio, desde Homero padre de la epopeya, desde Sócrates el más sabio de la Grecia, según el oráculo, y que fue el que antes que nadie dio lecciones de moral; hasta Milton imitador del primero y hasta Roseau que, dígase lo que se quiera, ha sido uno de los más grandes filósofos que han honrado a los siglos e ilustrado a la humanidad. Quizá de ese mismo hecho desconsolador saca la filosofía de los hombres esclarecidos la fuerza de espíritu que los caracteriza, la constancia y firmeza que imprimen a la voluntad, y la tenacidad y perseverancia en todas sus nobles empresas. En la desgracia, en la desventura, es en donde debe mostrar el genio su potencia, en donde debe acicalarse pasando por el crisol del sufrimiento, que diviniza las almas y que rodea de más gloria al saber y a la virtud. Nos referimos a un hecho demasiado íntimo en la vida del Doctor González. ¡Ojala que nos fuera posible pasarlo en silencio! Pero si tal hiciéramos sería en perjuicio de la exactitud, primer precepto que nuestro deber nos impone. Quiso hacer partícipe a una Estudios biográficos, José Eleuterio González

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mujer de la estimación que todos le dispensaban. Se unió en efecto el día 6 de Enero de 1836 con D. C. A.1 Poco duró este enlace; pues Gonzalitos se vio precisado a separarse del matrimonio el año de 41. Tal separación en nada, absolutamente en nada menoscabó su bien sentada reputación. Por todos fueron conocidos perfectamente los tristes motivos que la originaron, y por todos se tributó a su proceder una justa aprobación, ensalzando y admirando con pasmo su filosofía, su sensatez y su magnanimidad. Tal acontecimiento no dejó de hacer sufrir entrañablemente al esposo, cuya esperanza se cifraba en ser tierno y amante sobre todo de la compañera que le había deparado el cielo; en hacerla gozar también el aprecio y las consideraciones que disfrutaba; en hacerla partícipe de las delicias de los triunfos que adquiría con su saber; y en proporcionarle, con la más vigilante y escrupulosa solicitud, los goces de una vida cómoda y digna de la compañera del que no solamente ha nacido para vivir en un siglo, sino para permanecer en la memoria de las generaciones venideras. Pero ¿por qué la mujer algunas ocasiones no consulta a la razón, y deja de ser guiada por frivolidades que a sus ojos se presentan hechiceras y deslumbrantes y que terminan por cegarla y subyugarla? Hay corazones que parece que existen solos, sin tener relación con el talento: la pasión los domina y los esclaviza: la reflexión del espíritu da en ellos como una débil flecha en el escudo del valeroso Aquiles. Y después, cuando la bienhechora luz de la experiencia ha ilustrado un tanto el juicio; cuando se ha aprendido con las lecciones del desengaño y la desventura; cuando la creatura parece que está 1. Se refiere a Carmen Arredondo, hija natural del General Joaquín de Arredondo. Es importante destacar que hasta 1976 los biógrafos de Gonzalitos habían hecho mutis sobre su vida matrimonial (1836-1841), solamente se referían al hecho en unas cuantas líneas, y tampoco se mencionaba el nombre de la esposa, que a juicio de Tapia Méndez lo habían juzgado “…un baldón, porque le fue infiel a su marido, seducida por…Mariano Arista que había sido General Jefe del Ejército del Norte -1939-…” Cfr. Tapia Méndez, Aureliano. José Eleuterio González. Benemérito de Nuevo León, Ed. Libros de México, 1ª. edición, México, 1976, p. 39. 36

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pobre de vida pero es rica de mas sensatez y mas verdades, se ve descorrido el manto de la ilusión y nuestros ojos ven y nuestras manos palpan el error…. Pero, ay !que no con gemidos y ni con raudales de llanto puede borrarse lo pasado! Tal incidente, no obstante ser demasiado pesaroso, no distrajo en parte alguna las labores de Gonzalitos. Quizá vino a infundirle más amor a la lectura, y a proporcionarle más tiempo para satisfacerlo. ¡Le sería tan grato hallar en ella más sólido aprovechamiento y un poco de dulzura que derramar en su corazón angustiado! Él como antes, sin perder una hora, un momento, se dedicaba con igual ahínco al lleno de sus obligaciones. No podrá decirse por nadie que él haya faltado jamás a una sola, a la más insignificante. Hombre sensato a toda prueba, ha creído que lo que más puede anhelar el hombre es el honor y la virtud, y que la virtud y el honor se encuentran en el cumplimiento de los deberes. Por aquel tiempo, el General D. José María Ortega, Gobernador del Estado de Nuevo León, le expidió con fecha 8 de Marzo de 1842 el título de médico2, previo examen de reglamento. Pequeñeces a que está sujeto el genio, porque conviene a la ilustración del siglo no sólo saber, sino mostrar que se sabe, como si tal circunstancia fuera un honor para el sabio y una fuente de sabiduría para el ignorante. La Compañía Lancasteriana establecida en Monterrey, viendo el interés y vigilante empeño que tomaba Gonzalitos por propagar la educación, le extendió en 8 de Enero de 1843 el título de miembro, cuyas funciones desempeñó con desinterés y exactitud. 2. Su titulación como médico el 8 de marzo de 1842, la obtiene después de que lo examinaron y aprobaron los médicos integrantes de la Junta de Sanidad. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Durante la Invasión del 463, tuvo que salir de Monterrey en unión de otras personas, dirigiéndose a la Hacienda de Santa Ana, jurisdicción de Cadereyta Jiménez. Pero no permaneció en tal aislamiento que a otro menos activo hubiera sepultado en una inacción reprensible. Varias veces ya bien se dirigía a Cadereyta, y a la Villa de Santiago en cuyos puntos se habían aglomerado las familias emigradas, las hacia experimentar Gonzalitos. No importaba para él que se le indemnizase o no, bastaba encontrarse con un doliente para afanarse con celo y desinterés a prestarle los auxilios de sus conocimientos. ¡Tal es el principio que siempre ha tenido presente en la práctica de su profesión! De todos hermano, de todos consuelo y bienhechor y virtud? Por este tiempo vino a herir su corazón la noticia del fallecimiento de la Sra. Mendoza. El sufrió tal incidente como aconseja la

Al volver a la capital, el Estado también utilizó sus conocimientos médicos, y en premio de los servicios con que gratuitamente socorría a los pobres, le honró con el nombramiento de médico cirujano del Batallón móvil, que le fue extendido el 18 de Octubre de 1850 por el C. Gobernador Pedro José García. En 13 de Marzo del año próximo posterior fue nombrado Magistrado suplente del Supremo Tribunal de Justicia. En 29 de Septiembre del mismo año se le nombró miembro titular del Consejo de salubridad del que es actual vicepresidente; y después en 7 de Marzo de 52 se le extendió el nombramiento de médico cirujano del Batallón sedentario por el C. Gobernador Agapito García Dávila. pierde más de la mitad de su territorio y Nuevo León se constituye en entidad fronteriza. 38

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Una prueba más fragante de la confianza que el Gobierno tenía en sus conocimientos, la constituye la licencia que le dio el 10 de Diciembre de 1853 para que abriese públicamente una cátedra de Obstetricia, en cuyo ramo ha sobresalido especialmente, mereciendo elogios aún por facultativos de fuera de Monterrey. No podemos menos que traer a la memoria al malogrado y sentido profesor de medicina C. José Ma. Carrillo y Seguin, hijo de Coahuila; porque en un opúsculo que publicó en el Saltillo el año de 1863, dice en la página 6: “Entre los demás profesores mexicanos unos se han dedicado a las enfermedades de niños, otros a las afecciones venéreas y algunos al ramo de partos y demás operaciones del orden o dominio quirúrgico; siéndome muy grato citar entre ellos al distinguido profesor González D. Eleuterio, Catedrático de varios ramos de la profesión en el Colegio Civil del Estado -cuando se escribió esto, Nuevo León y Coahuila eran un solo Estado-, quien se ha captado una brillantísima fama por su práctica seguida de resultados felices en obstetricia a que con especialidad se ha consagrado, conquistándose también la más alta celebridad en materia de operaciones, que le han granjeado dignamente una reputación sublime y eminentemente satisfactoria.” Ya por aquel tiempo no solamente era conocido su nombre en Nuevo León y en los Estados circunvecinos, sino aún en la misma capital de la República, extendiéndole en 19 de Julio de 55 la Sociedad de geografía y estadística su diploma de miembro corresponsal. Al año siguiente en 5 de Abril se le admitió unánimemente, habiendo sido propuesto, como miembro de la Sociedad de amigos del país. Hemos dicho anteriormente que posee conocimientos enciclopédicos, y que en todas materias se le encuentra verdaderamente asombroso. A un hombre como él dotado de un corazón sensible, de un talento creador, de una imaginación viva auxiliada con una Estudios biográficos, José Eleuterio González

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estupenda memoria; debió sin duda haber llamado mucho la atención la literatura en sus dos ramos de Retórica y Poética; ese estudio amenísimo, como él dice –en su Discurso de 1863- “que es un intermedio entre los goces de los sentidos y los del entendimiento, que alivia el espíritu de la fatiga, que acarrea la investigación de las verdades abstractas, que, deleitando el ánimo, acicala el buen gusto, perfecciona el ingenio, suaviza las costumbres, embalsama las horas de la vida, y riega de flores el camino de las ciencias.”…. Y él ha cultivado tal estudio de una manera concienzuda. El no sólo ha aprendido en los autores de ayer, sino en Quintiliano, Longino y Cicerón, sorprendiendo así el arte en su nacimiento, y ha leído todos los autores de la antigüedad que ha respetado la acción del tiempo. Os traducirá un trozo de Hipócrates, su autor predilecto, como un verso del festivo y báquico Anacreonte; os repetirá los ayes de la enamorada Safo, muchos de los versos de Homero, de Virgilio, de Horacio, de Ovidio, de Taso, de Dante, del Petrarca, de Milton, de Calderón de la Barca, de Garcilazo, de Herrera, de Lope de Vega, de Quevedo, de Góngora, de los Argensolas, de Francisco de la Torre, de Meléndez, de Quintana, de Espronceda, de Bretón de los Herreras, del padre Navarrete, de Tagle, de Calderón, de Carpio, de Prieto, de Ortiz y de otros muchísimos. Su gusto con materia de bellas letras es incomparable. Por esto con sumo placer vemos que en 11 de Septiembre de 58 se le nombró, en unión de los distinguidos abogados D. Trinidad de la Garza y Melo y D. Rafael Francisco de la Garza, Censor del “Teatro del Progreso” de Monterrey. Tal nombramiento vino a proporcionarle la dulce satisfacción de poder emplear sus conocimientos sobre un ramo del saber; que no es visto como es digno en las sociedades cultas, y que parece tener la triste y desconsoladora prerrogativa de la miseria. Pero él lo ha cultivado, y desde que iba a tomar descanso en ese risueño estudio, preveía muy bien la época que del año 1857 en adelante habían de encontrar las letras. 40

