El libro equivocado Black Butterfly
Prólogo M
i vida fuera de los libros, se podría decir que es bastante normal.
Voy todos los días a clases, trato de compartir con mis amigos y familia de la forma más adecuada, teniendo especial cuidado en no hablar sobre mis actividades extracurriculares, por dos simples razones. La primera es porque mis amigos no me creerían ni aunque les trajera una foto de mis aventuras. Y la segunda, bueno, porque mi familia me tenía expresamente prohibido salir del planeta Tierra. Veras, lo que estoy pronta a relatar, algunos ni siquiera lo creerían, pero confió en que tú, si… tu, quien lee estas palabras, es un ser sumamente inteligente, simpático y que tiene un sinfín de características tan sobresalientes que te hacen ser el integrante más genial de tu familia. Veamos ¿por dónde comenzar? Mi nombre es Alelí, no es muy común por lo que tengo entendido. Ese nombre lo eligió mi abuelo, Rubén, quien lleva más de una década desaparecido, pero te relataré sobre él más adelante. Tengo dieciséis años y estoy en enseñanza media, no me va espectacularmente bien porque en los planes para mi futuro no está considerado seguir estudiando. No me imagino como el tipo de persona que puede estar sentada detrás de un escritorio o atrapada en cuatro paredes. Hasta ahora todo es como si tuviera una vida común y corriente, pero si fuese así ¿estarías leyendo este libro? No lo creo. Desde que cumplí los seis años, tengo una extraña habilidad, casi se podría decir que es milagrosa. Todo comenzó cuando tuve mi primer libro sobre las manos, solo tuve que aprender a unir las letras para saber que amaba lo que había escrito en ellos, sobre todo los libros que trataban de fantasía.
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Mi primer libro fue sobre el cuento de la Tortuga y la Liebre. En un momento estaba leyendo las líneas de ese libro y en el otro, bueno, estaba mirando directamente como avanzaba la tortuga a paso tan lento que era desesperante. Me involucré en el cuento, ya que tomé a la lenta tortuga y la hice avanzar con rapidez mientras la Liebre no nos veía, fue por eso que ganó realmente… y todo el que diga lo contrario, bueno, está mintiendo. Para tener seis años, fue una actitud bastante madura no caer en pánico al verme en un mundo completamente diferente. De seguro lo traigo en los genes, ya que no soy la única que tiene dicha habilidad. Es probable que ahora te estés preguntando ¿Cómo fue que una niña de seis años volvió al mundo desde dentro de un libro? Esa es la parte más fácil de responder ya que he de suponer que me crees cuando digo que viajo al mundo de los libros que leo. Para ese entonces siempre llevaba mis libros escondidos en un bolso pequeño, color rosa con una mariposa negra estampada en el medio, con el cual me transportaba a diferentes mundos. Tan solo debía tomar el libro en el cual estaba sumergida y leer el final para volver a la tierra. Por esta razón es que mi familia me prohíbe leer libros, ya que está el riesgo inminente de salir herida, además del hecho de que a medida que iba creciendo me gustaban los libros más gordos y jamás me he permitido la osadía de saber el final antes de haber leído toda la historia. La verdad es que todo se complicó cuando tenía ocho años y desaparecí por tres días. Cuando digo que amo los libros, lo digo en serio, pero eso no significa que sea una lectora rápida. Desde entonces me prohibieron comprar libros o pedirlos prestados. Y es por eso mismo, que siempre llevo conmigo mi bolso, para esconder más de uno, es la única forma de poder leer, además de ser muy útil cuando viajo a esos maravillosos mundos literarios. Debes saber en este minuto, que ya no uso mi bolso rosa con una mariposa negra. Como sea, el problema llegó un día bastante estresante, cuando tomé el libro equivocado.
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Capítulo 1 C
uando sonó el timbre que daba por término el día de clases, suspiré aliviada. Era
viernes y tenía planes mucho más entretenidos que estudiar biología. Por eso salté de mi asiento y guardé mis cuadernos con rapidez. —Hace calor ¿no quieres ir a comer un helado? —dijo Matías, quien llevaba más de dos años siendo mi compañero de asiento y era uno de mis pocos amigos. No sabía absolutamente nada sobre mi habilidad tan mágica. —No lo creo, debo llegar temprano a casa —me excusé con rapidez. No pasó desapercibida la mirada que me dio la chica que estaba detrás de nuestro asiento, Kathy, siempre ha estado encantada por Matías, aunque él no le daba mucha atención. Matías era guapo. Alto y delgado, pero ya comenzaba a fortalecer su cuerpo por practicar basquetbol, tenía unos ojos verdes muy lindos que resaltaban por su cabello negro. Aun así, jamás he podido verlo de otra forma que no sea como mi amigo. —Oh vamos, hace mucho que no salimos después de clases. —Lo siento, de verdad no puedo. Me quedaré a estudiar en la biblioteca un par de horas. Él frunció el ceño. —Está bien que le pongas ganas a tus notas, no han estado muy bien. —Ya lo sé, por eso quiero esforzarme. Siempre me quedaba en la biblioteca. Mentía a mi familia diciéndole que me quedaba horas extras en clases de reforzamiento, por mis notas bajas. No había otra forma de poder quedarme leyendo hasta quedar satisfecha.
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Lo lamentable era que al estar tan limitada en tiempo por mis padres, no podía leer libros muy largos. Incluso, a veces solo usaba libros de viajes para salir de donde me encontraba y distraerme. Era prácticamente una adicción. —Quizás deberías preguntarle a un profesor otro método para mejorar —dijo mientras salíamos del salón —te has esforzado mucho este último tiempo, pero tus notas siguen dando pena. —Muy bien, cabezón. Matías tenía el primer lugar en el curso, le iba genial en las pruebas y siempre me explicaba lo que yo no entendía. —Recuerda que las notas sirven para poder entrar a la universidad. Puse los ojos en blanco. —Si lo sé, Matías. —No tienes para que enojarte. Bajamos las escaleras, traté de adelantarlo para no seguir hablando de un tema tan aburrido como era el colegio. —Ale —dijo llamándome de esa forma que usaba él y mi familia. Tiró de mi bolso para que no siguiera avanzando. Miré a nuestro alrededor, no había nadie cerca ¿Dónde se habían ido todos? —has estado distanciada estos últimos meses ¿sucede algo? —Nada, absolutamente nada, no tienes de que preocuparte ¿sí? —Si —dijo susurrando. —Bueno, ahora me voy porque o si no se me hará tarde. Nos vemos —dije poniéndome de puntillas para besar su mejilla y poder largarme de ahí. —Nos vemos —sus mejillas estaban sonrojadas. No era tan distraída para no notar que él estaba interesado en mí. Él no había salido con nadie este último año y sabía que nuestra amistad había cambiado de curso. Aunque él era el único que se sentía de esa forma.
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Cuando entré a la biblioteca, esta se encontraba vacía, tan solo estaba Lucia, quien se encargaba de cuidar, ordenar y prestar los libros. Casi nos estábamos volviendo íntimas amigas, ya que siempre nos encontrábamos después de clases. — ¡Alelí! Pensé que hoy no vendrías, es viernes —dijo desde detrás del escritorio. —El deber llama —cerré la puerta detrás de mí —debo subir esas notas, ya lo sabes. —Admiro lo entregada que eres en tus estudios. Me sonrojé porque eso no era para nada cierto. —Lo único que hago en la vida es estudiar, así que debo entregar buenas notas — dije caminando hacia ella. Salté el escritorio para poder ingresar a las estanterías, cuidando que mi falda del uniforme no se levantara. Eran tantas las veces que iba a la biblioteca que ya sabía el orden de los libros, así que Lucia me dejaba entrar y hacer lo que yo quisiera. Era agradable tener esa libertad. —Adelante, busca lo que necesites. Me fui directo a la sección de libros escolares, donde saqué el primero que encontró mi mano. Luego me dirigí hacia la estantería donde estaban todos los rezagados. Saqué un atlas, para poder ver las imágenes con claridad. Tenía mi asiento favorito, el que siempre estaba vacío. Era en un rincón, un tanto escondido, donde Lucia no me podía ver. Eran pocas las veces cuando regresaba de los libros y ella preguntaba si había ido al baño, por lo que tenía muy claro que Lucia no salía de detrás del estante para vigilarme. Ajusté bien mi bolso y verifiqué que mi reloj estuviera bien apretado para que no saliera volando. Necesitaba controlar el tiempo, no debía estar fuera de la biblioteca más de una hora o sería sospechoso. Sonriendo abrí el libro que contenía imágenes de todo el mundo, tuve que elegir un lugar al azar, por lo que cerré mis ojos mientras jugaba con las hojas hasta que me detuve. —Muy bien —dije sonriendo —Islas Lofoten, Noruega.
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La imagen mostraba la aurora boreal durante la noche, en unas montañas. Era arriesgado siendo que era un lugar extremo, pero como no estaba leyendo un libro narrativo, debía compensar la emoción con otra cosa. Ya estaba decidida. Tomé mi chaqueta y me la abroché muy bien. Luego comencé a leer el extracto que había debajo de la imagen. —Las islas Lofoten son famosas por su belleza, se puede observar la aurora boreal entre el veintiuno de septiembre y el veintiuno de marzo… Era como si todo mi cuerpo comenzara a vibrar. Todo a mí alrededor se volvió borroso y cada poro de mi cuerpo parecía estar hecho de burbujas. Estaba conformada de aire y cualquier brisa podía llevarme lejos, muy lejos de donde me encontraba. Cerré los ojos una vez más y pude sentir que ya no me encontraba sentaba en la biblioteca de mi colegio, sino que estaba cayendo desde un oscuro cielo. Era realmente mágico llegar a cualquier lugar, fuera o no un libro literario. Se podía semejar a viajar sobre una nuble, una transparente, que te llevaba suavemente hasta el lugar que tú deseabas. Está en particular, estaba bajando de tal forma, que no paraba de dar círculos. Con rapidez mientras caía, guardé el libro en mi bolso y luego sujeté la falda de mi uniforme que estaba dando vueltas y vueltas por el viento. Cuando caí con cuidado sobre la cima de una montaña, me quede tan asombrada como la primera vez. Jamás te podrías acostumbrar a esto, a los latidos desbocados de tu corazón o a la falta de respiración por la adrenalina que corría a través de tus venas. Era maravilloso, un milagro único que no todo el mundo podía experimentar o siquiera imaginar. Miré hacia el cielo, atrapado por la oscuridad de la noche y me quede ahí. Saqué una manta que había en mi bolso, la acomodé sobre el piso rocoso y me senté. Luego abracé mis propias piernas porque estaba muerta de frio por el clima diferente de este lugar y me quede quieta. Absorbiendo aquel lugar. La aurora boreal era simplemente hermosa. No era la primera vez que la veía, pero nunca dejaría de ser algo hermoso.
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—Esto si es vida —dije sonriendo, finalmente, estirándome sobre la manta que había guardado en mi bolso, sin importar el frio. Me quede ahí por toda una hora, absorbiendo la tranquilidad del lugar. ¿Cómo me podían prohibir esto? Esta era mi vida.
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Capítulo 2 E
l problema de usar un atlas para poder recorrer lugares, es que no tiene personajes
fantásticos con los cuales poder hablar y que… no tiene un final claro como para que sea fácil volver. Si bien era muy entretenido recorrer lugares mágicos o únicos. El final de un atlas no estaba declarado en las reglas de los Saltos Literarios, por esa razón me quedaba leyendo por varios minutos u horas las últimas páginas del libro. Me tomó más de la cuenta descubrir el final, no fue hasta que comencé a leer el índice que pude sentir como todo mi alrededor se movía de manera brusca y un tanto terrorífica para volver a caer sobre mi asiento, en la biblioteca. El retorno siempre era brusco, como si se me castigaran por querer renunciar a lo que estaba viviendo. Sentía náuseas y mareos luego de volver a mi dimensión. Era agotador en realidad, ya que era demasiado rápido, no había un proceso de cambio o un transporte para volver. Era como si te dieran un golpe en la cara, fuerte y sin aviso alguno. Cuando regresé a la biblioteca supe de inmediato que las cosas no habían salido como yo esperaba, me había demorado mucho en encontrar el final del altas y ya sabía muy bien que estaba anocheciendo. La biblioteca estaba silenciosa, oscura y un tanto tétrica. Tenía un juego de llaves que había tomado prestado –realmente robado— del conserje. No se me hizo nada difícil salir del colegio, pero aun así sentía un nudo en mi estómago. Iba a tener problemas en casa. Eran cerca de las nueve de la noche cuando crucé la puerta principal. Mis padres estaban locos llamando a todos nuestros conocidos, esperando que le dijeran que yo me encontraba con ellos.
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—Hola, siento la demora —dije cuando entré, esperando que por un milagro nadie tomara en cuenta mi demora. Lo que no tenía lógica, ya que todos estaban con un rostro pálido. — ¡Alelí! —dijo mi madre, cortando de manera brusca el llamado de su celular. Mi nombre era bastante tierno, a uno le puede costar imaginarse que alguien lo usaría de forma brusca o desagradable. Sin embargo, aquí en casa, parecía el sinónimo de algún tipo de maldición. “¡En el nombre de Alelí, te maldigo a que vivas una eternidad de tragedias!” Si, se podía usar de forma extravagante y malévola. Aquello pasaba un montón en casa. No que usaran mi nombre para maldecir a otros, pero si relacionado a emociones bastante furiosas. No podía culparlos. —Dime ¿Dónde has estado? —preguntó mamá. —Luna… —dijo mi padre, tomando el brazo de ella, como si de esa forma pudiera calmarla. Mamá tenía un nombre peculiar como yo. Venia de familia, es más, mi habilidad provenía por parte materna, aunque jamás se manifestó en mamá. Ella era guapa, con su cabello corto de color negro y su rostro fino, blanco. Era bastante delgada y se ejercitaba todos los días por las mañanas, saliendo a correr cuando aún no amanecía. Trabajaba de secretaria para un viejo médico importante que tenía su consulta privada, le pagaba bastante bien porque llevaban años trabajando juntos. —No, esto tiene que acabar ahora mismo ¿es que no tienes consideración hacia tu familia? La abuela ha estado a punto de tener un infarto —dijo furiosa, caminando hacia mí. —Lo siento —susurré, mirando a mi padre. Mi dulce padre, su nombre era Tomas Cárcamo, era carpintero y se esforzaba mucho para que todos estuviéramos en buenos colegios. Las arrugas comenzaban a aparecer en su rostro, era moreno y con una piel curtida por estar tanto tiempo bajo el sol, era atlético aunque no hacia deporte, solo se dedicaba a su trabajo, que le exigía bastante a su estado físico. Sus ojos eran como los míos, marrones y tenía una sonrisa perfecta y blanca como la nieve.
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Yo era ciento por completo hija de mi padre. El mismo cabello, los mismos ojos, piel y sonrisa. —Luna, vamos, tranquila, de seguro tiene una explicación —dijo papá. Por lo que noté, mamá había enviado a dormir a mis dos hermanos pequeños e incluso a la abuela, porque no aparecía nadie en la sala de estar. Necesitaba un rescate y usualmente esos flotadores salvavidas llegaban por parte de mi abuela o de mis hermanos que comenzaban a llorar cuando me regañaban. —Estaba en la biblioteca —dije dando un paso hacia atrás. No estaba mintiendo — Estudiando. — ¡Mientes! —Dijo mi madre, sin calmarse — ¿Es que acaso no entiendes? ¡No eres capaz de comprender lo que puede pasar! — ¿De qué hablas? No me puedes culpar de algo que no he hecho, siempre me dices que debo subir mis notas ¡Bien! Para eso debo tomar libros y estudiar —dije molesta, me estaba comenzando a enojar. —Luna, ya basta y tú también Ale —mi padre dio un paso hacia adelante, interponiéndose entre las dos —vamos a tranquilizarnos. — ¡Siempre estás cubriéndola! —Dijo ella, dándonos la espalda —así solo yo quedo como la bruja malévola, ¿no? Alelí… tú no entiendes la seriedad de tu situación. “Situación” ella siempre se refería de esa forma a mi habilidad. —Estaba estudiando y me quedé dormida ¿Por qué estoy siendo regañada? —dije sentándome en el sofá que estaba cerca de mí. Debía tomar una actitud relajada o si no me iba a entregar sola a los leones si seguía discutiendo. —Tienes un celular, Alelí —dijo mi padre, como si mi excusa no fuera valida — ¿Por qué no contestas el teléfono? — ¿Para qué me griten? Ya sabía que estaba en problemas, quería prolongar un poco mi paz. —Estás mintiendo, eres una niñita descarada —dijo ahora mi madre, girándose para verme.
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Hay dos cosas que ella odia. La primera es que yo salte en algún libro y la segunda, es que le mientan. Odia las mentiras más que nada en el mundo, porque su padre, mi abuelo desaparecido, le pasó contando historias fantásticas en su infancia, adolescencia y adultez. Él jamás se tomó en serio algo y eso solo frustraba a mamá. —Tu abuela pensó que te habían secuestrado ¿es que acaso no ves las noticias? Te puede pasar cualquier cosa… Ella comenzó a hablar sin detenerse mientras yo me aferraba a mi bolso y me quedaba callada. No había forma de apaciguarla, así que lo mejor era quedarse en silencio y esperar a que se calmara. Luego comenzó a llorar y me dijo que era la peor hija del mundo, lo que no era ninguna sorpresa, ella siempre terminaba de esa forma. — ¿De verdad estabas estudiando? —pregunto papá, sentándose en la mesa de centro, cerca de mí. —No —era incapaz de mentirle cuando me miraba de esa forma, como si él aun viera que yo era un diamante en bruto —no estaba estudiando. — ¿Por qué le mientes a tu mamá entonces, hija? Sabes que no está bien. —No quiero que siga hablando sobre lo mal que estoy haciendo todo, así que es mejor a que se le quite su ataque de nervios. —Estás siendo injusta, es tu madre y te quiere. Se preocupa por ti porque piensa que un día no regresarás, como le sucedió a tu abuelo. Suspiré, sintiendo los hombros más pesados. No quería comportarme de esta forma, pero ellos querían quitarme lo que yo más amaba. —Está bien —dije sin deseos de seguir hablando. — ¿Tienes hambre? Negué, solo quería irme a dormir. —Buenas noches —le di un beso en la mejilla a papá y me retiré. Cuando pasé por afuera de la habitación de mamá, pude escuchar sus sollozos. Eso solo me hizo sentir peor. Después de alistarme y meterme en la cama, no pude hacer otra cosa que comenzar a girar y girar, pensando seriamente en el daño que le estaba haciendo a mi familia ¿Por
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qué tenían que ponerse así conmigo? ¿Qué podía pasar que fuera tan malo? Ni siquiera sabían si el abuelo se había quedado atrapado en algún libro o si se había ido con otra mujer. —Pensé que te habían secuestrado —dijo mi abuela desde su cama, a mi derecha. —No, sigo aquí, abue —me gire hacia ella, sin poder verla porque las cortinas estaban corridas y la oscuridad inundaba la habitación. —Con tu abuelo siempre tuvimos discusiones parecidas, a veces desaparecía por días. —Eso debió ser un problema si tenían una hija recién nacida —dije pensando que siendo madre o padre, debías tomar ciertas responsabilidades… como no saltar en libros. —Le pedí que no lo hiciera por un tiempo y lo hizo por nosotras ¿crees que puedes aguantar un par de meses, solo por la familia? Suspiré y tensé mi mordida, no quería hacer eso por nadie realmente ¿Qué sentido tenía? —Tus padres han estado discutiendo muy seguido debido a tus saltos, Alelí. Tus notas no han mejorado y tus hermanos se preocupan porque no llegas temprano a casa. Incluso hoy hemos asustado a tu amigo Matías. Mis ojos se llenaron de lágrimas. Lo que mi abuela estaba haciendo era manipulación pura y le estaba funcionando de forma perfecta. —Prueba un mes ¿sí? Solo cuatro semanas, hasta que las cosas se calmen. — ¿Cuánto duró el abuelo sin saltar? —pregunte, tratando de cambiar la dirección de la conversación. —Seis años, hasta que se aseguró de que yo no tenía problema con que lo hiciera. Él realmente me amaba… y jamás pensé que iba a perderse en esos mundos que conocía, siempre regresaba después de un salto. Suspiré, pensando en lo horrible que debió sentirse el abuelo durante ese tiempo, aunque al parecer, le bastaba con ser feliz junto a su esposa e hija. —Alelí, si logras aguantar cuatro semanas sin saltar, te daré uno de los libros favoritos de tu abuelo. Cada año iba más de diez veces a ese mundo.
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Me quede de una pieza, había dado por hecho que no había libros en casa. Mamá los había sacado hacía años, todos exiliados de nuestro hogar para que yo no pudiera leerlos. — ¿Es en serio? —más de diez veces en el año era una cantidad suficiente para demostrar que era un buen libro. La curiosidad comenzó a picar en mi cerebro — ¿Por qué no mejor dos semanas? —dije tratando de negociar. —No, cuatro o nada. Tú eliges, tienes hasta mañana. Buenas noches, hija. —Buenas noches, abue. Ser curiosa no es más que un castigo en esta vida.
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Capítulo 3 E
staba en casa de Matías, pensando en que había aceptado el trato de mi abuela
esta mañana. Solo deseaba conocer el mundo que había amado el abuelo, así que no tuve que pensarlo mucho para aceptar el trato. No fue hasta media hora después cuando me di cuenta de que debería alejarme de los saltos durante cuatro semanas. Comencé a deprimirme. —Y luego despejas la X, tomándola y tirándosela en la cara al profesor ¿cierto, Ale? Asentí, nada atenta a lo que me estaba diciendo Matías. Siempre venía a su casa a estudiar, me ayudaba reforzando mis estudios y ya era una costumbre juntarnos después del almuerzo. — ¡Ni siquiera me estás escuchando!, ¡Ah!, ¿Para qué me molesto? —Lo siento, lo siento —dije lamentándolo de verdad —ahora sí, explícame de nuevo. —No, ya no quiero. —Oh, vamos, he venido a estudiar. Siento haber estado distraída. — ¿En qué estás pensando? —sus ojos verdes se concentraron en mí, tuve que desviar la mirada porque me desagradaba cuando me ponía tanta atención, como si tratara de descubrir mis secretos tan solo mirándome —a veces pareces como si estuvieras en otro mundo. —Sigamos estudiando, así no perdemos el tiempo. —Me he desconcentrado, además… tengo algo que decirte. Me tensé, esperando lo peor, quizás Matías se había cansado de ser mi amigo y ahora quería declararse o algo por el estilo. —Vamos, que las ecuaciones nos esperan —dije mirando hacia el cuaderno, pero él no me tomó en cuenta.
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—Kathy por fin me ha dicho que yo le gusto, ayer salimos juntos del colegio y me dijo que me encontraba muy lindo, que quizás podríamos ir a ver una película ¿Qué crees? es bastante simpática cuando no te está mirando con odio. Bueno, estaba esperando cualquier cosa, menos eso. Tampoco había anticipado esa extraña sensación en el pecho, como si hubiera fuego en mí ¿estaba celosa? — ¿Qué? —Pregunté un tanto incrédula — ¿estás bromeando? —No ¿Por qué iba a bromear con eso? Le he dicho que sí, mañana saldré a ver una película con ella. Me removí en mi asiento, incómoda. — ¿Me estás diciendo esto para que te acompañe y te salve de un horrible destino? Él enarcó una ceja. —No puedes ir con nosotros, es una cita, sería imprudente de mi parte —dijo con una sonrisa que hacía que sus ojos verdes se vieran más lindos. Vi todo el futuro de Matías y Kathy juntos, viendo una película, riendo, comiendo un helado, volviendo a reír porque Matías era muy simpático además de inteligente. Ella lograría atraparlo, de seguro se harían novios y quedaría completamente desplazada. Sola. Aquel pensamiento era bastante egoísta de mi parte. —Bueno, entonces es mejor que nos apresuremos con la materia para que estés tranquilo mañana en tu cita. Kathy no es una mala chica, solo me odia porque soy tu amiga, pero es bastante simpática. Él me quedó mirando unos segundos, sin decir nada. Luego suspiró y comenzó a hablar de ecuaciones.
Después de ese encuentro, mi fin de semana se pasó volando. Mi madre estuvo enojada los dos días, así que tuve que soportar más de un sermón sobre no volver a saltar en un libro. Acepté con la cabeza agachada todos sus reclamos, no quería que el ambiente familiar se tensara más. Cuando llegó el día lunes me fue imposible no notar lo bien que se estaban llevando Matías y Kathy, comentando lo bien que lo pasaron viendo la película y que debían repetirlo
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cuanto antes. Por alguna razón, los odiaba, deseaba que el día se acabara rápido para no tener que ver sur rostros. Fue bastante extraño no ir a la biblioteca por la tarde cuando la jornada escolar terminó, aunque eso quedo en segundo plano cuando al salir de la sala, mi celular comenzó a sonar. Era mi madre. —Te estoy esperando afuera, apresúrate —dijo al otro lado de la línea. Con Matías bajamos corriendo, esperando que mamá me dijera que algo malo había ocurrido y que por eso estaba esperándome a la salida del colegio, pero ella solo se limitó a saludar a Matías y luego me dijo que nos fuéramos. — ¿Qué sucede? —pregunté, cuando nos alejamos de Matías. —Nada, solo he venido a buscarte, para asegurarme que no te meterás en esa biblioteca de nuevo. No dije nada por varias cuadras, mi boca siguió abierta todo el transcurso y ni siquiera me entere si tenía algún insecto en mis dientes por ir de esa forma por tanto tiempo. Era increíble, me estaban tratando como una preescolar o como si fuera algún estilo de delincuente que necesitaba estar bajo vigilancia. —No puedes hacer esto, me dejarás en vergüenza con mis compañeros —dije después de salir de mi asombro. — Es la única opción, no voy a permitir que pierdas tu vida. Pude notar que estaba aun con su uniforme del trabajo, sus tacos sonaban incesantemente contra el asfalto, logrando irritarme aún más, pero estaba tan conmocionada que me era imposible reaccionar como era debido. —Sé que no soy una adulta aun, pero puedo ir y volver del colegio. —Has demostrado que no es así, no confío en tu palabra porque me has engañado un sinfín de veces. Eso era cierto. Había perdido la cuenta de las promesas que había hecho, diciendo que jamás volvería a saltar. Siempre terminaba rindiéndome. —Mamá, pero esta vez es diferente.
