28de enero la voz de álamos

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Instituto Sonorense

de

Cultura

La Voz de álamos Información desde los portales Vol. 5 Año 5 Álamos, Sonora, México

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28 de enero de 2014

Ejecuciones de excelente nivel en la cuarta jornada del FAOT 2014 Juan Arturo Brennan

M

ás que un ensamble numeroso, Hybris Baroque Ensemble es en realidad un dúo instrumental, formado por Alberto Asero en el violín barroco y Ugo Nastrucci en la guitarra barroca y el laúd. Fueron ellos los protagonistas del concierto de mediodía de ayer en el Templo de la Purísima Concepción de Álamos. La primera parte del programa, fue una deliciosa improvisación de Nastrucci en la guitarra barroca a manera de glosa sobre músicas antiguas de vihuela y laúd, destacando las presencias de Gaspar Sanz y Santiago de Murcia. Lo notable: varias instancias en las que se hicieron evidentes, una vez más, los vasos comunicantes que hay entre esas músicas ibéricas antiguas y nuestros sones huastecos y jarochos. Para la segunda parte, ya como dúo, Asero y Nastrucci interpretaron una serie de sonatas de compositores poco difundidos, como Castello, Pandolfi, Schmelzer y Biber, en algunas de cuyas piezas fue posible percibir rarezas armónicas adelantadas a su tiempo. Para finalizar, una Passagalia de Biber, a violín solo, con claros puntos de contacto en su forma y su espíritu con la portentosa Chacona de la Partita No. 3 de Bach que el violinista Adrián Justus había interpretado un par de días antes en el mismo escenario. Si de comparar la eficacia técnica e interpretativa de estos dos músicos italianos se trata, podría decirse que Nastrucci es más sólido que Asero como instrumentista. De interés protocolario: la delicadeza de la sonoridad del ensamble formado por Asero y Nastrucci provocó que el público asistente se mantuviera más silencioso, atento y respetuoso de lo que es usual en los conciertos del templo.

Por la noche, en el Palacio Municipal, se presentó el primer recital a voz y piano de este FAOT 2014, con el destacado bajo ruso Mikhail Korobeinikov y la pianista Viktoriia Vins. Los dos intérpretes, de muy buen nivel. El repertorio, muy bien elegido. Las ejecuciones, sobresalientes. ¿Por qué, entonces, la entrada fue tan claramente menor que en las tres primeras noches del festival? Muy probablemente, porque el público se malacostumbró al relumbrón orquestal, a la presencia de muchos cantantes en escena, a los conciertos de enorme duración, a la secuencia interminable de encores, al ambiente de romería propiciado por los propios intérpretes. Lástima, porque los ausentes se perdieron un recital redondo, preciso, elegante y de alta calidad musical. El repertorio elegido por Korobeinikov fue dividido elegantemente en dos partes. La primera, dedicada a lucir su dominio de una amplia variedad de estilos y expresiones: música de Händel, Wagner, Rossini, Mozart, Boito, en la que logró comunicar algunos elementos específicos de cada uno de ellos. Una pulcra pero elocuente ornamentación en Händel, profundidad heroica en Wagner, ligereza y elegancia en Mozart, variedad de colores vocales en Rossini, variedad de estados de ánimo en su Mefistófeles de Boito. En esta primera parte de su recital, conformado por música de ópera, Korobeinikov demostró también su habilidad para la actuación, ayudado por una presencia escénica que tiene poco que ver con el cliché del enorme, patriarcal bajo ruso de antaño. En lo general, Mikhail Korobeinikov mostró una voz de amplitud y empaque homogéneos a lo largo de todo su registro, incluso en las peligrosas regiones graves de la emisión vocal.

Para la segunda parte, se dedicó a dar una cátedra de canto en ruso, con tres series de romances, compuestos por Tchaikovsky, Rajmaninov y Shostakovich. En general, conocemos a estos tres caballeros a través de otras áreas de su producción, pero esta colección inteligentemente elegida por Korobeinikov nos hizo recordar que todos ellos fueron, también, hábiles compositores de música diversa para la voz. De atractivo especial, los giros españolistas de la Serenata de Don Juan de Tchaikovsky, la expresión romántica tardía de las canciones de Rajmaninov y, de modo particular, el manejo que hizo Korobeinikov de los perfiles irónicos, a veces un tanto amargos, de la música de Shostakovich. Es decir, cada canción a lo largo de todo el programa, interpretada con concentrada atención al estilo musical y con igual cuidado de comunicar los elementos expresivos del texto. Y ¿cómo sabemos que los cantantes están actuando adecuadamente (o no) el contenido narrativo y emotivo de los textos? Gracias a los siempre eficaces supertítulos generados por Francisco Méndez Padilla. Después de su programa, Mikhail Korobeinikov ofreció un solo encore, en vez de eternizarse sobre el escenario, cantando una divertida sorpresa: una versión vocal abreviada, en francés, de la Danza macabra de Camille Saint-Saëns. No hubo necesidad de más para coronar un recital vocal muy atractivo y de resultados muy satisfactorios. Por su parte, y como es usual en este tipo de recitales, la pianista Viktoriia Vins interpretó sendas piezas de Isaac Albéniz y Sergei Rajmaninov, ambas muy exigentes en técnica y expresión, con lo que demostró que sus capacidades interpretativas van mucho más allá del acompañamiento de cantantes.


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