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24 MARZO 2021 Sonora, México
Aves sin nido, de Clorinda Matto de Turner
El espacio como detonante en la defensa del indio Por Karla Valenzuela
Coordinación editorial: Alina Martínez / Alejandra Olay Diseño editorial: Argelia Juárez
www.isc.gob.mx
Artes Visuales ISC dav@isc.gob.mx
Texto seleccionado a través de la Convocatoria Artículos de Arte 2020, con recursos del Programa de Apoyo a la Cultura en su vertiente Apoyo a Instituciones Estatales de Cultura 2020.
Aves sin nido, de Clorinda Matto de Turner
El espacio como detonante en la defensa del indio Aves sin nido posee todos los elementos para ser considerado un melodrama bien logrado, pero también representa el parte aguas para una nueva visión del indio, la del mestizo como propuesta para una verdadera identidad hispanoamericana que ya se verá lograda en escritores posteriores como Jorge Icaza o José María Arguedas, incluso José Enrique Rodó.
Por Karla Valenzuela
U
na lectura minuciosa, que ponga atención en los detalles y en las múltiples aseveraciones que la voz narrativa hace de manera directa, olvidándose —incluso— por momentos de que relata una historia, permite reconocer en Aves sin nido de Clorinda Matto de Turner a la sociedad de finales del siglo XIX y, con ella, sus procesos de pensamiento social, político y cultural; además, de manera simultánea, la escritora peruana plantea su visión sobre el tratamiento de los, para entonces, más desprotegidos, los propios indios que —lejos de ser vistos como parte integral del universo social, son percibidos como extraños y totalmente ajenos al mundo blanco y mestizo.
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Ya desde el polémico proemio, la autora deja ver su ferviente defensa hacia los indígenas y sentencia duramente la conducta de las autoridades clericales y oficiales: Amo con amor de ternura a la raza indígena, por lo mismo que he observado de cerca sus costumbres, encantadoras por su sencillez, y la abyección a que someten esa raza aquellos mandones de villorrio, que, si varían de nombre, no degeneran siquiera del epíteto de tiranos. No otra cosa son, en lo general, los curas, gobernadores, caciques y alcaldes (Turner 51).
“Más vale ser tragado por la selva que sufrir la muerte lenta en una sociedad esclavista” Pero es a partir de la historia que relata en Aves sin nido y, sobre todo, de la forma en que la novela se vale de la configuración del espacio para recrear dos modos de vida concretos (el de los indios y el de los blancos), que la propuesta de Matto de Turner resulta no sólo socialmente funcional, sino, por qué no decirlo, estéticamente coherente en el sentido de que la forma y el contenido establecen al interior del texto un diálogo constante y perfecto que a la postre trae como consecuencia un planteamiento nuevo de nación y, en esa medida, promueve el mestizaje como un proyecto de vida social y económica más equitativa. No puede ignorarse que la idea de configurar la visión del indio a través de la literatura para otorgarle la justicia que merece por medio de las letras no es nueva. Ya desde principios del romanticismo se ve al indio sentimental y un tanto atormentado, como el de Cumandá del ecuatoriano Juan León Mera (1879), o el poema Tabaré, de Juan Zorrilla de San Martín, donde el indio se muestra sumido en un profundo abismo de llanto y desolación en el que el destino parece no favorecer a la raza indígena en ningún momento; a pesar de todo, en estas historias hay un espíritu de lucha y de búsqueda de la justicia y hasta de la felicidad para los indios. Este indio del romanticismo no es el mismo que se percibe en la época de Bartolomé de las Casas, ni el de Alonso de Ercilla y Zúñiga, donde
se les ve como “otros”, como meras curiosidades del nuevo mundo. A finales del siglo XIX el indio tiene (o por lo menos se trata de que tenga) su propia visión dentro de la literatura, con todo y que dicha visión sea desde el punto de vista de un narrador casi siempre ajeno a la raza indígena; al indio romántico ya se le trata de dar su lugar en la sociedad. Más allá de mostrar la idea rotunda de la contraposición entre civilización y barbarie en donde “más vale ser tragado por la selva que sufrir la muerte lenta en una sociedad esclavista” (Fuentes), la novela de Matto de Turner, parece ser no solamente literatura como mera satisfacción de las necesidades estéticas de la escritora, sino, sobre todo, tiene la explícita pretensión de mejorar la vida y la historia de los oprimidos, que en ese momento histórico son única y exclusivamente los indios. Y si ya desde antes, y particularmente desde Clemencia (1868) de Ignacio Manuel Altamirano, se vislumbra el nuevo concepto de identidad hispanoamericana (como en su momento lo hacen también Martín Fierro (1872) y otros textos), en la propuesta de la peruana, publicada en 1889, se percibe de manera más clara el tono de denuncia en la medida que pone al descubierto los autoritarismos extremos hacia un pueblo, y también se vuelve un relato visionario en cuanto a que propone un trato justo e igualitario al indio a través de una propuesta: el del mestizaje como institución.
