Chinga tu madre, papá

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CHINGA TU MADRE, PAPÁ — Iván Sierra

Éramos Peores books



A papรก, mamรก y Luis, mi hermano



SEGUNDA PARTE


Lunes 20 de septiembre de 2010, 18:34 horas Oye, bato, hace mucho que no sabía de ti. Sabía que estabas enfermo, pero no quise visitarte. Me dije: ese compa va a estar bien. No quería verte porque nunca nos entendimos y porque sentía que lejos estábamos mejor. Y ya. Esa era mi decisión. El problema es que, a partir de hoy, estar lejos de ti dejó de ser mi decisión. Que en paz descanse, don Miguel Ángel Sierra Martínez, papá.


20:41 Siempre quise que me quisieras, ganarme tu cariño, que te sintieras orgulloso de mí. Supongo que creí que algún día lo lograría. Haría muchas cosas porque dijeras: ah, mijo no salió tan pendejo después de todo. Y ahora simplemente ya no estás.


21:04 Hace muchos años, la última vez que te vi, creo, me viste y me dijiste: ¿por qué no me das un abrazo? Anda, dame un abrazo. Y yo te lo di y me puse a llorar. ¿Sabes por qué? Porque siempre, a pesar de todo, te quise, papá.


21:05 Chinga tu madre, papá. Te sales a la verga. ¿Por qué te mueres ahora? Neta que te sales.


21:13 Cuando mamá tuvo a bien notificarte mi salida del clóset, te pareció buena idea hablarme para hacerme la broma de si entraría a orinar, a partir de ese momento, a los baños de mujeres. Te odié. Me pareció estúpido y ridículo tu comentario. Ahora pienso que quizá fue tu forma de decir: todo está bien.


21:16 Cómo me habría gustado despedirme de ti, decirte que, a pesar del hijo de puta que fuiste tantas veces, aprecio aquellos detalles que, por aquí, por allá, tuviste conmigo. Como cuando veíamos juntos las caricaturas/ Como cuando me hiciste aquella broma del Galletoso frente a mi amigo Panchito/ Como cuando me quedaba dormido en el carro y me llevabas en brazos hasta la cama/


21:46 Y por la ventanilla del avión me enseñaste la ciudad. Yo no tenía más de cuatro años y aquello me pareció increíble. Guau, papá.

Papá.

Avión.

Ciudad.


21:52 ¿Y si jugamos a volver a empezar? Yo vuelvo a ser niño y tú vuelves a ser mi papá. Pero ahora lo hacemos bien: yo voy a ser un buen hijo y tú serás el mejor papá.


22:25 Eras tan grande, tan fuerte, tan poderoso que no pude atreverme —ahora me lo confieso— a verte reducido por esa enfermedad que terminó matándote. Tenías razón: soy un cobarde.


22:33 Creí que te lo había dicho todo cuando aquel día, frente a frente, te escupí en la cara que no habías sido un buen padre. Pero me equivoqué: me faltó confesarnos lo mucho que aún te amaba.


22:59 Y unos dicen que estoy lleno de rencor contra mi padre y eso no es bueno. Y otros que obtuviste tu merecido y no debo llorarte. Y aquí estoy: sintiéndome el más terrible y el más estúpido a la vez.


23:02 Hola, papá. Vamos a acercarnos un poco, ¿bueno? Yo dejo de ser tan marinconcito y delicado y tú dime de vez en cuando que no te sientes tan avergonzado de mí.


23:05 Y mi vida se volviĂł un continuo buscar hombres que me despreciaran igual que me despreciaste tĂş para tratar, a como diera lugar, de conquistar su amor. Pero nunca lo logrĂŠ, lo mismo que contigo.


23:27 El día de mi último cumpleaños, hace dos meses y medio, escribí: cuando era niño, papá me dijo: cada semana, vamos a juntar un tornillo hasta que llegue el día en que podamos armar una Robotina. Lo de la Robotina nunca sucedió, es cierto, pero de algún modo quedó dentro de mí la idea de que poco a poco, aunque suene cursi, es posible alcanzar tus sueños. ¡Y todavía tengo tantas Robotinas por armar!


23:40 Quiero pensar que en algún momento dijiste: Iván. Y a lo mejor no dijiste más, pero me extrañaste. Y a lo mejor también pensaste algo que vivimos juntos, alguna tontería, y susurraste: mi hijo. Y a lo mejor nada de esto sucedió, pero igual quiero creerlo.


23:48 Una vez me ordenaste: háblale a tu hermano, y yo: Luis, te habla tu papá. Claro que escuchaste y me reprochaste: ¿acaso no soy también tu padre? Y no te respondí entonces, pero lo hago ahora, papá.


23:49 Tengo sueño. Y, como tú también estás dormido, te propongo que nos encontremos por ahí. En una de esas arreglamos nuestras diferencias y volvemos a ser padre e hijo.


Martes 21, 2:30 El mundo se va acabando poco a poco.


