27de enero la voz de alamos

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Instituto Sonorense

de

Cultura

La Voz de álamos Información desde los portales Vol. 4 Año 5 Álamos, Sonora, México

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a tercera jornada de la edición 2014 del Festival Alfonso Ortiz Tirado tuvo como su actividad vespertina principal la presentación, en el Templo de la Purísima Concepción, del Ensamble Zephyrus. Se trata de la dotación tradicional de un quinteto de alientos, formado por instrumentistas de la Orquesta Sinfónica de la Universidad de Guanajuato. Mérito inicial del concierto: la propuesta de un programa completamente moderno y, a la vez, accesible para el público. Después de la quasi-neoclásica Summer Music de Samuel Barber, Zephyrus interpretó los sabrosos Aires tropicales del genial saxofonista y clarinetista Paquito d’Rivera. Sabia mezcla de lo tropical, lo caribeño y ciertos perfiles del jazz, estos Aires tropicales ofrecieron al público una interesante secuencia de formas tradicionales (son, habanera, vals, contradanza) combinada con piezas de concepción más libre. De interés: el uso alterno del flautín por la flauta y el corno inglés por el oboe, con resultados de color instrumental muy atractivos. A notar, también la componente ritual insertada por d’Rivera en algunas de las piezas de la obra. Para concluir, el muy novedoso y atractivo Quinteto No. 2 de Miguel del Águila, compositor que siempre tiene algo interesante que decir. En este caso particular, al sonido de los instrumentos se añade un muy parco pero eficaz uso de las voces de los ejecutantes, así como efectos sonoros diversos, entre los que destacan los sonidos percusivos en los instrumentos de aliento y ciertos apuntes de acción escénica y espacialización sonora muy eficazmente planteados. Además del interés intrínseco de este repertorio, el Ensamble Zephyrus desplegó un alto nivel de ejecución instrumental y mucha seriedad en la preparación y presentación de este muy satisfactorio concierto. Por la noche, en el Palacio Municipal, ocho cantantes y la Orquesta Filarmónica de Sonora dirigida por Enrique Patrón de Rueda dieron forma al Concierto con voces jóvenes, con un repertorio variado de música exclusivamente operística, con obras de Italia, Francia y Rusia. Los jóvenes cantantes, encabezados por la soprano hermosillense Valeria Quijada (premiada esa misma noche como Talento Joven 2014) ofrecieron arias y ensambles en los que cubrieron una gama de expresión lírica que fue desde Donizetti hasta Giordano, con algunas arias muy famosas y otras que todavía están por descubrir para el gran público. De inicio, Valeria Quijada demostró, con el Caro nome, de Rigoletto de Verdi, tener un timbre finamente calibrado y atractivo, al servicio de una voz delicada que parece que tenderá, en su proceso de maduración, hacia los roles de soprano lírica. Por contraste, la soprano Adriana Romero, que inició su noche con un aria del Baile de máscaras de Verdi, se mostró poseedora de una voz más oscura, más amplia y con una mayor densidad tímbrica. De ahí en adelante, la muy interesante variedad de repertorios, estilos y voces permitió evaluar que, en general, los varones se llevaron la noche. En el Brindis del Hamlet de Thomas, el barítono

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27 de enero de 2014

Tercera jornada del FAOT 2014: Ensamble Zephyrus y Concierto con voces jóvenes

Juan Carlos Heredia dio muestra de una interesante intención expresiva, así como de una voz bien proyectada. La primera parte del programa concluyó con el tercer acto de La bohéme de Puccini, cantado por sus cuatro protagonistas con más cuidado que enjundia dramática. Después, el bajo José Miguel Valenzuela hizo una muy loable interpretación de un aria de Eugenio Onegin, de Tchaikovsky, con mucha atención a la articulación de la lengua rusa, una voz redonda y cálida, y una buena proyección para un registro tan difícil como el suyo. Muy buena, también, la versión del barítono Carlos López al aria Nemico della patria de Andrea Chénier, de Giordano, cantada con pasión, convicción y potencia. Más tarde, el tenor Fabián Lara aplicó buenas dosis de intensidad, dramatismo y emoción a una de las arias más bellas del repertorio, O souverain, de El Cid de Massenet. En el dueto de Pescadores de perlas de Bizet (Christopher Roldán y Juan Carlos Heredia), y el terceto de Los cuentos de Hoffmann de Offenbach (Adriana Romero, Jéssika Arévalo y José Miguel Valenzuela) con que cerró el programa fue posible advertir buenas hechuras individuales en los cantantes, a la vez que una cierta falta de experiencia en los puntos finos del canto en ensamble, que sin duda se pulirán con la experiencia.

Como suele ocurrir en este tipo de prolongados recitales colectivos, el público fue obsequiado todavía con una extensa secuencia de encores, incluyendo algunas piezas de éxito infalible: la Canción del toreador de Carmen de Bizet, y el Nessun dorma de la Turandot de Puccini, muy bien cantadas, junto con el interesante trío final del Fausto de Gounod, mejor logrado que otros ensambles, y un espectacular final con el intenso y complejo sexteto de Lucía de Lammermoor de Donizetti. Como ha ocurrido en ocasiones anteriores en el FAOT, este Concierto con voces jóvenes resultó una velada sumamente interesante por la posibilidad de presenciar talentos indudables en vías de maduración. Extrañó, sí, que Valeria Quijada, la soprano homenajeada, fuera incluida en un solo número del programa. Por otra parte, vale la pena señalar que en los números finales fuera de programa, algunos de los jóvenes cantantes bajaron del escenario y deambularon entre el público mientras cantaban… y se les escuchó con bastante claridad y proyección. Ello quiere decir que no estaría mal reconsiderar, replantear y quizá modificar las políticas de uso de micrófonos y de amplificación tanto de los cantantes como de la orquesta; después de estos primeros tres días del FAOT, quedó en el aire la impresión de una cierta saturación de sonido orquestal y de amplificación excesiva.