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Libro de cuenta y data de Hospital de Nuestra Señora del Rosario, donde aparecen los emolumentos y la firma del Dr. González, 1834. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Retrato del Dr. Gonzรกlez con su autรณgrafo. 42

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III fUndación deL coLegio civiL

E

l Gobierno le preparó un campo más extenso en que lucir sus conocimientos cuando, por decreto de 30 de Octubre de 59 dado por el General y Gobernador C. José S. Aramberri, se

fundó el Colegio civil de Monterrey; ese hermoso plantel que, establecido “como por un encanto, en medio de una revolución demasiado tempestuosa,” había de producir en menos de una década, excelentes abogados, experimentados médicos, poetas, literatos y políticos. A él se le extendió con fecha 2 de Noviembre del mismo año, el nombramiento de catedrático de medicina operatoria y obstetricia, las que desempeñó con bien marcado provecho. Las ciencias médicas en el Estado de Nuevo León, puede decirse que reconocen como su primer doctrinario al Dr. González. Por aquel mismo tiempo comenzó a dar lecciones sobre Literatura, estudio que no era cultivado sino por una que otra persona de conocida ilustración. Las cátedras todas de medicina se abrieron en el Hospital civil, y así, cuando por necesidad del Gobierno se desocupó el local del Colegio, no sufrieron ningún atraso, lo mismo que en la invasión malhadada de los franceses. Permítasenos consignar aquí, que entonces casi por milagro pudo conservase aquel Instituto. Despojado por la soldadesca de los muebles necesarios para las cátedras ¿cómo podría recibir en su seno a la juventud? “Pero una treintena de jóvenes, dice el Dr. González –en su Informe de 1867–, dotados de un espíritu fuerte, de una viva fe y un ardiente deseo de saber, permanecieron firmes y resueltos a no abandonar sus literarios trabajos, mientras no les fuera de todo punto imposible continuarlos. Con esto y con algunos profesores desinteresados amantes de la juventud, que siguieron dando en

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su casa las necesarias lecciones, pudo subsistir, aunque diseminado y oculto, en medio de tan universal trastorno, este Colegio civil para eterno timbre de gloria de la juventud de Nuevo León.”

El Colegio Civil en sus primeros años.

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Edificio donde comenzó a funcionar la Escuela de Medicina, el 30 de octubre de 1859. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Fachada norte del antiguo Hospital de Nuestra Señora del Rosario, fundado por el Obispo Andrés Ambrosio de Llanos y Valdés, el 15 de agosto de 1793; actualmente es el Museo de Culturas Populares de Nuevo León. 46

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iv fUndación deL HospitaL civiL

P

ero lo que durante todos sus trabajos y desvelos no perdió de vista un solo momento fue la edificación del un Hospital civil, que no sólo satisficiese completamente las necesidades de

los enfermos; que no solo prestase las comodidades a fin de que el doliente, al hallarse en él, estuviese en las mejores condiciones higiénicas; sino que pudiese servir de orgullo al Estado en cuya capital debería fundarse. Y ya desde el 27 de Noviembre de 1858 había presentado al Consejo de salubridad las siguientes proposiciones: “1ª. El Consejo de salubridad de Nuevo León se encarga de fundar un Hospital civil en esta ciudad, de erigirlo, regirlo y mantenerlo hasta donde sus fuerzas alcancen, destinando para esto todos sus fondos y los donativos que se hagan con este objeto. 2ª. Los miembros del Consejo se encargan por ahora de cuidar de la obra material y después de asistir y cuidar el Hospital, y el tesorero del Consejo lo será de aquel. 3ª. Se abrirá una suscripción para que todo el que quiera dar algo para tan piadoso objeto pueda hacerlo cuando quiera. 4ª. El Consejo hará el reglamento para el mejor servicio del Hospital y pedirá a su Presidente nato su aprobación. 5ª. Mandará levantar un plano para el edificio que ha de hacerse con todos los departamentos que debe tener un grande Hospital, y mandará hacer también el presupuesto de lo que cueste toda la obra. 6ª. Se presentará la acta de esta sesión al Exmo. Sr. Presidente nato, pidiéndole se sirva aprobar lo que el Consejo apruebe de ella.Las cuales fueron aprobadas por unanimidad y sin variación alguna.” Estudios biográficos, José Eleuterio González

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He aquí lo que él dice sobre cómo ideó su proyecto y la causa inmediata que lo obligó a ponerlo en planta: “Desde que por desgracia se extinguió el antiguo Hospital de Nuestra Señora del Rosario, su falta se hizo sentir de una manera muy clara. Más aunque todos conocían la necesidad que había de un asilo para la clase menesterosa afligida por los males físicos, ninguno podía elevarse tan plenamente a este conocimiento como yo, que habiendo sido director del establecimiento por 19 años continuos, en todo este tiempo se acostumbraron los enfermos desvalidos a recurrir a mí en sus necesidades, de tal modo, que aunque ya no había Hospital, se me hacían presentes, según su costumbre, para que los medicinase y asistiese de la mejor manera posible… Yo veía todo esto y consideraba que el único modo de remediar tantos males era fundar un Hospital.” Pero por desgracia no pudo llevar adelante y sin interrupción su proyecto, pues se necesitaban sobre todo recursos, y éstos era necesario que los diesen gratuitamente las personas, cosa difícil por cierto para los que juzgaban como delirio la fundación de aquel establecimiento. Solo en un hombre hallaron eco sus humanitarias pretensiones, y fue el Sr. Chantre D. José Antonio de la Garza Cantú, hombre, según se expresa Gonzalitos, bien conocido por su “ilustración y prudencia, no menos que por su probidad y buen corazón, quien, con su habitual cordura y juzgando que nunca es malo el tiempo para hacer el bien, me animó, prometiéndome asociarse conmigo para emprender la obra de que hablaba.”

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Tales eran las dificultades que presentaba una obra tan eminentemente benéfica, pero no hicieron desmayar al que no lejos veía su consecución. Bastábale por entonces un propósito firme, una paciencia a toda prueba, y cubrir con fondos propios el deficiente que resultara por los gastos precisos que tenían que hacerse. Tan laudable empeño le granjeó de parte del Ayuntamiento de Monterrey la honrosa proposición que todos sus miembros aprobaron, y con la cual se le felicitó en su cumpleaños: “El Ilustre Ayuntamiento de 1865, expresa su gratitud, a nombre de la ciudad que representa, al benéfico Sr. Dr. D. Eleuterio González, por su empeño y asidua dedicación a fin de llevar a efecto el humanitario proyecto de erigir en esta Ciudad un hospital, para el alivio de la humanidad doliente; y consagra un recuerdo honorífico a la memoria de su principal colaborador (el Sr. Chantre) D. José Antonio de la Garza.” También la misma corporación acordó que una comisión de su seno pusiese en conocimiento del Dr. González, que serían considerados con la preferencia debida los proyectos, que juzgase oportuno formar y remitirle.

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Antiguo Hospital Civil. 50

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V

poesÍas encomiásticas. restabLecimiento deL coLegio civiL

L

os méritos justamente adquiridos por Gonzalitos, eran a no dudarlo, dignos de los mayores elogios. Los jóvenes amantes de las bellas letras se apresuraron a mostrarle la gratitud del pueblo

que le señala como su protector, como su amparo, como su padre. Dumarsais, enemigo acérrimo del error y de las preocupaciones, vitupera, y con sobrada razón, a los poetas que en los siglos pasados ensalzaban a los tiranos, porque tales alabanzas son una ofensa que no puede perdonar la filosofía, la razón y la humanidad.

Más cuando

del pueblo, de ese mar de inteligencias que odian los déspotas y los republicanos veneran; cuando de su mismo seno nacen individuos que dirigen sus cantos a encomiar al sabio, al filántropo, al virtuoso; entonces a la razón consigne un triunfo , la filosofía se regocija y la humanidad se felicita. Un año antes, en que recibió de parte del Ayuntamiento aquella felicitación bastante bien merecida, su discípulo de medicina y bellas letras, el Dr. Ignacio Martínez, le dedicó la siguiente composición: A MI QUERIDO MAESTRO EL SR. DR. D. ELEUTERIO GONZÁLEZ EN EL DÍA DE SU CUMPLEAÑOS ¿Qué ofrecerte podré, Mentor querido, En el día que al Ser Omnipotente Le pluguiera vieneses a este mundo Estudios biográficos, José Eleuterio González

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A consolar la humanidad doliente? ¿O qué desearte en la feliz aurora En que tu frente, por la vez primera, Brillara con la luz de un sol naciente Al desplegar su roja cabellera? Que los lauros que nítidos se ostentan Ornando ya tu sien, arrebatados Por tu gran genio al árbol de la gloria, No por el tiempo mire marchitados. Y esa senda de triunfos y de aplausos, Que al contemplarla mi agitada mente, Siento en mi pecho de ambición la llama Que mirar me hace un porvenir luciente. Esa senda que bella, esplendorosa, Dejando vas a recorrer la vida, Cual la fulgente cauda que el cometa Del cielo en el zafir deja encendida; Recuerde siempre en su brillar sereno, A las gentes que presto nos sucedan, Que solo de una vida humanitaria Gratas las huellas en el orbe quedan. De tierna gratitud el dulce acento Halagador resuene en tus oídos Del que libraste al borde de la tumba, Al escuchar sus ayes doloridos. Y mil coronas de laurel luciente En su arrebato te prodigue el mundo, Cual homenaje a tu misión gloriosa, Cual digno premio a tu saber profundo. Monterrey, Febrero 20 de 1864. 52

Hermegildo Dávila


En el año 66 se le obsequió en su natal por la juventud del Colegio civil con un baile; baile al que se propusieron los alumnos no invitar a oficial francés ninguno. ¡Era tan triste ver en una fiesta a los instrumentos de las desgracias nacionales! Entonces uno de los concurrentes leyó la siguiente hermosa composición hecha por el C. Dr. Antonio Margil Cortes, hijo del pueblo de Galeana y quien hoy descansa en el sepulcro. En ella nos hemos tomado la libertad de corregir algunos epítetos.