2:37 ¿Qué voy a hacer con mis errores? ¿Adónde me voy a ir con todos mis desaciertos? ¿Quién va a lidiar con mis ausencias y omisiones? ¿Dónde se van a diluir una a una mis experiencias? ¿Qué ceniza sobrevivirá al gran incendio? ¿En qué minuto habré de perderme en ese silencio del que procedo?


2:44 A lo mejor, en vez de verte como un padre, te convertí en un personaje. Un personaje plano, unidimensional. Un villano simplón cuya única pulsión era el deseo de agredirme. Te vi así, papá. Y en verdad nunca supe si tú también amaste, si tú también alguna vez tuviste miedo, si tú de vez en cuando tenías alguna ilusión.


5 Son exactamente las cinco de la mañana. Estoy en la ciudad de México, desde donde, justo a esta hora, sale un vuelo con destino a Hermosillo. Estoy en la cama tratando de dormir, pero no puedo. Tampoco podré ir a Hermosillo a despedir los restos de quien fuera mi padre. Estoy aquí simplemente. Aquí.


Jueves 23, 4:41 Ayer por la tarde hablé con quien fuera la mujer de mi padre después de mamá y me aseguró que ese señor al que no me he cansado de acusar de haberme destruido la autoestima no hacía sino hablar de mí como el típico papá orgulloso de su hijo.



PRIMERA PARTE


Domingo 25 de mayo de 2008, 11:03 Un día como cualquier otro, nada más. Una franja de sol se cuela entre las cortinas e ilumina la constelación de partículas de polvo que descansa, plácidamente, en la densa atmósfera de la sala. En una esquina, la lámpara deja escapar un tímido resplandor amarillento. El teléfono sigue ahí: descolgado. La noticia sigue ahí: en el aire. El corazón me da un vuelco y me doy una vuelta en el sillón. Cierro los ojos, pero no puedo dormir. La noticia sigue ahí: detrás de los párpados.


PapĂĄ me confiesa que, si juntamos un tornillo a la semana, algĂşn dĂ­a podremos armar una Robotina.


Le pido a Santa Claus un hermano y terminan trayĂŠndolo los Reyes Magos.


Víctor me dice que no piense eso, que aún nos queda, juntos, mucho por vivir, pero me deja de hablar apenas se enteran sus papás que soy gay.


En silencio, Juan Pablo y yo caminamos por la playa tomados de la mano.


Javier me dice: Âżsabes?, eres mi segunda persona favorita.


Le digo a mi hermano: Âżsabes?, ya no te aguanto.


Panchito me cuenta por teléfono que su fiesta de cumpleaños estuvo muy padre, que lo perdone si olvidó invitarme.


Capitán, me robo un cassette de Caló en el súper por culpa de ese tonto capitán.


Papá me da una lección a los cuatro años. Me dice que todo lo hace por mi bien, porque me quiere, y no deja de golpearme hasta que termino cagándome en los calzones.


La maestra del colegio, indignada, subraya con insistencia que se dice ESTĂ“MAGO cuando le hago saber que me duele la panza.


Papรก me advierte que, si sigo tragando como lo hago, me harรก comer mierda del escusado.


Agarro a cintarazos a Prieto porque no me hace caso.


Mi hermano se pone las botitas, el cintito pitiado y el sombrerito de vaquero y se dispone, feliz, a acompaĂąar a papĂĄ al rancho.


Me levanto a medianoche y, con total sigilo, robo de la cocina cajitas de pop-tarts y me las como crudas.


Santos me la mete de repente y me desmayo.


Pido un t-bone con papas a la francesa a domicilio, por favor.


Le pregunto a papá, casi a gritos, si de verdad cree que no sé la clase de padre que fue. Ya no soy un niño, le advierto. Él, por supuesto, no sabe qué responder.


Estaciono el carro, me bajo, camino hacia aquella resbaladilla en forma de cohete espacial y encuentro a mi hermano.


Tu micropene, Iván, es el símbolo más elocuente de tu autoestima acomplejada, escribe un exnovio en su blog.


Papรก me recomienda ponerme una naranja entre las piernas para que se me vea algo.


Conduzco desesperado, como loco, el carro de mamĂĄ en busca de cocaĂ­na.


Papรก me jala de la patilla y me lleva a dar un paseo.


Prรณxima parada: Disneylandia.


La hermana mayor de Alonso nos encuentra en la sala de su casa en pleno sesenta y nueve y ĂŠl, pese a los gritos histĂŠricos de aquella, como todo un caballerito, insiste en llevarme de regreso al instituto en el carro destartalado de su papĂĄ.


Papรก me hace una oferta: si bajo cincuenta kilos, me comprarรก un carro com-ple-ta-men-te nuevo.


Exprimo dos limones sobre una pizza de carnes frĂ­as tamaĂąo familiar, destapo dos latas de coca-cola bien heladas y me zampo todo en menos de un minuto.


Mariano, ya sin tacto, me pregunta si puede sobarme de lleno la panza.


Le miento a mi hermano: nadie te quiere.


Me quedo dormido en la cajuela del pick-up al regresar del rancho y papรก me lleva en brazos hasta mi cuarto.


Neto golpea con la verga bien parada las pรกginas de un catรกlogo de Avon y yo finjo interesarme en las modelos de los pintalabios.


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