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dido, al interior de la historia es fácil ubicar al indio en un tiempo y un espacio establecidos no sólo por el contexto histórico, sino también por la detallada delimitación de los personajes basada fundamentalmente en la descripción de escenas y escenarios concretos:
El lugar del indio La idea de sistematizar el mestizaje como una solución a la problemática que se vivía en la diversa Latinoamérica de finales del siglo XIX es potencialmente contraria a la que ofrecen textos escritos antes de Aves sin nido; (para tal caso, sólo hay que recordar Facundo de Domingo F. Sarmiento, que ofrece una serie de delimitaciones que evidentemente se acercan a la dicotomía civilización-barbarie), pero no se aleja en ningún momento del cometido de la novela decimonónica: La vieja idea de la capacidad de la literatura para intervenir en la historia y ayudar a construirla es reactivada en el siglo XIX, durante el periodo romántico, por la burguesía liberal. Esta idea persistirá a lo largo de toda la centuria, acuñándose el concepto de “escritor nacional”, que pasa a reemplazar al de “poeta nacional”. (Álvarez) Acaso habrá que aunarle al afán de defender al indio, el mérito de Clorinda Matto de Turner de recrear una historia de ficción, predominantemente naturalista, para representar una determinada realidad a través de imágenes que aunque, como la escritora misma señala, conforman una “fotografía” de su realidad son, al mismo tiempo, una fotografía (en un sentido más visual y escénico que cualquier otro) de la realidad propuesta por la autora. En ese enten-
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Era una mujer rozagante por su edad, y notable por su belleza peruana. Bien contados tendría treinta años, pero su frescura ostentaba veintiocho primaveras a lo sumo. Estaba vestida con una pollerita flotante de bayeta azul oscuro y un corpiño de pana café, adornado al cuello y bocamangas con franjas de plata falsa y botones de hueso, ceñía su talle. (Turner 54-55) Éste será sólo el comienzo de un relato que define el escenario “emocional”, si es permitido decirlo así, y psicológico de la historia a partir de la descripción de la vestimenta de los personajes, de sus peinados, de su fisonomía en general, pero también a través de la conformación de sus espacios físicos dentro de la novela. Marcela tomó con afán los tacarpus donde se coloca el telar portátil que, ayudada por su hija mayor, armó en el centro de la habitación, dejando preparados los hilos del fondo y la trama, para continuar el tejido de un bonito poncho listado con todos los colores que usan los indios, mediante la combinación del palo brasil, la cochinilla, el achiote y las flores del quico. (Turner 64)
Detalles como el anterior, donde se describe el espacio en el que vive, convive y sobrevive el indio Yupanqui con su familia, permanecen en el transcurso de toda la narración.
Marcela y Juan viven con sus dos hijas en una choza, sufren hambre y, además, subsisten con el dolor de tener que lidiar con los vicios de un clero y un supuesto Estado que impone su fuerza a más no poder, oprimiendo en todo momento al indio, viéndolo sólo como la clase explotada y servil.
