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21 de abril 2018 Colabora en el Fanzine. Escríbenos al correo medios@isc.gob.mx

WWW.ISC.GOB.MX Fotografía: Juan Casanova “Este programa es público ajeno a cualquier partido político. Queda prohibido el uso para fines distintos a los establecidos en el programa”.

Edición: Alejandra Olay Coedición: Marreyna Arias Diseño: Argelia Juárez

L. Carlos Sánchez

El cuerpo es el tema

absoluto

Shanti Vera

S

hanti Vera expresa incluso con la mirada. En un mundo desde la danza, dice el pensamiento, las ideas. La estática del cuerpo que también habla. Y la estética. Acude Shanti a Un Desierto para la Danza edición 26. Propone un taller, propone una coreografía. Él es chiapaneco, y la academia la cursó en Veracruz. Dirige la compañía Cuatro X Cuatro. Y reparte el conocimiento a través de talleres, que también son una exploración. Shanti hace la sinopsis de los móviles que lo traen a Sonora. Y están aquí: “Vengo a este Desierto a impartir un taller que se llama El cuerpo vacío y yo le he puesto apellido: es un laboratorio de pensamiento en acción, que tiene qué ver con pensar desde el cuerpo. “También estaremos presentando la pieza que se llama El cuerpo vacío, que de alguna manera es un proceso de investigación que termina en esta pieza conmemorando los diez años de Cuatro X Cuatro. --¿Cuáles son los puntos de partida para la elaboración de esta pieza? --El cuerpo es el tema absoluto y desde ese lugar se despliegan diferentes formas de abordar lo múltiple en el cuerpo, es un juego de irse hacia el vacío a partir de la comunicación entre dos cuerpos, el otro performer es mi hermano, y dialogamos con la forma pura, con el sonido, con el color, con el espacio, y de alguna manera lo que tratamos de exponer es lo importante de trascender la comunicación verbal y poder poner desde el cuerpo otras formas de comunicarnos. --¿Cómo y cuándo es ese momento en el que dices: seré bailarín? --Fue un proceso que se fue dando desde que era pequeño, primero entré a danza folclórica, luego me metí a teatro, luego me fui a estudiar a la Universidad Veracruzana porque mi hermana se había ido a estudiar a allí Antropología Social, entonces me dijo: Aquí hay danza. Me fui sin pensarlo, sin saber bien qué era, y de eso hace ya dieciséis años. La misma práctica me fue llevando hacia este momento, empecé y no he parado. --A partir del cuerpo, ¿qué es lo que quieres decirnos cuando acudimos a contemplar lo que propones? --De alguna manera la práctica de la danza, de la escena, está vista como si el cuerpo fuera una herramienta, y para mí no es una herramienta, para mí el cuerpo es un espacio de pen-

samiento, y para mí la danza y la coreografía son espacios de pensamiento, lo que he hecho los últimos años, es poner al cuerpo como primer territorio de pensamiento y de encuentro con el mundo, con los otros, con lo otro, con lo cualquiera, y el vacío tiene qué ver con ese espacio no recorrido aún, como un lugar donde puede devenir la creación. Creo que es muy diferente el desarrollo de (sic), a la creación, la creación tiene qué ver con espacios desconocidos, uno crea desde lo desconocido, es muy diferente como el desarrollo de algo. Siento que el cuerpo está demeritado en la historia del mundo occidental, en la historia del mundo capital, como que el cuerpo se utiliza, incluso he escuchado que el cuerpo es una herramienta de trabajo, para mí no lo es porque este no es un trabajo para mí, tiene qué ver con una forma de percibir, de encontrar, la práctica no sólo se da en un salón o en un teatro, sino tiene qué ver con cómo me relaciono yo con el mundo en diferentes formas y cómo se despliega ese conocimiento que está en mi cuerpo y cómo puedo irlo descubriendo, ese es un proceso muy largo. --Estás en Un Desierto para la Danza, en el mismísimo desierto. --Sin duda es bastante emocionante, la primera vez que estuve en Hermosillo fue hace un poco más de diez años, cuando todavía era estudiante. En 2014 nos presentamos también, y ahora es bastante emocionante presentar en este lugar que ha sido bastante placentero conocer. Sabemos que Un Desierto para la Danza es uno de los festivales más importantes en México, claro que me emociona presentar nuestro trabajo, poder compartir nuestra práctica con gente que conozco aquí. --¿En tu planteamiento alguna vez cae la premisa de denunciar a través del cuerpo? --Mi práctica coreográfica, artística, va de la mano con la filosofía. Para mí la coreografía de naturaleza es interdisciplinaria, no puedo no pertenecer a un contexto tan complejo como el de que provengo, crecí en Chiapas que es el estado donde hay más organizaciones de derechos humanos, sabemos la historia, luego crecí en una universidad donde la población estudiantil formaba un movimiento, y algo que siempre he creído es que se piensa desde el cuerpo, y es como denunciar desde el silencio también, porque estamos tan condicionados al significante de la palabra, como que queremos entender demasiado pronto de qué va, y creo que hay una revolución invisible que tiene qué ver con otros umbrales de percepción y recepción, que tiene qué ver con lo sensible, sin duda para mí esta práctica tiene qué ver con más que denunciar, manifestar lo urgente de ver a nuestros cuerpos.

