01 Coordinación: Doris Arenas / Edición: Carlos Sánchez
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Diseño: Argelia Juárez / Corrección: Rosy Orozco
Hermosillo, sonora, México
26 de octubre 2012
Lo verdaderamente trascendente en el
arte es invisible P
Carlos Sánchez
rolífico escritor que retrata la cotidianidad. En su dramaturgia, Sergio Galindo explora, con lenguaje regional que también se aprecia universal, las obsesiones de hombres y mujeres que sienten ya a la modernidad como un arma que les arrebata su identidad. En Trilogía bajo el agua, por ejemplo, tres obras dramáticas, existen los avatares de pobladores que se resisten a desalojar sus casas cuando ya el agua de un río amenaza con expulsarlos de sus tierras. Así, los personajes van desentrañando sus historias, el dramaturgo con su oído aguzado explora en cada uno de los parlamentos ese tono intrínseco y peculiar de los pueblos de la sierra de Sonora. A cada santo su hora, y le ha llegado el día a Sergio Galindo, quien este viernes 26 de octubre recibe el reconocimiento a su trayectoria, en el marco de la Feria del Libro Hermosillo 2012. Además de la publicación, a manera de libro, de Trilogía bajo el agua, una serie de eventos para analizar su obra, en cuya cita estarán presentes el director de escena José Ramón Enríquez, y los actores sonorenses Irineo Álvarez, Jesús “Chobi” Ochoa y Paulo Sergio Galindo. Y ya en el preámbulo de su homenaje, Sergio Galindo para conversar:
--¿Qué significan los libros en tu vida? --En la imagen que guardo de mi padre lo veo leyendo, sentado en su poltrona en el corredor de mi casa. Luego me veo yo, curioso, auscultando su pequeña biblioteca. Allí me encontré y leí, muy joven, la novela casi completa de la Revolución Mexicana. Yáñez, Azuela, Luis Guzmán. Recuerdo Se llevaron el cañón para Cachimba. También a Amado Nervo, a Urbina y otros poetas. A mi casa llegaba puntual la Revista Siempre!, en ella leí a Natividad Rosales, Pagés, Blanco Moheno, Rafael Solana y desde luego La cultura en México que dirigía Fernando Benítez. Y en Excélsior, que cada semana llegaba en bonches de siete, la columna de Ibargüengoitia. Leía lo que caía en mis manos y desde entonces, excepto lo que debí leer en la Facultad de Filosofía por deber, no observo un orden en mis lecturas. Los libros me han acompañado siempre, desde muy joven. Durante mis años de estudiante en la Ciudad de México fueron mis auténticos compañeros, a quienes visitaba en las diferentes casas donde acostumbraba a pernoctar, pues no tenía un lugar fijo dónde vivir. Ahora, los que logré rescatar de entonces y luego de un divorcio, más los que he adquirido, los tengo conmigo. Acostumbro a releer.
Publicación diaria durante la Feria del Libro
--¿La dramaturgia te eligió? --Podría decirse que sí. El Teatro entró en mi vida también desde muy joven a través de mi hermano Octavio, que fue alumno del maestro Alberto Estrella en la Universidad de Sonora. Tiempo después, a inicios de los setenta, mi fiel compañero de aventuras teatrales Salvador Burruel y yo, dimos una función en el Auditorio Cívico de Hermosillo, en la que él interpretaba a un extraordinario Macario, de Rulfo, dirigido por mí. Entre el público estuvo el maestro Estrella acompañado, lo recuerdo bien, del pintor Fernando Robles. A los quince días recibí un telegrama de felicitación que llegaba de Guanajuato. Era del Maestro que de allá era y a donde había regresado. Fue la primera muestra objetiva de que el Teatro me había elegido. Así fue como lo sentí. Luego vendría la dramaturgia por necesidad. Alguien debía escribir lo que queríamos representar y ese fui yo.
--¿Para qué sirve el arte? --El sentido utilitario (por decirlo de esta manera), es lo menos interesante del arte. Lo esencial, lo verdaderamente trascendente en el arte es invisible. No lo puedes tocar pero lo respiras. Lo sientes. Te forma como persona, te hace ser más humano
en el sentido más absoluto del término. Es lo que nos distingue del animal.
--¿Qué sensaciones experimentas cuando miras a los personajes que creaste, arriba de un escenario? --Me conmueve profundamente sentir la posesión de un actor sobre su personaje. Es cuando ocurre lo que sólo en el espejo del teatro puede ocurrir y en ningún otro: cuando lo invisible se hace visible. La sensación de autonomía vivencial que adquieren los personajes queda para siempre. Allí están, vivos, esperando al actor que tome de ellos posesión.
--¿Cuál es tu sentir respecto del reconocimiento en la Feria del Libro de Hermosillo? --Entiendo el reconocimiento como un reconocimiento al teatro. Al esfuerzo que durante poco más de cuarenta años, muchos grupos del noroeste hemos venido realizando por esta vasta como remota y cálida región por la que tantas veces cabalgara el Jesuita Kino. Celebro que así sea, aunque haya sido yo el pretexto para que así fuera.
LA FERIA DE LOS LIBROS Nace un libro y la humanidad tiene el argumento para la luz. Por dondequiera que se le vea, un libro contiene la invitación, para con el lector, de mirarse hacia adentro, de dosificar los temores, de emprender un vuelo dulce y generoso a través de la imaginación. Porque somos historia, es entonces que somos libros. Porque somos nuestro pasado, somos nuestro presente, es por eso que necesitamos a los libros como brújula, para no extraviarnos de nosotros mismos. Apostamos en esta Feria del Libro Hermosillo 2012, a la congregación de miradas sobre las más de ciento veinte editoriales repartidas en los diversos estantes, apelamos porque los lectores tengan opciones múltiples de elección, y porque sean ellos mismos quienes toquen los instrumentos en esta feria para leer, a través de sus ojos. Pretendemos que la literatura, en voz de sus autores, y en cada una de las presentaciones, conferencias, abran los oídos a los espectadores y así guiarlos hacia la fantasía de la imaginación. Queda este encuentro de los libros con los lectores, como un acto generoso, como una travesía durante diez días para llegar a buen puerto y remar con alegría sobre el divertimento de las páginas como un mar colmado de emociones. Bienvenidos todos al remo feliz.
PÁNFILO: …¡Aloncito!. …¡Aloncito...! ALONSO: .. ¡Ya te he dicho munchas veces que me nombres todo entero! Si el Don es el tíyo Alonso, no por eso yo el… “doncito”... PÁNFILO: Pos... te diré... ¿don Fonchito?... ALONSO: ... ¡Con “Don” y Alfonso está bien! Ya con eso bien se sabe a quién lihablas o de quién. Si a mi tíyo por su “Don”, o de mí sin el... chiquito. PÁNFILO: Pos como acabo de verlo, muncho me estoy figurando que en lo que brama un becerro siacaba la confusión. Y a según la tradición se queda aquí un solo “Don” pal que bien pueda cargarlo. ALONSO: La tradición no se ajusta a mi caso, por injusta. No vua cargar ningún Don hasta no haberlo ganado con fundamento y razón. (Diálogos contenidos en la obra Alonso del Sahuaral, del escritor Sergio Galindo).
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