La moto de Aranoa
Hacia una identidad periférica común
En su película Barrio (1998) 1 el director Fernando León de Aranoa coloca, fruto de un sorteo procedente de las tapas de un yogur, una moto de agua en una de las múltiples y anónimas plazas de la periferia madrileña. Dicho objeto extraño, situado en un ámbito reconocible para todos nosotros, usuarios (que no turistas) de la periferia, pero a su vez carente de identidad, se nos presenta como un catalizador. Un catalizador de experiencias y reflexiones en torno a qué supone la periferia con respecto al centro de las ciudades y una búsqueda de (no) lugares comunes en torno a los que construir la identidad de estos espacios. Durante el rodaje de la película, León de Aranoa decidió grabar en distintos barrios con el objetivo de evidenciar la carencia de identidad de sus espacios de relación. ¿No podría, entonces, subvertirse dicho mensaje en defensa de una identidad periférica común? Alejados del paternalismo con el que la centralidad condujo el nacimiento, crecimiento y decadencia de las grandes periferias europeas, este texto se propone encontrar en la intensidad intrínseca de sus rincones los rasgos necesarios para habitarlos. Hallar, por tanto, la identidad asociada a las carreteras que las bordean, los carteles publicitarios que les dan la espalda o los grandes centros comerciales. Pero también a sus plazas, sus kioskos, sus bloques y el vacío entre estos. Identidad previamente negada en la balanza historicista del concepto en sí mismo.
2De Móstoles a Clichy sous Bois, de La Mina a Scampia, este texto albergará razones para construir una identidad alejada de monumentos y dependencias centralistas. ¿Son las periferias más que un lugar por el que pasar y donde dormir? ¿Puede ser la ropa tendida en los balcones de los bloques la bandera del lugar sin bandera?
Periferia, no lugar
Si entendemos la definición de “lugar antropológico” recogida por el antropólogo francés Marc Augé en su libro Los no lugares 3, podríamos establecer una comparación directa entre estos y las grandes ciudades europeas. Para Augé, el lugar antropológico es “aquel que tiene carácter identificatorio,
1 LEÓN DE ARANOA, Fernando. Barrio. 1998; Madrid: Sogetel, MGN Filmes, Elías Querejeta P.C., 1998.
3 AUGÉ, Marc. Non lieux. Introduction á une anthropologie de la surmodenité París: Edition de Seuil, 1992. Edición española consultada: Los no lugares: espacios del anonimato; Barcelona: GEDISA, 2000; p.56 57
Imagen 1 Fotograma de la película Barrio (1998). El protagonista de la película recoge la moto de agua ganada en un sorteo.relacional e histórico”
4. Podríamos, entonces, asociar esta definición al concepto de ciudad entendida como superposición compleja de capas de historia y las redes relacionales que acompañan a las mismas. Frente a estas, la periferia se erige como el paradigma del no lugar, principalmente debido a su composición como suma de no lugares tal y como los define Augé 5: aquellos que no cumplen con los requisitos previos definitorios del lugar antropológico. Si la identidad de las ciudades se conformó a través de una superposición detrítica de historia, la periferia queda relegada a una yuxtaposición artificiosa de elementos alejados de la sedimentación histórica.
Quizás esto último se evidencie aún más cuando Augé habla de “complejo” entendido como “agrupación habitacional donde no se vive y que no se sitúa nunca en el centro de nada” como símbolo del extrarradio frente al “monumento” que se erige como símbolo de la ciudad y que “comparte y conmemora” 6 Esta ausencia de monumentalidad, símbolo del carácter a histórico de los no lugares, los convierte en espacios anónimos, esquejes implantados en un terreno ajeno frente a la tradicional y dominante germinación urbana europea. Ámbitos donde todo, desde la infraestructura hasta la toponimia (¿Cuántas barrios enteros con nombres de tipos de árbol o de capitales europeas abundan en las periferias españolas?) es generado e insertado sobre la marcha.
De escaleras y aires acondicionados
Otra interpretación teórica posible de estos espacios puede hallarse en el concepto de “espacio basura”, acuñado por el arquitecto y teórico holandés Rem Koolhaas (1944) en su libro Espacio Basura (2002) 7. Aunque el argumento teórico del término “espacio basura” pretende extenderse hacia la situación actual del total del espacio urbano, resulta de especial interés cuando es aplicado al marco de la periferia urbana. Si Koolhaas asocia el espacio basura a “El producto construido de la modernización, lo que se coagula mientras la modernización está en marcha” 8 , parece especialmente aplicable a la idea de extrarradio como ciudad dormitorio, cuyo nacimiento, desarrollo y muerte cabalga a lomos del funcionalismo dentro de las mecánicas de producción de las sociedades. ¿Es, por
4 AUGÉ, Marc. Non lieux. Introduction á une anthropologie de la surmodenité París: Edition de Seuil, 1992. Edición española consultada: Los no lugares: espacios del anonimato; Barcelona: GEDISA, 2000; p.58
5 AUGÉ, Los no lugares…, p.83 84
6 AUGÉ, Los no lugares…, p.110 111
7 KOOLHAAS, Rem. Junkspace. October No. 100. (Obsolescence. A special issue). Junio de 2002. Edición española consultada: Espacio Basura. Barcelona, Editorial Gustavo Gili, SL. «Colección GGmínima». 2008). 62 pp.