Seis danzas, seis cabezas Edgar García Véjar

Señala Jean Luc Nancy, que el cuerpo es una colección de piezas, y la cabeza, siendo una de estas, se distingue del mismo cuerpo, llamándolo: un punto por donde salen y entran mensajes. Me viene a la mente la imagen de una suerte de antena, que creo se acercaría a la curiosa amalgama propuesta por La danza de las cabezas, estreno de Quiatora Monorriel. La obra se compone de pequeñas escenas, que dan pie a un programa sencillo de seguir, secuenciadas en una estructura simple, que deja espacio para que el resto de los elementos se despliegue: un diseño sonoro pegajoso y constante, una colección de cabezas humanas que ataviaban a sus respectivos troncos con movimientos constantes, y una iluminación con el poder de intervenirlos. Habría que resaltar esa capacidad de equilibrar los elementos de la escena que tiene el coreógrafo, Benito González, y el compromiso con el que asumen ese papel los intérpretes. Amén del furor que puede provocar en ciertos puntos la combinación de estos componentes, habría que señalar que la

obra, aunque se muestra abierta a múltiples lecturas, en realidad es algo tajante respecto a las referencias que trae a escena, y algo burda en su tratamiento. Es evidente la representación del espacio industrial, o de una idea de lo industrial por lo menos, noción que influye en la plástica de la pieza, en la composición y en la gestualidad. Por otro lado, los audios que separan las escenas, una colección de alaridos con contenido religioso, precisan que aquello que nos muestran se mueve alrededor de una comunión cabalística. Habría que decir que aquella batahola del cuerpo, intensa como fue, con sus matices y variaciones, tuvo el peso apabullante de un templo y sus prácticas, pero no me parece que invitara a la celebración de su constante cabeceo, sino que se mostró más bien, con apertura al turismo, nos dejó la libertad de observar a la tribu, sin la posibilidad de participar de la reunión; espectadores, al filo de la butaca, sólo moviendo la cabeza, o un pie, para poder entrar desde la música. El contraste fue la luz robótica que trascendía, a veces temerosa, la barrera del escenario, hipnótica, y refrescante; parecía la marca definitiva que

nos situaba en la butaca, que desmembraba el cuerpo del teatro, separando la cabeza del resto. Creo que la obra da para mucho pues su concepción nace de una legítima curiosidad de ver un conflicto constante, productor de materiales y sensaciones por montón. Lo cierto es que en esa hechura hay algo de industrial, y agregaría que no sólo de la industria entendida como transformación de materiales en fábrica, sino también de la del espectáculo, dando lugar a una combinación-lucha de elementos que hacen las veces de línea de ensamblaje, obreros, máquina, y pista de showbusiness, resultando en un último fragmento, que dio cuerpo a la obra entera, y nos dejó ver que sí había carne en esos péndulos danzantes. Seguimos en el Desierto para la danza, y agradezco la oportunidad de continuar el ejercicio de danzar con la cabeza, con el pensamiento.


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Un Desierto Para la Danza ISC

Mario Lagarda Es bonito contar los años en Desiertos… cada año es normal escuchar cosas como: ¡No te veía desde el Desierto pasado!, ¡Ya tengo 6 desiertos en Hermosillo! ¡Hace tres desiertos que Quiatora no era anfitrión! El festival es parte fundamental en la vida de muchos bailarines en Sonora y esto hay que celebrarlo, por ello, Quiatora Monorriel, abre esta edición de la muestra con una propuesta de celebración y el rito de encontrarnos. Benito González nos regala en esta ocasión lo que él mismo describe como una experiencia de “Neotribalismo Industrial”.