Información desde los portales

Vol 4.

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La Voz de álamos

lunes 27 de enero de 2014, Álamos, Sonora

Carlos Sánchez / sonarquevemos@gmail.com

El Alma de México en una noche de concierto

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a poesía en una canción. En las notas de la banda. En el canto, en los espectadores que escuchan y reaccionan. Cantan también porque la emoción es un río que se desborda.

En el Callejón del Templo, en Álamos, Sonora, en el Festival Alfonso Ortiz Tirado, Geo Meneses llega para cantar. Alma de México se llama su espectáculo. En el curso de la noche manifiesta los argumentos por los cuales el nombre de su programa. En el preámbulo del concierto un cantante de rap irrumpe espontáneo, a ritmo de rima construye el preludio de lo que el espectador encontrará esa noche de canto: Qué si no la música es el alma de México… (y aquí y ahora) el alma de México sin cortes comerciales… El rapero es integrante de la Banda Bastön y en algún momento regresará al escenario para acompañar a Geo Meneses; juntos interpretarán una canción que cuenta el amor y el dolor ante la muerte. Un sombrero negro es rasgo de identidad. Geo Meneses lo porta y el rebozo amarillo le cae sobre la espalda. En su oratoria, a intervalos de su canto, Geo agradece “a la magnífica Banda del Estado de Sonora”, y apunta que “uno de los objetivos de llevar a cabo este proyecto en México (el interpretar canciones mexicanas) es de alguna manera crear un vínculo con las nuevas generaciones, que los jóvenes no se olviden de dónde son, de dónde vienen, por qué vivimos este presente, entenderlo y de alguna manera tener una proyección hacia nuestro futuro, un futuro más enriquecedor, más amable”. Luego viene la participación de la Banda Bastön para interpretar esa canción, dice Geo Meneses, “de amor, la que dibuja la realidad de mujeres que no tienen la capacidad o los medios para tener atención médica y muchas veces por la distancia deciden morir en brazos de su amado, porque saben que la vida no les alcanzará para llegar a la capital del país”. La fusión de géneros, el rap una vía de interpretación, la diversidad que rompe los prejuicios y hermana el canto. Los espectadores abren más los ojos y el sentimiento a la postre será la consecuencia en aplausos como una ofrenda de gratitud. Geo Meneses felicita al director de la Banda del Estado, Luis Gerardo Trejo; él levanta las manos también a manera de gratitud y la música se alza de nuevo para volar hacia los espectadores. En el momento menos esperado Abraham Barrera asciende al escenario, posa sus manos sobre el piano y es otra vez la diversidad una constante en el concierto. Escuchamos y sentimos. Antes de que la noche se sumerja en densidad, Adriana Cao hace lo suyo al arpa, el sonido acompaña la voz de Geo Meneses quien alegre se yergue para seguir cantando. Al final del concierto la solicitud de otra y otra será el manifiesto de la calidad interpretativa de Geo. Ella feliz complacerá.

Tarde de boleros Carlos Sánchez / sonarquevemos@gmail.com

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Consuelo Velázquez se hace presente en la voz del tenor. Bésame mucho llena el espacio; con prudencia feliz el público corea los versos, el tenor desde su garganta provoca que el viento se cimbre.

uena el piano. El aura colectiva construye la atmósfera. Instantes de paz dispuestos a la música.

El público revienta en ruido al golpear las manos. Porque la voz del tenor Ignacio Quijada les abraza cálido, tremendo en las notas de Solamente una vez.

Un viejo amor es la melodía que convoca a la nostalgia, hace que los cuerpos se conviertan en el símil de un oleaje, los espectadores cantan, bailan de a poquito con el movimiento de su dorso, despacio, improvisando una coreografía sutil.

Al finalizar la canción, el tenor cuenta que esta pieza compuesta por Agustín Lara no fue escrita para un amor: “La escribió para un cantante quien ante la muerte de su madre colgó los hábitos: decidió no volver a cantar y esta canción la interpretó en su último concierto”. Ignacio Quijada canta al compás de las notas que construye al piano David Camalich, en Tarde de boleros, al interior de Casa de la Cultura María Félix; en el Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado (FAOT).

Aquí, en el curso del concierto, se cuenta la historia de la música, de esas canciones que se quedaron en el colectivo social, las que tarde que temprano cantamos o tarareamos, o simple y llanamente, como hoy, escuchamos.

Tarde de boleros se queda en el corazón de los asistentes. Ignacio Quijada es un profesional que ilustra no sólo a través del canto, lo hace también en su oratoria, en la exposición de la historia sobre esas canciones entrañables. Tarde de boleros en Casa de la Cultura. Un aplauso que se prolonga y cuyo sonar levita en la ciudad.

Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado 2014


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