La adopción de cierto léxico característico de la región peruana (acompañado con el glosario que se ofrece al final del texto que no puede pasarse por alto como un elemento central que le aporta un sentido didáctico y de propósito de aproximación e identificación casi obligada con el pueblo indígena) también contribuye a la configuración del indio y al acercamiento que la voz narrativa parece procurar entre la raza indígena y el receptor de la novela. Hasta este momento, no se había hablado en el presente trabajo de cuestiones de recepción, pero esto es algo que no debe pasarse por alto cuando se está frente a textos de evidente peso social como es Aves sin nido. Clorinda Matto de Turner muestra las dos caras de la moneda de la sociedad en que vive: los blancos y los indios y, con ello, plantea que también hay “buenos” y “malos”, donde hay indios buenos y blancos buenos, pero, además, hay blancos que pueden llegar a ser muy malos. Esta visión maniquea, ayuda a constituir la visión política que se tiene sobre el indio en la novela, una donde no hay indios malos y sólo hay para ellos injusticias. Y de eso, es claro, que se trata de convencer al lector. Al final, en la novela está perfectamente delimitado el indio en todas sus dimensiones, de la misma forma que es posible ubicarlo en un espacio esencialmente opresor, en el que no hay lugar para él más que cuando se habla de torturas, de injusticias, de explotación y tragedia. Fotografía: Javier Corona
En el entramado de esta historia por demás melodramática, persisten los comentarios un tanto didácticos por parte del narrador que otorgan cierto redondeo al escenario social recreado en la novela. Así, cuestiones como la alimentación, o el comportamiento, ademanes, gestos y hasta maneras de comunicarse de los personajes entre sí, adquieren gran valor para conformar el ambiente de la ficción y, por tanto, el ambiente sociocultural de una época concreta: aquella en la que el blanco tiene todas las oportunidades de sobresalir, de tener voz en la búsqueda de justicia, como es el caso de los Marín (que viven en una hacienda, con todas las comodidades propias de finales del siglo XIX, con la proximidad a una educación y a una alimentación apropiada), en contraparte con los Yupanqui, que no tienen ninguna posibilidad de salir adelante si no es por medio de la ayuda de los blancos buenos.
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u ostenten algún tipo de poder oficial, como en el caso del gobernador o del plumario Estéfano Benites. Además, casi de manera caricaturesca, digamos mejor “naturalista”, los “villanos” de este melodrama están descritos con facciones toscas, frías, y con actitudes continuamente “malévolas”.
La ubicación del blanco Como ya se había dicho, hay en la novela dos visiones hacia el blanco. Así, la delimitación del espacio de éste está dividido en dos aspectos: el universo del opresor y el del protector. El cura Pascual, el gobernador Sebastián Pancorbo y casi todos los que representan a la autoridad en la novela hacen la labor de opresores; mientras, Lucía, Marcela, Petronila y Manuel actúan como protectores. Tras esta división, la descripción física de los personajes y los lugares que habitan y hasta sus usos y costumbres al comer y al comportarse frente a los demás, definen de una u otra manera sus buenas o malas acciones hacia el indio. Cuando entraron los recién llegados, todos se pusieron en pie para cambiar saludos, y el gobernador pidió en el momento una botella de puro de Majes. -Es preciso, mi señor cura, que ahoguemos la mosca con un traguito, francamente -dijo con sorna el gobernador, quitándose la capa que, doblada en cuatro, colocó sobre un escaño de la sala. -Cabales, mi don Sebastián, y usted que lo toma del bueno -contestó el cura frotándose las manos. -Sí, mi señor cura, es del bueno, francamente; porque me lo manda doña Rufa antes de bautizarlo -¿Así que nos lo brinda usted morito? -¡Morito! -repitieron todos los circunstantes; y en tales momentos se presentó un pongo con una botella verde surtida de aguardiente, y una copita de cristal rayado. (Turner 70) Este es, particularmente, el espacio en el que se mueven los detractores de los indios, con todo y que lleven consigo alguna sotana, como el cura,
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Mientras, el espacio donde se mueven los protectores de los mismos indios resulta emblemáticamente armonioso y la belleza es habitual. Lucía no era una mujer vulgar. Había recibido bastante buena educación, y la perspicacia de su inteligencia alcanzaba la luz de la verdad estableciendo comparaciones. De alta estatura y color medianamente tostado, lo que se llama en el país color perla; ojos hermosos sombreados por espesas pestañas y cejas aterciopeladas; llevaba además ese grande encanto femenino de una cabellera abundante y larga que, cuando deshecha, caía sobre sus espaldas como un manto de carey ondulado y brillante. Su existencia no marcaba todavía los veinte años, pero el matrimonio había dejado en su fisonomía ese sello de gran señora que tan bien sienta a la mujer joven cuando sabe hermanar la amabilidad de su carácter con la seriedad de sus maneras. (Turner 58-59) En la hacienda de los Marín todo esta descrito como una especie de “paraíso terrenal”, donde los ángeles son precisamente Fernando y, sobre todo, Lucía, un ángel dispuesto a salvar a los más desvalidos. De hecho, en varias ocasiones, Marcela deja ver su admiración por Lucía, a quien le ofrece entera veneración hasta su muerte.
