Conexión Humana - Boletín 27

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Conexión Humana Boletín N° 27

Ser padres, rol que potencia el desarrollo humano de nuestros hijos


Los padres de familia y cuidadores somos el primer referente para los niños, niñas y adolescentes. De nosotros conocen la historia de la familia, los roles que cada uno cumple en ella, el lenguaje, los hábitos y la importancia que se le deben dar a las personas, objetos o situaciones. Además, se aprenden las maneras de relacionarnos, las visiones del mundo, inclinaciones y gustos. No se nos puede olvidar que "la palabra enseña, pero el ejemplo arrastra", porque ellos imitan nuestra forma de actuar, de hablar, de expresar nuestras emociones y resolver problemas. Ellos reflejan la situación que viven en el hogar; por consiguiente, los adultos representativos juegan un papel fundamental en la formación de los menores y por ello, es importante definir un estilo de crianza que potencialice su desarrollo. Todos tenemos sueños y expectativas puestas en nuestros hijos: Queremos verlos crecer como personas justas, responsables, afectuosas, consideradas, felices, que logren sus metas y sean útiles para la sociedad. Si bien la crianza es un proceso en el cual se aprende todos los días y no hay una única forma para hacerlo, eso no quiere decir que se pueda formar a una persona de cualquier manera. Hay unas necesidades fundamentales que se deben suplir en los menores de la mejor forma posible, para garantizar que sus capacidades y habilidades logren su máximo potencial. Algunas de estas necesidades son nutricionales, sueño y descanso, tiempo de ocio, seguridad y protección, afecto, entendimiento, reconocimiento, respeto, aprendizaje y aceptación.


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En este sentido, las pautas de crianza se definen como esos acuerdos y estrategias que se establecen entre los cuidadores para orientar y formar a los menores, garantizando su desarrollo integral. Para esto es indispensable fomentar el sentido de pertenencia, la honestidad, la disciplina, la responsabilidad, la toma de decisiones, la creación de hábitos saludables y el respeto consigo mismo y por los demás, de tal manera que ayude a la construcción de la autonomía, el autoconcepto, la autoimagen y la autoestima, que cimientan una personalidad orientada a la creación y el sostenimiento del lazo social en beneficio común y propio. ¿Qué debemos tener en cuenta para formar a nuestros hijos? 1. Los roles en el proceso de crianza: Cada uno de los miembros de la familia asume un papel con el que se relaciona en el hogar. Nuestro rol como padres es el de orientar, enseñar valores, establecer hábitos, normas y límites. De igual manera, se busca estrechar los vínculos afectivos para que los niños, niñas y adolescentes se reconozcan como personas amadas, comprendidas y escuchadas desde el respeto y la búsqueda de alternativas para poder ser cada vez mejores. 2. Tener claro un estilo de crianza: Si bien no hay una sola forma de educar, sí es posible hacerlo sin ir a los extremos, y para ello debemos reconocer el estilo de crianza que hemos adoptado y evaluar en qué debemos mejorar:


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a. Estilo permisivo: Tiene dificultades para hacer cumplir las normas, los límites y los hábitos que desearían ver materializados en los comportamientos de los menores. Presenta un alto nivel afectivo y un bajo nivel de control. No se establecen reglas claras, estables y coherentes entre los cuidadores. En este estilo, los niños, niñas y adolescentes suelen mostrarse inseguros, tienen dificultades para seguir normas e instrucciones y para regular sus emociones. b. Estilo autoritario: Tiene un alto nivel de disciplina y control. No suele ser flexible con las normas y tampoco se abre al diálogo o la negociación; suele emplear el castigo como estrategia para solucionar los problemas. En este caso, los niños, las niñas y los adolescentes suelen desarrollar sentimientos de culpa por no cumplir con las expectativas de los padres y también pueden mostrarse desafiantes. Se les dificulta resolver asertivamente los problemas. c. Estilo sobreprotector: Los cuidadores se involucran constantemente en el desempeño y la toma de decisiones de los menores y no les dan espacio suficiente para desarrollarse y explorar sus habilidades. En este caso, los niños, las niñas y los adolescentes suelen sentirse inseguros, ansiosos o muestran un alto grado de dependencia emocional; además, suelen tener dificultades para tomar decisiones y resolver conflictos. d. Estilo negociador: Favorece los espacios de comunicación y escucha; emplea el diálogo para facilitar el desahogo y la regulación emocional, así como la toma de decisiones informada y la resolución