Dos de Cabeza pa llevar

Quiatora se ha caracterizado siempre por ser una compañía que propone riesgos, y la Danza de las cabezas difícilmente puede escapar de esta concepción. La obra juega a un juego bastante actual, contraponiendo dos conceptos de por sí contrarios en esencia e intentando hacerlos coexistir. El hombre tiene la necesidad nata de juntarse en grupos y buscar ideologías afines, quizás para alimentar su sentido de pertenencia y de paso sentirse menos sólo, contraste inmediato de la sociedad de masas contemporánea, la cual te invita constantemente a la alienación. A la mitad de estas dos nociones tan bien conocidas para el humano actual, Benito encuentra material potente que da por resultado un terreno fangoso e inestable. El recurso principal, el movimiento que partía de la cabeza, el centro de control, poco menos de una hora de cabeceo que me obligó, literalmente, a mover las ideas y explorar en otra manera de ver la escena. La obra me aburrió profundamente, pero no por esto la demerito, creo que en el aburrimiento existe otro tipo de disposición, otras temporalidades de contemplación y la atención se instala en el mundo de las expectativas y las incertidumbres, cosa que puede llegar a ser muy potente y choqueante de primera impresión, justo porque vivimos en la era del espectáculo, donde aburrirse es pecado. Me parece que en esta ocasión el ojo del director apostó a la referencia visual y auditiva, elementos que claramente nos remitían a la máquina y a la repetición mecánica, esto logrado con una estética apoyada en ropa de seguridad industrial, un diseño sonoro constante y repetitivo, y una iluminación que remitía por momentos a un ojo vigilante. Los intérpretes por otro lado por medio de la agitación constante de la cabeza (parte del cuerpo que es básicamente “el centro de mando”) provocado del beat de la música, generaban intermitencias de vida en escena. Y digo intermitencias porque los cuerpos se notaban sometidos e inmersos en un estado de rito individual, de hecho, tan individual que no pasó a la sala. La experiencia me recordó por momentos a una entrevista que vi hace tiempo en redes, que les hacían a chicos que seguían, por moda, la estética de tribus urbanas (emos, skaters, lolitas, hípsters, raperos, punketos, darks, etc) pero que desconocían la postura política y filosófica que implicaba vestirse de esa manera, el movimiento de sub cultura, que generan un folclore, un estilo de vida en donde, me parece que lo que menos importa termina siendo la manera de vestirse, pues se trata simplemente una expresión visual de todo lo anterior. ¿Será que hemos llegado como sociedad a un momento en donde la imagen concretiza nuestro pensamiento? Aplaudo los riesgos que se tomaron, pues en general la obra abre preguntas sobre nuestras necesidades de ser sociable incluso a pesar de nuestra tendencia a individualizar, agregaría que la espectacularidad de la estética destacó de manera primaria a la acción ritual, propia de la danza, de la acción de bailar.

DUDAS AL MARGEN ¿La cabeza es a parte del cuerpo? ¿La cabeza es el centro de mando? ¿La cabeza es un cuerpo dentro de otro cuerpo? ¿La industria es nuestra cabeza? ¿El cabeceo es un gusto? ¿El cabeceo es un mandato? ¿El cabeceo es un acto político? ¿Ninguna de las anteriores? ¿La cabeza es la punta? ¿La cabeza es sólo agujeros? ¿El cuerpo sin cabeza, se cierra sobre sí mismo?

Cuida tu nuca que te la puedes quebrar Melina Encinas * Se oyen comentarios desde QMRETRO, de que Quiatora ya no baila. Mientras la diversidad se refleje tanto en cuerpos como en mentes, será un debate si baila o no baila; escribo esto en el Uber que vuela al salón de eventos donde pasaré 3 horas experimentado otra danza de las cabezas, coreografía de Melina Encinas con música de la banda versátil en turno, pero lo que acabo de presenciar junto con otras 300 personas es un jeringazo de muévete. Se veían cabezas rebotando, risas en las piezas sonoras que ligaban un cuadro con el siguiente. Cuerpos excitados y rebosando energía. La coreografía de Benito, comienza en una sutileza que juega con el espacio y el tiempo, al través del menú de hoy que es el headbanging. Se alcanzan a ver tintes del fragmento Metabolisma del programa Ato Bomba y aunque está, no es del todo un trabajo tan fragmentado como el ya mencionado, juega con ese mismo formato de presentación. * Colaboradora de Política y Rock & Roll

¡Comenzamos! Para mostrar las propuestas de exponentes de la danza contemporanea nacional e internacional, Mario Welfo Álvarez Beltrán, Director General del Instituto Sonorense de Cultura, inauguró la 26 edición de la Muestra Internacional Un Desierto para la Danza 2018, a celebrarse del 20 al 29 de abril en la capital sonorense.


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