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—No te creo, apresurémonos que pedí permiso en el trabajo, debo volver en treinta minutos. Tuve que aguantar mi respiración un par de segundos para calmarme y no gritarle. Era imposible hablar con ella, nunca me escuchaba y se negaba a toda justificación que yo le daba. —Me gustaría que pudieras saltar como yo, así no serías tan resentida. Groso error. — ¿Qué dijiste? —Preguntó, girándose hacia mí — ¿Resentida? Tú no comprendes nada ¿cierto? Si estoy aquí, perdiendo horas de trabajo y dinero, es para que no te pierdas para siempre ¡Y gracias a Dios que no tengo esa maldición! Y si la tuviera, aun así no te apoyaría, Alelí, porque yo entiendo que debo estar aquí, para mi familia. No esperé a seguir escuchando, solo me dirigí hacia el bus. Deseaba llegar a casa lo más rápido posible. Ninguna de las dos dijo nada durante todo el trayecto. Era increíble pensar como cambió nuestra relación, no siempre fuimos así. Mi madre era de las que me leía cuentos, la que tenía la casa llena de libros para que pudiera leer, aunque siempre me mantuvo al límite con el tema de los saltos después de que el abuelo desapareciera, bueno, ella se volvió insufrible. Todo empeoró cuando me perdí por tres días. Sin embargo, aun así ella seguía siendo una excelente mamá. Me escuchaba y podíamos tener una conversación tranquila. En la actualidad, solo conversábamos para gritarnos o discutir. Era agotador. Cuando entramos a la casa, ella se detuvo en la sala de estar y se giró a verme. —Dame tu bolso, quiero ver si tienes algún libro. Ese fue el límite de mi paciencia. —No hay ningún libro porque no fui a la biblioteca y no te pasaré ningún bolso porque te estás extralimitando. —Dame el bolso, Alelí —su pálido rostro comenzó a ponerse rojo. Había envejecido estos últimos años, se veía mayor para su edad. Y en parte era mi responsabilidad.
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—Ya basta, mamá, no te voy a pasar nada, ahora déjame ir a mi habitación. — ¿Por qué no simplemente puedes obedecerme? Siempre estás luchando, si no tienes nada en el bolso ¿Por qué no me lo quieres mostrar? —me tomó del brazo para que no avanzara. — ¡Ah! Lo siento, siento no hacer todo lo que quieres, pero no voy a soportar esto. Suéltame, no quiero seguir hablando contigo, además ya estoy cansada de discutir siempre. Creo que a veces podía entender su frustración. Era una mamá y el trabajo de una mamá era preocuparse de sus hijos. Por lo que tener una criatura que puede desaparecer en cualquier momento, debe ser bastante estresante para alguien, sobre todo para ella que no manejaba bien las situaciones bajo tensión. Sin embargo, aunque la hubiese entendido desde un comienzo, nada me preparó para lo que escuche salir de su boca. —Hay días que me arrepiento, quizás no debí tener hijos, de esa forma nada de esto estaría pasando. La miré por un segundo sin poder creer lo que había dicho. Luego me solté rápidamente de su brazo, liberándome. — ¿Sabes? Esto se acaba hoy mismo —dije mirándola directamente a sus ojos —no me tendrás que volver a ver. —No, no es lo que… No dejé que continuara hablando. Me giré y corrí hasta la habitación que compartía con la abuela, que de seguro había llevado a los chicos a su juego de futbol que tenían esta tarde. Cerré la puerta con seguro y comencé a revolver todo el lugar, di vueltas los colchones de las camas, saqué toda la ropa del armario, busqué en las cajas que había sobre los muebles, hasta que di con la más pequeña, llena de libros. Mamá no paraba de gritar al otro lado de la puerta, pidiéndome que me detuviera, que ella no quería decir lo que dijo. Un montón de excusas que no me dediqué a escuchar en ese segundo, quizás si lo hubiese hecho, me habría detenido ya que ella de verdad no deseaba decir lo que yo había entendido. Sin embargo, si fuera así, no habría historia que contar.
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Como una adolescente herida y complemente melodramática, saqué el primer libro que encontré en la caja, ni siquiera leí el título o me fije en el estado que se encontraba. Lo abrí y comencé a leer en voz alta cualquier parte para que mamá me escuchara. —Era una primavera eterna, sin fin, lo que lograba mantener la Ciudad de Ágata embellecida por la cantidad de flores, pero sin una princesa, nada de esto tendría… Todo a mí alrededor comenzó a temblar, la imagen que observaba se distorsionaba y mi cuerpo se convirtió en miles de millones de burbujas mientras mi corazón se disparaba, latiendo desbocado. Segundo después, había desaparecido de mi habitación, dejando atrás mi vida. Lo peor de todo es que la suerte no estaba de mi lado ese día, ya que de todos los libros que tenía a mi disposición, había tomado el equivocado.
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Capítulo 4 M
e dejé caer sobre esa cómoda nube que no podía ver, dejándome llevar por esta
en forma circular. Me aferré al libro como si mi vida se fuera en ello, ahora que había llegado a este mundo sin preparación alguna, debía ser extremadamente cuidadosa. A medida que iba bajando, observando el hermoso cielo azul, pude notar que estaba en una hermosa pradera, libre de árboles, pero repleta de flores. Eran de todos los colores y formas, jamás había estado en mundo que tuviera estas características. Cuando alcancé el suelo, pude dejarme caer sobre mis pies sin mayores problemas. —Muy bien —dije un tanto confundida. Aún estaba enojada por la discusión que tuve con mi madre, por lo que no podía pensar con claridad. Recién en ese momento me dediqué a mirar el libro que tenía en mis manos. Me quede helada al ver en qué condiciones se encontraba. Era un libro viejo, de color calipso, tenía el título con letras doradas. —La primavera eterna —susurré, recorriendo las letras con mis dedos. Jamás había escuchado algo sobre él, pero lo peor estaba por venir. Al abrirlo y recorrer las hojas, fue fácil notar que faltaban páginas, incluso habían unas rotas, con textos completamente arrancados del papel. —No —dije sintiendo un vacío en el estómago al llegar al final del libro. No tenía final, estaba hasta la mitad. Al tomarlo desde la caja no había notado que no existía contraportada. —No puede ser —dije sintiendo como mi corazón latía con rapidez, pero esta vez presa del pánico — ¡No! Comencé a mirar hacia todos lados, tratando de ver si la otra parte del libro estaba en algún lado. Desesperada comencé a recorrer los alrededores, esperando que por un
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milagro el final del libro apareciera ante mis ojos, enredado entre el césped azul… si, era de ese color. Sin embargo, sin importar lo mucho que busqué, no encontré absolutamente nada. Me senté sobre el césped, sin saber qué hacer. Me encontraba en un mundo desconocido, sin mi bolso o mi reloj y sobre todo, sin el final del libro. No me di cuenta que estaba llorando hasta que los sollozos escaparon de mi boca, aun así no pude seguir concentrada en ello, ya que mis lágrimas comenzaron a elevarse, dirigiéndose con toda velocidad hacia el cielo. Eso fue suficiente para que mi llanto se detuviera. Era sorprendente. — ¿Qué es este lugar? —pregunté como si alguien pudiera contestarme. Sin otra cosa en mis manos, tomé el libro y lo abrí. Era el único que sería capaz de responder a mis dudas o por lo menos, a una parte de ellas. Leí las cinco primeras hojas. Me encontraba en un lugar llamado Ágata, era una ciudad donde había una eterna primavera, pero que luego de la desaparición de una princesa, todo estaba comenzando a decaer, ya que sin la heredera, este mundo caería en pedazos. Un joven, del cual no se decía nada de sus características física, decidía sumergirse en un peligroso viaje para poder encontrarla y salvar su nación. —Bien, eso no dice mucho. — ¿Por qué estabas llorando? —al escuchar esa voz me puse de pie de inmediato. Al girarme me encontré con Matías. Bien, no era exactamente él. Este último tiempo cuando leía una historia que no describía a los personajes masculinos, los imaginaba siempre como Matías, era mi amigo y el único hombre fuera de la familia que estaba en mi vida. Siempre era entretenido pensar en él como un héroe. — ¡Princesa! —por la expresión de su rostro pude ver que estaba horrorizado por encontrarme —pero esto no tiene sentido, solo ayer salí del castillo para poder encontrarla. Me detuve unos segundos para observar la extraña vestimenta que llevaba el joven ante mis ojos. Usaba unos pantalones y una camiseta larga, que llegaba hasta los muslos, todo de color azul. Un cinturón ajustaba la camiseta a su cadera. Llevaba unos extraños
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zapatos que terminaban en punta, de color negros. Mientras que su cabeza también estaba cubierta, por un pañuelo del mismo color que el resto de su ropa. No me costó entender que iba camuflado, para no ser reconocido entre todo aquel césped azul. — ¿Por qué esta vistiendo de esa forma? ¿La han asaltado? Era una información valiosa la que me estaba entregando este chico. Si había ladrones, significaba que estaba en un mundo donde existía el mal. No era un libro infantil ¡eso era un problema! De seguro habría enemigos realmente peligrosos. —Princesa… —susurró el clon no autorizado de Matías. — ¿Cómo te llamas? —pregunté dando por hecho que no se llamaba de la misma forma que mi amigo. Él me miró sorprendido, como si lo hubiese insultado. —Mi nombre es Caleb, trabajo en su castillo desde que mis padres fueron desterrados de la Ciudad de Tristán, hace un año. Estoy encargado de las caballerizas. —Entiendo —dije asintiendo y mirando alrededor, esperando a que apareciera alguien más, solo para complicar aún más las cosas. —Bueno, creo que estás confundido porque no soy ninguna princesa. El problema de los libros que no daban descripciones físicas de los personajes, era que uno se limitaba a imaginarlos como se les diera la gana. En el caso de las protagonistas femeninas, siempre las imaginaba como si fuera yo. Ese estilo de libros jamás eran mis favoritos y no me gustaba viajar a ellos porque debía enfrentarme a mi clon, quien era protagonista de la historia. Era todo un lio, además de ser demasiado complejo para los mismos protagonistas, es por ello que debían mantenerme oculta mientras observaba lo que pasaba en la historia, en vivo. —Sí, no tiene las ropas adecuadas, pero sigue teniendo el mismo rostro de la princesa. Miré hacia los lados, por si llegaba alguien más, pero mi atención se centró en el mundo donde estaba perdida.
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Si, el cielo era azul al igual que el césped, había una cantidad innumerable de flores. Estábamos en un valle, por lo que unas gigantes y hermosas montañas, cubiertas de césped azul, nos rodeaban, limitando el camino hacia el sur y norte. — ¿Qué hora es? —Pregunte temiendo lo peor —no sé ve el sol. — ¿El sol? No comprendo lo que dices, princesa. Lo miré como si una segunda cabeza hubiese aparecido desde su cuello. ¿Es que aquí no había sol? Eso no tenía sentido, era imposible que toda esta vegetación tan única no creciera con el sol. —Dices que trabajas en los establos pero has salido en busca de la princesa sin caballo alguno —dije tratando de desviar el tema. Este mundo no tenía sol ¿existiría la noche? —hay que encontrar un refugio antes de que oscurezca. —No soy ningún ladrón, no se me está permitido sacar caballos sin su autorización —giré a verlo, sin saber cómo tratar con este personaje que de seguro era el joven que iba en busca de la princesa perdida. Usualmente cuando entraba a un mundo literario, era en un momento donde ninguno de los protagonistas se daba cuenta de mi llegada. Tampoco me involucraba en la historia, solo visitaba los libros para observar y ver como la historia seguía sin mi intervención, ya que si lo hacía, se alteraba toda la historia, aunque estuviera escrita en el libro. Ahora había llegado de golpe a un mundo del cual no sabía mucho, ni siquiera estaba enterada del final. — ¿Tiene frio, alteza? —Preguntó él, extrañado —está temblando. Claro que estaba temblando, pero no de frio, sino de miedo. Cerré mis ojos tratando de volver a mi mundo, pero no me podía concentrar, además era inútil, de esta forma no funcionaban las reglas de saltar entre libros. —Necesitamos encontrar refugio —dije aceptando el hecho que no ganaba nada cayendo en pánico, había que avanzar. —El castillo queda a tres días desde donde nos encontramos, su madre estaba histérica por encontrarla cuando escapé para buscarla. —Bien, supongo que debemos volver.
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—La reina ha enviado a todos los Magos para buscarla —dijo un poco asustado. —Hay magos —esto comenzaba a ponerse aún más complicado, siempre que había magia implicada en las historias, también habían personas que no sabían manejarla como era debido —esto no pinta bien. — ¿Pinta? —preguntó él sin entender aquella expresión. —Como sea, debemos movernos ¿hay algo que pueda hacernos daño durante la noche? ¿Monstruos, ladrones, dragones? ¿Cualquier cosa? —Están los rebeldes —me estaba mirando de una forma extraña, de seguro pensaba que me había golpeado la cabeza o algo por el estilo —pero ellos jamás han herido a alguien ¿se siente bien, alteza? —Fantástico, nunca he estado mejor —dije de forma sarcástica, pero por la forma que él sonrió me di cuenta que en este mundo tampoco existía el sarcasmo —me siento cansada, necesitamos un lugar donde dormir. Él me quedo mirando de forma descarada por unos segundos, poniendo atención en mi ropa y en mi rostro. —Debería conjurar un refugio, con su collar. — ¿Qué collar? —pregunté sin pensar en lo desubicada que era mi pregunta. —Princesa, por favor, dígame ¿Qué le sucedió? Está actuando de forma extraña. Me quede pensando, debía encontrar una excusa con rapidez. —Debo ser honesta —dije mirando hacia un lado, como si estuviera avergonzada — algo sucedió hace unas horas, unas mujeres me atraparon, me rodearon en sus caballos. Vestían de forma extraña, pero dijeron algo que no entendí, creo que eran conjuros. — ¿Qué? ¿Está hablando en serio? —por su reacción estaba comenzando a asustarse —Lo que sucedió después, no lo recuerdo y desde que desperté estoy muy confundida sobre lo que es y no es —mentí descaradamente. Para mi sorpresa, él me creyó.
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—Brujas, ellas fueron las culpables. Lo que hemos temido se ha cumplido, las líderes de los rebeldes le han puesto algún conjuro, debemos volver para que los Magos reestablezcan lo que las Brujas han hecho. Me quede mirado a Caleb por unos segundos, analizándolo. Fuera de la ropa tan poco común que tenía, era exactamente igual a mi amigo Matías, con sus ojos verdes y cabello oscuro. — ¿Princesa? —preguntó, llamando mi atención. —Vamos, debemos buscar donde dormir. Estoy muy cansada. Él no me respondió de inmediato, creo que mis planes no estaban saliendo como yo lo esperaba. —Como usted ordene, princesa Alelí. Que haya usado mi nombre me dejo catatónica por unos segundos, pero tuve que recuperarme con rapidez, ya habría tiempo para seguir averiguando lo que estaba sucediendo. Necesitaba un lugar tranquilo, que me protegiera de la intemperie, para poder leer las páginas que tenia de este dichoso libro. Caleb dirigió el resto de la caminata, según sus palabras, todo residente de la ciudad de Ágata sabia hacia donde quedaba al castillo solo por instinto. Fue todo un problema explicarle que no tenía idea hacia donde nos dirigíamos, sobre todo porque no seguíamos un camino, sino que caminábamos entre aquel césped azul y flores. — ¿Por qué escapé? —pregunté luego de unos minutos de silencio, estaba comenzando a incomodarme. —Creo que lo más adecuado es que la reina se lo comunique, de seguro tienen mucho que hablar. Fruncí el ceño. Para ser alguien que había escapado del castillo para ayudarme, no parecía muy carismático… o amable. —Quiero llegar preparada, necesito que me digas todo lo que debo saber sin parecer una loca por desconocer el resto de información. Él suspiro audiblemente.
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—Lo primero que todo, es esa ropa ¿de qué se trata? ¿Un disfraz para pasar desapercibida? Porque no tiene sentido… alteza. —Podemos limitarnos a llamarnos por nuestros nombres ¿sí? Sabes que yo soy Alelí, puedes llamarme Ale. Tú eres Caleb ¿no? —Así es —respondió de forma arisca. Me extrañaba que alguien con una actitud tan ácida, tuviera el rostro de mi amigo Matías. — ¿He de suponer que eres mi amigo, Caleb? —pregunté, tratando de descubrir algo más, quizás esta princesa tenía un amor secreto con el encargado de los caballos o algo por el estilo. Él me miró y una leve sonrisa se formó. Me relajé, por lo visto no era del todo un ogro. —Realmente borraron su memoria por completo ¿no? Es mejor que descanse y trate de ver si mañana recuerda algo. Desde ese momento no pude confiar en la persona que tenía el rostro de mi mejor amigo.
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Capítulo 5 N
o sé cómo fue que lo hizo Caleb, pero cuando recorrimos alrededor de dos
kilómetros, una pequeña cabaña apareció ante mis ojos. Le pregunté si era un Mago, pero fue categóricamente claro en decir que no era así. Al parecer los Magos no eran de su agrado tampoco. Ahora nos encontrábamos en el interior de la cabaña. Era toda de madera y para nuestra suerte, tenía las cosas necesarias para sobrevivir si eras una persona desamparada. —Que conveniente, tiene todo lo necesario. —Sí, es un punto de encuentro cuando la realeza sale de Búsqueda. En la habitación del fondo podrá encontrar sus aposentos y algo de ropa, no puede llegar en esas condiciones al castillo. Deseando quedarme sola lo más pronto posible, me despedí educadamente de él y me encerré en la habitación que me había indicado. Fue increíble, pero al parecer no había atardeceres en este lugar, ya que al asomarme por la ventana, la noche había caído sobre nosotros de forma estrepitosa. Era una noche extraña, sin estrellas, pero tres lunas posicionadas de forma lineal, iluminaban todo el prado. Las flores que alcanzaba a ver desde esta distancia brillaban como si las estrellas se hubieran posado sobre ellas. —Es hermoso —dije sin poder creer el hermoso paisaje que estaba viendo. Era único y deseaba salir de la cabaña para poder tocar las flores y ver si realmente no había ninguna estrella en el oscuro cielo. Sin embargo, esa no era mi misión. En la habitación había un espejo y pude ver con claridad porque Caleb me miraba tan extrañado. Si bien estaba aún usando mi uniforme del colegio, estaba toda desarreglada,
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mi suéter estaba mal ubicado, dejando que mi camiseta blanca se viera de forma poco correcta. Me acerque al armario de madera que había al frente de la esponjosa cama, que tenía la tela más suave que había tocado, y me dediqué a ver que ropa podía usar. En su mayoría había vestidos, pero no estaba acostumbrada a ellos, así que no dude en tomar unos pantalones marrones que al parecer eran de cuero o algo por el estilo. La otra prenda que elegí fue una blusa, que me quedaba un poco ancha, pero que serviría para su propósito. Finalmente tome una chaqueta marrón también de cuero, que no cubría mis brazos. Así mismo me recosté sobre la cama. Fue en ese momento que me di cuenta que sobre la mesa de noche, a mi izquierda, había una vela prendida y un plato de comida junto a una copa de plata llena de un jugo que lucía bastante apetitoso. Bien, quizás el libro podía esperar un poco. Ser tratada de esta forma y no tomar en cuenta los cuidados que me estaban dando, sin duda sería una falta de educación. Así que comencé a comer ese exquisito puré de papas con verduras y bebí de aquel jugo color cereza. No paso mucho tiempo cuando deseé recostarme cada vez más cómoda hasta que mis parpados comenzaron a pesar. Creo que estaba cansada luego de los días ajetreados que tuve en casa. Lo mejor era esperar hasta mañana, despertar temprano y leer a conciencia de que se trataba este libro. Me quedé dormida, sin pensar en que estaba compartiendo la cabaña con un verdadero extraño, que a pesar de tener el rostro de Matías, no sentía el deseo de confiar en él. Cuando desperté, sentí que había dormido por horas y horas, hacía mucho tiempo que no podía descansar tan bien durante las noches ya que siempre estaba pensando en las discusiones con mi familia o en los ronquidos de la abuela Ágata. Solo tuve que abrir los ojos cuando unos golpes se sintieron en mi puerta. Me puse de pie con rapidez y le dije a Caleb que entrara.
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—Que sus sueños haya sido tranquilos, su alteza —dijo entrando a la habitación. Se había cambiado de ropa y esta vez lucía… como yo. Llevamos puestas las mismas prendas — ¿Qué hace vestida de varón, princesa? —Primero que todo, buenos días Caleb. Segundo, pensé que era mejor vestirme de esta forma para que no me reconozcan, así evitamos problemas —dije mintiendo con una rapidez única —Y por último, dijimos que nos llamaríamos por el nombre. —Muy bien, Alelí —dijo él, sonriendo de una forma extraña, nada confiable — deberíamos tomar la merienda de la mañana para partir pronto, debemos apresurarnos. ¿Merienda de la mañana? —Sí, creo que deberíamos desayunar —dije asintiendo, solo tuve que mirar a los ojos de Caleb para saber que aquí no usaban la palabra “desayunar” —vamos a merendar. Cuando él salió de la habitación, rápidamente tomé el libro que escondía debajo de la almohada y saqué un bolso de cuero que había en el armario, donde guardé una muda de ropa, mi libro y otros utensilios que no sabía para que eran, pero que podían servir. Siempre hay que tomar lo más que puedas cuando estas en algún mundo literario. —Está servido, princesa Alelí —dijo Caleb cuando llegué a la pequeño comedor. Había solo un puesto, lleno de comida, para mí. — ¿Qué sucede contigo? ¿Ya comiste? —No es correcto comer a su lado —dijo él como excusa. —No me gusta comer sola —me senté en la silla, tomando el jugo de lo que parecía naranja — ¿Por qué no te sientas conmigo? —El problema es que… —Es una petición de tu princesa —me estaba rindiendo con facilidad ante esta vida de realeza. Tendría que comenzar a hablarle de esa forma a Caleb para que me hiciera caso en algo, porque si no era así, tendría a un personaje secundario y no a un protagonista, como yo quería. —Muy bien. Cuando se sentó en la silla del frente, apareció un plato con cubiertos y una copa, todo repleto de comida y jugo. Me quedé con la boca abierta por unos largos segundos.
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—Me dijiste que no eras un mago, Caleb ¿Qué significa esto? Él me miró con lastima, creo que esto podría comenzar a funcionar. —Es la casa real que utilizan cuando salen a la Búsqueda. — ¿Qué es la Búsqueda? —pregunté sin poder evitarlo. —Es la costumbre de la Ciudad de Ágata, lugar donde nos encontramos —dijo mirando a su alrededor —se busca una la Flor Singular, aquella que es única en toda la Ciudad. Bien, se podía decir que estaba en un libro hippie. Pensé que la Búsqueda se refería a algo como ir a cazar animales o algo parecido, bueno, me gustaba este mundo, cuidaban de sus animales, no se los devoraban como nosotros. —Muy bien, entonces eso quiere decir que esta casa es mágica por ello ¿no? —Está encantada por magos, se creó para y por ustedes, la cabaña le entrega todo lo que usted pueda necesitar. Abrí mis ojos sorprendida. Miré a la hermosa mesa de madera y luego cerré mis ojos, deseando tener la otra mitad del libro. Era lógico que no iba aparecer, pero de todas formas lo intente. Sin embargo, cuando imagine tener mi celular o el bolso que siempre usaba al momento de viajar a los mundos literarios, estos aparecieron de la nada. Primer fue una luz blanca, luego otras pequeñas de color azul y finalmente aparecieron ante mis ojos, mi hermoso bolso de género gris y todo lo que siempre llevaba adentro. — ¿Qué es eso? —Pregunto Caleb, asombrado —esos utensilios son de la Ciudad de Tristán. Sonreí sintiéndome muy segura de mi misma. —Están prohibidos en Ciudad de Ágata, princesa. Mi sonrisa desapareció. —Es necesario, necesito ver algo. Tomé mi celular y envié un mensaje a Matías, pero no sirvió de nada, no tenía señal en este lugar.