AL SR. DR. D. JOSE ELEUTERIO GONZÁLEZ ¿Qué te daremos eminente sabio De tu cumpleaños en la fiesta grata Si no tenemos más que humildes versos Que nuestro afecto a tu bondad consagra? Tú, que te acercas al doliente enfermo Y que practicas caridad cristiana, Y que cumpliendo tal virtud sublime Del infelice los tormentos calmas; Tú, que en los seres de natura toda La Providencia del Creador ensalzas, Ya en el insecto que en el aire zumba, O en el lucero que en el éter nada; Tú, que conoces el camino ardiente Por donde el sol con sus fulgores pasa, Y donde toma la apacible luna Su tibia luz encantadora y blanca; Tú, que bien sabes dónde brota el lirio, Dónde el clavel, y la vistosa dahalia, Tú, que has medido el anchuroso espacio Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Que cubre siempre la extensión salada; Tú, que luchando con la muerte misma Armado solo de tu ciencia vasta, Miles de seres de la misma tumba Has arrancado a la inflexible parca; Tú, que comprendes el dolor del hombre En este mundo de desdicha tanta, Tú, que has sentido las horribles penas Con que el destino nuestra vida amarga; Recibe afable los sentidos cantos Que nuestra lira en tu natal exhala; ¡Y quiera el cielo que tu senda se halle De bellas flores por do quier sembrada! Monterrey, Febrero 20 de 1866.

Y fue también entonces cuando el que esto escribe le dedicó los siguientes mal forjados versos. Siempre animado de incansable celo Por el público bien, de las virtudes Y de talento protector y amigo.

LEANDRO FERNÁNDEZ DE MORATIN Padre querido del mortal que gime De la miseria y del dolor en brazos, Y cerca mira en su angustiada cuita La temerosa muerte; A ti, que ardiendo en sacrosanto anhelo 54

Hermegildo Dávila


Ávido cruzas las distintas sendas Del mundo, y siempre por do quier derramas Salud, placer y dicha; A ti, que el Alto con preciosos dones Plugo adornar, y en la revuelta vida Cubre la ciencia con su afán tus sienes De centellante aureola; A ti, que el tiempo sus misterios dice, Y de tus labios con palabras doctas, De las gentes pasadas nos revela Las virtudes o vicios; A ti, que Apolo su laurel concede, Y en dulces horas de ilusión y gozo Te da su laud, y con tus cantos mueves Los afectos del hombre; ¿Hoy en que todos tu natal celebran Llenos de gozo y de placer henchidos, ¿Qué decirte mi labio, a ti que tiemplas Las cuerdas de mi lira? ¿Y qué ofrecerte el pecho agradecido? Tan solo la efusión de mi entusiasmo De mi laud un canto desacorde . . . . Mas es canto del alma. Pequeña ofrenda, más pregona al mundo, Que eres un ángel de consuelo al pobre, Que eres amparo, y la desdicha ahuyentas Del triste y desvalido. Vieron mis ojos con amor un día Llegar a ti, gimiendo al desgraciado, Y tú, vertiendo llanto de ternura, Sus congojas calmaste. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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De la tristeza huyó despavorida Como la nube al ímpetu del viento, Y sus acerbas lágrimas de pena Fueron después de gozo. Oh! cada hombre, que tu mano pudo Sacar de la tortura del quebranto, Quiero que ardiente al resonar mi acento Su gratitud te muestre. ¿No ves, no ves que de tu patrio suelo La juventud festiva, alborozada, Porque prolongue el Hacedor tus días Alza votos ardientes? ¿No ves que ahora de olorosas flores Riega el camino que tus plantas huellan, Y te consagra de laurel coronas Emblemas de tu fama? Sí, que tú, lleno de incansable celo Por el público bien, de las virtudes Y del talento protector y amigo, Eres digno de elogio, Y tu renombre nunca en el olvido Sepultarán los siglos con su vuelo, No; que es eterna como Dios la gloria Del que consuela al pobre. ¿Pero de qué podrían servir nuestros cantos para extender su fama? ¿De qué, cuando no más una que otra persona los recogía para conservar un recuerdo de la festividad? Yo creo que un hombre que, como Gonzalitos, no ha tenido otras miras que la educación de la juventud, las prácticas de las virtudes, las de las leyes del honor, y procurar antes que todo el adelanto de su profesión y el bien de la 56

Hermegildo Dávila


sociedad en que vive, merece más obsequios; pues como dice Horacio, traducido por el Sr. Burgos: O la virtud no es más que una quimera, O al que hace esfuerzos nobles de justicia, Son debidos honor y recompensa. HORT EPS. XVII. v. 41 y 42. Sí, por eso todo gobierno que desea el adelanto de una nación; que se desvela porque los ciudadanos trabajen por el bien general, debe no olvidar nunca acordar premios al que se ha afanado por la pública felicidad. ¡Y con cuanto regocijo en nuestro corazón no consignamos en estas páginas unos hechos verificados por gobernantes republicanos! “Después de la gloriosa jornada de Santa Gertrudis, dice Gonzalitos –en su Informe de 1867–, nuestro impertérrito al par que moderado compatriota, el General Escobedo, ocupó esta capital (Monterrey); y al tercer día de estar en ella dictó las órdenes más terminantes para el restablecimiento del Colegio, facilitando los necesarios auxilios, a pesar de las apuradas y notorias circunstancias del erario. ¡Qué diferencia de procedimientos! ¡Qué contraste! Un alienígena, que nada en la abundancia rodeado del esplendor del trono, ocupa los fondos de instrucción pública, y manda que en los departamentos no se enseñen facultades superiores, a título de iniciarnos en la ciencia del buen gobierno; y un patricio, un soldado de la libertad, cuando apenas tiene con que sustentar escasamente a sus fieles compañeros de armas, y sin desechar todavía el cansancio, ni sacudirse el polvo de los combates, solo piensa en restablecer a todo trance la edu-

Estudios biográficos, José Eleuterio González

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cación pública, con la plenitud de libertad que exige nuestro dogma político de la enseñanza es libre.” El General Escobedo en efecto pensó que el Colegio civil se estableciese de una manera brillante; y reconoció que contribuiría a secundar sus miras, encomendar la dirección al Dr. González. Este lo había sido durante los fatales años de 64 y 65, no por nombramiento alguno, sino porque los alumnos y los catedráticos, lo reconocieron con tal carácter, sin más razones que lo consideraban con el prestigio y ascendiente que le dan en toda reunión su constancia en el trabajo y sus méritos por nadie contradichos. Se le extendió su nombramiento de director el 20 de Diciembre de 1866.

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Dibujo de A. Ultrillo, que ilustra el libro La intervención y el imperio de Victoriano Salado Álvarez, con Gonzalitos a la dercha, arriba, entrando a una botica donde ya se encontraban los ministros Iglesias y Prieto, durante la estancia del Lic. Benito Juárez en Monterrey,1864. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Borrador autógrafo agradeciendo al gobierno de Nuevo León lo declarara Benemérito del Estado. 60

Hermegildo Dávila


VI

decreto decLarándoLo benemérito deL estado de nUevo León - poesÍa

P

ero de todas las muestras que ha recibido de honor de parte de los hombres que han estado en el poder, sin duda, la más satisfactoria es el decreto expedido en 20 de Febrero de 67

por el Gobernador Lic. D. Manuel Z. Gómez. Tal decreto le fue entregado con la comunicación de la misma fecha por manos del Sr. Lic. D. Narciso Dávila que, con el carácter de oficial mayor, fungía entonces de Secretario del Gobierno. No podemos menos que insertar ambas piezas así como la contestación que dio Gonzalitos. “Secretaría del Gobierno y Comandancia militar del Estado libre y soberano de Nuevo León.- Me es satisfactorio poner en manos de Ud., en cumplimiento del acuerdo del C. Gobernador, el decreto que con esta fecha se ha servido expedir, declarando a Ud. ciudadano benemérito del Estado, y nombrándole Inspector general de estudios y socio honorario de las Juntas de beneficencia del mismo Estado. Con placer estoy cumpliendo este acuerdo, porque veo que con él se obsequia el voto público que designa a Ud. como el más benéfico de los ciudadanos, y se rinde un tributo de gratitud al mérito bien reconocido. Me felicito, pues, de ser el órgano de la expresión de estas manifestaciones, y felicito también al Estado, porque los sucesos de la guerra han dado al Gobierno un respiro para poderse ocupar del ejercicio de una de sus más nobles atribuciones – Independencia y Libertad. Monterrey, Febrero 20 de 1867. – Narciso Dávila, oficial mayor. – C. Dr. José Eleuterio González, Inspector general de Estudios biográficos, José Eleuterio González

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estudios y socio honorario de las Juntas de beneficencia del Estado. – Presente.” -------------------------------------“Manuel Z. Gómez, Gobernador y Comandante militar del Estado libre y soberano de Nuevo León, a sus habitantes hago saber: Que en uso de las amplias facultades de que me hallo investido, he tenido a bien decretar lo siguiente. Art. 1° El C. José Eleuterio González merece bien del Estado: Por la parte activa que toma y ha tomado ya como iniciador ya como cooperador, en cuanto tiende al progreso de las ciencias, de las artes, y de las mejoras materiales del mismo Estado y en particular de las de esta población. Por su constancia y vigilante empeño a favor de la educación de la juventud. Por su asiduo trabajo personal y su protección pecuniaria al establecimiento del Hospital civil y militar de esta ciudad, que tiene ya casi en perfecto arreglo. Y por la asistencia filantrópica y desinteresada que imparte a cuantos le ocupan en su profesión, como diestro cirujano e inteligente médico, y con particularidad a los pobres y desvalidos. Art. 2° El Gobierno nombra al expresado C. José Eleuterio González, Inspector general de estudios, así primarios como secundarios y 62