8 KOOLHAAS, Rem. Espacio basura, p.5
Imagen 2 Fotograma de la película El Odio (1995) Dir: Mathieu Kassovitz. Los protagonistas deambulan por el parking vacío de un antiguo edificio industrial abandonado.tanto, el espacio basura un término más adecuado que el de No Lugar a la hora de hablar de la periferia? La realidad es que ambas teorías parecen continuistas en su columna vertebral. Tanto Koolhaas como Augé parecen concordar en ser producto de un proceso de desencanto con la modernidad (“el fin de las creencias religiosas” según Max Weber). Sin embargo, existe cierta disonancia en los términos temporales que ambos manejan. Si bien Augé argumenta que el no lugar existe desde el inicio de los tiempos como “límite generador de experiencia”, Koolhaas define el espacio basura como el producto y residuo de un desarrollo, insertándolo dentro de una cadena temporal lineal. En este sentido, parece más razonable la interpretación del primero, pues si bien el proceso de urbanización del extrarradio tuvo una explosión directa como respuesta funcionalista durante la modernidad, gran parte de las proto características que hoy día encontramos en las periferias urbanas estaban ya presentes en los arrabales construidos extramuros, típicos del crecimiento urbano medieval europeo. Puede plantearse un desplazamiento del término de funcionalismo como motor de la identidad periférica en favor del de “necesidad”.
Si para Augé los no lugares son espacios sin identidad, para Koolhaas estos poseen una identidad heredada, artificial e impuesta. La identidad del espacio basura (y por tanto, del periférico) es, según el holandés, el reflejo de la preponderancia de las dinámicas de consumo 9. Carteles, banners, espacios publicitarios, símbolos del poder económico y cultural (“visite Nueva York”, “mire la miniatura de la torre Eiffel en esa rotonda”, “quedamos en la plaza Roma”) se cuelan hasta las entrañas de la última grieta del último pladur de la periferia, configurando una aparente identidad ajena, dependiente de los centros de poder. Esto último puede resultar contradictorio para el usuario común de la periferia, acostumbrado a la ambigüedad de ser objeto de consumo y a su vez ser olvidado por el desarrollo consumista. Desde la periferia, los grandes carteles publicitarios de las autopistas que encierran los barrios del extrarradio siempre dan la espalda mientras apuntan a los hipotéticos y reales destinatarios, que conducen hacia los centros (de producción y de consumo). El territorio es soporte y transmisor del mensaje, pero nunca receptor. Sin embargo, la relación de subordinación identitaria con respecto a los centros urbanos se cuela hasta el corazón del extrarradio (si es que no podemos entender el extrarradio como la ciudad de infinitos corazones) a través de otras dinámicas.
Principalmente a través de la escala. Bigger, better. El aparente paternalismo centralista se desprende de las grandes superficies de consumo (grandes centros comerciales, áreas industriales y logísticas) y las regala (o más bien relega) a los límites urbanos. Esta relación de gran escala (el centro comercial, el complejo urbanístico, el intercambiador, la planta de depuración) contribuye a la desfiguración del espacio periférico, desdibujándolo a través de la incoherencia consumista. El ciudadano periférico es a la vez consumidor y consumido.
Los espacios de gran escala sustituyen a las estatuas, las avenidas históricas y los museos, convirtiéndose en monumentos de la producción. Cadáveres del consumo. El dibujo de la ciudad periférica se emborrona con la manga a medida que es trazado y conduce a un espacio cíclico y atemporal, donde el tiempo parece haberse estancado. El paso del tiempo, que construye la identidad humana desde el inicio de los tiempos, no colabora en la construcción de la identidad periférica. Nadie sabe qué hora es en los centros comerciales. La luz no llega al interior de las plazas, que siempre están en sombra. Los descampados se erosionan sobre erosionado y su configuración se mantiene impasible. Como señala Koolhaas: “El espacio basura desgasta y se desgasta” 10, “se despoja de la arquitectura y renace cada lunes por la mañana” 11, “Como no puede captarse, el espacio basura no puede recordarse. Es ampuloso pero poco memorable, como un salvapantallas: Su negativa a
9 KOOLHAAS, Rem. Espacio basura, p.20
10 KOOLHAAS, Rem. Espacio basura, p.9
11 KOOLHAAS, Rem. Espacio basura, p.8
detenerse asegura una amnesia instantánea” 12. La incoherencia de escala del espacio periférico difumina los límites del mismo, volviéndolo difuso e interminable. La abstracción de la forma a través de su repetición hacia el infinito deforma el contexto. Las latas de comida en conserva se convierten en códigos cromáticos de manchas apilados unos tras otros en las estanterías de las grandes superficies comerciales. Nadie conoce el límite de la periferia. Ningún usuario del extrarradio se atrevería a decir si tras la carretera este empieza o termina. La periferia es una isla estática dentro de un universo en movimiento. La periferia es y no es. Es, por tanto, un agujero negro de ambigüedades que, aparentemente, se desdibujan unas a otras.