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—Bueno, de todas formas me siento mejor teniéndolos a mi lado —dije mirando las cosas que habían en mi bolso. —Princesa Alelí… —dijo Caleb, inseguro. —Entonces, explícame todo el tema de los Magos y Brujas, creo que ellas me borraron la memoria para que luego me pusiera de su favor, así que agradecería si me explicaras lo que está sucediendo. Aunque antes ¿me podrías decir porque soy tan importante? Era obvio que la princesa del cuento era la protagonista, pero algo debía suceder con ella en la historia como para que todo el mundo girara entorno a la princesa Alelí. Además estaba el hecho de que Caleb me miraba de forma extraña, como si me hubiese salido otra cabeza. —Usted es la encargada de que en este lugar no desaparezca la primavera, solo un descendiente directo de los reyes puede mantener el cielo azul y todas las flores que hay en cada rincón de esta jurisdicción, le da vida al collar que abandonó en el castillo. Caleb ya me había nombrado dos ciudades, por lo que supuse que este era un mundo mucho más grande que otros libros que había leído. —Interesante —dije asintiendo mientras me comía algo parecido a un panqueque — si en este lugar —susurré, más para mí que para Caleb —se rigen por reyes y reinas, debo estar comprometida a alguien de forma forzosa, ya que al parecer tengo dieciséis años. —Eso es cierto, usted está comprometida al príncipe de la Ciudad de Tristán. Es la primera vez que se espera una unión entre dos Ciudades, lo que no le gustó ni un poco, ya que… bueno, nunca le ha agradado la idea de que la comprometan con alguien que no conoce. —Eso tiene lógica —dije sonriendo, creo que esta princesa me agradaba, tenía carácter. —Claro, también escapó porque no quiere seguir teniendo la carga de usar el Collar Mágico —bebió de su copa, sin dejar de mirarme —lo dejó sobre su cama el día que escapó. — ¿Y nadie trató de robármelo?
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—Nadie puede ocuparlo aparte de usted… y si no lleva ese collar alrededor de su cuello, las flores comenzarán a marchitarse, dentro de poco. Esta Ciudad existe gracias a las flores. Comprenderá que su forma de actuar fue muy irresponsable. Mire hacia la ventana, notando que las flores que habían cerca, aun parecían tener colores tan únicos que jamás me harían pensar que se fueran a marchitar. —Muchas responsabilidades para una princesa ¿Qué hacen los reyes? —pregunté sin mirar a Caleb. —Dirigen la Ciudad, la gobiernan y tratan de llevarla por el mejor camino. — ¿Y si me caso con el príncipe de la Ciudad de Tristán? ¿Qué sucederá con todos nosotros? ¿Quién la gobernará cuando los reyes ya no estén? —no mire a Caleb, estaba tratando de encontrarle lógica a la historia. —Los dos, el príncipe ha accedido quedarse en Ciudad de Ágata, tiene hermanos que pueden gobernar por él, en su lejano hogar. — ¿Y por qué él tomaría una decisión tan drástica? —pregunté ahora, directamente a Caleb. —Él… se dice estar enamorado de la princesa —por alguna razón las mejillas de mi compañero de viaje se sonrojaron. —Pero no conoce a la princesa, me dijiste que Alelí no había visto al príncipe. Él frunció el ceño al escucharme. —Usted no lo ha visto, princesa Alelí. En ese momento me di cuenta que yo estaba hablando como si se tratara de alguien más, por eso Caleb me miró de forma extraña. —Cierto, yo no lo he visto, pero por lo que me dices, el príncipe se las ha arreglado para descubrir quién y cómo soy ¿No? —En efecto, aunque no sé si siga diciendo lo mismo si se comporta de esta forma. —Cierto, es un problema, es por ello que debes guiarme —dije sonriendo, animándolo a que me explicara todo este nuevo mundo. No parecía tan desagradable después de todo. —Estoy a sus servicios, princesa Alelí —lo mire de tal forma que entendió de inmediato lo que quería decir —me es difícil llamarla de forma tan íntima.
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窶年o exageres, Caleb. Ahora mejor comamos para poder irnos, quiero saber mテ。s de este lugar para poder tener claro que acciones llevarテゥ a cabo.
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Capítulo 6 S
alimos de la cabaña después de unos treinta minutos luego de haber terminado
nuestro desayuno. Caleb me seguía mirando de forma sospechosa, sobre todo debido a que llevaba un celular y un mp4 en mi bolso. Por lo que me informó después, la Ciudad de Tristán se encargaba de llevar a cabo varios experimentos tecnológicos que solo se limitaban a la misma Ciudad, nada debía salir o entrar de aquel lugar. —Bueno —dije un tanto incómoda por haber inventado una excusa que me culpaba como una delincuente en este mundo —debo ser honesta contigo, este fue un regalo que llego a mis manos gracias al Príncipe de la Ciudad de Tristán. Caleb me quedo mirando muy serio para luego fruncir el ceño. Era cierto que hasta ahora me estaba tratando con extrema educación, pero en su actitud sabía muy bien que no me apoyaba en absolutamente nada. Había cierto desdén en su mirada, un tono de voz lleno de arrogancia que me parecía horrible cuando sus ojos eran tan verdes como los de Matías. Estos no brillaban cuando él me observaba. —Deberíamos llegar en dos días al castillo —dijo caminando un poco más rápido. —Si la Ciudad de Tristán limita su producción solo a la propia ciudad ¿Qué limitamos nosotros? —Magia, los Magos y las Brujas son leales a la Ciudad de Ágata, no importan los conflictos que existan. —Pero dijiste que las brujas son rebeldes y malvadas —dije confundida. —Es porque solo los Magos son partes del Consejo Real, que ayuda a guiar al pueblo. Fue mi turno de fruncir el ceño. Por la información que me había dicho Caleb, solo había hombres en el Consejo Real. Era obvio que las Brujas quisieran ser parte de la ciudad también.
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—Muchas personas las apoyan —continuo diciendo él —pero tanto los reyes como los Magos se mantienen firmes sobre su decisión. —Eso no tiene sentido alguno —me atreví a decir —hombres y mujeres tienen las mismas posibilidades de ejercer un trabajo ¿no? —Es cierto, pero el Consejo Real ha llevado esta tradición por cientos de años. —Como también el llevar a matrimonio a unas adolescentes, sin sus consentimientos. No todo lo que diga la mayoría debe ser lo correcto, Caleb, se debe reflexionar antes de actuar. Ojala hubiese llevado ese consejo a mi propia vida, aunque hasta ahora, este mundo era bastante agradable y realmente… no extrañaba para nada estar discutiendo con mis padres o sintiéndome la peor hija de todas. —Cuide sus palabras, la mayoría sigue siendo la más poderosa en esta Ciudad y ni siquiera la realeza está salvo —dijo un tanto preocupado. —Pero has dicho que soy la princesa. Él suspiró. —Creo que las Brujas han borrado por completo su memoria porque usted estaba a favor de los Magos. No dijimos nada por un largo rato. Personalmente no sabía que decir sin arruinar más la situación, ya que cada vez que abría la boca Caleb parecía descubrir que no era más que una impostora. Él se notaba incómodo y tenso caminando a unos pasos más adelante. Jamás pensé que extrañaría tanto a Matías, él jamás me dejaba atrás cuando caminábamos juntos, ni siquiera me daba miradas bruscas, siempre sonreía y me trataba de ayudar. ¿Por qué no le había dicho nunca nada sobre mi capacidad de entrar a los libros? Creo que era solo por egoísmo, quería tener un secreto especial y creer que mi vida era mucho mejor que la de él. Y ni por asomo era cierto, Matías no tenía ningún don mágico, pero era la persona más fantástica que había conocido en este último tiempo.
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—Princesa, no se quede atrás —dijo de forma brusca Caleb —nos queda un largo camino y debemos ver si podemos encontrar algo para comer, no estoy familiarizado con estos valles. — ¿Dijiste que llegaste a esta ciudad hace un año? —En realidad fueron dos, pero nos dieron asilo hace un año. — ¿Por qué escaparon de la Ciudad de Tristán? —pude notar como la espalda de Caleb se tensaba, incluso comenzó a caminar más rápido. —Mis padres tienen familiares acá y enviaron unos productos que estaban prohibidos. Nos descubrieron y quisieron encarcelarnos, pero escapamos antes que lo lograran. No era buena descubriendo cuando las personas mentían, pero lo que dijo Caleb solo parecía un discurso ensayado. — ¿Y desde cuando nos conocemos? —ya que por el tono de voz que usaba Caleb, la princesa y él solo parecían cercanos y no amigos. Aun no comprendía porque él fue tras ella. —Hace un año, desde que llegué a las caballerizas. —Ya veo ¿y que tenemos en común para llevarnos tan bien? —volví a preguntar. Esto de asimilar tener amnesia era lo mejor que se me pudo haber ocurrido. —Los caballos, le encantan —dijo con un tono más suave, sorprendiéndome —como sea, debemos buscar qué comer pronto. —Debimos haber traído algo de la casa, pedir unas colaciones para el viaje. —Sí, eso sería perfecto, pero jamás hay que abusar de la magia, menos la de los Magos, sobre todo cuando usted no lleva su collar —creo que mi silencio le hizo entender que no comprendía lo que decía —la magia siempre surge robando algo de alguien más, por ejemplo, la comida de ayer, la proporcioné yo, deseando el alimento para ambos y por eso mismo la casa roba un poco de mi energía vital, para seguir proporcionando los deseos de los demás. — ¿Y eso mismo sucede conmigo luego de haber pedido lo que tengo en mi bolso? —Y peor, tuvo que entregar bastante energía vital, es por eso que debemos encontrar algo que comer o sino usted se fatigará pronto y no tendré como ayudarla.
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A pesar de que palabras decían que deseaba ayudarme, su tono era frio y lejano. Realmente no comprendía a este personaje. — ¿Lo mismo sucede con los Magos? —pregunté de nuevo, necesitaba saber de qué trataba este mundo, con rapidez. —No, ellos portan la magia dentro de ellos, al igual que las Brujas. Su collar también la protege de perder energía vital, pero al abandonarlo, dejó su protección. —Entonces con mi collar puedo pedir lo que desee ¿es eso? —En simples palabras, sí. No podía creer lo que me estaba diciendo. —Entonces debemos llegar rápidamente al castillo ¿Qué podemos encontrar en estos lugares para comer? ¿Algún animal o algo por el estilo? Los ojos de Caleb se abrieron sorprendidos. —En el pueblo de la Ciudad de Ágata son veganos, la única de las doscientas ciudades —dijo sin dejar de mirarme horrorizado. —Bien, muy bien —respondí, entendiendo que no podría comer nada derivado de los animales —así que doscientas ciudades, bastante ¿no? —Así es —después de unos segundos de silencio, volvió a darme la espalda y comenzó a avanzar más rápido —la Ciudad de Ágata se abastece de lo natural, como puede ver, hay una variedad infinita de flores, que gracias a usted se mantienen con vida, pero se cultivan de diferentes especies para proporcionar una dieta adecuada para cada ciudadano. Todo el pueblo tiene esa función. —Ya veo ¿y donde estudian? ¿Hay profesores, otras profesiones? —No, alteza. Es por eso que reclaman los rebeldes. Aquí hay una cantidad considerable de personas que pertenecen a la realeza, solo a ellos se les permite ir a las universidades y tomar una profesión. Son los encargados de cuidar las calles, de enseñar a las personas los conocimientos básicos y de sanar sus heridas. —Por lo que dices solo hay tres ramas que puedes seguir. —Enseñanza, Protección o Sanación.
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No dije nada, pero con la mueca que hice dejé en claro que esa idea no me parecía para nada bien ¿Qué había estado haciendo la Princesa hasta ahora? ¿Solo jugar a escaparse a las caballerizas? Lo más adecuado era que se preocuparan tanto por la flora como por el pueblo de esta ciudad. Creo que si hubiese nacido aquí, sin duda sería parte de los rebeldes. —Creo que deberíamos descansar —dije bostezando, extrañamente cansada. —Imposible, aun no puede anochecer —respondió Caleb de forma brusca, caminando más rápido. — ¿De qué hablas ahora? —ya ni siquiera me estaba cuidando en mantener las apariencias, era inútil ya que no sabía nada de este mundo. Al parecer Caleb estaba cansado de responder o simplemente me había descubierto porque no me preguntó de nuevo sobre qué sucedía con mi falta de memoria, solo se limitó a contestar. —Su collar, aunque usted no lo lleve, sigue conectado a usted, es por ello que cuando usted duerme, la Ciudad se oscurece, pero es un proceso mucho más lento cuando usted lleva el Collar Mágico, ya que podemos ver un hermoso atardecer. —Un atardecer sin sol, no tiene sentido ¿no te parece? No sé para qué preguntaba ya que él simplemente no conocía la existencia del sol. Era una pena. —No sé de qué sol habla, pero sigue siendo un espectáculo hermoso. — ¿Y eso sucede en cada ciudad o el collar rige a todo el mundo? —Cada príncipe está a cargo de su joya mágico, si bien no todas manejan la magia como la Ciudad de Ágata, siguen siendo vital para su gente. En estos momentos las ciudades del otro extremo, están durmiendo. Sonreí, eso sin duda era interesante. Los collares de los príncipes regían como el sol del mundo. —Creo que a una distancia considerable hay una aldea donde podemos pedir algo para alimentarnos y seguir nuestro camino, pero hay que atravesar las montañas que están
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por allá —dijo indicando con su dedo índice una gigantesca montaña que se encontraba a la derecha. Era inmensa, la más alta de las que nos habían acompañado hasta ahora. En la parte más alta los arboles dejaban de crecer y seguía con terrenos de colores violetas y marrones, como si el lugar estuviera muerto, inhabilitado para que creciera nueva vegetación. —Alto ¿Cómo vamos a subir hasta allá para cruzar la montaña? —Hay túneles, caminos seguros que podemos atravesar sin mayor problema. Nos dirigimos hacia allá. No podía dejar de mirar aquella montaña mientras nos acercábamos, era tan majestuosa y maravillosa que opacaba a sus hermanas aledañas. Los colores de la parte más alta eran simplemente increíbles. — ¿Qué sucedió allá arriba? —La guerra glacial de hace más de mil años, alteza. Esas marcas las dejó la Ciudad de Tristán —dijo Caleb, dirigiéndose con mayor rapidez al inicio del túnel. Un agujero de más de cuatro metros, negro como la noche más oscura que había visto. —Pero esa es con la Ciudad que desean unir… unirme ¿no? —pregunte, tratando de empoderarme de ese título, ya que o si no sería demasiado raro que siguiera hablando de la princesa como una si fuera una extraña. —Es una alianza para olvidar el pasado, una parte está dispuesta, solo falta usted. Caleb era sospechoso, sin duda alguna. —Para encargarte solo de las cabellerizas, sabes bastante de lo que sucede en la realeza. Debí haber confiado mucho en ti. La pregunta es ¿Por qué escapé sin informarte de mi destino, si éramos tan cercanos? Caleb no respondió, solo se sumergió en la entrada del túnel negro.
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Capítulo 7 E
l túnel no tenía más de un metro de oscuridad, luego comenzaba a iluminarse por
segmentos rectangulares a medida que avanzábamos. Se parecía a esos pianos que están en el suelo, aquellos que pisas y suenan. En este caso se iluminaban, por los costados y sobre nosotros. Era un espectáculo hermoso, lleno de arte y magia. —Este lugar es increíble —susurré para mí, sintiendo la magia que había en este mundo. Nunca, desde el caso del cuento de la Tortuga y la Liebre, me había inmiscuido en una historia. Solo era una observadora y a veces, cuando por accidente interactuaba con un personaje, lo hacía por un tiempo mínimo y de tal forma que no interrumpía la historia, habían sido pocas las veces que interactuado por mucho tiempo con un protagonista. Sin embargo, vivir un libro como lo estaba haciendo ahora, era una experiencia nueva y única. Era la protagonista de la historia y era una sensación genial. —Es una Ciudad hermosa, en eso estamos de acuerdo —respondió Caleb. Estaba tan entusiasmada por este lugar, que no pude evitar correr para que las luces se prendieran a medida que avanzaba. Lo hice por el máximo tiempo posible. Cuando pensé que faltaba menos de la mitad, Caleb me dijo que nos quedaba una hora de recorrido. —No te desgastes, Alelí —dijo sonriente, al parecer le había hecho gracia mi forma de correr. No me pasó desaperciba la forma con la cual se dirigió a mí, por lo visto, comenzaba a relajarse un poco. —Esto es espectacular —dije jadeante producto de haber corrido tanto. —Creo que no lo habías visto, las salidas en su vida han sido bastante limitadas. —He de suponerlo —dije mirando aun maravillada las luces — ¿por protección o miedo a perder las flores de esta hermosa Ciudad?
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Me giré para verlo, ya que yo iba varios pasos adelantada. — ¿No sería lo mismo? —Claro que no —dije sin dudar —la primera opción me daría a entender que la realeza se preocupa por mi bienestar, mientras que la segunda, solo me dejaría una sensación extraña, como si usaran a la princesa como una herramienta. —Entiendo —asintió a mis palabras —deberás descubrirlo por ti misma cuando vuelvas. —Ya veo, es la segunda opción ¿no? Interesante saberlo, debo suponer que mi familia se comporta de la misma forma ¿es por eso que la princesa recurrió al chico de las caballerizas como único amigo en su triste vida? Caleb frunció el ceño, molesto. —En primer lugar no soy ningún simple chico y segundo, deja de hablar de ti misma como si se tratara de otra persona. Me confundes, me haces pensar que eres una extraña… espero que los Magos puedan arreglar esa cabeza tuya porque no quiero pasar mis días extrañando a la antigua Alelí. Sonreí, había conseguido más información. —Así que eran novios. —Basta, no sigas hablando de esa forma… y no, no éramos novios, solo amigos. No entiendo porque te comportas así, pareciera que las Brujas borraron hasta tu educación ¿desde cuándo has sido tan desvergonzada? Me detuve, sorprendida por las palabras de Caleb. Lo había hecho enojar. No lo culpaba ya que de seguro en este lugar las mujeres eran más recatadas, sobre todo porque al parecer solo los hombres llevaban el mando, además de la realeza. —Princesa…yo —me miró arrepentido, quizás era hora de que Caleb comenzara a cambiar su forma de pensar. —No olvides con quien estás hablando, Caleb. Quizás en el pasado fuimos amigos o incluso compartimos ilusiones… y decirlo, no me hace una mal educada. Sin más me gire y seguí el camino. Ninguno habló por el resto del túnel.
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Cuando volvimos a ver la luz del día, me encontraba más relajada. Fue agradable sentir la brisa del aire contra mi rostro, desordenó mi cabello por unos segundos. Cuando me gire a ver a Caleb, él seguía con el ceño fruncido. Suspiré cansada, Matías jamás en la vida se había enojado conmigo, ni siquiera había usado un mal tono, habíamos discutido como en toda amistad, pero nada grave. — ¿Sigues enojado? —dije cansada, quería comer algo. —Mis disculpas, alteza, no debí hablar de… —Bla bla bla, mejor vamos a buscar esa aldea —no lo esperé, solo me giré hacia donde se veían unas casas. —“Bla bla bla” ¿Qué significa eso? —lo miré sonriendo, al parecer se había rendido. —Tienes mucho que aprender, joven Caleb. Él no dijo nada, solo se limitó a mirarme. A pesar de haber dejado la tensión atrás, no volvimos a hablar hasta que nos acercamos bastante a la aldea. Por lo visto, Caleb era demasiado orgulloso como para seguir una conversación normalmente luego de haber discutido. Cuando llegamos al poblado pude ver que estaba rodeado de un gran cerco de madera, de más de seis metros. Nos ubicamos al frente de los portones, donde había dos guardias en la parte más alta, cada uno en un costado. Estaban armados con arcos, podía ver su carcaj que contenía una cantidad considerable de flechas. Esto era nuevo, si habían armas, era porque tendrían que usarla alguna vez. —Su alteza, la Princesa Alelí, viene a visitar el Centro de Confección. Quedé mirando sorprendida a Caleb. Había pensado que entraríamos de incognitos, aunque técnicamente era así, ya que yo no era la princesa. No les tomó más de un minuto abrir los portones, sin pedir ningún tipo de identificación o algo que confirmara si realmente estaba la princesa ante sus puertas. —Bienvenida princesa, no esperábamos que volviera tan pronto.
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El guardia que me habló vestía un traje color azul, con botones blancos, además de llevar un gorro que combinaba con el resto de su traje. Vestía bastante elegante y el arco que tenía en su posesión no era de madera, sino de un extraño metal blanco. —Buenos días —dije un tanto incómoda, no esperaba tener que actuar como la princesa en este lugar. Sin decir una palabra nos dirigimos hacia la casa más grande que había en el lugar. Era como un pequeño pueblo, con lindas casas hechas de madera. En todo el suelo había césped azul, excepto por donde se mantenían los senderos comunes, donde la tierra se podía ver con claridad. Era un pueblo natural y realmente hermoso. Sin embargo, todas las personas se encontraban dentro de sus casas o trabajando, según las palabras de Caleb. Solo pudimos ver algunos niños jugando, ya que las horas de estudio habían terminado y ahora tenían el resto del día libre. — ¿Qué es esto? —pregunté en los escalones de la gran casa. Caleb no me respondió de inmediato por lo que me giré para verlo. Estaba mirando atentamente a una de las casas más pequeñas, manteniendo el ceño fruncido. — ¿Sucede algo? —pregunte, confundida. —Es mejor que entremos. Sin demorar otro segundo, entramos al lugar. Era una fábrica. El Centro de Confección, según Caleb era donde confeccionaban la ropa que usábamos. Había más de treinta en toda la Ciudad y lo más sorprendente de todo, es que estaba llena, colapsada… de flores. Me quede boca abierta mirando como las procesaban y creaban de una forma casi imposible, telares. De esa forma podían ir creando material para vestir a cada comunidad. —Esto es realmente hippie —dije sonriendo, maravillada con la forma de vida que estaban usando en este lugar. — ¿Qué es “hippie”? —preguntó Caleb a mi lado. —No importa, esto es increíble ¿Cómo lo hacen las demás ciudades? —Usan a los animales, otros también usan flora… también se comercializan entre ciudades para intercambiar productos, por ejemplo, aquí le dan a la Ciudad de Tristán que
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es la más cercana, tela y géneros, mientras que ellos les proporcionan armas de nivel básico para defenderse de los rebeldes. Todos trabajan atentamente mientras conversaban y reían, era agradable de ver. El recinto estaba bien iluminado y entraba una agradable brisa para aplacar la temperatura que provocaban decenas de humanos juntos. —Vamos a una hostal, para poder comer algo y luego irnos de aquí. Seguí a Caleb. No nos tomó más de dos minutos encontrar una hostal, donde podíamos comer. Una agradable mujer nos tomó el pedido, sin dejar de sonreírnos. — ¿Es normal que la princesa recorra sus tierras de esta forma? —pregunté curiosa mientras nos traían la merienda. —No, pero este pueblo está dentro de tus visitas frecuentes, queda cerca y aun se estima bastante a la realeza —mientras dijo eso, Caleb no dejo de mirar hacia la ventana, como si esperara que alguien viniera. Se estaba comportando aún más tenso que de costumbre. —Aquí tiene, alteza —la mujer que vestían un vestido blanco y un delantal azul, dejo ante mí un pan moreno, verduras salteadas con una salsa que no pude identificar, pero que al probarla, estaba exquisito. —Gracias, está todo muy rico —respondí sonriendo antes que se fuera, aunque al escucharme me dio una mirada extraña — ¿Tengo algo raro? Las personas me han quedado mirando. —Eres la princesa —respondió Caleb, sin mirarme —y además estas vistiendo como hombre. Le di un mordisco al pan y luego comí un poco de las verduras, sin dejar de mirar a Caleb que prácticamente me estaba dando la espalda. —Algo va mal —dijo cuando yo había avanzado la mitad de mi comida, mientras que él no había tragado nada. Iba a preguntarle de que estaba hablando, pero las puertas de la hostal se abrieron estrepitosamente para mostrarnos a las tres personas que se quedaron de pie en la entrada.