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miembro honorario de las Juntas de beneficencia del mismo Estado. Por tanto, mando se imprima, publique, circule y se le dé el debido cumplimiento. Dado en el palacio del Gobierno del Estado, en Monterrey a 20 de Febrero de 1867.- Manuel Z. Gómez. – Narciso Dávila, oficial mayor.” -------------------------------------“He recibido la muy apreciable nota de Ud. y el decreto de 20 del corriente, en que declara el Superior Gobierno, que yo merezco bien del Estado, y me nombra Inspector general de estudios y miembro honorario de las sociedades de beneficencia. Tan altas y honoríficas distinciones, ni siento en mí merecerlas, ni jamás soñé alcanzarlas. Yo no veo en esta vez en el Gobierno, más que al padre tiernísimo, que agradece sobre su corazón, y recompensa con liberalidad profusa los más pequeños servicios prestados a los hijos de sus entrañas; y si es, como Ud. me dice, que con este decreto se obsequia el voto público, no veo en el pueblo de Nuevo León, demasiado benévolo, agradecido y entusiasta, más que al hombre que sufre, para el cual no hay socorro ni alivio que sea pequeño. Confundido recibo, en su verdadero valor aprecio, y reconocido agradezco tan grandes como extraordinarios honores; y por ello tributo al Superior Gobierno los más rendidos agradecimientos. Acepto el empleo de Inspector general de estudios, a pesar de mi insuficiencia y de lo difícil del encargo; y procuraré desempeEstudios biográficos, José Eleuterio González

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ñarlo con todas mis fuerzas de la mejor manera que me fuere posible. Digo a Ud. estas cosas en debida contestación a su apreciable citada nota, suplicándole se sirva elevarlas al alto conocimiento del C. Gobernador, y aceptar de mi parte la sincera protesta de mi distinguida consideración y aprecio. Independencia y libertad. Monterrey, Febrero 22 de 1867. – J. Eleuterio González. – C. oficial mayor de la Secretaria del Gobierno del Estado libre y soberano de Nuevo León. – Presente.

¡Cuán pequeño se consideraba para merecer tal honra! ¿Pero no hablan los hechos? Entonces también le consagré un recuerdo. En la noche del baile con que se le obsequió por la juventud, di lectura a la siguiente poesía: Jamás la adulación con su veneno Mi corazón veraz ha emponzoñado, Mi corazón que de entusiasmo lleno Hoy una ofrenda te consagra, ofrenda Humilde, sin valor; pero nacida De eterna gratitud que en él se anida. ¿Más qué decirte en tu natal dichoso En tanto la armonía por el viento Se agita sin cesar, y extraño gozo Derrama por do quier con dulce acento? Mira al anciano a quien la pena impía 64

Hermegildo Dávila


Ayer postró en el lecho del tormento, Donde angustiado en su dolor gemía, Hoy se agita convulso, tembloroso, Del placer en el grato sentimiento, Y profiere su labio una alabanza De gratitud bendita; y él recuerda Que ayer formaste dulce su esperanza, Cuando las penas eran su alimento, Y recuerda también que la trazaste, Por este mundo lleno de dolores, Una senda regada con mil flores. Y esas vírgenes ve, sus ojos brillan Con el fulgor divino del contento, Hoy sus hechizos muestran primorosas Más seductoras que la blanca luna En medio del azul del firmamento De la noche en las horas silenciosas. Un recuerdo feliz cruza ligero Por sus cándidas almas, de que un tiempo Salvaste de la tumba al caro hermano, Diste afanoso la salud deseada A la amorosa madre idolatrada. Y ese joven ardiente, de alegría El hondo cáliz con afán apura. Desde que vio la lumbre de este día, Con el rayo primero de la aurora, Desapareció veloce la amargura Que en su pecho posaba destructora. En su ardoroso corazón la llama De gratitud se enciende, por el gozo Y el entusiasmo celestial llevado Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Sonriendo de placer –Mentor te aclama– Caro Mentor que riendo y amoroso La senda de los sabios le haz trazado, Y le haz hecho beber del alma ciencia La linfa perenal, que es tu existencia. Que ¿no eres tú el que ayer benigna mano Tendiera al joven que en error yacía Y le mostrara el escondido arcano? Yo contemplé de ciencia el gran torrente Que tus labios vertieron a porfía Para encender el corazón ardiente, Que las espesas nieblas de ignorancia Cubrían como losa de sepulcro; Más esas linfas puras, cristalinas, Fueron la fuente del saber, y fueron Un bienhechor consuelo para el triste, Para el ¡que pobre! con dolor profundo Sediento de saber cruzaba el mundo. Por eso ardiendo en gratitud sublime Hoy el joven se agita, tú sonríes Y él oh González, con dolor no gime. Sigue cual siempre tu misión divina Con el laudable celestial anhelo Del que se queja mitigar los males, Brindándole salud, dicha y consuelo. Ya por el mundo con ardor la fama Tu nombre y tu saber grata y pregona, Y Minerva tus sienes ya circuye De mirto y de laurel con la corona. La venidera gente al ver tu nombre En las brillantes líneas de la historia, 66

Hermegildo Dávila


Exclamará embriagada de entusiasmo: –Ese hombre fue de nuestra patria gloria.– Que el genio como un Dios sobre la tierra No goza de una vida transitoria, Y el tiempo que las cosas pulveriza Su renombre respeta y diviniza.

Y en realidad que tales demostraciones que, no un particular, sino un pueblo, hablando por la voz de su legítimo representante, se empeña en hacer presentes al sabio, prueban suficientemente su mérito bien adquirido y su recompensa demasiado grata y satisfactoria. Sólo así, ¡oh vosotros que os dedicáis cada día, cada hora, cada instante por hacer redundar vuestros trabajos en beneficio general; vosotros que con incansable afán e incontrastable ahínco cultiváis el vasto campo de la inteligencia, recogiendo los más sazonados frutos; vosotros a quienes las tempestades del mundo alientan y a quienes la envidia no distrae, ni la adulación desvía, sino que laboriosos y perseverantes buscáis la verdad, origen de todo bien; sólo así miraréis coronados vuestros esfuerzos y los ensueños y esperanzas de vuestras meditaciones: “porque el hombre insigne, dice Dumarsais, goza de las aclamaciones que su corazón debe desear, a pesar de las amenazas de la grandeza, calumnias de la impostura, injusticias de la envidia y sarcasmos de la frivolidad.” Y en la nación en donde se tributa homenaje al saber y a la virtud, en donde se premia suficientemente al trabajo; allí, a la vez que reina la libertad, madre de los derechos individuales más preciosos, se avanza cada momento en la felicidad, en el adelanto, en el perfeccionamiento y en la gloria. La gloria de una nación consiste, no en ganar con torrentes de sangre, un palmo más de tierra, y ni Estudios biográficos, José Eleuterio González

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un dominio, ofendiendo la naturaleza, en el hombre, esclavizándolo; sino en conseguir la paz, conservarla y en proporcionar al hombre los medios que sean posibles para lograr su perfeccionamiento moral, dando conocimientos a su alma y rectitud a su corazón, y en acordar a la vez dignos premios a la ciencia y a la industria. Tal es el sentir de la razón, de la filosofía más sana y de la humanidad.

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Fotografía que aparece en su Colección de Documentos… de 1867. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Tratado Elemental de AnatomĂ­a General, Imprenta del Gobierno a cargo de Viviano Flores, Monterrey, 1863. 70

Hermegildo DĂĄvila


VII

sUs obras

N

o podemos menos, antes de concluir, que enumerar las obras1 que han salido de la pluma de Gonzalitos. En todas se ve al hombre que está impuesto a explicarse con ingenui-

dad y franqueza, y en todas reina esa amable sencillez, que noble y sostenida, no degenera nunca en trivialidad: el estilo es el hombre, ha dicho Buffon. En todas se siente un estilo puro, correcto y castizo; claro, fluido y sonoro; fácil sin esfuerzo y noble sin hinchazón.

Como médico ha dado a la ciencia una producción nueva en el país: la mosca hominívora, y ha prescrito el método que debe observarse en la curación de la enfermedad que origina aquel peligroso insecto. Ha escrito un Tratado de Anatomía desde los tiempos más remotos hasta el año de 63 en que la dio a luz urgido por la necesidad, como él dice modestamente, y no por la ambición de pasar por autor. Tal obra, la primera en su género que se ha escrito en nuestra república, superó a los encomios que pudiera tributarle nuestra limitada inteligencia. Bástanos decir que ha correspondido a los deseos de su autor, pues sus discípulos han sacado de ella los más claros conocimientos. También ha escrito una obra completa de Obstetricia, pues habiéndole dado licencia el Gobierno para que abriese una cátedra pública sobre ese ramo, se vio precisado a dar lecciones orales, e ir sucesivamente recopilando los puntos de que tenía que tratar. La 1. En la introducción se describe la ficha bibliográfica completa de las referencias a que alude Dávila en este apartado. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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obra impresa ocupará unos tres tomos en cuarto, añadiéndole un tratado especial sobre el bautismo en el que se versan puntos de Teología. Actualmente está escribiendo Lecciones de clínica, para los cursantes que tiene de ese ramo. Esperamos fundadamente que tales obras redactadas en un estilo claro y preciso no tarden en salir a la luz pública; pues darán a la ciencia nuevo realce y a nuestra patria más gloria literaria. Como cronólogo ha compuesto un Tratadito elemental de cronología, acompañado de una Lección escrita en romance heróico sobre las épocas y eras más notables, desde la creación del mundo hasta nuestros días; un Calendario perpetuo, contenido el Gregoriano en el cual se resuelven muchos problemas cronológicos, y además con una noticia del Calendario francés del año de 1792 para poder entender los documentos de la Revolución francesa; asimismo algunas noticias del Calendario azteca, para que puedan entenderse varias fechas que se encuentran en las historias antiguas de México. Todas estas obras sirven de texto en los cursos respectivos en el Colegio civil. Pero de las producciones que ha concebido su talento, permítasenos decir, que por una tiene que mostrársele la patria más agradecida la patria más agradecida, no obstante que todas son dignas de la mayor estimación. Hablamos de la Colección de noticias y documentos para la historia de Nuevo León corregidos y ordenados de manera que forman una relación seguida, agregada al fin una lista de los Gobernadores de aquel Estado desde su fundación, y otra de los Ilustrísimos Obispos que han ocupado su mitra. En elogio de tan laboriosa y magnífica obra, reproducimos lo que en el Seminario Ilustrado, en la revista de 25 de Septiembre de 1868, dijo sobre ella el eminente poeta y uno de los primeros prosadores de México C. Guillermo Prieto: “Contentos nosotros hemos recorrido las noticias de 72

