Libro Negro Emp.

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DECIMOSEGUNDO ASALTO

UN EQUILIBRISTA JAMÁS SERÁ EMPRENDEDOR La vida de emprendedor no es una vida que permita equilibrar vida personal y profesional

El motivo más alejado de la realidad En el primer asalto de este libro se habló de los diferentes motivos, que no motivaciones, que inducen a emprender. Son muchas las personas absolutamente quemadas de la dinámica laboral en la que están sumidos, hartas de un horario insufrible y, sobre todo, de la sensación de dependencia que no les permite sentirse dueños de sus vidas. Es lógico. Hay empresas donde la cultura corporativa es opresiva y asfixiante. Empresas donde el que sale más tarde parece un héroe, o donde está muy mal visto salir después del jefe, que es un adicto al trabajo. El ser humano tiene una tendencia natural a la libertad, a sentirse libre y no atado a un horario o calendario laboral inamovible. Así que no es de extrañar que uno de los motivos lamentables para emprender que se dan con mayor frecuencia sea la búsqueda de un equilibrio entre la vida personal y profesional. El escritor Javier Marías dice que se hizo escritor, entre otras cosas, para poder levantarse a la hora que quisiera y para no tener jefe. Emprendo para poder definir mi horario. Emprendo para poder tomarme días de vacaciones entre semana. Emprendo para tener control sobre mi calendario laboral. Emprendo para poder conciliar mi vida personal con la profesional de un modo equilibrado. Equilibrio. Un equilibrista jamás será un emprendedor. Porque, al menos durante los primeros años -y casi siempre durante toda la etapa emprendedora-, emprender supone una descompensación total entre la vida personal y la profesional.

Un contrato laboral de 24 horas al día durante 365 días al año En una de las entrevistas me dijeron: «Emprender es una actividad full time, full mind y full soul de veinticuatro horas al día, los siete días de la semana durante cincuenta y dos semanas al año. El emprendedor tendrá que estar dispuesto a perder el equilibrio entre vida personal y profesional, al menos durante un tiempo». Vamos a ver. No se trata de asustar a nadie. El resultado de la tarea emprendedora es tan gratificante que el sacrificio de emprender vale mucho la pena. Pero estas compensaciones no son nunca las de un equilibrio entre vida personal y profesional. Sí es cierto que uno tiene cierta sensación de libertad. El emprendedor «podría» tomarse cualquier día libre. «Podría» tomarse días de vacaciones de vez en cuando. Pero nunca lo hace. El hecho de saber que «podría» hacerlo ya procura cierta sensación de control y dominio sobre la propia vida, pero la realidad es que el auténtico emprendedor suele llegar a la conclusión de que al día le faltan horas para trabajar. Una de las maravillas de emprender es que ponemos el destino o los resultados de nuestro trabajo en nuestras propias manos. Todo depende de nosotros. No estamos en una multinacional donde papá o mamá corporación van a protegernos de los errores con su músculo financiero. No hay un jefe arriba a quién preguntar cuando surgen dudas. Somos el último escalafón en la jerarquía de mando. Por encima no hay nadie más. Y eso es una gran responsabilidad. Preciosa y estimulante, pero una gran responsabilidad a la que resulta difícil acostumbrarse.

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