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Llevaban túnicas azules oscuras, cubrían sus rostros y solo podía ver sus manos. Sin embargo, no me pasó desapercibido de que eran mujeres quienes se escondían en esas ropas. Brujas. —No sé cómo habrás escapado —dijo una, dirigiéndose hacia mí. Baje lentamente la cuchara hasta dejarla sobre la mesa. —Pero debemos llevarte de vuelta —continuó la misma mujer. Supuse de inmediato que se cubrían de esa forma para no ser descubiertas, quizás habían personas dentro del círculo de confianza de la princesa que la habían traicionado. Caleb se puso de pie en un segundo, llevando la mano derecha a su bolsillo. —Creo que tenemos un problema, la princesa está comiendo y no le gusta ser interrumpida. Me fije en la mujer que nos había atendido, justo a tiempo para ver que ella me indicaba con sus ojos la dirección de la salida trasera. Esto era un problema, no tenía el estado físico de mi madre, no era de las que salían a correr todas las mañanas y no sabía si correr me iba a ayudar en estos momentos. Una risa profunda me hizo volver a mirar a Caleb y las Brujas. — ¿Qué haces aquí, Caleb? —preguntó la Bruja de la derecha. —Negocios, ya sabes —respondió el sin dudar y con una sonrisa que no me indicaba que fuera alguien lleno de bondad. Deseé poder escuchar otro momento la conversación que se estaba llevando a cabo, pero no pude, no fue lo más inteligente pero cuando se movió la tercera Bruja, no hice nada mejor que ponerme de pie y correr hacia donde la camarera me había indicado. No me importó absolutamente nada, ni siquiera Caleb, que quedaba atrás. Cuando abrí la puerta, me encontré a metros de la gran muralla de madera, había una escalera que ascendía hasta la parte más alta de esta, así que no dudé en dirigirme hacia allá. Necesitaba llegar hasta donde estaban los policías. — ¡Alelí! —escuché que me llamaba Caleb, pero no lo miré. Corrí lo más rápido posible hasta alcanzar el primer escalón. Ni siquiera miré cuan alta era la escalera porque me iba a cansar antes de tiempo. Simplemente comencé a subir
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y a subir, mientras escuchaba los gritos que llegaban desde abajo, por parte de Caleb y las Brujas. Sentí como mis muslos se tensaban, cansados, agotados por la repentina exigencia. Estaba jadeando por el esfuerzo. Aun así, en las peores condiciones llegué a la parte más alta… La que se elevaba por varios metros de altura. Había un pequeño espacio que ocupaban los policías para hacer sus guardias y proteger el perímetro de todo el pueblo. Era lo suficientemente angosto para que me diera un poco de vértigo, ya que cometí el error de mirar hacia abajo. Caleb venía a unos metros de distancia, subiendo la escalera mientras que las Brujas recién estaban saliendo de la hostal ¿Cómo subimos tan rápido? Supongo que la magia de este libro era ilimitada. Me sujeté de la madera para poder avanzar, eran pasos rápidos, pero no lo suficiente como para tomar algo de ventaja. Es por ello que Caleb me alcanzó en un par de minutos. — ¿Qué haces? —exigió saber, mientras seguíamos avanzado, mirando cada ciertos segundos a las Brujas, que nos seguían por la parte inferior. Corrían de forma paralela a nosotros y no fue hasta que vi sus manos brillar, que me asusté de verdad. — ¡Alto! —empujé a Caleb justo para cuando una bola de fuego paso entre nosotros, destruyendo parte de la madera. Ambos nos quedamos mirando, pálidos. Le había salvado la vida, pero ahora estábamos separados por más de dos metros. — ¡Sigue corriendo, no te detengas! —gritó, mirándome enojado. Hice lo que me dijo, pero tuve que mirar hacia atrás una vez más, para confirmar que él siguiera con vida. Fue sorprendente el salto que dio para llegar hasta mi lado. Luego de recuperarse en un segundo, siguió corriendo hacia donde yo me encontraba. No nos detuvimos. Faltaba alrededor de veinte metros para llegar hasta los policías de la entrada, los que nos dieron la bienvenida. Sin embargo, Caleb me detuvo, colocando su mano en mi hombro derecho. Me adelantó, logrando quedar en el proceso con la mitad de su cuerpo fuera de la protección que teníamos a los costados. Fue en ese momento cuando una bola
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de fuego pasó rosando su oreja, logrando que un grito escapara de su boca, pero eso no lo detuvo. Siguió corriendo hasta que alcanzamos a los policías, pero para sorpresa mía, no les dijo nada. Simplemente le quitó a uno el arco y las flechas. Realizó tres disparos sin que mis ojos pudieran notar cada movimiento, solo vi las flechas dirigidas hacía las Brujas. A una le dio en el hombro, a otra en el muslo derecho y a la otra en el pie izquierdo. Me hubiese quedado de boca abierta por un par de minutos, pero Caleb tomó mi mano y me hizo avanzar, pasando por al lado de los policías. — ¿Qué haces? —pregunte súper cansada, pero él no respondió. Corrimos y corrimos hasta que llegamos a otra escalera, que bajamos sin dudar. Era claro que mi compañero conocía el lugar como la palma de su mano, porque nos dirigimos directo hasta unas caballerizas, de donde sacamos dos caballos. Me costó subir al mío, pero él me ayudó. Galopamos hasta la entrada, la cual ya estaba abierta. Gentileza de los policías, que nos hicieron una seña de apoyo. Aun me sentía tan llena de adrenalina que espoleé al caballo para que comenzara a correr. No sabía cómo funcionaba este mundo, pero de una u otra forma, supe hacia qué dirección ir.
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Capítulo 8 E
staba tan claro como si el sol se mantuviera sobre nosotros, cuando pude divisar
el castillo. No era como los comunes que había visitado en el pasado, aquellos eran de piedra o muros, oscuros. En cambio este, era blanco con techos azules y ventanas gigantes. Tenía cuatro torres principales, grandes, edificios que conectaban dichos extremos y cientos de torres más pequeñas. Era precioso, no era un castillo real, sino más bien uno parecido a los cuentos infantiles de hadas. Conocía muy bien cómo eran esas infraestructuras y esta, era una sacada de una imaginación más rosa. Los castillos que había visitado antes eran todos aquellos que existían en un contexto de guerra y caos. — ¿Te encuentras bien? —preguntó Caleb, por primera vez luego de haber sobrevivido a las Brujas. —Si —dije sin mirarlo, atenta a cabalgar más tranquila, para darle un descanso al caballo. —Gracias a estos majestuosos animales podrás estar antes en casa, son realmente rápidos. No respondí, seguía concentrada en el castillo. Era precioso, ahora podía notar sus amplios jardines limitados por algún tipo de canales con agua, tenían un efecto de espejo que te hacía pensar que había otro mundo bajo el castillo. —Debes ser cuidadosa, tu madre estará nerviosa por tu desaparición, tu padre igual. El ambiente siempre ha sido bastante tenso, así que cuida tus palabras, no puedes decir todo lo que piensas y deberías mantener en secreto lo que sucedió hace unas horas. Detuve el caballo y me gire un poco para verlo. — ¿Por qué habría de hacer eso?
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—Las Brujas ya fueron heridas por mis flechas, no quieres que las sentencien a muerte ¿cierto? Volví a concentrarme en el caballo, claro que no deseaba que las personas murieran. — ¿Dónde aprendiste a correr de esa forma con caballos? —Preguntó Caleb, cabalgando a mi lado —yo no te lo enseñe. Había montado muchos caballos a medida que iba entrando en diferentes libros, incluso entre a uno que era específico sobre estos animales, solo para saber usarlos cuando fuera necesario. —Todos tenemos nuestros secretos. Fueron las últimas palabras que cruce con él antes de llegar al castillo, ya que luego de lo sucedido en aquella aldea, mi confianza hacia Caleb terminó de esfumarse. Este personaje era demasiado extraño, no era simpático, pero tenía una doble personalidad. Poseía habilidades que un encargado de las caballerizas no debería tener y sin duda, tenía alguna conexión con las Brujas. Cuando nos estábamos acercando a la puerta principal, Caleb dejó de mantener el silencio que yo había establecido. —Hasta acá te puedo acompañar —dijo disminuyendo la velocidad de su caballo — no es favorable que nos vean entrar juntos. — ¿Por qué? —Trabajo en las caballerizas, si necesitas algo, puedes ir a verme ahí. Están en la parte trasera del castillo. Aquí viven solo quienes son parte de la realeza y los Magos, prométeme que serás cuidadosa, debes ser metódica con tus palabras, se dócil y podrás estar tranquila mientras dure todo esto. — ¿Todo esto? —pregunté, sospechando que Caleb sabía que yo era una farsante. —Nos vemos, Alelí —dijo sin más. Se fue galopando hacia un extremo del castillo. No transcurrieron ni siquiera cinco minutos cuando los guardias reales me distinguieron y corrieron hacia donde me encontraba. Todo se volvió un caos luego de ese momento.
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Llegaron muchas mujeres, supuse que varias eran empleadas del castillo, mientras que otras eran parte de la realeza. Usaban vestidos de la época victoriana, con grandes falsos y corsés muy apretados, lucían sofisticadas y muy incómodas en sus ropas, pero aun así me miraban con sonrisas y expresiones amables. Nunca en mi vida me había sentido tan fuera de lugar. No necesité ser precavida con mis palabras, ya que me quedé muda en el momento que fui rodeada de esas personas. Solo respondía con monosílabos, lo que al parecer no preocupó a nadie. Me llevaron con rapidez hacia la que era mi habitación, que quedaba en una torre, la más alta. Pude notar en el camino, lo hermoso que era el castillo por su interior. Pinturas que reconocía de mi mundo adornaban las paredes. Era lo más pintoresco ya que todo estaba en un ambiente de blanco y crema, las cortinas combinaba. Era muy distinguido, aunque en este lugar no usaban muchos los colores. Lo que tenía sentido ya que el paisaje natural de este mundo era muy colorido debido a las flores. Cuando entre a la habitación de la princesa, los colores no cambiaron, a excepción de la cama que era de un color azul. Destacaba en la habitación de color blanco. Me llevaron hasta el baño y una de las doncellas preparo la tina con agua tibia, esta salía directo de la llave. —Debe estar hermosa para presentarse ante los reyes, alteza —dijo una mujer con un simple vestido color amarillo. No le respondí, solo asentí. Suponía que me pedirían explicaciones, así que me tome todo el tiempo del mundo para darme el baño. Necesitaba encontrar una excusa simple y creíble para que nadie desconfiara de mí. Cuando salí del baño me ayudaron a ponerme la ropa interior. Me puse de mil colores por estar desnuda ante aquellas dos mujeres, pero ellas trabajaban como si esto sucediera todos los días. Me pusieron unas enaguas sumamente incómodas y luego ajustaron un corsé que me quitó el aire, pero que no quedó tan apretado como para ser incómodo. Era un tema de costumbre. El vestido que eligieron para mí, era hermoso. No tenía nada que decir en contra de este, era de color rosa pálido, de seda con bordados dorados de flores. Para mi sorpresa,
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dejaban mis hombros y espalda descubierta, al parecer no eran tan reservados con la ropa femenina. Las tiras que había sobre mis hombros quedaban ajustadas como si desde un principio hubiese sido creado para mí, al igual que el cinturón sobre mi cintura. Cepillaron y arreglaron mi cabello, dejándolo suelto, tomando una parte con un broche en forma de flor, también dorado. Cuando me vi en el espejo, estaba irreconocible. Me quede muy quieta cuando perfumaron mi cuello con un leve aroma y me ponían unos zapatos sin taco, eran unas sandalias simples de color rosa pálido. —Dios… —dije sin poder dejar de mirar mi reflejo. —Usted siempre ha lucido muy bella, alteza —respondió la mujer de vestido amarillo. Sin duda no me veía mal, pero me sentía muy extraña. Quería mis pantalones, mis camisetas anchas y mis zapatillas deportivas. Esto era un desastre. —La reina Luna la está esperando, es mejor que no se demore otro minuto —me quede sin palabras al saber el nombre de la reina. La misma mujer me guio ante la reina, me llevo hasta su habitación y me dejo ante la puerta. Solo debía tocar, sin embargo, no pude evitar sentir cierta lastima por Alelí, la princesa. Su madre no la había ido a buscar, a pesar de que había estado desaparecida por algunos días ¿Qué tipo de padres tenia esta protagonista? Respiré profundo, en realidad todo lo que el corsé me permitió y toqué a la puerta. Estas se abrieron al segundo de bajar mi mano. Una hermosa habitación se presentó ante mis ojos, era tres veces más grande que la mía, tenía unas ventanas gigantes y el mismo decorado que el resto del castillo. Reinaban los colores blanco y crema. —Princesa Alelí —escuché una voz desde el interior, esa voz conocida hizo que mi cuerpo se tensara. Avancé rápidamente para poder encontrar a la dueña de aquel tono de voz, deseando poder ver su rostro. Mi corazón latía con fuerza e inesperadamente sentí que mis ojos se llenaban de lágrimas.
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— ¿Mamá? —dije a la mujer que me estaba dando la espalda. Se encontraba mirando por las otras ventanas. Llevaba un vestido blanco con bordados azules, tenía una caída simple y dejaba expuesta parte de su espalda, a diferencia de sus brazos, que estaban cubiertos. —Antes que digas algo, el Collar Mágico está sobre la mesa de noche, tómalo y póntelo, de inmediato. Apuntó con su dedo, sin girarse a verme y me indicó en donde estaba la famosa joya. Sin decir nada hice lo que me pidió, me lo puse. El collar era de oro blanco, en realidad eran dos unidos al nivel de la clavícula, el más pequeño terminaba en un pequeño diamante mientras que el segundo lo hacía en tres, uno más grande que el otro, pero sin ser más extenso que una uña. Era delicado, hermoso y en el momento que me lo puse, un brillo dorado apareció en los diamantes. —Ahora todo está en orden —dijo la Reina, girándose hacia mí. Fue sorprendente ver a mi propia madre en esos vestidos, pero lo fue aún más verla con aquella expresión fría e insensible, que jamás le había visto. Mamá siempre había sido muy expresiva, sus emociones siempre se reflejaban en su rostro… pero esta mujer, la reina Luna parecía una mujer inexpresiva. Esta historia no tenía sentido ¿Por qué había una reina con el mismo nombre que el de mamá? ¿Por qué la princesa también coincidía con mi nombre? — ¿Dónde está papá? —me aventuré a preguntar. —Tomas se encuentra en Ciudad de Tristán, tratando de calmar el caos que has provocado. Llegaron las noticias de tu escape hasta oídos del Rey Sebastián —dijo dejándome helada. ¿También estaba mi padre en esta historia? ¿Es que acaso iba a encontrar a mis hermanos al salir de esta habitación? ¿Qué clase de juego era este? ¿Estaba soñando? —Veo que sigues catatónica ¿escapaste o fuiste secuestrada? —pregunto, sin acercase, sin darme un abrazo. Mamá siempre había sido estricta ¿pero fría? Jamás.
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—Escapé —balbuce, sin poder de sacarle los ojos encima ¿también había lamentado esta reina haber traído a la vida a la princesa Alelí? —Me alegro que tu periodo de rebeldía no se haya extendido más de cinco días. Ahora debes ir hasta tu clase de costura y seguirás con tus clases para manejar el Collar Mágico. Di un paso hacia atrás, esas palabras fueron como si me hubiese golpeado ¿esto realmente está pasando? ¿Esta mujer no sentía afecto por su hija? —Alelí, la próxima vez que vuelvas a escapar y dejes el collar, serás acusada de traición. No debo detallar en que consiste ese castigo ¿cierto? —Cierto —dije con mis ojos bien abiertos —permiso. Hice una estúpida reverencia que hizo fruncir el ceño a esa extraña mujer y salí de la habitación lo más rápido, pero al parecer las sorpresas no dejaban de atacarme, ya que cuando cerré las puertas, pude ver claramente como un hombre de ojos verdes y piel pálida como la de mi madre me estaba observando. Escapó antes que pudiera decir algo. Era el abuelo Rubén.
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Capítulo 9 N
o sé cómo avanzó el resto del día pero las personas que me hablaban debían
repetirme dos veces las preguntas que me hacían, ya que no estaba atenta en ellos ni siquiera por casualidad. Siempre estaba mirando hacia los lados, buscando esos ojos verdes que había visto horas atrás. Era imposible que me hubiera equivocado. Era mi abuelo y nadie podría decirme lo contrario. No fue hasta que pasaron varias horas, incluso pude poner atención a la clase del Mago que me dio indicaciones para seguir aprendiendo sobre el Collar Mágico, que me di cuenta que me estaba comportando como una idiota. En este mundo era la falsa princesa Alelí y las personas debían responder mis preguntas, así que cuando terminé la clase con el Mago, no dudé en preguntar. — ¿Dónde se encuentra mi abuelo? —dije tratando de no ponerme nerviosa. —Se encuentra en la torre sur, alteza. No tenía idea a donde estaba eso, pero asentí y luego me despedí. Esperé unos minutos para que apareciera el primer empleado del castillo para pedirle por favor que me llevara a la torre sur, pero se negó. Me dijo que aún me quedaba un cronograma que cumplir. Historia, algebra, magia… incluso algo sobre administración de empresas. Esta princesa podía ser muchas cosas, pero en este mundo, no era una ignorante ya que la instruían de todas formas para que en un futuro pudiera gobernar con sabiduría, incluso me explicaron la importancia de dar un heredero dentro de los cuatro primeros años de casada, ya que cuanto cumpliera las veinte primaveras, mi poder sobre el Collar Mágico acabaría y tendría que traspasarlo a una o un heredero. Es por ello que querían casar tan pronto a la princesa.
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Todo era bastante complicado con la vida de esta protagonista, no me extraña que haya querido escapar de este mundo. Sin embargo, no podía dejar de encontrarla cobarde, por no enfrentar sus problemas con su familia, aclarar lo que ella pensaba y exponer los planes de su futuro. —Eres una hipócrita —susurré, pensando en mi propia vida y en lo que había hecho para escapar de mi madre, que al lado de la reina, se había vuelto en un pan de Dios. —Esta noche habrá un baile, en conmemoración de su alianza con el príncipe de la Ciudad de Tristán —gracias al cielo que estaba sentada porque me quede boca abierta mirando a la chica que me acompañaba, mientras me pinchaba los dedos haciendo un bordado. — ¿Qué? —pregunte luego de recuperar la voz. —El baile es esta noche, alteza. — ¿Vendrá él? No tengo la menor idea porque vino a mi mente la imagen de Matías, no de Caleb, pero era imposible que él asistiera a esta fiesta si su rostro ya estaba ocupado en otro personaje. —No, es solo para calmar el ambiente —dijo la mujer con una sonrisa, supuse que era alguien importante ya que estaba enterada de detalles que no cualquiera tenia —mi padre no estaba nada contento con su desaparición, alteza. Supuse que su padre era algún Mago, alguien que fuera parte del Consejo Real. De otra forma, sabía que era imposible que el escape de la princesa fuera de conocimiento general. La noticia del baile me dejó aún más preocupada y con menos tiempo. Quise escapar por unos minutos para poder llegar a la torre sur, pero me fue imposible, ya que se dedicaron a vestirme como una muñeca, a peinarme y a maquillarme como si fuera el último día de mi vida. Fue un infierno y a medida que me iba enojando, el collar brillaba con más fuerza, aun así dejé que terminaran.
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Me dejaron con un vestido azul de caída simple, mangas largas y anchas, además de unas sandalias que me daban un poco de altura. Tomaron mi cabello en un moño bastante apretado y pintaron mi rostro, gracias a los dioses que no era recargado porque o sino me habría lavado la cara en la primera oportunidad. Finalmente me llevaron al salón principal justo cuando comenzaba a atardecer, me sentía cansada y deseaba dormir, pero al parecer la noche recién comenzaba. El salón era inmenso, con varias lámparas de lágrimas sobre nuestras cabezas a varios metros de altura. El lugar estaba lleno de personas que bailaban, rodeando el salón. Era un espectáculo maravilloso, aun así, algo extraño pasó. Mientras todos bailaban, una pareja se detuvo inesperadamente, logrando que toda la coreografía se arruinara. La pareja se quedó mirando como si no se conocieran y se separaron, cada uno tomando un camino diferente. Aprovecharon ese accidente para avisar que la princesa había llegado. Sentía mi estómago apretado y no supe que hacer, solo asentí como si les diera permiso para seguir su baile, cosa que hicieron. La increíble coreografía volvió a su ritmo mientras que la pareja que desorganizó al grupo, estaba dando vueltas por separado, rodeando a los bailarines. Deseé por un segundo saber lo que les estaba ocurriendo, pero tenía otro objetivo. Mi abuelo. Era una fiesta de la realeza, así que él debía estar aquí, debía averiguar si era otro personaje o realmente se había estado escondiendo durante todos estos años en este libro ¿era esta historia de la que había hablado mi abuela Ágata? Me quede pensativa al darme cuenta que la Ciudad de este lugar se llamaba igual que mi abuela ¿es que acaso…? Mi corazón comenzó a latir con fuerza. Necesitaba encontrarlo, para averiguar lo que estaba sucediendo en este mundo. —Perdón —dije acercándome a la primera persona que no estaba bailando — ¿has visto a mi abuelo? —No, princesa —me respondió el hombre de traje negro —puede que esté en la Fuente de los Perdidos, visitando a su abuela, últimamente se pasa mucho tiempo ahí.
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Le agradecí, aunque no sabía de lo que me estaba hablando. No tenía idea donde quedaba esa fuente de la que había hablado. Antes que pudiera escapar, me indicaron que me sentara al lado de la Reina Luna. Por lo visto el Rey aun no llegaba, ya que estábamos las dos solas, sentadas una al lado de la otra. Yo en un trono más pequeño en comparación al de ella. — ¿Cómo han estado tus clases de baile? —preguntó sin mirarme. —Bien, gracias —respondí notando la frialdad de sus ojos —Tengo una pregunta ¿Dónde queda la Fuente de los Perdidos? Solo me dio una mirada de dos segundos, con una expresión de desdén y desagrado. Mi madre jamás me había mirado de esa forma, a pesar que la hubiera hecho enojar o que la hiciera enfurecer como nunca, en ningún tiempo me había dado esa mirada tan fría. —En el costado sur, como siempre, frente a la torre donde queda la habitación de tu abuelo ¿Qué te sucede? ¿Ahora has perdido tu memoria también? —No, señora —dije bajando la mirada, sintiéndome pequeña a su lado. La Reina se veía maravillosa, con un vestido blanco y la corona azul, mirando con arrogancia como todos bailaban. No podía seguir ahí otro minuto. —Necesito retirarme por un segundo —dije un tanto incómoda. — ¿A dónde vas? —preguntó con un tono que me asustó. Mamá jamás me había asustado en la vida, solo me había hecho enojar. —Necesito ir al lavado —dije poniéndome de pie. Ella asintió, sin mirarme. Rápidamente salí por la puerta del gran salón y a medida que me iba alejando de la música, comencé a caminar más rápido, hasta tal punto, que termine corriendo por los pasillos, que estaban solo iluminados por la luz de las tres lunas que entraba por los grandes ventanales. No supe como llegué a la puerta principal, pero salí de ese castillo como si la vida se me fuera en ello. Recorrí toda la parte externa del castillo hasta que encontré otra entrada, por donde ingresé para dirigirme hacia los establos. Necesitaba hablar con Caleb, que me dijera donde estaba esa fuente donde se encontraba mi abuelo.
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Se podría pensar que la parte trasera de un castillo podía ser un poco más fea, sucia o desarreglada. Grave error, este lugar era perfecto hasta en el mínimo detalle. El césped azul destacaba en el inmenso patio trasero del castillo, donde los jardines estaban iluminados por las flores que brillaban. A falta de estrellas, había flores. Recorrí el lugar hasta que di con las caballerizas, pude identificar de inmediato a Caleb, que estaba hablando con un chico mayor, tendría un par de años más que nosotros. Cuando me vieron acercarme, Caleb despachó de inmediato al desconocido y se quedó solo. No me importó ensuciarme un poco los pies o el vestido cuando llegué a su lado. — ¿Dónde está la Fuente de los Perdidos? —dije jadeante. —Al frente de la torre de tu abuelo, por el lado sur —respondió mientras se lavaba las manos en una llave. Estaba sucio y parecía muy cansado, por lo visto había tenido mucho trabajo. —Dime dónde es eso —pedí casi como suplica. —No le has dicho a nadie de tu pérdida de memoria ¿cierto? —por el tono de su voz, noté que estaba siendo sarcástico. —Muéstrame dónde queda, necesito ver a mi abuelo. Él asintió y se dirigió a algún lugar sin decirme nada. Lo seguí. Pasamos unos segundos en silencio, pero Caleb estaba más sociable esta noche, ya que él comenzó la conversación. — ¿Cómo está el baile? Dudo que se alegren, tu vestido esta hecho un asco. Por lo que supe el príncipe de Tristán lo eligió para ti, el azul es su color favorito. —No me interesa ese príncipe por ahora y mucho menos este vestido, quiero ver a mi abuelo, es lo primordial —dije de forma brusca —además la Reina es una bruja. —Alelí, cuida tus palabras —me advirtió él. En ese momento me di cuenta que llamar a alguien Bruja en este lugar, era el peor insulto de todos. —Necesito a mi abuelo.
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—Tranquila, estamos cerca. Nos quedamos en silencio otros segundos, pero mientras me tranquilizaba, me di cuenta de lo que había dicho. Caleb siempre manejaba demasiada información. — ¿Cómo sabes que este vestido lo envió el príncipe? A todo esto, si sabes ese detalle ¿tienes idea de cómo se llama? Al parecer nadie usa su nombre. Él sonrió, pude verlo claramente gracias a la luz de las lunas. Era una sonrisa como la de Matías, de alguna forma Caleb parecía haberse relajado. Extrañaba demasiado a mi amigo y ver su rostro en Caleb, solo me provocaba más nostalgia. —Solo me encargo de los caballos, Alelí. Escucho lo que dicen por ahí, es debido a eso que estoy informado. No le creía ni por un segundo, tenía mi hipótesis, pero necesitaba más pruebas.
Mi corazón se alteró cuando divise una fuente de más de diez metros de diámetro. En el medio había una mujer de mármol, levantando las manos hacia las lunas. De alguna forma esa joven y hermosa mujer me recordó a la abuela Ágata. —Esta fuente fue creada para recordar a tu abuela, Alelí. Tu abuelo la perdió hace varios años. Hizo que los Magos crearan este maravilloso lugar, no todos puedes acceder porque se necesita magia, tú tienes tu collar. Cuando nos acercamos más pude ver que el lugar estaba vacío. No había rastro de mi abuelo. Cansada me senté en la fuente, mirando la torre donde supuestamente dormía él todos los días. — ¿Por eso le dicen la Fuente de los Perdidos? —pregunté mientras recuperaba el aliento. —En parte, pero es su magia la que hace que la llamen de esa forma. Lo miré curiosa. Caleb suspiró cansado al darse cuenta que debería explicarme de que se trataba.