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Nuevo León que sin estrépito avanza; se dedica a mejoras positivas y consolida la paz con tacto y con prudencia. Nuestro amigo el Sr. Dr. González acaba de publicar en Monterrey una interesantísima colección de documentos, o mejor dicho, un ‘Ensayo histórico de Nuevo León,’ profundo y sesudo, como todo lo que sale de la pluma de este sabio y modesto amigo nuestro. Gonzalitos es un luminar para la ciencia, para la juventud un tesoro, para la humanidad doliente un tierno y generoso consuelo, y para Monterrey un justo título de orgullo. Su obra, de que nos ocuparemos muy en breve, es no solo muy importante para los estudios especulativos, sobre los que proyecta luz vivísima, sino para cuestiones prácticas que tienen de ofrecerse en la frontera, sobre puntos administrativos y políticos. Nosotros, que somos honrados con la amistad del Dr. González le enviamos las más sinceras felicitaciones por su trabajo.” Sólo agregaremos a este bien merecido elogio, que en tal obra se encuentran esclarecidos varios de los puntos de la historia mexicana moderna que Alamán y Bustamante no comprobaron por falta de documentos ¡Ojalá que el Dr. González , tomase el trabajo que prepara con su colección, pues quizá, si no sucede así, tenga que carecer el Estado de Nuevo León de una Historia, con lo cual aún la patria sufriría; y ¡ojalá y que dé pronto a la prensa su historia del primer congreso nacional2 que actualmente está escribiendo!

2. Es probable que se esté refiriendo a la correspondencia y biografía de Fray Servando Teresa de Mier que aparecen en sus Obras Completas, textos que ya fueron citados. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Colección de noticias y documentos para la historia del Estado de Nuevo León, corregidos y ordenados, de manera que formen una relación seguida, Tipografía de Antonio Mier, Monterrey, 1867 74

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VIII

sUs obras poéticas

C

omo amante de las bellas letras ha escrito muchas poesías y varios discursos. De las primeras, de un sinnúmero que escribió y de las cuales algunas salieron en el Desengaño de

Tampico, solo nos quedan dos himnos y una oda a la sabiduría, habiendo tomado para ella muchos pensamientos de la sagrada escritura, frente de toda ciencia y en la cual está profundamente versado. El himno sobre la música y la gimnástica fue cantado por varios alumnos del colegio en el examen de aquellos dos ramos de enseñanza, habiéndose preparado el canto por el profesor y catedrático de música del Colegio C. Epigmenio R. Melo. Nos abstendremos de hacer comentario alguno sobre sus poesías, que en seguida insertamos, no obstante merecernos un concepto por demás favorable de que son muy dignas. CORO Gloria y honor al genio soberano Que al mundo dio la música sonora, Y a la hija de Esculapio bienhechora, Que ilesa nos conserva la salud. VOZ 1ª. ¡Oh música divina, voz del cielo, Que endulzas con tu grata melodía Y mágicos torrentes de armonía Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Las penas del herido corazón, Tú en el augusto sacrosanto templo Vivificas con místico sonido El himno de dolor del afligido, Y acompañas su férvida oración. Gloria etc.

VOZ 2ª. ¡Alto númen de Alcídes invencible, Tú en el débil superas la natura, Tú le das el valor y la bravura La astucia, perfección y agilidad! Y le procuras afanoso y sabio, ¡Oh inapreciable y grande beneficio! Con saludable y útil ejercicio, Fuerza en el cuerpo en la alma la salud. Gloria etc.

VOZ 3ª. Muro de bronce fueron estas artes En Esparta, Corinto y en Atenas, Y en Roma que del mundo las cadenas En su ambición frenética forjó. La música inflamaba los guerreros Que eran robustos, fuertes y sufridos, Y ligeros, valientes y atrevidos Y el mundo sus hazañas admiró. 76

Hermegildo Dávila


Gloria etc.

El otro himno fue cantado por varias señoritas en la solemne distribución de premios verificada, entre los alumnos del Colegio civil, la noche del 30 de agosto de 1862. Es como sigue: CORO Bellas ninfas! Venid y los triunfos De la ciencia sublime ensalzad, Y con dulces y armónicas voces Vuestro noble entusiasmo expresad! VOZ 1ª. Es la ciencia fulgente destello Que el Criador de su faz desprendió; Más hermoso, más claro y radiante Que la luz que a los astros vistió: Pues la luz a su vez fue vencida Por la noche que al mundo cubrió, Y a la ciencia inmortal y gloriosa La ignorancia jamás ofuscó. Bellas ninfas etc. VOZ 2ª. De la ciencia el poder es tan grande Como el mundo no tiene otro igual; Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Y si lucha con bárbaras huestes En reñida batalla campal, Las quebranta, las rompe y destroza; O ya esquiva su empuje fatal, Y con arte encadena y sujeta, Si ella quiere, su furia brutal. Bellas ninfas etc. VOZ 3ª. Es la ciencia el más rico tesoro Que nos dio de la vida el Autor, Ni la fúlgida plata le iguala Ni las obras de insigne primor, Ni las joyas preciosas del Asia Ni del oro el brillante esplendor, Ni hay riqueza en el Orbe que pueda Compararse a su inmenso valor. Bellas ninfas etc. VOZ 4ª. Es hermosa y amable la ciencia, Y se ve con sus gracias brillar, Más aún que la misma belleza, De su grande fulgor a pesar: Pues cada año que pasa desluce La belleza gentil sin cesar; Y el continuo correr de los siglos 78

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Nuevo brillo al saber viene a dar. Bellas ninfas etc. VOZ 5ª. ¡Alma ciencia! ¿a tu aspecto grandioso, Que a la misma hermosura venció, Y a la luz, y a la fuerza, y al oro, Quién jamás sin rendirse quedó? Tu poder, que a los pueblos incultos En dichosos y sabios tornó, Feliz haga a mi patria querida, Pues tu númen también adoró. Bellas ninfas etc. En la misma festividad leyó su Oda La Sabiduría, dedicada a los alumnos del Colegio civil. Más hermosa que el sol resplandeciente Y que la luz que el universo inunda, Es la sabiduría, y más amable Aún que la salud y la hermosura. Es ella el resplandor inextinguible Con que la Eterna luz el mundo alumbra, Y el refulgente no manchado espejo Donde se mira el Dios de las alturas.

Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Es de la claridad del Ser Supremo Brillante emanación que no se ofusca, Y la imagen más fiel de sus bondades Que nuevos bienes sin cesar anuncia. Belleza esclarecida, inmarcesible, Tanto amor nos profesa y tal ternura, Que en estar con los hijos de los hombres Tan solamente sus delicias funda. En el sublime trono de su gloria, Y en medio de la luz que la circunda, Fácilmente la miran los que la aman Y la encuentran también los que la buscan, De allí desciende, a los mortales llama, Por todas partes su clamor se escucha; Ya resuena del mundo en los confines, Ya en los abismos de la mar profunda: Ya en la encumbrada cima de los montes Ya del sombroso bosque en la espesura, Ya en el ancho camino y las torcidas Veredas que los amplios campos cruzan; Ya en las puertas también de la ciudades Ya de las calles en la vasta anchura, Ya en los palacios, pórticos y plazas Que la ruidosa multitud ocupa.

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Do quier la voz penetra sonorosa Con que convoca la ignorante turba, Para que a oír palabras de prudencia Y altos misterios presurosa ocurra. “Acercaos a mí ¡oh indoctos! dice, Y congregaos sin tardanza alguna En la casa feliz de la enseñanza Donde la ciencia y la doctrina abundan:” “¿Qué os detiene? pues qué ¿nada os importan Las grandes cosas que mi labio anuncia? ¿Hasta cuándo seréis cual pequeñuelos Que de los juegos de la infancia gustan?” “Es gran prudencia, consumado juicio, Diversiones dejando inoportunas, Fijar el vagaroso pensamiento En mi perfecta y mágica hermosura.” “Yo, la Sabiduría, increada, eterna, Soy la que al hombre su deber ajusta; Por mí reinan los príncipes supremos, Por mí con rectitud las cosas juzgan” “Yo asisto a los juiciosos pensamientos, Presido de los buenos en la junta, Y les muestro recónditas verdades Cuando entre sí de buena fe consultan.”

Estudios biográficos, José Eleuterio González

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“Soy del consejo inagotable fuente También de la equidad y la cordura. Conmigo están la gloria y las riquezas La sublime prudencia y la ley justa.” “A los que me aman, amo tiernamente, Yo me descubro a los que a mí madrugan, Y al que me busca me hago encontradiza En cualquier favorable coyuntura.” “Ea, pues, sacudid, tardos varones, Esa fatal pereza que os abruma, Ardiente sed padecen vuestras almas Y necesitan de mis aguas puras.” “Llegad, y en mi raudal indeficiente, Que de todos los bienes siempre abunda, El agua beberéis que da la vida Sin término, sin fin, sin tasa alguna.” “Si la riqueza el corazón anhela, ¿Qué cosa habrá más rica por ventura Que yo en el mundo? Y si buscáis acaso Las apreciadas obras de la industria,” ¿Quién habrá que conmigo se compare? ¿Qué artífice tendrá mayor figura Que yo, que a tantos y tan grandes mundos Tracé con mano diestra fija ruta?”