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de conflictos. Tiene en cuenta las apreciaciones de los menores, pero sin perder de vista los hábitos, normas y límites que deben mediar la sana convivencia para el cumplimento de las responsabilidades de los diferentes miembros del hogar, según sus edades y capacidades. Por parte de los cuidadores, existe una exigencia con amor, donde ellos mismos son ejemplo de comportamiento, estableciendo pautas claras, estables y coherentes donde se enseña sobre las consecuencias que traen nuestros actos y se busca que cada uno asuma sus responsabilidades frente a los mismos. 3. Establecer hábitos, normas y límites para la sana convivencia familiar: Se deben fijar reglas claras al interior del hogar que sean aceptadas y compartidas por los cuidadores, y cumplidas tanto por los adultos significativos como por los hijos; es decir, si exigimos a los menores que se comporten de cierta manera, nosotros como padres o cuidadores debemos mostrar coherencia entre lo que pensamos, decimos y actuamos. Por ello, también es importante que las personas involucradas en la crianza de los niños, las niñas y los adolescentes no se contradigan y mucho menos frente a ellos. Para facilitar la convivencia, el estilo de crianza negociador es el más indicado. 4. Ejercer una autoridad positiva: Para mantener el orden en nuestra familia es necesario hacer cumplir las normas que establecemos en el hogar, emplear una autoridad firme, basada en la comunicación y el afecto, para ayudarles a nuestros hijos a anticiparse a las consecuencias de sus actos y buscar ayuda cuando lo necesiten, sintiéndose amados, aceptados y respetados. Todo ello favorece la autonomía, la confianza y la toma de decisiones responsable.


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Es importante tener claro que la crianza es una responsabilidad compartida, en donde las personas involucradas deben aprender a apoyarse y trabajar en equipo. Esto también implica aprender a resolver nuestras diferencias como cuidadores sin involucrar a nuestros hijos. 5.Comunicación y afecto: Sentirse amado y aceptado es un motor que nos impulsa a querer ser mejores cada vez; por eso, demostrar amor a nuestros niños, niñas y adolescentes es fundamental. Esto lo logramos creando espacios para hablar y compartir experiencias en todo momento, y no solo en tiempos de tensión. Los vínculos de aceptación y confianza se crean en la cotidianidad, en ser parte de sus vidas en situaciones alegres, de calma, de esparcimiento y también de conflicto, entendiendo estos últimos como una posibilidad de aprendizaje y mejora. Dialogar es una forma de generar confianza y recordarles a nuestros hijos que pueden contar con nosotros; es un espacio para escucharlos, compartir opiniones, buscar estrategias para tomar decisiones, solucionar problemas y reconocer que los errores también hacen parte del aprendizaje. Por ello, evita acudir a los gritos o las malas palabras: Enseñémosles que todos merecemos respeto, y que la opinión de cada uno de los miembros de la familia es igual de valiosa. Para tener en cuenta: Cada uno de nosotros tenemos capacidades y habilidades diferentes, y debemos sacar provecho de ellas. Podemos involucrar a nuestros hijos, según sus fortalezas, en las actividades familiares, y al tiempo apoyar su desarrollo, ayudándolos a que ganen seguridad, apertura para el diálogo, espíritu de cooperación y confianza en sí mismos.


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Para promover un espacio saludable es necesario tomar consciencia de nuestras dificultades en la vida, evaluándonos como padres. En ocasiones, creemos que nuestra labor como padres de familia o cuidadores es mostrarnos siempre fuertes, pero la realidad es que a veces debemos estar abiertos a buscar ayuda, a reconocer que otros pueden tener la razón y que es humano equivocarse para aprender y corregir los errores. Nuestro estilo de vida y la forma en que gestionamos nuestras emociones, cómo las nombramos o las manifestamos, con seguridad impactarán la manera como nuestros hijos interpretarán sus propias emociones y crearán su estilo de vida. Enseñemos a nuestros hijos que el amor es un gesto de afecto desinteresado que vale más que lo material. Ser papás no es fácil, y ser hijos tampoco, pero ambos son una experiencia maravillosa que nos debemos permitir vivir; no somos perfectos, pero lo intentamos. Seamos coherentes con lo que pensamos y hacemos: Nuestras palabras deben estar reflejadas en nuestras acciones.

Referencia: (Libro) Crespillo A. (2015). Edúcame despacio que crezco deprisa. Ediciones Palabra, S.A.


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Ser padres, rol que potencia el desarrollo humano de nuestros hijos

Créditos Dirección y contenidos Equipo de Conexión Humana Liceo Salazar y Herrera Corrección de estilo, revisión de contenidos y difusión. Valeria Echeverri Pérez Practicante de Comunicación Digital Marcela López García Líder de Comunicaciones y Mercadeo.

Diagramación y diseño Hamdy Álvarez Profesional en Diseño Gráfico



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