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—Cuando entras a la fuente no te mojas, tampoco te ahogas, puedes respirar en el fondo de ella… y si has perdido a alguien, de la forma que tú percibas una perdida, aparecerá una ilusión de esa persona ante tus ojos. Dicen que es un espectáculo hermoso. Me puse de pie, mirando la fuente. De verdad era hermosa. — ¿Tú lo has intentado? —pregunté, sin mirarlo. —No tengo magia, Alelí. No dude ni un segundo en subirme a la orilla de la fuente, con mis zapatos sucios y mi vestido arruinado. — ¿Alelí? —preguntó sorprendido Caleb. No le respondí, solo me dejé caer en la fuente. Por un momento pensé que el agua solo iba a llegar sobre mis tobillos, pero no fue así, mi cuerpo se hundió como si me hubiese caído en un lago tan profundo que mis pies jamás encontraron el fondo. Aun aguantaba la respiración cuando abrí mis ojos, la única luz que veía era la del Collar Mágico. Traté de nadar a la superficie, pero me era imposible. Una extraña energía me rodeaba, como si me cobijara, me protegiera, entregándome una calidez tan impresionante que fue esa la sensación que me animó a respirar. Expulsé todo el aire de mis pulmones y me sorprendí al verme respirando bajo el agua, como si las moléculas de oxigeno del agua se unieran para suplir la falta de aire. Tuve unos segundos para notar que mi ropa estaba seca, como si no estuviera sumergida en el agua. Sin embargo, todo eso dejó de importar. Ante mis ojos, entre aquella oscuridad, pude ver como pequeñas burbujas de color naranja se unían para darle forma a un cuerpo que conocía. Antes de entrar pensé que iba a encontrar a mi papá, a mi abuela o incluso a mis hermanos, pero ante mi apareció la imagen de mamá. Mis ojos se llenaron de lágrimas al darme cuenta de que mi corazón se destrozaba por la nostalgia que me provocaba verla. La extrañaba tanto, no quería seguir enojada con ella, deseaba poder hablar y explicarle todo lo que me estaba pasando, lo mágico que era viajar en los libros y lo triste que me ponía que ella no me entendiera.
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Aquella figura hecha de burbujas de luz naranja, me miraba con una sonrisa, pero podía notar en sus ojos la tristeza que había en ella. Su mano derecha se levantó y acarició mi mejilla. Dentro de esa fuente mágica mis lágrimas no se unieron al agua que me rodeaba, sino que se elevaron como la primera vez que lloré en este extraño mundo. Traté de tocar a mamá, pero mi mano traspaso las burbujas. Solo podía dejar que ella se moviera. Mientras la observaba todos mis problemas comenzaron a aclararse ante mí. Debía arreglar todo lo que estaba pasando, no tenía la menor idea de cómo, pero esto debía seguir su curso. Jamás era bueno interponerse en las historias de los libros y yo me había inmiscuido suficiente hasta ahora. Mi madre se fue desvaneciendo, las burbujas se separaron junto con su luz, hasta que volví a quedar en la oscuridad de esta profunda fuente. Fue una sensación maravillosa ser impulsada hasta volver a estar sobre mis pies, a un lado de la fuente. —Has vuelto —dijo Caleb, preocupado —pensé que te quedarías atrapada. —Caleb —dije sonriendo, con mi vestido azul completamente sucio, al igual que mis zapatos —no soy la princesa Alelí —confesé, tranquila, sintiéndome aliviada. —Te vi caer del cielo, Alelí —dijo él sonriendo, por lo visto había descubierto la verdad desde un comienzo. Iba a preguntarle los motivos que tuvo para seguirme la corriente, pero fuimos interrumpidos. — ¿De verdad eres tú, Alelí? —me giré para encontrarme con mi abuelo Rubén, que había desparecido hace más de una década y ahora estaba espiándonos detrás de un arbusto.
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Capítulo 10 N
o podía creer lo que estaba viendo. Por fin lo tenía ante mis ojos. Después de
tantos años había encontrado a mi abuelo. Su rostro era diferente al que recordaba, pero era probable que mi memoria no hubiese sido fiel hacia él, ya que la última vez que lo había visto, tenía seis o siete años. —Alelí ¿Qué haces en este lugar? —preguntó. Antes que cualquiera pudiera decir otra palabra escuchamos como los guardias me llamaban. De seguro la Reina Luna me había mandado a llamar y como nunca respondí, me envió a buscar. El abuelo se dirigió con rapidez a Caleb. —Es mejor que te vayas, mañana hablaremos. Caleb asintió y desapareció de nuestras vistas. — ¡Princesa Alelí! —gritó un hombre. —Está aquí —dijo en voz alta el abuelo. Tres guardias se reunieron con nosotros. —La reina nos ha ordenado que llevemos a la princesa ante ella —dijo uno, mirándome con el ceño fruncido. —Díganle a la reina que la princesa está conmigo, que la estoy aconsejando. Los tres guardias asintieron y se retiraron. Mire a mi abuelo con la boca abierta, sorprendía por la naturalidad que tenía dentro de este lugar. —Es mejor que vayamos a un lugar seguro. Tomó delicadamente mi brazo y me dirigió por el castillo y los pasillos. Yo no dejaba de mirarlo, siendo incapaz de articular palabra. Se veía mayor, tanto como estaba mi abuela ágata en mi mundo. Vestía con un traje negro, bastante elegante, acorde a la fiesta de esta noche. Sin embargo, se veía con más vitalidad, caminaba recto y rápido, no arrastraba sus pies. Estaba en mejores condiciones que mi abuela. —Por acá, Alelí —dijo indicándome la sala donde debíamos entrar.
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Era un lugar pequeño, al parecer se utilizaba para tomar el té. Había una mesa con dos sillas, cerca de la chimenea, que se encontraba apagada. No entraba ningún sonido, parecía que estuviéramos solo los dos en todo el castillo. Nos quedamos mirando, cada uno tan sorprendido como el otro. Sin embargo, la caminata hasta acá, me dio el tiempo para que mi cerebro dejara de quedarse dormido. — ¿Quién eres? —pregunté, preocupada de tener ante mi otro personaje del libro equivocado y no quien yo esperaba. —Mi abuelo saltaba entre libros y la abuela de él también, tú eres Alelí Cárcamo, mi nieta, quien salta en los libros, al igual que su abuelo. Tragué saliva, nerviosa, sin saber que hacer o decir. No podía saltar a sus brazos, técnicamente no conocía a este hombre, lo había dejado de ver hace demasiado tiempo y cuando desapareció, yo aún era demasiado pequeña. — ¿Qué haces aquí Alelí? —preguntó con una expresión amable. Era muy parecido a mi madre, sus ojos verdes y piel pálida habían sido heredados en ella. Sin poder controlarlo, al pensar en mi madre, en mi abuela y en todo lo que habían sufrido desde que él desapareció, comencé a enojarme. —Creo que esa pregunta debería hacértela yo —respondí, cruzándome de brazos — ¿Aquí es donde te has escondido los últimos años? ¿Dejando atrás a tu hija y esposa? Él no me respondió de inmediato, sino que se sentó en la silla más cercana. Parecía cansado, su cabello blanco gobernaba su cabeza, al igual que su corta barba. —Lo sé —dijo suspirando —no lo había planeado de esta forma, Alelí. —Este libro lo escribiste tú ¿no es así? hay demasiadas coincidencias con mi mundo. Me miro con sus ojos verdes, llenos de lágrimas. —Me cansé de observar las historias sin ser participe en ellas, es por eso que cuando estuve un tiempo sin saltar en los libros, escribí esta historia, luego la envié a empastar y tuve el libro. No me cansaba de entrar en la historia, era el mundo perfecto, el mundo que yo había creado. Un día, cuando tu abuela me pidió dejar de saltar, por segunda vez, decidí que lo aceptaría, que no seguiría entrando a otros mundos…
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—Pero decidiste quedarte en uno de ellos —dije concluyendo sus palabras, incrédula —es por eso que hiciste a mamá, papá, incluso a mi ¿pero por qué no a la abuela? —Al escribir la historia, siempre estaba al lado de ella. Lo olvidé por completo, como siempre estaba a mi lado pensé que había escrito sobre ella en la historia, era lo más básico, hacer a mi esposa, pero no fue así. En cambio nombré a la ciudad con su nombre, todo este lugar es ella. Negué a sus palabras, esto no tenía sentido. Mi abuelo se había vuelto loco. —Tu esposa esta en casa, aun enamorada de ti y esperando que un día vuelvas. Tus palabras no son más que el reflejo de tu hipocresía, eres un cobarde. Decidiste quedarte cómodamente en este mundo porque todo se da como tú quieres ¿no? Así es muy fácil. Él me miro sin decir nada, no tenía fundamentos para defenderse. —Estar sin saltar entre libros es lo peor que nos puede suceder Alelí, cuando tu abuela me pidió que lo hiciera de nuevo porque tú estabas comenzando a hacer lo mismo, no pude soportarlo. Mi hija ya estaba casada, solo debía soportar dejar a mi esposa, cosa que aún no resuelvo. Siempre voy a la Fuente de los Perdidos para encontrarla. No pude evitar soltar una carcajada cargada de rabia. — ¡La abuela está viva! Puedes volver cuando quieras, sabes el final de la historia — dije acusándolo —es mas ¿tu rompiste el libro? Cuando lo tomé no noté que estaba defectuoso. —Así es, lo hice para que no saltaras a este mundo cuando fueras mayor. Nunca pensé que lo harías a pesar de que el libro estuviera roto ¿en qué estabas pensando? Cubrí mis rostro con las manos, tratando de que la rabia desapareciera un poco, pero era imposible. —No importa lo que haya sucedido, lo tomé de todas formas, ahora quiero que me des la parte final, quiero volver a casa ahora mismo —dije de forma exigente, no iba a tener consideración con él. Me miro por unos segundos, analizando mis palabras y mi estado. Para mi sorpresa, luego de un momento, sonrió. — ¿Qué es tan gracioso? —pregunte de mala forma.
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—Discutiste con tu mamá y por eso tomaste este libro sin fijarte en el estado ¿no es así? Tu madre hizo aquello una vez, se perdió en una historia cuando tenía dieciocho, pero en su caso, tuvo que seguir a la protagonista. Estuvo afuera tres largos meses, tu abuela casi murió de pena. Me quede helada ante aquella información. Todo el enojo se había esfumado ante esta nueva información. ¿Mamá saltaba entre libros? —Ella jamás dijo nada, pensé que era la única luego de ti, ni siquiera mis hermanos menores pueden hacerlo. Los ojos del abuelo brillaron ante aquella información. — ¿Luna tuvo más hijos? —Sí, dos más, uno de ocho y otro de seis, Cristian y Patricio —dije asintiendo —es una pena que no los conozcas porque son adorables, a veces discuten bastante, pero siguen siendo tiernos. Los dos eran muy protectores conmigo aunque yo fuera la mayor, era su única hermana. —Luna adora ser madre, cuando naciste, supo que no habría nada o nadie más importante que tú. Es por ello que decidió dejar los Saltos de lado y dedicarse a trabajar para poder darte un futuro mucho más favorable. Estuvo feliz cuando se dio cuenta que podías Saltar entre libros, desde tan joven. Simplemente era increíble, pensar en mamá recorriendo los libros como yo y dejándolo de lado solo para criarme. Dios… ¿Qué había hecho con ella? —Ella me prohíbe saltar —dije tratando de encontrar una excusa, algo que sustentara mi forma de actuar con ella. —Sí, es culpa mía. Supongo que desde que desaparecí tomó esa actitud. Me quede pensando, era cierto que desde ese momento se había vuelto insoportable y la razón era clara. Mamá jamás pensó que el abuelo se había ido por cuenta propia, sino porque algo malo le había pasado en alguna historia.
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—Me alegro que de alguna forma ella no siguiera saltando —dijo él, asintiendo —tu madre era demasiado osada, cuando ingresábamos juntos a una historia, siempre debía estar cuidando que no hiciera alguna locura. Mi boca se abrió un poco. No podía creerlo ¿Mi madre osada? ¿Quién era la mujer que había estado conmigo estos dieciséis años? No pude evitar sonreír, pensando en lo entretenido que sería conocer a esa mujer, incluso saltar con ella. —Necesito el final del libro, ahora —dije despertando de mi ensoñación. —No está conmigo —respondió, esquivando mi mirada —deberás conseguir el final por ti misma, ya has aceptado que no eres parte de este mundo cuando te encontrabas junto a la Fuente de los Perdidos, ahora tendrás que ir con Caleb y buscar a la princesa. Mis ojos se abrieron, sorprendidos ¿Qué significaba esa actitud? Era obvio que él tenía el final del libro ¿Por qué no me lo quería entregar? —Tendrás que ayudar a Caleb y conseguir que la princesa vuelva al castillo, eso significa que te encontrarás con algunas dificultades, pero nada que no puedas sobrellevar. La prueba más difícil esta al final del camino. Lo mire incrédula ¿estaba jugando conmigo? —Tienes el final y no me lo quieres entregar ¿Por qué? Él asintió, dándome la razón. —Es cierto, pero puedo suponer lo que estás pasando en tu vida… y esto puede que te ayude a poner los pies sobre la tierra. Tienes dos días antes de poder salir, leerás la parte que tienes del libro y conseguirás la información que necesites. Podrás usar a Caleb como informante, él ya sabe que eres una impostora, pero solo tienen dos días antes que este mundo comience a colapsar. Fruncí el ceño, confundida. — ¿Colapsar? Él sonrió y asintió.
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—Por lo visto, has sido más mesurada que tu madre y yo, ya que nosotros éramos expertos en inmiscuirnos dentro de la historia, arruinando toda la trama, logrando que el mundo colapsara. Nuestra lógica era más fuerte que la imaginación del libro. Lo mire sin poder creer lo que decía. —El mundo real siempre se interpone ante la imaginación —dije susurrando, entendiendo a lo que se refería. Mis dudas sobre la falta de sol, los colores de este mundo, mi vocabulario, incluso las comparaciones que hacia entre los personajes y las personas que me rodeaban en la vida real, eran el veneno principal para acabar con este maravilloso mundo. —Aquí somos infinitos —dijo el abuelo Rubén —ambos somos reales, pero a diferencia tuya, yo soy el creador en este lugar, tu eres la visitante. Si esto acaba, quien saldrá perjudicada serás tú. Si no respetas el plazo que te entrego, serás eliminada antes de que el día se oscurezca. Sentí un escalofrió recorrer mi espalda. — ¿Me estás amenazando? —pregunte, sin poder creer que mi propio abuelo fuera el villano de la historia ¿era así? —Claro que no, solo te advierto las reglas de este mundo. Ya está escrito, cariño, debes apresurarte, has malgastado días. Puedes usar el Collar Mágico, te será de mucha ayuda antes de que llegue a manos de la princesa. —Entonces —dije pensativa —debo volver a su curso la historia. —Así es… Ahora entendía de qué trataba todo esto. —Debo unir a Caleb y la princesa ¿cierto? Él era quien debía ir en busca de ella y se detuvo porque me vio. —Los demás problemas se irán resolviendo solos, mientras estamos conversando, la princesa sigue el curso de la historia, aprendiendo de su mundo. El tema de su compromiso con el príncipe ha perdido su importancia y lo hará aún más en unos días. La Princesa Alelí, es tan inteligente como tú —dijo sonriendo —ambas han de pensar de forma muy similar, la única diferencia es que han sido criada de formas diferentes. Se podría decir que ella es
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el único personaje que tiene coincidencias con la realidad, ya que como habrás visto, Luna más que una madre parece una bruja. No pude evitar sonreír, era muy cierto. Mi madre aquí no era nada parecida a la realidad, eran como agua y aceite a pesar de tener el mismo rostro. —Muy bien —dije aceptado aquel reto. Voy a encontrar a la princesa y dejaré que Caleb la traiga al castillo, con las enseñanzas que habrá adquirido en su viaje. Voy a encontrar a la princesa… y el final de la historia. Voy a volver a casa.
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Capítulo 11 G
racias a la ayuda de mi abuelo, la insistencia y apatía de la reina, no fueron
problema. También dejé de lado las clases de bordado, modales y materias innecesarias para el viaje que realizaría. Usé los libros que tenía la princesa y comencé a leer las notas que había en ellas. Descubrí que la princesa era muy aplicada, tenía resúmenes de los libros que leía, varios archivadores con documentos que hablaban de la historia de esta Ciudad y las capacidades de las flores. Mientras me escapaba de las clases innecesarias sobre algún baile que jamás bailaría, me dirigía hacia los establos, donde estaba trabajando Caleb, siempre lo encontraba haciendo algo. Para mi sorpresa, él jamás me preguntó quién era realmente o por qué estaba en el puesto de la princesa, pero respondía estoicamente todas las dudas que tenía sobre este mundo. A veces lo encontraba pensativo, un tanto distraído, pero cuando le preguntaba lo que pasaba, él solo decía que estaba planeando lo que haría en un par de días en nuestro viaje. Aceptó sin mayores problemas mi proposición para ir en busca de la princesa. Estábamos ya en el tercer día, en el cual debíamos escapar con Caleb. Él tenía los caballos listos ya que sería un modo más rápido de viaje y más si nos perseguían. Yo estaba arreglando mi pequeño bolso con una muda de ropa y otros objetos que nos podrían ayudar si tuviéramos problemas, pero eligiendo solo lo esencial. Ahora que iba con el Collar Mágico tendríamos cierta ventaja, a pesar que nos pudieran rastrear gracias a él, lo que no era del todo malo si es que nos metíamos en problemas. Me encontraba escondida en la misma sala donde estuve hablando con mi abuelo, ya que era un escondite perfecto. En la habitación siempre había doncellas rondando, acompañándome o esperando a que les ordenara algo. No había forma de escaparse de los ojos curiosos.
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—Alelí —dijo mi abuelo, entrando un poco asustado a la salita de estar —debes irte, ahora mismo. — ¿Qué? —tome mi bolso con rapidez. No me podía ir aun, llevaba un vestido bastante incómodo de color verde agua. Así no se podía montar un caballo. —Llegaron noticias a la reina, divisaron a la princesa junto a un grupo de Brujas… ella hizo que los Magos te observaran, el Consejo llegó a la conclusión de que no eres la princesa, que no eres más que un conjuro de las Brujas. Vienen por ti. —Pero eso es imposible, soy igual a ella —dije asustada. —No totalmente, tú eres real, esa esencia es desconocida en este mundo, solo yo la tengo pero nadie me ha investigado. Él me tomó del brazo para despertarme del shock y llevarme hasta fuera de la sala. No alcanzamos a cruzar la puerta cuando escuchamos los pasos de los guardias. Eran alrededor de veinte, se acercaban corriendo hacia nosotros, con espadas y arcos preparados con sus flechas. — ¡Corre Alelí! Le avisaré a Caleb —dijo mi abuelo, mirándome asustado. No tuve tiempo de decirle adiós, ni siquiera de pedirle que me entregara el final de la historia por si las cosas salían mal. Con mis sandalias verdes y mí vestido del mismo color, me aferré a mi bolso y corrí lo más rápido posible. Escuchaba los pasos de los guardias, sus botas sonaban como silbatos detrás de mí. No sabía hacia dónde ir, me había dedicado a estudiar todo lo demás, menos los planos del castillo. No tuve otra alternativa que subir las escaleras, corriendo hacia donde dormía, en la torre más alta. Mi corazón latía desbocado, mis pies dolían por las sandalias y mi respiración era una pena. Aun así di lo mejor de mí para subir esas escaleras de caracol mientras escuchaba los gritos de los guardias que me exigían que me detuviera. Cuando llegué a las puertas principales de la habitación, vi que había seis hombres altos, vestidos con túnicas rojas. No dude en averiguar que eran los Magos del Consejo Real.
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—Detente espectro —dijo uno, levantado su mano. Ni siquiera pensé en lo que iba a hacer, simplemente me entregué al poder que había en ese maravillosos Collar Mágico. Una enredadera vegetal apareció desde el suelo, rompiendo el piso de mármol y atrapando a los seis hombres. Sonreí al notar que las hojas eran verdes, exactamente como me lo imaginé. Las ramas y hojas se apoderaron de los magos y los inmovilizaron, haciéndolos caer. Al escuchar las voces de los guardias, me di cuenta que no podía seguir admirando mi creación. Corrí, aprovechando el impulso de la adrenalina y salté sobre el grupo de magos que había en el piso. Logré llegar a la habitación, donde cerré la puerta para ganar algo de tiempo. Me dirigí directo a la única salida, la ventana. Llegue al balcón y escuché como abrieron las puertas. No tenía tiempo. Miré la pequeña escalera caracol que había a mi derecha y no dudé en subir por ahí, la torre estaba arriba de mi habitación por lo que tenía un acceso a ella. Ayer había subido para poder ver la hermosa vista, era el lugar más alto de todo el castillo y estaba techado. Cuando llegué a la parte superior, cerré la pequeña puerta que evitaba la entrada a la torre. —Ah ¿Qué hago? —Dije moviéndome de un lado a otro, escuchando los golpes contra la pequeña puerta — ¡Basta! —les grite, para que dejaran de hacer tanto ruido. Me acerque a al borde de la torre y pude ver que Caleb iba con dos caballos, corriendo hacia el bosque, pero antes de entrar se detuvo y miró hacia el castillo. Me estaba esperando. Nuevamente, no dejé que mi cerebro buscara la lógica de mis planes porque o sino fallaría. Tenía que usar toda mi imaginación. Corrí hacia el otro extremo de la torre y cerré los ojos, pensando en lo que iba a necesitar. Respiré profundo una, dos, tres veces… y luego me dejé ir. Con toda la velocidad posible me acerqué al final de la torre, de un salto me subí al borde y con mis piernas me impulsé… hacia el vacío.
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Estuve cayendo dos o tres segundos antes de sentir el metal en mis manos. El parapente apareció para salvar mi pellejo. — ¡Aaaah! —grite, colgando del fierro, tratando de subirme en el para poder dirigir el parapente con mi peso, pero era difícil. Luego de un gran esfuerzo pude subir y dirigir el vuelo, incluso pude mirar hacia atrás. Los guardias estaban ya en la torre, junto a uno de los Magos, pero no trataron de atacarme. — ¡Alelí! —grito Caleb desde abajo cuando comencé a pasar sobre él. No podía detenerme. Los árboles comenzaron a golpear mis pantorrillas, hasta que encontré uno lo suficientemente grande para chocar por completo con él. Creo que no hubo parte de mi cuerpo que no fue golpeado. Caí y comencé a chocar con cada rama del árbol hasta que caí sentada, dejando escapar un gran grito de dolor. Me de caer contra el césped azul, esperando sentir algún hueso quebrado o la sangre recorrer mi piel. Gracias al cielo solo fueron golpes. —Alelí —dijo Caleb, corriendo a mi lado y cayendo de rodillas. Me tomó de los hombros y me sacudió un par de veces para saber si seguía con vida. —Si sigues haciendo eso terminarás de matarme —dije con una sonrisa, sin poder creer que había sobrevivido a esa caída. —Lo siento —me soltó en un segundo. Se sentó a mi lado, apoyado en un árbol, agotado —sé que debemos irnos de inmediato, pero… lo que acabas de hacer me ha dejado sin aliento. Ese pájaro de color azul que te llevó hasta los árboles, fue impresionante. No pude evitar reír mientras trataba de ponerme en pie. Caleb me ayudó. —No es un pájaro, se llama parapente, es un dispositivo para hacer deportes extremos y recorrer las alturas. El problema es que jamás lo había hecho. — ¿Puedes subir al caballo? —preguntó un tanto preocupado. —Si. Nos acercamos a los hermosos animales y nos subimos a ellos. No teníamos tiempo para desperdiciar.
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Cabalgamos sin parar por un largo tiempo, hasta que estuvimos seguros de que no nos estaban siguiendo. Nos quedamos cerca de un rio para que los caballos descansaran. —Creo que la caída me afectó —dije sentándome en el césped, rodeada de flores — y esta ropa no es para nada cómoda. —Deberías cambiarte a esa ropa de hombre con la que te sientes tan cómoda —dijo mientras acariciaba al caballo, sin mirarme. Fue una excelente idea. Llevé mi bolso hasta los arboles más cercanos y me escondí entre los troncos. Me cambié sin mayor problema, pero me di cuenta que tenía más de una herida en mi cuerpo y que dolían lo suficiente como para que limitaran mis movimientos. Cuando salí vestida con mi nueva tenida, le comenté de mi dolor a Caleb. —Aquí hay cientos de flores, yo soy forastero y trabajo con caballos, pero tengo entendido que varias sirven para sanar. En ese momento recordé los apuntes de la princesa. Tenía todo un glosario con las flores de sanación, incluso las había dibujado. El problema era que no las recordara, por lo que tuve que recurrir al Collar Mágico, otra vez. Para no estar pidiendo flores en cada momento, pedí que por favor viniera a mi memoria todas las flores y sus funciones. En mi mente comenzaron a aparecer cientos de imágenes y mágicamente supe de inmediato para que servía cada flor. La princesa era muy inteligente ya que ella había estudiado con esfuerzo para aprender todo lo que tenía anotado en sus cuadernos. Ojala pudiera aprender así de fácil la materia del colegio. —Bien —dije mirando hacia alrededor. Justo al lado de mi pie había una flor parecida a un tulipán, era color fucsia, realmente hermosa. La saqué y arranqué con bastante tristeza los pétalos, luego traté de molerlos en mis manos para obtener algunas gotas. Solo bastó una para que una ola de luz se expandiera por mi cuerpo, curando de paso, todos los raspones y el dolor que sentía. —Increíble —susurré, sintiéndome como nueva. — ¿No hay de eso en tu hogar? —preguntó Caleb, mirándome curioso.