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“Y al que virtudes eminentes ama, Que de la vida el bienestar procuran, Yo le daré prudencia previsora, Que el mal aun antes de llegar conjura:” “Y fortaleza le daré invencible Con que triunfe en la guerra furibunda, Que contra las pasiones rebeladas Sostiene débil en continua lucha;” “Y le daré justicia inexorable Que todo rectamente distribuya, Y templanza también moderadora Que sus acciones regle y su conducta;” “Y si el mucho saber alguno quiere, Reglas tendrá que el método aseguran De saber con certeza lo pasado, Escudriñando antiguas escrituras;” “Le iniciaré en el arte misterioso Que a conocer el porvenir ayuda, Y a predecir al mundo los sucesos Que han de venir en épocas futuras.” “Espíritu sutil e ingenio claro Le infundiré también con que descubra Del discurso el enredo malicioso Que en el sofisma sórdido se funda;”

Estudios biográficos, José Eleuterio González

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“Fiel conductor con luminosa antorcha Seré para él, si soluciones busca De los más intrincados argumentos, Que la razón alguna vez ofuscan;” “Sabrá la ley que rige los planetas Que en movimientos ordenados cruzan El extendido espacio, y las mudanzas Que tiene alternas la argentada luna;” “Preverá las señales portentosas. Que a la medrosa multitud conturban, Y los advenimientos de los tiempos Anunciará en sazones oportunas.” “Yo del terráqueo primoroso globo Le mostraré la artificiosa hechura, Y de la activa en criar naturaleza Las fuerzas escondidas y fecundas.” “Le daré a conocer los minerales, De cada planta la virtud oculta, Los profundos arcanos de la vida, De los seres vivientes la estructura;” “Y aquel arte benéfico y divino Que del dolor cruel doma la furia, Y a la infeliz humanidad doliente Los crudos males aliviar procura.”

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“Todos los bienes que apetece el hombre Conmigo vienen de la excelsa altura Y les doy al que escucha cuidadoso Las instrucciones que mi voz promulga.” “Dócil el cuello someted al yugo Y vuestra alma reciba la cultura De la doctrina, con mayor anhelo Que de oro y plata la preciada suma.” “Pues los sabios conducen las naciones A la felicidad en derechura, Y temblarán los hórridos tiranos Ante los pueblos que mi lengua instruya.” “Que de mucho saber deseo ardiente En el dócil espíritu se infunda. Estudiando a la luz del claro día Y en las tinieblas de la noche oscura.” “Dóciles del que enseña a los preceptos, Siguiendo firmes la empezada ruta, Nutra vuestra alma el suculento pasto De la meditación y la lectura.” “¡Venturosos los jóvenes discretos Que a seguir mis consejos se apresuran, Y con asidua aplicación adquieren Costumbres buenas e instrucción profunda..!”

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“Que les darán las admiradas gentes Gloria brillante que por siempre dura, Y aun de los ancianos venerables Honra obtendrán en la presencia augusta.” “Yo les repartiré sublime ciencia, Y pensamientos de prudencia suma, Y honoríficos premios y coronas Que la vista arrebatan y deslumbran.” “Y en eminente asiento colocados, Cubiertos de gloriosa vestidura, Serán del mundo luz consoladora Que ahuyentando tinieblas se difunda.” “Y de mi amor como el supremo esfuerzo, Y para colmo en fin de su ventura, Les mostraré la senda que conduce A donde eternas dichas se disfrutan.”

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Sra. Josefa González Mendoza, única hermana de Gonzalitos. Contrajo matrimonio en Guadalajara, Jalisco, con el Lic. Félix Pérez-Maldonado. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Fachada de la casa donde vivió y murió Gonzalitos por la calle de Dr. Coss, sur, núm. 29. 88

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IX

[sUs discUrsos]

N

o omitiremos nuestro juicio respecto de los discursos. Los cuatro que ha dado a luz nos parecen buenos. Todos, dedicados a la juventud, han llenado completamente su objetivo:

despertar en los jóvenes un ardiente deseo de saber, una inclinación firme a la virtud, al trabajo, e infundir en sus corazones el amor de desvelarse en beneficio de la madre sociedad. He aquí como aconseja: “Cualquiera que sea la profesión que adoptéis, dedicaos a ella con todas vuestras fuerzas, estudiadla con tesón, pensad en ella día y noche, porque solo así se alcanza la instrucción; pero no basta ser instruidos y aplicados, sino que es igualmente necesario ser prudentes, ser justos, ser benéficos, en suma, ser virtuosos. La instrucción y la virtud son la sabiduría, sed, pues, sabios y agradaréis a Dios y a los hombres.” ¡Qué rasgos tan profundos! Después continúa: “Buscad, pues, la instrucción en el estudio, y la sabiduría en la práctica de las virtudes; porque si la instrucción es la vida, la sabiduría es más que la vida, es la felicidad, es la bienaventuranza. La instrucción solo se haya en el trabajo continuo de la lectura y la meditación, y las virtudes solo se adquieren con el trabajo de ejercitarlas sin cesar; trabajad, pues, constantemente en procuraros tan eminentes bienes, haceos un hábito, una costumbre de estudiar y de ser buenos, y labrareis vuestra felicidad y la de vuestros conciudadanos. Ahora que sois jóvenes Estudios biográficos, José Eleuterio González

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acostumbraos al trabajo, porque como dice el profeta de las gentes: ‘Bueno es para el hombre haber llevado el yugo desde su mocedad (Lament. De Jeremías, cap. III. v 27)’”. Y ved como prepara a los jóvenes al patriotismo, amor que dispone al hombre a conocer los deberes que tiene imprescindiblemente que llenar para ser buen ciudadano, y para contribuir a la marcha progresista de la patria. “Entre las muchas virtudes que debe tener el hombre en sociedad, y sobre todo el hombre de letras, las principales, las que forman la base y el fundamento de las demás, son sin duda la probidad y la beneficencia; así los vicios que les son contrapuestos, la depravación y el egoísmo, son en realidad la gangrena en la sociedad.(…) Sed probos y gozaréis la inefable satisfacción y tranquilidad de espíritu que produce el bien obrar. Si, por el contrario, por una desgracia lamentable, abandonáis la práctica de la virtud vivificadora, ¡cuánta vergüenza y confusión os esperan! ¡qué sobresalto continuo! ¡qué amargura de ánimo, qué terror, y que cúmulo de males! Tal será el fruto de semejante descarrío, que a toda maldad marcó la naturaleza con las horribles y tremendas notas de la vergüenza y del miedo. El empacho y el temor son manchas que afean el rostro del malvado, y que revelan el cáncer oculto y devorador que roe sus entrañas y que destroza en su corazón el lazo que lo unía a la sociedad, el sentimiento de la justicia, único vínculo capaz de mantener en pie las naciones.” ¡Qué rasgos tan verdaderamente oratorios y tan filosóficos! En la pintura de los caracteres muestra conocimientos muy profundos. He aquí la que hace del egoísta y del benéfico:

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“Imprescindible obligación tenemos de ser benéficos, tanto como de ser justos, y esta obligación común a todos los hombres, es mucho mayor en los que con carácter público ejercen una profesión literaria, porque ellos son depositarios del sagrado tesoro de las ciencias y deben repartirlo con liberalidad. El hombre que sepulta consigo sus conocimientos, que oculta su saber para que a nadie aproveche, es el peor de los egoístas, es el peor de los avaros, es un hombre perdido para la sociedad y detestable por todos cuantos aspectos se le considere; por el contrario, el hombre benéfico que por cuantos caminos puede, y principalmente con su saber, va haciendo bien por donde pasa, es el mejor de los ciudadanos, es el hombre eminentemente social, cumple bien con su deber, se concilia el amor y el respeto de todos sus hermanos; y sobre todo, siente la satisfacción interior, el inefable gozo y la deliciosa expansión del ánimo que siguen siempre a una buena obra.” Por boca de nadie como por la de Gonzalitos, pudo la beneficencia con tanta energía, con tanta dulzura, haber expresado los goces que proporciona al que la ejercita. ¡Virtud sublime que deben poner en práctica los ciudadanos cada momento! El hombre es tan miserable y tan impotente, y sus necesidades tan urgentes y continuas… ¿cómo podría satisfacerlas? ¿Y cómo podría hallar la dicha a que le inclina poderosamente su propia naturaleza? En la unión está el poder, y la unión, hecha por la beneficencia, es indisoluble. La virtud es un eslabón que el tiempo no destruye. En su segundo discurso, y que leyó la noche que dio lectura a su Oda La sabiduría se propuso enseñar prácticamente a los jóvenes el modo de conseguir la virtud y tomó por epígrafe aquel verso de Horacio:

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Virtus es vitium fugere: et sapientia prima Stulititia caruisse. (HORAT. LIB. 1°. v. 41 Y 42) Es virtud huir del vicio, y la primera sabiduría consiste en no ser necio y vano. Su modo de raciocinar es en extremo poderoso, su lógica incontrastable, y sorprende con los conocimientos que muestra del corazón humano. ¿Quién ha escrito con más elegancia y energía como se ve en el siguiente párrafo, sin dejar traslucir el trabajo y la obediencia casi servil a las reglas? “No hagáis cosa alguna de las que reprueba la sana razón; huid como de un contagio pestilente de la pereza que embrutece, de la impiedad que degrada, del fanatismo que obseca, de la ingratitud que desnaturaliza, del egoísmo que aísla, de la disolución que destruye, de la ira que ciega, de la avaricia que envilece, de la mentira que deshonra y de la intemperancia que aniquila; y de todo aquello que repugna a la santidad de la religión, a la pureza de la moral, a la integridad de la justicia y al bien de la sociedad. Apartaos no solamente de los vicios, sino también de los viciosos, porque la maldad contagia: y cuando veréis a esos infelices que, por haber dejado la senda de la virtud y desoído la voz de la sabiduría, cayeron en la inmunda sentina de los vicios, decidles con el Rey poeta: ‘Apartaos de mí todos los que obráis la iniquidad.’ Separaos, pues, cuidadosamente de los vicios y de los que los practican, porque en el combate contra las pasiones, la victoria más segura es la que se alcanza huyendo. Considerad cuan reprensible temeridad sería querer combatir abiertamente con tan formidables enemigos como son las pasiones, que tantas veces han derribado a las almas más fuertes y privilegiadas. De aquí es que la buena razón aconseja la fuga, 92