Territorios ambiguos.
De acuerdo con las afirmaciones en torno a las características del entorno periférico anteriormente citadas, todas las discusiones parecen conducir hacia un mismo desagüe. El intento de hallar una identidad periférica común parece abocado al fracaso. El desencanto heideggeriano llega al anticlímax donde el ciudadano periférico medio se resigna a una vida desdibujada, como si de una pecera estanca sujeta al paternalismo romanticista externo se tratase. El territorio se presenta borroso y la guerra perdida. El tiempo configura los lugares inexorablemente y cualquier isla interior sujeta a entropía, tal y como define Koolhaas 13 quedará reducida a polvo. La periferia está condenada al anonimato intrínseco del espacio de eterno retorno y a su vez al de constante y vertiginoso flujo comunicativo. La ambigüedad y la contradicción impiden una configuración de la identidad con las herramientas de lo complejo. El no lugar, el espacio basura que conforma la periferia queda sumido en un intenso vacío existencial constante.
Pero todo vacío es susceptible de ser llenado.
En la búsqueda de la nueva identidad periférica solo una herramienta sobrevive: La subversión. Todo elemento ambiguo se presenta como susceptible de una doble lectura y, por tanto, de ser reinterpretado. El arquitecto barcelonés Ignasi de Solá Morales recoge en su texto “terrain vague” 14 la siguiente interpretación del vacío urbano: “El vacío como ausencia, pero también como promesa, como encuentro, como espacio posible de interpretación”
15. Frente a la posible interpretación negativa del espacio periférico “in determinante, im precisa, in cierta”, cabe lugar una interpretación
12 KOOLHAAS, Rem. Espacio basura, p.7
13 KOOLHAAS, Rem. Espacio basura, p.9
14 DE SOLÀ MORALES, Ignasi. Territorios. 1ª ed. Barcelona: Editorial Gustavo Gili, 2002. Pp 183 193
15 DE SOLÀ MORALES, Ignasi. Territorios. P.126
Imagen 3 Manolo Laguillo retrata la trasera de las vallas publicitarias situadas en torno a una carretera.de ausencia de límite. Según Solá Morales, “es precisamente este el mensaje que contiene expectativas de movilidad, vagabundeo, tiempo libre, libertad” 16. Para cada bloque de hormigón armado, una prenda de ropa interior húmeda se mece insurrecta al viento. La periferia es un gigantesco vacío urbano pero también un verso suelto.
Durante el desarrollo del texto, Solá Morales hace continuas referencias a la técnica fotográfica como recopilación de experiencia directa 17. Es, por tanto, la condición adimensional de los intersticios de la periferia, ajenos al tiempo y casi al espacio, la que, como la fotografía, se presenta susceptible de una experiencia directa, alejada de interpretaciones. Es en esta contradicción donde reside la intensidad intrínseca al espacio periférico. La profundidad entendida como superposición de capas de complejidad asociada a la historia desaparece en detrimento de la intensidad derivada de la extrañeza humana frente a los vacíos del no lugar. El espacio periférico está vacío pero es combativo. Frente a la interpretación contemplativa del espacio periférico como “área de impunidad” presentado por autores como Ábalos y Herreros 18, cabe postular la identidad periférica como un último reducto de insurrección. No hay lugar para la contemplación romántica en la periferia. La identidad periférica es intensa, activa y poética. Nos obliga a construir como sujetos “una experiencia desde la negatividad” 19 , desde el prefijo negativo, a subvertir significados “Nuestra cultura abomina el monumento” 20, recoge Solá Morales en su texto. La extrañeza del vacío urbano se presenta como un rasgo identificativo diferenciador pues resuena en las identidades de cada uno de nosotros. La ropa tendida en el patio del bloque es ropa y es bandera.
Solá Morales recurre, convenientemente, a la expresión freudiana “sentimiento oceánico” 21. Con ella Freud hace referencia a la capacidad del recién nacido de encontrarse en comunión y pertenencia con el mundo que le rodea. Esto se presenta paradójicamente enlazado con la imagen que abre este artículo. Con la moto de agua encadenada a la farola de la plaza del barrio, León de Aranoa no solo nos proporciona una imagen poderosa de la paradoja del espacio periférico, sino que nos brinda una herramienta para conectar, a través de la incoherencia del vacío cercano con la experiencia de lo lejano.
Imagen 4 Fotografía de Txema Salvans extraída de “Perfect Day”. Una pareja disfruta de una merienda en las inmediaciones de un entorno periférico abandonado.
16 DE SOLÀ MORALES, Ignasi. Territorios. P.128
17 DE SOLÀ MORALES, Ignasi. Territorios. P.123 127
18 HERREROS, Juan. ÁBALOS, Iñaki. Áreas de impunidad. Madrid. Editorial ACTAR. 1ª ed: 1997. 304 páginas
19 DE SOLÀ MORALES, Ignasi. Territorios. P.128
20 DE SOLÀ MORALES, Ignasi. Territorios. P.131
21 DE SOLÀ MORALES, Ignasi. Territorios. P.130