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Al parecer ya se había cansado de mantenerse en silencio respecto a mi falsa actuación de princesa. —Si lo pienso un poco, creo que mi hogar es más parecido a la Ciudad de Tristán, tenemos mucha tecnología. Caleb saco de su morral dos pedazos de pan, me entregó uno. —Caíste del cielo —dijo cuándo se sentó a mi lado. Ambos mirábamos a los caballos — ¿de dónde vienes? —Por tu seguridad es mejor dejarlo como una incógnita ¿sí? Nos quedamos en silencio, comiendo, pero al parecer en el día de hoy Caleb estaba más conversador. —Extraño a la princesa —dijo cabizbajo. — ¿Se convirtieron en grandes amigos? —él asintió. —Ella es increíble, su vida siempre está bajo mucha presión. Sus padres siempre esperan lo mejor de ella, es por eso que se esfuerza cada día en ser mejor. Me sorprendió que escapara, si lo hubiese sabido antes… habría hecho algo para detenerla. Ahora se encuentra en peligro y es por mi culpa. Mis sospechas sobre Caleb eran cada vez mayores, tantas que no pude evitar preguntar para confirmar mis suposiciones. — ¿Cuál es tu color favorito, Caleb? Él príncipe había enviado un vestido de color azul, supuestamente era su color favorito. —El azul, Alelí —respondió él, mirando el césped de dicho color —si hubiese sabido los planes de la princesa, se lo habría dicho. — ¿Estás enamorado de ella? —pregunté entusiasmada. Efectivamente Caleb era el príncipe de la Ciudad de Tristán. —Cada cinco ciclos de tiempo, los reyes y reinas de las ciudades se unen un festín, sus herederos los acompañan. Fue la primera vez que la vi, desde entonces no pude sacarla de mi cabeza. Renuncié a mi título como heredero, tengo hermanos que se pueden hacer cargo de la Joya Mágica de la Ciudad de Tristán después de que yo cumpla veinte
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años —metió su mano en el bolsillo derecho y me mostró un brazalete negro, el cual se puso en la muñeca derecha. Era de cuero negro, de unos cuatro centímetros de grosor, con tres anillos de acero pequeños que se ajustaban al cuero. Al momento que Caleb se la puso, estas tuvieron tres puntos amarillos, brillantes. Era el mismo color que tenía mi Collar Mágico. —Todos los príncipes tenemos una joya real, la de Ciudad de Ágata es mucho más potente que la mía, que solo sirve para que las maquinas sigan funcionando, además esta modificada para que se vuelva un arma si la necesito… el collar que llevas puesto, no tiene límites, te puede traer todo lo que tu necesites. Solo responde a su dueño, a menos que se ceda a otra persona, es por eso que me causaste tanta extrañeza. Asentí, entendiendo su punto. —Me llevaste al castillo creyendo que me iban a descubrir porque el Collar no iba a funcionar conmigo ¿cierto? —Pensé que eras malvada, pero después, en la Fuente de los Perdidos… supe que no era así, además ahora quieres buscar a la princesa, para reubicarla en su trono y eres apoyada por el señor Rubén, la historia dice que fue un rey muy justo. —Así es. Era triste pensar que estos personajes, exceptuando a mi abuelo, no tenían más vida que la escrita en las páginas que mi abuelo había creado. Si le preguntabas por su niñez, no dirían nada o simplemente sacarían a la luz hechos que fueran relevantes para las historias. Todo esto era ficción, estaba dentro de ella… y realmente me estaba afectando pensar que estas personas, a pesar de sus problemas, estaban limitadas por las letras. Solo decirle la verdad a Caleb, acabaría con su mente. — ¿Tú estás enamorada de alguien? —preguntó sin aviso. No respondí de inmediato, pero su pregunta me hizo evocar la imagen de Matías. Siempre tan amable y comprensivo, además del hecho que siempre me hacia sonreír. Lo imaginé junto a Kathy, tomados de las manos, caminando juntos. No fue una imagen agradable. —No —respondí —es mejor que nos movamos, no podemos perder tiempo.
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— ¿Sabes a dónde debemos ir? Me puse de pie y arreglé mi bolso para que quedara en la montura del caballo. —Debemos alejarnos otro poco, además no puedes negarme de que sabes donde se concentran las Brujas, parecías conocer a las que nos atacaron. Me subí al caballo y lo miré desde cierta altura. —Haber trabajado en los establos me permitió contactar con los demás trabajadores del castillo. Hay espías de las Brujas, ellas desean saber en los términos que trabajan los Magos. — ¿Dónde queda su refugio? —volví a preguntar. Caleb se tensó. —Está en la frontera con la Ciudad de Tristán, pero las Brujas no tienen nada que ver con nosotros —se excusó de inmediato. El tema de los rebeldes al parecer tenía a más de una ciudad en tensión. Si descubrían que estaban tan cerca de la frontera, podrían interpretar que el pueblo de Caleb apoyaba a las Brujas y finalmente eso podría causar una guerra. —Debemos encontrarla antes de que crean que ustedes apoyan a las Brujas. Caleb se apresuró a subir a su cabello y me indicó por donde debíamos ir. Era un viaje de tres días, hubiese sido de cinco si no tuviéramos estos hermosos animales que nos transportaban. No llevábamos comida para tantos días, pero en los planes estaba considerado pasar cerca de una aldea para buscar provisiones. Dormiríamos a la intemperie, por lo que me dijo Caleb en este lugar no llovía, ya que el agua alteraba las propiedades de las flores. — ¿Es por eso que las lágrimas se elevan al cielo? —pregunté, tratando de encontrar algo de lógica a este maravilloso mundo. —Exacto ¿has dejado elevar demasiadas lágrimas? No respondí a su pregunta. Emprendimos un viaje por la montaña, recorriendo bosques pequeños por donde los caminos estaban marcados por las huellas de otros caballos.
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—Este camino no se utiliza frecuentemente, por temor a los rebeldes —dijo mientras yo me aferraba al caballo. Poco me faltaba para irme abrazada a él. —Y a los barrancos —dije mirando hacia abajo. Habíamos subido bastante como para que me diera vértigo mirar donde comenzaba la montaña — ¿Qué sucede si nos atacan? ¿Si aparecen algunos rebeldes? —Sé luchar muy bien, no tendremos problemas. Seguimos avanzando hasta que llegamos a terreno plano, donde encontramos un río azul profundo, caudaloso. Nosotros íbamos en sentido contrario. —Por fin algo de brisa —dije, sintiendo como el viento desordenaba mi cabello y me ayudaba a recuperar fuerzas — ¿Dónde aprendiste a defenderte? Ese día cuando las brujas nos atacaron, hiciste un gran trabajo. —Me enseñaron hace muchos años. —Supongo que tu vida ha cambiado mucho, siendo un príncipe que ahora trabaja en los establos. Él sonrió y asintió. —Siempre me han gustado los caballos, sabía todo de ellos antes de cumplir los diez años. Solo extrañé la comodidad en un principio, pero luego me di cuenta que Alelí lo vale. No importa lo que tenga que hacer para estar a su lado. Lo quede mirando unos segundos, sin poder creer la devoción que tenía hacia la princesa. —La amas ¿no? —Sí, amo a Alelí —dijo sonriendo. Era la primera sonrisa real y tranquila que veía en Caleb —y haría todo por ella, incluso dar mi vida. Era extraño ver a Caleb, quien lucía exactamente igual a Matías, diciendo esas palabras, usando mi nombre, pero sin dirigirse a mí. Sentí una nostalgia que amenazó con llenar mis ojos de lágrimas. — ¿Escapaste de tu hogar? —Pregunto ante mi repentino silencio — ¿Extrañas a tu familia?
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—Si —respondí, mirando el río —esto fue un grave error. Debí haberme quedado, ahora de seguro había logrado que mamá tuviera una crisis de preocupación. Sabía que ella me amaba. Dejar de saltar entre los libros, solo por mí, eso jamás podría retribuírselo, ni aunque dejara de entrar a diferentes mundos. Por otro lado, también extrañaba a papá, que siempre trataba de mediar en mis discusiones con mamá. Mis hermanos también eran mis guardianes eternos. —Tú no eres de este mundo ¿cierto? —preguntó de nuevo Caleb, mirándome un poco asustado —eres igual a ella, pero solo físicamente. —Es correcto lo que dices. Seguimos cabalgando en dirección contraria al sentido del rio. —Desde que llegaste he estado pensando algunas cosas, siento que he perdido la memoria ¿sabes? —lo mire extrañado. — ¿A qué te refieres? —pregunte cabalgando a su lado. —Debería recordar ciertos hechos, de mi infancia por ejemplo, pero no puedo alcanzar mis memorias —miraba de forma reflexiva hacia al frente —solo recuerdo desde que llegue a Ciudad de Ágata, no tiene sentido. Sé que tengo tres hermanos, pero solo sé el nombre del mayor. Me quedé pasmada mirándolo. No podía darle la razón de por qué no recordaba su vida como era debido. Él no tenía una vida real, era por ello que todo estaba limitado a las palabras que mi abuelo escribió en un comienzo para crear este mundo. — ¿Puede ser que alguien te haya arrojado algún hechizo? —No —respondió, sin dudar —estuve conversando ayer con un colega del establo… él me decía que no recordaba su nombre, que no recordaba nada de su vida, que lo único que sabía hacer era cuidar caballos, pero que jamás había montado uno. No tiene sentido. — ¿Y por qué crees que yo tengo las respuestas? —Caíste del cielo, no eres de este mundo —dijo como si aquello fuera un fundamento. Antes que pudiéramos seguir hablando escuché como relinchaban unos caballos a la distancia. Aquello nos indicó que nuestros enemigos venían a por nosotros. Nos miramos asustados y buscamos alguna salida o escondite.
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—Debemos entrar al bosque —dije al ver que solo teníamos como única opción los árboles que estaban a nuestra derecha. —No, es imposible, debemos cabalgar más rápido. — ¡¿Qué?! —Aquella opción era imposible ya que si nos alcanzaban, nos verían en primer plano —no podemos, nos verán. — ¡El bosque está encantado! Nadie entra, vamos, apresúrate —espoleó a su caballo para que avanzara más rápido, pero no lo imité. — ¡No! —grite para que me escuchara desde aquella distancia. Sin esperar a que me escuchara o quisiera detenerme, me dirigí hacia la derecha y entre al bosque. No tuve que esperar mucho para escuchar que Caleb me seguía. Avanzamos alrededor de cinco metros y la oscuridad nos sumergió. Nos detuvimos ante la sorpresa. —Te dije que no lo hicieras —dijo Caleb susurrando, a mi lado, junto a su caballo. —Silencio —dije mirando hacia todos lados, esperando a que los guardias nos encontraran, pero solo pude escuchar como pasaban a cierta distancia, siguiendo el camino que Caleb quería tomar. —No sé dónde estamos. —Ni siquiera hay luz —susurré, sintiendo como los latidos de mi corazón se aceleraban. Estamos rodeados de oscuridad, si avanzábamos un poco podíamos ver los troncos gigantes de los árboles que nos rodeaban, pero si nos alejábamos más de un metro, no veíamos nada. Miramos hacia atrás ante la posibilidad de volver por donde llegamos, pero era imposible, era como si estuviéramos suspendidos en una dimensión desconocida. —Debiste decirme que es un bosque peligroso —dije sin mirar a Caleb, ni siquiera podía ver su rostro. — ¿Estás bromeando? —pregunto con un tono malhumorado. —Pensé que habrían brujas, gnomos o seres de ese estilo cuando me dijiste que era un bosque encantado. No esto. —No quieres saber lo que hay en este lugar —su tono trémulo me dio escalofríos.
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Tomé el Collar Mágico entre mis manos y deseé tener una linterna. Necesitamos luz para saber hacia dónde nos dirigíamos. — ¿Qué haces? —Me pregunto Caleb cuando rebusque en mi bolso y encontré la linterna — ¿Esa es una fuente de luz? —Si —dije extrañada por los nombres que usaban en este lugar. —No puedes usarla acá, es el Bosque Oscuro, por algo ha sido denominado así. —Necesitamos ver para saber hacia dónde nos dirigimos. —No —insisto él. Con cierta dificultad llegó hasta mi lado, sorprendiéndome. Tomó mi brazo para detenerme, pero era demasiado tarde. Solo tuve que presionar el botón. La luz llegó al Bosque Oscuro y supe en ese momento… que había sido la peor idea de todas.
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Capítulo 12 C
uando miré hacia arriba y supe que nos estaba rodeando, solo pude apagar la luz.
Sobre nosotros se encontraban los arboles más grandes que había visto en mi vida tanto real como literaria, pero eso no era lo más increíble, sino que sobre las ramas de esos preciosos árboles, habían seres horripilantes, no tenían pelo, tampoco músculos, eran oscuros, con ojos del porte de mi puño y que brillaban como luceros por la iluminación de la linterna. — ¡Avanza! —gritó Caleb y le dio una palmada a mi caballo para que avanzará. Los animales eran los más sabios entre nosotros, ya que sin guiarlos corrieron a través de los arboles mientras sentíamos que esos horribles seres corrían sobre las ramas, a metros de nuestras cabezas. —No saldremos jamás de acá —dijo Caleb a mi lado mientras avanzábamos. Tenía razón, si no pensaba en algo rápido, esos seres nos atraparían y acabarían con nosotros. Era imposible que fueran buenos, tenían un aura maligna que oscurecían todo el bosque. Tomé el Collar Mágico y abracé a mi caballo, tratando de recordar una flor que nos ayudara. Justo cuando esos seres comenzaban a gritar cerca de nuestros oídos, pensé en la flor correcta. —Un tulipán —dije deseando que Caleb y yo tuviéramos uno en nuestras respectivas manos. Una luz apareció entre mis manos y segundo después todo el ruido y caos desapareció. — ¿Qué has hecho? —preguntó en un susurro Caleb. —Un tulipán, si los llevas durante el peligro, te harán invisible. Es realmente mágico —dije pensando en la capacidad de dicha flor.
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— ¿Es en serio? ¡Debiste usarlo cuando nos estaban siguiendo! ¡Así no habríamos entrado a este lugar! —Silencio —dije tomando su brazo —nos hace invisibles pero no mudos. —Debiste haberlo hecho antes —susurró, soltándose de mi agarre. —Oh cállate, no es como si fuera una experta en este mundo. Prendí la linterna, ahora sin temor ya que no nos podían ver. Aquellos seres solo distinguirían la luz de la linterna, pero no a la persona que la sostenía. —Dios… —susurré, mirando con más detalle a esos monstruos — ¿Cómo se llaman? —Les dicen Susurrantes —dijo Caleb, mirándolos horrorizado. — ¿Los llaman de esa forma porque nos hacen susurrar? —Así es… jamás había visto uno, al parecer son un poco sordos, ya que no nos escuchan. —Sin duda ven —dije al notar como saltaban de un árbol a otro, desesperados por la luz que los alumbraba. Sus ojos brillantes eran horrorosos, no había nada mágico en ellos. —Debemos avanzar, rápidamente. Asentí, sin poder dejar mirar hacia arriba. Dejamos que nuestros caballos nos guiaran, ya que estábamos desorientados y no sabíamos para donde estaba la salida. Es por eso que solo nos entregamos a nuestros animales y dejamos que encontraran algún camino. Las horas comenzaron a pasar, incluso tuvimos que detenernos a comer algo, escondidos bajo el poder de aquella flor, nos permitía movilizarnos sin problema. Gracias al cielo que abajo, donde un césped gris se levantaba, no había Susurrantes. —Si salimos de acá vivos, serás conocida como la sobreviviente del Bosque Oscuro, ya que quien entra a este lugar, jamás sale —dijo mordiendo un manzana. —Claro, si sigues dándome palabras de aliento la esperanza seguirá viva —dije sarcástica. Él me iba a contestar, pero nos quedamos mudos e inmóviles al escuchar como un lobo aullaba.
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—El tulipán nos hace invisibles, pero no opaca nuestro aroma —dije presintiendo que esos lobos venían en nuestra búsqueda. —Debemos volver a montar. Asentí.
Nos subimos con rapidez y seguimos nuestro camino. Fue el comienzo de nuestra vivencia en el mismo infierno. El camino era interminable, hacía calor, los Susurrantes estaban irritados y estábamos comenzando a sentir hambre y sed, incluso cuando habíamos comido hace poco tiempo. Este lugar nos estaba quitando la energía vital poco a poco, incluso la flor que llevábamos en nuestras manos, estaba perdiendo la vitalidad. —Estamos muriendo ¿no? —preguntó Caleb, abatido. —No seas tan deprimente, por favor. Me negaba a dejar mi vida en este lugar, tenía mucho que hacer. Debía volver a mi vida real y encontrarme con mi familia y Matías. Debía alcanzar mi futuro. No iba a quedarme atrapada en este mundo de fantasía. —Saldremos de aquí —dije apoyándome en mi caballo, debía guardar energías y estar sentada tanto tiempo, requería un esfuerzo. De todas formas mi caballo nos estaba guiando. —Dices eso y apenas puedes mantenerte sentada —Caleb se recostó en su cabello igual que yo —siento que me cuesta respirar. —Entonces no sigas hablando. En cierto momento, ambos, comenzamos a quedarnos dormidos, sintiendo a lo lejos los aullidos de los lobos. —Quiero ver a Alelí —susurró Caleb, antes de entregarse a Morfeo —quiero saber más de su vida, sus recuerdos… por qué escapó de mí. No pude decirle nada y lo agradecía. En mi estado de agotamiento, quizás hubiese hablado más de la cuenta y hubiese confesado su inexistencia en este mundo imaginado… de sus nulos recuerdos. Aquello solo haría colapsar este mundo en cosa de minutos.
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No sé cuánto tiempo habrá transcurrido, pero nuestros caballos lograron despertarnos con su galopar. Estaban avanzando muy rápido, corriendo de una amenaza. — ¿Qué fue eso? Creo que haber dormido nos había hecho bien, ya que al escuchar los aullidos de los lobos nos sentamos en un santiamén. —Lobos —susurramos ambos. Nuestros caballos comenzaron a correr entre las sombras de los árboles, buscando una salida pronta y segura, evitando las grandes rocas y raíces que amenazaban con romper sus piernas si pisaban en falso. Pensamos por un momento que nuestro fin había llegado, pero justo cuando me giré para ver qué tan cerca estaban los lobos, pude ver con claridad cómo nos estaban pisando los talones… la luz nos sumergió. Fue como si nos hubiésemos lanzado a una laguna de luz, era un lugar con una brisa tibia, con una claridad tan fuerte que nos cegó por algunos segundos. — ¡Avanza! —gritó Caleb al escuchar que los lobos seguían detrás de nosotros. Cuando me volví a girar para poder ver con claridad a los lobos, pude notar que no eran más que seres horrendos, negros y con un pelaje rojo, que combinaban a la perfección con sus ojos, llenos de sangre. — ¡Alelí! —gritó Caleb, pero yo estaba absorbida por esos ojos. Un lobo se lanzó hasta el cuello de mi caballo, mientras que un segundo se lanzó por mí. Pude sentir el roce de los dientes del salvaje, contra mi piel. Caí al suelo y vi todo blanco. No podía acostumbrarme a la luz. — ¡Fuera animal salvaje! —escuché gritar a una voz desconocida. Luego solo escuché como el metal chocaba contra metal mientras unas manos me rodeaban para ayudarme a ponerme de pie. —Emi, con cuidado —dijo Caleb, justo antes que alguien lo ayudara a dejarme sobre la montura.
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En ese momento pude abrir mis ojos y ver que ya no estamos solos. A mi derecha había un joven de ojos azules, piel blanca y cabello rubio. Tenía una vestimenta extraña para este mundo, vestía con jeans, una camiseta azul que combinaba con sus ojos y por último, un abrigo verde con bolsillos y un gorro que contenía una cubierta de pelos grises. —Emi, para servirle, su majestad —dijo haciendo una reverencia. En ese momento también pude notar que llevaba zapatos deportivos —el Príncipe Caleb, de la Ciudad de Tristán me hace llamar Emi. —EMI —dijo Caleb, enfatizando el nombre de aquel chico —es un compañero que ha estado a mi lado toda una vida —lo miró con el ceño fruncido —aunque él no estaba enterado de mis planes, por lo que no sé nada sobre este encuentro. —Llevó un año recorriendo el mundo, buscándolo, señor —dijo Emi, tomando una posición más relajada —ahora, es mejor que nos larguemos de acá, ya que pronto llegarán más Mecanoides, como esos lobos. — ¿Qué son los Mecanoides? —pregunté, tomando las riendas de mi caballo. —Son robots que adquieren actitudes de seres vivos —dijo Caleb, un tanto incómodo —fueron creados en la Ciudad de Tristán. Cuando volví a mirar a Emi, me llamó la atención notar que ahora sus ojos eran verdes. Estaba atento, mirando hacia el horizonte. — ¿Quién te dijo que estaba en la Ciudad de Ágata? —preguntó Caleb, montando su caballo. Noté que la mordida que le había dado ese lobo robot a mi caballo solo había sido superficial, apenas un rasguño. —La información llegó a oídos del Rey, no se sabe quién habló, pero ahora vienen por usted. —Espera un momento —dije mirando a Emi y Caleb — ¿a qué te refieres? ¿Por qué vienen por ti? Te fuiste avisándoles a todos de tu decisión ¿no? Tanto Emi y Caleb me observaron un tanto desconcertados. El androide me desconcentraba, era extraño verlo vestido de forma tan actual en un mundo mágico.
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—Las cosas no son tan así —respondió Caleb, mirando hacia otro lado —como sea ¿Cuánto falta para llegar a la frontera? —Dos días —respondió Emi. Con Caleb nos quedamos pensativos, ya que cuando habíamos entrado al Bosque Oscuro, nos faltaban tres días para llegar hasta la frontera. —Pero eso es imposible, empezamos nuestro viaje hace poco —dijo Caleb, comenzando a avanzar sobre su caballo. Lo imité. —El Bosque Oscuro sabe de dónde vienes y hacia dónde vas, solo debes sobrevivir, para la luz alcanzar —dijo Emi, como si fuera un verso que repetía cada cierto tiempo — todo el mundo sabe eso, su alteza. Este mundo no dejaba de sorprenderme, sin embargo, no me pude maravillar con las palabras de Emi por mucho tiempo, ya que Caleb nos interrumpió. —Es mejor que nos apresuremos, debemos encontrar a la princesa —dijo Caleb espoleando a su cabello. Cuando avanzamos con mayor rapidez pude notar que Emi corría a nuestro lado, sin siquiera inmutarse sobre la velocidad que estábamos adquiriendo. No tenía una expresión de cansancio, aunque hacía solo unos minutos había estado luchando con unos lobos de metal. En un momento Emi se giró para verme y me regaló una sonrisa sincera. Ahora sus ojos volvían a ser azules. ¿Qué sucedía con él? — ¡Pronto anochecerá! —Gritó Emi, mientras avanzábamos — ¡Debemos encontrar un lugar seguro para acampar! —Levantó su mano derecha y nos indicó una arboleda en forma circular que proporcionaba un prado —es un refugio de la Ciudad de Tristán, no habrá magia que nos haga daño. Por un momento quise debatir aquella situación, deseaba seguir avanzando para encontrar a la famosa princesa y largarme de aquí, pero mi cuerpo estaba agotado, al parecer el Bosque Oscuro estuvo a punto de eliminarnos. Aceptamos la idea de Emi sin mucho entusiasmo. Nos dirigimos hasta allá y arreglamos todos los detalles, al cabo de una hora, ya teníamos una fogata prendida, la
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cual era cubierta por los troncos de los arboles… luego me recosté sobre el césped. Para cuando Emi se recostó y cerró sus ojos, pude notar que Caleb estaba sentado al frente de la fogata, mirando a su amigo. —Él no viste como las personas de acá —dije, tratando de ser cautelosa con el tema que iba a tratar. —Él no es una persona como las de acá —respondió, mirando hacia el cielo oscuro. Las tres lunas estaban justo en el centro que formaba la alborada. Las estrellas ya se habían posado sobre las flores, exceptuando en ciertos lugares estratégicos, donde pudimos hacer la fogata. — ¿Desde cuándo lo tienes? —pregunté, atenta ahora a las flores que nos rodeaban. —Desde que soy un niño. Emi es lo único que recuerdo de esa etapa. Me lo regalaron cuando cumplí mi quinto año de existencia. Fruncí el ceño. — ¿Desde esa edad tienes un Mecanoide? —técnicamente un Mecanoide era como un androide si era un robot humano, había que dedicarse a mirarlo para saber que era una máquina y no una persona. Caleb me miró sorprendido. —Sus ojos cambian de color inexplicablemente —dije para excusarme. Había descubierto desde un primer momento que Emi era un robot. —Extensión Mecánica Irrompible… EMI. Un ingeniero de mi ciudad tomó las partes desechas de diferentes máquinas y lo creó, desde ese entonces se han creado androides de diferentes tipos. Emi se ha desarrollado cada vez, pero hemos trabajado en él mientras duerme. Cae en un profundo sueño cuando se dedica a descansar. — ¿Y por qué cambia el color de sus ojos? —Porque se adapta según los requerimientos, cuando están azules, es normal. Cuando son verdes es porque se está conectando con la naturaleza para ver los beneficios de esta. Cuando son de color rojo, es porque está a la defensiva. Suspiré, mirando hacia las lunas. — ¿Por qué no le has dicho que es una maquina? —pregunté, sin mirarlo.