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como el medio más seguro de salvación. Y considerad también que jamás llegará a ser virtuoso el que primero no se aparta de la maldad, porque la virtud y el vicio son como la luz y las tinieblas, que se excluyen mutuamente y no pueden estar juntas jamás.” ¡Oh si la juventud tuviese grabadas siempre en su corazón tan útiles verdades! Pero el discurso en que se asombra con su instrucción y con las galas con que adorna, sin recargar, su dialéctica, es, a nuestro humilde juicio, el que pronunció la noche del 31 de agosto del 63 en que tuvo lugar la 3ª distribución de premios. El exordio es brillante y seductor. Nos contentaremos con tomar uno que otro párrafo de aquel discurso. Al hablar de la historia dice: “Y ambas (la Geografía y la Cronología) son un preliminar indispensable para el utilísimo y deleitoso estudio de la historia: de la historia, de ese testigo fiel de lo pasado, de ese consejero imparcial y sabio de los gobernantes, de ese juez inexorable de los hombres públicos, que, despojándolos del prestigio de que estuvieron rodeados, y juzgándolos por solas sus acciones, los presenta cuales fueron para que vivan en la memoria de los hombres, coronados de gloria por sus virtudes, o cubiertos de ignominia por sus iniquidades; de esa guía segura que, sacando al hombre de los estrechos límites de su fiera existencia, lo transporta, atravesando siglos, a los más remotos tiempos, haciéndolo contemporáneo de los hombres más célebres y ciudadano de todas las naciones; de esa maestra en fin que, haciéndonos aprovechas la experiencia de los que nos precedieron, nos Estudios biográficos, José Eleuterio González

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enseña a dirigir de la mejor manera nuestras acciones, pues ella es la que, como ha dicho muy bien César Cantú, debe hacer redundar en provecho de los hijos, la cosecha de dolores padecidos por los padres..” Y he aquí la enumeración de las cualidades que se requieren para estudiar medicina: “Aquel de entre vosotros que dotado de un corazón sensible, sepa compadecer las miserias de sus semejantes, que tenga un entendimiento claro, inclinación al bien, grande amor al estudio y un espíritu fuerte que lo haga a propósito para desempeñar un gravísimo y difícil ministerio; dedíquese al muy útil aunque penoso y dilatado estudio de la medicina.” Y he aquí como habla de la jurisprudencia: “Y el que haya recibido de la naturaleza un conocimiento instintivo de lo justo y de lo injusto, un juicio recto, un deseo insaciable de saber, una inteligencia clara y perspicaz y un invariable amor a la justicia, abrace desde luego el vasto y profundo campo de la jurisprudencia, sin que lo arredre lo extenso del camino que tiene por recorrer, pues esta ciencia tan necesaria a la sociedad, tiene por precisos e indispensables auxiliares a todos los conocimientos humanos. ¡Ciencia preciosa y eminente que desentraña de lo más recóndito la injusticia y la iniquidad, y que señala claramente los derechos y deberes del hombre y de las naciones! Ella robustece el brazo de sus adeptos, armándolos, ya con la egida de la razón, o ya con la cuchilla de la ley, para que defiendan con eficacia la inocencia injustamente oprimida, o castiguen con energía el crimen donde quiera que se encuentre; ella enseña y reduce a principios ciertos el arte 94

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difícil y espinoso de dictar leyes a los Estados bajo los preceptos de la sabiduría y las invariables reglas de la justicia.” Basta, pues, con los trozos que hemos copiado, para conocer claramente las dotes oratorias que se encuentran en el Dr. González, hombre admirable bajo todos aspectos del saber.

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Con traje de etiqueta y chaleco de seda bordado, correspondiente a su época más brillante y agitada, foto tomada por Nicolás M. Rendón. 96

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X

sUs caracteres

T

iene 163 centímetros de altura, esto es, dos varas menos dos pulgadas; es de temperamento mixto del sanguíneo, linfático y nervioso; un poco lleno de carnes; su cara es un tanto redonda

y de un blanco-cobrizo; sus ojos son grandes, negros, vivos y penetrantes; su frente es espaciosa y su cabeza grande y redonda está levantada un poco en las regiones fronto-parietales. Su trato es demasiado franco, chistoso e insinuante, siendo un depósito prodigioso de anécdotas y cuentecillos que aplica ingeniosa y hábilmente en circunstancias oportunas. Con tales recursos de su rica y fecunda imaginación sabe hacer reír al enfermo, apartar al joven de sus malas inclinaciones y reprender al hombre y al anciano, sin que ninguno deje de tenerle una consideración respetuosa y comedida. Nadie puede verlo una sola vez sin quedar prendado de él, y consagrarle el más puro afecto del cariño más tierno. Todas las personas de Monterrey se empeñan vivamente en hacerle demostraciones de un afecto tierno y respetuoso, procurando ligarse con él con el lazo del compadrazgo. Los que vienen de los pueblos en busca de salud, a él se dirigen guiados por la fama que les ha hecho oír su nombre, que basta para alentarlos. Su habitación, en donde tiene una brillante biblioteca, es verdaderamente un refugio para el doliente, una escuela para el ignorante, y fuente para el uno y el otro de esperanza y de consuelo. Todos lo respetan y todos le consagran más que un simple cariño. La envidia no lo ha inquietado, y ni jamás ha permitido que la adulación, máscara de la injuria, se atreva a distraerle de sus ocupaciones. Es tan conocedor del corazón humano, que con la mirada menos indagadora profundiza los sentimientos de los que lo tratan. La prudencia en su carácter, la sensatez su guía, la reflexión Estudios biográficos, José Eleuterio González

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su consejero, la amabilidad su escudo, la filantropía su tema, la virtud su consuelo, el afán y el trabajo su misión y la ciencia y la sabiduría su esperanza. ¡Feliz hombre que, nutrido con el caudal de conocimientos de la reflexiva experiencia y con las lecciones más fecundas de la filosofía, ha comprendido que su tránsito por el mundo debe ser de gozo y de satisfacción cuando, no perdonando desvelos, hace el bien, y de quebranto y de amargura, cuando mira hacer el mal y le es imposible evitarlo! Jamás gusto de filiarse en las controversias políticas, circunstancia que le deja dedicarse desahogadamente sin ninguna distracción a sus ocupaciones; pero no por eso está destituido de patriotismo; pues él sirve afanosamente a la patria con su ciencia y con sus virtudes. ¡Eminentes servicios! Es de principios liberales, porque juzga que todo adelanto en el progreso estriba en la libertad, más en la libertad bien entendida y no en la licencia que conduce directamente al aniquilamiento, a la destrucción de las naciones. Tal es el C. Dr. José Eleuterio González (Gonzalitos), que, con el aspecto de un hombre en el vigor de la edad, cuenta hoy con 56 años y días, consagrado aún con el empeño y la solicitud de un joven a sus obligaciones. Hay hombres, a quienes el cielo, para el mismo bien de la humanidad, concede una dilatada vida a despecho de los trabajos y de las amarguras con que han tenido que luchar. ¡Que Dios prolongue sus días!

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La mosca hominívora. Disertación leída en la Academia Médico Farmacéutica de Monterrey la noche del 3 de marzo de 1865, por el Profesor de Medicina José Eleuterio González. Imprenta del Gobierno, Monterrey, 1873. Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Retrato autografiado del Dr. Gonzalitos que aparece al principio del Tomo I de sus Obras Completas en la ediciรณn de 1885. 100

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XI

epÍLogo:

M

édico, cronólogo, historiador, naturalista, filósofo, literato, poeta y hombre de vastísima instrucción; tales son las eminentes cualidades que le honran; tales los títulos que con

orgullo debe presentar a su patria y tales los fundamentos con que tiene derecho a la veneración, alabanzas y consideraciones de sus compatriotas, y al recuerdo reverente que la posteridad debe hacer de su nombre y de su vida empleada en la educación de la juventud, en el alivio del desgraciado, en el cumplimiento de la filantropía, la virtud y el honor, y en salvar del olvido la historia de nuestros abuelos. ¡Que la ingratitud no venga a empañar su reputación tan justamente adquirida; que la maleficencia y la envidia no manchen su fama, y que el inexorable tiempo no hunda en la noche de los siglos su nombre tan querido por sus conciudadanos! Tales son nuestros votos, porque la vida de los sabios no interesa a un hombre, ni a una familia, ni a un solo pueblo; sino a la humanidad, cuyos pasos en el progreso se deben a esos genios sublimes, dioses en el mundo.

FIN

Estudios biográficos, José Eleuterio González

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Copia del acta de nacimiento de José Reymundo Eleuterio González Mendoza.

Copia del acta de matrimonio con María del Carmen Arredondo. 102

Hermegildo Dávila


cronoLogÍa Fecha

deL

dr. José eLeUterio gonzáLez, 1813-1869

Acontecimiento

20/02/1813 Nace en Guadalajara, Jalisco, José María Reymundo Eleuterio González Mendoza. 1815

Fallece su padre, don José Matías González.

01/05/1825 Ingresa al Colegio Seminario de Guadalajara. 1826

Abandona el seminario y continúa su preparación en el Instituto Literario de Guadalajara (antecedente de la Universidad de Guadalajara) donde estudia filosofía e inicia su carrera de medicina.

06/10/1830 Llega a San Luis Potosí como estudiante de medicina, acompañando al sacerdote franciscano Fray Gabriel María Jiménez, oriundo de Monterrey. 30/11/1830 Visita Monterrey por primera vez. 12/02/1831 Regresa a San Luis Potosí. 12/11/1833 Llega a Monterrey para establecerse definitivamente. En su opúsculo Dávila refiere el día 13 de ese mes y año. 1/05/1834

Es nombrado director del Hospital de Nuestra Señora del Rosario (también denominado Hospital para Pobres o de los Pobres).

2/01/1835

Inicia la primera cátedra de farmacia en la botica del hospital.

28/02/1835 Fallece Fray Gabriel Jiménez. 7/01/1836

Contrae nupcias con Carmen Arredondo (hija del general Joaquín de Arredondo). Dávila en su opúsculo menciona el día seis.