Espacio del mestizaje El contraste entre indios y blancos desaparece realmente cuando Margarita, la hija mayor de Marcela y Juan Yupanqui, adquiere todos los “beneficios” de pertenecer al mundo de los blancos. Con base en las descripciones del narrador y este nuevo perfil que le es proporcionado a partir de que Fernando y Lucía deciden adoptarla, se recrea un tiempo-espacio que ya
no es el del indio oprimido, ni el del blanco opresor o, en su caso, protector, sino más bien es el espacio del mestizaje. A partir de ese momento y hacia el final de la historia, los personajes asumen otra realidad social donde sí existe la justicia, donde sí hay castigo a los autoritarios (recordemos cómo acaba el personaje del cura sumergido en un “infierno” desquiciante, por ejemplo), y donde ya hay cabida para el amor, con todo y que éste permanezca empañado por la tragedia del incesto.
Clorinda Matto de Turner Una historia de amor… a los indios Con todo lo anterior, se puede percibir que al tratar de configurar el mundo narrado de Aves sin nido, parte esencial para Clorinda Mato de Turner es el espacio y la manera en que éste, como parte de la forma, influye en la construcción de la historia (el contenido), para representar sí la historia de amor de dos hermanos que al ignorar su parentesco convierten su idilio en tragedia, pero también, y en un primer nivel de importancia, sobresale la defensa del indígena con todas sus alcances sociales, económicos y emocionales y, como si esto no fuera suficiente, se pondera el mestizaje como parte esencial de la lucha por la sobrevivencia de esta nueva sociedad que clamaba por paz y justicia a finales del siglo XIX.
Aves sin nido posee todos los elementos para ser considerado un melodrama bien logrado, pero también representa el parte aguas para una nueva visión del indio, la del mestizo como propuesta para una verdadera identidad hispanoamericana que ya se verá lograda en escritores posteriores como Jorge Icaza o José María Arguedas, incluso José Enrique Rodó.
Bibliografía Álvarez, Raúl. «Ideologización del espacio en Doña Perfecta y Aves sin nido: La opocisión campo-ciudad.» Otoño de 2004. Ed. Juan Pablo Pablo SpicerEscalante, Mark P. Del Mastro y Miguel A. Fernández. 9 de Mayo de 2008 <www. decimononica.org>. Barthes, Roland. El sistema de la moda y otros escritos. España: Paidós, 2003. Escajadillo, Tomás G. «Aves sin nido ¿novela indigenista?» Revista de crítica literaria latinoamericana 59 (1er. semestre 2004): 131-154. Fuentes, Carlos. La nueva novela hispanoamericana. México: Joaquín Mortíz, 1969. Lazo, Raymundo. «El siglo XIX (1780-1914).» Historia de la Literatura Hispanoamericana. México: Porrúa, 1967. Turner, Clorinda Matto de. Aves sin nido. México: Colofón, S. A., 1994.
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Colaboradora Visual Blog 24
Karla Valenzuela Licenciada en Literaturas Hispánicas por la Universidad de Sonora, en donde también estudió la maestría en Literatura Hispanoamericana. Escritora, poeta, ensayista, periodista y gestora cultural. Actualmente, dirige el portal cultural la-chicharra.com. Ha publicado tres libros y varios ensayos en diversos coloquios de literatura.
El Visual Blog El Visual Blog es un espacio de reflexión, crítica y análisis sobre temas artísticos y culturales, impulsado por el Instituto Sonorense de Cultura, a través de sus departamentos de Artes Visuales y Literatura, con la valiosa colaboración de artistas, promotores y gestores culturales de Sonora, México.
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