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—Es como si le dijeras a alguien que toda su vida no es más que una mentira — levantó su mano derecha, como si quisiera tocar las lunas —es como mi hermano, lo quiero, no podría romperle el corazón de esa forma. Solo bastó que me diera esa respuesta para decidirme. Jamás le diría la verdad a Caleb y a los demás, ellos tenían su vida aquí. Yo no era nadie para acabar con sus existencias. —Hoy casi morimos —susurró Caleb —en el Bosque Oscuro, creo que nunca había estado tan cerca de la muerte, sentía como la vida se escapaba de mis manos. Si no hubiese sido por tu idea de los tulipanes, habríamos perecido hace mucho tiempo atrás… gracias, Extraña Alelí. — ¿Caleb? —pregunté, atrayendo una flor hasta mi nariz para poder olerla. Su aroma me dio sueño — ¿escapaste de casa? Antes de poder escuchar su respuesta, me sumí en un profundo sueño. Estaba agotada.
Cuando despertamos al día siguiente, ya había amanecido. Es más, Emi nos miraba con el desayuno preparado. Tenía una mini cocina levantada sobre el césped, la había hecho de madera y otros utensilios. —Hay pan y pastas con sabores salados, de huevo, queso… todo hecho de las flores, ya que tengo entendido que la princesa Alelí, es vegana. Lo miré sorprendida, sus habilidades no tenían límites. —Luego de comer —continuo —será tiempo de volver a casa. —Eso no será posible, Emi —dijo Caleb —la Princesa Alelí, está perdida. Emi me miró, confundido. —Ella es una copia muy parecida, pero no es la real… viene de un mundo diferente al nuestro. Ahora debemos ir por la princesa, que está en manos de las Brujas. Emi nos quedó mirando por unos segundos, alternando entre el rostro de Caleb y el mío.
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—Para llegar a las Brujas falta menos de un día. Están cerca de aquella montaña — indicó con su mano izquierda —pero debo advertirles que no solo yo he venido en su búsqueda, Príncipe. — ¿Me quieres decir que tendremos enemigos? —Pregunté — ¿es qué acaso te vienen a rescatar de alguien? —Se piensa que Ciudad de Ágata tiene secuestrado al príncipe Caleb. Mire al príncipe, sin poder creer en las palabras de Emi. —Nunca diste aviso de tu partida ¿cierto? Emi frunció el ceño, sus ojos azules miraban atento a Caleb. —Es solo que… —susurró el príncipe —no es algo tan importante como para preocuparnos, debemos encontrar a Alelí. Iba a decir algo en contra de ello, pero no pude, él tenía la razón. La princesa Alelí era nuestra prioridad. —Es mejor que nos movamos, no podemos quedarnos en un lugar tanto tiempo. Mientras los chicos terminaban su desayuno, yo me encargué de buscar las flores correctas para curar a mi caballo. Era cierto que no era una gran herida la que tenía, pero si podía optar por la posibilidad de ayudarlo, lo haría. Así que cuando partimos de nuevo, mi fiel amigo de cuatro patas, se sentía mucho mejor. Los tres estábamos con energías recargadas. Me sorprendió ver que Emi también comía; no podía dejar de mirarlo cada cierto tiempo, jamás había estado en una historia donde existieran androides de esa forma. Era un ser maravilloso, lleno de habilidades, además de ser muy guapo. De seguro Emi aparecía en la parte del libro que mi abuelo tenía, ya que yo no había leído nada sobre él. Tenía una apariencia original y una vida llena de misterios para mí. Hasta ahora, este peculiar robot que seguía una existencia de mentira, era lo más original y nuevo en mi vida literaria. — ¿Sucede algo? —me preguntó Emi desde abajo. Él corría o caminaba a nuestro lado, sin preocuparse de su supuesto cansancio. —Me sorprende que hayas viajado tanto para poder encontrar a Caleb, has de apreciarlo mucho.
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Caleb con su caballo iban a varios metros de distancia. Podíamos hablar sin preocuparnos. —Es como mi hermano mayor, siempre me ha cuidado y protegido de los demás. No soy una persona muy querida en el reino de metal —dijo con una sonrisa melancólica. — ¿Reino de Metal? —pregunte curiosa. —Si algún día deseas conocer la Ciudad de Tristán, te darás cuenta. No es nada parecida a este mágico lugar. Es puro cemento y tecnología, lleno de máquinas y personas más apáticas. Sin embargo, sigue siendo nuestro hogar y el príncipe Caleb es el heredero original. —Caleb me dijo que podía ceder su puesto —me preocupaba lo que podría suceder entre las ciudades. Al parecer en el pasado ya había existido una guerra, tenían una relación tensa. —El príncipe arregló todo el tratado matrimonial con la princesa Alelí, se hizo pasar por el Rey y viajó sin decirle nada a nadie. No puede ceder el trono, a menos que tenga un hijo o muera, de esa forma su hermano pequeño aceptaría la responsabilidad. Pero los herederos siempre son los primogénitos, es por eso que usualmente los reyes tienen solo un hijo o hija. Asentí, entiendo a lo que se refería. Me era difícil pensar en toda esta monarquía que no dejaba libres a sus futuros gobernadores. —El príncipe Caleb siempre ha sido llevado por sus ideas, pero esto, está fuera de discusión. Todo un reino caería, además de la posible enemistad que conseguirán las Ciudades, aunque todo eso queda de lado por ahora —Emi disminuyó un poco el paso — lo importante es encontrar a la princesa Alelí, es la mujer que él ama, por lo tanto, debemos protegerla a cualquier costo. No podía creer la lealtad de Emi, era el fiel hermano de Caleb. —Harías cualquier cosa por él ¿no? —pregunte, sabiendo la respuesta. —Cualquier cosa. Era impresionante, más cuando respondía con una sonrisa. — ¡Vamos! No se queden atrás —gritó Caleb.
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Nos pusimos en marcha por otro par de horas, no era mucho lo que quedaba para poder llegar hasta donde las Brujas se hospedaban.
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Capítulo 13 L
o primero que divisamos, fue una gran muralla de mármol, era alta y ancha. Nos
quedamos de pie por varios segundos, sintiendo como el ánimo llegaba hasta nuestros pies. Parecía imposible poder meternos a esa fortaleza de muros y torres. A la residencia no le faltaba mucho para ser un castillo pequeño. Sin embargo, nos dimos cuenta que habían un gran tráfico de entrada y salida. Estaban abasteciendo a las Brujas con alimentos y líquidos, además de otro tipo de utensilios que no pudimos identificar. Supuse que podían ser objetos de magia o armas. Debíamos salvar a la princesa, para que ella de esa forma, llegue a un acuerdo con las Brujas. —Bien, solo debemos interceptar una de las carretas —dijo Emi a nuestro lado — ustedes ingresaran a ella, luego se esconderán y por fin podremos entrar. Ellos no me identificarán, no soy un rostro conocido. —Emi, es un excelente plan —respondió Caleb, asintiendo con ánimo. —Ahora, necesitamos una carreta… —dije poco convencida. —Denme unos minutos. Antes que cualquiera pudiera decir algo, Emi comenzó a correr, alejándose de nosotros. —Después de esto, tendrás que volver a tu reino —le dije a Caleb cuando nos quedamos solos —no puedes arriesgar a tantas personas, primero que todo deberás arreglar los problemas en tu casa para luego ir detrás de Alelí ¿lo has entendido? —No entiendes nada sobre el amor, Alelí —dijo él, con el ceño fruncido —no me puedo alejar de la princesa como si nada hubiese pasado.
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—Tampoco puedes dejar que tu familia y todos los ciudadanos sufran por tu escape, esto no es una broma, debes manejar la situación de otra forma… no puedes escapar, sino enfrentar el problema. Él abrió la boca para rebatirme, pero luego se quedó en silencio, pensando en mis palabras. —Tu hermanos deben estar preocupados —dije pensando en mi propia situación — te fuiste sin avisar, hace más de un año ¿Cómo estará tu madre? Caleb miró hacia otro lado, nervioso. —No te has dedicado a pensar en ello ¿cierto? Era posible que jamás se hubiese planteado la situación en que se encontraban los demás. Su vida estaba limitada a las páginas escritas en este libro, nunca se salían del guion. —Tienes razón, he estado fuera de casa mucho tiempo. Al pensar en ello, me di cuenta que ni siquiera sabía cuantos días, semanas o quizás…meses, he estado fuera de casa, preocupando a mi familia, solo por no conversarle con tranquilidad a mamá. — ¿No los extrañas? Yo si extraño a mi familia —miré hacia el cielo azul. —Claro que los extraño, pero siento que mi vida está junto a la princesa Alelí. Ese es mi lugar. —Y no lo dudo —dije de inmediato —es solo que lo estás haciendo de la manera incorrecta. Ambos deberían arreglar los problemas en sus reinos y luego unirlos cuando ambos tengan un matrimonio o como sea la tradición en este mundo. Este mundo podía ser en su totalidad de mi abuelo, pero él estaba jugando con la vida de estos personajes, haciéndolos sufrir y martirizarse de forma extrema. Por un momento, pensé que quizás el villano de la historia… era mi abuelo. No pudimos seguir hablando, ya que escuchamos como una carreta se acercaba a nosotros. Emi venía manejándola, con una sonrisa en sus labios. —Mis señores —dijo con un tono solemne —he traído el carruaje para llevarlos al baile.
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Hice una reverencia con delicadeza. —No estoy en mis mejores galas, señor chofer. —Usted está bellísima. No os preocupéis por sus tenidas andrajosas —dijo sonriendo. No pude evitar reír, más cuando noté que Caleb nos observaba con una cara larga de dos metros. Ese chico no tenía sentido del humor. Emi tenía un carácter más parecido al de mi Matías, aunque físicamente no eran nada iguales. —Es mejor que subamos y dejemos de perder el tiempo, les recuerdo que la princesa está adentro con las Brujas —dijo Caleb. Hicimos lo que nos dijo ya que tenía razón. Me escondí junto a Caleb, entre paja y frazadas que nos cubrían. — ¿No irán a sospechar de Emi? —Susurré a Caleb —por su vestimenta. —En las otras Ciudades, además de la mía, también hay… seres como Emi, no es una sorpresa. —Entiendo. La carreta comenzó a moverse. Era incómodo y saltábamos cada cierto segundo, golpeándonos con la madera mientras que el pasto nos pinchaba en la piel. Sin embargo, no nos tomó mucho tiempo antes de llegar a la entrada principal, donde Emi se excusó diciendo que debía entregar el alimento para los caballos, que se había retrasado y que esperaba poder entrar para descargar la carreta en los establos. —No hay problema, pero tienes quince minutos. Con Caleb nos miramos, nerviosos, escondidos en ese lugar y pensando en ¿Cómo buscaríamos a la princesa en quince minutos? No teníamos una respuesta, ni un plan muy claro, pero Emi siguió el camino hacia las caballerizas. Repentinamente me di cuenta que esto se estaba volviendo muy peligroso, sobre todo por el hecho que con la princesa nos veríamos cara a cara. — ¿No crees que debimos traer esas flores que nos hacían invisibles? —pregunté en un susurro.
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—No, si entras haciendo magia, habríamos sido descubiertos de inmediato. Debemos hacerlo tradicionalmente. Nos quedamos quietos, sintiendo como Emi se bajaba de la carreta mientras silbaba, moviendo de un lado a otro algo que sonaba como unas cajas. Repentinamente escuchamos como pasaban varias personas, cubiertas con armaduras. Se podía sentir por el choque de este metal. —No podemos morir —dije mirando a Caleb. —Si es así, será por la princesa. Fruncí el ceño, no me gustaba nada la idea de Caleb. No quería morir en este lugar, menos con alguien que tenía el rostro de Matías pero se comportaba muy diferente. Si Matías hubiese estado aquí, jamás me habría dejado arriesgarme de esta manera. No pude evitar sonreír al imaginarme su cara si supiera todo sobre mi habilidad ¿me extrañaría? Ni siquiera sabía cuantos días llevaba desaparecida en casa. Ahora que lo pensaba bien, era probable que Matías no supiera sobre lo que había pasado. Mis padres no le dirían que había escapado a otro mundo. — ¿Alelí? ¿Qué sucede? —preguntó Caleb, atrayéndome a la realidad. —Nada, solo quiero volver a casa. Él asintió, pero antes de que pudiera decir algo, la frazada sobre nosotros desapareció y quedamos expuestos a la intemperie. Pude notar de inmediato que estábamos en la entrada de las caballerizas. Emi nos miraba con una sonrisa mientras levantaba el gorro de su chaqueta y cubrió parte de su rostro. —Es tiempo de actuar, si comenzamos pronto, antes podremos irnos de acá. Cada uno de los tres tenía una misión diferente en la vida, un nuevo camino que seguir, pero antes de separarnos, debíamos rescatar a lo único que teníamos en común: la princesa. Saltamos de la carreta y pusimos atención a nuestro alrededor.
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—Todos siguen haciendo el trabajo cotidiano. La presencia de la princesa se encuentra a más de veinte metros de altura —dijo Emi, mirando hacia los lados —mientras que las brujas están en los subterráneos, donde se preparan para la lucha. Nos miramos, pensando en cómo actuaríamos. Nuestro plan no estaba muy bien hecho ahora que lo pensaba mejor. —El príncipe Caleb debe frenar a las brujas, es peligroso, pero no hay otra opción — dijo Emi mirándome. Yo no podía ir en contra de las Brujas, ya que no las conocía. Era arriesgado ir como guerrera. —Alelí, se encargara de la princesa, como habíamos acordado. —Entendido —dije asintiendo. —Y yo, bueno, me encargaré de todo distractor que pueda arruinar el plan. Suerte — dijo para luego desaparecer en un segundo. Me giré para ir hacia el castillo y subir hasta donde se encontraba la princesa, pero Caleb me detuvo. —Por favor, no te detengas hasta que ella se encuentra a salvo. —Haré todo lo posible —dije asintiendo. Su mirada me dio lastima. Era cierto que estos personajes no eran humanos, reales de carne y hueso, pero de cierta forma no dejaban de ser importantes. Eran parte de un mundo diferente, tenían sentimientos y preocupaciones. No podía dejar que este mundo se destrozara, por perder a una de sus princesas. —Es un trato, si no nos vemos… fue un gusto —dije ofreciéndole mi mano como despedida, pero él no la aceptó. Se acercó y me dio un abrazo, haciéndome sentir muy pequeña por la desesperación que había en esa despedida. —Eres igual a ella, por favor, tráela de vuelta. —Tranquilo, Caleb —dije dándole unas palmadas en la espalda —todo saldrá bien. No deje que dijera nada más y me aleje de él, corriendo hacia el interior del castillo.
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Cuando ingresé, pude notar que había personas por todas partes, corriendo de un lado a otro, con comida, ropa, leña y otros materiales. Al parecer las Brujas tenían muchos criados, pero todos parecían estar en un ambiente muy diferente al que vi en el castillo real. Si bien todos estaban muy ocupados, se reían, conversaban, iban en parejas o en grupos de amigos. Es por eso que tuve que cambiar mi expresión. Si todos lucían felices, debía comenzar a lucir como ellos y no como una espía que se encontraba dentro de la casa de su enemigo. Noté que los sirvientes llevaban ropas simples, pero muy limpias. Si bien no eran de lujo, no parecían ser andrajos como vi en el pueblo. Gracias al universo que a mi lado había varios abrigos, al parecer dejaban ahí sus ropas de abrigo cuando entraban, ya que tomé uno de ellos, el que tenía gorro para cubrirme. Si no tenía cuidado, provocaría un caos luciendo como la princesa. En este castillo no era fácil perderse, es por eso que cuando encontré la escalera principal, no dude en subirla, teniendo una actitud poco sospechosa y procurando no ser descubierta, no fue difícil poder llegar hasta la torre más alta. Sin embargo, a medida que fui avanzando y pasando entre algunas personas que me encontraba, más sentía que yo no era parte de este mundo… literalmente, era ignorada por los demás. — ¿Hola? —dije a una de las sirvientes, pero ella pasó sin mirarme. ¿Era por qué me encontraba sola y no era parte de la historia? Hasta ahora no había estado con desconocidos a solas. Siempre estuve con Caleb o con mi abuelo Rubén. Quizás si me quedara en este mundo, nadie, fuera de los protagonistas me hablaría si me encontraba sola. —Hola —dije directamente a otra mujer, pero ella pasó por mi lado. Sin poder evitarlo, ya que comenzaba a desesperarme esa situación, tomé a un chico adolescente, por los brazos e hice que me mirara fijamente. — ¿Cuál es tu nombre?
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Él no me contestó. No era un personaje protagonista o secundario, es por eso que su vida no se había desarrollado como se esperaba. No había diálogos para él, no tenía un nombre o un pasado. Me quedó mirando con una sonrisa y esos ojos verdes, brillando. Lo solté y se alejó de mí, sin preocuparse. De todas formas debía ser cautelosa, ya que era probable que aquí se encontraran los personajes que tenía el resto del libro, la parte que aún estaba en manos de mi abuelo y la que yo no había leído. — ¿Cómo se encuentra hoy, princesa? —una voz femenina habló a mi espalda, logrando que me tensara —hoy ha decidido tomar un estilo más lúgubre —continuo diciendo mientras se acercaba a mí. Apareció ante mis ojos una mujer alta, con un vestido de terciopelo rojo oscuro, llevaba sobre su hermosa ropa, una capa parecida a la de las Brujas que nos habían atacado en la pequeña aldea. Es más, ahora que lo pensaba, ese uniforme era muy parecido al de los Magos, pero en una versión más oscura. — ¿Tiene hambre? —ella me sonrió, dejando que sus ojos oscuros me atraparan aún más. Era de piel morena y tenía su cabello oscuro, tenía unos dientes blancos, hermosos. — ¿Se encuentra bien? —Su sonrisa desapareció y dejó de mirarme con una sonrisa, ya que se preocupó de mi silencio —quizás deberíamos ir a tomar un poco de aire al balcón, venga. Me tomó del brazo y me guío hacia una de las puertas, que abrió. El cielo apareció ante nosotras y nos trajo consigo una brisa que desordenó mi cabello e hizo que mi gorro cayera. — ¿Ha tomado una decisión, princesa? —pregunto ella, sin soltar mi brazo —veo que lleva consigo un bolso ¿pretende irse? La mire sorprendida. Parecía muy tranquila mientras decía esas palabras ¿no se suponía que la princesa estaba encarcelada? — ¿Me dejaran ir si así lo deseo? —ella frunció el ceño y luego me miró.
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—Hemos hecho un trato con usted, nosotras respetamos vuestra decisión. Si la trajimos con nosotros fue solo para que viera en qué condiciones se encontraba su pueblo, de cómo somos tratadas injustamente y como diferentes entidades políticas y reales, han manipulado el reino de Ciudad de Ágata, a su regalada gana. Me libere de su brazo y me acerque al balcón. Observe las montañas y me imagine como debía ser el resto de este mundo, lleno de personas que no tenían pasados, que no eran protagonistas de sus propias historias. Era un mundo triste, era cierto que estaba lleno de magia, pero mi abuelo no lo había escrito como correspondía. Cada personaje debía ser importante, debía aportar un grano de arena. Como Saltadores, deberíamos saber que cada persona en un libro, debería tener importancia, por lo menos para que siguiera una vida a su gusto. Mi abuelo había hecho este mundo solo para su entretención cercana. Todo estaba rodeándolo, era un protagonista a pesar de que había establecido a Alelí y Caleb como tal. No era justo… ni tampoco del todo bueno ¿entrar a mundos con mamá solo para destruirlos con la lógica? ¿Mantener a todo este pueblo bajo las reglas de los Reyes y Magos? ¿Evitar que yo tuviera el final del libro solo para aprender una lección, aun cuando mi vida podría correr peligro?... ¿Dejar a su familia para estar encerrado en un mundo de fantasía? No, esto no tenía sentido. Lo iba a solucionar, hasta el último detalle. No dejaría que mi abuelo siguiera manipulando este mundo a su gusto. —Las ayudaré —dije sin mirarla —pero necesito que hagas algo por mí, temo ser descubierta y que nos atrapen antes de tiempo. —Lo que usted desee, princesa. Si está en nuestras manos, lo haremos. Me gire para verla. Por extraño que pareciera, había una sonrisa en sus labios, por un momento pensé que ella me estaba observando directamente a mí, Alelí, no a la princesa. —Necesito que tomen prestado el libro de mi abuelo, es la mitad de este —rebusqué en el bolso y se lo mostré —no puedo hacerlo con el collar, porque seré descubierta, atraeré a todos los guardias, pero si lo hacen ustedes, todo saldrá bien. Ella frunció el ceño, sin entender. Observo detenidamente el collar.
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— ¿Qué tiene de importante ese libro, majestad? —La solución a todos nuestros problemas, pero debes traerlo hasta mí. Necesito unirlo con esta mitad. Ella asintió, seriamente. — ¿Puedes hacerme un favor? —Pregunte, apoyándome del borde del muro — ¿me ayudarías a llegar hasta mi habitación? Estoy un poco mareada. —No hay problema…princesa. Ella me tomó del brazo y me ayudó a caminar. Yo no tenía la menor idea de donde se encontraba los aposentos de la princesa, pero esta mujer me llevaría hasta ese lugar. Cuando nos estábamos acercando directamente a una puerta, supuse que se trataba de la habitación donde descansaba la princesa. Me quede atenta, esperando que no se abriera y apareciera ella… pero fue en ese momento que la Bruja sin nombre, aprovechó mi distracción para quitarme la mitad del libro mientras me empujaba hasta el interior de la habitación. Me tomo unos segundos orientarme en tiempo y espacio, pero al hacerlo, pude ver donde se encontraba la Bruja, mirándome con el ceño fruncido mientras sostenía mi parte del libro. Mientras que al otro lado, donde había una cama simple pero cómoda, se encontraba la princesa, quien estaba sentada, mirándome sorprendida. —Princesa Alelí —dije sin poder contenerme. — ¿Quién es esta impostora, Silver? —preguntó dirigiéndose hacia la Bruja.
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Capítulo 14 E
narqué una ceja, por el tono que usó la princesa, no me agradó para nada. Luego
me di cuenta que tenía lógica su conducta. —Esto lo aclaremos de inmediato —dijo la Bruja llamada Silver. La mujer de tez oscura abrió el libro y comenzó a leerlo. Pude sentir como mi estómago se apretaba ante la expectativa de lo que podría pasar. —Era una primavera eterna, sin fin, que lograba mantener la Ciudad de Ágata embellecida por la cantidad de flores, pero sin una princesa, nada de esto tendría… Lo primero que sucedió fue que el libro se cayó de sus manos, luego levantó la vista. Tenía una expresión de pánico, abrió la boca para gritar, pero la voz no llegó jamás. Su piel oscura se fue volviendo gris, a tal punto que luego sus ojos ya no tenían vida… y el viento que se coló por las grandes ventanas, hicieron que su cuerpo de ceniza se deshiciera en cientos de fragmentos, dejando solo su ropa como única prueba de su existencia. —No… no —escuché como un susurro. La princesa iba a caer en una crisis de pánico. Corrí hacia la puerta, la cerré con seguro y luego tomé el libro que estaba en el suelo y lo guardé en mi bolso. Recién en ese momento me dedique a mirar a la princesa. Estaba con un vestido blanco de verano, parecía ser un pijama, pero le quedaba muy bien. Llevaba su cabello oscuro suelto y lo tenía de mi color. Éramos dos gotas de agua. —No grites, por favor… esto tiene una justificación. —Silver —susurró ella, incrédula —ella se comportó más como una madre que como una encarceladora. Era extraño verme en sus zapatos, si nos poníamos de frente y teniendo la misma ropa, no seriamos más que el reflejo de la otra.
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—Técnicamente tu madre es tan fría que incluso tu secuestrador parecería ser un ángel. Ahora tienes que escucharme. —No entiendes, Impostora —dijo sin mirarme y dándome un nuevo apodo —Silver era la Guía Ancestral entre las Brujas, era justa y deseaba ayudar al pueblo, en cambio… quien le sigue si es que fallece, es una Bruja malvada, realmente mala, solo quiere poder y acabar con los Magos. Cubrí mi rostro con ambas manos. Todos parecía estar pidiéndome ayuda para solucionar sus problemas, pero esto debía llegar a su fin o sino jamás me podría largar de este mundo. —Eres la princesa de esta Ciudad, la heredera al trono ¿crees que no podrás arreglar estos problemas? —Sigo pensando en que no me casaré con el heredero de Ciudad de Tristán, he aprendido lo que sucede en mi pueblo y deseo arreglarlo, nada más. Puedo hacerlo sola. Me miro de forma altanera, como si la hubiese insultado. Aun así, no dejaba de mirarme, de forma nerviosa, por ser igual a ella. —Como sea, tienes el poder para darle a tu pueblo lo que necesita. Deberás comportarte de forma objetiva, sin tomar un bando entre Brujas o Magos, no puedes hacerlo. Deberás solucionar esto integrando un grupo con otro. Ella asintió, pero me miró con desconfianza. —Para eso debes volver a tu castillo. Antes que ella pudiera decir algo, la puerta de la habitación se abrió, dejando ante nosotras a Caleb y Emi. —Tenemos un par de minutos, he encerrado a las Brujas en su sala de entrenamiento —dijo Caleb, mirándome. —Y yo he traído ropa para poder camuflarnos y salir de acá —Emi levanto los brazos con diferentes prendas. Tanto Emi como yo, nos quedamos en silencio. Este era el momento que estaba esperando hace mucho tiempo, el reencuentro de los príncipes.