Estudios biográficos, José Eleuterio González

103


1840

Ensaya el pus vacuno a varios jóvenes para evitar el contagio de la peste.

1841

Da por terminado su compromiso matrimonial, debido a que su esposa mantuvo relaciones extramaritales con el general Mariano Arista.

8/03/1842

Recibe título de médico, expedido por el gobernador de Nuevo León, general José María Ortega.

1/04/1842

Inicia una cátedra de ciencias médicas.

8/01/1843

Es reconocido como miembro de la Compañía Lancasteriana establecida en Monterrey. Suspende su cátedra y sale de Monterrey durante la ocu-

1846

pación norteamericana, radica en Cadereyta y puntos circunvecinos. 1848

Fallece su madre, doña Mariana Mendoza Córdova.

1/01/1849

Abre su segundo curso de farmacia, más completo que el primero de 1835.

18/10/1850 Es nombrado médico cirujano del primer Batallón de la

Guardia Móvil, por el gobernador Pedro José García. 29/12/1850 Es electo segundo diputado suplente por el partido de

Monterrey al soberano Congreso del Estado. 27/02/1851 Es nombrado Magistrado suplente del Supremo Tribunal

de Justicia del Estado de Nuevo León. 29/09/1851 Es nombrado vicepresidente del recién creado Consejo

de Salubridad. 7/03/1852

Es nombrado médico cirujano para el Batallón de la Guardia Nacional Sedentaria, por el gobernador Agapito García Dávila.

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Hermegildo Dávila


16/04/1952

El Consejo de Salubridad le otorga licencia amplia para el ejercicio de la medicina en todo el estado de Nuevo León.

1853

A principios de este año se extingue por falta de fondos el Hospital de Nuestra Señora del Rosario, hospital que duró abierto 60 años y los últimos 19 el doctor González fue su director.

10/12/1853

Recibe licencia para abrir una cátedra de obstetricia.

5/04/1854

Presenta un Informe sobre epidemias y endemias en el estado de Nuevo León, al Consejo de Salubridad de di-

cho estado.

19/07/1855

Es aceptado como miembro corresponsal de la Sociedad de Geografía y Estadística de México.

5/04/1856

Es admitido en el seno de la Sociedad Amigos del País.

11/09/1858

Es nombrado censor del Teatro Progreso de Monterrey.

1/02/1859

Inicia la construcción del Hospital Civil.

30/10/1859

Se crea el Colegio Civil y a la par, él funda la Escuela de Medicina como parte de esta institución educativa.

2/11/1859

Es nombrado Catedrático de Medicina Operatoria y Obstetricia, en la Escuela de Medicina, anexa al Colegio Civil.

2/05/1861

Abre sus puertas el Hospital Civil de Monterrey.

1863

Publica su Tratado Elemental de Anatomía General.

26/08/1864

Las tropas francesas ocupan Monterrey y utilizan el Colegio Civil como cuartel, convirtiéndose la casa de Gonzalitos en alma mater.

1864

Atiende de parto a doña Margarita Maza de Juárez, nace un niño al que llaman José Antonio, quien falleceEstudios biográficos, José Eleuterio González

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rá meses más tarde en Estados Unidos.

27/12/1864

Expone su Breve relación del origen, progreso y estado actual del Hospital Civil de Monterrey.

20/02/1865

El ayuntamiento de Monterrey, le expresa oficialmente la gratitud popular, por su obra humanitaria y constructiva en el Colegio Civil, la Escuela de Medicina, el Consejo de Salubridad y el Hospital Civil.

3/03/1865

Expone su estudio La mosca hominívora ante la Academia Médico-Farmacéutica de Monterrey. Es nombrado por Maximiliano de Habsburgo, Oficial de

1865

la Orden Imperial de Guadalupe.

27/12/1865

Por orden del Emperador se prohíbe la enseñanza su-

perior en los Departamentos, por lo que se clausura el Colegio Civil. 20/09/1866

Se reabre el Colegio Civil, es nombrado Director del mismo y de la Escuela de Medicina.

20/12/1866

Se le extiende formalmente el cargo de director del Colegio Civil.

1866

Escribe el Método curativo del Cólera Morbo.

1967

Publica la Colección de noticias y documentos para la historia de Nuevo León.

20/02/1867

Es declarado Benemérito del Estado de Nuevo León, por el gobernador Lic. Manuel Z. Gómez.

20/02/1867

Es nombrado Inspector General de estudios primarios y secundarios.

20/02/1867

Es nombrado miembro honorario de las Juntas de Beneficencia del Estado de Nuevo León.

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Hermegildo Dávila


10/11/1867 Con su participación y asesoría se funda el Ateneo Fuente en Saltillo, Coah.

25/09/1868 Referido por Guillermo Prieto en el periódico Semanario Ilustrado.

1869

Es electo Diputado propietario por el Primer distrito en la décima quinta Legislatura del Congreso del Estado.

1869

Publica Lecciones Orales de Cronología.

1869

El Lic. Hermenegildo Dávila publica el opúsculo: Estudios biográficos sobre el ciudadano doctor, José Eleuterio González, escritos y dedicados al mismo por Hermenegildo Dávila, alumno del Colegio Civil.

Fuente: Olvera Sandoval, José Antonio, “Papeles de Medicina. La reorganización del archivo histórico (1884-1954)”, en: Memoria Universitaria, Boletín del Centro de Documentación y Archivo Histórico de la Universidad Autónoma de Nuevo León, año 1, núm. 10, Monterrey, 2010, pp. 7-13; y, Gonzalitos, entre la solemnidad y la tribulación, la historiografía en torno a su vida y obra, Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León, en prensa.

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108

Hermegildo Dávila

Título profesional de Médico, expedido por el gobernador José María de Ortega.


bibLiografÍa mÍnima Aguirre Pequeño, Eduardo (compilador), Datos para la historia de la Escuela de Medicina de Monterrey, Instituto de Investigaciones Científicas de la Universidad de Nuevo León, Monterrey, 1944. Cano Jaime, Alfonso, Gonzalitos, educador, Gobierno del Estado de Nuevo León/Universidad Pedagógica Nacional-Unidad 19-A Monterrey, Monterrey, 1999. Cavazos Garza, Israel, Diccionario biográfico de Nuevo León, 2da. edición, Grafo Print Editores, S.A., Monterrey, 1996. Covarrubias, Ricardo, Gobernantes de Nuevo León 1582-1979, Gobierno del Estado de Nuevo León, Monterrey, 1979. Dávila González, Hermenegildo, Biografía del Dr. D. José Eleuterio González, (Gonzalitos), escrita por su discípulo en bellas letras, Tipografía del Gobierno, en Palacio, a cargo de Viviano Flores, 1888. Garza Cantú, Rafael, Algunos apuntes acerca de las letras y la cultura de Nuevo León en la centuria de 1810 a 1910, Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, México, 1995. González, Héctor, Siglo y medio de Cultura nuevoleonesa, La Biblioteca de Nuevo León, Gobierno del Estado de Nuevo León, Monterrey, 1993. Guerra, Francisco, José Eleuterio González (1813-1888). Los médicos y

Estudios biográficos, José Eleuterio González

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las enfermedades de Monterrey, 1881. La vida y obra de Gonzalitos, Wellcome Historical Medical Library, Londres, 1968. Lozano, José María, Reseña histórica de la instrucción pública en Nuevo León, desde sus orígenes hasta 1891, presentada por el Consejo del ramo, al Superior Gobierno del Estado, Tipográfica del Gobierno en Palacio, a cargo de José Sáenz, Monterrey, 1894. Medina de la Garza, Carlos y Armando Hugo Ortiz Guerrero (compiladores), Tesis del siglo XIX. Primeros egresados de la Facultad de Medicina de la UANL, Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 2009. Medirichaga, Rodrigo, Y su nombre se repetirá, Ediciones Castillo, Monterrey, 1992. Olvera Sandoval, José Antonio, “Gonzalitos visto por sus biógrafos” en: Entorno Universitario, Preparatoria No. 16 de la UANL, año 13, No. 36, enero-junio 2012, pp. 7-10. Ortiz Guerrero, Armando Hugo, Las innombrables, Universidad Autónoma de Nuevo León, 2011. Pérez-Maldonado, Carlos. “Por qué vino a vivir a Monterrey el Dr. Don José Eleuterio González”, en: Humanitas, Universidad de Nuevo León, Monterrey, 1960, pp. 481-488. Salinas Cantú, Hernán, Semblanza del Dr. José Eleuterio González. Fundador del Hospital Civil y de la Escuela de Medicina en Monterrey, Dirección de Acción Cívica y Editorial del Gobierno del Estado de Nuevo León, Monterrey, 1988. 110

Hermegildo Dávila


Saldívar Rodríguez, Donato, Siglo y medio de historia de la Facultad de Medicina de la UANL y el Hospital Universitario “Dr. José Eleuterio González”, Facultad de Medicina de la Universidad Autónoma de Nuevo León, Monterrey, 2010. Tapia Méndez, Aureliano, El Doctor D. José Eleuterio González. Historiador del Noreste de México, Editorial Jus, México, 1976. ------------------------------------, José Eleuterio González. Benemérito de Nuevo León, Instituto de Investigaciones Históricas del Estado de Nuevo León/Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, 2ª. edición corregida y aumentada, Monterrey, 2006.

Créditos fotográficos: Tapia Méndez, Aureliano, José Eleuterio González. Benemérito de Nuevo León, Instituto de Investigaciones Históricas del Estado de Nuevo León/Consejo para la Cultura y las Artes de Nuevo León, 2ª. edición corregida y aumentada, Monterrey, 2006.

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Catedral de Monterrey, a mediados del siglo XIX. 112

Hermegildo Dรกvila


Estudios biográficos sobre José Eleuterio González, terminó de imprimirse en mayo de 2013 en los talleres de la Imprenta Universitaria. En su composición se utilizaron tipos Century Gothic de 9, 10, 11, 14, 24 y 54 puntos. Formato electrónico y diseño de portada de Raúl Ibarra. El cuidado de la edición estuvo a cargo de José Antonio Olvera y Adalberto Arturo Madero Quiroga. Captura de texto de Cecilia Martínez.

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