La Voz de Alamos 2 de febrero

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Instituto Sonorense de Cultura

La Voz de Alamos Información desde los portales

Vol. 9

Año 4

Álamos, Sonora, México

www.festivalortiztirado.gob.mx

2 de febrero de 2013

Voces variadas Festival Alfonso Ortiz Tirado 2013:

Juan Arturo Brennan, colaboración especial

C

omo cada año desde hace veintinueve, por estas fechas se realiza en esta pequeña localidad sonorense el Festival Cultural Alfonso Ortiz Tirado dedicado principalmente, pero no a exclusión de otras cosas, a recitales de canto operístico y de concierto. Una muy buena gala inaugural con el tenor sonorense Arturo Chacón, destacando sobre todo en sus interpretaciones de ópera y zarzuela, en un programa cuya segunda parte hizo demasiadas concesiones al gusto popular. Un pulcro y muy redondo recital de la mezzosoprano rusa Irina Nikolskaya, con un repertorio impecable trabajado a profundidad y cantado con una voz poderosa, flexible y de variada coloración según las exigencias de cada estilo. Un notable recital de madrigales de Salamone Rossi, interpretados por la Cappella Barroca de México bajo la conducción de Horacio Franco. Además de la inusual presencia de la música antigua en este festival, el recital fue atractivo por confirmar que la dedicación de Franco al estudio de cuestiones históricas y estilísticas ha dado frutos audibles en las interpretaciones de los ensambles vocales e instrumentales que dirige. Y si de repertorio inesperado se trata, hay que aplaudir a la soprano estadunidense Ellie Dehn el haber recordado al público de Álamos que Franz Liszt tiene en su catálogo, además de su sorprendente y numerosa obra para piano, composiciones vocales que bien vale la pena escuchar. Aquí, transitó con corrección por esa mezcla de lo francés y lo alemán que caracteriza a mucha música de Liszt, y aplicó especial profundidad a la canción Die Lorelei, de legendario y misterioso texto. De particular interés en el contexto general de las llamadas Noches de Gala resultaron las sesiones designadas como Concierto de voces jóvenes, y Noche de la Universidad de Sonora. En la primera, un grupo de cantantes con carrera en proceso, pero ya con cierto grado de madurez, evidenciaron un potencial claramente perfilado en distintas facetas: la combinación de buena voz y buenas dotes actorales del barítono Germán Olvera; la amplitud y potencia controlada de la voz de la soprano Rebeca de Rueda; la flexibilidad de estilo y de color vocal de la mezzosoprano Cassandra Zoé; disciplina, convicción y seriedad en ellos y en sus colegas participantes en el recital. En la segunda se presentaron tres jóvenes sopranos (cosa

poco usual) de la carrera de música de esa casa de estudios (Nadia Lamadrid, Cesia Olivares y Valeria Quijada) que subieron al escenario con aplomo y convicción, y que no se hicieron la vida fácil eligiendo repertorios complacientes, sino que abordaron de buena manera una selección de buena música con diversos grados de exigencia. Más allá de la presencia constante de voces con amplio prestigio y trayectoria profesional, me parece que este tipo de presentaciones resultan lo más atractivo del Festival, por lo que representan como exploración, descubrimiento e inversión en el futuro musical de Sonora. En los conciertos realizados en el Templo de la Purísima Concepción, el Festival también ha propuesto una oferta atractiva y bien lograda. Un soberbio recital del acordeonista bielorruso Alexander Sevastian que incluyó un portentoso De Profundis de la compositora rusa Sofía Gubaidulina. Sin duda, además de dedos y fuelle para dar y repartir, Sevastian tiene una enorme musicalidad y una muy bien calibrada sensibilidad en cada área de su extenso repertorio. En el marco de otro gran concierto, el del Cuarteto Latinoamericano, destacó especialmente su ejecución fresca y vital del Cuarteto en sol del jalisciense Domingo Lobato, y la exhaustiva preparación del Cuarteto Op. 59 No. 1 de Beethoven, de cuyo movimiento lento, en especial, hicieron una cátedra de profundidad introspectiva. Conformado por músicos armenios, el New Folk Music Ensemble ofreció entre otras cosas una buena selección de piezas de la gran tradición musical armenia (popular y de concierto) y, para mí en lo personal, la oportunidad de escuchar en vivo, finalmente, las profundas, evocativas y misteriosas sonoridades del duduk, instrumento tradicional de aliento ejecutado con sapiencia por Ararat Petrossian. Finalmente, menciono un exigente y bien resuelto recital del pianista Józef Olechowski, conformado por las dos regiones musicales que son su especialidad: la obra de Frédéric Chopin, y la música romántica mexicana para piano. Notables en particular sus ejecuciones de las piezas (muy chopinianas, por cierto) de Ricardo Castro, y las de Ernesto Elorduy y José Rolón que incluyó en su programa.


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