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— ¿Caleb? —Preguntó ella sorprendida, mirando al príncipe y a mi intercaladamente — ¿Qué haces con ella? Debes saber que es una impostora, yo… —Ella es de otro mundo, si estamos aquí es para llevarte a casa… aquí estas en peligro, debes volver al trono —respondió Caleb mientras se acercaba a ella. Fue extraño ver como él tomaba sus manos o acariciaba su rostro. Técnicamente era Matías quien estaba haciendo eso con alguien que era idéntico a mí… y lucía tan normal como si ellos hubiesen estado destinados para estar juntos desde mucho antes. —Siento no haberte dicho la verdad —dijo ella, mientras sus ojos se llenaban de lágrimas —pero debía escapar rápidamente antes que llegara el príncipe. No podría aceptarlo… Bien, aceptémoslo, esta Alelí, la princesa, era una llorona y un tanto cursi. —Alelí, debemos conversar un minuto. Caleb nos miró, dándonos una indirecta bien directa para salir de la habitación y dejarlos solos. Con Emi salimos, nos quedamos resguardando la puerta. —Él deberá volver a Ciudad de Tristán —dijo Emi, mirando hacia el horizonte, pensativo —pero ama a la princesa, no es justo. —Cada uno debe arreglar otros problemas antes de estar juntos —dije de inmediato, deseando que el tiempo pasara con rapidez, de esa forma saldríamos de acá. —Quiero que él sea feliz, sé que el príncipe se preocupa mucho por mi… he sido uno de sus pocos amigos. — ¿Por qué me dices esto? —me estaba comenzando a preocupar. —Soy un robot, un androide que pretende ser humano. He crecido a medida que me he adaptado a este mundo. Pretendo creer que no sé nada al respecto porque en sí, es el príncipe quien se niega a decirme la verdad. No soy idiota, supe lo que sucedía desde un comienzo. —Emi… —dije llevando mi mano a la boca. —Caleb no es bueno aceptando ciertas verdades y si te digo esto… es porque no debes decir la verdad de este mundo, Alelí.
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Lo mire con los ojos bien abiertos, sorprendida por sus palabras. Me quede muda, solo pude quedarme escuchando lo que decía. —Cuando se quedaron dormidos la noche pasada, busque lo que había en tu bolso, pensando que podías ser una impostora y que estabas planeando matarnos. Leí el libro por completo hasta el final, que es la mitad de la historia ¿no? ¿Por eso estás aquí? Necesitas unirlos para volver de dónde vienes. No podía creer que estuviera escuchando esto de su boca. Me miraba con sus ojos azules y una sonrisa triste. —Tu vienes del mundo donde crearon esta realidad ¿no es así? Asentí, sin poder formular palabras. — ¿Y haces esto para volver? —Sí, pero debes saber que ustedes han sido tan agradables, que no me puedo ir sin dejar algunas soluciones… podría haber tenido el final solo deseándolo, pero aquí estoy. Emi sonrió, la tristeza de sus ojos fue desapareciendo. —Entonces tú nos haces reales ¿no? Tú puedes cambiar la historia y darnos otras características, me podrías hacer incluso humano. Lo mire sorprendida. — ¿Quieres ser humano? Eres perfecto tal como eres, no tienes un corazón que late, pero aun así sientes y tienes emociones ¿eso no te hace humano? Nos quedamos en silencio unos segundos, podíamos escuchar como hablaban al otro lado de la puerta. —Tienes que volver a tu mundo —dijo él, más serio —debes volver y escribir para nosotros. Si mi teoría es correcta, nuestra historia no es más que un ciclo, algo que se repite una y otra vez cuando alguien nos lee ¿no es así? No podía creer lo que estaba escuchando. — ¿Por qué no has desaparecido después de leer el libro? ¿Después de saber la verdad? Él sonrió de nuevo, pero esta vez orgulloso de su capacidad.
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—Yo ya he tenido una verdad que superar, una que determina mi existencia… además no soy de carne y hueso como los demás. La desesperación y el pánico no me consumen… no me puedo volver en cenizas, Alelí. Iba a decir algo, pero la puerta se abrió, dejando ante nosotros una princesa furiosa. Ella se encontraba con sus mejillas sonrojadas y sus ojos rojos, debido a las lágrimas. —Me han explicado todo, debemos salir de acá… tanto para que el príncipe Caleb vuelva a su reino y para que tú, Alelí —dijo susurrando —vuelvas a casa. Debemos poner las cosas en orden, no puedo creer que mi madre ni siquiera ha detenido sus tareas para buscarme. La mire sorprendida, al parecer se había decidido por nosotros. Sin embargo, pude notar que a varios metros de distancia se encontraba Caleb, con una mejilla marcada por la bofetada que de seguro le dio la princesa. — ¿Caleb? —pregunté confundida, pero él esquivó mi mirada. Ninguno pudo seguir concentrado en el conflicto amoroso de los príncipes, ya que un grito desesperado llegó a nosotros desde las afueras del castillo. — ¡Mecanoides! ¡Huyan! Los cuatro nos miramos, yo principalmente para que me explicaran lo que estaba sucediendo. Fue Emi quien habló y aclaró el escenario. —Se han enterado de que el príncipe está aquí, tenían guardias por toda la frontera, ahora han de creer que el príncipe ha sido secuestrado por la Ciudad de Ágata. —Debemos escapar, Caleb se encargará de llevar a la princesa al reino y luego volverá a su propio castillo y aclarará todo —dije tranquilizándome. —Esto es tu culpa, si los reinos caen en guerra —dijo la princesa, mirando con furia a Caleb —todo será tu responsabilidad, por ese acto tan infantil y lleno de mentiras que has cometido ¿crear un conflicto real solo porque me viste una vez, Caleb? Estás loco. —Eso fue hace más de un año, ya nos conocemos y no puedes negar que sientes lo mismo por mí. Con Emi nos miramos sorprendidos, de seguro ninguno de los dos esperaba aquella reacción en la princesa, pero como fuera, no era el lugar ni el momento.
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—No tengo idea de que Mecanoides hablan afuera —dije interrumpiendo la discusión de enamorados —pero debemos largarnos de aquí ¿entendido? Mi corazón estaba latiendo con fuerza, si Caleb y Alelí no quedaban juntos, no podría volver a casa. —Es cierto, debemos salir de aquí —dijo Caleb, corriendo hasta donde nos encontrábamos. —Princesa —dije llamando su atención, ya que no dejaba de mirar al príncipe — debes saber algún camino o algo que nos ayude a salir de acá. —Primero que todo, devuelve lo que es mío —dijo mirando mi collar….bueno, en realidad era suyo. —Lo siento —dije sacándolo y ofreciéndolo a su dueña. La princesa lo tomó con brusquedad y se lo puso. Cerró sus ojos e inmediatamente apareció una puerta en el piso, la abrió y una escalera apareció como único recurso para bajar de esta torre. —Movámonos de una buena vez. Nadie dudó ante su mandato, creo que todo su lado real había salido a la luz ahora. Corrimos a través de la escalera, Emi me ayudaba a no caer ya que era una bajada muy pronunciada, mientras que la princesa bajaba sola, sin apoyarse de nada. No pronunciamos palabra alguna mientras bajamos, estábamos concentrados en escapar. Sin embargo cuando abrimos la puerta que nos daba a la salida del castillo, nos encontramos en el centro del jardín principal, donde se estaba llevando a cabo… una batalla. Había cientos de Mecanoides humanos, de lata y ojos de luz roja, luchando con los sirvientes, guerreros y Brujas que ahí se encontraban. —No hay otra solución —dijo la princesa, quien cerró sus ojos e hizo aparecer un arsenal de armas ante nuestros ojos. No dude en tomar una espada, había llegado el tiempo de luchar… para volver a casa.
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Capítulo 15 R
ecuerdo que había cumplido diez años hacía poco más de una semana cuando
ingresé a un libro de caballeros y doncellas. Si bien el libro en sí, no era el mejor que había leído, era sin dudas unos de mis favoritos debido a todas las habilidades que aprendí. El manejo de una espada no era mi fuerte, pero tampoco era mi debilidad. Sabía manejar bien aquella arma debido a Sir Lancelot, quien me había enseñado todos los trucos habidos y por haber ante el manejo de una espada. Es por ello y gracias a sus enseñanzas que no tuve problemas al momento de luchar. Cuando avanzamos con los príncipes y Emi, no nos tomó mucho tiempo estar rodeados de varios seres mecánicos, que tenían su rostro humanoide muy bien formado, pero eran de un material mucho más resistente que la carne y los huesos. Sus articulaciones eran notorias y estaban formadas por tuercas y metal. Tenían una mirada iluminada, roja y brillante, nos miraban sedientos de venganza. Caleb fue el primero en ser atrapado, ya que él era su objetivo. Debían llevarlo a casa, sin embargo, con Emi y la princesa, nos encargamos de liberarlo de las manos mecánicas. Desde ese momento formamos un grupo imparable. Me sorprendió que la princesa supiera luchar, manejaba un látigo de metal, el cual atrapaba los cuellos de los mecanoides y los arrancaba de su estructura original. Era muy buena y su arma, imparable. — ¡A tu derecha! —me gritó Emi en un momento. No dude en girarme y atravesar con mi espada la articulación que tenía el robot al nivel de su cadera. Su cuerpo de metal se separó en dos y dejó de funcionar. Eran rápidos y mortales, no podíamos estar desprevenidos por mucho tiempo. — ¡Alelí! —dijo Emi, mirándome preocupado. Pude notar que detrás de él venían dos Mecanoides directo a matarlo.
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Corrí con toda las fuerzas que podía y le indiqué a Emi que juntara sus manos al nivel de sus rodillas. No me costó mucho poder usar ese soporte para impulsarme sobre Emi ya que él también me ayudó a elevarme un par de metros para luego atravesar a los Mecanoides con mi espada. Emi me recogió entre sus brazos para evitar que cayera sobre el duro suelo. Nos separamos al segundo después para seguir luchando contra los Mecanoides. Caleb también tenía una espada, era más larga que la mía y la manejaba de forma maravillosa. Se movía rápidamente e iba atravesando a los Mecanoides que no se atrevían a atacarlo. Debían llevarlo sano y a salvo. Sin embargo, mientras observaba como luchaban y de paso me defendía de los agresores que venían con sed de venganza y por Caleb, me distraje. Mi mirada se centró en las Brujas, quienes siempre iban en tríos, logrando crear una defensa única con los destellos que salían de sus manos y con palabras que eran extrañas para mis oídos. Sus hechizos iban desarmando a los Mecanoides, pero eran tantos que cuando eliminabas a uno, aparecían dos más. Era una lucha sin fin.
Mientras avanzábamos y eliminábamos a los Mecanoides, que estaban hechos a base de una tecnología única de este mundo, un grito desesperado detuvo el mundo por un segundo. Una Bruja salió del castillo principal y miró hacia todos lados en busca de alguien que no iba a encontrar. Su grito fue tan grande y tan fino, que hizo que nos detuviéramos. — ¡Silver ha sido asesinada! Solo fue un segundo, los Mecanoides siguieron luchando. Las Brujas no tuvieron problemas en identificar a los espías y comenzaron a venir por nosotros. Éramos los únicos extraños, lo suficientemente sospechosos como para haber acabado con la matriarca de las Brujas. — ¡Asesinos! —gritaron hacia nosotros.
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Los príncipes se miraron por una fracción de segundo, había miedo en sus ojos y era justificado. Una cosa era luchar contra los Mecanoides, pero otra muy diferente era agregar a nuestros enemigos, decenas de Brujas. —Tenemos que escapar de aquí —dijo Caleb, mirando hacia alrededor, notando que nuestro final estaba próximo. Me era imposible creer que iba a morir en un libro, era un hecho inimaginable, pero aquí estaba, rodeada de personas que querían acabar conmigo y con mis compañeros. Todo el mundo comenzó a verse en cámara lenta mientras el miedo comenzaba a atacarme. En lo único que pude pensar, fue en mi madre, mientras me leía y me decía que debía tener cuidado al momento de entrar a un mundo literario. “No te expongas, solo observa, no te involucres, solo sé testigo de un nuevo mundo” Sus palabras se repetían una y otra vez en mi cabeza ¿Cuántas veces ella se había expuesto cuando saltaba entre libros? —Alelí —susurró Emi a mi lado. Por un momento pensé que estaba preocupado por la princesa, pero cuando note su mirada de terror, me di cuenta que algo estaba pasando directamente conmigo. Fue ahí cuando desperté de mi ensoñación y noté que las miradas de odio iban dirigidas especialmente a mí. Las Brujas no buscaban a los príncipes, como tampoco a Emi, sus sospechas estaban justificadas y eran reales. Yo había eliminado a Silver, ella había tomado mi libro y lo había leído. La verdad había acabado con ella, pero en definitivo, había sido mi culpa. Yo me había involucrado en esta historia como en ninguna otra. Jamás había participado directamente en las tramas de los libros, no había conocido de forma tan cercana a los protagonistas, ni había estado involucrada con el final de un mundo literario. Aquello había sido mi perdición y mi salvación. Cuando noté lo que a Emi le preocupaba, era demasiado tarde. Las manos de las Brujas estaban dirigidas hacia mí, mientras que los Mecanoides tomaban en sus manos a
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Caleb y a la princesa. Miré a Emi, esperando que él fuera a ayudarlos, pero lo único que hizo, fue correr hacia mí. Fue en ese preciso segundo que el mundo comenzó a colapsar, el suelo comenzó a moverse y los edificios a temblar. Nuestro equilibrio desapareció mientras un terremoto se llevaba a cabo. Sin embargo, eso no detuvo a las Brujas y mientras ellas enviaban su magia para acabar conmigo, a través de unas estelas azules que escapaban de sus manos, Emi llego a protegerme. Sus brazos me rodearon y protegieron de todas las estelas de luz que llegaban por parte de las Brujas. Pude sentir como su cuerpo de metal y piel artificial, comenzaba a calentarse. Lo mire espantada mientras su rostro se sonrojaba cada vez más debido al ataque que estaba sufriendo. —Un final alternativo —dijo mientras su piel comenzaba a derretirse —tu eres… la única que puede ayudarnos. Esas fueron sus últimas palabras, ya que me soltó con brusquedad de su abrazo protector. Me dejó caer al suelo que comenzaba a quebrajarse por el imparable terremoto que nos estaba atacando. El mundo estaba colapsando. — ¡Emi! —Gritó desesperado Caleb. Yo no pude decir nada, solo mire en estado catatónico a Emi, quien abrió sus brazos por completo y miró hacia el cielo azul. Las estelas de luz que no paraban de salir desde las manos de las Brujas, comenzaban a dañarlo tanto, que de su boca, ojos y extremidades, empezó a salir una luz azul. Él gritó mientras la vida se iba de sus ojos. —No —susurré, sin poder creer lo que había provocado. Trate de ponerme de pie para poder ayudar a Emi, pero fue inútil, su cuerpo explotó en cientos de pedazos. Miles de piezas de metal se expandieron por todo el lugar, atravesando todo lo que se interponía a su lado. Caí al suelo para protegerme mientras observaba como los Mecanoides comenzaban a caer por el daño que les provocaba las piezas de Emi, que estaban llenas de magia por parte de las Brujas. Ellas se refugiaron en un escudo protector, en el cual también incluyeron a los príncipes, pero no a mí.
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La explosión no paraba y varias piezas rozaron mi cuerpo de tal forma que pude ver como unas gotas de sangres caían al suelo, pero ninguna me dio en una parte vital de mi cuerpo. Me puse de pie nuevamente mientras el mundo se destrozaba. Una parte del castillo comenzó a desmoronarse, logrando que el ladrillo que caía, asustara a las Brujas y las alejaran de mí por unos minutos. Todo era caos, mi espada estaba a varios metros de distancia y me era imposible ir por ella debido a las piezas que seguían viajando a toda velocidad desde el cuerpo de Emi. — ¡Basta! —grité con todas mis fuerzas, sin saber qué hacer, sintiendo como las lágrimas caían por mis mejillas. Emi, él había dado su vida por mí, para darle una mejor existencia a este mundo lleno de problemas. Mi corazón latía con fuerza por el miedo y la desesperación, pero mientras estaba en esa crisis de pánico, las palabras de Emi llegaron a mi mente. “Un final alternativo…” ¿Un final diferente al actual? ¿Es que siempre había sido este el objetivo de mi abuelo? ¿Crear un mundo lleno de caos y con un final desgarrador? ¿Me había enviado a luchar contra lo imparable? ¿Era este libro una tragedia griega? El mundo comenzaba a quebrajarse, su cielo comenzaba a oscurecerse y los gritos no dejaban de escucharse. Las personas a mi alrededor estaban deformándose y desapareciendo. Cuando giré hacia atrás pude ver que los príncipes seguían intactos, pero me miraban asustados. Este no era un final correcto, pero no estaba fuera de los márgenes establecidos. Mi abuelo quería el fin de esta pareja. —Rubén… —susurre su nombre, como si de esa forma pudiera escuchar y entender que había descubiertos sus deseos. En esta historia no había un villano establecido, tanto los Magos como las Brujas eran víctimas del contexto de la historia. La madre de la Princesa, si bien era una amargada y una apática, no le hizo daño a su hija. El verdadero villano de esta historia, era su creador. Mi abuelo Rubén.
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Mis pensamientos quedaron detenidos por el remezón de la tierra, que fue tal, que me hizo caer al suelo. Me quede sobre la tierra, de tal forma que mi mirada llegó directamente a la parte más alta del castillo, donde se encontraba una silueta negra. Después de un segundo, pude ver claramente que era mi abuelo. Su sonrisa confirmó todas mis sospechas… él miedo que me invadió fue superior a todo lo que había sentido en mi vida. Él era una persona real, malvada y egoísta. Rubén levantó su mano y sin más, lanzó un objeto hacia el vacío. No me costó descifrar que se trataba de la otra mitad del libro. Del final. —Eres el peor villano —dije mirándolo, segura de que me podía escuchar. Una escalofriante sonrisa apareció en su rostro antes de desparecer.
No pude detenerme a pensar en los detalles, solo mire hacia donde había caído el libro. Pude ubicarlo sobre el heno acumulado, cerca de las caballerizas. Me puse de pie y corrí hacia el mientras los escombros comenzaban a caer, mientras el mundo se caía a pedazos, mientras el cielo se partía sobre mi cabeza. No miré a los príncipes, no me concentre en nada más que en ese libro. Se lo debía a Emi. Cuando lo tuve entre mis manos y lo uní con la otra mitad, me dediqué a leer solo el final del libro. —El caos y la desesperación abordó a todo el mundo, las Ciudades se enemistaron y empezaron a luchar entre ellas por la muerte cruel e injusta que habían sufrido los príncipes enamorados. Cuando levanté la mirada, pude ver como el cuerpo de Caleb convulsionaba, su mirada de terror y pánico me dejó helada. — ¡Caleb! —gritó la princesa, soltándose de sus opresores y corriendo hacia donde estaba su príncipe. Ambos cayeron al suelo, ella dejo que Caleb se recostara en su regazo mientras lo rodeaba con sus brazos y lo llamaba a gritos. —No —susurre —no puede terminar así.
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El mundo comenzó a perder su color y su magia, las personas comenzaban a desparecer mientras todo se volvía color blanco, sumergiéndome en una nueva dimensión, llena de destrucción. Había perdido a mis amigos, había logrado la destrucción de su mundo y ahora, solo estaba rodeada de la nada. — ¡Ayuda! —Grité cuando ya no quedaba rastro de Ciudad de Ágata — ¡Ayuda! Pasaron unos minutos de total silencio, donde solo podía sentir y escuchar el latido desbocado de mi corazón. Sin embargo, el sonido de unos pasos comenzó a hacerse más audibles. Tomé con fuerza el libro completo entre mis manos, apoyándolo contra mi pecho. Estaba asustada, perdida en esta dimensión desconocida, separada de mis amigos y compañeros. —Espero que esto te sirva de experiencia, Alelí —dijo una voz conocida. Me gire para encontrarme cara a cara con él. Mi abuelo vestía elegantemente con un traje gris. Lucia incluso más joven, me miraba de forma arrogante. —Debes entender que si escape del mundo real, fue porque no quiero tener contacto alguno con él. No podía creer lo que estaba escuchando. —No quiero que vuelvas a entrar a este mundo. —Tú nunca nos has querido —susurré, sorprendida por sus palabras. —Claro que los quiero, pero amo este mundo, me encanta tener el poder completo de todas estas personas. —Eres malvado, no has hecho nada más que mal. Él sonrió y luego comenzó a reír mientras se acercaba. —No sé porque te comportas de esta manera, Alelí, sabes que una buena historia no es lo suficientemente buena hasta que tiene un villano memorable. No lo podía controlar, las lágrimas estaban recorriendo mis mejillas. No podía creer en lo que se había convertido mi abuelo, era un monstruo.
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—Ahora has leído el final, volverás a tu casa sana y a salvo. No tomarás en tus manos ese libro, nunca más. — ¿Qué ha sucedido con mis amigos? —pregunté, sin hacer caso a sus palabras. Él frunció el ceño, cruzando sus brazos y mirándome con altanería. —Han tenido el final que has visto, si bien no ha sido de forma que yo deseé, es una alternativa parecida —se acercó hasta quedar a unos centímetros de distancia —Necesito esto… Me arrebato el final de la historia. —Solo te quedan unos segundos antes de volver con la familia, Alelí. Debes entender que no quiero que vuelvas aquí, para eso debo quitarte el final del libro ¿Entendido? Estaba sin palabras, solo pude asentir. Mis piernas comenzaron a temblar, al igual que mis brazos. Aquella sensación que tenía al viajar entre los libros, estaba regresando. —Sin un final, no puedes volver. Adiós. Con las lágrimas corriendo por mi cara, susurré. —Eres parte de este mundo imaginario —dije mientras sentía que pronto iba a desaparecer, para volver a casa —el libro que tienes, está incompleto —susurré, aferrándome a mi mitad —cuando vuelva a mi mundo, solo yo tendré la historia original, tu solo te quedaras con un agrio final. El frunció el ceño, sin entenderme. —Estás atrapado aquí —dije levantando la voz —y yo tengo cientos de posibilidades para este libro. No pude evitar sonreír. Técnicamente esta era la idea de Emi, quien me había dicho que creara un final alternativo. Ya sabía cómo salvar a mis amigos. —Nunca le diré a la familia de tu existencia —dije antes de desaparecer. Pude ver la decepción en su rostro, incluso quiso alcanzarme para detenerme, pero ya era demasiado tarde. No era parte del mundo que él dominaba… Finalmente, era libre.
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Epilogo. C
uando mi cuerpo atravesó los múltiples colores e imágenes, sentí un extraño vacío
en mi estómago. Fue una sensación agradable, conocida… familiar. Solo duró unos segundos, ya que repentinamente quede sentada en una superficie dura. Abrí mis ojos y pude notar que no me encontraba en casa o en mi habitación, sino que estaba en la biblioteca del colegio, lo que no era extraño, mi cerebro estaba condicionado a utilizar este lugar como retorno de mis viajes. Era de noche y estaba por completo, sola. Por un momento me quede pensativa, mirando a mí alrededor, sin poder creer que había vuelto a la realidad. Estaba feliz por haber terminado el libro, pero no podía detener el llanto que me abrumaba. Había perdido a mis amigos y sus planes, los había defraudado, ya que el dolor que habían vivido, no sería reemplazado jamás por una nueva vivencia… no lo seria si lograba mi cometido para que tuvieran una existencia real o principalmente, para traer a la vida a Emi. Deseaba volver de inmediato a casa, pero había otras prioridades, como esta. Prendí una lámpara pequeña de los escritorios principales y me senté en la cómoda silla de la bibliotecaria. Saqué un lápiz de mi bolso y comencé a escribir la continuación del libro, desde la mitad que yo tenía. Relaté específicamente lo que habíamos vivido hasta el minuto donde Emi ofreció su vida para ayudarme. —Confió en que funcione —susurré. Comencé a escribir el final alternativo, uno que diera libertad a los personajes y a sus Ciudades. Un nuevo mundo que recorrer, uno donde mi abuelo no tuviera poder. No me detuve hasta que llegó el amanecer. Los primeros rayos del sol llegaron a la biblioteca, avisándome de que era hora de partir. Pude notar gracias al reloj de escritorio,
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que también marcaba la fecha, que estuve desaparecida por dos semanas. Era hora de regresar. Salí de la biblioteca por la puerta principal ya que pronto comenzarían las clases. Corrí y me escapé sin ser vista. Ahora iría directamente a reencontrarme con mi familia, extrañaba como nunca a mi mamá. Necesitaba que me explicara cientos de cosas sobre saltar entre libros. Además estaba el hecho de visitar a Matías, era ahora de contarle la verdad sobre mi vida. Era mi mejor amigo, no podía tener secretos con él. Miré hacia la ventana del bus, presionando el libro y sus nuevas hojas contra mis piernas, como si de esa forma pudiera ayudar a que el libro siguiera un nuevo camino. ¿Podría lograr que los príncipes aprendieran lo necesario para gobernar sus Ciudades? No tenía la menor idea, no era el momento para entrar de nuevo a un nuevo mundo, menos cuando antes, quería demostrarle a Matías lo que podía llegar a hacer. ¿Era posible entrar a un mundo con otra persona? ¡Ah! Tenía tantas dudas, que deseaba ver pronto a mamá, para abrazarla y pedirle disculpas por mi comportamiento. Miré el libro, sonriendo y esperando que mis planes hubiesen funcionado. — ¿Este es el fin?
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